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Baffi et al Introducción a la bioarqueología_OPFYL 2015

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Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
 
Introducción a la bioarqueología 
 
Baffi Elvira Inés 
Torres María Fernanda 
Seldes Verónica 
Cortés Leticia Inés 
Cátedra de Antropología Biológica y Paleoantropología. Facultad de Filosofía y Letras. 
Universidad de Buenos Aires. 
 
En antropología biológica se considera a la población como unidad de análisis. Según 
Mayr (1968) el deme o población local es la unidad biológica fundamental. Esta se define 
como un conjunto de individuos potencialmente interfértiles que conviven en un área 
geográfica determinada, vinculados por relaciones de parentesco y económicas concretas, 
resultantes de una historia común, diferenciables genéticamente de otros grupos cercanos 
(Cocilovo y Valdano, 1988). Como consecuencia de esta endogamia parcial y de la interacción 
genotipo-ambiente se produce la selección de un fenotipo adaptado a las condiciones locales 
particulares, diferenciable -al menos potencialmente- del correspondiente a otros demes 
cercanos (Cocilovo, 1981). 
La concepción poblacional reemplaza a la interpretación tipológica de la variación 
humana. Las explicaciones tipológicas consideran a la raza como unidad de análisis, siendo 
estas tipos ideales que no contemplan la variabilidad interna. En nuestro país, Imbelloni (1938) 
fue quien desarrolló una clasificación racial de los aborígenes, usada tanto para grupos vivos 
como aquellos restos esqueletales encontrados en sitios arqueológicos. Al modificar el objeto 
de estudio de la antropología biológica del individuo a la población, el antropólogo biólogo 
puede dar cuenta de problemas procesuales que conciernen a la arqueología y a la 
antropología en general. Según Gruber (1981) los arqueólogos comenzaron a reorganizar la 
conducta humana en función de las interdependencias de lo biológico y lo cultural, en 
particular en las instancias adaptativas. Esto requirió una nueva explicación de la dimensión 
biológica a cargo de la antropología biológica. 
El concepto biológico de población y su interacción con problemas vinculados con 
sistemas sociales determinados, particularmente en la interdependencia biológico-cultural de 
los sistemas adaptativos, hace clave el rol del antropólogo biólogo. 
Una de las formas de encarar el análisis de los restos óseos humanos es a través del 
enfoque bioarqueológico. La bioarqueología es una disciplina que pone énfasis en el 
componente biológico del dato arqueológico (Larsen, 1987). El análisis de los huesos y dientes, 
permite interpretar la biología del grupo, y orientarla para la reconstrucción de 
comportamientos sociales, indagar acerca de los estilos de vida, las pautas de subsistencia, el 
comportamiento interpersonal o individual (agresión, uso del cuerpo), así como también 
establecer estados de salud y enfermedad, entre otras. 
Este enfoque considera al esqueleto como un sistema abierto en el cual el ambiente 
(físico y cultural) es responsable de la variabilidad fenotípica observada no atribuible a causas 
genéticas. Dentro de ciertos límites, los huesos poseen plasticidad para responder a estímulos 
externos e internos experimentados durante la vida cotidiana, provocados por las condiciones 
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ambientales en las que se encuentra el individuo (Neves, 1984). Estos factores no solamente 
pueden generar la formación de marcas durante el período de crecimiento del individuo, sino 
también durante su vida adulta. Los huesos, por ser reservorios de calcio y fósforo del 
organismo sufren constantes remodelaciones (adquisición o pérdida de tejido óseo) que 
pueden ser indicativas de distintos eventos ocurridos durante la vida. Los principales rasgos del 
tejido óseo se describen en el Anexo. 
Los huesos y los dientes son sensibles al ambiente por lo tanto, factores tales como 
dieta, enfermedad, tamaño poblacional y movilidad, ejercicio físico y trabajo, dejan marcas 
indelebles en los mismos. Por todo lo indicado, los restos esqueletales y dentales son parte 
integral del registro arqueológico, ya que su estudio aporta información valiosa y única para 
evaluar comportamiento y estilos de vida del pasado. Las series esqueletales representan un 
registro acumulativo de eventos que reflejan el comportamiento del grupo ya que en ellos 
queda constancia de riesgos nutricionales, enfermedades, demandas mecánicas y pautas de 
actividad (Larsen, 1987). 
Es así como dentro de un contexto arqueológico, la antropología biológica -encarada 
como el estudio de la sociedad por su aspecto biológico- permite estudiar los restos humanos 
para inferir el comportamiento que tuvieron los individuos o la sociedad, en los diversos 
aspectos de la vida cotidiana (Neves, 1984). El “análisis bioarqueológico contextualizado” 
(Torres-Rouff, 2008), es aquél que integra información osteológica y arqueológica y sitúa a los 
muertos en relación con la sociedad mayor a la que pertenecieron (Costa et al., 1998, 2004; 
Robb et al., 2001). 
La reconstrucción del estilo de vida de una población prehistórica puede ser 
concentrada básicamente en dos aspectos fundamentales de lo cotidiano: la subsistencia y la 
organización del trabajo (Neves, 1984). Como se mencionó, estos estudios parten de 
considerar al esqueleto como un sistema abierto, ya que sus respuestas plásticas ante las 
exigencias de lo cotidiano lo transforman en un informador osteobiográfico (Saul, 1976). 
 
Osteobiografía → refiere al nivel individual 
 
Estilo de vida → refiere al nivel poblacional 
 
Antes de encarar cualquier estudio, no obstante, es importante tener en cuenta los 
posibles sesgos en el registro arqueológico que pueden estar ocasionados por problemas de 
preservación (ph del suelo, por ejemplo), pautas de enterratorio diferencial o técnicas de 
excavación y muestreo (Larsen, 1987). Cualidades químicas, biológicas o físicas de los 
ambientes de depositación pueden influir en la conservación y alteración de los restos óseos, 
por ejemplo, produciendo cambios de color, textura, quemado, fracturas, marcas en la 
superficie del hueso o variaciones en su forma. Su correcta identificación, por tanto, permite 
realizar inferencias y discriminar entre la acción de agentes naturales y prácticas culturales 
deliberadas (Buikstra y Ubelaker, 1994). 
Para comprender los factores que pueden afectar a los individuos durante su vida, y 
ser responsables de producir respuestas a nivel esqueletal, reseñaremos los grandes grupos 
propuestos por Powel (1988): 
 
1- Ambiente: Clima 
Fisiografía 
Flora y fauna 
Suelo 
Agua 
 
2- Biología: Sexo, edad y plasticidad del genotipo 
Crecimiento y embarazo 
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Requerimientos para el mantenimiento del organismo 
Nivel de energía gastada 
Salud general: Estado nutricional 
Grado de inmunoresistencia 
Presencia de infección 
Adaptación a la carga parasitaria 
 
3- Cultura: Tecnología de subsistencia 
Patrón de asentamiento 
Sanidad 
Vestimenta y vivienda 
Teoría y tecnología médica 
Contacto con otras poblaciones 
División del trabajo 
Organización social 
Sistema ideológico y de creencias 
 
A partir de estos tres grupos y de su interacción pueden surgir diferentes estresores o 
interruptores de un estado de equilibrio orgánico interno (el concepto de estrés lo 
desarrollaremos en detalle más adelante). Los estresores pueden ser clasificados 
genéricamente como se detalla en el siguiente cuadro: 
 
 
 
 
 
 
Estresores 
 
 
 
Patológicos 
Organismos infecciosos 
Parásitos 
 
Desórdenes genéticos o metabólicos 
 
Problemas de desarrollo 
 
 
Nutricionales 
Dieta inadecuada 
Nutrientes insuficientes 
 
Mecánicos Lesiones traumáticas 
Desórdenes degenerativos 
 
Protocolo de investigación bioantropológica 
Para realizar el estudio de una población a partir de los restos humanos, deben 
evaluarse determinadosindicadores en forma individual para realizar posteriormente 
inferencias a nivel poblacional. 
El primer aspecto que se debe analizar en una población es la composición y 
estructura de la muestra. Para esto es necesario determinar el número mínimo de individuos, 
el sexo y la edad al morir de cada uno de ellos, infiriendo de esta manera, la pirámide 
poblacional. 
 
Número mínimo de individuos 
 
El número mínimo de individuos (NMI) es el número estimado de individuos analizados 
o recuperados en contexto arqueológico en función de los elementos (generalmente óseos) 
más representados (en número), así como diferenciables en relación con las dimensiones, 
robustez, características morfológicas y lateralidad de los elementos. Ello permite evaluar la 
posibilidad de aparear huesos homólogos y la articulación de huesos contiguos (Buikstra y 
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Ubelaker, 1994). Así, por ejemplo, 2 fémures izquierdos y 3 derechos de similares 
características morfológicas daría como resultado un NMI=3. En otro caso, la presencia de 2 
fémures izquierdos pero de clara diferenciación morfológica (e.g. adulto/subadulto) indicaría 
un NMI=2. 
 
Estimación de la edad 
Al estimar la edad, se controla la variación de tamaño a nivel poblacional debido al 
crecimiento y desarrollo, puesto que además de la dimensionalidad, una pauta fundamental es 
considerar si se completó -o no- el desarrollo óseo. 
En lo individuos subadultos, donde aún el desarrollo óseo no está completo, se utiliza 
para el diagnóstico etáreo la edad dentaria, considerando pautas de erupción de la dentición 
decidua (de leche) o permanente; estos criterios se utilizan aproximadamente hasta los 12 
años, edad promedio en la que se produce la emergencia del segundo molar definitivo (Figura 
1). Otros criterios para estimar la edad de muerte son a partir de la maduración ósea, 
considerando el grado de osificación de los moldes cartilaginosos (o membranosos) que 
preceden al hueso y/o el cierre de los cartílagos de crecimiento, maduración que varía según 
los distintos huesos que conforman el esqueleto (Figura 2). En los fetos o individuos no-natos o 
peri-natos se utilizan las medidas de distintos huesos (Fazekas y Kósa, 1978). 
 
 
 
Figura 1. Presencia de gérmenes dentarios y erupción dentaria en vida postnatal. Edades promedio. Dentición 
decidua (sombreado), dentición definitiva (blanco). Figura 2. Edad promedio (en años) de los cierres de cartílago de 
crecimiento según diferentes huesos del esqueleto en mujeres y varones. 
El criterio más comúnmente aceptado para asignar a un individuo como perteneciente 
a la etapa adulta es la presencia del cierre de la sutura esfenobasilar del cráneo, la cual está 
ubicada en la base del mismo, por delante del foramen mágnum uniendo cuerpo del 
esfenoides y la porción basilar del occipital. Esto suele producirse entre los 18 y 20 años. Por 
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tal razón, aquellos cráneos que aún conservan la sutura abierta son considerados como 
subadultos. 
En los adultos se consideran además otros criterios. El análisis morfoscópico de las 
modificaciones en la sínfisis pubiana (Figura 3) y en la superficie de articulación entre el coxal y 
el sacro. La sínfisis púbica y la superficie articular del íleon atraviesan patrones de cambio 
morfológico específicos a lo largo del tiempo, los cuales han sido descriptos en detalle por 
varios autores y correlacionados con rangos de edad aproximados, permitiendo inferir la edad 
de los individuos inhumados (Todd 1921 a y b; Buikstra y Ubelaker 1994). 
 
Figura 3. Sínfisis del pubis. Cambios etarios observados por Todd y organizados en 10 estadios permiten determinar 
la edad entre los 18 y 50 años. 
Aunque su confiabilidad es variable, otro método es el grado de obliteración (cierre) 
de ciertos sectores específicos en el trazado o recorrido que describen las diferentes suturas 
del cráneo (Figura 4). Los procesos degenerativos en las articulaciones y el grado de desgaste 
dental son criterios menos utilizados, pues pueden variar entre poblaciones debido a que son 
influenciados por pautas de actividad. 
 
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Figura 4. Huesos constitutivos del cráneo y suturas craneales entre ellos. Puntos craneométricos (círculos negros). 
Otros métodos para la determinación de la edad son menos recomendables en tanto 
son de naturaleza invasiva pues estudian la estructura microscópica del hueso destruyendo 
parte del mismo. Por ejemplo, los cambios que se dan en el hueso compacto a partir de las 
modificaciones sufridas por remodelación, se pueden estudiar realizando cortes delgados de 
los huesos largos (método de Kerley). También resultan efectivos lo cálculos efectuados 
teniendo en cuenta las modificaciones que sufre la estructura esponjosa de las cabezas del 
fémur y del húmero (método de Neméskeri) (Stewart, 1979). 
 
Determinación de sexo 
Al estimar el sexo de los restos óseos controlamos la variación existente en la 
población debida al dimorfismo sexual. Los caracteres óseos que se evalúan para el diagnóstico 
son características sexuales secundarias y establecen el dimorfismo sexual. Su aparición está 
relacionada con fenómenos post-puberales, fuertemente influenciados por las hormonas 
sexuales. Sólo se puede determinar el sexo en los individuos que hayan alcanzado la adultez. 
En los subadultos la asignación del sexo no es precisa, pues antes de la pubertad ambos sexos 
presentan un aspecto grácil. Aunque para los primeros años de vida postnatal existen 
determinaciones de sexo utilizando diferentes porciones esqueletales que exhiben variaciones 
a edades claramente determinadas, estas metodologías empleadas para determinar el sexo de 
subadultos se elaboraron a partir de muestras relativamente pequeñas de casos forenses 
contemporáneos. Al utilizar restos recuperados en excavaciones arqueológicas estas técnicas 
no son siempre aplicables y es debatida entre los especialistas su capacidad diagnóstica por lo 
que la generalidad de los investigadores opta por no utilizarlas (Buikstra y Ubelaker, 1994; 
Krenzer, 2006). 
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En general, el esqueleto masculino es de mayor porte y robustez que el femenino, 
existiendo además diferencias de forma y de tamaño. No obstante, la diferencia de estos 
valores es relativa a cada población. 
Aunque lo ideal es disponer de esqueletos completos a fin de poder lograr una 
determinación sexual más precisa, ciertos huesos son mejores indicadores que otros. Estos son 
la pelvis (conjunto de ambos coxales y el sacro), principalmente por verse afectada a los 
fenómenos reproductivos, y el cráneo (Figuras 5 y 6). 
 
Figura 5. Representación de un cráneo masculino (izquierda) y femenino (derecha) en norma lateral. 
 
 
Figura 6. Representación de pelvis masculina (izquierda) y femenina (derecha). 
Para la determinación del sexo se consideran diferencias de forma y de tamaño, 
además de características anatómicas concretas. 
Otros huesos que pueden utilizarse para determinar el sexo, aunque con menor grado 
de certidumbre si se emplean aisladamente, son el fémur (diámetro de la cabeza y diámetro 
de la circunferencia de la diáfisis o cuerpo), y el húmero (las mismas variables) (Bass, 1987). 
 
Prácticas intencionales sobre restos humanos 
En nuestro país, así como en otros lugares del mundo, para evaluar correctamente una 
muestra esqueletal es necesario considerar la presencia y extensión de ciertas prácticas 
culturales que pudieron modificar el esqueleto. Nos referimos específicamente a aquellas que 
llevaron a alterar la forma del cráneo, conocidas con el nombre de prácticas deformatorias. 
Las mismas se realizan durante la infancia y a que veces continúaen la niñez, mientras se 
produce el crecimiento del niño y modifican la forma, ciertas medidas y ciertos rasgos 
anatómicos (como rugosidad en los huesos). 
Los esquemas de clasificación deformatoria empleados en Argentina son lo propuestos 
por Imbelloni (1924-25) y Dembo e Imbelloni (1938). Imbelloni clasifica las diferentes prácticas 
proponiendo dos modos básicos para alterar la forma: por medio del uso de tablas (fijas o 
libres), obteniéndose como resultado la forma tabular, con dos variedades erecta y oblicua, y 
por medio de vendas, obteniéndose como resultado la forma anular (Figura 7). 
 
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Figura 7. Representación de cráneos deformados intencionalmente. Arriba: deformación anular. Abajo: con aparato 
deformatorio aplicado: tablas y cuerdas, deformación tabular en sus dos variedades. 
Muchos autores reconocen el valor cultural de estas prácticas deformatorias 
intencionales ya que al realizarse en niños recién nacidos pudieron funcionar como 
identificación social dentro del grupo de pertenencia y de diferenciación intra e intergrupal 
(Tiesler y Cucina, 2012). 
 
Estudios de distancias biológicas 
Otro aspecto a considerar en el análisis poblacional es determinar de dónde provienen 
y cuáles son sus relaciones con otros grupos, es decir, aproximarnos a las relaciones y 
afinidades biológicas de esa población. Para lograr esto, se realizan cálculos de distancias 
genéticas o biológicas, a partir del análisis estadístico de dos tipos de datos: lo rasgos no 
métricos (discontinuos) y las variables continuas o métricas. 
Los rasgos no métricos o variables discretas se reconocen tanto en el cráneo como el 
esqueleto postcraneal y son una herramienta importante para determinar dinámica y 
diferencias poblacionales. Se considera que estos rasgos, en tanto marcadores fenotípicos, 
constituyen un tipo de variación humana que puede aportar información valiosa acerca de los 
procesos de variabilidad biológica, estructura social, fenómenos de perturbación poblacional, 
flujo génico o mestizaje. Pueden exhibir variaciones geográficas distintivas, discontinuidades 
intra-regionales y cambios a lo largo del tiempo (Hanihara et al., 2003; Ricaut y Waelkens, 
2008). 
Los rasgos discretos se presentan como accidentes o formaciones óseas vinculadas con 
los sistemas muscular, vascular y nervioso, estos se pueden agrupar en diferentes categorías: 
a) suturas supernumerarias, b) huesos suturales, c) foraminas (agujeros) o canales, d) torus, 
puentes o tubérculos óseos, e) procesos y facetas accesorias y f) articulaciones. Los mismos se 
llaman discretos porque se releva su presencia o ausencia (no hay términos intermedios), 
pueden ser uni o bilaterales (Figura 8). 
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Figura 8. Rasgos no métricos o discretos. Localización de 19 rasgos en diferentes normas del cráneo. 
Los rasgos no métricos son de origen esencialmente genético pero pueden verse 
afectados en su herencia por algunas influencias del ambiente tales como la fisiología materna 
actuante sobre el medio uterino, lactancia y dieta. No obstante, Dahinten y Pucciarelli (1983) 
consideran que la expresión fenotípica de estos rasgos es casi independiente de los estímulos 
ambientales y que en general poseen heredabilidad mendeliana. 
El estudio de la variación de cada rasgo en particular brinda datos de significación, 
pero la consideración en conjunto de los mismos ofrece mayor información sobre la 
composición genética de la población, obteniéndose un patrón de rasgos presentes y ausentes 
que permiten caracterizar a la población estudiada y establecer la mayor o menor afinidad con 
otros grupos en el espacio geográfico y temporal. 
Los rasgos continuos o métricos se refieren a las medidas de conjuntos de huesos, 
huesos individuales o partes de los mismos (largo del cráneo, longitud del paladar, largo del 
fémur, ancho del foramen mágnum, diámetro de la pelvis menor, etc.) relevados a partir de 
puntos osteométricos específicos (Figura 9). La información se obtiene por medios indirectos, 
mediante el auxilio de instrumental de precisión (calibre, compás, cinta métrica, 
antropómetro, tabla osteométrica). Estas variables son continuas, es decir, resultan de la 
interacción de poligenes, con una mayor influencia ambiental, resultantes de adaptaciones al 
ambiente físico como sociocultural. 
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Figura 9. Izquierda: principales puntos craneométricos a partir de los cuales se realiza la medición de diferentes 
variables en el cráneo (e.g. eu-eu: eurion-eurion). Derecha: medidas relevadas en huesos largos (fémur). 
Utilizando modelos matemáticos y programas estadísticos de computación, es posible 
realizar un análisis global y comparativo de una población a partir de sus datos métricos. A 
través del uso de modelos estadísticos puede llegarse a caracterizar poblaciones a partir de 
este tipo de datos, así como también realizar cálculos de sus distancias y afinidades biológicas 
con otras poblaciones, tal como con los rasgos no métricos), establecer distancias biológicas 
(análisis interpoblacional), y rutas migratorias, que permitan formular modelos de 
poblamiento a nivel micro o macrogeográfico. 
 
Estilo de vida 
Aproximarnos al estilo de vida de un grupo implica averiguar qué les sucedió y qué 
puede decirse de su estilo de vida. Para esto es necesario analizar todos los huesos del 
esqueleto en busca de marcas que puedan dar cuenta de actividades cotidianas, estado de 
salud y enfermedad y estado nutricional. 
Para dar cuenta de las pautas de actividad, es necesario analizar el esqueleto y los 
dientes, en busca de señales que reflejen actividades rutinarias en términos de patrones y 
niveles de demanda corporal. Esto ofrece una oportunidad para definir comportamientos 
físicos asociados con economías de subsistencia específicas. 
El esqueleto y los dientes proveen información acumulativa de cómo durante la vida 
del individuo, el crecimiento y desarrollo corporal, especialmente lo vinculado a la biodinámica 
ósea, responde a particulares demandas funcionales y pautas de actividad bajo circunstancias 
específicas del uso del cuerpo. 
 
Analizaremos: 
a) Variaciones en las articulaciones. Las mismas pueden ser: 
*No patológicas, como por ejemplo carillas articulares supernumerarias, que pueden 
indicar situaciones posturales. 
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*Patológicas: los movimientos habituales del cuerpo reflejan estrés en las articulaciones 
registrado a través del análisis de cambios degenerativos en las mismas. Estas alteraciones 
reciben el nombre de osteoartritis, refiriendo a un gran número de síndromes, que reflejan 
enfermedades en las articulaciones del cuerpo, que comienzan con una hipertrofia, seguida 
por un desgaste en las superficies auriculares. Debe diferenciarse si la patología es 
sistémica, es decir, que afecta a todas las articulaciones del cuerpo, especialmente si estás 
no son funcionales (carillas auriculares de las costillas con las vértebras, por ejemplo) 
puesto que no están vinculadas con el uso del cuerpo. En el caso de que afecte algunas 
articulaciones específicas, sí probablemente refieran al uso del cuerpo. Como el estrés 
mecánico es la causa más importante de esos cambios degenerativos localizados, el 
estudio de pautas de comportamiento a partir de las articulaciones resulta ser el 
instrumento más útil para reconstruir las actividades físicas de las poblaciones pasadas. 
b) Forma del hueso y función: se trata principalmente de las variaciones en la morfología 
ósea, como son los cambios en el ángulo de torsión (una diferencia angular que se 
toma entre la epífisis superior e inferior de los huesos largos),desarrollo de las 
inserciones musculares, etc. que se ven modificados por el estrés mecánico. 
c) Variaciones en los dientes: se refiere al grado y forma de desgaste de la superficie 
oclusal, que puede reflejar el posible uso de los dientes como herramientas, o bien 
estar provocado por la dieta a causa de incluir elementos abrasivos en la misma. 
d) Alteraciones mecánicas de los huesos: como la presencia de golpes y fracturas. De 
acuerdo a su distribución y tipo, nos pueden remitir a dos circunstancias que pudieron 
dar su origen: riesgos durante la actividad cotidiana o situaciones de violencia 
interpersonal. En este último caso, es necesario considerar los grupos de edad y sexo 
involucrados y la búsqueda de indicadores arqueológicos que nos lleven a discriminar 
o diferenciar si se trata de episodios de violencia intra o intergrupal. 
El estado de salud de la población se determina a través del estudio de las 
paleopatologías existentes en la misma. Al iniciar un estudio patológico es necesario conocer 
las condiciones de hallazgo de los restos, a fin de descartar posibles alteraciones tafonómicas 
tal como fuera expresado anteriormente, que distorsionen el diagnóstico. 
El análisis paleopatológico es de gran interés para la bioarqueología, ya que la 
enfermedad, la incapacidad y la muerte son aspectos de la biología de una población y su 
cultura. Estos estudios son encarados desde una perspectiva epidemiológica de la población 
considerada. Por lo cual, además de describir la condición patológica de los huesos de cada 
individuo, se considera el estado de salud grupal. El análisis se centra en términos de 
prevalencia de enfermedades, su distribución por edad y sexo y sus relaciones con los cambios 
culturales observados en diferentes estratos sociales o períodos de tiempo. Resumiendo, 
habría dos vertientes en el análisis, una es el caso individual, considerando su estado de salud, 
importante para el análisis osteobiográfico. La otra implica considerar a los restos en conjunto, 
desde una perspectiva epidemiológica que remite tanto a la salud del grupo como a su 
adaptación a un ambiente determinado. 
Los cambios que se pueden observar en el hueso, pueden ser clasificados de acuerdo 
a las alteraciones en la actividad de las células óseas que lo componen. Se reconocen: a) 
pérdida anormal del hueso, b) ganancia anormal del hueso, c) combinación de pérdida y 
ganancia anormal, y d) tejido óseo normal, pero con tamaño y/o morfología ósea anormal. 
En paso posterior del análisis se centra en observar si la anormalidad consiste en: a) 
lesión aislada, la cual es un foco simple del proceso patológico, b) lesiones múltiples con uno o 
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más focos patológicos, c) hueso anormal difusamente distribuido en el que no se observa un 
foco infeccioso pero sí cambios generales en la calidad ósea, d) alteraciones locales o 
generalizados de tamaño o forma, pero con tejido óseo normal. El caso a) es el más sencillo de 
diagnosticar. En los casos generalizados hay que considerar si las alteraciones responden a una 
o más anomalías, que presentan distintos procesos de morbilidad. 
Para poder aproximarnos a una patología específica o a una enfermedad determinada, 
es importante analizar además qué huesos y en qué lugar de los mismos se presentan las 
alteraciones patológicas. 
Las patologías más fáciles de identificar son las infecciosas. Se denominan periostitis, 
si la misma afecta la superficie externa del hueso, a partir de una infección al periostio u 
osteomielitis, si afecta el endostio o sea la membrana que reviste la cavidad medular del 
hueso. 
Asimismo, los traumas, como fracturas y dislocaciones, también son de fácil 
identificación. Es importante poder discriminar la causa de origen, es decir si es accidental o si 
pudo ser provocada por violencia interpersonal. 
La evaluación del estado nutricional del individuo y por extensión de una población, se 
logra mediante la consideración de una serie de indicadores. El término nutrición remite a la 
adecuación fisiológica de la dieta. En tanto que la dieta constituye los alimentos ingeridos. En 
el aprovechamiento de los mismos es importante tanto su cantidad como su combinación y el 
modo de preparación, ya que ciertas formas de cocción reducen la calidad nutricia de algunos 
alimentos, del mismo modo que ciertas combinaciones interfieren en la absorción o 
aprovechamiento de algunos nutrientes. Las sustancias elementales para el crecimiento 
adecuado y el mantenimiento saludable del organismo son las proteínas, los lípidos, los 
hidratos de carbono, los minerales (calcio, flúor, fósforo, magnesio), las vitaminas (D, A, B, C, K) 
y el agua. Una adecuada dieta resulta del equilibrio entre los mismos. Ante una situación de 
estrés nutricional, por ejemplo cambio climático que afecte la disponibilidad de alimentos, 
presencia de enfermedad y/o parásitos que involucren un mayor gasto energético, el grupo de 
mayor riesgo lo constituye el de los subadultos, por estar en período de crecimiento. Ante la 
falta de nutrientes la primera respuesta del organismo es lentificar el crecimiento, llegando en 
casos graves o crónicos a detenerlo. Los tejidos blandos están más expuestos, las alteraciones 
en huesos y dientes implican carencias de nutrientes más drásticas o más prolongadas. Las 
circunstancias de estrés nutricional pueden ser leves o severas en cuanto al déficit sufrido en la 
dieta, es decir, desde la falta de una vitamina específica hasta algo más generalizado como es 
la desnutrición proteico-calórica. El tiempo de la interrupción fisiológica puede ser agudo, es 
decir corto, hasta crónico, más prolongado. 
En la Tabla I del Anexo aparecen los principales indicadores que permiten detectar 
situaciones de inadecuada nutrición. Cabe destacar que los mismos no son exclusivos de 
poblaciones prehistóricas, sino que también pueden observarse en poblaciones actuales. 
 
Anexo 
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Figura 10. Regiones anatómicas del hueso. Vista exterior y corte longitudinal. 
Cuadro 1. Partes del hueso 
 
Denominación Ubicación 
 
Epífisis (*) 
 
 
Cada extremo óseo. En general articula con 
otro hueso 
 
Diáfisis (*) 
 
 
Parte central o cuerpo óseo 
 
Periostio 
 
Tejido conjuntivo externo que recubre al 
hueso 
Endostio 
 
Tejido conjuntivo interno que reviste la 
cavidad medular del hueso 
 
 
 (*) sólo en huesos largos 
 
 
 
 
 
 
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Cuadro 2. Composición histológica del hueso 
 
Parte 
orgánica células y fibras de colágeno 
Parte 
inorgánica 
cristales de apatita e 
hidroxiapatita 
 
 
 
 
 
Cuadro 3. Tipos de células del hueso 
 
Tipo Función Ubicación 
Osteocito Célula fisiológica del hueso 
hueso 
compacto 
hueso 
esponjoso 
Osteoblasto Célula formadora del hueso endostio 
periostio 
Osteoclasto Célula destructora del hueso endostio 
periostio 
 
 
 
 
 
 
 
Cuadro 4. Tipos de crecimiento del hueso según su origen embrionario 
 
Modo Ejemplo Molde Crecimiento prenatal 
Crecimiento 
postnatal 
Cartilaginoso huesos largos cartílago con 
igual forma 
a partir de tres 
núcleos, uno en 
parte central y uno 
en cada extremo. 
a partir de cartílagos 
de crecimiento (en 
longitud) y del 
periostio en grosor 
Membranoso bóveda 
craneana 
membrana 
conjuntiva a partir del núcleo 
central 
periférico, a partir de 
los bordes y del 
periostio en grosor 
 
 
 
 14 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
 
Tabla 1. Indicadores esqueletales de estrés 
 
Indicadores 
Partes de la 
población y 
esqueletales 
requeridas 
Grupos de 
riesgo 
Severidad y 
tiempo de 
estrés 
Comentarios 
Tablas de vida y 
Tasas de mortalidad 
Población grandey completa, o 
una muestra 
representativa 
Todos Severo y 
crónico 
Buen indicador de 
adaptación general. Es 
necesaria una correcta 
asignación de edad 
Estatura de adulto Adultos. 
Especialmente 
miembro inferior. 
Subadultos Sumatoria de 
factores pre-
adultos 
Baja estatura (tamaño 
corporal pequeño) 
puede ser una 
respuesta a desnutrición 
crónica. 
Curvas de 
crecimiento 
Subadultos con 
edad dental y 
huesos largos. 
Subadultos Crónico Puede indicar el período 
de mayor estrés en la 
vida del individuo. 
Dimorfismo sexual Varones y 
mujeres adultos. 
Coxal, fémur. 
Subadultos Sumatoria de 
factores pre-
adultos 
Deben considerarse 
factores genéticos. El 
dimorfismo sexual se 
reduce al incrementarse 
el estrés. 
Líneas de Harris Adultos o 
subadultos. 
Radiografías de 
huesos largos 
Subadultos Agudo 
recurrente 
Evidencias de 
asociación inversa con 
el estado nutricional. 
Puede ocurrir cercano al 
destete. 
Hipoplasia de 
esmalte. 
Microdefectos del 
esmalte dental 
Cualquier diente. 
Los anteriores 
son más 
sensitivos. 
En útero hasta 7 
años 
Estrés agudo 
y/o crónico 
Asociación con estatus 
nutricional y disminución 
de esperanza de vida. 
Puede vincularse con el 
destete. 
Asimetría dental Dentadura in situ En útero Temprano y 
severo 
Medida de interrupción 
del desarrollo. Requiere 
muestras amplias. 
Apiñamiento dental Dentadura in situ Subadultos Crónico y 
severo 
Puede ser nutricional, 
pero puede ser debido a 
causas genéticas. 
Infección en 
periostio (periostitis) 
Todos los 
huesos 
Todos Crónico Algunas infecciones no 
aparecen en los huesos. 
 
 
 
 
Hiperostosis 
porótica / Criba 
orbitalia 
 
 
 
 
Cráneo. 
Particularmente 
región orbital y 
parietal. 
Ambos sexos 
(0,5-8 años) 
Agudo - severo Relacionado con anemia 
por déficit de hierro, 
sinergismo potencial con 
infección. Alta 
prevalencia antes de los 
5 años 
Mujeres 20-30 
años y juveniles 
de ambos sexos 
Agudo - severo Evidencia de incremento 
en mujeres 
reproductivas. Puede 
relacionarse con mal 
nutrición proteico-
calórica. 
 
 
 
 15 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
Bibliografía 
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 16 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
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Bibliografía complementaria 
 
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 17 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
Perspectivas bioculturales del estrés 
 
El estrés es un concepto que refiere a las consecuencias que sufren los organismos y 
las poblaciones causado por eventos que interrumpen su equilibrio interno. La aplicación del 
concepto de estrés remite al concepto de homeostasis del medio interno (milleu interne) 
definido por Cannon (1914) quien identificó los mecanismos corporales de autorregulación 
frente a la variación del medio externo. El proceso del estrés se vincula con el de adaptación. 
La adaptación focaliza en las consecuencias “adaptativas”, de ajuste al ambiente, o positivas, 
mientras que el estrés remite a los costos y límites de la adaptación. 
La adaptación es un proceso de ajuste a condiciones ambientales cambiantes e incluye 
respuestas plásticas, fisiológicas o no genéticas que confieren ventajas adaptativas al 
individuo. 
El concepto de estrés surge de las investigaciones en fisiología de Selye. Este autor 
describe una serie de respuestas estereotipadas que exhibe un organismo ante una situación o 
estímulo que altera su equilibrio interno. Selye (1956) denomina Síndrome de Adaptación 
General, a un proceso que consta de tres etapas 1) alarma, 2) resistencia, 3) adaptación o 
agotamiento. La adaptación, según Selye, es considerada como el mantenimiento de un estado 
fisiológico estable. 
Una modificación a este modelo es la propuesta por Little (1983) quien considera que 
el estrés (estresor o fuerza deformante) provoca en el organismo un disturbio (desvíode la 
homeostasis o equilibrio interno) que genera una respuesta (la restauración del equilibrio o 
fracaso), que es la adaptación o la mala adaptación. Cuando un estresor simple actúa aislado 
este modelo resulta adecuado. 
Al considerar más de un estresor, los modelos propuestos son complicados, ya que la 
adaptación a múltiples estresores puede provocar respuestas cruzadas que interfieran en la 
adaptación a otro estresor. 
En las poblaciones humanas e individuos actúan múltiples estresores, de origen 
ambiental, cultural y social que alteran el equilibrio fisiológico de los individuos y que provocan 
respuestas fisiológicas a fin de mantener la homeostasis y adaptarse. Las respuestas se 
producen por mecanismos estereotipados (es decir, los mismos ante diferentes estresores). La 
consecuencia es lograr un reajuste del equilibrio interno. El costo de la adaptación a esa 
situación se mide por el estrés sufrido. 
Goodman y colaboradores (1984) han presentado un modelo de estrés. El mismo 
ilustra la forma en que los estresores pueden causar interrupciones fisiológicas afectando la 
adaptación individual y poblacional. En este modelo, el ambiente es la fuente tanto de 
recursos necesarios para la supervivencia, como de estresores ambientales. Sin embargo el 
sistema cultural no siempre es efectivo para amortiguar al estrés y puede incluso producirlo. Si 
los estresores no son amortiguados, puede ser necesaria una respuesta a nivel biológico. 
Finalmente, si la respuesta fisiológica no es la adecuada, la capacidad de sobrevivir puede 
verse afectada. 
Las consecuencias del estrés experimentado por lo individuos dependen de un número 
de factores, como la susceptibilidad genética, la edad y el sexo. Si previamente hay una 
carencia de reservas necesarias, esta situación actúa junto con el estresor, potenciando la 
interrupción fisiológica. Las respuestas biológicas ante el estrés son jerárquicas. Los tejidos 
blandos son afectados más rápida y más severamente que los tejidos duros (óseo y dental). El 
estrés debe ser más severo o más prolongado para afectar al esqueleto, siendo los huesos 
afectados antes que los dientes. 
 18 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
 
Modelo de estrés general según Goodman y colaboradores (1984) 
 
 
Las respuestas bioconductuales del organismo ante interrupciones ambientales 
pueden ser evaluadas a partir de estudios de fenómenos mensurables e interpretativos como 
son las medidas antropométricas y las demográficas. El análisis de los indicadores de estrés, 
focaliza la consideración sobre la especificidad de las medidas, y principalmente las relaciones 
entre medidas. El concepto de estrés se vincula con el de “lucha por el ajuste”. 
Constantemente el organismo es influido por el ambiente y plásticamente se adapta a sus 
variaciones. Sin embargo, según las características del estrés y el mecanismo de respuesta 
activado, es capaz de provocar el deterioro funcional y la enfermedad, encausando al 
investigador a considerar los costos biológicos que ocasionaron los estresores. En el estudio de 
la adaptación, nos dedicamos a indagar las respuestas positivas y funcionales a ajustes 
ambientales. Analizando las fuentes de estrés, consideramos los costos y límites de la 
adaptación. 
En este modelo resultan claves los conceptos de salud y enfermedad. En los últimos 
años se ha discutido la factibilidad de comprender y aproximarnos, en una población 
esqueletal, al efectivo estado de salud y enfermedad de los individuos que la componían. 
Recientes avances han discutido debatido y confirmado que a pesar de la aparentes 
dificultades, este modelo continúa resultando útil para aproximarnos a las situaciónes 
adaptativas (Reitsema y McIlvaine, 2014; Temple y Goodman, 2014). 
 
 
Marco de trabajo 
 
 CONSTRICTORES 
AMBIENTALES 
a- estresores 
b- limitación de 
recursos 
 
 
 
 
 
 
 
 AMORTIGUACIÓN CULTURAL 
 
 
 RESISTENCIA INDIVIDUAL 
 
 ESTRÉS (interrupción fisiológica) 
 
 IMPACTO DEL ESTRÉS 
a- interrupción del crecimiento 
b- reducción de fertilidad y fecundidad 
c- enfermedad 
d- muerte 
ESTRESORES 
CULTURALES 
 19 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
Goodman y colaboradores (1988) proponen un marco de trabajo para analizar 
correctamente la información desde una perspectiva antropológica. La misma implica 
desglosar al estrés en sus cuatro componentes: causa, impacto, respuesta y consecuencia. 
La causa implica identificar los estresores (del ambiente) que afectan a las 
poblaciones. A veces es difícil reconocer los estresores críticos, ya que estos tienden a 
interactuar de manera impredecible. 
Sin embargo, la génesis del proceso de estrés está relacionada con procesos de largo 
plazo. La pobreza es un estresor multicomponente, lo cual ocasiona un incremento de 
indicadores de estrés “tangibles” como la desnutrición; también actúa como un proceso a 
largo plazo ya que aumenta la susceptibilidad a estar influenciado por otros estresores, como 
son las enfermedades infecciosas o parasitarias. Estas situaciones deben ser interpretadas en 
el marco los procesos socioeconómicos y políticos propios de cada grupo o sociedad. 
Al identificar el estresor crítico, debe considerarse su tasa de impacto, frecuencia, 
intensidad, duración, distribución y regularidad. 
El impacto se refiere a la interrupción en la normalidad del estado interno 
(homeostasis). El impacto fisiológico se localiza en el organismo produciendo alteraciones en el 
funcionamiento bioconductual. Para la definición del impacto es esencial la noción de 
normalidad. La respuesta implica la serie de acciones que inicia el organismo ante el desvío de 
la normalidad. 
La consecuencia se refiere a los efectos de los dos anteriores componentes, respuesta 
e impacto, en el funcionamiento bioconductual de los individuos y es el indicador de estrés a 
partir del cual se inicia el análisis. 
Los tres grandes grupos de indicadores que pueden utilizarse para evaluar el impacto 
del estrés en poblaciones humanas, tanto prehistóricas como históricas y actuales, incluyen: 
1) Mortalidad y tablas de vida. La mortalidad es la última consecuencia 
de la incapacidad para recobrarse a las condiciones estresantes. La mortalidad es 
inespecífica, puesto que es el estadio final de una medida de estrés y no permite 
percibir situaciones más sutiles. La mortalidad, especialmente durante la infancia y la 
niñez temprana, remite a un fenómeno vital que es estudiado a través de varios 
niveles. La tasa de mortalidad desciende desde las poblaciones prehistóricas a las 
contemporáneas, aunque en algunos lugares del mundo se siguen dando actualmente 
altas tasas. Los censos y los registros parroquiales son herramientas fundamentales 
para estos estudios en poblaciones históricas y actuales. 
2) Medidas antropométricas. El peso y la talla (estatura) son las más 
utilizadas. La estatura de niños y adultos proporciona una medida más sensible de 
condiciones estresantes y constituye un método clave para el análisis del estado 
nutricional en poblaciones vivientes. En forma similar, la métrica en el esqueleto ha 
sido una herramienta importante para la paleodemografía y la paleopatología. Los 
datos antropométricos son menos empleados para los estudios históricos. 
3) Defectos en el esmalte dental. A pesar que la mortalidad es una 
medida inespecífica del estrés y las medidas antropométricas son un registro de 
impacto acumulativo, los defectos en el esmalte dental proveen información sobre el 
estrés sufrido durante períodos críticos del crecimiento (período prenatal e infancia 
temprana). Estos indicadores son fácilmente identificables en la superficie de los 
dientes, y han sido usados principalmente en grupos prehistóricos, pero pueden 
usarse en poblaciones contemporáneas, y si el material está disponible, en las series 
históricas. Comolos defectos en el esmalte (hipoplasia) en los dientes permanentes de 
los adolescentes y adultos son marcas retrospectivas del estrés sufrido en la infancia y 
la niñez, proporcionan un tiempo limitado de exposición a condiciones estresantes. 
Para poblaciones contemporáneas, Schell (1997) propone un modelo de interacción 
biocultural, donde la estratificación social refleja diferentes situaciones de riesgo o de 
 20 
Apunte de Cátedra publicado por Oficina de Publicaciones de Filosofía y Letras (OPFyL) 
 
amortiguación ante diferentes estresores. En la actualidad tanto la urbanización en progreso 
así como el desarrollo y avance de la tecnología en lo cotidiano posicionan a la cultura como 
una potente usina de estrés. 
 
Bibliografía citada 
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