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APDEBA-Dialogos-clinicos-con-Andre-Green

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Psicoanálisis
Revista de la Asociación Psicoanalítica de Bue-
nos Aires
DIALOGOS CLINI-
C O S
CON ANDRE GREEN
V o c a l e s P r o g r a m a c i ó n
Dra. Celia Norma Faena de Sella Coordinadora
Dra. Diana Liberman de Vannelli Dra. Norma Slepoy
Dra. Mirta Najdorf
Dra. Delia Saffoires V o c a l e s
Dra. Susana Bidolsky de Bursten
Dra. Claudia Bregazzi de Quiroga
Ind izadores Dr. Andrés Fractman
Lic. Angela Teresa Devoto Dr. Pablo Grinfeld
Dra. Celia Norma Faena de Sella Dr. Norberto Helman
Dra. Diana Liberman de Vannelli Dra. Aminta Savarese
Dra. Mirta Najdorf Dr. Eliseo O. Storani
Dra. Delia Saffoires Dr. Federico Urman
Dra. Marcia Stigol de Nejamkis
Edic ión
Coordinadora
B i b l i o t e c a r i a Dra. Zulema Verbitzky
Lic. Sofía Zoltay
Vocal
Dr. Enrique Alba
Secretar ia Adminis trat iva
Celina M. Torres
Psicoanálisis
Editada por la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires
Sociedad Componente de la Asociación Psicoanalítica Internacional
COMISION DE BIBLIOTECA Y PUBLICACIONES
Director Interino
Dr. Humberto Gobbi
BIBLIOTECA PUBLICACIONES
Secretar ia Inter ina S e c r e t a r i a
Dra. Marcia Stigol de Nejamkis Dra. Amalia Theodoro de Zirlinger
C o r r e s p o n s a l e s
Dr. Newton Aronis Maltchik
Dr. Eugenio Cornide Cheda
Dr. Carlos R. Featherston
Dra. Ana R. Chait de Trachtenberg
Dr. Héctor Fernando Maffi
Dr. Renato Trachtenberg
Dr. Alberto Eiguer
Dr. Rogelio Sosnik
Dr. León Grinberg
Cuidado de la edición:
Ediciones Kargieman
ISSN 0325-819X
Registro de la propiedad intelectual: 159.202
Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires
Maure 1850 - (1426) Buenos Aires, Argentina - Teléfono: 775-7867 - Fax: 775-
7985
Email: info@apdeba.apd.org.ar
Indice
3
Editorial 5
Reggy Serebriany. André Green,
semblanza y obra 9
Sigmund Freud. Cita 15
Alicia 17
Andrea 35
Bernardo 59
Gregorio 87
Katia 101
Luisa 117
Marcelo 137
Pablo 161
Continuando el diálogo con Green
(Con introducción de Manuel Gálvez) 183
Obras de André Green 201
4
En la programación de esta revista intervinieron Norberto
Helman, Norma Slepoy y Amalia Zirlinger.
En la revisión del francés participaron Andrés Fractman,
Juana Laniado de Cvik y Mónica Serebriany.
La supervisión y el cuidado general de la traducción lo llevó a
cabo Reggy Serebriany, quien además nos brindó su experiencia
y colaboración en todo momento.
Agradecemos a todos los analistas que generosamente nos
cedieron el material clínico que hizo posible esta revista.
Comisión de Publicaciones
Editorial
En la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, casi todos los
años se llevan a cabo jornadas de trabajo con psicoanalistas
extranjeros. Así fue como en los años 1990 y 1994 André Green
dictó conferencias y realizó seminarios teóricos y de supervisión.
Siempre fue importante para Psicoanálisis reflejar esta tarea
en sus páginas; muchas conferencias se han publicado en ellas.
La tarea realizada en las supervisiones clínicas, allí donde se unen
la teoría y la práctica, debió esperar un tiempo; diversas razones
dificultaron su publicación. Sin embargo, es en la supervisión
donde se puede captar la filigrana con que van tejiendo sus ideas
los pensadores del psicoanálisis. Teniendo esto en cuenta, desde
hace unos años , l a rev is ta ha incorporado la secc ión
“Supervisiones”. Hoy, con este número dedicado especialmente
al diálogo clínico con André Green, cumplimos con un viejo
anhelo.
Con Green se estableció un verdadero diálogo que él iniciaba
con estas preguntas formuladas al analista luego de la presenta-
ción del paciente: ¿Qué pensaba Ud al inicio del tratamiento?
¿Cómo creía que se iba a desarrollar el análisis? ¿Cuál era su idea
acerca del problema central del paciente? Luego dirigía estos
mismos interrogantes a todos los asistentes y con algunos seguía
dialogando a lo largo de toda la reunión clínica, contrastando
ideas, polemizando también. En franco intercambio con los
analistas que presentaron su material, más de una vez dijo: “Mire,
yo lo hubiera dicho así...”, y expresaba su interpretación. Tampo-
co calló las razones por las que pensaba que el analista, en función
de su contratransferencia, se ubicaba en tal o cual línea interpre-
tativa. Como expresa Manuel Gálvez en su introducción a Conti-
5Psicoanálisis APdeBA - Vol. XVII - Nº 1 - 1995
6
EDITORIAL
nuando el diálogo, este intercambio prosiguió con preguntas
que se le hicieron a Green en 1991, luego de su primer viaje, que
él generosamente respondió, y que hoy incluimos en esta publica-
ción.
En Bernardo, un paciente de veintitrés años, cuya madre
maníaco depresiva se suicidó cuando él recibió su título, es donde
Green insistió más en considerar “lo central” del problema del
paciente, donde mostró el trabajo de lo negativo que éste realizó
para no tener en cuenta que la madre estuvo siempre muerta. “Es
imposible no ver que el niño no puede dejar de plantearse la
pregunta que lo lleva a pensar que él es un objeto que no puede
darle placer a la madre, no puede satisfacerla, no puede estable-
cer ese lazo fundamental que hará que aquél que recibe la alegría,
será también aquél que la da. Y naturalmente, como él no es
psicoanalista, no sabe que la alegría que uno experimenta es el
resultado del encuentro con el deseo de recibir esa alegría, pero
implica, además, que se puede ser testigo de la alegría que uno
da”.
En Luisa, una paciente que llega al análisis por alcoholismo,
plantea con claridad su postura epistemológica. Hace la distinción
entre el formular hipótesis para ordenar las ideas en la propia
mente y el querer explicar todo desde el comienzo. Señaló la
extrema importancia de conservar una actitud en suspenso. Que-
rer explicar todo yendo a lo más profundo, a lo más lejano, a lo más
antiguo, piensa que es una utopía, y que no hace justicia a la
complejidad de la vida psíquica.
A propósito de Katia, Green nos habla del doble registro intra
e intersubjetivo que se da en cada sesión; de “lo estático” (la falta
de movimiento dentro de la sesión); y de “la doble saturación”:
masoquista, en el vínculo objetal y la relación adictiva con drogas
en la vertiente narcisista No aparecen indicios de actividad
mental productora de fantasías. También se refirió a la posición
transferencial paradojal, con impotentización de la analista (como
era impotente la paciente, de niña, frente a los padres peleando)
que al mismo tiempo es requerida como madre capaz de cuidar.
A través de Pablo, un paciente adolescente, Green planteó el
tema de la rememoración y la causalidad. Al considerar un
recuerdo del joven : “Recuerdo cómo mi padre venía caminando
hacia mí por el pasillo, se agachó y me dijo: ¡murió el abuelo!..
Sentí una onda expansiva...”. Señaló, como al pasar, que él
7
EDITORIAL
trabaja siempre con los detalles. Tomó entonces la frase “se
agachó, vino hacia mí y me dijo” señalando cómo, en un cuadro
banal, se manifestó el deseo del niño de que sea el padre quien se
acerque. Hizo una exposición teórica y dio una conmovedora
visión del paciente, preguntándose además, si este final de sesión,
tan esclarecedor, no nos plantea la necesidad de ser más pruden-
tes y circunspectos y no caer en la seducción de los aspectos más
crudos del material que pueden surgir inicialmente.
Marcelo está acosado por un duelo interminable que subyace
al consumo excesivo de drogas y conductas autodestructivas. Un
cuadro hipocondríaco y una organización adolescente dan cuenta
de la hipertrofia de su narcisismo. Podemos observar como André
Green privilegia la escucha analítica para desarrollar tanto las
hipótesis dinámicas como la construcción de la interpretación.
Dice: “Si ustedes quieren hacerse una idea de lo que sucede es
necesario escuchar lo que el paciente dice y no hacer construc-
ciones que descansen sobre lo que él no dijo”.
Alicia es una analizada de difícil acceso, que presenta un
aplastamiento de su vida psíquica, precaria simbolización y ten-
dencia a las actuaciones de características masoquistas y
autocastradoras. Está afectada, en la opinión de Green, de un
agotamientolibidinal (el eje económico de la metapsicología
conserva vigencia en sus formulaciones). A partir de su enfoque
clínico, fundamentado teóricamente y a la vez realista en su
puesta en ejecución para nuestra práctica, conduce al rescate de
lo libidinal a través de la trama edípica, como alternativa para
enfrentar el congelamiento narcisista.
Es el valor de una semiología psicoanalítica el que está implí-
cito en estas palabras de Green referidas al material de Gregorio:
“Si me permiten una broma diré que si no juega la función
continente, ésto no cuesta caro y tiene muchos beneficios. La
función continente ha sido descripta por Bion para pacientes más
psicóticos que éste. [...] La contractura muscular muestra que el
paciente es capaz de contenerse a sí mismo.” En esta supervisión,
Green nos mostró su comprensión acerca de la posición
contratransferencial del analista, ya que la disyuntiva “soy un
hombre o una mujer” pone a prueba la tolerancia a la feminización
del paciente; el analista responde introduciendo elementos fálicos
activos, que no estaban en el espíritu del paciente.
En Andrea, un caso de incesto actuado, nos señala el interjue-
8
EDITORIAL
go de las fantasías de la paciente con las de su padre, quien, en una
“transmisión intergeneracional” al confundir a su hija con su
propia madre, la ubica en el lugar de la abuela. La proyección del
padre y la renegación de la relación incestuosa por parte de la
madre de la paciente, le impiden a ésta el desarrollo de su
pensamiento. Se constituyen así en verdaderos factores traumá-
ticos. Green no claudica en la concepción psicoanalítica de la
sexualidad cuando señala la homosexualidad inconciente, la iden-
tificación fálica, al tiempo que considera a la falta de libidinización
de la madre hacia Andrea, causa de su desvitalización. Asimismo
previene acerca de no dejarnos llevar por el contenido manifiesto
ni por hipótesis generales, como las referidas a los bebés que
siempre aparecen en las sesiones; se trata de captar lo original de
su aparición como ocurre en la sesión supervisada de este caso.
Reggy Serebriany, en su trabajo André Green, semblanza y
obra nos informa de su origen, del cosmopolitismo en el que
creció y del pluralismo teórico que lo nutrió, jerarquizando sus
aportes originales. Señala algunas de las características genera-
les del pensamiento de Green y realiza un rápido recorrido por su
obra que creemos constituirá una guía para el lector.
Hemos incluido en este número la lista completa de sus
trabajos.
Recordamos que al iniciar las supervisiones en 1990, Green
nos expresó dos deseos: que la discusión fuera lo más precisa
posible y al mismo tiempo, sin piedad.
Al final de sus respuestas en Continuando el diálogo dijo: ...
“Yo hubiera podido, conociendo las tendencias que existen en
esta Institución, decirles las cosas que ustedes esperan que yo les
diga y nos separaríamos con grandes abrazos. ¡Qué maravilloso
es esto! Hubiéramos estado en una situación de espejo ideal.
Ustedes se reflejarían en mí y yo me reflejaría en ustedes. Así se
mata el pensamiento.”
Todos los miembros de la Comisión de Publicaciones de APdeBA
esperamos contribuir con la edición de este número a mantener
vivo el pensamiento.
Comisión de Publicaciones
André Green,
semblanza y obra
Reggy Serebriany
André Green es bien conocido en nuestro medio, y este número de
la Revista evoca su paso por APdeBA, en las dos oportunidades
en que vino a trabajar con nosotros.
Un Psychanalyste Engage (Un psicoanalista comprometido)
es el título de un libro fruto de un año de entrevistas (entre 1991
y 1992) entre A. Green y Manuel Macías. El calificativo de
“comprometido” lo define bien; comprometido con todos los
aspectos del psicoanálisis: con la teoría, la clínica y la técnica. En
esta publicación nos cuenta, con el estilo directo y franco que le
es característico, la historia de su vocación y su evolución como
psicoanalista.
Algunos datos biográficos: nació en el Cairo, en 1927, cuarto
y último hijo de un matrimonio judío sefardita: padre de origen
español, madre de origen portugués, emigrantes de larga data.
La comunidad europea de Egipto estaba muy ligada a la cultura
francesa, entonces “Nací en el cosmopolitismo”, nos dice. Así
tuvo una temprana visión de un mundo pluralista: el medio judío
sefardita, la cultura europea y árabe en Egipto, favoreció un
pensamiento abierto a la heterogeneidad del mundo cultural, con
una decidida integración a la cultura y el idioma francés.
Terminado el bachillerato en el Liceo francés emigra “natural-
mente” a París para seguir sus estudios y llega en 1946, plena post
guerra. Desde joven sus inquietudes lo llevaban hacia temas
humanísticos, sobre todo hacia la filosofía, pero decide ingresar a
Medicina, para formarse como psiquiatra. Se recibe en 1952 y al
año siguiente es nombrado “Interno” en el Hospital psiquiátrico
Sainte-Anne. Esta experiencia fue muy importante para toda su
evolución posterior: en Sainte-Anne reinaba una gran libertad de
Psicoanálisis APdeBA - Vol. XVII - Nº 1 - 1995 9
1 0
REGGY SEREBRIANY
pensamiento. Henry Ey era la figura señera, estimulaba profun-
dos debates, según la mejor tradición psiquiátrica francesa, en los
que participaban no solamente psiquiatras sino representantes de
otras disciplinas (neurólogos, psicoanalistas, por ejemplo). Abar-
caban fuentes no solamente psiquiátricas sino también filosóficas,
epistemológicas, estéticas, culturales, etc. “Esto marcó mi porve-
nir profesional –nos dice–. Es verdad que tengo la reputación de
adoptar a veces posiciones polémicas. Esta reputación no es
falsa, pero no me alienta el deseo de querellar. Yo creo en el
debate, y aquellos autores cuyos trabajos o pensamiento discuto
son interlocutores, que pueden hacer lo mismo conmigo” (pág.
42).
Entonces, además de sus maestros H. Ey y Julián Ajuriaguerra,
además de las grandes polémicas del momento en Francia (el
existencialismo, el estructuralismo, la fenomenología), Jacques
Lacan empieza a ser conocido y a tener una influencia cada vez
mayor en psiquiatría y en psicoanálisis. En 1953 ocurre la primera
escisión de la Sociedad Psicoanalítica de París y la fundación de
una nueva Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Es el comienzo del
movimiento lacaniano, que adquirirá luego tanta importancia.
Green participó en todo este clima turbulento, mientras seguía su
carrera exitosa en Sainte-Anne, como discípulo favorito de Ey.
Pero llegó el momento en que tuvo que decidir: o seguía su
formación como psiquiatra o se formaba como psicoanalista. No
podía ser ambas cosas a la vez, y renunció a su puesto en el
Hospital. Comenzó su análisis con Maurice Bouvet (1956-1960) e
inició la formación psicoanalítica en la SPP.
Simultáneamente desde 1961 y durante 7 años asiste regular-
mente a los seminarios de Lacan (a pesar de que esto era mal visto
en su Sociedad), cuyo pensamiento ejerció una gran influencia en
él. En un primer período fue seducido por la personalidad
carismática de Lacan. Luego comenzó a cuestionar aspectos
esenciales de la teoría lacaniana: por ejemplo el papel de los
afectos o la fórmula bien conocida “El Inc. está estructurado
como un lenguaje”, postulación con la que difiere totalmente
Green, ya que para él Inc. y lenguaje son heterogéneos y perte-
necen a órdenes lógicos distintos. De todos modos Lacan es
interlocutor válido para Green y en muchos de sus escritos
puntualiza acuerdos y desacuerdos con él. Voy a citar solamente
un párrafo, que me parece de importancia capital para los psicoa-
1 1
SEMBLANZA Y OBRA
nalistas; (pág. 37) “Paso muy a menudo por ser un analista
intransigente que no hace ningún compromiso cuando de cuestio-
nes éticas se trata: éste es uno de los puntos esenciales de mi
controversia con Lacan. El psicoanálisis es una situación que da
poder considerable al analista, porque éste es objeto de transfe-
rencia. Todo el juego del análisis y toda la ética del analista deben
rechazar este poder, y analizar y no hacer nada más que analizar.
Utilizar este poder es criminal.Y utilizarlo por buenas razones es
todavía más criminal”. Finalmente se alejó de Lacan para seguir
un desarrollo personal.
Al mismo tiempo que esto ocurría, y ya desde 1957, en ocasión
del Congreso de París en el que conoció a W. Bion y D. Winnicott,
se puso en contacto con las ideas predominantes de la escuela
inglesa y trabajó con ambos durante varios años.
Es decir, partiendo de un profundo estudio de Freud, y de un
constante intercambio con sus colegas franceses, podemos decir
que Lacan, Bion y Winnicott, son quienes ejercieron mayor
influencia en su pensamiento, y así Green llega a una visión
personal creativa de puntos de vista aparentemente tan dispares,
sintetizando aspectos de la escuela inglesa y la francesa.
Voy a señalar algunas características generales del pensa-
miento de Green, riguroso en su método y creativo en su exposi-
ción.
La presentación de cada uno de los temas que le interesan,
parten siempre de Freud haciendo el recorrido por las contribucio-
nes ulteriores, señalando puntos contradictorios y/o débiles de la
teoría, hasta proponer su propio aporte. Su pensamiento, siempre
dialéctico, subraya la tensión entre los pares de opuestos,
enfatizando aquello que está “entre ambos”. Por ejemplo: en
cuanto al concepto de relación de objeto, señala que lo más
importante es relación, lo que lo lleva a postular la necesidad de
una lógica del par, y esto tiene importancia fundamental en la
práctica en el par paciente-analista. Si bien muchos de sus
trabajos tienen un alto vuelo teórico, el trasfondo es siempre la
experiencia clínica, lo que le da profundidad psicoanalítica y tiene
el poder de evocar en el lector su propia experiencia.
Es una constante en su obra señalar que en Freud, el paso de
la primera a la segunda tópica, es un verdadero cambio de
paradigma: el Inc. de la primera es el espacio de la representación
1 2
REGGY SEREBRIANY
reprimida, pero el Ello es un verdadero reservorio caótico, orga-
nizado según los mecanismos del proceso primario, en el que
predominan las fuerzas destructivas que se dirigen contra el
proceso de representación y contra los vínculos que ligan repre-
sentación y afectos. Pulsión de vida es conceptualizada como
“objetalizante”, pulsión de muerte como “desobjetalizante”, am-
bas en conflicto permanente.
Otra constante de su pensamiento es la importancia que
adjudica al concepto de representación (“Para que haya insight
tiene que haber representable”) pero ampliando el concepto a la
representación de afectos.
Un punto de vista importante para el pensamiento analítico es
la controversia historia-estructura. Green logra una articulación
entre ambos conceptos: la historia, dice, necesita una estructura
para organizarse, e inversamente la estructura sólo se da a través
de la constelación, cada vez única, de la historia.
Por último cabe destacar la importancia que da al objeto en la
constitución del sujeto, lo que lo lleva a plantear el trabajo de lo
negativo.
A modo de muy apretada síntesis, una somera enumeración de
los temas más destacados en la obra de Green, temas siempre
fundamentales, que transcurren a lo largo de su devenir como
psicoanalista hasta plasmar en alguna publicación importante: a)
la inclusión de una teoría de los afectos, para lograr un equilibrio
entre un pensamiento psicoanalítico que se había inclinado, en la
dialéctica representación-afecto, por el concepto de representa-
ción (Lacan sobre todo) y por otro lado, lo que para él es
sobreinvestidura del afecto en la teoría kleiniana; b) la revisión del
concepto de narcisismo: plantea el narcisismo primario (o narci-
sismo de muerte) como estructura (Nirvana, tendencia al cero) y
diferenciándolo del narcisismo de vida; c) una teoría psicoanalítica
del lenguaje, que adquiere toda su dimensión en la sesión
psicoanalítica, ya que el encuadre, es el que dará un significado
particular a este lenguaje entre dos; d) contribuye a la compren-
sión de los llamados casos límites, estructura diferenciada de la
neurosis y la psicosis, en los que el problema del pensamiento y el
ejercicio de la técnica adquieren particular importancia. En un
artículo de “La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud”,
la doble frontera completa una teoría del pensamiento, postulan-
1 3
SEMBLANZA Y OBRA
do que no basta la ausencia del objeto para generar la capacidad
de pensar (Freud, Bion), sino que es necesaria la alucinación
negativa de la representación materna, para que esto se ponga en
marcha. Lo que nos lleva a: e) el estudio del trabajo de lo negativo
en la estructuración de la mente (o en la patología severa) y a sus
trabajos sobre “Psicosis blanca”, “duelo blanco”, que configuran
la clínica del vacío. En este ámbito es muy importante la conside-
ración de la alucinación negativa.
Green dio siempre mucha importancia al psicoanálisis aplica-
do, y escribió varias obras dedicadas a la literatura. Entre sus
autores favoritos, Shakespeare y sus obras de teatro ocupan un
lugar privilegiado. “Entre el psicoanálisis y el teatro, dice, existe
un vínculo misterioso”. Y por sus páginas desfilan Edipo, el rey
Lear, Othello, Ifigenia, entre otros.
Uno de sus últimos libros, dedicado a la literatura, La Déliaison,
(La desligazón) 1992, termina con un artículo El progreso y el
olvido dedicado a un poema de Borges, a quien conoció personal-
mente y a quien admira.
Y así para terminar, un diálogo entre ambos a propósito de
“tigres”.
El poema “El otro tigre” termina así:
Bien lo sé, pero algo
me impone esta aventura indefinida
insensata y antigua y persevero
en buscar en el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso.
Mientras escribía su artículo, Green nos dice que tenía frente
a sí la foto de Borges, acariciando un tigre real, que aparece en
Atlas (escrito en colaboración con María Kodama y profusamente
ilustrado) donde Borges, poeta, dice en “Mi Ultimo tigre”: “Este
último tigre es de carne y hueso... No diré que ese tigre que me
asombró es más real que los otros, ya que una encina no es más
real que las formas de un sueño, pero quiero agradecer aquí a
nuestro amigo, ese tigre de carne y hueso que percibieron mis
sentidos esa mañana y cuya imagen vuelve como vuelven los
tigres de los libros” (pág. 48).
Y Green, psicoanalista, contesta que “el otro tigre” no es el
1 4
REGGY SEREBRIANY
real que Borges acaricia sino “un tigre perdido, el de las pulsiones
que asediaban sus pensamientos en la infancia” ... “Y porque se
convirtió en poeta, el tigre de sus años de infancia, el que lleva los
emblemas del padre y las suyas reunidas en un solo blasón, ese
queda para siempre rechazado por el tigre de los tropos literarios.
Tal vez toda literatura tenga como única finalidad intentar reen-
contrar la violencia originaria sin la cual no puede edificarse
ningún trabajo literario, para que su sobreimpresión esconda y
reprima el retorno de lo que es, a la vez, objeto de búsqueda y
sujeto de temor”. (pág. 386-7)
BIBLIOGRAFIA
GREEN, A. Un Psychanalyste Engagé. (Conversation avec Manuel Macías).
Ed. Calman-Levy, 1994.
⎯ La Déliaison. Ed. Les belles lettres, 1992.
BORGES, J. L. Atlas. Ed. Sudamericana, 1984.
Descriptores: Biografía.
Psicoanálisis APdeBA - Vol. XVII - Nº 1 - 1995 1 5
“Como es natural, no he conservado ningún nombre que pudie-
ra poner sobre la pista a un lector ajeno a los círculos médicos, por
lo demás, la publicación en una revista especializada, estricta-
mente científica, servirá como protección frente a tales lectores
no especializados. Desde luego no puedo impedir que la paciente
misma sufra una impresión penosa si por casualidad le cae en las
manos el historial de su propia enfermedad. Pero no se enterará
de nada que no sepa ya, y podrá decirse a sí misma que muy
difícilmente otro averigüe que se trata de su persona.
Sé que hay –al menos en esta ciudad– muchos médicos que
(cosa bastante repugnante) querrán leer un caso clínico de esta
índole como una novela con clave destinada a su diversión y no
como una contribución a la psicopatología de las neurosis.A esta
clase de lectores les aseguro que todos los historiales clínicos que
tal vez publique en lo sucesivo burlarán su sagacidad mediante
similares garantías de secreto, aunque este propósito me obligue
a restringirme enormemente en el uso de mi material.”
Sigmund Freud
Cita de las palabras preliminares al “Fragmento de análisis de
un caso de histeria”. Pág. 8. Tomo VII de las Obras Completas.
Ediciones Amorrortu.
Andrea1
Andrea, consultó hace 3 años, en 1991. Tenía 27 años.
Se sentía muy deprimida. Temía no poder salir de la casa para
ir a su trabajo, ámbito muy valorado por ella. Relaciona su estado
emocional con una situación reciente: su pareja la ha abandonado
tras siete años de convivencia, aduciendo que ella no cumple sus
expectativas. La verdad es que había comenzado, hace un tiempo,
una nueva relación amorosa de la cual ella no se había percatado.
Todo le resulta incomprensible e inesperado. Entre lágrimas me
dice “por qué, si le di todo; no me di cuenta de que él no se sentía
cómodo”.
Antes de verme había consultado a varios especialistas con los
cuales no logró establecer un vínculo terapéutico. Al final de la
primera entrevista, dice: “Usted salvó a Marta (una ex-paciente)
de la muerte y la locura, espero que lo logre también conmigo”.
Los datos que comunicaré fueron obtenidos a lo largo del
primer semestre del tratamiento ya que en un comienzo la pacien-
te hacía referencia casi exclusiva a los hechos actuales.
Andrea es alta, delgada, de tez oscura, ojos brillantes, cabello
largo y ondulado. Tiene un andar lento y un hablar verborrágico.
Viste con jeans y sin embargo su aspecto es el de una persona
mayor y formal. El contraste parece marcar su estilo.
Su infancia y adolescencia transcurrieron en los suburbios de
Buenos Aires. Allí vivió con sus padres, hermanos y abuelos
paternos; estos últimos fallecieron hace unos años. La familia se
mudó en dos oportunidades, ambas relacionadas con el trabajo del
padre.
1 Este caso clínico fue supervisado también por la Dra. Joyce McDougall - En Psicoa-
nálisis - Tomo XVI, N° 3.
Psicoanálisis APdeBA - Vol. XVII - Nº 1 - 1995 3 5
3 6
ANDRE GREEN
Su familia nuclear estaba integrada por los padres y tres
hermanos.
El padre, de 57 años, alemán, realizó estudios técnicos. Fue
capataz en una fábrica automotriz hasta su jubilación. Sus hobbies
eran la mecánica y la fotografía. La paciente se siente identifica-
da con estas habilidades del padre; dice con orgullo “no necesito
que nadie me ayude si tengo algún desperfecto en el auto, me
arremango y lo resuelvo”.2
La madre, de 56 años, chilena, es ama de casa. Andrea dice de
ella: “nunca salió de casa, jamás se arregló; es una gorda chismo-
sa que obedece ciegamente a papá”.
Los hermanos: el mayor de 30 años es técnico mecánico.
Recientemente casado, vive en un barrio alejado de la casa de sus
padres. Los hermanos menores son mellizos, tienen 19 años. La
hermana mujer estudia magisterio y el varón se dedica a la
computación. Los mellizos están de novios y ambos trabajan,
aunque la mujer no lo hace de un modo sistemático.
Andrea recuerda muy poco su infancia. Siempre fue muy
delgada; le daban inyecciones y vitaminas para mejorar su estado
físico. En la actualidad se alimenta mal, teme engordar y puede
pasarse el día con algunas tazas de café.
Dice que desde muy chica fue muy responsable. Considera
haber sido una alumna muy cumplidora “porque si no, me mataban
en casa; aunque nunca me miraban los cuadernos”. Recuerda
frecuentes castigos corporales del padre, por cualquier razón.
No tenía amigos, sólo una vecinita con la que jugaba diaria-
mente. Se sentía fascinada por la mamá de esa niña, y admiraba
“lo compinches que eran, lo bien que se llevaban madre e hija”.
Esa relación perduró hasta la adolescencia.
Tuvo su menarca a los 15 años, momento en el cual se inició la
relación incestuosa entre ella y su padre que continuó por el
término de cinco años. Este hecho no constituyó para la paciente
un motivo valedero de consulta. Ella decía que la experiencia “era
su cruz y con ella debía cargar toda la vida”.
Los encuentros entre padre e hija se producían en el baño de
la casa; en un comienzo se trataba de manoseos por parte del
padre, que se extendieron a fellatio y masturbación recíproca.
2 El padre falleció a causa de un cáncer de pulmón en el mes de agosto de 1992, después
de tres meses de padecimiento.
3 7
ANDREA
Hubo una única relación genital, fuera de la casa, cercana a un
aniversario de bodas de los padres.
Andrea refiere estas experiencias como aterradoras; sentía
que quedaba paralizada ante las violentas amenazas del padre y
que le era imposible pedir ayuda. Nunca se cuestionó estos
hechos y su actitud ante los mismos. Ahora, en su análisis se
pregunta cómo nadie de la familia, en particular la madre, perci-
bieron lo que ocurría. ¿La madre favorecía esos encuentros
incestuosos? –se interroga–.
Andrea estudió mecánica en la escuela industrial que la empre-
sa donde trabajaba su padre brindaba a los hijos de sus empleados.
Cuando obtuvo el título fue becada, y pasó a integrar el plantel de
empleados. Actualmente ocupa un lugar destacado en el área de
personal. El gerente de este área es su ex-pareja.
Durante la adolescencia salió muy poco. En general iba a
fiestas familiares y alguna vez fue a bailar acompañada por su
hermano. Salió con muchachos a escondidas de la familia; esas
relaciones no prosperaban dada la prohibición paterna de salir. Al
respecto dice: “Había un chico que me volvía loca, casi pierdo la
cabeza por él, pero un día no vino más; me parece que mi miedo
a papá los alejaba, es que yo salía muy asustada”.
A los 20 años fue intervenida quirúrgicamente de una pelvi-
peritonitis; después de ello se negó a proseguir la relación incestuosa
con el padre y éste no insistió más. Ese mismo año comenzó la
relación amorosa con su jefe, casado, dieciocho años mayor que
ella. El tenía dos hijos adolescentes, de edades aproximadas a las
de Andrea.
Al cumplir los 21 años, deja la casa paterna sin aviso previo.
Este proyecto fue llevado a cabo en soledad y en secreto. Ella
consideraba que al ser mayor de edad (nuestra ley así lo estable-
ce) podía decidir respecto a su futuro. Lo cierto es que hubo un
escándalo familiar ante su partida, aunque también cierto alivio.
El padre la despidió con estas palabras: “Mejor que te vas, ahora
la fruta podrida no perjudicará a los demás; te prohibo que vuelvas
a casa”. Y Andrea cumplió por largo tiempo.
La paciente se fue a vivir sola. Más tarde su jefe se divorció
y comenzaron a vivir juntos hasta que la dejó a causa de otra
mujer. Durante la convivencia abortó un embarazo debido a que
él no deseaba tener más hijos; el miedo a ser dejada la llevó a
aceptar esta situación pese a sus deseos de ser madre.
3 8
ANDRE GREEN
Luego que Andrea se fuera de su casa, le aparecieron tumores
benignos en uno de los pechos; fue intervenida quirúrgicamente
en tres oportunidades y debe controlarse periódicamente.
En el momento de la consulta acababa de mudarse a un
departamento en el que vive con su gata siamesa, su única
compañía y razón de vida.
Este relato debería finalizar aquí. Sin embargo lo continuaré,
reseñando algunas circunstancias traumáticas de la vida del padre
de Andrea. Lo considero un complemento importante de esta
historia y una posible vía de acceso para entender esta relación
incestuosa. Estos datos históricos fueron relatados por la pacien-
te estando en análisis.
El papá de Andrea, a quien llamaremos Adolfo, nació en
Alemania en 1933; era hijo único. Cuando tenía 5 años, se
desencadenó la segunda guerra mundial.
El padre de Adolfo, que era piloto de aviación, pasó al servicio
activo por el término de tres años, luego de los cuales fue dado de
baja a raíz de graves heridas sufridas en combate.
Todo ese tiempo Adolfo estuvo junto a su madre. Cuenta
Andrea, que su padre le decía que ella era un calco, tanto
físicamente como en el carácter, de su abuela (paterna). Ella
rechazaba esta afirmación indirectamente diciendo:“Yo nunca vi
una foto de ella”.
Adolfo le relataba que la madre de él recibía hombres con
asiduidad en el tiempo que su marido estaba en el frente. Estos
testimonios eran esgrimidos por el padre como una verdad inape-
lable que confirmaba la prostitución de su madre, así como la de
Andrea (dada la identificación que Adolfo establecía entre am-
bas). Demás está decir que Andrea no podía pronunciar o escu-
char decir la palabra “puta” sin entender que era una clara alusión
a su persona.
Al regresar el padre al hogar, Adolfo le contó lo que observó
en su ausencia; este relato (según piensa Andrea) determinó que
la madre de Adolfo fuese echada del hogar y que nunca más se la
nombrase, “como si se hubiese muerto”. Esto ocurrió alrededor
del año 1943.
Adolfo mencionaba a la madre en momentos especiales: en los
encuentros eróticos con Andrea, en los cuales le decía “sos una
puta igual que mi mamá”.
Cuando finalizó la guerra, Adolfo y su padre fueron a vivir a
3 9
ANDREA
“una especie de campo de concentración para alemanes que no
tenían vivienda”. Allí el padre de Adolfo conoció a una mujer
soltera, que cumplía funciones de enfermera y se unió a ella. Esta
mujer fue considerada la abuela y era llamada mamá por Adolfo.
En 1949 migran a Argentina, Adolfo tenía 16 años. En el barco
se establece una ligazón muy fuerte entre los inmigrantes que se
autodefinen como “hermanos de travesía”. Esta hermandad se ha
mantenido hasta ahora.
Adolfo conoce a la que luego será su esposa, por una presenta-
ción que le hace uno de “los parientes de barco”, a los que Andrea
llama tíos.
En relación a estos vínculos, la paciente dice: “para mí son mis
tíos; entonces papá y mamá son primos hermanos e igual se
casaron, aunque no debían”. Se refiere a que su madre era sobrina
de un hermano de travesía de su abuelo, por lo tanto, sobrina
también de éste.
Green: Le voy a preguntar qué impresión tuvo usted
después de las primeras entrevistas, de qué manera
usted tomó contacto con el conflicto central, y cuál fue
su idea de cómo iba a ser el desarrollo general del
análisis.
Analista: Para mí fue bastante sorpresivo lo que Andrea relata al
mes de iniciado el tratamiento, en relación a lo manifestado en las
primeras entrevistas. Formaba parte de lo no esperado.
Escuchar y compartir el relato de lo que fueron sus experien-
cias de incesto consumado con su padre fue muy fuerte, y tuve
que vencer mi propio terror frente a lo que estaba escuchando. En
un comienzo creí contar con una paciente que atravesaba una
situación de duelo puntual: ser dejada por su pareja, lo cual
implicaba también la reactivación de otros duelos, como por
ejemplo el haber dejado su casa paterna. Posteriormente, con lo
relatado surgió para mí otra paciente, imprevisible, que es la que
intento presentar a través de las sesiones elegidas para esta
supervisión.
Green: ¿Qué quiere decir cuando dice: “lo cierto es
que hubo un escándalo familiar frente a su partida”?.
4 0
ANDRE GREEN
Analista: Ella mantuvo totalmente en secreto su decisión y
cuando se aproximó la fecha de la partida dijo: “me voy”.
Green: Hay algo que no entiendo, cuando ella tenía 21
años... a los 27 decía que hacía 7 años que estaba en
pareja.
Analista: Ella conoció al Sr. E. a los 20 años, a esa edad empezó
a salir con él, pero recién a los 21 años se va de la casa. Ella utilizó
la formalidad de nuestras leyes para tomar esa decisión.
El Dr. Green se dirige al auditorio ofreciendo un espacio para
intervenir.
Participante: Ella utilizó la formalidad para irse de la casa, en
una casa donde se violó la ley y compensatoriamente recurrió a la
ley.
Participante: La relación con este padre y esta madre perdida es
axial, es el eje de la vida de esta chica.
Analista: Aquí se acaba de mencionar una madre perdida y yo
diría que es una madre ausente en lo que va de este análisis.
Green: ¿Qué es una madre ausente para Ud.?
Analista: En el caso de mi paciente alguien que aparece como
“una gorda chismosa” pero que no está para ella, ni para hablarle,
ni para cuidarla, ni para darse cuenta de lo que ocurría entre su
hija y su esposo, entre otras cosas.
Participante: A mí me llamó la atención que ella concurre
haciendo referencia a otra paciente a quien la Dra. “salvó de la
muerte y la locura”; luego me llamó la atención que el padre se
dedicara a la fotografía. Pensé que no tiene simbolizado qué es
una mamá, qué es un papá, cuáles son sus roles. El relato que ella
hace de la historia muestra que esta familia repite modelos como
fotografías; entonces me pregunté qué tipo de transferencia
podría establecer la paciente.
Participante: ¿Cuáles serían las teorías sexuales de Andrea?
4 1
ANDREA
Pensé que sus estudios de mecánica eran una identificación con
el padre; me pregunté acerca de las enfermedades y todas las
operaciones a que fue sometida en sus zonas erógenas. ¿Cómo
están significadas por la relación incestuosa?
Posiblemente ella tendrá que ir discriminando lo femenino de lo
masculino; es difícil, hay pérdidas reales y morales.
Green: Esta paciente me parece plantear tres tipos de
problemas de complejidad creciente.
Primero: el pasaje al acto, su ida de la casa paterna
y el poco cuestionamiento relativo a esto. Pensamos
que el trauma de su vida actual, el abandono de su
pareja, podría haber sido un medio de abordar a la vez
su universo interior y su modo de relación con la vida
de una manera menos caliente, menos quemante que la
historia de la relación incestuosa con su padre.
Segundo: la aparición de enfermedades somáticas
en momentos importantes de cambio, como si en esos
momentos se diera una especie de cerramiento de la
vida psíquica y un pasaje a un modo de expresión
corporal doloroso. Nos encontramos con una paciente
que efectúa una simbolización concreta. Es importan-
te destacar que los dos traumas corporales sucedieron
en la región del bajo vientre: la pelvi-peritonitis y el
aborto. El aborto fue provocado pero es una especie de
condición para no ser abandonada, una mutilación de
su femineidad para conservar el objeto y con la acep-
tación de que debía hacer callar el deseo de ser madre.
Tercero: nosotros podríamos desconocer lo que fi-
nalmente la analista estimó que era importante comu-
nicar: el problema de la transmisión intergeneracional.
Este problema se desdobla: a) en una situación que es
casi como el negativo de una fotografía, en el que la
madre es una puta y b) el otro aspecto de la transmi-
sión intergeneracional es la transmisión de la estruc-
tura paterna, que consiste en que el padre se sustrae
totalmente de esta situación de deseo, creando una
situación totalmente loca en la que él tiene la necesi-
dad de repetir con la hija, la situación en la cual se
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ANDRE GREEN
identifica con el agresor, y en la que no se ve sometido
a la influencia que lo convierte en el testigo excluido,
en un niño traicionado, mancillado en su situación de
hijo del padre, por el simple hecho que va a ser suficiente
con castigar a la madre.
Pero, lo que es mucho más importante es esta situa-
ción proyectiva del padre, en la que él va a hacer que
la madre sea responsable de todo y él de nada, en la
cual ella como hija va a separar todo lo que es del
orden de la proyección en el padre y va a quedarse
simplemente con la renegación. ¿Qué es lo que la
paciente va a tomar del padre y qué va a permanecer
totalmente inconciente en ella? La homosexualidad.
Como vemos en esta paciente la repetición acontece
siempre en dos tiempos. Hay un tiempo en que el pasaje
al acto concierne al objetivo enceguecedor, que se
repite. Así detiene la relación con el padre, para empe-
zar una relación con el jefe. Pero su padre es su jefe en
mecánica. Abandona a su padre por otro hombre. Se
trata de repeticiones masivas, muy idénticas entre sí,
dadas sus endebles capacidades de desplazamiento en
relación con el trauma. Esta repetición no funciona,
porque las satisfacciones perversas y omnipotentes
que podemos atribuirle a la relación incestuosa, no la
han llevado a tomar conciencia de lo que ellaes como
mujer; por otra parte es lo que siempre sucede en un
caso de incesto padre-hija.
El incesto es vivido como un triunfo compartido por
los dos partenaires; en el caso del padre éste sabe o
cree saber sobre qué triunfa. Y ella sobre quién triun-
fa, sobre la madre chimentera, incompetente y sucia.
Entonces deberíamos pensar que hay algo más, por
ejemplo; ¿cómo interpretar la alusión a Marta, la
paciente que la recomendó?
En primer lugar dice esto fuera de la sesión, en el
momento de irse, como un comentario sin importancia.
Podemos preguntarnos si hay una alusión a angustias
muy primitivas y arcaicas, como si ella misma también
se sintiera amenazada por la locura y por la muerte. Lo
menos que se puede decir es que en la entrevista no
4 3
ANDREA
manifestó ningún indicio de esto; eso no significa que
no exista, significa que no debemos precipitarnos a
considerarlo una hipótesis ideológica. En cambio, nos
dio una información extremadamente importante: que
en su infancia ella tenía una amiguita, la cual tenía
una madre y que ella se sentía fascinada por esa ma-
dre. Podemos pensar en efecto, que el motivo de la
consulta es reencontrar una madre fascinante, que le
hará conocer el secreto de su propia femineidad.
Pero dentro de ella, esto está totalmente disociado
del incesto porque lo que está reprimido a causa del
incesto, como en todos los casos de incesto padre-hija,
es el rencor que la niña le tiene a su madre, porque en
la mayoría de los casos la madre muestra la misma
actitud de renegación. Extremando el ejemplo, si el
padre tiene que tener amantes mejor que quede en
familia.
Voy a agregar dos cosas más para terminar.
La primera es que el padre reacciona frente al aban-
dono diciéndole: “esto es mejor así porque la fruta
podrida no va a arruinar las otras”. Nos encontramos
aquí frente a uno de los problemas más difíciles del
análisis. Freud era realmente muy ingenuo cuando
pensaba que poniendo en evidencia el trauma de se-
ducción, éste se iba a esclarecer e iba a permitir el
retorno a la normal circulación de los procesos psíqui-
cos. La situación más difícil de obtener en este tipo de
casos es llegar a través del análisis a que una niñita
que fue objeto de la seducción por un adulto, reconoz-
ca que la misma fue por lo menos compartida. Por
ejemplo: se podrá reconocer que hubo placer, pero no
se reconocerá jamás la asociación de ese placer con
las figuras simbólicas, es decir que será muy difícil, si
se trata de una seducción por un adulto, que se reco-
nozca que ese adulto tiene rasgos en común con el
padre y en consecuencia que esta situación no puede
deberse solamente al azar. Pero es cierto que, en estos
casos, el conjunto de la situación no puede ser objeto
de ninguna clarificación, porque cada uno tiene razo-
nes para querer ignorar el rol que juega en este esce-
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ANDRE GREEN
nario. Entonces, el analista corre el riesgo de apare-
cer solamente como el que repite esta seducción. En
ese momento, el reconocimiento del carácter de la
seducción, da una imagen de sí mismo al analizando
que es totalmente inaceptable.
El segundo punto sobre el que quiero llamar la
atención es el carácter un poco bizarro de lo que ella
comunica a la analista acerca del abandono que le
hace su pareja. Ella se pregunta: “si le he entregado
todo, cómo no me di cuenta que él no se encontraba
cómodo”. Encuentro esta frase extraña y hay un por
qué. Me llama la atención que entre los dos términos de
la oración no hay desde el punto de vista del lenguaje
conciente, consecuencias lógicas. No está dicho que
cuando se le da todo a alguien, uno está en buenas
condiciones para darse cuenta de que el otro se siente
cómodo; en cambio lo que uno escucha es ¡¿Cómo,
después que le di todo, pudo sacarme todo?! O se
puede decir: “esperaba tanto, todo de él, que ni me di
cuenta que él no se sentía cómodo”. En ese momento ya
no hay preguntas para el inconciente.
De hecho, lo que la paciente quiere decir es: “le di
todo y sin embargo no era lo que él quería”.
Podríamos comprender esta frase de dos maneras:
por el lado del padre, desgraciadamente ella no podía
ser su madre (la del padre). Y del lado de la paciente
algo le faltaba, algo que no la hacía sentir totalmente
cómoda “porque era nada más que mi padre, no era mi
madre”. Lo que tenemos en común en las dos situacio-
nes es la madre.
La madre se presenta como factor de investidura
explícita de su maldad y putañería y, desde el punto de
vista de la paciente, la madre es vivenciada como un
objeto por el cual ella no se siente investida. En ese
momento surge el pedido a la analista. Lo que impacta,
aún antes de haber escuchado la sesión, es la rapidez
en el cambio del análisis. En la apariencia exterior
ella reencuentra su delgadez, dicho de otra manera,
reencuentra bajo otra forma, a la niñita anoréxica que
fue cuando era pequeña. Manifiestamente la paciente
4 5
ANDREA
espera algo, pero su problema principal es el de su
economía psíquica y el cortocircuito. Entonces vamos
a ver la sesión.
Relato de la sesión - Sesión de octubre del 92.
Llega en hora; la puntualidad es un rasgo habitual.
Me da la mano, sonriente y dice: “!Cómo le va Dra.!”. Esto no
es habitual.
Se acuesta con una pierna bien estirada en el diván y la otra
apoyada en el piso. Esta modalidad persiste desde hace un tiempo,
cuando la paciente me pide permanecer sentada y yo le sugiero
que el diván es lo más adecuado, y coincide temporalmente con el
momento en que el padre de Andrea estaba muy grave y ella
deprimida; casi tres meses.
Andrea permanece unos minutos en silencio. En el interín
golpea rítmicamente el cierre de su pantalón y luego se queda
quieta. Transcurrieron unos 3' de sesión.
Paciente: Escucho un bebé... (su hablar es tierno); pobrecito...
debe ser chiquito. (Este comentario me permite percibir un sollozo
casi imperceptible de un bebé). Al lado de mi departamento vive
un matrimonio; el caño maestro de mi departamento daba a su
cocina y se rompió y así los conocí. Ella tuvo familia y lo trae al
bebé a la cocina, seguro para que el marido durmiera; ¡cómo llora
ese bebé, en un grito!.
Pienso en los departamentos donde viví; lo silencioso de los dos
anteriores y todo el quilombo que es éste. En éste estoy más, en
los otros no paraba. Si me mudo me voy a quedar en esta zona (la
del consultorio), hasta Belgrano como mucho. Yo me quiero ir,
dos años más en el mismo departamento no me atrae (estos
comentarios se relacionan con la finalización de su contrato de
alquiler).
Me fascina conocer departamentos, la mudanza, cambiar de
departamentos, cambiar los muebles... Con cada mudanza fui
progresando, cada vez mejor. Primero fue un solo ambiente,
después un contrafrente y éste, un lateral. Quisiera tener un
balcón, desayunar ahí; estar ahí con el sol y una reposera; viviría
en el balcón. No importa si es un contrafrente; el de ahora tiene
un cerramiento. (El balcón ha tenido diferentes significados en el
4 6
ANDRE GREEN
curso de este análisis. Hace unos meses atrás representaba el
lugar del peligro, y el mejor exponente de sus fantasías suicidas.
Decía: “Me aproximo, es atractivo, un momento y ya está”).
Analista: Me está contando de sus mudanzas de ánimo; de pronto
se siente un balcón abierto, con esperanzas, y de pronto como un
bebé lloroso porque está sola y no sabe si hay una analista que la
escuche, y se siente un balcón cerrado, con cerramiento.
Paciente: Suspira. Ahora Eduardo (su ex-pareja y jefe actual) se
casa, soy un globo desinflado, una pasa de uva. Se va a casar, no
lo puedo mirar, no; él tiene un compromiso, aunque igual podría
tener alguna esperanza... Ahora no tengo más acceso a él, no
tiene que ver, pero pierdo una parte de él; la debe querer mucho
como para casarse, y por un montón de cosas, ¿no?
Analista: Pese a que habló de un balcón abierto, se le hace
peligroso mirar otros horizontes. (Desde mi contratransferencia,
estoy alerta ante el peligro de suicidio. Por eso introduje la palabra
“peligro” –pese al contenido nuevo de balcón– dado que en
nuestrocódigo se sabe que el sentirse abandonada por Eduardo –
ex-pareja, sustituto del padre–, representa una amenaza que
reaviva sus fantasías suicidas latentes en relación al episodio
incestuoso. Intenté de ese modo corregir la interpretación ante-
rior).
Paciente: Siento ganas de estar con alguien, con alguien al lado
mío. Luego digo que no, tengo miedo. No sé cómo empezar, qué
hacer... no sé... En el gimnasio me siento desubicada, son chicos,
están en la huevada de hacer músculos y los mayores no sé a qué
hora irán... No sé qué hacer. En el trabajo no miro a nadie, no le
encuentro la vuelta, no me animo. Hay lugares: un partido de
tennis, de polo, pero ahí van los que tienen plata. Salir a la
búsqueda a ver qué pasa, tengo miedo al verso, no sé cómo
reaccionar. Así como estoy es una posición cómoda, es embolante
por momentos, pero no es difícil de soportar, no es tan terrible;
pero para vestir santos no me gustaría quedar. Alguien que me
llame, con quien salir; alguien a quien decirle que hoy no nos
vemos porque tengo un compromiso.
4 7
ANDREA
Analista: Ahora sí que no entiendo: ¿alguien con quien estar o
alguien a quien echar? (Entre nosotras, a veces como en esta
intervención, yo asumo el rol de confundida para que ella entienda
su confusión).
Paciente: Ahora me acuerdo que anoche soñé: la cabeza de mi
viejo rodaba en la cama. Yo estaba tapada y rodaba por mi cama.
Siento que se mueve la cama y me tocan la espalda.Yo miro para
ver si es Silea (su gata siamesa), pero no era ella. Como en la foto,
él estaba todo pelado.
Analista: ¿De qué cabeza me hablará?
Paciente: No, no, de esa no... de la de arriba nada más (muy
angustiada). Estaba con la boca abierta, los ojos abiertos como en
las películas de terror... Me senté en la cama, me dolía la cabeza,
¡qué cagazo! Todo el día no me saqué esa cara de encima. Seguro
que está separando o yo estoy separando las partes de él. Primero
por la cabeza, desarmar, despedazar... como desmenuzar un tema
con usted, parte por parte.
Lo que me dominaba, la cabeza, se le desprendía y así no me
va a dominar. El resto no tiene dominio, nada sirve de él si no tiene
cabeza... La cabeza de enfermo era ésta, la de la foto. (Se refiere
a la última foto que le sacaron al padre, en el casamiento de su
hermano). En la foto no estaba así, pero parecido... (Silencio
prolongado)...
Sentí que se acercaba a mí y por eso yo me tapaba. (Hace
gestos como para defenderse de un posible ataque).
Analista: ¿Usted sugiere que él deseaba hacerle algo?
(La paciente le da a su sueño un contenido de realidad, el cual
la lleva a realizar el referido acto motor. Durante el primer
período de análisis, el trabajo se centró en parte, en la discrimina-
ción de un sueño soñado de una alucinación vivida durante la
noche. Los sueños la llenaban de terror y una forma de testear la
eficacia analítica estuvo puesta en ver si Andrea podía discri-
minar entre sueño y alucinación. Aquí intento colocarme en el
lenguaje de ella, de que el sueño le trae un mensaje y me incluyo
como analista develadora de su inconciente y ello en varias
4 8
ANDRE GREEN
oportunidades).
Paciente: Y claro, para que no se venga encima mío, que pasara
por la cama y no por mí... que no pasara la cabeza por encima mío;
porque si yo lo estoy despedazando... (asustada)... Silencio... ¿Se
estará pudriendo? Seguro que los bichos se lo comen, ¡que se
desarme! Qué impresión cuando uno en el cementerio va a tierra
y se lo comen los bichos, las ratas y todo eso. Vi cuevas de ratas
ahí, se lo comen a uno ahí. ¿Para qué alimentar ratas? Mejor
enterrar las cenizas para que no se lo coman a nadie.
Analista: Por el miedo que sintió, parecía que él venía a comér-
sela.
Paciente: Son advertencias de que no tengo que hablar.... Yo
hablo demasiado de él, cosas que no debo... Porque si usted dice
algo de él... yo no lo voy a jorobar más; me asusto. Y el fin de
semana se molesta y se enoja y me hundo en la cama. ¿Y si vuelvo
a soñar que me va a tapar la boca y los agujeros? (Se refiere a un
sueño de tiempo atrás en el que su padre le tapaba los agujeros del
cuerpo, colocando en estos carne picada. En este momento de la
sesión ocurre que ella, al recordar este sueño, ya no lo considera
como tal, sino como un hecho vivido).
Mejor lo dejo tranquilo, no hablo más mal de él para que no
venga; no quiero seguir contando lo que me hizo, me da miedo que
se enfurezca porque abro la boca, porque él decía que no le debo
contar nada a nadie... no puede hacerme nada, no me puede matar
con un cuchillo o un arma (se aterroriza). La venganza de él es
sentir que en la espalda tengo a alguien, ver su cabeza, son las
apariciones de él para que me calle de una vez. El seguro que dice
que para qué le cuento a usted, quién es usted para que yo lo haga.
Me da un cagazo, me dan unos soretes... Me parecía que me
llamaba, que dice mi nombre. Oigo ruidos en el dormitorio y
después está silencioso y no me animo a abrir la puerta del
departamento, porque voy a encontrar a alguien, que no estoy
sola. Me digo que es Silea, que son ruidos de la calle; me siento
muy mal, que me mira, que me observa; nuestros secretos no son
nuestros porque él nos escucha.
Analista: Si él está aquí entre nosotras, también me puede hacer
4 9
ANDREA
algo a mí.
Paciente: (Interrumpiéndome). No lo diga que me hace asustar
y me lo creo (llora). Cuando él vivía yo tenía miedo de que venga
a mi casa y ahora que está muerto tengo el mismo miedo.
Analista: ¿No será que prefiere tener miedo antes que extrañarlo?
Paciente: Extrañarlo no quiero, porque quiere decir que yo lo
quiero. Sí, él viene ahora para actualizarse por los siete años que
no me vio. Si yo lo dejo en paz, por qué viene y me perturba si yo
no quiero nada de lo de él. Yo no quiero la plata del seguro, ni
quiero manejar su auto; porque si uso lo de él estoy ocupando su
lugar; seguro, si le dejo un hueco él enseguida va a estar sobre mí
y yo no quiero.
Analista: Usted siente que tener algo de papá es como mantener
una relación sexual con él y soñó que él venía a tener una relación
sexual con usted.
Paciente: Qué suerte que no lo dejé, porque si era la cabeza...
(del pene). Si él se me cae en pedazos, será para mí más fácil
digerirlo que si lo veo completo. ¿Usted se imagina cuando me
caiga el “topi”? (La paciente habla al revés, en lunfardo, se
refiere a la manera infantil de nombrar al pene, o sea pito).
Analista: Parece que la tarea que tiene por delante es ver cómo
se lo traga. Me pregunto si ésa puede ser la razón por la cual dejó
de comer. Bueno, dejemos por hoy.
Green: ¿Qué piensan ustedes de la sesión?
Participante: Es sorprendente el escándalo que se arma cuando
la paciente decide irse de la casa, sobre todo si hubo una relación
incestuosa de larga data respecto de la cual la propia paciente
estaba sorprendida de que nadie la hubiera notado. Esto me hace
pensar que se rompió un equilibrio, y que toda la familia hubiera
percibido que ese equilibrio se había roto. Cuando se produce la
repetición en la relación que tiene con su jefe (como dice el Dr.
Green, una repetición masiva), ella es la dejada; no sé cómo
5 0
ANDRE GREEN
funcionó el dejar al padre en el inconciente de esta paciente. En
el transcurso del tratamiento se produce la misma ruptura de este
extraño equilibrio y aparece la parte más francamente psicótica.
Se me ocurrió que la descripción que hace de los departamentos
es como un viaje por su aparato psíquico en el que intenta delinear
espacios, diferenciar imágenes, con todas las dificultades que
aparecen generadas por el padre que amenaza con bloquear las
entradas y salidas, y donde ella queda finalmente atrapada.
Green: La sesión psicoanalítica, en general ofrece una
paradoja que puede ser fuente de confusiones. La se-
sión se desarrolla y por supuesto cuanto más se desa-
rrolla, más chances tenemos de suponer que nos acer-
camos a una situación transferencial crítica. Podría-
mos decir que el riesgo cuando llegamos a los momen-
tos más calientes de la transferencia, es que participe-mos en un estado de excitación compartida. Pero que-
remos mantener la cabeza tranquila para poder retro-
ceder y comprender lo que está sucediendo, y entonces
la tentación es considerar que los momentos prelimi-
nares a este punto de tensión crítica cuando existen,
hacen que lo sucedido antes no tenga importancia, y
allí reside el error. Es decir, que la fascinación del
instante –en el momento de esta gran intensidad–, nos
hace olvidar el mecanismo freudiano del “après-coup”.
En lo que me concierne pienso que en estos momentos
muy ardientes de la sesión, se puede suponer que una
parte del analizando le da al analista lo que éste
quiere, lo que no significa que no se dé a sí mismo
también lo que él quiere; y es la relación con estas dos
cosas lo que nos obliga quizás a rever nuestra posición
en el comienzo de la sesión, y a preguntarnos acerca de
cómo hemos intervenido orientando las cosas. Pienso
que en esta sesión hay un momento en el que la analista
orientó las cosas. Todo lo que acabo de decir lo traduz-
co a mi lenguaje personal diciendo que, para mí, lo que
es importante en una sesión es prestar menos atención
al momento de tensión crítica que al movimiento de la
sesión. Es decir, la mente del analizando y lo que
comunica se encuentra habitada en estos diferentes
5 1
ANDREA
momentos por algo que yo no llamaría directamente la
fantasía inconciente, pero sí las tentativas de acerca-
miento para intentar crear una.
Si tomamos la sesión en detalle, ésta se anuncia en
principio como cómoda, sin tensión. Luego, la pacien-
te le dice a la analista: “¿Cómo está doctora?”. Sabe-
mos que este tipo de comentarios aparecen cuando el
paciente tiene necesidad de llamar la atención sobre
otra cosa, sobre su propia angustia, para ponerle una
etiqueta a la relación a fin de ubicar que se trata de una
relación terapéutica. Luego tiene un modo caracterís-
tico de acostarse sobre el diván, a medias. La paciente
se quiere levantar, y la analista le dice, no... mejor se
queda allí. Y antes de comenzar a hablar golpea sobre
el cierre de su pantalón. La analista se da cuenta pero
no lo recordará. Luego llega con la fantasía del bebé
ligado a un recuerdo y la analista se pone muy conten-
ta, le traen el bebé en bandeja. ¡Dios sabe que habla-
mos de bebés en todos los trabajos! Pero a fuerza de
estar contenta, se termina por ocultar quizás lo más
original en la introducción de este bebé. La paciente
puntualiza ciertas cosas: es porque se rompió un caño
de agua que ella conoció al bebé; como se dice “hubo
un escape”; alude a una especie de toma de concien-
cia, que crea una ruptura con un estado anterior. En
ese momento dice lo que es esencial hablando de la
madre del bebé: ella tuvo ese bebé y lo lleva a la
cocina, seguramente para que el marido duerma; es
decir que la función del bebé es la de callarse, porque
no hay nada más importante que los sueños del padre.
Reencontramos aquí lo que dijo de su propia madre,
que ésta obedecía en todo al padre. Lo que se transmite
en esta comunicación, es que el dormir del padre es
más importante que los gritos del bebé.
Entonces dos segundos después, habla de los depar-
tamentos silenciosos y de todo el “quilombo que es
esto”. He aquí la ruptura del caño de agua; lo que
permanecía silencioso y el quilombo que es éste –el
quilombo que había en su propia casa, en el baño con
el padre–. Vemos cómo la utilización de este lenguaje
5 2
ANDRE GREEN
relajado tiene de hecho una meta muy precisa: sabe-
mos que todo el ruido que hay allí tiene para ella un
valor de desorganización, y vamos a observar cómo
este ruido se va a transmitir durante la sesión. Enton-
ces nos cuenta qué es lo que ella hace y cómo lo hace.
Ella se encuentra reducida a la impotencia pero, rápi-
damente va a poner de manifiesto una escena en la cual
ella hace mover a los objetos, ella se muda, ella genera
la posibilidad de poner a un lado las situaciones
asustantes o desorganizantes.
Se ha dicho que esto podría parecerse a la descrip-
ción de su propio aparato psíquico. Esto podríamos
pensarlo, pero aquí lo importante es la oposición entre
el balcón de adelante y el de atrás, lo que ella muestra
y lo que sucede detrás, lo que los padres muestran y lo
que pasa detrás. La ilusión que ella pudo tener de
agotar todo lo que está escondido, aceptando las suge-
rencias del padre de realizar sus fantasías. Entonces
la analista interviene sobre el balcón y es ahí pienso,
que todo cambia durante la sesión.
La analista le habla del balcón con esperanza y de
golpe, como un bebé lloroso, porque se siente sola;
pero esto es lo que la analista ha inventado. Teníamos
una situación mucho más rica, de la cual nosotros
podíamos saber que la madre en lugar de jugar su rol
consolador, le pide al bebé que se calle, y es ella quien
agrega “seguramente para que el padre duerma”.
Quiere decir que esto corresponde a una certeza den-
tro de la paciente, ya que no hay nada de este orden en
la situación referida. Y así comprendemos mucho me-
jor la situación del incesto: si lo único que cuenta para
la madre es el padre, el único modo de movilizarla es
instalándose con el padre. Creo que hubiera sido inte-
resante explorar más esta hipótesis. La paciente cam-
bia la asociación, y habla de su antigua pareja que la
dejó por otra mujer. Esta es verdaderamente la prueba
de que el bebé no se encuentra solo, y que efectivamen-
te ahí es el contrafrente, es decir que el padre está con
la madre, y la niñita no es tenida en cuenta; demasiado
pequeña todavía, para ser considerada objeto sexual.
5 3
ANDREA
En cuanto a la madre, podemos seguir diciendo que le
falta la investidura hacia su hija.
En este momento de la sesión creo que la reacción de
la analista se debió al miedo que sintió cuando la
paciente puso en evidencia la estructura de su conflic-
to fundamental, porque le presentó un Edipo grande
como una montaña, y la analista se dijo que no era así;
y tenía razón, pero no es porque el Edipo se presente de
este modo que no está ligado a una situación triangu-
lar primitiva.
Porque así se explica lo que la preocupó “soy una
pelota desinflada, soy una pasa de uva”; es decir “me
sacaron mi sangre y todo lo vivo que hay dentro de mí”.
Yo pienso que una niñita que no está investida por su
madre, y que tiene la impresión que lo único importan-
te es el padre, puede sentirse vaciada de toda vida. Es
por eso que la analista nos da una explicación de seis
líneas sobre su contratransferencia respecto al peli-
gro de suicidio de la paciente; yo no niego que haya un
peligro, pero en ese momento la interpretación que se
dio está exactamente en la transferencia de defensa:
“a pesar de haber hablado de un balcón abierto, le
parece peligroso mirar otros horizontes”, esto es el
contenido manifiesto de lo que la paciente dice cuando
no puede salir. Hubiera sido interesante que la analista
se situara en la transferencia, en relación a la situa-
ción traumática que acaba de transmitir en el presen-
te. Entonces la paciente continúa en la transferencia
de defensa, habla de toda la gente que está a su alrede-
dor, que son demasiado jóvenes y en resumen explica
que va a permanecer sola, que va a seguir solterona.
En ese momento la analista le dice que se hace cargo
del rol de la confusión en la transferencia para que
ella misma conozca su propia confusión. Considero
que la confusión no se encuentra en el momento en el
cual ella habla, sino que estaba en el momento en que
ella habló de Eduardo en su nueva relación, y de lo que
ella quiere que ocurra en esa relación. Y en ese mo-
mento la paciente habla del sueño; habla del sueño
para ayudar a su analista y para explicar con qué vino
5 4
ANDRE GREEN
a la sesión desde el comienzo. Pero tuvo necesidad de
todo este rodeo, para abordar su universo interno.
Desde este aspecto, la analista ha llevado muy bien el
rol de la confusión cuando le dice: “alguien con quien
se quiere estar o alguien a quien uno quiere echar”: el
padre diría yo. Por eso en este momento ella habla del
sueño.Todo lo que sigue es de una gran importancia y de
una gran riqueza. Es claro que detrás de esto hay
afectos de terror, aunque lo más importante, volviendo
al detalle del sueño, es que el modo de conjugar este
terror consiste en una identificación fálica con el pa-
dre. Identificación fálica con el padre no significa
identificación en un nivel edípico o con un personaje,
sino una identificación fálica con un padre mecánico,
porque hay ahí contenidos que revelan ese aspecto
mecánico. Pienso que también hay algo auténtico: una
relación con un objeto despedazado que nos lleva
probablemente a comprender lo que sucede dentro de
la paciente cuando pierde su identificación fálica con
el padre. Como si en este momento efectivamente, se
encontrara también con una madre, para la cual ella
no llega a existir de un modo entero. Llamo la atención
sobre el hecho que el sueño es un equivalente en el
mundo interno, de lo que ella relata que hace en el
mundo externo, por ej., de cómo se mueve; vemos una
hiperactividad (moverse, mudarse, etc.) que tiene el
valor de impedir el pensamiento. Es decir, impedir que
la fantasía se desarrolle; lo contradictorio es que la
fantasía continúa existiendo pero no puede llegar a
organizarse. Otra manera de decirlo es que las fanta-
sías que están relacionadas con ese cuerpo despedaza-
do, ¡oh paradoja!, no llevarán jamás a la imagen del
padre, todo lo contrario de lo que ocurre en lo real.
Por supuesto que podemos interpretar todo lo que la
paciente relata como maniobras sádicas, pero creo
que en este sueño hay algo que explica el carácter
masivo del delirio.
Lo que le interesa a la paciente no es tener un padre
para jugar al toqueteo con él, sino que lo que le intere-
5 5
ANDREA
sa es tener un objeto al que ella pueda despedazar,
pasar por encima y por debajo, desplazar y ella ...
continuar, seguir viva. Incluso algo más, obtener de
este objeto que ella tritura en todos los sentidos, una
especie de coherencia de la investidura, lo que expli-
caría la aparición de la analidad en el material.
Ella dice: “soy una mierda...”. Son evidentemente
fantasías pregenitales, pero lo que hay que compren-
der por el modo en que son vividas, no pueden ser
interpretadas como cualquier otra fantasía de despe-
dazamiento, porque son vividas además, con la conno-
tación de la identificación fálica con el padre y con
toda la fuerza sádica fascinante del padre. Son vividas
con una connotación muy excitante.
Entonces, ¿qué espera la paciente? Espera una pa-
labra de su analista pero se da cuenta de que se arries-
ga. Ella dice: “son advertencias de que no debo ha-
blar, digo demasiadas cosas”, y en ese momento apa-
rece la fantasía de la pérdida de la madre. Es muy
notable la ausencia de la madre durante toda la sesión.
Como aquí se dijo, es cierto que llama la atención la
mención de la foto. Sin embargo estoy más impactado
aún por la relación que hay con la foto como totalidad
inerte, es decir, como figura identificable, y toda la
actividad mental de la paciente gira alrededor de: “yo
estoy separando los fragmentos de él, primero la cabe-
za, desmontar, despedazar parte por parte, como des-
menuzar un tema con usted por pedazos. Lo que me
dominaba, la cabeza, se desprendía. El no va a domi-
narme más; el resto no tiene poder; nada de él sirve si
no tiene cabeza”.
Hubiera sido mucho mejor si hubiera tenido la ca-
beza de otro, de aquella justamente que tampoco ha
manifestado deseo de amarla. Pienso que es esta iden-
tificación con el padre como objeto parcial, lo que
impide el análisis de su relación con la madre.
Habría otro modo de comprender la sesión; para
ello la analista debería tener un poco de atrevimiento
y decirle: vamos a tener que remontar todo esto y no
sabemos para nada qué va a pasar, pero usted va a
5 6
ANDRE GREEN
tener que remontarlo.
Participante: De acuerdo con lo que usted explicó: ¿qué posibi-
lidades tiene esta paciente de que la analista sea para ella una
madre que no tenga “el caño roto” y que haya una comunicación,
sin que la paciente se confunda?
Participante: Quisiera pedirle al Dr. Green que se explaye sobre
esta identificación fálica con el padre.
Green: Ningún análisis se juega de antemano, ni uno
puede predecir cómo se va a desarrollar. Voy a anali-
zar el momento en el cual nos encontramos y no me
planteo la cuestión de hasta dónde va a llegar. La
aparición de este sueño muestra que ella rompió la
consigna de guardar silencio y que en consecuencia,
este sueño va a tener un lugar en el análisis y no podrá
no tener ese lugar.
Hubiera podido desarrollar todo este seminario al-
rededor de la identificación fálica con el padre, con el
objeto parcial del padre. Esto puede comprenderse, no
sólo en relación con la imagen que ella se ha hecho de
él, sino también con el elemento de realidad en el
padre que nos remite a su propio ocultamiento del
amor por su madre. Por otro lado, no podemos dejar de
interpretar esta identificación fálica con el padre, como
lo inverso de su situación masoquística al haberse
sometido a la relación incestuosa con él. Al invertir así
la cosa, ella muestra a la analista todo lo que estaba
allí pero no pudo suceder y esto también es el trabajo
de lo negativo.
Lo que no pudo ser y que está también completamen-
te oculto es, efectivamente, todo lo que ella dijo en las
primeras entrevistas acerca de su fascinación por la
madre de su amiguita. En cierto modo, ella comunica
acá hechos que provienen de la regresión y al mismo
tiempo algo vital y esencial, que se refiere a la posibi-
lidad de fantasear acerca de poner a prueba el cuerpo
de la madre. Es esto lo que la lleva a su identificación
con la mujer, porque esta identificación y hay que
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ANDREA
decirlo alguna vez, es una identificación sobre algo
que está implícito, es decir que la niñita ve a la madre
comportarse con ella y ve a la madre con el padre. Pero
para que esta identificación suceda, es sobre la base
de lo que no fue vivido, pero de lo cual proviene. Todo
sucede de esta manera: se tiene la impresión que esta
especie de excitación secundaria con el padre, hace
que suceda con él lo que no sucedió con la madre. Pero
de otra manera, con la posibilidad de vivir toda la
bronca, la decepción, el deseo de hacer daño tocando,
y todo esto que implica una estructura de relación que
podría desarrollar si conociera más cómo siguió el
análisis. Porque vemos cómo todo esto bloquea el otro
lado de la identificación, es decir la identificación con
las semejantes, las otras niñitas, las otras mujeres.
Entonces, cuando me preguntan sobre el trauma: ¿qué
encuentro? Entre las diversas hipótesis concernientes
al trauma existiría, pienso, ese sentimiento de compro-
bar que la madre poseería algo que no le quiere dar,
fingiendo que lo que acontece entre el padre y la hija
es banal y en consecuencia lo que considero un factor
traumático, es la actitud de renegación y de proyec-
ción del padre, que impide a la hija el funcionamiento
de su propio pensamiento.
Supongamos que el padre le hubiera dicho: “querés
irte, entonces no me querés más”; esto hubiera sido
una cosa. “Y bien hija mía, ahora podés irte porque yo
te preparé bien para la vida y nadie te habrá dado lo
que yo te di”; es otra cosa, es diferente. El le dice a la
hija, confundiendo totalmente su madre y su hija,
“por lo menos ahora el fruto podrido no contaminará
a los otros”, es decir, “vas a contaminar a tus herma-
nos”. Esto juega un rol muy importante en la posibili-
dad de asumir su propio deseo.
Quizás no se pueda pedir algo imposible a los pa-
dres, pero por lo menos se les puede pedir que se callen
la boca.
Traducción realizada en la reunión clínica:
Estela Mordo de Rosenfeld
Descriptores: Caso clínico. Complejo de Edipo. Incesto.
Sexualidad femenina. Supervisión.
Bernardo
Analista: Se trata de un joven de 23 años, derivado por un colega
que atendía a una de sus hermanas mayores. Yo conocía a toda
su familia excepto a él, debido a que ocho o nueve años antes su
madre había estado internada en una instituciónpsiquiátrica
donde yo trabajaba. Tuve suficiente contacto con la familia como
para saber de la existencia de Bernardo, quien por aquel entonces
tenía quince o dieciséis años y vivía solo en París. Al decir de
todos ellos: “alejado del sufrimiento.” Así había sido dispuesto por
el padre y suscripto por el resto de la familia, aunque también
quedó explícito en aquella época que era el padre quien tenía el
proyecto de ir a vivir definitivamente a aquella ciudad. Aún hoy lo
mantiene.
Bernardo es el menor de cuatro hermanos, con una diferencia
de catorce años con el que le antecede, A., que tiene actualmente
37 años, es profesional, está casado y tiene dos pequeñas hijas.
Con sus hermanas mujeres hay más de veinte años de diferencia.
Una de ellas, soltera, es escritora. La otra es separada, profesio-
nal y tiene hijos adolescentes. Los tres se mostraban muy preocu-
pados por Bernardo en aquella época.
Sus padres habían tenido una mala relación y se habían sepa-
rado varias veces. Bernardo nació luego de una de esas separa-
ciones.
No supe nada de ellos hasta hace un año y medio en que me
enteré que su madre se había suicidado arrojándose a la calle
desde un piso diecinueve, donde vivía. Eran las vísperas de
Navidad y Bernardo recién había llegado de Boston con su
flamante título de Licenciado en Artes.
Descriptivamente, su madre presentaba un sindrome maníaco
Psicoanálisis APdeBA - Vol. XVII - Nº 1 - 1995 5 9
6 0
ANDRE GREEN
depresivo. Había estado varias veces internada. Atendida por
prestigiosos psiquiatras, recibió múltiples tratamientos, desde
psicoterapia hasta electroshocks, pasando por todo el espectro
psicofarmacológico.
Todo este material acerca de la historia familiar casi no
apareció en el transcurso de las entrevistas con Bernardo. No sé
si fue porque él sabía que yo lo conocía de aquellos años o por
alguna otra razón, como por ejemplo, una disociación propia de las
características de su personalidad.
Concertamos dos entrevistas cuyo contenido es más o menos
el que transcribiré a continuación. Al cabo de las mismas le
propuse comenzar un tratamiento psicoanalítico de tres sesiones
semanales, que él aceptó , poniendo reparos sólo en el aspecto
económico, tema muy conflictivo para él , dado que era el padre
quien pagaba el tratamiento.
Bernardo llegó puntual a la primera entrevista. Entró y echó
una exhaustiva mirada al consultorio mientras caminaba lenta-
mente hasta el sillón donde lo había invitado a sentarse. Me
impresionó frío y distante, como frente a una experiencia extraña.
A continuación comentó que hacía más de media hora que estaba
esperando en la plaza de enfrente. Dijo que prefería esperar y no
llegar tarde. Por lo particular de su entrada cabía la posibilidad de
pensar que estuvo también inspeccionando el consultorio por
fuera.
Planteó enseguida sus dificultades para “formar pareja”. Esto
le preocupaba mucho. Se consideraba un muchacho “lindo” , con
muchas condiciones, sexualmente muy apto y no entendía bien
cómo no encontraba una “chica linda” que quisiera estar con él.
Muchos de sus problemas serían distintos si tuviera novia. Hizo
referencia a que otros chicos ni eran tan “lindos”, ni parecían tan
preparados. El era “alto y buen mozo”, había estudiado en París
y en Boston, pintaba, tocaba la batería, era fotógrafo, hablaba
varios idiomas... No se explicaba bien qué pasaba. Había “estú-
pidos” que tenían “novias muy lindas”. Era particularmente des-
preciativo y soberbio al hacer estos comentarios.
Su única relación más o menos duradera había sido con una
adolescente francesa, Stefanie, que conoció durante unas vaca-
ciones en Suiza. Cuando ella regresó a su casa, en el sur de
Francia, Bernardo la siguió y logró instalarse allí, con cierto
beneplácito de los padres de la muchacha. Luego hicieron un viaje
6 1
BERNARDO
juntos en auto y tuvieron relaciones sexuales. Ella era virgen y
muy tímida. El se había iniciado con una prostituta a los quince
años, antes de viajar a París. Desde entonces no había vuelto a
tener relaciones sexuales. Cuando regresó a Boston, donde esta-
ba estudiando, fue ella quien lo siguió. Convivieron unos meses
hasta que en un viaje de sus padres, una violenta reacción de su
madre contra Stefanie al verla salir del cuarto de su hijo, terminó
prácticamente la relación. Pocos días después ella regresó a
Francia y nunca más se vieron. Relató esta situación con un leve
fastidio, como si no le hubiera importado demasiado.
Más tarde tuvo otras relaciones pasajeras con “chicas no muy
lindas”, como “descarga sexual”. Habían pasado más de siete
meses y él consideraba esto como algo muy anormal. Algunas
chicas parecían tener interés en él, pero una se parecía a Fito
Páez, a otra se le veían los dientes feos cuando se reía, finalmente
una tercera parecía no entender cómo él no trabajaba. Algunas,
con las que él había estado, lo desilusionaban cuando les descu-
bría imperfecciones en la piel o en sus cuerpos. De modo que el
panorama era bastante sombrío.
A esta altura yo pensaba que si bien era una persona de rasgos
armónicos y podía decirse que formalmente era buen mozo, la
falta de matices emocionales, lo estereotipado de sus gestos, su
expresión rígida, lo hacían poco bello. Las escasas veces en que
esbozó una sonrisa me impresionó como algo cercano a una
mueca. Esto era complementario con la frialdad, casi mecánica,
con la que hablaba de sus vínculos. Sin embargo, al finalizar la
primera entrevista, cuando lo despedía en la puerta del consulto-
rio, me sorprendió con un comentario elogioso respecto del mismo
y la pregunta de si todavía habría unidades en venta (era notorio
que se trataba de un edificio recién estrenado). Me sorprendió
porque pareció más próximo. Pensé que querer vivir allí podría
significar querer instalarse en el tratamiento. Intuí un aspecto más
tierno. Pero, al mismo tiempo, esta necesidad de continencia,
poco reconocida por él, que tal vez estaba desplazada a la
preocupación por tener novia o al menos relaciones sexuales,
surgía como “transformación inmobiliaria”. Esto era quizás, un
producto de la desafectivización y, en parte, expresión de
posesividad.
El otro problema que lo aquejaba era su imposibilidad de
trabajar. Se sentía un mantenido del padre. Hacía intentos aisla-
6 2
ANDRE GREEN
dos con sus conocimientos de fotografía, pero llegado el momento
no parecía tener interés en concretar las oportunidades. Pensaba
que en este país a nadie le interesaba el arte y un artista era
alguien a quien se desvalorizaba porque no ganaba dinero y al que
siempre se le preguntaba de qué trabajaba. El decía admirar a su
padre, quién, con esfuerzo, había hecho una respetable fortuna
fabricando bolsas de arpillera. Al mismo tiempo se sentía como su
madre, una abogada que nunca pudo trabajar, pusilánime e inútil,
al punto de pensar que podía terminar como ella.
El no quería vivir en este país, en esta ciudad, pero sus
hermanos insistían en que debía quedarse y él se reconocía muy
influenciable. Siempre estaba en la duda entre establecerse
definitivamente en Buenos Aires o irse a vivir a Francia o
Inglaterra donde tenía algunos amigos y algunos contactos. Esta
ciudad estaba muy sucia y contaminada, no se podía respirar. El
no merecía llenarse los pulmones con este aire tóxico. Odiaba a
las personas, a nadie parecía importarle nada y cuando él se
quejaba de estas “catástrofes” no era tomado demasiado en
cuenta, ni siquiera por su familia.
Por último y ante mi requerimiento contó cosas referidas a su
historia, siempre en aquel clima predominante de fría queja.
Cursó el ciclo primario en el Liceo Francés, en Buenos Aires.
Era buen alumno, pero muy tímido. No le gustaban los deportes y
sus compañeros lo burlaban, lo excluían y frecuentemente le
pegaban. Iba asustado. No podía defenderse. Sólo lloraba y
corría. El segundo año lo hizo en otro colegio, pero volvieron a
pasarle las mismas cosas. A mediados del segundo año viajó a
París con su padre para seguir estudiando allá. Respecto de su
madre no tenía muchos recuerdos. Siempre

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