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Filosofia y misticismo en Wittgenstein

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Filosofía y misticismo en Wittgenstein
Tanto la vida de Wittgenstein como su obra expresan una preocupación muy profunda sobre el misticismo, las vivencias religiosas, la espiritualidad, el sentido de la vida. La importancia que le otorga a estos asuntos, sin embargo, no es una más dentro una larga lista de asuntos que fueron importantes dentro de su manera de pensar y vivir la filosofía. Toda su obra, e incluso los momentos cruciales de su vida, pueden comprenderse como un camino para alcanzar una vida espiritual, religiosa, una vida mística. La filosofía en Wittgenstein es una escalera hacia el misticismo. 
A primera vista la obra de Wittgenstein se muestra como una obra de lógica, de fundamentos de matemáticas y cuestiones complejas sobre metafísica y epistemología. Sin embargo, esta es una perspectiva mutilada, incompleta y mediocre de lo que en verdad ocurre en el interior de sus escritos. Los difíciles problemas sobre la naturaleza del lenguaje y el fundamento del significado pronto se van transformando en una comprensión espiritual y religiosa del mundo, de la vida. La preocupación por cómo funcionan los signos que nos permiten hablar del mundo desemboca natural y orgánicamente en una preocupación por el sentido de la vida, la muerte y la plenitud. En Wittgenstein la lógica conduce a la mística, el lenguaje al silencio, la claridad al misterio.
En sus Notas sobre lógica, que escribió aislado en una cabaña quién sabe dónde, escribe que antes que un lógico hay que ser un hombre. En cierto sentido, esa observación muestra el carácter de la filosofía de Wittgenstein: no quiere pensar estos asuntos del lenguaje, la verdad, el significado si su esclarecimiento no lo lleva a un esclarecimiento sobre la vida, sobre la plenitud, sobre cómo hay que vivir y morir. En Wittgenstein la filosofía ha de tener una unidad, así haya contradicciones y retractaciones en ella, y los problemas lógicos carecen de todo interés cuando no iluminan los verdaderos problemas de la vida, la cuestión de qué tiene valor y si realmente vale la pena vivir la vida o si es mejor volarse los sesos de una vez. Si la filosofía misma no nos muestra lo que en verdad importa, entonces ella carece de toda importancia. Wittgenstein es un vitalista no un académico aburrido. 
Quizás pueda decirse que un acontecimiento crucial en la formación de esta perspectiva fue la guerra, en la que Wittgenstein no solo participó como carne de cañón sino que decidió hacerlo, pues por su posición social y económica fácilmente podría no haber si quiera participado. En sus diarios de guerra, sus diarios secretos, mientras trataba de resolver todos los problemas abstractos y enrevesados de la filosofía, de su filosofía, expresaba también que solo enfrentarse a la muerte podría mostrarle el sentido de la vida, que solo frente a la muerte podría probarse su valor y coraje como hombre, que solo ante la muerte podría ver el mundo tal y como es verdaderamente. 
Esa sed de espiritualidad, esa búsqueda insaciable de la salvación, el reconocimiento de la muerte y la contingencia del hombre, la perspectiva del mundo como totalidad, se expresan en el Tratactus no como unas ideas paralelas a las cuestiones lógicas, como unas ideas que no se tocan en ningún punto, sino como el fruto de estas, su fin y, de alguna forma, también su origen, su corazón. Todo el Tractatus, que también es un libro de guerra, del coraje, de la vida y de la muerte, está ordenado a lo místico; toda la filosofía conduce a la espiritualidad, son uno y lo mismo. La filosofía en Wittgenstein quiere transformarse en misticismo, no se resigna a ser solo una lógica formal y vacía. 
En el Tractatus Wittgenstein delimita todo el ámbito de lo decible, de lo pensable, de lo expresable, por medio de una aclaración de lo que es el mundo, la totalidad los hechos. Con ello establece, a su vez, una delimitación de lo que no es expresable, de lo que solo puede mostrarse silenciosamente en el lenguaje y en el mundo, lo místico. Aclara lo que es el mundo y los hechos y entonces muestra lo que está más allá de los hechos (el mundo como totalidad, la perspectiva de la eternidad) y que, por lo tanto, no puede ser dicho, pues también desborda los límites del lenguaje. 
El esclarecimiento lógico del lenguaje, en la filosofía de Wittgenstein, es idéntico al reconocimiento de lo místico, de lo espiritual. La filosofía no niega lo religioso, muy por el contrario, da con su verdadera naturaleza. Wittgenstein expresa y usa sus pensamientos como una escalera para ascender hasta lo que en verdad importa y luego los tira como si fueran ropas viejas que ya no sirven para nada. No se aferra estúpidamente a su doctrina porque lo que en verdad importa es lo que ella no manifiesta, lo que ella no puede explicar, lo que ella no tiene que explicar. La lógica también es un peldaño más y como tal tiene que ser superada. Haber resuelto los problemas de la filosofía, de esta filosofía, es en verdad haber hecho algo de muy poco valor. Una vez alcanza el silencio ya no quiere la filosofía, ya no necesita sus problemas y sus enredos. Resueltas las difíciles confusiones sobre el funcionamiento del lenguaje, ahora solo queda por resolver lo que en verdad es difícil, vivir plenamente, sin temor a la muerte, tomando la vida por los cachos. La filosofía es solo una preparación para la muerte.

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