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Castañeda_1920-1940

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Reporte
“La Castañeda” de 1920 a 1940
La investigadora, Cristina Sacristán, explora la implementación de terapias recreativas y artísticas en el hospital mental “La Castañeda” en la Ciudad de México durante la década de 1930. 
La terapia se basó en deportes, gimnasia, juegos, canto y música para aumentar la capacidad motora y sensorial de los pacientes mentales, inculcar nociones de orden y disciplina, combatir la inactividad y programar el tiempo libre. 
También se discute la introducción de la terapia ocupacional basada en el trabajo doméstico, agrícola y artesanal. La terapia tenía como objetivo proporcionar beneficios morales y generar ingresos para el hospital. 
El contexto histórico en el que se desarrolló “La Castañeda” fue el de la Revolución Mexicana y la posterior reconstrucción del país en las décadas de 1920 y 1930. Durante este periodo, hubo un gran impulso a la educación y la formación de ciudadanos con un desarrollo armónico e integral, lo que incluyó la enseñanza de la educación física y la promoción de los deportes. 
“La Castañeda” comenzó a utilizar la educación física y los deportes como parte de su terapia para los pacientes. Esto llevó a la organización de festivales de fin de cursos y desfiles cívicos en los que los pacientes exhibían sus destrezas adquiridas y formaban parte de los contingentes. Estos eventos fueron muy bien recibidos por la sociedad y la prensa de la época, y se convirtieron en un símbolo de la transformación de los enfermos mentales en artistas y gimnastas.
Uno de los principales desafíos de introducir la actividad física a pacientes en “La Castañeda” fue la "casi absoluta inmovilidad" en la que habían permanecido por años, lo que los dejó anquilosados y sin energía. Además, la actitud de abatimiento característica de los asilados venía acompañada de una resistencia y repulsión a todo movimiento corporal. Los maestros tuvieron que hacer acopio de paciencia repitiendo las órdenes una y otra vez, ya que en una clase los educandos olvidaban lo aprendido en la anterior. 
Otro desafío fue encontrar la forma adecuada de motivar a los pacientes para que se involucraran en la actividad física. Un entrenador irascible, violento o áspero podía excitarlos, debilitando aún más sus capacidades y provocando más dificultades. Por lo tanto, los maestros tuvieron que ser pacientes y comprensivos, y repetir las órdenes una y otra vez hasta que los pacientes las aprendieran y las siguieran.
En este momento inicial, la psiquiatría mexicana carecía de legitimidad científica, se debía en parte a la falta de una enseñanza universitaria en psiquiatría, lo que hacía que los médicos y enfermeros que trabajaban en el hospital estuvieran en proceso de aprendizaje, además, era vista como una ciencia poco eficaz en el combate de la enfermedad mental, lo que la hacía menos valorada que otras disciplinas científicas.
Se introdujeron diversas terapias, entre ellas la psicoterapia (incluyendo el psicoanálisis), la fisioterapia y los tratamientos biológicos, químicos y quirúrgicos, el enfoque principal de este trabajo fue la terapia basada en el movimiento, que incluía el trabajo, el ejercicio físico y las expresiones artísticas con el objetivo de adiestrar a los pacientes en dos habilidades indispensables para adaptarse al mundo exterior: la capacidad productiva para desempeñar un trabajo y la formación de hábitos y valores propios de un buen ciudadano. Estas terapias no garantizaban la curación de los enfermos, pero brindaban la posibilidad de mejorar su calidad de vida y su capacidad para interactuar con la sociedad.
Los médicos de “La Castañeda” se encontraron ante el imperativo de dar a conocer los progresos observados en los enfermos con las terapias basadas en el movimiento, para ello, convocaron a la prensa y organizaron festivales y desfiles en los que los pacientes exhibían sus destrezas adquiridas. 
En general, la prensa se mostró sorprendida y admirada por los progresos que los pacientes habían logrado gracias a estas terapias. Algunos de los comentarios más destacados incluyen:
- "La transformación de los locos en artistas y gimnastas"
- "Fuerte impresión de asombro en la fiesta que hubo en “La Castañeda”"
- "Los dementes de “La Castañeda” desfilaron en forma apuesta y gallarda por las calles de esta metrópoli, uniendo su paso al de los atletas que vinieron de toda la república"
- "Los enfermos de “La Castañeda” rayan en estos momentos a gran altura. Obedecen a sus profesores, nadie falta a la disciplina"
- "Los locos bordan, tejen, cosen, siembran y cultivan flores y hortalizas, y cantan y bailan cual si fuesen gentes normales"
- "El que los dementes con perfecta disciplina, realicen movimiento de conjunto, corran, salten, manejen arcos y bastones y se interesen vivamente en los juegos y ejercicios"
La prensa destacó la importancia de estas terapias para mejorar la calidad de vida de los pacientes y para transformar la imagen que la sociedad tenía de ellos.
El Estado mexicano tomó las riendas para transformar la conmemoración de la Revolución el 20 de noviembre, la Agrupación Pro Madero se encargaba de eso haciendo visitas, guardias de honor y veladas literarias. La gran novedad provino cuando este discreto ritual, evidentemente para consumo de una élite culta, se transformó en "un instrumento de educación cívica", cuyo acto principal fue un desfile deportivo dirigido al pueblo. 
El primero tuvo lugar el 20 de noviembre de 1929, bajo la presidencia de Emilio Portes Gil, y consistió en carros alegóricos y tablas gimnásticas. Ese mismo día se inauguró oficialmente el Centro Social y Deportivo para los Trabajadores Venustiano Carranza, el cual incluía un gimnasio, una pista olímpica, una alberca y canchas de juego.
Tres años después, en 1932, desfilaron por las calles de la ciudad treinta mil atletas portando banderas mexicanas con las iniciales del Partido Nacional Revolucionario. Años después se supo que muchos eran burócratas con uniformes deportivos, pero de cualquier manera se procuraba que cada año el desfile superara al anterior y que se fuera extendiendo a las capitales de los estados y a las comunidades más pequeñas, de manera que el pueblo identificara cada 20 de noviembre con el deporte. En 1935 el desfile duró cinco horas.
En contraposición con el recuerdo de muerte y desolación que muchos todavía asociaban con la Revolución, el desfile deportivo mostraba a la juventud fuerte, sana, vigorosa y llena de energía, lo que permitía que las vidas perdidas y los sacrificios de quienes participaron en el conflicto no hubieran sido en vano. 
El desfile se convirtió en un símbolo de la fortaleza y la unidad del pueblo mexicano, y en una muestra de la capacidad del Estado para transformar la conmemoración de la Revolución en un evento de educación cívica y de promoción de la salud física y mental.
Referencias· Sacristán, C. (2008). Para integrar a la nación. Terapéutica deportiva y artística en el Manicomio La Castañeda en un momento de reconstrucción nacional, 1920-1940. México, UNAM, pp. 99-124.

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