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Reporte
Mercados y pintura
Los antecedentes prehispánicos de los mercados en la Ciudad de México se remontan a la época de los mexicas, quienes establecieron mercados en Tenochtitlan y Tlatelolco. Estos mercados eran administrados por un juez indígena y se llevaban a cabo cada cinco días, siguiendo el calendario ritual. Los productos que se vendían en estos mercados incluían alimentos, textiles, cerámica, joyería y otros bienes. 
Los mercados eran lugares importantes para el intercambio de bienes y para la socialización de la población, también tenían un papel importante en la economía de la región, ya que permitían la distribución de bienes a lo largo de la red de comercio que existía en Mesoamérica.
Durante la época colonial, los mercados de la Ciudad de México continuaron siendo importantes centros de comercio. Los españoles establecieron nuevos mercados en la ciudad, como el de San Hipólito, que funcionaba los miércoles y jueves. 
Según las crónicas se reunían entre 40 000 y 50 000 personas, se vendían todo tipo de productos, desde frutas y legumbres hasta artesanías y joyas. En cuanto a su ubicación, estaba localizado en la zona de Tlatelolco, que tenía acceso a varias acequias y al embarcadero de La Lagunilla. 
En cuanto a la representación de los mercados en las crónicas, éstas constituyen una guía privilegiada para visitar el mercado prehispánico y el que sería después el espacio comercial que, a lo largo del siglo XVI, integró los nuevos productos de España. 
En el siglo XVIII, el mercado de El Volador estaba situado en la plaza del mismo nombre, donde hoy se localiza el edificio de la Suprema Corte de la Nación (Pino Suárez y Venustiano Carranza). Sin embargo, a fines del siglo XVIII, para despejar la Plaza Mayor, fue construido en ese lugar, por el Conde de Revillagigedo, un edificio de madera, a base de cajones de anverso y reverso y en el interior con varios tinglados también de madera (permitiendo también la colocación de “sombras” para la vendimia). 
El motín de 1692 fue un acontecimiento determinante para el cambio en la fisonomía de la Plaza Mayor de la Ciudad de México. Este levantamiento popular se produjo en junio como consecuencia de la impopularidad del virrey Conde de Galve, y durante el mismo fueron quemados 280 cajones, como eran denominados los puestos del mercado. 
El Parián fue construido a partir de 1695, con algunas modificaciones a los deseos del rey, y se convirtió en el mercado principal de la ciudad. La construcción fue hecha de mampostería y tepetate. El conjunto de pinturas que representan la edificación del Parián nos permiten conocer un espacio ahora inexistente y esa es sólo una parte de su valor, existen algunas pinturas relacionadas, como el anónimo de 1766. De la Maza lo describe así:
“en la primera fila de cajones se vende cera, por lo que se miran colgando las gruesas y delgadas candelas [...]. La segunda fila es más variada: comienza con ropa, sigue con carnitas, continúa con guitarras –dos galanes templan y afinan dos de ellas antes de comprarlas– prosigue con ropa y acaba en antojitos.” 
Contó en ella 1, 283 personajes. Hay aguadores con grandes ollas. Villalpando fijó su caballete en la azotea del portal de los mercaderes, desde donde pudo contemplar el conjunto del Parián y la plaza de la ciudad. 
La pintura es una vista panorámica de la plaza, con el Parián en el centro, rodeado de los portales de los mercaderes y de los artesanos. En el centro de la plaza se encuentra la fuente ochavada, rodeada de puestos de frutas y verduras. En la pintura se pueden apreciar los detalles de la arquitectura del Parián, con sus arcos y columnas, así como los detalles de los puestos y de la gente que los rodea. La pintura es una muestra del interés que despertaba el Parián en la época colonial, como centro de comercio y de vida social en la ciudad de México.
Las pinturas del Parián son una valiosa fuente de información sobre la vida en la ciudad de México durante la época colonial, y son una muestra del talento de los artistas de la época para capturar la vida cotidiana en sus obras. Estas pinturas nos permiten conocer la arquitectura y la distribución de los puestos en el Parián, así como la variedad de productos que se vendían en los mercados de la ciudad. 
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Referencias· Suárez Molina, M. (2009). Los mercados de la ciudad de México y sus pinturas. México. UNAM, pp. 435-458.

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