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Comer hasta hartarse

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“Comer hasta hartarse”
La difusión científica juega un papel importante al acercar diversos temas a la población, el caso de Mary Roach es un ejemplo perfecto de transmitir temas conocidos por el campo científico a diversos públicos. Su libro Glup, se enfoca en el tema del paso de los alimentos en nuestro cuerpo, específicamente se realiza el reporte del capítulo dedicado a los comedores profesionales, personas que pueden aguantar grandes cantidades de comida sin experimentar dolor o náuseas.
Contrario a lo que podemos imaginar, menciona que ninguna investigación ni artículo médico ha registrado ninguna ruptura de estómago entre los comedores profesionales, lo que sorprende ya que muchos de ellos rompen con facilidad los límites del cuerpo, sin embargo, se discuten algunas teorías y experimentos para intentar explicar esta falta de rupturas de estómago. En una de las teorías mencionadas, se especula que los estómagos de los comedores profesionales se han dilatado gradualmente a lo largo del tiempo para poder albergar grandes cantidades de comida sin sufrir ninguna incomodidad.
En otro experimento mencionado en el artículo, se comparó el tiempo de vaciado gástrico de un comedor de competición y un individuo de control después de comer todos los perritos calientes que podían en doce minutos. Se llegó a la conclusión de que no tienen un tiempo de vaciado más veloz, sino que su estómago mueve todo hacia el intestino delgado. Esta capacidad para hacer sitio podría contribuir a la falta de rupturas.
Se mencionan casos de estómagos que llegaron a romperse. En 1929, la revista Annals of Surgery publicó un análisis de personas que comieron hasta morir. En estos casos, se observó que el último elemento en entrar al estómago, el bicarbonato de soda, fue el más peligroso y se relacionó con las rupturas. También se menciona el caso del señor L., cuyo estómago se reventó por llenarse demasiado con pastillas de opio. En el informe del caso se describe que el paciente mostró fuertes impulsos de vomitar, pero fue incapaz de hacerlo. 
En la mayoría de los casos, los estómagos no se rompen incluso cuando se consumen grandes cantidades de comida. Estos casos extremos suelen estar relacionados con circunstancias particulares, como el consumo excesivo de ciertos alimentos o sustancias, o condiciones especiales del organismo, como la presencia de alguna enfermedad o el consumo de drogas que puedan haber interferido en el proceso normal del estómago. 
El profesor Key-Åberg realizó experimentos con estómagos de cadáveres para determinar cómo el lavado de estómago puede afectar a la hora de prevenir rupturas. Key-Åberg colocó los cadáveres en sillas en una posición en la que parecían estar medio sentados para recrear la postura del señor L. durante el tratamiento médico.
El objetivo de estos experimentos era investigar si el volumen de agua y la fuerza aplicada al introducirla en el estómago podían causar rupturas. En su búsqueda de mayor claridad sobre este tema, Key-Åberg llevó a cabo numerosos experimentos, descubrió que si los sistemas de evacuación gaseosa y el vaciado del estómago no funcionan, el órgano suele reventar a los tres o cuatro litros si la persona se encuentra en un estado de estupor alcohólico o está muerta. En cambio, si se llena con mayor lentitud y menos fuerza, puede contener hasta seis o siete litros.
ReferenciasRoach, M. (2014). Empachado. La ciencia de comer hasta hartarse en Glup. Aventuras en el canal alimentario. Barcelona, Crítica, pp. 115-122.

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