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CAPÍTULO 4 Enseñar el presentc, cl pasado y lo posible y Es sorprendente y algo desalentador omprobar la poca atención que ha reci bido la naturaleza íntima de la enscDanza y el aprendizaje escolar en los debates sobre educación que se han dado a lo largo de la úlima década. Estos debates han cstado tan centrados en los resultados y los niveles adecuados que en buena medida han pasado de largo los medios a través de los cuales tanto maestras como alumnos realizan su tarea en las aulas en la vida real: cómo enseDan las maestras y cómo aprenden los alumnos. Todavía es más alucinante que esta perspectiva más íntima haya estado tan ausente del debate nacional, pues, de hccho, ha sido una década en la que hemos aprendido mucho sobre aprender y enseDar en las escuelas. Tal vez la figura a la cabeza en este avance ha sido Ann Brown, cuyo trabajo he mencionado en capí tulos anteriores. Inspirándome en su trabajo con Joseph Campione, en este capi culo quiero reflexionar sobre lo quc hemos aprendido de ello. En consonancia, quiero empezar discutiendo cuatro ideas cruciales que se han hecho mucho más comprensibles gracias a sus esfuerzos. Son ideas con las que ya nos hemos topado en el capitulo 1. La primera de ellas es la idea de agencia: tomar más control sobre la propia actividad mental. La segunda es la reflexión: no «aprender en crudo» sin más, sino hacer que lo que se aprende tenga sentido, entenderlo. La tercera es la colabora ción: compartir los recursos de la mezcla de seres humanos implicados en la ense ñanza y el aprendizaje. La mente está dentro de la cabeza, pero también está con otros. Y la cuarta es la cultura, la forma de vida y pensamiento que construimos, negociamos, institucionalizamos y, final1mnente (después de que todo se ha hecho), terminamos llamando «realidad» para reconfortarnos. Gracias al trabajo de Ann Brown en las escuelas de Oakland, esos niños no volverán a mirar al mundo de la misma manera, 0 a sus compaDeros de aprendi zajc, o a los recursos del conocimiento y Bos usos a los que se pueden dedicar esos recursos, o a su lugar en una comunidad de aprendizaje. Y tampoco sus macstras, una palabra extrañamente pasada de moda. Esos chavales de Oakland por usar una
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