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Historia del Psicoanálisis - GONZÁLEZ - Lucía Guillermina Heredia

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Historia del Psicoanálisis en Argentina | 2 
 
 
CURSO BREVE ........................................................................................................................................................................ 4 
HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS EN ARGENTNA ........................................................................................................................ 4 
GUÍA DE ESTUDIO N° 1 .......................................................................................................................................................... 4 
1- EL PSICOANÁLISIS COMO “MOVIMIENTO”......................................................................................................................... 4 
2- HISTORIA CRÍTICA.............................................................................................................................................................. 5 
3- DESDE VIENA HACIA EL MUNDO ........................................................................................................................................ 6 
4-LECTURAS INICIALES DE FREUD EN ARGENTINA .................................................................................................................. 8 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................................................................................ 12 
 
 
 
 
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Historia del Psicoanálisis en Argentina | 4 
 
Antes de dar lugar a los contenidos que remiten a la Historia del Psicoanálisis en Argentina, es 
preciso delimitar algunas claves de lectura que nos ayudarán a orientar el cursado. Debemos pos-
tular, en primer lugar, qué entendemos en este curso por Psicoanálisis, para luego dar cuenta 
sobre qué factores reside la complejidad del mismo como objeto de investigación histórica y so-
cial. 
En términos generales, entendemos al “Psicoanálisis” en una triple faz: tanto como terapia, cor-
pus teórico y como método de investigación: 
Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difí-
cilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, 
fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese ca-
mino, que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica (Freud, 1923/1992, 
p. 231). 
Asimismo, el Psicoanálisis implica una modalidad de transmisión del saber (análisis didáctico, con-
trol) basada en la transferencia. Esto permite formar “profesionales del inconsciente” (Roudines-
co & Plon, 1998, p. 862). 
 Ahora bien, más allá de estos lineamientos generales, hacia adentro del campo “psi”1 tienen 
lugar numerosas disputas epistemológicas y prácticas, en torno a las versiones válidas o inválidas 
de éste. Las distintas corrientes/escuelas se alegan legitimidad, en cuanto a la producción teórica 
y la difusión de un “verdadero” Psicoanálisis. Entre ellas es posible observar a grandes rasgos “el 
annafreudismo, el kleinismo, la Ego Psychology, los Independientes, la Self Psychology y el laca-
nismo” (Roudinesco & Plon, 1998, p. 393). 
Independientemente de todas estas divisiones, en este curso consideraremos como psicoanalíti-
cas, todas las formas que se asumen como tales (Plotkin, 2003, p. 13; Vezzetti, 1996a). En este 
sentido, aquí consideramos perspectivas antropológicas que incluyen la visión auto atribuida de 
los sujetos para la formación de su identidad. Destacamos el aporte de Edward Evans-Pritchard, 
quien desarrolla “categorías nativas” (1976) con que las comunidades se representan. Bajo esta 
perspectiva entonces la noción de “Psicoanálisis” puede variar de acuerdo a su contexto. 
La disciplina freudiana entonces bajo distintas formas, corrientes y representantes, se ha difundi-
do en la cultura popular y también en otras áreas del saber. En lo que se refiere a estas últimas, se 
vinculó a la Psiquiatría y la Psicología ─entre otras disciplinas─ encontrándose en una zona de 
intersecciones. Con ellas realiza intercambios fructíferos y comparte problemáticas comunes. Por 
 
1 Daremos cuenta de mayores precisiones del concepto de “campo”, algunas páginas más adelante. Por “psi”, aludimos a un tér-
mino amplio, que da cuenta de todo discurso o disciplina que se ocupe de lo psíquico. 
 
 
 
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esto, cualquier análisis sobre alguna de estas disciplinas, necesariamente implica considerar las 
relaciones sostenidas con las otras dos (Dagfal, 2009). 
De igual forma, el Psicoanálisis logró expandirse rápida e intensamente por regiones muy diver-
sas. Así, la disciplina vienesa durante el siglo XX logró penetrar en toda la cultura de Occidente, e 
incluso en algunos países de Oriente, implantándose en un gran conjunto de representaciones 
culturales e instituciones. Se ha diseminado en cuatro de los cinco continentes, mayoritariamente 
en Europa y América aunque con notables diferencias de un país a otro. 
Considerando entonces que el Psicoanálisis ha permeado tanto en los saberes y nociones difundi-
dos en la sociedad como en la “alta” producción intelectual y el ámbito académico, tal como men-
cionamos anteriormente, éste se ha aproximado entonces a lo que Sigmund Freud (1914/1992) 
ha denominado como un “movimiento” (Bewegung), asemejándose a otras formaciones colecti-
vas que cuentan con un referente, atraviesan procesos de institucionalización, se difunden a tra-
vés de diversas vías, etc. 
 Según Roudinesco otro reflejo del status del Psicoanálisis como movimiento masivo, lo constituye 
el divisionismo producido hacia adentro del campo psicoanalítico a lo largo del siglo XX. La apari-
ción de múltiples asociaciones que reivindicaban a Freud y su doctrina, como así también otras 
que superaban su sistema de pensamiento, se produce después de la segunda guerra mundial 
cuando la IPA (International Psychoanalytical Association) dejó de ser considerada como la dueña 
del monopolio del Psicoanálisis a nivel mundial. Hoy existen centenares de instituciones y escue-
las que cuentan con decenas de miles de terapeutas, sumados a los que ejercen su actividad sin 
adherir a ninguna de ellas. Esta implantación del Psicoanálisis en distintos lugares y por medio de 
formas tan variadas no deja de suponer una política, que puede ser consciente o no, pero que es 
la que ha permitido la expansión del Psicoanálisis a destinos diferentes (Major, 2005). 
 
Los estudios históricos del Psicoanálisis, realizados desde el propio movimiento psicoanalítico, han 
sido elaborados en numerosas ocasiones en torno a las filiaciones entre los analistas y su sucesión 
a partir de los fundadores. Estas historias sólo permiten dar cuenta de las relaciones entre psicoa-
nalistas, desde el grupo inicial y su ampliación debida al análisis didáctico. Los abordajes que se 
centran meramente en estos aspectos quizás conllevan intenciones de legitimación y reconoci-
miento de quienes la escriben. A su vez, las historias que se erigen en nombre de una institución, 
muchas veces presentan la defensa de ciertas ideas, insertándose en una trama de conflictos de 
filiación (Vezzetti, 2007). 
En este sentido, Samuel Lezé (2007) distingue tres tipos de historias realizadas en torno al Psicoa-
nálisis: 1 -las celebratorias de Sigmund Freud, 2- aquellas que se erigen en sus antípodas, y 3- 
aquellas que consideran los contextos nacionales y locales de recepción. Este cursa intenta difun-
dir una perspectiva situada dentro del último tipo, trasladando el énfasis desde los grandes difu-
sores del conocimiento psicoanalítico y sus obras, a los contextos de apropiación, funciones de 
mediación e implantación de la disciplina. 
Así, para analizar la historia del Psicoanálisis en Argentina, resulta de especial interés la perspecti-
va de la estética de larecepción. Hans Jauss (1978) ─en una teoría aplicada a la comunicación 
literaria, pero que puede vincularse a la disciplina freudiana─ postula que la recepción puede ser 
entendida como apropiación y también como intercambio entre autores, obras y públicos que 
forman parte de un proceso dialéctico, restituyendo la importancia de la función activa de un 
lector que tanto recibe como transforma. Desde esta teoría se pretende destacar a la recepción 
de un texto como creadora de nuevas realidades, por oposición a una perspectiva que tome los 
textos como apropiaciones que meramente reproducen las obras a modo de copia. Aquí importa 
 
 
 
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la trama de relaciones y las condiciones que surten efectos en la producción, difusión y prácticas 
de recepción de las obras. 
En este sentido, cabe aclarar que no se debe perder de vista que las investigaciones históricas de 
este tipo tienen por fin último brindar aportes críticos sobre el presente. Para ello, Kurt Danziger 
postuló algunas condiciones para la efectiva realización de esa tarea. Según él, la perspectiva críti-
ca debe dirigirse en primer lugar hacia las fuentes y autoridades históricas tradicionales; luego, 
hacia las preguntas y los supuestos del propio investigador y finalmente hacia la disciplina misma, 
rechazando una visión que tome a las corrientes actuales como criterios para juzgar el pasado 
(1984). Además es necesario considerar la amplia diversidad de conceptos, condiciones, modelos 
y prácticas de las disciplinas en cuestión. Realizar contribuciones a una historia del Psicoanálisis 
demanda entonces tener en cuenta dominios extensos, demandando al investigador amplitud 
como transversalidad. 
Por otro lado, esta importancia de la crítica cobra relevancia no sólo para el estudio histórico y 
social del Psicoanálisis, sino que también se encuentra en el seno de la misma práctica psicoanalí-
tica y los supuestos que la fundan. La formación psicoanalítica debe ser criticada no sólo como un 
cuestionamiento de cualquier tipo de saber adquirido, sino “por su necesaria puesta en reserva 
para dejar lugar al surgimiento del inconsciente, que en la práctica guía la interpretación” (Major, 
2005, p. 25). 
Asimismo, dentro de este corpus teórico bourdiano la noción de “campo” es pertinente para el 
presente análisis. Este concepto permite considerar la autonomía relativa de una comunidad inte-
lectual, académica y disciplinar, respecto de otras influencias sociales. Un campo entonces es 
definido como un espacio complejo, con propiedades y reglas específicas que constituyen un sis-
tema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas, donde las ideas, textos y prácticas tie-
nen un valor relativo al carácter posicional de los actores (Bourdieu, 1976). 
Dada la complejidad del Psicoanálisis, y la dificultad de trazar límites con disciplinas como la Psico-
logía y la Psiquiatría, este concepto de campo brinda una mirada que puede exceder las fragmen-
taciones ya mencionadas, sin dejar de dar cuenta de sus especificidades como sub-campos, los 
que ocupan regiones particulares con propiedades específicas (Bourdieu & Wacquant, 1992). Así, 
pretendemos destacar relaciones significativas entre diversos agentes del campo “psi”: psicoana-
listas, psicólogos y psiquiatras, instituciones psicoanalíticas, asociaciones profesionales y gremia-
les, instituciones de salud pública, universidades, etc. Entre estos agentes circulan ideas, valores, 
reglas, creencias, identidades, etc. De esta manera, la noción de campo alude doblemente: a un 
campo de fuerzas dotado de una estructura, como a un campo de luchas, para conservar o trans-
formar ese campo de fuerzas (Bourdieu, 2001/2003). 
 
Hemos visto hasta aquí que los caminos recorridos por el Psicoanálisis desde su origen en Viena, 
han sido extensos tanto en términos geográficos, como culturales. Ese origen tuvo lugar en una 
sociedad liberal y patriarcal de fines del siglo XIX. De cualquier forma, esos valores comenzaban a 
declinar y una expresión de ello es el Psicoanálisis y otros proyectos de renovación cultural que 
tienen lugar desde 1880 en la capital del Imperio Austro Húngaro. Carl Schorske (1961) aborda 
esos distintos ámbitos de la historia cultural de la Viena del siglo diecinueve entre los cuales ca-
racteriza el caso de Sigmund Freud y los inicios del Psicoanálisis. Allí destaca aspectos de su propia 
frustración política y profesional que tenían su correlato social: las dificultades económicas y los 
obstáculos para insertarse en la academia, como así también el antisemitismo reinante a partir de 
1895. No obstante, Schorske señala que “mientras más se hundía su vida pública, más desplega-
ban las alas sus ideas (…) La originalidad intelectual de Freud y su aislamiento profesional se re-
troalimentaban el uno al otro” (1961. p. 190). 
 
 
 
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En esa ciudad se constituyó el primer grupo de la historia del movimiento psicoanalítico denomi-
nado la Sociedad Psicológica de los Miércoles, círculo conformado por médicos, y hombres prove-
nientes de otras disciplinas, mayoritariamente judíos, que se reunían en la sala de espera del con-
sultorio de Freud para discutir ideas en relación a aquella nueva doctrina. Luego ésta devino en la 
Sociedad Psicoanalítica de Viena, la que sirvió de “guía” para las siguientes asociaciones psicoana-
líticas que se conformarían a partir de allí. “La Academia sucedió al banquete” afirmaban Roudi-
nesco y Plon, enfatizando la institucionalización del grupo inicial (1998, p. 1035). La creciente 
formalización llevó a que en 1910 durante el segundo congreso de Psicoanálisis, se creara la In-
ternational Psychoanalytic Association (IPA) que agrupó a las sociedades conformadas en los dis-
tintos países. 
Más tarde el régimen político nazi provocó la migración de gran cantidad de psicoanalistas judíos 
hacia distintas ciudades. Las medidas persecutorias hicieron que éstos se dirigieran principalmen-
te a Gran Bretaña y Estados Unidos. Comenzaba así “la diáspora” (Steiner, 2003, p. 27) y Viena 
dejaba de ser el principal foco de desarrollo. Los factores que los llevaron a partir a un lugar u 
otro, dependieron del propio régimen nazi y sus imposiciones políticas, pero también de las pecu-
liaridades culturales e institucionales de cada país. Se constituía entonces una de las primeras 
ampliaciones del movimiento psicoanalítico, poniendo de manifiesto la importancia desde sus 
orígenes, de los factores políticos como parte del contexto de desarrollo de las prácticas psicoana-
líticas. 
En Gran Bretaña, Ernest Jones colaboró con el arribo de Melanie Klein y otros psicoanalistas a las 
tierras de habla inglesa. Klein llegó a Londres donde formó parte de la Sociedad Británica de Psi-
coanálisis. Por medio de sus aportes constituyó toda una escuela, a través de la creación de con-
ceptos nuevos y la instauración de una práctica original de la cura, lo que constituyó una forma-
ción didáctica distinta a la del freudismo clásico (Roudinesco & Plon, 1998). Como aspecto a des-
tacar dentro del movimiento y sus divisiones, en esta coyuntura fueron conocidas las disputas de 
Melanie Klein con Anna Freud, en cuanto a que la primera consideraba que el análisis del incons-
ciente en los niños era la tarea principal, ya que ellos se encontraban según ella en gran medida 
bajo el imperio del inconsciente. Anna Freud por su parte veía a los niños como seres distintos a 
los adultos, y no aconsejaba en la exploración del inconsciente en ellos, por temor a que éstos 
enloquecieran (Grosskurth, 1990). Aquí se generaron algunas de esas confrontaciones menciona-
das en párrafos precedentes, en torno al “verdadero” Psicoanálisis, lo que produjo la escisión final 
en 1946 de la Sociedad Británica de Psicoanálisis en los annafreudianos, los kleinianos y los inde-
pendientes. 
En el caso de los Estados Unidos allí ya había arribado Sigmund Freud en el año 1909, para impar-
tir cincoconferencias en la Clark University, en Massachusets. Fue invitado por Stanley Hall, a 
quien rechazó la propuesta, para luego acudir finalmente junto a Sandor Ferenczi y Carl Jung. 
Según Rand Evans y William Koelsch, “la semilla del Psicoanálisis freudiano, si no había sido sem-
brada en América, fue sembrada con certeza en ese momento y cultivada a través de ese encuen-
tro” (1985, p. 947). En ese país el Psicoanálisis fue aceptado en gran medida por los médicos, dada 
la “fluidez de las instituciones médicas americanas” (Hale, 1978, p. 1) y debido a su ingreso en las 
facultades de medicina. A su vez, constituía una especialidad económicamente atractiva y gozaba 
de prestigio social, basado en las necesidades de la población y en las distintas organizaciones 
profesionales. En este contexto, aquellos psicoanalistas que escapaban del nazismo provenientes 
del viejo continente, contribuyeron a la formación de nuevas instituciones. 
Esto generó una lucha por el mercado de pacientes con los analistas estadounidenses: “Los euro-
peos, a menudo a partir de ‘nociones preconcebidas de superioridad’, entraban en una compe-
tencia intensa con las prácticas recién establecidas. En cuanto a la recepción americana de los 
refugiados, fue generosa y a veces ambivalente” (Hale, 1978, p. 7). Se generaron tensiones y un 
clima de agitación entre los inmigrantes recién llegados, las instituciones psicoanalíticas locales y 
los miembros “autóctonos” (Steiner, 2003, p. 28). Las corrientes teóricas que resultaron ajenas a 
 
 
 
Historia del Psicoanálisis en Argentina | 8 
esas disputas, fueron “los independientes, el kleinismo y el lacanismo” (Roudinesco & Plon, 1998, 
p. 288), destacándose como tendencia dominante “la Psicología del yo”. De cualquier forma, hacia 
fines de los ’60 lentamente comenzó a declinar la popularidad del Psicoanálisis en esas tierras, 
tanto en la opinión pública como en los saberes psiquiátricos. 
Por último, el caso de Francia resulta el más importante para este curso, ya que la influencia del 
pensamiento francés en Argentina ha resultado trascendente no sólo para el campo “psi” sino 
para la historia de la cultura (Dagfal, 2006). Allí, la expansión del Psicoanálisis se produjo por la vía 
médica y también por la intelectual, en relación con los discursos filosóficos de la época. Bajo la 
primera, fue la tradición en Psiquiatría dinámica la que abonó el terreno para la recepción de las 
ideas de Sigmund Freud. Roudinesco afirma que la Psicología en Francia se cimenta en el terreno 
abonado por la enseñanza de Jean-Martin Charcot, y los aportes teóricos de Alfred Binet y Pierre 
Janet, quienes fueron alumnos de Charcot. También destaca el papel previo de Théodule-Armand 
Ribot y Henri Bergson, como así también subraya el rol de la tradición universitaria en estos cam-
bios. Todos estos factores funcionaron como un filtro para la entrada del Psicoanálisis en Francia. 
Así, estas figuras contribuyeron a dar a conocer el Psicoanálisis, aún cuando lo criticaron, produ-
ciéndose “un doble movimiento de penetración y de rechazo de las teorías freudianas” (Roudi-
nesco, 1986, p.208). 
Se produce asimismo una amplia recepción de Freud en circuitos intelectuales, filosóficos y cultu-
rales en ese país. Allí las ideas freudianas fueron bien recibidas entre los surrealistas franceses, en 
las revistas literarias, de sociología y antropología, en las discusiones vinculadas al marxismo, en la 
fenomenología, etc. Luego de los años ’60, en la corriente estructuralista, los postulados freudia-
nos tuvieron un rol protagónico para autores como Georges Canguilhem, Jean François Lyotard, 
Gilles Deleuze, Michel Foucault y Jacques Derrida, quienes a la vez se mostraron críticos con el 
modo de funcionamiento de las instituciones psicoanalíticas. En este marco, Jacques Lacan se 
convirtió en una figura central. 
Dada esta combinación de la vía médica e intelectual, tuvo lugar en Francia una tradición “psi” 
que revistió sus particularidades. Allí, la concepción de la conducta fue distinta a la del behavio-
rismo norteamericano, debido a la influencia de la tradición filosófica y literaria en la Psicología. 
Este fenómeno conllevó la puesta en relieve de la conciencia y la importancia de la subjetividad 
como componente de la conducta, aunque se utilizaran métodos experimentales y con pretensio-
nes de objetividad 
Más adelante, veremos que el bagaje teórico y cultural francés marcó en gran medida las prácti-
cas de difusión de saberes “psi” en Argentina a mediados del siglo XX (Dagfal, 2009). Principal-
mente, las figuras de Enrique Pichon Riviere, José Bleger y Oscar Masotta dan cuenta de esta im-
pronta. 
Así como hemos señalado hasta aquí algunos aspectos del desarrollo del movimiento psicoanalíti-
co a nivel internacional, ahora mostraremos las principales vías de expansión del Psicoanálisis en 
Argentina desde fines del siglo XIX. Observamos procesos clave de difusión del Psicoanálisis en el 
país: en círculos médicos, en el orden social y político, en la cultura popular, etc. Analizaremos 
lecturas y apropiaciones de la obra de Freud, realizadas por distintos actores, bajo circunstancias 
socio-históricas divergentes, que abarcan tanto períodos históricos democráticos, como aquellos 
al mando de gobiernos militares. 
Intentaremos establecer como un eje ordenador, de la periodización a abordar en este curso, al 
año 1942. Ese fue el momento de institucionalización del Psicoanálisis en la asociación oficial, la 
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Esta institución ostentó el monopolio de la formación 
psicoanalítica hasta los años setenta y fue sede de divisiones y conflictos, teóricos y políticos. Em-
 
 
 
Historia del Psicoanálisis en Argentina | 9 
pero, previa y posteriormente a ese hito fundacional, es posible analizar múltiples lecturas de la 
obra de Freud que tuvieron lugar más allá de ese espacio institucional. 
Las apropiaciones de la obra de Freud y los intentos de difusión de la misma, se han producido en 
nuestro país desde fines del siglo XIX. En ese momento, como legado de la generación del ochenta 
existía una visión filosófica positivista que pregonaba el crecimiento por medio del orden y el pro-
greso. Su correlato en el ambiente científico consistía en el predominio de ideas naturalistas y 
evolucionistas. Ésta resultaba de gran influencia en nuestro país en aquel momento. 
Esta visión imperante constituía una matriz filosófica y pretendía operar sobre la realidad social. 
Bajo dicha perspectiva entonces la Psiquiatría se mostraba al servicio de acciones concretas por 
parte de la intervención del Estado. Los lineamientos estatales encontraban en esa disciplina su 
aliada para lograr determinados objetivos, como resolver las problemáticas inmigratorias y mejo-
rar las condiciones de vida de los trabajadores que llegaban a las ciudades (Plotkin, 2003). 
Así, la Psiquiatría bajo el paradigma de la teoría de la degeneración - que enfatiza el papel de la 
herencia biológica-, contribuía a la implementación de políticas vinculadas a un mayor control 
poblacional. Esa Psiquiatría argentina de la primera década del siglo XX tenía como impronta el 
pensamiento italiano y fundamentalmente el francés. En la psiquiatría italiana, la influencia de 
figuras como Cesare Lombroso, un criminólogo que adjudicaba las causas de los delitos a motivos 
genéticos y biológicos, además del peso de la Iglesia Católica en ese país, funcionaron como obs-
táculo para la expansión de la doctrina freudiana. En Francia, la tradición neurológica, la influencia 
de psicólogos como Pierre Janet y el arraigo de ideas nacionalistas contribuyeron a que las ideas 
de Freud no fueran bien recibidas en la comunidad médica. De esta manera, es posible pensar 
que las ideas del autor vienés no influyeron positivamente en los círculos psiquiátricos de la Ar-
gentina de ese momento. 
Vemos entonces que en los inicios del siglo XX el Psicoanálisis no constituía un recurso para las 
prácticasterapéuticas en Argentina (Balán, 1988). Las ideas de Freud sólo comenzaban a circular 
en tono de crítica en los trabajos de algunos autores. Fundamentalmente los argumentos que se 
alegaban por parte de los psiquiatras de aquel momento para la oposición al mismo, fueron el 
supuesto pansexualismo y la acientificidad de las ideas freudianas (Plotkin, 2003).2 
Como muestra de esa primera recepción negativa puede observarse el caso del médico y criminó-
logo José Ingenieros. En primer lugar, en 1904 en su texto Los accidentes histéricos y las sugestio-
nes terapéuticas, este autor mencionó a Freud y también a Breuer como parte de los estudios 
realizados sobre histeria, ubicándolos en el marco de una influencia mayor de la corriente psiquiá-
trica francesa. Años más tarde, en 1919 ─ en otra edición de la obra mencionada, que cambiaría 
su nombre a Histeria y Sugestión ─ Ingenieros se manifestó expresamente en contra de las teorías 
freudianas usando los argumentos que habían sido esbozados por Pierre Janet en 1913. Éstos 
remitían al excesivo rol de la sexualidad en la etiología de las neurosis. Además, señalaba que las 
ideas freudianas se mantenían fuera del campo médico. 
Por tanto, si bien Ingenieros se oponía al Psicoanálisis también por alegar su carencia de cientifi-
cidad, desde sus escritos inauguraba la discusión sobre temas de sexualidad, hipnosis, sueños, 
vinculados a la doctrina freudiana y abonó el terreno para dar lugar a nuevas lecturas. “Ingenieros 
casi no habló de Freud y sin embargo contribuyó a crear las condiciones de una recepción de 
Freud”, afirmó Hugo Vezzetti, historiador argentino de Psicoanálisis (1996b, p. 125). En Argentina 
entonces también se producía ese “doble movimiento de penetración y rechazo” señalado ante-
riormente por Roudinesco (1986). Por último destacamos que José Ingenieros se desempeñó co-
 
2 Esta primera recepción negativa se distanciaba de lo ocurrido por ejemplo en países cercanos como Brasil, donde fue acogido con 
mejor predisposición por esos años. En esas tierras el Psicoanálisis era visto como una alternativa a las teorías deterministas que 
auguraban para el país por motivos raciales, el fracaso y el atraso (Russo, 2012). 
 
 
 
Historia del Psicoanálisis en Argentina | 10 
mo profesor en la cátedra de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, por lo que 
este espacio de discusión también se abrió a la formación universitaria. 
De forma opuesta, las primeras alusiones a Freud en un sentido positivo en Argentina, estuvieron 
a cargo de extranjeros. En primer lugar, destacamos el caso del médico chileno Germán Greve, 
cuya ponencia titulada Sobre psicología y psicoterapia de ciertos estados angustiosos fue intro-
ductoria de Freud en el Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene en Buenos Aires 
en 1910. Este autor se enmarcó en la tradición psiquiátrica francesa, intentando conciliar los pos-
tulados freudianos con las ideas de Jean Martin Charcot y Pierre Janet (Ruperthuz, 2012). Asimis-
mo, ese texto puede incluirse dentro de una línea de trabajos donde el uso del Psicoanálisis servía 
como argumento para psiquiatras que se oponían a tesis fuertemente hereditarias (Vallejo, 2007). 
Cabe aclarar que incluso Sigmund Freud mencionó el trabajo de Greve en su texto Contribución a 
la Historia del Movimiento Psicoanalítico (1914). 
Luego, en ese mismo texto el autor vienés destacó el trabajo en América Latina de Honorio Del-
gado, un médico peruano que publicó artículos en revistas argentinas, varios libros e incluso una 
biografía de Freud desde una postura no ortodoxa del Psicoanálisis. Por otro lado también Gonza-
lo Lafora de origen español, difundió postulados freudianos en Argentina desde una postura 
ecléctica. Este último impartió una serie de conferencias en la Facultad de Medicina de la UBA en 
1923, logrando una notable influencia. 
Con el correr de los años, junto con el debilitamiento del positivismo, el Psicoanálisis comenzó a 
ser incorporado como un recurso disponible en el campo médico. Se posibilitó el ascenso de otras 
alternativas terapéuticas ya que, en el marco del fin de la primera guerra mundial, la visión de 
progreso fundada en la ciencia se debilitó. A nivel internacional, surgía el movimiento de la higie-
ne mental, que se focalizaba en las condiciones ambientales de la enfermedad, limitando a su vez 
la realidad terapéutica del asilo. 
En Argentina, este movimiento se institucionalizó en 1929, cuando se fundó la Liga Argentina de 
Higiene Mental, bajo la influencia del movimiento de higiene mental norteamericano (Klappen-
bach, 1999). Allí algunos psiquiatras comenzaron a manifestar su interés por las ideas freudianas, 
promoviendo la psicoterapia como técnica válida. Gonzalo Bosch, Enrique Pichon Riviere, Arnaldo 
Rascovsky, Mauricio Goldenberg y Eduardo Krapf fueron algunos de los psiquiatras que de una 
forma u otra incorporaron y a la vez discutieron estas ideas. Bajo distintas prácticas y formas de 
intervención, todos ellos continuaron introduciendo las ideas psicoanalíticas en los años posterio-
res. Se produjo en nuestro país entonces, un pasaje de la psiquiatría tradicional, biológica y asilar 
a un nuevo paradigma interdisciplinar, donde el psiquiatra contaba con recursos provenientes del 
Psicoanálisis y de las ciencias humanas. 
A la vez, más allá del ámbito médico los preceptos freudianos se vincularon asimismo con temas 
sociales. Más específicamente, con lo que puede llamarse una cultura de izquierda. Ésta impronta 
puede observarse por ejemplo, en psiquiatras como Jorge Thenon, Enrique Pizarro Crespo y Gre-
gorio Bermann, quienes abordaron estos temas en diversos artículos e intentaron llevar a la prác-
tica esta vinculación en aras de modernizar la psiquiatría. Si bien no es posible identificar una 
postura consistente de la obra de Freud por parte de la izquierda en general, estos psiquiatras se 
mostraron cercanos a filiaciones marxistas que propusieron asimismo lecturas sociológicas del 
Psicoanálisis (Plotkin, 2003). 
Sin embargo, el Psicoanálisis no sólo fue combinado con ideas marxistas. Las condiciones sociales 
del país como también los procesos de ideologización, en este caso de los psiquiatras argentinos, 
contribuyeron a que se asociara la obra del médico vienés con posiciones políticas de distinto 
orden. Esto se expresa por ejemplo, en los trabajos de Juan Ramón Beltrán, partidario de una 
visión política conservadora. Este médico proveniente de una formación militar, consideraba al 
Psicoanálisis como una herramienta educativa destinada a mantener el orden social (Plotkin, 
2003). 
 
 
 
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De igual forma, debemos destacar que, a fines de la década del veinte, el Psicoanálisis comenzó a 
ser difundido en la cultura popular y la vida cotidiana. En revistas populares como El Hogar, se 
publicaban artículos sobre temas que involucraban las ideas freudianas, lo cual contribuyó a su 
difusión en la vida de los ciudadanos porteños. En 1931 el diario Jornada comenzó a publicar una 
columna sobre Psicoanálisis. También la colección Freud al Alcance de Todos que Alberto Hidalgo 
escribió en 1935 bajo el seudónimo de “J. Gomez Nerea”, da muestra de cómo se intentó situar al 
autor vienés en nuevos contextos de lectura. Estos aportes acercaban el Psicoanálisis a un público 
de mayor alcance, incluso asumiendo la previa familiaridad de los lectores con tales postulados. 
La difusión del Psicoanálisis comenzaba a exceder el ámbito meramente terapéutico. 
Observamos entonces cómo el Psicoanálisis en nuestro país fue utilizado durante las primeras 
décadas del siglo XX, para diversos propósitos, dando cuenta de su “maleabilidad y capacidad de 
adaptación” (Plotkin, 2003, p.142) y de su “carácter abierto” (Vezzetti, 1996b, p.131). De este 
modo, las apropiaciones de las ideas freudianas en nuestro país analizadas hasta aquí, tanto pro-
gresistascomo conservadoras, pueden ser incluidas bajo el fenómeno que Eli Zaretsky, un investi-
gador norteamericano ha denominado como “legado ambiguo del Psicoanálisis” (2004, p. 3). Así, 
las ideas freudianas han logrado diseminarse por distintas áreas y territorios y ser utilizadas en 
nombre de fines diversos y hasta antagónicos. 
 
 
 
 
 
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 Balán, J. (1988). Profesión e identidad en una sociedad dividida: la medicina y el origen del 
psicoanálisis en la Argentina. Buenos Aires: CEDES. 
 Bourdieu, P. & Wacquant, L. (1992) [2005]. Una invitación a la sociología reflexiva. Buenos 
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