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Encarnación humana de los dioses

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La Rama Dorada – Capítulo VII: Encarnación humana de los dioses
Mientras que la obra en si pretende demostrar la existencia de características comunes entre las creencias religiosas primitivas (teñida de una clara tendencia evolucionista en su análisis), el capítulo en si abarca específicamente la conceptualización tanto de “dioses” como de “divinidad”.
Según Frazer, las gentes primitivas perdieron confianza en su habilidad para hacer magia con el pasar de los años, lo que a su vez disminuyó su sentido de “igualdad” con respecto a los dioses y desencadenó una compulsión cada vez más pronunciada por girarse hacia entidades superiores en busca de su intercesión favorable. Los sacrificios y las plegarias tomaron el lugar de las prácticas de magia “privada”, las cuales fueron relegadas a exclusivas de los supersticiosos. 
Sin embargo, poco antes de que la magia practicada por los comunes fuese categorizada como “arte negra”, hubo un ínterin durante el cual la idea de un hombre-dios – humanos a los que se les concedía atribuciones divinas o sobrenaturales – prevaleció. Los antiguos creían que estos hombre-dioses poseían los mismos poderes que ellos mismos, con una marcada diferencia en la intensidad de la manifestación de estos; incluso, veían a las deidades como entidades mágicas invisibles trabajando bajo el abrigo de la naturaleza, justo como lo haría un usuario de magia humano a plena vista.
No obstante, Frazer señala que este concepto temprano de deidad fue probablemente el “germen” a partir del cual los pueblos civilizados han desarrollado su propio concepto de deidad.
Con respecto a los dioses encarnados, Frazer presenta 2 clases: La primera es la posesión “temporal” de un anfitrión (encarnación), que se manifiesta como conocimiento sobrenatural (adivinación y profecías) que ocasionalmente involucra la ingesta de sangre (humana o animal) o ciertos tipos de plantas sagradas. La segunda conlleva una posesión más permanente del cuerpo humano seleccionado por el espíritu divino, misma que se demuestra a través de “milagros” (que en ese entonces no era considerados infracciones a las leyes naturales). 
A lo largo del capítulo, se enumeran numerosos ejemplos de pueblos en los cuales se dieron a conocer casos de hombres-dioses (mismos que pudieron surgir sea de noble cuna como de los orígenes más humildes): Destacan las menciones de la India (donde un dios-humano comenzó su vida como hijo de un blanqueador de algodón), Camboya (donde ante una epidemia una banda de músicos debe escoltar a la encarnación temporal ante el pueblo), los Budistas (sus Grandes Lamas y el ciclo de su reencarnación) e incluso el Cristianismo.

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