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DIALOGO. 
Universidad Británica de México. 
DATOS PERSONALES. 
Derecho. | Grado y Grupo: 9°B. | Semana 5. | 
30 de mayo de 2021. | Profesor: Luis 
Fernando Romo Pérez. 
Samuel Ebenezer Martínez Paredes. 
Hermenéutica Jurídica. 
 
Introducción. 
En el análisis de la hermenéutica, se ha podido ver que la comprensión no se basa 
en un desplazarse al interior del otro, a una participación inmediata de él. 
Comprender lo que alguien dice es, como ya hemos visto, ponerse de acuerdo en 
la cosa, no ponerse en el lugar del otro y reproducir sus vivencias. La experiencia 
de sentido que tiene lugar en la comprensión encierra siempre un momento, de 
aplicación. Ahora se considerará que todo este proceso es lingüístico. 
No en vano la verdadera problemática de la comprensión y el intento de dominarla 
por arte pertenece tradicionalmente al ámbito de la gramática y de la retórica. El 
lenguaje es el medio en el que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el 
consenso sobre, la cosa. Son las situaciones en las que se altera o dificulta el 
ponerse de acuerdo las que con más facilidad permiten hacer conscientes las 
condiciones bajo las que se realiza cualquier consenso. 
El traductor tiene que trasladar aquí el sentido que se trata de comprender al 
contexto en el que vive el otro interlocutor. Pero esto no quiere decir en modo alguno 
que le esté permitido falsear el sentido al que se refería el otro. Precisamente lo que 
tiene que mantenerse es el sentido, pero como tiene que comprenderse en un 
mundo lingüístico nuevo, tiene que hacerse valer en él de una forma nueva. Toda 
traducción es por eso ya una interpretación, e incluso puede decirse que es la 
consumación de la interpretación que el traductor hace madurar en la palabra que 
se le ofrece. 
El caso de la traducción hace consciente la lingüisticidad como el medio del posible 
acuerdo, porque en ella este medio tiene que ser producido artificiosamente a través 
de una mediación expresa. Esta organización artificiosa no es desde luego el caso 
normal de las conversaciones. Tampoco la traducción es el caso normal de nuestro 
comportamiento respecto a las lenguas extrañas. Cuando es necesaria la 
traducción no hay más remedio que hacerse cargo de la distancia entre el espíritu 
de la literalidad originaria de lo dicho y el de su reproducción, distancia que nunca 
llega a superarse por completo. 
Desarrollo. 
La hermenéutica analógica. 
Esta es la que intenta situarse como una alternativa a lo que él caracteriza como 
hermenéuticas univocistas y equivocistas. Para las primeras, un texto (o aquello que 
se está interpretando) tiene un solo significado, para las segundas, acepta una 
infinidad de interpretaciones válidas. 
La hermenéutica univocistas o "positivistas" buscan un solo sentido y una sola 
interpretación; buscan un lenguaje perfectamente unívoco. El ejemplo de este tipo 
de hermenéutica, según Beuchot, es John Stuart Mill, quien afirma que incluso en 
las ciencias sociales y humanas los términos deben ser unívocos y las definiciones 
tienen que ser nominales y estar estipuladas para propósitos de la unificación. El 
positivismo lógico podría ser otro ejemplo de este tipo de actitud, pues soñaba con 
un lenguaje unívoco y puramente extensional. Sin embargo, por un lado, este 
proyecto resultó imposible de llevarse a cabo en las ciencias humanas y, por otro, 
como bien lo señala Beuchot, no es en sentido estricto una hermenéutica, porque 
"donde hay un solo significado no hace falta la interpretación". 
La hermenéutica equivocista, según la cual el significado de las palabras y de los 
textos no está determinado y acepta una infinidad de interpretaciones tantas como 
perspectivas o contextos culturales para interpretar sean posibles. Lo que está 
detrás de las hermenéuticas equivocistas es una forma de relativismo cognitivo o 
epistémico, como el que encontramos desde Nietzsche ("No hay hechos, sino sólo 
interpretaciones") hasta la posmodernidad del deconstruccionismo de Derrida, con 
su crítica al logo centrismo y a cualquier criterio para determinar el significado de 
los términos. 
La lingüisticidad como determinación de la realización hermenéutica. 
Por regla general el historiador elige los conceptos con los que describe la 
peculiaridad histórica de sus objetos sin reflexión expresa sobre su origen y 
justificación. Sigue en esto únicamente a su interés por la cosa, y no se da cuenta 
a sí mismo del hecho de que la apropiación descriptiva que se encuentra ya en los 
conceptos que elige puede estar llena de consecuencias para su propia intención, 
pues nivela lo históricamente extraño con lo familiar y somete así a los propios 
conceptos previos la alteridad del objeto, por muy imparcialmente que pretenda 
comprenderlo. En la medida en que el historiador no se reconozca esta su 
ingenuidad, fallará incuestionablemente al nivel de reflexión exigido por su tema. 
Pero su ingenuidad se hará verdaderamente abismal cuando empiece a hacerse 
consciente de esta problemática y se plantee entonces la exigencia de que en la 
comprensión histórica es obligado dejar de lado los propios conceptos y pensar 
únicamente en los de la época que se trata de comprender. 
El requisito de dejar de lado los conceptos del presente no postula un 
desplazamiento ingenuo al pasado. Se trata por el contrario de una exigencia 
esencialmente relativa y que sólo tiene sentido por referencia a los propios 
conceptos. La conciencia histórica se malentiende a sí misma cuando para 
comprender pretende desconectar lo único que hace posible la comprensión. 
Pensar históricamente quiere decir en realidad realizar la trasformación que les 
acontece a los conceptos del pasado cuando intentamos pensar en ellos. Pensar 
históricamente entraña en consecuencia siempre una mediación entre dichos 
conceptos y el propio pensar. Querer evitar los propios conceptos en la 
interpretación no sólo es imposible, sino que es un absurdo evidente. Interpretar 
significa justamente aportar los propios conceptos previos con el fin de que la 
referencia del texto se haga realmente lenguaje para nosotros. La vinculación a una 
situación no significa en modo alguno que la pretensión de corrección que es 
inherente a cualquier interpretación se disuelva en lo subjetivo u ocasional. No 
vamos a caer ahora de nuevo por detrás del conocimiento romántico que liberó al 
problema hermenéutico de todos sus motivos ocasionales. Objetivamente esto vale 
también para los casos en los que la comprensión ocurre inmediatamente y sin 
necesidad de asumir una interpretación expresa. Pues también en estos casos de 
comprensión tiene que ser posible la interpretación. Pero esto significa que en la 
comprensión está contenida potencial-mente la interpretación, la cual simplemente 
confiere a aquélla su condición de explicitud. En consecuencia, la interpretación no 
es un medio para producir la comprensión, sino que se introduce por sí misma en el 
contenido de lo que se comprende. 
La generalidad de esta constatación sólo experimenta algunas variaciones 
características que la confirman indirectamente. Allí donde se trata de comprender 
e interpretar textos lingüísticos, la interpretación en el medio del lenguaje muestra 
por si misma coa claridad lo que la comprensión es siempre: una apropiación de lo 
dicho, tal que se convierta en cosa propia. La interpretación lingüística es la forma 
de la interpretación en general. Por lo tanto, se da también allí donde lo que hay que 
interpretar no es de naturaleza lingüística, no es un texto sino, por ejemplo, un 
cuadro o una obra musical. No conviene dejarse desorientar por estas formas de 
interpretación que no son en sí mismas lingüísticas, pero que en cambio presuponen 
realmente la lingüisticidad. La unidad interna de lenguaje y pensamiento es también 
el presupuesto del que parte ésta. Sólo así ha podido convertirse en ciencia. Pues 
sólo porqueexiste esta unidad le merece la pena al investigador realizar la 
abstracción por la que en cada caso convierte en su objeto al lenguaje como tal. 
Sólo rompiendo con los prejuicios convencionalistas de la teología y del 
racionalismo aprendieron Herder y Humboldt a ver las lenguas como otras tantas 
maneras de ver el mundo. Al reconocer la unidad de pensamiento y habla 
accedieron a la tarea de comparar las diversas maneras de dar forma a esta unidad 
como tales. Nosotros partiremos de la misma concepción, pero haremos el camino 
en sentido inverso. A pesar de toda la diversidad de las maneras de hablar 
intentaremos retener la unidad indisoluble de pensamiento y lenguaje tal como la 
encontramos en el fenómeno hermenéutico, como unidad de comprensión e 
interpretación. 
 
Conclusión. 
Si se reconoce esta relación fundamental entre lingüisticidad y comprensión, no se 
podrá confirmar ya que el camino que va de la inconsciencia lingüística a la 
devaluación lingüística, pasando por la conciencia lingüística represente un proceso 
histórico unívoco. El lenguaje que vive en el hablar, que comprende toda 
comprensión, incluida la del intérprete de los textos, está tan involucrado en la 
realización del pensar y del interpretar que verdaderamente nos quedaríamos con 
muy poco si apartáramos la vista del contenido que nos trasmiten las lenguas y 
quisiéramos pensar éstas, sólo como forma. La inconsciencia lingüística no ha 
dejado de ser la auténtica forma de ser del hablar. Por eso nos volveremos 
preferentemente hacia los griegos, que no tenían ningún término para lo que 
nosotros llamamos lenguaje en el momento en que empezó a serles problemática y 
digna de reflexión la unidad de palabra y cosa que todo lo domina, y a continuación 
examinaremos también el pensamiento cristiano de la edad media, que volvió a 
pensar el misterio de esta unidad desde su propio interés teológico y dogmático. 
 
Bibliografía. 
1. http://aulavirtualunibritanica.com/pluginfile.php/177602/mod_resource/conte
nt/0/5.1%20Gadamer_Hans_Georg_Verdad_y_Metodo_I-235-250.pdf 
 
http://aulavirtualunibritanica.com/pluginfile.php/177602/mod_resource/content/0/5.1%20Gadamer_Hans_Georg_Verdad_y_Metodo_I-235-250.pdf
http://aulavirtualunibritanica.com/pluginfile.php/177602/mod_resource/content/0/5.1%20Gadamer_Hans_Georg_Verdad_y_Metodo_I-235-250.pdf

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