Vista previa del material en texto
Tras la renuncia de Fernando VII al trono de España, en 1808, se desencadenaron severas crisis políticas en todo el reino español. En Nueva España, esta crisis y los debates sobre soberanía y autonomía llevaron a intentos conspirativos que finalmente tuvieron su estallido en septiembre de 1810. El proceso iniciado como un movimiento de emancipación, por la intervención de la insurgencia a lo largo de once años, se transformó en la búsqueda de independencia absoluta. Las conspiraciones en el virreinato se sucedieron, en 1808, por el Ayuntamiento de México, encabezado por Francisco Primo Verdad, en 1809, la de Valladolid, conformada por José Mariano Michelena, Ignacio Allende y Mariano Abasolo, y la de San Miguel el Grande, encabezada por los capitanes Allende y Abasolo y, en 1810, la de Querétaro, en la que se encontraban el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el industrial Juan Aldama, el corregidor José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, entre los principales. Los conjurados de Valladolid pretendían el establecimiento de un congreso soberano, a partir del 21 de diciembre de 1809, formado por representantes de las villas de Nueva España, y que, como la Junta de México, gobernaría en nombre del rey Fernando VII de España, cuyo trono había sido usurpado por los franceses un año Uno de los participantes denunció la conjura. Una vez presos los principales implicados declararon que lo único que pretendían era defender los derechos del soberano, Fernando VII, y hacer todo lo necesario para evitar que los peninsulares residentes en Nueva España entregaran el reino a los franceses.