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Zaldúa - Escenarios contemporáneos de subjetivación

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Zaldúa, G. (2011). Escenarios contemporáneos de subjetivación. El trabajo y el género en la 
perspectiva de la Psicología Social Comunitaria, en Revista Investigaciones en Psicología, Instituto 
de Investigaciones de la Facultad de Psicología, Año 16, Nro. 1, págs. 41-59. 
 
Resumen 
Este trabajo propone reflexionar sobre los 
efectos de sentido de los procesos de 
globalización a partir de los posicionamientos 
sociales y subjetivos y las prácticas discursivas 
en ámbitos de la vida social. Interrogarnos 
desde la Psicología Social Comunitaria sobre la 
implicancia subjetiva y colectiva en la trama 
sociohistórica de nuestros países 
latinoamericanos, es reafirmar la apuesta 
fundante de la transformación social. Desde el 
análisis de las configuraciones societales y los 
discursos vinculados a dominios diversos de 
la praxis social, se analizarán las paradojas y 
cesuras de dos categorías estructurales de 
las relaciones sociales y la subjetividad: 
trabajo y género. 
A partir del recorte y desde una perspectiva 
interpretativa crítica se articulan dimensiones 
constitutivas de las relaciones poder, de las 
representaciones sobre la realidad y la 
producción de identidades genéricas que 
condicionan percepciones, elecciones, 
posibilidades, trayectorias y espacios en el 
entramado social. 
El objetivo de analizar las significaciones 
émicas de trayectorias de vida en 
intervenciones psico-comunitarias con 
colectivos de mujeres migrantes, propicia 
interpretaciones de mundos culturales en 
situación de vulnerabilidad y potencia 
estrategias de resistencia y transformación. 
Contextos sociohistóricos y escenarios 
microsociales condicionan las trayectorias y 
la producción de sentidos singulares y 
colectivos, asimismo posibilitan 
dimensiones instituyentes ético políticas 
transformadoras, insoslayables en la praxis 
de la Psicología Social Comunitaria. 
Palabras clave: subjetividad – género – 
trabajo 
 
Introducción 
 
Desde los años setenta el campo de la 
Psicología Social Comunitaria (PSC) en 
América Latina, con su compromiso con las 
problemáticas locales y continentales y su 
ruptura con el objetivismo positivista, se 
implica en un posicionamiento crítico frente a 
la realidad sociohistórica y los actores 
sociales. En articulación con otras disciplinas 
de las Ciencias Sociales se revisan las formas 
ideológicas de construir el objeto de las 
prácticas profesionales y se afirma la 
centralidad de la liberación de las mayorías 
populares. La crítica de Baró a las condiciones 
y mecanismos de dominación, la Investigación 
Acción Participativa y la Sociología militante 
de Fals Borda, y la Educación Popular de 
Freire, son trayectorias emblemáticas de 
saberes y prácticas de concientización y 
participación comunitaria. Los desarrollos 
actuales, refrendando las perspectivas de 
justicia y cambio social de la PSC, sostienen 
los principios ético políticos como 
compromiso, el carácter dialógico de la 
participación como componente de la acción y 
fundamento de la transformación del 
ambiente y las personas frente a las 
tensiones, conflictos, rupturas, continuidades 
en los proyectos psico-comunitarios, y en 
relación a los sentidos y significaciones de la 
realidad social, la vida cotidiana y las 
necesidades comunitarias (Montero, 2006). 
A su vez, los problemas y desafíos que 
plantea hoy la realidad nos interpela sobre la 
vigencia de esos principios en cada contexto 
desde la diversidad de construcciones 
epistémicas, estatutos científicos, supuestos, 
encuadres, herramientas metodológicas, 
dispositivos de intervención, modalidades de 
evaluación y, centralmente, dimensiones 
instituyentes como la participación, la 
reflexividad, el compromiso, que 
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tranversalizan la praxis psicosocial 
comunitaria. 
El campo del quehacer de la PSC se nos 
impone como un conjunto de relaciones 
sociohistóricas entre posiciones ancladas en 
ciertas formas de poder, delimitando 
escenarios, instituciones, actores sociales y 
producciones de diversos capitales 
económicos, culturales, sociales, simbólicos 
con jerarquías y distribuciones desiguales. 
Indagar como operan los capitales excede 
esta presentación, sin embargo es un 
referencial teórico que permite acompañar 
una mirada compleja. La reflexividad, 
entendida como programa epistemológico 
para la ciencia social, impone revisar los 
sesgos de -las coordenadas sociales del 
investigador,- el lugar que ocupa en el campo 
académico y las posiciones intelectuales 
posibles en el campo de producción simbólica 
y – la construcción intelectualista como 
espectáculo, como conjunto de significaciones 
a ser interpretadas y no como lógica de la 
práctica (Bourdieu y Wacquant, 2005). 
Hermenéutica crítica necesaria, en una etapa 
de globalización neoliberal, que coloniza 
territorios, culturas, campos y categorías 
conceptuales dentro de la lógica hegemónica 
del modelo neoliberal de crecimiento 
económico y el paradigma posmoderno de la 
informática y la comunicación. 
Reconfiguraciones societales que se articulan 
con prácticas discursivas en los diferentes 
ámbitos nos convocan a reflexionar sobre los 
lazos sociales, la intersubjetividad, la 
constitución subjetiva. Elegiremos un atajo, 
desde el análisis crítico de las prácticas 
discursivas proponemos interpretar las 
paradojas y cesuras en el campo de la praxis 
psico-comunitaria en dos ejes estructurantes 
de la subjetividad y la intersubjetividad: el 
trabajo y el género. Perspectiva teórico 
metodológica que orienta un principio de 
coherencia entre los enunciados o los géneros 
discursivos y los procesos de legitimación del 
orden social. En este sentido, el núcleo de la 
discursividad lo constituye el enunciado, su 
configuración con sus temas, sus actores, su 
composición variable en relación a los 
contextos y la situación dada (Bajtin, 1985). 
 
Contextos globalizados y sus consecuencias 
 
Tiempos acelerados de cambios tecnológicos 
y territorios de inclusión y exclusión en 
espacios que configuran adentro y afuera de 
la trama societal. La crisis capitalista que se 
visibiliza desde los setenta, dice Antunes 
(2005), se caracterizó por la caída de la tasa 
de ganancia, el agotamiento del patrón de 
acumulación taylorista fordista, la hipertrofia 
de la esfera financiera en desmedro de la 
productiva, el incremento de las 
privatizaciones, la flexibilización del proceso 
productivo y la crisis del Estado de Bienestar. 
A su vez, señala que emerge el sistema 
ideológico del neoliberalismo con la 
reestructuración de la producción y el trabajo, 
y la desregulación de los derechos del trabajo. 
La emergencia de desocupaciones, 
precarizaciones y migraciones precipita 
movilidades que interrumpen vínculos y 
trayectorias en la construcción de historias 
con cercanía local, y son parte de 
conformaciones sociales complejas en 
tiempos de hegemonía del neoliberalismo y el 
capital globalizado. 
Procesos que ponen en cuestión la 
representación y simbolización del origen, la 
pertenencia, el reconocimiento de las 
historias singulares y colectivas. En esas 
movilidades hacia los márgenes aparecen 
sectores e instituciones arrasadas en su 
capacidad de sostén, intercambios y redes 
débiles, subjetividades frágiles y violencias 
como pasajes sustitutivos de las palabras en la 
resolución de conflictos. Expresiones de 
contextos de marginaciones urbanas, que 
contrastan con espacios poblacionales de 
altos ingresos o sectores medios o de 
trabajadores, en nuestras grandes ciudades 
latinoamericanas. 
Z. Bauman señala las nuevas afectaciones 
diferenciales de la distancia, como producto 
social, puede emancipar de restricciones 
territoriales a algunos y, a la vez, confinar a 
otros, despojados de valor y atribución 
identitaria: “La globalización augura la 
libertad de crear significados para algunos y a 
la vez presagia para otros la condena a la 
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insignificancia y es un proceso con raícesy 
consecuencias graves […] lejos de 
homogeneizar la condición humana, la 
anulación tecnológica de las distancias de 
tiempo y espacio, tiende a polarizarla” 
(Bauman, 1998: 28). 
En este sentido, nos interrogamos sobre los 
efectos de las diferentes reestructuraciones 
productivas y los entornos laborales, con sus 
exclusiones del no trabajo e inclusiones 
flexibilizadas o precarizadas del trabajo y el 
género, como elemento constitutivo de las 
relaciones basadas en las diferencias de los 
sexos y las relaciones de poder. Decisión que 
no elude que se pongan en cuestión algunos 
discursos que incorporan la cuestión social y 
los efectos de las desigualdades sociales como 
determinantes de las problemáticas de la 
salud poblacional. 
En documentos recientes elaborados por la 
Comisión de la OMS sobre Determinantes 
Sociales de la salud y las desigualdades 
sociales, presidida por el Dr. Marmot (2008), 
enfatizan que la justicia social es una cuestión 
esencial, de vida o muerte. La incidencia de 
las desigualdades que afectan el modo como 
vive la gente, la probabilidad de enfermar o 
morir de forma prematura, incumben a las 
políticas públicas. En este estudio de tres años 
exponen las desigualdades entre países y 
regiones, y la relevancia de los determinantes 
sociales en la agenda global de salud. Tres 
aspectos requieren advertirse de orden 
político, epistémico y sociohistórico. El 
primero está referido a la existencia de 
brechas entre las retóricas y las prácticas, y a 
las políticas públicas que son insolventes 
frente a las necesidades y problemas 
prevalentes. Señalar las expectativas de vida 
de más de 80 años en los países desarrollados 
y 50 años en las zonas del planeta más 
desiguales es una evidencia, que responde a 
las inequidades estructurales en la 
accesibilidad de bienes materiales y 
simbólicos, y a un orden global injusto. Otro 
ejemplo, si consideramos los veinte años que 
pasaron desde la Declaración de Caracas 
firmada por los países de América Latina en 
1990, en el campo de salud mental se 
evidencia la incongruencia entre propósitos y 
los efectos reales. Los lineamientos acordados 
afirman que los cuidados, recursos y 
tratamientos para personas con trastornos 
mentales deben salvaguardar la dignidad y los 
derechos humanos, incluido el desarrollo de 
servicios de salud mental basados en la 
comunidad, propiciando la no estigmatización 
y la reinserción social. A pesar que los 
modelos comunitarios, la descentralización y 
la atención primaria son componentes 
principales de los planes y programas de 
salud mental en la mayoría de los países de 
América Latina y el Caribe, la persistencia de 
instituciones manicomiales, espacios de 
negación de derechos humanos, y la no 
implementación de transformaciones que 
incluyan servicios comunitarios muestran la 
brecha entre los enunciados, las prácticas y 
las prioridades de las agendas políticas. 
El segundo aspecto de orden epistémico, nos 
advierte de olvidos o no reconocimientos de 
los enunciados de un sanitarismo contra 
hegemónico que asociaba los determinantes 
económicos y sociales, y en particular las 
condiciones de trabajo extremas, con los 
efectos destructivos de la vida y la salud 
desde hace más de tres décadas en América 
Latina. Breilh (2003) afirma que las relaciones 
de poder en la ciencia epidemiológica, como 
cualquier operación simbólica, explica la 
historia de disensos científicos. En el siglo XIX 
desde una doctrina progresista miasmática 
debatían con los sostenedores de un 
contagionismo conservador o entre las 
explicaciones unicausales y las teorías sociales 
a principios del siglo XX, o entre el modelo 
multicausal versus la epidemiología crítica en 
la actualidad. Para Breilh, el no registro del 
pensamiento crítico latinoamericano, podría 
ser la decisión de ignorar un enfoque 
cuestionador de las relaciones de poder de la 
sociedad de mercado, que integra el análisis 
de los modos de vivir históricamente 
estructurados de clase-etnia-género, y de sus 
perfiles de salud, con la estructura de 
propiedad y acumulación, sus políticas de 
Estado y sus relaciones culturales. 
Con respecto al tercer aspecto sociohistórico, 
entendemos que el modelo de la OMS que 
incorpora lo social en la salud, aunque abre el 
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análisis más allá del biopoder y la 
medicalización, conserva la impronta del 
modelo multicausalista. Analiza factores 
sociales externos que operan como 
determinantes estructurales (gobernanza y 
política) de modo aleatorio, y no como lógicas 
estructurantes sociohistóricas sistémicas del 
capitalismo, de relaciones de acumulación y 
de propiedad y sus expresiones de clase, 
género, etnia y cultura. 
 
El trabajo, modelos productivos y 
subjetividades 
 
El amor y el trabajo son constitutivos de la 
identidad, que necesita ser confirmada por la 
mirada del otro. La identidad no se estabiliza y 
requiere de la dinámica del reconocimiento 
del ser y el hacer. En el ámbito erótico, la 
identidad se siente a través del 
reconocimiento del ser. En el ámbito social 
esta búsqueda es por medio del 
reconocimiento del hacer. El trabajo 
contribuye con un lugar para hacer y hacerse 
con los otros, pero puede por el contrario 
obstaculizar la construcción de la identidad y 
ser fuente de sufrimiento (Dessors y Molinier, 
1998: 13). 
Las condiciones laborales y el sufrimiento de 
los trabajadores se acentúo con los cambios 
de la organización del trabajo en las últimas 
décadas. Flexibilización horaria, precarización 
de contratos, pérdida de beneficios sociales y 
salarios depreciados son una modalidad que 
impacta en las subjetividades. A su vez, 
propician otros modos de subjetivación en los 
espacios integrados de los modelos 
emergentes con trabajadores más calificados, 
multifuncionales, polivalentes con mayor 
realización en el espacio del trabajo (Antunes, 
2005). 
Es habitual señalar los momentos que los 
sectores de la economía dominaron: la 
agricultura y extracción de materia primas, 
como producción primaria; la industria y 
fabricación de bienes durables, como 
producción secundaria; y la provisión de 
servicios y la información, como producción 
terciaria. Estos pasajes producen impactos en 
las relaciones sociales y en la producción de 
subjetividades. Como señala Jameson (1999), 
las perspectivas cuantitativas de los cambios 
no pueden aprehender la transformación 
cualitativa durante la progresión de un 
paradigma a otro, ni la jerarquía entre los 
sectores económicos en el contexto de un 
paradigma. El dominio industrial no sólo 
transformó a los trabajadores del campo hacia 
la industria, sino que la agricultura quedó bajo 
el dominio, y como componente, de las 
economías industriales modernas. De este 
modo, se desvanece la otra ilusión que 
algunos países productores de materias 
primas alcanzaran el desarrollo que otros 
países tuvieron. En la globalización las 
relaciones de poder son diferentes en relación 
a las posiciones de dominación o 
subordinación. 
Pero, a su vez, la crisis mundial muestra como 
repercute las debacles del mercado, actuando 
desde lo impensable: por un lado, el Estado 
interventor para salvar el Mercado Financiero 
y, por otro, reflotando estrategias subsidiarias 
al desempleo. Hoy los servicios financieros 
dominan y sus efectos son más notables. Las 
desterritorializaciones de las producciones 
generan problemas incluso en los países 
centrales ampliando la desocupación. Pero, 
esto no significa que si la desterritorialización 
de las fábricas se realiza en nuestros países, 
nos posicionemos mejor en cuanto a 
beneficios colectivos. El dominio de la 
economía informacional define la jerarquía de 
la producción, y en ese movimiento hay 
lugares excluidos totalmente de las nuevas 
tecnologías y de las redes del mercado 
mundial. Procesos híbridos, globales que 
pueden integrar la modernización industrial 
con la informatización, producen procesos de 
subjetivación al insertarse en un modo 
culturalde valores de consumo y 
pragmatismo, que naturalizan los estatutos 
de inclusión y exclusión del otro. En fin, en los 
escenarios actuales el trabajo calificado, 
descalificado o el no trabajo condicionan las 
existencias sociales. 
La actual etapa, marca un proceso de 
integración de la industria a los servicios, en 
particular en los países dominantes, que se 
caracteriza por múltiples actividades, por 
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ejemplo, del cuidado de la salud, educación, 
finanzas, entretenimientos, publicidad, entre 
otros. Trabajos móviles y flexibles que 
requieren habilidades cognitivas, 
informáticas, afectivas y comunicacionales. 
Los intercambios de comunicación y 
conocimientos en la producción de servicios 
produce bienes inmateriales, no materiales, ni 
durables y son productos del trabajo 
inmaterial. Negri y Hardt (2000) señalan, a 
partir del nuevo paradigma productivo, el 
pasaje a una sociedad y una economía 
sostenidas tanto en el conocimiento como en 
los servicios, ya que han adquirido un lugar 
mucho más central en la producción 
económica y social mundial. 
Se pueden identificar tres tipos de trabajo 
inmaterial en la etapa de servicios de la 
economía informacional: 1- el implicado en la 
producción industrial, informatizado y con 
tecnologías comunicacionales que 
transforman el proceso de producción; 2- el 
de las tareas analíticas y simbólicas, creativas 
y rutinarias; y 3- el de la producción y 
manipulación de afectos que requiere 
contacto virtual o real. 
 Las prácticas y relaciones sociales se 
modifican al ritmo de las tecnologías de la 
información y la comunicación. Algunos 
autores lo definen como servicios simbólico-
analíticos, que incluyen tareas de resolución e 
identificación de problemas, circulación clave 
para las nuevas competencias y factor de 
desventajas para otros trabajos rutinarios de 
carga y descarga de datos, de valor y 
calificación menores. Producción y 
reproducción social en que el trabajo se 
transforma en trabajo inmaterial y la fuerza 
de trabajo en intelectualidad de masa, 
definida por Marx como General Intellect, 
que puede transformarse en un sujeto social 
políticamente hegemónico. A su vez, en los 
Grundrisse, Marx señaló la posibilidad de 
transformación radical del sujeto en relación a 
la producción. Cualidades del trabajo y el 
placer, el trabajo inmaterial y la 
intelectualidad de masa implican nuevos 
procesos de subjetivación y poder, y por 
tanto, procesos instituyentes o destituyentes 
de sí. Para Negri y Lazzaratto (2001) en esta 
etapa de reorganización de la producción y el 
consumo, adquieren importancia la 
innovación y la creación activa del imaginario 
del consumidor. En relación al proceso 
comunicativo, afirman que el consumidor 
interviene de manera activa en la 
construcción del producto-servicio, y la 
producción de subjetividad deja de ser 
solamente un instrumento de control social 
por la reproducción de las relaciones 
mercantiles para tornarse productiva en la 
construcción del consumidor. Esta perspectiva 
parece dudosa de verificarse en nuestros 
países y exige interrogar a los procesos 
alienantes del consumidor. 
La descalificación que afecta a quienes 
quedan excluidos son parte de esos procesos 
de borramiento que dejan fuera del juego 
social. En la medida que el trabajo inmaterial 
sea más valorizado en relación al trabajo 
material, los desplazamientos y la pérdida de 
valoración subjetiva y social, heridas 
narcisistas y sociales, se acrecentarán. Es 
decir, en la medida que el orden económico 
se legitime políticamente, los efectos en la 
organización del trabajo –que produce la 
asimetría en la distribución– seguirán 
reproduciendo integrados, precarizados y 
excluidos. 
Los dispositivos comunicacionales de la 
publicidad ligados al consumo son formas 
que producen necesidades y deseos, y como 
trabajo inmaterial opera ideológicamente en 
las relaciones sociales y las subjetividades 
para la constitución de consumidores 
solventes o insolventes. 
A su vez, la cara afectiva del trabajo inmaterial 
de la interacción y el contacto humano es 
central en el trabajo de las mujeres, 
sostenedor de la “mística femenina” centrado 
en el trabajo afectivo y del cuidado. Por otro 
lado, la industria del entretenimiento basada 
en la manipulación del afecto constituye 
escenas ficcionales frente a la desolación, el 
aburrimiento y el desamor. Estos son trabajos 
o productos intangibles, servicios personales 
o de proximidad centrados en la creación y 
manipulación de afectos, pueden ser reales o 
virtuales. Acción comunicativa y efectos 
inmateriales que nos interrogan sobre la 
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complejidad de las interacciones actuales y las 
lógicas dominantes. 
Dice Jamenson (1999) que el trabajo 
inmaterial involucra cooperación e interacción 
social, no impuestas u organizadas desde 
afuera, sino inmanentes a la propia actividad 
laboral. La creación de excedente social, la 
productividad y riqueza, se constituye a través 
de redes lingüísticas, comunicacionales y 
afectivas, y se lleva a cabo en una 
desterritorialización de la producción en las 
fábricas y las ciudades industriales. 
Pero, también se basa en una cooperación 
abstracta con consecuencias en la negociación 
de intereses, con pérdida de las seguridades y 
estabilidades contractuales, precarización del 
cuentapropismo, trabajo domiciliario, a 
destajo, etcétera. 
El panóptico virtual es también otra 
modalidad de la producción en red y el 
control de las ciudades globales, que 
administran las redes globales de producción. 
Combinaciones que pueden potenciar la 
información democrática y los rizomas, no 
jerárquicos pero, por otro lado, funcionan 
modos oligopólicos, y ponen en cuestión esa 
ilusión que las nuevas tecnologías 
promoverían igualdad y democratización de 
las relaciones sociales. Más bien verificamos 
las brechas de inequidad y exclusión entre 
países, regiones y sectores sociales. 
Reapropiación privada de bienes, de lo 
común-público, como la salud, la educación, 
los servicios sociales, son construidos como 
bienes públicos que se privatizan. Las ofertas 
y demandas de servicios informáticos 
comunicacionales virtuales, ampliadas hasta 
la infancia como nicho a capturar, se instalan 
como necesidades de existencia. Las 
inclusiones de tecnologías que amplían el 
horizonte informacional suponen implicancias 
en la constitución subjetiva. Las brechas en la 
accesibilidad institucional, a su vez, también 
operan en las representaciones devaluadas 
de servicios educativos o de salud. En algunos 
países como Uruguay, con el Plan Ceibal, se 
proponen incluir a los alumnos y docentes en 
las nuevas tecnologías y, a su vez, impactar 
intergeneracionalmente para la inclusión 
informática. Por otra parte, en relación a los 
movimientos sociales y la pertenencia a redes, 
ha facilitado la organización y participación en 
defensa del medio ambiente, de derechos 
humanos y ante las violencias de géneros, 
étnico culturales, de clases, etcétera. Redes 
que habilitan demandas y exigencias de 
derechos políticos, sociales, identitarios, de 
diversidades sexuales, colectivos territoriales, 
en clave participativa, solidaria y cooperativa. 
Contracaras de un proceso abierto que instala 
otras dimensiones del trabajo como 
producción de las relaciones sociales y la 
subjetividad. 
 
Las paradojas y cesuras en los escenarios 
neoliberales del trabajo 
 
Desde nuestro continente, los movimientos 
sociales y los procesos políticos emergentes 
son expresiones de resistencias a las 
modalidades que se impusieron en los 80/90 
de crecimiento económico vinculado a la 
ilusión decimonónica de progreso, vinculada a 
los mercados y las corporaciones. Crisis que se 
abate sobre el mundo del trabajo y, en 
consecuencia, de los trabajadores y su 
capacidad de intervención en la sociedad y en 
sus producciones identitarias. Abramo (1999) 
señala la necesidad de visibilizar las múltiples 
y heterogéneas realidades del trabajo en 
contextos de reestructuraciónproductiva. El 
principal problema es que a partir de los 
procesos de ajuste y nuevos patrones 
competitivos dominantes globalizados, se 
producen procesos de segmentación y 
precarización de las condiciones de trabajo, 
con efectos en el aumento de la pobreza y la 
exclusión social. El derecho al trabajo 
garantiza la posibilidad de inclusión social, de 
protección social, pero los procesos 
desregulatorios destituyen los derechos y el 
contrato social. Interrogaciones sobre las 
incertidumbres de las existencias, de sus 
soportes en tiempos de crisis y los embates 
sobre los sistemas de protección 
Paradoja del desarrollo económico que crea 
pobreza e indigencia. Pobreza es la 
manifestación social histórica de la 
explotación que se resuelve emancipando el 
trabajo, decía Marx. 
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Paradoja de discursos que anunciaban la 
asociación de crecimiento con oportunidades, 
horizontes de libertad sin incumbencia del 
Estado, pero sí del Mercado. 
Paradoja de libertad de flujo de mercancías, 
desregulando mercados, pero no de personas, 
regulando o rechazando las migraciones. 
 Estos dispositivos simbólicos epistémicos de 
función política, generaron consensos, que 
posibilitaron la privatización de los recursos 
naturales y los servicios públicos, y la 
fetichización de la moneda fuerte. Crisis que 
llevó a latinoamericanos a emigrar a las 
ciudades del primer mundo y a otras/os a 
ciudades argentinas. Dramas de las 
migraciones que conjugan las búsquedas de 
nuevos destinos, con los mecanismos 
materiales y simbólicos de la discriminación y 
el racismo. 
Discriminaciones y estigmatizaciones que 
posicionan a los migrantes pobres 
latinoamericanos como ciudadanos no 
jerarquizados, como fueron en otras décadas 
los inmigrantes internos “cabecitas negras” o 
los trabajadores europeos indeseables de 
principio del siglo pasado, que resistían con 
sus organizaciones sindicales y políticas. 
Represión y expulsión por la Ley de Residencia 
completaban el mecanismo de dominación. 
Estas operatorias son reinstalados en las 
“ciudades de acogida” a través de discursos y 
prácticas racistas en función de sus marcas de 
“otro social”. Los supuestos valores que se les 
atribuye a la comunidad boliviana en Buenos 
Aires, como fuertes frente al trabajo excesivo 
o a las inclemencias climáticas, y la asociación 
con la tranquilidad y obediencia, son 
encubridores de formas referenciales, 
jerárquicas y legitimadoras, de la apropiación 
de los cuerpos para la explotación laboral. 
“No teníamos ni domingo para salir” dice una 
migrante boliviana que permaneció en un 
taller textil ilegal por largo tiempo con su 
familia. Enuncia un momento vivido no como 
una marca cultural, sino como modalidad de 
captura en lógicas de explotación por la 
vulnerabilidad de las/los migrantes. 
La discriminación cultural opera como 
fronteras espaciales de separación y 
exclusión 
“Pensamos venir por un bien, pero no somos 
bienvenidos” dice una migrante peruana, al 
referirse a los obstáculos a nivel de las 
instituciones y de las imágenes que le 
devuelven en la cotidianidad de la calle. En los 
servicios sanitarios y educativos se 
manifiestan tensiones que son atribuidas a las 
particularidades culturales de los migrantes, 
cómo hablan o si no responden a las 
consignas o los tratamientos o los 
inadecuados hábitos de higiene, son 
resaltados como diferencias culturales y 
reafirman un racismo implícito. 
“Hay modos culturales que son como 
barreras, la higiene, el lenguaje”, señala una 
profesional de salud, que a su vez está 
amenazada en su propia identidad profesional 
por los efectos de la devaluación de las 
profesiones asistenciales en los espacios 
públicos. 
Las violencias simbólicas a través de palabras 
y prácticas descalificadoras y diversas 
modalidades de explotación, legitiman las 
relaciones de clase, étnico raciales y de 
género inequitativas. 
En los países centrales la migración marcada 
por la pobreza y la feminización, también es 
percibida como amenazante, se imponen 
políticas de control administrativo y de 
seguridad policial a través de las directivas de 
retorno o los ignominiosos muros fronterizos. 
Asimismo las cesuras, rupturas, 
interrupciones operan en las identidades, en 
las intersubjetividades, en relación a los 
entornos y contextos. Cesura con la identidad 
cultural e histórica, que encuentra obstáculos 
para el mercado por la existencia de 
comunidades originarias, que afirman su 
pertenencia histórica a los lugares, a sus 
culturas. Movimientos que a lo largo del 
continente afirman su llamado a que quepan 
otros mundos y resisten ser arrasados por 
lógicas hegemónicas. 
Cesura entre el discurso del cuidado del 
medio ambiente y los convenios 
internacionales de protección del planeta y la 
violación permanente por las explotaciones a 
cielo abierto de las minas, la contaminación 
de las papeleras, el uso del biocombustibles. 
Efectos que resisten diversos movimientos 
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ambientalistas con una activa militancia en 
contra de esas explotaciones y brindando 
aportes argumentales insoslayables sobre las 
amenazas a la vida planetaria. 
Cesura en los derechos sociales, del trabajo, la 
protección social, la flexibilidad del mercado 
laboral y la precarización de las condiciones 
de trabajo. Aún, en el trabajo estable se 
advierte disminuida la seguridad social, con 
exposición a procesos peligrosos, o 
incrementos de ritmos o cargas y brechas 
mayores entre el trabajo prescripto y el real. 
En los trabajo precarizados las carencias de 
protección social y las sobre-exigencias son 
mayores. En la situación de desafiliación por 
desempleo, fuera de la protección social y 
con estrategias de sobrevivencia, incluido el 
trabajo infantil, se muestra el derrumbe de la 
sociedad salarial y la promesa de la gradual 
reducción de desigualdades, dice Castel 
(2009). Pero, a pesar de esa pérdida de 
trabajo asalariado por la crisis y 
desindustrialización, en Argentina se produjo 
un fenómeno inédito, la recuperación por los 
trabajadores de más de 200 empresas 
quebradas y cerradas por medio de la 
autogestión. Los actos de “ocupar, resistir y 
producir” son emblemáticos y dieron lugar a 
distintas modalidades de organización, 
participación democrática y cooperación en 
las actividades productivas y administrativas. 
Cesura ético política entre los valores de la 
equidad, libertad y bienestar y la exclusión y 
falta de acceso a los derechos de ciudadanía, 
a las relaciones de equidad de género, a la 
inclusión con libertad de elección, sin 
discriminaciones de género, etnia o clase 
social. En este campo las resistencias por la 
ciudadanía social son instituyentes de 
territorios y subjetividades insurgentes en los 
movimientos sociales por la tierra, trabajo, 
géneros, culturas que hoy se organizan en 
Latinoamérica. 
 
Paradojas y cesuras en las identidades 
genéricas 
 
Los temas de género se han instalado en las 
agendas políticas y, sin embargo, persisten las 
paradojas y cesuras alrededor del impacto en 
la socialización, en los posicionamientos del 
sujeto en el mundo, en consecuencia, en las 
relaciones de poder socio-simbólicas. Lo 
femenino y lo masculino, los atributos y roles 
genéricos en las distintas sociedades son 
signatarios de valores diferenciales que no 
están definidos por el orden biológico. Poder 
y violencia simbólica que construye 
realidades, opera en los imaginarios y funda 
sistemas de dominación como el patriarcado. 
Los mecanismos de inferioridad de la mayoría 
de mujeres, salvo excepciones, y de otras 
identidades sexuales son prácticas de sexismo 
y en los casos de migrantes se articula con el 
racismo. 
Repensar un mundo del dominio masculino 
jerarquizado en las significaciones imaginarias 
y en la realidad social y las categorías que 
identifican a las mujeres desde la lógica de la 
superioridad masculina, ha sido un desafío 
permanente para los colectivos feministas y 
de mujeres. “Ser para otro” fue para Simonede Beauvoir la condición de inferioridad de la 
mujer frente al otro sexo. Inferiorización, 
control y uso, sin posibilidad de 
trascendencia, son atributos derivados de la 
condición de opresión. En su obra El segundo 
sexo ratifica la construcción ontológica de que 
ser es llegar a ser: “uno no nace mujer, se 
hace” 
El feminismo histórico sufragista y 
emancipador del siglo XIX y principios del XX y 
el feminismo autónomo o movimiento de 
liberación que afirmaba que “lo personal es 
político”, apostaban en sus dimensiones 
sociohistóricas a la lucha de las mujeres como 
un asunto político, de derechos, de acceso a 
lo público. 
La condición del cuerpo femenino socializado 
para la reproducción y la masculinidad 
dominante, plantean construcciones de 
género privilegiando el nivel social, cultural y 
simbólico en los hombres. La condición de 
subordinación y desigualdad que las mujeres 
han transitado y transitan, actúan a nivel 
subjetivo y social. El sistema de patriarcado 
estructura privilegios a través de relaciones de 
poder, y se vuelve una tarea central 
enfrentarlo para la transformación psíquica, 
sexual, ideológica y social de las mujeres y la 
9 
 
plena defensa de los derechos humanos para 
todas y todos. 
Las paradojas sobre la igualdad, negada o 
soslayada, se manifestaron hasta en los 
movimientos revolucionarios a través de la 
división sexual del trabajo, en general las 
mujeres fueron relegadas y se perpetuaban 
los estereotipos sexistas o los temas de la 
agenda de las mujeres eran postergados. 
La paradoja que produjo la reflexión, la 
conceptualización, como politización para los 
grupos oprimidos llevó al feminismo radical a 
dar centralidad a las relaciones de opresión, 
no de explotación, que fueron soslayadas. 
En este sentido Heidi Hartmann (1976), critica 
por “la ceguera ante el sexo” al marxismo y 
plantea el diálogo necesario con el feminismo. 
La noción de patriarcado y la lógica del 
capital, permiten entender las posiciones 
diferenciales y las jerarquías sexuales y 
raciales, y el modo en que las mujeres 
funcionamos como objeto transaccional de los 
pactos y los conflictos. 
Producción y reproducción, trabajo y sexo son 
tensiones que persisten y reclaman la 
interrogación teórica. Amoros (2008) señala 
que el trabajo en la era de globalización 
neoliberal se ha caracterizado como “la 
economía doméstica fuera del hogar”: 
puestos precarios, horarios infinitamente 
elásticos, carencia de derechos laborales y 
consideración del trabajador más como 
servidor que como empleado. Por otra parte, 
afirma que las mujeres son explotadas como 
seres sexuales y sujetos amorosos con el 
sueldo que se convierte en salario familiar, o 
la mano de obra en las maquilas o en las 
desapariciones. Interpelar por lo inmoral, 
deslegitimar el sistema de dominación es a la 
vez teoría crítica y política, concluye la autora. 
En las últimas décadas la inclusión en la 
academia y en las políticas públicas de las 
diferencias entre géneros de tipo biológicas, 
culturales, económicas y educativas han sido 
abordadas de manera descriptiva, sin analizar 
como esas diferencias se tornan 
desigualdades e inequidades. 
Género, categoría, perspectiva, enfoque, son 
modalidades para remitir a las características 
psicológicas y las adscripciones 
socioeconómicas y culturales atribuidas a los 
sexos. La inclusión del género y la presencia 
de mujeres con esa perspectiva en 
organismos internacionales han potenciado 
temas postergados en las agendas, aunque 
también se ha criticado el alejamiento de las 
posturas feministas más comprometidas y 
participativas. Algunas cuestiones vinculadas 
a los órdenes de opresión han sido 
visibilizadas y se invoca a actuar 
intersectorialmente con políticas inclusivas, 
que incorporen la diversidad de posiciones 
identitarias de elección sexual, de etnia y de 
ciudadanía en contextos sociales. 
La equidad de género ha sido una propuesta 
para asignar beneficios a grupos en 
desventaja, para revertir la desigualdad y las 
diferencias jerárquicas intragénero o 
intergénero. 
El empoderamiento, perspectiva de 
reinvindicación y de poder de los 
movimientos de mujeres y del movimiento 
negro, hoy se torna una herramienta o un 
proceso técnico político propiciador de 
cambios en el Estado o la Sociedad Civil para 
el acceso a oportunidades, para optar y poder 
decidir, de autovaloración para 
autogestionarse en lo público y privado, para 
participar en el cambio de un orden justo. 
En la investigación acción participativa con 
mujeres migrantes se visualizaron las 
posibilidades de empoderamiento subjetivo, 
social, político, jurídico, económico y cultural, 
propiciando a nivel individual la autoconfianza 
y la autoestima, y a nivel comunitario la 
cooperación y la solidaridad. 
Las dificultades en la negociación sobre los 
derechos sexuales y reproductivos, y en 
relación al número de hijos a tener se 
manifiesta en la frase de una migrante 
boliviana: “la vecina me tiene las pastillas 
anticonceptivas” que, por un lado, plantea la 
dificultad de negociar con la pareja, pero a su 
vez señala la búsqueda de alternativas para 
poder decidir sobre su capacidad 
reproductiva. 
El protagonismo y la valoración de las 
capacidades y la asociatividad permiten 
superar comportamientos vinculados al lugar 
de víctimas de las violencias múltiples y 
10 
 
posicionarse en el derecho a tener derechos. 
“Ahora sé que lo que le pasó a mi hermana no 
le puede pasar a ninguna mujer”, migrante 
paraguaya cuya hermana falleció por aborto 
séptico. En este proceso posibilitador de la 
autonomía, la libertad en la toma de 
decisiones, la confianza, la participación y la 
acción política, los obstáculos públicos y 
privados son múltiples. El acceso a políticas y 
dispositivos de prevención de la violencia de 
género a nivel físico, sexual, simbólico, 
económico, patrimonial y mediático, junto 
con el acceso a la justicia y la asistencia, son 
claves para garantizar la protección integral. 
Las deudas pendientes en América Latina, 
como la prevalencia de las violencias contra 
las mujeres, en particular el feminicidio, la 
mortalidad de mujeres gestantes por abortos 
clandestinos, la fecundidad adolescente, 
ilustran las paradojas entre los compromisos 
asumidos en las Convenciones contra la 
discriminación hacia las mujeres y las 
realidades y problemáticas de la salud pública. 
Otra estrategia incorporada a las cuestiones 
de género es el mainstreaming. Incluye el 
análisis de género y la equidad en las 
organizaciones y en las políticas. Es un 
proceso técnico político propuesto para las 
culturas organizacionales, la definición de 
agendas y el cambio de las instituciones que 
representen los intereses de las mujeres. 
Se supone que la información sobre las 
desigualdades, las estrategias de abogacía 
social y las redes de trabajo, influirán en los 
procesos decisorios, participarán de la 
política, se erradicará la pobreza, se 
incorporarán a las ciencias y a las nuevas 
tecnologías. Pero, la cesura entre los 
programas, lineamientos, pactos, 
convenciones de erradicación de las violencias 
y la equidad de género, en un contexto de 
exclusión y violencias de grandes sectores de 
mujeres en nuestro continente, es una 
evidencia. Capturadas en el asistencialismo y 
el lugar de vulnerabilidad no participan de 
procesos decisorios y tampoco de lo político. 
La existencia de oficinas técnicas, con poca 
capacidad de convocatoria participativa no 
contribuye activamente a resolver las brechas 
y las fronteras entre el poder hegemónico y el 
subalterno. 
Cesura entre el derecho de ciudadanía y las 
intervenciones estatales o de agencias 
supranacionales dirigidas por expertos, 
técnicos, políticos imponen las agendas en 
función de prioridades, sin deliberaciones. 
Demandas insatisfechas de espacios de 
convocatoria amplia, facilitadores de la 
dialogicidad y reflexividad sobre las 
representaciones y prácticas obstaculizadorasa nivel simbólico y material de la equidad de 
género y subjetividades autónomas. Se 
captura así la potencia instituyente de los 
colectivos. 
Sin embargo, movimientos sociales 
autónomos transitan otros escenarios y 
constituyen potentes espacios de reflexión y 
acción con modalidades de educación 
popular, de investigación acción participativa, 
de feminismos militantes, de colectivos de 
gays, lesbianas, travestis y transgéneros. 
Campañas por los derechos sexuales y 
reproductivos, por la despenalización y 
legalización del aborto, por la igualdad de 
derechos a las diversidades sexuales, contra la 
trata y las violencias, incluyen múltiples 
actores sociales y modalidades de 
intervención en el escenario social. 
Encuentros y jornadas articulando con 
movimientos sociales, políticos, académicos, 
redes, blogs, teléfonos abiertos, consejerías 
psicológicas-médico- jurídicas, propuestas 
legislativas, aportes técnicos sanitarios, 
artísticos, son rizomáticos y generan flujos 
creativos, innovadores e instituyentes de la 
equidad y autonomía. 
Nuevos desafíos y temas estratégicos de 
género están pendientes en las agendas 
sociales, políticas, académicas: el acceso a 
oportunidades, a la satisfacción de 
necesidades específicas, a los derechos 
sexuales y reproductivos, incluidos la 
despenalización y legalización del aborto, a la 
participación igualitaria y el acceso a la 
educación y a las nuevas tecnologías, y la 
participación y gestión política igualitaria. 
 
A modo de consideraciones finales 
11 
 
Repensar los contextos contemporáneos y las 
lógicas subjetivantes conlleva cuestionar las 
modalidades de poder heterónomo, 
asimétrico, que domina, oprime, fragmenta, 
encubre, enmascara y propicia la resignación, 
el fatalismo, la compulsión a la repetición. 
Proponer interrogantes sobre la autonomía, 
el reconocimiento de sí, de las/los otras/otros, 
sobre la dignidad y la esperanza, sobre los 
proyectos liberadores, es un desafío 
epistémico y ético político. El abordaje 
metodológico del trabajo material e 
inmaterial, el lugar de las relaciones de 
género en la producción de subjetividades y 
sus vicisitudes en la globalización, generan las 
condiciones de posibilidad de interrogarnos 
sobre las hegemonías y los horizontes 
autogestivos, democráticos y emancipadores. 
 
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