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BRUNT Conflictos sociales en la República romana

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BIBLliOTECA GULWURAL 
COVECCfóN L1ECTORES 
; 
. 
f 1 
P. A. 
l 
CONFLICTOS 
SOCI.ALES 
EN LA 
' , 1 
· ·REPUBL�CA 
ROMANA 
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EUDEBA 1 
1 1 
EDI'I'ORI'A1L UNIVIERISI'l1AJRIA D!E BUENOS Al'RES 
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Título de la obra original: 
Social conflicts in the roman republic, 
Chatto & Windus, Londres; lf?71 
Traducida por 
RunÉN MAsERA 
EUDEB-A S.E.M .. 
F11ndada por la Universidad de Buenos Aires 
"PLA•N EDITORIAL 1972-73" 
© 1973 
EDITORIAL UNIVERSITAHIA DE BUENOS All\Jo:S 
Rivadavia 157-1;73 
Sociedad de Economía Mixta 
Hecho el depósito de ley 
IMPRESO EN AUGENTINA - PIUNTED IN AHGENTINA 
:1 i 
t 
P R E ·F ACI O 
Este pequeño libro no es una historia general de 
los asuntos internos de Roma en #empos de la 
República; el título define su tema: t-rata los con­
flictos surgidos entre los diversos órdenes y clases 
de la sociedad. Por tanto, se refiere muy poco a 
las facciones que dividían a la clase· diTigente, fac­
ciones que, de·acuerdo con mi opinión, fueron me­
nos coherentes y duraderas y mucho más difíciles 
de identificar de lo que comúnmente se supone en 
la actualidad. Sólo se habla lo necesaTío de las 
ambiciones y maniobras de los individuos podero­
sos -cuya impo1tancia no discuto-, de manem tal 
que sea posible seguir el curso de los conflictos 
sociales. Comencé por esbozar los efectos de la 
expansión general de Roma, sobre la estru.ctum 
interna del mismo Estado romano t¡ sohre las con­
diciones económicas globales que preclomina!Jall 
en la antigua Italia; en los capítulos qne siguen .w� 
ordena cronológicamente el dcsarrnllo del marto 
político, incluyendo la activiclttd de las clientelas 
y el carácte1' de la nobleza, como así tnmlJifn los 
principios y cambios constít11dmwlt's. Qui;.,(¡s lw­
bría que adve1tir al lector intMt•.wulo rn los ríffl. 
mos tiempos de 14 HeprílJlica, qrw lo11 lrt·s ('(I¡Jftll­
los finares clebon. lrwrsf' a fa l11z dr· ('111111/o los 
precedió. 
Gmnde es mi de 11da 7)(tl'tl 1'011 /n.'f rílllt•,'l l'dllras 
del profesor M. l. Finley, editor ���· 111'1'111 dt• 1'8/11 
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11 
11 
serie, y para c01i el doctor ]. M. Moore, del Rad­
ley College, quien leyó la versión clactilografiada 
de mi texto. Los puntos de vista expresados y todo 
error remanente me ]Jertenecen. 
P. A. HRUNT 
6 
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1 
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C UADRI O OR O N OLóGIC O 
Las fechas anteriores al año 300 a.C. s·e apoyan 
en la tradición y son sólo aproximadas. 
A. c. ' 
754 Se fundá Roma. 
509 Se establece la Bepública. 
494 Se crea el tribunado de plebeyos. 
451-450 Los deceñviros codifican las leyes ( las 
Doce Tablas). 
396 Conquista de Veyos. 
390 Los galos saquean Roma. 
366 'El primer cónsul plebeyo. 
338 Muchas ciudades latinas y Capua se vuelven 
romanas. 
287 La Ley Hortensia ( fin de la lucha entre pa-
tricios y plebeyos). 
• · 
280-275 Guerra con ·Pirro : al finalizar la misma, -­
el control de Italia ( ex'cepto la Galia Ci­
saloina) por Roma es virt;ualmente com-
pleto. 1 
264-241 Primera guerra con Cartago. 
241-22.'7 En Sicilia y Cerdeña se constituyen pro-
vincias romanas. 1 
c. 225-170 Conquista de l a Galia Cisalpina. ' 
218-201 Segunda guerra con Cartago ( invasión de 
Aníbal). 
c. 200 S e constituyen provincias en España ( que 
no se pacifica totalmente hasta el 19). 
200-146 Guerras intermitentes en el este, ·que con-
7 
• 
ducen a la anexión de Macedonia y par­
te de Grecia. 1 . 154-133 Grave� guerras en -España. 
1�9-146 Tercera guerra con Cartago, que condu­
ce a �a anexión de parte del norte de 
Africa. 
133 Tiberio Graco n·ibuno. 
129 Se constituye la provincia de "Asia" ( en el 
oeste del Asia Menor. 
125-121 ConqJista del sur de Francia ( más ade­
lante, 1 provincia de Galia Transalpina). 
123-121 Tribunados y muerte de Cayo Graco. 
112-106 Guerr'a con Yugurta ( primer consulado 
de Mario, 107 ) . 
113-101 Guerra con los cimbros. 
103-100 Tribunados de .Saturnino. . 
91 Tribunado: de Druso. Estallido c;le la guerra 
. social. . 
9()...81 Concesión del carácter de ciudadano roma-
no a todo ·habitante de Italia apto para tal 
calidad: 
88-84 Guerra :con Mitridates. 
88 La primera marcha de Sila sobre Roma. 
87-86, 83-81 Guerras civiles. 
82 Autocracia y legislación de Sila. 
80-72 La guerra contra Sertorio en España. 
78-77 El surgimiento de Lépido en Italia. 
74 Estallido de la guerra con •Mitrídates en· el este. 
73-71 Rebelión de esclavos en Italia. · 
70 Pompeyo y Craso cónsules. 
67-62 Campañas de Pompeyo contra los· piratas y 
anexiones en el este. 
· 63 Cicerón cónsul. lLa conspiración de Catilina. 
59 Primet consulado de César. Primer triunvirato. 
58 Clodio tribuno. 
�50 César conquista el resto de la Galia Trans-
alpina. ¡ 
52 Asesinato de Clodio. 
8 
49-45 Guerras civiles entre César y pompeyanos. 
44 Asesinato de César: 
44-42 Guerras civiles entre cesaristas y republica­: nos. 
Se forma el Segundo Triunvirato. 
43-36 Sexto Pompeyo controla Sicilia y los mares. 
32.30 Guerra civil entre Octavio y Antonio. 
30 Octavio asume el control supremo. Anexión 
1 de Egipto. 
27 1· Octavio toma el nombre de Augusto. Comien-. 
zo del Principado. 
9 
1 
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43 
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___;,_,fro�tera dd terri•orio romano 
e;. 360 a.C. · 
?vlapa l. Roma antigua y sus :pueblos vecinos, C. 360 a.C. 
10' 
N O TA S O BR E M ON E DAS Y M E DI DAS 
Los antiguos romanos utilizaban lÓs mbaños co­
mo medida de valo1' ( pecunia, dinew, pwviene de 
pecus, rebaño) y, para el inter:cambio, el bronce 
por su peso. Las monedas más antiguas fueron 
también de bronce. La plata y el ow se acuñaron 
por primera vez en el siglo m. Durante los últimos 
200 años· que se abarcan en este libro la moneda 
corriente fue el denario de plata, que pesaba unos 
60 gmnos; 0 todas las cifms dadas referentes al di­
nero están expresadas en denarios. (Un denario 
valía 4 sestercios.) Sería engañoso dar un equiva­
lente monetario moderno basado en su peso y pu­
reza; ·lo que . imp01ta es cuánto se podía adquirir 
con un denario. Tampoco esto puede precisarse de 
modo acabado, pero en la página 30 se da cietta 
idea de su valor. 
La unidad de medida de los terrenos em el iu­
gemm, equivalente a unos dos tercios de acre. 
0 Grano: medida que equivale a unos 0,06 gramos; por 
lo tanto, 60 granos = 3,6 ·gramos. (N. del E.). 
11 
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E L MAR C O. D E R E F E R E N CIA: LA ·E XPAN SióN 
R OMANA Y ·S U S ·R ES U LTADOS · 
De acuerdo con la tradición, los romanos expul­
saron al rey etrusco Tarquina el Soberbio y esta­
blecieron una república en el 509; 1 esta fecha ha 
sido puesta en duda, pero opino que es aproxima­
damente correcta. La· República fue derrocada en 
el ·último siglo antes de Cristo. Resulta imposible 
ubicar este cambio en un año determinado. La ins­
titución republicana dejó de funcionar normalmen­
te en el 59, como resultado de la alianza entre 
Pompeyo y Julio César) que dominaron el Estado 
durante una década. !Sus rivalidades fueron motivo 
de guerras civiles, brevemente interrumpidas ror 
el despotismo de César y pronto reanudadas des­
pués de su asesinato. Finalmente su .hijo adoptivo 
y heredero, César Augusto, surgió como el vence­
dor y fundó el sistema de una monarquía apenas 
velada que nosotros llamamos Principado. Tal cam­
bio se completó el día 13 de enero del 27, cuando 
el comandante de los ej-ércitos declaró que había 
restaurado la antigua República. De manera que 
este libro abarca casi cinco siglos. 
En el 509, el territorio romano comprendía sólo 
unos 800 kilómetros cuadrados. La misma ciudad 
1 Todas las fechas, salvo que se indique lo contrario, 
son a.C. 
13 
1 1 
1 1 
1 
1 
1 
• 
amurallada estaba siempre en peligro de ser ata­
cada P?r los ext,ranj�ros.. Las asambleas del pue­blo se mterrumpian: SI se Izaba una bandera en el 
Janículo, la colina junto al Tíber, para indicar .que 
las fue_rzas invasoras etruscas estaban a la vista. 
En ese momento los romanos sólo podían fonnar 
dos legiones, unos 8.000 hombres. 
Aprpximadamente en el 27, toda Italia era ro­
m¡ma y todos sus habitantes, libres; con la excep­
ción de los inmigrantes extranjeros y algunas tri-· 
bus alpinas, sus pobladores eran ciudadanos. Cen­
tenares de miles de ciudadanos vivían también en 
las provincias de allende el mar. En el 28,' el censo 
de Augusto incluía más de cuatro· millones; de 
acuerdo con mi opinión, se enumeraron mujeres y 
niños de más de un año, al igual que los varones 
adultos (de más de diecisiete años), pero es poco 
probable que los resultados hayan sido correctos, 
y un verdadero total podría l1aber incluido hasta 
cinco millones. (Los resultados del censo republi­
can� comprendían, por cierto, sólo a los várones 
de más de diecisiete años. ) Más tarde se dadn las 
cifras basadas en estos resultados. El poder roma­
no se extendía entonces desde el Canal de la Man­
cha al Sahara y desde el estrecho de Gibraltar al 
Éufrates; la mayor parte de esta superficie· estaba 
ya baio control de los romanos hacia el 146 ( excep­
to Galia y el interi01; del IA.sia Menor), aunque en­
tonces no se encontrara sometida en su totalidad 
a una administración romana directa. Aún en el 
27 los principados y las repúblicas de las fronte­
ras, o incluso dentro de los confines del Imperio, 
preservaban un cierto grado de independencia co­
mo Estados "clientes". Augusto, sin embargo, con­
sideró que estos Estados "clientes" eran parte del 
Imperio y no se encontraban menos bajo control 
romano que los súbditos, a quienes se concedía, 
por lo demás, amplia autonomía local. La sobera-
14 
nía de Roma sobre toda Italia ¡·emonta al 280. Ya .. 
por entonces Roma había superhdo las proporcio­
nes naturales de una ciudad !Estado, pero mantu­
vo las instituciones correspondientes a esa forma 
política hasta la caída de la República. 
•La expansión mmana fue, por supuesto, el re­
sultado de guerras sostenidas contra el exhanj ero, 
que no cesaron siquiera en medio de la grave lu­
cha interna que comenzó en el 133 .. De todos los 
aspectos de la historia de la República, éste es el . 
más importante, pues fue la condición previa para 
. la difusión duradera de la cultura grecorromana, 
que promovió la "inmensa maje1stad de la paz ro­
mana". Aunque éste no es el tema de nuestro li­
bro, constituye por cierto su marco esencial. �a 
auerra y la conquista transformaron la economm b 1 • 
de Italia y contribuyeron primero a resolver y lue-
go a exacerbar el conflicto social. Las luchas inter­
nas y las guerras con el exterior s·e entremezclaron 
a menudo y tuvieron mutuos efectos. 1La expan­
sión, de por sí, distorsionó el funcionamiento de 
las . Ülstituciones políticas, la �aquinaria que de­
bían utilizar los que pretendían reformar la socie� 
dad. Alteró incluso la misma del tér-
mino "romanos". 
Los antiguos romanos, aunque probablemente 
incluían a hombres de origen sabino y etrusco? eran 
todos latinos en cuanto a la lengua y actuaban por 
lo común como aliados o miembros de una liga 
que abarcaba todas las otras ciuda'd·es latinas ve­
ci;..as. Roma adquirió preponderancia en esta liga 
y, después que los latinos inteptaron en vano de­
sembarazarse de su control, disolvió la liga y con­
virtió en ciudadanos a muchos de sus miembros 
( 338 ) . Aproximadamente en la misma época, los ca­
puanos, que hablaban el oseo, lengua que difería 
tanto del latín aomo el francés del italiano, reci­
bieron también la ciudadanía, perdiendo de este 
15 
sigoiíic.1ción 
modo su ind�pendencia. iLa práctica de conceder 
la ciudadanía a otros pueblos italianos se siguió 
con frecuenci� hasta la mitad del siglo nr. Todos 
los nuevos ciudadanos, como los antiguos, debían 
pagar impuestos y luchar en los ejércitos romanos, 
y todos tenÍa:p. los mismos. derechos de interinatri­
monio y relaciones contractuales privadas, .pero a 
muchos, como a los capuanos, se les negó en un 
principio el derecho a votar o a ejercer cargos pú­
blicos en Roma; preservaron un cierto autogobier­
no local. Los capuanos se resintieron por esta si­
tuaci(m de inferioridad, rebelándose en el 216. Por 
un proceso que nos es difícil seguir y que se com­
pletó probablemente antes del 90, la situación fue 
modificada Y: se otorgó plenos derechos a todos. 
Sabemos que Arpino, anteriormente de lengua os­
ca, ·era promovida de este modo en el 188; fue el 
lugar de nacimiento de Mario, quien salvó a Roma 
de la amenaza germana en los años 102-101, y tam­
bién de Cicerón. Los ·habitantes de Arpino reci­
bieron los· derechos de ciudadanía romana sólo dos 
o tres generaqiones antes de que naciera Mario. Es­
ta liberalidad 1 con los derechos de ciudadanía, aun­
que peculiar . de Roma, es fácilmente comprensi­
ble: contribuía a que Roma contara con superio­
ridad numérica sobre todo sucesivo enemigo y fue 
un factor imoortante en el desarrollo de su fuerza. 
Resulta menos claro por 1qué Roma, a diferen­
cia de otros Estados de la Antigüedad, permitía 
que los esclavos manumitidos por los ciudadanos 
adquirieran la ciudadanía junto con la libertad. A 
estos hombres liberados no se les permitía servir. 
en el ejército, salvo en casos de crisis graves, aun­
que sí podían optar por remar en las flotas. Con 
todo, sus descendientes, nacidos libres, no estaban 
sometidos a restricción alguna y se sumaban a las 
fuerzas numéricas de noma. Con el correr del tiem-. 
po, el ingreso de esclavos de fuera de Italia y el 
16 
número de manum1s1ones cr·ecieron enormemente, 
razón por la cual una vasta aunque desconocida 
proporción de ciudadanos tenía en sus venas, en 
tiempos de Augusto, sangre servil y extranjera. 
El número de romanos creció también de mo­
do diverso. El pequeño .y escasamente fértil terri­
torio que la ciudad tenía en el 509 no podría ha­
ber sustentado por largo tiempo una pob�ación en 
crecimiento. Solamente las anexiones podían pro­
curar un abastecimiento adicional para las nuevas. 
bocas hambrientas. En el 396, Roma conquistó Ve­
yos, al norte del TÍiber, y distribuyó la tierra entre 
su� propios ciudadanos; su territorio creció en más 
de un tercio. Veyos desapareció como Estado inde­
pendiente. Roma no procedía por lo común con 
tanta severidad, pero era su costumbre (según se 
no.s cuenta) tomar un tercio de la tierra de los 
pueblos italianos que conquistaba y, de tiempo en 
tiempo, dividir parte de esta tierra entre los roma­
nos pobres. De este modo, los ciudadanos caren­
tes de tierras, como los hijos menores, podían es­
tablecer sus propios hogares, crecer y multiplicarse. 
Cuando Aníbal invadió Italia en el 218, el terri­
torio romano (sin contar el de sus súbditos alia­
dos) alcanzaba ya unos 25.000 kilómetros cuadra­
dos, y los ciudadanos registrados (los varone:, de 
más de diecisiete años) llegaban por lo menos a 
270.000. Muchos de sus aliados se unieron a Aníbal 
y fueron castigados con nuevas confiscaciones; ade­
más, a principios del siglo rr anexaron grandes ex­
tensiones de terreno pertenecientes a los galos y los 
ligurios en el n01te de Italia. No podemos detenni­
nar lf. extensión precisa del territorio romano en este 
período, pero respecto de la población, las cifras 
del censo, probablemente cada vez más incomple­
tas, sugieren que en el siglo II el número de ciuda­
danos varones adultos era superior a 400.000. 
Durante mucho tiempo, la fortale�� ,· ele Roma 
17 
1 ·!:. 
'1'' 
. .. 
l. 
hnbia uupcndido no sólo del número de romanos. 
Otros pueblos italianos le estaban sometidos me­
diante alianzas perpetuas. Conservaban su autono­
mía local y no pagaban tributo a Roma, pero es­
taban obligados a proveer contingentes para los 
ejércitos romanos a sus propias expensas y a lu­
char e'n guerras que ellos no decidían; en compen­
sación, eran protegidos por Roma. A mediados 
_
del 
. siglonr, esta red de alianzas se extendió por toda 
la Italia peninsular al sur de una línea que va apro­
ximadamente desde Pisa hasta Rimini. En el 225, 
el número de aliados era de unos 600.000. El nor­
te del país, habitado por ligurios, galos y vénetos, 
recibió durante la República el nombre de los más 
poderosos de sus habitantes: Galia Cisalpina; fue 
conquistada entre 225 y 170 aproximadamente, 
aunque la pacificación de las zonas montañosas> 
más hostiles, demoró algo más. 
Entre los aliados, las ciudades latinas ocupaban 
un hrgar especial. Después de incorporar l� n:�ayor 
patte de las comuilidades latinas a su prOPIO cuer­
po ciudadano en el 338, Roma siguió fundando 
nuevas colonias "latinas" en sitios estratégicos de 
toda Italia· las últimas se establecieron a princi-, 
píos del siglo n en la Galia Cisalpina. En su ma­
yor parte, los colonizadores eran romanos que ha­
bían abandonado su ciudadanía en Roma_ a cambio 
de tierras y la integración en nuevas comunidades 
con antogobierno local. Las colonias se encontra­
ban generalmente a gran distancia de Roma, ex­
cesiva para que los derechos políticos fueran de 
algún valor; no obstante, la mayor parte y proba­
blemente todos los latinos podían heredar y poseer 
terrenos en territorio romano y desposarse con ro­
manos, de manera que los hijos adquirían la situa­
ción del padre. A partir de fines del siglo n, }os 
que obtenían magistraturas locales se convertian 
automáticamente en ciudadanos romanos; de este 
18 
modo, la clase gobernante local estaba más estre­
chamente vinculada con el gobierno central. Some­
tido a ciertas condiciones, todo latino podía en 
verdad obtener la ciudadanía romana con sólo emi­
grar ·a territmio romano. Estos privilegios, junto 
con la memoria del ancestro xomano y a menudo 
quizá con el hecho de que se hallaban en_ malos 
términos con los pueblos vecinos -cuyas tierras 
habían sido confiscadas en su provecho- a los 
que debían mantener a raya, explican sin duda por 
qué, con pocas excepciones, las colonias latinas se 
mantuvieron fieles a -Roma en ocasión de cada 
crisis. 
1 
No fue éste el caso de otros .aliados. La mayor 
parte de ellos hablaba lenguas incomprensibles 
para los latinos (la lengua etrusca ni s1quiera era 
indoeuropea) y habían sido sometidos por la fuer­
za a la hegemonía romana. A lo largo dé genera­
ciones permanecieron dóciles en tal sometimiento. 
Después de la derrota de Aníbal no tuvieron . opor­
tunidad ·alguna de obtener ayuda extraniera para 
afirmar . su independencia. El poder de Roma pa­
recía inquebrantable. Además, durante el siglo si­
guiente la Italia peninsular gozó de paz interna, 
imperturbable y sin paralelo. !Los colonizadores ro­
manos y latinos, esparcidos por todo el país, trans­
mitían las ideas romanas y la lengua latina; ciu� 
dades remotamente aliadas solían r·emodelar sus 
instituciones de acuerdo con el ejemplo romano. 
Entretanto Roma estaba adquüiendo un Impe­
rio en el Mediterráneo, en parte gracias al valor 
de los soldados aliados; la mitad o unos dos ter­
cios de sus ejércitos estaban integrados por lati­
nos y otros aliados. Pero aunque los italianos con­
tribuyeron en mucho a las victorias de Roma, su 
parte en los beneficios del ·Imperio era bastante 
rnás pequeñ::J,, y nulos la dignidad y el honor pro­
venientes del poder imperial. A decir verdad, 
. r:l·· .· v· .• � 
t �t; "",_ � • ) � 
... •¡ 1 • 19 
' 
l. 
R . . b't . t ' oma mterverua en ocasiOnes, ar 1 ranamen e� .en 
sus asuntos internos y sus personas cared�n de 
protección contra los caprichos de los comandan­
tes romanos. Entre los aliados cundió la decisión 
de exigir igualdad de situación mediante la exten­
sión del derecho político romano. La exigencia 
fue rechazada, y la mayor parte de ellos se rebeló 
en el 90. Aun1·entonces su objetivo no consistió en 
recuperar· su vieja independencia, sino en instituir 
un nuevo Estado federal, llamado Italia, modelado 
en muchos aspectos de acuerdo con el Estado Ro-
. mano. 1 
Esta guerra "social" (la guerra contra los sodi 
o aliados) fue una de las más sangrientas entre 
las emprendidas por Róma, y la más vana. Roma 
sólo pudo someter a los rebeldes con la concesión 
de la ciudadanía que anteriormente había negado. 
Además, la lucha desencadenó una serie de acon­
tecimientos que fueron causa de nuevas guerras 
entre los ciudadanos mismos ( 87-86, 83-81); las 
p�opias facciones romanas rivales, en su búsqueda 
de apoyo, tuvieron que conceder el .derecho de 
ciudadanía incluso a antiguos rebeldes. En conse­
cuencia, todos los pueblos de la Italia peninsular 
se convirtieron en romanos. En el 69. un censo 
parcial arroió la suma de 910.000 ciudadanos va­
rones adultos: un cálculo más exacto biP-n podría 
haber suministrado un resultado de 1.200.000. iEl 
pueblo de la: Galia Cisalpina, apartado de los co­
lonizadores romanos y latinos asentados allí, sólo 
obtuvo derechos latinos, pero después de· una pro­
longada agit�ción, César le concedió también el 
' derecho de Ciudadanía en el 4.9. Toda la Italia 
contj.nental fue pues, romana en el más pleno sen­
tido: sólo los nrovincianos estaban sometidos. 
lEs evidente que el examen de los conflictos so­
ciales de la República romana no puede limitarse 
a los que exclusiva o primordialmente afectaron 
20 
.sólo a la ciudad de Roma y a sus habitantes. Aun 
en. tier11pos de César y· de Augusto, cuando la po­
blación urbana creció enormemente, es muy im­
probable que más del 15 '% de los ciudadanos ro­
manos de todas las edades y de ambos sexos viviera 
en · la ciudad misma. Es derto que Roma era la 
arena en la que por ley debía tomarse toda deci­
'sión política, y que en estas decisiones pesaban a 
menudo los deseos o los intereses de sus habita­
tantes e incluso, a veces, las ·sediciones que llenan 
una gran pa1ie de los anales de los tiempos fina­
les de la República. Pero, ·en última instancia, el 
curso de la revolución que atravesaba la República 
era decidido por los soldados, casi todos reclutados 
entre el pueblo campesino. Además, Augusto ba-, 
saba su gobierno sobre d consentimiento univer­
sal de It�lia, esnecialmente el de la clase acomo­
dada de las ciudades italianas. Roma había conver­
tido a Italia en una nación y se puso a la cabeza 
de 18.s tradiciones nacionales. 
Al superar los límit·es de una ciudad Estado, 
Roma se negó a sí misma la posibilidad de la de­
mocracia tal como ésta era concebida entonces. 
Apenas había surgido la idea de un gobierno re­
presentativo. En Ja Atenas democrática, los ciu­
dadanos ordinarios se reunían con frecuencia en 
asambleas populares abie1ias a todos elloS: que de­
cidían toda cuestión política y supervisaban de 
cerca a los funcionarios ejecutivos; cada uno de 
los ciudadanos contaba únicamente por sí mismo. 
Roma también tenía asambleas populares, aunque 
no se basaban, como las atenienses, sobre el prin­
cipio de igualdad. Pero el · territorio de Atenas al­
canzaba sólo a unos 2.650 kilómetros cuadrados y 
el número de sus ciudadanos era quizá de 50.000. 
Toynbee observó con tino que una asamblea pri­
maria sólo actúa democráticamente si los votantes 
pueden asistir a ella sin pasar más de dos noches 
21 
• 
.Cerdeña 
•••• frontera cn\re la Galia Cisalpina 
y el resto de Italia 
de los 
ron\�\1"105 
T�rritorio de ciudadc• latinas 
O Territorio clc ciudades aliadas 
Nombres antiguos: Atina. 
.Nombres modernos: Pisa 
o 'too 
�o 
Mapa 2. Italia en el 133 a.C. 
22 
fuera de su casa. En Atenas; esto,. era posible; pero 
en el siglo III algunos ciudadanos romanos tenían 
su domicilio a cientos de millas hacia el sur y, 
hacia el este, casi al doble de esa cifra .. Pistancias 
mucho más breves habrían impedido su asistencia. 
Pocos podían permitirse el costo del viaje. El cam­
pesino no habría podido abandonar el arado por 
un día. Para que los habitantes rurales no estuvie­
ran teóricamente en desventaja,' debía darse noti­
cia de las reuniones con larga antelación, y éstas 
eran por necesidad poco frecuentes. De ahí quelos ciudadanos no pudieran adquirir muc}:la expe­
. riencia en los asuntos de Estado ni supervisarlos 
de cerca, ni tampoco asumir decisiones en situa­
ciones . de emergencia. Además, debió de haber 
sido físicamente imposible, aun en el siglo IV, que 
. un número crecido de ciudadanos se reuniera en 
un lugar,· escuchara los debates y votara. S6lo a 
fines d� la República fue posible que 70.000 vo­
taran juntos: aproximadamente un 6 % �e la tota­
lidad :del cuerpo ciudadano. Aun si las asambleas 
hubieran estado en principio democráticamente 
constituidas, no podrían haber funcionado con de­
mocracia y justicia. De hecho, la asamblea de los 
centuriones, que elegía a los principales magis­
trados, no era democrática en a�soluto� pero pndo 
haber repr·esentado a los ricos que la controlaban, 
fuera. cual fuere el Iuiar de su domicilio, pues es­
taban en condiciones de ir a Roma en ocasión de 
las elecciones anuales. Ostensiblemente más demo­
crática, la asamblea ''tribal" era en última instan­
cia dominada por los que vivían en la ciudad o 
cerca de ella. Pero el verdadero poder· siempre 
. perteneció al aristocrático . Senado, que normal­
mente podía manipular y controlar ·las asambleas 
y; en un Estado tan grande como llegó a ser Roma 
desde temprano en su historia,. dada la . ausencia 
de instituciones democráticas representativas, no 
23 
Cómg•O 
o 
MI LLAS 
había alt�mativa posible, a la oligarquía, salvo er 
gobierno de· ún hombre. ' . , 1 ' Los mi�mos . romanos oponían, compladéndose, 
su liberalid,a.d '.para conceder la ciudadanía, a la 
exclusividaq .. �� Atenas. Es pedectamente cierto 
que su liberalidad ayudó a ganar la lealtad de sus 
súbditos e1f Italia primero y, más tarde, a partir 
de ,l?s tie,�pqs de César, en las proyincias. Esta pohhca ss>lo pudo triunfar porque el sistema ro­
mano no f�� democrático. Si la mayor parte de las 
decisiones):��biera dependido de �sambleas verda­
d�I:amente, .9.-e�ocráticas, esta concesiqri habría sig­nifiCado muy poco para los distantes apulios, sa­
binos o umbríos. No obstante, de acuerdo con el sis­
tema aristocrático romano, la nobleza local de los 
pueblos . italiap9s podía abrigar la perspectiva de 
ser �n la clase gobernante de Roma una ' 
vez que obtenido la ciudadanía. U na ge­
neración q. dos después· de obtener Tusculum de­
recho de . ch,tdadanía, Lucio Fulvio, destacado ciu­
dadano de la mencionada ciudad, se convirtió en 
cónsul ( 3�2 )�.y fundó una de las más importantes 
familias de. Roma .. 
·Los pueblos aliados italianos y, en verdad, las 
municipaliP.a.des de los ciudadanos ·romanos espar-. 
ciclos por .tP9.Gt · Italia, se gobernaban de modo muy 
semejante, al de Roma. Tenían sus propias asam­
bleas P9I?Vl�res? sus propios magistra_dos electos, 
sus propi�� ju�tas formadas por hombres �e pres­
tigioso nf.ci,rniepto -y fortuna. que ocupaban sus cargos de por vida. No cabe duda de que en estas 
pequeñas . cOmunidades, de las que sabemos muy 
poco, hubo 
. 
viva� luchas intestinas, disputas entre 
familias que' podían culminar en 'derramamientos 
de sangre, .-cual:1do el Estado romano mismo era 
civiles y luchas políticas que 
dividían a-',l'as· En Arpino; hacia fines del si­
_glo n, el·· abuelo de Cicerón se opuso a una ley 
24 
de :votación defendida por un pariente de Mario 
y .conformada de acuerdo con la aprobada por los tnbunos populares en Homa. 
�n general, l?s gobiernos locales eran oligár­
�mcos y se pod1a contar con que Roma reprimí­
na 'todo movimiento tendiente a alterar el orden 
establecido; por ejemplo, en el 265, Roma ayudó 
a los señores de .Volsinii a aplastar una revolución 
de siervos. Las noblezas locales, por lo tanto, do­
minaban sus ciudades patrias. Eran ellas las que 
r hacían conocer al Senado los deseos de su pueblo 
-que ·eran sus propios deseos-, y podían ejercer 
su influencia a través de vínculos de amistad y hos­
pitalidad que los ligaban con las grandes casas de 
Roma. Durante mucho tiempo, los iefes aliados se 
empeñaron en mantener la identidad separada d.e 
sus comunas. En el 215, los acomodados praenes­
tinos, que servían a, caballo, rechazaron el ofreci­
miento de convertirse en ciudadanos romanos. Pero 
en el 90 fueron los conductores de quienes exigían 
el derecho político italiano. 
No cabe duda de que querían igualdad de ran­
go por su valor intrínseco. Pero por entonces fue 
t�mbién evidente que como ciudadanos no perde­
nan el control local y obtendrían una mayor in­
fluencia en Roma. Arpino, cuyo pueblo gozaba de 
la ciudadanía, se autogobernaba tanto como los 
aliados que carecían. de ella. Pero los arpinos po­
dían también votar en Roma, y como los votos 
rara vez se concedían sin compensación, era licito 
abrigar expectativas de favores de toda especie, aun 
de -regalos en -dinero. El sufragio de·Ias clases di­
rigentes locales, que podían trasladarse a Roma 
para las elecciones, ejercía gran influencia en la 
asamblea de los centuriones. Además, la carrera 
de Mario, que e1l. esa época fue designado cónsul 
en seis oportunidades y, tal vez, la de otros adve­
nedizos de probable oligen municipal que habían 
25 
• 
,udmiüua 
4nhicra. 
dcsgarrndo 1,i:lr',_gucr~as 
clases. 
llegado a desempeñar altas funciones en Roma, 
pueden haber sugerido que con el curso del tiem-1 
po los magnates aliados alcanzarían también una 
alta dignidad en Roma. lEsas esperanzas se vieron 
colmadas. Después de la obtención del dúecho 
político por Italia, los candidatos a las más altas 
magistraturas romanas debían cortejar el apoyo de 
las clases elevadas de los pueblos rriás distantes. 
Cicerón, por ejemplo, planeaba hacer su campaña 
en la G.alia Cisalpina. Ninguna otra región era más 
remota, y la mayoría de los pueblos que se encon- t 
traban· en ella gozaba sólo del derecho. latino, lo 
cual significaba que sólo unos pocos de sus habi­
tantes, los ex magistrados, poseían sufragio; pero 
eran necesariamente ricos y valía la pena solicitar . 
sus votos. Los cargos de menor importancia en 
Roma eran llenados por la asamblea tribal, en la 
que, si bien los votantes ricos no predominaban; 
los magnates locales tenían mayor oportunidad de 
obtenerlos si lograban, quiúís a sus propias ex­
pensas, trasladar el pueblo de su municipalidad 
y las municipalidades vecinas con el objeto de vo­
tar por un "hijo favorito". De este modo, Gneo 
Plancio fue elegido edil para el período del 54 
gracias a que virtualmente toda la población de 
su ciudad patria, Atina v de los pueblos. vecinos, 
viaió un centenar de millas para prestarle apoyo. 
Con el correr del tiempo, la nobleza italiana se 
elevó aún más. El sold�do, orador e historiador 
Cayo Asinio Polión fue cónsul en el 40, cuando 
Virgilio le dedicó su cuarta égloga; se�n !parece, 
era nieto de un jefe rebelde del 90, Heria, Asinio. 
Por ese tiempo, el Senado estaba lleno de figuras\ 
"municipales". Las guerras y las proscripciones 
apresuraron la disminución de la vieja nobleza ro­
mana; sus lugares fueron ocupados por "toda la 
flor de las ciudades de toda Italia", "los buenos 
y valiosos hombres" a quienes (de acuerdo con 
26 
Claudia) Augusto y Tibe1io querJ.an ver en el 
Senado. Para Catilina, vástago de una decaída casa 
patricia, el arpino Cicerón era todavía un "foráneo'' 
( inquilinus ), pero el futuro estaba en manos de 
los Cicerones, no de los Catilinas. 
Gran parte de este libro estará consagrado ·a los 
conflictos sociales entre ricos y pobres. Pero la con­
tienda por el privilegio y la dignidad entre las cla­
ses superiores no fue de menor importancia y tuvo 
influencia en está lucha ·de clases, y ninguna fue 
más grave y profunda en sus efectos que la que 
acaba de esbozarse. 1 . 
La primera de estas contiendas se desarrolló en-¡ 
tre los patricios y los plebeyos ricos (cap. III). Es­
tos últimos lograron por fin la1 igualdad de dere-. chos para asumir cargos con el respaldo de los 
ciudadanos pobres, cuya causa, contra la miseria social defendieron de vez en cuando. N o obstante, 
esta miseria social fue probabi�mente· aliviada_ en 
lo principal mediante la anexiórt de territorios ene­
migos y su distribución entre lps pobres. Durante 
este temprano período, la expansión parece haber 
mitigado las tensiones No es que se las 
haya eliminado por completo , a todas o que en Roma :Se haya logrado alguna vez algo que se 
asemejara a la igualdad econórpica. · . 
La prestación de servicio en las legio�es qu�­
daba reservada a los ciudadanos que pod1an eqm-
- parse por su cuenta con armas y la armadura de 
defensa. Había una organización de acuerdo con­
la fortuna. Los que tenían una propiedad eran 
llai,llados assidui, esto es, ,hombres asentados per­
manentemente en su propio terreno, el resto eran 
p-roletar·ii, cuyo servicio al Estado consistía en p1:
o-_ 
curar los vástagos (proles) que criaban, o capt�e 
censi, hombres que se contaban por cabeza, ��� 
propiedad digna de mención. Durante las cns1s 
aun los proletarii eran llamados y armados a expen-
27 
sociales . 
• 
- C:'mtnos principalel 
e mñs de 3.000 ptu 
·�;'::r:: mtls do 600 pies. O MlLLAS lOO 
o KMS roo 
Mn.pn 3. Italia: Rasgos físicos . 
28 
sas públicas, por ejemplo, en ocasión de la guerra 
contra Aníbal. Pienso que había ya por entonces 
una mayoría de ciudadanos. Si la agitación popular 
en Roma cesó casi por ciento cincuenta años des­
pués del 287, la razón puede ser, en parte, que 
había pocos jefes potenciales para las masas, una 
vez satisfechas las aspiraciones a ocupar cargos de 
los plebeyos más ricos. 'Pero la expansión proba­
blemente había disminuido la intensidad del des­
contento social. En el 264, el pueblo votó la inter­
vención en Sicilia contra la volnntad del Senado, 
lo que provocó una prolongada y ardua lucha con 
Cartago, que sólo finalizó en el 241: tenían la 
esperanza de enriquecerse con los botines. Por el 
contrario, en el 200 el Senado tuvo que seducir 
a u:ri pueblo agotado por la guerra para que apro­
bara las hostilidades contra · Macedonia. 
'Entre estos dos acontecimientos, la pérdida ele 
vidas fue tremenda y se impusieron pesadas tasas 
durante la prolongada lucha contra Cartago. En la 
segunda guerra ( 218-201 ) , la mitad de los hombres 
entre dieciocho y cuarenta y seis años aptos para 
servir en las legiones estaba generalmente bajo las 
armas, · muchos de ellos durante varios años inin­
terrumpidos; 'el promedio de prestación de servi­
cios era de siete años. Los soldados que servían 
en España, Sicilia o Grecia no podían visitar sus 
hogares ni siquiera durante la licencia de invierno . . 
La victoria sobre Cartago no tuvo por resultado 
una firme; era necesario someter a la Galia 
Hubo varias expediciones a Grecia o 
Asia: la pacificación de España apenas comenzaba 
y sólo se completó en el 19; dos y a menudo cuatro 
legiones permanecían estacionadas allí. Los roma­
nos tenían registrado en el campo de batalla un 
promedio de 47.000 ciudadanos por año desde el 
200 al 168, y no muchos menos a partir de esa 
fecha. S i añadimos a los italianos que se encontra-
29 
COICC:GA 
paz; 
Cisu\pina... 
han en los ejércitos y las flotas, el promedio no­
minal asciende a 130.000, y aun si muchas unida­
des no se encontraban colmadas, difícilmente pu­
do .haber sido inferior a los 110.000. 
En general, los ciudadanos que soportaban esta 
carga eran los assidui. llegaron sólo a unos 100.000 
d • nante la guerra contra Aníbal. N o sólo se re­
c1utó entonces a los proletarU, sino que la capaci­
dad de propiedad se redujo permanentemente. En 
el siglo n ·disminuyó nuevamente a 400 denarios. 
Según una estimación hecha aproximadamente en 
el 60 d.C., esa suma alcanzaba para adquirir ape­
nas algo más de un acre de tierra cultivable y . 
despojada de viñedos, excesivamente poco para 
permitir l'a subsistencia ( Columela, III, 31 8 ) . N o 
se conoce el valor de la tierra durante el siglo 
11, pero parece improbable que aun entonces 
400 denarios hayan podido representar más que 
el valor de una cabaña, un huerto y algunas per­
tenencias personales. Cicerón calculaba que un es­
clavo especializado podía ganar tres cuartos de 
denario por día, y no necesariamente todos los 
días del año ( Pro Roscio el comediante, 28 ) . El 
soldado mismo recibía 120 denarios anuales, de los 
que el Estado descontaba normalmente los alimen­
tos, las ropas y las armas; es significativo que no 
esperara ya que se equipara a sí mismo. Ésta de­
bió haber sido una paga suficiente para vivir y no 
mucho más; desnués de que César la elevó a 225, 
se consideró todavía magra, como lo demostraron 
los levantamientos del 14 d.C. Sin embargo, la. ca­
pacidad de proniedad pam un legionario del siglo 
n alcanzaba a ·sólo el triple y un tercio, aproxima­
damente, de su paga. 
Ocasionalmente los soldados obtenían un rico 
botín; . se cuenta de voluntarios atraídos por esta 
perspectiva o por una vida de aventura. Pero la · 
excepción al servicio era un privilegio codiciado, 
30 
y en diéz ocasiones entre el 193 y el 130 surgieron 
dificultades en la leva de h·opas o para su reten­
ción bajo bandera y, a veces, se opuso a ello una 
abierta resistencia. En el 133, Tiberio Graco y 
otros temieron que la población sufriera una dis­
minución; sin embargo, había registrados más va­
rones adultos que en el 218 y tal temor no parece 
tener sentido, a menos que se conociera una de­
clinación en el número de assidui. Se reclutaron 
entonces muchachos por debajo de la edad militar: 
Para mitigar las penurias, se había ya intentado. 
que los soldados apostados en España no perma­
necieran allí más de seis años. El n{m1ero máximo 
de campañas que se podía exigir, veinte en tiem­
pos de Polibio, fue aparentemente reducido antes 
del año 108 por leyes- que luego debieron ser de­
rogadas. En el año siguiente, el Senado pudo su­
poner que la popularidad de Mario se desvanece­
ría si éste se veía obligado a reclutar assidui para 
reforzar dos legiones en el África, aunque no pue­
de haber necesitado más de 5.000 reclutas roma­
nos; sólo 40.000 ciudadanos estaban bajo las armas 
y, quizás, el doble de aliados. 
Mario superó el dilema reclutando proletarii co­
mo voluntarios : éstos esperaba� la conquista de 
un botín y no quedaron desilusionados. No se vol­
vió a aplicar la capacidad de propiedad. Es indu­
dable que desrués de Mario las legiones estuvie­
ron constituidas principalmente por proletarii, so­
bre todo porque la mayor parte de los ciudadanos 
pertenecía a esta clase. Se supone también, con 
frecuencia, que eran en su mayoría voluntarios. 
Esto es una ilusión. En la dé�ada que comenzó 
en el 90, los italianos bajo armas llegaban a 
menudo a los 250.000 ó 300.000. , Desde el 78 al 49, . 
el total oscila entre los 60.000 y los 150 . .000; el pro- ,. 
medio es de 90.000. Durante los diez años siguien­
tes casi siempre excede los 150.000, llegando a los 
1 ' 
31 
• 
las 
200.000. Los voluntarios no podían colmar las filas 
y hay amplias pruebas de que se recurrió � la cons­
cripción. Aun los comandantes que requenan fuer-
. zas relativamente pequeñas se valían de ella; po.r 
ejemplo, Murena -en .el 64-, quien sólo ne�esita: 
ba fortalecer las legiones apostadas en , la Galia. N1 
siquiera los propietarios quedaban exceptuados. 
Pompeyo afirma en el 4�. 
qu� los ejércitos �ome­
tidos a leva ·en Picenum hab1an de)a¿o atras sus 
posesiones", � en el 41 tenemos noticia de pa.dres, 
hijos o parientes de soldados que eran despoJados 
de sus propiedades p�ra favorecer a los veteranos 
(:Dio, X:LVIII, 9 ) . 
·La creen
.
cia según la cual el servicio voluntario 
se había vuelto por entonces más frecuente que 
cuanto las p1uebas permiten .suponer!?, se �a�� en 
la suposición de que el soldado : tema pos1b1hda­
des de enriquecerse, no a través de su magra paga, 
sino del pillaje, los donativos de los generales y la 
distribución de tierras al producirse la baja. Quizá 
por esos motivos se sumaran al ejército, por propia 
voluntad, más hombres que en el pas:;¡do. Pero en 
algunas regiones el posible botín resultaba escaso y 
los generaleseran con frecuencia incompetentes; en 
lugar de enriquecer a sus ejércitos, los llevaban a la 
destrucción. N o existía sistema que g�rantizara · re­
compensas en contante o tierras para los vetera­
nos. Los hombres que habían servido bajo las ór-· 
denes de Sila en la guerra civil de los �ños 83-81, 
de Pompeyo en los años 67-62 y de los vencedores 
en la guerra civil de los años 49-30, recibieron es­
pléndidos donativos en dinero y tierr�s� éste fue " 
un privileaio que debieron al poder pohhco de sus 
generales.
0
Los derrotados no obtuvieron tales gra·· 
tificaciones, y tampoco podían pretenderlas los le­
gionarios que sirvieron durante �ños en las guar­
niciones provinciales; en el meJOr de los casos, 
32 
compartirían quizás, el botín obtenido en la paci­
ficación de las · tribus pobres y bárbaras. 
La cpnscripción fue detestada en todos los· tiem­
pos, especialmente durante las guerras civiles, 
' cuando se recurría a ella en gran escala. Cicerón 
escribió, acerca de las levas de César en el 49 : 
"La conscripción constituye de por sí una penuria 
incluso cuando la imponen hombres bondadosos. 
¿Cómo piensas que se la reciba en esta ocasión?" 
(A Atico, IX, 19 ) . �El emperador Tiberio la aban­
donó por fin en Italia; ·en adelante, el gobierno 
recurrió normalmente a levas provinciales. En este 
tiempo los legionarios estaban mejor pagos y te­
nían derecho a una gratificación fija al ser dados 
de baja. No obstante, los italianos fueron desapa­
reciendo gradualmente de las legiones, justo co­
mentario sobre la supuesta popularidad del servi­
cio militar durante los últimos tiempos de la Re­
pública: 
Al escribir sobre las condiciones que prevaledan 
en la víspera de la refo�ma agraria de Tiberio Gra­
co, Salustio dice que "unos pocos hombres lo con­
trolaban todo en la paz como en la guerra; dispo­
nían del tesoro, las provincias, las magistraturas, 
' los hombres y los triunfos; el botín obtenido en la 
guerra iba a parar a manos de los generales y unos 
pocos más. Entretanto, los vecinos poderosos des­
pojaban de sus hogares a los padres o los hijos de 
los soldados" ( La guerra de Yugurta, 42 ). A piano 
( Guerras civiles, I, 7 ) dice que los impuestos y 
campañas habían empo,brecido al campesinado, y 
Graco se lamentaba de que los hombres que ha­
bían luchado por Italia se hubieran convertido en 
vagabundos sin hogar junto con sus mujeres e hi­
jos ( Plutarco, 'Tiberio Graco, 9 ) . La alusión de 
Apiano al efecto de los impuestos sólo puede re­
ferirse a los comienzos del siglo n, pues en el 168 
la tasa directa a la propiedad que se exigía de los 
33 
. ciudadanos quedó interrumpida; el presupuesto pa- . 
ra los gastos públicos provenía casi por entero de 
las provincias. Los historiadores que describieron 
la miseria social durante los primeros tiempos de 
Roma siempre la atribuyeron al peso combinado 
de los impuestos y la conscripción. No pueden ha­
ber tenido prueba documentada alguna ( cap. IU ) 
y aunque es posible que se hayan apoyado en la 
tradición oral, para decirlo, los detalles que procu­
ran sólo pueden ser el producto de la imaginación 
inspirada en experiencias posteriores, y se relacio­
nan con las condiciones de los dos últimos siglos 
de la República, época en la que escribían. Así, 
pues, Livio afirma que en el 400, aproximada­
mente, cuando los soldados permanecían bajo las 
armas durante todo el año por causa de la guerra 
con Veyos ( sólo allende el Tíber ) , volvían para 
encontrarse con sus tierras en estado de abandono 
por faltarles el cuidado de su propietario. Ésa de­
bió .haber sido de hecho la suerte de muchos que 
permanecieron seis largos años en Esuaña durante 
el siglo rr. Se nos dice que el cónsul Marco Atilio 
Régulo solicitó ser relevado de su mandato en Afri-. 
ca en el 256, porque durante su ausencia el ma­
yordomo de su pequeña granja había muerto, el 
labrador contratado se había fugado con sus pro-· 
duetos y su muier e hiios corrían el peligro _de 
morir ele hambre. Régulo, un noble, era con se­
guridad un gran terrateniente, y si , bien la histo­-
ria . es ficticia, esa ficción sin embargo es verifica­
da en el infortunio de muchos legionarios comunes. 
Livio cuenta también la historia ( II, 23 ) de un 
viejo soldado reducido a una virtual servidumbre 
por la deuda, dado que sus tierras habían sido 
arrasadas, su casa quemada y su ganado robado 
mientras él se encontraba en el ejército; ese des­
tino pudo haber sido compartido por muchos sol­
dados italianos durante la guerra con Aníbal y más 
34 
aún en las luchas que aniquilaron parte de la pe­
n�lsula durante las guerras civiles. 
Las guerras y la conscripción ·a gravaron sin du­
da el progresivo empobrecimiento del campesina­
do. Al conquistar lo que se complacían en llamar 
el mundo, los romanos arruinaron a gran parte del 
pueblo italiano; naturalmente, los aliados sufrieron 
tanto como los ciudadanos. Enh·etanto, como lo 
observa Salustio, las clases supe1iores se emique­
cieron. Los senadores obtenían enormes beneficios 
de los botines, donativos en concepto de gastos y 
tasas. ilícitas impuestas al pueblo, y los ricos que 
no estaban en el Senado, los E quites ( págs. 105 y 
sigs. ) , de los contratos para obras públicas, el abas­
tecimiento del ejército y el cobro de los impuestos · 
provinciales. En el 160, Lucio Emilio Paulo, que 
l1abía conquistado Macedonia, mmió con sólo 
370.000 denarios; hombre de es
1
crupulosa inte�ri­
dad, Polibio lo consideró pobre para ser senador 
( XXXI, 28; cf. XVIII, 35) ; sin embargo, su capital 
fue 900 veces mayor que el que pronto se exigiría 
de un legionario. En el siglo siguiente sólo las tie­
rras de Marco Craso se evaluaron en 50.000.000 
de denarios; solía decirse que nadie nodía conside­
rarse rico a no ser que pudiera mantener un ejér­
cito con sus ingriesos. Pompeyo y César eran más 
·ricos aún. La ·exnansión de Roma profundizó el . 
abismo entre las clases. 
La nueva riqueza se prodigó e� parte en el con­
sumo suptuario, en parte s·e invirtió en tierras ita­
lianas compradas a los pobres mediante pago o por 
la ejecución de hipotecas o por la mera violencia y, 
por fin, en esclavos. Ya durante la primera guerra 
con Cartago se nos dice que en África, en el año 
256, 20.000 prisioneros fueron sometidos a la escla­
vitud, y en el 261, 215.000 en una ciudad siciliana. Se 
. dice que Emilio Paulo vendió 150.000 epirotas en 
167, y que César hizo 1.000.000 de esclavos en la 
35 
Galia. No puede confiarse en estas cifras, ·especial­
mente en la última, pero ilustran sobre el núm-ero 
de esclavos que los contemporáneos hallaban crei­
ble. La guerra no era la sola fuente de obtención de "" 
esclavos; durante casi un siglo a partir aproximada­
mente del . 167 la piratería floreció en el este del 
Mediterráneo. Por mucho tiempo los romanos no 
adoptaron medidas para impedirla, quizá porque 
los propietarios de esclavos eran indirectamente 
los beneficiarips; se dice que el puerto libre de 
Delos podía recibir 10.000 por día, y los piratas 
deben haber sido los plincipales suministradores. 
En el año 102 el rey de Bitinia afirmó que los 
cobradores de impuestos romanos habían reducido 
a la esclavitud a la mayor parte de sus · súbditos. 
.Existía también el tráfico de esclavos con pue­
blos allende el Imperio, y en muchos lugares del 
este los hombres libres se vendían a sí mismos o 
a sus hijos como esclavos. cuando la muerte por 
hambre era la única alternativa. Esta práctica, aun­
que prohibida a los ciudadanos por la ley rom�na, 
pudo muy bien no haber sido inusitada en la mis­
ma Italia. Se · permitía el abandono de los niños, 
y los pobres probablemente se veían a menudo 
obligados a recurrir a ello; la mayor parte de los ni­
ños que sobrevivían eran quizá criados como es­
clavos. Dado que los ricos tenían mayores recursos 
en Italia que en ningún otro lugar, gracias a los 
?�neficios del Imperio, Italia era el principal país 
Importador. Los esclavos trabajaban en los cam­
pos y en los ' talleres, como tambiénen las tareas 
do.mésticas y predominaban aun en el cargo de se­cretarios, contadores y doctores. No conocemos su 
n{tmero, pero puede calculat'se que· en ·el afio 28 
había 3.000.000 aproximadamente, contra 4.000.000 
de personas libres.2 Es probable que el número de 
2 Véase pág.' 14. Aproximadamente 1.000.000 de ciuda­
danos vivía fuera de Italia. 
36 
personas libres no hubiera crecido durante los dos­
cientos años precedentes; la población crecía tan 
sólo mediante la adquisición de esclavos, mientras 
que los mismos habitantes libres incluían varios 
millares de libertos y otros de situación . parcial­
mente servil. 
Ya en tiempos de la invasión de Aníbal. el nú­
mero de esclavos debió · haber sido ;onsiderable, 
pues, de no ser así, le ,hubiera resultado im­
posible a . Roma movilizar para los ejércitos y las flotas a uno de cada dos ciudadanos en edad mi­
litar; sólo el trabajo de los esclavos pudo haber 
procurado el alimento y otros artículos necesarios 
a�o tras . año. Sólo la abundancia de ese trabajo hizo posible que el Estado siguiera recurriendo a 
tantos hombres libres durante las generaciones si­
guientes. La mayor parte del trabaio se realizaba 
nece�ariamente en las tierras. En mnchas grandes 
prom�dades, éste era hecho exclusivamente por 
cuadnllas de esclavos. Pero la abundanci!:l de es­
clavos t::�mbién negaba a los hombres libres la 
oportunidad de ganarse la vida decentemente en 
tiempos de paz. El pequeño propietario, arruinado 
por el servicio cumplido en el extranjero tenía 
dificultades en encontrar tralmio al volv�r. Sin 
ocupación regular, el pobre no nodía permitirse 
tener una familia. La población lihre no lograba 
aumentar, norque la esclava se mnltinlicaba. Asom­
brado nor lo que leía en los anales snhre el núme­
ro de soldados que Roma había reclutarlo en el 
Lacio del siglo IV_ Livio concluyó nne h;:thía exis­
tido otrora una multitud innumerablP. de hombres 
libres . en lugares nne, en sus tiemnoc;_ a nenas pro­
curah�n un reducido terreno para la formación de 
soldados Y sólo eran rescatados dPl mero vacío por 
los esclavos de los romanos ( VI, 12 ) . 
37 
• 
' ' l. i 
n 
EL MARCO DE REFERENCIA: 
LA ECONOMíA ROMANA 
Al considerar la ·economía de un pueblo antiguo 
cualquiera, debemos despojarnos de preconcepcio­
nes propias de una era de amplio tráfico interna­
cional e industria en gran escala, facilitados por 
inversiones acumulativas de capital y el flujo cada 
vez más veloz de inY.cnciones técnicas. La base d<• 
la actividad económica en la Antigüedad era ngrn­
ria y todo distrito apuntaba normalmente a In au­
tosuficiencia. Fuera' de un radio estrecho, el tráfi­
co se circunscribía al intercambio de articulas sun­
tuarios y semisuntuarios u otros tan esenciales co­
mo el hierro y la sal, que no se encontraran dentro 
de esos límites. En tiempos de escasez también ha­
bía que realizar esfue1·zos para importar alimentos, 
y las regiones excepcionalmente fértiles, como Cam­
pania, tenían por lo general un' excedente para 
vender. El acontecimiento local más importante era 
habitualmente la cosecha, hecho que todavía se re­
fleja en ·nuestras festividades. ILasl seguías, las llu-
. vias, las inundaciones o el saqueo : de los enemigos 
podían malograrla; el hambre era un peligro siem­
pre presente. Pocos pueblos o ciudades podían con­
tar con una l'egular importación de alimentos : era 
demasiado precaria y costosa. •En los últimos tiem­
pos de la República, la ciudad de1 Roma se convir-
39 
tió en una de las excepciones; los beneficios del 
Imperio le hacían posible el dispendio requerido 
para ello, pero la organización de los. abastecimien­
tos era difícil y el hambre nunca se encontraba 
demasiado alejada. La industria rara vez tenía mer­
cados extensos y no le eran necesarias grandes fá­
bricas aun en los mayores · centros de población 
como Roma; puesto que sus productos podían ha­
cerse a mano con ayuda de utensilios simples� no 
había ventaja alguna en concentrar más tra-bajado­
res en un mismo lugar que los que un solo hombre 
podía supervisar fácilmente. De ahí que los arte­
sanos, quienes a menudo vendían sus propios ar­
tículos directamente a los consumidores, fabricaran 
la mayor parte de su producción en pequeños ta­
lleres. 
En Roma no se estimaba socialmente ni la indus-
tria ni el comercio. No se conoce a nadie que go­
zara de reputación y hubiese hecho su fortuna me­
diante la mánufactura, aunque, por supuesto, los 
terratenientes explotaban los recursos de sus pro­
piedades; si en ellas se encontraba la arcilla ade­
cuada, levantaban hornos para fabricar ladrillos o 
mosaicos, o batanes; ya en el 226, un cónsul ( Ca­
yo Apustio ) recibió el apodo de "batanero''. Re­
sulta significativo que el hecho de que el padre 
de Cicerón se hubiera beneficiado con un batán 
instalado en su uropiedad, sirviera de motivo de 
escarnio contra éste. Cicerón, adem4s, desprecia­
ba el comercio al menudeo con el nretexto moral 
de que imnlicaba la mentira. El trMico en gran 
escala era algo muy distinto ante sus oios. El vie­
jo Catón, en · el siglo rr, pensaba que el comercio 
puede ser más beneficioso que la agricultura, pe­
ro lo desaconsejaba por azaroso; recuérdese a An­
tonio, en El mercader de Venecia, y sus perdidos 
bajeles llenos de valioso cargamento. · Según opi­
nión de Catón, la tierra era la inversión más s·e-
40 
· gura, y Cicerón recomendaba al mercader exitoso 
la adquisición de propiedades. En el relato de Pe­
tronío, el liberto Trimalción invertía las enormes 
ganancias de sus aventuras marítimas en tien:as 
que se extendían a través de •Italia, de mar a mar. 
"Mercader" no '·es nunca un término honorífico en 
latín. 'La ·explicación no radica sólo en la perspec­
tiva conservadora de una sociedad dominada por 
terratenientes aristócratas> sino en consideraciones 
económicas. En última instancia, lo que en Roma 
procuraba el honor era la riqueza; aun la más an­
tigua nobleza no podía pasarse sin ella si · su rango 
había de preservarse, y en algunas generaciones 
los ricos parvenus se convertían en sus i,guales. Pe­
ro la onortunidad tanto de adquirir como �e pre­
servar la riqueza . adquirida por la industria y el 
comercio era excesivamente limitada y ries_gosa: no 
existían los von Krupp o los Hcnry Ford de nues-
tra época. . 
!El capital excedente podía también, por cierto, 
invertirse en préstamos. La práctica de cobrar in­
terés se había desaprobado otrora, e incluso había 
sido prohibida. Catón observó que el viejo modo 
de pensar quedaba evidenciado por leyes que im­
ponían al ladrón una multa doble y una cu�druple 
al usurero. Un siglo más tarde los escrúpulos mo­
rales habían desaparecido. Los romanos más emi­
nentes practicaban la usura. Marco Bruto, ese 
"hombre ho11orable", prestaba a los nrovincianos 
a un 48 %, norcentaje en parte dictado por la inse­
guridad del préstamo; entre los romanos que goza­
ban de buen crédito, el interés podía llegar a ser 
tan bajo como el 4 %. Pero la mayor parte de estos 
préstamos se concedían probablemente durante 
breves períodos, para gastos personales y quizá 
también los concedían los patrones para instalar a 
sus libertos en talleres o fábricas. No existían vas­
tas actividades de empréstitos como las que nuestras 
41 
• 
• 
• 
grandes compañías de industria y comerc�o utili�n 
para ampliar sus negocios. Tampoco hab1a eqmva­
lente ·alguno de esas compañías, propie?�d de �n� 
multitud de accionistas con responsab1hdad hml­
tada. La ley romana sólo reconocía sociedades en 
las que cada uno de los socios era cabalmente res­
ponsable de las deudas y que se disolvían an,
te. el 
deseo o la muerte de cualquiera de ellos. La 
excepción era la de las compañías de ' 
públicos, en las que particip.ab,
an otr?s, además de 
los principales, y que su�s1stian_ m
wntras durara 
el contrato normalmente cmco anos; el Estado no 
to1eraba la
' 
repentina disolución de compañías que 
desempeñaban funciones púb�icas esenciales. No 
existía tampoco la deuda naciOnal: el Estadopa­
gaba su desempeño romo tal :on ingresos contan­
tes y reservas de metales pre?wsos; en consecue�­
cia, no se podía acumular capital en los fondos pu-
blicas. 
Es posible que los ingresos proveni�ntes de �as 
tierras hayan sido escasos y la capacidad de . m­
crementar la riqueza en tieri·as mediante la �1�J?�·a 
de una propiedad, a diferencia de la adqmsiCwn 
de más acres, estaba limitada por el nada progre­
sista carácter de la a�ricultura; después del 200, 
la incrementación de la crianza de ganados y la 
plantación de viñedos y olivos en lugar de cerea-. 
les probablemente elevó la rentabilidad. 
Los ricos se sentían tentados no a inv�rtir Y �c�­
mular, sino a gastar, a menudo demas1ado prod:­
gamente. El rango implicaba un consumo conspi­
cuo. Las grandes casas estaban atestadas de �d�­
lones y sus propietarios salían siempre con un s�­
quito. En tiempos de Nerón, la casa de un. em
i­
nente senador ubicada en el centro de la cmdad 
contenía 400 esclavos; Tácito observa qt�e . �n esa 
época · el lujo y la ostentación de la Hepu�l�ca t�­
davía subsistían. Para hacer una carrera pohtiCa era 
42 
casi neces·aria la prodigalidad, pues había que pro­
curar juegos, larguezas de toda especie e incluso 
sobornos sin disimulo alguno. La mezquindad sig- , 
nif.icaba el fracaso en las urnas. La extravagancia 
se extendía más allá de la tumba. Se esperaba que 
· el heredero celebrara juegos funerarios. Polibio 
(XXXI, 28 ) informa que en el siglo n podían lle­
gar a costar 180.000 denarios, 1 .500 veces la paga 
de un legionario en ese momento. En tiempos de 
Augusto, un liberto rico ordenó que se gastara en 
su funeral 250.000 denarios ( :Plinio, Historia natu­
ral, XXXIII, 135 ) . Los hombres deseaban dejar tras 
de si un nombre ilustre. En la época del princi­
pado encontramos en incontables ciudades bene­
factores que legan dinero para que, en perpetui­
dad, se distribuvan vino y du1ces en ocasión de ce­
lebrarse .el día de su nacimiento. 
Esta tendencia a consumir más que a acumular 
se vinculaba con la falta de oportunidades para la 
inversión productiva, de �a cual fue, quizás, antes 
la consecuencia que la causa. E�istía escaso pro­
greso tecnológico. Las clases cultas desnreciaban el 
trabajo man�al y sus operaciones por sórdidos. Qui­
zá estuviera degradado por el predominio de la 
mano de obra esclava. Los críticos modernos han 
supuesto también que la mano de. obra esclava era 
renuente e ineficaz y que su costo anarentemente 
bajo cerraba las mentes a las ventaias de las in­
venciones mecánicas. Sin embargo. no había ma­
yor progreso en las provincias donde se empleaba 
un número mucho menor de esclavos, ni tampoco 
durante el principado cuando ( según se cree co­
múnmente ) los esclavos se habían vuelto �ás cos­
tosos, pues el abastecimiento a partir de la guerra 
y la piratería habían disminuido y era con mayor 
frecuencia necesario criar esclavos y soportar el gas­
to de mantener niños que quizá no alcanzaran la 
edad en la que pudieran trabajar. Además, a los 
uruca 
CQOl,mtiStll!' 
43 
esclavos especia�zados había qu� d��les la pe�­
pectiva de una tem�rana eman?Ipacwn como m­
centivo para que cmdaran los mtereses d�l amo. 
Séneca dice que fueron Jos responsables de muchas 
invenciones . tales como las ventanas transparentes, 
las cañer.ia� de agua caliente .en los baños y la ta-
quigrafía ( Epístolas, 90, 25 ) . . . 
El comercio y, por lo tanto, la mdustna no. ha­
brían podido desarrollarse en gran escala st no 
hubiera habido antes un gran progreso en el 
transporte. La ·revolución indru:trial en . Gran Bre­taña fue precedida por sustanciales meJOras en �os 
caminos y las vías fluviales y acelerada por la In­
troducción de los ferrocarriles. El transporte por 
tierra era sumamente retrógrado en la Antigüedad. 
No debe engafiamos la habilidad de los romanos 
para la constrt;rcción de caminos pavimentados, �1 
primero de los cuales, desde · Roma a Campama 
( Vía Apia ) remonta a fines del siglo rv. '!:en�an por . 
objeto facilitar el movimiento de los e1erc1tos; .
es 
dudoso que hayan contrib�do mucho al c?merc10. · 
Se sostuvo que no se asemeJan tanto a cammos mo­
dernos como a muros de piedra; cuando el uso los 
anuinó no pudieron ser reparados, sino que fue ne-, 
cesarlo 
'
reedificados: operación costosa y llevada a 
cabo con largos intervalos. Era por supuesto vent�­
joso para una granja 
,
encontra�se c�rca de un car�u­
no importante, pero estos serv1an solo para las pnn­
cipales arterias del tránsito Y. en la may?r parte de 
los distritos debió de haber sido necesano transpor­
tar productos por ásperas carreteras. Sin embargo, el 
principal obstáculo par� lograr un tran�norte _barato 
por tierra no era el caracter de los cammos, smo los 
métodos utilizados para el acarreo. 1 ·Hasta comien­
zos de la Edad Media, .Ja práctica universal consis­
tía en uncir el caballo mediante un arnés suave en 
1 Véase 1Lynn White, Medieval Technology and Social 
Change, Oxford, Clarendon troress, !1962, págs. 57 y sjgs. 
44 
torno al cuello en lugar de hacerlo con un arnés du­
ro en torno al pecho; como resultado, s·e ahogaba al 
tirar. !El arnés de los bueyes era relativamente · efi­
caz; · pero no podían arrastrar tanto como podría ha­
cerlo un caballo y se trasladaban a sólo dos millas 
por hora. En el Bajo Imperio el peso máximo per­
mitido para los carros utilizados en el servicio g:t­
bernamental no superaba al de un carro de granp 
sin carga del siglo XIX. De ahí que el transporte por 
tierra fuera lento, ineficaz y costoso. Catón ( De 
agricultura, 22) muestra que transportar lentamen­
te un molino de aceite de unas 4.000 libras de peso, 
añade por día a su costo inicial 2,5 %. En tiempos ?e 
Diocleciano (y no habrá sido diferente en el peno­
do que consideramos ) , el precio del grano se incre­
mentaba un tercio o quizá dos quintos si se lo trans­
portaba cincuenta millas en carro. En los terrenos 
accidentados y montañosos -aun el transporte por 
carro era imposible. Varrón cuenta cómo el aceite, el 
vino y el grano se Hevaban al puerto de Apuleyo en 
cestos cargados en asnos. Es improbable que esto ha­
ya resultado más barato. 
Si se querían evitar los altos costos, los produc­
tos debían transportarse por agua. Las cifras men­
cionadas en los últimos tiempos del Imperio indican 
que "era más barato enviar por barco el grano des­
de un extremo del Mediterráneo al otro, que enviar­
lo por carro 75 millas".2 ·Los barcos mercantes 
eran tan grandes como muchos de los que solían 
cruzar el Atlántico; es posible que algunos hayan te­
nido la canacidad de cargar 200 toneladas. El empe­
rador CJaudio otorgaba recompensas a los propieta­
rios que se afanaron en el comercio. de granos ro­
manos con tal que sus barcos pudieran transportar 
10.000 modii, aproximadamente lo bastante como 
para alimentar a 250 personas durante un año. Pe-
2 A. H. M. Jones, The Later Roman Empire, Oxford, 
Basil Blackwell, 1964, H, págs. 841 y sigs. 
45 
; , ¡ . 
ro los viajes por mar eran un asunto riesgoso; no 
existían los mapas o los compases. El M·editerráneo 
es un mar borrascoso y en ocasiones estuvo plagado 
de piratas. Durante e
'
l invierno la navegación nor­
malmente se suspendía. Además, es obvio que el 
transporte por mar servía de muy poco a los pue­
blos alejados de la costa o, más bien, de los puertos, 
en los que es muy pobre el litoral italiano 
Quedaba el transporte por río o canales. Pero los 
ríos italüi.nos como otros ríos mediterráneos, tien­
den a ser tor;entosos después de las grandes lluvia·S 
o los deshielos y a secarse en el verano. Puede que 
en la Antigüedad y la Edad Media hayan sido más 
11avegables que hoy, quizá por causa de una may�r 
humedad, antes de que tantos bosques de montana 
lmbieran sido derribados. ·Por cierto, se los utilizaba 
mucho más. Al sur del Po, el Tíber es con mucho el 
más extenso, amarillo por el lodo que acarrea y en­
arosado por numerosos afluentes, serpentea por 250 
�illas desde los Apeninos de la Umbría has,ta su 
desembocaduraen Ostia. El flujo anual medio en 
Roma es más del doble del que puede alcanzar en 
tiempos de sequía; y durante las inundaciones 
lo excede quince veces; he visto el amolio y nedrego­
so lecho de la part·e superior de la corriente total­
mente seco, salvo unos pocos charcos. Los grandes 
barcos transportadores de grano tenían que entre�ar 
su cargamento a barcazas en aguas expuestas jun­
to a la desembocadura, pero hasta Roma llegaban 
barcos del tamaño adecuado e incluso pequeñas em­
barcaciones podían navegar los afluentes hacia el 
interior tanto como por el mismo Tíber. La intensi­
dad de la corriente es tal que probablemente iban 
ert lastre, pero transportaban el cargamento, trigo, 
vino, madera, piedras, algunas veces desde el cur-
. so superior en Umbría. Unos pocos de los otros r!os 
de la Italia peninsular pueden haber servido al tran­
sito de la misma manera1 aunque no en el mismo 
46 
gradq, y era aconsejable esco�er una granja ubica­
da cerca de la costa o de un no navegable. Un cla­
ro indicio de la superioridad del transporte fluvial 
es el hecho de que César iniciara la construcción de 
un canal paralelo a la Vía Apia, preferido por los 
mismos pasajeros. 
Sólo en la Galia Gis alpina, · el Po, el Adige y sus 
afluentes reforzados por canales, ofrecieron un sis­
tema de vías fluviales comparable a los de Inglate­
rra o Europa Septenh·ional. Desgraciadamente, para 
no mencionar las calamitosas inundaciones a que es­
tab:;tn .sometidos y la obstrucción por sediment�� 9u� 
se producía en sus desembocaduras en el Adnatlco, 
daban acceso al mar en un punto muy distante de 
los centros principales del mundo mediterráneo; 
Roma no quedaba mucho más lejos de Alejandría 
que de la cle<;embocadura del Po. En el sig�o I d.C. 
la . Galia . Cisalpina era la parte más floreciente de 
Italia; dos ·siglos antes sus abundantes coscch.as, sus víveres baratos habían asombrado n Polihto ( 11, 
15 ) . Los precios eran bajos porque la región cnrc­
cía de mercados extranjeros. Transportar grano a 
50 millas o má<; a través de los t\Peninos hasta Gé­
nova hubiera sido de un costo prohibitivo y el trans­
porte por mar des.de la desem�ocadura del
, 
Po no 
podía competir en Roma con el grano tra1do d
,
e 
otras fuentes de abastecimiento más cercanas, no so­
lo en 
. 
Italia, sino en Cerdeña7 Sicili a y África. ·La 
Galia Cisalpina quizás siguió siendo siempre en la 
Antigüedad una región cerrada en sí misma. No 
obstante proveía a Roma de casi todo el puerco que 
allí se consumía, la única carne ,que la mayor parte 
de la gerite podía permitirse. Los cerdos criados en 
el norte podían. trasladarse a la capital; de hecho 
durante el siglo r d.C. hasta gansos se importaron 
de Flandes. 
Durante los primeros tiempos, de la República se 
47 
• 
\ 
obtenía el grano de conswno en las regiones circun-
dantes o, a1gunas veces, por el Tíber, de Etruria y, 
por mar, de Campania y Sicilia. Desde el 200, al 
multiplicarse la población, las fuentes loca'les fueron 
siendo más y más inadecuadas y aumentó el volu­
men de los productos traídos por mar; los huertos 
cercanos probablemente se concentraron ·en el vi­
no, el aceite y las legumbres, que rendían mayores 
beneficios. En el 70 d.C., Roma dependía prin­
cipalmente de las cosechas de África y Egipto en 
una proporción de 2 a 1 ; no hay prueba , de que 
existieran importaciones regulares de Egipto antes 
de su anexión en el 30, y ·hasta entonces, Cerdeña y 
Sicilia habían sido más . imp01tantes. Durante la gue­
rra social Campania todavía era el granero de la 
ciudad. Roma no podía vivir sin imoortaciones y el 
emperfldor Tiberio afirmaba que toda Italia depen­
día de e1las. Su declaración se creyó. Toynbee des­
cribió gráficamente cómo, ya en el siglo u, los pas­
tos, las viñas y los olivos suplantaron -a los cereales 
casi en todas partes; Dioniso había expulsado a 
Ceres de la penínsul,a. Este punto de vista es del 
todo increrhle. La ciudad de Roma se alimentaba a 
expensas de sus subordinados; los in!!rec:;os imoeria­
les no eran asequibles para otras ciudqrl.P-s italianas. 
Los costos de transporte hacían inevitable que los 
habitantP<: dP-1 interior cultivaran su<: m·opios ali­
mentos. El cultivo de cereal ·era ubiruo: la barcia, 
observa Cnlumela, es a menudp el {mico forraje con 
que cuentan los animales, pero se la encuentra casi 
en todas partes ( V[,l, ,J, 1 ) . Algunos distlitos, como 
Campania y Apulia, se distinguían por su grano. El 
mejor de todos provenía de Clusium (Chiusi ) , en 
Eh·uria, desde donde probablemente descendía por 
el Tíber hasta Roma. Los romanos que escribieron 
sobre agricultura indican claramente que el gran 
propietalio obtenía mayores beneficios con el vino, 
el aceite o los pastos, pero cultivadores y pastores 
48 
esclavos cultivaban granos para el consumo en las 
grandes propiedades. Dado que deben de haber 
apuntado a producir lo suficiente aun en tiempos 
de escasez, cuando los precios se elevan, en años 
buenos o normales deben de haber dispuesto de un 
excedente para vender a las ciu.dades vecinas. Ade­
más, por supuesto, el grano era también cultivado 
por los campesinos no tanto para el mercado como 
para la subsistencia familiar. Si fuera necesaria 
una confirmación de la continua importancia del 
cultivo de cer.eales, podría hallársda en los años 
en que los pirata'i o Sexto Pompeyo illterrumoieron 
el abastecimiento por mar. Hubo l1ambruna, pero la 
población no pereció en masse. Los ,habitantes de 
la misma Roma subsistieron ·en su mayoría v deben 
de haberse alimentado, si bien inadecuadamente, 
con cosechas italianas. 
Cada región estaba obligada a buscar la autosu­
ficiencia, aun las grat1des propiedades la buscaban. 
Esto es válido no sólo con respecto al grano. Du¡ 
rante el principado d vino se producía en partes 
de la Galia Cisalpina, donde el terreno y el clima 
eran inadecuados. E·l rico podía saborear vino de 
Quíos en cristalinos vasos; la mayor parte de la gen­
te bebía vin ordinaire en recipientes de cerámica 
local. El hilado y aun el tejido y la confección de 
Y.estidos eran artesanías domésticas. Las grandes se­
ñoras se jactaban de pesar la lana para sus doncellas. 
Las ropas confeccionadas en Tarento ·con Jos finos 
vellones locales y teñidos de rojo con mejillones de 
las inmediaciones, estaban destinadas a los ricos. 
No había equivalente del algodón b,arato de Lan­
casohire o Hong Kong que actualmente se vende en 
el mundo entero. El comercio se reducía a artículos 
de primera necesidad que no podían obtenerse lo­
calmente o a los que '!_Jodían hallar un mercado 
aún después de gravados por los altos costos del 
transporte. 
49 
Todo esto no · significa que el comercio careciera 
de importancia,_ aUn cuando no fuera indispensable. No ca�e ·duda: de que en todo pueblo los ingresos 
pTo�ementes· del comercfo constituían una parte pe­
quena de lo que llamanamos hoy el ingreso nacio­
nal, pero par<l;· las comunidades agrarias era preci­
s�mente la parte que elevaba al Estado por sobre el 
mvel general, · que ,procuraba una superioridad mar­
ginal y un exéeso de recursos que podía utilizarse 
para el 'incremento de su poder. La mayor riqueza 
p
_
rovenía entonces del ejercicio de ese poder. Atenas 
sm lugar a dudas debía el ascenso a sus minas su 
aceite de ólivá y sus barcos; por se'r una ciudad
' 
an­
tigua nosefa úri comercio abundante y su nrosneri­
dac� eronó�ic,á excepc�onal la capacitó para cons­
trmr unR ·gran flota y adquirir un Imperio. Pero fue 
con loe; benPficios del Imperio que levar1tó el Par­
t�n�n. T ,a' ,historia de ' Roma no fue quizá del todo chstmh : snlo que la escala fue mucho más vasta. 
Las colinas bajas, pero con capacidad defensiva, 
sobre la que' se. levantó Roma, dominaban el primer 
punto desde· el .que podía tenderse un puente sobre 
el Tíber .con los métodos conocidos en la· Antigüe­
dad, conió · también la ruta terrestre entre Etruria y 
Camnania, vital cuando el invierno o las actividades 
hostiles · suspendían las comunicacionesnor mar. La 
ciudad estaba lo suficientemente alejada del mar 
como nara · advertir · con amplia antelación cualquier 
invasir1n marítima, y lo suficientemente cercana co­
mo nara . gozar . del beneficio de los productos traí­
dos nor már�· l9s artículos podían también
. 
embar­
carse corriente abaio desde la Italia ce'ltral v las 
hoyas en la desembocadura del río proveían de sal 
que, corriente arriba, se llevaba hasta tierras sabi­
nas. En. de��i1Ítiva era también importante que Ro­
ma estuvíer.� estratégicamente bien situada; a través 
de pasos · bastante accesibles, los ejércitos podían 
cruzar las montañas hacia el centro, el este y el no-
50 
reste, y las comunicaciones eran más fáciles todavía 
con el sur. Pero fu·e probablemente el comercio lo 
que dio a Roma una ventaja marginal sobre las ciu­
dades vecinas al comienz.o de su historia y lo que hi­
z� �ue los aldeanos de los siglos vrrr y . vn, que 
v1v1an en chozas de zarzo y barro, pudieran conver-
. thse en los prósperos ciudadanos de la monarquía 
etrusca, con casas de madera y ladrillo, templos mo­
numentales; un sistema de cloacas de acabada inge­
niería e imp01tación de magníficos vasos áticos. 
Los romanos hacían remontar ciertas cornoraciones 
privilegiadas ( colle.e,ia ) de artesanos a los comien­
zos del período monárquico: flautistas, orfebres, car­
pinteros, teñidores, zapateros, caldereros y alfare­
ros; POr cierto. eran muy antiguos, pues no incluían 
· a quienes trab�iaran el hierro, que: debi.eron abun­
dar mucho antes de la República. , Pero ni la exis­
ten-pía de es.tas cornoraciones ni los dqtoc; arqueoló­
gicos parec�n nrobar que la Roma monárauica fue­
ra un centro industrial y ·exportador. Oni7.á su nros­
peridad. como la de la vieja Corinto, radicaba prin­
cipalmente en los al tránsito v la recesión 
que siguió a la caída los reyes etruscos puede en­
tonces exPlicarse por el deterioro del comercio, 
cuando las comunicaciones por tierra entre Etruria 
y su avanzada en Campania quedaron interrumpi­
das y cuando ·la llanura latina era víctima de cons­
tantes incursiones nor las tribus de las montañas. La 
decadencia económica puede dar cuenta de la amar­
ga lucha social que se describe más adel::mte. Roma 
involucionó y se convirtió en una · comunidad casi 
exclusivamerite agraria. Los ricos eran los locupletes, 
los que poseían abundancia de tierras. Pero la tie­
rra había sido siempre' la base de la economía ro­
mana. 
No hubo una nueva ola de ·edificación monumen­
tal ( de templos ) hasta el 300 áproximadamente. Por 
entonces la prosperidad fue la consecuencia de con-
51 
• 
ur anos. E n e s1g o n Catón recomenda­
comprar en túnicas, togas, c�pas, telas de 
remiendo y zapatos de madera ( aunque algunas · de 
estas cosas se fabricaban también en su propiedad ) 
así como también jarras, cuencos, arados, yugos, ce­
rraduras y llaves y los mejores cestos� muchos 
de estos artículos odían ad uirirse también en los 
os e campaña: epen ía e a distancia que 
se por a Más adelante se les dio 
a distritos ó caBes el nombre de alfareros, orfebres, 
mercadeTes · de grano, fabricantes de sandalias, mer­
caderes de madera, vendedores de leños, perfume­
ros y fabricantes de hoces; los hombres dedicados a 
la misma artesanía tendían a congregarse. La manu­
factura de armas debió de haber sido particular­
mente imnortante; las legiones se movilizaban a me­
nudo en Roma y se las adiestraba allí militarmente 
por un año. Los barcos de guerra también se fabri­
caban y se hacían a· la mar desde el Tíber, y las 
grandes flotas de las guerras con Cartago se equi­
par01i aHí. 1Los magnates tenían casas urbanas y 'm 
personal doméstico cada vez más abundante. Había 
que alimentar, vestir y albel"gar a muchos. Por tan­
to, aumentaron los trabajadores portuarios y, al ace­
lerarse el ritmo de las construcciones públicas y 
privadas, hubo muohos más obreros de la constnlC-
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ción. En 1� misma medida1 fue 111ayor la necesidad 
de comerciantes al por . menor y artesanos de toda 
clase. La ciudad creció sobre sí misma. La . concen­
tración de las riquezas del Imperio en manos de 
unos pocos romanos significaba también que era en 
Roma donde los empréstitos resultaban más sean­
ros; la ciudad se · convirtió en el principal centro 
bancario. Roma era el parásito de todo ·el mundo 
mediterráneo; no era la ciudad típica de Italia y 
la mayor parte de los romanos no vivía en ella. 
Los que sí la habitaban obtenían en su mavoría los 
ingresos de las propiedades en Italia o, cÚrecta o 
indirectamente, de los beneficios imperiales. El su­
ministro de alimentos para los pobres, como la ac­
�ividad edilicia pública y privada, corrían en última 
mstancia por cuenta de los provincianos. 
!Entretanto, como se vio en el capítulo I, Roma 
aumentaba su territorio en Italia. Los escritores an­
tiguos ensalzan a Italia por la fertilidad de su suelo 
y su clima templado, sus ríos, lagos, bosques, mine­
ra�es, pa�tos. y caza. Bajo Augusto� el historiador gnego Dwnmo de Halicarnaso sostenía que tenía 
�bundancia de todo producto que el hombre nece­
Sita. Algunos años antes Varrón había descrito al 
país todo como un huerto. Estos panegíricos son ab­
surdamente exagerados. Italia era pobre en minera­
les a pesar de los valiosos depósitos de hierro sobre 
el Elba; durante el siglo n las minas de España sa­
tisfacían sus necesidades. De los ríos se ha dicho 
ya bastante. 
·Los bosques ocupaban mucho . más terreno por 
entonces; la abundancia de madera resultaba su­
H?amente valiosa para la nación y debe de haber 
s1do . una: iir�po�t�nte fuente de recursos para los propietariOs md1v1duales. La tierra sin duda se des­
pejaba continuamente y el suelo virgen rendía ri­
cas cosechas, la desastrosa erosión tan visible hoy 
en las colinas italianas fue a menudo un efecto 
(, � . 
!!� �!�.i 1 53 
. •, 
1 quistas y anexiones. El primer gran paso fue 1n ad-
quisición del territorio de Veyos, al norte del Tlbcr; 
el saqueo de Roma por los galos en el 390 apro-
ximacL,_mente, demoró durante una generación nue-
vas conquistas, pero éstas siguieron luego con cre-
ciente vigor y buen éxito. En cierto sentido Homa 
se convirtió en un gran centro comercial Este des:1-
rrollo íue coherente proporcional al crcc1m1 nto 
a a tenido 
pero 
pue 
fuera ellos 
demorado; por el momento podía producirse mayor 
cant��ad de . alimen�os yara 1 mantener a una po­?laciOn ?�·eciente, SI bten solo por causa de la 
1mportac10n masiva de esclavos. Pero a fines del 
sigl� XIX, .el 45 % de la superficie permanecía sin 
cultivar, y la proporción era probablemente mayor 
en la Antigüedad. Además, gran parte del suelo 
era sumamente pobre; no existían los fertilizantes 
a�tificiales. Los agricultores debían recurrir prin­
c�palmente a mezclas orgánicas en descomposi­
CIÓn, pues el estiércol resultaba inadecuado y por 
�o gene�al era imposible cultivar forraje para mu­
chos amm.ales como también alimentos para el hom­bm. El Sistema de trashumancia ( pág. 55) era 
causa de que los excrementos de la mitad del año 
se desperdiciaran. Salvo en las regiones más fér­
tiles, los campos debían permanecer generalmente 
en barbecho año por medio. En los {¡}timos tiem- . 
pos de la República, los hombres se lamentaban 
9-ue el transcurso del tiempo hubiera agotado las 
tierras y en el siglo siguiente Columela estimaba 
que el rendimiento promedio de la siembra de 
granos er� sólo el cuád1uplo; una cuarta parte de 
esta cantidad era neoesaria como semilla. Los da­
tos recogidos en el medioevo y los comien'zos de 
la era modema permiten suponer que sus cálculos 
e�an ·excesivamente pesimistas, aunque a fines del 
siglo xrx el rendimiento a menudo · duplicaba esa 
canti�ad. A decir verdad, estos antiguos panegíri­
cos solo muestran que Italia no era tan pobre en 
recursos naturales como la mayor parte de las 
otras tierras mediterráneas. . 
:Sin. embargo, cuando 1 anexaban algún nuevo te­rntOI·I�, los roma�os sohan guardar para sí o para 
los la�mos las meJOres tierras y dejar lo peor para

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