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BIBLliOTECA GULWURAL COVECCfóN L1ECTORES ; . f 1 P. A. l CONFLICTOS SOCI.ALES EN LA ' , 1 · ·REPUBL�CA ROMANA l EUDEBA 1 1 1 EDI'I'ORI'A1L UNIVIERISI'l1AJRIA D!E BUENOS Al'RES ' �USTtllLO l::�. ; . l , 1 '.' 'BRUNT j 1 ..JJtL, .:J t \ 1 . • . : 1 11 i r .. ► : ' ¡ 1 1 ' 1 1 •'I , ¡ , l : . l r 1 t : r ' . ll !¡ ' j ; ( i ! t ~ i~ 11b 1 l ¡ 1 l ¡ ',· '. ( l 1 .... ;i., ,' '·A • 11 'f~ Título de la obra original: Social conflicts in the roman republic, Chatto & Windus, Londres; lf?71 Traducida por RunÉN MAsERA EUDEB-A S.E.M .. F11ndada por la Universidad de Buenos Aires "PLA•N EDITORIAL 1972-73" © 1973 EDITORIAL UNIVERSITAHIA DE BUENOS All\Jo:S Rivadavia 157-1;73 Sociedad de Economía Mixta Hecho el depósito de ley IMPRESO EN AUGENTINA - PIUNTED IN AHGENTINA :1 i t P R E ·F ACI O Este pequeño libro no es una historia general de los asuntos internos de Roma en #empos de la República; el título define su tema: t-rata los con flictos surgidos entre los diversos órdenes y clases de la sociedad. Por tanto, se refiere muy poco a las facciones que dividían a la clase· diTigente, fac ciones que, de·acuerdo con mi opinión, fueron me nos coherentes y duraderas y mucho más difíciles de identificar de lo que comúnmente se supone en la actualidad. Sólo se habla lo necesaTío de las ambiciones y maniobras de los individuos podero sos -cuya impo1tancia no discuto-, de manem tal que sea posible seguir el curso de los conflictos sociales. Comencé por esbozar los efectos de la expansión general de Roma, sobre la estru.ctum interna del mismo Estado romano t¡ sohre las con diciones económicas globales que preclomina!Jall en la antigua Italia; en los capítulos qne siguen .w� ordena cronológicamente el dcsarrnllo del marto político, incluyendo la activiclttd de las clientelas y el carácte1' de la nobleza, como así tnmlJifn los principios y cambios constít11dmwlt's. Qui;.,(¡s lw bría que adve1tir al lector intMt•.wulo rn los ríffl. mos tiempos de 14 HeprílJlica, qrw lo11 lrt·s ('(I¡Jftll los finares clebon. lrwrsf' a fa l11z dr· ('111111/o los precedió. Gmnde es mi de 11da 7)(tl'tl 1'011 /n.'f rílllt•,'l l'dllras del profesor M. l. Finley, editor ���· 111'1'111 dt• 1'8/11 r • • l", 11 11 serie, y para c01i el doctor ]. M. Moore, del Rad ley College, quien leyó la versión clactilografiada de mi texto. Los puntos de vista expresados y todo error remanente me ]Jertenecen. P. A. HRUNT 6 ¡ 1 , . ·¡ .. C UADRI O OR O N OLóGIC O Las fechas anteriores al año 300 a.C. s·e apoyan en la tradición y son sólo aproximadas. A. c. ' 754 Se fundá Roma. 509 Se establece la Bepública. 494 Se crea el tribunado de plebeyos. 451-450 Los deceñviros codifican las leyes ( las Doce Tablas). 396 Conquista de Veyos. 390 Los galos saquean Roma. 366 'El primer cónsul plebeyo. 338 Muchas ciudades latinas y Capua se vuelven romanas. 287 La Ley Hortensia ( fin de la lucha entre pa- tricios y plebeyos). • · 280-275 Guerra con ·Pirro : al finalizar la misma, - el control de Italia ( ex'cepto la Galia Ci saloina) por Roma es virt;ualmente com- pleto. 1 264-241 Primera guerra con Cartago. 241-22.'7 En Sicilia y Cerdeña se constituyen pro- vincias romanas. 1 c. 225-170 Conquista de l a Galia Cisalpina. ' 218-201 Segunda guerra con Cartago ( invasión de Aníbal). c. 200 S e constituyen provincias en España ( que no se pacifica totalmente hasta el 19). 200-146 Guerras intermitentes en el este, ·que con- 7 • ducen a la anexión de Macedonia y par te de Grecia. 1 . 154-133 Grave� guerras en -España. 1�9-146 Tercera guerra con Cartago, que condu ce a �a anexión de parte del norte de Africa. 133 Tiberio Graco n·ibuno. 129 Se constituye la provincia de "Asia" ( en el oeste del Asia Menor. 125-121 ConqJista del sur de Francia ( más ade lante, 1 provincia de Galia Transalpina). 123-121 Tribunados y muerte de Cayo Graco. 112-106 Guerr'a con Yugurta ( primer consulado de Mario, 107 ) . 113-101 Guerra con los cimbros. 103-100 Tribunados de .Saturnino. . 91 Tribunado: de Druso. Estallido c;le la guerra . social. . 9()...81 Concesión del carácter de ciudadano roma- no a todo ·habitante de Italia apto para tal calidad: 88-84 Guerra :con Mitridates. 88 La primera marcha de Sila sobre Roma. 87-86, 83-81 Guerras civiles. 82 Autocracia y legislación de Sila. 80-72 La guerra contra Sertorio en España. 78-77 El surgimiento de Lépido en Italia. 74 Estallido de la guerra con •Mitrídates en· el este. 73-71 Rebelión de esclavos en Italia. · 70 Pompeyo y Craso cónsules. 67-62 Campañas de Pompeyo contra los· piratas y anexiones en el este. · 63 Cicerón cónsul. lLa conspiración de Catilina. 59 Primet consulado de César. Primer triunvirato. 58 Clodio tribuno. �50 César conquista el resto de la Galia Trans- alpina. ¡ 52 Asesinato de Clodio. 8 49-45 Guerras civiles entre César y pompeyanos. 44 Asesinato de César: 44-42 Guerras civiles entre cesaristas y republica: nos. Se forma el Segundo Triunvirato. 43-36 Sexto Pompeyo controla Sicilia y los mares. 32.30 Guerra civil entre Octavio y Antonio. 30 Octavio asume el control supremo. Anexión 1 de Egipto. 27 1· Octavio toma el nombre de Augusto. Comien-. zo del Principado. 9 1 " • 1 43 O 1C1 O KM!¡ 10 ___;,_,fro�tera dd terri•orio romano e;. 360 a.C. · ?vlapa l. Roma antigua y sus :pueblos vecinos, C. 360 a.C. 10' N O TA S O BR E M ON E DAS Y M E DI DAS Los antiguos romanos utilizaban lÓs mbaños co mo medida de valo1' ( pecunia, dinew, pwviene de pecus, rebaño) y, para el inter:cambio, el bronce por su peso. Las monedas más antiguas fueron también de bronce. La plata y el ow se acuñaron por primera vez en el siglo m. Durante los últimos 200 años· que se abarcan en este libro la moneda corriente fue el denario de plata, que pesaba unos 60 gmnos; 0 todas las cifms dadas referentes al di nero están expresadas en denarios. (Un denario valía 4 sestercios.) Sería engañoso dar un equiva lente monetario moderno basado en su peso y pu reza; ·lo que . imp01ta es cuánto se podía adquirir con un denario. Tampoco esto puede precisarse de modo acabado, pero en la página 30 se da cietta idea de su valor. La unidad de medida de los terrenos em el iu gemm, equivalente a unos dos tercios de acre. 0 Grano: medida que equivale a unos 0,06 gramos; por lo tanto, 60 granos = 3,6 ·gramos. (N. del E.). 11 .E r i á utum \--1 i ...... ,.,~.,.: T/l MIUAS .] .l E L MAR C O. D E R E F E R E N CIA: LA ·E XPAN SióN R OMANA Y ·S U S ·R ES U LTADOS · De acuerdo con la tradición, los romanos expul saron al rey etrusco Tarquina el Soberbio y esta blecieron una república en el 509; 1 esta fecha ha sido puesta en duda, pero opino que es aproxima damente correcta. La· República fue derrocada en el ·último siglo antes de Cristo. Resulta imposible ubicar este cambio en un año determinado. La ins titución republicana dejó de funcionar normalmen te en el 59, como resultado de la alianza entre Pompeyo y Julio César) que dominaron el Estado durante una década. !Sus rivalidades fueron motivo de guerras civiles, brevemente interrumpidas ror el despotismo de César y pronto reanudadas des pués de su asesinato. Finalmente su .hijo adoptivo y heredero, César Augusto, surgió como el vence dor y fundó el sistema de una monarquía apenas velada que nosotros llamamos Principado. Tal cam bio se completó el día 13 de enero del 27, cuando el comandante de los ej-ércitos declaró que había restaurado la antigua República. De manera que este libro abarca casi cinco siglos. En el 509, el territorio romano comprendía sólo unos 800 kilómetros cuadrados. La misma ciudad 1 Todas las fechas, salvo que se indique lo contrario, son a.C. 13 1 1 1 1 1 1 1 • amurallada estaba siempre en peligro de ser ata cada P?r los ext,ranj�ros.. Las asambleas del pueblo se mterrumpian: SI se Izaba una bandera en el Janículo, la colina junto al Tíber, para indicar .que las fue_rzas invasoras etruscas estaban a la vista. En ese momento los romanos sólo podían fonnar dos legiones, unos 8.000 hombres. Aprpximadamente en el 27, toda Italia era ro m¡ma y todos sus habitantes, libres; con la excep ción de los inmigrantes extranjeros y algunas tri-· bus alpinas, sus pobladores eran ciudadanos. Cen tenares de miles de ciudadanos vivían también en las provincias de allende el mar. En el 28,' el censo de Augusto incluía más de cuatro· millones; de acuerdo con mi opinión, se enumeraron mujeres y niños de más de un año, al igual que los varones adultos (de más de diecisiete años), pero es poco probable que los resultados hayan sido correctos, y un verdadero total podría l1aber incluido hasta cinco millones. (Los resultados del censo republi can� comprendían, por cierto, sólo a los várones de más de diecisiete años. ) Más tarde se dadn las cifras basadas en estos resultados. El poder roma no se extendía entonces desde el Canal de la Man cha al Sahara y desde el estrecho de Gibraltar al Éufrates; la mayor parte de esta superficie· estaba ya baio control de los romanos hacia el 146 ( excep to Galia y el interi01; del IA.sia Menor), aunque en tonces no se encontrara sometida en su totalidad a una administración romana directa. Aún en el 27 los principados y las repúblicas de las fronte ras, o incluso dentro de los confines del Imperio, preservaban un cierto grado de independencia co mo Estados "clientes". Augusto, sin embargo, con sideró que estos Estados "clientes" eran parte del Imperio y no se encontraban menos bajo control romano que los súbditos, a quienes se concedía, por lo demás, amplia autonomía local. La sobera- 14 nía de Roma sobre toda Italia ¡·emonta al 280. Ya .. por entonces Roma había superhdo las proporcio nes naturales de una ciudad !Estado, pero mantu vo las instituciones correspondientes a esa forma política hasta la caída de la República. •La expansión mmana fue, por supuesto, el re sultado de guerras sostenidas contra el exhanj ero, que no cesaron siquiera en medio de la grave lu cha interna que comenzó en el 133 .. De todos los aspectos de la historia de la República, éste es el . más importante, pues fue la condición previa para . la difusión duradera de la cultura grecorromana, que promovió la "inmensa maje1stad de la paz ro mana". Aunque éste no es el tema de nuestro li bro, constituye por cierto su marco esencial. �a auerra y la conquista transformaron la economm b 1 • de Italia y contribuyeron primero a resolver y lue- go a exacerbar el conflicto social. Las luchas inter nas y las guerras con el exterior s·e entremezclaron a menudo y tuvieron mutuos efectos. 1La expan sión, de por sí, distorsionó el funcionamiento de las . Ülstituciones políticas, la �aquinaria que de bían utilizar los que pretendían reformar la socie� dad. Alteró incluso la misma del tér- mino "romanos". Los antiguos romanos, aunque probablemente incluían a hombres de origen sabino y etrusco? eran todos latinos en cuanto a la lengua y actuaban por lo común como aliados o miembros de una liga que abarcaba todas las otras ciuda'd·es latinas ve ci;..as. Roma adquirió preponderancia en esta liga y, después que los latinos inteptaron en vano de sembarazarse de su control, disolvió la liga y con virtió en ciudadanos a muchos de sus miembros ( 338 ) . Aproximadamente en la misma época, los ca puanos, que hablaban el oseo, lengua que difería tanto del latín aomo el francés del italiano, reci bieron también la ciudadanía, perdiendo de este 15 sigoiíic.1ción modo su ind�pendencia. iLa práctica de conceder la ciudadanía a otros pueblos italianos se siguió con frecuenci� hasta la mitad del siglo nr. Todos los nuevos ciudadanos, como los antiguos, debían pagar impuestos y luchar en los ejércitos romanos, y todos tenÍa:p. los mismos. derechos de interinatri monio y relaciones contractuales privadas, .pero a muchos, como a los capuanos, se les negó en un principio el derecho a votar o a ejercer cargos pú blicos en Roma; preservaron un cierto autogobier no local. Los capuanos se resintieron por esta si tuaci(m de inferioridad, rebelándose en el 216. Por un proceso que nos es difícil seguir y que se com pletó probablemente antes del 90, la situación fue modificada Y: se otorgó plenos derechos a todos. Sabemos que Arpino, anteriormente de lengua os ca, ·era promovida de este modo en el 188; fue el lugar de nacimiento de Mario, quien salvó a Roma de la amenaza germana en los años 102-101, y tam bién de Cicerón. Los ·habitantes de Arpino reci bieron los· derechos de ciudadanía romana sólo dos o tres generaqiones antes de que naciera Mario. Es ta liberalidad 1 con los derechos de ciudadanía, aun que peculiar . de Roma, es fácilmente comprensi ble: contribuía a que Roma contara con superio ridad numérica sobre todo sucesivo enemigo y fue un factor imoortante en el desarrollo de su fuerza. Resulta menos claro por 1qué Roma, a diferen cia de otros Estados de la Antigüedad, permitía que los esclavos manumitidos por los ciudadanos adquirieran la ciudadanía junto con la libertad. A estos hombres liberados no se les permitía servir. en el ejército, salvo en casos de crisis graves, aun que sí podían optar por remar en las flotas. Con todo, sus descendientes, nacidos libres, no estaban sometidos a restricción alguna y se sumaban a las fuerzas numéricas de noma. Con el correr del tiem-. po, el ingreso de esclavos de fuera de Italia y el 16 número de manum1s1ones cr·ecieron enormemente, razón por la cual una vasta aunque desconocida proporción de ciudadanos tenía en sus venas, en tiempos de Augusto, sangre servil y extranjera. El número de romanos creció también de mo do diverso. El pequeño .y escasamente fértil terri torio que la ciudad tenía en el 509 no podría ha ber sustentado por largo tiempo una pob�ación en crecimiento. Solamente las anexiones podían pro curar un abastecimiento adicional para las nuevas. bocas hambrientas. En el 396, Roma conquistó Ve yos, al norte del TÍiber, y distribuyó la tierra entre su� propios ciudadanos; su territorio creció en más de un tercio. Veyos desapareció como Estado inde pendiente. Roma no procedía por lo común con tanta severidad, pero era su costumbre (según se no.s cuenta) tomar un tercio de la tierra de los pueblos italianos que conquistaba y, de tiempo en tiempo, dividir parte de esta tierra entre los roma nos pobres. De este modo, los ciudadanos caren tes de tierras, como los hijos menores, podían es tablecer sus propios hogares, crecer y multiplicarse. Cuando Aníbal invadió Italia en el 218, el terri torio romano (sin contar el de sus súbditos alia dos) alcanzaba ya unos 25.000 kilómetros cuadra dos, y los ciudadanos registrados (los varone:, de más de diecisiete años) llegaban por lo menos a 270.000. Muchos de sus aliados se unieron a Aníbal y fueron castigados con nuevas confiscaciones; ade más, a principios del siglo rr anexaron grandes ex tensiones de terreno pertenecientes a los galos y los ligurios en el n01te de Italia. No podemos detenni nar lf. extensión precisa del territorio romano en este período, pero respecto de la población, las cifras del censo, probablemente cada vez más incomple tas, sugieren que en el siglo II el número de ciuda danos varones adultos era superior a 400.000. Durante mucho tiempo, la fortale�� ,· ele Roma 17 1 ·!:. '1'' . .. l. hnbia uupcndido no sólo del número de romanos. Otros pueblos italianos le estaban sometidos me diante alianzas perpetuas. Conservaban su autono mía local y no pagaban tributo a Roma, pero es taban obligados a proveer contingentes para los ejércitos romanos a sus propias expensas y a lu char e'n guerras que ellos no decidían; en compen sación, eran protegidos por Roma. A mediados _ del . siglonr, esta red de alianzas se extendió por toda la Italia peninsular al sur de una línea que va apro ximadamente desde Pisa hasta Rimini. En el 225, el número de aliados era de unos 600.000. El nor te del país, habitado por ligurios, galos y vénetos, recibió durante la República el nombre de los más poderosos de sus habitantes: Galia Cisalpina; fue conquistada entre 225 y 170 aproximadamente, aunque la pacificación de las zonas montañosas> más hostiles, demoró algo más. Entre los aliados, las ciudades latinas ocupaban un hrgar especial. Después de incorporar l� n:�ayor patte de las comuilidades latinas a su prOPIO cuer po ciudadano en el 338, Roma siguió fundando nuevas colonias "latinas" en sitios estratégicos de toda Italia· las últimas se establecieron a princi-, píos del siglo n en la Galia Cisalpina. En su ma yor parte, los colonizadores eran romanos que ha bían abandonado su ciudadanía en Roma_ a cambio de tierras y la integración en nuevas comunidades con antogobierno local. Las colonias se encontra ban generalmente a gran distancia de Roma, ex cesiva para que los derechos políticos fueran de algún valor; no obstante, la mayor parte y proba blemente todos los latinos podían heredar y poseer terrenos en territorio romano y desposarse con ro manos, de manera que los hijos adquirían la situa ción del padre. A partir de fines del siglo n, }os que obtenían magistraturas locales se convertian automáticamente en ciudadanos romanos; de este 18 modo, la clase gobernante local estaba más estre chamente vinculada con el gobierno central. Some tido a ciertas condiciones, todo latino podía en verdad obtener la ciudadanía romana con sólo emi grar ·a territmio romano. Estos privilegios, junto con la memoria del ancestro xomano y a menudo quizá con el hecho de que se hallaban en_ malos términos con los pueblos vecinos -cuyas tierras habían sido confiscadas en su provecho- a los que debían mantener a raya, explican sin duda por qué, con pocas excepciones, las colonias latinas se mantuvieron fieles a -Roma en ocasión de cada crisis. 1 No fue éste el caso de otros .aliados. La mayor parte de ellos hablaba lenguas incomprensibles para los latinos (la lengua etrusca ni s1quiera era indoeuropea) y habían sido sometidos por la fuer za a la hegemonía romana. A lo largo dé genera ciones permanecieron dóciles en tal sometimiento. Después de la derrota de Aníbal no tuvieron . opor tunidad ·alguna de obtener ayuda extraniera para afirmar . su independencia. El poder de Roma pa recía inquebrantable. Además, durante el siglo si guiente la Italia peninsular gozó de paz interna, imperturbable y sin paralelo. !Los colonizadores ro manos y latinos, esparcidos por todo el país, trans mitían las ideas romanas y la lengua latina; ciu� dades remotamente aliadas solían r·emodelar sus instituciones de acuerdo con el ejemplo romano. Entretanto Roma estaba adquüiendo un Impe rio en el Mediterráneo, en parte gracias al valor de los soldados aliados; la mitad o unos dos ter cios de sus ejércitos estaban integrados por lati nos y otros aliados. Pero aunque los italianos con tribuyeron en mucho a las victorias de Roma, su parte en los beneficios del ·Imperio era bastante rnás pequeñ::J,, y nulos la dignidad y el honor pro venientes del poder imperial. A decir verdad, . r:l·· .· v· .• � t �t; "",_ � • ) � ... •¡ 1 • 19 ' l. R . . b't . t ' oma mterverua en ocasiOnes, ar 1 ranamen e� .en sus asuntos internos y sus personas cared�n de protección contra los caprichos de los comandan tes romanos. Entre los aliados cundió la decisión de exigir igualdad de situación mediante la exten sión del derecho político romano. La exigencia fue rechazada, y la mayor parte de ellos se rebeló en el 90. Aun1·entonces su objetivo no consistió en recuperar· su vieja independencia, sino en instituir un nuevo Estado federal, llamado Italia, modelado en muchos aspectos de acuerdo con el Estado Ro- . mano. 1 Esta guerra "social" (la guerra contra los sodi o aliados) fue una de las más sangrientas entre las emprendidas por Róma, y la más vana. Roma sólo pudo someter a los rebeldes con la concesión de la ciudadanía que anteriormente había negado. Además, la lucha desencadenó una serie de acon tecimientos que fueron causa de nuevas guerras entre los ciudadanos mismos ( 87-86, 83-81); las p�opias facciones romanas rivales, en su búsqueda de apoyo, tuvieron que conceder el .derecho de ciudadanía incluso a antiguos rebeldes. En conse cuencia, todos los pueblos de la Italia peninsular se convirtieron en romanos. En el 69. un censo parcial arroió la suma de 910.000 ciudadanos va rones adultos: un cálculo más exacto biP-n podría haber suministrado un resultado de 1.200.000. iEl pueblo de la: Galia Cisalpina, apartado de los co lonizadores romanos y latinos asentados allí, sólo obtuvo derechos latinos, pero después de· una pro longada agit�ción, César le concedió también el ' derecho de Ciudadanía en el 4.9. Toda la Italia contj.nental fue pues, romana en el más pleno sen tido: sólo los nrovincianos estaban sometidos. lEs evidente que el examen de los conflictos so ciales de la República romana no puede limitarse a los que exclusiva o primordialmente afectaron 20 .sólo a la ciudad de Roma y a sus habitantes. Aun en. tier11pos de César y· de Augusto, cuando la po blación urbana creció enormemente, es muy im probable que más del 15 '% de los ciudadanos ro manos de todas las edades y de ambos sexos viviera en · la ciudad misma. Es derto que Roma era la arena en la que por ley debía tomarse toda deci 'sión política, y que en estas decisiones pesaban a menudo los deseos o los intereses de sus habita tantes e incluso, a veces, las ·sediciones que llenan una gran pa1ie de los anales de los tiempos fina les de la República. Pero, ·en última instancia, el curso de la revolución que atravesaba la República era decidido por los soldados, casi todos reclutados entre el pueblo campesino. Además, Augusto ba-, saba su gobierno sobre d consentimiento univer sal de It�lia, esnecialmente el de la clase acomo dada de las ciudades italianas. Roma había conver tido a Italia en una nación y se puso a la cabeza de 18.s tradiciones nacionales. Al superar los límit·es de una ciudad Estado, Roma se negó a sí misma la posibilidad de la de mocracia tal como ésta era concebida entonces. Apenas había surgido la idea de un gobierno re presentativo. En Ja Atenas democrática, los ciu dadanos ordinarios se reunían con frecuencia en asambleas populares abie1ias a todos elloS: que de cidían toda cuestión política y supervisaban de cerca a los funcionarios ejecutivos; cada uno de los ciudadanos contaba únicamente por sí mismo. Roma también tenía asambleas populares, aunque no se basaban, como las atenienses, sobre el prin cipio de igualdad. Pero el · territorio de Atenas al canzaba sólo a unos 2.650 kilómetros cuadrados y el número de sus ciudadanos era quizá de 50.000. Toynbee observó con tino que una asamblea pri maria sólo actúa democráticamente si los votantes pueden asistir a ella sin pasar más de dos noches 21 • .Cerdeña •••• frontera cn\re la Galia Cisalpina y el resto de Italia de los ron\�\1"105 T�rritorio de ciudadc• latinas O Territorio clc ciudades aliadas Nombres antiguos: Atina. .Nombres modernos: Pisa o 'too �o Mapa 2. Italia en el 133 a.C. 22 fuera de su casa. En Atenas; esto,. era posible; pero en el siglo III algunos ciudadanos romanos tenían su domicilio a cientos de millas hacia el sur y, hacia el este, casi al doble de esa cifra .. Pistancias mucho más breves habrían impedido su asistencia. Pocos podían permitirse el costo del viaje. El cam pesino no habría podido abandonar el arado por un día. Para que los habitantes rurales no estuvie ran teóricamente en desventaja,' debía darse noti cia de las reuniones con larga antelación, y éstas eran por necesidad poco frecuentes. De ahí quelos ciudadanos no pudieran adquirir muc}:la expe . riencia en los asuntos de Estado ni supervisarlos de cerca, ni tampoco asumir decisiones en situa ciones . de emergencia. Además, debió de haber sido físicamente imposible, aun en el siglo IV, que . un número crecido de ciudadanos se reuniera en un lugar,· escuchara los debates y votara. S6lo a fines d� la República fue posible que 70.000 vo taran juntos: aproximadamente un 6 % �e la tota lidad :del cuerpo ciudadano. Aun si las asambleas hubieran estado en principio democráticamente constituidas, no podrían haber funcionado con de mocracia y justicia. De hecho, la asamblea de los centuriones, que elegía a los principales magis trados, no era democrática en a�soluto� pero pndo haber repr·esentado a los ricos que la controlaban, fuera. cual fuere el Iuiar de su domicilio, pues es taban en condiciones de ir a Roma en ocasión de las elecciones anuales. Ostensiblemente más demo crática, la asamblea ''tribal" era en última instan cia dominada por los que vivían en la ciudad o cerca de ella. Pero el verdadero poder· siempre . perteneció al aristocrático . Senado, que normal mente podía manipular y controlar ·las asambleas y; en un Estado tan grande como llegó a ser Roma desde temprano en su historia,. dada la . ausencia de instituciones democráticas representativas, no 23 Cómg•O o MI LLAS había alt�mativa posible, a la oligarquía, salvo er gobierno de· ún hombre. ' . , 1 ' Los mi�mos . romanos oponían, compladéndose, su liberalid,a.d '.para conceder la ciudadanía, a la exclusividaq .. �� Atenas. Es pedectamente cierto que su liberalidad ayudó a ganar la lealtad de sus súbditos e1f Italia primero y, más tarde, a partir de ,l?s tie,�pqs de César, en las proyincias. Esta pohhca ss>lo pudo triunfar porque el sistema ro mano no f�� democrático. Si la mayor parte de las decisiones):��biera dependido de �sambleas verda d�I:amente, .9.-e�ocráticas, esta concesiqri habría signifiCado muy poco para los distantes apulios, sa binos o umbríos. No obstante, de acuerdo con el sis tema aristocrático romano, la nobleza local de los pueblos . italiap9s podía abrigar la perspectiva de ser �n la clase gobernante de Roma una ' vez que obtenido la ciudadanía. U na ge neración q. dos después· de obtener Tusculum de recho de . ch,tdadanía, Lucio Fulvio, destacado ciu dadano de la mencionada ciudad, se convirtió en cónsul ( 3�2 )�.y fundó una de las más importantes familias de. Roma .. ·Los pueblos aliados italianos y, en verdad, las municipaliP.a.des de los ciudadanos ·romanos espar-. ciclos por .tP9.Gt · Italia, se gobernaban de modo muy semejante, al de Roma. Tenían sus propias asam bleas P9I?Vl�res? sus propios magistra_dos electos, sus propi�� ju�tas formadas por hombres �e pres tigioso nf.ci,rniepto -y fortuna. que ocupaban sus cargos de por vida. No cabe duda de que en estas pequeñas . cOmunidades, de las que sabemos muy poco, hubo . viva� luchas intestinas, disputas entre familias que' podían culminar en 'derramamientos de sangre, .-cual:1do el Estado romano mismo era civiles y luchas políticas que dividían a-',l'as· En Arpino; hacia fines del si _glo n, el·· abuelo de Cicerón se opuso a una ley 24 de :votación defendida por un pariente de Mario y .conformada de acuerdo con la aprobada por los tnbunos populares en Homa. �n general, l?s gobiernos locales eran oligár �mcos y se pod1a contar con que Roma reprimí na 'todo movimiento tendiente a alterar el orden establecido; por ejemplo, en el 265, Roma ayudó a los señores de .Volsinii a aplastar una revolución de siervos. Las noblezas locales, por lo tanto, do minaban sus ciudades patrias. Eran ellas las que r hacían conocer al Senado los deseos de su pueblo -que ·eran sus propios deseos-, y podían ejercer su influencia a través de vínculos de amistad y hos pitalidad que los ligaban con las grandes casas de Roma. Durante mucho tiempo, los iefes aliados se empeñaron en mantener la identidad separada d.e sus comunas. En el 215, los acomodados praenes tinos, que servían a, caballo, rechazaron el ofreci miento de convertirse en ciudadanos romanos. Pero en el 90 fueron los conductores de quienes exigían el derecho político italiano. No cabe duda de que querían igualdad de ran go por su valor intrínseco. Pero por entonces fue t�mbién evidente que como ciudadanos no perde nan el control local y obtendrían una mayor in fluencia en Roma. Arpino, cuyo pueblo gozaba de la ciudadanía, se autogobernaba tanto como los aliados que carecían. de ella. Pero los arpinos po dían también votar en Roma, y como los votos rara vez se concedían sin compensación, era licito abrigar expectativas de favores de toda especie, aun de -regalos en -dinero. El sufragio de·Ias clases di rigentes locales, que podían trasladarse a Roma para las elecciones, ejercía gran influencia en la asamblea de los centuriones. Además, la carrera de Mario, que e1l. esa época fue designado cónsul en seis oportunidades y, tal vez, la de otros adve nedizos de probable oligen municipal que habían 25 • ,udmiüua 4nhicra. dcsgarrndo 1,i:lr',_gucr~as clases. llegado a desempeñar altas funciones en Roma, pueden haber sugerido que con el curso del tiem-1 po los magnates aliados alcanzarían también una alta dignidad en Roma. lEsas esperanzas se vieron colmadas. Después de la obtención del dúecho político por Italia, los candidatos a las más altas magistraturas romanas debían cortejar el apoyo de las clases elevadas de los pueblos rriás distantes. Cicerón, por ejemplo, planeaba hacer su campaña en la G.alia Cisalpina. Ninguna otra región era más remota, y la mayoría de los pueblos que se encon- t traban· en ella gozaba sólo del derecho. latino, lo cual significaba que sólo unos pocos de sus habi tantes, los ex magistrados, poseían sufragio; pero eran necesariamente ricos y valía la pena solicitar . sus votos. Los cargos de menor importancia en Roma eran llenados por la asamblea tribal, en la que, si bien los votantes ricos no predominaban; los magnates locales tenían mayor oportunidad de obtenerlos si lograban, quiúís a sus propias ex pensas, trasladar el pueblo de su municipalidad y las municipalidades vecinas con el objeto de vo tar por un "hijo favorito". De este modo, Gneo Plancio fue elegido edil para el período del 54 gracias a que virtualmente toda la población de su ciudad patria, Atina v de los pueblos. vecinos, viaió un centenar de millas para prestarle apoyo. Con el correr del tiempo, la nobleza italiana se elevó aún más. El sold�do, orador e historiador Cayo Asinio Polión fue cónsul en el 40, cuando Virgilio le dedicó su cuarta égloga; se�n !parece, era nieto de un jefe rebelde del 90, Heria, Asinio. Por ese tiempo, el Senado estaba lleno de figuras\ "municipales". Las guerras y las proscripciones apresuraron la disminución de la vieja nobleza ro mana; sus lugares fueron ocupados por "toda la flor de las ciudades de toda Italia", "los buenos y valiosos hombres" a quienes (de acuerdo con 26 Claudia) Augusto y Tibe1io querJ.an ver en el Senado. Para Catilina, vástago de una decaída casa patricia, el arpino Cicerón era todavía un "foráneo'' ( inquilinus ), pero el futuro estaba en manos de los Cicerones, no de los Catilinas. Gran parte de este libro estará consagrado ·a los conflictos sociales entre ricos y pobres. Pero la con tienda por el privilegio y la dignidad entre las cla ses superiores no fue de menor importancia y tuvo influencia en está lucha ·de clases, y ninguna fue más grave y profunda en sus efectos que la que acaba de esbozarse. 1 . La primera de estas contiendas se desarrolló en-¡ tre los patricios y los plebeyos ricos (cap. III). Es tos últimos lograron por fin la1 igualdad de dere-. chos para asumir cargos con el respaldo de los ciudadanos pobres, cuya causa, contra la miseria social defendieron de vez en cuando. N o obstante, esta miseria social fue probabi�mente· aliviada_ en lo principal mediante la anexiórt de territorios ene migos y su distribución entre lps pobres. Durante este temprano período, la expansión parece haber mitigado las tensiones No es que se las haya eliminado por completo , a todas o que en Roma :Se haya logrado alguna vez algo que se asemejara a la igualdad econórpica. · . La prestación de servicio en las legio�es qu� daba reservada a los ciudadanos que pod1an eqm- - parse por su cuenta con armas y la armadura de defensa. Había una organización de acuerdo con la fortuna. Los que tenían una propiedad eran llai,llados assidui, esto es, ,hombres asentados per manentemente en su propio terreno, el resto eran p-roletar·ii, cuyo servicio al Estado consistía en p1: o-_ curar los vástagos (proles) que criaban, o capt�e censi, hombres que se contaban por cabeza, ��� propiedad digna de mención. Durante las cns1s aun los proletarii eran llamados y armados a expen- 27 sociales . • - C:'mtnos principalel e mñs de 3.000 ptu ·�;'::r:: mtls do 600 pies. O MlLLAS lOO o KMS roo Mn.pn 3. Italia: Rasgos físicos . 28 sas públicas, por ejemplo, en ocasión de la guerra contra Aníbal. Pienso que había ya por entonces una mayoría de ciudadanos. Si la agitación popular en Roma cesó casi por ciento cincuenta años des pués del 287, la razón puede ser, en parte, que había pocos jefes potenciales para las masas, una vez satisfechas las aspiraciones a ocupar cargos de los plebeyos más ricos. 'Pero la expansión proba blemente había disminuido la intensidad del des contento social. En el 264, el pueblo votó la inter vención en Sicilia contra la volnntad del Senado, lo que provocó una prolongada y ardua lucha con Cartago, que sólo finalizó en el 241: tenían la esperanza de enriquecerse con los botines. Por el contrario, en el 200 el Senado tuvo que seducir a u:ri pueblo agotado por la guerra para que apro bara las hostilidades contra · Macedonia. 'Entre estos dos acontecimientos, la pérdida ele vidas fue tremenda y se impusieron pesadas tasas durante la prolongada lucha contra Cartago. En la segunda guerra ( 218-201 ) , la mitad de los hombres entre dieciocho y cuarenta y seis años aptos para servir en las legiones estaba generalmente bajo las armas, · muchos de ellos durante varios años inin terrumpidos; 'el promedio de prestación de servi cios era de siete años. Los soldados que servían en España, Sicilia o Grecia no podían visitar sus hogares ni siquiera durante la licencia de invierno . . La victoria sobre Cartago no tuvo por resultado una firme; era necesario someter a la Galia Hubo varias expediciones a Grecia o Asia: la pacificación de España apenas comenzaba y sólo se completó en el 19; dos y a menudo cuatro legiones permanecían estacionadas allí. Los roma nos tenían registrado en el campo de batalla un promedio de 47.000 ciudadanos por año desde el 200 al 168, y no muchos menos a partir de esa fecha. S i añadimos a los italianos que se encontra- 29 COICC:GA paz; Cisu\pina... han en los ejércitos y las flotas, el promedio no minal asciende a 130.000, y aun si muchas unida des no se encontraban colmadas, difícilmente pu do .haber sido inferior a los 110.000. En general, los ciudadanos que soportaban esta carga eran los assidui. llegaron sólo a unos 100.000 d • nante la guerra contra Aníbal. N o sólo se re c1utó entonces a los proletarU, sino que la capaci dad de propiedad se redujo permanentemente. En el siglo n ·disminuyó nuevamente a 400 denarios. Según una estimación hecha aproximadamente en el 60 d.C., esa suma alcanzaba para adquirir ape nas algo más de un acre de tierra cultivable y . despojada de viñedos, excesivamente poco para permitir l'a subsistencia ( Columela, III, 31 8 ) . N o se conoce el valor de la tierra durante el siglo 11, pero parece improbable que aun entonces 400 denarios hayan podido representar más que el valor de una cabaña, un huerto y algunas per tenencias personales. Cicerón calculaba que un es clavo especializado podía ganar tres cuartos de denario por día, y no necesariamente todos los días del año ( Pro Roscio el comediante, 28 ) . El soldado mismo recibía 120 denarios anuales, de los que el Estado descontaba normalmente los alimen tos, las ropas y las armas; es significativo que no esperara ya que se equipara a sí mismo. Ésta de bió haber sido una paga suficiente para vivir y no mucho más; desnués de que César la elevó a 225, se consideró todavía magra, como lo demostraron los levantamientos del 14 d.C. Sin embargo, la. ca pacidad de proniedad pam un legionario del siglo n alcanzaba a ·sólo el triple y un tercio, aproxima damente, de su paga. Ocasionalmente los soldados obtenían un rico botín; . se cuenta de voluntarios atraídos por esta perspectiva o por una vida de aventura. Pero la · excepción al servicio era un privilegio codiciado, 30 y en diéz ocasiones entre el 193 y el 130 surgieron dificultades en la leva de h·opas o para su reten ción bajo bandera y, a veces, se opuso a ello una abierta resistencia. En el 133, Tiberio Graco y otros temieron que la población sufriera una dis minución; sin embargo, había registrados más va rones adultos que en el 218 y tal temor no parece tener sentido, a menos que se conociera una de clinación en el número de assidui. Se reclutaron entonces muchachos por debajo de la edad militar: Para mitigar las penurias, se había ya intentado. que los soldados apostados en España no perma necieran allí más de seis años. El n{m1ero máximo de campañas que se podía exigir, veinte en tiem pos de Polibio, fue aparentemente reducido antes del año 108 por leyes- que luego debieron ser de rogadas. En el año siguiente, el Senado pudo su poner que la popularidad de Mario se desvanece ría si éste se veía obligado a reclutar assidui para reforzar dos legiones en el África, aunque no pue de haber necesitado más de 5.000 reclutas roma nos; sólo 40.000 ciudadanos estaban bajo las armas y, quizás, el doble de aliados. Mario superó el dilema reclutando proletarii co mo voluntarios : éstos esperaba� la conquista de un botín y no quedaron desilusionados. No se vol vió a aplicar la capacidad de propiedad. Es indu dable que desrués de Mario las legiones estuvie ron constituidas principalmente por proletarii, so bre todo porque la mayor parte de los ciudadanos pertenecía a esta clase. Se supone también, con frecuencia, que eran en su mayoría voluntarios. Esto es una ilusión. En la dé�ada que comenzó en el 90, los italianos bajo armas llegaban a menudo a los 250.000 ó 300.000. , Desde el 78 al 49, . el total oscila entre los 60.000 y los 150 . .000; el pro- ,. medio es de 90.000. Durante los diez años siguien tes casi siempre excede los 150.000, llegando a los 1 ' 31 • las 200.000. Los voluntarios no podían colmar las filas y hay amplias pruebas de que se recurrió � la cons cripción. Aun los comandantes que requenan fuer- . zas relativamente pequeñas se valían de ella; po.r ejemplo, Murena -en .el 64-, quien sólo ne�esita: ba fortalecer las legiones apostadas en , la Galia. N1 siquiera los propietarios quedaban exceptuados. Pompeyo afirma en el 4�. qu� los ejércitos �ome tidos a leva ·en Picenum hab1an de)a¿o atras sus posesiones", � en el 41 tenemos noticia de pa.dres, hijos o parientes de soldados que eran despoJados de sus propiedades p�ra favorecer a los veteranos (:Dio, X:LVIII, 9 ) . ·La creen . cia según la cual el servicio voluntario se había vuelto por entonces más frecuente que cuanto las p1uebas permiten .suponer!?, se �a�� en la suposición de que el soldado : tema pos1b1hda des de enriquecerse, no a través de su magra paga, sino del pillaje, los donativos de los generales y la distribución de tierras al producirse la baja. Quizá por esos motivos se sumaran al ejército, por propia voluntad, más hombres que en el pas:;¡do. Pero en algunas regiones el posible botín resultaba escaso y los generaleseran con frecuencia incompetentes; en lugar de enriquecer a sus ejércitos, los llevaban a la destrucción. N o existía sistema que g�rantizara · re compensas en contante o tierras para los vetera nos. Los hombres que habían servido bajo las ór-· denes de Sila en la guerra civil de los �ños 83-81, de Pompeyo en los años 67-62 y de los vencedores en la guerra civil de los años 49-30, recibieron es pléndidos donativos en dinero y tierr�s� éste fue " un privileaio que debieron al poder pohhco de sus generales. 0 Los derrotados no obtuvieron tales gra·· tificaciones, y tampoco podían pretenderlas los le gionarios que sirvieron durante �ños en las guar niciones provinciales; en el meJOr de los casos, 32 compartirían quizás, el botín obtenido en la paci ficación de las · tribus pobres y bárbaras. La cpnscripción fue detestada en todos los· tiem pos, especialmente durante las guerras civiles, ' cuando se recurría a ella en gran escala. Cicerón escribió, acerca de las levas de César en el 49 : "La conscripción constituye de por sí una penuria incluso cuando la imponen hombres bondadosos. ¿Cómo piensas que se la reciba en esta ocasión?" (A Atico, IX, 19 ) . �El emperador Tiberio la aban donó por fin en Italia; ·en adelante, el gobierno recurrió normalmente a levas provinciales. En este tiempo los legionarios estaban mejor pagos y te nían derecho a una gratificación fija al ser dados de baja. No obstante, los italianos fueron desapa reciendo gradualmente de las legiones, justo co mentario sobre la supuesta popularidad del servi cio militar durante los últimos tiempos de la Re pública: Al escribir sobre las condiciones que prevaledan en la víspera de la refo�ma agraria de Tiberio Gra co, Salustio dice que "unos pocos hombres lo con trolaban todo en la paz como en la guerra; dispo nían del tesoro, las provincias, las magistraturas, ' los hombres y los triunfos; el botín obtenido en la guerra iba a parar a manos de los generales y unos pocos más. Entretanto, los vecinos poderosos des pojaban de sus hogares a los padres o los hijos de los soldados" ( La guerra de Yugurta, 42 ). A piano ( Guerras civiles, I, 7 ) dice que los impuestos y campañas habían empo,brecido al campesinado, y Graco se lamentaba de que los hombres que ha bían luchado por Italia se hubieran convertido en vagabundos sin hogar junto con sus mujeres e hi jos ( Plutarco, 'Tiberio Graco, 9 ) . La alusión de Apiano al efecto de los impuestos sólo puede re ferirse a los comienzos del siglo n, pues en el 168 la tasa directa a la propiedad que se exigía de los 33 . ciudadanos quedó interrumpida; el presupuesto pa- . ra los gastos públicos provenía casi por entero de las provincias. Los historiadores que describieron la miseria social durante los primeros tiempos de Roma siempre la atribuyeron al peso combinado de los impuestos y la conscripción. No pueden ha ber tenido prueba documentada alguna ( cap. IU ) y aunque es posible que se hayan apoyado en la tradición oral, para decirlo, los detalles que procu ran sólo pueden ser el producto de la imaginación inspirada en experiencias posteriores, y se relacio nan con las condiciones de los dos últimos siglos de la República, época en la que escribían. Así, pues, Livio afirma que en el 400, aproximada mente, cuando los soldados permanecían bajo las armas durante todo el año por causa de la guerra con Veyos ( sólo allende el Tíber ) , volvían para encontrarse con sus tierras en estado de abandono por faltarles el cuidado de su propietario. Ésa de bió .haber sido de hecho la suerte de muchos que permanecieron seis largos años en Esuaña durante el siglo rr. Se nos dice que el cónsul Marco Atilio Régulo solicitó ser relevado de su mandato en Afri-. ca en el 256, porque durante su ausencia el ma yordomo de su pequeña granja había muerto, el labrador contratado se había fugado con sus pro-· duetos y su muier e hiios corrían el peligro _de morir ele hambre. Régulo, un noble, era con se guridad un gran terrateniente, y si , bien la histo- ria . es ficticia, esa ficción sin embargo es verifica da en el infortunio de muchos legionarios comunes. Livio cuenta también la historia ( II, 23 ) de un viejo soldado reducido a una virtual servidumbre por la deuda, dado que sus tierras habían sido arrasadas, su casa quemada y su ganado robado mientras él se encontraba en el ejército; ese des tino pudo haber sido compartido por muchos sol dados italianos durante la guerra con Aníbal y más 34 aún en las luchas que aniquilaron parte de la pe nÍ�lsula durante las guerras civiles. Las guerras y la conscripción ·a gravaron sin du da el progresivo empobrecimiento del campesina do. Al conquistar lo que se complacían en llamar el mundo, los romanos arruinaron a gran parte del pueblo italiano; naturalmente, los aliados sufrieron tanto como los ciudadanos. Enh·etanto, como lo observa Salustio, las clases supe1iores se emique cieron. Los senadores obtenían enormes beneficios de los botines, donativos en concepto de gastos y tasas. ilícitas impuestas al pueblo, y los ricos que no estaban en el Senado, los E quites ( págs. 105 y sigs. ) , de los contratos para obras públicas, el abas tecimiento del ejército y el cobro de los impuestos · provinciales. En el 160, Lucio Emilio Paulo, que l1abía conquistado Macedonia, mmió con sólo 370.000 denarios; hombre de es 1 crupulosa inte�ri dad, Polibio lo consideró pobre para ser senador ( XXXI, 28; cf. XVIII, 35) ; sin embargo, su capital fue 900 veces mayor que el que pronto se exigiría de un legionario. En el siglo siguiente sólo las tie rras de Marco Craso se evaluaron en 50.000.000 de denarios; solía decirse que nadie nodía conside rarse rico a no ser que pudiera mantener un ejér cito con sus ingriesos. Pompeyo y César eran más ·ricos aún. La ·exnansión de Roma profundizó el . abismo entre las clases. La nueva riqueza se prodigó e� parte en el con sumo suptuario, en parte s·e invirtió en tierras ita lianas compradas a los pobres mediante pago o por la ejecución de hipotecas o por la mera violencia y, por fin, en esclavos. Ya durante la primera guerra con Cartago se nos dice que en África, en el año 256, 20.000 prisioneros fueron sometidos a la escla vitud, y en el 261, 215.000 en una ciudad siciliana. Se . dice que Emilio Paulo vendió 150.000 epirotas en 167, y que César hizo 1.000.000 de esclavos en la 35 Galia. No puede confiarse en estas cifras, ·especial mente en la última, pero ilustran sobre el núm-ero de esclavos que los contemporáneos hallaban crei ble. La guerra no era la sola fuente de obtención de "" esclavos; durante casi un siglo a partir aproximada mente del . 167 la piratería floreció en el este del Mediterráneo. Por mucho tiempo los romanos no adoptaron medidas para impedirla, quizá porque los propietarios de esclavos eran indirectamente los beneficiarips; se dice que el puerto libre de Delos podía recibir 10.000 por día, y los piratas deben haber sido los plincipales suministradores. En el año 102 el rey de Bitinia afirmó que los cobradores de impuestos romanos habían reducido a la esclavitud a la mayor parte de sus · súbditos. .Existía también el tráfico de esclavos con pue blos allende el Imperio, y en muchos lugares del este los hombres libres se vendían a sí mismos o a sus hijos como esclavos. cuando la muerte por hambre era la única alternativa. Esta práctica, aun que prohibida a los ciudadanos por la ley rom�na, pudo muy bien no haber sido inusitada en la mis ma Italia. Se · permitía el abandono de los niños, y los pobres probablemente se veían a menudo obligados a recurrir a ello; la mayor parte de los ni ños que sobrevivían eran quizá criados como es clavos. Dado que los ricos tenían mayores recursos en Italia que en ningún otro lugar, gracias a los ?�neficios del Imperio, Italia era el principal país Importador. Los esclavos trabajaban en los cam pos y en los ' talleres, como tambiénen las tareas do.mésticas y predominaban aun en el cargo de secretarios, contadores y doctores. No conocemos su n{tmero, pero puede calculat'se que· en ·el afio 28 había 3.000.000 aproximadamente, contra 4.000.000 de personas libres.2 Es probable que el número de 2 Véase pág.' 14. Aproximadamente 1.000.000 de ciuda danos vivía fuera de Italia. 36 personas libres no hubiera crecido durante los dos cientos años precedentes; la población crecía tan sólo mediante la adquisición de esclavos, mientras que los mismos habitantes libres incluían varios millares de libertos y otros de situación . parcial mente servil. Ya en tiempos de la invasión de Aníbal. el nú mero de esclavos debió · haber sido ;onsiderable, pues, de no ser así, le ,hubiera resultado im posible a . Roma movilizar para los ejércitos y las flotas a uno de cada dos ciudadanos en edad mi litar; sólo el trabajo de los esclavos pudo haber procurado el alimento y otros artículos necesarios a�o tras . año. Sólo la abundancia de ese trabajo hizo posible que el Estado siguiera recurriendo a tantos hombres libres durante las generaciones si guientes. La mayor parte del trabaio se realizaba nece�ariamente en las tierras. En mnchas grandes prom�dades, éste era hecho exclusivamente por cuadnllas de esclavos. Pero la abundanci!:l de es clavos t::�mbién negaba a los hombres libres la oportunidad de ganarse la vida decentemente en tiempos de paz. El pequeño propietario, arruinado por el servicio cumplido en el extranjero tenía dificultades en encontrar tralmio al volv�r. Sin ocupación regular, el pobre no nodía permitirse tener una familia. La población lihre no lograba aumentar, norque la esclava se mnltinlicaba. Asom brado nor lo que leía en los anales snhre el núme ro de soldados que Roma había reclutarlo en el Lacio del siglo IV_ Livio concluyó nne h;:thía exis tido otrora una multitud innumerablP. de hombres libres . en lugares nne, en sus tiemnoc;_ a nenas pro curah�n un reducido terreno para la formación de soldados Y sólo eran rescatados dPl mero vacío por los esclavos de los romanos ( VI, 12 ) . 37 • ' ' l. i n EL MARCO DE REFERENCIA: LA ECONOMíA ROMANA Al considerar la ·economía de un pueblo antiguo cualquiera, debemos despojarnos de preconcepcio nes propias de una era de amplio tráfico interna cional e industria en gran escala, facilitados por inversiones acumulativas de capital y el flujo cada vez más veloz de inY.cnciones técnicas. La base d<• la actividad económica en la Antigüedad era ngrn ria y todo distrito apuntaba normalmente a In au tosuficiencia. Fuera' de un radio estrecho, el tráfi co se circunscribía al intercambio de articulas sun tuarios y semisuntuarios u otros tan esenciales co mo el hierro y la sal, que no se encontraran dentro de esos límites. En tiempos de escasez también ha bía que realizar esfue1·zos para importar alimentos, y las regiones excepcionalmente fértiles, como Cam pania, tenían por lo general un' excedente para vender. El acontecimiento local más importante era habitualmente la cosecha, hecho que todavía se re fleja en ·nuestras festividades. ILasl seguías, las llu- . vias, las inundaciones o el saqueo : de los enemigos podían malograrla; el hambre era un peligro siem pre presente. Pocos pueblos o ciudades podían con tar con una l'egular importación de alimentos : era demasiado precaria y costosa. •En los últimos tiem pos de la República, la ciudad de1 Roma se convir- 39 tió en una de las excepciones; los beneficios del Imperio le hacían posible el dispendio requerido para ello, pero la organización de los. abastecimien tos era difícil y el hambre nunca se encontraba demasiado alejada. La industria rara vez tenía mer cados extensos y no le eran necesarias grandes fá bricas aun en los mayores · centros de población como Roma; puesto que sus productos podían ha cerse a mano con ayuda de utensilios simples� no había ventaja alguna en concentrar más tra-bajado res en un mismo lugar que los que un solo hombre podía supervisar fácilmente. De ahí que los arte sanos, quienes a menudo vendían sus propios ar tículos directamente a los consumidores, fabricaran la mayor parte de su producción en pequeños ta lleres. En Roma no se estimaba socialmente ni la indus- tria ni el comercio. No se conoce a nadie que go zara de reputación y hubiese hecho su fortuna me diante la mánufactura, aunque, por supuesto, los terratenientes explotaban los recursos de sus pro piedades; si en ellas se encontraba la arcilla ade cuada, levantaban hornos para fabricar ladrillos o mosaicos, o batanes; ya en el 226, un cónsul ( Ca yo Apustio ) recibió el apodo de "batanero''. Re sulta significativo que el hecho de que el padre de Cicerón se hubiera beneficiado con un batán instalado en su uropiedad, sirviera de motivo de escarnio contra éste. Cicerón, adem4s, desprecia ba el comercio al menudeo con el nretexto moral de que imnlicaba la mentira. El trMico en gran escala era algo muy distinto ante sus oios. El vie jo Catón, en · el siglo rr, pensaba que el comercio puede ser más beneficioso que la agricultura, pe ro lo desaconsejaba por azaroso; recuérdese a An tonio, en El mercader de Venecia, y sus perdidos bajeles llenos de valioso cargamento. · Según opi nión de Catón, la tierra era la inversión más s·e- 40 · gura, y Cicerón recomendaba al mercader exitoso la adquisición de propiedades. En el relato de Pe tronío, el liberto Trimalción invertía las enormes ganancias de sus aventuras marítimas en tien:as que se extendían a través de •Italia, de mar a mar. "Mercader" no '·es nunca un término honorífico en latín. 'La ·explicación no radica sólo en la perspec tiva conservadora de una sociedad dominada por terratenientes aristócratas> sino en consideraciones económicas. En última instancia, lo que en Roma procuraba el honor era la riqueza; aun la más an tigua nobleza no podía pasarse sin ella si · su rango había de preservarse, y en algunas generaciones los ricos parvenus se convertían en sus i,guales. Pe ro la onortunidad tanto de adquirir como �e pre servar la riqueza . adquirida por la industria y el comercio era excesivamente limitada y ries_gosa: no existían los von Krupp o los Hcnry Ford de nues- tra época. . !El capital excedente podía también, por cierto, invertirse en préstamos. La práctica de cobrar in terés se había desaprobado otrora, e incluso había sido prohibida. Catón observó que el viejo modo de pensar quedaba evidenciado por leyes que im ponían al ladrón una multa doble y una cu�druple al usurero. Un siglo más tarde los escrúpulos mo rales habían desaparecido. Los romanos más emi nentes practicaban la usura. Marco Bruto, ese "hombre ho11orable", prestaba a los nrovincianos a un 48 %, norcentaje en parte dictado por la inse guridad del préstamo; entre los romanos que goza ban de buen crédito, el interés podía llegar a ser tan bajo como el 4 %. Pero la mayor parte de estos préstamos se concedían probablemente durante breves períodos, para gastos personales y quizá también los concedían los patrones para instalar a sus libertos en talleres o fábricas. No existían vas tas actividades de empréstitos como las que nuestras 41 • • • grandes compañías de industria y comerc�o utili�n para ampliar sus negocios. Tampoco hab1a eqmva lente ·alguno de esas compañías, propie?�d de �n� multitud de accionistas con responsab1hdad hml tada. La ley romana sólo reconocía sociedades en las que cada uno de los socios era cabalmente res ponsable de las deudas y que se disolvían an, te. el deseo o la muerte de cualquiera de ellos. La excepción era la de las compañías de ' públicos, en las que particip.ab, an otr?s, además de los principales, y que su�s1stian_ m wntras durara el contrato normalmente cmco anos; el Estado no to1eraba la ' repentina disolución de compañías que desempeñaban funciones púb�icas esenciales. No existía tampoco la deuda naciOnal: el Estadopa gaba su desempeño romo tal :on ingresos contan tes y reservas de metales pre?wsos; en consecue� cia, no se podía acumular capital en los fondos pu- blicas. Es posible que los ingresos proveni�ntes de �as tierras hayan sido escasos y la capacidad de . m crementar la riqueza en tieri·as mediante la �1�J?�·a de una propiedad, a diferencia de la adqmsiCwn de más acres, estaba limitada por el nada progre sista carácter de la a�ricultura; después del 200, la incrementación de la crianza de ganados y la plantación de viñedos y olivos en lugar de cerea-. les probablemente elevó la rentabilidad. Los ricos se sentían tentados no a inv�rtir Y �c� mular, sino a gastar, a menudo demas1ado prod: gamente. El rango implicaba un consumo conspi cuo. Las grandes casas estaban atestadas de �d� lones y sus propietarios salían siempre con un s� quito. En tiempos de Nerón, la casa de un. em i nente senador ubicada en el centro de la cmdad contenía 400 esclavos; Tácito observa qt�e . �n esa época · el lujo y la ostentación de la Hepu�l�ca t� davía subsistían. Para hacer una carrera pohtiCa era 42 casi neces·aria la prodigalidad, pues había que pro curar juegos, larguezas de toda especie e incluso sobornos sin disimulo alguno. La mezquindad sig- , nif.icaba el fracaso en las urnas. La extravagancia se extendía más allá de la tumba. Se esperaba que · el heredero celebrara juegos funerarios. Polibio (XXXI, 28 ) informa que en el siglo n podían lle gar a costar 180.000 denarios, 1 .500 veces la paga de un legionario en ese momento. En tiempos de Augusto, un liberto rico ordenó que se gastara en su funeral 250.000 denarios ( :Plinio, Historia natu ral, XXXIII, 135 ) . Los hombres deseaban dejar tras de si un nombre ilustre. En la época del princi pado encontramos en incontables ciudades bene factores que legan dinero para que, en perpetui dad, se distribuvan vino y du1ces en ocasión de ce lebrarse .el día de su nacimiento. Esta tendencia a consumir más que a acumular se vinculaba con la falta de oportunidades para la inversión productiva, de �a cual fue, quizás, antes la consecuencia que la causa. E�istía escaso pro greso tecnológico. Las clases cultas desnreciaban el trabajo man�al y sus operaciones por sórdidos. Qui zá estuviera degradado por el predominio de la mano de obra esclava. Los críticos modernos han supuesto también que la mano de. obra esclava era renuente e ineficaz y que su costo anarentemente bajo cerraba las mentes a las ventaias de las in venciones mecánicas. Sin embargo. no había ma yor progreso en las provincias donde se empleaba un número mucho menor de esclavos, ni tampoco durante el principado cuando ( según se cree co múnmente ) los esclavos se habían vuelto �ás cos tosos, pues el abastecimiento a partir de la guerra y la piratería habían disminuido y era con mayor frecuencia necesario criar esclavos y soportar el gas to de mantener niños que quizá no alcanzaran la edad en la que pudieran trabajar. Además, a los uruca CQOl,mtiStll!' 43 esclavos especia�zados había qu� d��les la pe� pectiva de una tem�rana eman?Ipacwn como m centivo para que cmdaran los mtereses d�l amo. Séneca dice que fueron Jos responsables de muchas invenciones . tales como las ventanas transparentes, las cañer.ia� de agua caliente .en los baños y la ta- quigrafía ( Epístolas, 90, 25 ) . . . El comercio y, por lo tanto, la mdustna no. ha brían podido desarrollarse en gran escala st no hubiera habido antes un gran progreso en el transporte. La ·revolución indru:trial en . Gran Bretaña fue precedida por sustanciales meJOras en �os caminos y las vías fluviales y acelerada por la In troducción de los ferrocarriles. El transporte por tierra era sumamente retrógrado en la Antigüedad. No debe engafiamos la habilidad de los romanos para la constrt;rcción de caminos pavimentados, �1 primero de los cuales, desde · Roma a Campama ( Vía Apia ) remonta a fines del siglo rv. '!:en�an por . objeto facilitar el movimiento de los e1erc1tos; . es dudoso que hayan contrib�do mucho al c?merc10. · Se sostuvo que no se asemeJan tanto a cammos mo dernos como a muros de piedra; cuando el uso los anuinó no pudieron ser reparados, sino que fue ne-, cesarlo ' reedificados: operación costosa y llevada a cabo con largos intervalos. Era por supuesto vent� joso para una granja , encontra�se c�rca de un car�u no importante, pero estos serv1an solo para las pnn cipales arterias del tránsito Y. en la may?r parte de los distritos debió de haber sido necesano transpor tar productos por ásperas carreteras. Sin embargo, el principal obstáculo par� lograr un tran�norte _barato por tierra no era el caracter de los cammos, smo los métodos utilizados para el acarreo. 1 ·Hasta comien zos de la Edad Media, .Ja práctica universal consis tía en uncir el caballo mediante un arnés suave en 1 Véase 1Lynn White, Medieval Technology and Social Change, Oxford, Clarendon troress, !1962, págs. 57 y sjgs. 44 torno al cuello en lugar de hacerlo con un arnés du ro en torno al pecho; como resultado, s·e ahogaba al tirar. !El arnés de los bueyes era relativamente · efi caz; · pero no podían arrastrar tanto como podría ha cerlo un caballo y se trasladaban a sólo dos millas por hora. En el Bajo Imperio el peso máximo per mitido para los carros utilizados en el servicio g:t bernamental no superaba al de un carro de granp sin carga del siglo XIX. De ahí que el transporte por tierra fuera lento, ineficaz y costoso. Catón ( De agricultura, 22) muestra que transportar lentamen te un molino de aceite de unas 4.000 libras de peso, añade por día a su costo inicial 2,5 %. En tiempos ?e Diocleciano (y no habrá sido diferente en el peno do que consideramos ) , el precio del grano se incre mentaba un tercio o quizá dos quintos si se lo trans portaba cincuenta millas en carro. En los terrenos accidentados y montañosos -aun el transporte por carro era imposible. Varrón cuenta cómo el aceite, el vino y el grano se Hevaban al puerto de Apuleyo en cestos cargados en asnos. Es improbable que esto ha ya resultado más barato. Si se querían evitar los altos costos, los produc tos debían transportarse por agua. Las cifras men cionadas en los últimos tiempos del Imperio indican que "era más barato enviar por barco el grano des de un extremo del Mediterráneo al otro, que enviar lo por carro 75 millas".2 ·Los barcos mercantes eran tan grandes como muchos de los que solían cruzar el Atlántico; es posible que algunos hayan te nido la canacidad de cargar 200 toneladas. El empe rador CJaudio otorgaba recompensas a los propieta rios que se afanaron en el comercio. de granos ro manos con tal que sus barcos pudieran transportar 10.000 modii, aproximadamente lo bastante como para alimentar a 250 personas durante un año. Pe- 2 A. H. M. Jones, The Later Roman Empire, Oxford, Basil Blackwell, 1964, H, págs. 841 y sigs. 45 ; , ¡ . ro los viajes por mar eran un asunto riesgoso; no existían los mapas o los compases. El M·editerráneo es un mar borrascoso y en ocasiones estuvo plagado de piratas. Durante e ' l invierno la navegación nor malmente se suspendía. Además, es obvio que el transporte por mar servía de muy poco a los pue blos alejados de la costa o, más bien, de los puertos, en los que es muy pobre el litoral italiano Quedaba el transporte por río o canales. Pero los ríos italüi.nos como otros ríos mediterráneos, tien den a ser tor;entosos después de las grandes lluvia·S o los deshielos y a secarse en el verano. Puede que en la Antigüedad y la Edad Media hayan sido más 11avegables que hoy, quizá por causa de una may�r humedad, antes de que tantos bosques de montana lmbieran sido derribados. ·Por cierto, se los utilizaba mucho más. Al sur del Po, el Tíber es con mucho el más extenso, amarillo por el lodo que acarrea y en arosado por numerosos afluentes, serpentea por 250 �illas desde los Apeninos de la Umbría has,ta su desembocaduraen Ostia. El flujo anual medio en Roma es más del doble del que puede alcanzar en tiempos de sequía; y durante las inundaciones lo excede quince veces; he visto el amolio y nedrego so lecho de la part·e superior de la corriente total mente seco, salvo unos pocos charcos. Los grandes barcos transportadores de grano tenían que entre�ar su cargamento a barcazas en aguas expuestas jun to a la desembocadura, pero hasta Roma llegaban barcos del tamaño adecuado e incluso pequeñas em barcaciones podían navegar los afluentes hacia el interior tanto como por el mismo Tíber. La intensi dad de la corriente es tal que probablemente iban ert lastre, pero transportaban el cargamento, trigo, vino, madera, piedras, algunas veces desde el cur- . so superior en Umbría. Unos pocos de los otros r!os de la Italia peninsular pueden haber servido al tran sito de la misma manera1 aunque no en el mismo 46 gradq, y era aconsejable esco�er una granja ubica da cerca de la costa o de un no navegable. Un cla ro indicio de la superioridad del transporte fluvial es el hecho de que César iniciara la construcción de un canal paralelo a la Vía Apia, preferido por los mismos pasajeros. Sólo en la Galia Gis alpina, · el Po, el Adige y sus afluentes reforzados por canales, ofrecieron un sis tema de vías fluviales comparable a los de Inglate rra o Europa Septenh·ional. Desgraciadamente, para no mencionar las calamitosas inundaciones a que es tab:;tn .sometidos y la obstrucción por sediment�� 9u� se producía en sus desembocaduras en el Adnatlco, daban acceso al mar en un punto muy distante de los centros principales del mundo mediterráneo; Roma no quedaba mucho más lejos de Alejandría que de la cle<;embocadura del Po. En el sig�o I d.C. la . Galia . Cisalpina era la parte más floreciente de Italia; dos ·siglos antes sus abundantes coscch.as, sus víveres baratos habían asombrado n Polihto ( 11, 15 ) . Los precios eran bajos porque la región cnrc cía de mercados extranjeros. Transportar grano a 50 millas o má<; a través de los t\Peninos hasta Gé nova hubiera sido de un costo prohibitivo y el trans porte por mar des.de la desem�ocadura del , Po no podía competir en Roma con el grano tra1do d , e otras fuentes de abastecimiento más cercanas, no so lo en . Italia, sino en Cerdeña7 Sicili a y África. ·La Galia Cisalpina quizás siguió siendo siempre en la Antigüedad una región cerrada en sí misma. No obstante proveía a Roma de casi todo el puerco que allí se consumía, la única carne ,que la mayor parte de la gerite podía permitirse. Los cerdos criados en el norte podían. trasladarse a la capital; de hecho durante el siglo r d.C. hasta gansos se importaron de Flandes. Durante los primeros tiempos, de la República se 47 • \ obtenía el grano de conswno en las regiones circun- dantes o, a1gunas veces, por el Tíber, de Etruria y, por mar, de Campania y Sicilia. Desde el 200, al multiplicarse la población, las fuentes loca'les fueron siendo más y más inadecuadas y aumentó el volu men de los productos traídos por mar; los huertos cercanos probablemente se concentraron ·en el vi no, el aceite y las legumbres, que rendían mayores beneficios. En el 70 d.C., Roma dependía prin cipalmente de las cosechas de África y Egipto en una proporción de 2 a 1 ; no hay prueba , de que existieran importaciones regulares de Egipto antes de su anexión en el 30, y ·hasta entonces, Cerdeña y Sicilia habían sido más . imp01tantes. Durante la gue rra social Campania todavía era el granero de la ciudad. Roma no podía vivir sin imoortaciones y el emperfldor Tiberio afirmaba que toda Italia depen día de e1las. Su declaración se creyó. Toynbee des cribió gráficamente cómo, ya en el siglo u, los pas tos, las viñas y los olivos suplantaron -a los cereales casi en todas partes; Dioniso había expulsado a Ceres de la penínsul,a. Este punto de vista es del todo increrhle. La ciudad de Roma se alimentaba a expensas de sus subordinados; los in!!rec:;os imoeria les no eran asequibles para otras ciudqrl.P-s italianas. Los costos de transporte hacían inevitable que los habitantP<: dP-1 interior cultivaran su<: m·opios ali mentos. El cultivo de cereal ·era ubiruo: la barcia, observa Cnlumela, es a menudp el {mico forraje con que cuentan los animales, pero se la encuentra casi en todas partes ( V[,l, ,J, 1 ) . Algunos distlitos, como Campania y Apulia, se distinguían por su grano. El mejor de todos provenía de Clusium (Chiusi ) , en Eh·uria, desde donde probablemente descendía por el Tíber hasta Roma. Los romanos que escribieron sobre agricultura indican claramente que el gran propietalio obtenía mayores beneficios con el vino, el aceite o los pastos, pero cultivadores y pastores 48 esclavos cultivaban granos para el consumo en las grandes propiedades. Dado que deben de haber apuntado a producir lo suficiente aun en tiempos de escasez, cuando los precios se elevan, en años buenos o normales deben de haber dispuesto de un excedente para vender a las ciu.dades vecinas. Ade más, por supuesto, el grano era también cultivado por los campesinos no tanto para el mercado como para la subsistencia familiar. Si fuera necesaria una confirmación de la continua importancia del cultivo de cer.eales, podría hallársda en los años en que los pirata'i o Sexto Pompeyo illterrumoieron el abastecimiento por mar. Hubo l1ambruna, pero la población no pereció en masse. Los ,habitantes de la misma Roma subsistieron ·en su mayoría v deben de haberse alimentado, si bien inadecuadamente, con cosechas italianas. Cada región estaba obligada a buscar la autosu ficiencia, aun las grat1des propiedades la buscaban. Esto es válido no sólo con respecto al grano. Du¡ rante el principado d vino se producía en partes de la Galia Cisalpina, donde el terreno y el clima eran inadecuados. E·l rico podía saborear vino de Quíos en cristalinos vasos; la mayor parte de la gen te bebía vin ordinaire en recipientes de cerámica local. El hilado y aun el tejido y la confección de Y.estidos eran artesanías domésticas. Las grandes se ñoras se jactaban de pesar la lana para sus doncellas. Las ropas confeccionadas en Tarento ·con Jos finos vellones locales y teñidos de rojo con mejillones de las inmediaciones, estaban destinadas a los ricos. No había equivalente del algodón b,arato de Lan casohire o Hong Kong que actualmente se vende en el mundo entero. El comercio se reducía a artículos de primera necesidad que no podían obtenerse lo calmente o a los que '!_Jodían hallar un mercado aún después de gravados por los altos costos del transporte. 49 Todo esto no · significa que el comercio careciera de importancia,_ aUn cuando no fuera indispensable. No ca�e ·duda: de que en todo pueblo los ingresos pTo�ementes· del comercfo constituían una parte pe quena de lo que llamanamos hoy el ingreso nacio nal, pero par<l;· las comunidades agrarias era preci s�mente la parte que elevaba al Estado por sobre el mvel general, · que ,procuraba una superioridad mar ginal y un exéeso de recursos que podía utilizarse para el 'incremento de su poder. La mayor riqueza p _ rovenía entonces del ejercicio de ese poder. Atenas sm lugar a dudas debía el ascenso a sus minas su aceite de ólivá y sus barcos; por se'r una ciudad ' an tigua nosefa úri comercio abundante y su nrosneri dac� eronó�ic,á excepc�onal la capacitó para cons trmr unR ·gran flota y adquirir un Imperio. Pero fue con loe; benPficios del Imperio que levar1tó el Par t�n�n. T ,a' ,historia de ' Roma no fue quizá del todo chstmh : snlo que la escala fue mucho más vasta. Las colinas bajas, pero con capacidad defensiva, sobre la que' se. levantó Roma, dominaban el primer punto desde· el .que podía tenderse un puente sobre el Tíber .con los métodos conocidos en la· Antigüe dad, conió · también la ruta terrestre entre Etruria y Camnania, vital cuando el invierno o las actividades hostiles · suspendían las comunicacionesnor mar. La ciudad estaba lo suficientemente alejada del mar como nara · advertir · con amplia antelación cualquier invasir1n marítima, y lo suficientemente cercana co mo nara . gozar . del beneficio de los productos traí dos nor már�· l9s artículos podían también . embar carse corriente abaio desde la Italia ce'ltral v las hoyas en la desembocadura del río proveían de sal que, corriente arriba, se llevaba hasta tierras sabi nas. En. de��i1Ítiva era también importante que Ro ma estuvíer.� estratégicamente bien situada; a través de pasos · bastante accesibles, los ejércitos podían cruzar las montañas hacia el centro, el este y el no- 50 reste, y las comunicaciones eran más fáciles todavía con el sur. Pero fu·e probablemente el comercio lo que dio a Roma una ventaja marginal sobre las ciu dades vecinas al comienz.o de su historia y lo que hi z� �ue los aldeanos de los siglos vrrr y . vn, que v1v1an en chozas de zarzo y barro, pudieran conver- . thse en los prósperos ciudadanos de la monarquía etrusca, con casas de madera y ladrillo, templos mo numentales; un sistema de cloacas de acabada inge niería e imp01tación de magníficos vasos áticos. Los romanos hacían remontar ciertas cornoraciones privilegiadas ( colle.e,ia ) de artesanos a los comien zos del período monárquico: flautistas, orfebres, car pinteros, teñidores, zapateros, caldereros y alfare ros; POr cierto. eran muy antiguos, pues no incluían · a quienes trab�iaran el hierro, que: debi.eron abun dar mucho antes de la República. , Pero ni la exis ten-pía de es.tas cornoraciones ni los dqtoc; arqueoló gicos parec�n nrobar que la Roma monárauica fue ra un centro industrial y ·exportador. Oni7.á su nros peridad. como la de la vieja Corinto, radicaba prin cipalmente en los al tránsito v la recesión que siguió a la caída los reyes etruscos puede en tonces exPlicarse por el deterioro del comercio, cuando las comunicaciones por tierra entre Etruria y su avanzada en Campania quedaron interrumpi das y cuando ·la llanura latina era víctima de cons tantes incursiones nor las tribus de las montañas. La decadencia económica puede dar cuenta de la amar ga lucha social que se describe más adel::mte. Roma involucionó y se convirtió en una · comunidad casi exclusivamerite agraria. Los ricos eran los locupletes, los que poseían abundancia de tierras. Pero la tie rra había sido siempre' la base de la economía ro mana. No hubo una nueva ola de ·edificación monumen tal ( de templos ) hasta el 300 áproximadamente. Por entonces la prosperidad fue la consecuencia de con- 51 • ur anos. E n e s1g o n Catón recomenda comprar en túnicas, togas, c�pas, telas de remiendo y zapatos de madera ( aunque algunas · de estas cosas se fabricaban también en su propiedad ) así como también jarras, cuencos, arados, yugos, ce rraduras y llaves y los mejores cestos� muchos de estos artículos odían ad uirirse también en los os e campaña: epen ía e a distancia que se por a Más adelante se les dio a distritos ó caBes el nombre de alfareros, orfebres, mercadeTes · de grano, fabricantes de sandalias, mer caderes de madera, vendedores de leños, perfume ros y fabricantes de hoces; los hombres dedicados a la misma artesanía tendían a congregarse. La manu factura de armas debió de haber sido particular mente imnortante; las legiones se movilizaban a me nudo en Roma y se las adiestraba allí militarmente por un año. Los barcos de guerra también se fabri caban y se hacían a· la mar desde el Tíber, y las grandes flotas de las guerras con Cartago se equi par01i aHí. 1Los magnates tenían casas urbanas y 'm personal doméstico cada vez más abundante. Había que alimentar, vestir y albel"gar a muchos. Por tan to, aumentaron los trabajadores portuarios y, al ace lerarse el ritmo de las construcciones públicas y privadas, hubo muohos más obreros de la constnlC- 52 ción. En 1� misma medida1 fue 111ayor la necesidad de comerciantes al por . menor y artesanos de toda clase. La ciudad creció sobre sí misma. La . concen tración de las riquezas del Imperio en manos de unos pocos romanos significaba también que era en Roma donde los empréstitos resultaban más sean ros; la ciudad se · convirtió en el principal centro bancario. Roma era el parásito de todo ·el mundo mediterráneo; no era la ciudad típica de Italia y la mayor parte de los romanos no vivía en ella. Los que sí la habitaban obtenían en su mavoría los ingresos de las propiedades en Italia o, cÚrecta o indirectamente, de los beneficios imperiales. El su ministro de alimentos para los pobres, como la ac �ividad edilicia pública y privada, corrían en última mstancia por cuenta de los provincianos. !Entretanto, como se vio en el capítulo I, Roma aumentaba su territorio en Italia. Los escritores an tiguos ensalzan a Italia por la fertilidad de su suelo y su clima templado, sus ríos, lagos, bosques, mine ra�es, pa�tos. y caza. Bajo Augusto� el historiador gnego Dwnmo de Halicarnaso sostenía que tenía �bundancia de todo producto que el hombre nece Sita. Algunos años antes Varrón había descrito al país todo como un huerto. Estos panegíricos son ab surdamente exagerados. Italia era pobre en minera les a pesar de los valiosos depósitos de hierro sobre el Elba; durante el siglo n las minas de España sa tisfacían sus necesidades. De los ríos se ha dicho ya bastante. ·Los bosques ocupaban mucho . más terreno por entonces; la abundancia de madera resultaba su H?amente valiosa para la nación y debe de haber s1do . una: iir�po�t�nte fuente de recursos para los propietariOs md1v1duales. La tierra sin duda se des pejaba continuamente y el suelo virgen rendía ri cas cosechas, la desastrosa erosión tan visible hoy en las colinas italianas fue a menudo un efecto (, � . !!� �!�.i 1 53 . •, 1 quistas y anexiones. El primer gran paso fue 1n ad- quisición del territorio de Veyos, al norte del Tlbcr; el saqueo de Roma por los galos en el 390 apro- ximacL,_mente, demoró durante una generación nue- vas conquistas, pero éstas siguieron luego con cre- ciente vigor y buen éxito. En cierto sentido Homa se convirtió en un gran centro comercial Este des:1- rrollo íue coherente proporcional al crcc1m1 nto a a tenido pero pue fuera ellos demorado; por el momento podía producirse mayor cant��ad de . alimen�os yara 1 mantener a una po?laciOn ?�·eciente, SI bten solo por causa de la 1mportac10n masiva de esclavos. Pero a fines del sigl� XIX, .el 45 % de la superficie permanecía sin cultivar, y la proporción era probablemente mayor en la Antigüedad. Además, gran parte del suelo era sumamente pobre; no existían los fertilizantes a�tificiales. Los agricultores debían recurrir prin c�palmente a mezclas orgánicas en descomposi CIÓn, pues el estiércol resultaba inadecuado y por �o gene�al era imposible cultivar forraje para mu chos amm.ales como también alimentos para el hombm. El Sistema de trashumancia ( pág. 55) era causa de que los excrementos de la mitad del año se desperdiciaran. Salvo en las regiones más fér tiles, los campos debían permanecer generalmente en barbecho año por medio. En los {¡}timos tiem- . pos de la República, los hombres se lamentaban 9-ue el transcurso del tiempo hubiera agotado las tierras y en el siglo siguiente Columela estimaba que el rendimiento promedio de la siembra de granos er� sólo el cuád1uplo; una cuarta parte de esta cantidad era neoesaria como semilla. Los da tos recogidos en el medioevo y los comien'zos de la era modema permiten suponer que sus cálculos e�an ·excesivamente pesimistas, aunque a fines del siglo xrx el rendimiento a menudo · duplicaba esa canti�ad. A decir verdad, estos antiguos panegíri cos solo muestran que Italia no era tan pobre en recursos naturales como la mayor parte de las otras tierras mediterráneas. . :Sin. embargo, cuando 1 anexaban algún nuevo terntOI·I�, los roma�os sohan guardar para sí o para los la�mos las meJOres tierras y dejar lo peor para
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