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Establecimiento de metas y estrategias Establecer metas y objetivos claros es fundamental para lograr el éxito en la incorporación de la actividad física en la vida diaria. La diferencia entre metas y objetivos radica en su alcance y especificidad. Las metas representan el fin último que se desea alcanzar, mientras que los objetivos son los pasos concretos y medibles que se deben seguir para llegar a esa meta. Es común que las personas comiencen a practicar actividad física sin haber definido adecuadamente sus metas y objetivos, lo que aumenta la probabilidad de abandonar la actividad. Por eso, es importante que el individuo exponga sus metas a corto y largo plazo, aunque estas suelan ser ambiguas o poco específicas en un primer momento. En colaboración con un profesional, se pueden redefinir en términos más operativos y establecerlas de forma clara. Es crucial evaluar la viabilidad de los objetivos y, si es necesario, replantearlos. Al inicio de la intervención, es recomendable priorizar objetivos cercanos en el tiempo para reducir el estrés y fortalecer la percepción de autoeficacia. Si bien mejorar la salud es una meta común, no se deben limitar los objetivos únicamente a cambios fisiológicos controlables, como el control del pulso, el peso o el aumento de la fuerza. La elección de la actividad física debe basarse en las preferencias de la persona. Es importante considerar las dificultades potenciales que podrían surgir, como lesiones o problemas musculares, así como los recursos disponibles, tanto materiales y sociales (instalaciones, apoyo social, etc.) como personales (económicos, habilidades, etc.). La actividad elegida debe ser accesible y reforzante, ya que ambas variables son clave para mantener la adherencia. Si la accesibilidad es razonable, se puede optar por una actividad altamente reforzante, aunque no sea la más fácil de acceder inicialmente. En caso de que se anticipen dificultades que puedan afectar la adherencia, la accesibilidad debe prevalecer sobre el valor reforzante de la actividad en las etapas iniciales. A medida que el ejercicio se vuelva menos estresante y la persona perciba su eficiencia para afrontar los desafíos que conlleva, los objetivos deben volverse más desafiantes además de alcanzables. Esto permitirá un crecimiento continuo y un mayor compromiso con la actividad física. Establecer metas y objetivos realistas y específicos, basados en las preferencias del individuo, evaluar su viabilidad, considerar la accesibilidad y el valor reforzante de la actividad, así como ajustar los objetivos a medida que se adquiere experiencia y confianza, son elementos clave para mantener la motivación y el éxito continuo en la incorporación de la actividad física en la vida diaria. Aquí tienes algunas pautas que te ayudarán a establecer metas efectivas: 1. Específicas: Define metas claras y concretas. Por ejemplo, en lugar de decir "quiero hacer más ejercicio", establece una meta específica como "quiero caminar durante 30 minutos al menos cuatro veces por semana". 2. Medibles: Asegúrate de que tus metas sean cuantificables. Esto te permitirá evaluar tu progreso y ajustar tus esfuerzos en consecuencia. Por ejemplo, si tu meta es correr, puedes establecer como objetivo aumentar gradualmente la distancia o el tiempo de carrera. 3. Alcanzables: Considera tus capacidades actuales y establece metas que sean desafiantes pero alcanzables. Si te impones metas demasiado difíciles de lograr, puedes desmotivarte fácilmente. Empieza con metas realistas y a medida que avances, puedes incrementar gradualmente la intensidad o el volumen de tu actividad física. 4. Relevantes: Asegúrate de que tus metas estén alineadas con tus intereses y valores personales. Si eliges actividades físicas que disfrutes y te resulten significativas, es más probable que te mantengas comprometido a largo plazo. Una vez establecidas las metas, es esencial mantener la motivación para seguir adelante. Aquí hay algunas estrategias clave: 1. Autorregulación: Cultiva la disciplina y el autocontrol para cumplir tus metas. Establece un horario regular de actividad física y cúmplelo, incluso cuando no te sientas motivado en ese momento. Con el tiempo, esta consistencia creará un hábito arraigado. 2. Seguimiento del progreso: Lleva un registro de tus actividades físicas y tu progreso. Puedes utilizar una aplicación móvil, un diario o una hoja de seguimiento para registrar tus sesiones de ejercicio, tiempos, distancias o cualquier otro indicador relevante. Observar tu progreso te ayudará a mantenerte motivado y te permitirá ver cuánto has avanzado. 3. Recompensas: Establece pequeñas recompensas para celebrar tus logros. Estas recompensas no tienen que ser grandes o costosas, pueden ser algo tan simple como darte un tiempo para relajarte, disfrutar de una actividad placentera o comprar algo que te guste. Las recompensas ayudan a reforzar tu motivación y a asociar la actividad física con experiencias positivas. 4. Apoyo social: Busca apoyo de familiares, amigos o compañeros de ejercicio. Comparte tus metas con ellos y pide su apoyo y aliento. También considera unirte a grupos de ejercicio o clases en las que puedas conocer a otras personas con intereses similares. El apoyo social puede brindarte motivación adicional, hacer que las actividades sean más divertidas y brindarte un sentido de pertenencia. 5. Autocompasión: Sé amable contigo mismo y practica la autocompasión. Reconoce que habrá días en los que no puedas cumplir completamente tus metas y eso está bien. Acepta los contratiempos y errores como parte del proceso y no te castigues por ellos. En lugar de eso, recuerda el progreso que has hecho y vuelve a comprometerte con tus metas. Recuerda que el éxito continuo en la incorporación de la actividad física en la vida diaria requiere tiempo, paciencia y perseverancia. Con metas realistas, motivación constante y estrategias de apoyo, estarás en camino hacia una vida más activa y saludable.
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