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03_Inmunidad

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El sistema inmune 
 
Dr. Fernando D. Saraví 
 
El sistema inmune está formado por un conjunto de células, estructuras y órganos (llamados órganos 
linfoides) cuya función fundamental es defender al organismo humano contra agentes biológicos patógenos 
(capaces de causar enfermedades): bacterias, hongos, parásitos y virus. También protege al individuo contra 
células del propio cuerpo infectadas por virus o que han sufrido una transformación maligna (cáncer). Su 
importancia en la adaptación al ambiente se nota por las graves consecuencias de sus deficiencias. 
 Para cumplir su cometido, las células componentes del sistema inmune deben distinguir entre 
células propias normales, cuya integridad debe preservarse, y células propias anormales y patógenos, que 
deben destruirse. La distinción es química, ya que las células normales presentan en su membrana 
plasmática moléculas características, diferentes de las presentes en células anormales o en la superficie de 
los patógenos. El sistema inmune debe atacar selectivamente los agentes patógenos y las células propias 
anormales, respetando la integridad de las células normales (“lo propio”) y evitando asimismo reaccionar 
contra agentes ajenos al organismo pero incapaces de causar enfermedad. 
 Una respuesta inmune útil implica la integración de múltiples señales positivas y negativas que 
afectan las células participantes. Cuando predominan las señales positivas, la activación y la respuesta 
inflamatoria permite eliminar los patógenos agresores. Cuando prevalecen las señales negativas, la 
activación celular es suprimida y no hay inflamación (estado de tolerancia inmunológica). El equilibrio 
entre señales positivas y negativas es dinámico y requiere ajustes finos. 
 En forma amplia, el sistema inmune constituye, junto con los sistemas nervioso y endocrino, un 
órgano de comunicación entre diferentes clases de células (no solamente las propias del sistema inmune). 
Esta comunicación se realiza por señales químicas solubles de diferente clase y por contactos entre célula y 
célula. Ambos activan cascadas de señalización intracelular que modifica la función de la célula blanco. 
 
BARRERAS MECÁNICAS Y QUÍMICAS 
La epidermis y los epitelios simples que tapizan los órganos huecos son primera línea de defensa contra el 
ingreso de agentes patógenos al organismo. En la piel, la mucosa oral y esofágica, la vagina y el intestino 
distal existen bacterias que forman parte de la flora microbiana normal e inhiben la proliferación de 
agentes patógenos. Diversas sustancias químicas presentes en estas barreras son protectoras: Lisozima y 
lactoferrina en muchas secreciones, espermita en el semen, Hcl gástrico, ácidos grasos en la piel. 
En ausencia de lesiones, el epitelio pavimentoso estratificado y queratinizado de la piel es una 
excelente barrera contra agentes patógenos. Los epitelios simples o pseudoestratificados que recubren la 
mayor parte de las vísceras huecas son más vulnerables. Este problema es en gran medida compensado por 
la existencia de abundantes células del sistema inmune en la mucosa de las vías respiratorias y del intestino, 
llamadas en conjunto tejido linfoide asociado a mucosas (MALT por la sigla en inglés, como las demás 
siglas empleadas aquí). Estos epitelios también secretan mucus, que constituye una barrera adicional y, en 
el caso de las vías respiratorias, las células ciliadas propulsan hacia el exterior el mucus, al cual se adhieren 
los microorganismos que se han inhalado (depuración mucociliar). 
 
INMUNIDAD INNATA Y ADAPTATIVA 
Frente al ingreso de un agente patógeno 
existen mecanismos de defensa que 
existen desde el nacimiento. Por ello se 
llaman en conjunto inmunidad innata, a 
veces denominada “natural” (espontánea) 
o inespecífica porque produce una 
respuesta defensiva estereotipada contra 
una gran variedad de patógenos. 
En contraste, hay otro conjunto de 
mecanismos que se activan frente a un 
patógeno determinado y generan 
respuestas específicas para éste, y 
corresponde a la inmunidad adaptativa. Le permite al individuo adaptarse a su ambiente al generar 
respuestas que no sólo son específicas para los patógenos que encuentra, sino también duraderas. Esto 
Tabla 1: Componentes del sistema inmune. 
 
 Inmunidad 
inespecífica 
Inmunidad 
específica 
 
 
Células 
Granulocitos 
Monocitos/macrófagos 
Linfocitos NK 
Células dendríticas 
Mastocitos 
Linfocitos T 
citolíticos, 
colaboradores y 
reguladores 
 
Moléculas
Sistema del 
complemento 
Lectinas 
Lisozima 
Citokinas 
Inmunoglobulinas 
(producidas por 
plasmocitos 
derivados de 
linfocitos B) 
Posgrado-00
Sello
El sistema inmune 
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significa que, frente a una nueva exposición al mismo patógeno, la respuesta inmune será más rápida y 
eficaz (memoria inmunológica). 
En el organismo, la inmunidad innata y la adaptativa son complementarias e implementan 
respuestas conjuntas integrales contra los patógenos. Además existen múltiples interrelaciones entre ambas 
ramas del sistema inmune. Cada una de ellas consta de ciertas células, receptores de membrana y 
mediadores solubles característicos (Tabla 1). 
 
CITOKINAS 
 
La comunicación de las células del sistema inmune entre sí y con otras células (por ejemplo fibroblastos y 
células endoteliales) se lleva a cabo mediante contactos de célula a célula, o mediante factores solubles. 
Entre estos últimos se destacan un amplio conjunto de péptidos y proteínas llamados citokinas (citocinas). 
En lo que sigue sólo se mencionarán algunas. 
Las citokinas regulan el crecimiento, desarrollo y actividad de las células inmunes (entre otras) y la 
respuesta inflamatoria. Como las hormonas clásicas, se caracterizan por actuar sobre células que poseen 
receptores específicos para cada una. El repertorio de receptores de cada célula determina su capacidad de 
respuesta a diversas citokinas. 
Las funciones de las citokinas en la inmunidad pueden resumirse como sigue: 
1. Regulación del crecimiento y la diferenciación de los leucocitos. Por ejemplo, GM-CSF, 
interleukina 3 (IL-3) e IL-7 (ver hemopoyesis). 
2. Regulación de la respuesta inmune. Intervienen en la activación, crecimiento y diferenciación de 
linfocitos y monocitos. Por ejemplo, IL-2 e IL-4, factor de crecimiento transformador beta (TGFβ) 
e interferón gamma (IFNγ). 
3. Regulación de la respuesta inflamatoria. Existen citokinas pro-inflamatorias como IL-1, IL-6 y 
factor de necrosis tumoral alfa (TNFα), y antiinflamatorias como IL-4 e IL-10. 
 
El sistema de citokinas se caracteriza por ser redundante y pleiotrópico. Un mismo efecto puede ser 
causado por varias citokinas, y a la vez cada citokina tiene generalmente varios efectos sobre diversos tipos 
de célula. Por otra parte, dos citokinas pueden tener efectos antagónicos o sinérgicos sobre una célula dada. 
El alcance del efecto de una citokina puede ser autocrino (afectar a la misma célula que la secreta), 
paracrino (afectar a células vecinas) o endocrino, cuando la citokina alcanza el torrente sanguíneo y afecta 
células distantes. En general su producción y secreción es transitoria y se encuentra regulada. El patrón 
secretorio se modifica notablemente en las enfermedades infecciosas, inflamatorias y autoinmunes. 
Existen cinco familias de receptores para citokinas, según sus características estructurales y su 
acoplamiento con mecanismos efectores intracelulares: 
1. Familia de receptores del factor de crecimiento hemopoyético (tipo I), que poseen ciertas 
secuencias comunes en el extremo C-terminal y cuyo extremo N-terminal es rico en cisterna (P. ej., 
receptores para IL-2, IL-4 e IL-6). 
2. Familia de receptores del interferón (tipo II), que poseen dominios extracelulares de unión similar. 
Son receptores para INF-α e INF-β (véase más abajo). 
3. Familia de receptores del TNF (tipo III) que comparten un dominio de unión rico en cisteína. 
Además de los receptores para TNF propiamente dichos, esta familia incluye los receptores CD27 y 
CD30 quese expresan en linfocitos B y T activados. 
4. Receptores de la superfamilia de las inmunoglobulinas (P. ej., receptores para IL-1). 
5. Familia de receptores para quimiokinas. Son receptores con siete hélices transmembrana que ligan 
GTP y están acoplados a proteína G. Están emparentados con la rodopsina, los receptores para 
catecolaminas y para opioides, entre otros. 
 
En general, las citokinas ejercen sus acciones mediante la regulación de la expresión génica de la 
célula blanco, en la cual activan factores de transcripción que a su vez aumentan la expresión de algunos 
genes, mientras que reprimen la transcripción de otros. 
 
 
 
 
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Inmunidad inespecífica: Células participantes 
 
FAGOCITOS 
Los polimorfonucleares neutrófilos de la sangre y los macrófagos tisulares son fagocitos o células 
especializadas en identificar microorganismos, incorporarlos a su citoplasma (fagocitarlos) y destruirlos. 
Los fagocitos también pueden iniciar reacciones inflamatorias. 
Neutrófilos. Son células de núcleo polilobulado. En su citoplasma hay glucógeno y gránulos 
(lisosomas) poco afines a los colorantes. Los gránulos contienen lisozima, citocromo b558, fosfatasa 
alcalina, lactoferrina y proteína fijadora de vitamina B12. Su vida media en la sangre es breve (5-6 h) y 
deben ser continuamente renovados. Son funcionalmente micrófagos: cada uno fagocita unas pocas 
bacterias antes de morir. Su poder está en el número: son los leucocitos más abundantes en la sangre del 
adulto (55 a 65 %) y frente a una infección pueden liberarse al torrente sanguíneo en enormes cantidades. 
 Monocitos y macrófagos. Cuando los monocitos que circulan en la sangre migran a los tejidos, 
sufren un proceso de desarrollo y diferenciación. Aumentan de tamaño y adquieren capacidad fagocítica, 
transformándose en macrófagos. Los macrófagos pueden ser móviles o fijos. El conjunto de monocitos y 
macrófagos forma un sistema ampliamente distribuido de fagocitos antes llamado sistema retículo-
endotelial y actualmente sistema fagocítico mononuclear. En la piel y otros tejidos está representado por 
los histiocitos, en el pulmón por los macrófagos alveolares, en los sinusoides hepáticos por las células de 
Kupffer, en el riñón por las células mesangiales glomerulares y en el sistema nervioso central por la 
microglia. Hay también macrófagos en las cavidades pleural y peritoneal, en las articulaciones, en los 
ganglios linfáticos y el bazo. Por su ubicación estratégica, los macrófagos detectan precozmente patógenos 
que ingresan por vía inhalatoria (macrófagos alveolares) o por el tubo digestivo (células de Kupffer). Los 
macrófagos del bazo funcionan como filtro activo de bacterias que alcanzan el torrente sanguíneo. 
 A diferencia de los neutrófilos, cada macrófago puede fagocitar decenas de bacterias y sobrevivir al 
proceso. Además fagocitan partículas inertes y células como eritrocitos y protozoos. Como se detalla 
después, los productos de digestión de las bacterias por parte de los macrófagos son luego presentados en 
su membrana para su reconocimiento por parte de las células de la inmunidad específica, lo que representa 
un nexo importante entre ambas ramas de la inmunidad. Los macrófagos son además productores de 
citokinas, señales químicas dirigidas a otras células, ya sea del sistema inmune o ajenas a éste. 
 Reconocimiento de patógenos. Los fagocitos poseen en su membrana plasmática receptores de 
reconocimiento de patrones (PRR) que les permiten identificar configuraciones moleculares (patrones) 
características de los agentes patógenos (PAMP), que están ausentes en la superficie de las células propias. 
Los PAMP incluyen moléculas de superficie como lipopolisacáridos de bacterias Gram negativas, ácido 
lipoteicoico de las Gram positivas, mananos de las levaduras y glicolípidos de las micobacterias. En las 
infecciones intracelulares funcionan como PAMP restos de ADN bacteriano y ARN viral de doble cadena. 
Los PRR son moléculas parecidas a las lectinas (ver más abajo) y comparten con éstas la capacidad de 
unirse reversiblemente a los PAMP, al tiempo que carecen de afinidad por los polisacáridos de superficie de 
los mamíferos. Un tipo importante de PRR es el de los receptores tipo Toll (TLR) de los cuales hay 13 
miembros en humanos. Se desconocen los ligandos de tres de estos receptores (TLR10, TLR12 y TLR13). 
En conjunto los TLR reconocen bacterias, hongos, protozoos y virus. Además, durante la inflamación 
pueden ser activados por ligandos endógenos como proteínas de golpe de calor (HSP), mARN y 
fibrinógeno. La activación de estos receptores, por ejemplo TLR4 por lipopolisacáridos (ligados a otra 
proteína asociada, CD14) inicia una cadena amplificadora intracelular de kinasas que activa el factor 
nuclear kappa B (NF-κB), el cual migra al núcleo donde se liga a secuencias reguladoras específicas e 
induce la transcripción de moléculas proinflamatorias (αTNF, IL-1, IL-6, CXCL8), de adhesión y enzimas 
proinflamatorias (cicloxigenasa, sintasa inducible de NO y metaloproteasas). El NF-κB también induce la 
expresión de moléculas co-estimulantes de células de la inmunidad específica (linfocitos T), lo cual 
proporciona un nexo crucial entre ambas ramas del sistema inmune. Los TLR también regulan diferentes 
respuestas de células de la inmunidad específica (linfocitos T y B). 
 Fagocitosis. Mediante la activación de un receptor de membrana asociado a proteína G, que activa 
varias enzimas intracelulares, la unión de PRR a un PAMP moviliza en el fagocito un sistema contráctil que 
causa la emisión de pseudópodos. Estos engloban al patógeno y lo incluyen en una vacuola citoplasmática 
(fagosoma) que de inmediato se fusiona con lisosomas formando un fagolisosoma. 
 Destrucción. Una variedad de procesos contribuyen a destruir los patógenos incluidos en los 
fagolisosomas. En presencia de O2, una NADPH oxidasa de la membrana lisosomal que emplea citocromo 
b558 produce anión superóxido (O2-). Esto causa un enorme aumento del consumo de oxígeno, llamado 
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estallido respiratorio. A partir del O2- se forma peróxido de hidrógeno (H2O2) y radical hidroxilo (.OH). 
Estas especies reactivas del oxígeno son potentes antimicrobianos, aunque hay bacterias resistentes. En los 
neutrófilos (pero no en los macrófagos) la enzima mieloperoxidasa cataliza la formación de ión 
hipoclorito (OCl-) a partir de H2O2 y Cl-. El OCl- y otros compuestos derivados son potentes oxidantes que 
destruyen bacterias y virus. La combinación del anión superóxido con óxido nítrico, cuya formación 
aumenta por una sintasa inducible de óxido nítrico (iNOS; también requiere O2), produce el radical 
peroxinitrito, capaz de atacar microorganismos libres en el citosol. 
 Además del ataque por especies reactivas del oxígeno y del nitrógeno, los lisosomas contienen 
sustancias preformadas con actividad antimicrobiana. Estas incluyen la lisozima, que digiere los 
mucopéptidos de la pared bacteriana, la lactoferrina, que liga hierro necesario para el metabolismo 
bacteriano, y varios péptidos capaces de insertarse en la membrana bacteriana y abrir en ella poros que 
matan la bacteria por desequilibrio osmótico (defensinas, BPI, etc). Igual efecto tiene la digestión de la 
membrana bacteriana por la catepsina G. Los microorganismos muertos son digeridos por proteasas y otras 
hidrolasas lisosomales. 
 
OTRAS CÉLULAS DE LA INMUNIDAD INESPECÍFICA 
 Eosinófilos. Estos leucocitos polimorfonucleares tienen gránulos teñibles con colorantes ácidos 
debido a una proteína llamada proteína básica mayor. También contienen fosfatasa ácida, peroxidasa, aril 
sulfatasa y nucleasas. Son escasos en la sangre (1 a 2 %), aunque su proporción aumenta notablemente 
durante la infestación por parásitos metazoos, como los helmintos, que por su tamaño no pueden ser 
fagocitados. Estos parásitos son rodeados por eosinófilos que, en las condiciones adecuadas, se adhieren en 
grannúmero a ellos, se activan y descargan al medio extracelular proteína básica mayor, proteína catiónica, 
peroxidasa y perforinas que atacan a los parásitos por producción de especies reactivas de oxígeno y 
aumento de la permeabilidad de sus membranas. El exceso de eosinófilos (eosinofilia) se observa también 
en condiciones alérgicas. 
 Basófilos y mastocitos. Los leucocitos polimorfonucleares basófilos y las células cebadas 
(mastocitos) son células diferentes, pero presentan numerosas semejanzas. Ambas producen y almacenan 
poderosos mediadores químicos de la inflamación en gránulos grandes que contienen heparina, histamina y 
factores quimiotácticos. Tienen en su superficie inmunoglobulina E que actúa como receptor para antígenos 
(ver más abajo). Cuando los basófilos y mastocitos son activados evacuan sus grandes gránulos al medio y 
además sintetizan y liberan leucotrienos (derivados proinflamatorios del ácido araquidónico). 
 Linfocitos “asesinos naturales” (NK). Son linfocitos grandes y granulosos capaces de ejercer 
actividad citolítica sobre células no reconocidas como propias (infectadas por virus, neoplásicas o ajenas al 
organismo). Los linfocitos NK patrullan el organismo buscando células extrañas. Su efecto citolítico es 
regulado por dos tipos de receptores, activadores e inhibidores. Estos últimos son ocupados por 
componentes de superficie de las células normales, que evitan así su destrucción (véase COMPLEJO 
MAYOR DE HISTOCOMPATIBILIDAD). Cuando la célula no es reconocida como propia, es atacada por el 
linfocito NK. Asimismo, el linfocito NK posee también receptores para inmunoglobulinas que llevan a su 
activación cuando una célula (eucariota o procariota) está cubierta por anticuerpos. 
En lugar de atacar directamente la célula condenada, los linfocitos NK la “convencen” de suicidarse 
induciendo en ella la apoptosis, principal forma de muerte celular programada, mediada por enzimas 
llamadas caspasas (normalmente presentes e todas las células como precursores inactivos o procaspasas). 
Los linfocitos NK activados liberan el contenido de sus gránulos que contienen perforina (citolisina), una 
proteína que en presencia de Ca2+ se polimeriza e inserta en la membrana de la célula blanco y forma en ella 
poros. Por los poros ingresa granzima B que activa la procaspasa 8 y desencadena la apoptosis. Los 
gránulos también poseen factor de necrosis tumoral alfa (TNFα) que actúa sobre receptores de membrana 
(llamados receptores de la muerte) cuya ocupación también activa las caspasas. Existen también otros 
mecanismos mediados por receptores que pueden causar apoptosis. 
Células dendríticas (CCDD). Las CCDD son, junto con los macrófagos, las principales células 
presentadoras de antígenos (“profesionales”). Se caracterizan por poseer numerosas prolongaciones 
citoplásmicas que aumentan su superficie de membrana. En la piel y mucosas se llaman células de 
Langerhans. Derivan de precursores mieloides y linfoides y, como se verá a propósito de la activación de 
linfocitos T, hay al menos tres clases de CCDD. Sus formas inmaduras tienen capacidad fagocítica y 
responden a infecciones virales con producción de IFNα, por lo cual participan en la inmunidad innata. Las 
CCDD maduras tienen un papel destacado en la inmunidad específica por presentar antígenos a los 
linfocitos T, junto con otras señales que determinan la activación de éstos, su diferenciación y su territorio 
de acción. También interactúan con anticuerpos y participan en la maduración de linfocitos B. 
El sistema inmune 
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Inmunidad inespecífica: Moléculas participantes 
 
EL COMPLEMENTO 
El complemento es un sistema enzimático que participa en la inmunidad inespecífica y específica. Se 
asemeja al sistema de coagulación sanguínea en que sus diversos componentes pueden generar una 
respuesta rápida que es muy amplificada por retroalimentación positiva y en que hay mecanismos 
inhibidores que regulan la magnitud y extensión de la respuesta. 
Los principales componentes del complemento son sintetizados en el hígado y circulan en la sangre 
La mayoría se designa con una C y un número arábigo. Una barra sobre ellos indica que están activados. 
Varios componentes del complemento son activados por escisión de sus moléculas en dos fragmentos 
llamados a (el más pequeño) y b (el más grande). 
El componente central de esta cascada enzimática es C3. En el plasma normal, C3 se activa 
espontánea pero débilmente en C3a y C3b. C3b se une a otro miembro llamado B, formando el complejo 
C3bB. Una enzima (D) activa el complejo a C3bBb, que tiene actividad de C3 convertasa (actúa sobre C3 
para formar más C3b y C3a). Además, el complejo activa a C5 en C5a y C5b. A continuación C5b se asocia 
con C6, C7 y C8. Este conjunto tetramolecular se asocia con diez moléculas de C9 que se polimerizan para 
formar el denominado complejo de ataque a la membrana cuya función se describirá después. 
C3bB es inestable en ausencia de factores de estabilización, y existen inhibidores circulantes que 
impiden su activación inapropiada. La activación de C3 puede amplificarse mediante dos vías, llamadas por 
razones históricas “clásica” y “alternativa” (Fig. 1). 
Vía alternativa (o de la properdina). Pertenece a la inmunidad inespecífica. Es iniciada típicamente 
por lipopolisacáridos (LPS) bacterianos que se unen a C3bBb. La unión a LPS y a una proteína circulante 
llamada properdina estabiliza la C3 convertasa de la vía alternativa y mantiene su actividad sobre C3 y C5. 
Vía clásica. Es iniciada por activación de C1, emplea una C3 convertasa diferente y generalmente 
es activada por anticuerpos (inmunoglobulinas = Ig), por lo que participa en la inmunidad específica. C1 
tiene tres componentes, C1q, C1r y C1s. El C1q se une a Ig ligados a una superficie celular y activa a C1r y 
C1s. La C1 activada es una serina proteasa que desdobla a C2 y C4 en fragmentos a y b. C2b y C4b forman 
otra C3 convertasa. Parte del C3b así formado se acopla a C2bC4b para formar una convertasa de C5, el 
cual ensambla el complejo de ataque a la membrana. El resto de C3b se une a la membrana celular del 
patógeno, actuando como un ligando para receptores presentes en los fagocitos y otras células inmunitarias. 
Además de Ig, la vía clásica es activada por proteínas del tipo de las lectinas, ya sea a nivel de C1 
como de C4. Las lectinas son proteínas de la superficie celular que no pertenecen al sistema inmune, pero 
pueden ligar carbohidratos de la superficie bacteriana. Una proteína tipo lectina liga manano (MBP) y 
activa proteasas de serina asociadas a MBP llamadas MASP. Las MASP activan C4. Los macrófagos de la 
zona marginal del bazo poseen un receptor tipo lectina, SIGN-R1, que se une a C1q y a polisacáridos de 
bacterias como Streptococcus pneumoniae, causante de neumonía lobar. SIGN-R1 activa complemento 
sobre los macrófagos marginales, cerca de las bacterias. Asimismo, la proteína C reactiva plasmática, en 
presencia de Ca2+, se une a fosforilcolina de microorganismos y activar la vía clásica del complemento. 
Efectos de la activación del complemento. Pueden resumirse como sigue: 
1. Destrucción directa. Los complejos de ataque a la membrana (C5b a C9) forman poros en las 
superficies bacterianas. Estos poros son muy permeables al agua y los solutos pequeños. Su 
inserción causa un severo desequilibrio osmótico y químico que destruye las bacterias. Aunque 
los complejos de ataque se parecen a las perforinas de los linfocitos citolíticos, se distinguen en 
que el efecto de estas últimas es indirecto, a través de la introducción de señales de apoptosis. 
2. Liberación de mediadores y quimiotaxis. Los fragmentos C3a y C5a (y en menor medida C4a) son 
anafilatoxinas que estimulan la liberación de mediadores químicos por parte de mastocitos y 
macrófagos, importantes para iniciar reacciones inflamatorias agudas, que se tratan más abajo. 
C5a es también un factor quimiotáctico (atractivo) para células inmunitarias. 
3.Estimulación de la fagocitosis (opsonización). Una opsonina es una sustancia que, unida a la 
superficie de un patógeno, estimula la actividad fagocítica. Los neutrófilos y macrófagos pueden 
reconocer PAMP en la superficie de los microorganismos, pero su actividad fagocítica es 
potenciada por la presencia de C3b en dicha superficie, que es reconocida por la presencia de 
receptores para C3 de la membrana de los fagocitos. 
4. Depuración de patógenos circulantes. Si los microorganismos recubiertos por C3b alcanzan la 
sangre, son extraídos eficientemente de ésta por los macrófagos del sistema retículoendotelial, en 
particular los macrófagos marginales del bazo y las células de Kupffer de los sinusoides hepáticos. 
 
Regulación. La activación excesiva o inapropiada de una cascada enzimática amplificada por 
retroalimentación positiva es nociva para el propio organismo. La regulación negativa se ejerce en parte por 
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limitación de la 
concentración de 
C3b en la fase 
soluble (no unido 
a la superficie de 
patógenos). En 
solución, C3b se 
une a un 
componente 
llamado H, que 
facilita la 
inactivación de 
C3b por una 
enzima (factor I) 
que lo degrada a 
iC3b, el cual 
luego es 
escindido a dos 
péptidos también 
inactivos. Los 
eritrocitos 
poseen en su 
membrana receptores y moléculas que facilitan la degradación de C3b y otras que inhiben la formación de 
complejos de ataque a la membrana (en particular la protectina o CD59). 
 
INTERFERONES 
Los interferones (INF) son una familia de citokinas, proteínas de peso molecular entre 15 y 21 kDa. 
Existen tres clases principales de INF, llamados alfa, beta y gamma. Los INF-α son de origen leucocitario, 
codificados por una familia de genes del cromosoma 9. Los INF-β provienen de los fibroblastos; son 
codificados por un gen único, también del cromosoma 9. El INF-γ, también llamado inmunitario, es 
principalmente sintetizado por linfocitos T y células NK (gen en el cromosoma 12). 
 La secreción de los INF es estimulada por las infecciones virales. Los α-INF y β-INF son 
componentes de la inmunidad humoral inespecífica que activan mecanismos de defensa antiviral de las 
células no infectadas, y aumenta sus defensas contra la infección. Además pueden promover la apoptosis 
de células ya infectadas. El INF-γ inhibe directamente la replicación viral y aumenta la eficacia de la 
respuesta inmune adquirida por mayor expresión de células del complejo mayor de histocompatibilidad I y 
II. Además estimula células NK y macrófagos. 
 Mecanismo de acción. Los INF actúan sobre receptores de superficie que están acoplados a 
kinasas. El receptor está formado por dos monómeros que se dimerizan al unirse al INF, como 
consecuencia de lo cual dos proteínas conocidas como STAT (elementos de señalamiento y activación de la 
transcripción) son fosforiladas, se combinan y el conjunto viaja al núcleo, en cuyo ADN activa 
selectivamente cientos de genes. Los productos de algunos de estos genes poseen acción antiviral directa e 
inespecífica. Por ejemplo, la 2’,5’ oligoadenilato sintasa cataliza la síntesis de trinucleótidos de adenosina, 
los cuales activan una endonucleasa capaz de degradar el ARNm de origen viral. Una kinasa de proteína de 
67 kDa fosforila e inactiva un factor necesario para la síntesis de proteínas. Otros productos cuya síntesis es 
estimulada por INF pueden ser específicos contra ciertos virus. Los β-INF son capaces de reducir el pasaje 
de células inflamatorias a través de la barrera hematoencefálica. 
Resistencia. La mayoría de los virus no permanecen inactivos frente a la generación de INF. Por el 
contrario, los virus interfieren con las vías de señalización de los INF, con los efectos de los productos de 
genes activados por INF, y con la comunicación entre las vías de INF y otros mecanismos inmunes. 
 
PROTEÍNAS DE FASE AGUDA 
La iniciación de una respuesta inflamatoria frente a una infección o una lesión tisular causa un aumento de 
ciertas proteínas plasmáticas llamadas proteínas de fase aguda, que incluyen la proteína C reactiva (RPC) y 
la proteína fijadora de manosa (MBP) ya mencionadas. La primera es un pentámero capaz de ligar Ca2+ en 
su centro. La RPC tiene un papel importante en la regulación de la coagulación. En el sistema inmune, 
facilita la opsonización de bacterias al activar el complemento por la vía clásica. La MBP es una colectina 
(llamada así por su similitud estructural con el colágeno y las lectinas) que se une a una gran variedad de 
agentes patógenos (bacterias, hongos, protozoos y virus) y también activa la vía clásica del complemento. 
Fig. 1: El sistema del 
 Complemento. 
El sistema inmune 
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Inflamación 
 
 La inflamación es una respuesta estereotipada ante agresiones por agentes físicos (temperatura, 
radiación), lesión mecánica (heridas), irritantes químicos y un gran número de microorganismos. La zona 
inflamada presenta los cuatro signos de rubor, calor, tumor y dolor (tétrada de Celso). Los dos primeros 
son causados por hiperemia, el tumor (hinchazón) por edema y el dolor principalmente por irritación de 
terminales nociceptivas. 
 En la respuesta 
inflamatoria se distinguen 
tres fases: 1) aguda, 
caracterizada por vasodila-
tación local y aumento de la 
permeabilidad capilar; 2) 
subaguda, en la cual hay 
infiltración del tejido con 
leucocitos, principalmente 
polimorfonucleares y 
macrófagos, y 3) crónica, 
también llamada 
proliferativa, en la cual 
predominan linfocitos y 
fibroblastos. Las fases 
aguda y subaguda ocurren 
rápidamente (minutos a 
horas) mientras que la fase 
crónica requiere días o 
semanas. Normalmente la 
inflamación se resuelve sin 
llegar a la fase crónica. 
 La capacidad de 
desarrollar respuestas 
inflamatorias es indispón-
sable como mecanismo de 
defensa intensiva ante la agresión por bacterias y otros patógenos (Fig. 2). La inflamación también es una 
respuesta al daño celular no infeccioso (por ejemplo, traumático o químico), iniciada por productos 
liberados por las células lesionadas o muertas por necrosis como por ejemplo, las proteínas del choque 
térmico (HSP). 
Además, una vez neutralizada la agresión, la inflamación promueve los procesos de reparación 
(cicatrización). No obstante, en medicina a menudo es necesario atenuar la respuesta inflamatoria, porque 
1) es exagerada o se prolonga sin ventaja biológica, o 2) se debe a procesos alérgicos o autoinmunes. 
 
DINÁMICA DE LA INFLAMACIÓN AGUDA Y SUBAGUDA 
La inflamación puede iniciarse por la activación del complemento mediante una o más de las vías ya vistas. 
Las anafilatoxinas C5a y C3a activan los mastocitos y los macrófagos titulares. Dicha activación resulta en 
la liberación de mediadores químicos de la inflamación, por dos mecanismos principales. Por una parte se 
produce exocitosis de gránulos que contienen mediadores preformados, como histamina, factor activador de 
las plaquetas (PAF), interleukinas (IL) y otros factores quimiotácticos (que atraen leucocitos). En segundo 
lugar, se estimulan vías de síntesis de derivados del ácido araquidónico: leucotrienos, prostaglandinas y 
tromboxanos, llamados colectivamente eicosanoides (Fig. 3). 
 La histamina, la bradiquinina, las prostaglandinas I2 y E2, y el óxido nítrico, entre otras sustancias, 
producen relajación del músculo liso arteriolar (vasodilatación e hiperemia) y retracción del endotelio 
capilar con aumento de la permeabilidad, que facilita la transudación de plasma al intersticio, y con él de 
más complemento, anticuerpos y proteínas de fase aguda. La importancia relativa de algunos medidaores 
selectos se indica en la Tabla 2. 
 
 
Fig. 2: Inflamación (de www.insp.mx) 
El sistema inmune 
Dr. Fernando D. Saraví 
8
La histamina, la IL-1 y el αTNF 
activan las células endoteliales. Estas 
poseen moléculas que permiten la 
adhesión de leucocitos circulantes al 
endotelio, y por tanto son capaces de 
detener los leucocitos en la zona 
inflamada.La activación de las células 
endoteliales produce un incremento de 
estas moléculas de adhesión, como las selectinas E y P; esta última es un ligando para la selectina L de la 
superficie del leucocito, y la primera se liga a otra glicoproteína de superficie llamada PSGL-1. 
En el endotelio también existe factor activador de plaquetas (PAF) que, al interactuar con 
receptores de los leucocitos, aumenta la expresión de integrinas en la superficie de estos. A su vez las 
integrinas se ligan a receptores endoteliales como la molécula de adhesión intercelular 1 (ICAM-1) y la 
molécula de adhesión vascular 1 (VCAM-1). 
 Una vez detenidos y fijados al endotelio, los leucocitos pueden atravesar el endotelio por 
diapédesis hacia el intersticio, atraídos por gradientes de factores quimiotácticos como el PAF, el 
leucotrieno B4, C3a y C5a y, en infecciones bacterianas, por péptidos de las bacterias como 
formilmetionina-leucina-fenilalanina. En una etapa posterior poseen un papel importante citokinas 
principalmente derivadas de monocitos y macrófagos, en particular la IL-1 y el αTNF. Ambos poseen 
acciones comunes, que 
incluyen: 1) activación de 
leucocitos polimorfonucleares, 
linfocitos B, T y NK; 2) 
aumento de la expresión de 
moléculas de adhesión y de 
otras citokinas; 3) inducción de 
las enzimas que producen 
eicosanoides (ciclooxigenasa y 
lipooxigenasa). La IL-1 y el 
TNF contribuyen también a la 
cicatrización, pues promueven 
la proliferación de fibroblastos 
y la síntesis de colágeno. 
Mediante receptores 
específicos el IL-1 y α-TNF 
activan factores de 
transcripción, en particular 
NF-κB y AP-1, en diversos 
tipos de células. Las IL-1 y 6 que alcanzan la circulación poseen efectos sistémicos, como aumentar la 
temperatura corporal (pirógenos endógenos) y promover la síntesis hepática de complemento y proteínas 
de fase aguda. Los monocitos reclutados hacia el sitio de inflamación pueden diferenciarse en CCDD por 
citokinas producidas localmente, como IFN. 
 
FACTORES ANTIINFLAMATORIOS 
Del mismo modo en que ciertas moléculas promueven la inflamación, otras limitan naturalmente su 
extensión. Entre los factores antiinflamatorios naturales están ciertos componentes del complemento como 
C1, C4b y otros. La prostaglandina E2 inhibe la producción de citokinas y la proliferación de linfocitos, y 
el factor de crecimiento transformante beta (TGFβ) reduce la actividad de los macrófagos y linfocitos NK y 
promueve procesos de cicatrización. Los glucocorticoides endógenos reprimen genes que codifican 
moléculas pro-inflamatorias y aumentan la expresión de genes inhibidores de la inflamación. La IL-10 
inhibe a los monocitos y macrófagos, reduce la producción de citokinas y la actividad fagocítica. Las 
lipoxinas A y B poseen asimismo efectos antiinflamatorios. 
 
 
 
 
Fig. 6-2 
Tabla 2: 
Fig. 3: Derivados del 
ácido araquidónico. 
El sistema inmune 
Dr. Fernando D. Saraví 
9
Inmunidad específica 
 
Comprende un conjunto de mecanismos de reacción desarrollados por la exposición a antígenos 
específicos, que desencadenan respuestas dirigidas y duraderas (“memoria inmunológica”). 
Un antígeno es una molécula capaz de generar una respuesta inmune específica por parte de 
algunos linfocitos. Los antígenos son generalmente proteínas o polisacáridos complejos. Las moléculas del 
sistema inmune capaces de reconocer y ligarse reversiblemente a los antígenos son los anticuerpos 
solubles y receptores de los linfocitos B y T, que en realidad no reconocen toda la molécula inmunogénica 
como tal, sino pequeñas porciones de ésta presentes en su superficie, llamadas epitopos (Fig. 4). 
Por ejemplo, en las proteínas globulares cada 
epitopo incluye entre 14 y 21 residuos de aminoácidos 
próximos entre sí (por ser parte de una misma cadena 
lineal o por hallarse vecinos en la proteína plegada). 
La porción de un anticuerpo que reconoce un epitopo 
se llama paratopo. Una misma proteína tiene 
típicamente muchos epitopos, cada uno de los cuales 
puede ser reconocido por un anticuerpo diferente. El 
conjunto de epitopos de una macromolécula se 
denomina determinante antigénico. 
Un hecho fundamental es que la existencia de 
linfocitos capaces de reconocer un epitopo es previa a 
cualquier exposición a antígenos. Lo que hace un 
antígeno es estimular la activación de linfocitos que 
pueden reconocerlo y no de otros linfocitos con 
diferente especificidad. 
Hay poblaciones de linfocitos que jamás se 
activarán en la vida del individuo porque éste nunca 
entró en contacto con el antígeno apropiado. La 
estrategia del sistema inmune es generar grupos de 
linfocitos que poseen, cada uno, especificidad para uno 
de una enorme gama de antígenos que el individuo 
podría encontrar. De este vasto repertorio solamente algunos se seleccionan para su activación cuando 
sean expuestos al antígeno apropiado. Una gran proporción de linfocitos serían capaces de activarse con 
antígenos propios, por lo que son eliminados o su capacidad de respuesta es modificada o anulada (ver 
TOLERANCIA INMUNOLÓGICA). 
 Aunque requieren la colaboración de otras células, los linfocitos son los protagonistas indisputados 
de la inmunidad específica. Clásicamente la inmunidad específica mediada por anticuerpos (humoral) se 
atribuye a los linfocitos B y la mediada por células a los linfocitos T. Sin embargo, hay subgrupos de 
linfocitos T cuya función es indispensable para una adecuada respuesta humoral. 
 
ÓRGANOS LINFOIDES 
La especificación inicial del linaje linfoide se explicó a propósito de la hemopoyesis. Los órganos linfoides 
se clasifican en primarios, donde se originan los linfocitos y se especifica su tipo, y secundarios, donde 
ocurren procesos posteriores de diferenciación, supresión y activación. En el período fetal el principal 
órgano linfoide primario es el hígado. Luego del nacimiento, los órganos linfoides primarios son la médula 
ósea y el timo. Los linfocitos T se llaman así porque maduran en el timo. En las aves, los linfocitos B 
sufren diferenciación en una estructura llamada bolsa de Fabricio. En los mamíferos la función de la bolsa 
es desempeñada por la propia médula ósea. 
 Los órganos linfoides secundarios son los ganglios linfáticos y el bazo, y el tejido linfoide no 
encapsulado asociado a las mucosas y a la piel (MALT y SALT respectivamente). MALT y SALT están 
expuestos a antígenos del ambiente y responden a ellos, entre otras formas mediante la secreción de Ig A 
secretoria. Los ganglios linfáticos procesan y responden a antígenos que han alcanzado los tejidos. Por su 
parte el bazo tiene un papel muy importante en la vigilancia contra antígenos circulantes en la sangre. 
 Los ganglios tienen una cápsula fibrosa a la que ingresan los linfáticos aferentes, cuya linfa 
contiene antígenos solubles y CCDD portadoras de antígenos, drenando en el seno subcapsular (Fig. 5). La 
corteza del ganglio tiene folículos primarios con linfocitos B (ver abajo) y CCDD llamadas foliculares. 
Por dentro se halla la paracorteza, con linfocitos T y CCDD. La médula posee cordones linfoides 
separados por senos medulares que drenan en el linfático eferente. También posee irrigación sanguínea e 
inervación simpática. Los linfocitos circulan por el nódulo, ingresando por venas especializadas (vénulas 
Fig. 4: Antígenos, anticuerpos y epitopos. 
El sistema inmune 
Dr. Fernando D. Saraví 
10
de endotelio alto, que producen quimiokinas atrayentes). Egresan del nódulo por el linfático eferente, o son 
orientadas por citokinas hacia las diversas partes del ganglio. La citokina CXCL13 en los folículos atrae 
linfocitos B, mientras que 
CCL19 y CCL21 orientan a 
los linfocitos T y las CCDD 
hacia la paracorteza. 
 El bazo es el mayor 
órgano linfoide y un 
importante filtro de la 
sangre. Posee una cápsula de 
la cual parten trabéculas que 
lo tabican en forma 
incompleta. Carece de vasos 
linfáticos, excepto en la 
cápsula. La arteria esplénica 
se divide en ramas que van 
por las trabéculas. El 
parénquimaincluye la pulpa 
blanca, con tejido linfoide, y 
la pulpa roja, con 
eritrocitos, macrófagos y 
fibroblastos. Las arterias 
trabeculares dan arteriolas 
folicu-lares o centrales que 
atraviesan la pulpa blanca, se 
ramifican y desembocan en 
cordo-nes de la pulpa roja, 
formados por fibro-blastos y 
fibras reti-culares carentes 
de endotelio. De allí los 
eritrocitos deben pasar a 
senos venosos a través de 
un endotelio que tiene 
hendiduras. Los glóbulos 
rojos viejos o enfermos no pueden pasar y son fagocitados (véase Eritrocateresis). En la pulpa blanca, la 
región en torno de las arteriolas centrales es un nicho de linfocitos T, y existen folículos con linfocitos B. 
En torno de la pulpa blanca, que es discontinua, hay una zona marginal (MZ) con macrófagos, CCDD y 
linfocitos B diferenciados (diferentes de los foliculares) y por fuera de ella una zona perifolicular. 
 
ORIGEN Y DIFERENCIACIÓN INICIAL DE LOS LINFOCITOS 
La linfopoyesis es el proceso de generación de todas las poblaciones de linfocitos (T, B y NK). Los 
linfocitos son producidos a partir de precursores cuya potencialidad se restringe progresivamente hasta 
limitarse a una línea específica (véase HEMOPOYESIS Y HEMOCATERESIS). Se admite la existencia de un 
precursor linfoide común que sufre un proceso de especificación hacia una línea dada (T ó B), mientras 
que su descendencia adquiere un compromiso de linaje específico. La especificación es el mecanismo que 
causa la activación de los genes asociados con el linaje (e inactivación de los genes de linajes alternativos). 
El compromiso es el desarrollo progresivo de las características funcionales del linaje especificado. 
El proceso es conducido por la expresión selectiva de genes de factores de transcripción o sus 
correspondientes receptores de membrana que actúan, según el caso, de manera sinérgica o secuencial. El 
desarrollo del precursor linfoide común requiere la expresión de Ikaros y PU.1. El regulador de 
transcripción Notch-1 favorece el desarrollo de linfocitos T al tiempo que inhibe el de linfocitos B. En los 
precursores dirigidos hacia las líneas T, se expresan secuencialmente GATA 3 y TCF-1. El desarrollo 
temprano de ambos tipos de linfocitos requiere la presencia de IL-7, que a través de receptores específicos 
aumenta la actividad antiapoptótica de la proteína MCL-1 (de la familia BCL-2). Por otra parte, E2A y 
EBF dirigen la especificación hacia linfocitos B. Posteriormente, la expresión del activador y represor de 
transcripción Pax-5 (BSAP) y luego de Sox4 es esencial para el compromiso de los linfocitos B. 
Los linfocitos T y B no pueden distinguirse entre sí por su morfología. Ambos son células pequeñas 
con escaso citoplasma claro y un núcleo redondo con cromatina muy condensada. Las distinciones se basan 
en la detección de ciertas moléculas presentes en su superficie que son distintivas de la etapa del desarrollo 
Fig. 5: Estructura de un ganglio linfático. No se muestran los vasos 
sanguíneos ni la inervación. De McKinley K, McLoughlin VD. Human 
Anatomy. New York: McGraw-Hill, 2006. 
El sistema inmune 
Dr. Fernando D. Saraví 
11
y del tipo de linfocito. Estas moléculas se denominan con la sigla CD (de cúmulo de diferenciación) 
seguido de un número arábigo. Por ejemplo, los linfocitos T expresan CD4 ó CD8, pero los linfocitos B 
expresan CD19 y CD20. 
 
Complejo principal de histocompatibilidad 
 
En el reconocimiento de las células propias y en la presentación de antígenos procesados a los linfocitos T 
tiene un papel destacado el complejo principal de histocompatibilidad (MHC, de Major Histocompatibility 
Complex), un conjunto de productos génicos codificados en una región cromosómica relacionada 
inicialmente con la identidad inmune y la compatibilidad de los transplantes. Por razones históricas, en el 
ser humano el MHC se llama sistema de antígenos leucocitarios humano (HLA), que se clasifican en clases 
I y II (Fig. 6). 
Las moléculas de clase I se 
expresan en casi todas las células 
nucleadas. Están formadas por una 
cadena α unida no covalentemente a un 
péptido llamado β2-microglobulina. La 
cadena α consta de un breve segmento 
intracelular con el extremo C-terminal, 
un segmento transmembrana y tres 
dominios extracelulares llamados α1, α2 
y α3. El dominio α3 y la β2-
microglobulina tienen ambos un 
plegamiento tipo inmuno-globulina, 
mientras que los dominios α1 y α2 más 
externos forman una hendidura donde 
se inserta el antígeno a ser presentado 
(Fig. 7). 
Las moléculas de clase II se 
expresan constitutivamente en células 
del sistema inmune que cumplen la 
función especializada de presentar 
antígenos a los linfocitos T: CCDD, macrófagos, epitelio del timo y linfocitos B. Su expresión puede ser 
inducida en otras células por γIFN. Una molécula de clase II es un heterodímero con cadenas α y β, ambas 
insertadas en la membrana. Los dominios α2 y β2 tienen un plegamiento tipo inmunoglobulina, mientras 
que α1 y β1 forman en conjunto una hendidura para la presentación de antígeno, análoga a la presente en 
MHC de clase I. 
 
GENÉTICA DEL MHC 
El HLA corresponde a una región de 4 
megabases presente en 6p21.3 (Fig. 8-3). En la 
misma región se codifican otros genes (clase III), 
muchos de los cuales son del sistema inmune, 
como los componentes C2 y C4 del 
complemento, TNFα y TNFβ (linfotoxina). El 
gen de la β2-microglobulina es codificado en el 
cromosoma 15. 
Aproximadamente la mitad de las 4 
megabases del lado telomérico corresponde al 
HLA clase I. Las moléculas clásicas (Ia) y más 
importantes de clase I son HLA-A, HLA-B y 
HLA-C. Presentan notable polimorfismo, en 
parte porque esta región del genoma posee una 
tasa de mutación espontánea cientos de veces superior a la del resto del genoma. Los polimorfismos de 
ambos progenitores se expresan de modo codominante y afectan especialmente la región de la hendidura 
Fig. 6: Estructura de las moléculas del complejo mayor de 
histocompatibilidad. 
Fig. 7: Hendidura de MHC clase I para la presen-
tación de un antígeno peptídico (vista desde arriba). 
El sistema inmune 
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12
para la presentación del antígeno. Existen aproximadamente 100 alelos en el HLA-A, 200 en el HLA-B y 
50 en el HLA-C. Cada alelo recibe una denominación numérica única según una nomenclatura 
estandarizada por la Organización Mundial de la Salud. 
Los genes de las moléculas de clase II se disponen en un trecho de 1 megabase del lado 
centromérico de 6p21.3 y forman diferentes haplotipos (conjunto de alelos de loci polimorfos a lo largo de 
un segmento cromosómico). Existen tres subregiones principales, llamadas HLA-DR, HLA-DQ y HLA-
DP. Cada una posee al menos un locus para cadena α (A) y otro para cadena β (B). Los alelos de la clase II 
son también notablemente polimorfos, en particular para la cadena β. Como para la clase I, los alelos de 
clase II se identifican según una nomenclatura estándar. 
Los polimorfismos de ambas clases (I y II) afectan sobre todo la región de la hendidura, lo cual 
proporciona versatilidad a la variedad de péptidos antigénicos que pueden ser presentados. Debido a la 
variedad de alelos en la población general, la mayoría de las personas es heterocigota en todos los loci de 
clase I y II. Otra característica del HLA es la baja tasa de recombinación entre muchos de sus loci, que se 
expresa como un desequilibrio de ligamiento. 
 
MOLÉCULAS MHC DE CLASE I 
La cadena α sintetizada se inserta en la membrana del retículo endoplásmico, donde es retenida por 
chaperonas, glicosilada y asociada a β2-microglobulina. Por otra parte, los péptidos a ser presentados 
provienen de la degradación de proteínas intracelulares en el proteosoma. Solamente 10 % de los péptidos 
tienen la longitud apropiada para acoplarse a la molécula clase I (8 ó 9 aminoácidos), y son importados al 
retículo mediante dos transportadores asociados a procesamiento de antígeno (TAP). Otra proteína 
(tapasina) media la inserción del péptido en la hendidura de lamolécula clase I, que ahora es exportada a la 
membrana a través del aparato de Golgi. El γ-INF modifica la función proteosómica y aumenta la 
proporción y especificidad de los péptidos importados al retículo. 
Funciones de las moléculas clase I. 1. Las moléculas de clase I interactúan con dos familias de 
receptores de los linfocitos NK llamadas KIR y CD94/MKG2 e inhiben la actividad citolítica de estos 
linfocitos (activados por el contacto con células que no expresan HLA clase I). 2. La presentación de 
péptidos propios normales es importante para mantener la tolerancia inmunológica por diversos 
mecanismos. 3. Por otra parte, las células infectadas por virus presentan péptidos anormales que son 
desconocidos por los linfocitos T, los cuales proceden a la destrucción de estas células enfermas. También 
ocasionan reacción los péptidos presentados por células infectadas con patógenos intracelulares no virales, 
como Listeria. 4. Las moléculas de clase I son también fundamentales en la compatibilidad de transplantes. 
 
MOLÉCULAS MHC DE CLASE II 
La molécula de clase II se ensambla en el retículo endoplásmico, donde se asocia a la llamada cadena 
invariable, que bloquea la hendidura de unión al péptido y dirige el tráfico trans-Golgi de la molécula 
clase II hacia endosomas. Estos contienen péptidos provenientes del procesamiento de proteínas ajenas a la 
célula. En ellos la cadena invariable es escindida y su lugar es ocupado por uno de los citados péptidos. El 
complejo clase II-péptido antigénico es luego insertado en la membrana. Por tanto, las células que expresan 
Fig. 8: Mapa físico de los genes del MHC en el humano y en el ratón 
(Mus musculus). De www-immuno.path.cam.ac.uk 
El sistema inmune 
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13
HLA de clase II participan en la vigilancia inmunitaria del medio extracelular. Su interacción con 
receptores de linfocitos T se describe más adelante. 
 
Linfocitos T 
 
Hay tres poblaciones principales de linfocitos T maduros, a saber: citotóxicos (Tc), colaboradores (Th, de 
helper) y reguladores o supresores (LTs, Treg). Todos expresan el marcador CD3. Los citotóxicos 
expresan además CD8, los colaboradores CD4. Existen varias clases de Th (por ej., Th1, Th2 y Th17). Los 
Treg pueden ser positivos para CD4 ó CD8 y deben caracterizarse con marcadores adicionales. 
Los linfocitos T no reconocen los antígenos en su estado nativo (intacto) sino epitopos procesados 
y presentados por células en moléculas del MHC. El receptor de los linfocitos T (TCR) reconoce estos 
complejos. El TCR es un heterodímero con cadenas αβ ó γδ (superfamilia de las inmunoglobulinas) unido 
no covalentemente a cinco subunidades de CD3 llamadas γ, δ, ε, ξ y h (Fig. 9). Las cadenas αβ y γδ se 
unen al antígeno. El CD3 permite la inserción del TCR en la membrana y media los efectos intracelulares 
de la ocupación del receptor. El TCR de los Tc se asocia con CD8 (cadenas αβ) y reconoce antígenos 
presentados por MHC de clase I. El TCR 
de los Th reconoce antígenos acoplados a 
MHC de clase II. 
Los genes de las cadenas α y δ se 
hallan en el cromosoma 14 y los de las 
cadenas β y γ en el cromosoma 7. Poseen 
porciones constantes y variables, que se 
combinan aleatoriamente y se seleccionan 
en el timo. La cadena α tiene segmentos 
variables (V), de unión (J, de joining) y 
constante (C). En la cadena β hay 
segmentos V, J, C y D (de diversidad). La 
reordenación de los genes es posible por 
dos proteína kinasas dependientes de 
ADN, productos de genes activadores 
de la recombinasa (RAG1 y RAG2). 
Los TCR corresponden a las diversas 
recombinaciones de estos segmentos. En 
cada linfocito T sólo un locus para la 
cadena β y otro para la α se reordenan y 
se expresan, pero el alelo restante no lo 
hace (fenómeno de exclusión alélica). Este proceso puede generar 1016 αβTCR diferentes. 
 
MADURACIÓN DE LOS LINFOCITOS T EN EL TIMO 
Los progenitores de linfocitos T llegan al timo, donde sufren procesos de migración, proliferación, 
diferenciación y selección antes de retornar a la sangre como células T maduras (Fig. 10). La selectina P en 
el endotelio del timo recluta progenitores que llevan su ligando (PSGL-1). 
La diferenciación es dirigida por señales del estroma y del epitelio del timo. Los progenitores más 
inmaduros de linfocitos T son “doble negativos” (DN1) por no expresar CD4 ni CD8. Son CD44+ pero 
CD25-. Estos linfocitos ingresan a la corteza tímica cerca de la unión córticomedular. Luego migran hacia 
la región subcapsular y pasan por otras etapas “doble negativas”, cuando se activan RAG1 y RAG2, que 
dirigen la recombinación al azar de la cadena β del TCR en una secuencia fija (D a J y luego V a DJ). 
RAG1 y RAG2 se silencian luego de producir una disposición β VDJ funcional, que lleva al ensamble de 
un TCR precursor (pre-TCR), que permite la proliferación y la diferenciación en células T “doble 
positivas” (expresan CD4+ y CD8+), la mayoría de los linfocitos subcapsulares. En la etapa CD4+ CD8+, 
RAG1 y RAG2 se reactivan para generar una cadena α madura por recombinación de α V y J. 
La expresión de αβ TCR otorga especificidad para un antígeno. Aún en la corteza, algunas células 
se diferencian en linfocitos NK por influencia de CD1, o en linfocitos con γδTCR mediada por receptores 
para β-linfotoxina. La mayor parte, sin embargo, expresa un αβTCR maduro, que contacta células 
epiteliales tímicas corticales. Estas células seleccionan los linfocitos presentándoles péptidos propios en 
moléculas del MHC. Los linfocitos cuyo TCR reconoce el MHC propio con baja afinidad reciben señales 
de supervivencia (selección positiva). Aquéllos cuyo TCR no reconoce esas moléculas mueren por 
El sistema inmune 
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deprivación. Si la afinidad por MHC es excesiva, los linfocitos reactivan RAG y pueden corregir su TCR 
para tornarlo menos 
autorreactivo (edición 
del TCR). Si esto 
fracasa, sufren apoptosis. 
 Los linfocitos selec-
cionados expresan el 
receptor para quicio-
quina CCR7 que los 
orienta hacia la médula 
del timo. 
En el timo, los 
linfocitos T que además 
de CD3 expresan CD4 ó 
CD8 (de modo 
mutuamente exclu-
yente) están sólo en la 
médula, que forma un 
microambiente apto para 
la eliminación de 
aquéllos con TCR 
autorreactivos (selección 
negativa). 
 
El 
microambiente está formado por timocitos, macrófagos, CCDD y células epiteliales tímicas medulares. 
Estas últimas expresan el factor de transcripción AIRE (regulador autoinmune) y presentan a los linfocitos 
T una serie de antígenos propios característicos no sólo de las células locales, sino también de tejidos 
periféricos. Esto se conoce como expresión génica promiscua. Su falla causa un grave trastorno 
autoinmune. Así, los linfocitos T son revisados en su reactividad a antígenos propios locales y periféricos 
antes de que abandonen el timo, y aquellos con TCR autorreactivos son eliminados por inducción de 
apoptosis (selección negativa). Cerca de 97 % de los linfocitos T generados se eliminan por la selección 
positiva y negativa, pero esto no elimina todos los linfocitos T autorreactivos, y se requieren controles 
periféricos para evitar reacciones autoinmunes. 
Los corpúsculos de Hassal forman un subcompartimiento en la médula del timo, donde las células 
epiteliales y dendríticas promueven el desarrollo de Treg. Estas contribuyen a mantener la tolerancia hacia 
lo propio por la supresión activa de la respuesta inmune. 
La salida de los linfocitos T maduros desde el timo hacia la sangre también es un proceso regulado 
por un gradiente del receptor tipo esfingosina-1-fosfato (S1P1), la subregulación de un receptor tipo lectina 
llamado CD69 y la expresión de la integrina α5β1, entre otras señales. Los linfocitos egresados del timo son 
vírgenes o ingenuos (naïve) hasta encuentran antígenos en la periferia. Los linfocitos T maduros son 75 % 
de los linfocitos de la sangre periférica, 90 % de los de la linfa, y 30 % de los del bazo y los ganglios. 
 
ACTIVACIÓN E INHIBICIÓNDE LOS LINFOCITOS T POR LAS CÉLULAS DENDRÍTICAS 
Para activarse, los linfocitos T vírgenes requieren instrucciones específicas proporcionadas principalmente 
por las CCDD, lo que hace de éstas un eslabón clave entre la inmunidad innata y adquirida. Cuando las 
CCDD entran en contacto con un patógeno, procesan sus antígenos y viajan por los vasos linfáticos hacia 
un ganglio, en donde puede encontrar un linfocito T que reconozca el epitopo presentado en la hendidura 
del MHC, de clase I para linfocitos CD8 o de clase II para linfocitos CD4. 
 Las CCDD se localizan en la piel, las mucosas y los órganos linfoides secundarios. Son cruciales 
para iniciar respuestas específicas a patógenos o células anormales (acción inmunogénica), y también para 
prevenir la reacción contra lo propio y contra antígenos exógenos inofensivos (acción tolerogénica). Desde 
los tejidos migran por la linfa a los órganos linfoides secundarios. La maduración de las CCDD puede ser 
inducida por productos de microorganismos, por linfocitos y neutrófilos, diversas citokinas, ligandos 
endógenos – por ej., HSP70 (proteína de golpe de calor 70) – y por complejos inmunes antígeno-
anticuerpo. La vía final común de la maduración involucra al NF-κB y lleva a la secreción de citokinas, 
que atraen fagocitos y linfocitos, y la expresión de moléculas de membrana co-estimuladoras, necesarias 
para actuar sobre los linfocitos. 
Fig. 10: Diferenciación de los linfocitos T en el timo (TEC = célula epitelial 
tímica). De Ladi E y col. Nat Immunol 7: 338-343, 2006. 
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Las CCDD envían a los linfocitos T varias señales en forma secuencial. La primera señal es la 
presentación de moléculas de MHC con epitopos antigénicos, cuya interacción con los TCR inicia la 
formación de un contacto duradero (horas) y especializado entre la célula dendrítica y el linfocito T, 
llamado sinapsis inmunológica. La 
segunda señal corresponde a 
moléculas de señalamiento que 
pueden ser co-estimulantes o co-
inhibitorias, según estimulen al 
linfocito a activarse o impidan su 
activación frente al antígeno 
presentado. La tercera señal 
establece, para los linfocitos T CD4, 
si el linfocito se diferenciará como 
Th1, Th2, Th17 o Treg 
(polarización funcional). La cuarta 
señal estimula a los linfocitos a 
expresar receptores de localización 
(homing receptors) que les permten 
dirigirse a los tejidos donde se halló 
el antígeno y a tejidos similares. 
Las CCDD son una 
población heterogénea. Se clasifican 
en mieloides, linfoides y 
plasmacitoides, que pueden 
distinguirse por marcadores de 
membrana. Las CCDD mieloides tienden a localizarse en la zona marginal de la pulpa blanca del bazo. 
Estimulan linfocitos T CD8 (citolíticos) y en condiciones inflamatorias favorecen la diferenciación de 
linfocitos T CD4 en LTh2, activando factores de transcripción característicos como STAT-6, GATA-3 y c-
maf. Las CCDD linfoides activan linfocitos T CD8, pero promueven la diferenciación de los CD4 en LTh1 
por activación de los factores STAT-4 y T-bet. Finalmente, las CCDD plasmacitoides participan en el 
mantenimiento de tolerancia periférica induciendo Treg, aunque en ciertas condiciones favorecen la 
diferenciación de Th17 por activación del factor de transcripción RORγt. Las CCDD plasmacitoides se 
caracterizan por responder especialmente a ácidos nucleicos microbianos y producir gran cantidad de IFN 
tipo I (como IFNα y β), además de IL-6 y αTNF. Las citokinas predominantes producidas por las CCDD 
guían la diferenciación de los linfocitos T: IL-12 para Th1, IL-4 para Th2, y TGF-β para Th17 y Treg. En 
presencia de TGF-β, la diferenciación hacia Th17 es favorecida por la IL-6, mientras que su ausencia lleva 
a Treg (Fig. 11). 
 
SEÑALIZACIÓN INTRACELULAR DEL TCR ACTIVADO 
El TCR propiamente dicho carece de capacidad de señalización intrínseca. Los efectos de su activación son 
mediados por proteínas adaptadoras transmembrana o citoplásmicas, que no tienen actividad enzimática 
pero reclutan moléculas efectoras. CD3 y las proteínas adaptadoras poseen dominios de activación de 
inmunorreceptor basados en tirosina (ITAM), cuya fosforilación permite que las moléculas adaptadoras 
funcionen como andamios donde se reclutan las moléculas efectoras. Por esta razón, diversas kinasas y 
fosfatasas tienen un papel crucial en la función del TCR. Se presenta un modelo simplificado (Fig. 12). 
Como se dijo, cuando los TCR entran en contacto con un antígeno presen-tado en MHC, forman 
una sinapsis inmunológica. Esta es una estructura muy organizada pero dinámica, que en su forma madura 
forma un complejo supramolecular de activación (SMAC) de 2 a 3 μm de diámetro, en cuyo centro 
(cSMAC) se agrupan TCR unidos a MHC y moléculas co-estimuladoras. En su periferia (pSMAC) hay un 
anillo de moléculas de adhesión (ICAM-1, LFA-1) que estabilizan la sinapsis, y por fuera quedan 
moléculas activamente excluidas del centro, como las fosfatasas de tirosina CD45 y CD148. La formación 
de la sinapsis exige una reorganización del citoesqueleto del linfocito. La sinapsis es necesaria para la 
señalización prolongada (> 4 h), la producción de IL-2 y la proliferación de los linfocitos T activados. 
La kinasa de la familia src llamada Lck es la principal responsable de la fosforilación de los ITAM 
de CD3. Lck se encuentra ligada al correceptor CD4 ó CD8 (según el tipo de linfocito T) y contribuye a 
estabilizar el complejo formado por TCR y CD4 u 8 que se une al MHC clase II o I, respectivamente. 
Cuando el TCR no está ocupado, Lck es tónicamente inhibida tanto por fosforilación de su extremo C-
terminal por la kinasa Csk como por defosforilación de una tirosina en su asa de activación por la fosfatasa 
PEP. Csk y PEP se localizan en balsas lipídicas mediante su unión a una proteína llamada Cbp ó PAG. 
Fig. 11: Destinos de los linfocitos Th según las citokinas 
actuantes. De Reiner SL, Cell 129: 33-36, 2007. 
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Cuando los TCR son ocupados, Csk y PEP son alejadas del TCR, a la vez que la fosfatasa transmembrana 
CD45 defosforila el sitio inhibidor de Lck. Luego CD45 es trasladada a la periferia, pues su persistencia en 
cSMAC llevaría a la inhibición de los TCR. 
La Lck activada fosforila los ITAM de CD3, lo que permite la incorporación de la kinasa ZAP70 (o 
su análoga Syk), la cual fosforila una proteína adaptadora para activación de linfocitos T (LAT) ligada a la 
membrana. A su vez, LAT desinhibe a Lck (asa de retroalimentación positiva). Además LAT recluta otras 
moléculas adaptadoras (Gads, Grb2, y SLP76) y enzimas como la kinasa Itk, fosfatidilinositol 3 kinasa 
(PI3K), el factor de intercambio de nucleótidos vav-1 y la fosfolipasa Cγ1 (PLCγ1). 
 
El factor vav-1 forma parte de varios complejos de señalización. Activa una Rho-GTPasa llamada 
Cdc42-GTP y es necesario para la función de la sinapsis. Permite la reorganización del citoesqueleto, la 
expresión de integrinas como LFA-1 que refuerzan la sinal-sis, y contribuye a vías de señaliza-ción como 
ingre-so de Ca2+, reclu-tamiento de la proteína kinasa C θ (PKCθ) y activación del factor de transcripción 
N-FAT. Además de vav-1, la activación de N-FAT exige su defosforilación por la fosfatasa regulada por 
Ca2+- calmodulina llamada calcineurina. La calcineurina expone la secuencia de direccionamiento al 
núcleo de N-FAT. 
La PLCγ1 produce diacilglicerol e inositol trifosfato a partir de difosfato de fosfatidilinositol de la 
membrana. El inositol trifosfato produce liberación de Ca2+ del retículo endoplásmico. La concentración 
citosólica de Ca2+ ([Ca2+]i) aumenta 100 veces en pocos segundos y se mantiene elevada aunque con 
oscilaciones por ingreso de Ca2+ extracelular que es incorporado al retículo endoplásmico. 
El diacilglicerol activa la PKCθ, que fosforila residuos de serina o treonina. En la célula en reposo, 
el NF-κB está ligado a un inhibidor (IκB) que debe ser fosforilado para que se disocie de NF-kB y éstepueda migrar al núcleo. La PKCθ activa la kinasa del IκB, IKK, pero para que IKK migre a la sinapsis y se 
active se requiere la formación de otro complejo de proteínas adaptadoras llamado CBM (CARMA-1, 
Bcl10 y MALT-1) junto con la proteína adaptadora de adhesión y desgranulación (ADAP). La formación 
del complejo es iniciada por la fosforilación de CARMA-1 por la PKCθ. 
Fig. 12: Sinapsis inmunológicas y activación del TCR. De Cronin y Penninger, Immunol Rev 220: 151-
168, 2007. 
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Moléculas co-estimuladoras. La activación de linfocitos T requiere señales adicionales a la 
interacción entre péptido antigénico-MHC y TCR-correceptor CD4 ó CD8. Esta interacción aumenta la 
expresión de la molécula ligando de CD40 (CD40L) en el linfocito, que se liga al CD40 de la CCDD. La 
unión CD40L-CD40 hace que la CCDD exprese un grupo de ligandos llamado B7, como CD80 (B7.1) y 
CD86 (B7.2). Estos se unen en el cSMAC a CD28 del linfocito. CD28 no tiene actividad enzimática, pero 
posee ITAM, que son fosforilados por kinasas src con tres consecuencias. Primero, el CD28 fosforilado 
recluta fosfatidilinositol-3-kinasa (PI3K) que activa Akt (proteína kinasa B). Akt estimula la transcripción 
de NF-kB y favorece la producción de IL-2. Segundo, CD28 amplifica la señal originada en el TCR 
porque favorece la fosforilación de vav-1 y PLCγ1. Tercero, CD28 promueve la supervivencia y la 
división celular por aumentar la proteína antiapoptótica Bcl-XL y la degradación de inhibidores del ciclo 
celular. Los efectos sinérgicos de TCR y CD28 contrarrestan señales inhibitorias que normalmente 
restringen la activación inadecuada del linfocito (por ejemplo, las originadas por Cbl-b; ver TOLERANCIA 
INMUNOLÓGICA). Recientemente se ha demostrado que otros pares de moléculas participan en la co-
estimulación, como PD1/PD1L, ICOS/ICOSL, OX40/OX40L y 4-IBB/4-IBBL, pero no serán tratadas aquí. 
 
CLASES DE LINFOCITOS CD4+ Y SUS FUNCIONES 
 Th1. Otorgan protección contra bacterias intracelulares y ciertos virus por activación de 
macrófagos y de la actividad citolítica de linfocitos NK y CD8. Las principales citokinas que producen son 
IL-2, IFNγ y linfotoxina α. 
 Th2. Participan contra infecciones por helmintos. Sus citokinas características son IL-4, IL-5, IL-9 
e IL-13. Estas activan los eosinófilos y favorecen la expulsión de los helmintos. Además los Th2 participan 
de manera fundamental en la regulación de los linfocitos B y, por tanto, en las respuestas inmunes 
específicas mediadas por anticuerpos. 
 Th17. Protegen contra bacterias extracelulares y algunos hongos. Producen citokinas IL-17 e IL-
22 que son proinflamatorias y otras que reclutan granulocitos, como GM-CSF. La IL-23 estimula la 
actividad de LTh17 ya diferenciados por la acción de TGF-β e IL-6. 
 Treg. Mantienen la tolerancia hacia lo propio en la periferia y limitar las respuestas excesivas 
(posiblemente nocivas) contra antígenos extraños. Sus citokinas características son IL-10 y TGF-β. Hay 
varias clases: 1) Th3, inducida por la administración oral de antígenos; produce TGF-β. 2) Tr1 es inducida 
por IL-10 y produce la misma citokina. 3) Los linfocitos CD4 CD25 FoxP3 se producen en los corpúsculos 
de Hassal del timo pero también en la periferia, y en este caso se llaman Treg adaptativos (aTreg). Th3 y 
Tr1 no expresan FoxP3. Su acción supresora reduce las respuestas de Th1 y Th2 mediante TGF-β e IL-10 
solubles, de manera no específica para un antígeno ni por clase de MHC. Por el contrario, los Treg CD4 
CD25 FoxP3 suprimen la proliferación de linfocitos T efectores de manera específica para un antígeno. 
 
LINFOCITOS T CITOTÓXICOS 
Los Tc monitorean constantemente los tejidos para destruir toda célula que amenace la integridad del 
organismo, como las infectadas por virus y las neoplásicas. Los Tc se activan a través por expresión de 
epitopos montados en MHC clase I en las células anormales o en CCDD, mediante una vía alternativa de 
“presentación cruzada”. Los siguientes pasos críticos son la activación, la expansión clonal y la 
diferenciación de los linfocitos T CD8. El co-receptor CD8 es a la vez una molécula de reconocimiento y 
un iniciador de transducción intracelular. Las células T CD8 vírgenes requieren moléculas co-estimuladoras 
como CD28. La activación del TCR y la co-estimulación de CD28 induce receptores para IL-2, citokina 
necesaria para la respuesta. Las células CD8 experimentadas (con memoria) poseen la capacidad de 
activarse por ocupación del TCR, con menores exigencias de co-estimulación. 
Los linfocitos T CD8 vírgenes circulan sólo entre la sangre y los tejidos linfáticos, mientras que las 
experimentadas por contacto previo con un antígeno pueden ingresar en otros tejidos. Estas últimas sufren 
diferenciación en células T CD8 de memoria, que no tienen actividad citolítica pero pueden proliferar y 
producir citokinas frente al antígeno, y células T CD8 efectoras que son potentes citolíticas pero producen 
escasas citokinas. Existen tipos intermedios (efectoras y de memoria) que producen citokinas y conservan 
actividad citolítica. Los diversos tipos de linfocitos T CD8 pueden distinguirse por diversos marcadores. 
Los Tc pueden matar las células blancos por tres diferentes mecanismos. Uno es mediado por 
citokinas solubles como TNFα (que activa caspasas e induce apoptosis) e IFN-γ (que activa en la célula 
blanco la transcripción de MHC clase I y un receptor de la muerte, Fas). Los otros dos exigen contacto 
estrecho entre la célula ejecutora y su víctima. Una vía es a través del ligando de Fas expresado en el Tc, 
que inicia la apoptosis de la célula blanco mediante la cascada de caspasas. 
En el tercer mecanismo citolítico, el Tc libera sobre la membrana de la célula blanco gránulos 
lisosomales con perforina y granzimas en un espacio restringido de su superficie llamado dominio 
secretorio, exactamente en una hendidura central de la zona de contacto (Fig. 13). Esto produce alta 
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concentración de citotóxicos 
sobre la membrana blanco, a la 
vez que minimiza la probabilidad 
de difusión de citotóxicos a 
células vecinas. En presencia de 
Ca2+ la perforina se polimeriza y 
forma un poro en la membrana de 
superficie, o en vesículas que la 
célula blanco endocita, lo que 
permite el ingreso de granzimas, 
las cuales causan apoptosis. Por 
razones poco claras, los Tc no son 
afectados por sus propios tóxicos, 
y luego de matar una célula 
anormal se desprenden de ella y 
buscan otros blancos. 
 
MANTENIMIENTO DE LAS 
POBLACIONES DE LINFOCITOS 
T 
El conjunto de linfocitos T 
periféricos debe mantener un 
equilibrio entre las células con 
memoria que permitan una rápida 
reacción ante infecciones 
repetidas y células vírge-nes que 
puedan responder a nuevos 
patógenos. Los linfocitos T 
vírgenes requieren ocupación de 
su receptor e IL-7 para sobrevivir. 
La exposición a un nuevo 
antígeno expande la subpoblación 
relevante de linfocitos T vírgenes 
y promueve su diferencia-ción 
hacia un fenotipo efector. Una 
vez eliminada la infección, la 
mayoría de las células activadas 
sufre apoptosis, y las sobrevi-
vientes pasan a formar parte del conjunto de linfocitos T con memoria. 
 Los linfocitos T con memoria no requieren la ocupación del TCR para su supervivencia, pero sí 
citokinas, en particular IL-15 para los CD8 e IL-7 para los CD4. Además, en los CD4+ la señalización 
mediante TCR – aunque no indispensable – actúa sinérgicamente con IL-7 para mantener óptima capacidad 
de respuesta. 
 Se distinguen dos subpoblaciones de linfocitos T CD4 con memoria, llamadas centrales (TCM) y 
efectoras (TEM), con diferentes marcadores y propiedades funcionales. Los linfocitos TCM circulan por el 
sistema linfático y sanguíneo pero se alojan preferentemente en los ganglios linfáticos por expresar CCR7 y 
CD62L. Carecen de capacidad efectora inmediata, pero al ser estimulados producen IL-2. Su vida es 
prolongada, en parte por alta expresiónde moléculas anti-apoptóticas. Por otra parte, los linfocitos TEM 
tienden a alojarse en los tejidos, y expresan diversas moléculas efectoras (como IFNγ) y pro-apoptóticas. 
 Por razones obvias, en las primeras etapas de la vida predominan los linfocitos T vírgenes. En el 
adulto joven las poblaciones de linfocitos T vírgenes y con memoria están equilibradas. En el anciano 
predominan los linfocitos T con memoria. La declinación de la población de vírgenes se debe a su menor 
producción, en parte por envejecimiento de la médula ósea, pero principalmente por involución del timo. 
 
Linfocitos B e inmunoglobulinas 
 
Los anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig) son glicoproteínas que se ligan específicamente a antígenos y son 
capaces de desencadenar diversas respuestas. Existen cinco isotipos llamados G, A, M, D y E. Se describirá 
Fig. 13: Citotoxicidad mediada por perforina y granzimas. 
De Bolitho y col., Curr Opin Immunol 19: 339-347, 2007. 
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la estructura de la IgG – aprox. 80 % de las Ig plasmáticas – y luego se notarán las semejanzas y diferencias 
con los otros isotipos. La IgG (150 kDa) tiene dos cadenas pesadas (H) de 446 aminoácidos y dos cadenas 
livianas (L) de 214 aminoácidos. Los genes de las cadenas H se hallan en 14q32 y los de las cadenas L en 
2p12 (λ) y 22q11 (κ). 
Las cadenas están unidas entre sí por puentes disulfuro. La molécula se asemeja a una Y, cuyo tallo 
está formado sólo por las cadenas H, y cada una de cuyas ramas tiene el resto de una cadena H y una cadena 
L completa (Fig. 14). Los 109 aminoácidos N-terminales de las cadenas H y L forman la región variable, 
que confiere especificidad para un antígeno. El resto de cada cadena, del lado C-terminal, es constante. Las 
cadenas H tienen tres dominios constantes (CH1, CH2 y CH3). Entre CH1 y CH2 hay un área de articulación 
(bisagra) que le da cierta flexibilidad a la molécula. La IgG tiene cuatro tipos de cadenas H que determinan 
las subclases IgG1 a IgG4. Las cadenas L son de dos clases llamadas lambda (λ) y kappa (κ). La enzima 
papaína escinde la molécula en un fragmento Fab que incluye las ramas de la Y, que se unen al anticuerpo, 
y un fragmento Fc, que es reconocido por receptores presentes en macrófagos, neutrófilos y linfocitos NK. 
El dominio CH2 tiene una región de unión al C1q del complemento mediante el que activa la vía clásica (la 
IgG4 también puede activar la vía alternativa). Las regiones variables de la Ig reconocen el antígeno, y las 
regiones constantes de la cadena H determinan cómo el antígeno ha de ser eliminado del cuerpo. 
 
 La IgA es sólo 10 % de las Ig séricas, pero es la más abundante en las secreciones (lágrimas, saliva, 
otras secreciones digestivas, semen, calostro y leche), donde tiene potente actividad antiviral. En las 
secreciones es un dímero unido por una molécula de unión (J) y una proteína secretora (SC). Puede activar 
el complemento por la vía alternativa. 
La IgM en plasma es generalmente un pentámero (950 kDa) unido por la molécula J. Es el tipo de 
Ig producido por el recién nacido y el primer tipo de Ig que se produce frente a un antígeno nuevo 
(respuesta primaria). Tiene cuatro dominios constantes, de los cuales CH4 activa el complemento por la 
vía clásica. Como monómero fijo en la membrana de linfocitos B actúa como receptor antigénico (BCR). 
El otro BCR presente en linfocitos B es de IgD, escasísima en el plasma. A diferencia del TCR, que sólo 
identifica epitopos de antígenos procesados y presentados por el MHC, el BCR y las Ig en general pueden 
reconocer epitopos en antígenos intactos. 
Finalmente, la IgE es un monómero (190 kDa) escaso en plasma, que se liga por su Fc a basófilos 
y mastocitos y los activa frente a la exposición del antígeno correspondiente; es responsable por las 
reacciones de hipersensibilidad tipo I. 
 
DIFERENCIACIÓN DE LOS LINFOCITOS B 
En los mamíferos, la especificación de los linfocitos B se produce en la médula ósea y requiere la 
expresión de receptores para citokinas Flk2/Flt3 e IL-7R y de factores de transcripción E2A y EBF. Estos 
factores y una kinasa dependiente de inositol (IRE-1) inician un fenómeno exclusivo de los linfocitos B, 
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que es la síntesis de la cadena H de Ig. La transcripción de la cadena H está sujeta a exclusión alélica 
(como el TCR). En los precursores de linfocitos, el ADN que codifica la cadena H está condensado y 
metilado, con sus histonas desacetiladas. Con la diferenciación, estas marcas epigenéticas se revierten para 
un alelo y los genes de la cadena H comienzan a transcribirse. Se estima que pueden existir aprox. 1014 Ig 
con diferente especificidad antigénica. Esta enorme variedad se inicia mediante el fenómeno de 
recombinación de los dominios variables (V, D, J) de la cadena H, que es similar al mencionado para el 
βTCR. En cada pro-linfocito B, uno de cada uno de los genes que codifican regiones V (123 genes), D (27 
genes) y J (6 genes) de la cadena H son cortados al azar y empalmados con una unión que es imprecisa 
debido a pequeñas deleciones o adiciones. La diversidad de estas zonas de unión multiplica la variedad de 
antígenos que podrían ser reconocidos por recombinación exacta de los segmentos codificantes. Los 
empalmes se deben a los productos de los genes RAG1 y RAG2 mencionados para el TCR. También 
participan otras moléculas, como proteínas de empalme de extremos no homólogos (NHEJ). 
 
Las secuencias codificantes a empalmarse están flanqueadas por secuencias de señal de 
recombinación (RSS) que localizan la acción de las RAG. Las RSS están formadas por 7 y 9 pares de 
bases, separadas por espaciadores de 12 (para D) o 23 pares de bases (para V y J). La recombinación se 
produce entre secuencias codificantes con espaciadores de diferente longitud (regla 12/23): Primero D con 
J y luego V con DJ. Como los empalmes variables pueden alterar el marco de lectura, sólo un tercio de las 
recombinaciones VDJ son funcionales (si no lo son, se repite el proceso en el alelo inicialmente excluido). 
Los RSS son quitados por la formación de una horquilla de su ADN (Fig. 15). 
Cuando aparece una cadena H funcional, se expresa una cadena L sustituta (λ5/v-preB) que con la 
cadena H constituye una forma transitoria de receptor de linfocito B (pre-BCR). El pre-BCR es necesario 
para continuar la diferenciación. Su expresión causa una fase de rápida proliferación durante la cual, en 
cada célula del clon, comienza independientemente un proceso de recombinación en las cadenas livianas 
(VL y JL). La recombinación al azar de las cadenas L en cada célula aumenta la variedad de especificidades 
antigénicas. Al completarse permite formar un BCR de IgM, con lo que la célula pre-B se torna un 
linfocito B inmaduro que abandona la médula ósea. En esta etapa comienza también a expresar también 
IgD en su membrana, por empalme alternativo de la cadena H. Se cree que la IgD sirve para la regulación 
fina de las respuestas inmunes, en particular el umbral de activación o supresión frente al antígeno. 
El repertorio antigénico de los linfocitos inmaduros se establece en varias etapas de transición en 
los órganos linfoides secundarios (bazo, ganglios y MALT). Primero viajan por la sangre hacia el bazo, 
donde se ubican en la región periarteriolar de la pulpa blanca. Esta localización requiere el factor de 
transcripción OCT2 y su coactivador OBF1. 
En el bazo hay pérdidas sustanciales de linfocitos debido a selección negativa de las células 
autorreactivas, o por falta de selección positiva. El señalamiento a través del BCR y del factor activador de 
célula B (BAFF, de la familia del TNF) que actúa sobre el receptor BR3 promueve sinérgicamente la 
supervivencia por inhibición de la apoptosis. Entonces los linfocitos B de transición se diferencian en 
El sistema inmune 
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linfocitos B foliculares, que 
se ubican en los folículos 
del bazo o los ganglios 
linfáticos, o

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