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Políticas de conocimiento, educación superior y desarrollo

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AUGUSTO PÉREZ LINDO: Políticas de conocimiento, educación superior y desarrollo. 
Uno de los factores que tiende a configurar el futuro es la explosión del conocimiento. Las innovaciones científicas y tecnológicas están produciendo una verdadera mutación. Ha surgido una nueva tecnoestructura que altera las funciones de la memoria, de la inteligencia y del trabajo humano. En mutaciones identifique una serie de macrotendencias entre escenarios optimistas, catastróficos y ambiguos. Escenario catastrófico el desempleo, la marginación, la miseria y la violencia social. Lo que indica cambiar de rumbo en el modelo mundial. 
Hay que preguntarse qué lugar le cabe a las universidades en este escenario. No ignoramos que las estructuras de poder definen en gran medida el modelo de desarrollo, pero tampoco debemos ignorar que la acumulación y el uso del conocimiento juegan un rol importante en la configuración del nuevo mundo. 
La meta seria de un modelo mundial de desarrollo inteligente y solidario. Se deben destacar tres componentes: La mundialización, el uso intensivo del conocimiento y la reconstrucción de la solidaridad social. Las universidades en este proyecto dependen de la formulación de políticas de conocimientos.
En el caso argentino se encuentra limitado por el rechazo al conocimiento, lo que refleja no sólo en la ausencia de políticas científicas y tecnológicas sino también en la escasa profesionalización de los funcionarios del Estado, en el bajo nivel educativo de los dirigentes empresarios. Sobran médicos y falta atención sanitaria, sobran abogados y la justicia es lamentable, etc. No hemos llegado a elaborar políticas y mecanismos para articular la producción y la utilización de los conocimientos. Esto incluye una clave del subdesarrollo argentino.
Nos encontramos globalizados y sin disponer de un modelo de desarrollo, tanto social como cultural. Las universidades no están preparadas para asumir las misiones históricas que les imponen los nuevos contextos, porque no tienen políticas de conocimiento, principios para la acción derivados de las posibilidades de las ciencias, las tecnologías y la cultura. Las universidades argentinas se distinguen por la formación de profesionales. Pero no existe estrategia para emplearlos adecuadamente, o a una política científica que permita orientar las investigaciones hacia objetivos prioritarios o necesarios nacionales. Estamos inmersos en una serie de mutaciones, el derrumbe del Estado benefactor, la automatización del trabajo, el crecimiento de la exclusión social. Frente a estos cambios necesarios elaborar nuevos conceptos y nuevas respuestas.
Las universidades han perdido la posibilidad de legitimarse porque ya no pueden proponer fundamentos aceptables para todos. No tenemos parámetros ni para reproducir el pasado, ni para adaptarnos en el presente. Estamos condenados a repensar nuestro principio de realidad y nuestro futuro de manera original.
De alguna manera, estamos condenados a ser libres, a inventar las posibilidades de la condición humana. Para realizar la autonomía a la que aspiramos, es necesario hacer políticas de conocimientos. Porque el saber define tanto los procesos económicos como la evolución de la sociedad. 
En un primer sentido, política de conocimiento significa la voluntad de interpretar el mundo desde el punto de vista del despliegue del conocimiento. En un segundo sentido, implica la voluntad de operar inteligentemente sobre la realidad a fin de transformarla. En un tercer sentido, significa definir valores, objetivos y estrategias que permitan orientar las actividades científicas, académicas, culturales y sociales de la universidad. 
En la argentina no tenemos políticas científicas, tecnológicas o universitarias porque no tenemos políticas de conocimiento. Tenemos en cambio normas administrativas, planes de estudio, carreras, programas de investigación. Necesitamos pasar del gerenciamiento de estructuras y de intereses particulares al gerenciamiento estratégico del saber.
Argentina, el modelo económico implica un gran derroche de recursos humanos altamente calificados. Presentar una fachada de modernismo porque se importan las tecnologías de cualquier parte, desde las jeringas hasta cohetes espaciales, dejamos de fabricar cosas porque no tenemos políticas tecnológicas propias. 
Hay que invertir más en educación, ciencia y tecnología si queremos dar un salto real hacia el desarrollo. Nuestra pobreza estructural tiene que ver con el desaprovechamiento de nuestras potencialidades culturales, científicas y tecnológicas. Con la ineficiencia del Estado, de la administración de salud, de justicia o de seguridad. 
Necesitamos desplegar el conocimiento hacia los problemas más acuciantes de la humanidad y del país: la pobreza. El desempleo, la exclusión social. En síntesis, necesitamos de un modelo de desarrollo inteligente y solidario.
Necesitamos optimizar la utilización de los recursos humanos y técnicos en todos los órdenes en función de estrategias orientadas al bienestar colectivo. El mejoramiento de la gestión va unido al desarrollo y a las políticas sociales. 
La política de conocimiento debería convertirse en el principio para el funcionamiento de las universidades, para la asignación de recursos, para las estrategias académicas, para los programas de investigación. 
La elaboración de políticas de conocimientos tendría que dirigirse hacia algunos objetivos prioritarios, tales como la creación de un modelo desarrollo mundial, la humanización de la ciencia y la tecnología, la creación de nuevos modelos culturales, el fortalecimiento de la solidaridad
Necesitamos una reconversión de la universidad que tenga en cuenta los nuevos contextos y los nuevos paradigmas, un nuevo modelo de universidad.
Condiciones para la reconversión 
Destacar la globalización, las nuevas demandas ocupacionales y la cuestión del financiamiento. La globalización se refleja nuevos espacios y redes académicas. Programas internacionales, redes interregionales, educación a distancia, redes virtuales, etc. Las nuevas demandas profesionales cada vez requieren mayores niveles académicos, lo que obliga a expandir los posgrados. Los conocimientos adquiridos pierden vigencia con mucha rapidez, por lo tanto, hay que pensar en programas de actualización permanente. 
Al financiamiento, los presupuestos se congelan o disminuyen mientras aumentan el número de alumnos. Se requiere un nuevo contrato entre la universidad, el Estado y la sociedad que permita salir de este círculo perverso. Para ello las universidades tienen que estar dispuestas a convertirse en agentes de desarrollo y de integración social sin perder su identidad académica. 
En la dimensión de los paradigmas ya he mencionado la necesidad de elaborar políticas del conocimiento. 
El escenario mundial deseable estaría resumido en la idea de un modelo de desarrollo inteligente y solidario, es decir, con un aprovechamiento intensivo de la ciencia y la técnica al servicio del desarrollo humano. 
En la dimensión de las actitudes y relaciones hay que destacar. La necesidad de restablecer la ética del servicio público no sólo en los organismos del Estado sino también en las instituciones privadas que cumplen funciones educativas, culturales, sanitarias o sociales. 
En el plano de la organización y gestión hay que destacar la conveniencia de fortalecer el pensamiento y la gestión estratégica en el gobierno universitario. Esto implica privilegiar las estrategias institucionales y las políticas del conocimiento por encima de los intereses sectoriales o ideológicos. 
El nuevo modelo administrativo, sustentado en la informatización, tendera a profesionalizar las funciones de los empleados tanto en sus tareas administrativas o de servicios como en los cargos de gestión.
Tampoco podremos hacer nada eficaz si no tenemos en cuenta los contextos dominantes: globalización, economía de mercado, supremacía tecnológica de los países centrales, desequilibrios regionales y sociales. El futuro de las universidades depende de la acciónhumana dependen de la capacidad para diseñar y llevar adelante políticas de conocimiento.

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