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Almonte - Embudos magicos De metaforas y terapias

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Embudos
MÁGICOS
De metáforas y terapias: la estrategia metafórica
Carlos Almonte
SOPNIA
RIL editores
bibliodiversidad
Embudos mágicos
Carlos Almonte
Embudos mágicos
De metáforas y terapias: 
la estrategia metafórica
SOPNIA
Embudos mágicos
De metáforas y terapias: 
la estrategia metafórica
Primera edición: agosto de 2010
© Carlos Almonte Vyhmeister, 2010
Registro de Propiedad Intelectual 
Nº 193.879
© RIL® editores, 2010
Alférez Real 1464
cp 750-0960 Providencia
Santiago de Chile
Tel. (56-2) 2238100 2254269
Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores
Printed in Chile 
ISBN 978-956-284-744-5
Derechos reservados.
616.891.4 Almonte Vyhmesiter, Carlos
I Embudos mágicos. De metáforas y terapias: la 
estrategia metafórica / Carlos Almonte Vyhmesiter. 
– – Santiago : RIL editores, 2010.
 112 p. ; 21 cm.
 ISBN: 978-956-284-744-5
 1 psicoterapia. 2 mente y cuerpo. 
mailto:ril@rileditores.com
www.rileeditores.com
Índice
Preludio ........................................................................................9
I. La metáfora: instrumento de comunicación
 e inducción de cambios ......................................................11
II. Condiciones y oportunidades del empleo 
 de metáforas ............................................................................17
III. De los tipos de metáforas ...............................................21
III.1. Metáforas Individuales .............................................21
III.2. Metáforas sistémicas ................................................30
IV. Narrativas ............................................................................41
V. Relatos ...............................................................................71
Una paciente ....................................................................71
Una terapeuta ..................................................................74
Una entrevista ..................................................................75
Apéndices 
Apéndice 1. Acerca de la metáfora
por Ana María Risco .............................................93
Apéndice 2. La metáfora y el sentido terapéutico
por Natalia Roa Vial .............................................101
9
Embudos Mágicos
Preludio
Durante mucho tiempo oí las historias que corrían entre 
los residentes de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de 
Chile acerca de las poderosas intervenciones de Carlos Al-
monte en las sesiones de terapia familiar. Hablaban de estas 
intervenciones con un perceptible dejo de admiración e incer-
tidumbre, como si hubiesen estado presentes en la creación de 
un nuevo mundo. Una y otra vez, las sucesivas generaciones 
de psiquiatras infantiles en formación se referían de la misma 
manera a ese estilo de hacer terapia, y una y otra vez contaban 
acerca de aquella realidad como si se estuvieran refiriendo a 
un modo resplandeciente de entrar en el mundo. No dejaban 
de recordarme el tono con que en el Perú me contaron de las 
prácticas ancestrales y misteriosas de los maestros chamanes, 
prácticas que parecen contener un profundo sentido de pro-
fecía e iniciación. Me hablaron de ellas del modo con que se 
revela una realidad «aparte», distinta de la «normal», y me 
contaron del poderoso influjo que su ejercicio producía sobre 
el universo espiritual de la gente.
Intenté acercarme cautamente a la forma de hacer terapia 
de Carlos Almonte. Después de un tiempo pude conocer el 
tejido íntimo de sus intervenciones, conversando largas ho-
ras con él. Descubrí que la esencia de su manera de trabajar 
residía en su habilidad de producir continuamente luminosas 
metáforas. El lenguaje de las metáforas es universal, y quien 
haya adquirido la capacidad de hablar metafóricamente pue-
10
Carlos Almonte
de hablar sin intermediarios con el mundo arquetípico del que 
en última instancia estamos hechos. Cité en clases de psicote-
rapia algunas de las metáforas de las que habíamos conversa-
do y me sorprendí doblemente con el hecho de que suscitaban 
una comprensión a priori que no requería de argumentación. 
Este libro es un intento por dar cuenta del luminoso universo 
de las metáforas que, a fin de cuentas, es el luminoso uni-
verso de las profundidades de la psique humana, colectiva e 
individual. En última instancia no solo pensamos en términos 
metafóricos sino que nuestro sentido personal no puede cons-
tituirse de otro modo que no sea una metáfora. 
El lenguaje de las metáforas se parece más a un canto que 
un bardo que a una estructura aristotélica. Saber decir me-
táforas es saber hablar realmente a los oídos más ocultos y 
profundos de los seres humanos. Sin duda, gran parte de su 
efecto está determinado por el ambiente dentro del cual sur-
gen, ambiente que es imposible reflejar en un escrito. A pesar 
de ello creemos que quien pueda leer este libro como quien 
escucha un canto, se hará una idea, más o menos fiel, de los 
-
ner lugar. Si es así, si se es capaz de escuchar el canto que hay 
detrás de las palabras estampadas en estas blancas hojas, se 
podrá disfrutar, como yo lo he hecho, del sentido profético 
y metafórico del universo de Carlos Almonte, un luminoso 
universo que, para quienes hemos sido sus discípulos, no ha 
de tener fin.
Luis Risco
Psiquiatra, Universidad de Chile
11
Embudos Mágicos
i
La metáfora: 
instrumento de comunicación 
e inducción de cambios
Hace tres mil años vivía en Jerusalén el profeta Natán, 
miembro del consejo de la monarquía davídica. Un día re-
cibió el cometido de ir a denunciar al rey un atroz crimen 
cometido por este en contra de uno de sus más fieles siervos 
y de advertirle de las consecuencias derivadas de su acción. 
Natán, conocedor de la sabiduría oriental, decidió asumir su 
responsabilidad relatando al rey David una parábola que le 
permitiera tomar conciencia de lo indigno de su actuar, y que 
después pronunciara una sentencia. 
¿Cómo construiría el relato? Natán sabía que el rey pro-
cedía de una familia pobre, que había sido pastor y que había 
tenido la condición de fugitivo, careciendo muchas veces de 
alimento y de un refugio adecuado. Elaboró un relato que 
hablaba de ovejas y de un hombre rico y un hombre pobre, 
y que ahora forma parte del Antiguo Testamento, Tenaj o 
Biblia Hebrea, y se registra en el libro segundo de Samuel1 
(cap.12, versículos 1 al 10). El relato cumplió plenamente su 
1 Yahvé envió a Natán ante David. Le dijo al rey: había dos hombres en una 
ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas, y el 
pobre no tenía más que una sola oveja, que él mismo había comprado y criado, 
y que había crecido con él y con sus hijos, comiendo de su bocado, bebiendo 
de su vaso y durmiendo en su seno igual que una hija. Un día llegó un viajero a 
visitar al hombre rico, y este no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas para 
dar de comer al caminante que había venido a visitarlo, sino que tomó la oveja 
de aquel hombre pobre y la preparó para quién había llegado de visita.
12
Carlos Almonte
objetivo y el rey, arrepentido, escribió uno de los más bellos 
metafórico, consideró los aspectos de mayor significación de 
la historia personal del rey y los aplicó en una metáfora, de la 
forma adecuada y en el momento preciso, cumpliendo plena-
mente así la misión que se le había encomendado sin desatar 
la ira del soberano.
Este relato ilustra la antigüedad de la metáfora, quizás 
tan antigua como la humanidad misma, la fuerza que puede 
llegar a tener, y la necesidad de crearla y aplicarla de acuerdo 
potenciar su impacto y obtener los efectos buscados. 
La motivación para escribir este libro surgió del encuentro 
casual con un colega en un pasillo del hospital universitario 
en el que he trabajado por largos años. Me propuso escribir 
-
coterapéutico, y cuando le pregunté ¿por qué de metáforas? 
y ¿por qué yo?, el colega respondió: «Muchos de nuestros 
residentes dicen que, cuando ven los procesos terapéuticos 
conducidospor usted, se han dado cuenta que el uso de me-
táforas es muy potente para las intervenciones y, que ade-
más de producir cambios inmediatos en el consultante o en 
sus familias, sigue haciendo efecto a través del tiempo, sigue 
hablando… como el arte. Quizás por eso el aprendizaje re-
sulta más atractivo y perdurable». Este comentario me hizo 
estar más atento a este aspecto de la terapia, y me indujo a 
de modo espontáneo, casi sin proponérmelo. Así, tomé con-
ciencia que el uso de metáforas ocurría en forma fluida y sin 
 Se encendió el furor de David violentamente contra aquel hombre, y dijo a 
Natán: «Vive Jahvé, que es digno de muerte el que tal hizo. Debe pagar cuatro 
veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa y no mostrar mise-
ricordia». Entonces dijo Natán a David: «Tú eres aquel hombre».
13
Embudos Mágicos
un plan preconcebido, y que cuando las usaba, correspondían 
tanto a metáforas de uso común y frecuente en el ambiente 
psicoterapéutico, como también a metáforas que emergían 
como manifestación de la capacidad creativa de los interac-
tuantes. También tomé conciencia de que en las terapias en 
que participaban miembros obsesivos o aquellas en que las 
familias eran resistentes a las intervenciones convencionales, 
las metáforas fluían en forma espontánea y abundante, evi-
tando de este modo que los obsesivos atraparan al terapeuta 
en sus círculos viciosos autorreforzantes y promoviendo, en 
los sistemas familiares resistentes, una apertura para que las 
intervenciones fuesen efectivas. De este modo, cuando otros 
caminos parecían bloqueados, las metáforas abrían nuevas 
rutas de alivio y sanación.
La comunicación metafórica es una intervención que in-
tenta sintetizar, focalizar y potenciar determinados momentos 
del proceso terapéutico en los que hay una resistencia persis-
tente al cambio en el consultante. La metáfora permite repre-
sentar en forma nítida una situación que, al ser percibida en 
forma confusa, induce a respuestas erróneas. El uso de metá-
foras es una de las herramientas privilegiadas del arte de la 
comunicación y de la psicoterapia implícita, entendiendo por 
terapia implícita aquella en la cual el terapeuta induce cam-
hecho o la forma en que se implementan, dirigiéndose a que 
el consultante tome conciencia sin sentirse amenazado o cues-
tionado y, por tanto, actúe defensivamente.
Por supuesto, una comunicación interpersonal empática 
constituye un ingrediente básico de todo proceso psicotera-
péutico, y también es esencial cuando se utilizan las metáfo-
ras. El terapeuta debe facilitar, desde el comienzo, el desarro-
llo de un clima relacional que se caracterice por el respeto, 
14
Carlos Almonte
la honestidad, la confianza y la reciprocidad, que permita al 
-
presar sus emociones reprimidas y replantear sus proyectos 
entre los aspectos verbales y no verbales de la comunicación. 
El uso de metáforas es particularmente útil para que el con-
sultante tome conciencia de hechos anteriormente negados, 
evitados, desplazados, disociados o proyectados: al coger los 
enriquece su comprensión del problema, visualiza las mejores 
opciones de resolución, y le sirve como modelo de lo curativo 
que significa el poder simbolizar.
El resultado del empleo de metáforas depende del tipo de 
patología, de la calidad de la relación terapéutica establecida, 
del clima emocional, de la oportunidad del uso, de la com-
-
lacional. En la selección de las metáforas debe considerarse 
-
sultantes (como por ejemplo en metáforas relacionadas con 
la agricultura, la construcción, la vivienda, la medicina, el 
transporte, el tránsito, etc.) y además es preciso emplearlas 
-
ral del uso como la consideración de los destinatarios inciden 
decisivamente en el potencial de la metáfora para producir 
vibraciones significativas. Un clima caracterizado por el res-
peto, la confianza y el humor facilita que la intervención sea 
-
pación porque las metáforas pudieran no ser entendidas por 
las personas a las que están dirigidas; esta inquietud puede 
resolverse a través de la confrontación con el paciente y/o los 
miembros de la familia quienes, la mayoría de las veces, in-
15
Embudos Mágicos
forman que ha sido plenamente comprendida sin necesidad 
de analizarla o de conversar más acerca de ella. 
Cuando los receptores de las metáforas presentan una es-
tructura personal relativamente normal, los efectos benéficos 
o paranoides, la intención de la metáfora puede ser distorsio-
nada y rechazada directamente con el argumento que ellos 
son lo suficientemente inteligentes para entender un lenguaje 
más directo o bien concretizando la metáfora, por ejemplo: a 
la metáfora de «esquivar al torero o no morder el anzuelo», 
pueden responder: «en nuestra casa no hay toreros ni pesca-
dores», de allí la necesidad de metacomunicarse al respecto 
con los consultantes.
17
Embudos Mágicos
ii
Condiciones y oportunidades 
del empleo de metáforas 
En las distintas fases de la psicoterapia pueden inter-
cambiarse representaciones metafóricas, ya sea por iniciativa 
del terapeuta o del consultante, para definir metas, precisar 
focos a intervenir e inducir cambios. En ocasiones, el consul-
tante puede utilizar metáforas que neutralizan la intervención 
terapéutica; en dichas situaciones, el ideal es que la respuesta 
metafórica del terapeuta pueda resolver el bloqueo y así conti-
nuar con el procedimiento sin nuevos obstáculos. Un ejemplo 
sencillo de lo señalado en relación con precisar focos y obje-
conyugal, uno de los miembros deseaba terminar la relación, 
en tanto que el otro anhelaba superar la crisis, restablecer una 
relación satisfactoria y continuar juntos el proyecto de fami-
lia. Desde sus inicios, la relación conyugal se había caracteri-
zado por la falta de reciprocidad frente al esfuerzo de uno de 
los cónyuges por hacer méritos y ser confirmado. El otro res-
pondía continuamente con descalificaciones y menosprecio. 
El miembro que deseaba perfeccionar y continuar la relación, 
ilimitados para alcanzar mi objetivo, subiré al Everest si es 
necesario para encontrarme en la cima con mi cónyuge». En 
un momento dado, el terapeuta sentenció: «si no se hace el 
ascenso en conjunto, lo más probable es que no alcance su 
objetivo, y si llega a la cima estará más solo que antes de ini-
ciar el ascenso». En la sesión siguiente se observaron cambios 
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Carlos Almonte
profundos en la actitud del miembro de la pareja que buscaba 
recomponerla; esencialmente, redujo significativamente sus 
intensos esfuerzos personales para arrastrar al otro, lo que le 
permitió focalizar y percibir de manera distinta la crisis.
Debido a que la mayoría de las metáforas que aquí citaremos 
-
rental, parentofilial, o fraterna, nos parece necesario referirnos, 
de manera muy general y atingente, a algunas características de 
la familia y de los subsistemas que la integran. En principio, en 
tanto funcionales como disfuncionales; los patrones y subsiste-
mas funcionales favorecen el desarrollo de la familia así como 
también el de cada uno de sus miembros, en tanto que los dis-
funcionales perturban ambos tipos de desarrollo.
Pueden distinguirse los siguientes subsistemas al interior 
de las familias, teniendo cada uno de ellos tareas, pautas e 
interacciones de distinta complejidad. 
A. Subsistema conyugal: es el primer subsistema que se 
establece al constituirse la familia. Las interacciones 
se refieren a aspectos privativos de los cónyuges, tales 
desarrollo de un proyecto de vida compartido.
B. Subsistema parental: constituido por ambos padres 
unidos con el propósito de velar por la salud física y 
mental de los hijos, la educación, la socialización, así 
como también la transmisión de valores que orienten 
las conductas de ellos. Para cumplir estos propósitos 
es necesario que ambos padres definan las normas y 
patrones de crianza, y que establezcan los límites que 
protejan los espacios de comunicación de los miem-
19
Embudos Mágicos
bros entresí y contribuyan a establecer un clima fa-
miliar satisfactorio que sea estable y persistente, y 
que les permita resolver los conflictos y realizar las 
tareas parentales señaladas. En los subsistemas mo-
noparentales las mismas tareas debe realizarlas el pa-
dre que está a cargo de los hijos.
C. Subsistema parento-filial: constituye una organización 
jerárquica en que cada uno de los padres interactúa 
con cada uno de los hijos; la calidad de la relación es 
responsabilidad de los participantes. Es posible que la 
relación maternofilial sea satisfactoria y la paternofilial 
insatisfactoria, o lo inverso.
D. Subsistema fraterno: está constituido por los hermanos y 
sus interacciones, pudiendo ser estas solidarias, recíprocas 
o bien, conflictivas, de desapego y con falta de compromiso.
usado en el tratamiento de diversos trastornos infantiles y 
de la adolescencia, los cuales pueden ser originados, man-
tenidos o agravados por disfunciones a nivel de cualquiera 
de los distintos subsistemas que componen la familia. Por 
ejemplo, el trastorno oposicionista desafiante y el trastorno 
disocial se asocian con frecuencia a disfunciones parento-
conyugales, parento-filiales y fraternas. Hay que tener en 
cuenta que los periodos críticos del desarrollo repercuten 
habitualmente en el funcionamiento de los subsistemas pa-
rental y parentofilial.
Las metáforas, entonces, deben usarse según el estilo de 
los consultantes, según el foco que se desea intervenir, según 
el subsistema que se desea afectar en su funcionalidad, y se-
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Carlos Almonte
gún el momento del ciclo vital de la familia o del sujeto. La 
mayoría de estos factores son implícitamente considerados 
cuando, muchas veces inconscientemente, escogemos una me-
táfora como instrumento para un proceso terapéutico.
21
Embudos Mágicos
iii
De los tipos de metáforas
Hay, como hemos señalado, metáforas enfocadas sobre 
individuos y metáforas enfocadas sobre sistemas y subsiste-
mas. Tienen algunas similitudes y diferencias notables. Aquí 
haremos algunas anotaciones sobre estas características.
iii.1. Metáforas Individuales
Seleccionamos algunas de las metáforas que utilizamos pre-
ferentemente en los procesos terapéuticos individuales, pero 
que también pueden utilizarse en los sistémicos. Hacemos 
trasmiten. El propósito de la ordenación es facilitar la com-
prensión de su uso y entender la mención que se hace de ellas 
en las narrativas con que continúa este ensayo. No es nuestro 
propósito realizar un catálogo para orientar la aplicación de 
estas metáforas en los distintos momentos de la terapia, ya 
que la metáfora se resiste a ser encerrada y/o agotada bajo 
fórmulas mecánicas.
Metáforas referidas al papel del terapeuta
La primera se aplica al inicio de una terapia familiar; las res-
tantes pueden usarse en psicoterapia individual y también en 
terapia familiar.
22
Carlos Almonte
 en terapia familiar estratégica represen-
ta el papel del terapeuta, quien protege los espacios de comu-
nicación, crea e intensifica focos, limita la monopolización y 
emplea esta metáfora cuando los miembros participantes in-
teractúan entre sí distrayendo a los otros miembros del proce-
so terapéutico, o un miembro protesta por las intervenciones 
e intenta desplazar al terapeuta, buscando hacerse cargo de la 
conducción del proceso.
 se refiere a que la evalua-
ción, el diseño estratégico y la propuesta terapéutica deben ser 
específicos para cada individuo, por lo que no es posible tomar 
decisiones antes de haber realizado estos procedimientos. Se em-
informe de la naturaleza, duración y resultados del tratamiento 
a las condiciones específicas que debe cumplir la metáfora para 
lograr plenamente su objetivo.
 tiene un objetivo análogo al de la 
-
ta, representando con ello que los procedimientos terapéuticos a 
emplear requieren de una evaluación de las características perso-
 «Aquí se reparan autos chocados, no 
buscamos al culpable». Cuando un grupo familiar se empeña en 
designar a un miembro como único responsable de la disfuncio-
nalidad familiar (chivo emisario), empleamos está metáfora para 
-
23
Embudos Mágicos
co los aspectos judiciales, los que, si están presentes, correspon-
den a otra instancia, centrándose así la terapia en la reparación 
y en la prevención de nuevos accidentes.
Metáforas de uso general
En este grupo están aquellas metáforas que utilizamos en si-
tuaciones tan diversas, como las relaciones interpersonales 
sanas, el tratamiento de trastornos de la personalidad, la te-
rapia de crisis y la de sistemas familiares con disfunciones 
moderadas a severas.
representa las relaciones no recíprocas. En 
estas un individuo puede entregar sus mejores recursos, esfuer-
zos y sentimientos en beneficio de una relación interpersonal en 
la cual resulta devaluado, criticado y sus intenciones mal inter-
pretadas. 
Ejemplo: el miembro de una pareja que realiza continua-
mente méritos para ser aprobado y recibe, en cambio, críticas, 
acciones, como ocurre en las colusiones sado-masoquistas, las 
que son frecuentes en personalidades dependientes vincula-
das estrechamente a personalidades narcisistas-obsesivas, 
carecen de empatía y de la posibilidad de disfrutar de las 
relaciones sanas.
 En la relación parento-filial representa la falta de reco-
padres a los hijos o viceversa. 
También puede usarse esta metáfora en el tratamiento de 
un hijo con trastorno narcisista de la personalidad, de quién 
24
Carlos Almonte
se espera reconocimiento por el buen trato ofrecido, y que 
este no sólo no lo otorga, sino que además no colabora, cri-
tica, desprestigia y no se hace cargo de sus deberes mínimos. 
También representa la inutilidad de los consejos reitera-
dos en el tratamiento de un niño con trastorno oposicionista 
desafiante con el objetivo de corregir sus conductas.
 esta metáfora implica que es 
necesario percibir y atender las señales familiares, y así aprender 
a distinguir las claves relacionales que indican seguridad o ries-
go, si es que se quiere avanzar hacia un destino. La comprensión 
de esta metáfora sirve para indicar el momento de intervenir o de 
callar, de continuar o acentuar relaciones conflictivas, o intentar 
nuevas opciones frente a obstáculos que han resultado insupera-
bles. También permite percibir el clima relacional.
 significa hacerse cargo de las decisiones y 
del ordenamiento de las acciones para resolver situaciones críti-
cas o confusas, como por ejemplo el duelo por una muerte ines-
perada, asumir la enfermedad grave o incurable de un familiar, 
el incendio de la vivienda etc.
 representa la necesidad de conservar el 
recuerdo de situaciones traumáticas del pasado, pero habién-
dolas asumido e integrado, de modo que no sigan ejerciendo 
efectos nocivos. Para crear un museo se requiere distinguir las 
situaciones actuales de las pasadas. Las actuales deben ser desac-
tivadas y resueltas y las pasadas integradas en los aspectos cog-
ilimitada del pasado en el presente que resulte, por ejemplo, en 
autoinculpación reiterativa o en heteroinculpación recíproca y 
destructiva, deben asumirse las situaciones del pasado, actuali-
25
Embudos Mágicos
zar las emociones reprimidas relacionadas con ellas, aliviar las 
tensiones, reparar los daños psíquicos, y desarrollar empatía y 
también capacidad de perdonar y ser perdonado. Todo esto que-
da representado a través de la creación de un museo metafórico, 
en el cual se deja todo aquello que ha de abandonarse una vez 
del museo puede representar, por sí misma, todo el proceso te-
rapéutico de situaciones traumáticas antiguas; a la vez, puede 
servir de advertencia para no repetir errores. También esta metá-
fora puede emplearse en conflictos conyugales, en que las incul-
paciones por hechos ocurridos en un pasado lejano se intercam-
bian una y otra vez entre los miembros de la pareja, originando 
frustración, impotencia y mayor daño. Se usa, por ejemplo, en 
casos en que uno de los miembros de la pareja inculpa al cónyu-ge por situaciones ocurridas en la ceremonia del matrimonio o 
en la luna de miel, distante, a veces, veinte o más años.
 se refiere a situaciones en que es 
necesario revisar la relación entre los esfuerzos y los logros, ya 
 cuando alguna situación ofensiva del pasado 
impide una recuperación completa, es necesario centrarse en ella 
a fin de que se produzca la curación plena.
 concretiza la situación de una persona des-
esperada, generalmente joven, que intenta suicidarse y a la cual 
sus padres intentan tranquilizar señalándole que sus relaciones 
son sanas, que tiene buena salud y que no tiene problemas eco-
-
tar emocional relacionado consigo mismo o con otras personas 
26
Carlos Almonte
significativas. En una depresión mayor puede no comprenderse 
que el individuo se pueda sentir desganado y desesperado y que 
sea necesario dejar salir el dolor, drenar la rabia reprimida, que 
es la forma de no intensificar la situación.
 es útil para personas con labilidad emocional, 
las emociones normales, como la rabia, la tristeza y el temor, y 
-
prensivo, a fin de evitar los desbordes continuos por situaciones 
nimias.
 concretiza la necesidad de cambiar la per-
cepción del mundo. Cuando los individuos no observan los as-
aspectos negativos, en una actitud permanentemente pesimista 
y quejosa o, por el contrario, no perciben los aspectos negativos 
y se dañan por ello, será necesario agudizar la visión y despejar 
los obstáculos. Su empleo ha sido efectivo en personas en actitud 
victimal, que tienen una cosmovisión depresiva. 
 metáfora que infunde esperanza 
al depresivo que no ve salida a su situación.
 se refiere a los cambios brus-
-
bir un mensaje neutro o bien intencionado, que interpreta como 
ofensivo.
 se emplea cuando una persona se 
desestabiliza luego de un largo período de tratamiento en que 
27
Embudos Mágicos
ha logrado compensar su trastorno, provocando en su familia 
desazón y los peores augurios. La metáfora apunta a lo breve 
que puede ser el episodio y que, incluso, este puede ser benefi-
cioso, ya que permite recordar que la familia debe mantener la 
estabilidad aún cuando el miembro sufra una descompensación, 
estimulando a aquella a mantener un clima que facilite la re-
cuperación, reduciendo así la posibilidad de potenciar patrones 
mantenedores y agravantes de la psicopatología y previniendo, 
de este modo, las recaídas.
 representa lo inútil de un esfuerzo reiterado que no 
produce efectos ni induce cambios, como ocurre con las repren-
siones, quejas y consejos repetitivos. Propone, implícitamente, 
que las energías deben ser enfocadas hacia actividades produc-
tivas. También se usa en el tratamiento de personas obsesivas, 
con el propósito de objetivar la inutilidad de sus pensamientos 
repetitivos que giran en torno a una idea fija que se intensifica al 
luchar contra ella, estableciéndose círculos viciosos.
Se refiere a persistir en un estado de permanente pasi-
vidad del que no se tiene conciencia. Por ejemplo, las conductas 
pasivas en hijos sobreprotegidos o la pasividad de los padres que 
minimizan o niegan el acto o los riesgos de hijos con gestos o 
intentos suicidas u homicidas.
tomar conciencia y salir de la pasividad, ya que las 
oportunidades no persisten y no pueden ser desperdiciadas. 
28
Carlos Almonte
 se refiere a la comunicación detallista, 
de escasa relevancia, de hechos del pasado, que puede resultar 
en un distractor que impide asumir las situaciones actuales no 
resueltas. También alude a la necesidad de priorizar entre hechos 
de distinta relevancia. Puede emplearse en pacientes fijados al 
pasado.
 se refiere a la necesidad de pro-
fundizar el proceso terapéutico y, en terapia individual, a la ne-
cesidad de penetrar en zonas muy defendidas.
 representa la respuesta violenta a la provo-
cación, como también la escalada simétrica de hostilidad y lucha 
destructiva por el poder en que se involucran las parejas y tam-
bién las relaciones parentofiliales. Luego de detener las acciones 
hay que dirigir los esfuerzos a la reconstrucción relacional, sobre 
todo si se trata de la relación parento-filial, que por su naturale-
za es persistente, de modo que la guerra resulta un modo insatis-
factorio de resolver problemas.
 
todo su aparato defensivo, en vez de las áreas nobles que de-
fiende. Por ejemplo, se usa en aquellas relaciones establecidas y 
mantenidas en un estilo de intercambio en que el miembro que 
se siente agredido despliega todas sus defensas, alejándose del 
diálogo neutral, vital y creativo. Situación frecuente en las dis-
funciones conyugales y parento-filiales.
 alude a las promesas repetidas, for-
malmente correctas, que habitualmente no se cumplen y que 
resulta ingenuo seguir aceptando; también puede incluir a las 
actitudes tramitadoras, en que el receptor, teniendo conciencia 
29
Embudos Mágicos
de lo doloso de estas, sigue aceptándolas. Situación frecuente en 
relaciones de parejas y en la relación parentofilial, en que ambas 
partes hacen promesas que no cumplen. Por ejemplo, el caso de 
los padres que generalmente ofrecen premios y los hijos prome-
ten comportarse bien.
Otro ejemplo es el del adolescente que en sus relaciones 
con los padres, con frecuencia, hace promesas para lograr que 
se complazcan sus demandas indebidas, las que habitualmen-
te no llevan a cabo; si es sorprendido en conductas inacepta-
bles, elude el castigo prometiendo cambios que generalmente 
no ocurren, y al señalársele el incumplimiento, reacciona con 
hostilidad, desagrado e incluso con violencia.
 se utiliza en el curso del proceso de terapia 
individual para significar los avances en el trabajo de los focos, 
el establecimiento de congruencias entre conductas, pensamien-
tos y sentimientos, y definir el trabajo que hay que realizar en el 
futuro.
30
Carlos Almonte
iii. 2. Metáforas sistémicas
Metáforas en terapia familiar sistémica
Señalaremos en primer lugar las metáforas que están dirigidas 
a la familia completa y luego focalizaremos en las orientadas 
a los diversos subsistemas que componen la familia.
I. Dirigidas a la familia completa
 representa las relaciones interpersona-
de distanciamiento. Para que se produzca música es necesario 
 representa un clima 
-
o al individuo que las comunica. Implica la necesidad de una 
válvula para descomprimir el ambiente, puesto que la tensión 
podría transformarse en violencia. La válvula representa la acep-
sanas.
31
Embudos Mágicos
Esta metáfora se emplea en familias en que ocurren epi-
-
sión, produciéndose como resultado un clima familiar hostil, 
tenso, en que cualquier hecho de menor cuantía desencadena 
potencian por las interacciones de los otros miembros que la 
-
II. Dirigidas al subsistema conyugal
 proyecto familiar de uno 
de los miembros del subsistema conyugal en el que emplea sus 
-
aplicarse a proyectos individuales inviables.
Ejemplo: cónyuge que desea tener hijos, en tanto el otro 
no los desea ni acepta. 
También está representado por el relato que se encuentra 
en las páginas que preceden, del marido que quería subir al 
Everest.
 establecer puntos de comunicación y en-
cuentro cuando los miembros del susbsistema están en hostili-
dad permanente, en bloqueo o en ruptura comunicacional. Los 
puentes representan el esfuerzo realizado durante las sesiones 
orientadas a ese objetivo; la responsabilidad de utilizarlos se 
delega al subsistema incomunicado. Se sugiere en matrimonios 
que han mantenido por años relaciones destructivas y rupturas 
32
Carlos Almonte
relacionales y que plantean la separación. Los puentes se refieren 
a cotejar en vez de interpretar, resolver los problemas en vez de 
buscar culpables o teorías al respecto, y compartir también mo-
mentos gratos, basados en la confianza y el respeto mutuo.
 ilustra la liberación psicológica o física de 
uno de los miembros atrapado en los círculos viciosos y mensa-
jes dobles vinculantes que han caracterizado una relación matri-
monial, por ejemplo, unacolusión sadomasoquista, en la que el 
miembro masoquista toma conciencia de la situación y se aleja 
de las provocaciones y conductas sádicas. También se refiere a 
adultos jóvenes que abandonan el hogar de sus padres que se ha 
caracterizado por conflictividad persistente.
 señala la capacidad de uno de 
los miembros para minimizar la gravedad de los hechos no rea-
lizando las correcciones indispensables; así, el acto resulta inútil 
y las situaciones persisten o se agravan.
 se refiere a la prudencia y crea-
que se necesita luego de salir de círculos viciosos y em-
prender interacciones desconocidas.
 necesidad de estudiar el sitio y momen-
to oportuno de proceder. Se aplica a miembros impulsivos que 
destruyen o se destruyen por actuar con imprudencia o plantear 
receptivo.
33
Embudos Mágicos
III. Subsistema parental y parentofilial
Metáforas referidas a la alianza de los padres 
en la fijación de límites:
 es esencial que ambos padres 
estén aliados en un proyecto familiar común que considere tanto 
las necesidades de desarrollo de ambos como las de los hijos. 
La «dirección de los remos» alude a la necesidad de alianza de 
los padres a fin de complementar los recursos personales para 
el logro de los objetivos deseados, mediante una relación inter-
personal basada en el compromiso y el afecto. Su aplicación se 
mostrará después en la narración «Una familia sana».
 -
rra, necesita límites en ambas riberas». Ilustra que el desarrollo 
humano requiere que ambos padres definan y mantengan límites 
que orienten la conducta de los hijos.
Ejemplo: el tratamiento de hijos inmaduros donde los pa-
dres han tenido una actitud sobreprotectora o de desacuerdo 
respecto a los estilos de crianza, lo que ha impedido o dificul-
tado el desarrollo psicosocial del hijo. También puede aplicar-
se en hijos con tendencias antisociales en que los padres no 
logran acuerdos para detenerlas.
en esta metáfora la imagen 
es la de un corral cuya puerta es de doble hoja. La comunicación 
implícita es que los límites, para ser efectivos, requieren de la 
acción conjunta de ambos padres. La puerta puede significar que 
sistema parental no sólo depende de la calidad personal de cada 
34
Carlos Almonte
uno de los miembros, sino, principalmente, de la capacidad de 
estos para actuar en forma conjunta y congruente para la funcio-
nalidad de la puerta. Se puede emplear en padres de adolescentes 
oposicionistas o con conductas antisociales que intentan sobre-
pasar todos los límites que aparecen en su camino, por ejemplo, 
no asistiendo a sus actividades educativas, desplegando violencia 
psicológica o física con los padres, destruyendo el patrimonio 
familiar o consumiendo drogas. Estos adolescentes, con frecuen-
cia, logran dividir a los padres para realizar y continuar sus con-
ductas perturbadoras. La idea de cerrar la puerta representa la 
necesidad que los padres pongan límites a los hijos y que estos 
Metáforas referidas a los estilos de socialización
 la gotera representa un estilo insatisfacto-
rio y persistente de relación y de corrección que consiste en la 
reiteración de órdenes, consejos y consignas que resultan odiosas 
y perturbadoras para el receptor, y que suelen, con frecuencia, 
intensificar el daño estructural, relacional o conductual que in-
perentorio, previo a cualquier otro objetivo, modificar el estilo 
de relación parentofilial, lograr que este sea más amable, antes 
de implementar métodos correctivos del comportamiento que 
puedan resultar eficientes.
 se refiere a la modificación del 
estilo de crianza renunciando a la sobreprotección, y en un sen-
tido distinto, estimulando el logro de la identidad a través de 
confiar y reconocer las capacidades de los hijos y fomentando 
la iniciativa, responsabilidad y autonomía en estos. Se destaca 
35
Embudos Mágicos
la necesidad de desprenderse de la silla en la que se llevaba día 
y noche a los hijos, ya que el desarrollo de la autonomía la hace 
innecesaria.
pero que, necesariamente, no lo es, ya que el aprendizaje requie-
re práctica, hay que entrar al agua para aprender a nadar. Implí-
citamente se refiere también a que tanto el aprendizaje como la 
superación de obstáculos no sólo requieren de un conocimiento 
teórico, sino que este debe ser ensayado a través de conductas de 
riesgo discreto. Ejemplo: en el tratamiento de un niño con ansie-
dad de separación o con fobia escolar, los padres suelen esperar 
que la angustia sea totalmente solucionada antes del retorno al 
-
ne al colegio, aún si persiste la angustia, a fin de que el trastorno 
sea efectivamente controlado. 
 esta metáfora se usa en fa-
milias que tienen miembros con personalidades inestables y que 
crean un clima de gran inseguridad, o en familias funcionales 
que viven en ambientes de alto riesgo social (delincuencia, tráfi-
co de drogas, etc.). Se refiere a la necesidad de lograr estructuras 
reciban daño. 
 la imagen es la de un automóvil 
con mucho motor, pero sin frenos, con el objetivo de representar 
las conductas impulsivas y de riesgo de un hijo que carece de 
-
ne continuamente a riesgos innecesarios.
36
Carlos Almonte
Metáforas en situaciones de crisis
 identifica al miembro más sen-
sible a los cambios del clima familiar y que reacciona con oscila-
ciones del ánimo y del humor; sus reacciones pueden alertar a los 
otros miembros de la intensificación de conflictos no resueltos. 
 se trata del incendio 
inicial de una casa, de tal modo que no se han producido aún 
daños interiores visibles, por lo que sus habitantes pueden mini-
-
ción del fuego. El mensaje implícito es considerar seriamente y 
actuar desde el inicio en los trastornos de conducta, conductas 
autodestructivas, gestos suicidas, uso de sustancias, trastornos 
de alimentación y otros, antes que los daños sean irreversibles. 
Se emplea cuando uno o varios consultantes niegan o minimizan 
la gravedad del motivo de consulta y buscan postergar indefini-
damente su corrección, esperando una mejoría espontánea que, 
en general, no ocurre.
 se 
emplea en situaciones de urgencia o de riesgo vital, como son los 
intentos graves de suicidio, en que los padres suelen estar más 
tomar medidas para corregir y evitar que la situación se repita.
 esta imagen refleja un aconteci-
gran intensidad) que repercute en todos los miembros del siste-
ma y puede producir daño irreversible en alguno de estos o en la 
organización familiar. Ejemplo: accidentes con lesiones graves o 
37
Embudos Mágicos
fallecimiento, separaciones, encarcelamiento y el suicidio u ho-
micidio de un miembro de la familia. Permite manejar nociones 
como actividad tectónica, réplicas, necesidad de soportes para 
algunos edificios o casas, etc.
Metáforas acerca del poder
 representa lo aconsejable de no acusar 
recibo de las provocaciones, devaluaciones, agresiones verbales, 
descalificaciones o inculpaciones. A esas propuestas corresponde 
neutralizarlas, establecer una mayor distancia psicológica, reti-
rarse del campo interactivo y de ninguna manera devolverlas. 
Situaciones de esta clase se observan en las relaciones conyuga-
les, parentofiliales y fraternas en que habitualmente, frente a la 
provocación, se responde con hostilidad y se desata o agrava un 
conflicto.
 el provocador intenta desestabilizar al 
provocado para tener el control de la situación. Representa las 
conductas manipulatorias y provocativas persistentes. El men-
saje implícito es estar alerta para no entrar al círculo de la pro-
vocación, ya que resulta nefasto hacerlo. En el trastorno oposi-
cionista desafiante del hijo, si los padres perciben la intención 
manipulatoria de estas conductas, pueden decidir cómo y cuan-
do responder en forma adecuada. Su uso está ejemplificado tam-
bién en la narrativa «Una familia sana», que está desarrollada 
en el capítulo cuarto.
 se refiere a la persona que es provoca-
da en forma persistente en sus debilidades por un manipulador. 
Es análoga a la figura de la metáfora anterior.
38
Carlos Almontese refiere a las inútiles y agotadoras 
luchas por el poder entre los padres o entre los padres y los hijos. 
En la lucha de elefantes, el macho más fuerte se queda con el 
rebaño, debiendo el más débil abandonarlo. En las familias con 
niños y adolescentes es necesario que los conflictos se resuelvan 
 se refiere a la relación en la 
que uno de los miembros no reconoce los esfuerzos del otro, 
(rasgos obsesivos, narcisistas, sádicos) y complementariamente, 
(rasgos dependientes, masoquistas) sin alcanzar el mérito busca-
do. Es frecuente en las relaciones conyugales destructivas y en las 
los padres no les permiten visualizar los avances del hijo oposi-
cionista desafiante.
 representa el uso y el abu-
so del poder usurpado. Se refiere al hijo que invierte roles, hace 
-
nazando con abandonar la realización de tareas, autoagredirse, 
abandonar el hogar o destruir bienes. Un ejemplo clásico es el 
-
jación de límites y manipula para imponer su voluntad; se le 
hace referencia a lo impropio de tales conductas, ya que los re-
yes están vigentes y en ejercicio del poder. Hemos utilizado esta 
imagen con padres que no están conscientes de lo injusto de la 
situación a que están diariamente sometidos. 
 se refiere a la necesidad permanente 
de padres complacientes de ser aprobados por los hijos, los que, 
39
Embudos Mágicos
al invertirse los papeles, carecen de la capacidad de reconocer y 
a los hijos cuyos padres no reconocen los logros e ignoran los 
-
 representa la actitud del manipula-
receptor la complacencia inmediata de supuestas necesidades o 
manipulado. Invita a tomar conciencia de las situaciones abusi-
vas, así como de la necesidad de ignorar y no responder a estas 
demandas, abandonando la ingenua esperanza de que el mani-
pulador renuncie a su poder abusivo. Ejemplo: un hijo pasivo 
dependiente que no cumple con sus obligaciones básicas, hace 
complacencia de todas sus ocurrencias.
Metáforas acerca del desarrollo
 representa el papel de los proge-
nitores y educadores en el desarrollo personal de los hijos. Ob-
jetiva la necesidad de que aquellos realicen bien su papel, el cual 
tiene que ver con preparar el terreno, elegir la semilla, sembrar, 
regar, desmalezar y esperar pacientemente el fruto, percibiendo 
y reconociendo los logros parciales que conlleva este proceso. 
Se emplea, por ejemplo, con padres que tienen un hijo oposi-
cionista-desafiante que esperan cambios inmediatos, estables y 
permanentes. 
40
Carlos Almonte
 metáfora referida a la autonomía 
y a la necesidad de los padres de reconocerla, facilitarla 
están en la adolescencia media y terminal, así como también en 
hijos adultos que continúan viviendo con los padres.
 se refiere a los esfuerzos necesarios que 
implica el proceso de desarrollo, a sus momentos de progreso, de 
descanso y de superación de obstáculos. Señala al mismo tiempo 
la necesidad de que los educadores reconozcan los esfuerzos y 
estimulen el logro de cada etapa, sin esperar hasta el resultado 
final para hacerlo. Si, por el contrario, se pone el acento en la 
pasividad, el hijo puede terminar centrando la atención familiar 
y así no hacer esfuerzo alguno para lograr la autonomía.
41
Embudos Mágicos
IV
Narrativas
Las historias y relatos que siguen 
procesos terapéuticos llevados a cabo con personas y familias 
reales. En ellos se puede apreciar la aplicación de algunas de 
las metáforas descritas, tanto en terapias individuales como 
familiares. Las metáforas pueden haber sido utilizadas en di-
ferentes momentos del proceso, al inicio, en el desarrollo o en 
el cierre de la terapia; en este último caso, la metáfora tiende 
a constituir una síntesis del proceso.
A. Narrativas de procesos individuales
El dilema eterno de la obsesividad
Hacía algunas horas que se había iniciado el año 1978 cuan-
do tuve el primer encuentro con Guillermo. Era la tarde de un 
día en que las nubes alternaban con el sol, la luz con la oscu-
ridad. Guillermo era un adolescente, miembro de una familia 
numerosa, en la que algunos hermanos tenían una discapaci-
dad física severa y progresiva de origen genético. Guillermo 
pasaba los días rumiando los problemas familiares de salud y 
de finanzas y la dificultad de deglutirlos le producía un cons-
tante estado de atoramiento, penoso y agobiante y sólo los 
líquidos lograban atravesar la barrera. Guillermo periódica-
mente recordaba una situación traumática ocurrida diecio-
cho meses antes, ocasión en que se atragantó con un trozo de 
42
Carlos Almonte
carne y tuvo la aterradora vivencia de su muerte inminente, 
¿de qué se trataba el fenómeno clínico?, ¿conversión, fobia, 
trastorno por estrés post-traumático? Sin ser psicólogo ni psi-
coanalista, Guillermo trataba de discriminar la naturaleza del 
trastorno utilizando la mayor parte de su vida activa y de su 
vida fantasiosa y onírica en la resolución de esta interrogan-
te. Pensaba que, si se equivocaba en la interpretación o en 
el recuerdo preciso de los hechos, podía confundir a quien 
quisiera escucharle; quizás, además, su interlocutor podría 
proponerle nuevas hipótesis atormentadoras y si alguna de 
estas fuese la verdadera y él la despreciaba, o si por ocupar el 
tiempo en una hipótesis falsa se agravaba la sintomatología, 
¿qué sucedería si se muriese y no hubiese otra vida, o si hubie-
se otra vida y no estuviese preparado para ella? Estas eran sus 
cavilaciones, que continuaban una detrás de la otra, sin parar, 
hasta llegar al agotamiento, sin que Guillermo alcanzara una 
respuesta satisfactoria. Luego de relatar esta historia en la en-
trevista, Guillermo preguntó: «¿qué puedo hacer doctor?». 
La respuesta fue inmediata: «todas las hipótesis que has pro-
-
vas, has llegado a creer que tu situación es incurable, conclu-
sión que también es falsa, pues tu problema tiene solución». 
Guillermo preguntó sorprendido: «¿qué debo hacer?». 
« durante dos horas», respondí. 
Entonces preguntó: «¿qué cantidad, fría, caliente, tibia?». 
«Eso es de tu libre elección –dije–, después me cuentas el re-
sultado». Me miró, se fue y volvió una semana después. Me 
dijo en forma desafiante: «No seguí sus instrucciones y tengo 
la mente en blanco, ¿qué puedo hacer?». Contesté: «Descansa 
y disfruta del silencio». Él dijo: «Es insoportable tener la men-
te en blanco, ¿qué hago?». La respuesta fue otra vez: «
43
Embudos Mágicos
tiempo». «¿Hago algo más?». Respondí pausadamente: «Por 
el momento no es necesario». 
Volvió unos días después. Luego de saludarme, me espetó: 
«No hice lo que me prescribió». «Parece que no quieres me-
jorar», le dije. Él respondió: «Ya me mejoré, me alimento sin 
dificultades y disfruto de todos los sabores, ¿qué más hago?». 
Respondí con indiferencia: «Si estás bien no regreses». Pa-
saron cinco meses y una tarde volvió; me dijo que estudiaba 
en una universidad de provincia, cuestionó su elección profe-
sional y habló acerca de lo insoportable que le resultaba su 
lejanía del hogar y el estar obsesionado por regresar a casa. 
día. Pasaron algunos meses y cuando regresó, me resumió los 
hechos más importantes que habían ocurrido. Había abando-
nado los estudios y había vuelto a tener síntomas angustiosos 
relacionados con el agravamiento de la discapacidad respi-
ratoria de sus hermanos, que amenazaba persistentemente 
atentamente, le dije: «Me he percatado que eres el barómetro, 
el individuo más sensible de la familia, que detecta con gran 
anticipación las tormentas que se avecinan. Es necesario que 
permanezcas en tu casa y que no estudies para cumplir bien 
esta tarea». Guillermo sentía una gran ansiedad al pensar que 
algún día tendría que separarse definitivamente de su madre. 
Esta vez el intervalo hasta su retorno fue más prolongado 
y transcurrieron dos años antes que volviera. Se sentía inha-
tenía que hacer por vía aérea debido a la inmensa angustia 
-
barque. De hecho, cuando lo llamaron para subir al avión fue 
incapaz de ingresar al aparato, y saliendo del aeropuerto, se 
dirigió de inmediatoa la consulta. Lo escuché, lo acogí, y le 
44
Carlos Almonte
dije: «Es verdad que resulta absurdo volar en el interior de 
un tubo metálico. Sin embargo debes dirigirte enseguida al 
-
no elegido». De cierta manera, le confirmé que su sensación 
acerca del avión era legítima, a pesar de lo cual debía realizar 
el viaje. «Ya», dijo. Se sintió aliviado, volvió al aeropuerto y 
tomó el siguiente avión. Los obsesivos se inmovilizan por su 
eterno dilema de no equivocarse. Luchan entre ideas contra-
puestas sin encontrar una que las integre. Si optan, sienten 
que la solución no es perfecta y por lo tanto no es aceptable, 
y son incapaces de encontrar una respuesta que integre los 
elementos contradictorios. La indicación de subir al avión 
vino a desequilibrar el dilema a favor de la solución deseada 
o necesaria.
En los cuatro años siguientes volví a verlo sólo en dos 
oportunidades, separadas por dos años entre sí, y luego pasa-
ron cinco años más antes de que regresara. En esa oportuni-
dad me relató que había circulado por numerosas consultas 
de psicólogos y psiquiatras de gran prestigio en la ciudad y 
que incluso había visitado a un psicólogo chino, el cual ter-
minó perdiendo la paciencia. Le dije: «Aún te faltan los espe-
cialistas de Argentina, Brasil, Estados Unidos y Europa». Le 
-
riencias, y le dije que además sería recomendable que antes 
de hacerlo recibiera el título de periodista en la mejor escuela 
de la mejor universidad nacional. «¿Qué otra cosa puedo ha-
cer?», inquirió. Le respondí: «Vive tu vida, disfruta del ali-
mento, del trabajo y del sueño». «¿Y de qué otras cosas debo 
disfrutar?», preguntó a su vez. La respuesta fue: «Con eso 
basta, adiós».
Continuó con sus ciclos de consultas cada dos o tres años 
hasta el dos mil tres, cuando tuvo lugar el último encuentro. 
45
Embudos Mágicos
Al ingresar a mi oficina le saludé con afecto y le dije: «Espe-
raba en estos días tu retorno, ya que de acuerdo a la regula-
ridad de tus apariciones correspondía que volvieras ahora». 
Preguntó: «¿Soy cíclico?». «Consultas periódicamente», res-
pondí. A propósito de su vida sentimental relató que seguía 
soltero, «Estoy adicto a una relación sadomasoquista, tengo 
temor de consumar un homicidio o enloquecer. Temo asesi-
nar a J., con ella intercambiamos con regularidad agresiones 
busco como el adicto a su droga, pienso que me costará dejar-
la, estoy atrapado». Lo miré con bondad y le dije: «Creo que 
evitas sentir la felicidad que resultaría del alejamiento defini-
tivo de tu ‘enemiga’; en verdad, si esto ocurriera, deberías rea-
lizar una fiesta por tu liberación». Preguntó entonces: «¿Qué 
puedo hacer?». «Debes seguir solo y soltero. Es lo que has 
logrado. Debes asumir tu soledad y disfrutarla». Guillermo 
preguntó entonces: «¿Por qué la relación de pareja se volvió 
tan agresiva?». Le dije: «Por las frustraciones recíprocas deri-
vadas de proyectos de pareja incompatibles». 
Guillermo tenía un proyecto de familia basado en una 
relación sentimental estable, que podría completarse con el 
aventuras, no quería compromisos con nadie y su proyecto 
y menos aún tener hijos. Comenté que el error había sido la 
elección: « -
-
formarse en una madera noble». 
Hizo un gesto de complicidad, luego del cual le pedí au-
torización para escribir un relato en que él fuera el personaje 
principal, utilizando para ello mis recuerdos, anotaciones y 
46
Carlos Almonte
algunas fantasías que, ocultando su identidad, le dieran co-
herencia al escrito. Me autorizó de inmediato y solicitó que 
cuando estuviera impreso le proporcionara un ejemplar, ya 
que este relato formaba una parte muy importante de su vida. 
Hice un gesto de aceptación y nos despedimos. 
Han pasado treinta años desde nuestro primer encuentro, 
la relación terapéutica persiste y los encuentros se repiten con 
regularidad cada dos o tres años. Los problemas familiares se 
desplazaron hacia el área laboral y de pareja. Pasarán otros 
treinta años y los temas actuales ya habrán perdido su vigen-
cia y serán reemplazados por problemas de la tercera edad. 
¿Nos volveremos a encontrar en el dos mil diez? Por los giros 
de la vida, después de esta entrevista, Guillermo estableció 
-
go plena confianza en el doctor, nunca me ha fallado cada vez 
que he consultado. Escucha con atención y luego hace algu-
nas afirmaciones que no logro comprender porque no están 
en relación estricta con lo que le he dicho, pero que intuyo es 
-
pre, Guillermo.
A las invitaciones reiteradas del paciente obsesivo, di-
rigidas al psicoterapeuta, para que este entre en su círculo 
de dubitación persistente, el terapeuta puede responder con 
mensajes paradójicos o metafóricos creados, la mayoría de 
las veces, en forma espontánea en el transcurso de la sesión, 
con el objetivo de no quedar atrapado e inmovilizado en las 
redes del paciente.
En este relato puede apreciarse la precocidad y persisten-
cia de ciertos rasgos obsesivos a los que, en forma periódica, 
se ligan elementos fóbicos, que son posibles de controlar o 
47
Embudos Mágicos
 También es destacable la adherencia a la relación, a 
pesar de peregrinar y continuar peregrinando en consultas de 
especialistas de distintas orientaciones teóricas.
 La metáfora del mueblista, por cierto, apunta de lleno a 
Un ritual ordálico
Recuerdo que recién había cumplido veintitrés años y estaba 
estudiando en una universidad de la capital. Me había invo-
lucrado en mis estudios con pasión y cuando miraba hacia 
campo profesional. Seguramente por mis condiciones per-
sonales no me sería difícil llegar a ser una docente destaca-
da en mi especialidad. Todo iba bien, hasta que uno de los 
contenidos curriculares que se refería al maltrato infantil me 
provocó un estado de angustia insoportable relacionado con 
la movilización de vivencias traumáticas de la infancia, no 
desesperación tan intensa que me llevó a replantear mi elec-
ción profesional, y consideré las siguientes opciones: abando-
nar el estudio y mis proyectos profesionales en forma defini-
tiva, congelar el semestre y optar por otra carrera, empezar 
a trabajar en lo que fuera, o buscar ayuda profesional para 
tratar de superar la situación de crisis en que me encontraba. 
Mi intuición y capacidad de lucha me impedían optar por las 
primeras, de modo que elegí la última. Me sometería a un 
tratamiento psicológico con el objetivo de reparar mis trau-
mas, reducir mi vulnerabilidad a la angustia, continuar mis 
48
Carlos Almonte
estudios y recuperar mi vitalidad, la paz interior y la capaci-
dad de disfrutar. Por mi hábito de informarme acuciosamente 
antes de tomar decisiones, recurrí a mis amigos que sabían de 
psicoterapia pidiendo consejo; me contaron que había diver-
sas técnicas que podían emplearse para mi sanación: técni-
cas regresivas, de actuación, en que se programaban sesiones 
para asesinar simbólicamente al programador, u otras en que 
se hacían juicios al modo de las ordalías de la Edad Media, 
que terminaban con el ajusticiamiento simbólico del culpable, 
con su figura siendo quemada en la hoguera de un brasero, 
lo que formaba parte del ritual. Si bien el procedimiento me 
parecía alucinante, mi espíritu crítico lo rechazó. El fuego no 
podría destruir a mi padre ni retirarlo definitivamente de mi 
memoria, tampoco podría reparar las secuelas psicológicas 
sometida desde la niñez hasta la adolescencia.
Aun más, mis conocimientos de la historia me hacían in-
viable someterme a un ritual de esta naturaleza. ¿No se había 
quemado por cientos de años, en algunas comunidades cris-
tianas, un muñeco que representaba a Judas Iscariote, como 
ritual de término de la festividad anual que conmemora la 
pasión y muerte de Jesús, lográndose con este ritual que Ju-
das llegara a ser uno de los discípulos más conocidos por el 
e incluso Judas, el hermano de Jacobo? ¿No había pasado 
también con Juan Hus, rector de la Universidad de Praga, 
cuyo cuerpo fue consumido por las llamas de la hoguera en 
Constanza, y cuyaestatua monumental ocupa hoy una par-
te importante de la plaza central de Praga? Lo mismo había 
frente a la Iglesia de la Santa Croce, donde hoy se encuentra 
la Opera Savonarola. Y también recordé a Juana de Arco, 
49
Embudos Mágicos
que fue consumida en la hoguera y para cuya memoria se 
levanta actualmente en París una estatua ecuestre revestida 
de láminas de oro. Luego de pensar en todo esto decidí no 
participar, aunque fuera en forma simbólica, de un ritual de 
esa naturaleza, ni tampoco en el procedimiento del asesinato 
del programador, ya que los padres sobreviven en el recuerdo 
de los hijos aún años después de que han muerto. Los padres 
siempre serán los padres, hagan lo que hagan, porque es im-
posible renunciar a ellos, y siempre se ha de portar su heren-
cia cultural y genética.
-
boriosidad y el tesón. A partir de sus abusos, por rebeldía, 
desarrollé un respeto casi sacramental por el dolor de niños 
y jóvenes, y una determinación de trabajar por la rehabilita-
ción de víctimas de abuso. De su deshonestidad saqué fuerza 
para optar por una honestidad que prevaleciera frente a las 
tensiones y avatares de la vida. No, nunca podré quemar a mi 
padre. Solo se quema legítimamente la basura. 
Un familiar me recomendó someterme a una terapia cen-
trada en el presente, «en el aquí y el ahora». Argumentaba 
que volver al pasado era hacer arqueología y que, ya que la 
vida es breve, debía disfrutar de toda la música que mis oídos 
escucharan, de todo lo bello que mis ojos vieran, de todos las 
fragancias que mi olfato percibiera y de todas las sensaciones 
que mis receptores térmicos y táctiles captaran en el contacto 
con mis seres amados. Y por supuesto, debía disfrutar de to-
das las delikatessen culinarias de la cocina que se me pusieran 
enfrente; finalmente debía recuperar mi capacidad vibratoria 
en mis interacciones con gente con la que sintiera empatía.
Cuestionaba esta propuesta terapéutica con las siguientes 
pasado cuando nací, 
cuando inicié mis estudios superiores, cuando nació mi hijo? 
50
Carlos Almonte
Yo soy mi pasado y como individuo de la especie humana no 
puedo renunciar a él.
Buscando solucionar mis inquietudes y sufrimientos lle-
gué a la consulta de un psiquiatra que me recomendaron 
por ser diferente. Quizás él podría ofrecerme un camino más 
viable. Cuando ingresé a su oficina me recibió con una acti-
tud relajada, amigable, que me indujo confianza y facilitó el 
inicio de la relación terapéutica. Me presenté diciendo: «me 
han dicho que usted es un psiquiatra diferente a los otros». 
que todos los psiquiatras sean diferentes entre sí, no creo que 
haya una personalidad psiquiátrica típica. En todo caso yo 
no pretendo ser igual a otros, aunque uso los mismos fárma-
cos y técnicas que han sido validados como efectivos en las 
evaluaciones que se hacen al terminar el tratamiento de los 
trastornos». Le comuniqué que había hecho las reservas eco-
nómicas y había distribuido mi tiempo de tal modo que po-
dría concurrir tres veces por semana durante dos años, lo que 
de acuerdo a mis cálculos podría ser un tiempo suficiente para 
algunos segundos respondió: «tu propuesta no calza con mi 
estilo de trabajo. Yo soy un psiquiatra rígido, estereotipado y 
de pacientes con intento de suicidio grave y que al inicio del 
tratamiento pueden llegar a requerir dos a tres controles se-
manales». Luego me formuló su propuesta a fin de negociar 
un acuerdo. Enfatizó: «ya hemos logrado la alianza terapéu-
tica, la que habitualmente se logra en tres a cuatro sesiones. 
El mérito es tuyo y está determinado por tu honestidad, intui-
ción, inteligencia y capacidad crítica. Mi estilo de trabajo, en 
cuanto a frecuencia, consiste en tener una sesión semanal y no 
51
Embudos Mágicos
o argumentos suyos sean convincentes». Me propuso iniciar 
la psicoterapia con una sesión semanal durante tres meses, 
realizar entonces la evaluación del proceso, y de acuerdo a 
los resultados, decidir la intensidad y duración de este. Quedé 
sorprendida, pero acepté.
En el transcurso de la terapia el psiquiatra comentó que 
-
celente memoria permitían reconstruir las escenas del pasado 
con una facilidad y fuerza dramática que pocas veces había 
observado; sus palabras me resultaron estimulantes y confir-
maron mi decisión de lograr superar los efectos de las situa-
ciones traumáticas del pasado.
Al completar la séptima semana de terapia, el psiquiatra 
-
facial: «debes construir un museo». Después guardó silencio. 
Lo miré detenidamente y escudriñé cada gesto o movimien-
to corporal, pero él permanecía estatuario. No había ningún 
elemento para descifrar su mensaje, así es que no tuve más 
opción que preguntarle: «¿de qué se trata su propuesta?, ¿por 
«debes 
, no abierto al público, sólo ase-
quible para ti en ocasiones solemnes y no más de una vez al 
año». Mi intuición me hizo captar parte del contenido que 
en mi pasado que formaban parte irrenunciable de mi bio-
grafía, por lo que era imposible intentar destruirlos, negarlos 
o suprimirlos. Sólo que debía retirarlos de mi vida cotidiana 
y resguardarlos en un lugar seguro, fuera del alcance de mi-
radas curiosas. A este museo podría ocasionalmente acceder 
para recordar los traumas del pasado y su elaboración. Así, 
guardados trauma y elaboración allí, podría iniciar una nue-
52
Carlos Almonte
va integración que me permitiera sentirme realizada y recupe-
rar el sentido de la vida. 
Acepté la propuesta del psiquiatra y en la semana siguien-
te me ocupé afanosamente de seleccionar los recuerdos que 
debían ocupar los anaqueles del susodicho museo. Los separé 
cuidadosamente de otros recuerdos, «les quité el polvo, los 
reparé y los fui archivando ordenadamente».
Cuando regresé a la siguiente sesión, el psiquiatra me sa-
ludó con amabilidad y me preguntó: «¿cómo va la construc-
las terminaciones y he iniciado su habilitación». El psiquiatra 
creatividad y criterio para darle término. Cuando lo hayas 
logrado, inaugúralo sola para conservar los aspectos más ínti-
mos de tu personalidad. Yo te acompañaré en mis fantasías y 
pensamientos, de ningún modo en ese momento necesitas mi 
presencia física, la que podría interpretarse como una super-
visión o crítica implícita».
Transcurrieron tres meses a una velocidad pasmosa. Era 
como si sólo ayer hubiera iniciado mi proceso y ya venía 
la evaluación. ¿Cómo resultaría esta? Mi intuición, en esta 
oportunidad, no funcionaba; estaba ansiosa de que llegara el 
momento.
Cuando el psiquiatra me recibió estaba tan relajado como 
-
nó hacia atrás en su sillón y me preguntó: «¿cómo siguen tus 
estudios y opciones laborales?» Le respondí: «estoy muy mo-
tivada, disfruto de mi formación, he decidido especializarme 
en el tema del maltrato, es mi vocación». El psiquiatra pre-
guntó: «¿cómo está tu familia, cómo quedó el museo, cómo 
resultó la inauguración?». Por mis gestos de agradecimien-
to sonrió y sentenció: «La terapia ha terminado, si alguna 
53
Embudos Mágicos
vez necesitas volver puedes contar conmigo». Hice gestos de 
aceptación y me despedí sintiendo una paz interior que nunca 
-
pósito de regresar cuanto antes. 
Han pasado los años y no he regresado a consultar porque 
-
-
trucción, y de cuánto pasado perturbador quedé liberada.
En psicoterapia individual la metáfora del museo puede 
representar una luz que ilumina un túnel tenebroso o el único 
camino de salida para quienes se sienten atrapados, confun-
La precisión en la oportunidad para usarla es muy rele-
vante para la obtención de los mejores resultados. En esta 
ocasión la metáfora se empleó en la última etapa de un pro-
ceso terapéutico que había transcurrido en forma satisfacto-
ria ya que se había logrado una profunda alianza terapéutica 
basada en la empatía, el respeto y la confianza. Esta atmós-
fera permitió a la consultante reelaborar las situaciones trau-
máticas, pudiendo desprenderse así de la invasión recurrente 
de recuerdos dolorosos y de sentimientos de impotencia, re-
sentimientoy desvalimiento que interferían en las relaciones 
interpersonales de mayor compromiso afectivo. Le permitió 
asimismo desarrollar mecanismos defensivos más eficientes y 
persistir en la decisión de perdonar las situaciones irreversi-
bles del pasado. El uso de esta metáfora al inicio del proceso 
no hubiese sido tan recomendable, porque podría interpretar-
se la intervención como una descalificación de los sentimien-
tos del paciente o la descalificación de su pasado histórico, va-
54
Carlos Almonte
que, en casos como el relatado, resulta insuficiente.
En este proceso terapéutico, esta metáfora es la única que 
se empleó y sin duda sintetiza los aspectos esenciales de este 
proceso terapéutico.
Una familia sana
consultar. Era el menor de cuatro hermanos. Los dos ma-
yores eran profesionales y el tercero, de dieciséis años, era 
«un adolescente modelo». Los problemas de la familia es-
provocativas, postergadoras, de violencia física y verbal con 
compañeros y adultos, que se desencadenaban cuando sus ca-
-
cursado hasta cuarto básico. Sus padres habían consultado a 
numerosos profesionales, quienes focalizaban el tratamiento 
efectuar.
El primer encuentro con esta familia ocurrió en la sala de 
-
dose en conjunto un curioso grupo escultural. Cuando los 
padres fueron llamados para iniciar la consulta, procedieron 
a descalificarse recíprocamente mientras se dirigían a la sala. 
Ya en el interior de esta, el padre ordenó la forma en que cada 
uno debía sentarse y determinó quien debía iniciar el diálogo. 
El hermano de dieciséis años inició su discurso argumentando 
que él pertenecía a una familia sana, ya que sus padres nunca 
se habían separado, y que sus hermanos mayores, que eran 
55
Embudos Mágicos
profesionales, vivían en una ciudad balneario, siendo uno de 
parte de los colegios y los hurtos como fenómenos transito-
rios y normales, como correspondía a un miembro de una 
familia sana que, por lo tanto, no necesitaba tratamiento.
Los objetivos de la sesión eran conocer los proyectos de 
la familia, los problemas no resueltos, así como también los 
patrones interaccionales más recurrentes. Durante la sesión, 
-
manentemente sus antebrazos. Cuando al padre le tocó su 
-
multáneamente y en forma reiterada, corregía sus posturas, 
gestos y movimientos involuntarios. La madre refirió que ella 
había cumplido celosamente sus deberes hacia el hijo, cada 
año había buscado colegios distintos en los que permanecía 
que el colegio, al que actualmente asistía su hijo, no era el 
adecuado para las características de este. 
Cuando lo consideré oportuno intervine compartiendo 
con ellos mi visión de la familia y de su funcionalidad. Am-
bos padres habían sido capaces de ejercer su rol educativo, 
lo que quedaba demostrado por los logros obtenidos por los 
tres hijos mayores. Ambos estaban involucrados en una lucha 
por el poder que se hacía evidente en la incongruencia de sus 
quien describí como un 
-
56
Carlos Almonte
 El padre hizo gestos de aproba-
ción y dijo: «he captado todo». En tanto, la madre se mostra-
ba confusa y dubitativa. Reforzando lo dicho anteriormente, 
recomendé que no se involucraran en 
tanta maestría, hacía con su capa el torero, ya que los resul-
tados no serían favorables para ellos. Además recomendé que 
se aliaran en beneficio propio y de su hijo, remando hacia 
La madre y el hermano dijeron no haber 
claro, yo soy el pescador y mis padres los pescados». Antes 
de su intervención espontánea, en varias oportunidades se le 
tenía de su familia y de sus problemas, pero hábilmente ha-
bía utilizado maniobras evasivas y distractoras que se habían 
aceptado sin comentarios. Los padres preguntaron si el trata-
depende de ustedes en un sesenta por ciento», agregándose 
a continuación que en el tratamiento de este trastorno sólo 
habíamos tenido fracaso cuando los padres desertaron y no 
cumplieron con los compromisos adquiridos inicialmente. El 
padre, antes de retirarse la familia, pronunció una perorata 
respecto a valores y otros asuntos que el viento se llevó.
En cumplimiento de lo establecido, los padres volvieron 
transcurridas tres semanas. La madre trajo una lista de treinta 
artículos en que se detallaban las correcciones que debía rea-
lizar el padre en su comportamiento con el hijo. El articulado 
era bastante parecido a una Incluso 
un artículo señalaba: «no cruzar las calles con luz roja». Y 
otro: «no realizar más de una llamada telefónica diaria». Al 
darle lectura, el padre criticó las intenciones y redacción del 
-
dre. Quiso rebatir cada uno de los artículos, pero no le fue 
57
Embudos Mágicos
permitido. Se definió el proceso como mediación, por lo que 
era necesario que ambas partes desarrollaran tolerancia y ge-
nerosidad, debiendo estar dispuestos a escucharse y a ceder en 
forma recíproca para lograr un clima familiar agradable que 
permitiera resolver los problemas menos trascendentes por 
negociación, teniendo siempre presente, en las decisiones, el 
beneficio presente y futuro de los hijos. Se utilizó la metáfora 
del río
-
Cuando los padres minimizaban o negaban la presencia 
o gravedad de una situación conflictiva, se hacía alusión a la 
metáfora del incendio, queriéndose representar con ella la ur-
gencia de proceder al cambio antes de que el daño fuese total 
e irreversible.
-
cuencias y riesgos de colocar límites y no ceder a las manipu-
funcionar como un -
taron algunos de los mensajes implícitos en esta metáfora. 
Cuando en el curso de la sesión comentaban sus aprensiones 
en torno a que el hijo no aprobara sus cambios, se les señaló 
 Si justificaban sus tendencias reite-
rativas a indicar cien o más veces lo que el hijo debía hacer, se 
comentaba que el hijo era inteligente y que, por lo tanto, con 
la gotera, representando con 
ella que la insistencia puede resultar dañina y odiosa y que era 
muy improbable que indujera cambios adaptativos. La sesión 
se dio por terminada y los padres quedaron citados para re-
tornar en el plazo de un mes. 
58
Carlos Almonte
Al regresar en la fecha establecida, me llamaron la aten-
ción los cambios relacionales que habían ocurrido: los padres 
ya no se desautorizaban, se les veía relajados e intercambia-
ban miradas de complicidad entre sí. Comunicaban haber lo-
haber reconocido en él un cambio favorable en su modo de 
relacionarse y conducirse. Estimaban haber alcanzado alrede-
dor del veinticinco por ciento de los objetivos. Se los alentó 
a seguir avanzando, y se enunció la metáfora del agricultor, 
a través de la cual se los instó a desarrollar la paciencia y a 
reconocer los pequeños avances que pudiesen producirse en 
ellos o en el hijo. Se acordó un nuevo control en el plazo de 
un mes para informar acerca de los progresos, obstáculos y 
dificultades que podrían haberse presentado, a fin de diseñar 
nuevas intervenciones, si fuese necesario.
avanzando en lograr cambios adaptativos y que se había ob-
tenido el cincuenta por ciento de la meta propuesta. Se con-
sideró necesario un nuevo encuentro que incluyera a toda la 
familia, la que fue citada con este propósito. En el control 
realizado al cabo de treinta días, se apreció una familia vital, 
un niño sino que había alcanzado el desarrollo afectivo-social 
correspondiente a su edad, participando de la sesión en for-
ma adecuada e inteligente. Había abandonado su 
autoritaria usurpada y se comportaba como un príncipe res-
Los participantes estimaban que habían lo-
grado el setenta y cinco por ciento de los objetivos. Se les pro-
puso que esto lo celebraran con un paseo o comida familiar. 
Se consideró suficiente el avance obtenido, por lo que estaban 
en condiciones de proseguir con los recursos familiares adqui-
ridos, avanzando hacia la meta, debiendo permanecer alertas 
59
Embudos Mágicos
; si el avance se detenía por obstá-
culos insuperables o se equivocaban de ruta o retrocedían, 
podían retornar y serían recibidos y atendidos con afecto y 
solicitud. Si no teníamos noticias de ellos supondríamosque 
el alta fue oportuna. Luego se realizó el ritual de despedida en 
un ambiente caracterizado por la calidez y el afecto recíproco. 
Esta narración ilustra los patrones interaccionales re-
currentes de un tipo de familia que se caracteriza por tener 
miembros con conductas desajustadas persistentes u otra 
patología grave, siendo la disfunción familiar un factor re-
levante en la iniciación, mantención y agravamiento de tales 
trastornos. Los miembros que conformaban esta familia uti-
lizaban mecanismos de defensa primitivos, como la negación, 
renegación e idealización primitiva.
puede aumentar la resistencia y bloquear la apertura a cam-
bios adaptativos, induciendo a la deserción de la terapia. La 
utilización de metáforas 
reducir la resistencia
de la intervención metafórica facilitan el proceso de toma de 
conciencia de las disfunciones, del modo de percibir el proble-
ma y sus soluciones, permitiendo así que se inicie el proceso 
de cambios.
En los procesos terapéuticos familiares, el empleo de una 
«cascada» de metáforas relacionadas entre sí, dirigidas a 
los subsistemas parentales y parento-filiales disfuncionales, 
puede resultar potente para lograr y fortalecer la alianza de 
los padres en beneficio de los hijos y para que logren imple-
mentar límites que regulen la convivencia. También para que 
abandonen los patrones interaccionales disfuncionales recu-
60
Carlos Almonte
rrentes que contribuyen a mantener o agravar los trastornos 
que intentan corregir, como suele ocurrir en el trastorno opo-
sicionista desafiante y en el trastorno disocial. En estos tras-
tornos, el uso de metáforas en las etapas iniciales del proceso 
puede inducir cambios, tanto en el modo de relación de los 
padres entre sí como en sus estilos de socialización. Así se 
logra el abandono de las respuestas y órdenes que intensifican 
la provocación y oposición, diseñándose, en cambio, estra-
tegias que se dirigen a modificar los patrones interaccionales 
parento-filiales y las conductas desajustadas de los hijos.
Una familia en crisis
Pablo era vital, impetuoso, avasallador, desinhibido, ruidoso, 
sus logros personales. Marcela era recatada, inhibida, ansio-
-
periencias traumáticas de su acontecer vital. Al encontrarse 
ambos en la universidad establecieron una relación comple-
mentaria rígida, confirmada con una «operación rescate» por 
parte de Pablo, que invitó a Marcela a compartir su mundo 
fecha del cumpleaños de Marcela, Pablo organizó una fiesta 
con cien invitados, comida, tragos, música y baile. Marcela 
creía vivir un sueño y se sentía transformada, de Cenicienta 
en princesa, de abandonada, en de una in-
fancia gris y truncada emocionalmente, a una adultez vital y 
promisoria. En el transcurso del baile, acompañada por Pa-
blo, se sintió trasladada a un mundo atractivo y vital; mundo 
61
Embudos Mágicos
en el que su vida interior se enriquecía con una integración 
social plena.
Más de doce años habían transcurrido desde el matrimo-
nio cuando ocurrió, en la consulta, el primer encuentro con 
Pablo en una tarde invernal en que la tibieza alternaba con el 
frío. Pablo irrumpió en la sala actuando como si nos hubié-
vehemente. Vociferaba contra la familia de origen de Marcela 
empleando frases definitivas, devaluando y menospreciando a 
algunos de sus componentes. Los culpaba de haber empañado 
la celebración del matrimonio, lo que había originado en él 
una herida narcisista que le era imposible curar a pesar del 
paso de los años y los inagotables intentos realizados. La he-
rida permanecía abierta y sangrante, reactivándose, en forma 
periódica, el dolor insoportable provocado por situaciones 
isomórficas. Había concurrido en busca de ayuda para sobre-
vivir con una herida que ya consideraba incurable, sobre todo 
porque carecía de la capacidad de perdonar. 
Lo escuché con atención, respeto y empatía y sentencié: 
«Es imposible que la herida cicatrice si todos los días movili-
zas las astillas sin retirarlas. Me trasmites la sensación que el 
hábito de provocarte dolor se ha convertido en una adicción 
destructiva y, por lo tanto, te resulta imposible abandonarla». 
Señalé que, en mi opinión, le había dado una importancia 
-
cero y que, si deseaba, podía mantener la adicción; en caso de 
que necesitase podría regresar 
y luego de una carcajada ruidosa desapareció. Efectivamente 
volvió. En las sesiones se creó un clima relacional vital y fes-
tivo, en que el humor actuaba como un 
-
traordinaria. 
62
Carlos Almonte
Terminado el ciclo de sesiones se produjo una pausa, la 
que fue interrumpida por una situación de crisis empresa-
realizaron 
para revitalizar la empresa. El post-operatorio transcurrió sin 
complicaciones y el gigante renovado prosiguió su camino, 
dando pasos audaces, mientras silbaba una marcha triunfal, 
de modo que pronto su figura se desvaneció entre las som-
bras.
Pablo regresó una tarde, tiempo después, preocupado por 
las conductas de sus hijos, quienes siguiendo algunas de sus 
metodologías relacionales, habían gestado conflictos en las 
relaciones con sus compañeros y también entre ellos. Esta vez 
conocí a Marcela, quien proporcionó información importan-
te y se comprometió a participar en sesiones parentales y pa-
rento-filiales, como parte complementaria de la psicoterapia 
de uno de los hijos. En el curso de las sesiones se trasuntaba el 
inmenso amor que cada uno de los padres tenía por su proge-
nie, lo que facilitó la alianza de estos en los estilos de crianza 
en beneficio de los hijos. Pronto la crisis quedó superada y se 
produjo una pausa en la relación terapéutica.
Esta fue interrumpida por el retorno de Pablo, quien co-
municó en forma inmediata y directa, que se había separado 
físicamente de Marcela y que necesitaba potente 
para superar la tempestad y no naufragar en el intento. Luego 
de escucharle, algo sorprendido, le propuse que transmitiera 
mi invitación a Marcela para conocer sus puntos de vista y 
compatibles. Marcela aceptó la invitación. 
Cuando vino, luego de saludarla y agradecer su concu-
de la invitación hecha por un terapeuta que era de la confian-
63
Embudos Mágicos
za de Pablo, y que las decisiones respecto a la separación de-
finitiva o reconstrucción de la relación conyugal eran respon-
sabilidad de ellos. Luego escuché atentamente el relato que 
Marcela hizo. Por los contenidos, entendí que el conflicto era 
gravísimo, que estaba totalmente indicada una terapia conyu-
gal y que, si aceptaban esta propuesta, podrían ser referidos a 
un especialista. Marcela comentó que a ella le resultaba muy 
sus sentimientos y compartir sus secretos y que prefería con-
tinuar la terapia, que para ella ya se había iniciado en el en-
cuentro. Le agradecí su confianza y le propuse que conversara 
discutir las diferentes propuestas y objetivos del tratamiento. 
Entonces vinieron Pablo y Marcela. Se discutieron las 
condiciones necesarias para la realización de la terapia con-
yugal y ambos aceptaron la propuesta. Durante las primeras 
sesiones las inculpaciones recíprocas creaban una atmósfera 
de tensión y pesimismo de creciente intensidad, por lo que era 
necesario proteger a los miembros de inflingirse daños psico-
lógicos mayores. En el curso de una sesión señalé: «si siguen 
juntos y no son capaces de perdonarse, lograrán una vida de 
martirio continuo que ninguno de ustedes, ni vuestra familia, 
merece y necesita». Pablo comentó: «¿cómo voy a perdonar, 
si nunca en la vida he perdonado o he pedido perdón?». Y 
necesito ayuda para perdonar. Desde lo más profundo de mi 
ser deseo que se acabe este estilo de vida insoportable, lle-
no de inculpaciones y devaluaciones que nos hacemos el uno 
al otro. Deseo que se acabe también nuestra costumbre de 
responsabilizar a otros de nuestra infelicidad. Necesito que 
surja una nueva manera de comunicarnos basada en el per-
dón, el respeto y la tolerancia». Acoté: «lograr perdonar este 
64
Carlos Almonte
parece imposible, sólo puede lograrse como un milagro de la 
voluntad

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