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Percia, M et al Estar en común sin comunidad

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Estar en común 
sin comunidad
Marcelo Percia / Juan Carlos De Brasi / María Pia López / 
Verónica Scardamaglia / Diego Valeriano / Ana Longoni / 
Ricardo Klein / Cintia Rolon / Gonzalo Sanguinetti /
Maximiliano Ferreira / Suyay Scagni / Gabriel Costa / 
Gabriela Cardaci / Victoria Larrosa / Ayelen Diorio / 
Fernando Stivala / Maita Lespiaucq / Joaquín Allaria Mena / 
Liliana Lukin / Rocío Feltrez / Christian Ferrer / Luz Barassi /
 Gisela Cecilia Candas / Alejandro Kaufman / Mariano Fiumara / 
Dulce Suaya / Federico Cappadoro / Débora Chevnik / 
Nicolás Koralsky / Mónica Cuschnir / Patricia Mercado / 
Lucia Cavallero / Diego Sztulwark / Eduardo Cossi / 
Luciano Neiman / Para el mundo lo que es del mundo / 
Sebastián Salmún / Maximiliano Frydman / Horacio González
© de los autores
Editores
Ana Asprea y Cristóbal Thayer
edicioneslacebra@gmail.com
www.edicioneslacebra.com.ar
Esta primera edición de 1100 ejemplares de Estar en común sin 
comunidad se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2017 en 
Encuadernación Latinoamérica, Zeballos 885, Avellaneda
Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723
 Percia, Marcelo et. al.
 Estar en común sin comunidad. 
 - 1a ed. - Adrogué : Ediciones La Cebra 2017.
 144 p. ; 21,5x14 cm. 
 ISBN 978-987-3621-41-3 
 1. Ensayo argentino. I. Título.
 CDD A864
ÍNDICE
Ternuras desclasificadas 11
Marcelo Percia
Tertulias�
Escuchar el silencio 37
Juan Carlos De Brasi
Salvar vidas 37
María Pia López
Participios (condición pasiva de la dominación) 39
Verónica Scardamaglia
Día de la madre 40
Diego Valeriano
Estrategias de la alegría 42
Ana Longoni
Una tertulia con Pichon-Rivière: 
estar en común en tarea 44
Ricardo Klein
Escrituras�
Flechas de pensamientos 47
Juan Carlos De Brasi
Madrigueras 47
Cintia Rolón
Escribir (¡Qué desastre!) 49
Gonzalo Sanguinetti
Lágrima oscura 50
Maximiliano Ferreira
Al des-nudo 51
Suyay Scagni y Gabriel Costa
Lo Grupal 52
Gabriela Cardaci
Máquina de escribir 54
Victoria Larrosa
Sensibilidades�
Fluyendo 57
Juan Carlos De Brasi
¿Externar? 57
Ayelen Diorio
F(r)iccionados I 
(cosas que nos pasan con lo que pasa) 59
Fernando Stivala
F(r)iccionados II (simulaciones viajeras) 61
Fernando Stivala
El señor José Ángel 62
Maita Lespiaucq
Volver a Lobos 64
Maita Lespiaucq
Ópticas 65
Joaquín Allaria Mena
De Retórica erótica 66
Liliana Lukin
Telarañas�
Flechas de pensamientos 69
Juan Carlos De Brasi
Cancha con niebla 69
Rocío Feltrez
El problema ético de un reseñista de libros 70
Christian Ferrer
Lo arácnido 72
Luz Barassi y Gisela Cecilia Candas
Ñandu: visitar, sentir, araña 73
Rocío Feltrez
Retazos 75
Verónica Scardamaglia
De Cartas 77
Liliana Lukin
Revueltas�
Flechas de pensamientos 79
Juan Carlos De Brasi
Emancipaciones 79
Alejandro Kaufman
Silente 81
Mariano Fiumara
Esa palabra 83
María Pia López
Una mujer extraordinaria 85
Christian Ferrer
Despidos 87
Dulce Suaya
Máquina de Agua 88
Federico Cappadoro y Débora Chevnik
Montajes�
Flechas de pensamientos 89
Juan Carlos De Brasi
Ídem 89
Nicolás Koralsky
Redes 91
Mariano Fiumara
Devenir sonido 93
Verónica Scardamaglia
Un ramo de claveles 95
Mónica Cuschnir
Paralelas 97
Joaquín Allaria Mena
Pensamientos�
Juan Carlos De Brasi, pliegue del pensamiento 99
Gabriela Cardaci
Clorofila 101
Patricia Mercado
Las palabras 103
Maita Lespiaucq
Curadurías, curanderías 104
Victoria Larrosa
Destruir lo dado 104
Patricia Mercado
Viralizaciones�
Flechas de pensamientos 107
Juan Carlos De Brasi
Un restaurant ucraniano 107
Christian Ferrer
Mur(muros) de facebook 109
Lucía Cavallero
Arte de los medios 110
Ana Longoni
De marca, porque son mejores 112
Mónica Cuschnir
Propagaciones 114
Mariano Fiumara
Ensoñaciones�
Flechas de pensamientos 115
Juan Carlos De Brasi
Materia sensible 115
Diego Sztulwark
Deambular, ensoñar 117
Diego Valeriano
Runfleríos ensoñados 118
Verónica Scardamaglia
Elementales 120
Eduardo Cossi
Desmanicomialización 122
Para el mundo lo que es del mundo
Autoayudas�
Elogio de la orfandad 129
Juan Carlos De Brasi
Cioran 129
Luciano Neiman
Individualismo de masas 130
Sebastián Salmún
Dícese de la autoayuda 131
Maximiliano Frydman 
Risa del alma 133
Maximiliano Ferreira
Santo Tomás: teoría del hospital 134
Horacio González
Bibliografía� 139
11
Ternuras desclasificadas
Presentación
Este libro se ofrece como glosario no alfabético e incompleto de 
asuntos que aluden al estar en común sin comunidad.
Se enhebra con un seminario que se realiza, en la Facultad de 
Psicología de la Universidad de Buenos Aires, bajo el amparo 
del Proyecto UBACyT (2014-2017) Representaciones de Sujeto y 
Subjetividad en el movimiento de “Lo Grupal” en la Argentina: pre-
supuestos teóricos y consecuencias clínicas, institucionales, éticas, 
políticas.
Durante el curso de estos años, participantes, invitadas, invita-
dos, escribieron y cedieron textos para esta publicación.
Este volumen siente gratitud con los modos de pensar presen-
tes en Juan Carlos De Brasi, quien admitía una sola obligación: 
“hacer infinitiva la vida, siempre por conjugar”.
Vidas se hacen infinitivas pensándolas.
Vidas académicas se hacen infinitivas, también, desdiciendo 
automatismos de escrituras académicas.
Tertulias
Al final de la asamblea, en el manicomio, se pregunta, ¿Cómo 
se llama este momento en el que nos juntamos para que cada 
cual pueda decir qué le está pasando? Esa vez, el muchacho 
que gusta andar con el torso desnudo, dice: Se llama tertulia.
12
Estar en común sin comunidad
1
Se presumen silencios tras la muerte y antes de la vida. 
Entre tanto, se los presienten ahí como serena espera de lo 
eterno.
Entre tanto, se nombran las cosas y se silabean amores.
En diferentes pasajes de este libro se emplea la palabra alma.
El vocablo alma viene cada vez que lo indecible irrumpe en la 
vida.
2
¿Cómo pasar de la clase como tertulia obligada a tertulia desea-
da? ¿Cómo animar pliegues en lo aplanado?
El trajín automatizado de los días apelmaza lo irregular, lo 
anómalo, lo desconcertante.
Tertulias sermonean y conversan, acercan y entretienen. 
Suspenden el tráfico de las agitaciones nerviosas.
No suelen llamarse así conspiraciones, asambleas, debates, 
congregaciones. No reciben ese nombre movimientos urgentes 
que luchan y resisten.
Tertulias alojan polifonías pacientes y educadas.
Algunas veces soportan aullidos de dolor que encarnan instan-
tes unísonos que gritan ¡basta!, ¡nunca más!, ¡ni una menos!, 
¡aparición con vida!
Aquelarres (que se alzan contra machismos que mandan, vio-
lan, matan) realizan tertulias no domesticadas.
3
Vastedades de dolor no apaciguan el dolor.
13
Ternuras desclasificadas
Vidas amenazadas, desechadas, abusadas, violadas, recuerdan 
que formas adjetivas (cuando incrustan el aguijón del tiempo) 
más que calificar, sentencian.
Participios que enclaustran cuerpos mortificados, naturalizan 
destinos.
A veces, tertulias aplazan justicias, desaconsejan odios y ven-
ganzas. Consumen formas literarias de la protesta.
Injusticias no necesitan sosiegos pacificadores, necesitan 
justicias.
Tertulias crispadas no imploran, exigen. Persiguen justicias que 
no alcanzan, pero no por abandono, cansancio, derrota.
Justicias no se alcanzan porque justicias deseadas siempre se 
corren un paso más. 
4�
¿Cómo ahijar vidas que deambulan, consumen, arrebatan, 
lastiman? 
Vidas que se enfiestan y transan lo que venga, a veces, se cui-
dan, protegen, juegan.
Existencias de hambre que se concentran a contar monedas, 
¿tertulian? 
Existencias de ansiedad que se conectan para una transa, 
¿tertulian?
Existencias abrazadas en alcoholes, ¿tertulian? 
5
¿Cómo vivir pared de por medio de un campo de detención 
clandestina administrado por el gobierno? 
¿Cómo hacen sensibilidades para no sentir, no ver, no saber?
14
Estar en común sin comunidad
La conversación alrededor de la mesa de tortura no se llama 
tertulia, sino terror.
Fuerzas que protestan y se insubordinan, ¿desatan alegrías y 
disidenciasque desean?
6
Pichon-Rivière piensa urgencias de una época: modos de estar 
en común sin líderes, sin jefes, sin amos.
Imagina que una tarea en común, iguala, disuelve jerarquías, 
acciona voluntades.
Imagina tertulias utópicas, sin conducción.
Escrituras
1
Si exceptuamos comunicaciones científicas, diccionarios, ma-
nuales, compendios informativos, recetas de cocina, guías de 
viajes; convengamos que casi todas las escrituras que restan 
concitan gastos inútiles.
¿Y cartas de amor, diarios de vida, anotaciones que auxilian 
memorias?
2
Palabras nombran para conquistar y dominar. También para 
declarar admiración y gratitud ante lo innombrable.
Tal vez la escritura no llega a habitarse nunca. Se la desea como 
a una tierra prometida.
A veces, la pretensión de escribir se contenta con leer: se escri-
be para rememorar lo leído.
15
Ternuras desclasificadas
Una lectura hermosa, casi, cumple la promesa.
La tierra prometida no reverbera sólo en leche y miel, se compo-
ne también de dolor.
Desdichas, ¿ejercen más fuerza que las dichas?
Escrituras pueden pensarse como cuevas y refugios, como cua-
dernos y bibliotecas, como correos y conversaciones en panta-
llas, como memorias y olvidos de la civilización.
Rollos delgados de papeles labrados por caligrafías remotas 
cubren soledades en sus intemperies.
3
Se puede escribir para exhibir una firma al final del texto y se 
puede escribir, también, para tratar de desprenderse del peso 
inútil de un nombre propio.
Lo que ama, puede dañar: se escribe para trasmitir esa incerti-
dumbre vital.
4
Sufría tanto que la tierra entera se dolía con sus pisadas.
Un hombre salido del manicomio escribe sobre un amor que 
vive como dolor sin fin.
¿Qué relación entre escritura y amor? ¿Entre escritura y dolor?
Sin entramados de memorias y olvidos no se podría vivir.
Escrituras, poniéndose al servicio de la memoria, hacen (al mis-
mo tiempo) el trabajo del olvido.
5
Asunto dramático: leer y escribir en la universidad.
16
Estar en común sin comunidad
Cuerpos expuestos a vendavales que soplan en distintas direc-
ciones, remolinos de ideas moribundas.
Arropados con fórmulas para atravesar exámenes.
Por momentos, un aula se extiende como desnudez confiada: 
amorosa primicia del por decir.
Esas horas renacen tantas veces como se malogran.
6
¿De qué manera escrituras devienen colectivas?
No se trata de diferentes vidas confluyendo en un texto en 
común, sino de sorpresivas complicidades que se aproximan 
urgidas de proximidad.
¿De qué manera se acercan quienes leen los mismos libros?
Escrituras en común, ¿componen sueños de las izquierdas?
7
Lápices, máquinas de escribir, teclados inteligentes, pantallas 
sensibles: escrituras captan estremecimientos imperceptibles 
en las manos.
Sensibilidades
1
El planeta que habitamos podría llamarse, si se tienen en cuen-
ta porcentajes, planeta agua antes que planeta tierra.
El cuerpo de una criatura que habla se compone en más de la 
mitad de su volumen de agua.
Sensibilidades se entienden con las aguas. 
17
Ternuras desclasificadas
Con sus movimientos, pliegues, temperaturas, estados que ro-
tan sobre sí y que giran alrededor del sol.
Sensibilidades se entienden con lunas y vientos.
Sensibilidades viven angustias oceánicas.
2.
Sensibilidades se extienden como membranas afectadas, 
como temblores que sienten y hacen sentir, como superficies 
habladas.
Cuando se internan sensibilidades, se las amedrenta, amarra, 
apaga.
Después de temporadas de vivir aplacadas, cuando se las ex-
terna, ¿se las arroja desguarnecidas?
Sensibilidades desguarnecidas se aferran a rituales, conjuros, 
ilusiones, conveniencias.
¡Cómo estarán las cosas que un manicomio se ha vuelto un 
lugar no tan malo para vivir!
En ese interior amurallado, vertedero de demasías, sin bellezas 
ni ornamentos, administrado por un orden jerárquico y dis-
ciplinario, también serpentean ternuras, amistades, simpatías.
Así, sensibilidades arrasadas, a veces, calculan que conviene se-
guir escondidas en los subsuelos de la civilización. 
3
Vivimos estados de expectación esperando que pase algo: en la 
continua excitación de las inminencias.
Pero, las morales repudian el devenir, sospechan de los im-
previstos, como si se tratara de catástrofes que amenazan las 
costumbres.
18
Estar en común sin comunidad
Las morales olfatean en las demasías excesos peligrosos.
Aseguran que no pase nada, endureciendo, bloqueando, anes-
tesiando. También recluyendo, confinando, concentrando, 
planificando, lo que consideran extralimitaciones, desatinos, 
imprudencias.
Existencias endurecidas, bloqueadas, anestesiadas, cada tanto, 
irrumpen en el paisaje quieto de una moral que congela ardo-
res de vida.
4
Sensibilidades tienen memorias de ternuras y sumisiones, de 
timideces y audacias.
A veces, se agolpan en un cuerpo todas las afecciones de una 
época. 
¿Cómo estar en cercanía de lo desorbitado, excedido, 
indisciplinado?
5
Sensibilidades viven expuestas a suavidades y peligros, a con-
tentos y daños.
Abandonadas a lo que venga, sin velos ni protecciones, viven 
en una alerta perpetua.
Paranoias aseguran territorios con alarmas y precauciones.
6
Algunas existencias flotan en el tiempo como si algo no termi-
nara de suceder.
Flotaciones que se agitan como nostalgias esclerosadas.
19
Ternuras desclasificadas
Sensibilidades, que viven sumergidas en el tiempo, giran como 
hélices que no descansan.
Conmueve que quienes casi no tienen nada compartan un fon-
do con dineros escasos.
A veces se necesita algo en común para alojar caudales de vida 
que rebasan en un solo cuerpo.
7
¿Qué sensibilidades las de las violencias, las de los odios, las 
de las crueldades?
Violencias, odios, crueldades, se adueñan de sensibilidades. 
Capitalismos y patriarcados enseñan a nombrar lo que se 
siente. 
8
Sensibilidades no entienden altiveces ni apropiaciones; antes 
de dolerse, viven dando el dar
Telarañas
1
Vivimos vidas afectadas por relaciones, impuestas por el capi-
tal, entre mercado y estado.
¿Cómo tejer sostenes que no repliquen poderes piramidales?
2
Lo arácnido se entiende con las nieblas.
No con oscuridades ni tinieblas.
20
Estar en común sin comunidad
Sostenes que capturan y nubes bajas que desorientan.
Hilos que conectan soledades y siluetas no obligadas a la 
nitidez.
Redes de oscuridad y tinieblas recuerdan el estado terrorista.
3
Glándulas que secretan hilos, telas pegajosas que, a veces, cap-
turan momentos éticos. 
Se necesitan convicciones para salir de lodazales.
Un ideal de justicia compone diferentes entramados.
No hay un en común sin referencias justas, pero hay circuns-
tancias en las que no se discierne lo justo de lo injusto: en esos 
momentos, adviene la necesidad de una decisión ética.
Decisión que soporta las consecuencias de un acto en el vacío.
La decisión de Kropotkin que se relata en este libro, no com-
pone una pincelada personal, enhebra hilos de una trama por 
venir.
La algarabía ética no reside en el cumplimiento de un deber ya 
prescripto, sino en la improvisación de un trazo que hiere la 
indiferencia.
A veces pensamientos andan de cacería, salen a buscar modos 
de estar en común desestimados, olvidados, mal editados.
La cosa consiste, siempre, en volver a desconocer lo conocido.
Modos que se imponen como razonabilidad de lo comunitario, 
en la civilización occidental, malogran la idea de comunidad.
Casi todas las palabras acarrean maldiciones: entre ellas, amor, 
libertad, paz, justicia, igualdad, comunidad.
21
Ternuras desclasificadas
Palabras participan de historias conflictuales, pero el habla ca-
pitalista las aplana con sus certezas imperiales.
En los primeros tiempos de la revolución, Kropotkin (1920) 
advierte a Lenin sobre los peligros que atraviesa el proyecto de 
una sociedad fraternal, libre, igualitaria. 
Escribe: “… Si la situación presente continúa, la palaba socialismo 
se convertirá en una maldición, como ocurrió con la palabra libertad 
despuésde la revolución francesa”.
4
Lo común habita cuerpos arácnidos que hilan la vida.
Lo común habita pliegues, anillos de humo, gases inestables.
Lo común adviene como tela: se va entramando desde un pun-
to hasta otro y hasta otro y, así, hasta que, por fin, sostiene 
atrapando. 
Como una tela de araña, también, se deshace pasándole la 
mano o un plumero.
Una araña, como dice Deligny, no realiza el impulso de tejer 
sobre un vidrio, pero si busca bien, un rincón la espera.
5
Aulas, cátedras, facultades, universidades, a veces, se presen-
tan como tentativas de saberes arácnidos.
Saberes que se tejen en umbrales disciplinarios.
De pronto, la presencia de un equipo que trabaja pensando 
cómo alojar las psicosis fuera de los manicomios, en modestas 
casas que se ofrezcan como moradas para vivir, ¿sacude tela-
rañas en las aulas o despierta el deseo de tender hilos entre la 
universidad, los hospitales, la cotidianidad de los barrios?
22
Estar en común sin comunidad
6
Tejer, entrelazar hilos para formar una tela, ensamblar bordes 
finísimos que habiten el temblor más que el temor: y, otra vez, 
que liberen aguas en los desiertos.
7
Demasías confunden a las normalidades que se acercan calcu-
lando afectos.
Demasías provocan pánicos y dudas que las clasificaciones 
apaciguan.
Revueltas
1
En el frescor del presente, en tiempos de revueltas, soledades 
afinan voces.
2
Opresiones agitan el futuro como esperanza.
Sentidos, si no se corrompen ostentando puestos en un diccio-
nario, se sublevan contra significados instituidos.
Quienes no poseen nada, viven el presente como instante 
decisivo.
Emancipaciones actúan en un tiempo siempre ahora. Hacen 
escuchar lo inaudito. Terminan con sufrimientos que ya no se 
soportan más. 
Acontecen por saturación antes que por impaciencia.
23
Ternuras desclasificadas
3
De pronto, proximidades hablan haciendo silencio.
Haciendo silencio interpelan justicias que callan, que prefieren 
callar.
Justicias ciegas, amordazadas, mutiladas.
4
Modos de vivir, ¿se eligen o se padecen destinados?
Pocas existencias tienen el privilegio de estar en la vida como 
ante un horizonte de posibilidades.
No están así cuerpos que sufren abusos, expulsiones, desteji-
dos, de la justicia del capital.
¿Cómo se hace venir lo inesperado, lo que no se sabe, lo que 
sorprende: algo que reconforte soledades que se aproximan?
¿Cómo se anuncia lo que está por nacer?
La palabra comunidad sobrelleva cargas mortíferas.
La palabra desaparición arrastra crueldades eternas.
La palabra femicidio condensa todas las violencias.
La palaba porvenir custodia lo todavía no pronunciado.
5
Revueltas trazan zonas de intimidad. Regiones de reservas, se-
cretos, pudores, confianzas, confidencias. Territorios de amo-
res y amistades, de creencias y convicciones que se arraigan en 
los cuerpos.
24
Estar en común sin comunidad
Lo extraordinario podría pensarse no sólo como lo que se eleva 
sobre lo ordinario, el promedio, la norma; sino, también, como 
lo que se suelta de automatismos, reflejos, inercias de los días.
Pregunta primera sobre el gusto del agua, el sabor del café, la 
acción de la humedad en los huesos.
A veces negativas, protestas, iniciativas, que habitan miles de 
existencias, se narran en un cuerpo.
Afectos no componen dones personales, respiran sensibilida-
des de la historia: es decir, la de cuerpos cercanos y lejanos que 
exhalan dolores y alegrías de la vida.
6
Consta en el diccionario de la lengua castellana: la decisión de 
un empresario que pone fin a una relación laboral se llama despido.
Imposiciones, arbitrariedades, crueldades, reciben el nombre 
de decisión.
Enriquecimientos lícitos e ilícitos, expropiaciones, especulacio-
nes, reciben el nombre de empresario.
Extorsiones, amenazas, despojos, reciben el nombre de relación 
laboral.
Expulsiones, desprecios, humillaciones, reciben el nombre de 
despidos.
7
De pronto, un aula sin bancos se transforma en la plaza de la 
protesta: una instalación pedagógica, en una instalación de la 
memoria. 
Alumnas y alumnos encuentran, al ingresar, una pileta pelo-
pincho que ocupa casi toda la calurosa sala. Cada estudiante re-
cibe un instructivo que sugiere quitarse los zapatos. Cada cual, 
25
Ternuras desclasificadas
con los pies desnudos, puede, si le dan ganas, poner las patas en 
la fuente. Mientras tanto, se escucha un audio del 17 de octubre 
de 1945. También la voz de Leónidas Lamborghini recitando: 
“di tres pasos / hacia los libertadores / y eran / los opresores”.
Montajes
1
Llamamos identidad a la exitosa copia de un montaje.
2
No se podría pensar la vida sin montajes, sin recortes y ensam-
bles, sin esparcimientos asociativos y sin drenajes de palabras.
Montajes posibilitan algo de lo infinito.
Jean Luc Godard (1990), en un pasaje de su filme Historia(s) del 
cine, pregunta y responde: “¿Qué es el cine? Nada ¿Qué quiere? 
Todo ¿Qué puede? Algo… de lo absoluto…”. 
Piensa el cine no como arte ni como técnica, sino como ensam-
ble de misterios.
3
Deseos persiguen, como una fatalidad, otras formas compositivas.
¿Hay otros mundos, pero están en este, como escribe Paul Eluard?
El llamado mundo no completa, con su orden, los mundos posibles.
¿Se compone y descompone como innumerables otros?
Quizás no se trate de cambiar la historia universal, sino de volver 
a pensar en narrativas pluriversales.
26
Estar en común sin comunidad
Montajes suponen alteridades perpetuas.
Deseos que imaginan, inventan, experimentan, otros entramados 
para vivir, otras disposiciones para estar en común, otros modos 
de conexión y desconexión.
4
¿Cómo hacer sonar y vibrar aulas? ¿Cómo hacerlas moverse y 
bailar?
¿Qué ideas harían sonar y vibrar, mover y danzar?
Insistencias, perseverancias, obstinaciones, no se quejan porque 
no se escuchan sus intenciones.
5
Eso que la clínica llama des-identificación, ¿se piensa como labor de 
desmontaje?
6
En geometría proyectiva dos rectas paralelas se cruzan en el infi-
nito. En las luchas por el sentido dos ficciones paralelas se cortan, 
dejándose heridas.
Pensamientos
1
Se lee por diferentes motivos. También para curar un dolor y 
para imaginar cómo se podría vivir de otra manera.
Hay preguntas que hacen que los pensamientos se vuelvan 
contra sí. Preguntas que astillan espejos en los que se verifican 
admirados.
27
Ternuras desclasificadas
Algunos pensamientos andan como acróbatas entre lo pensado 
y lo impensado.
Funámbulos que viven en los aires apoyando los pies en una 
cuerda delgada o hilo de araña. Que caminan sobre abismos.
Algunos pensamientos resguardan lo inacabado como fuego 
de un porvenir indeterminable.
2
No se piensa contra los consensos, contra las mayorías, contra 
condescendencias: la dirección contraria frena movimientos 
que piensan.
Algunos pensamientos prefieren caminos oblicuos, rutas des-
estimadas, senderos no transitados.
Algunos pensamientos viven tentados por lo imprevisto, lo 
inclasificable, lo insinuado. 
Sienten una curiosidad no ensimismada. No se preguntan qué 
dicen de mí, sino qué habita más allá de mis límites.
Miradas de amor liberan pigmentos que piensan.
3
Des-internarse: no consiste en salir de un hospital, sino de una 
posición. 
Des-posicionarse: habitar acciones desprendidas de las fijezas.
Muchas veces tener o tomar una posición resulta necesario, 
tanto como no enquistarse en ese sitio provisorio.
Rituales, hábitos, costumbres, se presentan como movimientos 
que encubren inmovilidades.
Des-internaciones suponen vértigos, inquietudes insomnes, ner-
viosismos primeros.
28
Estar en común sin comunidad
Pero, ¿cómo des-internar pensamientos?, ¿dejarlos ir y venir, pe-
lear y pedir, disfrutar y elegir, asociar y ausentarse?
Algunos pensamientos se des-internan de las escuelas, de los au-
tores, de las identidades.
Se nutren en el desamparo, se dan calor en la intemperie.
4
Pensamientos: también intentan estar en el dolor.
Pero, ¿cómo alojar un dolor sin diluirlo, sin anestesiarlo,sin 
negarlo, habitando sus intensidades sin identificaciones, sacri-
ficios, victimizaciones?
Sensibilidades que se aproximan con los ojos abiertos la pri-
mera noche de la muerte acompañan, a la vez, la ausencia y el 
dolor. 
5
Pensamientos se presentan, por momentos, como golpes en 
una demolición perpetua.
Culturas universitarias notifican encierros, enclaustramientos.
Preguntas: ¿qué conservar? ¿Qué destruir?
Viralizaciones
Pequeños organismos que necesitan de células vivas para 
reproducirse. 
Se viraliza aquello que se esparce, en forma rápida y creciente, 
a través de redes sociales por internet.
29
Ternuras desclasificadas
Lo que sale de una boca, sale de otra, de otra, de otra: la inven-
ción de la vida va de boca en boca. Siembra o diseminación de 
algo que engancha.
1
Babosas hermafroditas dejan sus conchas para aparearse entre-
lazadas. Al poco tiempo de fecundadas, ponen en una noche 
centenares de huevos bajo tierra.
2
Miedos se difunden tanto como sabores.
Se puede tratar de varenikes o tallarines, de jugos de frutas o 
aguas ardientes.
Migraciones cuestionan fronteras nacionales, contagian sensi-
bilidades, mezclan saberes y sabores.
3
Más allá de las redes virtuales que instruyen cómo narrar fic-
ciones personales, interesan momentos en los que los muros 
expresan soliloquios sin hablantes, murmuraciones que vagan 
y se sueltan, voces sin autor, protestas sin protagonismos. 
Interesan muros como sonambulismos dicientes de una época: 
sueños sin soñantes, inconscientes sin psiquismos individuales.
4
¿Volver a decir que eso que se llama realidad echa raíces en el 
habla del capital?
¿Insistir en que cualquier información, noticia, hecho, se 
compone igual a como se diseñan campañas de publicidad que 
venden yogures o presidentes?
30
Estar en común sin comunidad
¿Sugerir, otra vez, que cada cual habita una ficción que se auto-
promociona para deleitar a otras ficciones?
¿Se necesita reeditar el chiste pedagógico de difundir, haciendo 
creer, un suceso que no sucedió?
Cuando las empresas que comunican relatan la vida que vivi-
mos, la realizan.
La idea de realidad, como sinónimo de verdad, hereda la arbi-
trariedad de las realezas monárquicas que establecen cómo son 
las cosas.
Monarquías comunicacionales se arrogan el derecho de decidir 
realidades.
¿Cómo no inclinarse ante la magnificencia del conjunto de 
voces reales?
Viralizaciones plebeyas, ¿subvierten dictaduras mediáticas?
5�
Los mejores dispositivos electrónicos de marca, ¿pueden más 
que los dispositivos de sufrimiento que marcan una vida?
6
Vidas en las pantallas, ¿cuestionan o complementan necesida-
des del habla del capital?, ¿burlan vigilancias o sucumben ante 
ellas?, ¿se desahogan o perfeccionan asfixias? 
Estar en común, ¿requiere astucias, trampas, engaños, fugas, 
imaginaciones? 
Necesita, también, de pensamientos filosos que corten amarras
31
Ternuras desclasificadas
Ensoñaciones
1
Lo inútil se afirma en nada. En nadas que tocan, que besan, que 
arrullan. En nadas que esperan, nada.
2
Lo común no sueña tanto con lo más propio de cada cual, sino 
con lo más impropio: lo que se suelta de las imposiciones mo-
rales, lo que desquicia a los poderes.
Ensoñaciones no abrevan en las planicies, sino en los pliegues.
En los pliegues de cada sensibilidad respiran historias en 
común.
¿Qué resiste al habla del capital que conquista, coloniza, 
familiariza, educa, socializa, sensibilidades?
Terrores no se interiorizan, están ahí como larvas nacidas en 
cada porosidad. Trémulas caricias alfabetizan angustias, mie-
dos sin nombre.
Así, cuerpos amurallados malogran fuerzas que, si no, corre-
rían entre otros cuerpos vivientes.
El habla del capital nombra los miedos a los que las sensibili-
dades se prenden.
Vidas empeñadas actúan asidas a esos miedos: entre otros, el 
de carecer de dineros.
3
Vidas ensoñadas resisten direcciones ya determinadas.
En las aulas no se libran luchas físicas, pero sí materiales.
32
Estar en común sin comunidad
Pensamientos se debaten, se retuercen, giran: tratan de afir-
marse despojados del salvoconducto de la verdad.
En Plaza Miserere, de noche, a la salida de la facultad, no flu-
yen misericordias ni empatías desgraciadas.
Ensoñar y deambular tienen en común instantes de peligro: el 
riesgo de salir del curso oficial.
4
¿Cómo ensoñar (no enseñar) una materia? ¿Una asignatura 
académica que delire?
Una asignatura académica que delire no podría aprobar o repro-
bar estudiantes, entonces (por ahora) no cabría en la facultad.
El habla del capital declama terror: miedo extremo que entume-
ce el don de la vida en común.
Así andan cuerpos inclinados en señal de sometimiento, ultraje, 
cansancio: la humillación actúa como pesadilla civilizada.
Si se alucinan vidas dictadas por el terror, ¿se podrían ensoñar 
vidas envueltas en caricias emancipadas? 
Ensoñaciones descansan en ternuras, mientras delirios desatan 
angustias desarropadas.
5
Cuerpos y ánimos discrepan cuando se ponen en relación. No 
tienen relaciones, tienen ensoñaciones. 
Cuerpos ensueñan ánimos, ánimos ensueñan cuerpos, ensoña-
ciones ensueñan, en un mismo polvo o soplo, cuerpos y ánimos.
Sólo enloquecen criaturas que hablan. No enloquecen piedras, 
flores, moscas. No enloquecen alfabetos ni diccionarios, pero 
una sensibilidad hecha de palabras puede volverse loca.
33
Ternuras desclasificadas
Sensibilidades están hechas de palabras, palabras hechas de 
sensibilidades. 
Palabras están hechas de latidos, respiraciones, ritmos, sonidos, 
bocas, labios, lenguas, movimientos.
Pesadillas implosionan terrores. Sueños dramatizan deseos vela-
dos. En ensoñaciones no pasa nada.
Se alientan en este libro ensoñaciones que no se puedan dirigir 
ni planear. Ronroneos confiados en no tener que ir a ninguna 
parte.
¿Ensoñaciones macedonianas? Macedonio Fernández objetaría 
amarrarlas a un adjetivo o cualidad.
6
Horrores de los manicomios viven también en cárceles, hospi-
tales, escuelas, familias, comunidades, amores.
Ternuras amorosas, comunitarias, familiares, escolares, carce-
larias, viven también en los manicomios.
Desmanicomializar supone desujetar, desamarrar, desasir: ensoñar 
una vida en común sin que se enseñoreen mandos ni amos.
Autoayudas
La vida en rosa, una canción de la posguerra, de Édith Piaf, 
cuenta cómo un amor disipa todas las penas.
1
Soledades expósitas, por momentos, deambulan sabiendo que 
no hay a quien seguir ni a dónde ir.
Pero, a veces, desesperan convencidas de que se están perdien-
do algo.
34
Estar en común sin comunidad
2
El habla capitalista humilla existencias despojadas, 
culpabilizándolas.
Sensibilidades ultrajadas viven las carencias como falta de éxi-
to personal.
Vidas consideradas deficientes tienen que aprender a ayudarse 
solas siguiendo consejos de figuras que alardean eficiencias.
El gesto de tender la mano hacia un cuerpo que tropieza o la 
pregunta, al desconocido, que interroga si necesita algo, dicen 
el don de la ayuda.
Ayudas en común cultivan hospitalidades.
En lo común viven ayudas que no esperan nada: el porque sí 
de ternuras desclasificadas.
Ayudas que no provienen de piruetas jerárquicas ni morales, 
que no enseñan nada.
Vidas acontecen entre ayudas y perjuicios, entre dichas y 
desdichas.
En lo común no habitan sólo amores y confianzas, también 
odios y amenazas.
El habla capitalista no inventa las desdichas, pero las consoli-
da justificando la desigualdad o deletreando la palabra amor 
como propiedad.
3
Psicologías están en problemas.
Nacen en tiempos capitalistas industriales, urbanos, familiares, 
para estudiar dotes, habilidades, circunstancias, individuales.
Psicologías actúan como servidoras de los tiempos históricos: 
suelen complacer a las ideas que mandan en una época.
35
Ternuras desclasificadas
Cuando el habla capitalista cubre cielos inseguros con celestes 
mansos, recitan autoayudas.
4
Cada época inventa enfermedades y medicinas.
Glosarios mienten, con razones bienargumentadas, a veces, 
para no engañar.
5
Si las autoayudas persiguen éxitos, evoluciones, logros; las 
ayudas hospitalarias actúan en el presente sin que importe el 
después.
Ayudas, como inmanencias clínicas, asisten a lo que se está 
viviendo, no auguran felicidades, no esperan retribuciones, no 
consumen emociones que se miran en el espejo del hacer el bien.
6
¿Cómo distinguir ayudas que se piden y se dan subordinadas 
a un amo, de las que abrazan la vida en una intemperie sin 
solución?
Marcelo Percia
37
Tertulias
Escuchar el silencio
Tener afinado el oído no es, todavía, escuchar más allá de toda 
masa sonora y del decir montado en ella. Uno lanza una fra-
se. Otro la acoge. Percibe lo dicho efectivamente, lo no dicho 
imperceptible en lo que se dice, lo que no se dice ni se puede 
decir. Y, a pesar de todos estos entredichos, aún, no hemos ro-
zado el oído del alma, ese que escucha lo indecible para que, 
como tal, haga permanecer el lenguaje en su silencio.
Juan Carlos De Brasi
Salvar vidas
(Palabras pronunciadas el 5 de Noviembre de 2016, en el cierre de las 
Jornadas “Estar en común sin comunidad”)
¿Qué huellas quedarán en nuestros cuerpos, en nuestros 
afectos, en nuestros pensamientos? Podríamos pensar la vida 
como esa sucesión de huellas. Pensar un barrio, como Once, a 
partir de las huellas. Cromañón es la más dolida. La idea de 
huellas también lleva a pensar que, a veces, acontecimientos 
como esta Jornada, son formas esquivas, raras, bifurcadas de 
salvar vidas. Algo así me pasó en otra Facultad donde alguna 
vez me encontré con otras jornadas que, podría decir, me sal-
varon la vida. Nos salvaron la vida en el sentido de permitir 
que nos hagamos cargo de un tipo de bifurcación respecto 
del destino que las instituciones tienen. Un profesor central 
en ese salvataje fue Horacio González, con quien nos encon-
tramos muchos estudiantes en la década del noventa, en la 
38
Estar en común sin comunidad
Facultad de Ciencias Sociales, donde hacíamos jornadas que 
duraban todo el día, en las que entregaban certificados como 
el de “especialista en saberes inútiles”, un invento de Horacio 
González y Christian Ferrer. Cuando hace un par de años en 
la Universidad de La Plata decidieron darle un honoris causa a 
Horacio González, Eduardo Rinesi, compañero de esos años y 
amigo, hizo la laudatio (el acto formal de explicación de porqué 
se le da el premio), dijo esta frase: “Horacio en los 90 nos sal-
vó la vida”. Salvar la vida no es necesariamente salvar la vida 
biológica, no es sólo salvar la respiración, sino producir las 
condiciones en que se puede construir una trama determinada, 
un conjunto de afectos, de pensamientos. Fundar lo común. 
Creo que estamos rodeando ese problema al estar un sábado a 
la tarde en la Facultad de Psicología en el barrio de Once pre-
guntándonos de qué modo se constituye esa argamasa de pala-
bras, pensamientos, afectos, acciones en las cuales podemos ser 
otros y otras, y no aquello para lo cual los cursos previsibles de 
la vida nos arrojan. Volví a escuchar esa frase esta semana en 
Hurlingham. Después de una charla, una mujer de unos treinta 
y cinco años se acercó y me dijo: “siento que me salvaron la 
vida”. Me contó que, después de quince años de una pareja 
que le pegaba sistemáticamente, decidió iniciar la separación 
después del tres de junio de dos mil quince, viendo una mar-
cha por televisión. Supo que eso ya no podía seguir. (...) Este die-
cinueve de Octubre, el primer Paro Nacional de Mujeres, ella 
por primera vez se animó a ir a una movilización. Se salva la 
vida de muchos modos. Salvamos la vida nuestra, de otros y 
otras, casi sin saberlo, inventando esas tramas en las que una 
palabra puede ser dicha. En este caso esa palabra es basta. Una 
palabra que implica tomar distancia respecto de una situación 
agobiante. ¿Cómo hacemos para poder pensar esas tramas que 
al mismo tiempo que son fundadas, funcionan en el plano de 
una memoria que arrastramos, de una historia que nos perte-
nece, pero al mismo tiempo trae una fuerte novedad? Todo el 
tiempo tengo la impresión de que tenemos que cuidar de esos 
acontecimientos. Preguntarnos por las huellas que permiten 
que haya siempre ese resto que puede volver a hacer otra cosa.
39
Tertulias
Horacio González en algún texto de la vieja revista Fin de Siglo 
cuenta una anécdota muy conmovedora: luego de derrotar a la 
Comuna de París con gran parte de sus militantes asesinados, 
algunos sobrevivientes son deportados a Nueva Caledonia y 
allí se encuentran con que, meses después, empieza una rebe-
lión de nativos. Louis Michel, que había sido deportada, tenía 
entre sus pocas posesiones una bandera roja de La Comuna. 
Cuando comienza la rebelión rompe su bandera, se queda con 
una parte y le da la otra parte a uno de los militantes rebeldes. 
El resto de la bandera. Esa transmisión, ese pedazo de tela que 
pasó de unas manos a otras, es una precisa imagen de esta 
pregunta de cómo hacer para que las huellas se transmitan, 
para que los restos pasen de un lugar a otro y revolución no sea 
una palabra fetiche. Así como paro no puede ser una palabra 
fetiche. Revolución, como las palabras más queridas, tiene que 
ser también de esas palabras que encarnan un secreto, que en-
carnan una promesa, que encarnan un devenir. Todo esto por-
que desde el 19 de Octubre de dos mil dieciséis, Paro Nacional 
de Mujeres, no puedo dejar de pensar en la palabra revolución 
sabiendo que no sabemos lo que estamos haciendo, que no te-
nemos contenido para esa palabra sino aquello que estamos 
haciendo grandes colectivos, fundamentalmente de mujeres, 
en este país y en otros países. ¿Qué es lo que estamos haciendo 
además de salvarnos a nosotras tratando de salvar a todas? 
¿Qué estamos haciendo tratando de generar este conjunto de 
imágenes y palabras?
María Pia López
Participios (condición pasiva de la dominación)
abatida, abusada, acabada, acogotada, acribillada, advertida, 
agobiada, agotada, agraviada, agredida, ahorcada, allana-
da, amenazada, amonestada, aniquilada, anulada, apagada, 
aplastada, aplazada, apretada, aquietada, archivada, arrasada, 
arrestada, arrastrada, asesinada, atacada, atada, atropella-
da, avasallada, avergonzada, azotada, banalizada, borrada, 
burlada, callada, castigada, cazada, clausurada, comparada, 
40
Estar en común sin comunidad
controlada, cooptada, corregida, cosificada, criticada, custo-
diada, dañada, degenerada, denigrada, derogada, derribada, 
derrotada, desaparecida, descalificada, desclasada, desechada, 
desfigurada, deshonrada, desplazada, despreciada, desterra-
da, destituida, destrozada, destruida, desviada, devastada, 
disfrazada, dominada, educada, echada, embotada, empalada, 
emparejada, encarcelada, encaminada, enterrada, entumecida, 
empastillada, escarmentada, escindida, esclavizada, escoltada, 
examinada, expulsada, expuesta, exterminada, exiliada, extor-
sionada, fastidiada, fichada, forzada, herida, homogeneizada, 
humillada, impedida, impugnada, incriminada, injuriada, 
inmovilizada, insensibilizada, inspeccionada, integrada, inter-
pretada, interpelada, intimidada, investigada, invisibilizada, 
lastimada, lesionada, maldita, maltrecha, marcada, menos-
preciada, moldeada, mortificada, negada, neutralizada, nin-
guneada, ofendida, oprimida, pacificada, pateada, pellizcada, 
perjudicada, perseguida, profanada, prohibida, quebrada, 
quebrantada, recelada, rechazada, recluida, reducida, refuta-
da, relegada, reprimida, reprendida, reprobada, ridiculizada, 
rota, sancionada, señalada, silenciada, sojuzgada, sometida, 
sospechada, subestimada, tachada, temida, tildada, tiranizada, 
tolerada, totalizada, tranquilizada, ultimada, ultrajada, vejada, 
vencida, vigilada, violada...
Verónica Scardamaglia
Día de la madre
Son las 11 y pico de la noche, Marisol sube al último tren car-
gada de muchas cosas: un bebé en un cochecito con una rueda 
rota, otro colgado de la teta y dos más, que deben tener entre 
4 y 7, vuelan por el pasillo.Bolsas de ropa, de dolores, de co-
mida y una panza de seis meses. Se desploma en el asiento y, 
sin ninguna orden, sin ninguna señal, inmediatamente se arma 
ranchada. Se suman dos pibes que no entraron con ella. El cír-
culo es perfecto a su alrededor. Juntan los billetes y monedas, 
los sacan de todos los bolsillos. Marisol comienza el recuento. 
41
Tertulias
Existe una política de los cuidados, una gestión cariñosa del 
otro. Cualquier mamá es mamá de varios al mismo tiempo, 
los reta y los cuida. Madres por roles, decisiones y funciones. 
Maternajes distribuidos, diseminados en el acto de cuidar y en 
el gesto amoroso. Mamá fuera de toda fidelidad, fuera de toda 
deuda, fuera de toda culpa. 
Marisol arma, cuida, resiste, pelea, deambula. La vuelta al ba-
rrio es lo peor del día. A veces quiere morirse. A veces sólo 
quiere llegar. Antes que arranque el tren logra comprar cuatro 
superpanchos. Siente una soledad poblada de gritos de pibes. 
Algunas formas de vida contemporáneas atestiguan la diso-
lución del concepto de madre y la renovada pertinencia del 
concepto de maternaje. El runflerío armado alrededor de ma-
ternajes, metamorfosis de una máquina de guerra. Como toda 
máquina de guerra, responde a otras reglas que animan una 
indisciplina fundamental de la guerrera, una puesta en tela de 
juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al abandono, un 
sentido del honor muy susceptible, un sentido de la ética muy 
arraigado… un sentido muy profundo del cuidado. 
En Flores se le cierran los ojos. Sus músculos no relajan ni en el 
sueño más profundo. Siente que los chicos van y vienen a los 
gritos pero sabe que están a mano. En Morón, entredormida, 
los relojea: la bebé duerme, el de la teta volvió a la teta y los 
demás ya son grandes. 
Lo que se arma, desarma o disuelve, en definitiva, es efecto de 
las circunstancias que produce el deambular. En los maternajes 
el acto de enlace no es consecuencia de la obligación ni de la 
responsabilidad heredada sino de la capacidad de ser afec-
tada por las presencias. Ya no arman las referencias. Arman 
los cuerpos, arman los viajes. Marisol no es portadora de una 
función, ella se hace cargo estando. Todo se produce por fuera 
del imperativo moral: los maternajes se sostienen por fuerzas 
afectivas. La vida es deambular, es consumir, es cuidar y, a ve-
ces, fiesta. Una constelación de afectos. 
42
Estar en común sin comunidad
En Merlo la despiertan a los gritos, a los apretones, casi a los 
golpes. Se pelean, se empujan, se ríen. Es la 00:01 del domingo, 
ya es el día de la madre y ninguno quiere ser el último en darle 
un beso. 
Diego Valeriano
Estrategias de la alegría
(Fragmento extraído de la Introducción al libro El deseo nace del 
derrumbe, de Roberto Jacoby)
En su lúcido análisis sobre la última dictadura argentina, Pilar 
Calveiro (1998) se refiere en términos de poder concentracio-
nario y desaparecedor a los modos en que el terror se dispersó 
en la sociedad más allá de los límites de los campos de con-
centración (existieron alrededor de 500 centros clandestinos 
de detención y exterminio en toda la Argentina): “El campo 
de concentración, por su cercanía física, por estar de hecho en 
medio de la sociedad, ‘del otro lado de la pared’, solo puede 
existir en medio de una sociedad que elige no ver, por su pro-
pia impotencia, una sociedad ‘desaparecida’, tan anonadada 
como los secuestrados mismos”. La capacidad paralizante del 
terror concentracionario se basa en la ambigüedad entre saber 
y no saber lo que estaba ocurriendo. La siniestra tecnología 
del terror, basada en instalar la más absoluta incertidumbre, 
se corporizó en la figura de los desparecidos violentamente 
ausentados, arrasados y negados: no se sabe dónde están los 
ausentes, no aparecen sus cuerpos, las autoridades niegan su 
existencia. La estrategia de la dictadura actuó exitosamente 
como disciplinante de los cuerpos a través del exterminio, 
la tortura, la cárcel legal e ilegal, así como la educación, los 
medios masivos, la vida cotidiana. El campo de concentración 
extiende sus fronteras hacia una sociedad igualmente concen-
tracionaria, en la que todos los ciudadanos están paralizados 
por el terror de presumirse a sí mismos desaparecidos poten-
ciales. Pero hubo, a pesar del terror instalado, estrategias para 
sortearlo, enfrentarlo y sobrevivir.
43
Tertulias
Roberto Jacoby (2000) reconoce dos formas de antagonismo al 
régimen de facto, que apuntaron de modos distintos a recu-
perar la potencia de los cuerpos. La más notable es la gesta 
encabezada por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, un 
puñado de mujeres a las que les fueron arrancados sus hijos 
y sus nietos; que desde 1977, en condiciones de la mayor vul-
nerabilidad, enrostraron a los jerarcas militares la ausencia 
de sus seres queridos y reclamaron su aparición con vida. 
Expusieron sus cuerpos en la calle a sabiendas de los riesgos 
que ello conllevaba, e idearon distintos recursos simbólicos en 
el foro público para instalar la denuncia y devolver su histo-
ria a los cuerpos de los ausentes. Si las Madres y Abuelas de 
Plaza de Mayo fueron la avanzada indiscutida de la oposición, 
la cultura underground, la trama subterránea de encuentros, 
recitales de poesía, festivales de rock, fiestas y otras formas 
de sociabilidad también contribuyeron –de otro modo– a la 
reconstitución del lazo social quebrado por el terror. Los reci-
tales en húmedos sótanos de mala muerte de bandas de rock 
como la mítica Patricio Rey y los Redonditos de Ricota o Virus 
–en la que Jacoby participó como letrista– significaban en ese 
contexto “un oasis, una isla de bienestar”. Es lo que él llama la 
“estrategia de la alegría”: una respuesta o una reacción ante la 
depresión, el desánimo y el miedo generado por la represión 
dictatorial. (…) En medio de la tragedia, bailar y disfrutar de 
estar juntos puede ser vivido también como un acto político de 
tremenda potencia disruptiva. Así lo entendió el Indio Solari, 
cantante y líder de los Redonditos de Ricota, cuando explicitó 
que su música apuntaba a preservar el estado de ánimo arra-
sado por el terror. (…) El cuerpo aparece en estas experiencias 
como territorio de insubordinación política, al poner en cues-
tión los regímenes normalizadores y disciplinarios interioriza-
dos, “hechos carne”. Estas experiencias están problematizando 
un orden disciplinario que ha calado muy hondo y modelado 
las subjetividades. El indisciplinamiento de los cuerpos se 
manifiesta en términos de una disidencia sexual, que también 
es política, al poner en cuestión las asignaciones de género y 
sexuales heteronormativas, e incluso de ciertos corsés “homo-
normativos”. Cuerpos danzantes, en movimiento, travestidos, 
44
Estar en común sin comunidad
imprevisibles, el baile colectivo y sin pautas, la fiesta, el desfile 
improvisado, provocan devenires de los cuerpos que desarti-
culan cualquier identidad estable.
Ana Longoni
Una tertulia con Pichon-Rivière: estar en 
común en tarea
Aconteció en un bar al cual concurría asiduamente Enrique a 
tertuliar. Sentado cómodamente en su silla, aprobaba ideas que 
surgían de mesas vecinas: ...que el estar en común supera las 
ideas que remiten al ser del grupo (...) que es posible estar en 
común sin ser en común... Comenta que su amigo Ulloa ya lo 
planteaba diferenciando el estar en analista –que a veces acon-
tece– del ser analista –donde el psicoanálisis fenece-. Agrega 
que él ya lo decía en sus nociones de pertenencia.
Otra mesa manifiesta el estar en común sin amo, sin poder, 
sin líder. Y asentía el maestro vigorosamente. Ante esto, lo 
mira cuestionadoramente una joven y dice haberlo leído, y 
que él hablaba de liderazgo en los grupos, y que el líder esto 
y lo otro... Enrique Pichon-Rivière le recuerda que él hablaba 
del estar en común, con la tarea como poder, más que poder, 
potencia, cuando planteaba la coordinación de los grupos ope-
rativos. Que no es la persona la que lidera la tarea, sino la tarea 
aquellaque lidera el estar en común.
La chica se acerca a la mesa, y con otros cinco se sientan en tor-
no a Enrique. La tertulia se anima. Pichon recuerda que no es 
posible estar en común sin tarea. Más allá que ésta fuera explí-
cita o implícita, hay un para hacer algo –aún el hacer nada– que 
signa cada estar en común. Que ese hacer se halla ligado a la 
necesidad –abrevando en Marx– y al desear –en fuentes freu-
dianas-. Y cuando éste concluye, ese estar en común finaliza.
Pero Enrique... –lo interrumpe un tertuliano– Vos hablabas de 
pertenencia, y evaluabas los grupos –como una de las variables 
45
Tertulias
de los vectores del cono invertido– desde ese pertenecer a los 
grupos.
Y tomándose el café, Enrique concluye la tertulia diciendo: –
Nunca dije eso, ni jamás lo convalidaría. Cuando hablé de los 
vectores del cono puse la tarea en el medio de ellos, y a ella 
remite toda referencia del vector. Si diez alumnos se reúnen 
para estudiar, y van los diez a la cita y se van al cine –aún si 
fueran todos juntos– la pertenencia al grupo de estudio es con-
siderada nula, pues ésta debiera ser leída en torno a la tarea.
Me levanté, agradecí a Enrique la enseñanza recibida –como 
siempre acontecía con él en insólitos encuentros, en las situa-
ciones menos esperadas– y lo vi irse...aunque... como decía 
Hernán Kesselman: “¿Cuándo se fue? ¿Cuándo? Si siempre 
está volviendo”.
Ricardo Klein
47
Escrituras
Flechas de pensamientos
A veces pienso: ojalá la escritura fuera como esos caminos de 
cornisa, delgados y altamente inestables, donde el paso torpe 
o equivocado nos lanza al vacío. ¡Cuántos impedidos dejarían 
tranquilos a los libros!
Juan Carlos De Brasi
Madrigueras
Escribir fecunda roces. Propicia cierta erótica del con-tacto. 
Espacio vivo, juntura por la que la mano siente el papel, palpa 
el hilo los dedos, la lengua humedece sonidos, silencios. 
Escritura caricia, que sin saber lo que busca, juega con aquello 
que se escapa.
Se escribe lo que flota garabateado en el aire. Aleteos que se 
hilvanan en estado de palabras. Revuelta de misceláneas preci-
pitadas en un cuerpo-oído: único testigo que las escucha, aloja 
y transcribe su estela. Los trazos, una vez surcados en la hoja, 
quedan como retales mudos a la espera que una eventual lec-
tura les anime la voz y los diga, con otro tono, otra cadencia, 
expandiendo acústicas, reverberando sentidos.
Escribir ocasiona amistades epistolares. 
La escritura nunca se inicia; deambula por el medio entre otras 
escrituras, inscribiéndose en lo que otras vienen diciendo, 
carteándose con ellas. Las preludia, cita, re-versiona. Palabras-
48
Estar en común sin comunidad
agujas que enhebran un tapiz móvil, evanescente, en curso. 
Hilos, nudos y vacíos, en que uno e infinitos relatos se cuentan y 
piensan, entramados, desgajados. 
Se escribe porque las fuerzas amainan y aventarlas con un so-
plo, una lazada más, anhela rescatarlas en su desvanecimiento. 
Para restituirles las energías que le fueran arrebatadas, cuando 
el dolor contrae; diseñarles otros cuerpos en donde rehabitar 
un aire en común. 
Escribir ocurre conjurando lo que retiene. A contrapelo. 
Para desescribir trans-tornando la asimetría social, política, ur-
dida por los poderes que la lengua se empeña en reproducir. 
Para extenuarles su orden cercenador de libertades, sus con-
sensos anquilosados. Su arrogancia. Punzando a cada una de 
las escrituras obedientes, su ecolalia patriarcal, hasta que dre-
nen sus desapariciones y reaparezcan con vida las existencias 
que los universales del bello animal razonador, exiliaron. 
Se escribe arqueando la espalda, por el peso del mundo o por 
nuestro propio peso en él. Inclinando el cuerpo para que caiga 
lo oclusivo del otro lado, fuera de sí. Con palabras menguantes 
por las que resbale el hastío de lo que nos determina. Sin con-
descender a esa condición depredadora que nos trama huma-
nos. Sin condescender.
Escribir surca la grieta que nos dice. 
Confirma el desencuentro que nos compone: ese ovillo de afec-
tos derramados entre signos, entre huecos, que nos transita y 
atraviesa. 
Porque ni lo dicho aquí es lo que quise decir, ni lo que estás le-
yendo, lo escrito. La escritura dispone: elige sus procedimien-
tos y estrategias de viaje. Se ofrenda como explanada, plaza de 
juegos, retícula elástica, en la que el lenguaje monta su imposi-
bilidad, nace y muere entre la plenitud y la insuficiencia, des-
puntándose a sí mismo, en su hendidura, en su vida incesante.
49
Escrituras
Escritura madriguera, para entrar y salir. Para guarecer el sue-
ño que aun espera tras la herida. Para anidar el pequeño, lento 
animal que nos habita, mudando la piel ¿Y después? Partir.
Escribir nombra ese modo de irse, que deja tras de sí, el rastro 
del acontecimiento que pasa, aquella sonrisa gatuna borronea-
da entre árboles, y que, en su incierto viaje, olvida el rostro de 
quien escribe. 
Cintia Rolón
Escribir (¡Qué desastre!)
Exclamación: “La palabra desastre (en el latín astronómico) 
relataba la catástrofe que se observaba en los cielos cuando 
una estrella, un cuerpo celeste, una emanación refulgente u 
otra cosa, se disgregaban en miles de direcciones hasta desa-
parecer” (Percia, 2014). Vaivén en trazos y acrobacias de ma-
nos garabateadoras que persiguen las huellas de un dictado 
inaudible. Roberto Juarróz (1992) recuerda una idea de Rilke: 
“Cuando escribo, yo no miro la punta de la pluma, sino el ca-
pricho, en el aire, de la otra punta de la lapicera”. 
Verbo sagaz que hospeda oquedades, desvanes misteriosos, 
sótanos impensados. Propone Juarroz (1992): “Hablar ante el 
abismo en el que estamos con el abismo que somos”. 
Téngase a bien y a mal: escribir lastima, borra contornos del mí 
para ensayarse otro, afronta intentos logrados y fracasados de 
romperle la cara a la confirmación de un rostro, suscita un des-
garro fatal a la méndiga medida universal de toda experiencia, 
esa que llamamos Yo. 
Relato de lo inenarrable, grito quebrado que evoca una fronte-
ra y practica el exilio, desastre íntimo: sangrar la herida que la 
cosmogonía de los días vela con celosía. 
50
Estar en común sin comunidad
Desarraigo de que no haya tal cosa como mundo desde donde 
explicarse, temblor de pertenecer al viento, al soplo de las pa-
labras, y aún, partir también de aquella pertenencia. 
Quien escribe asiste a la imposibilidad de escribir dos veces la 
misma palabra. 
Romper un pedazo de mundo, romper el papel, romper el lá-
piz y romperse uno con todo aquello. Juarroz (1992) recuerda 
una idea de Nietzsche: “Di tu palabra y rómpete”. 
Devenir partícula rota que, ahora, vibra en el universo de lo 
imposible. Después de ahora, ¿quién sabe? Si escribir es un 
fragmento de morir, entre pedazos de vivir. 
Gonzalo Sanguinetti
Lágrima oscura
De uno de sus ojos pende el tiempo, eternizando el dolor. Un 
demonio lo despertó para nunca dejarlo dormir. La lágrima no 
se precipita, deja de ser sal para convertirse en tinta. Llorará su 
devoción por Mirta en cada poema. Su musa a la distancia no 
lo sabe, aún tienen la ingenuidad de la infancia. 
A esta lágrima le tatuaron un rostro para darle pertenencia a 
su oscura existencia. Es donde se comienza a ser el artificio de 
un penar más grande que la vida, estigma de la muerte en la 
sangre fantasma. 
Lo recuerdo a Mario, siempre hablando del diablo, los evange-
lios, los tiempos de consumo y de redención. Sus primeros es-
critos, redundantes en contenidos, los expresaba a una veloci-
dad difícil para conectar palabras con emociones. Irrespetuoso 
de los silencios, quedaba sin respiración. 
Hoy es capaz de enfrentar un teatro otorgándole metáforas a 
las metáforas mismas, pausas que atrapan en su trama, conec-
tando lo callado y lo dicho con lo que está grabado en su pecho. 
51
Escrituras
Mario es un escenario y sus parpados el telón donde transcu-
rren la comedia y el drama: en un ojo tiene una sonrisa, en el 
otro una oscura lágrima. 
Maximiliano Ferreira
Al des-nudoEn un mar de palabras, donde la marea encuentra una tempes-
tad de pensamientos a la deriva, ellos se funden ostentando 
surcar el mar de las clasificaciones para no ser presos de ideas 
que dejaron de pensar. Pensamientos que atraviesan las poro-
sidades de los cuerpos mientras tejen en ellos el control y otros 
que “neutralizan la maquinaria exterminadora del capitalismo 
tardío” (De Brasi, 2015). 
Pensamientos que no llegan a pensarse, que nos hacen actuar. 
Escritura que resignifica el recorrido del pensamiento. 
No tendría sentido la escritura si no osara romper el dique de 
la superficie de una palabra. 
Si la letra es el cuerpo de la palabra, ¿qué decir sobre ese cuer-
po? Cuerpo que siente y no para de sentir, interminable. Letra 
que pugna por una sublevación del pensamiento. 
Palabras desbordadas no se abisman ante una hoja en blanco 
que se torna el fantasma y el miedo de las (j)aulas universitarias. 
No hay escrituras buenas o malas. Hay escrituras trastocadas y 
confundidas por el poder del sometimiento. Y en cada palabra, 
el tejido de discursos que chocan incluso en un velado silencio. 
Se dibuja una palabra en cada letra que trata de capturar lo 
incapturable del dolor del mundo. Palabra que se esfuerza por 
transportar sentidos perdidos. Estancias en común, estancias 
con la escritura extranjera. 
52
Estar en común sin comunidad
La escritura universitaria, si no queda confinada a un pensa-
miento utilitario, puede devenir espacio del arte de la esgrima 
contra las lógicas consumistas. 
Si Barthes (1977) propone la idiorritmia, que proviene de idios 
(propio/particular) y rhytmós (ritmo), como un ritmo particular 
en fuga de los cuerpos hablantes, ¿sería posible una escritura 
idiorrítmica que rompa con el sentido común? Musa meló-
dica que danza entre las figuras, inaprensible, en un intento 
de trazar un círculo disidente. Círculo que rompa el eterno 
retorno de la escritura reproductiva y des(a)nude la potencia 
de un cuerpo que se entrega a la creación de nuevas y efímeras 
representaciones. 
Naufragio que pugna una fuga, un destello entre pensamientos 
que nos piensan. ¿Cómo alojar esa inmensidad en un cuerpo 
sin sentirse sometidos a su reproducción? ¿Cómo plasmar en la 
escritura algo de aquello sin el pudor de sentirse al des-nudo? 
Suyay Scagni y Gabriel Costa
Lo Grupal
Proyecto colectivo. Lugar de despliegue de una problemá-
tica inaugural. Espacio de escritura sobre la cuestión grupal. 
“Tránsito histórico, estético-político y epistémico hacia otros 
devenires de pensamiento y acción” (De Brasi, 2007). Escritura 
de diez volúmenes editados por Búsqueda en la Argentina 
en posdictadura, entre 1983 y 1993. Colección dirigida por 
Eduardo Pavlovsky y Juan Carlos De Brasi en la que escribie-
ron también Gregorio Baremblitt, Armando Bauleo, Marcelo 
Percia, Osvaldo Saidón, Marie Langer, Hernán Kesselman 
y Ana María Fernández, entre otros. Fragmento relevante 
de la producción intelectual de izquierda en nuestro país. 
Delimitación de un territorio común no homogéneo de proble-
mas que requerían ser pensados. Elaboración de una concep-
ción crítica en la problemática grupal. Proyección desde el campo 
disciplinar del psicoanálisis y la psicología social hacia el cam-
53
Escrituras
po intelectual y cultural. Conexión entre psicoanálisis, marxis-
mo, psicología social, filosofía crítica y estética. Producción de 
un campo de ideas en tensión. Confluencia de una trama de 
experiencias de exilio político. Decisión de repensar lo político 
después de la interrupción de la política, efectuada a través de 
la eliminación del estado de derecho y la instalación del terror 
de estado en tiempos de dictaduras latinoamericanas. Urgencia 
de volver a pensar la relación entre las prácticas clínicas y so-
ciales y la dimensión política. Reconfiguración, en tiempos de 
la democracia, de ideas, valores y proyectos de la tradición 
del psicoanálisis argentino vinculada al pensamiento de las 
izquierdas de las décadas del sesenta y setenta. Inquietud de 
vislumbrar a los grupos como metáfora vigente de lo reprimido en 
tiempos democráticos. Recuperación de lo impensado en las 
producciones grupales anteriores. Advertencia de que la perse-
cución, la represión y la sospecha que habían recaído sobre los 
grupos durante el período genocida habitaban, todavía, en los 
imaginarios profesionales. Interrogación sobre cómo diseñar 
modos de habitar los espacios cotidianos de las instituciones 
y los grupos que pudieran atender las formas condensadas de 
violencia simbólica. Formulación que indicó que la subjetivi-
dad se produce en el espacio social donde se actúa. Declaración 
de una utopía de lo grupal: imaginar acciones grupales más allá 
del horizonte de posibilidades de los grupos ya pensados. 
Afirmaciones, que plantearon que lo grupal no son los gru-
pos; que lo grupal no es objeto de ninguna designación; que lo 
grupal no trataba de ofrecer un nuevo marco teórico, esquema 
conceptual o técnica determinada; que lo grupal es condición 
estructurante de lo social-histórico; que lo grupal es oportu-
nidad de lo que difiere de sí; que hay “un acontecer grupal 
diseminado en nosotros mismos, como lenguaje y gesto, como 
signatura socio-histórica y singularidad inconsciente, como 
destino e invención del azar” (De Brasi, 2001). Insistencias, de 
poner en cuestión todos los dualismos que impregnan los mo-
delos grupales: sujeto/objeto, interior/exterior, propio/ajeno, 
individuo/sociedad, teoría/técnica; de situar a las unidades, 
yo, grupo o sociedad, como ilusiones totalizadoras, aunque, por 
momentos, necesarias; de plantear que la tarea clínica no es 
54
Estar en común sin comunidad
ajena al problema del poder. Tensiones, que señalaron a los 
grupos producidos, a la vez, como manipulación y como in-
vención colectiva. Concepciones, de realidad como multiplicidad 
e infinita complejidad ramificada; de inconsciente como producción 
y no como descubrimiento de lo ya existente; de lo social-his-
tórico como aquello en lo que se trama el mismo inconsciente 
y no como afuera de una sustancia subjetiva; de verdad como 
inadecuación entre lenguaje y existencia, potencia del fragmento 
que abre una transformación, resto que se prende a un deseo, 
y no como adecuación entre pensamiento y hechos; del diálogo 
clínico como una práctica social, un saber y una ética. Críticas, 
que sostuvieron que los padecimientos personales se compo-
nen con fantasmas ofrecidos por el mundo social; que denun-
ciaron que la cuestión grupal parecía haber quedado reducida 
al espectáculo o al utilitarismo institucional. Composición 
indisciplinada de lecturas. Restos de una biblioteca inaborda-
ble. Presencias de Freud, Marx, Nietzsche, Heidegger, Adorno, 
Horkheimer, Marcuse, Fromm, Sartre, Reich, Lacan, Althusser, 
Foucault, Deleuze, Guattari, Castoriadis, Derrida, Borges, Arlt, 
Beckett, Piglia, Klein, Bion, Lewin, Bleger, Pichon-Rivière, 
Moreno, Anzieu… Nostalgia del sueño de la revolución como 
posible. Utopías micropolíticas en tiempos de la revolución 
como pasado. Inconclusiones, “Preguntas disparadas hacia un 
lector que fabula, que desea y fabrica sus propios modos de 
desciframiento, de provocación a que cualquier cierre sea un 
imposible. Porque toda respuesta cierta, entraña la muerte del 
asombro y la curiosidad” (Prólogo, Lo Grupal 6, 1988).
Gabriela Cardaci
Máquina de escribir
Pasillo de impregnación: Silencio a la carta.
Escribe la desesperación, el hastío, la pregunta, la soledad. Se 
inventa el remitente y el destinatario, corte del flujo, estancia 
sin correspondencia.
55
Escrituras
Sala de máquinas: una invitación del azar a dedicarse en cuer-
po y pulso a dejar pasar las palabras que puedan merodear ese 
panal.
Tendones, teclas. Tinta china. Piano.
La máquina no es el objeto técnico funcional a una tarea; la má-
quina es la fuerza bruta que conecta tendón y mecanismo pia-
no, caligrafía y ruido, lo diferido y la urgencia, lo inadecuado, 
lo inesperado, la espera, la tradición,el corte y lo irreductible. 
La máquina interpela los encastres y lo prêt-à-porter.
Remanentes, discontinuados, inaudibles, los filamentos de lo 
vivo germinan entre el desgarro y la caricia.
Victoria Larrosa
57
Sensibilidades
Fluyendo
En el hombre siempre se acentuó lo efímero. Polvo eres y en 
polvo te convertirás; “polvo, mas polvo enamorado”. Se trate 
de un pseudo origen o de la búsqueda de cierta unidad im-
posible, la constante es que el hombre deambula por caminos 
polvorientos para llegar adonde pasa la nada.
Ahí es cuando uno se da cuenta que el hombre nace de un ol-
vido: el agua. La que lo riega y nutre, la que hace crecer su 
medio, y en medio lo arrasa, la que humedece, cuece y deja 
su sequía cuando desaparece, está en el origen de tal amnesia.
Pensar el hombre como amasijo de polvo y cenizas hace que 
su naturaleza sea concebida desde la imagen de un desierto 
sin oasis. Icono cierto, pero unilateral, marca de la devastación 
técnico-humano-mística.
Una patética efigie poblada de vientos sofocantes, sin liquidez 
alguna, sin ninguna resistencia ni la fuga que el agua dibuja 
con sus remolinos. Erosión del polvo y las cenizas que confun-
den el morir con el cadáver y éste con la muerte. Es así como yo 
interpreto la desesperada advertencia de Nietzsche: “el desier-
to va creciendo. Desventurado el que alberga desiertos”.
Juan Carlos De Brasi
¿Externar?
Vive preso de la angustia que le despierta la posibilidad de 
una externación que, está seguro, no va a tardar en llegar. Le 
58
Estar en común sin comunidad
dijeron, las organizaciones sociales que trabajan en el hospital, 
que no es bueno seguir internado, que el manicomio no es un 
lugar para vivir. Sabe que los excesos de medicación cambia-
ron su fisonomía, su forma de hablar, su caminar. Aprendió 
que ahí si no sos pillo te la hacen, que no tenés pertenencias, y 
que si las tenés, sos preso del miedo a que te las roben. Él, por 
las dudas, siempre tiene todo encima. Siente que esa cama (que 
ahora tiene que dejar) es su casa, su lugar, su cancha. Es cierto 
que la identidad paciente se posó sobre la vida que vive, como 
también es cierto que en todo infierno que se vive se habitan 
afectos tiernos. Espera ansioso la una del mediodía para ir a 
ese taller de circo en el jardín del hospital, donde mujeres dis-
puestas a ser rozadas en medio de juegos teatrales, se acercan 
alegremente. ¿Hace cuánto no roza el cuerpo de una mujer, 
que no siente su olor, que no se excita con esa presencia que 
le despierta una vitalidad sensual? ¿Afuera del hospital podrá 
saludar con un beso a toda chica que se cruce? Lo que no saben 
quienes le dicen que tiene que externarse, es que ahí no es solo 
paciente, que a fuerza de querer fumar y no tener plata se con-
virtió en comerciante, que las mujeres lo quieren y que tiene 
amigos, que todos los días va a talleres donde se ríen de sus 
chistes, que el del pabellón de al lado le da las revistas que le 
gustan, que cuando se aburre se puede ir a pasear en tren lar-
gas horas, que te hacen la comida, que podés ver la tele, que en 
ese mundo de afectos tejió alianzas que le convenían. Su cuer-
po guarda mucha información sobre el cálculo, le dicen que no 
sabe manejar plata, que la guarde, que ahorre, no entienden 
que en su cálculo el ahorro no entra en la cuenta, que vive en 
la desmesura y ahí el cálculo es infinito pero no incalculable. 
En su cuenta entran las sensibilidades neuróticas que visitan 
el hospital: caridad, comparación, culpa. Ellos siempre le van a 
dar algo, sea plata, cigarrillos o una buena charla, ¿por qué va 
a trabajar para conseguirlo si la lástima culposa paga mucho 
más? ¿Por qué le dicen que tiene que sacrificarse en algún tra-
bajo mal pago para conseguir lo que ya tiene? Su cuerpo no 
guarda la información de estos valores que le quieren enseñar; 
y, sin embargo, su psiquiatra sigue diciendo que se tiene que 
59
Sensibilidades
externar. Intuye que afuera no hay cancha que defender, y sin 
su cancha no hay partido que jugar.
Ayelen Diorio
F(r)iccionados I (cosas que nos pasan con lo que 
pasa)
Supongamos que dentro del Hospital Borda hay una organiza-
ción con fines artísticos y desmanicomializadores. Supongamos 
que en esa organización hay talleres con distintas disciplinas 
artísticas. Supongamos que en uno de esos talleres se hace 
Circo, y que ese taller tiene un espectáculo. Supongamos que 
una sensibilidad hablante tiene ganas de empezar la primaria y 
pide a los coordinadores que lo ayuden. Supongamos que se 
consigue un espacio donde empezar inmediatamente a estu-
diar, que este lugar queda a siete cuadras del hospital, y que 
este lugar no tiene las trabas burocráticas características de toda 
institución educativa. Supongamos que las maestras le dicen a 
esta sensibilidad hablante que puede empezar ya, que los hora-
rios los van manejando en función de las necesidades de cada 
quien, que los van programando día a día, que no hay que ano-
tarse en ningún lado para pedir vacante, que no hay que llenar 
ningún formulario, que no hay que pagar. Supongamos que lo 
único que se necesita para ir a estudiar es el deseo. Supongamos 
que los coordinadores ingenuamente van a comunicarle esta 
noticia al jefe de servicio de este tallerista. ¿Para qué? Para tra-
bajar en equipo, para acompañarlo en este proceso, para que se 
empiece a mover, para que recupere algo de sus herramientas 
perdidas en el otro proceso, el de institucionalización. Para que 
recupere algo de su autonomía, para que pueda valerse por sus 
propios medios, para seguir dándole cuerda a ese deseo que él 
se ocupó de volver a mover. Para que pase algo. Las primeras 
respuestas fueron: “es muy lejos”, “no tiene el DNI para ins-
cribirse”, “el ciclo lectivo empieza el próximo año”, “no puede 
valerse por sus propios medios”, “necesita la autorización del 
juez”, “su psiquiatra está de vacaciones”, “el jefe de servicio 
60
Estar en común sin comunidad
tiene licencia prolongada”. Se trataba de los queridísimos 
infaltables argumentos burocráticos. Fuimos eludiendo una 
a una cada respuesta: “queda a siete cuadras”, “no necesita 
inscripción, es un centro cultural”, “empieza cuando tenga 
ganas”, “estuvimos diez días de viaje y se manejó de manera 
independiente”, “con la firma suya puede salir”.
Parecía que estábamos a punto de quebrar lo burocrático con la 
gambeta del deseo, estábamos felices, algo se movía, encontrá-
bamos respuestas, no podíamos parar, estaban Pasando cosas. 
Hasta que… La respuesta fulminante de la jefa de servicio, la 
que nos dejó sin más argumentos, sin aire, congelados en la 
eternidad del pabellón, la que nos volvió a manicomializar fue: 
“No. Le puede pasar algo”. No hay argumento que resista a 
esta devastadora respuesta. Atenta contra el deseo, contra el 
movimiento, contra la desmanicomialización, contra la vida. 
Mejor que quede todo igual, así no pasa nada. Que no nos pase 
nada. Que no pase nada anuncian los noticieros masivos de co-
municación. Que no pase nada gritan los vecinos reclamando 
Seguridad. Que no te pase nada aconseja una madre cuando 
vas a salir fuera de casa. Que no les pase nada gritan los do-
centes y directores a sus alumnos en los recreos. “Por las dudas 
que no pase nada” es el discurso del sentido común. Que no pase 
nada; es que no pase nada fuera de lo esperado, fuera de lo 
previsto, de lo convencional, fuera de lo común, de la norma, 
de lo tácito, del destino, de lo subyacente, de lo obvio, de lo 
natural, de los mandatos. Que no pase nada nos condena. Que 
no pase nada nos vuelve a encerrar en los manicomios, en las 
cárceles, en las escuelas y en las familias. Que no pase nada nos 
encierra en el rótulo mas estigmatizante, en el del deber ser. 
Que no pase nada es que nos tienen que pasar las instituciones 
con sus certezas. Que no pase nada es poner piloto automático 
al consumo. Que no pase nada es peor que morir, es la muerte 
del deseo. Uno cree que vive eligiendo y el único que elige es el 
imperativo “queno te pase nada”; porque para que no te pase 
nada viviendo hay que camuflar la vida. Que no pase nada es 
la manicomialización en su grado mayor de exponencia. Es la 
manicomialización, porque es la quietud de los cuerpos. 
61
Sensibilidades
Fernando Stivala
F(r)iccionados II (simulaciones viajeras)
Supongamos que se organiza un festival de arte en la ciudad 
de Mar del Plata.
Supongamos que asisten organizaciones que trabajan con 
el arte en manicomios de todo el país. Viajan artistas. Viajan 
locos. Viajan singularidades. Se juntan en un complejo, en 
Chapadmalal. Hotel con características parecidas a las que 
conocemos en los hospitales que alojan cuerpos y voces del 
mundo, de la historia, de las comunidades, de las tribus, de 
las religiones. Hospitales históricos: fabulaciones de un estar 
en común con la creencia de que muchas personas juntadas por 
la suposición de características similares, aisladas y asistidas 
regularmente por especialistas, podrían vivir mejor.
Supongamos que al festival concurren ochocientas sensibili-
dades hablantes. Supongamos que uno de esos cuerpos, ha-
bitualmente vive vivido por ternura, obediencia, sumisión, 
vergüenza, timidez, cariño, suavidad, introversión, prudencia, 
discreción, reserva, cautela. Mochila de figuras que se instalan 
en la ilusión de un sí mismo.
Supongamos que después de tres días de festival, de circular 
por recorridos poco habituales, de cruzarse con otros cuerpos 
habitados también por pasiones; empiezan a posarse nuevas 
viejas afecciones.
Sensibilidad estallada por viejas nuevas figuras donde em-
piezan a hablar los gritos de las religiones, de la patria, de 
las amistades del barrio, de la familia, del amor, del cuidado, 
del fútbol, del medio ambiente, de la fama, de la solidaridad. 
Voces que parecen estar veinte años atrás, acciones que nacen 
y resucitan en la actualidad.
Otra mochila de figuras que se instalan en la ilusión de un fue-
ra de sí.
62
Estar en común sin comunidad
¿Cuánta carga soportan las identidades para los cuerpos 
vivientes?
Supongamos que algunas de las personas que comparten el 
estar en común con él se ven desconcertadas por estos pasajes 
imprevistos.
Vergüenza ya no habla, obediencia está acallada, sumisión se 
esconde y timidez olvidó la cita.
Supongamos que ciertas figuras históricas se volvieron locas 
por capturar algún cuerpo circulando: identidad psiquiatra, 
identidad patovica, identidad enfermero, identidad policía, 
tocaban la puerta de algunos hablantes.
Acontecen preguntas: ¿hay que inventar nuevos estares en 
común?, ¿hay que seguir protocolos del sentido común para 
intervenir en estas situaciones?, ¿imaginar fabulaciones colecti-
vas que segundeen algunos estallidos del mundo?, ¿idear ocu-
rrencias que dejen de lado los estereotipos de cura?, ¿ingeniar 
acciones inusuales que puedan funcionar en cualquier parte?
Si la creencia cultural supone que los cuidados amorosos que 
encanutan diferenciación entre normales y locos, que la medi-
calización, y que la sobreprotección maternalista tienen efectos 
sanadores, ¿cómo discurrir por otros estares en común que ten-
gan la potencia y la magia de nuevas creencias? 
¿Qué f(r)icciones hay que transitar para circular por desvíos 
con efectos imprevistos? ¿Qué brebajes hay que preparar para 
conjurar hechizos desconocidos? 
Fernando Stivala
El señor José Ángel
Hace dieciséis años vive en Luján. Todavía hoy, el finado 
Alfonsín, y las boletas de luz que no podía pagar son los ver-
63
Sensibilidades
daderos responsables de esa trama perfecta que causó su larga 
internación. Supimos por lecturas que la casa de la que algún 
día lo sacaron estaba, en aquel tiempo, maravillosamente vacía 
y totalmente amurallada por dentro.
Se refugia en Dios. Hoy la temida segba ya no existe, pero la casa 
que comparte con sus compañeros sí tiene caños y cables. La 
oración muchas veces no alcanza para evitar que el diablo “que 
es un zorro”, o “que no es ningún zonzo”, o “que es mucho 
más vivo que usted”, en un descuido, penetre. Lo que muchas 
veces escuchan sus compañeros no son gritos, son “oraciones 
con rezongo”, que se imponen con fuerza y valentía a lo que 
el diablo es capaz de hacer para poder entrar. Si la amenaza 
insiste: corta la luz, corta el agua, apaga estufas, desacopia ali-
mentos. No hay objetos en su pieza. La caja que protege la llave 
térmica, es un santuario de estampitas de todo tiempo.
Por propiedad que llamó metafísica lo que se pudre en la hela-
dera (o en la alacena), lo pudre a él que es quien cuida, limpia 
y repara las cosas. 
Sus compañeros le cedieron hace largo tiempo el galpón, allí 
habita su universo encerrado, vigilado por la voz perpetua de 
la radio evangélica. 
Visita a su hermana, hace mandados, abandonó la moto y com-
pró bicicleta, cocina comida vegana, sin ese moderno nombre. 
Colabora en un taller de autos del barrio dando charla al dueño 
y a los clientes. Es muy querido por sus vecinos.
Comparte su asedio solo con el grupo y el equipo, asumien-
do que si él no estuviera cuidando, todos viviríamos en una 
pesadilla.
Que sus prohibiciones sean conversadas en la reunión de con-
vivencia lo enoja, pero soporta que sus compañeros quieran 
correr riesgos, y se logran acuerdos.
64
Estar en común sin comunidad
Para él vivir en la calle Caseros no es lo mismo que vivir a la 
vuelta, en la calle Santos Lugares. Supone que ahí la cosa es 
mucho más tranquila.
Maita Lespiaucq
Volver a Lobos
Pasaron veinte años pero quiere volver a Lobos. Estuvo preso, 
también loco, también herido, también solo. Hoy sólo quiere 
volver a Lobos. Porque sí, sólo para ver cómo está, sólo para 
saber si cambió, sólo para ver si puede llegar, si se animaría a 
volver al hospital después.
No sabe si le va a hacer bien, no sabe si llegaría al fin, no sabe 
para qué, ni qué pasaría después. No tiene la plata para el viaje, 
no tiene pensión, tampoco el calzado, no quisiera ser visto en 
alpargatas con medias. Tal vez estaría bien que lo acompañen 
pero siente menos peso yendo solo.
Son épocas duras, Servicio Social lleva semanas sin dinero para 
viáticos. En el grupo alguien aporta centavos y se suman de a 
poco las monedas. Alguien dice que esa plata es nuestro pri-
mer fondo; al devolverla, otro podrá viajar más cerca o más le-
jos. Cada mes los aportes pueden sumarse. Cuando la persona 
se externa, puede retirar lo que puso. El aporte es voluntario. 
La devolución obligatoria. Los plazos se convenían. Las licen-
ciadas participan y pueden resolver también una contingencia 
personal de serles necesario. Hace rato que no ve todo ese di-
nero junto. Si viaja, si lo autorizan a hacerlo, si se atreve a salir, 
regresará y lo devolverá ni bien Servicio Social le abone ese 
viático.
En el grupo se hace el acta de fundación de un fondo común. 
Lobos es, para muchos en el grupo, un lugar desconocido pero 
inolvidable.
Maita Lespiaucq
65
Sensibilidades
Ópticas
Se piensa la sensibilidad en relación a la mirada: “¡Mirá lo 
que hacés!”, “¿Ves lo que le pasa?”, “Observen lo que les su-
cede”, “Es que cada uno tiene su punto de vista”, “Depende 
la perspectiva”, “Las cosas son según el cristal con que lo mi-
res”. Alrededor de feminismos y estudios de géneros, se dice 
“Cuando te ponés los anteojos violetas ya no podés ver las 
cosas de la misma manera”. Tal vez ya no se trate de la mirada, 
que ha fracasado fatalmente en operaciones de visibilización, 
sino de apelar a una dimensión política del dolor a través del 
tacto. Rita Segato propone a la desensitización como experiencia 
fundante de la pedagogía de la crueldad masculina y habitual 
de los ciudadanos. Una pregunta clínica por el tacto podría ser: 
¿Cómo se toca lo no dicho en lo dicho?
Joaquín Allaria Mena
69
Telarañas
Flechas de pensamientos
El neoliberalismo no trata de reducir o achicar el estado —del 
cual ha vivido a rabiar—, sino que impulsa una metáfora mucho 
más peligrosa: desea que el estado y la sociedad se vuelvan 
impensables, para

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