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Estar en común sin comunidad Marcelo Percia / Juan Carlos De Brasi / María Pia López / Verónica Scardamaglia / Diego Valeriano / Ana Longoni / Ricardo Klein / Cintia Rolon / Gonzalo Sanguinetti / Maximiliano Ferreira / Suyay Scagni / Gabriel Costa / Gabriela Cardaci / Victoria Larrosa / Ayelen Diorio / Fernando Stivala / Maita Lespiaucq / Joaquín Allaria Mena / Liliana Lukin / Rocío Feltrez / Christian Ferrer / Luz Barassi / Gisela Cecilia Candas / Alejandro Kaufman / Mariano Fiumara / Dulce Suaya / Federico Cappadoro / Débora Chevnik / Nicolás Koralsky / Mónica Cuschnir / Patricia Mercado / Lucia Cavallero / Diego Sztulwark / Eduardo Cossi / Luciano Neiman / Para el mundo lo que es del mundo / Sebastián Salmún / Maximiliano Frydman / Horacio González © de los autores Editores Ana Asprea y Cristóbal Thayer edicioneslacebra@gmail.com www.edicioneslacebra.com.ar Esta primera edición de 1100 ejemplares de Estar en común sin comunidad se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2017 en Encuadernación Latinoamérica, Zeballos 885, Avellaneda Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723 Percia, Marcelo et. al. Estar en común sin comunidad. - 1a ed. - Adrogué : Ediciones La Cebra 2017. 144 p. ; 21,5x14 cm. ISBN 978-987-3621-41-3 1. Ensayo argentino. I. Título. CDD A864 ÍNDICE Ternuras desclasificadas 11 Marcelo Percia Tertulias� Escuchar el silencio 37 Juan Carlos De Brasi Salvar vidas 37 María Pia López Participios (condición pasiva de la dominación) 39 Verónica Scardamaglia Día de la madre 40 Diego Valeriano Estrategias de la alegría 42 Ana Longoni Una tertulia con Pichon-Rivière: estar en común en tarea 44 Ricardo Klein Escrituras� Flechas de pensamientos 47 Juan Carlos De Brasi Madrigueras 47 Cintia Rolón Escribir (¡Qué desastre!) 49 Gonzalo Sanguinetti Lágrima oscura 50 Maximiliano Ferreira Al des-nudo 51 Suyay Scagni y Gabriel Costa Lo Grupal 52 Gabriela Cardaci Máquina de escribir 54 Victoria Larrosa Sensibilidades� Fluyendo 57 Juan Carlos De Brasi ¿Externar? 57 Ayelen Diorio F(r)iccionados I (cosas que nos pasan con lo que pasa) 59 Fernando Stivala F(r)iccionados II (simulaciones viajeras) 61 Fernando Stivala El señor José Ángel 62 Maita Lespiaucq Volver a Lobos 64 Maita Lespiaucq Ópticas 65 Joaquín Allaria Mena De Retórica erótica 66 Liliana Lukin Telarañas� Flechas de pensamientos 69 Juan Carlos De Brasi Cancha con niebla 69 Rocío Feltrez El problema ético de un reseñista de libros 70 Christian Ferrer Lo arácnido 72 Luz Barassi y Gisela Cecilia Candas Ñandu: visitar, sentir, araña 73 Rocío Feltrez Retazos 75 Verónica Scardamaglia De Cartas 77 Liliana Lukin Revueltas� Flechas de pensamientos 79 Juan Carlos De Brasi Emancipaciones 79 Alejandro Kaufman Silente 81 Mariano Fiumara Esa palabra 83 María Pia López Una mujer extraordinaria 85 Christian Ferrer Despidos 87 Dulce Suaya Máquina de Agua 88 Federico Cappadoro y Débora Chevnik Montajes� Flechas de pensamientos 89 Juan Carlos De Brasi Ídem 89 Nicolás Koralsky Redes 91 Mariano Fiumara Devenir sonido 93 Verónica Scardamaglia Un ramo de claveles 95 Mónica Cuschnir Paralelas 97 Joaquín Allaria Mena Pensamientos� Juan Carlos De Brasi, pliegue del pensamiento 99 Gabriela Cardaci Clorofila 101 Patricia Mercado Las palabras 103 Maita Lespiaucq Curadurías, curanderías 104 Victoria Larrosa Destruir lo dado 104 Patricia Mercado Viralizaciones� Flechas de pensamientos 107 Juan Carlos De Brasi Un restaurant ucraniano 107 Christian Ferrer Mur(muros) de facebook 109 Lucía Cavallero Arte de los medios 110 Ana Longoni De marca, porque son mejores 112 Mónica Cuschnir Propagaciones 114 Mariano Fiumara Ensoñaciones� Flechas de pensamientos 115 Juan Carlos De Brasi Materia sensible 115 Diego Sztulwark Deambular, ensoñar 117 Diego Valeriano Runfleríos ensoñados 118 Verónica Scardamaglia Elementales 120 Eduardo Cossi Desmanicomialización 122 Para el mundo lo que es del mundo Autoayudas� Elogio de la orfandad 129 Juan Carlos De Brasi Cioran 129 Luciano Neiman Individualismo de masas 130 Sebastián Salmún Dícese de la autoayuda 131 Maximiliano Frydman Risa del alma 133 Maximiliano Ferreira Santo Tomás: teoría del hospital 134 Horacio González Bibliografía� 139 11 Ternuras desclasificadas Presentación Este libro se ofrece como glosario no alfabético e incompleto de asuntos que aluden al estar en común sin comunidad. Se enhebra con un seminario que se realiza, en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, bajo el amparo del Proyecto UBACyT (2014-2017) Representaciones de Sujeto y Subjetividad en el movimiento de “Lo Grupal” en la Argentina: pre- supuestos teóricos y consecuencias clínicas, institucionales, éticas, políticas. Durante el curso de estos años, participantes, invitadas, invita- dos, escribieron y cedieron textos para esta publicación. Este volumen siente gratitud con los modos de pensar presen- tes en Juan Carlos De Brasi, quien admitía una sola obligación: “hacer infinitiva la vida, siempre por conjugar”. Vidas se hacen infinitivas pensándolas. Vidas académicas se hacen infinitivas, también, desdiciendo automatismos de escrituras académicas. Tertulias Al final de la asamblea, en el manicomio, se pregunta, ¿Cómo se llama este momento en el que nos juntamos para que cada cual pueda decir qué le está pasando? Esa vez, el muchacho que gusta andar con el torso desnudo, dice: Se llama tertulia. 12 Estar en común sin comunidad 1 Se presumen silencios tras la muerte y antes de la vida. Entre tanto, se los presienten ahí como serena espera de lo eterno. Entre tanto, se nombran las cosas y se silabean amores. En diferentes pasajes de este libro se emplea la palabra alma. El vocablo alma viene cada vez que lo indecible irrumpe en la vida. 2 ¿Cómo pasar de la clase como tertulia obligada a tertulia desea- da? ¿Cómo animar pliegues en lo aplanado? El trajín automatizado de los días apelmaza lo irregular, lo anómalo, lo desconcertante. Tertulias sermonean y conversan, acercan y entretienen. Suspenden el tráfico de las agitaciones nerviosas. No suelen llamarse así conspiraciones, asambleas, debates, congregaciones. No reciben ese nombre movimientos urgentes que luchan y resisten. Tertulias alojan polifonías pacientes y educadas. Algunas veces soportan aullidos de dolor que encarnan instan- tes unísonos que gritan ¡basta!, ¡nunca más!, ¡ni una menos!, ¡aparición con vida! Aquelarres (que se alzan contra machismos que mandan, vio- lan, matan) realizan tertulias no domesticadas. 3 Vastedades de dolor no apaciguan el dolor. 13 Ternuras desclasificadas Vidas amenazadas, desechadas, abusadas, violadas, recuerdan que formas adjetivas (cuando incrustan el aguijón del tiempo) más que calificar, sentencian. Participios que enclaustran cuerpos mortificados, naturalizan destinos. A veces, tertulias aplazan justicias, desaconsejan odios y ven- ganzas. Consumen formas literarias de la protesta. Injusticias no necesitan sosiegos pacificadores, necesitan justicias. Tertulias crispadas no imploran, exigen. Persiguen justicias que no alcanzan, pero no por abandono, cansancio, derrota. Justicias no se alcanzan porque justicias deseadas siempre se corren un paso más. 4� ¿Cómo ahijar vidas que deambulan, consumen, arrebatan, lastiman? Vidas que se enfiestan y transan lo que venga, a veces, se cui- dan, protegen, juegan. Existencias de hambre que se concentran a contar monedas, ¿tertulian? Existencias de ansiedad que se conectan para una transa, ¿tertulian? Existencias abrazadas en alcoholes, ¿tertulian? 5 ¿Cómo vivir pared de por medio de un campo de detención clandestina administrado por el gobierno? ¿Cómo hacen sensibilidades para no sentir, no ver, no saber? 14 Estar en común sin comunidad La conversación alrededor de la mesa de tortura no se llama tertulia, sino terror. Fuerzas que protestan y se insubordinan, ¿desatan alegrías y disidenciasque desean? 6 Pichon-Rivière piensa urgencias de una época: modos de estar en común sin líderes, sin jefes, sin amos. Imagina que una tarea en común, iguala, disuelve jerarquías, acciona voluntades. Imagina tertulias utópicas, sin conducción. Escrituras 1 Si exceptuamos comunicaciones científicas, diccionarios, ma- nuales, compendios informativos, recetas de cocina, guías de viajes; convengamos que casi todas las escrituras que restan concitan gastos inútiles. ¿Y cartas de amor, diarios de vida, anotaciones que auxilian memorias? 2 Palabras nombran para conquistar y dominar. También para declarar admiración y gratitud ante lo innombrable. Tal vez la escritura no llega a habitarse nunca. Se la desea como a una tierra prometida. A veces, la pretensión de escribir se contenta con leer: se escri- be para rememorar lo leído. 15 Ternuras desclasificadas Una lectura hermosa, casi, cumple la promesa. La tierra prometida no reverbera sólo en leche y miel, se compo- ne también de dolor. Desdichas, ¿ejercen más fuerza que las dichas? Escrituras pueden pensarse como cuevas y refugios, como cua- dernos y bibliotecas, como correos y conversaciones en panta- llas, como memorias y olvidos de la civilización. Rollos delgados de papeles labrados por caligrafías remotas cubren soledades en sus intemperies. 3 Se puede escribir para exhibir una firma al final del texto y se puede escribir, también, para tratar de desprenderse del peso inútil de un nombre propio. Lo que ama, puede dañar: se escribe para trasmitir esa incerti- dumbre vital. 4 Sufría tanto que la tierra entera se dolía con sus pisadas. Un hombre salido del manicomio escribe sobre un amor que vive como dolor sin fin. ¿Qué relación entre escritura y amor? ¿Entre escritura y dolor? Sin entramados de memorias y olvidos no se podría vivir. Escrituras, poniéndose al servicio de la memoria, hacen (al mis- mo tiempo) el trabajo del olvido. 5 Asunto dramático: leer y escribir en la universidad. 16 Estar en común sin comunidad Cuerpos expuestos a vendavales que soplan en distintas direc- ciones, remolinos de ideas moribundas. Arropados con fórmulas para atravesar exámenes. Por momentos, un aula se extiende como desnudez confiada: amorosa primicia del por decir. Esas horas renacen tantas veces como se malogran. 6 ¿De qué manera escrituras devienen colectivas? No se trata de diferentes vidas confluyendo en un texto en común, sino de sorpresivas complicidades que se aproximan urgidas de proximidad. ¿De qué manera se acercan quienes leen los mismos libros? Escrituras en común, ¿componen sueños de las izquierdas? 7 Lápices, máquinas de escribir, teclados inteligentes, pantallas sensibles: escrituras captan estremecimientos imperceptibles en las manos. Sensibilidades 1 El planeta que habitamos podría llamarse, si se tienen en cuen- ta porcentajes, planeta agua antes que planeta tierra. El cuerpo de una criatura que habla se compone en más de la mitad de su volumen de agua. Sensibilidades se entienden con las aguas. 17 Ternuras desclasificadas Con sus movimientos, pliegues, temperaturas, estados que ro- tan sobre sí y que giran alrededor del sol. Sensibilidades se entienden con lunas y vientos. Sensibilidades viven angustias oceánicas. 2. Sensibilidades se extienden como membranas afectadas, como temblores que sienten y hacen sentir, como superficies habladas. Cuando se internan sensibilidades, se las amedrenta, amarra, apaga. Después de temporadas de vivir aplacadas, cuando se las ex- terna, ¿se las arroja desguarnecidas? Sensibilidades desguarnecidas se aferran a rituales, conjuros, ilusiones, conveniencias. ¡Cómo estarán las cosas que un manicomio se ha vuelto un lugar no tan malo para vivir! En ese interior amurallado, vertedero de demasías, sin bellezas ni ornamentos, administrado por un orden jerárquico y dis- ciplinario, también serpentean ternuras, amistades, simpatías. Así, sensibilidades arrasadas, a veces, calculan que conviene se- guir escondidas en los subsuelos de la civilización. 3 Vivimos estados de expectación esperando que pase algo: en la continua excitación de las inminencias. Pero, las morales repudian el devenir, sospechan de los im- previstos, como si se tratara de catástrofes que amenazan las costumbres. 18 Estar en común sin comunidad Las morales olfatean en las demasías excesos peligrosos. Aseguran que no pase nada, endureciendo, bloqueando, anes- tesiando. También recluyendo, confinando, concentrando, planificando, lo que consideran extralimitaciones, desatinos, imprudencias. Existencias endurecidas, bloqueadas, anestesiadas, cada tanto, irrumpen en el paisaje quieto de una moral que congela ardo- res de vida. 4 Sensibilidades tienen memorias de ternuras y sumisiones, de timideces y audacias. A veces, se agolpan en un cuerpo todas las afecciones de una época. ¿Cómo estar en cercanía de lo desorbitado, excedido, indisciplinado? 5 Sensibilidades viven expuestas a suavidades y peligros, a con- tentos y daños. Abandonadas a lo que venga, sin velos ni protecciones, viven en una alerta perpetua. Paranoias aseguran territorios con alarmas y precauciones. 6 Algunas existencias flotan en el tiempo como si algo no termi- nara de suceder. Flotaciones que se agitan como nostalgias esclerosadas. 19 Ternuras desclasificadas Sensibilidades, que viven sumergidas en el tiempo, giran como hélices que no descansan. Conmueve que quienes casi no tienen nada compartan un fon- do con dineros escasos. A veces se necesita algo en común para alojar caudales de vida que rebasan en un solo cuerpo. 7 ¿Qué sensibilidades las de las violencias, las de los odios, las de las crueldades? Violencias, odios, crueldades, se adueñan de sensibilidades. Capitalismos y patriarcados enseñan a nombrar lo que se siente. 8 Sensibilidades no entienden altiveces ni apropiaciones; antes de dolerse, viven dando el dar Telarañas 1 Vivimos vidas afectadas por relaciones, impuestas por el capi- tal, entre mercado y estado. ¿Cómo tejer sostenes que no repliquen poderes piramidales? 2 Lo arácnido se entiende con las nieblas. No con oscuridades ni tinieblas. 20 Estar en común sin comunidad Sostenes que capturan y nubes bajas que desorientan. Hilos que conectan soledades y siluetas no obligadas a la nitidez. Redes de oscuridad y tinieblas recuerdan el estado terrorista. 3 Glándulas que secretan hilos, telas pegajosas que, a veces, cap- turan momentos éticos. Se necesitan convicciones para salir de lodazales. Un ideal de justicia compone diferentes entramados. No hay un en común sin referencias justas, pero hay circuns- tancias en las que no se discierne lo justo de lo injusto: en esos momentos, adviene la necesidad de una decisión ética. Decisión que soporta las consecuencias de un acto en el vacío. La decisión de Kropotkin que se relata en este libro, no com- pone una pincelada personal, enhebra hilos de una trama por venir. La algarabía ética no reside en el cumplimiento de un deber ya prescripto, sino en la improvisación de un trazo que hiere la indiferencia. A veces pensamientos andan de cacería, salen a buscar modos de estar en común desestimados, olvidados, mal editados. La cosa consiste, siempre, en volver a desconocer lo conocido. Modos que se imponen como razonabilidad de lo comunitario, en la civilización occidental, malogran la idea de comunidad. Casi todas las palabras acarrean maldiciones: entre ellas, amor, libertad, paz, justicia, igualdad, comunidad. 21 Ternuras desclasificadas Palabras participan de historias conflictuales, pero el habla ca- pitalista las aplana con sus certezas imperiales. En los primeros tiempos de la revolución, Kropotkin (1920) advierte a Lenin sobre los peligros que atraviesa el proyecto de una sociedad fraternal, libre, igualitaria. Escribe: “… Si la situación presente continúa, la palaba socialismo se convertirá en una maldición, como ocurrió con la palabra libertad despuésde la revolución francesa”. 4 Lo común habita cuerpos arácnidos que hilan la vida. Lo común habita pliegues, anillos de humo, gases inestables. Lo común adviene como tela: se va entramando desde un pun- to hasta otro y hasta otro y, así, hasta que, por fin, sostiene atrapando. Como una tela de araña, también, se deshace pasándole la mano o un plumero. Una araña, como dice Deligny, no realiza el impulso de tejer sobre un vidrio, pero si busca bien, un rincón la espera. 5 Aulas, cátedras, facultades, universidades, a veces, se presen- tan como tentativas de saberes arácnidos. Saberes que se tejen en umbrales disciplinarios. De pronto, la presencia de un equipo que trabaja pensando cómo alojar las psicosis fuera de los manicomios, en modestas casas que se ofrezcan como moradas para vivir, ¿sacude tela- rañas en las aulas o despierta el deseo de tender hilos entre la universidad, los hospitales, la cotidianidad de los barrios? 22 Estar en común sin comunidad 6 Tejer, entrelazar hilos para formar una tela, ensamblar bordes finísimos que habiten el temblor más que el temor: y, otra vez, que liberen aguas en los desiertos. 7 Demasías confunden a las normalidades que se acercan calcu- lando afectos. Demasías provocan pánicos y dudas que las clasificaciones apaciguan. Revueltas 1 En el frescor del presente, en tiempos de revueltas, soledades afinan voces. 2 Opresiones agitan el futuro como esperanza. Sentidos, si no se corrompen ostentando puestos en un diccio- nario, se sublevan contra significados instituidos. Quienes no poseen nada, viven el presente como instante decisivo. Emancipaciones actúan en un tiempo siempre ahora. Hacen escuchar lo inaudito. Terminan con sufrimientos que ya no se soportan más. Acontecen por saturación antes que por impaciencia. 23 Ternuras desclasificadas 3 De pronto, proximidades hablan haciendo silencio. Haciendo silencio interpelan justicias que callan, que prefieren callar. Justicias ciegas, amordazadas, mutiladas. 4 Modos de vivir, ¿se eligen o se padecen destinados? Pocas existencias tienen el privilegio de estar en la vida como ante un horizonte de posibilidades. No están así cuerpos que sufren abusos, expulsiones, desteji- dos, de la justicia del capital. ¿Cómo se hace venir lo inesperado, lo que no se sabe, lo que sorprende: algo que reconforte soledades que se aproximan? ¿Cómo se anuncia lo que está por nacer? La palabra comunidad sobrelleva cargas mortíferas. La palabra desaparición arrastra crueldades eternas. La palabra femicidio condensa todas las violencias. La palaba porvenir custodia lo todavía no pronunciado. 5 Revueltas trazan zonas de intimidad. Regiones de reservas, se- cretos, pudores, confianzas, confidencias. Territorios de amo- res y amistades, de creencias y convicciones que se arraigan en los cuerpos. 24 Estar en común sin comunidad Lo extraordinario podría pensarse no sólo como lo que se eleva sobre lo ordinario, el promedio, la norma; sino, también, como lo que se suelta de automatismos, reflejos, inercias de los días. Pregunta primera sobre el gusto del agua, el sabor del café, la acción de la humedad en los huesos. A veces negativas, protestas, iniciativas, que habitan miles de existencias, se narran en un cuerpo. Afectos no componen dones personales, respiran sensibilida- des de la historia: es decir, la de cuerpos cercanos y lejanos que exhalan dolores y alegrías de la vida. 6 Consta en el diccionario de la lengua castellana: la decisión de un empresario que pone fin a una relación laboral se llama despido. Imposiciones, arbitrariedades, crueldades, reciben el nombre de decisión. Enriquecimientos lícitos e ilícitos, expropiaciones, especulacio- nes, reciben el nombre de empresario. Extorsiones, amenazas, despojos, reciben el nombre de relación laboral. Expulsiones, desprecios, humillaciones, reciben el nombre de despidos. 7 De pronto, un aula sin bancos se transforma en la plaza de la protesta: una instalación pedagógica, en una instalación de la memoria. Alumnas y alumnos encuentran, al ingresar, una pileta pelo- pincho que ocupa casi toda la calurosa sala. Cada estudiante re- cibe un instructivo que sugiere quitarse los zapatos. Cada cual, 25 Ternuras desclasificadas con los pies desnudos, puede, si le dan ganas, poner las patas en la fuente. Mientras tanto, se escucha un audio del 17 de octubre de 1945. También la voz de Leónidas Lamborghini recitando: “di tres pasos / hacia los libertadores / y eran / los opresores”. Montajes 1 Llamamos identidad a la exitosa copia de un montaje. 2 No se podría pensar la vida sin montajes, sin recortes y ensam- bles, sin esparcimientos asociativos y sin drenajes de palabras. Montajes posibilitan algo de lo infinito. Jean Luc Godard (1990), en un pasaje de su filme Historia(s) del cine, pregunta y responde: “¿Qué es el cine? Nada ¿Qué quiere? Todo ¿Qué puede? Algo… de lo absoluto…”. Piensa el cine no como arte ni como técnica, sino como ensam- ble de misterios. 3 Deseos persiguen, como una fatalidad, otras formas compositivas. ¿Hay otros mundos, pero están en este, como escribe Paul Eluard? El llamado mundo no completa, con su orden, los mundos posibles. ¿Se compone y descompone como innumerables otros? Quizás no se trate de cambiar la historia universal, sino de volver a pensar en narrativas pluriversales. 26 Estar en común sin comunidad Montajes suponen alteridades perpetuas. Deseos que imaginan, inventan, experimentan, otros entramados para vivir, otras disposiciones para estar en común, otros modos de conexión y desconexión. 4 ¿Cómo hacer sonar y vibrar aulas? ¿Cómo hacerlas moverse y bailar? ¿Qué ideas harían sonar y vibrar, mover y danzar? Insistencias, perseverancias, obstinaciones, no se quejan porque no se escuchan sus intenciones. 5 Eso que la clínica llama des-identificación, ¿se piensa como labor de desmontaje? 6 En geometría proyectiva dos rectas paralelas se cruzan en el infi- nito. En las luchas por el sentido dos ficciones paralelas se cortan, dejándose heridas. Pensamientos 1 Se lee por diferentes motivos. También para curar un dolor y para imaginar cómo se podría vivir de otra manera. Hay preguntas que hacen que los pensamientos se vuelvan contra sí. Preguntas que astillan espejos en los que se verifican admirados. 27 Ternuras desclasificadas Algunos pensamientos andan como acróbatas entre lo pensado y lo impensado. Funámbulos que viven en los aires apoyando los pies en una cuerda delgada o hilo de araña. Que caminan sobre abismos. Algunos pensamientos resguardan lo inacabado como fuego de un porvenir indeterminable. 2 No se piensa contra los consensos, contra las mayorías, contra condescendencias: la dirección contraria frena movimientos que piensan. Algunos pensamientos prefieren caminos oblicuos, rutas des- estimadas, senderos no transitados. Algunos pensamientos viven tentados por lo imprevisto, lo inclasificable, lo insinuado. Sienten una curiosidad no ensimismada. No se preguntan qué dicen de mí, sino qué habita más allá de mis límites. Miradas de amor liberan pigmentos que piensan. 3 Des-internarse: no consiste en salir de un hospital, sino de una posición. Des-posicionarse: habitar acciones desprendidas de las fijezas. Muchas veces tener o tomar una posición resulta necesario, tanto como no enquistarse en ese sitio provisorio. Rituales, hábitos, costumbres, se presentan como movimientos que encubren inmovilidades. Des-internaciones suponen vértigos, inquietudes insomnes, ner- viosismos primeros. 28 Estar en común sin comunidad Pero, ¿cómo des-internar pensamientos?, ¿dejarlos ir y venir, pe- lear y pedir, disfrutar y elegir, asociar y ausentarse? Algunos pensamientos se des-internan de las escuelas, de los au- tores, de las identidades. Se nutren en el desamparo, se dan calor en la intemperie. 4 Pensamientos: también intentan estar en el dolor. Pero, ¿cómo alojar un dolor sin diluirlo, sin anestesiarlo,sin negarlo, habitando sus intensidades sin identificaciones, sacri- ficios, victimizaciones? Sensibilidades que se aproximan con los ojos abiertos la pri- mera noche de la muerte acompañan, a la vez, la ausencia y el dolor. 5 Pensamientos se presentan, por momentos, como golpes en una demolición perpetua. Culturas universitarias notifican encierros, enclaustramientos. Preguntas: ¿qué conservar? ¿Qué destruir? Viralizaciones Pequeños organismos que necesitan de células vivas para reproducirse. Se viraliza aquello que se esparce, en forma rápida y creciente, a través de redes sociales por internet. 29 Ternuras desclasificadas Lo que sale de una boca, sale de otra, de otra, de otra: la inven- ción de la vida va de boca en boca. Siembra o diseminación de algo que engancha. 1 Babosas hermafroditas dejan sus conchas para aparearse entre- lazadas. Al poco tiempo de fecundadas, ponen en una noche centenares de huevos bajo tierra. 2 Miedos se difunden tanto como sabores. Se puede tratar de varenikes o tallarines, de jugos de frutas o aguas ardientes. Migraciones cuestionan fronteras nacionales, contagian sensi- bilidades, mezclan saberes y sabores. 3 Más allá de las redes virtuales que instruyen cómo narrar fic- ciones personales, interesan momentos en los que los muros expresan soliloquios sin hablantes, murmuraciones que vagan y se sueltan, voces sin autor, protestas sin protagonismos. Interesan muros como sonambulismos dicientes de una época: sueños sin soñantes, inconscientes sin psiquismos individuales. 4 ¿Volver a decir que eso que se llama realidad echa raíces en el habla del capital? ¿Insistir en que cualquier información, noticia, hecho, se compone igual a como se diseñan campañas de publicidad que venden yogures o presidentes? 30 Estar en común sin comunidad ¿Sugerir, otra vez, que cada cual habita una ficción que se auto- promociona para deleitar a otras ficciones? ¿Se necesita reeditar el chiste pedagógico de difundir, haciendo creer, un suceso que no sucedió? Cuando las empresas que comunican relatan la vida que vivi- mos, la realizan. La idea de realidad, como sinónimo de verdad, hereda la arbi- trariedad de las realezas monárquicas que establecen cómo son las cosas. Monarquías comunicacionales se arrogan el derecho de decidir realidades. ¿Cómo no inclinarse ante la magnificencia del conjunto de voces reales? Viralizaciones plebeyas, ¿subvierten dictaduras mediáticas? 5� Los mejores dispositivos electrónicos de marca, ¿pueden más que los dispositivos de sufrimiento que marcan una vida? 6 Vidas en las pantallas, ¿cuestionan o complementan necesida- des del habla del capital?, ¿burlan vigilancias o sucumben ante ellas?, ¿se desahogan o perfeccionan asfixias? Estar en común, ¿requiere astucias, trampas, engaños, fugas, imaginaciones? Necesita, también, de pensamientos filosos que corten amarras 31 Ternuras desclasificadas Ensoñaciones 1 Lo inútil se afirma en nada. En nadas que tocan, que besan, que arrullan. En nadas que esperan, nada. 2 Lo común no sueña tanto con lo más propio de cada cual, sino con lo más impropio: lo que se suelta de las imposiciones mo- rales, lo que desquicia a los poderes. Ensoñaciones no abrevan en las planicies, sino en los pliegues. En los pliegues de cada sensibilidad respiran historias en común. ¿Qué resiste al habla del capital que conquista, coloniza, familiariza, educa, socializa, sensibilidades? Terrores no se interiorizan, están ahí como larvas nacidas en cada porosidad. Trémulas caricias alfabetizan angustias, mie- dos sin nombre. Así, cuerpos amurallados malogran fuerzas que, si no, corre- rían entre otros cuerpos vivientes. El habla del capital nombra los miedos a los que las sensibili- dades se prenden. Vidas empeñadas actúan asidas a esos miedos: entre otros, el de carecer de dineros. 3 Vidas ensoñadas resisten direcciones ya determinadas. En las aulas no se libran luchas físicas, pero sí materiales. 32 Estar en común sin comunidad Pensamientos se debaten, se retuercen, giran: tratan de afir- marse despojados del salvoconducto de la verdad. En Plaza Miserere, de noche, a la salida de la facultad, no flu- yen misericordias ni empatías desgraciadas. Ensoñar y deambular tienen en común instantes de peligro: el riesgo de salir del curso oficial. 4 ¿Cómo ensoñar (no enseñar) una materia? ¿Una asignatura académica que delire? Una asignatura académica que delire no podría aprobar o repro- bar estudiantes, entonces (por ahora) no cabría en la facultad. El habla del capital declama terror: miedo extremo que entume- ce el don de la vida en común. Así andan cuerpos inclinados en señal de sometimiento, ultraje, cansancio: la humillación actúa como pesadilla civilizada. Si se alucinan vidas dictadas por el terror, ¿se podrían ensoñar vidas envueltas en caricias emancipadas? Ensoñaciones descansan en ternuras, mientras delirios desatan angustias desarropadas. 5 Cuerpos y ánimos discrepan cuando se ponen en relación. No tienen relaciones, tienen ensoñaciones. Cuerpos ensueñan ánimos, ánimos ensueñan cuerpos, ensoña- ciones ensueñan, en un mismo polvo o soplo, cuerpos y ánimos. Sólo enloquecen criaturas que hablan. No enloquecen piedras, flores, moscas. No enloquecen alfabetos ni diccionarios, pero una sensibilidad hecha de palabras puede volverse loca. 33 Ternuras desclasificadas Sensibilidades están hechas de palabras, palabras hechas de sensibilidades. Palabras están hechas de latidos, respiraciones, ritmos, sonidos, bocas, labios, lenguas, movimientos. Pesadillas implosionan terrores. Sueños dramatizan deseos vela- dos. En ensoñaciones no pasa nada. Se alientan en este libro ensoñaciones que no se puedan dirigir ni planear. Ronroneos confiados en no tener que ir a ninguna parte. ¿Ensoñaciones macedonianas? Macedonio Fernández objetaría amarrarlas a un adjetivo o cualidad. 6 Horrores de los manicomios viven también en cárceles, hospi- tales, escuelas, familias, comunidades, amores. Ternuras amorosas, comunitarias, familiares, escolares, carce- larias, viven también en los manicomios. Desmanicomializar supone desujetar, desamarrar, desasir: ensoñar una vida en común sin que se enseñoreen mandos ni amos. Autoayudas La vida en rosa, una canción de la posguerra, de Édith Piaf, cuenta cómo un amor disipa todas las penas. 1 Soledades expósitas, por momentos, deambulan sabiendo que no hay a quien seguir ni a dónde ir. Pero, a veces, desesperan convencidas de que se están perdien- do algo. 34 Estar en común sin comunidad 2 El habla capitalista humilla existencias despojadas, culpabilizándolas. Sensibilidades ultrajadas viven las carencias como falta de éxi- to personal. Vidas consideradas deficientes tienen que aprender a ayudarse solas siguiendo consejos de figuras que alardean eficiencias. El gesto de tender la mano hacia un cuerpo que tropieza o la pregunta, al desconocido, que interroga si necesita algo, dicen el don de la ayuda. Ayudas en común cultivan hospitalidades. En lo común viven ayudas que no esperan nada: el porque sí de ternuras desclasificadas. Ayudas que no provienen de piruetas jerárquicas ni morales, que no enseñan nada. Vidas acontecen entre ayudas y perjuicios, entre dichas y desdichas. En lo común no habitan sólo amores y confianzas, también odios y amenazas. El habla capitalista no inventa las desdichas, pero las consoli- da justificando la desigualdad o deletreando la palabra amor como propiedad. 3 Psicologías están en problemas. Nacen en tiempos capitalistas industriales, urbanos, familiares, para estudiar dotes, habilidades, circunstancias, individuales. Psicologías actúan como servidoras de los tiempos históricos: suelen complacer a las ideas que mandan en una época. 35 Ternuras desclasificadas Cuando el habla capitalista cubre cielos inseguros con celestes mansos, recitan autoayudas. 4 Cada época inventa enfermedades y medicinas. Glosarios mienten, con razones bienargumentadas, a veces, para no engañar. 5 Si las autoayudas persiguen éxitos, evoluciones, logros; las ayudas hospitalarias actúan en el presente sin que importe el después. Ayudas, como inmanencias clínicas, asisten a lo que se está viviendo, no auguran felicidades, no esperan retribuciones, no consumen emociones que se miran en el espejo del hacer el bien. 6 ¿Cómo distinguir ayudas que se piden y se dan subordinadas a un amo, de las que abrazan la vida en una intemperie sin solución? Marcelo Percia 37 Tertulias Escuchar el silencio Tener afinado el oído no es, todavía, escuchar más allá de toda masa sonora y del decir montado en ella. Uno lanza una fra- se. Otro la acoge. Percibe lo dicho efectivamente, lo no dicho imperceptible en lo que se dice, lo que no se dice ni se puede decir. Y, a pesar de todos estos entredichos, aún, no hemos ro- zado el oído del alma, ese que escucha lo indecible para que, como tal, haga permanecer el lenguaje en su silencio. Juan Carlos De Brasi Salvar vidas (Palabras pronunciadas el 5 de Noviembre de 2016, en el cierre de las Jornadas “Estar en común sin comunidad”) ¿Qué huellas quedarán en nuestros cuerpos, en nuestros afectos, en nuestros pensamientos? Podríamos pensar la vida como esa sucesión de huellas. Pensar un barrio, como Once, a partir de las huellas. Cromañón es la más dolida. La idea de huellas también lleva a pensar que, a veces, acontecimientos como esta Jornada, son formas esquivas, raras, bifurcadas de salvar vidas. Algo así me pasó en otra Facultad donde alguna vez me encontré con otras jornadas que, podría decir, me sal- varon la vida. Nos salvaron la vida en el sentido de permitir que nos hagamos cargo de un tipo de bifurcación respecto del destino que las instituciones tienen. Un profesor central en ese salvataje fue Horacio González, con quien nos encon- tramos muchos estudiantes en la década del noventa, en la 38 Estar en común sin comunidad Facultad de Ciencias Sociales, donde hacíamos jornadas que duraban todo el día, en las que entregaban certificados como el de “especialista en saberes inútiles”, un invento de Horacio González y Christian Ferrer. Cuando hace un par de años en la Universidad de La Plata decidieron darle un honoris causa a Horacio González, Eduardo Rinesi, compañero de esos años y amigo, hizo la laudatio (el acto formal de explicación de porqué se le da el premio), dijo esta frase: “Horacio en los 90 nos sal- vó la vida”. Salvar la vida no es necesariamente salvar la vida biológica, no es sólo salvar la respiración, sino producir las condiciones en que se puede construir una trama determinada, un conjunto de afectos, de pensamientos. Fundar lo común. Creo que estamos rodeando ese problema al estar un sábado a la tarde en la Facultad de Psicología en el barrio de Once pre- guntándonos de qué modo se constituye esa argamasa de pala- bras, pensamientos, afectos, acciones en las cuales podemos ser otros y otras, y no aquello para lo cual los cursos previsibles de la vida nos arrojan. Volví a escuchar esa frase esta semana en Hurlingham. Después de una charla, una mujer de unos treinta y cinco años se acercó y me dijo: “siento que me salvaron la vida”. Me contó que, después de quince años de una pareja que le pegaba sistemáticamente, decidió iniciar la separación después del tres de junio de dos mil quince, viendo una mar- cha por televisión. Supo que eso ya no podía seguir. (...) Este die- cinueve de Octubre, el primer Paro Nacional de Mujeres, ella por primera vez se animó a ir a una movilización. Se salva la vida de muchos modos. Salvamos la vida nuestra, de otros y otras, casi sin saberlo, inventando esas tramas en las que una palabra puede ser dicha. En este caso esa palabra es basta. Una palabra que implica tomar distancia respecto de una situación agobiante. ¿Cómo hacemos para poder pensar esas tramas que al mismo tiempo que son fundadas, funcionan en el plano de una memoria que arrastramos, de una historia que nos perte- nece, pero al mismo tiempo trae una fuerte novedad? Todo el tiempo tengo la impresión de que tenemos que cuidar de esos acontecimientos. Preguntarnos por las huellas que permiten que haya siempre ese resto que puede volver a hacer otra cosa. 39 Tertulias Horacio González en algún texto de la vieja revista Fin de Siglo cuenta una anécdota muy conmovedora: luego de derrotar a la Comuna de París con gran parte de sus militantes asesinados, algunos sobrevivientes son deportados a Nueva Caledonia y allí se encuentran con que, meses después, empieza una rebe- lión de nativos. Louis Michel, que había sido deportada, tenía entre sus pocas posesiones una bandera roja de La Comuna. Cuando comienza la rebelión rompe su bandera, se queda con una parte y le da la otra parte a uno de los militantes rebeldes. El resto de la bandera. Esa transmisión, ese pedazo de tela que pasó de unas manos a otras, es una precisa imagen de esta pregunta de cómo hacer para que las huellas se transmitan, para que los restos pasen de un lugar a otro y revolución no sea una palabra fetiche. Así como paro no puede ser una palabra fetiche. Revolución, como las palabras más queridas, tiene que ser también de esas palabras que encarnan un secreto, que en- carnan una promesa, que encarnan un devenir. Todo esto por- que desde el 19 de Octubre de dos mil dieciséis, Paro Nacional de Mujeres, no puedo dejar de pensar en la palabra revolución sabiendo que no sabemos lo que estamos haciendo, que no te- nemos contenido para esa palabra sino aquello que estamos haciendo grandes colectivos, fundamentalmente de mujeres, en este país y en otros países. ¿Qué es lo que estamos haciendo además de salvarnos a nosotras tratando de salvar a todas? ¿Qué estamos haciendo tratando de generar este conjunto de imágenes y palabras? María Pia López Participios (condición pasiva de la dominación) abatida, abusada, acabada, acogotada, acribillada, advertida, agobiada, agotada, agraviada, agredida, ahorcada, allana- da, amenazada, amonestada, aniquilada, anulada, apagada, aplastada, aplazada, apretada, aquietada, archivada, arrasada, arrestada, arrastrada, asesinada, atacada, atada, atropella- da, avasallada, avergonzada, azotada, banalizada, borrada, burlada, callada, castigada, cazada, clausurada, comparada, 40 Estar en común sin comunidad controlada, cooptada, corregida, cosificada, criticada, custo- diada, dañada, degenerada, denigrada, derogada, derribada, derrotada, desaparecida, descalificada, desclasada, desechada, desfigurada, deshonrada, desplazada, despreciada, desterra- da, destituida, destrozada, destruida, desviada, devastada, disfrazada, dominada, educada, echada, embotada, empalada, emparejada, encarcelada, encaminada, enterrada, entumecida, empastillada, escarmentada, escindida, esclavizada, escoltada, examinada, expulsada, expuesta, exterminada, exiliada, extor- sionada, fastidiada, fichada, forzada, herida, homogeneizada, humillada, impedida, impugnada, incriminada, injuriada, inmovilizada, insensibilizada, inspeccionada, integrada, inter- pretada, interpelada, intimidada, investigada, invisibilizada, lastimada, lesionada, maldita, maltrecha, marcada, menos- preciada, moldeada, mortificada, negada, neutralizada, nin- guneada, ofendida, oprimida, pacificada, pateada, pellizcada, perjudicada, perseguida, profanada, prohibida, quebrada, quebrantada, recelada, rechazada, recluida, reducida, refuta- da, relegada, reprimida, reprendida, reprobada, ridiculizada, rota, sancionada, señalada, silenciada, sojuzgada, sometida, sospechada, subestimada, tachada, temida, tildada, tiranizada, tolerada, totalizada, tranquilizada, ultimada, ultrajada, vejada, vencida, vigilada, violada... Verónica Scardamaglia Día de la madre Son las 11 y pico de la noche, Marisol sube al último tren car- gada de muchas cosas: un bebé en un cochecito con una rueda rota, otro colgado de la teta y dos más, que deben tener entre 4 y 7, vuelan por el pasillo.Bolsas de ropa, de dolores, de co- mida y una panza de seis meses. Se desploma en el asiento y, sin ninguna orden, sin ninguna señal, inmediatamente se arma ranchada. Se suman dos pibes que no entraron con ella. El cír- culo es perfecto a su alrededor. Juntan los billetes y monedas, los sacan de todos los bolsillos. Marisol comienza el recuento. 41 Tertulias Existe una política de los cuidados, una gestión cariñosa del otro. Cualquier mamá es mamá de varios al mismo tiempo, los reta y los cuida. Madres por roles, decisiones y funciones. Maternajes distribuidos, diseminados en el acto de cuidar y en el gesto amoroso. Mamá fuera de toda fidelidad, fuera de toda deuda, fuera de toda culpa. Marisol arma, cuida, resiste, pelea, deambula. La vuelta al ba- rrio es lo peor del día. A veces quiere morirse. A veces sólo quiere llegar. Antes que arranque el tren logra comprar cuatro superpanchos. Siente una soledad poblada de gritos de pibes. Algunas formas de vida contemporáneas atestiguan la diso- lución del concepto de madre y la renovada pertinencia del concepto de maternaje. El runflerío armado alrededor de ma- ternajes, metamorfosis de una máquina de guerra. Como toda máquina de guerra, responde a otras reglas que animan una indisciplina fundamental de la guerrera, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al abandono, un sentido del honor muy susceptible, un sentido de la ética muy arraigado… un sentido muy profundo del cuidado. En Flores se le cierran los ojos. Sus músculos no relajan ni en el sueño más profundo. Siente que los chicos van y vienen a los gritos pero sabe que están a mano. En Morón, entredormida, los relojea: la bebé duerme, el de la teta volvió a la teta y los demás ya son grandes. Lo que se arma, desarma o disuelve, en definitiva, es efecto de las circunstancias que produce el deambular. En los maternajes el acto de enlace no es consecuencia de la obligación ni de la responsabilidad heredada sino de la capacidad de ser afec- tada por las presencias. Ya no arman las referencias. Arman los cuerpos, arman los viajes. Marisol no es portadora de una función, ella se hace cargo estando. Todo se produce por fuera del imperativo moral: los maternajes se sostienen por fuerzas afectivas. La vida es deambular, es consumir, es cuidar y, a ve- ces, fiesta. Una constelación de afectos. 42 Estar en común sin comunidad En Merlo la despiertan a los gritos, a los apretones, casi a los golpes. Se pelean, se empujan, se ríen. Es la 00:01 del domingo, ya es el día de la madre y ninguno quiere ser el último en darle un beso. Diego Valeriano Estrategias de la alegría (Fragmento extraído de la Introducción al libro El deseo nace del derrumbe, de Roberto Jacoby) En su lúcido análisis sobre la última dictadura argentina, Pilar Calveiro (1998) se refiere en términos de poder concentracio- nario y desaparecedor a los modos en que el terror se dispersó en la sociedad más allá de los límites de los campos de con- centración (existieron alrededor de 500 centros clandestinos de detención y exterminio en toda la Argentina): “El campo de concentración, por su cercanía física, por estar de hecho en medio de la sociedad, ‘del otro lado de la pared’, solo puede existir en medio de una sociedad que elige no ver, por su pro- pia impotencia, una sociedad ‘desaparecida’, tan anonadada como los secuestrados mismos”. La capacidad paralizante del terror concentracionario se basa en la ambigüedad entre saber y no saber lo que estaba ocurriendo. La siniestra tecnología del terror, basada en instalar la más absoluta incertidumbre, se corporizó en la figura de los desparecidos violentamente ausentados, arrasados y negados: no se sabe dónde están los ausentes, no aparecen sus cuerpos, las autoridades niegan su existencia. La estrategia de la dictadura actuó exitosamente como disciplinante de los cuerpos a través del exterminio, la tortura, la cárcel legal e ilegal, así como la educación, los medios masivos, la vida cotidiana. El campo de concentración extiende sus fronteras hacia una sociedad igualmente concen- tracionaria, en la que todos los ciudadanos están paralizados por el terror de presumirse a sí mismos desaparecidos poten- ciales. Pero hubo, a pesar del terror instalado, estrategias para sortearlo, enfrentarlo y sobrevivir. 43 Tertulias Roberto Jacoby (2000) reconoce dos formas de antagonismo al régimen de facto, que apuntaron de modos distintos a recu- perar la potencia de los cuerpos. La más notable es la gesta encabezada por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, un puñado de mujeres a las que les fueron arrancados sus hijos y sus nietos; que desde 1977, en condiciones de la mayor vul- nerabilidad, enrostraron a los jerarcas militares la ausencia de sus seres queridos y reclamaron su aparición con vida. Expusieron sus cuerpos en la calle a sabiendas de los riesgos que ello conllevaba, e idearon distintos recursos simbólicos en el foro público para instalar la denuncia y devolver su histo- ria a los cuerpos de los ausentes. Si las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron la avanzada indiscutida de la oposición, la cultura underground, la trama subterránea de encuentros, recitales de poesía, festivales de rock, fiestas y otras formas de sociabilidad también contribuyeron –de otro modo– a la reconstitución del lazo social quebrado por el terror. Los reci- tales en húmedos sótanos de mala muerte de bandas de rock como la mítica Patricio Rey y los Redonditos de Ricota o Virus –en la que Jacoby participó como letrista– significaban en ese contexto “un oasis, una isla de bienestar”. Es lo que él llama la “estrategia de la alegría”: una respuesta o una reacción ante la depresión, el desánimo y el miedo generado por la represión dictatorial. (…) En medio de la tragedia, bailar y disfrutar de estar juntos puede ser vivido también como un acto político de tremenda potencia disruptiva. Así lo entendió el Indio Solari, cantante y líder de los Redonditos de Ricota, cuando explicitó que su música apuntaba a preservar el estado de ánimo arra- sado por el terror. (…) El cuerpo aparece en estas experiencias como territorio de insubordinación política, al poner en cues- tión los regímenes normalizadores y disciplinarios interioriza- dos, “hechos carne”. Estas experiencias están problematizando un orden disciplinario que ha calado muy hondo y modelado las subjetividades. El indisciplinamiento de los cuerpos se manifiesta en términos de una disidencia sexual, que también es política, al poner en cuestión las asignaciones de género y sexuales heteronormativas, e incluso de ciertos corsés “homo- normativos”. Cuerpos danzantes, en movimiento, travestidos, 44 Estar en común sin comunidad imprevisibles, el baile colectivo y sin pautas, la fiesta, el desfile improvisado, provocan devenires de los cuerpos que desarti- culan cualquier identidad estable. Ana Longoni Una tertulia con Pichon-Rivière: estar en común en tarea Aconteció en un bar al cual concurría asiduamente Enrique a tertuliar. Sentado cómodamente en su silla, aprobaba ideas que surgían de mesas vecinas: ...que el estar en común supera las ideas que remiten al ser del grupo (...) que es posible estar en común sin ser en común... Comenta que su amigo Ulloa ya lo planteaba diferenciando el estar en analista –que a veces acon- tece– del ser analista –donde el psicoanálisis fenece-. Agrega que él ya lo decía en sus nociones de pertenencia. Otra mesa manifiesta el estar en común sin amo, sin poder, sin líder. Y asentía el maestro vigorosamente. Ante esto, lo mira cuestionadoramente una joven y dice haberlo leído, y que él hablaba de liderazgo en los grupos, y que el líder esto y lo otro... Enrique Pichon-Rivière le recuerda que él hablaba del estar en común, con la tarea como poder, más que poder, potencia, cuando planteaba la coordinación de los grupos ope- rativos. Que no es la persona la que lidera la tarea, sino la tarea aquellaque lidera el estar en común. La chica se acerca a la mesa, y con otros cinco se sientan en tor- no a Enrique. La tertulia se anima. Pichon recuerda que no es posible estar en común sin tarea. Más allá que ésta fuera explí- cita o implícita, hay un para hacer algo –aún el hacer nada– que signa cada estar en común. Que ese hacer se halla ligado a la necesidad –abrevando en Marx– y al desear –en fuentes freu- dianas-. Y cuando éste concluye, ese estar en común finaliza. Pero Enrique... –lo interrumpe un tertuliano– Vos hablabas de pertenencia, y evaluabas los grupos –como una de las variables 45 Tertulias de los vectores del cono invertido– desde ese pertenecer a los grupos. Y tomándose el café, Enrique concluye la tertulia diciendo: – Nunca dije eso, ni jamás lo convalidaría. Cuando hablé de los vectores del cono puse la tarea en el medio de ellos, y a ella remite toda referencia del vector. Si diez alumnos se reúnen para estudiar, y van los diez a la cita y se van al cine –aún si fueran todos juntos– la pertenencia al grupo de estudio es con- siderada nula, pues ésta debiera ser leída en torno a la tarea. Me levanté, agradecí a Enrique la enseñanza recibida –como siempre acontecía con él en insólitos encuentros, en las situa- ciones menos esperadas– y lo vi irse...aunque... como decía Hernán Kesselman: “¿Cuándo se fue? ¿Cuándo? Si siempre está volviendo”. Ricardo Klein 47 Escrituras Flechas de pensamientos A veces pienso: ojalá la escritura fuera como esos caminos de cornisa, delgados y altamente inestables, donde el paso torpe o equivocado nos lanza al vacío. ¡Cuántos impedidos dejarían tranquilos a los libros! Juan Carlos De Brasi Madrigueras Escribir fecunda roces. Propicia cierta erótica del con-tacto. Espacio vivo, juntura por la que la mano siente el papel, palpa el hilo los dedos, la lengua humedece sonidos, silencios. Escritura caricia, que sin saber lo que busca, juega con aquello que se escapa. Se escribe lo que flota garabateado en el aire. Aleteos que se hilvanan en estado de palabras. Revuelta de misceláneas preci- pitadas en un cuerpo-oído: único testigo que las escucha, aloja y transcribe su estela. Los trazos, una vez surcados en la hoja, quedan como retales mudos a la espera que una eventual lec- tura les anime la voz y los diga, con otro tono, otra cadencia, expandiendo acústicas, reverberando sentidos. Escribir ocasiona amistades epistolares. La escritura nunca se inicia; deambula por el medio entre otras escrituras, inscribiéndose en lo que otras vienen diciendo, carteándose con ellas. Las preludia, cita, re-versiona. Palabras- 48 Estar en común sin comunidad agujas que enhebran un tapiz móvil, evanescente, en curso. Hilos, nudos y vacíos, en que uno e infinitos relatos se cuentan y piensan, entramados, desgajados. Se escribe porque las fuerzas amainan y aventarlas con un so- plo, una lazada más, anhela rescatarlas en su desvanecimiento. Para restituirles las energías que le fueran arrebatadas, cuando el dolor contrae; diseñarles otros cuerpos en donde rehabitar un aire en común. Escribir ocurre conjurando lo que retiene. A contrapelo. Para desescribir trans-tornando la asimetría social, política, ur- dida por los poderes que la lengua se empeña en reproducir. Para extenuarles su orden cercenador de libertades, sus con- sensos anquilosados. Su arrogancia. Punzando a cada una de las escrituras obedientes, su ecolalia patriarcal, hasta que dre- nen sus desapariciones y reaparezcan con vida las existencias que los universales del bello animal razonador, exiliaron. Se escribe arqueando la espalda, por el peso del mundo o por nuestro propio peso en él. Inclinando el cuerpo para que caiga lo oclusivo del otro lado, fuera de sí. Con palabras menguantes por las que resbale el hastío de lo que nos determina. Sin con- descender a esa condición depredadora que nos trama huma- nos. Sin condescender. Escribir surca la grieta que nos dice. Confirma el desencuentro que nos compone: ese ovillo de afec- tos derramados entre signos, entre huecos, que nos transita y atraviesa. Porque ni lo dicho aquí es lo que quise decir, ni lo que estás le- yendo, lo escrito. La escritura dispone: elige sus procedimien- tos y estrategias de viaje. Se ofrenda como explanada, plaza de juegos, retícula elástica, en la que el lenguaje monta su imposi- bilidad, nace y muere entre la plenitud y la insuficiencia, des- puntándose a sí mismo, en su hendidura, en su vida incesante. 49 Escrituras Escritura madriguera, para entrar y salir. Para guarecer el sue- ño que aun espera tras la herida. Para anidar el pequeño, lento animal que nos habita, mudando la piel ¿Y después? Partir. Escribir nombra ese modo de irse, que deja tras de sí, el rastro del acontecimiento que pasa, aquella sonrisa gatuna borronea- da entre árboles, y que, en su incierto viaje, olvida el rostro de quien escribe. Cintia Rolón Escribir (¡Qué desastre!) Exclamación: “La palabra desastre (en el latín astronómico) relataba la catástrofe que se observaba en los cielos cuando una estrella, un cuerpo celeste, una emanación refulgente u otra cosa, se disgregaban en miles de direcciones hasta desa- parecer” (Percia, 2014). Vaivén en trazos y acrobacias de ma- nos garabateadoras que persiguen las huellas de un dictado inaudible. Roberto Juarróz (1992) recuerda una idea de Rilke: “Cuando escribo, yo no miro la punta de la pluma, sino el ca- pricho, en el aire, de la otra punta de la lapicera”. Verbo sagaz que hospeda oquedades, desvanes misteriosos, sótanos impensados. Propone Juarroz (1992): “Hablar ante el abismo en el que estamos con el abismo que somos”. Téngase a bien y a mal: escribir lastima, borra contornos del mí para ensayarse otro, afronta intentos logrados y fracasados de romperle la cara a la confirmación de un rostro, suscita un des- garro fatal a la méndiga medida universal de toda experiencia, esa que llamamos Yo. Relato de lo inenarrable, grito quebrado que evoca una fronte- ra y practica el exilio, desastre íntimo: sangrar la herida que la cosmogonía de los días vela con celosía. 50 Estar en común sin comunidad Desarraigo de que no haya tal cosa como mundo desde donde explicarse, temblor de pertenecer al viento, al soplo de las pa- labras, y aún, partir también de aquella pertenencia. Quien escribe asiste a la imposibilidad de escribir dos veces la misma palabra. Romper un pedazo de mundo, romper el papel, romper el lá- piz y romperse uno con todo aquello. Juarroz (1992) recuerda una idea de Nietzsche: “Di tu palabra y rómpete”. Devenir partícula rota que, ahora, vibra en el universo de lo imposible. Después de ahora, ¿quién sabe? Si escribir es un fragmento de morir, entre pedazos de vivir. Gonzalo Sanguinetti Lágrima oscura De uno de sus ojos pende el tiempo, eternizando el dolor. Un demonio lo despertó para nunca dejarlo dormir. La lágrima no se precipita, deja de ser sal para convertirse en tinta. Llorará su devoción por Mirta en cada poema. Su musa a la distancia no lo sabe, aún tienen la ingenuidad de la infancia. A esta lágrima le tatuaron un rostro para darle pertenencia a su oscura existencia. Es donde se comienza a ser el artificio de un penar más grande que la vida, estigma de la muerte en la sangre fantasma. Lo recuerdo a Mario, siempre hablando del diablo, los evange- lios, los tiempos de consumo y de redención. Sus primeros es- critos, redundantes en contenidos, los expresaba a una veloci- dad difícil para conectar palabras con emociones. Irrespetuoso de los silencios, quedaba sin respiración. Hoy es capaz de enfrentar un teatro otorgándole metáforas a las metáforas mismas, pausas que atrapan en su trama, conec- tando lo callado y lo dicho con lo que está grabado en su pecho. 51 Escrituras Mario es un escenario y sus parpados el telón donde transcu- rren la comedia y el drama: en un ojo tiene una sonrisa, en el otro una oscura lágrima. Maximiliano Ferreira Al des-nudoEn un mar de palabras, donde la marea encuentra una tempes- tad de pensamientos a la deriva, ellos se funden ostentando surcar el mar de las clasificaciones para no ser presos de ideas que dejaron de pensar. Pensamientos que atraviesan las poro- sidades de los cuerpos mientras tejen en ellos el control y otros que “neutralizan la maquinaria exterminadora del capitalismo tardío” (De Brasi, 2015). Pensamientos que no llegan a pensarse, que nos hacen actuar. Escritura que resignifica el recorrido del pensamiento. No tendría sentido la escritura si no osara romper el dique de la superficie de una palabra. Si la letra es el cuerpo de la palabra, ¿qué decir sobre ese cuer- po? Cuerpo que siente y no para de sentir, interminable. Letra que pugna por una sublevación del pensamiento. Palabras desbordadas no se abisman ante una hoja en blanco que se torna el fantasma y el miedo de las (j)aulas universitarias. No hay escrituras buenas o malas. Hay escrituras trastocadas y confundidas por el poder del sometimiento. Y en cada palabra, el tejido de discursos que chocan incluso en un velado silencio. Se dibuja una palabra en cada letra que trata de capturar lo incapturable del dolor del mundo. Palabra que se esfuerza por transportar sentidos perdidos. Estancias en común, estancias con la escritura extranjera. 52 Estar en común sin comunidad La escritura universitaria, si no queda confinada a un pensa- miento utilitario, puede devenir espacio del arte de la esgrima contra las lógicas consumistas. Si Barthes (1977) propone la idiorritmia, que proviene de idios (propio/particular) y rhytmós (ritmo), como un ritmo particular en fuga de los cuerpos hablantes, ¿sería posible una escritura idiorrítmica que rompa con el sentido común? Musa meló- dica que danza entre las figuras, inaprensible, en un intento de trazar un círculo disidente. Círculo que rompa el eterno retorno de la escritura reproductiva y des(a)nude la potencia de un cuerpo que se entrega a la creación de nuevas y efímeras representaciones. Naufragio que pugna una fuga, un destello entre pensamientos que nos piensan. ¿Cómo alojar esa inmensidad en un cuerpo sin sentirse sometidos a su reproducción? ¿Cómo plasmar en la escritura algo de aquello sin el pudor de sentirse al des-nudo? Suyay Scagni y Gabriel Costa Lo Grupal Proyecto colectivo. Lugar de despliegue de una problemá- tica inaugural. Espacio de escritura sobre la cuestión grupal. “Tránsito histórico, estético-político y epistémico hacia otros devenires de pensamiento y acción” (De Brasi, 2007). Escritura de diez volúmenes editados por Búsqueda en la Argentina en posdictadura, entre 1983 y 1993. Colección dirigida por Eduardo Pavlovsky y Juan Carlos De Brasi en la que escribie- ron también Gregorio Baremblitt, Armando Bauleo, Marcelo Percia, Osvaldo Saidón, Marie Langer, Hernán Kesselman y Ana María Fernández, entre otros. Fragmento relevante de la producción intelectual de izquierda en nuestro país. Delimitación de un territorio común no homogéneo de proble- mas que requerían ser pensados. Elaboración de una concep- ción crítica en la problemática grupal. Proyección desde el campo disciplinar del psicoanálisis y la psicología social hacia el cam- 53 Escrituras po intelectual y cultural. Conexión entre psicoanálisis, marxis- mo, psicología social, filosofía crítica y estética. Producción de un campo de ideas en tensión. Confluencia de una trama de experiencias de exilio político. Decisión de repensar lo político después de la interrupción de la política, efectuada a través de la eliminación del estado de derecho y la instalación del terror de estado en tiempos de dictaduras latinoamericanas. Urgencia de volver a pensar la relación entre las prácticas clínicas y so- ciales y la dimensión política. Reconfiguración, en tiempos de la democracia, de ideas, valores y proyectos de la tradición del psicoanálisis argentino vinculada al pensamiento de las izquierdas de las décadas del sesenta y setenta. Inquietud de vislumbrar a los grupos como metáfora vigente de lo reprimido en tiempos democráticos. Recuperación de lo impensado en las producciones grupales anteriores. Advertencia de que la perse- cución, la represión y la sospecha que habían recaído sobre los grupos durante el período genocida habitaban, todavía, en los imaginarios profesionales. Interrogación sobre cómo diseñar modos de habitar los espacios cotidianos de las instituciones y los grupos que pudieran atender las formas condensadas de violencia simbólica. Formulación que indicó que la subjetivi- dad se produce en el espacio social donde se actúa. Declaración de una utopía de lo grupal: imaginar acciones grupales más allá del horizonte de posibilidades de los grupos ya pensados. Afirmaciones, que plantearon que lo grupal no son los gru- pos; que lo grupal no es objeto de ninguna designación; que lo grupal no trataba de ofrecer un nuevo marco teórico, esquema conceptual o técnica determinada; que lo grupal es condición estructurante de lo social-histórico; que lo grupal es oportu- nidad de lo que difiere de sí; que hay “un acontecer grupal diseminado en nosotros mismos, como lenguaje y gesto, como signatura socio-histórica y singularidad inconsciente, como destino e invención del azar” (De Brasi, 2001). Insistencias, de poner en cuestión todos los dualismos que impregnan los mo- delos grupales: sujeto/objeto, interior/exterior, propio/ajeno, individuo/sociedad, teoría/técnica; de situar a las unidades, yo, grupo o sociedad, como ilusiones totalizadoras, aunque, por momentos, necesarias; de plantear que la tarea clínica no es 54 Estar en común sin comunidad ajena al problema del poder. Tensiones, que señalaron a los grupos producidos, a la vez, como manipulación y como in- vención colectiva. Concepciones, de realidad como multiplicidad e infinita complejidad ramificada; de inconsciente como producción y no como descubrimiento de lo ya existente; de lo social-his- tórico como aquello en lo que se trama el mismo inconsciente y no como afuera de una sustancia subjetiva; de verdad como inadecuación entre lenguaje y existencia, potencia del fragmento que abre una transformación, resto que se prende a un deseo, y no como adecuación entre pensamiento y hechos; del diálogo clínico como una práctica social, un saber y una ética. Críticas, que sostuvieron que los padecimientos personales se compo- nen con fantasmas ofrecidos por el mundo social; que denun- ciaron que la cuestión grupal parecía haber quedado reducida al espectáculo o al utilitarismo institucional. Composición indisciplinada de lecturas. Restos de una biblioteca inaborda- ble. Presencias de Freud, Marx, Nietzsche, Heidegger, Adorno, Horkheimer, Marcuse, Fromm, Sartre, Reich, Lacan, Althusser, Foucault, Deleuze, Guattari, Castoriadis, Derrida, Borges, Arlt, Beckett, Piglia, Klein, Bion, Lewin, Bleger, Pichon-Rivière, Moreno, Anzieu… Nostalgia del sueño de la revolución como posible. Utopías micropolíticas en tiempos de la revolución como pasado. Inconclusiones, “Preguntas disparadas hacia un lector que fabula, que desea y fabrica sus propios modos de desciframiento, de provocación a que cualquier cierre sea un imposible. Porque toda respuesta cierta, entraña la muerte del asombro y la curiosidad” (Prólogo, Lo Grupal 6, 1988). Gabriela Cardaci Máquina de escribir Pasillo de impregnación: Silencio a la carta. Escribe la desesperación, el hastío, la pregunta, la soledad. Se inventa el remitente y el destinatario, corte del flujo, estancia sin correspondencia. 55 Escrituras Sala de máquinas: una invitación del azar a dedicarse en cuer- po y pulso a dejar pasar las palabras que puedan merodear ese panal. Tendones, teclas. Tinta china. Piano. La máquina no es el objeto técnico funcional a una tarea; la má- quina es la fuerza bruta que conecta tendón y mecanismo pia- no, caligrafía y ruido, lo diferido y la urgencia, lo inadecuado, lo inesperado, la espera, la tradición,el corte y lo irreductible. La máquina interpela los encastres y lo prêt-à-porter. Remanentes, discontinuados, inaudibles, los filamentos de lo vivo germinan entre el desgarro y la caricia. Victoria Larrosa 57 Sensibilidades Fluyendo En el hombre siempre se acentuó lo efímero. Polvo eres y en polvo te convertirás; “polvo, mas polvo enamorado”. Se trate de un pseudo origen o de la búsqueda de cierta unidad im- posible, la constante es que el hombre deambula por caminos polvorientos para llegar adonde pasa la nada. Ahí es cuando uno se da cuenta que el hombre nace de un ol- vido: el agua. La que lo riega y nutre, la que hace crecer su medio, y en medio lo arrasa, la que humedece, cuece y deja su sequía cuando desaparece, está en el origen de tal amnesia. Pensar el hombre como amasijo de polvo y cenizas hace que su naturaleza sea concebida desde la imagen de un desierto sin oasis. Icono cierto, pero unilateral, marca de la devastación técnico-humano-mística. Una patética efigie poblada de vientos sofocantes, sin liquidez alguna, sin ninguna resistencia ni la fuga que el agua dibuja con sus remolinos. Erosión del polvo y las cenizas que confun- den el morir con el cadáver y éste con la muerte. Es así como yo interpreto la desesperada advertencia de Nietzsche: “el desier- to va creciendo. Desventurado el que alberga desiertos”. Juan Carlos De Brasi ¿Externar? Vive preso de la angustia que le despierta la posibilidad de una externación que, está seguro, no va a tardar en llegar. Le 58 Estar en común sin comunidad dijeron, las organizaciones sociales que trabajan en el hospital, que no es bueno seguir internado, que el manicomio no es un lugar para vivir. Sabe que los excesos de medicación cambia- ron su fisonomía, su forma de hablar, su caminar. Aprendió que ahí si no sos pillo te la hacen, que no tenés pertenencias, y que si las tenés, sos preso del miedo a que te las roben. Él, por las dudas, siempre tiene todo encima. Siente que esa cama (que ahora tiene que dejar) es su casa, su lugar, su cancha. Es cierto que la identidad paciente se posó sobre la vida que vive, como también es cierto que en todo infierno que se vive se habitan afectos tiernos. Espera ansioso la una del mediodía para ir a ese taller de circo en el jardín del hospital, donde mujeres dis- puestas a ser rozadas en medio de juegos teatrales, se acercan alegremente. ¿Hace cuánto no roza el cuerpo de una mujer, que no siente su olor, que no se excita con esa presencia que le despierta una vitalidad sensual? ¿Afuera del hospital podrá saludar con un beso a toda chica que se cruce? Lo que no saben quienes le dicen que tiene que externarse, es que ahí no es solo paciente, que a fuerza de querer fumar y no tener plata se con- virtió en comerciante, que las mujeres lo quieren y que tiene amigos, que todos los días va a talleres donde se ríen de sus chistes, que el del pabellón de al lado le da las revistas que le gustan, que cuando se aburre se puede ir a pasear en tren lar- gas horas, que te hacen la comida, que podés ver la tele, que en ese mundo de afectos tejió alianzas que le convenían. Su cuer- po guarda mucha información sobre el cálculo, le dicen que no sabe manejar plata, que la guarde, que ahorre, no entienden que en su cálculo el ahorro no entra en la cuenta, que vive en la desmesura y ahí el cálculo es infinito pero no incalculable. En su cuenta entran las sensibilidades neuróticas que visitan el hospital: caridad, comparación, culpa. Ellos siempre le van a dar algo, sea plata, cigarrillos o una buena charla, ¿por qué va a trabajar para conseguirlo si la lástima culposa paga mucho más? ¿Por qué le dicen que tiene que sacrificarse en algún tra- bajo mal pago para conseguir lo que ya tiene? Su cuerpo no guarda la información de estos valores que le quieren enseñar; y, sin embargo, su psiquiatra sigue diciendo que se tiene que 59 Sensibilidades externar. Intuye que afuera no hay cancha que defender, y sin su cancha no hay partido que jugar. Ayelen Diorio F(r)iccionados I (cosas que nos pasan con lo que pasa) Supongamos que dentro del Hospital Borda hay una organiza- ción con fines artísticos y desmanicomializadores. Supongamos que en esa organización hay talleres con distintas disciplinas artísticas. Supongamos que en uno de esos talleres se hace Circo, y que ese taller tiene un espectáculo. Supongamos que una sensibilidad hablante tiene ganas de empezar la primaria y pide a los coordinadores que lo ayuden. Supongamos que se consigue un espacio donde empezar inmediatamente a estu- diar, que este lugar queda a siete cuadras del hospital, y que este lugar no tiene las trabas burocráticas características de toda institución educativa. Supongamos que las maestras le dicen a esta sensibilidad hablante que puede empezar ya, que los hora- rios los van manejando en función de las necesidades de cada quien, que los van programando día a día, que no hay que ano- tarse en ningún lado para pedir vacante, que no hay que llenar ningún formulario, que no hay que pagar. Supongamos que lo único que se necesita para ir a estudiar es el deseo. Supongamos que los coordinadores ingenuamente van a comunicarle esta noticia al jefe de servicio de este tallerista. ¿Para qué? Para tra- bajar en equipo, para acompañarlo en este proceso, para que se empiece a mover, para que recupere algo de sus herramientas perdidas en el otro proceso, el de institucionalización. Para que recupere algo de su autonomía, para que pueda valerse por sus propios medios, para seguir dándole cuerda a ese deseo que él se ocupó de volver a mover. Para que pase algo. Las primeras respuestas fueron: “es muy lejos”, “no tiene el DNI para ins- cribirse”, “el ciclo lectivo empieza el próximo año”, “no puede valerse por sus propios medios”, “necesita la autorización del juez”, “su psiquiatra está de vacaciones”, “el jefe de servicio 60 Estar en común sin comunidad tiene licencia prolongada”. Se trataba de los queridísimos infaltables argumentos burocráticos. Fuimos eludiendo una a una cada respuesta: “queda a siete cuadras”, “no necesita inscripción, es un centro cultural”, “empieza cuando tenga ganas”, “estuvimos diez días de viaje y se manejó de manera independiente”, “con la firma suya puede salir”. Parecía que estábamos a punto de quebrar lo burocrático con la gambeta del deseo, estábamos felices, algo se movía, encontrá- bamos respuestas, no podíamos parar, estaban Pasando cosas. Hasta que… La respuesta fulminante de la jefa de servicio, la que nos dejó sin más argumentos, sin aire, congelados en la eternidad del pabellón, la que nos volvió a manicomializar fue: “No. Le puede pasar algo”. No hay argumento que resista a esta devastadora respuesta. Atenta contra el deseo, contra el movimiento, contra la desmanicomialización, contra la vida. Mejor que quede todo igual, así no pasa nada. Que no nos pase nada. Que no pase nada anuncian los noticieros masivos de co- municación. Que no pase nada gritan los vecinos reclamando Seguridad. Que no te pase nada aconseja una madre cuando vas a salir fuera de casa. Que no les pase nada gritan los do- centes y directores a sus alumnos en los recreos. “Por las dudas que no pase nada” es el discurso del sentido común. Que no pase nada; es que no pase nada fuera de lo esperado, fuera de lo previsto, de lo convencional, fuera de lo común, de la norma, de lo tácito, del destino, de lo subyacente, de lo obvio, de lo natural, de los mandatos. Que no pase nada nos condena. Que no pase nada nos vuelve a encerrar en los manicomios, en las cárceles, en las escuelas y en las familias. Que no pase nada nos encierra en el rótulo mas estigmatizante, en el del deber ser. Que no pase nada es que nos tienen que pasar las instituciones con sus certezas. Que no pase nada es poner piloto automático al consumo. Que no pase nada es peor que morir, es la muerte del deseo. Uno cree que vive eligiendo y el único que elige es el imperativo “queno te pase nada”; porque para que no te pase nada viviendo hay que camuflar la vida. Que no pase nada es la manicomialización en su grado mayor de exponencia. Es la manicomialización, porque es la quietud de los cuerpos. 61 Sensibilidades Fernando Stivala F(r)iccionados II (simulaciones viajeras) Supongamos que se organiza un festival de arte en la ciudad de Mar del Plata. Supongamos que asisten organizaciones que trabajan con el arte en manicomios de todo el país. Viajan artistas. Viajan locos. Viajan singularidades. Se juntan en un complejo, en Chapadmalal. Hotel con características parecidas a las que conocemos en los hospitales que alojan cuerpos y voces del mundo, de la historia, de las comunidades, de las tribus, de las religiones. Hospitales históricos: fabulaciones de un estar en común con la creencia de que muchas personas juntadas por la suposición de características similares, aisladas y asistidas regularmente por especialistas, podrían vivir mejor. Supongamos que al festival concurren ochocientas sensibili- dades hablantes. Supongamos que uno de esos cuerpos, ha- bitualmente vive vivido por ternura, obediencia, sumisión, vergüenza, timidez, cariño, suavidad, introversión, prudencia, discreción, reserva, cautela. Mochila de figuras que se instalan en la ilusión de un sí mismo. Supongamos que después de tres días de festival, de circular por recorridos poco habituales, de cruzarse con otros cuerpos habitados también por pasiones; empiezan a posarse nuevas viejas afecciones. Sensibilidad estallada por viejas nuevas figuras donde em- piezan a hablar los gritos de las religiones, de la patria, de las amistades del barrio, de la familia, del amor, del cuidado, del fútbol, del medio ambiente, de la fama, de la solidaridad. Voces que parecen estar veinte años atrás, acciones que nacen y resucitan en la actualidad. Otra mochila de figuras que se instalan en la ilusión de un fue- ra de sí. 62 Estar en común sin comunidad ¿Cuánta carga soportan las identidades para los cuerpos vivientes? Supongamos que algunas de las personas que comparten el estar en común con él se ven desconcertadas por estos pasajes imprevistos. Vergüenza ya no habla, obediencia está acallada, sumisión se esconde y timidez olvidó la cita. Supongamos que ciertas figuras históricas se volvieron locas por capturar algún cuerpo circulando: identidad psiquiatra, identidad patovica, identidad enfermero, identidad policía, tocaban la puerta de algunos hablantes. Acontecen preguntas: ¿hay que inventar nuevos estares en común?, ¿hay que seguir protocolos del sentido común para intervenir en estas situaciones?, ¿imaginar fabulaciones colecti- vas que segundeen algunos estallidos del mundo?, ¿idear ocu- rrencias que dejen de lado los estereotipos de cura?, ¿ingeniar acciones inusuales que puedan funcionar en cualquier parte? Si la creencia cultural supone que los cuidados amorosos que encanutan diferenciación entre normales y locos, que la medi- calización, y que la sobreprotección maternalista tienen efectos sanadores, ¿cómo discurrir por otros estares en común que ten- gan la potencia y la magia de nuevas creencias? ¿Qué f(r)icciones hay que transitar para circular por desvíos con efectos imprevistos? ¿Qué brebajes hay que preparar para conjurar hechizos desconocidos? Fernando Stivala El señor José Ángel Hace dieciséis años vive en Luján. Todavía hoy, el finado Alfonsín, y las boletas de luz que no podía pagar son los ver- 63 Sensibilidades daderos responsables de esa trama perfecta que causó su larga internación. Supimos por lecturas que la casa de la que algún día lo sacaron estaba, en aquel tiempo, maravillosamente vacía y totalmente amurallada por dentro. Se refugia en Dios. Hoy la temida segba ya no existe, pero la casa que comparte con sus compañeros sí tiene caños y cables. La oración muchas veces no alcanza para evitar que el diablo “que es un zorro”, o “que no es ningún zonzo”, o “que es mucho más vivo que usted”, en un descuido, penetre. Lo que muchas veces escuchan sus compañeros no son gritos, son “oraciones con rezongo”, que se imponen con fuerza y valentía a lo que el diablo es capaz de hacer para poder entrar. Si la amenaza insiste: corta la luz, corta el agua, apaga estufas, desacopia ali- mentos. No hay objetos en su pieza. La caja que protege la llave térmica, es un santuario de estampitas de todo tiempo. Por propiedad que llamó metafísica lo que se pudre en la hela- dera (o en la alacena), lo pudre a él que es quien cuida, limpia y repara las cosas. Sus compañeros le cedieron hace largo tiempo el galpón, allí habita su universo encerrado, vigilado por la voz perpetua de la radio evangélica. Visita a su hermana, hace mandados, abandonó la moto y com- pró bicicleta, cocina comida vegana, sin ese moderno nombre. Colabora en un taller de autos del barrio dando charla al dueño y a los clientes. Es muy querido por sus vecinos. Comparte su asedio solo con el grupo y el equipo, asumien- do que si él no estuviera cuidando, todos viviríamos en una pesadilla. Que sus prohibiciones sean conversadas en la reunión de con- vivencia lo enoja, pero soporta que sus compañeros quieran correr riesgos, y se logran acuerdos. 64 Estar en común sin comunidad Para él vivir en la calle Caseros no es lo mismo que vivir a la vuelta, en la calle Santos Lugares. Supone que ahí la cosa es mucho más tranquila. Maita Lespiaucq Volver a Lobos Pasaron veinte años pero quiere volver a Lobos. Estuvo preso, también loco, también herido, también solo. Hoy sólo quiere volver a Lobos. Porque sí, sólo para ver cómo está, sólo para saber si cambió, sólo para ver si puede llegar, si se animaría a volver al hospital después. No sabe si le va a hacer bien, no sabe si llegaría al fin, no sabe para qué, ni qué pasaría después. No tiene la plata para el viaje, no tiene pensión, tampoco el calzado, no quisiera ser visto en alpargatas con medias. Tal vez estaría bien que lo acompañen pero siente menos peso yendo solo. Son épocas duras, Servicio Social lleva semanas sin dinero para viáticos. En el grupo alguien aporta centavos y se suman de a poco las monedas. Alguien dice que esa plata es nuestro pri- mer fondo; al devolverla, otro podrá viajar más cerca o más le- jos. Cada mes los aportes pueden sumarse. Cuando la persona se externa, puede retirar lo que puso. El aporte es voluntario. La devolución obligatoria. Los plazos se convenían. Las licen- ciadas participan y pueden resolver también una contingencia personal de serles necesario. Hace rato que no ve todo ese di- nero junto. Si viaja, si lo autorizan a hacerlo, si se atreve a salir, regresará y lo devolverá ni bien Servicio Social le abone ese viático. En el grupo se hace el acta de fundación de un fondo común. Lobos es, para muchos en el grupo, un lugar desconocido pero inolvidable. Maita Lespiaucq 65 Sensibilidades Ópticas Se piensa la sensibilidad en relación a la mirada: “¡Mirá lo que hacés!”, “¿Ves lo que le pasa?”, “Observen lo que les su- cede”, “Es que cada uno tiene su punto de vista”, “Depende la perspectiva”, “Las cosas son según el cristal con que lo mi- res”. Alrededor de feminismos y estudios de géneros, se dice “Cuando te ponés los anteojos violetas ya no podés ver las cosas de la misma manera”. Tal vez ya no se trate de la mirada, que ha fracasado fatalmente en operaciones de visibilización, sino de apelar a una dimensión política del dolor a través del tacto. Rita Segato propone a la desensitización como experiencia fundante de la pedagogía de la crueldad masculina y habitual de los ciudadanos. Una pregunta clínica por el tacto podría ser: ¿Cómo se toca lo no dicho en lo dicho? Joaquín Allaria Mena 69 Telarañas Flechas de pensamientos El neoliberalismo no trata de reducir o achicar el estado —del cual ha vivido a rabiar—, sino que impulsa una metáfora mucho más peligrosa: desea que el estado y la sociedad se vuelvan impensables, para