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Reseña crítica La loca de la casa

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La loca de Rosa Montero: un viaje a los sitios más recónditos de la escritora.
En La loca de la casa, (Alfaguara, 2003) Rosa Montero construye el relato más íntimo de su narrativa, desarrolla una reflexión acerca del oficio de escribir; no intenta que sea un tratado dogmático sobre el arte de narrar, sino más bien una simple manifestación de la toma de conciencia sobre sus más recónditos procesos a la hora de redactar, sentada frente al ordenador esperando que la inspiración, o como ella menciona refiriéndose a Rudyard Kipling, su “daimon, uno de esos demonios grecorromanos védicos que son genios tutelares, la saque a bailar”. En esta obra convergen tipos tan variados de textos como el ensayo, la autobiografía novelada o auto ficción, la narrativa misma, y hasta el oficio de periodista de Rosa Montero, a través de narraciones de anécdotas y crónicas acaecidas en nuestra realidad histórica, formando un crisol en que todo se funde y transgrede las fronteras de lo clasificable dentro de un género.
La autora juega con el título haciendo una referencia explícita al ya sabido término con que Santa Teresa bautiza a la imaginación: la loca de la casa, y es justo la imaginación uno de los principales ejes temáticos que preocuparon a la autora: ¿de dónde surgen las semillas de las ideas que germinarán en un libro? ¿Qué importancia tiene la memoria en la construcción de nuestra identidad y cómo eso se verá reflejado, consciente o inconscientemente, en las novelas? También medita acerca de la fugacidad de la vida y el empecinamiento del escritor en dejar un legado, aunque sea fugaz, que le permita sentir que se le recordará aun después de muerto. 
Cabe resaltar que, en el mismo ejercicio de reflexión, nos otorga pequeñas historias sobre su vida, contadas en forma de novela, valiéndose de todo el artificio narrativo; y más allá de que sean o no ciertas nos permiten entrar en el universo que crea la autora. Una de las historias más características que se presentan en el libro es aquella donde Rosa Montero platica tres veces una historia de amor tórrido con un emergente y talentoso actor de Hollywood, tres veces contadas de manera distinta y en tres distintos momentos de la novela; y de las que nunca sabremos si fueron verídicas; y, si fue así, cuál de ellas lo fue; siendo esto último no lo más importante, sino el juego que plantea sobre la cantidad de posibilidades diferentes en que pudimos vivir un momento o recordarlos, y, de esa manera, recrearlo en la escritura. 
La motivación de la escritora no nace de la nada, pues bien hace un recuento de autores que previamente han llevado a cabo la labor de reflexión sobre este proceso de escritura, tales como: Carson McCullers, Henry James, Vargas Llosa o Vila-Matas, entre otros que han realizado ejercicios narrativos semejantes a lo que Rosa Montero realiza en La loca de la casa, ejemplificando y yuxtaponiendo las experiencias vitales y de lectura que otros han tenido y las que ella misma ha vivido, generando un contraste con todos los autores que menciona, otorgando un panorama, si bien limitado y subjetivo, bastante funcional para poder visualizar los procesos de escritura a los que se someten los escritores en diferentes contextos históricos, sociales, políticos y culturales.
En fin, los párrafos que conforman la Loca de la casa garantizan al lector un recorrido por la experiencia de una mujer que se aventuró un día a dar rienda suelta a la imaginación, y que en su camino fue recopilando sensaciones, vivencias, pasiones, desencantos, desencuentros, aciertos, errores, y un cúmulo de momentos cumbres en los que la decisiones a tomar serán la semilla de su futuro, hasta el punto de lograr que el lector se sienta identificado incluso si este nunca ha tenido el mínimo contacto con la experiencia de escribir. 
Alumno: Raúl Martín Hernández Juárez
Profesor: Rodrigo Pardo Fernández
Asignatura: Seminario de Autora
17 de mayo de 2017

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