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Seminario de Paradigmas Epistemológicos y Metodológicos de la Investigación. Doctorado en Educación Universidad Santo Tomás Bogotá, octubre de 2010 I. SÍNTESIS DEL DESARROLLO HISTÓRICO DE LAS CIENCIAS SOCIALES1 José Duván Marín Gallego RESUMEN El análisis de la información documental permite la construcción de los marcos de referencia que se resume en que con la ruptura de las tradiciones de la Edad Media desde comienzos de siglo XIV se produce un interés por la explicación de la naturaleza con el auxilio de fuerzas o causas puramente naturales. Leonardo Da Vinci, como artista y como científico, es el iniciador del Renacimiento Científico porque da lugar a los grandes desarrollos en todos los campos de la investigación. El mundo pasa de una mirada orgánica basada en Aristóteles y la Biblia a una concepción mecánica, descrita matemática y analíticamente. Bajo esta concepción se desarrollan también las ciencias sociales y humanas. Aparecen los grandes humanistas del Renacimiento, al mismo tiempo que en este período Copérnico, Kepler, Galileo y Newton marcan las pautas metodológicas y epistemológicas del conocimiento científico. El Renacimiento dejó en herencia al pensamiento moderno un conjunto de investigaciones científicas lleno de resultados y en vía de rápido desarrollo. Los siglos XVII y XVIII, se caracterizaron por un álgido debate entre dos corrientes antagónicas: el racionalismo y el empirismo. Kant terciará en esta controversia. Por otra parte, las ciencias sociales y humanas comenzaron su desarrollo en el tenso marco de dos modos de conocer: la filosofía y la ciencia; dos formas o modos, inclusive, antagónicos que se refleja, principalmente en el mundo de las universidades organizadas en dos facultades: artes (humanidades y filosofía) y ciencias. Las ciencias se orientan por una filosofía nomotética y las humanidades por una idiográfica. Algunas de las ciencias sociales y humanas eligieron ser nomotéticas y pretendieron ser el estudio empírico del mundo social. A. Comte intenta una reforma de la sociedad en el siglo XVIII que implica también la reforma del saber y del método. Con Comte se instaura el positivismo seguido por autores como E. Mach, Ch. S. Peirce, W. James y L. Wittgenstein. De estos autores se nutrió el positivismo del siglo XX y todas las ciencias. A finales del siglo XIX Dilthey procura dotar a las ciencias del espíritu (sociales y humanas) de un método que haga posible interpretaciones objetivamente válidas como ya lo tenían las ciencias naturales. Propone el método verstehen para las ciencias del Espíritu y el Erklären para las ciencias naturales. De este desarrollo aparece el nuevo paradigma para las ciencias sociales y humanas: el paradigma Crítico- Hermenéutico de la Escuela de Frankfurt o Teoría Crítica de la Sociedad. Esta teoría critica y cuestiona el progreso fundamentado en la razón instrumental del método positivista. Habermas propone un cambio de paradigma que consiste en la reconstrucción de los contenidos normativos de la modernidad y la rehabilitación de la razón mediante la práctica comunicativa del lenguaje, es decir, en una razón centrada subjetivamente en la racionalidad intersubjetiva, discursiva y dialogante. La Teoría Crítica de la Sociedad llevó a las ciencias sociales y humanas a una comprensión de sentido de la realidad mediada por el lenguaje. Desde la perspectiva comprensiva de la realidad se verá la hermenéutica como la posibilidad para una renovación epistemológica de las ciencias sociales y humanas con autores modernos como Max Weber, Gadamer, Ricoeur, Heidegger, teniendo en cuenta que el método interpretativo pretende desvelar o desocultar los verdaderos sentidos del obrar humano, ya que las acciones humanas están cargadas de intencionalidades. 1 Este texto fue tomado de los capítulos IV y V de la Tesis Doctoral titulada: EL CONOCIMIENTO PEDAGÓGICO FUNDAMENTADO EN UNA EPISTEMOLOGÍA DE LOS SISTEMAS COMPLEJOS Y UNA METODOLOGÍA HERMENÉUTICA. José Duván Marín Gallego, Newpor University (USA) 1. Los comienzos del conocimiento en ciencias sociales y humanas La revisión y el análisis documental condujeron, por una parte, a concebir la realidad de las ciencias sociales y humanas y con ellas, también la educación y la pedagogía, desde el Renacimiento cuando comienza el verdadero desarrollo de las ciencias y durante la Época Moderna hasta hoy, bajo tres paradigmas hegemónicos: el positivismo, denominado también paradigma clásico o tradición heredada , el paradigma histórico-social, especialmente a partir de la obra de Kuhn en la década de los 60, que abrió el camino para el debate de las nuevas concepciones epistemológicas de la ciencia y el paradigma crítico-hermenéutico de la Escuela de Frankfurt que, con su Teoría Crítica de la Sociedad, permitió posicionar las ciencias sociales y humanas en el campo de un saber crítico, de carácter comprensivo e interpretativo, muy diverso, sin embargo, al de la experiencia positivista fundamentado en un interés técnico y de control. En estos tres paradigmas se debaten prácticamente todos los problemas epistemológicos y metodológicos de la investigación científica a lo largo de los siglos XIX, XX y los años que corren del presente siglo. En ellos se incluyen también las ciencias de la educación y la pedagogía como parte de las ciencias sociales y humanas. El análisis documental permitió, por otra parte, una primera mirada de la pedagogía como un sistema complejo , frente al cual, era necesario asumir una posición epistemológica y metodológica que respondiera, en forma coherente, a ese paradigma. Sin embargo, antes de entrar de lleno a considerar la Teoría de los Sistemas y el paradigma de la complejidad como marcos teóricos para la pedagogía, conviene realizar una mirada histórica del conocimiento científico desde los inicios del Renacimiento, cuando comienza propiamente el desarrollo y evolución de la ciencia como nueva forma de conocimiento independiente de la filosofía, para entrar luego en el panorama de las ciencias sociales y humanas, como el punto crucial de discusión de esta investigación. 1.1. El surgimiento de la ciencia desde el Renacimiento hasta el Siglo XVIII Desde comienzos del siglo XIV al lado de los acontecimientos sociales, religiosos, políticos, económicos y culturales que rompían con muchas de las tradiciones de la Edad Media, se produce un nuevo interés por las estructuras particulares de la naturaleza y una tendencia a explicarlas con el auxilio de fuerzas o causas puramente naturales, sin necesidad de referencia alguna a un principio que las trascienda, es decir, a un principio creador. Por eso la atención se dirige a lo que los filósofos medioevales denominaban las causas segundas 2 y, por lo tanto, se produce una neta orientación hacia el experimentalismo y hacia la explicación matemática de los fenómenos. Se aspiraba, en consecuencia, a un método capaz de captar la verdad de los hechos naturales y a unas técnicas que permitieran la utilización de los resultados de las investigaciones efectuadas para ventaja de la vida del hombre. El que logró reunir estas dos cualidades fue, sin duda, Leonardo Da Vinci (1452-1519), como artista y como científico (Capra, 2008). Por esta razón, Da Vinci es considerado el iniciador del renacimiento científico que en los siglos XVI y XVII dará lugar a los grandes desarrollos en todos los campos de la investigación: anatomía y medicina, física, astronomía, matemáticas, mecánica y muchas otras ciencias más. Pero, además, durante estos dos siglos la antigua y medieval concepción orgánica del mundo basada en dos fuentes históricas: Aristóteles y la Biblia, sufrió un cambio radical, pues, la visión del universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue reemplazada por la concepción de un mundo similar a una máquina; la máquina delmundo se volvió la metáfora dominante de la era moderna Capra, , p. . En el siglo XV)) la ciencia se basaba en un nuevo método de investigación, defendido enérgicamente por Francis Bacon, que incluía dos teorías: la descripción matemática de la naturaleza y el método analítico de razonamiento concebido por el genio cartesiano. Pero no solamente en el campo de las ciencias se logró el desarrollo, sino también en el campo de las humanidades y de la ciencias sociales. Aparecen los grandes humanistas del renacimiento como Erasmo de Rotterdam (1467-1536), con 2 En la Edad Media, la causa primera es Dios y las demás causas son las causas segundas o causas finitas que son solamente ocasionales y de la que se sirve Dios para hacer efectivos sus designios. Esta doctrina se conoció con el nombre de “ocasionalismo”, cuyo principal representante fue Nicolás de Malebranche (1638-1715). su labor humanista manifestada en sus ediciones de autores clásicos y Joan Luis Vives (1492-1540), especialmente, por sus aportes a la pedagogía. Vives fue amigo de Erasmo, de Tomás Moro y de otros humanistas de la época; su obra es vasta y polifacética; ejemplifica perfectamente el ideal del saber universal, antropocéntrico y sapiencial, propio del humanismo, en el que se hermanan de la mano de la filología: la filosofía, la teología, la moral, la política y la pedagogía, con un carácter instrumental al servicio de la sabiduría y no ya del culto arqueológico y supersticioso de la Antigüedad. De acuerdo con Ludovico Geymonat (1998), Vives es, ante todo, un pedagogo, que propugna por una profunda reforma de la pedagogía a partir de las sólidas bases psicológicas, con un constante recurso a la experiencia para verificar el valor de las teorías, y siempre al servicio de una educación integral, fundamentalmente moral, cristiana, pero, como en el caso de la política y de la asistencia social, ya no más clerical. La obra más importante de pedagogía es el de Las Disciplinas , escrita hacia y que, como dice Francisco J. Fortuny en la )ntroducción de esta misma obra , p. , … el valenciano universal rompe los moldes de los tratados aristotélico-metafísicos De Anima para dar origen a la ciencia psicológica moderna. Una ciencia experimental, positiva, constituirá el pilar de otro de los grandes méritos de Vives: ser un adelantado de la pedagogía positiva, fundamentada en una sólida base psicológica . Dejando de lado la labor de los humanistas, el triunfo de la ciencia renacentista se debió, principalmente, por una parte, a su utilidad práctica, la cual fue reconocida primariamente en relación con la guerra. Galileo y Leonardo, por ejemplo, obtuvieron empleo del gobierno por sus propósitos de perfeccionar la artillería y el arte de la fortificación; por otra, a los cambios revolucionarios en el campo de la física y de la astronomía. En este periodo sobresalen cuatro grandes hombres que van a marcar las pautas metodológicas y epistemológicas del conocimiento científico futuro: Copérnico (1473-1543), Kepler (1571-1630), Galileo (1564-1642) y Newton (1642-1727). La importancia de la obra de Copérnico fue la de haber destronado a la Tierra del centro del Universo y haber entronizado, por el contrario, la teoría heliocéntrica; por lo tanto también, todo el conocimiento cambiará de órbita y de paradigma. Copérnico escribió una obra titulada De Revolutionibus Orbium Caelestium Las Revoluciones de las Orbes Celestes), pero por temor a la censura eclesiástica fue publicada en 1543, el mismo año de su muerte. Kepler, apoyándose en la teoría de Copérnico, fue el primer astrónomo que adoptó la teoría heliocéntrica. Sin embargo, la gran realización de Kepler fue el descubrimiento de las leyes del movimiento planetario. Galileo, considerado uno de los más grandes fundadores de la ciencia moderna, descubrió la importancia de la aceleración en la dinámica, la cual es conocida también como ley de la inercia. Galileo fue el primero que dedujo la ley de la caída de los cuerpos, probando que no hay ninguna diferencia mensurable entre las masas grandes y pequeñas de la misma sustancia. Adoptó el sistema heliocéntrico, hecho que le valió la condena por la inquisición. Construyó un telescopio con el cual descubrió que la Vía Láctea está conformada por una multitud de estrellas separadas; observó las fases de Venus en su movimiento alrededor del sol, descubrió los anillos de Saturno y reconoció las manchas solares que dieron al traste con la ciencia aristotélica que defendía la incorruptibilidad de los cielos. Consideraba que la naturaleza no sólo debe ser escuchada sino también interrogada ; por eso, para comprender su método, hay que comprender la manera como se combinan las dos instancias que están presentes: la instancia empírica y la instancia matemática, transformándolas en un método único que, al mismo tiempo, es racional y empírico. Newton, por su parte, alcanzó el triunfo final y completo para el que Copérnico, Kepler y Galileo habían preparado el camino. Paralelamente a los estudios matemáticos, se dedicó a la observación astronómica y a una serie de experiencias en física y química, mostrando desde entonces su capacidad de experimentador, su habilidad para construir aparatos y su gusto por el trabajo manual. En 1685 presentó un informe sobre el movimiento de los astros con el título De motu (Sobre el movimiento). Este fue el primer informe oficial del famoso descubrimiento mediante el cual lograba unificar los fenómenos celestes con los terrestres y deducía matemáticamente las leyes de Kepler del principio de gravitación universal. Su método se dirige especialmente contra Descartes que había pretendido derivar las leyes físicas básicas a parir de principios metafísicos. Newton se opone a este método de teorizar sobre la naturaleza e insiste en que el filósofo natural debe buscar sus generalizaciones en un examen cuidadoso de los fenómenos. La única cosa sobre la que los astrónomos estaban de acuerdo era en que todos los movimientos celestes estaban compuestos de movimientos circulares, pero la sustitución de círculos por elipses implicaba el abandono del prejuicio estético que había dominado siempre la astronomía desde Pitágoras, ya que el círculo se consideraba una figura perfecta y los orbes celestes eran cuerpos perfectos y, por lo tanto, un cuerpo perfecto debía moverse en una figura perfecta, y su movimiento tenía que ser también natural. Leonardo, Kepler y Galileo, siguiendo a los pitagóricos, consideran que el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático, que sus caracteres son triángulos, círculos, polígonos y otras figuras geométricas y que el orden del universo, el cosmos, es un orden que se expresa en formas o lenguaje matemático, que solamente puede ser comprendido mediante un sistema de procedimientos exactos de medición. Por lo tanto, la consideración científica empieza sólo cuando se introduce una unidad de medida respecto a la cual se determinan todas las relaciones cuantitativas. En cambio, para Newton la matemática es esencialmente un instrumento para la investigación de los fenómenos físicos (en especial los mecánicos), y por tal motivo, no le interesa la matemática con un valor teórico absoluto, ni como ciencia en sí. El Renacimiento dejó en herencia al pensamiento moderno un conjunto verdaderamente admirable de investigaciones científicas, repleto de resultados seguros y en vía de rápido desarrollo. Este desarrollo hizo que los siglos XVII y XVIII se caracterizaran, desde el punto de vista filosófico, por el debate entre dos grandes corrientes epistemológicas: por un lado las corrientes racionalistas de Descartes, Leibniz, Malebranche, Spinoza y Wolf, y por el otro, las empiristas: Bacon, Berkeley, Locke y Hume. La pugna estaba, por lo tanto, entre la hegemonía de la razón y lade los sentidos. Descartes en sus Meditaciones Metafísicas s.f , se pregunta: ¿Qué soy yo? Busca respuesta en los atributos del alma y encuentra que él no es más que una cosa que piensa , es decir, un espíritu, un entendimiento, una razón . Consagra, por lo tanto, la autonomía de la razón y la inmediata presencia de sí misma en la autoconciencia (Muñoz y Valarde, 2000). Por esto, y tal como afirma Ferrater Mora (2004), en el siglo XVII el racionalismo era la expresión de un supuesto metafísico y a la vez religioso, por el cual se hace de Dios la suprema garantía de las verdades racionales y, por consiguiente, el apoyo último de un universo concebido como inteligible. Pero ya en el siglo XVIII, se entiende la razón como un instrumento mediante el cual el hombre podrá disolver la oscuridad que lo rodea. La razón se constituirá en una actitud epistemológica que integra la experiencia y una norma para la acción social y moral. Por otra parte, el empirismo defendía la tesis de que el sujeto cognoscente recibe, a través de los sentidos, todos los elementos que intervienen en su conocimiento. En este caso, los sentidos constituyen la plena garantía de validez y de la verdad del conocimiento. Aquí cabe citar el viejo aforismo medieval: nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu (nada hay en el intelecto que primero no hubiera pasado por los sentidos). Hume, como el mayor representante de esta tendencia, expresa así su filosofía empirista en El Tratado de la Naturaleza (umana (1984, p. 87): Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases distintas, que denominaré IMPRESIONES E IDEAS. La diferencia entre ambas consiste en los grados de fuerza y vivacidad con que inciden sobre la mente y se abren camino en nuestro pensamiento o conciencia. A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos denominar impresiones e incluyo bajo este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y razonamos... Pero en medio de esta discusión entre racionalistas y empiristas terciará Kant con su obra la Crítica de la Razón Pura (2003)3, escrita en 1781. En esta monumental 3 La fecha que se pone entre paréntesis es la que corresponde a la edición consultada y que aparece en las referencias bibliográficas. obra del pensamiento moderno, formula su teoría del conocimiento, la que se desarrolla haciendo la crítica de la ciencia; crítica que viene a señalar las posibilidades y límites del conocimiento. Kant parte de los conocimientos de la matemática, la física y la metafísica de su tiempo, para averiguar en qué fundan la validez y la posibilidad como ciencias; pero llega a la conclusión de que estas disciplinas son posibles como ciencias gracias a los juicios sintéticos a priori , y asegura que el conocimiento científico solamente alcanza a los fenómenos, es decir, a los hechos de la experiencia, pero no a los noúmenos que constituyen el ser en sí, o las esencias metafísicas de las cosas; por lo tanto, la metafísica queda descartada como conocimiento científico. A partir de la obra kantiana el conocimiento científico se dispersa por distintos caminos y direcciones, hasta tal punto que, usando una metáfora, se dispara como una luz de bengala, que al explotar se derrama en múltiples y variados colores y figuras. Con todo, se puede decir que la historia del conocimiento en Occidente se divide en dos grandes períodos: desde los griegos hasta Kant y de Kant en adelante; primero, porque hasta el siglo XVIII, la preocupación del hombre por el conocimiento tenía como eje central el objeto, las cosas y a partir de ahora el problema estará en el sujeto, en la validez y alcances del conocimiento mismo. Se opera, en consecuencia, una revolución copernicana del conocimiento como lo afirmó el mismo Kant (2003). A partir del siglo XVIII, comenzarán a aparecer los grandes paradigmas que caracterizarán la ciencia hasta el día de hoy. 1.2. El nacimiento de las ciencias sociales y humanas Descartes basó su compromiso con la filosofía mecanicista de la naturaleza en el supuesto de que la mente humana estaba totalmente separada del mecanismo del cuerpo. Su visión de la naturaleza se realizaba en esta división fundamental existente entre dos campos independientes y separados: el del pensamiento o res cogitans, la substancia pensante y el de la materia o res extensa, la substancia extensa . Tanto la mente como la materia eran obra de Dios. Esta distinción ha calado hondo en el conocimiento y en la civilización de Occidente y ha provocado una infinita confusión en las ciencias humanas sobre la relación que existe entre la mente y el cerebro (Capra, 1992). Debido a esta postura dualista, el estudio de la mente y las interacciones sociales correspondía a los filósofos y moralistas, no a los científicos. El ataque más evidente contra la separación cartesiana de la mente y el cuerpo llegó de los partidarios del materialismo y de lo que ahora se denominaría una metodología del reduccionismo. Para los materialistas, la mente no era más que un subproducto de la actividad del cuerpo y la sociedad se estudiaba mediante una simple extensión del mismo enfoque como resultado de las interacciones entre las mentes individuales (Bowler y Rhys Morus, 2007). Las ciencias humanas o conductuales como se les llamó, no fueron el producto lógico de la aparición de la ciencia moderna porque para muchos resultaba difícil creer que la conducta humana podía ser regulada por leyes y, por lo tanto, comprendida mediante los métodos de la ciencia. Por otra parte, el atractivo del reduccionismo y el evolucionismo brindaban modos de explicar la naturaleza humana sin crear disciplinas independientes para estudiar la mente y la actividad social. De acuerdo con Wallerstein (2004), las ciencias sociales tampoco fueron el producto de pensadores sociales solitarios, sino la creación de un grupo de personas dentro de estructuras específicas para alcanzar fines específicos. Tal como se las definió en el siglo XIX, fueron el estudio empírico del mundo social, un estudio realizado con la intención de comprender el cambio normal del mundo y, por ende, influir en él. En otro lugar, este mismo autor (2005), afirma que la construcción histórica de las ciencias sociales se dio dentro del tenso marco creado por la existencia de dos culturas: la filosofía y la ciencia, dos formas o modos de saber que incluso se consideran antagónicos. Esta nueva estructura del saber se reflejó, especialmente, en el sistema universitario. La universidad europea medieval estaba integrada por cuatro facultades: teología, medicina, derecho y filosofía. A comienzos del siglo XVI, la teología comienza a perder importancia y la medicina y el derecho se convierten en disciplinas más técnicas. Las universidades lograron sobrevivir gracias a que incorporaron a la facultad de filosofía una serie de especializaciones que hoy se denominan disciplinas y esas disciplinas se organizaron, por lo general, en dos facultades separadas: una de artes (humanidades o filosofía) y otra de ciencias. En este contexto, las ciencias lograron un lugar importante sobre las humanidades y la filosofía y, en una lucha metodológica, las ciencias naturales se inclinaron por una epistemología nomotética que utilizaría los métodos de la física en la búsqueda de leyes universales simples, cuya verdad debe permanecer intacta a través del espacio y el tiempo. Las humanidades, por el contrario, se orientaron mediante una epistemología idiográfica en cuanto pusieron el acento en la particularidad de los fenómenos, la utilidad limitada de las generalizaciones y la necesidad de empatía para la comprensión del objeto deestudio. Sin embargo, las nuevas disciplinas que nacían para el conocimiento y el desarrollo del mundo moderno, como la psicología, la economía, la ciencia política y la sociología, eligieron ser nomotéticas, con lo que buscaban reproducir, en la medida de lo posible, los métodos y la cosmovisión epistemológica de la mecánica newtoniana. También los académicos del área de las humanidades adoptaban el interés de las ciencias por los datos empíricos, pero ponían en duda las generalizaciones universales (Wallerstein, 2005). 1.2.1. El positivismo de Augusto Comte De todas maneras, las ciencias sociales en el siglo XIX, pretendieron ser el estudio empírico del mundo social realizado con la intención del comprender el cambio normal del mundo para influir en él. Este fue el papel que cumplió el positivismo de Augusto Comte que, como afirma Ferrater Mora (2004-Vol. I, p. 609), el positivismo de Comte constituye una doctrina orgánica, no sólo en el aspecto teórico, sino también y muy especialmente en el práctico , ya que el propósito principal es el de proceder a una reforma de la sociedad. Sin embargo, la reforma de la sociedad implica la reforma del saber y del método, porque lo que la caracteriza es el desarrollo intelectual alcanzado por esa sociedad. El aspecto más interesante de la filosofía positivista de Comte está expuesto en la doctrina de los tres estados por los que la humanidad ha transitado en el proceso de desarrollo del conocimiento. El primer estado es el mítico-teológico o ficticio, en el que el espíritu humano atribuye a las divinidades el origen de todas las cosas, las causas esenciales, tanto las primeras como las finales, de los diversos fenómenos y su modo fundamental de producción. Este estado marca el tránsito de la naturaleza a la cultura; las explicaciones del mundo elaboradas en esta fase están dominadas por la fantasía y organizadas sobre bases antropomórficas Ferraris , p. 120). El estado mítico-teológico se divide, a su vez, en tres momentos: el fetichista, el politeísta y el monoteísta. El segundo estado es el metafísico o abstracto que consiste en buscar explicaciones acerca de la naturaleza de los seres, su origen y destino, no ya en un Ser sobrenatural, sino en entidades o abstracciones personificadas , ontológicas . Se presenta como una reacción al anterior puramente negativa, crítico-destructiva (Ferraris, 2005). En este segundo estado las causas de los fenómenos se convierten, entonces, en ideas abstractas y en principios racionales. Es una especie intermedia entre la pura imaginación del anterior estado mítico-teológico y el siguiente estado positivo. En el estado positivo, científico o real, se sustituyen las hipótesis metafísicas por una investigación de los fenómenos, limitada a la enunciación de sus relaciones. Este tercer estado corresponde a la observación y a la experimentación de la ciencia y permite a la razón prepararse, aunque confusamente, para el ejercicio del verdadero estado científico, que corresponde a un estado de madurez de la humanidad y, como afirma Ferraris , p. : La superación de lo negativo es lo que caracteriza precisamente al tercer estadio, científico o positivo, el cual se abre con Bacon, Galileo y Descartes (y que se trata ahora de extender sistemáticamente a todo ámbito de acción y a toda esfera de interés de la humanidad . Aquí se reemplaza la imaginación de los primeros estados por la observación; pero la observación de los hechos es apenas el material indispensable para la ciencia, porque la auténtica ciencia se fundamenta en las leyes de los fenómenos. El verdadero espíritu positivo consiste, por lo tanto, en ver para prever, en estudiar lo que es, a fin de concluir de ello lo que será, según el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales Comte, , p. ; en otros términos, la función de la ciencia es la de buscar explicaciones a los hechos para preverlos. Con el tercer estado Comte inaugura una nueva religión positiva que propicia el mismo culto que se rendía antes a las divinidades imaginarias. Esta religión que reemplaza a las divinidades mitológicas, profesa un nuevo dogma, con nuevas creencias como son las de la ciencia, y convierte a la humanidad en un nuevo ser trascendente por la relación con todos los individuos (vivos, muertos y futuros). Comte (1984), clasifica y jerarquiza las ciencias en seis categorías, colocando en el nivel más bajo la matemática y en el nivel más alto, la física social o sociología . Las cuatro primeras (matemática, física celeste o astronomía, física terrestre o física mecánica y química), pertenecen a las ciencias de los cuerpos brutos. Las otras dos (física orgánica o fisiología y física social o sociología) pertenecen a las ciencias de los cuerpos organizados. Es una especie de pirámide en cuya base se encuentra la matemática y en la cúspide, la sociología. La inclusión de la sociología en el dominio de lo positivo es lo que caracteriza, en el fondo, el estadio de lo positivo total, es decir, de la fase en la cual la sociología como ciencia del hombre y de la sociedad podrá, finalmente, ser convertida, por el método naturalista, en una estática y en una dinámica de lo social (Ferrater Mora, 2004.-Vol. I, p. 610). A finales del siglo XIX y al paso que se debilitaba la voluntad de disponer de una teoría general del progreso o de una visión global de la vida social, tal como había sido la intención de Comte, el pensamiento positivista se desarrolla bajo el impacto de las tendencias psicologistas y subjetivistas, y en lo que concierne a sus principales preocupaciones, se volvía hacia cuestiones de metodología de la ciencia y de epistemología genética en cuanto que, bajo una reflexión filosófica del empirocriticismo, se dedicaba a reflexionar sobre la función y el origen de la ciencia. De esta manera, se elaboró una teoría psicológica del conocimiento y un programa de filosofía experimental, y más que seguir a Comte, es Hume, como ya lo había hecho también con Kant, quien parece continuar de nuevo la fuente de inspiración de este positivismo, conocido con el nombre de empirismo y pragmatismo (Kolakowski, 1988). Durante este período aparecen en escena varios autores de renombre que articularon sus programas y proporcionaron reglas consideradas en una relación específica con las tradiciones del método positivista. Son, principalmente, Ernest Mach (1838-1916), Charles Sanders Peirce (1839-1914), William James (1842-1910) y Ludwig Wittgenstein (1889-1951). De estos cuatro autores se nutrió principalmente el positivismo o empirismo del siglo XX y todas las ciencias, tanto las ciencias naturales, como las ciencias sociales y humanas, hasta aproximadamente la década de los 60 del siglo pasado. 1.2.2. El método verstehen de Wilhelm Dilthey También a finales del siglo XIX aparece en escena Wilhelm Dilthey (1833- 1911), con la preocupación básica de dotar a las ciencias sociales y humanas de una sólida base científica y desarrollar para ellas un método que haga posible lograr interpretaciones "objetivamente" válidas. Buscaba para las ciencias humanas la misma categoría científica que para entonces gozaban las ciencias de la naturaleza y a las que Kant en la Crítica de la Razón Pura, les había conferido su propio estatuto epistemológico. En Dilthey se mezclan, pues, las dos grandes corrientes filosóficas, disociadas hasta entonces y que constituían la antinomia del siglo XIX: por un lado, el empirismo y el positivismo anglo-francés, y por el otro, el idealismo germano; el ansia romántica por la experiencia inmediata, total y totalizante, y al mismo tiempo la búsqueda paciente de datos y experimentos "objetivamente válidos". Si Kant se había planteado la pregunta de cómo es posible el conocimiento de las ciencias naturales, Dilthey (1978), se plantea la misma pregunta para las ciencias humanas y se proponehallar la respuesta de una ciencia de la Crítica de la Razón Histórica. Dilthey buscaba, por lo tanto, un fundamento gnoseológico y un método para las ciencias del espíritu que tuviera la misma eficacia del método de las ciencias naturales, aunque el modelo seguía siendo el mismo de las ciencias naturales. Plantea el problema epistemológico central: ¿Cuál es la naturaleza del acto de comprensión que subyace a todo estudio sobre el hombre? Dilthey encontró la respuesta a esta pregunta por el camino de la psicología, siguiendo en ello las huellas de Schleiermacher. Sin embargo, más tarde se orientó definitivamente hacia una fundamentación hermenéutica de las ciencias humanas en términos de la filosofía de la vida. Los diversos elementos que forman la experiencia están relacionados entre sí y con la totalidad de la vida. La vida humana sólo se desvela a través de la experiencia misma. Dilthey (1994) se propone fundamentar la conciencia científica, la Ciencia de la Vida, a través de la experiencia, según el principio de "comprender la vida a través de ella misma", pues, como él mismo lo expresa: "De la reflexión sobre la vida nace la experiencia vital. Los acontecimientos individuales que provoca el haz de impulsos y sentimientos en nosotros, al encontrase con el mundo circundante y el destino, se reúnen en ella en un saber objetivo y universal " (p.41). El método para las ciencias humanas lo encontró Dilthey en el acto de comprensión, ya que todo el vasto mundo de las ciencias humanas se refiere a fenómenos de la "experiencia interior" que no cabe explicar sino comprender . Dilthey expone dos conceptos que ya a mitad del siglo XIX el historiador alemán Johann Gustav Droysen (1808-1884), había expuesto y que han hecho historia en toda la filosofía de la ciencia: explicar Erklären y comprender Verstehen). Las ciencias naturales se explican, las ciencias del espíritu se comprenden. Las siguientes citas ratifican estos asertos: Estos hechos espirituales que se han desarrollado en el hombre históricamente y a los que el uso común del lenguaje conoce como ciencia del hombre, de la historia, de la sociedad, constituyen la realidad que nosotros tratamos, no de dominar, sino de comprender previamente (p. 13). Y en otro lugar afirma: La conexión mental necesaria que la ciencia natural moderna busca como razón explicativa de la realidad, … , tiene como material suyo los conceptos de sustancia y de causalidad (causa eficiente), que también la metafísica ha abstraído de la vivencia de la naturaleza humana íntegra y ha desarrollado luego científicamente (p. 341). Las ciencias naturales y las humanas pueden examinar en ocasiones el mismo objeto, pero la diferencia radica en el tejido de relaciones que envuelve al objeto y que se refiere o no a la experiencia interna, posibilitando o impidiendo la comprensión del observador-intérprete. Esta experiencia es comprensible desde sí misma, no desde condiciones previas de la mente. Tampoco se trata de una introspección psicológica, por cuanto la auto-comprensión no es un camino directo, sino que precisa de la mediación de las expresiones de la experiencia de la vida, que van desde las más espontáneas, como los gestos y las exclamaciones, hasta las más conscientes, como la expresión artística. La comprensión se realiza en el mundo de relaciones existentes dentro de la vida: la relación de las partes de la vida con el todo que está fundamentado en la esencia misma de la vida. Dilthey ya era consciente de la unidad entre el mundo físico, el mundo biológico y el mundo social o histórico, es decir, que mantenía una visión orgánica y sistémica del mundo, siguiendo la tradición aristotélica, contraria al paradigma cartesiano de corte mecanicista (Capra, 1992 y 2006). Así lo afirma en la Introducción a las Ciencias del Espíritu (1978): Las ciencias del espíritu abarcan ampliamente hechos naturales, tienen como base el conocimiento natural. … En realidad un individuo nace, se conserva y desarrolla sobre la base de las funciones del organismo animal y sus relaciones con el curso natural que le rodea; su sentimiento vital, por lo menos parcialmente, se basa en esas funciones; sus impresiones se hallan condicionadas por los órganos de los sentidos y sus afecciones por el mundo exterior; la riqueza y la movilidad de sus ideas, así como la fuerza y la dirección de sus actos volitivos, las encontramos dependientes, múltiplemente, de los cambios en su sistema nervioso (pp.22 y 26). En diferentes partes de su obra Dilthey permanentemente reafirma este mismo pensamiento de unidad entre el mundo físico y el mundo del espíritu o mundo social y humano, porque, según él: Un individuo nace, se conserva y se desarrolla sobre la base de las funciones del organismo animal y sus relaciones con el curso natural que lo rodea p. . Desde principios del siglo XX y especialmente en los últimos 50 años un grupo numeroso de académicos y de científicos, tanto de las ciencias naturales como de las ciencias sociales y humanas ha venido desafiando los postulados de la ciencia newtoniana y el mecanicismo de Descartes. Aquellos científicos consideran que el futuro de la ciencia es intrínsecamente indeterminado, que las leyes del universo no son absolutas sino relativas, que en lugar de la certeza, la incertidumbre y la mera probabilidad son los supuestos epistemológicos, y la entropía no es la muerte del universo sino la creación que lleva a nuevas bifurcaciones que traen nuevos órdenes a partir del caos y que en lugar de lo simple como producto último de la ciencia, ésta se presenta como un sistema complejo. Ha llegado el momento de hacer una síntesis integradora y de crear puentes entre las ciencias y las disciplinas que ayuden a componer una imagen más armónica entre la naturaleza y el hombre como parte integrante de ella y entre las ciencias naturales y las ciencias sociales y humanas. Pero además, como afirma Schuster (2002, p. 25): … hoy las grandes contribuciones de la epistemología se diferencian por campo. Las epistemologías de la física, de la biología, de la psicología, de la economía, de la historia, de la educación, de la sociología o de la ciencia política, por ejemplo, tienen especialidades complejas que obligan a quienes se interesen en producir avances significativos en tales campos a abandonar la generalidad e ingresar en un terreno que exige el conocimiento actualizado de las disciplinas. 2. El Paradigma Crítico-Hermenéutico 2.1. La Teoría Crítica de la Sociedad Paralelamente con los paradigmas clásico e histórico-social surgió, casi durante los mismos períodos, un tercer paradigma: el Crítico-hermenéutico , nacido en Frankfurt (Alemania) durante la década de los años veinte del siglo pasado, que provenía, principalmente, de una línea nueva del marxismo interesada en revisar sus errores y fracasos. Este paradigma tuvo, y aún sigue teniendo, un enorme influjo, especialmente en Europa Occidental en el campo de las ciencias sociales y humanas, entre cuyos exponentes más importantes se mencionan: Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Hebert Marcuse, Erich Fromm y, el más importante de todos, Jünger Habermas. Los resultados de este movimiento filosófico se conocen históricamente con el nombre de la Escuela de Frankfurt o Teoría crítica de la sociedad. El pensamiento crítico de la Escuela de Frankfurt, cuestiona la idea misma de progreso, mientras tal progreso se mueva únicamente en la dirección que señala la razón instrumental y no se oriente a la organización radicalmente nueva de la vida social, de acuerdo con las posibilidades históricamente dadas del cambio. Sus miembros argumentaron que en las contradicciones de la sociedad se podía empezar a desarrollar formas de cuestionamiento social que analizaran la distinción entre lo que es y lo que debería ser (Giroux,2004). Pero el aspecto más conocido y destacado de la Escuela de Frankfurt es la crítica al positivismo científico que lo definió en el sentido general como una amalgama de diversas tradiciones, que incluían la obra de Saint-Simon y Comte, el positivismo lógico del Círculo de Viena, el primer Wittgenstein y las formas más recientes de empirismo lógico y pragmatismo que dominan las ciencias sociales en Occidente Giroux , p. . La Teoría Crítica pretende mostrar cómo en el mismo proceso de conocimiento se halla la génesis de la alienación. El punto de partida de su reflexión es poder desenmascarar el carácter ideológico de lo que en el desarrollo de la Modernidad ha llegado a entenderse a sí mismo como ciencia positiva . Esta positividad significa, al menos así se pretende, que los resultados de la ciencia estén garantizados respecto de su verdad por un método formal que hace a estos resultados independientes de su génesis histórico-fáctica y de sus valores. En la visión positivista del mundo, afirma Giroux , p. , los hechos se separan de los valores, la objetividad socava la crítica, y la idea de que la esencia y la apariencia pueden no coincidir carece de sentido . El que sea posible estudiar la ciencia sin atender a la historia de la ciencia como una especie de anecdotario más o menos ilustrativo, sería signo de esta independencia formal de la teoría. La radical separación que Husserl estableció entre el acto histórico-psicológico en que se piensa un objeto, y el acto formal en que objeto queda constituido en sí mismo ; representa también este afán de la epistemología por aislar un dominio de teoría pura de toda mediación por parte de la praxis social (Hernández-Pacheco, 1996). Por eso, a diferencia de la teoría crítica del conocimiento, propia del idealismo alemán, que queda cautiva en la inmanencia de la razón humana, se intenta una crítica de la sociedad, por cuanto se asume que todo conocimiento está mediado social e históricamente. La teoría tradicional del conocimiento se caracterizaba porque presuponía los objetos como datos puestos ahí delante del sujeto, en cuya constitución nada tenia qué ver; pero precisamente la génesis del conocimiento en la experiencia vital revela intereses determinados, contextos sociales no neutrales, situaciones humanas que deben ser tenidas en cuenta en todo proceso cognoscitivo. De ahí se desprende que la teoría crítica se caracterice por recoger esos intereses mediadores y orientadores del conocimiento y poder, por lo tanto, contextualizarlos y referirlos a la totalidad concreta de la existencia humana, al mundo de la vida. La teoría crítica no aspira simplemente a un aumento de conocimiento como tal, sino que su meta es la emancipación del hombre de la esclavitud y, en cambio de proclamar una noción positivista de neutralidad, se alinea abiertamente a favor de la lucha por un mundo mejor (Giroux, 2003). El conocimiento pierde entonces su valor absoluto que le había reconocido el positivismo para entrar a conformar la situación de análisis, determinada por la historicidad del ser humano. Afirma Giroux , p. , que para la Escuela de Frankfurt, la crisis de la razón está vinculada a la de la ciencia y la crisis más general de la sociedad , porque el conocimiento humano estaba al servicio de un modelo desarrollista y tecnocrático; se privilegiaban unilateralmente las ciencias naturales y la técnica, despreciando la reflexión y la dimensión crítica de la cultura y la sociedad. Ésto llevó a la positivización de las ciencias sociales y a concebir una sociedad unidimensional, cuya lógica fundamental es la del consumo y el control técnico. Frente a estos planteamientos fundamentalistas de la Teoría Crítica subyace una nota promisoria con respecto a las posibilidades históricas del hombre unidimensional . La Teoría Crítica sólo tiene sentido a partir de la afirmación radical de que la vida merece vivirse y que precisamente esto es lo que exige a todos los seres humanos hacerla digna de vivirse. Este juicio constituye el a priori de toda teoría social, porque en el desarrollo de la sociedad se pueden ir detectando aquellas posibilidades que permiten esperar un mejoramiento de las condiciones de vida. Estas condiciones no se realizan mecánicamente mediante una especie de necesidad dialéctica, sino que comprometen la acción humana en todo momento. 2.2. La Teoría de la Acción Comunicativa y la metodología de las ciencias sociales en Habermas Habermas siendo uno de los miembros más destacados de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, reprocha las soluciones de los padres de la Teoría Crítica (Horkheimer y Adorno), porque aunque pretendan responder a la intención fundamental de Marx, no lo logran, por permanecer prisioneros del paradigma monológico de la reflexión y de la filosofía de la historia. Habermas (1996a) propone para ello un cambio de paradigma: apostará por una reconstrucción de los contenidos normativos de la modernidad y por una rehabilitación de la razón, y buscará en las prácticas cotidianas y, más en concreto, en la práctica comunicativa que el lenguaje facilita, el potencial de la racionalidad de la razón comunicativa , es decir, de una razón centrada subjetivamente en una racionalidad intersubjetiva, discursiva y dialogante. A partir de la distinción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, distinción que corresponde a la diferencia entre ciencia y técnica por un lado, y formas sociales por otro, o entre acción instrumental basada en fines y acción comunicativa, o entre un concepto de hombre como productor de instrumentos y un concepto de hombre como animal que habla y que puede ser reprimido, pero que en su represión es capaz de fantasear, Habermas (1992) profundiza en estos aspectos y permite mostrar cómo el desarrollo humano consiste a la vez en el progreso técnico y en la emancipación política, en el avance de la ciencia y en el de la crítica reflexiva, en la producción material y en el desarrollo simbólico del mundo de la vida. Esta íntima relación es la que lo lleva, en sus últimos trabajos, a plantear una caracterización de sociedad en términos de racionalidad comunicativa y racionalidad sistémica, gracias a la complementariedad necesaria entre mundo de la vida, entretejido comunicativamente, y estructuras sociales coordinadas sistémicamente. En su primera propuesta de reconstrucción del materialismo histórico, Habermas (1992), muestra cómo a partir del análisis del desarrollo de la especie y del individuo se pueden caracterizar tres tipos de acciones fundamentales, constitutivas del mundo de la vida: trabajo, lenguaje e interacción social con base en el reconocimiento mutuo. Con estos tres tipos de acciones fundamentales se articulan tres tipos de intereses: en los procesos de trabajo se manifiesta un interés técnico y de dominio de la naturaleza; en la utilización del lenguaje un interés práctico de comprensión de los contextos históricos y sociales; y en los procesos de interacción social, un interés emancipatorio, heredado de la más pura tradición idealista. Estos intereses son los que median y orientan el desarrollo mismo del conocimiento en los diversos tipos de ciencias: las Empírico-analíticas, que permiten, gracias a un interés técnico de dominio de la naturaleza, una racionalización cada vez mayor de los procesos de trabajo. Las Histórico-hermenéuticas, movidas por un interés práctico de apropiación de las tradiciones que proporcionan una relación cada vez más racional con la dimensión significativa de la cultura, articulada en textos y en la dimensión del lenguaje. Las Crítico sociales, como la economía política, el psicoanális, la ética y el derecho, orientadas por el interés de emancipación y constitutivas de un saber cada vez más consciente de las diversas formas de poder que conforman la cotidianidad humana. Graciasa este saber reflexivo es posible una crítica desestabilizadora de la dominación en búsqueda de formas de organización social, de socialización y de identidad, capaz de resistir, en todo momento, la pregunta por su legitimidad. Pero en la sociedad capitalista estos tipos de racionalidad adquieren una conformación positivista, dependiente de la racionalización dogmática del poder como dominación, que influye en que el lenguaje se racionalice como ideología y el trabajo se racionalice como alienación. Así, en la reflexión, Habermas reconstruye el auténtico sentido de experiencia como algo mediado por intereses vitales de la cotidianidad y no meramente como observación de datos; con ésto se determinan los métodos científicos como respuesta de la razón estratégica a determinados intereses que orientan el conocimiento a partir del mundo de la vida. Se propone presentar una nueva metodología para las ciencias sociales como una estrategia fundamentada en la teoría de la Acción Comunicativa , teniendo como mediación el lenguaje. Esta metodología la anuncia así en La Teoría de la Acción Comunicativa: Complementos y Estudios Previos b, p. : Pero no es mi intención investigar y exponer sistemáticamente estos diversos planteamientos teoréticos. Mi intención es más bien desarrollar una determinada estrategia conceptual para las ciencias sociales y hacer plausible su fecundidad . A mediados de los años 60 y como resultado de los trabajos previos sobre la necesaria mediación entre teoría y praxis, así como de su confrontación con el racionalismo crítico en el marco de la disputa del positivismo, Habermas es cada vez más consciente de que desde el punto de vista metodológico el acceso a las ciencias sociales no podía hacerse con el instrumental utilizado por las disciplinas de aquel momento (Fabra, 2008). Desde el comienzo de la Lógica de las Ciencia Sociales (1996a), publicada en Frankfurt en 1967 con el título Zur Logik der Sozialwissenschaften, Habermas, emprende una revisión de los diferentes enfoques metodológicos que dominaban el panorama sociológico de la época. Tradicionalmente las ciencias sociales se han movido entre una metodología analítica universal de las ciencias empíricas y la forma de una fenomenología y una hermenéutica general de las ciencias del espíritu y de las ciencias históricas. Pero ambas metodologías parecen ignorarse mutuamente. Por lo tanto, si se acepta que en el campo de las ciencias sociales se entrecruzan enfoques y problemáticas que incorporan aspectos de ambos tipos, deberá investigarse también qué aspectos son capaces de ofrecer a las distintas estrategias de explicación y comprensión y plantearse la posibilidad de encontrar un método y un marco categorial que sea capaz de integrar, tanto la perspectiva analítica (Erklären) como la perspectiva hermenéutica (Verstehen). El cuerpo principal de la Lógica de las Ciencias Sociales (1996a), está constituido por la discusión en torno a la metodología de la teoría general de la acción social y, particularmente sobre la problemática de la comprensión del sentido de las ciencias de la acción. Parte de una concepción de la hermenéutica que había sido olvidada, pero que se retoma en el campo de la teoría analítica de la ciencia, gracias al debate planteado entre Kuhn y Popper (p.13). Plantea, por otra parte, toda la problemática de estas ciencias en permanente discusión con escuelas y autores muy característicos de la época que han desarrollado teorías sobre las ciencias sociales, tales como el positivismo con su pretensión de extender el modelo metodológico de la física a los demás campos del saber científico; con el mismo Theodor Adorno que entendía la sociedad como totalidad en sentido puramente dialéctico y que no le permitía concebir orgánicamente el todo conforme al principio según el cual, ese todo es más que la suma de sus partes (p. 21); con Gadamer, frente a la pretensión de una hermenéutica universal (pp. 277 y ss.) y con Niklas Luhmann, entre otros, quien propone una teoría de la sociedad basada en una teoría de sistemas que pretende reducir la complejidad de estos mismos sistemas (pp. 309 y ss.). (abermas a , partiendo de la teoría de la sociología comprensiva de Max Weber que, en oposición a la sociología positivista se centraba en considerar el sentido de las acciones sociales como un concepto sociológico básico, decide, en consecuencia, rehabilitar el método de la comprensión para acceder, con alguna posibilidad de éxito, al ámbito de las ciencias sociales, al mismo tiempo que pone las bases para reinterpretar la clave lingüística como una categoría central de la teoría social. Esta metodología le permite alejarse de los planteamientos sociológicos puramente conductistas ya que la categoría de sentido permite diferenciar entre acciones y conductas. En primer lugar, porque las acciones son intencionales y, por lo tanto, deben ser comprendidas, mientras que la conducta sí puede ser observada. En segundo lugar, porque al describir una acción estructurada en términos de sentido, se debe hacer referencia al conocimiento que tiene el sujeto de determinadas reglas, en virtud de las cuales ha producido un significado concreto y para reconstruir este sistema de reglas, el teórico de la ciencia o el investigador debe partir de conceptos y categorías extraídas de la propia autocomprensión de los mismos sujetos que actúan. En tercer lugar, Weber no obstante haber hecho una inmensa aportación a la sociología, no pudo, sin embargo, desarrollar una teoría de la acción suficientemente fecunda por haber enfocado el análisis de la acción a partir de un modelo monológico que parte de la intencionalidad del actor y que sólo es capaz de entender el significado de las acciones a partir de una racionalidad meramente finalista o teleológica. Esto hace que no pueda introducir el concepto de acción social por vía de una explicación del concepto de sentido. La acción social significa interacción y coordinación de la acción de dos o más sujetos, y el medio que facilita esta interacción es el lenguaje. La experiencia comunicativa –dice Habermas (1996a, p. 177)- se origina, como su nombre lo indica, en un plexo de interacción que a través de significados constantes vincula al menos a dos sujetos en el marco de la intersubjetividad del mutuo entendimiento, establecida ling“ísticamente . Ligado a lo anterior y en contra del paradigma mecanicista y racionalista de la Edad Moderna inaugurado por Descartes con el cogito como una especie de solipsismo metodológico, el cual fue luego disuelto por filósofos como Marx, Hegel, Darwin, Nietzsche, Habermas propone la hermenéutica y el análisis lingüístico, como las dos tradiciones que habrían puesto las bases para un nuevo marco filosófico que busca y en ellos encuentra el soporte para la reconstrucción de un concepto de racionalidad y de sociedad, articulados en torno al lenguaje y la comunicación. 2.3. El planteamiento hermenéutico El paradigma de la Teoría Crítica de la Sociedad de la Escuela de Frankfurt llevó a las ciencias sociales y humanas a una comprensión de sentido de la realidad mediada por el lenguaje. Esa comprensión de sentido planteada por Weber y de la que parte Habermas, dará forma a un pensamiento que implica nuevas bases de sustentación y nuevas contribuciones al debate filosófico y metodológico en torno de las ciencias sociales. Desde esta perspectiva comprensiva de la realidad se verá en la hermenéutica la posibilidad para una renovación epistemológica de las ciencias del espíritu o ciencias sociales y humanas. Este nuevo enfoque o perspectiva hermenéutica se alimentó de varias tradiciones de pensamiento: la filosofía de la historia de Dilthey, la filosofía husserliana, la hermenéutica ontológica de Heidegger y continuada por Gadamer, la hermenéutica reflexiva de Paul Ricoeur, la filosofía analítica dellenguaje ordinario y la sociología comprensiva de Max Weber, fueron algunas de las principales corrientes que inspiraron a los científicos sociales en su búsqueda de la realidad política y social, entendida a partir del significado del obrar de los agentes sociales (Lulo Jorge, en Schuster, 2002). En consecuencia, con la hermenéutica se busca dotar a las ciencias de la cultura de un estatuto científico propio, en la forma como Dilthey ya lo había señalado desde finales del siglo XIX. A partir de la obra de Dilthey, especialmente del concepto Verstehen, gran parte los filósofos de las ciencias sociales y humanas en estos últimos tiempos han elaborado una hermenéutica con tres características: como una filosofía, como un arte y técnica y como una metodología de interpretación, a pesar de que ya se había desarrollado desde la antigüedad la interpretación como arte y técnica de interpretar textos sagrados, especialmente, en la Biblia. Sin embargo, además de la hermenéutica como filosofía, los autores modernos más representativos han hecho hincapié en el método Verstehen o de interpretación de las ciencias sociales y humanas tal como se vio en Dilthey y Habermas. Esto, en razón a que pretender dar explicaciones de los fenómenos y acontecimientos sociales basadas en métodos de las ciencias naturales (explicación legal o explicación causal), resulta, en efecto, mucho más difícil para el científico social; además, de correr el riesgo de presentar versiones falsas del mundo histórico-social, no sólo por la contingencia y fugacidad de los acontecimientos sociales y humanos, sino también por la imposibilidad de experimentarlos o de repetirlos, como hechos, en el laboratorio. El acontecimiento singular del mundo histórico-social no sirve solamente para convalidar una ley que volviendo a la práctica haga posible la predicción; por lo tanto, las ciencias del espíritu deben recurrir, en cualquier caso, a procedimientos diferentes: la comprensión hermenéutica como identificación entre sujeto y objeto para fines de expresión, en lugar de la explicación científica como distanciamiento crítico– objetivante entre sujeto y objeto (Ferraris, 2005). Si se está de acuerdo en que las acciones de los seres humanos están cargadas de intencionalidades que se ocultan detrás de esas mismas acciones, el método interpretativo permite desvelar o desocultar, desde el fondo de las acciones, las verdaderas intencionalidades del obrar humano. En la tradición griega, Hermes era el dios mediador o el enviado de los dioses, que tenía como misión práctica trasmitir a los hombres sus mensajes, trayendo anuncios, amonestaciones y profecías. Por lo tanto, la labor del hermeneuta no se reducía tan sólo a traducir los mensajes, sino, sobre todo a interpretar sus enunciados a fin de ofrecer una comprensión de ellos, de tal manera que no solamente se tornen inteligibles para quienes los reciben, sino que también, una vez comprendidos, ejerzan la función normativa y de mandato que los mensajes trasmitidos suelen tener en virtud de la autoridad de quien los emite (Muguerza y Cerezo, 2000). Tradicionalmente, según G. Ebeling (en Ferraris, 2005), el término hermenéutica designa la ciencia o el arte de la interpretación con los siguientes significados: 1) expresar, en el sentido de afirmar, hablar; 2) explicar, que connota interpretar, aclarar y, 3) traducir: trasladar. Hasta el siglo XVIII, existía una pluralidad de modos de interpretar, pero fue Schleiermacher (1768-1834) quien con sus aportes superó los límites de la hermenéutica tradicional y se propuso crear una hermenéutica universal que diera razón de todo acto de comprensión. La comprensión se convierte desde ahora en problema, porque la hermenéutica, estudiará entonces las condiciones de posibilidad de la comprensión. Para hacerse universal la hermenéutica requería abandonar cualquier distinción entre hermenéutica sacra" y hermenéutica profana", con el fin de liberarse de toda limitación dogmática. La misma interpretación de la Biblia no se realiza ya desde la unidad de un solo canon, sino a partir de la pluralidad de unas fuentes literarias e históricas, que por su mismo carácter han de ser sometidas a un análisis racional, gramatical e histórico. También la historia universal es ya una totalidad dentro de la cual, cada acontecimiento grande o pequeño adquiere sentido, y a la inversa, es comprensible ella misma sólo a partir de estos hechos, como partes del todo histórico. Sin embargo, autores como Schleiermacher, Dilthey, y Droysen, no lograron una concepción unitaria y sistemática de la hermenéutica. Solamente a partir de los grandes hermeneutas contemporáneos como Heidegger, Gadamer y Ricoeur se alcanzará este objetivo. 2.3.1. La hermenéutica de Heidegger Con Martín Heidegger (1889-1976), se establecen nuevas bases filosóficas para la legitimación de la comprensión histórica quien continúa y desarrolla los hallazgos de Dilthey, como las categorías de la comprensión de la vida por sí misma y la temporalidad e historicidad de la comprensión . En Heidegger el concepto de hermenéutica tiene un triple significado. En primer lugar, se refiere a una fenomenología hermenéutica , cuyo objetivo es interpretar la comprensión del ser, del Dasein , el ser que somos nosotros mismos y dejar aparecer, según el método fenomenológico, lo que del Dasein quedaría oculto, mostrando, de este modo, el sentido del ser. En segundo lugar, la hermenéutica es una analítica de la existencia y del ser-en-el-mundo , en oposición a la metafísica tradicional y a la teoría del conocimiento, incluida la fenomenología de Husserl. En tercer lugar, el concepto de hermenéutica como hermenéutica del logos , y como elaboración de las condiciones de posibilidad de toda investigación ontológica (Maceiras y Trebolle, 1990). Por lo tanto, la comprensión no se funda ya en la conciencia humana o en categorías sicológicas, sino en la realidad del ser que sale a nuestro encuentro, es decir, en categorías ontológicas. De esta manera, la hermenéutica no es ya una técnica ni una metodología para la comprensión de un ámbito determinado de textos y de monumentos en el marco de una sistemática de las ciencias del espíritu, como acontece con Dilthey, sino más bien, el modo de ser, antes que de conocer, de todo sujeto en cuanto ente inmerso en el mundo (Ferraris, 2005). La interpretación descubre la posibilidad de existencia del existente como una transición de la epistemología a la ontología. 2.3.2. La Neohermenéutica gadameriana Con Hans-Georg Gadamer (1900-2002) se recogen los hallazgos de la hermenéutica nacida de Schleiermacher y desarrollada más tarde por Dilthey y Heidegger, con el objeto de diseñar una nueva teoría de la experiencia hermenéutica en toda su extensión. Se sitúa en la corriente de la fenomenología iniciada por Husserl y por el pensamiento de su maestro Heidegger a partir de un diálogo profundo y creativo con los griegos. Gadamer es considerado el fundador de la neohermenéutica, pero siguiendo también con la problemática desarrollada por Dilthey. La neohermenéutica gadameriana es hoy uno de los movimientos más importantes en el marco interdisciplinar de la filosofía y de las ciencias humanas. Se plantea la pregunta de cómo es posible la comprensión y la interpretación en las ciencias humanas, si éstas no siguen el procedimiento investigativo de las ciencias naturales. Así lo expresa en Verdad y Método (1997): (...) el verdadero problema que plantean las ciencias del espíritu al pensamiento es que su esencia no queda correctamente aprehendida si se las mide según el patrón del conocimiento progresivo de leyes. La experiencia del mundo sociohistórico no se eleva a ciencia por el procedimiento inductivo de las ciencias naturales (p. 32). En su propuesta filosófica Gadamer hizo esfuerzos valiosos por combinar ladialéctica de Hegel y el pensamiento clásico hermenéutico de Schleiermacher y Dilthey, llegando a superar a estos dos maestros en lo referente a la interpretación textual y dando paso al desarrollo de la filosofía del lenguaje como eje del pensamiento contemporáneo más reciente. La comprensión y la misma experiencia hermenéutica suponen, en efecto, el lenguaje como médium y elemento universal del comprender, por cuanto el lenguaje es la mediación primaria para acceder al mundo y a la realidad, pues, tal como lo afirma Gadamer , p. y en Verdad y Método: El lenguaje es el medio en el que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el consenso sobre la cosa ; en otras palabras, es el medio universal en el que se realiza la comprensión misma. La forma de realización de la comprensión es la interpretación . Pero también, la conciencia histórico-efectual se realiza en y como lenguaje, y la tradición misma no existe sino como forma lingüística. Por tanto, el lenguaje constituye la verdadera dimensión de lo real y el lugar de cruce y encuentro entre los interlocutores y el consenso sobre las cosas. Gadamer funda así en la lingüística el carácter ontológico y universal de la hermenéutica justamente porque el lenguaje y la lingüisticidad constituyen, en primer lugar, la determinación del objeto hermenéutico, ya que lo que llega a nosotros por el camino de la tradición, bien bajo la forma del relato directo, en la que tienen su vida el mito, la leyenda, los usos y costumbres, bien bajo la forma de la tradición escrita, cuyos signos están determinados inmediatamente para cualquier lector que esté en condiciones de leerlos Gadamer , p. ; en segundo lugar, la determinación de la realización hermenéutica, por cuanto la comprensión misma posee una relación fundamental con la lingüisticidad, pues, en el análisis del proceso hermenéutico la interpretación se da en una fusión de horizontes entre el texto y la palabra, y entre el texto y la comprensión del lenguaje por el intérprete. La interpretación tiene que dar con el lenguaje correcto si es que quiere hacer hablar realmente al texto Gadamer 1997, p. 477); y, en tercer lugar, el lenguaje no es un mero instrumento del pensamiento, sino que, además, es un constitutivo del mundo del hombre y la dimensión fundamental de su experiencia. Lenguaje, comprensión y experiencia del mundo mantienen una estrecha relación, y es en el lenguaje en donde se revela la significación del mundo. Por eso, Para el hombre el mundo está ahí como mundo, en una forma bajo la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta existencia del mundo está constituida ling“ísticamente Gadamer , p. . De esta manera Gadamer identifica el ser y el lenguaje, dando lugar así al giro ontológico de su hermenéutica universal, según lo describe en la siguiente proposición: Ahora estamos en condiciones de comprender que este giro del hacer de la cosa misma, del acceso del sentido al lenguaje, apunta a una estructura universal- ontológica, a la constitución fundamental de todo aquello hacia lo que puede volverse la comprensión Gadamer , p. . Se propone, por otra parte, recuperar el valor hermenéutico de la aplicación , concepto que había olvidado Schleiermacher, quien había considerado la hermenéutica sólo como estudio de la comprensión pura y universal y no había tenido en cuenta los presupuestos o procesos previos de la comprensión, ni tampoco los procesos subsiguientes de la explicación o aplicación de lo comprendido. Solamente a partir del post-romanticismo de la ciencia y siguiendo la tradición hermenéutica antigua se distinguió una subtilitas intelligendi, es decir, una comprensión o significado textual (semántica), de una subtilitas explicandi, interpretación o significación intertextual (sintaxis); a estas dos, añadió el pietismo en el siglo XVIII, un tercer componente: la subtilitas applicandi, o sentido contextual correspondiente a la pragmática lingüística. El término subtilitas, entendido como finura del espíritu e inspirado en el espíritu competitivo humanista, sugiere que la metodología de la interpretación –como toda aplicación de reglas- requiere una capacidad crítica que no se puede garantizar mediante reglas Gadamer, , p. 8 y 1998, p. 100). Esta sutileza o finura del espíritu se refiere, no a un método o procedimiento técnico, sino a esos tres momentos que juntos complementan y realizan el acto de comprender que es al mismo tiempo el acto de interpretar y que, sin embargo, como sostiene en Verdad y Método, (1997): (...) nos fuerzan a admitir que en la comprensión siempre tiene lugar algo así como una aplicación del texto que se quiere comprender a la situación actual del intérprete. En este sentido nos vemos obligados a dar un paso más allá de la hermenéutica romántica, considerando como un proceso unitario no sólo el acto de comprensión e interpretación, sino también el de aplicación (p. 379). Por otra parte, afirma Beuchot (2000), que la hermenéutica desarrolla así la capacidad de traspasar el sentido superficial del texto para llegar al sentido profundo, inclusive al oculto; o de encontrar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno; y, en especial, de hallar el sentido auténtico, vinculado a la intención del autor, plasmado en el texto y que se resistía a ser reducido a la sola intención del lector. En síntesis, Gadamer pretende alcanzar el objetivo de la hermenéutica universal no de una manera reduccionista como lo había hecho Schleiermacher sino integradora, por cuanto su intención es la de integrar la aplicación con la comprensión y la explicación (Auslegen), como una parte constitutiva del proceso hermenéutico. Se trata, en consecuencia, dentro de esta hermenéutica universal de abrir una obra, texto o contexto y su discusión, a su sentido pragmático para nosotros (subtilitas applicandi), a partir del entendimiento de su significado semántico inmediato o significado textual (subtilitas intelligendi) y con base en la significación mediada por un código lingüístico-sintáctico que debe ser decodificado o recodificado por nosotros (subtilitas explicandi). Por medio de este último paso de toda auténtica interpretación se abre la obra a su significación aquí y ahora , a su relevancia antropológica Ortiz- Osés, 1986, p. 72). En conclusión, la naturaleza de la hermenéutica es la de ser un arte y una ciencia de la interpretación que tienen por objeto la interpretación del texto con cierta sutileza y penetración, que comprende dos partes: la hermenéutica teórica y la hermenéutica práctica o aplicada; la primera consiste en la colección de principios y reglas que guían la interpretación sutil y adecuada; la segunda es la aplicación de estos principios y reglas en la interpretación concreta de un texto. Su metodología es la sutileza, tanto de entender un texto, como la de explicar o exponer su sentido y la de aplicar lo que dice el texto a la situación histórica del intérprete (Beuchot, 2003). II: EL NUEVO PARADIGMA EPISTEMOLÓGICO DE LOS SISTEMAS COMPLEJOS RESUMEN Este nuevo paradigma surge como un modelo de pensamiento a partir de la década de los 30 del siglo pasado para el estudio de los sistemas vivos que se consideraban totalidades integradas. Por otro lado, un grupo de científicos, después de la Segunda Guerra Mundial, tratando de imitar a los sistemas vivos que se autocontrolan y autorregulan, dio origen a la ciencia de la cibernética , que se definió como la ciencia del control y la comunicación en el animal y en la máquina . Estos modelos requerían de nuevas herramientas matemáticas que permitieran a los científicos el diseño de modelos de interconectividad no-lineal, característica de los sistemas en redes y diferentes a los sistemas mecanicistas propuestos por Descartes, porque son sistemas que se retroalimentan y permiten a los organismos mantenerse en un estado de equilibriodinámico. Como desarrollo de la biología organísmica, Bertalanffy propuso la Teoría General de Sistemas, como una teoría y un método que buscaba la integración interdisciplinaria de carácter rigurosamente científico, tanto de los organismos vivos como de la organización social. La Teoría de Sistemas se fundamenta en tres premisas: a) el concepto de sistema da origen a un nuevo paradigma epistemológico, b) existen múltiples tipos de sistemas y c) todo sistema es abierto o cerrado. Como atributos del sistema se desarrollan los conceptos de entropía, neguentropía y homeostasis. La entropía es la tendencia de los sistemas a desgastarse o desintegrarse. Para compensar la situación de entropía los sistemas abiertos interactúan con el medio e intercambian energía, generando la neguentropía para mantenerse en funcionamiento y desarrollar así los mecanismos homeostáticos o de equilibrio que permiten regular el ambiente interno y mantener una condición estable y constante. Desde la visión científica expuesta y la visión filosófica del Pensamiento Complejo de Edgar Morin, la Teoría General de los Sistemas Complejos se perfila como un nuevo paradigma de la ciencia, especialmente para las ciencias sociales y humanas y para la pedagogía. El concepto de complejidad surge también en el siglo XX en la microfísica y en la macrofísica, como un concepto que no desecha los aportes de la ciencia positiva y que tiene en cuenta, además, los niveles físico, viviente y social, articulados e integrados en el mundo de la vida y en la relación social. La Teoría General de los Sistemas y el Pensamiento Complejo inauguran una nueva perspectiva teórica y epistemológica aplicable a las máquinas artificiales, a los organismos vivos, a los fenómenos psicológicos, sociales y pedagógicos, que supera la concepción mecanicista y reduccionista del modelo positivista, pero sin descartarlo. 1. Los orígenes de una nueva ciencia El paradigma positivista había llevado a las ciencias y, en especial a las ciencias sociales y humanas, a un sistema epistemológico y metodológico reduccionista del que ni el paradigma histórico-social ni el crítico-hermenéutico se habían podido liberar totalmente. Sin embargo, el paradigma histórico-social a partir de la obra de Kuhn, comenzó a abrir nuevos caminos de debate para la ciencia, sobre todo porque incorporaba en los procesos de construcción científica factores que hasta ahora no habían sido reconocidos por el método científico , tales como los históricos, sociológicos, sicológicos y otros de carácter subjetivo que el positivismo había desechado como conceptos acientíficos. Por otra parte, el paradigma crítico- hermenéutico, proponía ya la ciencia como un sistema mucho más complejo pretendiendo comprensiones que condujesen a procesos interpretativos de la realidad social (Schütz, 2000 y 2003), mediada por una relación lingüística intersubjetiva, en cambio de las explicaciones analíticas de las ciencias naturales que, aunque seguían siendo complejas, la concepción mecanicista de la ciencia pretendía, por el contrario, simplificarlas al máximo. El nuevo paradigma de los sistemas complejos surge como un modelo de pensamiento a partir de los años treinta del siglo pasado para el estudio de los sistemas vivos como organismos, partes de organismos y comunidades de organismos, es decir, que los sistemas vivos se consideraban totalidades integradas cuyas propiedades no podían ser reducidas a las de sus partes más pequeñas, visión contraria a la mecanicista del mundo en la que, según la ciencia cartesiana, se creía que en todo sistema el comportamiento del conjunto podía ser analizado en términos de las propiedades de sus partes. El estudio de los sistemas vivos había conducido a los científicos a una nueva manera de pensar en términos de conectividad, relaciones y contexto, y se veía, además, reforzado por los descubrimientos revolucionarios de la física cuántica en el mundo del átomo y de las partículas subatómicas (Capra, 2006). Por otro lado, las investigaciones de un grupo de científicos después de la Segunda Guerra Mundial, que no eran ni biólogos ni ecólogos, sino matemáticos, neurocientíficos, científicos sociales e ingenieros, entre ellos Norbert Wiener, John von Neumann, Claude Shannon y Warren MacCulloch, intentaban el desarrollo de máquinas autoconducidas y autorreguladas, tratando de imitar los sistemas vivos que se autocontrolan y se autorregulan, dio origen a una nueva ciencia llamada por Wiener cibernética , en la que introdujo una serie de nuevas ideas que con el paso del tiempo representó un enfoque unificado de los problemas de la información, la comunicación y el control. Esta nueva disciplina se definió por el mismo Wiener como la ciencia del control y comunicación en el animal y en la máquina Capra, , p. ; Bertalanffy, 2007, p. 44). Estos modelos de sistemas autoorganizadores altamente complejos que comprenden miles de reacciones químicas interdependientes, requerían de nuevas herramientas matemáticas que permitieran a los científicos el diseño de modelos de interconectividad no-lineal, característica de los sistemas en redes, muy diferentes de los mecanismos de relojería propuestos por Descartes, porque son sistemas que se retroalimentan, mecanismo que permite a los organismos vivos mantenerse en un estado de equilibrio dinámico. El nombre genérico que se le dio a este sistema de matemática compleja fue el de Teoría de los sistemas dinámicos , aunque también se les conoce con el nombre de matemáticas de la complejidad , dinámica sistemática , dinámica compleja o dinámica no lineal Capra, , p. . El movimiento cibernético se proponía como objetivo el descubrimiento de los mecanismos neuronales que subyacen en los fenómenos mentales y su expresión explícita en lenguaje matemático. 2. La Teoría General de Sistemas La Teoría General de Sistemas que interesa para las ciencias sociales y humanas y para la pedagogía en particular, surgió como desarrollo de la llamada biología organísmica , con los trabajos de Ludwig von Bertalanffy -1972) publicados entre 1948 y 1968, relacionados con el estudio de sistemas biológicos, los cuales se opusieron a las concepciones atomísticas y reduccionistas de los positivismos. La teoría General de Sistemas expuesta por Bertalanffy (2007), prestó atención a la idea de totalidad, estructura de funciones y finalidad, especialmente bajo la forma de autorregulación. Plantea también su propio método y sus implicaciones en relación, tanto con los organismos vivos como con la organización social, en busca de una integración interdisciplinaria de carácter rigurosamente científico. Admite que aunque la física sigue siendo el modelo de la ciencia y la base de la idea de la sociedad y del hombre, sin embargo, hoy han surgido nuevas ciencias: las ciencias de la vida, del comportamiento y las ciencias sociales que piden un lugar en una visión moderna del mundo y deben lograr contribuir a una reorientación básica que, en dos palabras se llamaría revolución organísmica. Su meollo –dice Bertalanffy- es la noción de sistema –en apariencia un concepto pálido, abstracto y vacío- pleno, sin embargo, de sentido oculto, de levadura y de potencialidades explosivas p. . El hecho de considerar los fenómenos físicos como único patrón de la realidad, ha llevado a la mecanización del género humano y a la devaluación de valores superiores. Pero por otra parte, tampoco se puede caer en un biologismo , en el sentido de considerar los fenómenos mentales, sociológicos y culturales desde un ángulo puramente biológico. La Teoría General de Sistemas no busca solucionar problemas, como tampoco intenta soluciones prácticas, sino, sobre todo, producir teorías y formulaciones conceptuales de tipo científico para crear condiciones de aplicación en la realidad empírica. Para Bertalanffy, señalan Arnold y Osorio (1998), la
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