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LIBRO SEMANA 6, EJE DOS, SOCIEDAD

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INTRODUCCIÓN A LAS CIENCIAS SOCIALES, FCE. 
EJE II, ESTADO, SOCIEDAD, MERCADO, SEMANA SEIS. 
 
María Alejandra AGUSTINHO, Carlos Alberto GARCES 
 
Introducción 
En esta semana de trabajo nos abocaremos a la dimensión Social desde la Modernidad. 
Caracterizaremos las tecnologías de control social que los estados modernos aplican ante la 
necesidad de regular cantidades crecientes de población conformada por cuerpos productivos, 
cuerpos generadores de valor. 
Inmediatamente abordaremos la cuestión de la estructura de clases sociales, retomando la 
teoría marxista, y revisando los modelos de sociedad imperantes en las sociedades capitalistas 
del siglo XX, a la luz de dos instituciones que operaron como constructoras del sentido de la 
acción social: El Salario y el Consumo. Luego ingresaremos a la reflexión sobre nuestra 
América Latina, a partir de la implantación forzada de los modelos neoliberales con las 
dictaduras de la década del 70, cuando se profundiza la principal característica del continente: 
no es el continente más pobre, sino el más desigual. Esta condición significa que el nudo del 
problema para obtener condiciones sociales desarrolladas, es eminentemente político: el eje 
de análisis debe centrarse en las cuestiones del acceso y de la distribución de la riqueza. Esta 
situación se agrava con las políticas Neoliberales, cuando en Argentina se dinamitó la 
estructura de ascenso social distintiva durante casi todo el siglo XX, instaurando la pobreza 
estructural como un fenómeno de época, del cual no encontramos aún senderos de salida para 
lograr una sociedad más igualitaria, democrática y equilibrada. 
 
Las tecnologías sociales y el disciplinamiento de las poblaciones 
Recordemos que la cuestión social es el núcleo de la reflexión política, económica y social en 
las sociedades modernas. Por eso la regulación de las poblaciones es uno de los mayores 
desafíos que se enfrentan al desplegar los mecanismos de dominación social. ¿Cómo hacer 
para que las poblaciones (cada vez más masivas, diversas y concentradas en ciudades) acepten 
como naturales ciertos preceptos, tales como las formas de propiedad, las desigualdades de 
condición entre personas, colectivos o clases sociales, cómo aceptamos vivir como cuerpos 
dóciles y productivos? 
Michel Foucault (1926-1984) fue un filósofo francés que dedicó gran parte de sus estudios a 
tratar de entender el funcionamiento del poder en las sociedades. Una de las principales 
definiciones respecto a este problema es la que lo lleva a separarse de la visión marxista 
ortodoxa que entendía al poder como un “lugar”, manifestado a través de una o varias 
instituciones a considerarlo como una relación, algo que está inserto en el seno de las 
sociedades y que funciona de acuerdo al equilibrio o desequilibrio que exista en la misma 
sociedad. Siguiendo esta tesis, llega a la conclusión de que el poder se infiltra en las relaciones 
sociales hasta un nivel capilar que identifica como “microfísica”. 
Al analizar las relaciones de poder descubre el funcionamiento de lo que llama “tecnologías del 
poder” que se implementan o se ejercen desde el Estado para gestionar y/o controlar a las 
poblaciones. En esta línea de argumentación, acuñará el neologismo “biopolítica”, en el que se 
englobarán este conjunto de tecnologías de control social. 
Si bien, el concepto de biopolítica lo aplicará de manera específica para referirse a una de las 
etapas del desarrollo de las tecnologías del poder, el término en sí engloba los dos momentos 
que describiremos a continuación. 
En un primer momento, Foucault describe el funcionamiento de una tecnología asociada a un 
particular momento del orden político que identifica con la soberanía clásica, esto es, más o 
menos correspondiente con los sistemas de absolutismo monárquico donde los monarcas son, 
literalmente, dueños de vidas y haciendas de sus súbditos. Esta situación de extremo 
desequilibrio entre el poder soberano y la sociedad lo resumirá en la frase “hacer morir y dejar 
vivir”, dando cuenta de que el poder soberano tiene la facultad de matar a sus súbditos sin 
rendir cuentas a nadie, y que si viven es también por gracia del soberano. A partir de esta 
situación se desarrollará una tecnología que bautizará como la “anatomopolítica”, que se 
encaminará a imponer disciplina. La tecnología disciplinaria estará dirigida a los cuerpos, ya 
que es ahí donde pueda realizarse y conseguir los efectos de obediencia necesarios: conseguir 
“cuerpos dóciles”. 
La tecnología disciplinaria es, a su vez, una tecnología individualizante en la medida en que 
cada cuerpo debe adquirir de manera individual los hábitos disciplinarios. El desarrollo de esta 
tecnología se vincula a las nuevas formas de organización del trabajo, donde los tiempos de la 
fábrica deben ser medidos, cronometrados y la ubicación de los cuerpos debe responder a la 
maximización de la producción. Para que sea efectiva la aplicación de esta tecnología debe 
desarrollarse, además, un aparato de vigilancia tal que pueda controlar fehacientemente el 
orden disciplinado. 
El ejemplo máximo del desarrollo de las tecnologías disciplinarias se encuentra en el diseño de 
los establecimientos carcelarios, que siguen el modelo conocido como “Panóptico”, 
desarrollado por Jeremy Bentham a fines del siglo XVIII. El “ojo que todo lo ve”, pero que no 
puede ser visto. El modelo de panóptico se trasladará a otras instituciones como fábricas, 
escuelas y hospitales. 
A continuación, Foucault, describe la evolución de las tecnologías de control hacia el modelo 
típico de la biopolítica, tecnología que ya no es tanto “disciplinaria” sino “normalizadora”, pero 
que al no tener el mismo blanco de aplicación, no suprime la anterior, sino que la engloba, 
complementándose. La biopolítica no se dirige ya al cuerpo individual sino al conjunto, al 
hombre como especie, se convierte de esta manera en una tecnología eficaz para el control de 
las poblaciones. 
La tecnología biopolítica viene a invertir, en parte, la noción de la soberanía clásica, por el 
“hacer vivir y dejar morir”, en la medida de que se dirige a la gestión de las poblaciones que se 
van convirtiendo en el fundamento de las nuevas formas de soberanía. 
Como se dijo más arriba, la biopolítica no suprime la tecnología disciplinaria porque se aplica 
sobre otro sujeto, no ya el sujeto individual, sino el sujeto “especie” o la población. Sus efectos 
no son disciplinarios sino normalizadores, por lo que en última instancia se combina con la 
anterior consiguiendo el resultado de cuerpos dóciles y a la vez uniformes. El desarrollo de la 
biopolítica se basará en herramientas estadísticas que permitirán la gestión de la población, se 
cuantificarán los índices de mortalidad, natalidad y morbilidad. A partir de ahí se podrán 
desarrollar políticas como las del sanitarismo orientadas a la conservación de la vida, no ya de 
los individuos sino de las poblaciones. La muerte como fenómeno natural pondrá en crisis el 
objetivo del “hacer vivir”, por lo que en última instancia, aparecerá como un cierto fracaso de 
la tecnología biopolítica, de ahí que el aparato ritual de las sociedades alrededor de la misma 
tenderá a desaparecer para convertirse paulatinamente en un acto administrativo (certificado 
de defunción). 
La combinación de las tecnologías disciplinarias y normalizadoras tendrá un punto máximo en 
la sociedad alemana de mediados del siglo XX, la sociedad nazi, donde se llevarán a la máxima 
expresión. No conocemos en la historia sociedad más disciplinadora y a la vez más 
normalizadora que la sociedad nazi. En este contexto, vuelven a funcionar combinados los 
principios de la soberanía clásica –hacer morir- que ahora están en manos de cualquier 
persona, todos tienen el poder de eliminar a los otros, mediante distintos mecanismos como la 
delación o la acusación de pertenecer a un grupo particular (judíos, negros, gitanos, 
homosexuales, etc.). El ejercicio extremo de esta la tecnologíadisciplinaria permite, a su vez, el 
pico máximo del orden normalizado, de modo que lo que sigue es el desarrollo del racismo de 
Estado como forma de conseguir la homogeneidad total de la población en una ‘raza superior’, 
exterminando cualquier forma diferente o disidente. 
Si bien la sociedad nazi resulta en el paroxismo de las sociedades de control, todos los estados 
modernos aplican de una u otra forma estas tecnologías disciplinarias. En el transcurso de la 
pandemia, ha sido su práctica generalizada la que posibilitó que miles de millones de 
ciudadanos hayamos podido responder de manera vertiginosa y eficaz a lo que se denomina 
“el gran confinamiento”. El discurso de la medicalización opera como el generador de un orden 
legítimo, acompañando y orientando las decisiones de política de los estados. 
 
El orden de la Modernidad y las sociedades de clases. Recuperando la teoría marxista 
Sin embargo, la cuestión del ‘orden social’ resulta de fenómenos bastante más complejos que 
la aplicación de ciertas tecnologías de control en base a los dictámenes de los estados 
nacionales. Otros órdenes se generan y estabilizan partiendo de diversos factores 
estructurantes, y los análisis de las clases sociales tienen bastante que decirnos al respecto. 
Cuando nos abocamos a conocer las principales corrientes de la teoría social, dedicamos una 
parte del estudio a la perspectiva marxista. Allí entendimos ejes explicativos centrales de la 
teoría: la mercancía como institución central del sentido capitalista, la propiedad privada como 
existencia ideológica de la apropiación desigual de los medios de producción, la plusvalía como 
el excedente de valor apropiable y núcleo de la pugna por la distribución de la riqueza en las 
relaciones de producción; el mercado de trabajo como el principal asignador de las posiciones 
de los sujetos en las sociedades modernas, los modos de producción en la historia humana 
como modelo explicativo de las estructuras y el cambio, y la lucha de clases como la 
manifestación dialéctica de la historia… 
El análisis de clases en la época de Marx, presentaba una linealidad bastante más esquemática 
ya que la complejidad del sistema productivo aún se encontraba en germen. Podemos decir 
que la burguesía y el proletariado eran entidades sociales aprehensibles, visibles, evidentes, 
polarizadas, de alguna manera, brutales. En este marco, el análisis de clases era el principio 
organizador por excelencia para el análisis político y social. Pero partiendo del materialismo 
histórico como herramienta analítica, es necesario reconocer que en el siglo XX las cosas 
resultan un poco diferentes, sobre todo por la paulatina complejización de la estructura social. 
Esta afirmación no indica que reneguemos del principio ordenador por excelencia: en el 
Capitalismo, la estructura de las clases sociales encuentra una divisoria de aguas fundante 
según la sea la apropiación privada de los medios de producción; a lo que se suma la relación 
de explotación necesaria para la apropiación privada del plusvalor desde una clase sobre otra. 
Sucede simplemente, que en nuestro tiempo el panorama se hace bastante más diverso. 
 
Las clases sociales en el capitalismo industrial 
El material de lectura indicado para estudiar este eje de trabajo es el de Ralph Miliband, 
escrito en 1987 y publicado en castellano en 1990. El autor sostiene que no es suficiente el 
análisis económico de las clases para explicar la dinámica social en el siglo XX. Es necesario 
integrar la perspectiva de la dominación, debe recuperarse la dimensión del poder como 
recurso “estratégico”. En este punto les recomendamos recuperar el análisis Weberiano de la 
dominación como la forma de manifestación del poder en las relaciones sociales. El núcleo del 
problema es que la explotación existe, pero además es necesario que para que la sociedad no 
colapse en conflicto, encuentre manera de aceptar la explotación como legítima. 
Miliband postula que una clase dominante se constituye como tal en virtud del control efectivo 
de tres fuentes de dominación: el control de los medios de producción, los medios de 
administración del estado (coerción), y los medios de comunicación (consenso). De la lectura 
del capítulo podrán extraer las diversas alternativas y combinaciones. 
Deben poner especial atención en la composición de la Elite de poder, en la que integra 
también una burguesía que a menudo denominamos clase media, así como sus alianzas 
objetivas y la conflictividad que se encauza a través de los modelos de representación más o 
menos democrática. 
En otro plano, la existencia de clases subordinadas integra a la mayoría de la población. Les 
recomendamos poner especial atención en el significado que otorga al concepto “clase 
obrera”, la clase trabajadora, y su composición. Finalmente refiere a los “inactivos”. 
Las condiciones histórico-sociales de las sociedades concretas son las que de una u otra 
manera inciden en el modo en que estas clases se relacionan, se dimensionan, sus miembros y 
familias ascienden, descienden…. Estos procesos se denominan la movilidad social (ascendente 
o descendente) 
 
¿Por qué estudiar la estructura de clases sociales? 
Miliband explicita tres objetivos: se las estudia para elaborar “mapas sociales”, también para 
demostrar cuales son las estructuras y mecanismos de dominación y explotación, y además 
para poder comprender y explicar las fuentes objetivas de los conflictos sociales. En este 
sentido, la disputa por la subordinación es un eje de estudio que indica los senderos sobre los 
que se conforman las diversas formas de representación política en los sistemas de poder: 
sean conservadores, reformistas o revolucionarios, devienen de una situación de clase que los 
posiciona objetivamente en la cuestión social, según sea la conformación del recurso poder 
que tengan bajo su control, y que se manifiesta en construcciones ideológicas. 
Asimismo es importante reconocer los mecanismos a través de los cuales estos conflictos se 
manifiestan. Miliband refiere a la “presión desde arriba” y la “presión desde abajo” y la 
incidencia de la opinión pública y los medios de comunicación. 
Presión desde arriba, es el modo en que se libra la lucha por la Hegemonía, en el campo de la 
socialización de las poblaciones subordinadas. Son diversos los operadores que aspiran a 
mantener el orden social, generando estrategias discursivas o simbólicas contra las posiciones 
que resisten la dominación y explotación a la manera de “antihegemonía”. Es importante aquí 
que pongan especial atención en la función específica del Estado a este respecto, así como en 
el disciplinamiento que opera en los procesos productivos para la extracción del plus trabajo, 
y para la existencia de formas de trabajo no remunerado. 
La presión desde abajo, se encuentra plasmada en las reivindicaciones obreras, en la 
organización de los partidos obreros, y en el denominado Reformismo. Sin duda, las 
transformaciones de las luchas de clases durante el siglo XX han conseguido atenuar la crudeza 
de la dominación y la explotación clasista, beneficiando a la población subordinada en su 
conjunto (por ejemplo el caso del derecho laboral), y esto en base al sistema político de la 
democracia capitalista, como sendero para la reducción del conflicto. 
Es importante que realizar un esfuerzo comparativo para interpretar estos postulados de 
Miliband a la luz del modelo de sociedad, de estado y de intervención que propone Offe, y 
seguramente podrán encontrar más de una analogía entre ambas propuestas teóricas. 
 
¿Las clases sociales son solo nacionales? 
El material de Miliband es una excelente síntesis introductoria para comprender la estructura 
de clases. En ciencias sociales, suele ser importante tener en consideración las fechas de 
publicación de los libros o artículos, ya que los cambios sociales resultan vertiginosos. Algunas 
de las aseveraciones que el autor expone se han visto algo transformadasen un lapso de 
treinta años. 
Refiere a que las clases sociales son “nacionales” en las sociedades occidentales enfrentadas al 
comunismo. El mismo año en que Miliband escribe este material, el muro de Berlín es 
derrumbado, y junto con él comienza la desintegración del eje socialista, iniciando una 
transformación de la geopolítica que nos encuentra en la actualidad con un mundo regido por 
principios un poco diferentes. Sin embargo, refiere a la trasnacionalización de las luchas de 
clases a la manera en que se da al interior de los estados nacionales, siempre que podamos 
observar la dominación a través de los tres medios: de producción, de administración y 
coerción, y de comunicación. Es sugestiva su caracterización de las clases sociales en las 
sociedades de partido único (en la actualidad podríamos aplicar al caso de China). 
Algo similar sucede con la explicación otorgada a la cuestión sexista, racial, originaria. 
Considera que primero son integrantes de una clase, y que su “ser social” no está exento de 
complejidades y conflictos. La segregación social tiene fuertes fundamentos económicos, pero 
está atravesada por otros factores que dan sentido a las torsiones y conflictos sociales, como 
por ejemplo la incidencia de la ideología. 
 
El giro fordista y la sociedad de masas del capitalismo industrial 
Es casi un mito que Henry Ford modificó sustancialmente los modos de producir en la 
industria, instaurando lo que se denomina el Modelo Fordista. En la próxima semana 
introduciremos las principales características de este modelo productivo que rigió la 
producción en serie durante el último siglo. Comenzaremos ahora reflexionando sobre las 
características y magnitud de los efectos sociales que dicho modelo productivo imprimió a las 
sociedades occidentales de la época. 
Henry Ford es quien implementa la Cadena de Montaje en la fábrica de automóviles desde 
1908, cuando presenta el primer auto Ford A fabricado con este sistema. 
Comencemos por ubicarnos en la época. Los inicios de la actividad industrial en la zona norte 
de los Estados Unidos resulta de un proceso interno de vertiginosa urbanización, 
normalización y salarización de la clase obrera industrial en el territorio desde donde se 
irradiará el modelo hacia el resto del mundo. 
Seis años después de ese cambio en la organización del proceso productivo, en 1914, Henry 
Ford informa que duplicará el salario de sus operarios, implementando el “Five Dollars Day”, 
cuando en ese momento la media salarial industrial en Detroit se ubicaba en los dos dólares y 
medio. Lejos estaba del ejercicio de la beneficencia. Veamos por qué. 
La productividad industrial enfrentaba serias restricciones. La eficacia de la cadena de montaje 
en la fábrica dependía de la disminución de los denominados “Tiempos muertos”. Seis años de 
cadena de montaje en el establecimiento demostraban que la tecnificación de los procesos 
había revolucionado la producción, pero las prácticas obreras influían profundamente en los 
niveles de productividad. La cadena de montaje necesitaba un operario como Chaplin, en el 
clásico del cine “Tiempos Modernos”. Alguien escribió por esa época: “El cerebro del patrón se 
encuentra bajo la gorra del obrero” 
Entre otros, tenían incidencia factores socioculturales, tales como la cultura rural que 
perduraba como práctica en los trabajadores de la línea; esta característica incidía de manera 
directa en los niveles de ausentismo y deficiencias en el estilo de trabajo de los operarios que 
la cadena de montaje demandaba. 
La determinación de duplicar los salarios de sus operarios fue capaz de revolucionar estas 
cuestiones: Un salario muy alto con relación a la media de la época operó de manera directa 
como disciplinador de los sectores obreros, ya que “todos querían trabajar para Ford”. No solo 
se garantizaba la disponibilidad ininterrumpida de mano de obra, sino que también le 
resultaba propicio imponer las condiciones morales “del buen trabajador” quien, entre otros 
aspectos, debía ser capaz de tolerar el mando indiscutido de un gerente, ingeniero, capataz. La 
apropiación del saber obrero por parte del capital se profundiza. La norma y el cronometro 
resultaron los socios exitosos de la época. 
Finalmente, Ford tuvo la capacidad de inventar “la sociedad de consumo norteamericana”, 
cuando comprendió que su trabajador podía ser a la vez el comprador del auto que producía 
en su fábrica. La producción en cadena, o producción de masa, necesitaba consumidores 
masivos de una industria que multiplicaba sus bienes de manera exponencial. Y encontró en 
los trabajadores su mejor inversión. 
La estructura social comienza a complejizarse aún más, y se instala durante décadas la 
movilidad social ascendente. Con Ford, se inicia el proceso de expansión de las sociedades de 
masas, de consumo. Por primera vez los trabajadores, que hasta entonces estaban excluidos 
del disfrute de los bienes materiales, fueron integrándose en una sociedad en donde el acceso 
a una “vida mejor” se visualizaba en el estilo de vida americano centrado en el consumo, en 
una clase media en continua expansión que se consolida como modelo mundial a través de las 
industrias culturales de la época: el cine, la radio, luego la televisión. El mundo occidental será 
entonces muy otro. En síntesis… mejores empleos industriales = más capitalismo. La clase 
trabajadora es integrada por medio de la institución salarial, el trabajo en blanco industrial era 
la regla. Mejor y más estado: democracias más consolidadas en el ejercicio de los derechos 
individuales y en las regulaciones estatales entre trabajo y capital. 
Mientras este modelo industrial se impone en EEUU y desde allí se expande por el Mundo, 
difundiendo el pleno empleo (de los recursos productivos) con el estado Keynesiano, en la 
Europa de las guerras mundiales y de los partidos obreros consolidados, se instaura el Estado 
de Bienestar y sus instituciones. La sociedad salarial alcanza su madurez. 
Es el salario la institución que opera asignando los factores de la economía y de la política, son 
las regulaciones estatales (como en Argentina las leyes paritarias) las que asignan los 
equilibrios de los factores de producción. Es el salario indirecto de los servicios estatales y 
públicos el que mejora sustancialmente las condiciones de vida de las poblaciones urbanas, y 
libera una parte importante del salario obrero para el consumo en las góndolas de los 
supermercados y las grandes tiendas. El Modelo se corresponde con la estructura de clases 
sociales que aproximamos con Miliband. Los treinta gloriosos años están en plena expansión. 
Nunca las sociedades capitalistas de occidente fueron más inclusivas, equitativas y 
democráticas. Es el momento en que la producción industrial de bienes llega a su punto 
culminante y domina el sistema productivo. 
 
La crisis del bienestar y la imposición del Neoliberalismo desde los ’70. 
En la semana cinco dedicamos un tiempo a exponer y comprender el neoliberalismo a través 
de la transformación de los estados nacionales. En la semana siete entraremos en los 
fundamentos del neoliberalismo en la economía, manifiesto entre otros ámbitos en la 
Financiarización como la principal estrategia de enriquecimiento, concentración y desigualdad. 
Para ello pueden observar el cuadro de la estructura de desigualdad en la sociedad 
norteamericana. 
En esta oportunidad puntuaremos las principales consecuencias que el neoliberalismo tuvo en 
las sociedades, con especial atención en el contexto latinoamericano y en Argentina en 
particular. La historia argentina del siglo XX está absolutamente integrada a los procesos del 
continente americano. 
Los años setenta significaron la supresión de las democracias condicionadas como régimen 
político de las décadas anteriores. El golpe al radicalismo en los años treinta y el golpe del ’55 
al peronismo, fueron hitos que demostraron la resistencia de los sectores dominantes a la 
inclusión de nuevos actoressociales en el escenario nacional (clase media y clase obrera). La 
instauración de las dictaduras latinoamericanas de los setenta impone por la fuerza 
situaciones traumáticas, que pueden observarse en el cuadro disponible en el aula virtual, 
sobre los conflictos bélicos en América Latina. 
La dictadura militar del 76 en Argentina significó el fin de un modelo y la imposición de nuevas 
reglas de juego que en la cuestión social se presentan aún en la actualidad como una deuda 
social de la que no logramos salir. 
Por una parte, la supresión de la democracia como sistema político y de la ciudadanía como 
derecho de los habitantes del país redundó en una política de estado inédita hasta ese 
momento: la desaparición forzada de personas ejercida por un estado nacional, como 
estrategia de disciplinamiento social. El aniquilamiento de opositores al régimen constituyó el 
modo de operar de los sectores que controlaban el aparato de estado. En el plano de lo visible, 
se disolvieron el poder legislativo y el judicial fue intervenido, los que solamente fueron 
recompuestos con la reapertura democrática del ’83. 
En la Argentina del peronismo y hasta el 76, la estructura social argentina se caracterizó por el 
movimiento social ascendente; fue la época de la consolidación de las clases medias, del 
acceso a los estudios superiores en la universidad pública, el desarrollo industrial (con 
vaivenes), el crecimiento económico sostenido (aunque también con particularidades), el 
consumo urbano. En 1974, la pobreza afectaba solamente al 4% de la población del país y la 
indigencia era una excepción. En líneas generales, eran pobres quienes se encontraban en 
situación de tránsito entre el mundo rural y el mundo urbano, hasta tanto encontraran 
inserción en el empleo productivo de los cinturones industriales del Gran Buenos Aires y de las 
capitales de provincias. Ese tránsito rara vez excedía los dos años en las biografías de las 
personas y las trayectorias familiares. 
La dictadura militar es derrotada en la guerra de Malvinas, y las elecciones de diciembre del 83 
le dan el golpe de gracia. Sin embargo, la Argentina era otra. Desindustrializada, financiarizada 
y endeudada a nivel estructural, encuentra una estructura social desarticulada, fracturada, 
empobrecida. 
La pobreza estructural nos sorprendió, y se territorializó; la exclusión social se instaló durante 
muchos años; la informalidad y la precariedad son actualmente estructurales y tienen su 
momento de inicio en esa dictadura. La desigualdad y la polarización social, que parecían 
realidades de una Latinoamérica lejana, llegaron para quedarse. 
 
El retorno de las democracias en contexto de políticas neoliberales 
 La síntesis de la situación de fractura social de nuestro país se puede observar en el cuadro 
que tienen disponible en el aula virtual: estructura social argentina desde la dictadura del 76. 
En 1983 la mayoría de la sociedad argentina era mucho más pobre que dos o tres décadas 
atrás. Como la otra cara de la moneda, encontramos menos ricos mucho más ricos. El 
desempleo afecta entonces a una parte significativa de la población, y se convierte en un 
fenómeno estructural. La informalidad y la exclusión condicionaron cualquier política de 
reconstrucción del entramado productivo, dado que los grandes capitales se habían 
“trasnacionalizado”, y la industria resultó diezmada en los diferentes territorios; la 
primarización de la economía con el retorno al modelo agroexportador presenta límites 
objetivos para generar condiciones de inclusión para una parte de la población con tradición 
obrera industrial, y además derivó en un mercado de alimentos local cada vez más inaccesible 
por lo oneroso para las mayorías. 
A modo de aproximación sobre el proceso de reconstrucción del entramado social, les 
recomendamos la lectura del artículo de Daniel Arroyo: La pertinaz pobreza. Allí encontrarán 
una esquemática pero acertada segmentación de las realidades sociales que se afrontaron y 
las políticas que se implementaron luego del quiebre institucional, político, social y económico 
que derivó de la crisis estructural del 2002. Los gobiernos latinoamericanos del siglo XXI están 
signados por ingentes esfuerzos para recuperar la integración social de sociedades 
condicionadas por la polarización y la desigualdad. 
Vale mencionar como cierre de esta semana que la manifestación de organización política de 
los excluidos y desocupados no encontraba lugar en la tradición sindical de los obreros 
industriales. Es así que desde la apertura democrática la capacidad de organización colectiva se 
plasmó en los denominados Movimiento Sociales. Por su parte, la informalidad y precariedad 
del trabajo, se fueron organizando alrededor de la denominada Economía Popular, Social y 
Solidaria. Nuevos actores sociales se conforman y fortalecen políticamente; también se 
vislumbran nuevas alternativas económicas para la sobrevivencia de las familias y los 
territorios. 
Para una radiografía de la situación en América latina, les recomendamos la lectura del texto 
de Daniel Filmus que se titula El fin del casillero vacío, y que analicen el cuadro de situación de 
América Latina en 2012, según los modelos políticos dominantes en cada país de la región.

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