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TOMO LITERATURA

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AUTORIDADES
Dr. ROHEL SÁNCHEZ SÁNCHEZ
Rector de la Universidad Nacional de San Agustín
Dra. ANA MARÍA GUTIÉRREZ VALDIVIA
Vicerrectora Académica
Dr. HORACIO BARREDA TAMAYO
Vicerrector de Investigación
Mag. JOSÉ PAZ MACHUCA
Director CEPRUNSA
Dra. ROXANA ALEMÁN DELGADO
Coordinadora Administrativa
Lic. EMILIO GUERRA CÁCERES
Coordinadora Académico
Dra. MERCEDES NÚÑEZ ZEVALLOS
COMITE DE APOYO CEPRUNSA
Mag. FRESIA MANRIQUE TOVAR
Lic. RONALD CUBA CARPIO 
 
 
1 
U AUTORES LÍRICOS 
 
CÉSAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA 
TORAAS AAAAA 
Nace en Santiago de Chuco, 1892, 
pequeña provincia de La Libertad, 
asentada en un valle de la cordillera 
andina del Perú y muere en París, 1938. 
 
En Vallejo la vida y la obra se funden en 
un todo indisoluble, conociéndolo a él, 
empezamos a conocer su poesía. 
 
De origen mestizo y provinciano, su 
familia pensó en dedicarlo al sacerdocio, 
era el menor de los once hermanos; este 
propósito familiar, acogido por él con 
ilusión en su infancia, explica la 
presencia en su poesía de abundante 
vocabulario bíblico y litúrgico, y no deja 
de tener relación con la obsesión del 
poeta ante el problema de la vida y de la 
muerte, que tiene un indudable fondo religioso. 
 
Vallejo cursó estudios de segunda enseñanza en el Colegio de San Nicolás 
(Huamachuco). En 1915, después de obtener el título de bachiller en letras, inició 
estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Trujillo y de Derecho en la 
Universidad de San Marcos (Lima), pero abandonó sus estudios para instalarse 
como maestro en Trujillo. 
 
En julio de 1919, César Vallejo salió a la luz su primer poemario: Los heraldos 
negros (dicha obra estaba lista para su publicación en 1918), en el que son 
patentes las influencias modernistas, sobre todo de Rubén Darío (a quien 
siempre admiró) y de Julio Herrera y Reissig. Esta obra contiene, además, algún 
augurio de lo que será una constante en su obra: la solidaridad del poeta con los 
sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión contra la 
sociedad. Acusado injustamente de robo e incendio durante una revuelta popular 
(1920), César Vallejo pasó tres meses y medio en la cárcel, durante los cuales 
escribió otra de sus obras maestras, Trilce (1922), un poemario vanguardista que 
supone la ruptura definitiva con el Modernismo. 
 
En 1923, tras publicar las estampas y cuentos de Escalas melografiadas y la 
novela corta Fabla salvaje, César Vallejo marchó a París, donde conoció a Juan 
Gris y Vicente Huidobro, y fundó la revista Favorables París Poema (1926). En 
1928 y 1929 visitó Moscú y conoció a Vladimir Maiakovski, y en 1930 viajó a 
España, donde apareció la segunda edición de Trilce. De 1931, año de un nuevo 
viaje a Rusia, son El tungsteno, novela social que denuncia la explotación minera 
de los indígenas peruanos, y Paco Yunque, cuento protagonizado por el niño del 
título, que padece los abusos de un alumno rico tras su ingreso en la escuela. 
 
En 1932 escribió la obra de teatro Lock-out y se afilió al Partido Comunista 
Español. Ese mismo año regresó a París, donde vivió en la clandestinidad, y 
donde, tras estallar la guerra civil española, reunió fondos para la causa 
republicana. 
 
Entre sus otros escritos destaca la obra de teatro Moscú contra Moscú, titulada 
posteriormente Entre las dos orillas corre el río. Póstumamente 
aparecieron Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz (1939), 
conmovedora visión de la guerra de España y expresión de su madurez 
poética. Contra el secreto profesional y El arte y la revolución, escritos en 1930-
1932, aparecieron en 1973. 
 
CONTEXTO HISTORICO – LITERARIO 
 
La trayectoria poética de Vallejo, evoluciona en el devenir de la lírica hispana, del 
Modernismo a las vanguardias y hacia una poesía humana y comprometida. Su 
quehacer poético se caracteriza por una permanente inquietud renovadora y una 
firme independencia en medio de las influencias del momento. Ideológicamente 
conservó dentro del marxismo una postura muy personal, compatible con sus 
preocupaciones religiosas y estéticas; rechazó el dogmatismo y la reducción de la 
literatura a finalidades proselitistas, viendo en el ideario marxista una senda de 
justicia y liberación del hombre, pero nunca una solución a las grandes 
cuestiones metafísicas. 
 
Más decisiva para la configuración de su obra resulta su singular personalidad, 
dominada por un rasgo sumamente relevante: su acentuada sensibilidad ante el 
dolor, propio y de los demás. Si bien debe aún bastante al Modernismo, Los 
heraldos negros (1919) se inserta ya en la superación de aquel movimiento, el 
 
 
2 
estilo tiende hacia un lenguaje más sencillo, a menudo conversacional o incluso 
coloquial, y siempre hondísimo. Por su temática, parte de sus composiciones 
arraiga en la realidad americana, sentida desde su sangre indígena; pero junto a 
ello conviven otros muchos poemas dedicados a las realidades inmediatas: su 
casa, su familia... 
 
Con Aldeana, el poema más antiguo de Los heraldos negros y que según Antenor 
Orrego director de La Reforma, amigo íntimo de Vallejo, “llamado a ser el primer 
critico comprensivo de su obra”; sería, con el que el poeta comenzaba a 
abandonar la imitación de otros modelos para emprender la búsqueda de la 
propia expresión; “dulce yaraví de una guitarra”, “la triste voz de un indio” “los 
llantos de quenas tímidos inciertos” … Coyné advierte que aunque la originalidad 
no es mucha, confieren al poema “un acento de todas maneras vallejiano”. 
 
Una profunda tristeza empaña muchas de sus composiciones, desde el inicio de 
la obra, con el poema que da título al libro, "Los heraldos negros". El alejamiento 
del Modernismo en ésta y en otras composiciones es patente. Frente a la belleza 
y perfección formal y la sensualidad y colorido de la imaginería modernista, se 
adopta un discurso casi coloquial, todo él emoción y desgarrada incertidumbre: 
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!". En lo que casi parece desnuda 
prosa se engarzan unas pocas imágenes de ascendencia religiosa: las duras 
experiencias por las que todo ser humano acaba pasando alguna vez son "Golpes 
como del odio de Dios"; tales golpes son como "los heraldos negros que nos manda 
la Muerte", y dejan marcado al hombre, "¡Pobre... pobre!", que al final "vuelve los 
ojos, y todo lo vivido / se empoza, como charco de culpa, en la mirada”. 
 
Más radical es la novedad de su segundo libro: Trilce (1922), uno de los títulos 
claves de la poesía de vanguardia. Vallejo adopta el verso libre y rompe 
violentamente con las formas tradicionales, con la lógica, con la sintaxis; crea 
incluso palabras nuevas, como la que da título a la obra. Algunos poemas son 
experimentos difícilmente comprensibles, pero en otros tal extremismo verbal se 
halla al servicio del choque emotivo. Es el caso de aquellas composiciones que 
sirven de vehículo a un recuerdo infantil o a un sentir amoroso; también hay 
partes de emoción: la pasión erótica, la angustia de la cárcel, la opresión del paso 
del tiempo o la muerte. Juzgada actualmente como una de las mejores 
realizaciones del vanguardismo literario, la obra tardaría algunos años en ser 
comprendida; en 1930 fue de nuevo publicada en España con un prólogo 
entusiasta de José Bergamín. 
 
Entretanto, Vallejo había iniciado un nuevo libro de poemas que se publicaría 
tras su muerte, en 1939: Poemas humanos. Es su obra cumbre, y uno de los 
libros más impresionantes jamás escritos sobre el dolor humano. Vallejo 
trasciende lo personal para cantar temas generales, colectivos, reuniendo la 
intimidad lírica con la conciencia común, en una actitud de unión con el resto de 
los hombres y el mundo. El dolor sigue siendo el centro de su poesía, pero ahora, 
junto a sus torturadas confesiones, hallamos el testimonio constante de los 
sufrimientos de los demás; la concienciadel dolor humano desemboca en un 
sentimiento de solidaridad, y la inquietud social inspira la mayor parte de sus 
versos. 
 
Pero su vigilante conciencia artística le impide caer en la facilidad. El lenguaje 
del libro sigue siendo audaz (aunque menos que en Trilce): perviven las 
distorsiones sintácticas, las imágenes insólitas y la combinación incoherente (en 
apariencia) de frases heterogéneas. Ello no impide percibir con inusitada 
intensidad el sentido global de cada poema. A ello contribuye, por otra parte, el 
constante empleo de un registro coloquial, aunque sabiamente elaborado y 
magistralmente combinado con las expresiones ilógicas y metafóricas. 
 
Sin entregarse a radicales experimentaciones lingüísticas, Vallejo introduce una 
tonalidad nueva y original en su estilo: el ritmo y la organización de los materiales 
del poema pasan a un primer plano; sus composiciones se hacen más largas, más 
ricas en visualidad, y adoptan en ocasiones una irónica amplitud casi retórica. 
Sirva de ejemplo el poema que empieza "Considerando en frío, imparcialmente": 
la composición se construye sobre el esquema de una fría sentencia judicial que 
pretende examinar la condición humana de manera objetiva, llegando a afirmar 
que el hombre "me es, en suma, indiferente". 
 
Durante la guerra civil española, Vallejo compuso España, aparta de mí este 
cáliz, que se publicó junto a Poemas humanos. Es un magno poemario en que 
Vallejo canta al pueblo en lucha, a las tierras recorridas por la contienda, y en 
que da salida a su amor por España y a su esperanza; al absurdo de la guerra y 
la deshumanización del mundo moderno opone una vívida fraternidad. Su altura 
poética no es menor que la de Poemas humanos. Su visión de la guerra española, 
en que la ideología política desaparece tras la inmediatez del sentir, no carece en 
ciertos momentos de un profetismo cósmico afín al de Walt Whitman. 
Pero incluso esta grandeza de voz vaticinadora cede a la habitual preponderancia 
de la pura experiencia inmediata, como en el poema dedicado a la muerte del 
camarada Pedro Rojas, a quien le encontraron "en la chaqueta una cuchara 
muerta". 
 
 
3 
BIBLIOGRAFÍA: 
Poemarios: 
Los heraldos negros (1919) 
 
Trilce (1922) 
Poemas humanos (1939) 
España, aparta de mí este cáliz (1939) 
Cuentos: 
Escalas melografiadas (1923) 
Paco Yunque (1931) 
Novelas: 
 
Fabla salvaje (1923) 
El Tungsteno (1931) 
Ensayo: 
Rusia en 1931 (1931) 
 
LA CENA MISERABLE (Los heraldos negros) 
 
Hasta cuándo estaremos esperando lo que 
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos 
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo 
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos. 
Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones 
por haber padecido... 
 Ya nos hemos sentado 
mucho a la mesa, con la amargura de un niño 
que a media noche, llora de hambre, desvelado... 
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde 
de una mañana eterna, desayunados todos. 
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde 
yo nunca dije que me trajeran. 
 De codos, 
todo bañado en llanto, repito cabizbajo 
y vencido: hasta cuándo la cena durará. 
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla, 
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara 
de amarga esencia humana, la tumba... 
 Y menos sabe 
ese oscuro hasta cuándo la cena durará! 
APRECIACIÓN CRÍTICA 
 
La temática crística cruza “Los heraldos negros”, de César Vallejo. Muchos de 
los poemas parecen estructurados temáticamente desde un profundo desamparo 
existencial cuya vértebra intertextual bien pudiera ser “Padre, por qué me has 
abandonado”. En “La cena miserable”, Vallejo aprovecha la anécdota límite de la 
última cena, en la que Cristo, consciente ya de su final, se prepara a sí mismo y 
a sus discípulos para su muerte. En un último momento de comunión, Cristo da 
a comer su cuerpo y su sangre a todos los comensales. En este poema, Vallejo 
parece sumar a la última cena algunos motivos de esa otra última cena que fue 
la crucifixión, en la que Cristo vio, en efecto, su carne mordida y su sangre 
escanciada de su costado, bebida por la tierra. 
“La cena miserable” se compone de una sucesión de preguntas retóricas, o 
variantes de la misma pregunta. El recurso de la pregunta retórica se caracteriza 
por no implicar un interlocutor, sino que suele llamar la atención sobre sí mismo 
como estructura que no busca quién responda, por lo que la contestación implica 
un desplazamiento del sentido, y una invitación al lector a fijarse en esa condición 
de boomerang que no lo toca sino para hacerle repetir la pregunta como si fuera 
la respuesta. La pregunta retórica crea una comunión en la incertidumbre, un 
acuerdo tácito e inmediato en cuanto a aquéllo sobre lo cual hay que dudar, abre 
el círculo del “nosotros” para incluir a los otros en la cacería de un sentido 
inasible. En la pregunta retórica no hay un “tú” que cierre el círculo de la 
comunicación, sino que el “tú” es llamado a devolver la misma pregunta, a 
reiterarla. 
 
En “La cena miserable” –en clara antítesis con la última cena de Jesús con sus 
discípulos– el leitmotiv es el hambre en sentido simbólico, ya anticipado en el 
título. Vallejo crea una tensión entre la realidad de la existencia, entendida como 
sufrimiento, carencia de ser y sentimiento de orfandad, y la incertidumbre acerca 
de las promesas de vida eterna que ofrece la religión: “Y cuándo nos veremos con 
los demás, al borde/ de una mañana eterna, desayunados todos./ Hasta cuándo 
este valle de lágrimas, a donde/ yo nunca dije que me trajeran./ De codos/ todo 
bañado en llanto, repito cabizbajo/ y vencido: hasta cuándo la cena durará” . El 
poema pone de relieve que la carencia no es individual sino colectiva. 
 
No debe parecer raro, por lo tanto, que esta concepción del sufrimiento humano 
impulsase a Vallejo, años más tarde, a convertirse en un poeta profundamente 
social identificado con la causa de los pobres: “hasta cuando este valle de 
lágrimas a donde yo nunca dije que me trajeran”, “Dar pedacitos de pan fresco a 
todos”, “saquear a los ricos sus viñedos”. 
 
 
4 
 
Referentes: https://bodegonconteclado.wordpress.com/2013/01/23/la-cena-
miserable-cesar-vallejo-al-limite/ 
Oviedo, José M. 1964. Cesar Vallejo. Biblioteca Hombres del Perú, Primera 
edición, Lima. 
 
— Vamos a ver, usted, Paco Yunque –dijo el profesor– ¿Qué pasa con el pez, si se 
le saca del agua? 
Paco Yunque, medio llorando todavía por el jalón de los pelos que le dio Grieve, 
repitió de una tirada lo que dijo el profesor: 
— Los peces mueren fuera del agua porque les falta aire. 
— ¡Eso es! –decía el profesor–. Muy bien. Volvió a escribir en la pizarra. 
 
JOSÉ MARÍA EGUREN 
 
José María Eguren Rodríguez (Lima, 8 
de julio de 1874- Lima, 19 de abril de 
1942) fue poeta, escritor, pintor y 
fotógrafo. 
Junto con César Vallejo, es la más 
destacada figura de la lírica peruana del 
siglo XX. Toda su vida se desarrolló entre 
la capital y algunas haciendas aledañas. A 
partir de 1897 estableció su hogar en el 
balneario de Barranco. Entre 1931 y 1940 
trabajó en la biblioteca del Ministerio de 
Educación Pública. Eguren gustaba de 
caminar a campo traviesa, observando los 
insectos y las aves, trazando apuntes para 
sus óleos y acuarelas, o echando mano a 
una cámara de su invención que tomaba 
fotos ovaladas de tamaño diminuto (poco 
más de un centímetro). 
 
Sus acuarelas revelan la influencia de los impresionistas franceses y los 
prerrafaelitas ingleses. Aunque no se dedicó a la música, ésta fue muy importante 
como referente cultural. Siguiendo la estela de los simbolistas franceses, escribió 
que «la música es la más metafísica, la menos pesada, de las artes». En su obra 
aparecen timbales, violines, pianos, acordeones, flautas, tambores; algunos de 
sus poemas se titularon Lied, en referencia a las piezas de Robert Schumann, y 
sus compositores preferidos(Beethoven o Mendelssohn). 
 
En marzo de 1918, César Vallejo le hizo una célebre entrevista, como 
corresponsal del semanario trujillano La Semana, en la que Eguren dice al inicio, 
entre otras cosas: 
 
¡Oh, cuánto hay que luchar; cuánto se me ha combatido! Al iniciarme, amigos de 
alguna autoridad en estas cosas, me desalentaban siempre. Y yo, como usted 
comprende, al fin empezaba a creer que me estaba equivocando. Sólo, algún tiempo 
después, celebró González Prada mi verso. 
https://bodegonconteclado.wordpress.com/2013/01/23/la-cena-miserable-cesar-vallejo-al-limite/
https://bodegonconteclado.wordpress.com/2013/01/23/la-cena-miserable-cesar-vallejo-al-limite/
https://es.wikipedia.org/wiki/Lima
https://es.wikipedia.org/wiki/8_de_julio
https://es.wikipedia.org/wiki/8_de_julio
https://es.wikipedia.org/wiki/1874
https://es.wikipedia.org/wiki/Lima
https://es.wikipedia.org/wiki/19_de_abril
https://es.wikipedia.org/wiki/1942
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/vallejo.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/schumann.htm
https://www.biografiasyvidas.com/monografia/beethoven/
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mendelssohn.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Vallejo
https://es.wikipedia.org/wiki/Trujillo_(Per%C3%BA)
 
 
5 
Tuvo una existencia muy retraída, consagrada a sus vivencias íntimas y 
creaciones poéticas, sin comprometerse con las contingencias sociales, políticas, 
ideológicas de su tiempo. Su primer libro, Simbólicas, es recibido con "desgano 
y hasta con desdén" por la crítica "oficial". Solo a partir de 1920 se le reconoce y 
exalta su valor, con los homenajes de las revistas "Colónida" de Valdelomar y 
"Amauta" de Mariátegui 
 
A pesar de su voluntario apartamiento de la vida pública, gozó de la admiración 
y afecto de hombres de la talla de Manuel González Prada, Abraham 
Valdelomar y José Carlos Mariátegui, entre otros. 
 
Ellos lo instaron a publicar sus poemas, considerados como la muestra más 
honda y depurada de la estética simbolista en lengua española. Pese a pertenecer 
cronológicamente a la generación modernista de José Santos Chocano, la 
aparición del poemario Simbólicas (1911) de Eguren es tomada como un hito en 
la superación del modernismo, ya que actúa como la fundación de la poesía 
contemporánea del Perú, instaurando una tradición todavía viva y vigente en la 
actualidad. 
 
A este primer libro le siguieron La canción de las figuras (1916) y otras dos 
colecciones de poemas, Sombra y Rondinelas, que fueron publicadas por vez 
primera en Poesías (1929). 
 
Desde temprano, Eguren colabora con poemas en las revistas de la época: en 
1899 publica, por consejo de su amigo José Santos Chocano, sus primeros 
poemas en las revistas Lima Ilustrada y Principios. 
 
En 1911, animado por sus amigos los poetas Enrique Bustamante y Ballivián, 
Julio A. Hernández, y con el entusiasmo del maestro Manuel González Prada, 
Eguren publica su primer libro capital Simbólicas, que significó el nacimiento de 
la poesía peruana contemporánea. 
 
Hacia 1930, Eguren empezó a escribir breves piezas en prosa, los 
llamados Motivos estéticos, de intención poética y filosófica; estos «motivos», 
aparecidos en diversas revistas durante la década de los treinta, fueron recogidos 
póstumamente en un volumen, en 1959. 
 
En junio de 1941, por comunicación de José de la Riva Agüero, Eguren fue elegido 
tardíamente como miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Sin embargo, 
debido a su precaria salud, no pudo leer su discurso de aceptación ni ejercer el 
cargo. 
 
CARACTERÍSTICA DE SU OBRA 
 
José Carlos Mariátegui en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad 
peruana (1928), y Jorge Basadre en su libro Equivocaciones (1928), supieron 
ver la entraña simbolista, el manejo maestro del verso que tenía Eguren. 
 
Su inspiración más profunda tiene una fuente personal. Los temas de que habla 
en su poesía provienen del mundo del ensueño, de la duermevela, del país 
maravilloso y a veces terrible del inconsciente, de las alucinaciones personales, 
de la fina garúa limeña. Y ese mundo aparentemente nada tenía que ver con lo 
que ocurría en el Perú que le tocó vivir y poco tiene que ver, también 
aparentemente, con el Perú de nuestros días. 
 
Ya entonces, Eguren parecía un hombre de otra época. Sin embargo, Eguren 
expresaba y expresa una difícil contemporaneidad, una secreta concordancia con 
una aspiración sempiterna de los hombres: dar libre curso a los sueños. En su 
época tuvo una asombrosa similitud, que nadie ha subrayado hasta ahora, con 
el psicoanálisis y una coincidencia con una aspiración de la literatura de todos 
los tiempos: ampliar el campo de la realidad. 
 
Freud fue un pionero de la modernidad. Pone entre paréntesis los conocimientos 
más sólidos y propicia aquello que se ha llamado un realismo sin fronteras, 
subrayó la importancia de la vida inconsciente. De parecida manera, en el campo 
literario Eguren nos dijo, nos está diciendo todavía, que la realidad no es, no 
puede ser solo aquella que describían los versos de Chocano; la realidad era – y 
es también- la sonámbula, la fantasmagórica, la evanescente del mundo de los 
sueños. 
 
Eguren cultivó sus versos de manera esmerada, con un gran conocimiento de los 
recursos técnicos (distribución de acentos, aliteraciones, conteo de sílabas, 
rimas, versos blancos), con una maestría inigualable en el siglo XX. 
Naturalmente, no es este dominio formal el que convierte a Eguren en un gran 
poeta. Él lo es porque cumple una vieja ley de la poesía de todos los tiempos: su 
poesía; musical en el mejor sentido del término, tiene un tema central rítmico y 
numerosas variaciones que van acomodando su armonía a una polisemia de 
resonancias muy variadas. Es concentración. Dice más con menos palabras. 
 
https://www.monografias.com/trabajos10/poli/poli.shtml
https://www.monografias.com/trabajos901/praxis-critica-tesis-doctoral-marx/praxis-critica-tesis-doctoral-marx.shtml
https://www.monografias.com/trabajos14/nuevmicro/nuevmicro.shtml
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/gonzalez.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/valdelomar.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/valdelomar.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mariategui.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/chocano.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Santos_Chocano
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Gonz%C3%A1lez_Prada
https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_del_Per%C3%BA#Siglo_XX
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_la_Riva_Ag%C3%BCero_y_Osma
https://es.wikipedia.org/wiki/Academia_Peruana_de_la_Lengua
 
 
6 
Eguren es silencio, es palabra que nos lleva a “la niña de la lámpara azul”, a los 
“reyes rojos” que “batallan en lejanías de oro azulinas”, es adormido cielo, luz 
cadmio; es, o parece ser, el pasado remoto. Eguren marca, a principios del siglo 
XX, una manera de escribir asordinada que iba contra la corriente, contra todo 
lo que es estridencia, patetismo vacuo. Eguren fue el no Chocano, la no 
estridencia, la separación, la distancia. El Perú, que casi no tuvo poesía de 
calidad en el siglo XIX -salvo González Prada, verdadero fundador de la poesía 
contemporánea en nuestro país tuvo en Eguren a un abanderado de los valores 
eternos de la lírica. 
 
Clasificar literariamente a Eguren siempre ha sido difícil. Algunos como Pere 
Gimferrer lo consideran modernista y es con ese calificativo que aparee en la 
mayor parte de las antologías. Luis Monguió lo incluyo entre los posmodernistas 
y se han perdido en el tiempo aquellas opiniones que lo calificaron de infantil. 
Nuestros modernistas clásicos tuvieron algo del empaque parnasiano, ese 
carácter enfático de los poemas de Chocano que está muy alejado de la 
sensibilidad de Eguren. De otro lado, Eguren no comparte con Valdelomar, otro 
escritor característico de la época, las referencias especificas a hechoscallejeros 
o a otros lugares del Perú. Eguren es un simbolista y es hora de considerarlo 
como tal de manera clara, como lo hace James Higgins, aunque en ningún país 
de Hispanoamérica surgió ese movimiento. Eguren es un poeta simbolista, lo ha 
dicho Higgins, porque no describe directamente sus ideas y emociones mediante 
comparaciones explicitas, sino sugiriendo lo que son esas ideas y emociones, 
recreándolas en la mente del lector mediante símbolos inexplicados. 
 
En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de significaciones, liberando 
al poema de toda connotación objetiva. Su trabajo tiene gran importancia, ya que 
se considera como el que inaugura la poesía contemporánea en el Perú. 
A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos para la iniciación de la 
tradición de la poesía moderna peruana, la que después se consolidaría 
mundialmente con la presencia e influencia que ejerce la profunda e intensa 
poesía de César Vallejo. Mariátegui dijo de Eguren que "representa en nuestra 
historia literaria la poesía pura". 
 
 Su poesía está desligada de la realidad. 
 Según Mariátegui, "representa en nuestra literatura a la poesía pura; porque 
su poesía no tiene máculas ideológicas, morales, religiosas o costumbristas 
e ignora lo erótico y lo civil". 
 Con Simbólicas (1911), su primer libro de poesía, inaugura la poesía 
contemporánea del Perú: "Deja atrás a los melifluos versos románticos y el 
sonsonete clarinesco del Modernismo". 
 Eligió un vocablo preciso y sugerente, lirismo profundo, lenguaje musical, 
ensueños, visiones infantiles y alucinatorias. Pero la característica principal 
(de Simbólicas) la constituye su mundo medieval visto a través de lo gótico. 
 
Eguren sostenía la idea de las “correspondencias” entre el mundo sensible y el 
espiritual, incluso mediante recursos como la cinestesia, que no es sino la 
conciencia máxima del cuerpo. 
El mundo poético de Eguren se asemeja a un sueño infantil poblado de elfos, 
damas del bosque, reyes similares a los que creó el delirante arquitecto Antonio 
Gaudí en Barcelona, princesas, imágenes estáticas de objetos profundamente 
simbólicos. 
 
Pero la digresión que representó Eguren para esa tendencia produjo que el 
Amauta hiciera una observación que pone de relieve la ubicuidad del poeta: 
“Eguren, en el Perú, no comprende ni conoce al pueblo. Ignora al indio, lejano de 
su historia y extraño a su enigma. 
 
Es demasiado occidental y extranjero espiritualmente para asimilar el 
orientalismo indígena. Pero igualmente, Eguren no comprende ni conoce tampoco 
la civilización capitalista, burguesa, occidental. Entre los mundos reales, prefirió 
el que amplió a la medida de su poesía. 
 
ANTECEDENTES 
 
Frente a lo decorativo del Modernismo se fueron levantando voces intelectuales, 
que pedían a los creadores de poesía se alejaran de las formas y del lenguaje no 
"acordes con el ritmo" de la "vida profunda" y que, más bien, adornan 
"intensamente la vida". 
 
El simbolismo es una corriente literaria iniciada en Francia con Verlaine, 
Mallarmé y Rimbaud. Tiene como característica principal un acercamiento a 
la música y a la pintura. Verlaine dijo que su poesía era del matiz y no del color. 
En el Perú, el más claro representante del simbolismo es José María Eguren, 
quien tiene una poesía llena de color y sutileza. Puede decirse que Ventura García 
Calderón es un representante del posmodernismo en prosa por lo preciso de sus 
palabras y por la elección de temas propios de la vida peruana. También al 
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Vallejo
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Carlos_Mari%C3%A1tegui
https://www.monografias.com/trabajos4/revolfrancesa/revolfrancesa.shtml
https://www.monografias.com/Arte_y_Cultura/Musica/
https://www.monografias.com/trabajos13/histarte/histarte.shtml
https://www.monografias.com/trabajos5/colarq/colarq.shtml
https://www.monografias.com/trabajos55/jose-maria-eguren/jose-maria-eguren.shtml
 
 
7 
primer libro de César Vallejo, Los heraldos negros de 1919 puede considerársele 
como un texto posmodernista pues aúna un gran dominio formal, propio del 
modernismo con una elección temática original, propia de la vida del Perú. 
 
BIBLIOGRAFÍA 
Simbólicas (1911) 
 Lied I 
 Lied III 
 ¡Sayonara! 
 Los reyes rojos 
 El duque 
 Las bodas vienesas 
 Marcha fúnebre de una Marionnette 
 El dominó 
 
La canción de las figuras (1916) 
 La niña de la lámpara azul 
 El caballo 
 Peregrín, cazador de figuras 
 Nocturno 
 Lied V 
 Los ángeles tranquilos 
 
Sombras (1929) 
 La danza clara 
 El bote viejo 
 La Pensativa 
 El andarín de la noche 
 
Rondinelas, en Poesías (1929) 
 Favila 
 Canción cubista 
 La canción del regreso 
 La muerte de marfil 
 
Poesías completas y prosas selectas (1970) 
Antología poética (1972) 
Obra poética completa (1974) 
Blasón 
Los robles 
Y su única obra escrita en prosa: Motivos estéticos Recopilación de sus ensayos, 
(1959) 
 
LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL 
 
En el pasadizo nebuloso 
cual mágico sueño de Estambul, 
su perfil presenta destelloso 
la niña de la lámpara azul. 
 
Ágil y risueña se insinúa, 
y su llama seductora brilla, 
tiembla en su cabello la garúa 
de la playa de la maravilla. 
 
Con voz infantil y melodiosa 
el fresco aroma de abedul, 
habla de una vida milagrosa 
la niña de la lámpara azul. 
 
Con cálidos ojos de dulzura 
y besos de amor matutino, 
me ofrece la bella criatura 
un mágico y celeste camino. 
 
De encantación en un derroche, 
hiende leda, vaporoso tul; 
 
y me guía a través de la noche 
la niña de la lámpara azul. 
 
Del libro La canción de las figuras (1916) 
 
 
 
https://www.monografias.com/trabajos13/librylec/librylec.shtml
https://www.monografias.com/trabajos13/libapren/libapren.shtml
https://www.monografias.com/trabajos7/doin/doin.shtml
https://www.monografias.com/trabajos31/angeles/angeles.shtml
https://www.monografias.com/trabajos12/inmgmusi/inmgmusi.shtml
https://www.monografias.com/trabajos11/tralengu/tralengu.shtml
https://www.monografias.com/trabajos15/tanatologia/tanatologia.shtml
https://www.monografias.com/trabajos13/libapren/libapren2.shtml#TRECE
https://www.monografias.com/trabajos16/filosofia-del-amor/filosofia-del-amor.shtml
 
 
8 
 
APRECIACIÓN CRÍTICA 
 
Se dice que Eguren es el poeta de la infancia, de los niños. Su poesía es un mundo 
de maravilla, de fábula, de leyenda, con personajes de fantasía. La obra poética 
de José María Eguren refleja su búsqueda de trascendencia y su nostalgia de 
mundos perdidos o extraños. El poeta enriqueció el lenguaje con regionalismos, 
arcaísmos, neologismos y palabras inventadas; en sus últimas poesías se 
inscribió en el mundo de las vanguardias europeas en lo referente al uso de la 
metáfora y la imaginería del sueño. 
 
La poesía que escribió Eguren, combina de manera original tres modalidades 
poéticas: 
 
 Modernismo 
 Simbolismo 
 Purismo 
 
Del primero toma el gusto por la palabra como medio de expresión artística 
(plástica, pictórica, musical); del segundo, el uso de la alegoría o símbolos para 
exteriorizar su emoción poética; del tercero, su tendencia a hacer poesía desligada 
de las circunstancias y contingencias de su ambiente y época. 
- 
- 
 FUENTE: POESÍAS COMPLETAS DE JOSÉ MARÍA EGUREN 
GRUPO EDITORIAL PEISA S.A.C. 2014 
 Documental: Sucedió en el Perú, José María Eguren. TV Perú. 
Conducido por Norma Martínez- 2014 
 
 
https://www.monografias.com/trabajos901/praxis-critica-tesis-doctoral-marx/praxis-critica-tesis-doctoral-marx.shtml
https://www.monografias.com/trabajos16/comportamiento-humano/comportamiento-humano.shtml#infanc
https://www.monografias.com/trabajos16/espacio-tiempo/espacio-tiempo.shtml
https://www.monografias.com/trabajos36/signos-simbolos/signos-simbolos.shtml
https://www.monografias.com/trabajos15/medio-ambiente-venezuela/medio-ambiente-venezuela.shtml9 
 
AUTORES NARRATIVOS 
 
ABRAHAM VALDELOMAR PINTO 
 
 
Ica, 1888 - Ayacucho, 1919. Hijo de 
Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de 
Carolina Pinto, Abraham 
Valdelomar siguió sus estudios 
primarios en la ciudad de Pisco y en 
la Escuela Municipal Nº 3 de 
Chincha, y los secundarios en el 
Colegio Nacional de Nuestra Señora 
de Guadalupe de Lima (1900-1904), 
donde fundó la revista La Idea 
Guadalupana (1903) junto con su 
compañero Manuel A. Bedoya, que 
daría inicio a su carrera de escritor. 
En 1905 ingresó en la Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos, 
pero dejó las clases al año siguiente 
para emplearse como dibujante en las revistas Aplausos y silbidos, Monos y 
Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde también trabajó como director 
artístico. 
 
En 1909 publicó sus primeros versos (en la línea del todavía triunfante 
modernismo) en la revista Contemporáneos, y al año siguiente decidió reanudar 
sus estudios; la universidad, sin embargo, nunca llegó a interesarle mucho, y en 
1913 terminó por abandonarla definitivamente. 
 
En 1910, a raíz de un conflicto con Ecuador, Abraham Valdelomar sentó plaza de 
soldado como integrante del Batallón Universitario, formado por estudiantes de 
San Marcos. 
 
Durante el acuartelamiento escribió una serie de crónicas bajo el título "Con la 
argelina al viento", que fueron publicadas en El Diario y La Opinión Nacional de 
Lima entre abril y junio de 1910, y que le valieron un premio por parte del 
Municipio de Lima; posteriormente viajó con una delegación universitaria al sur 
del país, visitando Arequipa, Cuzco y Puno. El mismo año de 1910 aparecieron 
publicados los primeros cuentos de Valdelomar en las revistas Variedades e 
Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron por entregas en las mismas 
revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La ciudad muerta (en las que 
se manifiesta la influencia del escritor italiano Gabriele D'Annunzio), iniciando 
también su colaboración con el diario La Prensa de la capital peruana. En 1912 
participó en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst, siendo elegido 
presidente del Centro Universitario billinghurista. Después del triunfo de su 
candidato, Abraham Valdelomar fue nombrado administrador de la Imprenta del 
Estado y director del diario oficial El Peruano (desde octubre de 1912 hasta mayo 
de 1913). 
 
Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo Secretario 
de la Legación del Perú en Italia (12 de mayo de 1913), embarcándose con destino 
a Europa el 30 de mayo. Después de pasar por Panamá, Cuba y Nueva York, llegó 
a Roma el 7 de agosto, asumiendo inmediatamente sus funciones. 
 
Su estancia en para escribir una serie de artículos que, bajo el nombre de 
"Crónicas de Roma", publicó en los diarios limeños La Nación esta ciudad la 
aprovechó (desde noviembre de 1913 hasta enero de 1914) y La Opinión Nacional 
(entre mayo y julio de 1914), pero definitivamente lo más importante de su 
estancia en Italia fue su participación en el concurso literario organizado por La 
Nación, con el cuento "El Caballero Carmelo", que resultó ganador del primer 
premio (3 de enero de 1914). 
 
Tras recibir la noticia del derrocamiento del presidente Billinghurst, el 6 de 
febrero del mismo año renunció a su cargo diplomático y regresó a Lima. 
 
De nuevo en la capital peruana, y luego de una fugaz detención por conspirar 
contra el nuevo gobierno (junio de 1914), comenzó a trabajar como secretario 
personal del polígrafo peruano José de la Riva Agüero (1914-1915). Bajo la 
influencia de Riva Agüero escribió su primer libro, La Mariscala (Lima, 1914), 
biografía novelada de Francisca Zubiaga (1803-35), esposa del presidente Agustín 
Gamarra y figura importante de la política peruana durante algunos años. Para 
entonces Valdelomar ya era un colaborador frecuente de numerosas 
publicaciones limeñas como los diarios El Comercio y La Crónica, y las revistas 
Balnearios, Mundo Limeño y Variedades, en las que publicaba sus poemas, 
cuentos y artículos. 
 
 
 
10 
Sin embargo, su labor como periodista estuvo ligada principalmente al diario La 
Prensa, donde tuvo a cargo la sección "Palabras" desde julio de 1915 hasta su 
alejamiento del diario en 1918. También publicó en La Prensa sus "Crónicas 
frágiles", donde hizo conocido su seudónimo de El Conde de Lemos; y los "Diálogos 
máximos", a manera de conversaciones entre dos personajes, Manlio y Aristipo, a 
través de los cuales descubrimos las personalidades de Valdelomar y del escritor 
José Carlos Mariátegui. En el mismo diario publicó sus crónicas tituladas 
"Impresiones"; la columna "Fuegos fatuos", donde desplegó todo su humorismo e 
ironía; y finalmente sus comentarios sobre la Primera Guerra Mundial, 
aparecidos en 1917 bajo el rótulo de "Al margen del cable". En 1917 ganó el 
concurso organizado por el Círculo de Periodistas del Perú con su artículo 
"Ensayo sobre la psicología del gallinazo". 
 
A su regreso de Europa se había convertido en el líder de un grupo de jóvenes 
escritores, decidió fundar su propia revista literaria para exponer los trabajos que 
sentía acordes con los gustos literarios de la nueva generación que representaba. 
Así, el 15 de enero de 1916 apareció el primer número de Colónida, revista dirigida 
por Valdelomar que, a pesar de su corta duración (sólo se publicaron cuatro 
números, el último en mayo de 1916) tuvo una gran repercusión en el ambiente 
cultural peruano, hasta el punto de que comenzó a hablarse de un "movimiento 
Colónida". Sin embargo, la importancia de esta publicación no puede ser 
magnificada. Se ha sostenido que la revista pretendía ser una bandera de 
revolución estética y un intento de dar a conocer a los nuevos escritores 
provincianos, pero es indudable que sus resultados no fueron siempre los 
deseables. A pesar de todo, habría que reconocerle el mérito de rescatar del olvido 
la figura de José María Eguren (1874-1942), el primer escritor peruano que 
merece con justicia el calificativo de poeta. 
 
El mismo año se publicó el libro Las Voces Múltiples (Lima, 1916), que reunía 
poesías de ocho escritores vinculados a Colónida, entre ellos Valdelomar. El libro 
recoge los poemas "El hermano ausente en la cena de Pascua" y "Tristitia", 
considerados los mejores de su producción poética, donde se describe el ambiente 
familiar y la sensación de ausencia y soledad que embarga al poeta. 
Posteriormente publicó los que serían sus últimos libros: Belmonte, el trágico: 
ensayo de una estética futura a través del arte nuevo (Lima, 1918), sobre la 
filosofía estética del toreo en Juan Belmonte (tema sobre el que confiesa no 
encontrarse versado) su exitoso primer volumen de cuentos bajo el título de El 
Caballero Carmelo (Lima, 1918). 
 
En enero de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó una 
breve colaboración con la revista Sud América. Es entonces cuando el escritor 
decide recorrer el territorio peruano como conferenciante, para lo cual emprendió 
un viaje al norte del país (entre mayo y diciembre de 1918) visitando las ciudades 
de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura, así como diversos pueblos en los cuales 
dio charlas sobre temas estéticos, patrióticos y sociales. Mientras tanto se había 
postulado a la diputación regional de Ica y, al ser elegido para el cargo (24 de 
agosto de 1919), viajó a la ciudad de Ayacucho, sede del Congreso Regional del 
Centro. 
 
El 1º de noviembre de 1919, sufre un accidente mientras participaba en la 
segunda sesión preparatoria del Congreso, a consecuencia del cual murió al cabo 
de dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser embalsamados. 
Póstumamente se publicaron Los hijos del sol (cuentos incaicos), conjunto de 
relatos escritos alrededor del año 1910 e impresos enLima en 1921, y Tríptico 
heroico (Lima, 1921), libro de poemas patrióticos dedicados a los niños de las 
escuelas del Perú. Su obra literaria, formada por los pocos libros que publicó y 
sus trabajos desperdigados en numerosas publicaciones periódicas, ha sido 
objeto de diversas recopilaciones, la última (y también la más completa) con el 
título de Obras completas (dos volúmenes, Lima, 1988). 
 
 CONTEXTO HISTORICO – LITERARIO 
 
Abraham Valdelomar, no cabe duda, que es, el punto de partida de la narrativa 
moderna, la máxima expresión de uno de los momentos literarios más ricos del 
Perú, en el siglo XX. Genial como pocos, cultivó casi todos los géneros literarios, 
destacando –hecho insólito– en todos ellos: Poeta, narrador, dramaturgo, cronista 
y ensayista. Fue llamado El Dandy por su llamativa vestimenta al estilo europeo 
que impresionaban las calles limeñas de su época. En el campo de la prosística, 
Valdelomar abarcó numerosos géneros, pero ha sido en el Cuento donde realizó 
su mejor obra. Su prematura muerte, a los 31 años de edad, truncó una obra 
sumamente valiosa y aun así su legado abrió una luminosa senda para sus 
continuadores. 
 
Dentro del cuento, Valdelomar tentó distintas formas que, siguiendo las 
denominaciones usadas por el mismo autor, podrían clasificarse en cuentos 
criollos, exóticos, incaicos, yanquis, chinos, cinematográficos, fantásticos y 
cuentos humorísticos, siendo los cuentos criollos los que marcaron con mayor 
intensidad y duración el proceso de la narrativa peruana. Los otros, aunque 
valiosos, no lograron independizarse sustancialmente del canon modernista (la 
 
 
11 
corriente literaria vigente entonces), aunque algunos de ellos constituyen unos 
tímidos intentos vanguardistas. Valdelomar publicó la mayoría de sus cuentos en 
revistas y diarios de la época. El primero de ellos fue “El suicidio de Richard 
Tennyson” (1910), “cuento yanqui”, que después volvería a publicarse con el título 
de “El círculo de la muerte”. 
 
En vida Valdelomar publicó solo un libro de cuentos: “El Caballero Carmelo” 
(Lima, 1918), que reúne 16 relatos; se trata de una especie de miscelánea 
cuentística, que abarca desde el costumbrismo hasta lo fantástico y donde 
destacan los llamados “cuentos criollos”, el primero de los cuales da el título a la 
obra y que es con toda seguridad uno de los cuentos más perfectos de toda la 
literatura peruana. Con un lenguaje sencillo, libre del artificio y cultismo extremo 
de la prosa modernista, nos remiten a la infancia del autor transcurrida en la 
aldea de San Andrés (cerca del puerto de Pisco) y nos muestra a un niño 
descubriendo entre asombrado y asustado los misterios de la vida y la muerte, 
del amor y la venganza, la realidad y la fantasía. 
 
Fue en su momento la propuesta de una narrativa localista, provinciana, 
autóctona, en una literatura peruana que hasta entonces había sido muy elitista 
y limeña; además, detalle importante que resaltar, aparece por primera vez el 
niño como protagonista de una narración peruana, que había sido hasta entonces 
muy adulta, así como la evocación de la vida del hogar, llena de un encanto y 
ternura como solo la fina sensibilidad de un escritor como Valdelomar lo podía 
hacer. Con esta obra la literatura peruana ingresa de hecho a la modernidad. 
 
Su personalidad no solo influyo en la actitud espiritual de una generación de 
escritores. Inicio en nuestra literatura una tendencia que luego se ha acentuado. 
Valdelomar, que trajo del extranjero influencias pluricolores e internacionales y 
que, por consiguiente, introdujo en nuestra literatura elementos de 
cosmopolitismo se sintió al mismo tiempo, atraído por el criollismo y el inkaismo. 
En los cuentos de Abraham Valdelomares predomínate el tema familiar, Busco 
sus temas en lo cotidiano y lo humilde. Revivió su infancia en una aldea de 
pescadores. Descubrió inexperto pero clarividente, la cantera de nuestro pasado 
autóctono. 
 
BIBLIOGRAFÍA 
- Cuentos criollos: 
- El caballero Carmelo. Primer premio del concurso literario del diario 
"LaNación" de Lima (1913). 
- Los ojos de Judas 
- El vuelo de los cóndores 
- El buque negro 
- Yerba santa 
- La paraca 
- Hebaristo, el sauce que murió de amor 
- 
- Cuentos exóticos: 
- El palacio de hielo 
- La virgen de cera 
 
- Cuento cinematográfico: 
 
- El beso de Evans 
 
- Cuentos yanquis: 
- El círculo de la muerte, cuya primera versión se titulaba El suicidio de 
Richard Tennyson 
- Tres senas, dos ases 
- Cuentos chinos: 
- Las vísceras del superior 
- El hediondo pozo siniestro 
- El peligro sentimental 
- Los Chin-Fu-Ton 
- Whong-Fau-Sang 
- Cuentos humorísticos: 
- La tragedia en una redoma 
- La historia de una vida documentada y trunca 
- Mi amigo tenía frío y yo tenía un abrigo cáscara de nuez 
- La ciudad sentimental. Un cuento, un perro y un salto 
- Breve historia veraz de un pericote 
- Almas prestadas. Heliodoro, el reloj, mi nuevo amigo 
 
- Cuentos incaicos: 
- Los hermanos Ayar 
- El alma de la quena 
- El alfarero (Sañu-Camayok) 
- El pastor y el rebaño de nieve 
- Los ojos de los reyes” o “Chaymanta Huayñuy (Más allá de la muerte) 
- El camino hacia el Sol 
 
 
12 
- Chaymanta Huayñuy” o "El hombre maldito 
- El cantor errante 
- 
- Cuentos fantásticos: 
- El hipocampo de oro 
- Finis desolatrix veritae 
 
EL CABALLERO CARMELO 
I 
Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos 
aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo 
de paso, pañuelo al cuello que agitaba el viento, sanpedrano pellón de sedosa 
cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa. 
Reconocímosle. Era el hermano mayor, que años corridos, volvía. Salimos 
atropelladamente gritando: 
–¡Roberto, Roberto! 
Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y la campanilla enredábanse 
en las columnas como venas en un brazo y descendió en los de todos nosotros. 
¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo 
viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las 
habitaciones rodeados de nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los 
objetos que se habían comprado durante su ausencia, y llegó al jardín. 
–¿Y la higuerilla? –dijo. 
Buscaba entristecido aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. 
Reímos todos: 
–¡Bajo la higuerilla estás!… 
El árbol había crecido y se mecía armoniosamente con la brisa marina. Tocólo mi 
hermano, limpió cariñosamente las hojas que le rebozaban la cara, y luego 
volvimos al comedor. Sobre la mesa estaba la alforja rebosante; sacaba él, uno a 
uno, los objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros. ¡Qué cosas 
tan ricas! ¡Por donde había viajado! Quesos frescos y blancos envueltos por la 
cintura con paja de cebada, de la Quebrada de Humay; chancacas hechas con 
cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados, en sus redondas calabacitas, 
pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, que indicaba la tapa, de 
Chincha Baja; bizcochuelos, en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de 
papas, leves, esponjosos, 
amarillos y dulces; santitos de piedra de Guamanga tallados en la feria serrana; 
cajas de manjar blanco, tejas rellenas y una traba de gallo con los colores blanco 
y rojo. Todos recibíamos el obsequio, y él iba diciendo, al entregárnoslo: 
–Para mamá… para Rosa… para Jesús… para Héctor… 
–¿Y para papá? –le interrogamos cuando terminó. 
–Nada… 
–¿Cómo? ¿Nada para papá? 
Sonrió el amado, llamó al sirviente y le dijo 
–¡El Carmelo! 
 
 
13 
A poco volvió éste con una jaula y sacó de ella un gallo, que, ya libre, estiró sus 
cansados miembros, agitó las alas y cantó estentóreamente: 
–¡Cocorocóooo!… 
–¡Para papá! – dijo mi hermano. 
Así entró en nuestra casa el amigo íntimo de nuestra infancia ya pasada, a quien 
acaecierahistoria digna de relato; cuya memoria perdura aún en nuestro hogar 
como una sombra alada y triste: el Caballero Carmelo. 
 
II 
Amanecía, en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas, en el 
frescor del alba, en el radiante despertar del día, sentíamos los pasos de mi madre 
en el comedor, preparando el café para papá. Marchábase éste a la oficina. 
Despertaba ella a la criada, chirriaba la puerta de la calle con sus mohosos 
goznes; oíase el canto del gallo que era contestado a intervalo por todos los de la 
vecindad; sentíase el ruido del mar, el frescor de la mañana, la alegría sana de la 
vida. Después mi madre venía a nosotros, nos hacía rezar, arrodillados en la 
cama, con nuestras blancas camisas de dormir; vestíanos luego, y, al concluir 
nuestro tocado, se anunciaba a lo lejos la voz del panadero. Llegaba éste a la 
puerta y saludaba. Era un viejo dulce y bueno, y hacía muchos años, al decir de 
mi madre, que llegaba todos los días, a la misma hora, con el pan calientito y 
apetitoso, montado en su burro, detrás de dos capachos de cuero, repletos de 
toda clase de pan: hogazas, pan francés, pan de mantecado, rosquillas… 
Mi madre escogía el que habíamos de tomar y mi hermana Jesús lo recibía en el 
cesto. Marchábase el viejo, y nosotros, dejando la provisión sobre la mesa del 
comedor, cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los animales. 
Cogíamos las mazorcas de apretados dientes, las desgranábamos en un cesto y 
entrábamos al corral donde los animales nos rodeaban. Volaban las palomas, 
picoteábanse las gallinas por el grano, y entre ellas, escabullíanse los conejos. 
Después de su frugal comida, hacían grupo alrededor nuestro. Venía hasta 
nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los pollitos; 
tímidamente ese acercaban los conejos blancos, con sus largas orejas, sus 
redondos ojos brillantes y su boca de niña presumida; los patitos, recién sacados, 
amarillos como yema de huevo, trepaban en un panto de agua; cantaba desde su 
rincón, entrabado, el “Carmelo”, y el pavo, siempre orgulloso, alharaquero y 
antipático, hacía por desdeñarnos, mientras los patos, balanceándose como 
dueñas gordas, hacían, por lo bajo, comentarios, sobre la actitud poco gentil del 
petulante. 
Aquel día, mientras contemplábamos a los discretos animales, escapóse del corral 
“el Pelado”, un pollo sin plumas, que parecía uno de aquellos jóvenes de diecisiete 
años, flacos y golosos. Pero “el Pelado”, a más de eso, era pendenciero y 
escandaloso, y aquel día, mientras la paz era en el corral, y lo otros comían el 
modesto grano, él, en pos de mejores viandas, habíase encaramado en la mesa 
del comedor y rotos varias piezas de nuestra limitada vajilla. 
En el almuerzo tratóse de suprimirlo, y cuando mi padre supo sus fechorías, dijo, 
pausadamente: 
–Nos lo comeremos el domingo… 
Defendiólo mi primer hermano, Anfiloquio, su poseedor, suplicante y lloroso. Dijo 
que era un gallo que haría crías espléndidas. Agregó que desde que había llegado 
el “Carmelo” todos miraban mal al “Pelado”, que antes era la esperanza del corral 
y el único que mantenía la aristocracia de la afición y de la sangre fina. 
–¿Cómo no matan –decía en defensa del gallo– a los patos que no hacen más que 
ensuciar el agua, ni al cabrito que el otro día aplasto a un pollo, ni al puerco que 
todo lo enloda y sólo sabe comer y gritar, ni a las palomas, que traen mala 
suerte?… 
Se adujeron razones. El cabrito era un bello animal, de suave piel, alegre, 
simpático, inquieto, cuyos cuernos apenas apuntaban; además, no estaba 
comprobado que había matado al pollo. El puerco mofletudo había sido criado en 
casa desde pequeño. Y las palomas con sus alas de abanico, eran la nota blanca, 
subíanse a la cornisa conversar en voz baja, hacían sus nidos con amoroso 
cuidado y se sacaban el maíz del buche para darlo a sus polluelos. 
El pobre “Pelado” estaba condenado. Mis hermanos le pidieron que se le 
perdonase, pero las roturas eran valiosas y el infeliz sólo tenía un abogado, mi 
hermano y su señor, de poca influencia. Viendo ya pérdida su defensa y estando 
la audiencia al final, pues iban a partir la sandía, inclinó la cabeza. Dos gruesas 
lágrimas cayeron sobre el plato, como un sacrificio, y un sollozo se ahogó en su 
garganta. Callamos todos. Levantóse mi madre, acercóse al muchacho, lo besó en 
la frente y le dijo: 
– No llores; no nos lo comeremos… 
 
III 
Quien sale de Pisco, de la plazuela sin nombre, salitrosa y tranquila, vecina a la 
Estación y torna por la calle del Castillo, que hacia el sur se alarga, encuentra, al 
terminar, una plazuela pequeña donde quemaban a Judas el Domingo de Pascua 
de Resurrección, desolado lugar en cuya arena verdeguean a trechos las malvas 
silvestres. Al lado del poniente, en vez de casas, extiende el mar su manto verde, 
cuya espuma teje complicados encajes al besar la húmeda orilla. 
Termina en ella el puerto, y, siguiendo hacia el sur, se va, por estrecho y arenoso 
camino, teniendo a diestra el mar y a izquierda mano angostísima faja, ora fértil, 
ora infecunda, pero escarpada siempre, detrás de la cual, a oriente, extiéndese el 
desierto cuya entrada vigilan de trecho en trecho, como centinelas, una que otra 
 
 
14 
palmera desmedrada, alguna higuera nervuda y enana y los toñuces siempre 
coposos y frágiles. Ondea en el terreno la “hierba del alacrán”, verde y jugosa al 
nacer, quebradiza en sus mejores días, y en la vejez, bermeja como sangre de 
buey. En el fondo del desierto, como si temieran su silenciosa aridez, las palmeras 
únense en pequeños grupos, tal como lo hacen los peregrinos al cruzarlo y, ante 
el peligro, los hombres. 
Siguiendo el camino, divísase en la costa, en la borrosa y vibrante vaguedad 
marina, San Andrés de los Pescadores, la aldea de sencillas gentes, que eleva sus 
casuchas entre la rumorosa orilla y el estéril desierto. Allí, las palmeras se 
multiplican y las higueras dan sombra a los hogares, tan plácida y fresca, que 
parece que no fueran malditas del buen Dios, o que su maldición hubiera 
caducado; que bastante castigo recibió la que sostuvo en sus ramas al traidor, y 
todas sus flores dan frutos que al madurar revientan. 
En tan peregrina aldea, de caprichoso plano, levántanse las casuchas de frágil 
caña y estera leve, junto a las palmeras que a la puerta vigilan; limpio y brillante, 
reposando en la arena blanda sus caderas amplias, duerme, a la puerta, el bote 
pescador, con sus velas plegadas, sus remos tendidos como tranquilos brazos 
que descansan, entre los cuales yacen con su muda y simbólica majestad, el 
timón grácil, la calabaza que “achica” el agua mar afuera y las sogas retorcidas 
como serpientes que duermen. Cubre, piadosamente, la pequeña nave, cual 
blanca mantilla, la pescadora red circundada de caireles de liviano corcho. 
En las horas del medio día, cuando el aire en la sombra invita al sueño, junto a 
la nave, teje la red el pescador abuelo; sus toscos dedos añudan el lino que ha de 
enredar al sorprendido pez; raspa la abuela el plateado lomo de los que la víspera 
trajo la nave; saltan al sol, como chispas, las escamas y el perro husmea en los 
despojos. Al lado, en el corral que cercan enormes huesos de ballenas, trepan los 
chiquillos desnudos sobre el asno pensativo, o se tuestan al sol en la orilla; 
mientras, bajo la ramada, el más fuerte pule un remo; la moza, fresca y ágil, saca 
agua del pozuelo y las gaviotas alborozadas recorren la mansión humilde dando 
gritos extraños. 
Junto al bote duerme el hombre de mar, el fuerte mancebo, embriagado por la 
brisa caliente y por la tibia emanación de la arena, su dulce sueño de justo, con 
el pantalón corto, las musculosas pantorrillas cruzadas, y en cuyos duros pies de 
redondos dedos, piérdense, como escamas, las diminutas uñas. La cara tostada 
por el aire y el sol, la boca entreabierta que deja pasar la respiración tranquila,y 
el fuerte pecho desnudo que se levanta rítmicamente, con el ritmo de la Vida, el 
más armonioso que Dios ha puesto sobre el mundo. 
Por las calles no transitan al medio día las personas y nada turba la paz de 
aquella aldea, cuyos habitantes no son más numerosos que los dátiles de sus 
veinte palmeras. Iglesia ni cura habían, en mi tiempo. Las gentes de San Andrés, 
los domingos, al clarear el alba, iban al puerto, con los jumentos cargados de 
corvinas frescas y luego en la capilla, cumplían con Dios. Buenas gentes, de 
dulces rostros, tranquilo mirar, morigeradas y sencillas, indios de la más pura 
cepa, descendientes remotos y ciertos de los hijos del Sol, cruzaban a pie todos 
los caminos, como en la Edad Feliz del Inca, atravesaban en caravana inmensa 
la costa para llegar al templo y oráculo del buen Pachacámac, con la ofrenda en 
la alforja, la pregunta en la memoria y la fe en el sencillo espíritu. 
 
Jamás riña alguna manchó sus claros anales; morales y austeros, labios de 
marido besaron siempre labios de esposa; y el amor, fuente inagotable de odios y 
maldecires, era, entre ellos, tan normal y apacible como el agua de sus pozos. De 
fuertes padres, nacían, sin comadronas, rozagantes muchachos, en cuyos 
miembros la piel hacía gruesas arrugas; aires marinos henchían sus pulmones, 
y crecían sobre la arena caldeada, bajo el sol ubérrimo, hasta que aprendían a 
lanzarse al mar y a manejar los botes de piquete que, zozobrando en las olas, les 
enseñaban a domeñar la marina furia. 
Maltones, musculosos, inocentes y buenos, pasaban su juventud hasta que el 
cura de Pisco unía a las parejas que formaban un nuevo nido, compraban un 
asno y se lanzaban a la felicidad, mientras las tortugas centenarias del hogar 
paterno, veían desenvolverse, impasibles, las horas; filosóficas, cansadas y 
pesimistas, mirando con llorosos ojos desde la playa, el mar, al cual no 
intentaban volver nunca; y al crepúsculo de cada día, lloraban, lloraban, pero 
hundido el sol, metían la cabeza bajo la concha poliédrica y dejaban pasar la vida 
llenas de experiencia, sin fe, lamentándose siempre del perenne mal, pero 
inactivas, inmóviles, infecundas, y solas... 
 
IV 
Esbelto, magro, musculoso y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo 
altísimo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de 
encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico 
agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo de color carmelo 
avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas musulmanas 
defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un armado caballero medieval. 
Una tarde, mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado 
una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de Julio. No había 
podido evitarlo. Le habían dicho que el “Carmelo”, cuyo prestigio era mayor que 
el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestóse mi padre. Cambiáronse frases y 
apuestas; y acepto. Dentro de un mes toparía al Carmelo, con el Ajiseco, de otro 
aficionado, famoso gallo vencedor, como el nuestro, en muchas lides singulares. 
Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El “Carmelo” iría a un combate 
 
 
15 
y a luchar a muerte, cuerpo a cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven. Hacía 
ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros, 
¿por qué aquella crueldad de hacerlo pelear?... 
Llegó el día terrible. Todos en casa estábamos tristes. Un hombre había venido 
seis días seguidos a preparar al “Carmelo”. A nosotros ya no nos permitían ni 
verlo. El día 28 de julio, por la tarde, vino el preparador, y de una caja llena de 
algodones, sacó una media luna de acero con unas pequeñas correas: era la 
navaja, la espada del soldado. El hombre la limpiaba, probándola en la uña, 
delante de mi padre. 
 
A los pocos minutos, en silencio, con una calma trágica, sacaron al gallo, que el 
hombre cargó en sus brazos como a un niño. Un criado llevaba la cuchilla y mis 
dos hermanos lo acompañaron. 
–¡Qué crueldad! – dijo mi madre. 
Lloraban mis hermanas, y la más pequeña, Jesús, me dijo en secreto, antes de 
salir: 
–Oye, anda junto con él… Cuídalo… ¡pobrecito!… 
Llevóse la mano a los ojos, echóse a llorar, y yo salí precipitadamente y hube de 
correr unas cuadras para poder alcanzarlos. 
 
V 
Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas agitaban 
sobre las casas por el día de la Patria, que allí sabían celebrar con una gran 
jugada de gallos a la que solían ir todos los hacendados y ricos hombres del valle. 
En ventorrillos, a cuya entrada había arcos de sauces envueltos en colgaduras, y 
de los cuales prendían alegres quitasueños de cristal, vendían chicha de bonito, 
butifarras, pescado fresco asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El 
pueblo los invadía, parlanchín y endomingado con sus mejores trajes. Los 
hombres de mar lucían camisetas nuevas de horizontales franjas rojas y blancas, 
sombrero de junco, alpargatas y pañuelos añudados al cuello. 
Nos encaminamos a “la cancha”. Una frondosa higuera daba acceso al circo, bajo 
sus ramas enarcadas. Mi padre, rodeado de algunos amigos, se instaló. Al frente 
estaba el juez y a la derecha el dueño del paladín Ajiseco. Sonó una campanilla, 
acomodáronse las gentes y empezó la fiesta. Salieron por lugares opuestos dos 
hombres, llevando cada uno un gallo. Lanzáronlos al ruedo con singular ademán. 
Brillaron las cuchillas, miráronse los adversarios, dos gallos de débil contextura, 
y uno de ellos cantó. Colérico respondió el otro echándose al medio del circo; 
miráronse fijamente; alargaron los cuellos, erizadas las plumas, y se acometieron. 
Hubo ruido de alas, plumas que volaron, gritos de la muchedumbre, y a los pocos 
segundos de jadeante lucha cayó uno de ellos. Su cabecita afilada y roja besó el 
suelo, y la voz del juez: 
– ¡Ha enterrado el pico, señores! 
Batió las alas el vencedor. Aplaudió la multitud enardecida, y ambos gallos, 
sangrando, fueron sacados del ruedo. La primera jornada había terminado. Ahora 
entraba el nuestro: el “Caballero Carmelo”. Un rumor de expectación vibró en el 
circo: 
– ¡El Ajiseco y el Carmelo! 
–¡Cien soles de apuesta!… 
Sonó la campanilla del juez y yo empecé a temblar. 
En medio de la expectación general, salieron los dos hombres, cada uno con su 
gallo. Se hizo un profundo silencio y soltaron a los dos rivales. Nuestro Carmelo, 
al lado del otro, era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo, como 
augurio de que nuestro gallo iba a morir. 
 
No faltó aficionado que anunció el triunfo del Carmelo, pero la mayoría de las 
apuestas favorecía al adversario. Una vez frente al enemigo, el Carmelo empezó a 
picotear, agitó las alas y cantó estentóreamente. El otro, que en verdad parecía 
ser un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan petulantes 
cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño 
de la cancha. Enardeciéronse los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y 
alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. 
El Ajiseco dio la primera embestida; entablóse la lucha; las gentes 
presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba a la Virgen que sacara 
con bien a nuestro viejo paladín. 
Batíase él con todo los aires de un experto luchador, acostumbrando a las artes 
azarosas de la guerra. Cuidaba poner las patas armadas en el enemigo pecho; 
jamás picaba a su adversario –que tal cosa es cobardía–, mientras que éste, 
bravucón y necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza. Jadeantes, 
se detuvieron un segundo. Un hilo de sangre corría por la pierna del Carmelo. 
Estaba herido, mas parecía no darse cuenta de su dolor. Cruzáronse nuevas 
apuestas en favor del Ajiseco, y las gentes felicitaban ya al poseedor del 
menguado. En un nuevo encuentro,el Carmelo cantó, acordóse de sus tiempos y 
acometió con tal furia, que desbarató al otro de un solo impulso. Levantóse éste 
y la lucha fue cruel e indecisa. Por fin, una herida grave hizo caer al Carmelo, 
jadeante… 
–¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! –gritaron sus partidarios, creyendo ganada la prueba. 
Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones, 
dijo: 
–¡Todavía no ha enterrado el pico, señores! 
 
 
16 
En efecto, incorporóse el Carmelo. Su enemigo, como para humillarlo, se acercó 
a él, sin hacerle daño. Nació entonces, en medio del dolor de la caída, todo el 
coraje de los gallos de Caucato. Incorporado el Carmelo, como un soldado herido, 
acometió de frente y definitivo sobre su rival, con una estocada que lo dejó muerto 
en el sitio. Fue entonces cuando el Carmelo, que se desangraba, se dejó caer, 
después que el Ajiseco había enterrado el pico. La jugada estaba ganada y un 
clamoreo incesante se levantó en la cancha. Felicitaron a mi padre por el triunfo, 
y, como esa era la jugada más interesante, se retiraron del circo, mientras 
resonaba un grito entusiasta: 
–¡Viva el Carmelo! 
Yo y mis hermanos lo recibimos y lo condujimos a casa, atravesando por la orilla 
del mar el pesado camino, y soplando aguardiente bajo las alas del triunfador, 
que desfallecía. 
 
VI 
Dos días estuvo el gallo sometido a toda clase de cuidado. Mi hermana Jesús y 
yo, le dábamos maíz, se lo poníamos en el pico; pero el pobrecito no podía comerlo 
ni incorporarse. Una gran tristeza reinaba en la casa. Aquel segundo día, después 
del colegio, cuando fuimos yo y mi hermana a verlo, lo encontramos tan decaído 
que nos hizo llorar. 
 Le dábamos agua con nuestras manos, le acariciábamos, le poníamos en el pico 
rojo granos de granada. De pronto el gallo se incorporó. Caía la tarde, y por la 
ventana del cuarto donde estaba entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse 
a la ventana, miró la luz, agitó débilmente las alas y estuvo largo rato en la 
contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse 
y cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, 
tembló, desplomóse, estiró sus débiles patitas escamosas, y mirándonos, 
mirándonos amoroso, expiró apaciblemente. 
Echamos a llorar. Fuimos en busca de mi madre, y ya no lo vimos más. Sombría 
fue la comida aquella noche. Mi madre no dijo una sola palabra, y bajo la luz 
amarillenta del lamparín, todos nos mirábamos en silencio. Al día siguiente, en 
el alba, en la agonía de las sombras nocturnas, no se oyó su canto alegre. 
Así pasó por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra 
niñez: el Caballero Carmelo, flor y nata de paladines, y último vástago de aquellos 
gallos de sangre y de raza, cuyo prestigio unánime fue el orgullo, por muchos 
años, de todo el verde y fecundo valle de Caucato. 
 
COMENTARIO CRÍTICO DEL CABALLERO CARMELO 
 
La heroica historia del gallo en “El Caballero Carmelo”, forma parte de la vida 
familiar de Valdelomar, El gallo del relato aparece caracterizado como caballero 
medieval, estrategia que permite al autor dotar de dignidad literaria y emotiva 
belleza. La caracterización medieval funciona en el relato en la estructura, 
lenguaje, descripciones e incluso la pelea de gallos evoca la retórica de los libros 
de caballería. El cuento que, como es habitual en Valdelomar, se divide en breves 
fragmentos, comienza con la llegada a casa del hermano mayor, Roberto, después 
de años de ausencia. Junto con los regalos que trae para toda la familia, llega el 
gallo Carmelo y al final se exalta todavía más la retórica de caballerías: “así paso 
por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: El 
caballero Carmelo, flor y nata de paladines y último vástago de aquellos gallos de 
sangre y de raza, cuyo prestigio unánime fue el orgullo, por muchos años, de todo 
el verde y fecundo valle del Caucato”. 
 
Todo el relato está construido en torno a la figura del gallo, de atributos propios 
de los caballeros medievales, el animal aparece descrito con todas las cualidades 
de un caballero y los valores morales que demuestra su último combate 
corresponden a los ideales de honor, valentía y honradez inherentes al paladín 
medieval. Los elementos del paisaje son utilizados a menudo para significar el 
paso del tiempo, así por ejemplo, la higuera simboliza el largo periodo que el 
hermano mayor ha pasado fuera de casa. 
 
La descripción de la muerte del personaje tiene todos los ingredientes de la 
muerte del héroe que sabe llegado su final, y es plasmado con maestría por 
Valdelomar, mediante la técnica impresionista, jugando sobre todo con los colores 
del crepúsculo y del gallo, el mayor atractivo de muchos de los relatos criollos de 
Valdelomar radica en cómo el niño tiene que ir enfrentándose a los miedos y 
decepciones propios de la vida adulta, en este caso, el niño es incapaz de 
comprender los motivos que llevan a que el gallo tenga que pelear. Sabe que un 
vecino ha retado y ofendido a su padre, pero aún así, el narrador nos transmite 
su perplejidad ante la idea de que el gallo “iría a un combate y a luchar a muerte, 
cuerpo a cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven”. Vemos entonces que 
subyace a estos el proceso de pérdida de inocencia y primera confrontación con 
el mundo esencialmente injusto. 
 
 
 
17 
 
MARIO VARGAS LLOSA 
 
Cuando Jorge Mario Pedro Vargas 
Llosa nació, en Arequipa, el 28 de 
marzo de 1936, su padre los había 
abandonado meses después de 
enterarse que Dora, su madre estaba 
embarazada. Al nacer le hicieron creer 
que, Ernesto Vargas Maldonado, su 
padre, había muerto. Casi al año de 
nacido viaja, junto a su madre, tíos y 
abuelo, a Bolivia. Al iniciarse el 
gobierno del presidente José Luis 
Bustamante y Rivero en 1945, su 
abuelo, que era primo hermano del mandatario, obtuvo el cargo 
de prefecto del departamento de Piura, por lo que la familia Vargas Llosa entera 
regresó al Perú. Los tíos de Mario se establecieron en Lima, mientras que Mario 
y su madre siguieron al abuelo a la ciudad de Piura. Allí Mario continuó sus 
estudios de primaria en el Colegio Salesiano Don Bosco, cursando el quinto 
grado. Fue ahí donde hizo amistad con uno de sus compañeros, Javier Silva 
Ruete, quien tiempo después sería ministro de economía. A los diez años aparece 
Ernesto (su padre) y a partir de allí, la vida de Marito empieza a cambiar, al 
terminar sus estudios primarios colabora en los diarios La Crónica y La Industria. 
En 1952 escribe una obra de teatro titulada La huida del Inca, que se estrena en 
un teatro de Lima y con la que gana un concurso en Piura. Aunque algunos 
consideran que empezó en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde empieza 
escribiendo cartas de amor para sus amigos y novelitas rosa. 
 
Posteriormente destaca como escritor, político y periodista peruano. 
 
Aunque al inicio pensaba ser marino, posteriormente se inclina por estudiar 
Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Participó en 
la política universitaria a través de Cahuide, nombre con el que se mantenía vivo 
el Partido Comunista Peruano, entonces perseguido por el gobierno de Odría, 
contra el que Vargas Llosa se opuso a través de los órganos universitarios y en 
fugaces protestas en plazas. Poco tiempo después se distanció del grupo y se 
inscribió en el Partido Demócrata Cristiano de Héctor Cornejo Chávez, 
esperanzado en que esa agrupación lanzaría la candidatura de José Luis 
 
 
18 
Bustamante y Rivero, quien, por aquel entonces, regresaba del exilio. Dicha 
expectativa no se cumplió. 
 
Durante este tiempo, trabajó como asistente del renombrado historiador 
sanmarquino Raúl Porras Barrenechea en una obra que nunca llegó a 
concretarse: varios tomos de una monumental historia de la conquista del Perú. 
 
En 1955, se casó clandestinamentecon su tía política Julia Urquidi (episodio que 
inspira la novela La tía Julia y el escribidor), empieza a colaborar 
profesionalmente en periódicos y revistas, siendo editor de los Cuadernos de 
Composición y la revista Literatura. 
 
En 1958 le conceden la beca de estudios "Javier Prado" en la Universidad 
Complutense de Madrid, donde obtiene el título de Doctor en Filosofía y Letras. 
Un año más tarde se traslada a París, y allí trabaja en diferentes medios hasta 
que logra entrar en la Agencia France Press y, más tarde, en la Radio Televisión 
Francesa, donde conoce a numerosos escritores hispanoamericanos. 
Posteriormente se divorciaría de Julia Urquidi, para casarse con Patricia Llosa. 
En 1959 publica Los jefes, es una colección de seis relatos breves encabezado 
por el que da nombre a la obra. Fue el primer libro que publicó el autor, que por 
entonces tenía 23 años de edad; Fue galardonado en España con el Premio 
Leopoldo Alas (1958). Con esta obra se inició formalmente la narrativa de Vargas 
Llosa, 
 
En 1965 se integra en la revista cubana Casa de las Américas como miembro de 
su consejo de redacción y permanece en ella hasta 1971. En esos años actúa 
varias veces como jurado de los premios Casa de las Américas. Posteriormente 
viaja a Nueva York, invitado al Congreso Mundial del PEN Club, e instala su 
residencia en Londres, donde trabaja como profesor de Literatura 
Hispanoamericana en el Queen Mary College. Durante este periodo trabaja 
además como traductor para la UNESCO en Grecia, junto a Julio Cortázar; hasta 
1974 su vida y la de su familia transcurre en Europa, residiendo en París, Londres 
y Barcelona. 
 
En 1975 inicia una serie de trabajos cinematográficos, y en marzo de ese año es 
elegido Miembro de Número en la Real Academia Peruana de la Lengua. En 1976 
es elegido presidente del PEN Club Internacional, cargo que ocupa hasta 1979. 
En Perú presenta el programa televisivo La Torre de Babel y en 1983 fue 
nombrado por el entonces presidente del Perú, Fernando Belaúnde Terry, al 
frente de la Comisión Investigadora del Caso Uchuraccay, cuya misión era aclarar 
el asesinato de ocho periodistas que habían viajado a la aldea para dilucidar 
anteriores masacres en Huaychao, en las que sospechaban que podían estar 
involucrados elementos de las Fuerzas Armadas. Pese a que la comisión presidida 
por Vargas Llosa exculpaba a los militares, más tarde se demostraría su 
implicación en los asesinatos y algunos, como el general Clemente Noel Morán, 
fueron procesados y condenados a varios años de cárcel. En abril de 1984, el 
presidente Fernando Belaúnde Terry le propuso encabezar el Consejo de 
Ministros, ante lo cual Vargas Llosa en un primer momento aceptó y planeó 
formar un gabinete de consenso, independiente y de absoluta imparcialidad; sin 
embargo, el escritor desistió a hacerse cargo por creer que no era la solución que 
convenía al país en las esas circunstancias. Ante los intentos del 
gobierno aprista de Alan García de nacionalizar la banca peruana, Vargas Llosa 
se perfiló como líder político, encabezando la protesta contra esa acción en 1987. 
Inició su carrera política fundando el movimiento Libertad y se presentó como 
candidato a la presidencia del Perú en 1990. Durante gran parte de la campaña 
electoral, fue el candidato favorito. El súbito crecimiento de la popularidad 
de Alberto Fujimori, quien hasta 15 días antes de la elección aparecía con menos 
del 10% de las preferencias, forzó una segunda vuelta electoral en la cual Vargas 
Llosa fue derrotado y en 1990 regresa a Londres, donde retoma su actividad 
literaria. 
 
En marzo de 1993 obtiene la nacionalidad española, sin renunciar a la peruana. 
Colabora en el diario El País y con la revista cultural Letras Libres, ese mismo año 
publicó El pez en el agua, donde relata sus memorias, trata de una autobiografía 
del escritor. 
 
En 1994 es nombrado miembro de la Real Academia Española y ese mismo año 
gana el Premio Miguel de Cervantes; posteriormente es reconocido doctor honoris 
causa en numerosas universidades. Su obra ha sido traducida a más de 30 
idiomas, por la construcción de sus personajes y obras se le llamó El arquitecto 
de la narrativa urbana. 
 
Ganador del Premio Nobel de Literatura 2010. Otros premios importantes 
recibidos son: el Cervantes (1994) —considerado como el más importante en 
lengua española—, el Premio Leopoldo Alas (1959), el Biblioteca Breve (1962), 
el Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y 
el Planeta (1993), entre otros. Desde 2011 recibe el tratamiento protocolar 
de Ilustrísimo señor al recibir de Juan Carlos I de España el título de Marqués de 
Vargas Llosa. En 2013 le conceden el premio Columnistas de El Mundo, en 
reconocimiento a su faceta periodística. 
https://es.wikipedia.org/wiki/Presidente_del_Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Bela%C3%BAnde_Terry
https://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Uchuraccay
https://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Bela%C3%BAnde_Terry
https://es.wikipedia.org/wiki/Presidente_del_Consejo_de_Ministros_del_Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/Presidente_del_Consejo_de_Ministros_del_Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/APRA
https://es.wikipedia.org/wiki/Alan_Garc%C3%ADa_P%C3%A9rez
https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Fujimori
 
 
19 
CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL Y LITERARIO 
 
En los años 1950, en el Perú, se inicia la modernización de la narrativa peruana 
y nace la conocida Generación del 50, enmarcada políticamente con el golpe del 
General Manuel A. Odría en 1948 y las elecciones de 1950 en las que se auto 
elige Presidente de la República. Durante la década anterior había comenzado un 
movimiento migratorio del campo a la ciudad (preferentemente a la capital), que 
durante los años cincuenta se potencializa al máximo y resulta en la formación 
de barriadas y pueblos jóvenes, la aparición de sujetos marginales y desplazados 
socialmente. Trayendo consigo la modernización de la urbe: mejoramiento de la 
infraestructura de la ciudad. 
 
En este período de vida republicana, las letras y artes estuvieron influidas 
notablemente por las vanguardias europeas; en particular, la literatura, se ligaba 
al llamado modernismo anglosajón de Joyce y en el ambiente norteamericano la 
obra novelística de Faulkner y la Generación Perdida. También influyó 
notablemente la literatura fantástica de Borges y Kafka. Mario Vargas Llosa trajo 
vida al boom junto a Gabriel García Márquez, el Boom latinoamericano se 
caracterizó por tener una técnica novedosa (Abandona la estructura lineal, 
alteran el tiempo cronológico, reemplaza el narrador omnisciente por narradores 
múltiples, entre otras técnicas experimentales) la mayoría siguió como modelo al 
escritor Wlilliam Faulkner que ya empleaba estas técnicas en sus obras. 
 
En el género Narrativo 
 
La generación del cincuenta es un momento en el que la narrativa se vincula de 
sólidamente con el tema del desarrollo urbano y la experiencia de la migración 
andina hacia Lima (un incremento drástico de la población a partir de finales de 
la década del 40). Por estar muy relacionada con el cine neorrealista italiano, 
presenta la realidad de la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales 
y problemáticos. Entre los narradores más representativos resaltan Julio Ramón 
Ribeyro con Los gallinazos sin plumas (1955), Enrique Congrains con el libro de 
cuentos Lima, hora cero (1954) y la novela No una, sino muchas muertes (1957) y 
Luis Loayza. 
 
En el género Lírico 
 
Junto a los narradores, surge un grupo de poetas entre los que destacan 
Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Francisco 
Bendezú, Juan Gonzalo Rose, Pablo Guevara. 
Estos poetas comenzaron a publicar su obra a partir de fines del 40, tal es el caso 
de Romualdo, luego lo harían Rose, Delgado, Bendezú, Belli, Guevara. Además, 
este conjunto se vinculó entre sí

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