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Otro tema de interés ético, sin embargo, ha surgido única- mente como resultado de los adelantos en la biotecnología; por ejemplo, ¿debería permitirse a la gente seleccionar los ge- nomas de sus descendientes, o lo que es más polémico, debe- ría permitírsele que cambien los genomas? El 4 de julio de 1994, una niña en Colorado nació con ane- mia de Fanconi, un trastorno genético que causa no solamen- te anemia, sino también anormalidades esqueléticas, como la carencia de los dedos pulgares. Es mortal si no se recurre a la implantación de médula ósea. Sus padres querían tener otro hijo, uno muy especial. Querían otro descendiente que no tuviera la anemia de Fanconi, por supuesto, pero también deseaban un hijo que pudiera donar médula ósea a su herma- na. Se dirigieron a Yury Verlinsky del Instituto de Genética Reproductiva solicitando ayuda. Verlinsky utilizó los gametos de ambos padres para crear docenas de embriones en culti- vos. Los embriones fueron sometidos a pruebas para detectar el defecto genético y para conocer la compatibilidad de tejido con la hija de la pareja. Verlinsky eligió un embrión con el ge- notipo deseado y lo implantó en el útero materno. Nueve me- ses después, nació el niño. La sangre tomada del cordón umbilical proporcionó células para trasplantarlas en la médu- la ósea de la hermana. En la actualidad ella ya está curada de la falla en la médula ósea, aunque todavía presenta anemia y otros síntomas relacionados. En 2003 los padres tuvieron otra niña, concebida por fertilización in vitro con uno de los em- briones saludables restantes. ¿Fue esto un empleo adecuado del diagnóstico genético? ¿Deberían crearse docenas de em- briones, aun sabiendo que la mayoría de ellos nunca serán im- plantados? ¿Es esto ético si es la única forma de salvar la vida de otro niño? Suponiendo que esto fuera posible algún día, ¿se consideraría un método ético para seleccionar embriones que se desarrollarían hasta llegar a ser los jugadores de fútbol americano más grandes y más fuertes? La tecnología actual permite a los médicos elegir solamen- te entre los embriones existentes y no cambiar sus genomas. Pero existen tecnologías para alterar los genomas de, por ejemplo, las células madre de la médula ósea para curar la SCID. ¿Y si la biotecnología pudiera cambiar los genes del óvulo fecundado? (FIGURA 13-13). Esto aún no es posible, pero con toda seguridad, mediante la investigación intensa, llegará el momento en que sea factible. ¿Si tales técnicas se emplearan para curar la SCID o la fibrosis quística, serían éti- cas? ¿Y si se mejoraran los futuros atletas? Siempre y cuando la tecnología se desarrolle para curar enfermedades, será difí- cil evitar que se utilice para fines no médicos. ¿Quién deter- minará cuáles usos son adecuados y cuáles son por pura vanidad trivial? OTRO VISTAZO AL ESTUDIO DE CASO 271 O T R O V I S TA Z O A L E S T U D I O D E C A S O ¿ C U L PA B L E O I N O C E N T E ? La inocencia de Earl Ruffin se pu- do demostrar sólo cuando fue posible recabar el semen dejado en la víctima de la violación y cuando su DNA se comparó con el de Ruffin. A principios de 1989 el Proyecto de Inocencia y Ruffin pre- sentaron peticiones una y otra vez para ave- riguar si se había conservado toda la evidencia relacionada con la violación. Final- mente, en 2002 un abogado de Virginia lo- calizó la evidencia, junto con cientos de otras muestras, que había conservado Mary Jane Burton. Los análisis de STR demostra- ron que Ruffin no era el violador. El perfil de DNA indicó que otro individuo, que en ese entonces ya estaba en prisión acusado de otra violación, era el verdadero culpable. El 12 de febrero de 2003, después de haber estado 21 años en prisión, Earl Ruffin fue puesto en libertad. ¿Y que pasó con las demás personas in- volucradas en el caso de Ruffin? Muchas de ellas encontraron que era casi imposible ad- mitir que estaban equivocadas. Sin embargo, la mujer que fue violada esa noche de diciembre no es una de ellas. Le escribió a Ruffin lo siguiente: “Le doy gracias a Dios por la prueba de DNA. No se cómo expresar mi pesar y desolación.” Ella solicitó a los le- gisladores de Virginia que apoyaran una ini- ciativa solicitando que se le otorgara a Ruffin una compensación monetaria por todo el tiempo que pasó injustamente en prisión. La científica forense, Mary Jane Burton, no vivió para ver el fruto de su labor, porque murió en 1999. Sin embargo, otros dos ino- centes, Arthur Whitfield y Marvin Anderson, gozan ahora de libertad gracias al meticuloso trabajo de Burton. Aunque no se le mencio- na de manera explícita, parece que el labo- ratorio forense descrito en la exitosa novela Postmortem, de Patricia Cornwell, está ba- sado parcialmente en el laboratorio de Bur- ton, con quien la autora Cornwell trabajó algún tiempo. La policía y el fiscal, por supuesto, em- plearon también la tecnología del DNA co- mo una herramienta de investigación. En 1990 fueron violadas tres mujeres de edad avanzada en Goldsboro, Carolina del Norte; y dos de ellas además fueron asesinadas. La evidencia de DNA indicó que los tres delitos fueron cometidos por el mismo criminal, co- nocido como el Acosador nocturno. Con el paso de los años, el FBI y muchos gobiernos estatales han estado formando poco a poco una base de datos con el DNA de los crimi- nales, cada uno identificado por sus perfiles de DNA de repeticiones cortas en tándem. En 2001 la policía de Goldsboro creó un per- fil de DNA del Acosador nocturno a partir de las evidencias que habían conservado minu- ciosamente durante más de una década. Luego enviaron el perfil a la base de datos de DNA de Carolina del Norte y descubrie- ron una coincidencia. Enfrentado a la evi- dencia irrefutable del DNA, el Acosador confesó sus delitos. Ahora está en prisión. Piensa en esto ¿Quiénes son los “héroes” de estas historias? Por supuesto quienes re- sulta obvio mencionar: Mary Jane Burton, los profesores y estudiantes de leyes del Proyecto de Inocencia, así como los miem- bros del Departamento de Policía de Golds- boro. Pero, ¿qué decir acerca de Thomas Brock, quien descubrió la Thermus aquaticus y su poco usual estilo de vida en las aguas termales de Yellowstone (véase “Investiga- ción científica: Aguas termales y la ciencia del calor”)? ¿O el biólogo molecular Kary Mullis que descubrió la PCR? ¿O los cientos de biólogos, químicos y matemáticos quie- nes, durante muchas décadas, desarrollaron procedimientos como la electroforesis en gel, el etiquetado de DNA y el análisis esta- dístico de la coincidencia de muestras? Los científicos con frecuencia dicen que la ciencia vale la pena por su valor mismo, pero es difícil o imposible de predecir cuáles descubrimientos conducirán a los mayores beneficios para la humanidad. Cuando a quienes no son científicos se les pide que paguen los costos de los proyectos científi- cos, a veces muestran escepticismo ante tales peticiones. ¿Cómo piensas que el pú- blico en general debe apoyar a la ciencia? ¿Habrías votado hace 40 años a favor de que le otorgaran fondos públicos a Thomas Brock para que estudiara qué tipos de orga- nismos viven en las aguas termales?
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