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En la década de 1940, las propiedades del nue- vo insecticida DDT parecían casi milagrosas. En las zonas tropicales, el DDT salvó millones de vidas al matar los mosquitos transmisores del paludismo. Los mayores rendimientos agrícolas que se obtuvie- ron al destruir plagas de insectos con DDT salvaron a muchos millones de personas más de morir de inanición. Pero el DDT estaba entrando en las cadenas alimentarias y destruyendo la compleja red de la vida. Por ejemplo, a mediados de la década de 1950, la Organización Mundial de la Salud roció DDT en la isla de Borneo para combatir el paludismo. Una oruga que se alimentaba de los techos de paja de las casas sufrió relativa- mente pocos efectos adversos, pero una avispa depredadora que se alimentaba de las orugas fue exterminada por el DDT. Los techos de paja se vinieron abajo, devorados por las orugas que se multiplicaron sin control. Las lagartijas que comían los in- sectos envenenados acumularon altas concentraciones de DDT en su cuerpo. Tanto las lagartijas como los gatos de aldea que se las comieron murieron intoxicados con DDT. Ya sin los gatos, la población de ratas se multiplicó explosivamente, y las aldeas enfrentaron la amenaza de un brote de peste bubónica transmi- tida por las poblaciones de ratas que crecían sin control. Se evi- tó el brote llevando nuevos gatos a las aldeas por vía aérea. En Estados Unidos, durante las décadas de 1950 y 1960, se registró una alarmante disminución de las poblaciones de varias aves depredadoras, especialmente de las que se alimentan de peces como el águila calva, el cormorán, el quebrantahuesos y el pelícano pardo. Estos grandes depredadores nunca han sido abundantes, y la disminución llevó a algunos, como el pelícano pardo y el águila calva, al borde de la extinción (aunque todos ellos han registrado una significativa recuperación desde que el pesticida fue prohibido en Estados Unidos en 1973). Los ecosis- temas acuáticos que brindaban sustento a estas aves habían si- do rociados con cantidades relativamente pequeñas de DDT para combatir los insectos. Los científicos quedaron muy sor- prendidos al encontrar en el cuerpo de las aves depredadoras concentraciones de DDT hasta un millón de veces mayores que la concentración presente en el agua. Esto llevó al descubri- miento de la amplificación biológica, que es el proceso de acumulación de sustancias tóxicas en concentraciones cada vez mayores en los animales que ocupan niveles tróficos progresi- vamente más altos. El plaguicida DDT y muchas otras sustancias elaboradas por el hombre que experimentan amplificación biológica compar- ten dos propiedades que los hacen peligrosos. En primer térmi- no, los organismos descomponedores no las degradan fácilmente para convertirlas en sustancias inocuas, es decir, no son biodegradables. En segundo lugar, tienden a almacenarse en el cuerpo, en especial en las grasas, acumulándose a lo lar- go de los años en el cuerpo de los animales que viven más. La exposición a altos niveles de pesticidas y otros contaminantes persistentes se ha vinculado con algunos tipos de cáncer, infer- tilidad, enfermedades cardiacas, supresión de la función inmu- nitaria y daño neurológico en los niños. En la actualidad la contaminación por mercurio es una cau- sa que despierta especial preocupación. El mercurio es una neurotoxina extremadamente potente que se acumula tanto en los músculos como en los tejidos adiposos. Su nivel de acumu- lación en peces depredadores que consume el hombre es tan alto que la Agencia para Fármacos y Alimentos (Food and Drug Administration, FDA) de Estados Unidos ha aconsejado a las mu- jeres en edad reproductiva o que tienen hijos pequeños que no coman pez espada ni tiburón, y que limiten el consumo de atún albacora (también conocido como atún blanco), porque estos longevos depredadores que habitan en los océanos han acu- mulado suficiente mercurio para provocar daño a la salud. En Estados Unidos las plantas de energía eléctrica alimentadas con carbón son la fuente individual más grande de contamina- ción por mercurio; el mercurio atmosférico puede propagarse a miles de kilómetros a la redonda y depositarse en lugares que anteriormente eran ambientes prístinos, como el Ártico. Apro- ximadamente la mitad del mercurio depositado en el suelo y el agua de Estados Unidos proviene del extranjero. Los investiga- dores han reportado daño neurológico, incluido un bajo cocien- te intelectual, en correspondencia con elevados niveles de mercurio en muestras del cabello de las madres en dos diferen- tes poblaciones isleñas que consumen gran cantidad de peces oceánicos y mamíferos. Los nativos inuit, que viven al norte del Círculo Ártico, tienen altos niveles de mercurio y otros contami- nantes bioacumulables por el consumo de grandes cantidades de peces y mamíferos que son depredadores marinos. Un tipo de sustancias químicas llamadas perturbadores en- docrinos —que incluyen algunos pesticidas, ftalatos o ésteres de ftalato (que hacen más flexibles a los plásticos) y retardado- res de combustión— se han difundido ampliamente en el am- biente. Al igual que el DDT, se acumulan en las grasas e imitan o interfieren con la acción de las hormonas animales. Hay fuer- te evidencia de que estos químicos interfieren con la reproduc- ción y el desarrollo de los peces (incluido el salmón), las aves que comen peces como los cormoranes (FIGURA E28-1), ranas, salamandras, caimanes y muchos otros animales. También se cree que los perturbadores endocrinos son la causa de meno- res cantidades de espermatozoides en los seres humanos. Para reducir los daños a la salud de los humanos y la pérdi- da de la vida silvestre, debemos entender las propiedades de los contaminantes y el funcionamiento de las redes alimenta- rias. Cuando comemos atún o pez espada, por ejemplo, actua- mos como consumidores terciarios o incluso cuaternarios, por lo cual somos vulnerables a las sustancias bioacumulables. Por añadidura, nuestra larga vida permite que las sustancias que se almacenan en nuestro cuerpo se acumulen durante más tiempo, hasta alcanzar niveles tóxicos. Las sustancias tóxicas se acumulan a lo largo de las cadenas alimentariasGUARDIÁN DE LA TIERRA FIGURA E28-1 El precio de la contaminación Las deformidades como el pico retorcido de este cormorán de doble cresta del lago Michigan se vinculan con sustancias quí- micas bioacumulables. Las anormalidades del aparato repro- ductor y el sistema inmunitario también son comunes en muchos tipos de organismos expuestos a estos contaminantes. Los ani- males depredadores son especialmente vulnerables por el efec- to de la amplificación biológica.
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