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Tabla 36-1 Células de la respuesta inmunitaria Mastocitos Células de tejido conectivo que liberan histamina; importantes en la respuesta inflamatoria. Neutrófilos Glóbulos blancos que fagocitan a los microbios invasores. Macrófagos Glóbulos blancos que fagocitan a microbios invasores y presentan antígenos. Células asesinas Glóbulos blancos que destruyen células naturales infectadas o cancerosas. Células B Glóbulos blancos que producen anticuerpos. Células Descendientes de células B que secretan plasmáticas anticuerpos al torrente sanguíneo. Células B de Descendientes de células B que memoria confieren inmunidad futura contra invasiones del mismo antígeno. Células T Glóbulos blancos que regulan la respuesta inmunitaria o matan a ciertos tipos de células. Células T citotóxicas Descendientes de células T que destruyen células eucarióticas ajenas, células del cuerpo infectadas o cancerosas. Células T auxiliares Descendientes de células T que estimulan respuestas inmunitarias por parte de células B y células T citotóxicas. Células T Descendientes de células T que de memoria confieren inmunidad futura contra invasiones del mismo antígeno. invasores. Tales estructuras incluyen el timo (véase el capítulo 33), el bazo, los ganglios linfáticos y los vasos linfáticos (véase el capítulo 32).Aunque el sistema circulatorio no es parte “ofi- cial” del sistema inmunitario, es importante en tanto que transporta a las células inmunitarias por todo el cuerpo. El historiador griego Tucídides reconoció hace más de 2000 años las características fundamentales de la respuesta inmuni- taria a las infecciones. Él observó que en ocasiones una perso- na contraía una enfermedad, se recuperaba y nunca volvía a contraer esa enfermedad en particular: la persona se había vuelto inmune. En la mayoría de los casos, la respuesta inmu- nitaria ataca a un tipo de microbio en particular, lo vence, y confiere protección futura contra ese microbio, pero no contra otros, a menos que estén estrechamente emparentados. Supongamos que pasa lo peor y tu compañera de clase te contagia su gripe. El virus penetra todas las defensas no espe- cíficas y activa tu respuesta inmunitaria. Los macrófagos y los leucocitos especializados (glóbulos blancos), llamados linfoci- tos, participan en esta respuesta. Los linfocitos se distribuyen por todo el cuerpo en la sangre y la linfa, y muchos se reúnen en órganos específicos, particularmente en el timo, los gan- glios linfáticos y el bazo (descritos en el capítulo 32). La respuesta inmunitaria surge de interacciones entre los diversos tipos de linfocitos y las moléculas que producen. En la tabla 36-1 se presenta una breve reseña de los principales tipos de células que participan tanto en las defensas no espe- cíficas como en las respuestas inmunitarias específicas. Los actores clave de la respuesta inmunitaria son dos tipos de lin- focitos, llamados células B y células T. Al igual que todos los glóbulos blancos, las células B y T nacen de precursores linfo- cíticos de la médula ósea. Algunos de esos precursores lin- focíticos se liberan al torrente sanguíneo y viajan al timo, donde terminan de diferenciarse y se convierten en células T (de timo). En contraste, las células B se diferencian en la médu- la ósea. Estos dos tipos de células desempeñan papeles muy distintos en la respuesta inmunitaria, pero en ambos casos si- guen tres pasos fundamentales. Primero, las células del sistema inmunitario reconocen al invasor; segundo, lanzan un ataque; y, tercero, recuerdan al invasor para repeler infecciones futuras. Las células del sistema inmunitario reconocen al invasor Los invasores presentan antígenos característicos Las células inmunitarias reconocen a las moléculas extrañas que son específicas del microbio invasor o toxina; estas molé- culas sirven como antígenos (“generadores de respuesta de anticuerpos”). En general, sólo las moléculas grandes y com- plejas, como las proteínas, los polisacáridos y las glucoproteí- nas, pueden actuar como antígenos. Los antígenos pueden estar en la superficie de los microbios invasores o las células cancerígenas, y los antígenos virales se incorporan en las mem- branas plasmáticas de las células corporales infectadas. Los antígenos virales o bacteriales también están expuestos en las membranas plasmáticas de los macrófagos que los fagocitan. Otros tipos de antígenos quedan disueltos en la sangre o en el líquido intersticial; por ejemplo, el veneno de las serpientes y las toxinas liberadas por las bacterias son antígenos disueltos. Los anticuerpos y los receptores de células T reconocen y se unen a los antígenos extraños Las células del sistema inmunitario generan dos tipos de proteí- nas que reconocen antígenos específicos, se unen con ellos y ayudan a destruirlos: los anticuerpos, producidos por las células B y sus descendientes (células plasmáticas y células B de memo- ria), y los receptores de células T, producidos por las células T. Los anticuerpos son proteínas con forma de Y constituidas por dos pares de cadenas peptídicas: un par de cadenas gran- des (pesadas) idénticas y un par de cadenas pequeñas (lige- ras) idénticas (FIGURA 36-6). Ambos tipos de cadenas tienen una región constante, que es similar en todos los anticuerpos del mismo tipo, y una región variable, que difiere entre anti- cuerpos individuales. La combinación de cadenas pesadas y li- geras produce un anticuerpo con dos partes funcionales: los “brazos” y el “tronco” de la Y. Las regiones variables en las puntas de los brazos del anticuerpo forman sitios de unión cu- yas formas y cargas eléctricas las hacen específicas para un so- lo tipo, o unos cuantos tipos, de antígenos. Hay cinco clases de anticuerpos, distinguidos por ciertas variaciones en la región del tronco. Los anticuerpos en las cé- lulas B las activan cuando éstas se unen a un antígeno, lo que provoca su división y produce células plasmáticas que secre- tan anticuerpos (véase la figura 36-9). Los anticuerpos secreta- dos se unen a los antígenos y ayudan a desecharlos de varias maneras. Algunos hacen a los antígenos más atractivos a los fagocitos o agrupan a los organismos patógenos para que sean fácilmente reconocibles y puedan ser fagocitados (FIGU- RA 36-7a). Algunos anticuerpos interfieren con estructuras que permiten a las bacterias adherirse a sus células huésped o bloquean los sitios en los virus que promueven la entrada de éstos a sus células huésped. Otros anticuerpos se unen a toxi- nas bacterianas y las vuelven inofensivas (FIGURA 36-7b). Los anticuerpos también activan las proteínas de la sangre del sis- tema de complemento (que se describirá más adelante), las cuales pueden destruir los organismos patógenos. Un tipo de
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