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Biologia la Vida en La Tierra-comprimido-758

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Tabla 36-1 Células de la respuesta inmunitaria
Mastocitos Células de tejido conectivo que liberan 
histamina; importantes en la respuesta 
inflamatoria.
Neutrófilos Glóbulos blancos que fagocitan a los 
microbios invasores.
Macrófagos Glóbulos blancos que fagocitan a 
microbios invasores y presentan 
antígenos.
Células asesinas Glóbulos blancos que destruyen células 
naturales infectadas o cancerosas.
Células B Glóbulos blancos que producen 
anticuerpos.
Células Descendientes de células B que secretan 
plasmáticas anticuerpos al torrente sanguíneo.
Células B de Descendientes de células B que 
memoria confieren inmunidad futura contra 
invasiones del mismo antígeno.
Células T Glóbulos blancos que regulan la 
respuesta inmunitaria o matan a ciertos 
tipos de células.
Células T citotóxicas Descendientes de células T que destruyen 
células eucarióticas ajenas, células del 
cuerpo infectadas o cancerosas.
Células T auxiliares Descendientes de células T que 
estimulan respuestas inmunitarias por 
parte de células B y células T citotóxicas.
Células T Descendientes de células T que 
de memoria confieren inmunidad futura contra 
invasiones del mismo antígeno.
invasores. Tales estructuras incluyen el timo (véase el capítulo
33), el bazo, los ganglios linfáticos y los vasos linfáticos (véase
el capítulo 32).Aunque el sistema circulatorio no es parte “ofi-
cial” del sistema inmunitario, es importante en tanto que
transporta a las células inmunitarias por todo el cuerpo.
El historiador griego Tucídides reconoció hace más de 2000
años las características fundamentales de la respuesta inmuni-
taria a las infecciones. Él observó que en ocasiones una perso-
na contraía una enfermedad, se recuperaba y nunca volvía a
contraer esa enfermedad en particular: la persona se había
vuelto inmune. En la mayoría de los casos, la respuesta inmu-
nitaria ataca a un tipo de microbio en particular, lo vence, y
confiere protección futura contra ese microbio, pero no contra
otros, a menos que estén estrechamente emparentados.
Supongamos que pasa lo peor y tu compañera de clase te
contagia su gripe. El virus penetra todas las defensas no espe-
cíficas y activa tu respuesta inmunitaria. Los macrófagos y los
leucocitos especializados (glóbulos blancos), llamados linfoci-
tos, participan en esta respuesta. Los linfocitos se distribuyen
por todo el cuerpo en la sangre y la linfa, y muchos se reúnen
en órganos específicos, particularmente en el timo, los gan-
glios linfáticos y el bazo (descritos en el capítulo 32).
La respuesta inmunitaria surge de interacciones entre los
diversos tipos de linfocitos y las moléculas que producen. En
la tabla 36-1 se presenta una breve reseña de los principales
tipos de células que participan tanto en las defensas no espe-
cíficas como en las respuestas inmunitarias específicas. Los
actores clave de la respuesta inmunitaria son dos tipos de lin-
focitos, llamados células B y células T. Al igual que todos los
glóbulos blancos, las células B y T nacen de precursores linfo-
cíticos de la médula ósea. Algunos de esos precursores lin-
focíticos se liberan al torrente sanguíneo y viajan al timo,
donde terminan de diferenciarse y se convierten en células T
(de timo). En contraste, las células B se diferencian en la médu-
la ósea. Estos dos tipos de células desempeñan papeles muy
distintos en la respuesta inmunitaria, pero en ambos casos si-
guen tres pasos fundamentales. Primero, las células del sistema
inmunitario reconocen al invasor; segundo, lanzan un ataque; y,
tercero, recuerdan al invasor para repeler infecciones futuras.
Las células del sistema inmunitario reconocen al invasor
Los invasores presentan antígenos característicos
Las células inmunitarias reconocen a las moléculas extrañas
que son específicas del microbio invasor o toxina; estas molé-
culas sirven como antígenos (“generadores de respuesta de
anticuerpos”). En general, sólo las moléculas grandes y com-
plejas, como las proteínas, los polisacáridos y las glucoproteí-
nas, pueden actuar como antígenos. Los antígenos pueden
estar en la superficie de los microbios invasores o las células
cancerígenas, y los antígenos virales se incorporan en las mem-
branas plasmáticas de las células corporales infectadas. Los
antígenos virales o bacteriales también están expuestos en las
membranas plasmáticas de los macrófagos que los fagocitan.
Otros tipos de antígenos quedan disueltos en la sangre o en el
líquido intersticial; por ejemplo, el veneno de las serpientes y
las toxinas liberadas por las bacterias son antígenos disueltos.
Los anticuerpos y los receptores de células T 
reconocen y se unen a los antígenos extraños
Las células del sistema inmunitario generan dos tipos de proteí-
nas que reconocen antígenos específicos, se unen con ellos y
ayudan a destruirlos: los anticuerpos, producidos por las células
B y sus descendientes (células plasmáticas y células B de memo-
ria), y los receptores de células T, producidos por las células T.
Los anticuerpos son proteínas con forma de Y constituidas
por dos pares de cadenas peptídicas: un par de cadenas gran-
des (pesadas) idénticas y un par de cadenas pequeñas (lige-
ras) idénticas (FIGURA 36-6). Ambos tipos de cadenas tienen
una región constante, que es similar en todos los anticuerpos
del mismo tipo, y una región variable, que difiere entre anti-
cuerpos individuales. La combinación de cadenas pesadas y li-
geras produce un anticuerpo con dos partes funcionales: los
“brazos” y el “tronco” de la Y. Las regiones variables en las
puntas de los brazos del anticuerpo forman sitios de unión cu-
yas formas y cargas eléctricas las hacen específicas para un so-
lo tipo, o unos cuantos tipos, de antígenos.
Hay cinco clases de anticuerpos, distinguidos por ciertas
variaciones en la región del tronco. Los anticuerpos en las cé-
lulas B las activan cuando éstas se unen a un antígeno, lo que
provoca su división y produce células plasmáticas que secre-
tan anticuerpos (véase la figura 36-9). Los anticuerpos secreta-
dos se unen a los antígenos y ayudan a desecharlos de varias
maneras. Algunos hacen a los antígenos más atractivos a los
fagocitos o agrupan a los organismos patógenos para que
sean fácilmente reconocibles y puedan ser fagocitados (FIGU-
RA 36-7a). Algunos anticuerpos interfieren con estructuras
que permiten a las bacterias adherirse a sus células huésped o
bloquean los sitios en los virus que promueven la entrada de
éstos a sus células huésped. Otros anticuerpos se unen a toxi-
nas bacterianas y las vuelven inofensivas (FIGURA 36-7b). Los
anticuerpos también activan las proteínas de la sangre del sis-
tema de complemento (que se describirá más adelante), las
cuales pueden destruir los organismos patógenos. Un tipo de

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