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Biologia la Vida en La Tierra-comprimido-760

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728 Capítulo 36 DEFENSAS CONTRA LA ENFERMEDAD
Los anticuerpos y receptores de células T se constituyen 
a partir de fragmentos
No existen genes para las moléculas enteras de anticuerpos.
La clave para producir números enormes de anticuerpos a
partir de un número mucho menor de genes es ensamblar los
anticuerpos a partir de piezas que se combinan en formas
aleatorias. El genoma de los seres humanos y de otros verte-
brados incluye genes que codifican muchas versiones diferen-
tes de las regiones del anticuerpo que pueden unirse en
millones de combinaciones diferentes. Al desarrollarse cada
célula B individual, sólo conserva unos cuantos genes codifi-
cadores de fragmentos, escogidos al azar (que incluyen cadenas
pesadas y ligeras, así como regiones constantes y variables);
los demás se obtienen del DNA conforme la célula B madu-
ra, como se ilustra en la FIGURA 36-8. Por lo tanto, cada célu-
la B produce un solo tipo de anticuerpo, determinado por la
recombinación aleatoria de genes de región variable y cons-
tante, el cual es diferente del anticuerpo producido por otras
células B (excepto por sus propias células hijas). La selección
aleatoria de genes codificadores de fragmentos de anticuerpo,
de entre una gran cantidad de opciones, produce un gran nú-
mero de posibles combinaciones distintas. Esto puede enten-
derse más fácilmente si analizamos la formación de genes de
anticuerpos en términos de dos mazos de naipes, cada uno con
cientos de cartas. Cada célula B recibe una “mano” que contie-
ne dos genes de región variable: uno elegido al azar del “mazo
de cadena ligera y región variable” y otro del “mazo de cade-
na pesada y región variable”. Como cada mazo contiene cien-
tos de genes, habrá millones de combinaciones.
El sistema inmunitario no diseña anticuerpos ni receptores de
células T expresamente para unirse con antígenos invasores
El resultado final de esta recombinación de genes es que 
cada célula B produce sus propios anti-
cuerpos. El cuerpo humano contiene un
“ejército” de quizá 100 millones de anti-
cuerpos distintos (y un número aún ma-
yor de receptores de células T), por lo
que los antígenos casi siempre encuen-
tran anticuerpos o receptores capaces de
unirse a ellos. Es importante darse cuenta
de que el sistema inmunitario no “diseña”
anticuerpos ni receptores de células T en
los que encajen los antígenos invasores,
tal como un sastre podría diseñar ropa a
la medida para un cliente. Más bien, el sistema inmunitario
sintetiza al azar millones de anticuerpos y receptores distin-
tos. Al igual que la ropa que se vende en una tienda departa-
mental, el surtido de anticuerpos y receptores simplemente
está ahí, esperando. En nuestra analogía con la ropa, si hay su-
ficientes percheros con ropa para escoger, todos encontrare-
mos algo que nos quede bien. La unión de un antígeno con un
anticuerpo origina cambios en las células B, los cuales nor-
malmente dan pie a la destrucción de los microbios que llevan
el antígeno. Examinaremos los pormenores de esos cambios
dentro de un momento.
El sistema inmunitario distingue lo “propio de lo “ajeno”
¿Por qué nuestro sistema inmunitario no destruye nuestras
propias células? Las superficies de nuestras propias células
corporales llevan proteínas y polisacáridos grandes, al igual
que las llevan los microbios. Algunas de esas proteínas, llama-
das en conjunto complejo mayor de histocompatibilidad (ma-
jor histocompatibility complex, MHC), son únicas para cada
individuo (con excepción de los gemelos idénticos, que tienen
los mismos genes y, por lo tanto, las mismas proteínas de
MHC). ¿Por qué estos antígenos de “identidad” no movilizan
al sistema inmunitario propio? La clave parece ser la presen-
cia continua de los antígenos del cuerpo durante la madura-
ción de las células inmunitarias. Algunas células inmunitarias
que se están diferenciando producen anticuerpos o recepto-
res de células T capaces de unirse a las proteínas y polisacá-
ridos del propio cuerpo, tratándolos como antígenos. Sin
embargo, estas células inmunitarias inmaduras y desorienta-
das se destruyen rápidamente. Al destruir estas células infrac-
toras antes de que maduren, el sistema inmunitario distingue
lo “propio” de lo “ajeno” y conserva sólo las células inmuni-
tarias que no atacan a las moléculas propias del cuerpo.
región constante región variable
Cromosomas en la célula precursora
formación de células B
a)
b)
c)
célula B 1 célula B 2 célula B 3
anticuerpo 1 anticuerpo 2
producción de anticuerpos
anticuerpo 3
CL
CL
CP
CP CP
VL1
VL2
VP3
CL VL1
VP5 CP VP2
CL VL5
VL2 VL3 VL4 VL5
VP1 VP2 VP3 VP4 VP5
cadena
ligera
cadena
pesada
cadena
ligera
cadena
pesada
FIGURA 36-8 La recombinación produce
genes de anticuerpos
Cada célula precursora del sistema inmuni-
tario contiene al menos un gen para las regio-
nes constantes (C) de las cadenas ligera (CL) y
pesada (CP) de los anticuerpos y muchos ge-
nes para las regiones variables (VL1�5 y VP1�5).
Durante el desarrollo de cada célula B, es-
tos genes se recombinan para colocar uno de
los genes de región variable junto a un gen 
de región constante. Así, para cada cadena,
cada célula B genera un “gen de anticuerpo
recombinado” que difiere de los genes de an-
ticuerpo recombinados generados por otras
células B. c)

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