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Escuchar un grito ahogado

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Escuchar un grito ahogado
Leader (2008) sostiene que es necesario que veamos a la depresión como un conjunto de síntomas que surgen de historias humanas totalmente diversas y complejas. A esto se remite el presente trabajo, a la experiencia de estas mujeres ante la melancolía y, en este apartado, a las posibilidades de ayuda que experienciaron durante este proceso. Al estar trabajando con las subjetividades de las entrevistadas se recalca que estás experiencias no pueden atribuirse de forma general a los diversos tratamientos ante la melancolía pero nos abren una ventana para poder observar un cachito de la realidad. 
En el discurso de las entrevistadas se encontraron diversas temáticas respecto a los caminos para hallar soluciones. De primera instancia los problemas para conseguir ayuda profesional. Esto se dio en el caso de Mónica y Patty. La primera nos cuenta lo siguiente ante su experiencia.
“Es muy difícil buscar ayuda, ahora si esto es como un desahogo ¿no? Pero se me hace injusto que uno está padeciendo esto, esté sufriendo esto y tú tienes que ir y buscar donde te ayuden ¿no? O sea… Mmm, o sea, a mi se me hace un poco triste la situación, o sea, digamos, de la salud mental en nuestro país porque es difícil acceder a ella. Si no tienes los medios económicos, pues… pues ya te fregaste ¿no? Por qué ¿dónde buscas la ayuda? O sea, yo sé que está el IMSS o el DIF, pero, en el IMSS, cuando yo acudía allí a la unidad que tengo cerca me dijeron ‘no hay’, en el DIF (...) pues no, que por ahorita la situación de la pandemia, no hay. Y también yo tomaba terapia en un centro comunitario y pues no me gustó, no me sentí a gusto, y de igual manera cerró por la situación de la pandemia. Entonces es como que estoy tratando de buscar ayuda y de estar bien, y no la encuentro. Y no debería ser así, debería ser accesible” (Mónica)
“Ahorita no estoy tomando nada ni recibiendo tratamiento ni nada de eso. (...) No estoy yendo a terapia, generalmente es por cuestión económica, sale muy caro y está difícil andar buscando y pues la verdad no tengo dinero para eso ahorita.” (Patty)
Aquí se pueden observar dos posturas distintas pues mientras Mónica nos habla de una constante búsqueda por tratamiento, lo que la ha conducido hacia sus reflexiones acerca de las ofertas públicas y privadas[footnoteRef:0], en el discurso de Patty hay resignación adjudicata a lo económico cuando existen alternativas públicas poco costosas pero eso sí, de difícil acceso. [0: Posteriormente comenta que decidió tomar el servicio de atención psicológica que ofrece su institución universitaria (UAM)] 
La pérdida es más consciente del lado de Mónica, incluso llega a puntualizar en cuales han acontecido durante la pandemia y su experiencia previa con la depresión parecen ser factores que la llevaron a persistir en buscar ayuda psicológica mientras que Patty puede estar evitando la terapia inconscientemente, ya hemos visto que presenta un rebajamiento del Yo bastante marcado que se realza al no ponerle prioridad a su salud mental y emocional. Sin embargo esto no deja de lado el que las instituciones no cuentan con suficiente difusión, ni espacios para atender al público general y que los tratamientos privados son costosos en nuestro país. Mónica lo expresó muy claramente 
“una terapia no es algo de una vez, ni de dos o tres veces, sino que es algo de mediano a largo plazo. Es algo que me causa bastante enojo y frustración, eh, o sea estar mal y todavía tener que esforzarme más, mucho más, para buscar esa ayuda. Y nunca pensé que fuera tan difícil buscarla”
Hay otros casos, como el de Julieta, en el que el tratamiento tuvo que ser iniciado por las agravadas circunstancias del caso. Ella llegó al extremo de la melancolía durante su adolescencia, tal como se vio en el apartado anterior, terminando internada en un centro psiquiátrico. Es relevante puntualizar que ella ya llevaba un tratamiento que involucraba antidepresivos a causa de un aparente trastorno alimenticio. Recordando que tanto los trastornos alimenticios[footnoteRef:1] como la melancolía tienen de constitución base al narcisismo primario, no es de extrañar que la depresión se escondiera bajo uno de estos padecimientos, es común que vayan de la mano y que también sean ignorados, en gran medida, por los sujetos que los experiencian y por las personas a su alrededor, hasta que llegan a extremos que atentan contra la integridad y la vida del sujeto, como en este caso. [1: Bulimia y anorexia.] 
Aún hay muchos estigmas y creencias en torno a los internamientos en estos centros pero parece que hay una ambivalencia entre el rechazo y el alivio que la institución da a sus pacientes melancólicos. Julieta nos dice
“Fue muy raro. Me dio mucho miedo cuando llegué porque pues entras como en una silla de ruedas y te hacen quitarte como todas las cosas y era como: Jaja, van a ser unos días, jaja no pasa nada. Y al principio lo tomé así como ta´bien pero al ver que había un guardia de seguridad en la entrada y ver que no iba a poder salir así cuando yo quisiera, cositas así, me empecé a paniquear demasiado. Había otras chicas, no sé, fue muy raro, pero me ayudó demasiado estar platicando con ellas o tener a mi psicóloga 24 horas al día o cositas así. También como mantenerme distraída en actividades, no sé, cómo mantenerme alejada de todo afuera me hizo pensar muchas cosas así como reconsiderar muchas opciones que tenía como para hacer y demás. No fue una experiencia tan bonita de todo bien pero pues, al fin y al cabo también no fue algo tan malo, disfruté en parte estar ahí”
Parece ser un lugar extraño y alejado por completo del mundo real, un mundo por el que el sujeto ya no tiene interés y que lo agobia. Es probable que esta característica sea una de las que más ayuda a los pacientes en el proceso de recuperación, les permite centrarse en ellos e ir adquiriendo las herramientas para enfrentar la inminente reincorporación una vez terminado su proceso para poder lidiar con la tentativa de la erradicación del Yo. Sumando otra voz al presente apartado, el escritor William Styron se refiere a su experiencia en el psiquiátrico como un efecto apaciguador sobre él y que, aunque la depresión puede regresar, “la mayor parte de las víctimas salen incluso de estas recaídas, y bien a menudo defendiéndose mejor por haber llegado a estar psicológicamente preparadas, merced a la pasada experiencia, para lidiar con el monstruo” (1992, pág.123). Esto se logra a través de los tratamientos psicológicos y psiquiátricos. Mónica y Julieta le dan valor a los tratamientos clínicos para su mejoría. 
“Ya llegando aquí[footnoteRef:2] por decisión propia decidí ir al psiquiátrico y ya tomar tratamiento psicológico. Eso fue como en octubre, estuve con tratamiento en el 2019. Octubre, noviembre y diciembre” [2: Refiriéndose a su traslado hacia la Ciudad de México] 
“Ahorita ya estoy tomando terapia y medicamento, y cosas así. Entonces ahí más o menos ahí voy” (Mónica)
La pasé muy mal ese día y realmente nadie lo notó. Me fui a encerrar a mi cuarto y ahí tenía las pastillas. De hecho eran pastillas como para dormir y fue como de “Ya me quiero dormir, me quiero dormir” y no tanto inconscientemente como para morirme o algo, de verdad, yo solo me quería dormir porque ya no aguantaba estar como escuchando los gritos, escuchar todo lo que estaban diciendo. Cuando reaccioné estaba en el hospital.” 
Antidepresivos
No se puede hablar del tratamiento ante la depresión sin implicar los fármacos antidepresivos pues son parte de este y en el caso de Juliete no son excepción. 
“La razón por la que empecé a ir a un psiquiátrico, antes de todo, la primera vez yo estaba cantando en el coro en una misa de la escuela, mi escuela era religiosa, y me desmayé. Me dijeron que era porque no haber estado comiendo bien, me dijeron que era por, pues, un trastorno alimenticio y me empezaron a medicar luego luego para ocuparse del trastorno alimenticio.” (Julieta)
“Era muy raro porque era como estar hasta cierto punto dormida, me sentía muy adormiladay, no sé, somnolienta, pero era un estado raro. Hasta cierto punto también me ayudaba porque tomaba tres medicamentos en sí. ¿Para qué eran?, uno para relajarme en las noches y otro para la ansiedad y depresión y era muy feo. Por ejemplo el de la noche literal me lo tomaba y ya, a los 10 minutos me quedaba completamente dormida. No lo aguantaba, era muy fuerte y pues no servía mucho en las evaluaciones. Era estar cambiando a cada rato las dosis para poder estar sobrellevando pues, mi vida normal ``''En parte sí me ayudaron, a relajarme. En las noches poder dormir, controlar mi ansiedad durante todo el día, ayudarme a concentrarme en las cosas”
Por último la intervención de los otros[footnoteRef:3] puede resultar en consecuencias tanto benéficas como perjudiciales para la experiencia del melancólico. Continuando con la historia de julieta el desconocimiento de su círculo familiar acerca de la melancolía que la atravesaba no permitió que concluyera su tratamiento satisfactoriamente a pesar de haberse presentado un intento de suicidio, al parecer inconsciente [3: Entendiéndose en este momento como personas sin preparación para ejercer un tratamiento clínico y que rodean al sujeto melancólico, como amigos, familiares o gente cercana] 
“En mi casa ya no quisieron que llevara tratamiento psicológico ni psiquiátrico porque dijeron “No, pues ya fue mucho tiempo, ya estás bien”. Entonces lo corté de golpe y me dio un bajón muy feo principalmente por la parte de los medicamentos.”
Esto, sumado al cambió que conllevó el mudarse de ciudad para emprender los estudios universitarios y la soledad que sintió al incorporarse a un nuevo contexto la llevó a un nuevo intento de suicidio con el mismo metodo, una sobredosis de antidepresivos. “De hecho mi entonces novia, ella me escondió los antidepresivos y ya no me dejó volver a tomarlos y entonces, me dio mucho miedo ya los medicamentos.” No se sabe a ciencia cierta si ese miedo a los medicamentos fue provocado por la respuesta de su círculo social (limitado a su familia y su entonces novia) ante este intento de suicido pues, el esconderle los medicamentos podría ser interpretado como un acto violento y desesperado de amor y Julieta comenta que la respuesta familiar ante su segunda hospitalización fue “Ya empezaste otra vez con tus pendejadas” o tal vez una conciencia a lo cercana que estuvo a la erradicación definitiva del Yo, o sea, la muerte. Tal vez una combinación de ambas pero no se sabrá con seguridad puesto que ella no mencionó el motivo solo que cuando fue dada de alta se dijo a sí misma “Ya, tengo que hacer algo con esto”. 
Aunque posteriormente recibiera ayuda económica de parte de su familia para reiniciar un tratamiento psicológico no encontró otro tipo de apoyo allí.
“Es muy chistoso como luego de los amigos o los demás recibes más apoyo que de tu propia familia porque, por ejemplo, como mi novia, ella tambien esta llendo con el psicólogo ella me dijo “es que yo llevo con el psicólogo toda la vida casi casi” y cuando le dije que quería entrar a terapia con una psicologa ella me dijo “Sí, super bien, te va a ir bien, lo necesitas y es algo muy bueno” y fue como ¡¿qué?! ¿Tú no estás en contra de eso? o cosas así ¿no? o fue como decirlo en la escuela, es que estoy llendo con el psicólogo le dije a mi secretario académico y fue como “Ah eso está muy bien porque yo tambien estoy llendo y de hecho yo tengo depresión, estoy medicado” me dijo él, y yo como de ¡¿Qué?!. Ahí fue cuando me fui dando cuenta que es algo demasiado normal ir con un psicólogo o estar con un medicamento o estar yendo a terapia, no sé, cosas así. Era más normal de lo que yo estaba pensando, de como me lo habían hecho ver en mi casa de que solo las personas locas van a ver a un psicólogo.”
Claro que ninguna relación interpersonal tiene el deber ni la posibilidad de “curar” a aquel que vive con depresión pero está claro que el acompañamiento y la contención ayuda mucho a disipar un poco del sentimiento de soledad y progresivamente llevar al melancólico a reconectar con el mundo, a veces no solo de la mano de otra persona sino que los animales pueden ayudar como con Julieta que, a sugerencia de su psicóloga adoptó un gato y comenta ante está experiencia 
“ya tenía un pequeño michito que dependía de mí entonces era como esa sensación de hay alguien que depende de mí, hay alguien que va a estar conmigo y que no le importa nada de lo que yo piense ,o que lloro, o que simplemente vaya a acurrucarse conmigo. Fue reconfortante para mi”. 
Con todo lo anterior se puede inferir que este nuevo entorno ha ayudado a Julieta a sobrellevar la depresión, ha creado una red de apoyo tanto con su pareja como con sus amigos y miembros de su institución universitaria que le ofrecen ánimo y entendimiento, brindándole una nueva visión alejada de los estigmas familiares sobre la salud mental. El no sentirse solo, aislado o determinado a causa de una patología psíquica parece una piedra crucial en el camino hacia la cura. Recordando las vivencias de Styron que el hecho de que las personas que te rodean te persuadan del valor de la vida ayuda. 
Hay una historia referente a lo que la antropóloga Margaret Mead dijo respecto al primer signo de civilización.A su consideración este fue un fémur roto y curado puesto que “Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización”. Si realmente lo dijo y cuándo, escapa a este trabajo, pues solo hay referencias a ello en artículos periodísticos, pero dejando a un lado el cuestionamiento de la autoría de la frase, esta nos da cuenta de la importancia de las relaciones humanas y el apoyo ante las circunstancias que se presentan en nuestro existir. Somos seres sociales y ningún padecimiento debería propiciar la exclusión de absolutamente nadie.

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