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ANATOMÍA DE LA AORTA La aorta está formada por dos segmentos principales: la aorta proximal y la distal. Ambos poseen características estructura- les propias que influyen en las manifestaciones clínicas de sus afecciones y las estrategias terapéuticas específicas (fig. 22-1). El segmento aórtico proximal abarca la aorta ascendente (AA, ascending aorta) y la porción transversa del cayado aórtico. La aorta ascendente comienza en la válvula aórtica (AoV) y termina en el sitio donde se origina la arteria o tronco braquiocefálico. La primera porción de la AA es la raíz aórtica, que incluye el anillo de la válvula aórtica y los tres senos de Valsalva; las arterias coro- narias se originan en dos de estos senos. La raíz aórtica se une a la porción tubular de la AA en el borde sinotubular. La porción transversa del cayado aórtico es el segmento del cual se originan las ramas braquiocefálicas. El segmento aórtico distal abarca la aorta torácica descendente y la aorta abdominal. La aorta torácica descendente comienza en un punto distal al origen de la arteria subclavia izquierda y se extiende hasta el hiato diafragmático, sitio en el cual se transforma en la aorta abdominal. El segmento torácico descendente da origen a numerosas ramas bronquiales y esofágicas, así como a las arterias intercostales segmentarias, que aportan circulación a la médula espinal. El gran volumen sanguíneo que fluye a alta presión a tra- vés de la aorta torácica no se puede comparar con el de ninguna otra estructura vascular. Debido a esto, cualquier alteración que deteriore la integridad de la aorta torácica, como disección aórtica, rotura de aneurisma o lesión por traumatismo, tiene consecuencias catastróficas. En el pasado, la reparación quirúrgica abierta de estos tras- tornos era una tarea intimidante acompañada de morbilidad y mor- talidad importantes. Las estrategias para proteger al cerebro y la médula espinal durante tales reparaciones se han vuelto cruciales para evitar complicaciones devastadoras. En fecha reciente, el tratamiento intravascular para la enfermedad aórtica torácica en algunos sujetos se ha convertido en una práctica aceptada, la cual produce menos efectos secundarios en comparación con las estra- tegias tradicionales. ANEURISMAS DE LA AORTA TORÁCICA El aneurisma aórtico se define como una dilatación local perma- nente que genera un incremento de por lo menos 50% del diáme- tro normal de la aorta en un punto anatómico determinado.1 La incidencia anual de aneurismas de la aorta torácica se calcula en 5.9 por 100 000 personas.2 Las manifestaciones clínicas, los tra- tamientos y los resultados de éstos en individuos con aneurismas aórticos varían según la causa y el segmento aórtico afectado. Entre los factores generadores del aneurisma de la aorta torácica figuran la enfermedad degenerativa de la pared aórtica, la disección de la arteria, la aortitis, las infecciones y los traumatismos. Los aneu- rismas afectan un solo segmento de la aorta o varios de ellos. Por ejemplo, los aneurismas aórticos toracoabdominales afectan tanto la aorta torácica descendente como la aorta abdominal. En los casos más extremos, se forma un aneurisma que afecta toda la aorta, padecimiento al cual con frecuencia se le denomina mega-aorta. Los aneurismas torácicos pueden ser “verdaderos” o “falsos”. Los primeros toman dos formas: fusiforme y sacular. Los fusifor- mes son más frecuentes y pueden describirse como dilataciones simétricas de la aorta. Los aneurismas saculares son evaginaciones localizadas de la aorta. Los aneurismas falsos, llamados también seudoaneurismas, son soluciones de continuidad en la pared aór- tica, “contenidos” por la capa externa de dicho gran vaso, por el tejido periaórtico o por ambos. Son causados por la pérdida de la continuidad de la pared de la aorta y por ellos mana sangre que se reúne en depresiones del tejido fibrótico. Los aneurismas de la aorta torácica aumentan en tamaño de ma- nera progresiva y generan complicaciones graves que incluyen rotura, la cual por lo general tiene un desenlace letal. Por consiguiente, en todos los sujetos está indicado el tratamiento intensivo, a excepción de aquellos con contraindicaciones importantes para la intervención qui- rúrgica. Es posible vigilar aquellos aneurismas aórticos torácicos que no causan síntomas, en particular en enfermos con bajo riesgo, y pro- porcionar tratamiento quirúrgico en una fase posterior si el paciente presenta síntomas o complicaciones, o bien, si aparece crecimiento progresivo. El tratamiento médico primario es el control meticuloso de la hipertensión en individuos con aneurismas pequeños asintomáticos. Anatomía de la aorta 785 Aneurismas de la aorta torácica 785 Etiología y patogenia / 786 Historia clínica / 789 Manifestaciones clínicas / 789 Valoración diagnóstica / 789 Tratamiento / 791 Disección aórtica 806 Patología y clasificación / 806 Etiología e historia clínica / 809 Manifestaciones clínicas / 809 Valoración diagnóstica / 810 Tratamiento / 812 Resultados 816 Reparación de aneurismas aórticos proximales / 817 Tratamiento de la disección aguda de la aorta ascendente / 819 Reparación de aneurismas aórticos distales / 819 Tratamiento de la disección aguda de la aorta descendente / 820 Conclusiones 820 Reconocimientos 820 Aneurismas de la aorta torácica y disección aórtica Scott A. LeMaire, Raja R. Gopaldas y Joseph S. Coselli22capítulo http://booksmedicos.org 786 La resección electiva con sustitución mediante injerto está indicada en sujetos asintomáticos con diámetro aórtico menor que el doble del diámetro normal en el segmento afectado (5 a 6 cm en la mayor parte de los segmentos torácicos). Las contraindicaciones para la reparación electiva comprenden riesgo quirúrgico extremo a causa de cardiopatía o neumopatía grave concomitante o esperanza de vida limitada por otras afecciones, como enfermedad maligna. Figura 22-1. Ilustración de la anatomía aórtica torácica normal. Los vasos braquiocefálicos nacen del cayado aórtico transversal y se usan como referencias anatómicas para definir las regiones del cayado. La aorta ascendente es proximal al tronco braquiocefálico, mientras que la aorta descendente es distal a la arteria subclavia izquierda. Subclavia izquierda Cayado aórtico Aorta descendente Base de la aorta Aorta ascendente Tronco braquiocefálico Carótida primitiva izquierda La intervención quirúrgica de urgencia se requiere en cualquier enfermo en quien se sospecha rotura de aneurisma. Los pacientes con aneurisma de la aorta torácica presentan con frecuencia otros aneurismas en diversos segmentos aórticos. Una causa común de muerte tras la reparación de un aneurisma torácico es la rotura de un aneurisma aórtico distinto. De ahí que con frecuencia sea necesario realizar reparaciones secuenciales en varios segmentos aórticos. Al igual que con cualquier otro procedimiento quirúrgico mayor, una valoración preoperatoria cuidadosa para detectar enfer- medades concomitantes y la optimización del tratamiento médico son esenciales para lograr buenos resultados con la cirugía. Una alternativa a la reparación abierta tradicional de un aneu- risma aórtico torácico descendente es la colocación de una prótesis intravascular. Es indispensable satisfacer algunos criterios anatómi- cos para considerar esta opción terapéutica, incluida la presencia de al menos una zona de implantación de 2 cm de tejido aórtico sano en sentido proximal y distal para excluir el aneurisma. Aunque todavía no hay datos de resultados a largo plazo, la reparación intravascular del aneurisma aórtico torácico descendiente se ha convertido en una práctica aceptada con excelentes resultados a mediano plazo. Etiología y patogenia Generalidades. La aorta normal debe su elasticidad y resistencia a la tensión de la capa media, que está formada por alrededor de 45 a 55 láminas de elastina, colágeno, células de músculo liso y matriz celular. El contenidode elastina es mayor en la aorta ascendente, cualidad previsible si se toma en cuenta su naturaleza distensible, y disminuye en sentido distal en la aorta descendente y la abdomi- nal. El mantenimiento de la matriz de la aorta implica interacciones complejas entre células del músculo liso, macrófagos, proteasas e inhibidores de las proteasas. Cualquier alteración en el fino equilibrio de estos mecanismos resulta en un proceso patológico de la aorta. Las causas de los aneurismas de la aorta torácica se especi- fican en el cuadro 22-1. Aun cuando estos procesos patológicos difieren desde los puntos de vista bioquímico e histológico, com- parten la vía común final de la dilatación aórtica progresiva y la rotura subsiguiente. Los factores hemodinámicos contribuyen de manera bien defi- nida al proceso de dilatación aórtica. Por otra parte, está bien descrito el círculo vicioso en que al incremento del diámetro sigue un aumento de la tensión de la pared, fenómeno que responde a la ley de Laplace (tensión = presión × radio). De igual manera, la turbulencia del flujo Puntos clave 1 La valoración de la urgencia de una reparación para aneurisma aórtico es esencial para establecer un plan terapéutico apropiado. Aunque la reparación urgente conlleva un mayor riesgo quirúr- gico que la reparación electiva, cualquier retraso inapropiado lleva consigo riesgo de muerte. 2 La progresión clínica de un aneurisma aórtico es la expansión continua con rotura final. Por lo tanto, son necesarios los estudios de imagen regulares, sin penetración corporal como parte del plan de vigilancia durante toda la vida a fin de asegurar la salud del enfermo a largo plazo. Incluso los aneurismas asintomáticos pequeños se valoran siempre por medio de estudios de imagen con el propósito de valorar el crecimiento general y la velocidad anual de expansión. 3 Se han aprobado dispositivos de reparación endovascular para tra- tar los aneurismas en la porción descendente de la aorta torácica, y algunos de los más nuevos también han sido aprobados para tratar traumatismos de la aorta y úlcera penetrante de la misma. 4 En fecha reciente se publicaron las guías para la práctica, que han sido útiles para estandarizar el proceso de decisiones y escoger una inter- vención operatoria apropiada y también para uniformar el uso de estu- dios de imagen en personas con enfermedad de la aorta torácica. 5 Es importante reparar los aneurismas de la aorta ascendente que generen síntomas o que tengan > 5.5 cm; dicha cifra límite disminuye en caso de pacientes con conjuntivopatías. 6 La reparación operatoria comprende la elaboración de un plan adaptado a cada paciente, con base en la valoración médica preoperatoria minuciosa. Si la situación es adecuada, es muy necesario llevar a nivel óptimo el estado de salud de la persona (como corregir otros cuadros concurrentes), antes de empren- der la intervención quirúrgica. 7 El perfeccionamiento y uso de auxiliares quirúrgicos, como la perfusión cerebral anterógrada selectiva y el drenaje de LCR han disminuido de forma importante las tasas de morbilidad relacionadas con la reparación aórtica compleja. 8 La disección en la porción proximal de la aorta es una situa- ción letal y por lo general está indicada la reparación quirúr- gica inmediata, aunque la reparación definitiva podría diferirse hasta después de haber tratado las deficiencias graves de riego. 786 http://booksmedicos.org 787 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 sanguíneo se reconoce como factor contribuyente. Por ejemplo, la dila- tación posestenótica de la aorta se presenta en algunos individuos con estenosis de válvula aórtica o coartación de la aorta torácica descen- dente. Sin embargo, las alteraciones hemodinámicas sólo constituyen una de las piezas de un rompecabezas complejo. Por lo regular se cita la ateroesclerosis como un factor que predispone a la formación de aneurismas de la aorta torácica. Sin embargo, aunque la enfermedad ateroesclerótica se encuentra con frecuencia relacionada con aneurismas aórticos, la noción de que la ateroesclerosis es una causa bien definida de formación de aneurismas es dudosa. En el caso de los aneurismas de la aorta torácica, la ate- roesclerosis es un proceso coexistente más que la causa subyacente. La investigación sobre los mecanismos patológicos de los aneurismas aórticos abdominales se enfoca sobre los procesos mole- culares de la degeneración de la pared aórtica y su dilatación. Por ejemplo, el desequilibrio entre las enzimas proteolíticas (como las metaloproteinasas de la matriz celular) y sus inhibidores favorece la formación de aneurismas de la aorta abdominal. Con base en estos avances, las investigaciones actuales exploran la posibilidad de que mecanismos inflamatorios y proteolíticos similares estén implicados en la enfermedad aórtica en el tórax, con la esperanza de identificar blancos moleculares potenciales para el tratamiento farmacológico. Degeneración inespecífica de la capa media. La degenera- ción inespecífica de la capa media es el factor causal más habitual de la enfermedad de la aorta torácica. Con el avance de la edad, es de esperar que aparezcan manifestaciones hísticas de la dege- neración leve de la media, que incluyen fragmentación de fibras elásticas y pérdida de células del músculo liso. Sin embargo, la degeneración prematura y acelerada de la media induce debilita- miento progresivo de la pared aórtica, formación de aneurismas y, a la larga, rotura, disección, o ambas. Las causas de la enfermedad degenerativa de la media aún se desconocen. Disección aórtica. Las disecciones aórticas casi siempre se origi- nan como un desgarro de la pared interior de la aorta que induce una separación progresiva de las láminas de la capa media, lo cual origina la formación de dos canales en la arteria y una pared externa notoria- mente debilitada. En virtud de tratarse de la afección catastrófica más frecuente de la aorta, la disección representa una de las principales causas específicas de los aneurismas de la aorta torácica, de modo que se analiza con detalle en la segunda mitad de este capítulo. Trastornos genéticos Síndrome de Marfan. Éste corresponde a una alteración genética autosómica dominante que se caracteriza por una anomalía específica del tejido conjuntivo que induce formación de aneurismas. El feno- Cuadro 22-1 Causas de los aneurismas de la aorta torácica Degeneración inespecífica de la capa media Disección aórtica Alteraciones genéticas Síndrome de Marfan Síndrome de Loeys-Dietz Síndrome de Ehlers-Danlos Aneurismas aórticos familiares Síndrome de aneurismas-osteoartritis Aorta bivalva congénita Arco aórtico bovino Dilatación posestenótica Infección Aortitis Arteritis de Takayasu Arteritis de células gigantes Aortitis reumatoide Traumatismos tipo de sujetos con síndrome de Marfan incluye de modo distintivo talla alta, paladar ojival, hipermovilidad articular, alteraciones del cristalino, prolapso de la válvula mitral (MV) y aneurismas aórticos. La pared aórtica es débil por la fragmentación de las fibras elásticas y depósito de una cantidad excesiva de mucopolisacáridos (un pro- ceso previamente llamado degeneración quística de la media). Los enfermos con síndrome de Marfan tienen una mutación que afecta el gen de la fibrilina, localizado en el brazo largo del cromosoma 15. La fibrilina alterada en la matriz extracelular disminuye la resistencia del tejido conjuntivo de la pared aórtica y origina características elás- ticas anómalas que predisponen a la aorta a dilatación, consecutiva a la tensión que se ejerce sobre la pared durante la expulsión sanguínea desde el ventrículo izquierdo (LV).3 Sin embargo, evidencia reciente muestra que la fibrilina alterada da lugar a degeneración de la matriz de la pared aórtica por aumento en la actividad del factor transfor- mador del crecimiento β (TGF-β).4 Entre 75 y 85% de los pacientescon síndrome de Marfan tiene dilatación de la AA y ectasia del anillo aórtico (dilatación de los senos y anillo aórticos).5 Estas anomalías aórticas son el origen más frecuente de muerte entre los individuos con síndrome de Marfan.6 Este síndrome también se acompaña a menudo de disección aórtica. Síndrome de Loeys-Dietz. Este síndrome tiene rasgos fenotípi- cos distintos respecto del síndrome de Marfan. Se describe como un síndrome aneurismático con afección sistémica extensa. El síndrome de Loeys-Dietz es un trastorno agresivo, autosómico dominante, que se distingue por la tríada de tortuosidad arterial y aneurismas, hipertelorismo (separación excesiva entre los ojos) y úvula bífida o paladar hendido. El trastorno se debe a mutacio- nes heterocigóticas en los genes que codifican los receptores para TGF-β, en lugar de la fibrilina 1.7,8 Las personas con el síndrome de Loeys-Dietz (incluidos niños de corta edad) están expuestas a un riesgo mayor de rotura y disección de la aorta. El umbral límite basado en el diámetro para la reparación tiende a ser menor en el caso de sujetos con dicho síndrome, que en pacientes de otras conjuntivopatías. Síndrome de Ehlers-Danlos. Este síndrome incluye un espec- tro de alteraciones hereditarias del tejido conjuntivo que afecta la síntesis de colágena; cada subtipo induce anomalías en diferentes fases de la producción de la colágena muscular. El síndrome de Ehlers-Danlos tipo IV se debe a una alteración autosómica domi- nante de la síntesis de colágeno tipo III y podría originar mani- festaciones cardiovasculares que ponen en peligro la vida. La causa de muerte más habitual en estos sujetos es la rotura arterial espontánea, que casi siempre ocurre en los vasos mesentéricos. Los aneurismas y las disecciones de la aorta torácica son entida- des patológicas menos comunes en el síndrome de Ehlers-Danlos, pero llegan a aparecer y requieren tratamiento quirúrgico, el cual se complica a causa de la integridad reducida del tejido aórtico.9 Se ha descrito una variante de Ehlers-Danlos de heterotopia periventricu- lar, que incluye manifestaciones como hiperextensibilidad articular y cutánea y dilatación de la aorta, causadas por mutaciones en el gen que codifica la filamina A (FLNA), una proteína unida a actina, que conecta la unidad contráctil de la célula de músculo liso con la superficie celular.10 Aneurismas aórticos familiares. Las familias sin los trastornos hereditarios del tejido conjuntivo descritos antes también pueden sufrir trastornos genéticos que causan aneurismas aórticos toráci- cos. De hecho, se calcula que al menos 20% de los pacientes con aneurismas y disecciones aórticos torácicos tienen una predisposi- ción genética a ellos. Las mutaciones implicadas se caracterizan por herencia autosómica dominante con baja penetrancia y expresión variable. Hasta la fecha se han identificado como causas de aneuris- mas y disección de la aorta torácica de tipo familiar,11-13 mutaciones de genes de los receptores TGF-β (TGFβR1 y TGFβR2); TGF-β2, miosina β (MYH11 y MYLK) y actina α (ACTA2) de células de músculo liso. Las mutaciones de ACTA2 aparecen en aproximada- http://booksmedicos.org 788 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii mente 14% de grupos familiares con aneurismas y disecciones de la aorta torácica de índole familiar. Síndrome de aneurismas-osteoartritis. El síndrome de aneu- rismas-osteoartritis es un trastorno dominante autosómico recién identificado. Las personas que muestran tal anomalía tienen aneu- rismas aórticos y arteriales, tortuosidad de arterias, disección de aorta, anormalidades craneofaciales leves y osteartritis de inicio temprano. Este síndrome es causado por mutaciones del gen que codifica SMAD3, factor de transcripción de TGF-β. Los sujetos afectados muestran una elevada incidencia de disección aórtica, que suele ocurrir con la aorta con dilatación leve (4 a 4.5 cm) y que causa la muerte repentina.14 Válvula aórtica bicúspide congénita. La válvula aórtica bicús- pide es la malformación congénita más habitual del corazón y los grandes vasos, que afecta hasta a 2% de estadounidenses.15 En comparación con los individuos que poseen una válvula aórtica normal de tres valvas, en los sujetos con válvula aórtica bicúspide hay una mayor incidencia de aneurismas de la aorta ascendente y la dilatación aórtica se produce con mayor rapidez.16 El sitio en que está la valva fusionada o rafe puede señalar anticipadamente la presencia de dilatación aórtica y otras anomalías.17 Casi 50 a 70% de los adultos con válvula aórtica bicúspide, pero sin disfunción valvular significativa, tiene dilatación aórtica detectable con eco- cardiografía.18,19 Por lo general, esta dilatación se limita a la aorta ascendente y la raíz aórtica.20 A veces se encuentra la dilatación en el cayado y sólo en escasas ocasiones en la aorta descendente o abdominal. Además, la disección aórtica aparece 10 veces más a menudo en enfermos con válvulas bicúspides que en la población general.21 Las investigaciones recientes sugieren que los aneuris- mas que se relacionan con aorta bicúspide, tienen características fisiopatológicas distintas a la de aquellos que se presentan en pacientes con válvulas normales.22 No hay certeza del mecanismo exacto por el que se forma el aneurisma en personas con válvula aórtica bicúspide, pero los datos sugieren que dichos pacientes tienen una anomalía congénita del tejido conjuntivo que predispone a la aorta a degeneración de su capa media.22-28 Por ejemplo, hay disminución significativa del contenido de fibrilina 1 y aumento extraordinario de la actividad de metaloproteinasa de matriz en la capa media de la aorta en personas con válvula aórtica bicúspide, en comparación con aquellas con válvula aórtica normal.22-24 Además, la presencia de flujo turbu- lento por largo tiempo a través de la valva deforme puede exacer- bar el proceso de degeneración de la capa media en pacientes con válvula aórtica bicúspide. Arco aórtico bovino. El arco aórtico bovino (un punto común del nacimiento del tronco braquiocefálico y la arteria carótida primi- tiva izquierda), ha sido considerado como una variante anatómica normal. Estudios recientes en la Universidad de Yale han identi- ficado una mayor prevalencia del arco aórtico bovino en personas con enfermedad de la aorta torácica. Se ha detectado un vínculo entre la enfermedad mencionada y un incremento generalizado en la enfermedad aneurismática aórtica (sin ninguna predisposición hacia alguna región aórtica particular). Sin embargo, el arco aór- tico bovino no se ha vinculado de manera particular con válvula aórtica bicúspide ni con disección aórtica, pero sí con incremento de la media de la velocidad de crecimiento aórtico: 0.29 cm/año en personas con arco aórtico bovino, en comparación con 0.09 cm/año en testigos. Por lo expuesto, el arco aórtico bovino puede definirse mejor como un precursor del aneurisma aórtico, que una simple variante anatómica normal.29 Se necesitan más investigaciones para definir el mecanismo básico de tal vínculo. Infección. La formación de aneurismas como consecuencia de una infección primaria de la pared aórtica es inusual. Aun cuando a este tipo de aneurismas se le denomina aneurismas micóticos, los patógenos que lo generan casi siempre son bacterias y no hongos. La invasión de la pared aórtica por bacterias podría ser el resultado de endocarditis bacteriana, traumatismo endotelial consecutivo a una lesión aórtica en chorro o extensión a partir de un coágulo laminar infectado hacia un aneurisma preexistente. Los microorga- nismos más habituales son Staphylococcus aureus, S. epidermidis, Salmonella y Streptococcus.30,31 En comparación con la mayoría de las causas de aneurismas de la aorta torácica, que casi siempre genera lesiones fusiformes, las infecciones a menudo producen aneurismas saculares en áreas destruidas por el proceso infeccioso. Aunque en alguna época la sífilis constituyó elorigen más común de aneurisma aórtico proximal, con el advenimiento de la antibioticoterapia eficaz, los aneurismas sifilíticos se han con- vertido en una rareza en los países industrializados. Sin embargo, en otras partes del mundo estas lesiones siguen siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad. La espiroqueta Treponema pallidum genera una endarteritis obliterante de los vasa vasorum, que provoca isquemia de la media y pérdida de los elementos elás- ticos musculares de la pared aórtica. La AA y el cayado aórtico son las estructuras afectadas con mayor frecuencia. La aparición del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) en el decenio de 1980 se ha vinculado con un incremento importante en la incidencia de sífilis, tanto en pacientes infectados por VIH como en no infecta- dos. Debido a que casi siempre la aortitis sifilítica surge 10 a 30 años después de la infección primaria, es posible que la incidencia de aneurismas secundarios se incremente en un futuro cercano. Aortitis. Los individuos con aneurismas aórticos torácicos degenerativos y preexistentes presentan inflamación transmural localizada y fibrosis subsecuente. El infiltrado aórtico denso está constituido por linfocitos, células plasmáticas y células gigantes. La causa de esta reacción inflamatoria intensa se desconoce. Aun- que se considera que la inflamación grave es un fenómeno sobre- puesto y no la causa primaria, su presencia en un aneurisma debilita aún más la pared aórtica y precipita la expansión. Asimismo, las afecciones autoinmunitarias sistémicas tam- bién generan aortitis torácica. En tanto que la arteritis de Takayasu por lo regular origina lesiones obstructivas con engrosamiento intenso de la íntima, la necrosis concomitante de la media induce formación de aneurismas. En sujetos con arteritis de células gigantes (arteritis temporal), podría producirse inflamación gra- nulomatosa que afecta la totalidad de la pared aórtica e induce engrosamiento de la íntima y destrucción de la media. La aortitis reumatoide es una enfermedad sistémica inusual vinculada con la artritis reumatoide y la espondilitis anquilosante; los fenómenos resultantes de inflamación y fibrosis de la media afectan la raíz aórtica y provocan dilatación del anillo, insuficiencia valvular y formación de aneurismas en la AA. Seudoaneurismas. Los seudoaneurismas o aneurismas falsos de la aorta torácica casi siempre se deben a fugas crónicas retenidas por los tejidos y la fibrosis circundante. Por definición, la pared de un seudoaneurisma no está formada por tejido aórtico intacto; por el contrario, la pared se forma a partir de un trombo organizado y la fibrosis concomitante. Los seudoaneurismas se originan en malformaciones primarias de la pared aórtica (p. ej., tras un trau- matismo con contención de un aneurisma roto) o fístulas desde anastomosis luego de intervenciones quirúrgicas cardiovasculares. Los seudoaneurismas anastomóticos tienen su origen en los pro- blemas técnicos o el deterioro del tejido aórtico propio, el material injertado o la sutura. Por lo general, éstos ocurren en pacientes con síndrome de Marfan.32 Por lo común, el deterioro hístico se vincula con enfermedad degenerativa progresiva o infección. El perfeccionamiento de los materiales para sutura e injerto, así como de las técnicas quirúrgicas han disminuido la incidencia de seu- doaneurismas de la aorta torácica. En caso de que ocurran estos últimos, típicamente necesitarán intervención quirúrgica expedita o de otro tipo, porque se acompañan de una elevada incidencia de complicaciones y rotura. http://booksmedicos.org 789 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 Historia clínica Las decisiones relativas a las opciones terapéuticas en enfermos con aneurismas de la aorta torácica se basan en el conocimiento que hoy en día se tiene sobre la historia natural de esta afección. De ordinario, la historia natural se caracteriza por dilatación pro- gresiva de la aorta y, a la larga, rotura, disección, o ambas. El análisis realizado por Elefteriades de 1 600 pacientes con enfermedad de la aorta torácica, ha ayudado a la cuantificación de estos riesgos bien definidos.33 Las tasas medias de expansión fue- ron de 0.07 cm por año en los aneurismas de la aorta ascendente y de 0.19 cm por año en aquellos de la aorta torácica descendente. Como se esperaba, el diámetro aórtico resultó ser un factor impor- tante para la predicción de rotura, disección y mortalidad. En el caso de los aneurismas torácicos con diámetro > 6 cm, las tasas anuales de complicaciones letales fueron 3.6% para rotura, 3.7% para disección y 10.8% para fallecimiento. Los diámetros críticos, en los cuales la incidencia de complicaciones naturales se incre- menta de manera significativa, fueron 6 cm para aneurismas de la aorta ascendente y 7 cm para aneurismas de la aorta torácica des- cendente; los riesgos correspondientes de rotura al alcanzar dichos diámetros fueron 31 y 43%, respectivamente.34 Algunos tipos de aneurismas tienen mayor propensión a la expansión y la rotura. Por ejemplo, los aneurismas en pacientes del síndrome de Marfan o Loeys-Dietz, muestran dilatación con ritmo acelerado y se rompen y disecan con diámetros más pequeños que los observados con aneurismas vinculados con trastornos que no per- tenecen a las conjuntivopatías. Antes de contar con el tratamiento quirúrgico, esta modalidad agresiva de enfermedad aórtica daba como resultado una esperanza de vida promedio de 32 años en los sujetos con el síndrome de Marfan, en quienes la mayoría de las muertes se debía a complicaciones que alteraban la raíz aórtica.35 Los aneurismas saculares, que a menudo se relacionan con infección aórtica y casi siempre afectan sólo una pequeña sección casi invisible de la aorta, tienden a crecer con más rapidez que los aneurismas fusi- formes, los cuales se acompañan de cambios degenerativos más dise- minados y casi siempre alteran un segmento más grande de la aorta. Existe una situación clínica frecuente que merece especial atención. En muchas ocasiones se detecta una dilatación moderada de la aorta ascendente (4 a 5 cm) durante la colocación de una válvula aórtica o un injerto de derivación coronaria. La evolución clínica de la ectasia en estas aortas ascendentes se ha determinado mediante varios estudios. Michel et al.36 estudiaron a enfermos que presentaban una aorta ascendente con un diámetro > 4 cm en el momento de la sustitución valvular; 25% de ellos requirió otra intervención quirúrgica con el objeto de sustituir la aorta ascen- dente. Prenger et al.37 informaron que la disección aórtica se pre- senta en 27% de los pacientes con diámetro aórtico > 5 cm en el momento de la sustitución valvular aórtica. En fecha reciente se ha prestado atención a dilucidar si es necesario sustituir la base de la aorta con dilatación mínima o no sustituirla en personas con válvula aórtica tricúspide, en las que se ha practicado sustitución valvular aislada, y también precisar el elemento límite para intervenir. Es un punto controvertido, pero muchos cirujanos piensan que la ten- dencia hacia la dilatación aórtica tardía en estos pacientes justifica medidas intensivas.38,39 Las guías actuales en la práctica señalan que hay que considerar la sustitución temprana en estos pacientes cuando la aorta ascendente tiene 4.0 a 4.5 cm.40 Manifestaciones clínicas En muchos individuos con aneurismas de la aorta torácica, la lesión se descubre de manera casual durante la realización de estudios de imagen por razones diferentes. Por ello, es frecuente que los sujetos se encuentren asintomáticos en el momento del diagnóstico. Sin embargo, cuando los aneurismas de la aorta torácica no se detectan, eventualmente causan signos y síntomas que varían de acuerdo con el segmento aórtico afectado. Estos aneurismas generan diferentes manifestaciones que incluyen compresión o erosión de las estruc- turas adyacentes, insuficienciade la válvula aórtica, embolización a distancia y rotura. Compresión local y erosión. En una fase inicial, la expansión y la presión sobre las estructuras adyacentes inducen dolor cró- nico leve. El síntoma más habitual en enfermos con aneurismas de la aorta ascendente es una molestia en la parte anterior del tórax; es frecuente que el dolor se ubique en la región precordial, pero se podría irradiar hacia el cuello y la mandíbula, semejándose a la angina de pecho. Los aneurismas de la aorta ascendente y de la porción transversal del cayado aórtico causan síntomas vinculados con la compresión de la vena cava superior, la arteria pulmonar, las vías respiratorias o el esternón. Aunque es un suceso inusual, en la vena cava superior o en la aurícula derecha se produce erosión, que se manifiesta como insuficiencia cardiaca aguda de gasto alto. La expansión de la porción distal del cayado aórtico estira el nervio laríngeo recurrente e induce parálisis de la cuerda vocal izquierda y enronquecimiento. Es frecuente que los aneurismas torácicos descendentes y los toracoabdominales causen dolor dorsal ubicado entre los omóplatos. Cuando el aneurisma tiene una mayor dimen- sión en la región del hiato aórtico, quizás aparezca dolor en la parte media de la espalda y en el epigastrio. La erosión de los cuerpos vertebrales del tórax y la región lumbar se caracteriza por dolor dorsal intenso y crónico; en casos extremos, surge inestabilidad ver- tebral y deficiencia neurológica por compresión medular. Si bien los aneurismas micóticos tienen una propensión peculiar a destruir los cuerpos vertebrales, los aneurismas degenerativos también causan erosión raquídea. De igual manera, los aneurismas de la aorta torá- cica descendente podrían causar diversos grados de obstrucción de las vías respiratorias que se manifiestan como tos, sibilancias, estri- dor o neumonitis. La erosión hacia los pulmones o las vías respira- torias se manifiesta como hemoptisis. La compresión y la erosión del esófago causan disfagia y hematemesis, respectivamente. Los aneurismas de la aorta toracoabdominal causan obstrucción duode- nal o hemorragia GI si se erosiona la pared del intestino. Es inusual la ictericia consecutiva a compresión hepática o hepatitis porta. La erosión hacia la vena cava inferior o la vena iliaca se detecta por el soplo abdominal, pulso amplio, edema e insuficiencia cardiaca. Insuficiencia de la válvula aórtica. Los aneurismas aórticos proximales pueden generar desplazamiento de las comisuras val- vulares aórticas y dilatación anular. La deformación resultante de la AoV causa insuficiencia valvular aórtica con agravación progre- siva. Como respuesta a la sobrecarga de volumen, el corazón se remodela y se dilata cada vez más. Los pacientes con este trastorno quizá manifiesten insuficiencia cardiaca congestiva, presión del pulso ensanchada y soplo diastólico. Embolización distal. Es frecuente que los aneurismas de la aorta torácica, en particular aquellos que afectan los segmentos toracoab- dominal y de la aorta descendente, estén recubiertos por placas ate- romatosas friables y trombos murales. Cuando se desprenden, estos restos pueden causar embolización distal y dar origen a oclusión y trombosis de las ramas viscerales, renales y de las extremidades inferiores. Rotura. Los individuos con rotura de aneurisma de la aorta torácica a menudo refieren dolor súbito e intenso en la parte anterior del tórax (aorta ascendente), la parte superior de la espalda o la izquierda del tórax (aorta torácica descendente), o bien en el flanco izquierdo o el abdomen (aorta toracoabdominal). Cuando los aneurismas de la AA se rompen es habitual que sangren hacia el espacio pericár- dico, lo cual origina taponamiento cardiaco agudo y muerte. Los aneurismas de la aorta torácica descendente drenan hacia la cavidad pleural, lo cual propicia una combinación de choque hemorrágico grave y alteración respiratoria. La rotura externa es en extremo inusual; en cuanto a los aneurismas sifilíticos, se ha observado que drenan hacia el exterior tras erosionar el esternón. Valoración diagnóstica El diagnóstico y caracterización de los aneurismas de aorta torácica requieren de estudios imagenológicos que también aportan infor- mación indispensable para la selección de opciones terapéuticas. La mejor selección de alguna técnica imagenológica para identi- 1 http://booksmedicos.org 790 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii ficar la aorta torácica y la toracoabdominal es específica de cada institución, varía con la disponibilidad del equipo y la experien- cia, pero se han hecho intentos de estandarizar elementos básicos de obtención y notificación de imagen. Las guías recientes en la práctica40 recomiendan que los señalamientos imagenológicos de la aorta señalan simplemente el sitio de las anomalías en ese gran vaso (incluida la calcificación y la magnitud en que se extienden las anormalidades en las ramas del mismo); los diámetros aórticos externos máximos (y no los internos basados en el calibre inte- rior); defectos de llenado internos y cualquier signo de rotura. En la medida de lo posible se comparan los resultados con los de estudios imagenológicos previos. Radiografías simples. Las radiografías simples de tórax, abdo- men o columna vertebral por lo general aportan información sufi- ciente para establecer el diagnóstico inicial de aneurisma de la aorta torácica. Los aneurismas de la AA generan una sombra convexa en el lado derecho de la silueta cardiaca. La proyección anterior de un aneurisma proximal causa obliteración del espacio retroesternal en la radiografía lateral. Es probable que la presencia de un aneu- risma no se distinga de un proceso de alargamiento y tortuosidad.41 Por encima de todo, las radiografías de tórax (CXRS; chest radio- graphs) pueden tener aspecto normal en sujetos con afectación de la aorta torácica y por esa razón, con ellas no se descarta el diagnós- tico de aneurisma aórtico. Por ejemplo, los aneurismas de la raíz aórtica son ocultados con frecuencia por la superposición de la silueta cardiaca. Las radiografías simples de tórax podrían mostrar cierta convexidad de la porción derecha superior del mediastino, disminución del espacio retroesternal o ensanchamiento de la som- bra de la aorta torácica descendente, la cual podría distinguirse por un borde de calcificaciones que delimita la dilatación aneurismática en la pared de la arteria. La calcificación de la aorta también es sus- ceptible de observarse en la región superior del abdomen mediante una radiografía estándar en posición anteroposterior o lateral (fig. 22-2). Una vez que se detecta un aneurisma de la aorta torácica por medio de radiografía simple, es necesario llevar a cabo estudios adicionales para determinar la extensión de la lesión. Ecocardiografía y ultrasonografía abdominal. Es frecuente que los aneurismas de la AA se descubran durante la valoración ecocardiográfica de enfermos con síntomas o signos de insuficien- cia de la válvula aórtica. Tanto la ecocardiografía transtorácica como la transesofágica permiten una visualización excelente de la AA incluida la raíz.42 La ecocardiografía transesofágica (TEE, transesophageal echocardiography) también hace posible la visua- lización de la aorta torácica descendente, pero no está indicada para valorar el cayado aórtico transversal (que está oculto por el aire del árbol traqueobronquial) o la parte superior de la aorta abdominal. La ecocardiografía eficaz requiere habilidad técnica considerable, tanto para obtener imágenes adecuadas como para interpretarlas. Esta modalidad de imágenes tiene el beneficio adicional de valo- rar la función cardiaca y revelar otras alteraciones que pudiera haber. Durante la valoración ecográfica ante un caso de sospecha de aneurisma de la aorta abdominal en su segmento infrarrenal, si no se identifica un cuello definido a nivel de las arterias renales, se sospecha la posibilidad de afectaciónde aorta toracoabdominal e investiga con otras técnicas de imagen. Se tiene gran cautela en la interpretación de las dimensiones del aneurisma obtenidas de estu- dios ecográficos, porque a menudo se señalan dimensiones intralu- minales, en tanto que en otras modalidades imagenológicas por lo regular se usan mediciones extraluminales de ese vaso. Tomografía computarizada. La CT se practica ampliamente, permite visualizar toda la aorta torácica y abdominal y facilita las reconstrucciones multiplanares y tridimensionales de ese vaso. En consecuencia, la CT es la modalidad más común y sin duda la más útil para valorar aneurismas de la aorta torácica.43 Además de corroborar el diagnóstico, por medio de CT se obtiene información del sitio, extensión, anomalías anatómicas y relación del aneurisma con las principales ramas de vasos. La CT es en particular útil para A Figura 22-2. Radiografía de tórax que muestra un borde calcificado en la pared de un aneurisma aórtico toracoabdominal. A. Proyección anteroposterior. B. Proyección lateral. B http://booksmedicos.org 791 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 conocer el diámetro absoluto de la aorta, en especial en presencia de un coágulo laminado, y también para detectar calcificación de la aorta. La CT con medio de contraste proporciona información del lumen aórtico y detecta trombos murales, disección aórtica, fibrosis inflamatoria periaórtica, así como formación de hemato- mas mediastínicos o retroperitoneales originados por contención a causa de rotura. Para incrementar la congruencia y asegurar un señalamiento uniforme, las guías de la práctica actual sugieren que deben hacerse las mediciones en sentido perpendicular al flujo sanguíneo y en sitios anatómicos corrientes40 (fig. 22-3); con ello se aminora la posibilidad de mediciones equívocas, en par- ticular durante la vigilancia con generación seriada de imágenes. La principal desventaja de la imagen por CT con contraste es la posibilidad de insuficiencia renal aguda causada por el contraste en pacientes con riesgo (p. ej., personas con nefropatía preexistente o diabetes).44 Si es posible, la intervención quirúrgica se lleva a cabo un día después o más, luego de la administración del medio de contraste para tener tiempo de observar la función renal y permitir Figura 22-3. Guías actuales en la práctica40 que buscan estandarizar la notificación de diámetros aórticos al indicar tipos clave de medi- ción. Incluyen: 1) los senos de Valsalva; 2) la unión sinotubular; 3) la zona media ascendente de la aorta; 4) la zona proximal del cayado aórtico en el nacimiento del tronco braquiocefálico; 5) la zona media del cayado aórtico situada entre la carótida primitiva izquierda y la sub- clavia izquierda; 6) la zona proximal de la aorta torácica descendente que comienza en el istmo (a unos 2 cm en sentido distal al nacimiento de la arteria subclavia izquierda); 7) la zona media de la aorta torácica descendente; 8) la aorta a nivel del diafragma, y 9) aorta abdominal en el punto de nacimiento del tronco celiaco. (Con autorización de Baylor College of Medicine.) la diuresis del agente de contraste. Si ocurre insuficiencia renal o se agrava la preexistente, se pospone la cirugía electiva hasta que la función renal regrese a la normalidad o se estabilice. Angiografía por resonancia magnética. La angiografía por resonancia magnética (MRA, magnetic resonance angiography), estudio que posibilita la valoración de la aorta en toda su extensión, cada vez se torna más disponible. Con esta modalidad, se obtienen imágenes comparables a las producidas en la CT con contraste, pero no implica la exposición a radiación ionizante. Además, la MRA ofrece una visualización excelente de los detalles de las ramas vas- culares y es útil para detectar la estenosis de estas ramas.45 Aún más, algunas de las limitaciones de la MRA es su precio caro y su susceptibilidad a mostrar artefactos creados por materiales ferro- magnéticos; el gadolinio (agente de contraste para realizar MRA) podría estar vinculado con la fibrosis sistémica nefrógena y la insu- ficiencia renal aguda en personas con disfunción renal avanzada.46 Además, el entorno de MRA tal vez no sea adecuado para sujetos en estado crítico, y a diferencia de la CT, la MRA es una técnica subóptima en personas con calcificación extensa de la aorta. Aortografía con penetración corporal y cateterismo cardiaco. En épocas pasadas se consideró a la aortografía con medio de con- traste y practicada con catéter, como el estudio normativo para valorar enfermedades de la aorta torácica, pero dicha modalidad ha sido sustituida en gran medida por estudios transversales (como CT y MRA). Las mejorías técnicas han permitido que la CT y la MRA generen excelentes imágenes de la aorta y al mismo tiempo produz- can menos complicaciones que los estudios hechos con catéteres para tal finalidad; por esa razón, en la actualidad la CT y la MRA son las modalidades primarias para valorar enfermedad de la aorta torácica. Hoy día, la aortografía penetrante en personas con enfer- medad de la aorta torácica suele circunscribirse a quienes están sometidos a tratamientos endovasculares, o en el caso de que estén contraindicados otros tipos de investigaciones o no han generado resultados satisfactorios. A diferencia de la aortografía estándar, el cateterismo car- diaco sigue siendo importante para el diagnóstico y la planifica- ción preoperatoria, sobre todo en pacientes con afección de la AA. Además de conocer el estado de las arterias coronarias y la función del LV, la aortografía proximal permite valorar el grado de insufi- ciencia valvular aórtica y de afectación de la raíz arterial, así como el desplazamiento de los orificios (ostia) coronarios y la relación que guarda el aneurisma con los vasos del cayado aórtico. Las ventajas de la obtención de datos mediante estudios diagnósticos por cateterismo se deben comparar con respecto a las limitaciones actuales y las complicaciones potenciales de dichas técnicas. Una limitación básica de la aortografía es que sólo pro- duce imágenes del lumen vascular y, por consiguiente, podría sub- estimar el tamaño de aneurismas grandes que contienen trombos laminares. La manipulación de los catéteres intraluminales resulta en la embolización de un trombo laminar o de detritos ateromato- sos. La aortografía proximal se acompaña de un riesgo de apoplejía de 0.6 a 1.2%. Otros riesgos incluyen reacción alérgica al medio de contraste, disección yatrógena de la aorta y sangrado en el sitio del acceso arterial. El volumen de medio de contraste necesario para llenar de manera adecuada los aneurismas grandes causa toxicidad renal significativa. Con el propósito de llevar al mínimo el riesgo de nefropatía por el medio de contraste, es indispensable adminis- trar al sujeto suficientes líquidos para mantenerlo hidratado durante el procedimiento, manitol para inducir diuresis y acetilcisteína.47,48 De ser posible, la intervención quirúrgica se debe llevar a cabo uno o más días después de la angiografía para asegurar que la función renal se ha estabilizado y regresó a su estado inicial. Tratamiento Valoración del tratamiento apropiado. Una vez detectado el aneurisma de la aorta torácica el tratamiento comienza con la ense- ñanza del paciente, en particular si no tiene síntomas, porque la aor- topatía puede evolucionar en forma rápida e inesperada en algunos 2 http://booksmedicos.org 792 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii individuos. Se realizan anamnesis detallada y exploración física, y luego se efectúa una revisión sistemática de los expedientes médi- cos para valorar con claridad la presencia o ausencia de síntomas y signos pertinentes, a pesar de cualquier negación inicial de sínto- mas por parte del paciente. Se lleva a cabo una revisión minuciosa de signos de enfermedades genéticas, como síndrome de Marfan o síndrome de Loeys-Dietz. Si se cumplenlos criterios clínicos para un trastorno genético, se solicitan las pruebas de laboratorio confirmatorias. Es mejor que los individuos con tales enfermeda- des genéticas se atiendan en una clínica especializada en trastornos aórticos, donde puede realizarse el seguimiento apropiado. Las CT de vigilancia y el control intensivo de la presión arterial constituyen las bases del tratamiento inicial para sujetos asintomáticos. Cuando aparecen síntomas o el aneurisma crece hasta cumplir ciertos cri- terios de tamaño, los enfermos se convierten en sujetos elegibles para intervención quirúrgica. Aunque no se cuenta aún con datos a largo plazo, el trata- miento endovascular ha terminado por ser la modalidad aceptada para tratar aneurismas de la aorta torácica.49 Permanece en el terreno de la experimentación su utilidad para tratar enfermedad de la aorta proximal y aneurismas de la aorta toracoabdominal. A pesar de ello la U.S FDA ha aprobado la colocación de prótesis endolaminales para tratar aneurismas aislados de la porción des- cendente de la aorta torácica y se han aprobado nuevos dispositivos para tratar lesiones no penetrantes y úlcera penetrante de la aorta. Sin embargo, en la práctica se ha difundido la aplicación de endoprótesis de aorta (no autorizadas para esta indicación por la FDA) y explica más de la mitad de su uso.50 Las estrategias endovasculares pueden ser útiles en la reparación de “emergencia” de un aneurisma, como el caso de pacientes con rotura aórtica.51 En fecha reciente el tratamiento endovascular ha evolucionado para incluir reparaciones híbridas que combinan técnicas “desramifi- cantes” abiertas (para redirigir ramas de vasos) con la reparación aórtica endovascular. A pesar de tales progresos, en lo que toca a la reparación de aneurismas con afectación de la aorta aproximal y de aneurismas de la aorta toracoabdominal, los métodos abiertos siguen siendo la norma de referencia y la estrategia preferida. Determinación de la extensión y gravedad de la enferme- dad. Son de máxima importancia los estudios transversales con reconstrucción de imágenes cuando se intenta valorar un aneurisma torácico, precisar la estrategia terapéutica y planificar métodos necesarios. Hay que destacar que muy a menudo las personas con un aneurisma de la aorta torácica también tienen otros en sitios alejados. En tales casos, casi siempre se arregla primero la lesión más amenazante. Muchos individuos necesitan procedimientos quirúrgicos por etapas para completar la reparación de aneurismas extensos en la AA, el cayado transversal y la aorta descendente, torácica o toracoabdominal.52 Cuando el segmento descendente de la aorta no es demasiado grande (en comparación con la aorta proximal) y no causa síntomas, se realiza primero la reparación aórtica proximal. Un beneficio importante de esta estrategia es que permite el tratamiento de la valvulopatía y la arteriopatía coronaria en la primera intervención quirúrgica. Los aneurismas proximales (proximales a la arteria subclavia izquierda) casi siempre se corrigen a través de una esternotomía. Los aneurismas que abarcan la aorta torácica descendente son valo- rados con uso de criterios (que se describen adelante) para la posi- ble reparación endovascular; los que no son idóneos para este tipo de tratamiento, son reparados con técnicas abiertas a través de una toracotomía izquierda. Una CT aporta información detallada sobre calcificación aórtica y trombo luminal. Estos detalles son importan- tes para evitar la embolización durante la manipulación quirúrgica. Indicaciones para cirugía. Los aneurismas aórticos torácicos se reparan para evitar una rotura letal. En consecuencia, con base en datos de estudios de la evolución natural y otros más, las guías en la práctica para tratar la enfermedad de aorta torá- cica40 incluyen la cirugía planificada en sujetos asintomáticos cuando el diámetro del aneurisma aórtico ascendente es > 5.5 cm; 3 cuando el diámetro del aneurisma en la aorta torácica descendente es > 6.0 cm o cuando la velocidad de dilatación es > 0.5 cm/año. En personas con conjuntivopatías como los síndromes de Marfan o de Loeys-Dietz, la cifras permisibles para operar se basan en un menor diámetro aórtico (4.0 a 5.0 cm para el caso de la aorta ascendente y 5.5 a 6.0 cm para la aorta torácica descendente). En el caso de mujeres con conjuntivopatías, en quienes se considera el embarazo, se ha pensado la sustitución profiláctica de la base de la aorta porque el riesgo de disección o rotura de ese gran vaso aumenta cuando su diámetro es ≥ 4.0 cm. En los pacientes de bajo riesgo con disección aórtica crónica se recomienda la reparación en el segmento torácico descendente cuando el diámetro de la aorta es ≥ 5.5 cm. En pacientes sometidos a sustitución o reparación de válvula aórtica se consideran para la reparación simultánea aneurismas de menor tamaño en la aorta ascendente (> 4.5 cm). La agudeza de la presentación constituye un factor impor- tante en las decisiones sobre el momento para efectuar la interven- ción quirúrgica. Muchos enfermos se encuentran asintomáticos al momento de presentarse, por lo que hay tiempo para la valoración preoperatoria minuciosa y la mejoría del estado de salud actual, como la suspensión del tabaquismo y otros programas de optimiza- ción. En cambio, los pacientes que se presentan con síntomas a veces requieren una intervención quirúrgica urgente. Los sujetos sintomáticos tienen mayor riesgo de rotura y ameritan una valoración expedita. La aparición de dolor nuevo en individuos con aneurismas conocidos es muy preocupante porque podría anunciar una expansión significativa, fístula o rotura inminente. Las inter- venciones urgentes tienen peores resultados que los procedimientos electivos, la intervención de urgencia se utiliza sólo en sujetos con rotura o disección aguda agregada.53 Reparación abierta en comparación con reparación endo- vascular. Como se mencionó en párrafos anteriores la reparación endovascular de aneurismas de la aorta torácica se ha tornado una opción terapéutica aceptada en pacientes escogidos, en particu- lar en aquellos con aneurismas aislados de tipo degenerativo en la porción torácica descendente de la aorta; de hecho, las guías en la práctica recomiendan pensar decididamente en la reparación endovascular en individuos con aneurisma en dicho segmento de la aorta con un diámetro de 5.5 cm de ese gran vaso (que es un poco menor de la cifra límite de 6.0 cm para hacer la reparación abierta).40 Para obtener resultados óptimos con la reparación endo- vascular, deben satisfacerse varios criterios anatómicos. Primero, los diámetros del cuello proximal y del distal deben hallarse en un intervalo que permita el sellado adecuado. Además, los cuellos proximal y distal deben medir por lo menos 20 mm de largo para que pueda sellarse bien la zona de asentamiento. Nótese que las estructuras proximal y distal limitantes son los vasos braquiocefá- licos y el tronco celiaco, respectivamente. Otra limitación anató- mica de este tratamiento es el acceso vascular: las arterias femoral e iliaca son lo suficientemente anchas para acomodar las grandes “camisas o vainas” necesarias para abrir el injerto endovascular, aunque aparatos más nuevos utilizan una vaina más pequeña (o incluso son injertos endovasculares autodesplegables “sin vaina”) para acomodarse en arterias más finas. Las flexuosidades de los vasos iliacos y de la aorta abdominal hacen que los procedimientos mencionados sean técnicamente muy difíciles. A veces, un “injerto lateral” debe unirse con la arteria iliaca a través de una incisión retroperitoneal porque el acceso distal es deficiente. Cuando no se cumple alguno de estos criterios anatómicos, es preferible una técnica abierta a una endovascular. Es importante señalar que se ha intentado ampliar el uso del tratamiento endovascular a los aneurismas del cayado aórtico y a los aórticos toracoabdominales. Siguensiendo escasos los informes de la reparación puramente endovascular del cayado aórtico, pero Greenberg et al.54 han señalado su experiencia en una gran serie de reparaciones de aorta toracoabdominal totalmente endovasculares. Como aspecto adicional, existen innumerables informes de series pequeñas de “métodos híbridos experimentales” con injertos endo- 5 6 4 http://booksmedicos.org 793 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 vasculares utilizadas para indicaciones no aprobadas por la FDA, que comprenden la “eliminación” de ramas del cayado aórtico o de los vasos viscerales de la aorta abdominal, seguida de la exclusión endovascular del aneurisma. La mayor parte de las técnicas híbri- das comprenden la reparación del cayado aórtico. En su forma más sencilla la reparación híbrida de dicha estructura comprende una derivación abierta desde la subclavia izquierda hasta la carótida primitiva izquierda, seguida del “cubrimiento” deliberado del naci- miento de la arteria subclavia izquierda por un injerto endovascu- lar. En su forma más compleja, la reparación híbrida comprende el cambio de cauce de todos los vasos braquiocefálicos seguidos de la colocación proximal del injerto endovascular en la aorta ascendente y extender la reparación en sentido distal al cayado aórtico y la aorta torácica descendente. Los enfermos que teóricamente se beneficiarían más con la técnica intravascular que con las técnicas abiertas tradicionales incluyen a los de edad avanzada o quienes manifiestan padeci- mientos concomitantes de importancia. Por ejemplo, la reparación abierta de un aneurisma aórtico torácico descendente puede acom- pañarse de morbilidad pulmonar significativa. Por lo tanto, los pacien- tes con reserva pulmonar limítrofe son los más indicados para un procedimiento intravascular o híbrido. En cambio, los individuos con ateroma intraluminal significativo tienen mejor resultado con una técnica abierta por el riesgo de embolización y apoplejía que implican las manipulaciones por catéter. De la misma manera, los sujetos con trastornos del tejido conjuntivo deben ser objeto de un procedimiento abierto y casi nunca se consideran adecuados para reparación intravascular. La reconstrucción intravascular en presencia de trastornos del tejido conjuntivo ha tenido malos resul- tados, sobre todo por la dilatación progresiva, migración del injerto intravascular y fístulas endógenas.55 Valoración preoperatoria y preparación. Dado el efecto de las afecciones concomitantes sobre las complicaciones perioperatorias es indispensable llevar a cabo una valoración previa detallada de la reserva fisiológica para conocer el riesgo quirúrgico. Por ello, la mayoría de los enfermos se valora a profundidad haciendo hincapié en las funciones cardiaca, pulmonar y renal antes de someterse a intervención quirúrgica electiva.56,57 Valoración cardiaca. La arteriopatía coronaria es frecuente en pacientes con aneurismas de la aorta torácica y causa un número considerable de muertes posoperatorias tempranas y tardías. De manera paralela, las alteraciones valvulares y la disfunción del miocardio tienen implicaciones importantes en la planificación del tratamiento anestésico y el procedimiento quirúrgico para la reparación aórtica. La ecocardiografía transtorácica es un método no penetrante que permite una valoración satisfactoria tanto de la función valvular como de la de ambos ventrículos. La gammagrafía con dipiridamol-talio hace posible identificar áreas del miocar- dio con isquemia reversible y es más práctico que la prueba del ejercicio en individuos de edad avanzada afectados por vasculopatía periférica en las extremidades inferiores. Se practican cateterismo cardiaco y arteriografía coronaria en personas que muestran mani- festaciones de coronariopatía, como lo indican los antecedentes del enfermo o los resultados de estudios sin penetración corporal o que tienen una fracción de expulsión del ventrículo izquierdo ≤ 30%. Si se identifica valvulopatía o arteriopatía coronaria significativa antes de llevar a cabo una intervención quirúrgica aórtica proximal, es posible corregirla durante el mismo procedimiento. Los enfer- mos con aneurismas aórticos distales asintomáticos y arteriopatía coronaria oclusiva grave se someten a angioplastia transluminal percutánea o revascularización quirúrgica antes de la sustitución del tejido aórtico aneurismático. Valoración pulmonar. El estudio de la función pulmonar mediante gasometría arterial y espirometría se realiza de manera sistemática antes de las intervenciones quirúrgicas de la aorta torácica. Los pacientes con volumen espiratorio forzado en 1 s (FEV1) > 1 L y pre- sión parcial de dióxido de carbono (CO2) < 45 mmHg se consideran aptos para intervención quirúrgica. En los individuos adecuados, una función pulmonar limítrofe se mejora mediante la implementación de un régimen que incluya suspensión del tabaquismo, re ducción de peso, ejercicio y tratamiento de bronquitis durante un periodo de uno a tres meses previo a la intervención quirúrgica. Aun cuando la cirugía no se pospone en sujetos que presentan aneurismas aórticos sintomáticos con función pulmonar deficiente, es necesario llevar a cabo ajustes de la técnica quirúrgica para optimizar la posibilidad de recuperación. En este tipo de enfermos, es de importancia singular la conservación del nervio laríngeo recurrente izquierdo, los nervios frénicos y la función del diafragma. Valoración renal. Antes de la cirugía se determina la función renal mediante la medición de electrólitos séricos, nitrógeno ureico san- guíneo (BUN) y creatinina. La información relativa a las dimensio- nes y la perfusión renales se obtiene a partir de estudios de imagen realizados para la valoración aórtica. La información precisa referente a la función renal basal tiene implicaciones terapéuticas y pronósticas importantes. Por ejemplo, las estrategias para perfusión y el uso de fármacos peri- operatorios se ajustan con base en la función renal. Es frecuente que los pacientes con una alteración considerable de la función renal requieran por lo menos un periodo temporal de hemodiáli- sis tras la intervención quirúrgica; estos individuos también tienen una tasa de mortalidad significativamente mayor que lo normal. Los sujetos con aneurismas de la aorta toracoabdominal y función renal deficiente consecutiva a enfermedad oclusiva grave proximal del riñón, deben someterse a endarterectomía renal, colocación de injerto endovascular o aplicación de injerto de derivación durante la reparación aórtica. Reparación quirúrgica Aneurismas de la aorta torácica proximal Reparación abierta. De forma tradicional las cirugías abiertas para la curación de aneurismas aórticos proximales que afectan la aorta ascendente, la porción transversal del cayado aórtico, o ambas, se llevan a cabo con una incisión medioesternal y requieren interven- ciones quirúrgicas plásticas vasculares. La técnica para la susti- tución aórtica varía con arreglo a la extensión del aneurisma y el estado de la válvula. El conjunto de cirugías (fig. 22-4) va desde una sustitución simple de la porción tubular de la aorta ascen- dente mediante injerto (fig. 22-4A), hasta la sustitución también mediante injerto de la totalidad de la aorta proximal, incluida su raíz, con reimplantación de las arterias coronarias y las ramas bra- quiocefálicas. Las opciones para el tratamiento de la valvulopatía aórtica, el aneurisma aórtico y la reperfusión requieren un análisis detallado (cuadro 22-2). Valvulopatía aórtica y aneurismas de la raíz. Muchos enfermos que son objeto de intervención quirúrgica de la aorta proximal presen- tan alteraciones valvulares que requieren corrección quirúrgica concomitante. Cuando existe valvulopatía aórtica pero el segmento sinusal es normal se deben llevar a cabo de manera independiente la reparación o la sustitución de la válvula aórtica y la sustituciónmediante injerto del segmento tubular de la aorta ascendente. En los casos mencionados, se puede abordar el reflujo leve o mode- rado de válvulas con dilatación del anillo, al hacer un plegamiento del anillo con puntos de colchonero colocados en cada comisura y de este modo conservar la válvula original. En personas con reflujo valvular mucho más intenso o estenosis de valvas, éstas se sustituyen por una prótesis biológica o mecánica endoluminal. Las prótesis mecánicas obligan a cumplir permanentemente con un régimen a base de anticoagulantes. Las sustituciones de la válvula aórtica y la de la AA no se efectúan de modo aislado en individuos con síndrome de Marfan porque ocurre dilatación progresiva del segmento sinusal remanente, lo cual con el tiempo origina compli- caciones que necesitan reintervención. Por esta razón, los sujetos con síndrome de Marfan o ectasia anuloaórtica requieren alguna modalidad de sustitución de la raíz aórtica.58 http://booksmedicos.org 794 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii A E H I J K F G B C D Figura 22-4. Ilustraciones de las reparaciones en la zona proximal de la aorta en la que se dejó intacta la base original de este gran vaso. A. Implan- tación de injerto en el segmento tubular de la aorta ascendente, en tanto se deja intacto el cayado en su segmento izquierdo. B. Implantación del injerto biselado en el hemicayado en el cual se sustituyeron la aorta ascendente y una parte de la curvatura menor del cayado. C. Hemicayado modificado con implantación adicional del tronco braquiocefálico. D. Reparación en parche del cayado aórtico. E. Implantación tradicional del cayado total con una técnica de islote para reempalmar los vasos braquiocefálicos. F. Técnica de injerto ramificado que sustituye los vasos braquio- cefálicos al seguir su sitio anatómico original. G. Técnica de trompa de elefante con reinserción del tronco arterial braquiocefálico. Reparaciones actuales del cayado con injerto en Y que incluyen: H. Técnica de injerto en Y único. I. Técnica de doble injerto en Y. J. Técnica de trompa de elefante con un solo injerto en Y. K. Técnicas de trompa de elefante con doble injerto en Y. (Con autorización del Baylor College of Medicine.) http://booksmedicos.org 795 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 En muchos casos, la sustitución de la raíz aórtica necesita la colocación de una prótesis mecánica o biológica dotada con una válvula y un conducto aórtico. Hoy en día, se dispone de tres tipos de injerto en el ámbito comercial: injertos valvulares mixtos, que incluyen una válvula mecánica bivalva unida a una prótesis tubular de poliéster; homoinjertos de raíz aórtica, obtenidos de cadáveres y crioconservados, e injertos de raíz aórtica porcina sin prótesis.59,60 Otra opción que tiene el cirujano es elaborar un injerto compuesto bioprotésico de válvulas durante la operación al suturar una válvula de tejido endoprotésico a un tubo de injerto de poliéster. A pesar de que puede ofrecerse sólo a pacientes escogidos el método de Ross, en que se extirpa la base de la arteria pulmonar del paciente y se coloca en la posición aórtica y después se reconstruye el infundíbulo de salida del ventrículo izquierdo por empleo de homoinjerto crioconservado de la arteria pulmonar, dicha opción pocas veces se usa y ello se debe en gran medida a que es un método técnicamente más exigente y hay dudas sobre la capacidad de dilatación del autoinjerto en individuos con conjuntivopatías.61 Otra opción es la sustitución de la base de la aorta con “con- servación de válvulas” que ha evolucionado sustancialmente en los últimos 10 años.62 La técnica con conservación de la válvula, pre- ferida en la actualidad recibe el nombre de reimplante de la raíz de la aorta y comprende extirpar los senos aórticos, agregar un injerto protésico al anillo del paciente (fig. 22-5) y suspender de nuevo la válvula aórtica nativa dentro del injerto. La hemodinámica supe- Cuadro 22-2 Opciones para la reparación quirúrgica abierta de aneurismas aórticos proximales Opciones para tratar las alteraciones valvulares aórticas Anuloplastia de la válvula aórtica (AoV) (plicatura del anillo) Reemplazo de la AoV con prótesis mecánica o biológica Sustitución de la raíz aórtica Injerto valvular compuesto Homoinjerto aórtico Raíz porcina sin endoprótesis Técnicas de conservación valvular Autoinjerto pulmonar (procedimiento de Ross) Opciones para reparación de aneurisma aórtico mediante injerto Aortoplastia en parche Sustitución proximal aislada Sustitución en “hemicayado” en bisel Sustitución total del cayado con reimplantación de ramas braquiocefálicas Restitución total del cayado con injertos de derivación hasta las ramas del tronco arterial braquiocefálico (técnicas con injerto en Y) Técnicas de trompa de elefante con adaptación de islotes Técnicas de trompa de elefante con el procedimiento de injerto en Y Opciones de perfusión Circulación extracorpórea corriente Paro circulatorio en hipotermia profunda sin complementos Paro circulatorio con hipotermia con complementos Perfusión cerebral retrógrada Perfusión cerebral anterógrada Catéteres de perfusión con globo Canulación de arteria axilar derecha Canulación del tronco braquiocefálico Perfusión cerebral combinada anterógrada y retrógrada rior de la válvula original y el hecho de no utilizar anticoagulantes constituyen ventajas importantes de la técnica con conservación valvular. Los resultados a largo plazo en pacientes perfectamente escogidos han sido excelentes.63 Se ha cuestionado la viabilidad de este método en individuos con síndrome de Marfan o válvula aór- tica bicúspide, pero los informes publicados sugieren que es posi- ble la durabilidad a largo plazo en tales individuos cuando dicho método se realiza en centros con experiencia.64,65 Aún más, se han notificado resultados aceptables a mediano plazo en individuos con válvula aórtica bicúspide.66 Las personas que tienen deterioro estructural de valvas o dilatación excesiva del anillo típicamente no son idóneas para la reparación con conservación valvular. Sin importar del tipo de conducto que se utilice, la sustitu- ción de la raíz aórtica requiere la reimplantación de las arterias coronarias en orificios que se practican en el injerto. Como se des- cribió de manera original por Bentall y De Bono,67 lo anterior se lograba mediante la sutura de la pared aórtica intacta que circunda cada arteria coronaria a las aberturas en el injerto. La pared aórtica se envolvía luego alrededor del injerto para producir hemostasia. No obstante, con frecuencia esta técnica causaba la formación de seudoaneurismas a partir de fístulas desde los sitios de reimplanta- ción coronaria. La modificación de Cabrol en la cual se sutura un pequeño injerto tubular a los orificios (ostia) coronarios y al injerto aórtico principal permite lograr anastomosis coronarias libres de tensión y reducir el riesgo de formación de seudoaneurismas.68 La modificación en botón realizada por Kouchoukos al procedimiento de Bentall es la técnica que se utiliza con mayor frecuencia hoy en día.69 Se extirpa la aorta aneurismática, dejando botones de pared aórtica alrededor de ambas arterias coronarias, que enseguida se movilizan y suturan luego al injerto aórtico (fig. 22-6). Las líneas de sutura coronaria se refuerzan por medio de un afelpado de poli- tetrafluoroetileno o tejido pericárdico, con el propósito de pro- mover la hemostasia. Cuando es imposible movilizar de manera adecuada las arterias coronarias porque los aneurismas son dema- siado grandes o por cicatrización de una intervención quirúrgica previa, puede usarse la técnica de Cabrol. Otra opción, descrita en un principio por Zubiate y Kay,70 corresponde a la construcción de injertos para derivación mediante la interposición de vena safena o injertos sintéticos. Aneurismas del cayado aórtico. De igualmanera, existen varias opciones para reparar aneurismas que se extienden hasta la por- ción transversal del cayado aórtico (fig. 22-4). El acceso quirúrgico depende de la extensión de la afección del cayado y la necesidad de protección cardiaca y cerebral. Los aneurismas saculares origina- dos en la curvatura menor de la región transversal distal del cayado y que afectan < 50% de la circunferencia aórtica, se tratan mediante aortoplastia con injerto en parche. En el caso de los aneurismas fusiformes en los cuales la porción distal del cayado tiene dimen- sión razonable, se lleva a cabo una sustitución simple en bisel de la curvatura inferior (en el hemicayado). Los aneurismas más exten- sos del cayado aórtico requieren sustitución total, con anastomo- sis distal a la porción proximal de la aorta torácica descendente y reimplantación independiente de las arterias braquiocefálicas. Los vasos braquiocefálicos se reimplantan sobre una o más aberturas en el injerto, o se sustituyen con injertos menores si también presen- tan dilatación aneurismática. En fecha reciente se han introducido métodos con injerto en Y para reparar el cayado aórtico71 en que esencialmente se desramifican los vasos braquiocefálicos y se les desplaza en sentido anterógrado. Esto permite llevar la anastomosis distal hacia adelante, lo cual facilita la hemostasia. Si el aneurisma abarca todo el cayado y se extiende a la aorta torácica descendente se le aborda por la técnica de “trompa de elefante” de Burst y en forma programada se hace sustitución total del cayado.72 La anasto- mosis en su porción distal puede elaborarse por medio de un injerto “en collar” para acomodar cualquier diferencia del diámetro aór- tico73 y realizarlo de modo que parte del injerto quede suspendido http://booksmedicos.org 796 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii Figura 22-5. Ilustración de la técnica actual de los autores con conservación de las válvulas originales, para reemplazar la base de la aorta y la aorta ascendente para tratamiento de A. aneurisma de la base de la aorta. B. Se abre la aorta ascendente después de unir al paciente a la circula- ción extracorpórea, se establece el paro cardiopléjico y se pinza la porción distal de la aorta ascendente. Se extirpa el tejido aórtico enfermo (que incluyen los senos de Valsalva); se utilizan botones de tejido circundante para movilizar el nacimiento de las arterias coronarias. C. Se sutura un injerto sintético a la aorta ascendente en su porción distal con sutura continua. D. Después de terminar la anastomosis distal se colocan seis pun- tos reforzados con tapones pequeños de Teflon colocados en el plano inmediatamente por debajo del anillo de la válvula aórtica. E. Las suturas subanulares se colocan a través de la base del injerto sintético de la base de la aorta, que después es situado con su círculo abierto alrededor de la válvula. F. Una vez que se secciona el injerto de la base con su longitud adecuada se colocan dentro del injerto las comisuras y las valvas de la válvula. Hecho lo anterior se ajustan los puntos de sutura del anillo. G. El cirujano asegura cada una de las tres comisuras cerca del extremo superior del injerto. H. Se sutura el tejido aórtico supraanular al injerto por sutura continua. I. Se sutura el botón alrededor del nacimiento de la arteria coronaria izquierda para que exista un corte-abertura en el injerto de la base. J. Se unen con puntos los dos injertos aórticos con sutura continua. K. Se sutura el botón que rodea el nacimiento de la arteria coronaria derecha a un corte abierto en el injerto de la base. L. Se muestra el implante de la base aórtica completado, con conservación de la válvula aórtica (sin válvulas) y la reparación de la aorta ascendente con injerto. (Con autorización del Baylor College of Medicine.) A E I J K L F G H B C D dentro de la porción proximal de la aorta torácica descendente (fig. 22-7). Durante una intervención quirúrgica, este “tronco” se usa para facilitar la reparación de la aorta torácica descendente a través de una incisión de toracotomía. Esta técnica hace posible el acceso a la parte distal del injerto en la segunda cirugía sin necesidad de disección alrededor de la parte distal del cayado aórtico transversal; esto disminuye el riesgo de lesionar el nervio laríngeo recurrente izquierdo, el esófago y la PA si se utilizara una técnica abierta en la segunda etapa. Como se describe en la sección sobre reparación híbrida de aneurismas del cayado aórtico (véase más adelante), la http://booksmedicos.org 797 An eu rism As de lA AortA torácicA y disección AórticA cAPÍtu lo 22 Figura 22-6. Ilustración del procedimiento de Bentall modificado para sustitución de la raíz aórtica y la aorta ascendente (AA). La válvula aórtica y toda la AA, incluidos los senos de Valsalva, se sus- tituyeron por un injerto compuesto con válvula mecánica. Las arterias coronarias con botones de tejido aórtico circundante se movilizaron y reinsertaron en aberturas del injerto aórtico. “trompa de elefante” puede completarse con una técnica endovas- cular híbrida (fig. 22-8) en algunas situaciones. Estrategias de perfusión en derivación cardiopulmonar. Como en las intervenciones quirúrgicas por sí mismas, las técnicas de perfusión que se utilizan durante una intervención quirúrgica aórtica proxi- mal también dependen de la extensión de la reparación. La sustitu- ción de los aneurismas que se limitan al segmento ascendente de la aorta se lleva a cabo mediante circulación extracorpórea estándar y pinzamiento distal de la aorta ascendente. Esto permite la perfusión constante del cerebro y otros órganos vitales durante la reparación. Sin embargo, los aneurismas que afectan la porción transversal del cayado aórtico es imposible pinzarlos durante la reparación y, por ello, se necesita un periodo sin apoyo circulatorio extracorpóreo; esto se denomina paro circulatorio. Para proteger al cerebro y a los órganos vitales durante el periodo de paro circulatorio, se genera hipotermia profunda en el sujeto antes de detener el flujo. No obs- tante, la hipotermia conlleva algún riesgo y si se produce en niveles profundos puede ocasionar una coagulopatía (< 20°C); tal moda- lidad por costumbre ha sido utilizada en la reparación abierta del cayado. En fecha reciente, se han introducido niveles más mode- rados de hipotermia (entre 22°C y 24°C) y al parecer disminuyen el riesgo que surge con la hipotermia profunda y aún así brindan suficiente protección al encéfalo. No obstante, aunque el enfermo tolera satisfactoriamente periodos breves de paro circulatorio, incluso la técnica recién modificada sigue teniendo limitaciones sustanciales; conforme se prolonga la duración del paro circula- torio aumentan de forma impresionante los riesgos perfectamente identificados de daño cerebral y muerte. Como aspecto adicional, algunos autores han puesto en duda que al disminuir el grado de la hipotermia se estrecha el margen de seguridad que brinda la hipotermia profunda, porque aumenta el riesgo de complicaciones isquémicas que abarcan la médula espinal, los riñones y otros órga- nos que reciben menos protección con la hipotermia.74 Dada la complejidad inherente de las reparaciones del cayado aórtico y por la tendencia general que tienen a producir periodos más largos de paro circulatorio en hipotermia, se crearon dos estra- tegias de perfusión cerebral, que son la perfusión cerebral retró- grada (RCP; retrograde cerebral perfusion) y la perfusión cerebral anterógrada (ACP; antegrade cerebral perfusion) para comple- mentar el proceso de hacer llegar sangre oxigenada fría al cerebro y reducir los riesgos propios de la reparación. La perfusión cerebral retrógrada comprende orientar la sangre del circuito de oxigenación extracorporal al cerebro a través de la vena cava superior.75 Sin embargo, se piensa que la técnica retrógrada es menos beneficiosa que la anterógrada76 y a pesar de que pudiera ser útil en el “lavado”
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