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523 CAPÍTULO © 2017. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Neoplasias pleurales primarias y secundarias INTRODUCCIÓN La pleura es un órgano de origen mesodérmico, que deriva de la cavidad celómica embrionaria. Por su ubicación —revistiendo la pared torácica, el diafragma, el pulmón y las estructuras mediastínicas— se encuentra en una importante encrucijada anatómica, lo que facilita el que se afecte cuando se lesionan las estructuras vecinas. Por otro lado, el origen mesodérmico proporciona a las células mesoteliales, que constituyen el reves- timiento más interno de la cavidad pleural, unas especiales características histológicas y funcionales, que condicionan notablemente el comportamiento de los tumores que allí asientan. En tercer lugar, es conveniente destacar la particular predisposición de la pleura para reaccionar monomórficamente ante cualquier agresión mediante la producción de líquido, es decir, apareciendo un derrame pleural. En condiciones fisiológicas existe una delgada capa de fluido entre las dos hojas pleurales, lo que permite el des- plazamiento y un adecuado acoplamiento mecánico entre la pared torácica y el pulmón. Para que este acoplamiento sea efectivo, es necesario que el volumen de líquido sea mínimo y que se contrarresten los mecanismos que tienden a aumen- tarlo en la cavidad pleural (fuerzas de retracción elástica del pulmón y de la pared torácica, y presión coloidosmótica dentro de esa cavidad). Esto se consigue gracias al juego de presiones hidrostáticas que actúan sobre los capilares sub- mesoteliales, el drenaje linfático (sobre todo en la pleura parietal) y la actividad de las células mesoteliales. Hay neo- plasias que tienen una mayor predilección por la pleura que otras (pulmón, mama, ovario, estómago). Ello se relaciona con la capacidad de las células neoplásicas para implantarse en la superficie pleural, sobre todo a través de su unión con los receptores CD44. Por ello, el bloqueo de estos receptores podría tener aplicación en el futuro para el control de los procesos metastásicos pleurales. En todo caso, en el desa- rrollo de los derrames malignos están implicados muchos factores, incluyendo el bloqueo linfático, el aumento de la permeabilidad pleural y otros (cuadro 62.1). Un mecanismo especialmente importante es la angiogénesis, que permite la aparición de implantes en la superficie pleural a través de la producción de un mediador concreto, el VEGF (vascular endothelial growth factor) por las células neoplásicas. El derrame neoplásico es responsable de más de un tercio de todos los exudados y su frecuencia parece estar aumentando en todas las series. Es importante tener en cuenta que la afectación tumoral de la pleura puede cursar sin derrame pleural (lo que sucedió en casi la mitad de los casos de una serie necrópsica estudiada por nosotros). Este hecho es particularmente relevan- te cuando ocurre en los pacientes con un cáncer de pulmón que es, en principio, resecable y en el que puede encontrarse una diseminación pleural metastásica sin derrame en el momento de la toracotomía o cuando se explora la cavidad mediante una toracoscopia previa a la toracotomía. En el cuadro 62.2 se expone la clasificación de los tumores que pueden afectar a la pleura. Alrededor de un tercio de los derrames pleurales malignos se relaciona con el cáncer de pulmón. El cáncer de mama suele ser el segundo en frecuencia en la mayoría de las series. TUMORES PRIMARIOS DE LA PLEURA Mesotelioma pleural Es un tumor derivado de la capa mesotelial de la serosa pleural (o peritoneal). Su incidencia en los países de la Unión Europea es de, aproximadamente, 1,5 casos/100.000 habitantes cada 5 años, con un pico de aparición en las personas con 50 a 70 años de edad. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, Canadá y algunos países europeos, en los que la afectación peritoneal es más frecuente que la pleural e incide por igual en ambos sexos, en España (según los escasos datos de los que se dispone) la implicación pleural es, al menos, cuatro veces más frecuente que la peritoneal y se observa en los hombres casi cinco veces más que en las mujeres. Según algunos estudios epidemiológicos no se espera que caiga la incidencia del meso- telioma en Europa hasta el año 2020 o 2030, a pesar de que el uso del asbesto —con el que se relaciona estrechamente— se ha prohibido ya en todos los países de la Unión Europea. El mesotelioma localizado puede ser benigno o maligno y es de causa desconocida. El difuso siempre es maligno y se 62 Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN VII Neoplasias del aparato respiratorio 524 estimaba como un hallazgo excepcional hasta la mitad del siglo xx. A partir de los trabajos de Wagner en Sudáfrica (1959-1960) se considera al mesotelioma como un tumor relacionado con la exposición al asbesto, sobre todo a los anfíboles. No obstante, en la práctica clínica no se consigue demostrar este antecedente con claridad en casi un tercio de los casos, lo que podría deberse a una exposición ambiental inadvertida —como ha estado ocu- rriendo durante muchos años con la erionita y otros anfíboles, en Turquía, o con la tremolita en Córcega y Chipre—. También es posible que en ocasiones los pacientes olviden una antigua exposición laboral o doméstica (familiares de trabajadores del amianto), dado que en la mayoría de los casos han transcurrido más de 30 años entre esa exposición y la manifestación clínica del tumor. En algunos estudios se ha asociado el mesotelioma con el SV40, un virus que contaminó algunos lotes de la vacuna antipoliomielítica en el pasado y que es capaz de inducir trans- formaciones neoplásicas en las células mesoteliales. También se están analizando algunas alteraciones genéticas, que podrían predisponer a la aparición de un mesotelioma. Entre los varios tipos de asbesto existentes, el que más se asocia con el mesotelioma es el asbesto azul o crocidolita y el de menor riesgo es el crisotilo o amianto blanco (aunque este puede llevar impurezas más cancerígenas, como la tremolita). Las diferencias en cuanto al riesgo de provocar un mesotelioma parecen depender más de las características físicas de las fibras (longitud y grosor) que de su estricta composición química. Y ello se debe a la distinta capacidad para penetrar hasta la superficie pleural a través de las vías aéreas. Además, algunas fibras (como el crisotilo) pueden disolverse lentamente en el organismo, mientras que otras permanecen en la pleura por tiempo indefinido. El riesgo de un mesotelioma es propor- cional a la densidad de fibras de amianto que se encuentra en el aire inspirado, a la duración de la exposición y a la tercera potencia del tiempo transcurrido desde la primera exposición al asbesto, de modo que, en general, han de transcurrir más de 15 años para que se desarrolle clínicamente el tumor. DIAGNÓSTICO DEL MESOTELIOMA PLEURAL El mesotelioma localizado suele ser asintomático durante largo tiempo, cursa sin derrame pleural y suele descubrirse en una radiografía de tórax realizada por otro motivo. En cuanto al difuso, siempre es maligno y puede acompañarse o no de un derrame pleural, que en principio no tiene características especiales. El dato clínico más frecuente en el mesotelioma maligno es el dolor torácico, sin clara relación con los movi- mientos respiratorios. Suele ser leve al principio, pero persis- tente y lentamente progresivo, hasta convertirse en el principal problema de estos enfermos. En los estadios clínicos iniciales no se aprecian engrosamien- tos pleurales en la radiografía torácica, si bien puede haberse observado durante años la presencia de placas pleurales rela- cionadas con la exposición al asbesto. Estas placas sonbastante finas, habitualmente contienen calcificaciones y son visibles sobre todo en el diafragma y en la mitad inferior de la pleura costal. Hay que sospechar el desarrollo de un mesotelioma si se percibe un crecimiento en su grosor, si surge un festoneado en sus bordes o si aparece dolor con las características descritas más arriba. En cambio, la simple presencia de un derrame pleural en un individuo con el antecedente de una exposición al asbesto no confirma ni descarta la posibilidad de un mesotelioma, ya que puede tratarse de una pleuritis asbestósica benigna. En el meso- telioma, con el transcurso del tiempo, la cavidad pleural puede llegar a obliterarse, con la consiguiente desaparición del derrame pleural, que se ve sustituido por un engrosamiento pleural sólido festoneado y difuso. Así pues, el aspecto macroscópico típico del mesotelioma evolucionado es el de una zona con un marcado engrosamiento, que fija las dos hojas pleurales y «acoraza» al Cuadro 62.1 MECANISMOS DE PRODUCCIÓN DE UN DERRAME PLEURAL Aumento de la presión hidrostática sistémica Descenso de la presión oncótica en la microcirculación pleural Aumento de la permeabilidad en la microcirculación pleural Aumento del líquido intersticial pulmonar Obstrucción del drenaje linfático Paso de líquido desde otras cavidades o estructuras: peritoneo, retroperitoneo, espacio cefalorraquídeo, catéteres Disminución de la presión negativa en el espacio pleural Rotura vascular torácica Rotura del conducto torácico Tomado de Villena Garrido et al., 2006. Cuadro 62.2 CLASIFICACIÓN DE LOS TUMORES PLEURALES Tumores primitivos: ● De la capa mesotelial (mesoteliomas): ● Localizados (benignos o malignos) ● Difusos (siempre malignos) ● De la capa submesotelial: ● Fibromas ● Lipomas ● Sarcomas Tumores secundarios: ● A partir de estructuras próximas: ● Tumores mediastínicos que invaden la pleura ● Tumores de la pared torácica (sarcomas con afección costal, tumores de mama con invasión pleural directa) ● Tumores pulmonares con invasión de la pleura visceral ● Metastásicos (orígenes más frecuentes): ● Pulmón ● Mama ● Ovario ● Tracto gastrointestinal ● Riñón y vías urinarias ● Afectación pleural por hemopatías malignas: ● Linfoma ● Mieloma ● Macroglobulinemia de Waldenström Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 62 Neoplasias pleurales primarias y secundarias 525 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. pulmón. Es más, suele extendenderse circunferencialmente por toda la cavidad pleural y el pericardio, con un espesor de varios centímetros, penetrando incluso en el parénquima pulmonar, sobre todo a través de las cisuras. La resonancia magnética es una técnica superior a la tomografía computarizada torácica para detectar la invasión de la pared torácica o del diafragma. Ambos procedimientos son similares en cuanto a su utilidad para valorar una eventual afectación del mediastino. En fases relativamente precoces pueden verse en la tomografía computa- rizada torácica nodulaciones que afectan, al principio, a la pleura costal y que, más tarde, se extienden a la visceral, haciéndose progresivamente más confluentes. Esta extensión del proceso a la pleura visceral, así como la invasión del pulmón, del músculo diafragmático o del mediastino, empeora de manera significativa el pronóstico de estos enfermos. No es excepcional observar la coexistencia de placas pleurales benignas, con nódulos o engrosamientos malignos (fig. 62.1). El estudio citológico no es un procedimiento muy seguro en el diagnóstico de certeza del mesotelioma, por lo que se requiere de una valoración histológica de muestras obtenidas mediante una biopsia pleural (fig. 62.2). Esta última debe ser suficientemente grande, dadas las dificultades que tiene el análisis histopatológico de este tumor, sobre todo por las grandes semejanzas que existen entre el mesotelioma maligno de variedad epitelial y el adenocarcinoma pleural metastásico. FIGURA 62.1 Aspecto toracoscópico de un mesotelioma maligno en el que las placas pleurales (lesiones más claras y con bordes nítidos) se encuentran estrechamente asociadas con lesiones tumorales (de aspecto hemorrágico y más difusas). (V. lámina en color al final del libro.) FIGURA 62.2 Algoritmo diagnóstico ante un derrame pleural. Tomado de Villena Garrido et al., 2006. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN VII Neoplasias del aparato respiratorio 526 Desde el punto de vista histopatológico, el mesotelioma se ha clasificado, tradicionalmente, en tres tipos: epitelial, fibroso (o sarcomatoso) y mixto. En realidad, parece que todos los mesoteliomas son mixtos en mayor o menor grado. En el material procedente de necropsias (hoy en día poco frecuente ante el auge de las técnicas endoscópicas) o de toracotomías predominan los mesoteliomas de tipo mixto, mientras que en el material que se ha conseguido por técnicas biópsicas predominan las formas epiteliales. Esto se debe a que en las biopsias pequeñas el componente fibroso es mucho más difícil de valorar. Técnicas de apoyo en el diagnóstico El diagnóstico histopatológico del mesotelioma pleural es difícil. En todos los casos debe descartarse la posible existencia de metástasis o de una infiltración pleural por un tumor pul- monar. Para ello hay que tener en cuenta los antecedentes del paciente (sobre todo los laborales), que deben conjugarse con el estudio radiológico y con las imágenes endoscópicas que se obtengan. El análisis histopatológico puede ser muy sugerente, sobre todo si la tinción con el ácido peryódico de Schiff (PAS) y la posterior digestión con diastasa es negativa (a diferencia de lo que ocurre en los adenocarcinomas metastásicos, en los que con frecuencia es positiva). Sin embargo, en la actuali- dad es práctica habitual la evaluación inmunohistoquímica, que es negativa para el antígeno carcinoembrionario (CEA) y positiva en el mesotelioma para las queratinas, la calretinina y la vimentina. Cuando existe una especial dificultad diagnós- tica se recomienda realizar una investigación ultraestructural con microscopia electrónica, que puede asegurar la ausen- cia de microvellosidades largas y finas —características del mesotelio— en las células tumorales. La conjunción de las manifestaciones clínicas, los hallazgos macroscópicos de la toracoscopia, los datos histopatológicos y las técnicas de apoyo permite el diagnóstico del mesotelioma pleural en la gran mayoría de los casos. La valoración citológica del líquido pleural es especial- mente confusa en el mesotelioma, debido a la dificultad que entraña diferenciar las células mesoteliales reactivas de las células mesoteliales malignas, así como por la ya mencionada semejanza existente entre el mesotelioma epitelial maligno y el adenocarcinoma. En este último aspecto, la aplicación de técnicas inmunohistoquímicas puede ser de gran ayuda. La inclusión del «botón celular», resultante de la centrifugación del líquido pleural, en parafina mejora mucho el rendimiento de estas técnicas. El estudio de la biopsia pleural obtenida con aguja también suele plantear problemas diagnósticos difíciles de subsanar a causa del pequeño tamaño de las muestras que se consiguen. Actualmente se considera que las biopsias adecuadas han de tomarse mediante una toracoscopia o una toracotomía. La primera de ellas es menos agresiva y cos- tosa, y puede llevarse a cabo con anestesia local casi todas las veces. Hay ocasiones, sin embargo, enlas que el meso- telioma cursa con muy poco líquido pleural o solo con un engrosamiento pleural aislado sin derrame acompañante. En ese caso cabe pensar en la punción-biopsia percutánea de las masas pleurales guiada por una tomografía computarizada o una ecografía torácicas. TRATAMIENTO Y PRONÓSTICO DEL MESOTELIOMA PLEURAL Solo en los estadios iniciales de la enfermedad, cuando el tumor está confinado a la pleura costal o diafragmática, puede considerarse la posibilidad de un tratamiento quirúrgico radi- cal mediante una pleurectomía. Sin embargo, esta situación es excepcional porque el diagnóstico suele establecerse de forma tardía. Así pues, las medidas terapéuticas son en general paliativas y consisten, en esencia, en el control del dolor, que acaba convirtiéndose en un síntoma obsesivo y dominante en estos enfermos. Ni la quimioterapia ni la radioterapia aisladas se han acreditado como medidas suficientemente resolutivas. Solo se aconseja el empleo de una radioterapia local sobre la zona en la que se ha introducido el drenaje, la aguja o el trocar de biopsia, por la tendencia de este tumor a invadir el trayecto de entrada en la pleura. Tampoco ha mostrado eficacia alguna la inmunoterapia intrapleural con interferón γ o con interleucina 2, que requieren para su administración que el tumor se encuentre en una fase poco avanzada, lo que no es habitual en la práctica clínica. Cuando se plantea el tratamiento radical de un mesotelioma en fases relativamente precoces, se precisa la combinación de una cirugía muy agresiva (pleuroneumectomía, con resección parcial del pericardio, el diafragma y, a veces, también de parte de la pared torácica) con la radio- y la quimioterapia (terapia multimodal). Así se han descrito resultados aceptables en al- gunas series seleccionadas de pacientes. Antes de pensar en el tratamiento quirúrgico del mesotelioma es necesario, no obs- tante, hacer un cuidadoso estudio de la extensión tumoral. Al respecto debe combinarse la tomografía computarizada torácica de alta resolución con la tomografía por emisión de positrones (PET), ya que con frecuencia se produce una infiltración tumo- ral asintomática en algunas estructuras infradiafragmáticas. El pronóstico del mesotelioma pleural es muy variable. No son excepcionales los pacientes con una supervivencia superior a los 5 años tras el diagnóstico y que no se han sometido a tratamiento radical alguno. Esto es mucho más común en los mesoteliomas de tipo epitelial, ya que los de tipo sarco- matoso tienen un pronóstico bastante peor. Otros factores con valor predictivo positivo son la edad del paciente (mejor pronóstico en los individuos más jóvenes), el sexo femenino, la ausencia de pérdida de peso y de trombocitosis, y un estado clínico mejor en el momento del diagnóstico. Asimismo, en los últimos años se está concediendo cierto valor, como mar- cador pronóstico, a la PET, que parece incluso superar al de la tipificación histopatológica en este aspecto. Recientemente se ha discutido sobre la utilidad de la terapia génica para intentar controlar un mesotelioma maligno. Sin embargo, esta modalidad terapéutica —que podría ser muy esperanzadora en el futuro— adolece aún de importantes pro- blemas, tanto técnicos (vía de administración del tratamiento) como de eficiencia antineoplásica, de manera especial en los casos en los que —como en el mesotelioma— existe una masa tumoral abundante en la que es difícil penetrar profundamente. Otros tumores primarios de la pleura Pueden ser benignos o malignos y generalmente se originan en las capas submesoteliales. Entre los benignos, menos habituales que Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 62 Neoplasias pleurales primarias y secundarias 527 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. los malignos, destacan el tumor fibroso solitario (denominado en otro tiempo mesotelioma benigno, pero que no siempre procede de la capa mesotelial), el lipoma, el tumor adenoma- toide y el quiste mesotelial. En el grupo de baja malignidad se encuentran los tumores pleurales de tipo desmoide. Por último, en el grupo de comportamiento más agresivo pueden incluirse los blastomas de origen pleural y diversas variedades de sarcoma. TUMORES SECUNDARIOS DE LA PLEURA La afección neoplásica secundaria de la pleura puede pro- ducirse directamente por contigüidad, a partir de un tumor originado en un órgano vecino (pulmón, mama, mediastino, pared torácica) (figs. 62.3 y 62.4), pero es más frecuente que surja por una metastatización pleural hematógena (fig. 62.5). Salvo contadas excepciones, las células tumorales llegan por vía sanguínea al pulmón, desde el cual embolizan a la pleura visceral y después se extienden a la cavidad pleural, con siembra secundaria en la pleura parietal. El derrame pleural maligno puede desarrollarse como con- secuencia directa de la implicación neoplásica de la pleura, con una muy probable participación de factores angiogénicos como el VEGF (vascular endothelial growth factor), que dan lugar a un marcado aumento de la permeabilidad pleural. Sin embargo, el derrame también puede deberse a una obstrucción del drenaje linfático de localización pleural o mediastínica. Diagnóstico de los tumores pleurales secundarios Las neoplasias pleurales metastásicas suelen ponerse de manifiesto por la aparición de un derrame pleural, que con frecuencia se inicia de modo asintomático y que provoca dis- nea cuando ocupa una proporción significativa de la cavidad pleural (v. fig. 62.2). La disnea asociada con el derrame suele ser más marcada cuando el paciente se coloca en decúbito lateral opuesto al lado afecto (pleuropnea) y se alivia cuando se evacua el líquido. Si con esta maniobra no se observa un alivio significativo, hay que sospechar que la disnea se debe predominantemente a una causa distinta al derrame pleural, sobre todo a una linfangitis carcinomatosa localizada en el pulmón subyacente o, incluso, en ambos pulmones. La tos también puede observarse en el derrame pleural maligno y mejorar con la toracocentesis. No obstante, hay que ser muy cautelosos con estos enfermos tosedores, ya que pueden sufrir complicaciones cuando se hace una toracocentesis muy rápida o cuando se extraen grandes cantidades de líquido (si bien este último aspecto parece bastante aleatorio en la práctica clínica). Hay que suspender la evacuación tan pronto como aparece tos, sobre todo por el riesgo de provocar un neumotórax. El dolor torácico no es una manifestación muy llamativa en el derrame pleural maligno, con la excepción ya mencionada del mesotelioma. FIGURA 62.3 Imagen toracoscópica de la afectación pleural producida por un linfoma de Hodgkin originado en el mediastino. (V. lámina en color al final del libro.) FIGURA 62.4 Imagen toracoscópica de la afectación masiva de la pleura costal por las metástasis de un cáncer de mama. (V. lámina en color al final del libro.) FIGURA 62.5 Radiografía de tórax (A) e imágenes toracoscópicas (B-D) de un melanoma pleural metastásico originado en la pierna. Aunque no siempre ocurre así en los melanomas, en este caso pueden observarse nódulos metastásicos de color oscuro, junto a otros más claros, además del derrame pleural. (V. lámina en color al final del libro.) Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN VII Neoplasias del aparato respiratorio 528 Las metástasis pleurales pueden ser un hallazgo casual en la toracotomía, la toracoscopia (v. figs. 62.3-62.5) o la necropsiacuando no se acompañan de un derrame pleural, puesto que no siempre provocan dolor ni ningún otro síntoma específi- co. El líquido pleural puede tener un aspecto serofibrinoso o serohemorrágico, sin características bioquímicas especiales. El diagnóstico se establece a través del estudio citológico o de la biopsia pleural (conseguida con una aguja o gracias a una toracoscopia). El análisis citológico proporciona el diagnóstico en algo más de la mitad de los casos. En cuanto a la biopsia, su utilidad depende en gran medida de la técnica que se emplee, ya que si se hace con una aguja es ciega y solo logra acceder a la pleura parietal. Por el contrario, la toracoscopia permite la obtención de muestras de todas las zonas sospechosas bajo un control visual, lo que llega a incrementar el rendimiento diagnóstico hasta el 95%. La rentabilidad de la citología varía considerablemente, tal y como se muestra en la tabla 62.1, según el tipo de tumor pleural del que se trate (en nuestra casuística es menor de un 20% en los linfomas y se encuentra alrededor de un 80% en los carcinomas metastásicos de mama u ovario). El rendimiento se incrementa más de un 10% cuando se toma una segunda mues- tra. Por el contrario, no parece que sea útil repetirla por tercera vez. Si se planteara esa posibilidad, es preferible pasar a algún procedimiento biópsico. En consonancia con los hallazgos de Sahn, nosotros hemos evidenciado que en los derrames malignos con un pH bajo la positividad citológica se observa más veces que en los que tienen un pH normal. Ello se expli- ca por el marcado engrosamiento tumoral de la pleura, que provoca un bloqueo en la transferencia de la glucosa y de los iones ácidos. Según nuestra experiencia, la eficacia de la técnica citológica es considerablemente más alta en los derrames que cursan con un pH inferior a 7,30 y una glucosa por debajo de 60 mg/dL que en los derrames que tienen una glucosa y un pH por encima de esos valores, en los que la positividad de la citología se sitúa en torno al 50%. La citometría de flujo puede jugar un papel importante en el estudio de los derrames pleurales sospechosos de malignidad, sobre todo cuando se piensa en un linfoma, que puede cursar con un derrame linfocitario sin anomalías citológicas ostensi- bles. En la mayoría de las guías de práctica clínica recientes se recomienda la adición de algún método encaminado a obtener tejido pleural cuando hay que efectuar una segunda toraco- centesis por la falta de diagnóstico tras realizar la primera. Sin embargo, con los avances que se han producido en las técnicas de imagen algunos autores prefieren la punción-biopsia guia- da por una tomografía computarizada torácica, que podría reemplazar a la biopsia con aguja convencional en más de dos tercios de los casos. Tratamiento de los tumores pleurales secundarios La observación de metástasis pleurales implica la existencia de una enfermedad neoplásica avanzada, por lo que no es posible el tratamiento curativo. En consecuencia, la terapia solo puede orientarse a paliar los síntomas y a controlar el derrame pleural, que contribuye a aumentar bastante la disnea que estos pacientes suelen tener. Además, es necesario recu- rrir a la quimioterapia cuando la neoplasia es sensible a ella (linfoma, carcinomas de mama y ovario, tumor microcítico de pulmón). Al respecto se recomienda eliminar primero el derrame pleural mediante una toracocentesis evacuadora o a través de la realización de una pleurodesis, ya que algunos de los agentes citostáticos pueden acumularse en el líquido pleural y provocar reacciones tóxicas. La pleurodesis está indicada en los derrames pleurales que recidivan con rapidez y, sobre todo, cuando provocan un des- plazamiento contralateral del mediastino (fig. 62.6). Se puede llevar a cabo mediante la administración intrapleural de agen- tes irritantes, que son capaces de provocar una intensa reacción fibrosante local. Los que se han mostrado más eficaces son las tetraciclinas (y sus derivados, en especial la doxiciclina) y el talco. Las primeras gozaron de amplia difusión como agentes sinfisantes (en concreto en Norteamérica), pero ocasionaban un dolor intenso, tenían un efecto menos permanente que el del talco y su eficacia global también era inferior (90% de éxitos con el talco frente a una eficacia variable, pero menor, con las tetraciclinas). Cualquier técnica de pleurodesis requiere la colocación de un tubo de drenaje pleural y la evacuación completa del derrame antes de introducir el agente sinfisante. Mientras que la tetraciclina y otros agentes líquidos se difunden con facili- dad en la cavidad pleural, el talco (que es insoluble en agua) requiere de su pulverización después de crear una cámara de neumotórax con una toracoscopia. Otra posibilidad, usada con frecuencia en algunos centros, se encuentra en la instila- ción del talco mezclado con suero fisiológico (habitualmen- te 100-150 mL) a través de un tubo de drenaje torácico. En el momento actual, sobre todo cuando no se cuenta con la posibilidad de aplicarlo de forma pulverizada mediante una toracoscopia, la mejor alternativa al talco parece ser la doxici- clina (500-1.000 mg diluidos en suero fisiológico). Esta última debe instilarse siempre en asociación con una intensa analgesia intravenosa. En ocasiones se requieren aplicaciones repetidas. Si fracasa la pleurodesis o si el pulmón no se reexpande por la existencia de una obstrucción bronquial irreversible o TABLA 62.1 Rendimiento de la biopsia toracoscópica y del estudio citológico realizados de forma simultánea según nuestra experiencia con 556 casos de derrame pleural maligno Origen del tumor B+ C+ B–/C– Pulmón (135) 91% 57% 9% Mama (101) 98% 78% — Mesotelioma (81) 94% 41% 6% Ovario (27) 100% 83% Linfoma (51) 86% 18% 14% Colon (18) 92% 62% — Riñón (24) 100% 54% — Otros (56) 100% 67% — Origen desconocido (63) 95% 71% 5% Total (556) 95% 60% 4% B+, biopsia toracoscópica positiva; B–/C–, biopsia toracoscópica y estudio citológico en el líquido pleural negativos; C+, estudio citológico positivo en el líquido pleural. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 62 Neoplasias pleurales primarias y secundarias 529 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. de un «pulmón atrapado» (por el propio tumor o por fibrina), se aconseja implantar un catéter intrapleural permanente, que permite drenar el líquido pleural en régimen ambulatorio tantas veces como sea necesario. Bibliografía Carbone M, Ly BH, Dodson RF, Pagano I, Morris PT, Dogan UA, et al. Malignant mesothelioma: facts, myths, and hypotheses. J Cell Physiol 2012;227:44-58. Cheng S, Mohammed TL. Metastatic disease to the lungs and pleura: an overview. Semin Roentgenol 2013;48:335-43. Davidson B. Prognostic factors in malignant pleural mesothelioma. Hum Pathol 2015;46:789-804. Helm EJ, Matin TN, Gleeson FV. Imaging of the pleura. J Magn Reson Imaging 2010;32:1275-86. Hooper C, Lee YC, Maskell N. 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Utility of integrated computed tomography- positron emission tomography for selection of operable malignant pleural mesothelioma. Clin Lung Cancer 2009;10:244-8. FIGURA 62.6 Algoritmo terapéutico ante un derrame pleural maligno (DPM) dependiendo de las características específicas del enfermo y según la posibilidad de aplicar o no talco pulverizado (poudrage) mediante una toracoscopia. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org Botón1:
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