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Unidad 2. La tradición de la filosofía occidental. Parte II. La radicalización de la razón. Descartes. El yo: verdad y método Apunte de Cátedra En este texto queremos destacar que, más allá de Bacon y Galileo, es Descartes quien se convierte en la figura clave de la modernidad, haciendo de la duda y del yo (pienso), un método de búsqueda de la verdad y el encuentro con la verdad misma. Descartes elabora un método que, al tirar abajo todo el edificio de los conocimientos que tenía hasta el momento, pretende, al mismo tiempo, construir el conocimiento desde cero. Su método le permitiría, a su juicio, alcanzar la verdad al tiempo que desterrar el error. El acceso a la verdad surgirá mediante la auto-reflexión. Y de la reflexión “demostrará” asimismo, la existencia de Dios, convirtiéndose éste en la garantía del conocimiento verdadero de sí y del resto de los entes. Esta forma de concebir el mundo, desde el sujeto, desde la auto-reflexión, tendrá un peso importantísimo en el desarrollo de la historia y la ciencia moderna. 1. Descartes y el espíritu moderno En Descartes se refleja toda su época. Al seguir la historia de su espíritu se sigue al unísono la historia de la llamada modernidad. El individuo Descartes «ejemplifica» su tiempo, y por eso hablar de él es hablar de la modernidad. Con él se constituyó la modernidad, y en ella asistimos a un nuevo comienzo de la filosofía, que va a colocar al hombre en su centro. Ahí reside la gran tarea del filósofo Descartes, que abrió el camino a la ciencia y a la técnica modernas. (Flórez Miguel, 2011, XI) Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en el pequeño pueblo de La Haye, en la Turena francesa, […] Se educó en el colegio jesuita de La Fleche, en el que ingresó en la Pascua de 1607. […] Permaneció allí hasta septiembre de 1614, recibiendo clases de lógica y estudiando a los clásicos, especialmente la filosofía tradicional aristotélica. También aprendió matemáticas gracias a las clases suplementarias del jesuita Jean François, que siguiendo las instrucciones de Christoph Clavius -uno de los grandes científicos del momento-- impartió, a partir de 1612, clases suplementarias de matemáticas a los alumnos aventajados, entre los que con todo merecimiento se encontraba Descartes. En su libro Prolegómenos Clavius criticaba las sectas peripatéticas enfrascadas en vanas disputas, que conducían a la incertidumbre y al escepticismo, y como alternativa proponía las demostraciones matemáticas, que excluían la duda. Estas ideas de Clavius encontraron un claro eco en la primera parte del Discurso del método. […] Tras dejar el colegio de los jesuitas Descartes cursó estudios de Derecho en la Universidad de Poitiers, donde obtuvo la licenciatura en 1616. […] Concluida su licenciatura en Derecho y después de pasar una temporada con su familia se alistó en la Escuela de guerra de Breda (Países Bajos). Después de dos años en Holanda, en 1619 Descartes se unió al ejército bávaro, y el 10 de noviembre de este año tuvo una famosa revelación referente a su sistema de filosofía: La llegada del invierno obligó al ejército a detenerse, y mientras descansaba en una habitación caliente […]; se le reveló la esencia de su «nueva filosofía»: la unidad de las UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 2 ciencias (enciclopedia) en torno a la matemática. Los relatos, en forma de sueños, que Descartes nos ha dejado sobre este acontecimiento son un claro ejemplo del modo en que se convierte en el iniciador de la modernidad: el hombre se descubre a sí mismo como centro gracias a una peculiar experiencia del yo que le posibilita una nueva forma de hacer filosofía diferenciada del modo griego, fundamentado en la admiración de la naturaleza y orientado hacia la búsqueda de su origen, sus principios, sus causas y sus regularidades. A partir de Descartes la experiencia del yo constituye el fondo de una nueva forma de hacer filosofía, que tiene como referente fundamental la individualidad humana considerada desde el punto de vista de la subjetividad. […] Descartes la delimita [a la individualidad] desde la subjetividad de un yo determinado por el tiempo (historia) y por el espacio (naturaleza) y constituido en punto de partida de la filosofía, guiada con orden y medida por la matemática. […] En el Discurso del método relata este episodio, […] […] Esta obra describe lo que Descartes consideró una manera más satisfactoria de adquirir el conocimiento que la presentada por la lógica de Aristóteles y la filosofía en general desde los tiempos de Platón. Sólo las matemáticas -argumenta- son ciertas, de modo que todo debe basarse en ellas. (Flórez Miguel, 2011, XII-XVII) 2. La cuestión del método Si con Bacon se tiene clara conciencia de la necesidad de una nueva lógica y de una reforma de la filosofía, con Galileo se sientan nuevas bases para el conocimiento científico desplazando el antiguo concepto de ciencia e instituyendo la idea de “método”. El concepto de “método” (Methodos) proviene del griego y significa “camino o vía por medio del cual podemos aproximarnos a lo que debe conocerse”. Pero es con Descartes donde se colman estas exigencias. Con el Discurso del Método (1637) el método adquiere el sentido de unidad del saber y exclusión del error. Su proyecto es elaborar una ciencia universal que pudiera reunir todo el conocimiento a través de un método que se aplicaría no sólo a los objetos de la matemática y la física, sino incluso a las cosas espirituales. […] Así, el conocimiento de la verdad queda sujeto al camino seguido, es decir, al método. Por tal motivo, al inicio de la Primera Parte del Discurso… indica que su pretensión es mostrar los caminos que él ha seguido para acercarse a la verdad y evitar el error. Esto último puede eludirse si impedimos precipitarnos en nuestros juicios, es decir, si evitamos tanto afirmar como juzgar apresuradamente, sin antes haber sometido esas opiniones al tribunal de la razón. Con esta prescripción se inicia una batalla contra los prejuicios, que más adelante la Ilustración y el Positivismo harán su bandera. El deseo de distinguir lo verdadero de lo falso para poder juzgar con “claridad” (uno de los conceptos capitales del pensamiento cartesiano) lo conduce a levantar el edificio del conocimiento sobre cimientos propios y no ajenos, ya que en todos los anteriores había podido advertir el error. Así, procuró evitar el uso del método que otros habían utilizado para alcanzar la verdad, conduciéndolo a la elaboración de cuatro reglas que debía seguir quien quisiese juzgar con rectitud. Con el problema del método se inaugura así la filosofía moderna, y con ello se formula la idea de que antes de lanzarse al conocimiento del mundo debía realizarse previamente una investigación sobre la propia razón. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 30-31) Método = camino El método cartesiano: para unificar el saber y excluir el error El método es la vía de acceso a la verdad Crítica a los prejuicios Descartes elabora un nuevo método, de aplicación universal: EL método La filosofía de la modernidad se caracterizará por la búsqueda del método más eficaz para alcanzar el conocimiento verdadero UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 3 El Discurso del método (Discours de la méthode) aparece por primera vez en Leyden (Holanda) en 1637 como introducción a sus Ensayos (“Dióptrica”, “Meteoros” y “Geometría”), publicado originalmente en francés, en un gesto por completo moderno, por el que logra trascender así las esferas académicas, donde se cultivaba el latín y no las lenguas vernáculas. Ya desde su titulo se pueden delinear algunas cuestiones centrales. En primer lugar,se trata de un discurso y no de un tratado: en una carta al padre Mersenne de marzo de ese año, Descartes comenta que su intención no es enseñar el método, sino sólo discurrir sobre él; tratados son, en cambio, los tres trabajos a los que precede, pues exponen doctrinalmente los conocimientos científicos alcanzados gracias a la aplicación de ese método –acaso Descartes se guardara de afirmar abiertamente ciertas cuestiones, entre otros motivos tal vez para evitar una posible condena de la Iglesia,1 como poco tiempo atrás había ocurrido con Galileo–. Por otro lado, este discurso se concentra en el problema del método, una preocupación central para varios pensadores de la época, como Jacopo Aconcio con su De Methodo (1558) o Francis Bacon con su célebre Novum organum (1620). Sin embargo, en este caso la búsqueda no es de un método sino de “el” método, un solo y único método, que no precise de otro criterio que lo fundamente para así evitar el regreso infinito (la necesidad de un criterio del criterio) que podría objetarle el escepticismo. El Discurso del método se divide en seis partes. En la primera, Descartes repasa su recorrido y formación intelectual, tomando en consideración el estado de las ciencias en su tiempo. En la segunda parte, una vez sentadas las bases de la necesidad de un método “para conducir la razón y buscar la verdad en las ciencias”, como apunta el subtitulo de la obra, expone las principales reglas del método que ha encontrado para perfeccionar el conocimiento. La tercera propone una “moral provisional” que le permite no alejarse de su propósito inicial de buscar la verdad mientras reestructura su razón con el nuevo método. En la cuarta parte, presenta una especie de síntesis de los planteos que desarrollará en las Meditaciones metafísicas y su intento de probar la existencia de Dios y del alma, los fundamentos metafísicos que garantizarán la posibilidad del conocimiento. La quinta parte expone cuestiones de física y la diferencia entre el alma humana y la de los animales. En la sexta y última se refiere a las cosas que considera necesarias para avanzar más en la investigación de la naturaleza y a las razones que lo han impulsado a escribir.[…] El método verdadero para alcanzar el conocimiento de todas las cosas de que es capaz el espíritu no es otro que el método deductivo,2 que Descartes extrae esencialmente de la matemática y busca hacer extensivo a las demás ciencias. El proceso deductivo supone partir de verdades conocidas, de las cuales se derivan necesariamente otras verdades, es decir, que se obtienen por deducción. Pero, para evitar un regreso al infinito, esas primeras verdades no pueden deducirse de otras, sino que se tratará de principios alcanzados mediante la intuición intelectual llamados “evidencias”. La intuición, según señalan las Reglas para la dirección del espíritu (1628, publicadas póstumamente en 1701), constituye un acto de nuestro entendimiento que no proporciona una confianza incierta o engañosa como la proveniente de los sentidos o la imaginación, sino una “concepción evidente de un espíritu sano y atento, concepción que nace de la sola luz de la razón”. De ahí que la tarea de reconstruir el edificio de la ciencia exija un fundamento firme, es decir, una verdad evidente, indudable. Sin embargo, Descartes […] Primer texto de filosofía escrito y publicado en francés De enunciados verdaderos (por evidencia) se deducen otros enunciados, los cuales también serán verdaderos, ya que el razonamiento deductivo transmite la verdad de premisas a conclusión. Para llegar a una verdad evidente, se propone primero comenzar por dudar. El método para alcanzar el conocimiento es deductivo UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 4 comenzará por dudar, aunque, a diferencia de las posturas escépticas de la época, como la de Montaigne, la duda se aplica de manera metódica para alcanzar la verdad y sólo se detiene ante el hallazgo de una certeza […] Si bien lleva la aplicación de la duda hasta extremos que algunos escépticos ni siquiera habían alcanzado, Descartes es un dogmatico, no en el sentido de quien no atiende a razones o sólo acepta lo que un dogma afirma, sino en tanto confía en que el conocimiento es posible. La duda se pone en movimiento afectando a todos los contenidos del pensamiento pero se detendrá al no poder abatir al pensamiento mismo. (Bidon- Chanal, 2012, 133-135) […] El método filosófico, tal como lo plantea Descartes, desemboca necesariamente en la pregunta por el hombre y por el lugar que éste ocupa en el mundo con vistas a orientarle en su camino hacia la verdad. El método cartesiano tiene un componente moral y práctico que mira necesariamente al hombre mismo a fin de que éste encuentre un suelo seguro en el que apoyarse, como ha sabido ver Martín Heidegger al escribir que el método cartesiano mira «Cómo conseguir y fundar una certeza buscada por el hombre mismo, por su vida terrena, sobre su ser hombre y sobre el mundo» […] Tenemos que advertir también que esta peculiaridad del método de Descartes de tener siempre como referente al hombre para orientarle es común tanto a su primer proyecto metafísico (búsqueda de la verdad) como a su proyecto final antropológico (dirección de la vida). (Flórez Miguel, 2011, XLV) Discurso del Método Primera Parte El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo,3 pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio4 bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.5 […] Pero, sin temor, puedo decir que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas,6 con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido ya de ese método que aun cuando en el juicio que sobre mí mismo hago procuro siempre inclinarme del lado de la desconfianza mejor que del de la presunción, y aunque al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres no hallo casi ninguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo, no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que pienso haber realizado ya en la investigación de la El método se propone orientar al hombre hacia la verdad Pensar distinto no implica que unos sean racionales y otros no Buen sentido = Razón (Está en todos) UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 5 verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir que si entre las ocupaciones que embargan a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que yo he elegido por mía. […] Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cadacual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado conducir la mía.7 Los que se meten a dar preceptos deben estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan, y son muy censurables si faltan en la cosa más mínima. Pero como yo no propongo este escrito sino a modo de historia o, si preferís, de tabula, en la que, entre ejemplos que podrán imitarse, irán acaso otros también que con razón no serán seguidos, espero que tendrá utilidad para algunos, sin ser nocivo para nadie, y que todo el mundo agradecerá mi franqueza. […] Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como hube terminado el curso de los estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión. Pues me embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez más mi ignorancia. […] Había aprendido todo lo que los demás aprendían; y no contento aún con las ciencias que nos enseñaban, recorrí cuantos libros pudieron caer en mis manos referentes a las ciencias que se consideran como las más curiosas y raras. Conocía, además, los juicios que se hacían de mi persona, y no veía que se me estimase en menos que a mis condiscípulos, […] Por último, parecíame nuestro siglo tan floreciente y fértil en buenos ingenios como haya sido cualquiera de los precedentes. […] Pero creía también que ya había dedicado bastante tiempo a las lenguas e incluso a la lectura de los libros antiguos y a sus historias y a sus fábulas. Pues es casi lo mismo conversar con gente de otros siglos que viajar. Bueno es saber algo de las costumbre de otros pueblos para juzgar las del propio con mayor acierto, y no creer que todo lo que sea contrario a nuestras modas es ridículo y opuesto a la razón, como suelen hacer los que no han visto nada. […] Profesaba una gran reverencia por nuestra teología y, como cualquier otro, pretendía ya ganar el cielo. Pero habiendo aprendido, como cosa muy cierra, que el camino de la salvación está abierto para los ignorantes como para los doctos, y que las verdades reveladas que allá conducen están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien de ella era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser, por lo tanto, algo más que hombre.[…] Nada diré de la filosofía sino que al ver que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos, y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa. y, por consiguiente, dudoso, no tenía yo la presunción de esperar acertar mejor que los demás; y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones tocantes a una misma materia, sostenidas todas por gentes doctas, aun cuando no puede ser verdadera más que una sola, reputaba casi por falso todo lo que no fuera más que verosímil.8 Y en cuanto a las demás ciencias, ya que toman sus principios de la filosofía,9 pensaba yo que Sólo pretende exponer la forma en que su método fue una guía para su razón Su autobiografía intelectual UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 6 sobre tan endebles cimientos10 no podía haberse edificado nada sólido; y ni el honor ni el provecho que prometen, eran bastante para invitarme a aprenderlas; pues no me veía, gracias a Dios, en tal condición que hubiese de hacer de la ciencia un oficio con que mejorar mi fortuna, y aunque no profesaba el desprecio de la gloria a lo cínico, sin embargo, no estimaba en mucho aquella fama, cuya adquisición sólo merced a falsos títulos puede lograrse. Y, por último, en lo que toca a las malas doctrinas, pensaba que ya conocía bastante bien su valor para no dejarme burlar ni por las promesas de un alquimista, ni por las predicciones de un astrólogo, ni por los engaños de un mago, ni por los artificios o la presunción de los que profesan saber más de lo que saben. Así, pues, tan pronto como estuve en edad de salir de la sujeción en que me tenían mis preceptores, abandoné del todo el estudio de las letras; y, resuelto a no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, […] en recoger varias experiencias, en ponerme a mí mismo a prueba en los casos que la fortuna me deparaba, y en hacer siempre tales reflexiones sobre las cosas que se me presentaban que pudiera sacar algún provecho de ellas. […] Es cierto que, mientras me limitaba a considerar las costumbres de los otros hombres, apenas hallaba cosa segura y firme, y advertía casi tanta diversidad como antes en las opiniones de los filósofos. De suerte que el mayor provecho que obtenía era que, […] aprendía a no creer con demasiada firmeza aquello de lo que sólo el ejemplo y la costumbre me habían persuadido; y así me libraba poco a poco de muchos errores, que pueden ofuscar nuestra luz natural y tornarnos menos aptos para escuchar la voz de la razón. Mas cuando hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo y tratando de adquirir alguna experiencia, resolvime un día estudiar también en mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en la elección de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho mejor, según creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y de mis libros.11 (Descartes, 2011, 101-107) El camino hacia la razón y la verdad El método es necesario para la investigación de la verdad. René Descartes El Discurso del método puede ser leído como una autobiografía, como el método (práctica) que hace posible los «Ensayos» que vienen detrás de él y como una introducción a su filosofía. […] El Discurso nos muestra el camino de Descartes hacia la razón. […] Descartes elige su propia vida como «ejemplo», hace de la historia de su vida la «fábula»12 por medio de la cual nos introduce en el nuevo modo de hacer filosofía. La autobiografía precede al método, que a su vez puede ser considerado como el resultado de esa autobiografía. La historia del espíritu funciona como discurso sobre el método. Una historia individual, que a su vez se inserta en la historia de Francia y de Europa al asumir la política de su país y la religión en la que fue educado, […] […] En la primera parte del Discurso Descartes refiere su camino hacia la subjetividad; y en ese camino destaca tres momentos: el de los preceptores como directores de su saber (lector de libros), el de la salida al mundo como actor (soldado-viajero) y el de su constitución como sujeto (autor): […] Decide dejar de ser lector (enseñanzas de los preceptores), dejar de ser Como todo le resultaba sospechoso, como no había alcanzado la verdad, se propone estudiarse a sí mismo UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 7 actor (soldado- viajero) y constituirse como autor, como sujeto, lo que efectúa estableciendo el yo como punto de partida. Un sujeto que no hay que entender desde el punto de vista de la psicología, sino desde la metafísica. «No se trata de la “subjetivación” del saber, sino de la institución de la “subjetividad” como el sujeto sobre el que reposa el objeto del saber. […] A partir del final de la primera parte, Descartes nos presenta claramente el objetivo fundamental de su discurso sirviéndose de la metáfora del viaje, de gran tradición en el terreno de la filosofía y que nos permite comprender el sentido de su método y nos da pie para comparar al filósofo francés con Miguelde Cervantes, otro contemporáneo de Descartes, […] Descartes, igual que Don Quijote, el héroe de Cervantes, después de haber dedicado su vida a la lectura decide abandonarla y salir fuera de su casa para leer el libro del mundo, aunque no para atenerse a la escritura de ese libro, sino para interpretarlo desde la propia razón, estableciendo un orden nuevo. […] Esta primera parte del Discurso del método, […] conforma lo que desde el punto de vista de la retórica se llama la «inventio del discurso», que de alguna manera pinta el objeto (res) sobre el que versa el discurso con razones, […] El Discurso del método es la historia del espíritu de Descartes construida como una fábula en la que se nos hace presente la filosofía en su nueva forma. Esta noción de fábula podemos entenderla en el sentido en el que lo hace la Retórica de Aristóteles. En su Retórica, Aristóteles distingue dos tipos de ejemplos: los sucedidos (historia) y los inventados (fábula), que se corresponden con las res factae (cosas sucedidas) y las res fictae (cosas inventadas, ficticias). En su Discurso Descartes usa los dos tipos de ejemplos. (Flórez Miguel, 2011, pp.XVL-L) […] Cuando Descartes replantea en su origen el problema primero de la filosofía, el mundo y el hombre ya no son los mismos que en tiempos de Parménides o de Platón. Han transcurrido veinte siglos de vida histórica filosófica. El pensamiento ya no tiene la virginidad, la inocencia primitiva. No nace del puro anhelo de saber, sino de un anhelo de saber que viene prevenido por el tremendo fracaso de una filosofía multisecular. Todo el pretérito presiona ahora sobre el presente, imponiéndole condiciones nuevas: y principalmente la condición de evitar el error, la necesidad de proceder con máxima cautela, la obligación de preferir una sola verdad «cierta» a muchas conjeturas dudosas y de practicar en la marcha hacia adelante la más radical desconfianza. (García Morente, 2006, 12) Segunda Parte Hallábame por entonces en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras13 que aún no han terminado; y volviendo de la coronación del emperador14 hacia el ejército, cogiome el comienzo del invierno en un lugar en donde, no encontrando conversación alguna que me divirtiera y no teniendo tampoco, por fortuna, cuidados ni pasiones que perturbaran mi ánimo, permanecía el día entero solo y encerrado junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis pensamientos.15 Entre los cuales fue uno de los primeros el ocurrírseme considerar que muchas veces sucede que no hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por las manos de muchos maestros como en aquellas en que uno solo ha trabajado.16 […] Y así pensé yo que las ciencias de los libros, por lo menos aquellas cuyas razones son sólo probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes, no son tan próximas a la verdad La unidad de historia y ficción Los errores anteriores de la filosofía condicionan a la nueva filosofía Nuevamente aparece el recurso a la autobiografía UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 8 como los simples razonamientos que un hombre de buen sentido puede hacer, naturalmente, acerca de las cosas que se presentan. Y también pensaba yo que, como hemos sido todos nosotros niños antes de ser hombres y hemos tenido que dejarnos regir durante mucho tiempo por nuestros apetitos y nuestros preceptores, que muchas veces eran contrarios unos a otros, y ni unos ni otros nos aconsejaban siempre acaso lo mejor, es casi imposible que sean nuestros juicios tan puros y tan sólidos como lo fueran si, desde el momento de nacer, tuviéramos el uso pleno de nuestra razón y no hubiéramos sido nunca dirigidos más que por ésta.17 […] […] Por lo que toca a las opiniones, a las que hasta entonces había dado mi crédito, no podía yo hacer nada mejor que emprender de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas luego por otras mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado al nivel de la razón. Y tuve firmemente por cierto que, por este medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me contentase con edificar sobre cimientos viejos y me apoyase solamente en los principios que había aprendido siendo joven, sin haber examinado nunca si eran o no verdaderos.18 […] Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si, habiéndome gustado bastante mi obra, os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite. Los que hayan recibido de Dios mejores y abundantes mercedes, tendrán, sin duda, más levantados propósitos, pero mucho me temo que este mío no sea ya demasiado audaz para algunas personas. Ya la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas anteriormente no es un ejemplo que todos deban seguir. Y el mundo se compone casi sólo de dos especies de ingenios a quienes este ejemplo no conviene en modo alguno, y son, a saber: de los que, creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden contener la precipitación de sus juicios ni conservar la bastante paciencia para conducir ordenadamente todos sus pensamientos; por donde sucede que, si una vez se hubiesen tomado la libertad de dudar de los principios que han recibido y de apartarse del camino común, nunca podrán mantenerse en la senda que hay que seguir para ir más en derechura, y permanecerán extraviados toda su vida; y de otros que, poseyendo bastante razón o modestia para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otras personas, de quienes pueden recibir instrucción, deben más bien contentarse con seguir las opiniones de esas personas que buscar por sí mismos otras mejores. Y yo hubiera sido, sin duda, de esta última especie de ingenios, si no hubiese tenido en mi vida más que un solo maestro o no hubiese sabido cuán diferentes han sido, en todo tiempo, las opiniones de los más doctos.19 Mas habiendo aprendido en el colegio que no se puede imaginar nada, por extraño e increíble que sea, que no haya sido dicho por alguno de los filósofos, y habiendo visto luego, en mis viajes, que no todos los que piensan de modo contrario al nuestro son por ello bárbaros y salvajes, sino que muchos hacen tanto o más uso que nosotros de la razón; y habiendo considerado que un mismo hombre, con su mismo ingenio, si se ha criado desde niño entre franceses o alemanes, llega a ser muy diferente de lo que sería si hubiese vivido siempre entre chinos o caníbales,20 y que hasta en las modas de nuestros trajes, lo que nos ha gustado hace diez años, y acaso vuelva a gustarnos dentro de otros diez, nos parece hoy extravagante y ridículo, de suerte que más son la costumbre y el ejemplo los que nos persuaden que un conocimiento cierto; y que, sin embargo, la multitud de votos no es una prueba que valga para las verdades algo difíciles de descubrir, porque más verosímil es que un hombre solo dé con ellas que no todo un pueblo. No podía yo elegir a una persona cuyas Pone entre paréntesis, deja de lado sus opiniones, hasta alcanzar alguna verdad La vieja distinción platónica: opinión (dóxa) versus verdad (epìstéme) UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 9 opiniones me parecieran preferibles a las de las demás, y me vi como obligado a emprender por mí mismo la tarea de conducirme. Pero como hombre que tiene que andar solo y en la oscuridad, resolví ir tan despacio y emplear tanta circunspección en todo que, a trueque de adelantar poco, me guardaría al menos muy bien de tropezar y caer. E incluso no quise empezar a deshacerme por completo de ninguna de las opiniones que pudieron antañodeslizarse en mi creencia sin haber sido introducidas por la razón, hasta después de pasar buen tiempo dedicado al proyecto de la obra que iba a emprender, buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera capaz.21 Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las matemáticas, el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que debían, al parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné, hube de notar que en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio, para hablar sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas. Y si bien contiene, en verdad, muchos buenos y verdaderos preceptos, hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros nocivos o superfluos, que separarlos es casi tan difícil como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol sin desbastar.22 Luego, en lo tocante al análisis23 de los antiguos y al álgebra de los modernos, aparte de que no se refieren sino a muy abstractas materias, que no parecen ser de ningún uso, el primero está siempre tan constreñido a considerar las figuras, que no puede ejercitar el entendimiento sin cansar grandemente la imaginación; y en la segunda, tanto se han sujetado sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras, que han hecho de ella un arte confuso y oscuro, bueno para enredar el ingenio, en lugar de una ciencia que lo cultive.24 Por todo lo cual, pensé que había que buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus defectos. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios, siendo un estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera. Fue el primero no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente. Y el último, hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada. Esas largas series de trabadas razones muy plausibles y fáciles, que los geómetras La búsqueda de un método que conserve los beneficios de otros métodos del pasado, pero que excluya sus defectos Las 4 reglas del método: 1) Evidencia 2) Análisis 3) Síntesis 4) Revisión (o enumeración) Evidencia: Conocimiento claro y distinto que evite la precipitación y los prejuicios https://es.wikipedia.org/wiki/Ramon_Llull https://es.wikipedia.org/wiki/Diana_(mitolog%C3%ADa) https://es.wikipedia.org/wiki/Minerva UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 10 acostumbran emplear, para llegar a sus más difíciles demostraciones, habíanme dado ocasión de imaginar de todas las cosas de que el hombre puede adquirir conocimiento se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir.25 Y no me cansé mucho en buscar por cuáles era preciso comenzar, pues ya sabía que por las más simples y fáciles de conocer; y considerando que, entre todos los que hasta ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba de que había que empezar por las mismas que ellos han examinado, aun cuando no esperaba sacar de aquí ninguna otra utilidad, sino acostumbrar mi espíritu a saciarse de verdades y a no contentarse con falsas razones. Mas no por eso concebí el propósito de procurar aprender todas las ciencias particulares, denominadas comúnmente matemáticas, y viendo que, aunque sus objetos son diferentes, todas, sin embargo, coinciden en que no consideran sino las varias relaciones o proporciones que se encuentran en los tales objetos, pensé que más valía limitarse a examinar esas proporciones en general, suponiéndolas sólo en aquellos asuntos que sirviesen para hacerme más fácil su conocimiento, y hasta no sujetándolas a ellos de ninguna manera, para poder después aplicarlas tanto más libremente a todos los demás a que pudieran convenir.26 Luego advertí que, para conocerlas, tendría a veces necesidad de considerar cada una de ellas en particular, y otras veces tan sólo retener o comprender varias juntas, y pensé que, para considerarlas mejor en particular, debía suponerlas en línea, porque no encontraba nada más simple y que más distintamente pudiera yo representar a comprender varias j untas, era necesario que las explicase en algunas cifras, las más cortas que fuera posible; y que, por este medio, tomaba lo mejor que hay en el análisis geométrico y en el álgebra, y corregía así todos los defectos de una por el otro. (Descartes, 2011, 115) Los cuatros principios del método para evitar el error y alcanzar la verdad Segunda parte. A partir de este momento la estructura del Discurso se orienta hacia la búsqueda de argumentos entendidos como razonamientos que permitan articular de manera deductiva el tema nuclear del discurso que, en definitiva, es el método. Descartes toma sus argumentos de tres tópicos (lugares comunes) del Renacimiento: el tópico de la ciudad ideal, el del estado ideal y el del reino de Dios. De estos tres tópicos nos interesa fijar la atención en el primero de ellos, por la relación que tiene con la fundamentación de la nueva filosofía. […] Descartes abandona la red de metáforas relacionadas con la luz que habían dominado desde la Antigüedad en la filosofía e inaugura un nuevo sistema metafórico relacionado con el suelo, que caracteriza la constitución de la modernidad tal como es propuesta por Descartes. […] En los tres tópicos destaca lo mismo: la primacía de la razón sobre la historia. En este punto está siguiendo el espíritu geométrico de las utopías renacentistas, en consonancia con el espíritu arquitectónico […] que nos permite pensar que «Se hace edificable el suelo de acuerdo con reglas». Aquí no se trata de ninguna inquietud que atraviese el río que fluye, sino de la seguridad de un punto firme (como el de Arquímedes) bien asentado. […] No obstante esta seguridad que le proporcionan las metáforas arquitectónicas, reconoce que su proyecto no está exento de dificultades, y para explicarlo acude a otro tópico del pensamiento moderno: la nueva reforma. En su esfuerzo por encontrar un punto firme sobre el que sentar su filosofía desecha la lógica, el análisis de los antiguos y el álgebra de los modernos y opta por su conocido método De la metáfora de la luz a la metáfora del suelo (el terreno firme) https://es.wikipedia.org/wiki/Renacimiento https://es.wikipedia.org/wiki/Arqu%C3%ADmedes UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 11 matemático integradopor cuatro principios famosos que colocan a las matemáticas (en cuanto que ciencia del orden y la medida) como su núcleo […] (Flórez Miguel, 2011, L-LI) Las dos tendencias del espíritu que conducen al error, según señala Descartes, son la prevención y la precipitación. La primera, como vimos, equivaldría a aquellos conocimientos (pudiendo ser tanto falsos como verdaderos) recibidos por tradición, educación, cultura, etc., sin haber sido examinados por nuestra propia razón siguiendo los principios del método. La precipitación consiste en el apresuramiento de la voluntad a afirmar o negar algo cuando aun no dispone de todos los elementos de una evidencia. En los Principios de filosofía y en las Meditaciones, Descartes señala que Dios provee al hombre de una voluntad infinita y, al mismo tiempo, de un entendimiento finito, de allí la tendencia a apresurarse a afirmar cuestiones que aun no ha examinado por completo con la luz de la razón. (Bidon-Chanal, 2012, 147). Este primer precepto, en el que aparecen varios de los conceptos fundamentales de la filosofía cartesiana, es el denominado principio de la evidencia. La evidencia constituye el criterio de verdad que adoptara Descartes: un conocimiento es verdadero cuando es evidente, es decir, cuando no se puede dudar de él, cuando no hay “ocasión de ponerlo en duda”. La evidencia se opone a la conjetura; lo evidente se distingue de lo verosímil y lo probable, nociones propias de la lógica escolástica. La evidencia se caracteriza por dos notas: la claridad y la distinción. Una idea es clara cuando se presenta inmediatamente al intelecto, “así como decimos que vemos claramente los objetos, cuando se presentan a los ojos que los miran de manera fuerte y manifiesta”, aclara Descartes en los Principios, recurriendo a la comparación con la vista. La claridad de una idea lleva a asentir irresistiblemente su verdad, a diferencia de la impresión del recuerdo de una idea, que en tal caso sería lo opuesto, sería oscura. La otra característica de la evidencia es la distinción. Distinta es la idea definida en sí misma y separada respecto de todas las demás, que no contiene nada que le pertenezca a otra idea, “aquella que es tan precisa y diferente de todas las demás y no contiene nada en ella más que lo que aparece manifiestamente a quien la considera como se debe”. Lo contrario de una idea distinta es una idea confusa. Si decimos “un triangulo es una figura geométrica”, no hay nada en esta proposición que lo distinga de un cuadrado o un rectángulo; en cambio, al decir “el triangulo es una figura geométrica de tres lados” estamos frente a una idea distinta. De manera que “claro” se opone a “oscuro”, y “distinto” a “confuso”. Vemos entonces que todo conocimiento distinto tiene que ser claro, aunque un conocimiento claro puede ser tanto distinto como confuso. En este primer precepto se pone de manifiesto lo que se venía advirtiendo en los párrafos precedentes: la necesidad de proceder de tal manera de evitar la precipitación y la prevención. Por otro lado, aquello que se presenta clara y distintamente al espíritu, de manera inmediata, se capta a través de un acto intelectual simple: la intuición. [La intuición] cartesiana constituye un acto intelectual, propio del pensar puro, desvinculado de lo sensible; la intuición es la captación inmediata de una idea simple, una idea completamente abarcada por el intelecto. […] De acuerdo con las Reglas para la dirección del espíritu, la intuición y la deducción constituyen las únicas vías para alcanzar el conocimiento verdadero, operaciones ambas del entendimiento (por lo tanto, diferentes de la imaginación y los sentidos, facultades por las que no llegamos a obtener certeza) que poseemos por naturaleza y que el Principio de evidencia Lo evidente se opone a lo conjetural Claridad: se opone a oscuridad. Distinción: se opone a confusión Alcanzar un conocimiento evidente implica haber evitado el error, es decir, haber evitado los prejuicios y la precipitación La precipitación de los prejuicios como fuente de error UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 12 método sólo nos enseña a emplear de forma correcta. Mientras la intuición es un concepto que forma el entendimiento puro, con tanta claridad y distinción que no queda duda alguna sobre lo que entendemos (por ejemplo, que pensamos, que existimos, que 2+3=5, que 1+4=5), por deducción (o razonamiento discursivo) se refiere a todo conocimiento que es consecuencia necesaria de otras cosas conocidas con certeza (por ejemplo, que 2+3=1+4). A partir de principios verdaderos se pueden deducir numerosas verdades formando largas cadenas deductivas cuyos eslabones están unidos uno a otro de forma inmediata,27 y es la memoria la que asegura la certidumbre, ya que es ella la encargada de recordar los pasos anteriores a medida que el intelecto avanza. (Bidon-Chanal, 2012, 149-150) El segundo precepto es la llamada regla del análisis. Según este, el primer paso frente a una dificultad, a un conocimiento complejo, es analizarlo, es decir, dividirlo hasta llegar a algo evidente, a una idea simple, un conocimiento captable por intuición. (Bidon-Chanal, 2012, 150) El análisis es, pues, el primer momento del método. Dada una dificultad, planteado el problema, es preciso ante todo considerarlo en bloque y dividirlo en tantas partes como se pueda (segunda regla del método) Pero ¿en cuántas partes dividirlo? ¿Hasta dónde ha de llegar el fraccionamiento de la dificultad? ¿Dónde deberá detenerse la división? La división deberá detenerse cuando nos hallemos en presencia de elementos del problema que puedan ser conocidos inmediatamente como verdaderos y de cuya verdad no pueda caber alguna duda. Los tales elementos simples son las ideas claras y distintas. (Final de la primera regla). (García Morente, 2006, 19) El siguiente precepto es la regla de la síntesis. Una vez alcanzada por la intuición una idea simple, es preciso ascender gradualmente hasta los conocimientos compuestos, siguiendo el orden de la deducción, pues no tendríamos un autentico conocimiento sino una serie inconexa de distintos elementos simples, separados unos de otros. En algunos casos, ese orden incluso puede reemplazar al que guardan los objetos naturalmente: se trata del orden de las razones, no del de las cosas). (Bidon-Chanal, 2012, 150) Supongamos que queremos tener un conocimiento verdadero sobre si lo que estamos trazando en el pizarrón, por ejemplo, es un cuadrado. ¿Cómo hemos de saberlo? ¿Qué es lo más sencillo aquí y qué lo más compuesto? Quizás esto dependa desde la perspectiva en que sea analizado. Pero supongamos que conocemos la definición de “cuadrado” y entonces queremos saber si lo que trazamos es un cuadrado o no. Primero hemos de ver si es una figura (conjunto no vacío cuyos elementos son puntos), luego si ella constituye un polígono (secuencia finita se segmentos rectos), a continuación, si es un cuadrilátero (polígono de cuatro lados), seguido de ello si es un paralelogramo (cuyos lados opuestos son iguales y paralelos dos a dos), y por último si es un cuadrado (que tiene sus cuatro lados iguales y con sus cuatro ángulos de 90º). Así, hemos ido del conocimiento más sencillo al más compuesto, pudiendo afirmar que un “cuadrado es un paralelogramo que tiene sus lados iguales y sus cuatro ángulos iguales de 90º (rectos)”. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 33) La falibilidad de la memoria, hace necesaria la 4ª regla: enumeración Principio de análisis Análisis: dividir el problema en tantas partes sea posible Principio de síntesis Síntesis: de lo más simple a lo más complejo UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 13 El cuarto precepto, la regla de la enumeración, proponerevisar la cadena deductiva para asegurarse de no haber cometido ninguna omisión, ya que, como ocurre en la demostración de un teorema, nuestro intelecto avanza paso por paso, confiando los anteriores a la memoria, que es falible. (Bidon-Chanal, 2012, 150) 3. Las Meditaciones metafísicas y la aplicación del método Con el Discurso del método concluye la etapa cartesiana de los ensayos y se abre una nueva etapa en la que cambia de estilo de escribir y en la que expone su sistema de filosofía. Dicha exposición la realiza en tres obras fundamentales: Meditaciones metafísicas, Los principios de la filosofía y Las pasiones del alma. Detrás de cada una de ellas está el yo con su forma correspondiente: como yo pensante (Meditaciones y Los principios) o como yo sintiente (Pasiones); incluso puede hablarse de un yo libre, que cierra el sistema filosófico cartesiano y que sería el yo de la volición. En 1641 se publicaron las Meditaciones metafísicas, dirigidas a filósofos y a teólogos. Constan de seis meditaciones: «De las cosas que podemos dudar», «De la naturaleza de la mente humana», «De Dios: que Él existe», «De la verdad y el error», «De la esencia de las cosas materiales», «De la existencia de las cosas materiales y la verdadera distinción entre la mente y el cuerpo del hombre». En ellas Descartes expone el núcleo de sus ideas metafísicas, […] […] Con las Meditaciones metafísicas el proyecto cartesiano de «investigación de la verdad» llega a su madurez y la nueva metafísica […] se consolida como tal. Las seis meditaciones tienen una estructura bipartita, que es también la estructura del sistema cartesiano. En las tres primeras meditaciones establece un itinerario metafísico en tres etapas bien definidas. Primera etapa: si dudo, es que pienso; segunda etapa: pienso, luego soy. Y tercera etapa: si soy yo, ser imperfecto, tiene que existir Dios como ser perfecto y no falaz. En esta primera etapa Descartes separa la mente de los sentidos y sienta las bases para, sin salir de la mente, llegar al conocimiento de la verdad del mundo. Se sitúa en el cogito, entendido como luz natural (segunda meditación), y siguiendo el orden de razones pasa a las ideas como el espacio en el que se nos presenta la realidad y en el que se nos da la idea de Dios como el verdadero fundamento (tercera meditación). […] […] En el punto de partida de la filosofía lo que busca Descartes es una certeza metafísica, y para ello el referente fundamental está, en definitiva, en la existencia de Dios. Sólo la existencia de Dios garantiza la certeza metafísica de nuestras ideas. Dios, como fundamento de nuestra certeza metafísica, garantiza las evidencias de nuestra razón (ideas o nociones). […] Meditaciones metafísicas Las seis meditaciones Cogito = (yo) pienso 1º) si dudo, pienso 2º) si pienso, existo 3º) si existo, y soy imperfecto, Dios existe, es pefecto y no me engaña Si Dios existe, entonces mi yo existe (aún no sé si existo como materia, pero sí como espíritu) Principio de enumeración Revisamos para no incurrir en omisiones porque nuestra memoria puede fallar UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 14 Así, presentada la estructura de la primera parte, veamos ahora la de la segunda. Al principio de la cuarta meditación Descartes traza el camino que nos lleva de la certeza de Dios, alcanzada en la tercera meditación, al conocimiento de la realidad de las cosas y del mundo […], con lo cual tenemos que Descartes está invirtiendo el argumento cosmológico, ya que demuestra la existencia del mundo a partir de la existencia y de la veracidad de Dios. No vamos, como en las vías de santo Tomás, de las cosas a su causa primera, Dios, sino de Dios, como verdad, al conocimiento de las cosas, que en definitiva son el objetivo último de la filosofía de Descartes. El gran objetivo es que el hombre llegue a ser el dueño y señor de la naturaleza, tarea que se cumple gracias a la ciencia y a las técnicas modernas, cuyo fundamento se encuentra en la metafísica, dado que es ella precisamente la que establece asimismo el fundamento de todos los saberes. Tal fundamento descansa en la veracidad de Dios, que se demuestra en la quinta meditación. Con todos estos elementos, articulados según el orden de razones, llegamos al final de las Meditaciones. En la sexta meditación Descartes recupera el mundo con todos sus componentes sensibles, y esta recuperación se realiza en tres momentos: en un primer momento como posibilidad (momento físico-matemático), en un segundo momento como probabilidad (momento imaginativo), para culminar en el tercer momento (momento sensitivo), en el que recuperamos el mundo que habíamos puesto entre paréntesis y lo hacemos con toda su riqueza y toda su variedad. […] En esta segunda parte de las Meditaciones, que culmina en la sexta meditación, pasa de la luz natural del entendimiento a la enseñanza de la naturaleza como maestra; una maestra de la que se puede fiar porque ha sido creada por Dios. Y en el caso de la naturaleza humana puede llegar a la verdad y eludir la duda. […] Entre las cosas que me enseña la naturaleza está también la de la unión del cuerpo y la mente, enseñanza que realiza por medio de los sentimientos. […] En la sexta meditación el camino del método y el camino de la metafísica quedan articulados en torno a un yo que se piensa como punto de partida y se siente como el punto de enlace de la mente y el cuerpo. Ese punto de confluencia en el que nos experimentamos simultáneamente como activos (acción) y pacientes (pasión) es el yo como sujeto del cogito cartesiano. (Flórez Miguel, 2011, XVII y LXI- LXV) El mundo existe porque Dios existe, y no al revés (como en Tomás de Aquino) El conocimiento metafísico como fundamento del resto de los conocimientos Lo que vemos en el mundo es verdadero porque Dios no nos engaña Asegurado el mundo material como verdadero, el yo corporal también lo está, así, se une el yo espiritual con el material. UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 15 Meditaciones Metafísicas28 Meditaciones concernientes a la filosofía primera en las cuales se demuestra la existencia de dios y la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre Primera meditación Acerca de las cosas que se pueden poner en duda Hace ya algún tiempo que advertí cómo desde mis primeros años había recibido por verdaderas una cantidad de falsas opiniones, y que aquello que después he fundamentado sobre principios tan mal asegurados no podía ser sino muy dudoso e incierto; de manera que me hacía falta intentar seriamente una vez en mi vida deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y comenzar todo de nuevo desde sus fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias. Pero como me parecía que tal empresa era enorme, esperé hasta haber alcanzado una edad que fuese tan madura, que no pudiese esperar que hubiese otra en la que estuviera en condiciones para ejecutarla; lo cual me ha hecho diferirla tanto tiempo, que en adelante creeré cometer una falta si continuara empleando en deliberar, el tiempo que me queda para obrar. Ahora, pues, cuando mi espíritu se halla libre de toda preocupación, y habiéndome procurado un seguro reposo en una soledad apacible, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir de manera general todas mis antiguas opiniones. Ahora bien, no será necesario, para lograr este empeño, probar que todas ellas son falsas, a lo que tal vez nunca podría llegar; sino que, dado que la razón me persuade desde un principio que no debo negarme con más cuidado a otorgar crédito a las cosas que no son por completociertas e indubitables, que a las que nos parecen con evidencia falsas, será suficiente que yo encuentre el más mínimo motivo de duda para hacer que las rechace a todas. Y para ello no es necesario que las examine a cada una en particular, lo que sería un trabajo infinito; sino que, dado que la ruina de los fundamentos arrastra consigo necesariamente el resto del edificio, atacaré en primer lugar los principios sobre los cuales se apoyaban todas mis viejas opiniones.29 Todo lo que hasta ahora he recibido como lo más verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos, o por los sentidos: ahora bien, algunas veces he comprobado que esos sentidos eran engañadores, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes hemos sido alguna vez engañados.30 Pero, aun cuando los sentidos nos engañen algunas veces con respecto a las cosas poco sensibles y muy alejadas, tal vez haya muchas otras de las que no se pueda dudar razonablemente, aunque las conozcamos por su medio: por ejemplo, que estoy aquí, sentado cerca del fuego, vestido con una bata, teniendo este papel entre mis manos, y otras cosas por el estilo. Y ¿cómo podría acaso negar que estas manos y este cuerpo son míos?, a no ser que me compare con esos insensatos cuyo cerebro está de tal manera perturbado y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente que son reyes, siendo muy pobres; que están vestidos de oro y púrpura, estando por completo desnudos; o que se imaginan que son cántaros, o que tienen un cuerpo de vidrio. Pero no son más que locos, y yo no sería menos extravagante si me guiase por sus ejemplos.31 La duda metódica: *universal *hiperbólica La duda acerca de las cosas materiales UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 16 Sin embargo, tengo que considerar que soy hombre, y que por consiguiente acostumbro dormir y representarme en mis sueños las mismas cosas, y algunas veces hasta menos verosímiles, que esos insensatos cuando están despiertos. ¿Cuántas veces me ha sucedido soñar, durante la noche, que estaba en este lugar, vestido, cerca del fuego, aunque estuviese dentro de mi lecho y por completo desnudo? Es cierto que me parece ahora que no es con ojos dormidos que miro este papel; que esta cabeza que muevo no está adormecida; que extiendo esta mano con intención y deliberado propósito, y que la siento: lo que acontece en el sueño no parece, ni tan claro, ni tan distinto como todo esto. Pero, pensando en ello con cuidado, me acuerdo de haber sido engañado con frecuencia por semejantes ilusiones mientras dormía. Y al detenerme en este pensamiento; veo con tal evidencia que no hay indicios concluyentes, ni marcas tan ciertas por las cuales se pudiese distinguir con nitidez la vigilia del sueño, que me lleno de extrañeza; y esta extrañeza es tal, que es casi capaz de persuadirme de que estoy dormido. Supongamos pues ahora que estamos dormidos, y que todas esas particularidades, a saber, que abrimos los ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos, y cosas semejantes, no son sino falsas ilusiones; y pensemos que tal vez nuestras manos, o todo nuestro cuerpo, no son como nosotros los vemos. […] Y por la misma razón, aunque esas cosas generales, como los ojos, una cabeza, las manos y otras semejantes, puedan ser imaginarias, es necesario confesar, sin embargo, que hay cosas aún más simples y más universales que son verdaderas y existentes; de cuya mezcla, ni más ni menos que de la mezcla de aquellos colores verdaderos, están formadas todas esas imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, sean verdaderas y reales, sean fingidas y fantásticas. De este género de cosas es la naturaleza corporal en general y su extensión; igualmente la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, y su número; así como el lugar donde están, el tiempo que mide su duración y otras semejantes. Por lo cual tal vez no concluiríamos mal si dijéramos que la Física, la Astronomía, la Medicina y todas las otras ciencias que dependen de la consideración de las cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la Aritmética, la Geometría y las otras ciencias de esta naturaleza, que no tratan sino de cosas muy simples y muy generales sin preocuparse mucho de si se dan en la naturaleza o no, contienen algo cierto e indudable. Porque, ya sea que yo esté despierto o que duerma, dos y tres juntos forman siempre el número cinco, y el cuadrado no tendrá nunca más de cuatro lados; y no parece posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de alguna falsedad o incertidumbre.32 […] Supondré entonces que hay, no un verdadero Dios que es fuente soberana de verdad, sino un cierto genio maligno,33 no menos astuto y engañador que poderoso, que ha empleado toda su destreza para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son más que ilusiones y engaños, de los cuales se sirve para sorprender mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como si no tuviera manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, como si no tuviera sentido alguno, pero creyera erradamente tener todas esas cosas. Con obstinación permaneceré aferrado a este pensamiento; y si por este medio no está en mí poder llegar al conocimiento de ninguna verdad, por lo menos está en mi potencia el suspender mi juicio. Por ello me cuidaré mucho para no darle crédito a ninguna falsedad, y prepararé de tal El argumento del sueño La duda acerca de los entes matemáticos El argumento del genio maligno UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 17 manera mi espíritu contra rodas las astucias de ese gran engañador, que, por más poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada. Sin embargo, esta resolución es ardua y laboriosa, y cierta pereza me arrastra insensiblemente al trajín de mi vida ordinaria. Y de la misma manera que un esclavo que goza en el sueño de una libertad imaginaria, cuando comienza a sospechar que su libertad no es más que un sueño, teme ser despertado y conspira con sus agradables ilusiones para que lo engañen por más tiempo, así también recaigo insensiblemente por mí mismo en mis antiguas opiniones, y temo despertarme de esta somnolencia, por temor a que las vigilias laboriosas que seguirían a la tranquilidad de este reposo, en lugar de aportarme alguna claridad y alguna luz en el conocimiento de la verdad, no sean suficientes para aclarar las tinieblas de las dificultades que acaban de ser suscitadas. (Descartes, 2011, 165-170) El primer momento: la duda, condición para alcanzar la verdad Las Meditaciones intentan demostrar las verdades hasta ahora admitidas por la metafísica a través de nuevas vías. Sería vano haber pergeñado un método para el uso correcto de la razón y no emplearlo para mostrar los fundamentos de la creación del espíritu y de aquello que lo rodea. Sabemos que los sentidos a veces nos engañan, de modo que no resultaría ridículo dejar de fiarse de ellos y suponer que nada de lo que nos presentan es tal como nos lo muestran. Pero Descartes lleva más allá el ejercicio de la duda a través de dos argumentos: por un lado, el argumento del sueño, ya esbozado más arriba, mediante el cual se pone de manifiesto que nada nos asegura que aquello que tomamos como realidades corpóreas o extensas no sea producto de un sueño, y por otro, la célebre hipótesis del genio maligno. Según el planteo de Descartes, podemos suponer la existencia de un espíritu engañador que deposita pensamientos falsos en nuestra mente, así no sólo el conocimiento de las cosas materiales y el cuerpo propio se vuelve dudoso, sino también aquellas cosas evidentes, que sólo dependen de nuestro pensamiento y que concebimos clara y distintamente, como las verdades matemáticas.Con la hipótesis del genio maligno, la duda es llevada a su máxima universalidad y extremo; si encontramos algo que pueda sobrevivir a ella, estaríamos ante la primera certeza que buscábamos: el fin de la duda implica el comienzo de la certeza. (Bidon-Chanal, 2012, 136-137) Segunda meditación Acerca de la naturaleza del espíritu humano; que es más fácil de conocer que el cuerpo La Meditación que hice ayer me ha llenado el espíritu con tantas dudas, que en adelante ya no está en mi potencia olvidarlas. Y sin embargo no veo de qué manera podría resolverlas; y como si de golpe yo hubiera caído en aguas muy profundas, me hallo tan sorprendido, que no puedo ni afianzar mis pies en el fondo, ni nadar para sostenerme a flote. Me esforzaré, sin embargo, y continuaré otra vez el mismo camino por el que me encaminé ayer, alejándome de todo aquello en lo cual pueda imaginar la menor duda, lo mismo que si supiera que es por completo falso; y continuaré siempre por este camino hasta que haya encontrado algo cierto, o por lo menos, si no puedo otra cosa, hasta que haya aprendido con certeza que en el mundo no hay nada cierto.34 La duda es aplicada a todos los tipos de entes y llevada al extremo. Continuar dudando hasta alcanzar alguna certeza UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 18 Arquímedes, para sacar el Globo terráqueo de su lugar y transportarlo a otro, no pedía más que un punto que fuera fijo y seguro. También yo tendré derecho a concebir grandes esperanzas si tengo la suerte de encontrar al menos una cosa que sea cierta e indudable.35 Supongo entonces que todas las cosas que veo son falsas; me persuado de que, de todo lo que mi memoria repleta de mentiras me representa, nada ha sido jamás; pienso que no tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar no son más que ficciones de mi espíritu. ¿Qué será entonces lo que podrá ser considerado verdadero? Tal vez únicamente que en el mundo no hay nada cierto. Pero ¿qué sé yo si no hay alguna otra cosa diferente de las que acabo de juzgar como inciertas, de la cual no se pueda tener la menor duda? ¿No hay acaso algún Dios, o alguna otra potencia que me introduzca en el espíritu estos pensamientos? Esto no es necesario; porque bien puede ser que yo esté en capacidad de producirlos por mí mismo. Pero entonces al menos yo ¿no soy algo? Ya he negado, sin embargo, que tuviese sentidos, o cuerpo. Pero sin embargo titubeo, porque ¿qué se sigue de ello? ¿Soy acaso tan dependiente del cuerpo y de los sentidos como para no poder ser sin ellos? Me he persuadido, empero, de que no había absolutamente nada en el mundo, de que no había cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpo alguno; pero entonces ¿no me he persuadido también de que yo no era? Ciertamente no; sin duda que yo era, si me he persuadido, o sólo si yo he pensado algo. Sin embargo, hay no sé qué engañador muy poderoso y muy astuto que emplea toda su destreza en engañarme siempre. Pero entonces no hay duda de que soy, si me engaña; y que me engañe cuanto quiera, él no podrá nunca hacer yo no sea nada mientras que yo piense ser algo.36 De manera que que después de haberlo pensado bien, y de haber examinado con cuidado todas las cosas, hay que llegar a concluir y a tener como firme que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera cada vez que la pronuncie, o que la conciba en mi espíritu.37 Pero aún no conozco con suficiente claridad lo que soy, yo que estoy cierto de que soy; de manera que en adelante es necesario que atienda con cuidado a no tomar de manera imprudente alguna otra cosa por mí, y a no equivocarme así en este conocimiento, que sostengo que es más cierto y más evidente que todos los que he tenido anteriormente. Por esto consideraré de nuevo lo que yo creía ser antes de haberme introducido en estos últimos pensamientos; y separaré de mis antiguas convicciones todo lo que pueda ser combatido por las razones que acabo de alegar, de manera que no quede precisamente nada, sino aquello que es por completo indudable. ¿Qué es entonces lo que creía ser antes? Sin dificultad pensaba ser un hombre. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un animal racional? No, por cierto: porque sería necesario investigar luego lo que es animal y lo que es racional, y así, de una única cuestión, caeríamos de manera insensible en una infinidad de cuestiones aún más difíciles y embarazosas, y no querría desperdiciar lo poco que me queda de tiempo y de ocio empleándolo en desenredar semejantes sutilezas.38 Me detendré más bien a considerar aquí los pensamientos que nacían antes por sí mismos en mi espíritu, y que me los inspiraba únicamente mi naturaleza cuando me aplicaba a considerar mi ser. En primer lugar me consideraba como alguien que poseía un rostro, manos, brazos y toda esta máquina compuesta de huesos y de carne, tal como aparece en un cadáver, y a la cual designaba con el nombre de cuerpo.39 Consideraba además que me alimentaba, caminaba, sentía y pensaba, y refería todas estas acciones al alma; pero no me detenía a pensar lo que era esa alma, o si me detenía en Repaso de todo lo que le resultaba dudoso Si dudo, pienso. Y si alguien me engaña, entonces, si soy engañado, soy. Existo. La primera certeza. El primer conocimiento evidente: soy, existo. Pero… ¿qué soy? UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 19 ello, imaginaba que era algo en extremo raro y sutil, como un viento, una llama o un aire muy fino, que se insinuaba y se expandía por mis partes más burdas. En lo que respecta al cuerpo, no abrigaba duda alguna sobre su naturaleza; porque pensaba conocerla de manera muy distinta,40 y si hubiese querido explicarla según las nociones que tenía de ella, la hubiese descrito de esta manera. Por cuerpo entiendo todo lo que puede ser delimitado por alguna figura; lo que puede estar comprendido dentro de algún lugar y llenar un espacio de manera que todos los demás cuerpos estén excluidos de él; lo que puede ser sentido, ya sea por el tacto, ya por la vista o por el oído, o por el gusto, o por el olfato; lo que puede ser movido de muchas maneras, no por sí mismo, sino por alguna otra cosa extraña de la cual sea tocado y de la cual reciba la impresión. Porque si tuviera en sí el poder para moverse, sentir y pensar, no creía de ninguna manera que se le pudiesen atribuir estas ventajas a la naturaleza corporal; por el contrario, más bien me extrañaba de ver que semejantes facultades se encontrasen en ciertos cuerpos. […] Pasemos entonces a los atributos del Alma y veamos si hay algunos que estén en mí. Los primeros son los de alimentarme y caminar; pero si es verdad que no tengo cuerpo; también lo es que no puedo caminar ni alimentarme. Otro es el de sentir; pero tampoco se puede sentir sin el cuerpo: además de que en otras ocasiones he pensado que sentía muchas cosas durante el sueño, las cuales al despertarme he reconocido no haberlas sentido efectivamente. Otro es el de pensar; y aquí encuentro que el pensamiento es un atributo que me pertenece: sólo él no puede ser desprendido de mí. Yo soy, yo existo: esto es cierto; pero ¿por cuánto tiempo? A saber, por el tiempo que piense; porque tal vez sea posible que si yo dejara de pensar, cesara al mismo tiempo de ser o de existir. Ahora no admito nada que no sea necesariamente verdadero: por lo tanto no soy, hablando con precisión, sino una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, que son términos cuyo significado me era desconocido hasta ahora. Así pues, soy una cosa verdadera, y en verdad existente; pero ¿qué cosa? Lo he dicho: una cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación41 para buscar si no soy algo más. No soy este montón de miembros al quese llama cuerpo humano; no soy un aire fino y penetrante expandido por todos esos miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor, ni nada de todo eso que puedo fingir o imaginar, puesto que he supuesto que todo ello no era nada, y, sin cambiar esta suposición, encuentro que no dejo de estar cierto de que soy algo. […] Pero entonces ¿qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es decir, una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que también imagina, y que siente.42 No es en verdad poco si todas estas cosas pertenecen a mí naturaleza. Pero ¿por qué no le pertenecerían? ¿No soy acaso ese mismo que duda casi de todo, que sin embargo entiende y concibe ciertas cosas, que asegura y afirma que sólo esas son verdaderas, que niega todas las demás, que quiere y desea conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas, aun algunas veces a pesar mío, y que también siente muchas como por intermedio de los órganos del cuerpo? ¿Hay algo de todo eso que sea tan verdadero como es cierto que soy y que existo aun cuando durmiera siempre, y aun cuando aquel que me ha dado el ser empleara todas sus fuerzas para engañarme? ¿Acaso hay también alguno de esos atributos que pueda ser distinguido de mi pensamiento, ¿Y qué atributos del alma tengo? El pensar sólo me pertenece a mí. El pensar pertence a mi alma, a mi espíritu. ¿Qué soy entonces? Soy una res cogitans, una cosa que piensa Sólo soy una cosa que piensa porque aún de lo corpóreo no puedo fiarme, me provoca dudas Cosa pensante: -duda -afirma -niega -quiere -no quiere -imagina -siente El pensar, con todas sus características, es inseparable del yo Lo que creía ser a partir de los atributos corporales. UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 20 o que se pueda decir que está separado de mí mismo? Porque de suyo es tan evidente que soy yo quien duda, quien entiende y quien desea, que ahí no hay necesidad de añadir nada para explicarlo. Y también tengo ciertamente el poder de imaginar; porque, aunque pueda suceder (como lo he supuesto antes) que las cosas que imagino no sean verdaderas, sin embargo este poder de imaginar no deja de estar realmente en mí, y hace parte de mi pensamiento. En fin, soy el mismo que siente, es decir, que recibe y conoce las cosas como por los órganos de los sentidos, puesto que en efecto veo la luz, oigo el ruido, percibo el calor. Pero se me dirá que esas apariencias son falsas y que estoy dormido. Sea; sin embargo, por lo menos es muy cierto que me parece que veo, que oigo y que me caliento; y esto es propiamente lo que en mí se llama sentir, y esto, tomado así precisamente, no es otra cosa que pensar. Por donde comienzo a conocer lo que soy con un poco más de luz y de distinción que antes. Sin embargo, no puedo impedirme creer que las cosas corporales, cuyas imágenes se forman por mi pensamiento y que caen bajo los sentidos, no sean conocidas con más distinción que esta no sé qué parte de mí mismo que no cae bajo la imaginación: aunque en efecto sea una cosa bien extraña que cosas que encuentro dudosas y lejanas sean conocidas por mí más clara y más fácilmente que aquellas que son verdaderas y ciertas, y que pertenecen a mi propia naturaleza. […]43(Descartes, 2011, 170-174) La primera certeza: pienso, soy Puede que todos los pensamientos que haya depositado ese dios engañoso en nuestro espíritu y que creemos verdaderos sean falsos, pero de lo que no podemos dudar es que poseemos esos pensamientos; en otras palabras, puede que el contenido de todos y cada uno de esos pensamientos sea ilusorio, pero no podemos dudar de que pensamos. Desde el momento en que duda, se le aparece inmediatamente al sujeto como una evidencia que piensa, y si piensa, tiene que ser algo, entonces es, existe; no como resultado de un razonamiento, de una deducción, sino de una intuición. Esta certeza de ser (“yo soy”, “yo existo”, ego sum) la extrae el yo que piensa (“yo pienso”, ego cogito) de sí mismo, por un movimiento simple de su espíritu. Según la formulación del cogito que aparece en las Meditaciones, “hay que concluir y tener por constante que la proposición ‘Yo soy, yo existo’ es necesariamente verdadera, todas las veces que la pronuncie o que la conciba en mi mente”. Pero ¿qué clase de ser establece el cogito? El cogito no descubre la totalidad del ser, ni siquiera la de nuestro ser, sino sólo nuestro ser en la medida en que pensamos, por todo el tiempo que dura nuestro pensar. Lo único innegable al aparecer el cogito es el hecho del pensar. Podemos preguntarnos si habría alguna diferencia entre las proposiciones “pienso, luego existo” y “respiro, luego existo”. No es posible probar que respiramos sin antes haber mostrado que existimos, lo único que se presenta a nuestro espíritu antes que nuestra existencia es el sentimiento de que respiramos, pensar que respiramos (sin saber si de hecho lo hacemos o no). Por eso no hay diferencia entre ambas afirmaciones: afirmar “respiro, luego existo” equivale a decir “pienso que respiro, luego existo”. Todavía no sabemos si de verdad poseemos un cuerpo o un alma. El ser que el cogito establece es sólo el ser del pensamiento. Pero a pesar de haber dado con esto la piedra de toque fundamental del idealismo moderno, Descartes cae pronto en los hábitos del realismo –que recién terminará de eliminar Kant en la Crítica de la razón pura– cuando, trascendiendo la certeza del pensamiento y concibiéndolo según el tipo de la sustancia o la cosa, afirma que ese yo que existe mientras piensa es una El sentir como una forma del pensar Es más fácil de conocer el alma que el cuerpo, lo espiritual que lo corporal No puedo dudar de que pienso, porque si dudo, pienso, y si pienso, existo UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 21 cosa que piensa (res cogitans, sustancia pensante), una sustancia cuya esencia consiste en pensar y que es totalmente independiente de cualquier cosa material (res extensa, sustancia extensa). Descartes presenta, de este modo, el dualismo entre una sustancia cuyo atributo esencial es el pensamiento y otra cuyo atributo fundamental es la extensión. No obstante, ese “pensar” es utilizado en un sentido más amplio que el habitual, comprendiendo en él cualquier actividad psíquica, que se considera modificación o accidente de la sustancia pensante, alma o espíritu, como dudar, entender, concebir, afirmar, negar, querer, no querer e incluso imaginar y sentir. De ahí se sigue que el alma es completamente distinta del cuerpo y resultará más fácil de conocer que éste. Es preciso dejar de lado lo corpóreo pues lo único perteneciente al yo es el pensamiento; las representaciones son lo único con lo que tenemos contacto inmediato y directo. Aunque nos equivoquemos o nos engañemos, lo que pensamos es pensado: si imaginamos (un centauro o una quimera) o percibimos a través de nuestros sentidos (sentimos calor cuando hay baja temperatura) cosas que no son verdaderas, aun así es verdad que estas forman parte de nuestro pensamiento. Luego pasa a demostrar que lo más fácil de conocer es lo puramente espiritual tomando un cuerpo particular: un pedazo de cera.44 (Bidon-Chanal, 2012, 137-138) Tercera a sexta meditación: la salida del solipsismo y la garantía de veracidad Una vez establecida la certeza del cogito, del yo como sustancia pensante, desde la “Meditación tercera”, buscará extender su conocimiento examinando si puede descubrir en su espíritu más cosas de las que ya ha percibido. Esta búsqueda apunta a averiguar si partiendo […] de la propia interioridad, es posible hallar algo exterior a esta, o si no hay nada que podamos encontrar fuera de ella, es decir, si se puede evitar el solipsismo
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