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Unidad 2 Parte II Descartes El yo verdad y método (imprimible)

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Unidad 2. La tradición de la filosofía occidental. Parte II. La radicalización de la razón. 
 
 
 
 
Descartes. El yo: verdad y método 
Apunte de Cátedra 
 
 
En este texto queremos destacar que, más allá de Bacon y Galileo, es Descartes quien se convierte 
en la figura clave de la modernidad, haciendo de la duda y del yo (pienso), un método de búsqueda 
de la verdad y el encuentro con la verdad misma. Descartes elabora un método que, al tirar abajo 
todo el edificio de los conocimientos que tenía hasta el momento, pretende, al mismo tiempo, 
construir el conocimiento desde cero. Su método le permitiría, a su juicio, alcanzar la verdad al 
tiempo que desterrar el error. El acceso a la verdad surgirá mediante la auto-reflexión. Y de la 
reflexión “demostrará” asimismo, la existencia de Dios, convirtiéndose éste en la garantía del 
conocimiento verdadero de sí y del resto de los entes. Esta forma de concebir el mundo, desde el 
sujeto, desde la auto-reflexión, tendrá un peso importantísimo en el desarrollo de la historia y la 
ciencia moderna. 
 
1. Descartes y el espíritu moderno 
 
En Descartes se refleja toda su época. Al seguir la historia de su espíritu se sigue al unísono la 
historia de la llamada modernidad. El individuo Descartes «ejemplifica» su tiempo, y por eso 
hablar de él es hablar de la modernidad. Con él se constituyó la modernidad, y en ella asistimos 
a un nuevo comienzo de la filosofía, que va a colocar al hombre en su centro. Ahí reside la gran 
tarea del filósofo Descartes, que abrió el camino a la ciencia y a la técnica modernas. 
(Flórez Miguel, 2011, XI) 
 
Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en el pequeño pueblo de La Haye, en la Turena 
francesa, […] Se educó en el colegio jesuita de La Fleche, en el que ingresó en la Pascua de 
1607. […] Permaneció allí hasta septiembre de 1614, recibiendo clases de lógica y estudiando 
a los clásicos, especialmente la filosofía tradicional aristotélica. También aprendió matemáticas 
gracias a las clases suplementarias del jesuita Jean François, que siguiendo las instrucciones 
de Christoph Clavius -uno de los grandes científicos del momento-- impartió, a partir de 1612, 
clases suplementarias de matemáticas a los alumnos aventajados, entre los que con todo 
merecimiento se encontraba Descartes. En su libro Prolegómenos Clavius criticaba las sectas 
peripatéticas enfrascadas en vanas disputas, que conducían a la incertidumbre y al 
escepticismo, y como alternativa proponía las demostraciones matemáticas, que excluían la 
duda. Estas ideas de Clavius encontraron un claro eco en la primera parte del Discurso del 
método. […] Tras dejar el colegio de los jesuitas Descartes cursó estudios de Derecho en la 
Universidad de Poitiers, donde obtuvo la licenciatura en 1616. […] Concluida su licenciatura en 
Derecho y después de pasar una temporada con su familia se alistó en la Escuela de guerra de 
Breda (Países Bajos). Después de dos años en Holanda, en 1619 Descartes se unió al ejército 
bávaro, y el 10 de noviembre de este año tuvo una famosa revelación referente a su sistema 
de filosofía: La llegada del invierno obligó al ejército a detenerse, y mientras descansaba en 
una habitación caliente […]; se le reveló la esencia de su «nueva filosofía»: la unidad de las 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
2 
 
ciencias (enciclopedia) en torno a la matemática. Los relatos, en forma de sueños, que 
Descartes nos ha dejado sobre este acontecimiento son un claro ejemplo del modo en que se 
convierte en el iniciador de la modernidad: el hombre se descubre a sí mismo como centro 
gracias a una peculiar experiencia del yo que le posibilita una nueva forma de hacer filosofía 
diferenciada del modo griego, fundamentado en la admiración de la naturaleza y orientado 
hacia la búsqueda de su origen, sus principios, sus causas y sus regularidades. 
A partir de Descartes la experiencia del yo constituye el fondo de una nueva forma de hacer 
filosofía, que tiene como referente fundamental la individualidad humana considerada desde el 
punto de vista de la subjetividad. […] Descartes la delimita [a la individualidad] desde la 
subjetividad de un yo determinado por el tiempo (historia) y por el espacio (naturaleza) y 
constituido en punto de partida de la filosofía, guiada con orden y medida por la matemática. 
[…] En el Discurso del método relata este episodio, […] 
[…] Esta obra describe lo que Descartes consideró una manera más satisfactoria de adquirir el 
conocimiento que la presentada por la lógica de Aristóteles y la filosofía en general desde los 
tiempos de Platón. Sólo las matemáticas -argumenta- son ciertas, de modo que todo debe 
basarse en ellas. (Flórez Miguel, 2011, XII-XVII) 
 
2. La cuestión del método 
 
Si con Bacon se tiene clara conciencia de la necesidad de una nueva lógica y de una reforma 
de la filosofía, con Galileo se sientan nuevas bases para el conocimiento científico desplazando 
el antiguo concepto de ciencia e instituyendo la idea de “método”. El concepto 
de “método” (Methodos) proviene del griego y significa “camino o vía por 
medio del cual podemos aproximarnos a lo que debe 
conocerse”. Pero es con Descartes donde se colman estas 
exigencias. Con el Discurso del Método (1637) el método adquiere el sentido 
de unidad del saber y exclusión del error. Su proyecto es elaborar una ciencia 
universal que pudiera reunir todo el conocimiento a través de un método que se aplicaría no 
sólo a los objetos de la matemática y la física, sino incluso a las cosas espirituales. […] Así, el 
conocimiento de la verdad queda sujeto al camino seguido, es decir, al método. Por tal motivo, 
al inicio de la Primera Parte del Discurso… indica que su pretensión es mostrar 
los caminos que él ha seguido para acercarse a la verdad y evitar el error. Esto 
último puede eludirse si impedimos precipitarnos en nuestros 
juicios, es decir, si evitamos tanto afirmar como juzgar 
apresuradamente, sin antes haber sometido esas opiniones al tribunal de la razón. 
Con esta prescripción se inicia una batalla contra los prejuicios, que más adelante la 
Ilustración y el Positivismo harán su bandera. El deseo de distinguir lo verdadero de lo falso 
para poder juzgar con “claridad” (uno de los conceptos capitales del pensamiento cartesiano) 
lo conduce a levantar el edificio del conocimiento sobre cimientos propios y no ajenos, ya que 
en todos los anteriores había podido advertir el error. Así, procuró evitar el uso del método que 
otros habían utilizado para alcanzar la verdad, conduciéndolo a la elaboración de cuatro reglas 
que debía seguir quien quisiese juzgar con rectitud. Con el problema 
del método se inaugura así la filosofía moderna, y 
con ello se formula la idea de que antes de 
lanzarse al conocimiento del mundo debía 
realizarse previamente una investigación sobre la 
propia razón. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 30-31) 
Método = camino 
El método 
cartesiano: para 
unificar el saber 
y excluir el error 
El método es la 
vía de acceso a 
la verdad 
Crítica a los 
prejuicios 
Descartes 
elabora un 
nuevo método, 
de aplicación 
universal: EL 
método 
La filosofía de la 
modernidad se 
caracterizará por la 
búsqueda del método más 
eficaz para alcanzar el 
conocimiento verdadero 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
3 
 
El Discurso del método (Discours de la méthode) aparece por primera vez en Leyden (Holanda) 
en 1637 como introducción a sus Ensayos (“Dióptrica”, “Meteoros” y “Geometría”), 
publicado originalmente en francés, en un gesto por completo moderno, por el 
que logra trascender así las esferas académicas, donde se cultivaba el latín y no 
las lenguas vernáculas. Ya desde su titulo se pueden delinear algunas cuestiones 
centrales. En primer lugar,se trata de un discurso y no de un tratado: en una 
carta al padre Mersenne de marzo de ese año, Descartes comenta que su intención 
no es enseñar el método, sino sólo discurrir sobre él; tratados son, en cambio, los tres trabajos 
a los que precede, pues exponen doctrinalmente los conocimientos científicos alcanzados 
gracias a la aplicación de ese método –acaso Descartes se guardara de afirmar abiertamente 
ciertas cuestiones, entre otros motivos tal vez para evitar una posible condena de la Iglesia,1 
como poco tiempo atrás había ocurrido con Galileo–. Por otro lado, este discurso se concentra 
en el problema del método, una preocupación central para varios pensadores de la época, como 
Jacopo Aconcio con su De Methodo (1558) o Francis Bacon con su célebre Novum organum 
(1620). Sin embargo, en este caso la búsqueda no es de un método sino de “el” método, un 
solo y único método, que no precise de otro criterio que lo fundamente para así evitar el regreso 
infinito (la necesidad de un criterio del criterio) que podría objetarle el escepticismo. 
 
El Discurso del método se divide en seis partes. En la primera, Descartes repasa su recorrido 
y formación intelectual, tomando en consideración el estado de las ciencias en su tiempo. En 
la segunda parte, una vez sentadas las bases de la necesidad de un método 
“para conducir la razón y buscar la verdad en las ciencias”, como apunta el 
subtitulo de la obra, expone las principales reglas del método que ha 
encontrado para perfeccionar el conocimiento. La tercera propone una “moral 
provisional” que le permite no alejarse de su propósito inicial de buscar la verdad 
mientras reestructura su razón con el nuevo método. En la cuarta parte, presenta una especie 
de síntesis de los planteos que desarrollará en las Meditaciones metafísicas y su intento de 
probar la existencia de Dios y del alma, los fundamentos metafísicos que garantizarán la 
posibilidad del conocimiento. La quinta parte expone cuestiones de física y la diferencia entre 
el alma humana y la de los animales. En la sexta y última se refiere a las cosas que considera 
necesarias para avanzar más en la investigación de la naturaleza y a las razones que lo han 
impulsado a escribir.[…] 
 
El método verdadero para alcanzar el conocimiento de todas las cosas de que es capaz el 
espíritu no es otro que el método deductivo,2 que Descartes extrae 
esencialmente de la matemática y busca hacer extensivo a las demás 
ciencias. El proceso deductivo supone partir de verdades conocidas, de 
las cuales se derivan necesariamente otras verdades, es decir, que se 
obtienen por deducción. Pero, para evitar un regreso al 
infinito, esas primeras verdades no pueden deducirse de 
otras, sino que se tratará de principios alcanzados 
mediante la intuición intelectual llamados “evidencias”. La 
intuición, según señalan las Reglas para la dirección del 
espíritu (1628, publicadas póstumamente en 1701), 
constituye un acto de nuestro entendimiento que no 
proporciona una confianza incierta o engañosa como la proveniente de los sentidos 
o la imaginación, sino una “concepción evidente de un espíritu sano y atento, concepción que 
nace de la sola luz de la razón”. De ahí que la tarea de reconstruir el edificio de la ciencia exija 
un fundamento firme, es decir, una verdad evidente, indudable. Sin embargo, Descartes […] 
Primer texto 
de filosofía 
escrito y 
publicado en 
francés 
De enunciados 
verdaderos (por 
evidencia) se deducen 
otros enunciados, los 
cuales también serán 
verdaderos, ya que el 
razonamiento 
deductivo transmite la 
verdad de premisas a 
conclusión. 
Para llegar a 
una verdad 
evidente, se 
propone 
primero 
comenzar por 
dudar. 
El método para 
alcanzar el 
conocimiento 
es deductivo 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
4 
 
comenzará por dudar, aunque, a diferencia de las posturas escépticas de la época, como la de 
Montaigne, la duda se aplica de manera metódica para alcanzar la verdad y sólo se detiene 
ante el hallazgo de una certeza […] Si bien lleva la aplicación de la duda hasta extremos que 
algunos escépticos ni siquiera habían alcanzado, Descartes es un dogmatico, no en el sentido 
de quien no atiende a razones o sólo acepta lo que un dogma afirma, sino en tanto confía en 
que el conocimiento es posible. La duda se pone en movimiento afectando a todos los 
contenidos del pensamiento pero se detendrá al no poder abatir al pensamiento mismo. (Bidon-
Chanal, 2012, 133-135) 
 
[…] El método filosófico, tal como lo plantea Descartes, desemboca 
necesariamente en la pregunta por el hombre y por el lugar que éste ocupa en el 
mundo con vistas a orientarle en su camino hacia la verdad. El método cartesiano 
tiene un componente moral y práctico que mira necesariamente al hombre mismo 
a fin de que éste encuentre un suelo seguro en el que apoyarse, como ha sabido 
ver Martín Heidegger al escribir que el método cartesiano mira «Cómo conseguir y 
fundar una certeza buscada por el hombre mismo, por su vida terrena, sobre su ser hombre y 
sobre el mundo» […] Tenemos que advertir también que esta peculiaridad del método de 
Descartes de tener siempre como referente al hombre para orientarle es común tanto a su 
primer proyecto metafísico (búsqueda de la verdad) como a su proyecto final antropológico 
(dirección de la vida). (Flórez Miguel, 2011, XLV) 
 
Discurso del Método 
Primera Parte 
El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo,3 pues cada cual piensa 
que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos 
respecto a cualquier otra cosa no suelen apetecer más del que ya 
tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más 
bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, 
que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual 
en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no 
proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que 
dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las 
mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio4 bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las 
almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los 
que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, 
que los que corren, pero se apartan de él.5 
[…] 
Pero, sin temor, puedo decir que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido 
desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas,6 
con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar 
gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la 
mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos 
he recogido ya de ese método que aun cuando en el juicio que sobre mí mismo hago procuro 
siempre inclinarme del lado de la desconfianza mejor que del de la presunción, y aunque al 
mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres no hallo casi 
ninguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo, no deja de producir en mí una 
extremada satisfacción el progreso que pienso haber realizado ya en la investigación de la 
El método 
se propone 
orientar al 
hombre 
hacia la 
verdad 
Pensar 
distinto no 
implica que 
unos sean 
racionales y 
otros no 
Buen sentido 
= 
Razón 
 
(Está en 
todos) 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
5 
 
verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir que si entre las ocupaciones que embargan 
a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me 
atrevo a creer que es la que yo he elegido por mía. 
[…] 
Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cadacual ha de 
seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he 
procurado conducir la mía.7 Los que se meten a dar preceptos deben estimarse 
más hábiles que aquellos a quienes los dan, y son muy censurables si faltan en 
la cosa más mínima. Pero como yo no propongo este escrito sino a modo de 
historia o, si preferís, de tabula, en la que, entre ejemplos que podrán imitarse, 
irán acaso otros también que con razón no serán seguidos, espero que tendrá utilidad para 
algunos, sin ser nocivo para nadie, y que todo el mundo agradecerá mi franqueza. 
[…] 
Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que 
por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo 
cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan 
pronto como hube terminado el curso de los estudios, cuyo remate suele dar 
ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión. Pues me 
embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había 
conseguido más provecho que el de descubrir cada vez más mi ignorancia. […] Había aprendido 
todo lo que los demás aprendían; y no contento aún con las ciencias que nos enseñaban, recorrí 
cuantos libros pudieron caer en mis manos referentes a las ciencias que se consideran como 
las más curiosas y raras. Conocía, además, los juicios que se hacían de mi persona, y no veía 
que se me estimase en menos que a mis condiscípulos, […] Por último, parecíame nuestro siglo 
tan floreciente y fértil en buenos ingenios como haya sido cualquiera de los precedentes. 
[…] Pero creía también que ya había dedicado bastante tiempo a las lenguas e incluso a la 
lectura de los libros antiguos y a sus historias y a sus fábulas. Pues es casi lo mismo conversar 
con gente de otros siglos que viajar. Bueno es saber algo de las costumbre de otros pueblos 
para juzgar las del propio con mayor acierto, y no creer que todo lo que sea contrario a nuestras 
modas es ridículo y opuesto a la razón, como suelen hacer los que no han visto nada. 
[…] 
Profesaba una gran reverencia por nuestra teología y, como cualquier otro, pretendía ya ganar 
el cielo. Pero habiendo aprendido, como cosa muy cierra, que el camino de la salvación está 
abierto para los ignorantes como para los doctos, y que las verdades reveladas que allá 
conducen están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me hubiera atrevido a 
someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que para acometer la empresa de 
examinarlas y salir con bien de ella era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser, 
por lo tanto, algo más que hombre.[…] 
Nada diré de la filosofía sino que al ver que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios 
que han vivido desde hace siglos, y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de 
disputa. y, por consiguiente, dudoso, no tenía yo la presunción de esperar acertar mejor que 
los demás; y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones tocantes a una misma 
materia, sostenidas todas por gentes doctas, aun cuando no puede ser verdadera más que una 
sola, reputaba casi por falso todo lo que no fuera más que verosímil.8 
Y en cuanto a las demás ciencias, ya que toman sus principios de la filosofía,9 pensaba yo que 
Sólo pretende 
exponer la 
forma en que 
su método 
fue una guía 
para su razón 
Su 
autobiografía 
intelectual 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
6 
 
sobre tan endebles cimientos10 no podía haberse edificado nada sólido; y ni el honor ni el 
provecho que prometen, eran bastante para invitarme a aprenderlas; pues no me veía, gracias 
a Dios, en tal condición que hubiese de hacer de la ciencia un oficio con que mejorar mi fortuna, 
y aunque no profesaba el desprecio de la gloria a lo cínico, sin embargo, no estimaba en mucho 
aquella fama, cuya adquisición sólo merced a falsos títulos puede lograrse. Y, por último, en lo 
que toca a las malas doctrinas, pensaba que ya conocía bastante bien su valor para no dejarme 
burlar ni por las promesas de un alquimista, ni por las predicciones de un astrólogo, ni por los 
engaños de un mago, ni por los artificios o la presunción de los que profesan saber más de lo 
que saben. 
Así, pues, tan pronto como estuve en edad de salir de la sujeción en que me tenían mis 
preceptores, abandoné del todo el estudio de las letras; y, resuelto a no buscar otra ciencia 
que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi 
juventud en viajar, […] en recoger varias experiencias, en ponerme a mí mismo a prueba en 
los casos que la fortuna me deparaba, y en hacer siempre tales reflexiones sobre las cosas que 
se me presentaban que pudiera sacar algún provecho de ellas. 
[…] 
Es cierto que, mientras me limitaba a considerar las costumbres de los otros hombres, apenas 
hallaba cosa segura y firme, y advertía casi tanta diversidad como antes en las opiniones de 
los filósofos. De suerte que el mayor provecho que obtenía era que, […] aprendía a no creer 
con demasiada firmeza aquello de lo que sólo el ejemplo y la costumbre me habían persuadido; 
y así me libraba poco a poco de muchos errores, que pueden ofuscar nuestra luz natural y 
tornarnos menos aptos para escuchar la voz de la razón. Mas cuando 
hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo y tratando 
de adquirir alguna experiencia, resolvime un día estudiar también en 
mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en la elección 
de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho mejor, según 
creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y de mis libros.11 
(Descartes, 2011, 101-107) 
 
El camino hacia la razón y la verdad 
 
El método es necesario para la investigación de la verdad. 
René Descartes 
 
El Discurso del método puede ser leído como una autobiografía, como el método (práctica) que 
hace posible los «Ensayos» que vienen detrás de él y como una introducción a su filosofía. 
[…] El Discurso nos muestra el camino de Descartes hacia la razón. […] Descartes elige su 
propia vida como «ejemplo», hace de la historia de su vida la «fábula»12 por medio de la cual 
nos introduce en el nuevo modo de hacer filosofía. La autobiografía precede al método, que a 
su vez puede ser considerado como el resultado de esa autobiografía. La historia del espíritu 
funciona como discurso sobre el método. Una historia individual, que a su vez se inserta en la 
historia de Francia y de Europa al asumir la política de su país y la religión en la que fue 
educado, […] 
[…] En la primera parte del Discurso Descartes refiere su camino hacia la subjetividad; y en 
ese camino destaca tres momentos: el de los preceptores como directores de su saber (lector 
de libros), el de la salida al mundo como actor (soldado-viajero) y el de su constitución como 
sujeto (autor): […] Decide dejar de ser lector (enseñanzas de los preceptores), dejar de ser 
Como todo le resultaba 
sospechoso, como no 
había alcanzado la 
verdad, se propone 
estudiarse a sí mismo 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
7 
 
actor (soldado- viajero) y constituirse como autor, como sujeto, lo que efectúa estableciendo 
el yo como punto de partida. Un sujeto que no hay que entender desde el punto de vista de la 
psicología, sino desde la metafísica. «No se trata de la “subjetivación” del saber, sino de la 
institución de la “subjetividad” como el sujeto sobre el que reposa el objeto del saber. 
[…] 
A partir del final de la primera parte, Descartes nos presenta claramente el objetivo 
fundamental de su discurso sirviéndose de la metáfora del viaje, de gran tradición en el terreno 
de la filosofía y que nos permite comprender el sentido de su método y nos da pie para 
comparar al filósofo francés con Miguelde Cervantes, otro contemporáneo de Descartes, […] 
Descartes, igual que Don Quijote, el héroe de Cervantes, después de haber dedicado su vida a 
la lectura decide abandonarla y salir fuera de su casa para leer el libro del mundo, aunque no 
para atenerse a la escritura de ese libro, sino para interpretarlo desde la propia razón, 
estableciendo un orden nuevo. […] 
Esta primera parte del Discurso del método, […] conforma lo que desde el punto de vista de la 
retórica se llama la «inventio del discurso», que de alguna manera pinta el objeto (res) sobre 
el que versa el discurso con razones, […] El Discurso del método es la historia del espíritu de 
Descartes construida como una fábula en la que se nos hace presente la filosofía en 
su nueva forma. Esta noción de fábula podemos entenderla en el sentido en el que 
lo hace la Retórica de Aristóteles. En su Retórica, Aristóteles distingue dos tipos 
de ejemplos: los sucedidos (historia) y los inventados (fábula), que se corresponden 
con las res factae (cosas sucedidas) y las res fictae (cosas inventadas, ficticias). En su Discurso 
Descartes usa los dos tipos de ejemplos. (Flórez Miguel, 2011, pp.XVL-L) 
 
[…] Cuando Descartes replantea en su origen el problema primero de la filosofía, el mundo y 
el hombre ya no son los mismos que en tiempos de Parménides o de Platón. Han transcurrido 
veinte siglos de vida histórica filosófica. El pensamiento ya no tiene la virginidad, 
la inocencia primitiva. No nace del puro anhelo de saber, sino de un anhelo de 
saber que viene prevenido por el tremendo fracaso de una filosofía multisecular. 
Todo el pretérito presiona ahora sobre el presente, imponiéndole condiciones 
nuevas: y principalmente la condición de evitar el error, la necesidad de proceder 
con máxima cautela, la obligación de preferir una sola verdad «cierta» a muchas 
conjeturas dudosas y de practicar en la marcha hacia adelante la más radical 
desconfianza. (García Morente, 2006, 12) 
 
Segunda Parte 
Hallábame por entonces en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras13 que 
aún no han terminado; y volviendo de la coronación del emperador14 hacia el ejército, cogiome 
el comienzo del invierno en un lugar en donde, no encontrando conversación 
alguna que me divirtiera y no teniendo tampoco, por fortuna, cuidados ni 
pasiones que perturbaran mi ánimo, permanecía el día entero solo y encerrado 
junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis 
pensamientos.15 Entre los cuales fue uno de los primeros el ocurrírseme 
considerar que muchas veces sucede que no hay tanta perfección en las obras compuestas de 
varios trozos y hechas por las manos de muchos maestros como en aquellas en que uno solo 
ha trabajado.16 […] Y así pensé yo que las ciencias de los libros, por lo menos aquellas cuyas 
razones son sólo probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado 
poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes, no son tan próximas a la verdad 
La unidad 
de historia y 
ficción 
Los errores 
anteriores de 
la filosofía 
condicionan 
a la nueva 
filosofía 
Nuevamente 
aparece el 
recurso a la 
autobiografía 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
8 
 
como los simples razonamientos que un hombre de buen sentido puede hacer, naturalmente, 
acerca de las cosas que se presentan. Y también pensaba yo que, como hemos sido todos 
nosotros niños antes de ser hombres y hemos tenido que dejarnos regir durante mucho tiempo 
por nuestros apetitos y nuestros preceptores, que muchas veces eran contrarios unos a otros, 
y ni unos ni otros nos aconsejaban siempre acaso lo mejor, es casi imposible que sean nuestros 
juicios tan puros y tan sólidos como lo fueran si, desde el momento de nacer, tuviéramos el 
uso pleno de nuestra razón y no hubiéramos sido nunca dirigidos más que por ésta.17 […] 
 […] Por lo que toca a las opiniones, a las que hasta entonces había 
dado mi crédito, no podía yo hacer nada mejor que emprender 
de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas luego por 
otras mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado al 
nivel de la razón. Y tuve firmemente por cierto que, por este 
medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me 
contentase con edificar sobre cimientos viejos y me apoyase 
solamente en los principios que había aprendido siendo joven, sin haber examinado 
nunca si eran o no verdaderos.18 […] 
Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y 
edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si, habiéndome gustado bastante mi 
obra, os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite. 
Los que hayan recibido de Dios mejores y abundantes mercedes, tendrán, sin duda, más 
levantados propósitos, pero mucho me temo que este mío no sea ya demasiado audaz para 
algunas personas. Ya la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas 
anteriormente no es un ejemplo que todos deban seguir. Y el mundo se compone casi sólo de 
dos especies de ingenios a quienes este ejemplo no conviene en modo alguno, y son, a saber: 
de los que, creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden contener la precipitación de sus 
juicios ni conservar la bastante paciencia para conducir ordenadamente todos sus 
pensamientos; por donde sucede que, si una vez se hubiesen tomado la libertad de dudar de 
los principios que han recibido y de apartarse del camino común, nunca podrán mantenerse en 
la senda que hay que seguir para ir más en derechura, y permanecerán extraviados toda su 
vida; y de otros que, poseyendo bastante razón o modestia para juzgar que son menos capaces 
de distinguir lo verdadero de lo falso que otras personas, de quienes pueden recibir instrucción, 
deben más bien contentarse con seguir las opiniones de esas personas que buscar por sí 
mismos otras mejores. 
Y yo hubiera sido, sin duda, de esta última especie de ingenios, si no hubiese tenido en mi vida 
más que un solo maestro o no hubiese sabido cuán diferentes han sido, en todo tiempo, las 
opiniones de los más doctos.19 Mas habiendo aprendido en el colegio que no se puede imaginar 
nada, por extraño e increíble que sea, que no haya sido dicho por alguno de los filósofos, y 
habiendo visto luego, en mis viajes, que no todos los que piensan de modo contrario al nuestro 
son por ello bárbaros y salvajes, sino que muchos hacen tanto o más uso que nosotros de la 
razón; y habiendo considerado que un mismo hombre, con su mismo ingenio, si se ha criado 
desde niño entre franceses o alemanes, llega a ser muy diferente de lo que sería si hubiese 
vivido siempre entre chinos o caníbales,20 y que hasta en las modas de nuestros trajes, lo que 
nos ha gustado hace diez años, y acaso vuelva a gustarnos dentro de otros diez, nos parece 
hoy extravagante y ridículo, de suerte que más son la costumbre y el ejemplo los que nos 
persuaden que un conocimiento cierto; y que, sin embargo, la multitud de votos no es una 
prueba que valga para las verdades algo difíciles de descubrir, porque más verosímil es que un 
hombre solo dé con ellas que no todo un pueblo. No podía yo elegir a una persona cuyas 
Pone entre 
paréntesis, 
deja de lado 
sus opiniones, 
hasta alcanzar 
alguna verdad 
La vieja 
distinción 
platónica: 
opinión 
(dóxa) versus 
verdad 
(epìstéme) 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
9 
 
opiniones me parecieran preferibles a las de las demás, y me vi como obligado a emprender 
por mí mismo la tarea de conducirme. 
Pero como hombre que tiene que andar solo y en la oscuridad, resolví ir tan despacio y emplear 
tanta circunspección en todo que, a trueque de adelantar poco, me guardaría al menos muy 
bien de tropezar y caer. E incluso no quise empezar a deshacerme por completo de ninguna de 
las opiniones que pudieron antañodeslizarse en mi creencia sin haber sido introducidas por la 
razón, hasta después de pasar buen tiempo dedicado al proyecto de la obra que iba a 
emprender, buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de 
que mi espíritu fuera capaz.21 
Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las 
matemáticas, el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que debían, al 
parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné, hube de notar que en lo 
tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más 
sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio, para hablar 
sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas. Y si bien contiene, en verdad, muchos buenos 
y verdaderos preceptos, hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros nocivos o 
superfluos, que separarlos es casi tan difícil como sacar una Diana o una Minerva de un bloque 
de mármol sin desbastar.22 Luego, en lo tocante al análisis23 de los antiguos y al álgebra de 
los modernos, aparte de que no se refieren sino a muy abstractas materias, que no parecen 
ser de ningún uso, el primero está siempre tan constreñido a considerar las figuras, que no 
puede ejercitar el entendimiento sin cansar grandemente la imaginación; y en la 
segunda, tanto se han sujetado sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras, 
que han hecho de ella un arte confuso y oscuro, bueno para enredar el ingenio, 
en lugar de una ciencia que lo cultive.24 Por todo lo cual, pensé que había que 
buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus 
defectos. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los 
vicios, siendo un estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero 
muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran 
número de preceptos que encierra la lógica, creí que me 
bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y 
constante resolución de no dejar de observarlos una vez 
siquiera. 
Fue el primero no admitir como verdadera cosa alguna, 
como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar 
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no 
comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi 
espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. 
El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuere posible 
y en cuantas requiriese su mejor solución. 
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples 
y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento 
de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden 
naturalmente. 
Y el último, hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que 
llegase a estar seguro de no omitir nada. 
Esas largas series de trabadas razones muy plausibles y fáciles, que los geómetras 
La búsqueda 
de un método 
que conserve 
los beneficios 
de otros 
métodos del 
pasado, pero 
que excluya 
sus defectos 
Las 4 reglas 
del método: 
 
1) Evidencia 
2) Análisis 
3) Síntesis 
4) Revisión (o 
enumeración) 
Evidencia: 
Conocimiento claro 
y distinto que evite 
la precipitación y 
los prejuicios 
https://es.wikipedia.org/wiki/Ramon_Llull
https://es.wikipedia.org/wiki/Diana_(mitolog%C3%ADa)
https://es.wikipedia.org/wiki/Minerva
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
10 
 
acostumbran emplear, para llegar a sus más difíciles demostraciones, habíanme dado ocasión 
de imaginar de todas las cosas de que el hombre puede adquirir conocimiento se siguen unas 
a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo 
sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber 
ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y 
descubrir.25 Y no me cansé mucho en buscar por cuáles era preciso comenzar, pues ya sabía 
que por las más simples y fáciles de conocer; y considerando que, entre todos los que hasta 
ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar 
algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba de que había 
que empezar por las mismas que ellos han examinado, aun cuando no esperaba sacar de aquí 
ninguna otra utilidad, sino acostumbrar mi espíritu a saciarse de verdades y a no contentarse 
con falsas razones. Mas no por eso concebí el propósito de procurar aprender todas las ciencias 
particulares, denominadas comúnmente matemáticas, y viendo que, aunque sus objetos son 
diferentes, todas, sin embargo, coinciden en que no consideran sino las varias relaciones o 
proporciones que se encuentran en los tales objetos, pensé que más valía limitarse a examinar 
esas proporciones en general, suponiéndolas sólo en aquellos asuntos que sirviesen para 
hacerme más fácil su conocimiento, y hasta no sujetándolas a ellos de ninguna manera, para 
poder después aplicarlas tanto más libremente a todos los demás a que pudieran convenir.26 
Luego advertí que, para conocerlas, tendría a veces necesidad de considerar cada una de ellas 
en particular, y otras veces tan sólo retener o comprender varias juntas, y pensé que, para 
considerarlas mejor en particular, debía suponerlas en línea, porque no encontraba nada más 
simple y que más distintamente pudiera yo representar a comprender varias j untas, era 
necesario que las explicase en algunas cifras, las más cortas que fuera posible; y que, por este 
medio, tomaba lo mejor que hay en el análisis geométrico y en el álgebra, y corregía así todos 
los defectos de una por el otro. (Descartes, 2011, 115) 
 
Los cuatros principios del método para evitar el error y alcanzar la verdad 
 
Segunda parte. A partir de este momento la estructura del Discurso se orienta hacia la 
búsqueda de argumentos entendidos como razonamientos que permitan articular de manera 
deductiva el tema nuclear del discurso que, en definitiva, es el método. Descartes toma sus 
argumentos de tres tópicos (lugares comunes) del Renacimiento: el tópico de la ciudad ideal, 
el del estado ideal y el del reino de Dios. De estos tres tópicos nos interesa fijar la 
atención en el primero de ellos, por la relación que tiene con la fundamentación 
de la nueva filosofía. […] Descartes abandona la red de metáforas relacionadas 
con la luz que habían dominado desde la Antigüedad en la filosofía e inaugura un 
nuevo sistema metafórico relacionado con el suelo, que caracteriza la constitución 
de la modernidad tal como es propuesta por Descartes. […] En los tres tópicos 
destaca lo mismo: la primacía de la razón sobre la historia. En este punto está 
siguiendo el espíritu geométrico de las utopías renacentistas, en consonancia con el 
espíritu arquitectónico […] que nos permite pensar que «Se hace edificable el suelo de acuerdo 
con reglas». Aquí no se trata de ninguna inquietud que atraviese el río que fluye, sino de la 
seguridad de un punto firme (como el de Arquímedes) bien asentado. […] No obstante esta 
seguridad que le proporcionan las metáforas arquitectónicas, reconoce que su proyecto no está 
exento de dificultades, y para explicarlo acude a otro tópico del pensamiento moderno: la nueva 
reforma. 
En su esfuerzo por encontrar un punto firme sobre el que sentar su filosofía desecha la lógica, 
el análisis de los antiguos y el álgebra de los modernos y opta por su conocido método 
De la 
metáfora de 
la luz a la 
metáfora 
del suelo (el 
terreno 
firme) 
https://es.wikipedia.org/wiki/Renacimiento
https://es.wikipedia.org/wiki/Arqu%C3%ADmedes
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
11 
 
matemático integradopor cuatro principios famosos que colocan a las matemáticas (en cuanto 
que ciencia del orden y la medida) como su núcleo […] (Flórez Miguel, 2011, L-LI) 
 
Las dos tendencias del espíritu que conducen al error, según señala Descartes, son la 
prevención y la precipitación. La primera, como vimos, equivaldría a aquellos conocimientos 
(pudiendo ser tanto falsos como verdaderos) recibidos por tradición, educación, cultura, etc., 
sin haber sido examinados por nuestra propia razón siguiendo los principios del método. La 
precipitación consiste en el apresuramiento de la voluntad a afirmar o negar algo cuando aun 
no dispone de todos los elementos de una evidencia. En los Principios de filosofía y en las 
Meditaciones, Descartes señala que Dios provee al hombre de una voluntad infinita y, al mismo 
tiempo, de un entendimiento finito, de allí la tendencia a apresurarse a 
afirmar cuestiones que aun no ha examinado por completo con la luz de 
la razón. (Bidon-Chanal, 2012, 147). 
 
Este primer precepto, en el que aparecen varios de los conceptos fundamentales 
de la filosofía cartesiana, es el denominado principio de la evidencia. La evidencia 
constituye el criterio de verdad que adoptara Descartes: un conocimiento es 
verdadero cuando es evidente, es decir, cuando no se puede dudar de él, cuando no hay 
“ocasión de ponerlo en duda”. La evidencia se opone a la conjetura; lo evidente se distingue 
de lo verosímil y lo probable, nociones propias de la lógica escolástica. La evidencia se 
caracteriza por dos notas: la claridad y la distinción. Una idea es clara cuando se presenta 
inmediatamente al intelecto, “así como decimos que vemos claramente los 
objetos, cuando se presentan a los ojos que los miran de manera fuerte y 
manifiesta”, aclara Descartes en los Principios, recurriendo a la comparación con 
la vista. La claridad de una idea lleva a asentir irresistiblemente su verdad, a 
diferencia de la impresión del recuerdo de una idea, que en tal caso sería lo opuesto, 
sería oscura. La otra característica de la evidencia es la distinción. Distinta es la idea definida 
en sí misma y separada respecto de todas las demás, que no contiene nada que le pertenezca 
a otra idea, “aquella que es tan precisa y diferente de todas las demás y no contiene nada en 
ella más que lo que aparece manifiestamente a quien la considera como se debe”. Lo contrario 
de una idea distinta es una idea confusa. Si decimos “un triangulo es una figura geométrica”, 
no hay nada en esta proposición que lo distinga de un cuadrado o un 
rectángulo; en cambio, al decir “el triangulo es una figura geométrica 
de tres lados” estamos frente a una idea distinta. De manera que “claro” 
se opone a “oscuro”, y “distinto” a “confuso”. Vemos entonces que todo 
conocimiento distinto tiene que ser claro, aunque un conocimiento claro 
puede ser tanto distinto como confuso. En este primer precepto se pone de manifiesto lo que 
se venía advirtiendo en los párrafos precedentes: la necesidad de proceder de tal 
manera de evitar la precipitación y la prevención. Por otro lado, aquello 
que se presenta clara y distintamente al espíritu, de manera 
inmediata, se capta a través de un acto intelectual simple: la intuición. 
[La intuición] cartesiana constituye un acto intelectual, propio del 
pensar puro, desvinculado de lo sensible; la intuición es la captación 
inmediata de una idea simple, una idea completamente abarcada por el 
intelecto. […] De acuerdo con las Reglas para la dirección del espíritu, la intuición 
y la deducción constituyen las únicas vías para alcanzar el conocimiento verdadero, 
operaciones ambas del entendimiento (por lo tanto, diferentes de la imaginación y los sentidos, 
facultades por las que no llegamos a obtener certeza) que poseemos por naturaleza y que el 
Principio de 
evidencia 
Lo evidente 
se opone a 
lo 
conjetural 
Claridad: 
se opone a oscuridad. 
Distinción: 
se opone a confusión 
Alcanzar un 
conocimiento evidente 
implica haber evitado 
el error, es decir, haber 
evitado los prejuicios y 
la precipitación 
La precipitación de 
los prejuicios como 
fuente de error 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
12 
 
método sólo nos enseña a emplear de forma correcta. Mientras la intuición es un concepto que 
forma el entendimiento puro, con tanta claridad y distinción que no queda duda 
alguna sobre lo que entendemos (por ejemplo, que pensamos, que existimos, 
que 2+3=5, que 1+4=5), por deducción (o razonamiento discursivo) se refiere 
a todo conocimiento que es consecuencia necesaria de otras cosas conocidas 
con certeza (por ejemplo, que 2+3=1+4). A partir de principios verdaderos se 
pueden deducir numerosas verdades formando largas cadenas deductivas 
cuyos eslabones están unidos uno a otro de forma inmediata,27 y es la memoria 
la que asegura la certidumbre, ya que es ella la encargada de recordar los pasos anteriores a 
medida que el intelecto avanza. (Bidon-Chanal, 2012, 149-150) 
El segundo precepto es la llamada regla del análisis. Según este, el primer paso 
frente a una dificultad, a un conocimiento complejo, es analizarlo, 
es decir, dividirlo hasta llegar a algo evidente, a una idea simple, 
un conocimiento captable por intuición. (Bidon-Chanal, 2012, 150) 
 
 
El análisis es, pues, el primer momento del método. Dada una dificultad, planteado el problema, 
es preciso ante todo considerarlo en bloque y dividirlo en tantas partes como se pueda (segunda 
regla del método) 
Pero ¿en cuántas partes dividirlo? ¿Hasta dónde ha de llegar el fraccionamiento de la dificultad? 
¿Dónde deberá detenerse la división? La división deberá detenerse cuando nos hallemos en 
presencia de elementos del problema que puedan ser conocidos inmediatamente como 
verdaderos y de cuya verdad no pueda caber alguna duda. Los tales elementos simples son las 
ideas claras y distintas. (Final de la primera regla). (García Morente, 2006, 19) 
 
El siguiente precepto es la regla de la síntesis. Una vez alcanzada por la intuición 
una idea simple, es preciso ascender gradualmente hasta los 
conocimientos compuestos, siguiendo el orden de la deducción, 
pues no tendríamos un autentico conocimiento sino una serie inconexa de 
distintos elementos simples, separados unos de otros. En algunos casos, ese 
orden incluso puede reemplazar al que guardan los objetos naturalmente: se 
trata del orden de las razones, no del de las cosas). (Bidon-Chanal, 2012, 150) 
 
Supongamos que queremos tener un conocimiento verdadero sobre si lo que estamos trazando 
en el pizarrón, por ejemplo, es un cuadrado. ¿Cómo hemos de saberlo? ¿Qué es lo más sencillo 
aquí y qué lo más compuesto? Quizás esto dependa desde la perspectiva en que sea analizado. 
Pero supongamos que conocemos la definición de “cuadrado” y entonces queremos saber si lo 
que trazamos es un cuadrado o no. Primero hemos de ver si es una figura (conjunto no vacío 
cuyos elementos son puntos), luego si ella constituye un polígono (secuencia finita se 
segmentos rectos), a continuación, si es un cuadrilátero (polígono de cuatro lados), seguido de 
ello si es un paralelogramo (cuyos lados opuestos son iguales y paralelos dos a dos), y por 
último si es un cuadrado (que tiene sus cuatro lados iguales y con sus cuatro ángulos de 90º). 
Así, hemos ido del conocimiento más sencillo al más compuesto, pudiendo afirmar que un 
“cuadrado es un paralelogramo que tiene sus lados iguales y sus cuatro ángulos iguales de 90º 
(rectos)”. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 33) 
La falibilidad de 
la memoria, 
hace necesaria 
la 4ª regla: 
enumeración 
Principio 
de análisis 
Análisis: 
dividir el 
problema en 
tantas partes 
sea posible 
Principio de 
síntesis 
Síntesis: 
de lo más 
simple a lo 
más 
complejo 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
13 
 
 
El cuarto precepto, la regla de la enumeración, proponerevisar la cadena 
deductiva para asegurarse de no haber cometido 
ninguna omisión, ya que, como ocurre en la 
demostración de un teorema, nuestro intelecto avanza paso por 
paso, confiando los anteriores a la memoria, que es falible. 
(Bidon-Chanal, 2012, 150) 
 
3. Las Meditaciones metafísicas y la aplicación del método 
 
Con el Discurso del método concluye la etapa cartesiana de los ensayos y se abre una nueva 
etapa en la que cambia de estilo de escribir y en la que expone su sistema de filosofía. Dicha 
exposición la realiza en tres obras fundamentales: Meditaciones metafísicas, Los principios de 
la filosofía y Las pasiones del alma. Detrás de cada una de ellas está el yo con su forma 
correspondiente: como yo pensante (Meditaciones y Los principios) o como yo sintiente 
(Pasiones); incluso puede hablarse de un yo libre, que cierra el sistema filosófico cartesiano y 
que sería el yo de la volición. 
En 1641 se publicaron las Meditaciones metafísicas, dirigidas a 
filósofos y a teólogos. Constan de seis meditaciones: «De las 
cosas que podemos dudar», «De la naturaleza de la mente 
humana», «De Dios: que Él existe», «De la verdad y el error», «De la esencia de las cosas 
materiales», «De la existencia de las cosas materiales y la verdadera distinción entre la mente 
y el cuerpo del hombre». En ellas Descartes expone el núcleo de sus ideas metafísicas, […] 
[…] 
Con las Meditaciones metafísicas el proyecto cartesiano de «investigación de la verdad» llega 
a su madurez y la nueva metafísica […] se consolida como tal. Las seis meditaciones tienen 
una estructura bipartita, que es también la estructura del sistema cartesiano. En las tres 
primeras meditaciones establece un itinerario metafísico en tres etapas bien definidas. Primera 
etapa: si dudo, es que pienso; segunda etapa: pienso, luego soy. Y tercera 
etapa: si soy yo, ser imperfecto, tiene que existir Dios como ser perfecto 
y no falaz. En esta primera etapa Descartes separa la mente de 
los sentidos y sienta las bases para, sin salir de la mente, 
llegar al conocimiento de la verdad del mundo. Se sitúa en el 
cogito, entendido como luz natural (segunda meditación), y 
siguiendo el orden de razones pasa a las ideas como el espacio en el que se nos 
presenta la realidad y en el que se nos da la idea de Dios como el verdadero fundamento 
(tercera meditación). […] 
[…] 
En el punto de partida de la filosofía lo que busca Descartes es una 
certeza metafísica, y para ello el referente fundamental está, en 
definitiva, en la existencia de Dios. Sólo la existencia de Dios garantiza 
la certeza metafísica de nuestras ideas. Dios, como fundamento de 
nuestra certeza metafísica, garantiza las evidencias de nuestra razón 
(ideas o nociones). 
[…] 
Meditaciones 
metafísicas 
Las seis 
meditaciones 
Cogito 
= 
(yo) pienso 
1º) si dudo, pienso 
2º) si pienso, existo 
3º) si existo, y soy 
imperfecto, Dios 
existe, es pefecto y 
no me engaña 
 
Si Dios existe, 
entonces mi yo existe 
(aún no sé si existo 
como materia, pero sí 
como espíritu) 
Principio de 
enumeración 
Revisamos para no 
incurrir en omisiones 
porque nuestra memoria 
puede fallar 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
14 
 
Así, presentada la estructura de la primera parte, veamos ahora la de la segunda. Al principio 
de la cuarta meditación Descartes traza el camino que nos lleva de la certeza de 
Dios, alcanzada en la tercera meditación, al conocimiento de la realidad de las 
cosas y del mundo […], con lo cual tenemos que Descartes está invirtiendo el 
argumento cosmológico, ya que demuestra la existencia del mundo a partir 
de la existencia y de la veracidad de Dios. No vamos, como en las vías de 
santo Tomás, de las cosas a su causa primera, Dios, sino de Dios, como verdad, 
al conocimiento de las cosas, que en definitiva son el objetivo último de la filosofía 
de Descartes. 
El gran objetivo es que el hombre llegue a ser el dueño y señor de la 
naturaleza, tarea que se cumple gracias a la ciencia y a las técnicas 
modernas, cuyo fundamento se encuentra en la metafísica, dado que es ella 
precisamente la que establece asimismo el fundamento de todos los saberes. 
Tal fundamento descansa en la veracidad de Dios, que se demuestra en la 
quinta meditación. Con todos estos elementos, articulados según el orden de 
razones, llegamos al final de las Meditaciones. 
En la sexta meditación Descartes recupera el mundo con todos sus componentes sensibles, y 
esta recuperación se realiza en tres momentos: en un primer momento como posibilidad 
(momento físico-matemático), en un segundo momento como probabilidad (momento 
imaginativo), para culminar en el tercer momento (momento sensitivo), en el que recuperamos 
el mundo que habíamos puesto entre paréntesis y lo hacemos con toda su riqueza y toda su 
variedad. 
[…] En esta segunda parte de las Meditaciones, que culmina en la sexta meditación, pasa de 
la luz natural del entendimiento a la enseñanza de la naturaleza como maestra; una maestra 
de la que se puede fiar porque ha sido creada por Dios. Y en el caso de la naturaleza humana 
puede llegar a la verdad y eludir la duda. […] Entre las cosas que me enseña la 
naturaleza está también la de la unión del cuerpo y la mente, 
enseñanza que realiza por medio de los sentimientos. 
[…] En la sexta meditación el camino del método y el camino 
de la metafísica quedan articulados en torno a un yo que se 
piensa como punto de partida y se siente como el punto de enlace 
de la mente y el cuerpo. Ese punto de confluencia en el que nos 
experimentamos simultáneamente como activos (acción) y pacientes (pasión) 
es el yo como sujeto del cogito cartesiano. (Flórez Miguel, 2011, XVII y LXI-
LXV) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El mundo existe 
porque Dios 
existe, y no al 
revés (como en 
Tomás de 
Aquino) 
El conocimiento 
metafísico como 
fundamento del 
resto de los 
conocimientos 
Lo que vemos 
en el mundo 
es verdadero 
porque Dios 
no nos engaña 
Asegurado el 
mundo material 
como verdadero, 
el yo corporal 
también lo está, 
así, se une el yo 
espiritual con el 
material. 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
15 
 
Meditaciones Metafísicas28 
 
Meditaciones concernientes a la filosofía primera en las cuales se demuestra la 
existencia de dios y la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre 
 
Primera meditación 
Acerca de las cosas que se pueden poner en duda 
Hace ya algún tiempo que advertí cómo desde mis primeros años había recibido por verdaderas 
una cantidad de falsas opiniones, y que aquello que después he fundamentado sobre principios 
tan mal asegurados no podía ser sino muy dudoso e incierto; de manera que me hacía falta 
intentar seriamente una vez en mi vida deshacerme de todas las opiniones a las que hasta 
entonces había dado crédito, y comenzar todo de nuevo desde sus fundamentos, si quería 
establecer algo firme y constante en las ciencias. Pero como me parecía que tal 
empresa era enorme, esperé hasta haber alcanzado una edad que fuese tan 
madura, que no pudiese esperar que hubiese otra en la que estuviera en 
condiciones para ejecutarla; lo cual me ha hecho diferirla tanto tiempo, que en 
adelante creeré cometer una falta si continuara empleando en deliberar, el tiempo 
que me queda para obrar. 
Ahora, pues, cuando mi espíritu se halla libre de toda preocupación, y habiéndome procurado 
un seguro reposo en una soledad apacible, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir 
de manera general todas mis antiguas opiniones. Ahora bien, no será necesario, para lograr 
este empeño, probar que todas ellas son falsas, a lo que tal vez nunca podría llegar; sino que, 
dado que la razón me persuade desde un principio que no debo negarme con más cuidado a 
otorgar crédito a las cosas que no son por completociertas e indubitables, que a las que nos 
parecen con evidencia falsas, será suficiente que yo encuentre el más mínimo motivo de duda 
para hacer que las rechace a todas. Y para ello no es necesario que las examine a cada una en 
particular, lo que sería un trabajo infinito; sino que, dado que la ruina de los fundamentos 
arrastra consigo necesariamente el resto del edificio, atacaré en primer lugar los principios 
sobre los cuales se apoyaban todas mis viejas opiniones.29 
Todo lo que hasta ahora he recibido como lo más verdadero y seguro lo he 
aprendido de los sentidos, o por los sentidos: ahora bien, algunas veces he 
comprobado que esos sentidos eran engañadores, y es prudente no fiarse nunca 
por completo de quienes hemos sido alguna vez engañados.30 
Pero, aun cuando los sentidos nos engañen algunas veces con respecto a las cosas poco 
sensibles y muy alejadas, tal vez haya muchas otras de las que no se pueda dudar 
razonablemente, aunque las conozcamos por su medio: por ejemplo, que estoy aquí, sentado 
cerca del fuego, vestido con una bata, teniendo este papel entre mis manos, y otras cosas por 
el estilo. Y ¿cómo podría acaso negar que estas manos y este cuerpo son míos?, a no ser que 
me compare con esos insensatos cuyo cerebro está de tal manera perturbado y ofuscado por 
los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente que son reyes, siendo muy pobres; 
que están vestidos de oro y púrpura, estando por completo desnudos; o que se imaginan que 
son cántaros, o que tienen un cuerpo de vidrio. Pero no son más que locos, y yo no sería menos 
extravagante si me guiase por sus ejemplos.31 
La duda 
metódica: 
 
*universal 
*hiperbólica 
La duda 
acerca de 
las cosas 
materiales 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
16 
 
Sin embargo, tengo que considerar que soy hombre, y que por consiguiente acostumbro dormir 
y representarme en mis sueños las mismas cosas, y algunas veces hasta menos verosímiles, 
que esos insensatos cuando están despiertos. ¿Cuántas veces me ha sucedido soñar, durante 
la noche, que estaba en este lugar, vestido, cerca del fuego, aunque estuviese dentro de mi 
lecho y por completo desnudo? Es cierto que me parece ahora que no es con ojos 
dormidos que miro este papel; que esta cabeza que muevo no está adormecida; 
que extiendo esta mano con intención y deliberado propósito, y que la siento: lo 
que acontece en el sueño no parece, ni tan claro, ni tan distinto como todo esto. 
Pero, pensando en ello con cuidado, me acuerdo de haber sido engañado con frecuencia por 
semejantes ilusiones mientras dormía. Y al detenerme en este pensamiento; veo con tal 
evidencia que no hay indicios concluyentes, ni marcas tan ciertas por las cuales se pudiese 
distinguir con nitidez la vigilia del sueño, que me lleno de extrañeza; y esta extrañeza es tal, 
que es casi capaz de persuadirme de que estoy dormido. 
Supongamos pues ahora que estamos dormidos, y que todas esas particularidades, a saber, 
que abrimos los ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos, y cosas semejantes, 
no son sino falsas ilusiones; y pensemos que tal vez nuestras manos, o todo nuestro cuerpo, 
no son como nosotros los vemos. 
[…] 
Y por la misma razón, aunque esas cosas generales, como los ojos, una cabeza, las manos y 
otras semejantes, puedan ser imaginarias, es necesario confesar, sin embargo, que hay cosas 
aún más simples y más universales que son verdaderas y existentes; de cuya mezcla, ni más 
ni menos que de la mezcla de aquellos colores verdaderos, están formadas todas esas imágenes 
de las cosas que residen en nuestro pensamiento, sean verdaderas y reales, sean fingidas y 
fantásticas. De este género de cosas es la naturaleza corporal en general y su extensión; 
igualmente la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, y su número; así como el 
lugar donde están, el tiempo que mide su duración y otras semejantes. 
Por lo cual tal vez no concluiríamos mal si dijéramos que la Física, la Astronomía, 
la Medicina y todas las otras ciencias que dependen de la consideración de las 
cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la Aritmética, la 
Geometría y las otras ciencias de esta naturaleza, que no tratan sino de cosas 
muy simples y muy generales sin preocuparse mucho de si se dan en la naturaleza o no, 
contienen algo cierto e indudable. Porque, ya sea que yo esté despierto o que duerma, dos y 
tres juntos forman siempre el número cinco, y el cuadrado no tendrá nunca más de cuatro 
lados; y no parece posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de alguna 
falsedad o incertidumbre.32 
[…] 
Supondré entonces que hay, no un verdadero Dios que es fuente soberana de verdad, sino un 
cierto genio maligno,33 no menos astuto y engañador que poderoso, que ha empleado toda su 
destreza para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los 
sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son más que ilusiones y engaños, de los 
cuales se sirve para sorprender mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como si no tuviera 
manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, como si no tuviera sentido alguno, pero 
creyera erradamente tener todas esas cosas. Con obstinación permaneceré 
aferrado a este pensamiento; y si por este medio no está en mí poder llegar al 
conocimiento de ninguna verdad, por lo menos está en mi potencia el suspender mi 
juicio. Por ello me cuidaré mucho para no darle crédito a ninguna falsedad, y prepararé de tal 
El argumento 
del sueño 
La duda acerca 
de los entes 
matemáticos 
El argumento 
del genio 
maligno 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
17 
 
manera mi espíritu contra rodas las astucias de ese gran engañador, que, por más poderoso y 
astuto que sea, nunca podrá imponerme nada. 
Sin embargo, esta resolución es ardua y laboriosa, y cierta pereza me arrastra insensiblemente 
al trajín de mi vida ordinaria. Y de la misma manera que un esclavo que goza en el sueño de 
una libertad imaginaria, cuando comienza a sospechar que su libertad no es más que un sueño, 
teme ser despertado y conspira con sus agradables ilusiones para que lo engañen por más 
tiempo, así también recaigo insensiblemente por mí mismo en mis antiguas opiniones, y temo 
despertarme de esta somnolencia, por temor a que las vigilias laboriosas que seguirían a la 
tranquilidad de este reposo, en lugar de aportarme alguna claridad y alguna luz en el 
conocimiento de la verdad, no sean suficientes para aclarar las tinieblas de las dificultades que 
acaban de ser suscitadas. (Descartes, 2011, 165-170) 
 
El primer momento: la duda, condición para alcanzar la verdad 
 
Las Meditaciones intentan demostrar las verdades hasta ahora admitidas por la metafísica a 
través de nuevas vías. Sería vano haber pergeñado un método para el uso correcto de la razón 
y no emplearlo para mostrar los fundamentos de la creación del espíritu y de aquello que lo 
rodea. Sabemos que los sentidos a veces nos engañan, de modo que no resultaría ridículo dejar 
de fiarse de ellos y suponer que nada de lo que nos presentan es tal como nos lo muestran. 
Pero Descartes lleva más allá el ejercicio de la duda a través de dos argumentos: por un lado, 
el argumento del sueño, ya esbozado más arriba, mediante el cual se pone de manifiesto que 
nada nos asegura que aquello que tomamos como realidades corpóreas o extensas no sea 
producto de un sueño, y por otro, la célebre hipótesis del genio maligno. Según el planteo de 
Descartes, podemos suponer la existencia de un espíritu engañador que deposita pensamientos 
falsos en nuestra mente, así no sólo el conocimiento de las cosas materiales y el cuerpo propio 
se vuelve dudoso, sino también aquellas cosas evidentes, que sólo dependen de nuestro 
pensamiento y que concebimos clara y distintamente, como las verdades matemáticas.Con la hipótesis del genio maligno, la duda es llevada a su máxima 
universalidad y extremo; si encontramos algo que pueda sobrevivir a ella, 
estaríamos ante la primera certeza que buscábamos: el fin de la duda 
implica el comienzo de la certeza. (Bidon-Chanal, 2012, 136-137) 
 
Segunda meditación 
Acerca de la naturaleza del espíritu humano; que es más fácil de conocer que el 
cuerpo 
La Meditación que hice ayer me ha llenado el espíritu con tantas dudas, que en adelante ya no 
está en mi potencia olvidarlas. Y sin embargo no veo de qué manera podría resolverlas; y como 
si de golpe yo hubiera caído en aguas muy profundas, me hallo tan sorprendido, que no puedo 
ni afianzar mis pies en el fondo, ni nadar para sostenerme a flote. Me esforzaré, sin embargo, 
y continuaré otra vez el mismo camino por el que me encaminé ayer, alejándome de todo 
aquello en lo cual pueda imaginar la menor duda, lo mismo que si supiera 
que es por completo falso; y continuaré siempre por este camino hasta que 
haya encontrado algo cierto, o por lo menos, si no puedo otra cosa, hasta 
que haya aprendido con certeza que en el mundo no hay nada cierto.34 
La duda es aplicada 
a todos los tipos de 
entes y llevada al 
extremo. 
Continuar 
dudando hasta 
alcanzar alguna 
certeza 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
18 
 
Arquímedes, para sacar el Globo terráqueo de su lugar y transportarlo a otro, no pedía más 
que un punto que fuera fijo y seguro. También yo tendré derecho a concebir grandes 
esperanzas si tengo la suerte de encontrar al menos una cosa que sea cierta e indudable.35 
Supongo entonces que todas las cosas que veo son falsas; me persuado de que, de todo lo que 
mi memoria repleta de mentiras me representa, nada ha sido jamás; pienso que no tengo 
sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar no son más que 
ficciones de mi espíritu. ¿Qué será entonces lo que podrá ser considerado verdadero? Tal vez 
únicamente que en el mundo no hay nada cierto. 
Pero ¿qué sé yo si no hay alguna otra cosa diferente de las que acabo de juzgar como inciertas, 
de la cual no se pueda tener la menor duda? ¿No hay acaso algún Dios, o alguna otra potencia 
que me introduzca en el espíritu estos pensamientos? Esto no es necesario; porque bien puede 
ser que yo esté en capacidad de producirlos por mí mismo. Pero entonces al menos yo ¿no soy 
algo? Ya he negado, sin embargo, que tuviese sentidos, o cuerpo. Pero sin embargo titubeo, 
porque ¿qué se sigue de ello? ¿Soy acaso tan dependiente del cuerpo y de los sentidos como 
para no poder ser sin ellos? Me he persuadido, empero, de que no había 
absolutamente nada en el mundo, de que no había cielo, ni tierra, ni espíritus, ni 
cuerpo alguno; pero entonces ¿no me he persuadido también de que yo no era? 
Ciertamente no; sin duda que yo era, si me he persuadido, o sólo si yo he pensado 
algo. Sin embargo, hay no sé qué engañador muy poderoso y muy astuto que emplea 
toda su destreza en engañarme siempre. Pero entonces no hay duda de que 
soy, si me engaña; y que me engañe cuanto quiera, él no podrá nunca hacer 
yo no sea nada mientras que yo piense ser algo.36 De manera que 
que después de haberlo pensado bien, y de haber 
examinado con cuidado todas las cosas, hay que llegar a 
concluir y a tener como firme que esta proposición: yo soy, 
yo existo, es necesariamente verdadera cada vez que la 
pronuncie, o que la conciba en mi espíritu.37 
Pero aún no conozco con suficiente claridad lo que soy, yo que estoy cierto de que soy; de 
manera que en adelante es necesario que atienda con cuidado a no tomar de 
manera imprudente alguna otra cosa por mí, y a no equivocarme así en este 
conocimiento, que sostengo que es más cierto y más evidente que todos los que he tenido 
anteriormente. 
Por esto consideraré de nuevo lo que yo creía ser antes de haberme introducido en estos 
últimos pensamientos; y separaré de mis antiguas convicciones todo lo que pueda ser 
combatido por las razones que acabo de alegar, de manera que no quede precisamente nada, 
sino aquello que es por completo indudable. ¿Qué es entonces lo que creía ser antes? Sin 
dificultad pensaba ser un hombre. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un animal racional? 
No, por cierto: porque sería necesario investigar luego lo que es animal y lo que es racional, y 
así, de una única cuestión, caeríamos de manera insensible en una infinidad de cuestiones aún 
más difíciles y embarazosas, y no querría desperdiciar lo poco que me queda de tiempo y de 
ocio empleándolo en desenredar semejantes sutilezas.38 Me detendré más bien a considerar 
aquí los pensamientos que nacían antes por sí mismos en mi espíritu, y que me los inspiraba 
únicamente mi naturaleza cuando me aplicaba a considerar mi ser. En primer lugar me 
consideraba como alguien que poseía un rostro, manos, brazos y toda esta máquina compuesta 
de huesos y de carne, tal como aparece en un cadáver, y a la cual designaba con el nombre de 
cuerpo.39 Consideraba además que me alimentaba, caminaba, sentía y pensaba, y refería todas 
estas acciones al alma; pero no me detenía a pensar lo que era esa alma, o si me detenía en 
Repaso de 
todo lo que 
le resultaba 
dudoso 
Si dudo, pienso. 
Y si alguien me 
engaña, 
entonces, si soy 
engañado, soy. 
Existo. 
La primera 
certeza. El primer 
conocimiento 
evidente: soy, 
existo. 
Pero… ¿qué soy? 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
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ello, imaginaba que era algo en extremo raro y sutil, como un viento, una llama o un aire muy 
fino, que se insinuaba y se expandía por mis partes más burdas. En lo que respecta al cuerpo, 
no abrigaba duda alguna sobre su naturaleza; porque pensaba conocerla de manera muy 
distinta,40 y si hubiese querido explicarla según las nociones que tenía de ella, 
la hubiese descrito de esta manera. Por cuerpo entiendo todo lo que puede 
ser delimitado por alguna figura; lo que puede estar comprendido dentro de 
algún lugar y llenar un espacio de manera que todos los demás cuerpos estén 
excluidos de él; lo que puede ser sentido, ya sea por el tacto, ya por la vista o 
por el oído, o por el gusto, o por el olfato; lo que puede ser movido de muchas maneras, no 
por sí mismo, sino por alguna otra cosa extraña de la cual sea tocado y de la cual reciba la 
impresión. Porque si tuviera en sí el poder para moverse, sentir y pensar, no creía de ninguna 
manera que se le pudiesen atribuir estas ventajas a la naturaleza corporal; por el contrario, 
más bien me extrañaba de ver que semejantes facultades se encontrasen en ciertos cuerpos. 
[…] 
Pasemos entonces a los atributos del Alma y veamos si hay algunos que estén en 
mí. Los primeros son los de alimentarme y caminar; pero si es verdad que no tengo 
cuerpo; también lo es que no puedo caminar ni alimentarme. Otro es 
el de sentir; pero tampoco se puede sentir sin el cuerpo: además 
de que en otras ocasiones he pensado que sentía muchas cosas 
durante el sueño, las cuales al despertarme he reconocido no haberlas sentido 
efectivamente. Otro es el de pensar; y aquí encuentro que el pensamiento es 
un atributo que me pertenece: sólo él no puede ser desprendido de mí. Yo soy, 
yo existo: esto es cierto; pero ¿por cuánto tiempo? A saber, por el tiempo que 
piense; porque tal vez sea posible que si yo dejara de pensar, cesara al mismo 
tiempo de ser o de existir. Ahora no admito nada que no sea necesariamente 
verdadero: por lo tanto no soy, hablando con precisión, sino una cosa que 
piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, que son términos 
cuyo significado me era desconocido hasta ahora. Así pues, soy 
una cosa verdadera, y en verdad existente; pero ¿qué cosa? Lo he dicho: 
una cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación41 para buscar 
si no soy algo más. No soy este montón de miembros al quese llama cuerpo 
humano; no soy un aire fino y penetrante expandido por todos esos 
miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor, ni nada de todo eso que 
puedo fingir o imaginar, puesto que he supuesto que todo ello no era nada, y, 
sin cambiar esta suposición, encuentro que no dejo de estar cierto de que soy algo. […] 
Pero entonces ¿qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es decir, 
una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, 
que también imagina, y que siente.42 No es en verdad poco si todas estas cosas 
pertenecen a mí naturaleza. Pero ¿por qué no le pertenecerían? ¿No soy acaso ese 
mismo que duda casi de todo, que sin embargo entiende y concibe ciertas cosas, 
que asegura y afirma que sólo esas son verdaderas, que niega todas las demás, 
que quiere y desea conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina 
muchas cosas, aun algunas veces a pesar mío, y que también siente 
muchas como por intermedio de los órganos del cuerpo? ¿Hay 
algo de todo eso que sea tan verdadero como es cierto que soy y 
que existo aun cuando durmiera siempre, y aun cuando aquel que me 
ha dado el ser empleara todas sus fuerzas para engañarme? ¿Acaso hay 
también alguno de esos atributos que pueda ser distinguido de mi pensamiento, 
¿Y qué 
atributos 
del alma 
tengo? 
El pensar sólo 
me pertenece 
a mí. El pensar 
pertence a mi 
alma, a mi 
espíritu. 
¿Qué soy 
entonces? 
Soy una res 
cogitans, una 
cosa que piensa 
Sólo soy una cosa 
que piensa 
porque aún de lo 
corpóreo no 
puedo fiarme, me 
provoca dudas 
Cosa 
pensante: 
-duda 
-afirma 
-niega 
-quiere 
-no quiere 
-imagina 
-siente El pensar, con 
todas sus 
características, 
es inseparable 
del yo 
Lo que creía 
ser a partir de 
los atributos 
corporales. 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
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o que se pueda decir que está separado de mí mismo? Porque de suyo es tan evidente que soy 
yo quien duda, quien entiende y quien desea, que ahí no hay necesidad de añadir nada para 
explicarlo. Y también tengo ciertamente el poder de imaginar; porque, aunque pueda suceder 
(como lo he supuesto antes) que las cosas que imagino no sean verdaderas, sin 
embargo este poder de imaginar no deja de estar realmente en mí, y hace parte 
de mi pensamiento. En fin, soy el mismo que siente, es decir, que recibe y conoce 
las cosas como por los órganos de los sentidos, puesto que en efecto veo la luz, 
oigo el ruido, percibo el calor. Pero se me dirá que esas apariencias son falsas y que 
estoy dormido. Sea; sin embargo, por lo menos es muy cierto que me parece que 
veo, que oigo y que me caliento; y esto es propiamente lo que en mí se llama 
sentir, y esto, tomado así precisamente, no es otra cosa que pensar. Por donde 
comienzo a conocer lo que soy con un poco más de luz y de distinción que antes. 
Sin embargo, no puedo impedirme creer que las cosas corporales, cuyas 
imágenes se forman por mi pensamiento y que caen bajo los sentidos, no sean 
conocidas con más distinción que esta no sé qué parte de mí mismo que no cae bajo 
la imaginación: aunque en efecto sea una cosa bien extraña que cosas que encuentro dudosas 
y lejanas sean conocidas por mí más clara y más fácilmente que aquellas que son verdaderas 
y ciertas, y que pertenecen a mi propia naturaleza. […]43(Descartes, 2011, 170-174) 
 
La primera certeza: pienso, soy 
 
Puede que todos los pensamientos que haya depositado ese dios engañoso en nuestro 
espíritu y que creemos verdaderos sean falsos, pero de lo que no podemos dudar 
es que poseemos esos pensamientos; en otras palabras, puede que el contenido 
de todos y cada uno de esos pensamientos sea ilusorio, pero no podemos dudar 
de que pensamos. Desde el momento en que duda, se le aparece 
inmediatamente al sujeto como una evidencia que piensa, y si piensa, tiene que 
ser algo, entonces es, existe; no como resultado de un razonamiento, de una 
deducción, sino de una intuición. Esta certeza de ser (“yo soy”, “yo existo”, ego 
sum) la extrae el yo que piensa (“yo pienso”, ego cogito) de sí mismo, por un 
movimiento simple de su espíritu. Según la formulación del cogito que aparece en las 
Meditaciones, “hay que concluir y tener por constante que la proposición ‘Yo soy, yo existo’ es 
necesariamente verdadera, todas las veces que la pronuncie o que la conciba en mi mente”. 
Pero ¿qué clase de ser establece el cogito? El cogito no descubre la totalidad del ser, ni siquiera 
la de nuestro ser, sino sólo nuestro ser en la medida en que pensamos, por todo el tiempo que 
dura nuestro pensar. Lo único innegable al aparecer el cogito es el hecho del pensar. Podemos 
preguntarnos si habría alguna diferencia entre las proposiciones “pienso, luego existo” y 
“respiro, luego existo”. 
No es posible probar que respiramos sin antes haber mostrado que existimos, lo único que se 
presenta a nuestro espíritu antes que nuestra existencia es el sentimiento de que respiramos, 
pensar que respiramos (sin saber si de hecho lo hacemos o no). Por eso no hay diferencia entre 
ambas afirmaciones: afirmar “respiro, luego existo” equivale a decir “pienso que respiro, luego 
existo”. Todavía no sabemos si de verdad poseemos un cuerpo o un alma. El ser que el cogito 
establece es sólo el ser del pensamiento. 
Pero a pesar de haber dado con esto la piedra de toque fundamental del idealismo moderno, 
Descartes cae pronto en los hábitos del realismo –que recién terminará de eliminar Kant en la 
Crítica de la razón pura– cuando, trascendiendo la certeza del pensamiento y concibiéndolo 
según el tipo de la sustancia o la cosa, afirma que ese yo que existe mientras piensa es una 
El sentir 
como una 
forma del 
pensar 
Es más fácil 
de conocer el 
alma que el 
cuerpo, lo 
espiritual que 
lo corporal 
No puedo 
dudar de que 
pienso, 
porque si 
dudo, pienso, 
y si pienso, 
existo 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. Descartes 
 
21 
 
cosa que piensa (res cogitans, sustancia pensante), una sustancia cuya esencia consiste en 
pensar y que es totalmente independiente de cualquier cosa material (res extensa, sustancia 
extensa). 
Descartes presenta, de este modo, el dualismo entre una sustancia cuyo atributo esencial es 
el pensamiento y otra cuyo atributo fundamental es la extensión. No obstante, ese 
“pensar” es utilizado en un sentido más amplio que el habitual, comprendiendo 
en él cualquier actividad psíquica, que se considera modificación o accidente 
de la sustancia pensante, alma o espíritu, como dudar, entender, concebir, 
afirmar, negar, querer, no querer e incluso imaginar y sentir. 
De ahí se sigue que el alma es completamente distinta del 
cuerpo y resultará más fácil de conocer que éste. Es preciso 
dejar de lado lo corpóreo pues lo único perteneciente al yo es 
el pensamiento; las representaciones son lo único con lo que 
tenemos contacto inmediato y directo. 
Aunque nos equivoquemos o nos engañemos, lo que pensamos es pensado: si 
imaginamos (un centauro o una quimera) o percibimos a través de nuestros 
sentidos (sentimos calor cuando hay baja temperatura) cosas que no son verdaderas, aun así 
es verdad que estas forman parte de nuestro pensamiento. Luego pasa a demostrar que lo 
más fácil de conocer es lo puramente espiritual tomando un cuerpo particular: un pedazo de 
cera.44 (Bidon-Chanal, 2012, 137-138) 
 
Tercera a sexta meditación: la salida del solipsismo y la garantía de veracidad 
 
Una vez establecida la certeza del cogito, del yo como sustancia pensante, desde la “Meditación 
tercera”, buscará extender su conocimiento examinando si puede descubrir en su espíritu más 
cosas de las que ya ha percibido. Esta búsqueda apunta a averiguar si partiendo […] de la 
propia interioridad, es posible hallar algo exterior a esta, o si no hay nada que podamos 
encontrar fuera de ella, es decir, si se puede evitar el solipsismo

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