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Tonatiuh Matos ¿DE QUÉ ESTÁ HECHO EL UNIVERSO? Materia oscura y energía oscura LA C IE N C IA P A RA T O D O S 2 04 La Ciencia para Todos Desde el nacimiento de la colección de divulgación científica del Fondo de Cultura Económica en 1986, ésta ha mantenido un ritmo siempre ascendente que ha superado las aspiraciones de las personas e instituciones que la hicieron posible. Los científicos siempre han aportado material, con lo que han sumado a su trabajo la incursión en un campo nuevo: escribir de modo que los temas más complejos y casi inaccesibles puedan ser entendidos por los estudiantes y los lectores sin formación científica. A los diez años de este fructífero trabajo se dio un paso ade- lante, que consistió en abrir la colección a los creadores de la ciencia que se piensa y crea en todos los ámbitos de la lengua española —y ahora también del portugués—, razón por la cual tomó el nombre de La Ciencia para Todos. Del Río Bravo al Cabo de Hornos y, a través de la mar Océa- no, a la Península Ibérica, está en marcha un ejército integrado por un vasto número de investigadores, científicos y técnicos, que extienden sus actividades por todos los campos de la cien- cia moderna, disciplina que se encuentra en plena revolución y que continuamente va cambiando nuestra forma de pensar y observar cuanto nos rodea. La internacionalización de La Ciencia para Todos no es sólo en extensión sino en profundidad. Es necesario pensar una ciencia en nuestros idiomas que, de acuerdo con nuestra tra- dición humanista, crezca sin olvidar al hombre, que es, en últi- ma instancia, su fin. Y, en consecuencia, su propósito principal es poner el pensamiento científico en manos de nuestros jóve- nes, quienes, al llegar su turno, crearán una ciencia que, sin des- deñar a ninguna otra, lleve la impronta de nuestros pueblos. ¿DE QUÉ ESTÁ HECHO EL UNIVERSO? Comité de Selección Dr. Antonio Alonso Dr. Francisco Bolívar Zapata Dr. Javier Bracho Dr. Juan Luis Cifuentes Dra. Rosalinda Contreras Dr. Jorge Flores Valdés Dr. Juan Ramón de la Fuente Dr. Leopoldo García-Colín Scherer Dr. Adolfo Guzmán Arenas Dr. Gonzalo Halffter Dr. Jaime Martuscelli Dra. Isaura Meza Dr. José Luis Morán Dr. Héctor Nava Jaimes Dr. Manuel Peimbert Dr. José Antonio de la Peña Dr. Ruy Pérez Tamayo Dr. Julio Rubio Oca Dr. José Sarukhán Dr. Guillermo Soberón Dr. Elías Trabulse Coordinadora María del Carmen Farías R. la ciencia/204 para todos Tonatiuh Matos ¿DE QUÉ ESTÁ HECHO EL UNIVERSO? Materia oscura y energía oscura Primera edición, 2004 Primera edición electrónica, 2010 Matos, Tonatiuh ¿De qué está hecho el Universo? Materia oscura y energía oscura / Tonatiuh Matos — México : FCE, SEP, CONACYT, 2004 127 p. ; 21 × 14 cm — (Colec. La Ciencia para Todos ; 204) ISBN 978-968-16-7448-9 1. Astronomía 2. Universo 3. Divulgación científica I. Ser. II. t. LC QB44 Dewey 508.2 C569 V.204 Distribución mundial D. R. © 2004, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. www.fondodeculturaeconomica.com Empresa certifi cada ISO 9001:2008 Comentarios: laciencia@fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4694 La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los conte- nidos que se incluyen tales como características tipográfi cas y de diagramación, textos, gráfi cos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-0363-0 (electrónica) 978-968-16-7448-9 (impresa) Hecho en México - Made in Mexico www.fondodeculturaeconomica.com mailto:laciencia@fondodeculturaeconomica.com A Mariana, Petra, Úrsula y Tiuh INTRODUCCIÓN Estamos viviendo momentos de rápido avance científico y tecnológico. Hace unos 30 años, los estudiantes de enseñanza media superior todavía aprendían a realizar operaciones matemá- ticas y resolver problemas mediante el uso de la regla de cálculo (seguramente, entre ellos, se encuentran muchos ingenieros de la actualidad). Los estudiantes de hace 20 años apenas cono- cieron la existencia de la regla de cálculo, y los estudiantes de hoy ven tales objetos como verdaderas piezas de museo. Para los de hace una generación, las pequeñas calculadoras de mano, que suman, restan y multiplican, fueron toda una sensación; mien- tras que para los más jóvenes son ya algo común, incluso pueden llevarla en su reloj de pulsera. Cuando nacieron los estudian- tes de hoy, resolver problemas reales en computadoras caseras era un sueño. Sólo las enormes computadoras de grandes universida- des o empresas lo lograban. Estas máquinas requerían presupues- tos altísimos y áreas especiales, gigantes cuartos con aire acondi- cionado, en donde se colocaban cajones inmensos que contenían los implementos necesarios. Hoy, casi cualquier computadora personal, incluso una de mano, puede resolver complicados pro- blemas reales. Estas computadoras pueden estar en cualquier cuarto pequeño y son accesibles para una gran masa de la po- blación. En los países ricos, las computadoras son ya parte de cada hogar, como lo son el refrigerador, la televisión o la radio. Todo esto ha sido posible en menos de una generación; nos ha tocado vivirlo. Este avance en la tecnología es posible sólo gracias al avance acelerado de la ciencia. ¿Cómo imaginar una compu- 9 tadora con bulbos? (Los más jóvenes ni siquiera saben lo que es un bulbo.) O ¿cómo imaginar una televisión con caja de madera? Sin los plásticos y materiales modernos, muchos objetos son impensables en la actualidad. Este mismo avance se manifiesta en la ciencia. Los instru- mentos de observación son cada vez más refinados y precisos. Hace apenas unos años, observar el Universo* era sólo un pasa- tiempo del que se podía obtener poca información. Lo más común era clasificar objetos celestes. En la actualidad, gracias a los satélites artificiales dedicados a la observación del cosmos, como el cobe (por su nombre en inglés: Cosmic Background Explorer), el telescopio espacial Hubble, el Chandra o el wmap (por su nombre en inglés: Wilkinson Microwave Anisotropy Probe), la observación del Universo se está transformando en una verdadera ciencia: ya es posible obtener datos precisos para entender el Universo. La observación más exacta del Uni- verso nos está dando muchas sorpresas. Una de las más fabulo- sas, hasta ahora, es haber descubierto que el Universo no está formado de la misma materia que las estrellas, los planetas o nosotros mismos. Más de 96% de la materia del cosmos es des- conocida, algo que flota por doquier y no se deja ver, pero cuya fuerza gravitacional se siente con gran intensidad. Este descu- brimiento es verdaderamente notable, ya que está cambiando nuestro paradigma del cosmos de una manera radical. Ya no es válida la idea romántica de que estamos hechos de la misma materia que el cosmos. La materia de la que nosotros estamos hechos, así como la Tierra, el Sol, las estrellas, etc., es menos de 4% de la materia del Universo (es como si en un auto grande que va por una avenida sólo viéramos al chofer, pero no el auto). Imaginemos las consecuencias. En el siglo xvi, Copérnico descu- brió que la Tierra no era el centro del Universo, sino que giraba en torno al Sol. Poco después los astrónomos descubrieron que el Sol no se hallaba en el centro del Universo, sino que nuestro sistema solar forma parte de una galaxia con miles de millones 10 * El significado de todos los términos que se muestran en negritas a lo largo del texto, está contenido en el Glosario. de soles. No pasó mucho tiempo para que se dieran cuenta de que nuestra galaxia es una entre miles de millones de galaxias en elUniverso. Ahora llegamos a la conclusión de que la materia de esas miles de millones de galaxias, cada una con miles de mi- llones de estrellas, no es más que una insignificante porción del cosmos, casi nada en un mar gigantesco. Así de insignificantes aparecemos en el inmenso cosmos. Pero entonces, ¿de qué está hecho el Universo?, ¿de qué es el cosmos? En este libro se relatará la aventura de la búsqueda de una pe- queña luz en este inmenso y oscuro misterio. La obra pretende ser un detonador de la curiosidad del lector, quien al final se percatará de que estas páginas le sembrarán más dudas de las que el mismo libro podría resolver. Éste es el objetivo del libro. Cada nueva puerta que se abre en el formidable edificio de la ciencia, conduce siempre a muchas otras, a muchas nuevas pre- guntas. En estos momentos se han abierto algunas puertas que nos han proporcionado algunas respuestas, pero, a la vez, nos han abierto muchas preguntas más. Así es la ciencia, el lector de este libro se quedará con las preguntas en la mente, para que tal vez algún día algún lector curioso encuentre alguna respuesta. Entonces el libro habrá cumplido con su misión. Si en una noche clara de invierno contemplamos el cielo y sus estrellas, observaremos la grandeza del cosmos. Veremos la Luna, dominante, el astro más grande y más brillante, inspira- dora de historias y leyendas nocturnas, compañera silenciosa y eterna. También veremos estrellas titilantes, soles muy lejanos, tal vez en sistemas completos como el nuestro, que se mueven en conjunto, como si estuvieran pegadas a la bóveda celeste. Si durante varias noches contemplamos el cielo, podremos notar que algunas estrellas se mueven de forma diferente, avanzan noche a noche, día con día, como si quisieran escapar de las que se encuentran dormidas. Estas estrellas son planetas, los cua- les a veces avanzan y otras regresan. No hay filósofo o poeta que no se haya quedado atónito ante tanta belleza, que no se sienta aplastado ante tanta grandeza y, con seguridad, a menudo encuentre en esta imagen a su prin- cipal inspirador. Si contemplamos el cielo y sus estrellas en una 11 noche clara de invierno, no podremos impedir que de nosotros escape un suspiro de humildad. Sin embargo, ahora existen indicios de que todos estos astros, inspiradores de poetas y filósofos, son sólo una pequeña parte del cosmos, una minúscula parte de todo el Universo; el resto no se puede ver, pero está ahí y lo domina todo. Sobre esta parte que no se ve vamos a hablar en este libro. Los cosmólogos sue- len llamar a esa parte invisible: materia oscura y energía oscura. Como veremos más adelante, éstas son las componentes mayori- tarias, las sustancias verdaderas del Universo. En los últimos años, el desarrollo de la tecnología para la ob- servación del Universo, las técnicas y aparatos de observación nuevos, han permitido un avance cualitativo en nuestro enten- dimiento del cosmos. Ejemplo de ello es el telescopio espacial Hubble (véase la lámina 1), satélite artificial que gira a 600 kiló- metros alrededor de la Tierra y que transporta un telescopio de reflexión de 2.4 m de diámetro, gracias al cual nos ha sido posible ver una enorme cantidad de objetos celestes que ni siquiera imaginábamos. Este aparato ha tomado las fotografías más hermosas del cosmos y sus alrededores, las cuales podrían ser inspiración de artistas y que, en sí mismas, son verdaderas obras maestras. Visiten su página en http://www.stsci.edu. La conclusión de la existencia de la materia oscura ha necesitado mucha paciencia y mucho tiempo de observación de las gala- xias y sus alrededores. Iniciemos nuestro breve relato de la histo- ria que condujo a tal conclusión. 12 http://www.stsci.edu I. El modelo del big bang caliente A principios de la década de 1920, los astrónomos observa- ban astros luminosos que los telescopios de entonces no podían enfocar bien, se veían nebulosos, por lo que se les llamó nebu- losas. Con esas herramientas, los astrónomos no eran capaces de identificar la naturaleza de estas nebulosas, eran un misterio. Mediante un trabajo largo y sistemático, Edwin Hubble descu- brió que estas nebulosas eran en realidad concentraciones de miles de millones de estrellas. La diferencia sustancial es que Hubble utilizó un telescopio de 1.5 m de diámetro y luego otro de 2.5 m. Este telescopio era suficientemente grande y potente para distinguir entre la simple región nebulosa y borrosa y la estructura de miles de millones de estrellas que la contenían. A es- tas concentraciones se les conoce ahora como galaxias. Aún más inesperado, al estudiar los espectros provocados por la descom- posición de la luz al pasarla por un prisma, Vesto Slipher des- cubrió también que estos espectros de luz estaban corridos hacia el rojo. En un principio Slipher observó sólo algunas ga- laxias con esta característica. Más tarde, sin embargo, Hubble observó que este corrimiento era sistemático en un vasto núme- ro de estas galaxias. Las sorpresas no terminaron ahí. Al obtener las distancias de estas galaxias con espectros corridos al rojo, también observó que había una relación entre el tamaño del co- 13 rrimiento y la distancia a la que se encontraba la galaxia de no- sotros. Hubble encontró que entre más lejos estaba una galaxia, más roja se veía (su espectro luminoso mostraba un corrimiento hacia el rojo). ¿Qué significa esto? Tratemos de explicarlo. Recordemos una experiencia que en este mundo moderno seguramente todos hemos tenido. Cuando escuchamos el sonido de una sirena, vemos que se acerca una ambulancia. Asimismo, conforme la ambulancia pasa frente a nosotros, el tono del sonido de la sire- na se torna más agudo y luego, al alejarse, el sonido es más grave. A este fenómeno se le conoce como efecto Doppler, en honor al científico austriaco Cristian Doppler, quien dio una explica- ción a este fenómeno en el siglo xix. El fenómeno se explica de la siguiente manera. El sonido es una onda (de fluctuación de densidad de gas) que se propaga en el aire. Cuando el objeto se acerca hacia nosotros, estas ondas se compactan debido a la suma de velocidades de la ambulancia y de la onda misma. Por el contrario, si el objeto se aleja de no- sotros, la onda se alarga. Esta modificación en la onda se mani- fiesta en nuestros oídos como un aumento o disminución en el tono de la sirena (véase la figura 1). Al acercarse la ambulancia, el tono de la sirena nos parece más agudo, al alejarse nos da la im- presión de que el tono es más grave. Como la luz es también una onda, enfrentará el mismo efecto, sólo que la frecuencia en una onda de luz determina su color. Entonces, un objeto que se aleja de nosotros lo veremos más rojo y un objeto que se acerca lo veremos más azul. Además, al saber qué tanto se corrió su espectro de luz respecto de su espectro original, podemos saber cuál es su velocidad con respec- to a nosotros. Este efecto es perceptible sólo si la velocidad del objeto es alta, comparada con las velocidades a las que estamos acostumbrados. Para un avión de guerra, que viaja a 3 000 km por hora (esto es: 0.833 km por segundo), el corrimiento al rojo es de menos de tres millonésimos, no es posible percibirlo fácil- mente. En cambio, las galaxias se alejan de nosotros a cientos o miles de kilómetros por segundo (¡por segundo!); ese corri- miento sí es perceptible (véase la figura 2). 14 Figura 1. El efecto Doppler. La ambulancia avanza a una velocidad determinada, las ondas sonoras de la sirena se comprimen en la dirección del movimiento de la ambulancia, mientras que se extienden en la dirección contraria. Esto provoca que un observador cuando está enfrente de la ambulancia escuche el sonido de la sirena un poco más agudo de lo que en realidad es; por el contrario, un observador detrás de la ambulancia la escucha en un tono más grave. Figura 2. De la misma forma, el efecto Doppler se manifiesta en los rayos de luz, provocando que un objeto que se aleja de nosotros a gran velocidad se vea más rojo de lo que en realidades, y otro que se acerca se vea más azul. Pues bien, esto fue lo que Slipher y Hubble hicieron con los espectros observados de muchas galaxias. Hubble notó que en- tre más lejos de nosotros estuviera una galaxia, ésta presentaba proporcionalmente un espectro más corrido hacia el rojo, lo cual quiere decir que entre más alejada esté de nosotros una gala- xia, más rápido se alejará de nosotros. El fenómeno lo observó Hubble en muchas galaxias (este fenómeno se observa incluso entre otras galaxias que no incluyen la nuestra). Si dos galaxias se encontraban a cierta distancia, se alejaban unas de otras a gran velocidad. Esto era terriblemente contradictorio con el sen- tido común. Imagínense lo que esto significa: la fuerza gravita- cional es atractiva e inversamente proporcional al inverso de la distancia al cuadrado. Esto es, entre más masa tengan dos cuer- pos, más se atraen (por ello, la Tierra atrae con más fuerza a los gorditos, porque pesan más), y entre más cerca estén dos cuer- pos, éstos se atraen mucho más (la Tierra atrae a la Luna, y el Sol las atrae a ambas, pero la fuerza depende también de la enorme distancia a la que estemos del Sol). La fuerza gravita- cional entre dos galaxias debe de ser intensa debido a la cantidad de estrellas que tiene cada galaxia, ya que las galaxias contienen unas 100 000 millones de estrellas como el Sol y, por lo tanto, im- plicaría que dos galaxias deberían de estar acercándose entre sí debido a la fuerza de gravitación atractiva. Pero Hubble descu- brió que esto no es así, sino al contrario: se están alejando. ¡Y en- tre más lejos, más rápido! ¿Cómo puede ser posible? Mediante este esquema, al retroceder en el tiempo podemos entender que algún día las galaxias estuvieron más y más cerca entre ellas. Más y más cerca significa también que su materia se atraía con más y más fuerza, lo que haría que se juntaran más y más. Pero, ¿se están alejando? ¿Qué hace que se alejen unas de otras? La solución que presentaron Hubble y los científicos de aquella época a este problema fue que una gran explosión cau- só la expansión del Universo. Debe de haber sido una explosión tan enorme que causó que toda la materia del Universo saliera disparada en todas direcciones. Imaginen la naturaleza de la ex- plosión para poder provocar que toda la materia del Universo se esté alejando. Se conocen cientos de miles de galaxias, cada 17 una con cientos de miles de soles, cada uno con decenas de pla- netas y miles de asteroides y cometas. Y en vez de acercarse unas a otras, se alejan. La gran explosión es la mejor explica- ción que se encontró a la expansión del Universo, aunque no fue la única. Muchas otras hipótesis se han ido descartando poco a poco. La teoría de la gran explosión también se conoce como la teoría del big bang (por su nombre en inglés). Pero ¿pue- de ser cierta? La teoría adquirió gran aceptación entre la comunidad cien- tífica ya que, además, estaba de acuerdo con las predicciones de la teoría de la relatividad general de Einstein. En los años veinte, el científico soviético Alexander Friedmann encontró precisamente que la teoría de Einstein de la relatividad gene- ral, predecía un momento de la creación del Universo, carac- terizado por una densidad infinita de materia. Esto también provocaba una temperatura infinitamente grande en ese ins- tante, posiblemente debido a una enorme explosión. La ob- servación de Friedmann, sin embargo, podría sonar algo ri- dícula, ¿una gran explosión creando el Universo? Pero, como veremos más adelante, tenemos pruebas de que esto pudo ser posible. En los años cuarenta, el físico soviético George Gamow, quien había sido alumno de Alexander Friedmann, puntualizó que si el Universo había tenido una gran explosión de las proporcio- nes que se alegaban en la teoría, entonces nosotros deberíamos ser capaces de detectar la radiación dejada por la explosión aun en estos momentos. Gamow encontró que la radiación de fondo del Universo debería ser de unos 5ºK (grados Kelvin, algo como �268 ºC). Al principio, su trabajo no tuvo las repercusiones que merecía, sino hasta que en 1965 dos ingenieros de radio, Arnold Penzias y Robert Wilson, observaron una radiación de microondas proveniente del exterior. Penzias y Wilson eran in- vestigadores de los Laboratorios Bell Telephone, en Murray Hill, Nueva Jersey y trabajaban en un proyecto para diseñar aparatos de telecomunicación que no transmitieran señales en la región de frecuencias conocidas. Diseñaron una antena para trasmitir y detectar ondas de radio de muy baja frecuencia, cuando se en- 18 contraron con un pequeño problema. En todas estas frecuencias aparecía un ruido inexplicable que no dejaba libre las transmi- siones. Pensaron en muchas razones, como excremento de ave, ruido de autos, etc., así que tomaron las medidas necesarias para eliminar el problema. Entonces decidieron capturar a todas las palomas que vivían en la antena y las llevaron a cientos de kiló- metros de Nueva Jersey. Lo que no sabían, es que las palomas eran palomas mensajeras y, por tanto, regresaron. Entonces to- maron una medida extrema: las mataron, limpiaron el aparato de excremento de paloma profusamente y, sin embargo, el ruido persistía. Lo que más les llamaba la atención de este ruido es que era exactamente el mismo en cualquier dirección; no había una sola privilegiada; no importaba si dirigían la antena hacia el este, el oeste, el norte o el sur; ni si era de noche o de día; tampoco importaba la fecha ni la estación del año. Siempre era lo mismo. ¿Como era posible? James Peebles y Robert Dicke, astrofísicos del Centro de Estu- dios Avanzados de Princeton, llamaron la atención de Penzias y Wilson hacia el hecho de que ese ruido persistente podría ser la radiación proveniente de la gran explosión, predicha por Ga- mow años antes. ¿De qué otra manera podría explicarse entonces el origen del ruido detectado por la antena, proveniente de todos lados, durante todo el tiempo? Meses después de esta explica- ción del fenómeno, Penzias y Wilson obtuvieron el Premio Nobel por el descubrimiento de la radiación de fondo del Universo, fe- nómeno que se estudia exhaustivamente en nuestros días. Lo que Penzias y Wilson observaron fue un patrón de intensi- dades de la radiación muy característico del fenómeno que se conoce como radiación de cuerpo negro. Cuando un cuerpo se calienta, emite radiación electromagnética ininterrumpida- mente. De hecho, por eso nos es posible ver las cosas: la luz es también radiación electromagnética a una frecuencia dada que el ojo puede detectar. La luz infrarroja es radiación electromag- nética que el ojo ya no puede detectar, pero otros animales sí. Así, sucesivamente, las ondas de radio también son radiación elec- tromagnética (debido a una antena oscilante y no a un cuerpo caliente) que emite en frecuencias que una radio puede detec- 19 tar. La diferencia entre una transmisión de radio o televisión y un cuerpo caliente es su espectro de frecuencias, es decir, de qué manera se da la intensidad de las señales con respecto a las frecuencias de radiación. Para una transmisión de radio, este espectro puede ser muy variado pero, para un cuerpo caliente, es muy característico, sigue una curva que sube y baja suavemente (véase la figura 3). Lo que Penzias y Wilson observaron fue un espectro de frecuencias, característico de un cuerpo negro a temperatura de 2.725 ºK (alrededor de �270 ºC) proveniente del cosmos. Es decir, el Universo está inmerso en una nube de ra- diación, tal y como concluyó Gamow de la teoría de la gran ex- plosión. Ahora, esta radiación de fondo se considera una de las pruebas observacionales más valiosas que dan indicios de la exis- tencia de una gran explosión. Para estudiar más a fondo esta radiación y convencerse aún más de su existencia, en los años noventa, y después en el año 2002, se lanzaron dos satélites artificiales capaces de medir esta radiación con gran precisión. Este primer satélite fue el satéli- te cobe e hizo posible que se elaborara un mapamuy preciso de la radiación de fondo del Universo, midiendo fluctuaciones de hasta un millonésimo de grado centígrado de la radiación (véase la lámina 2). El segundo fue el satélite wmap (véase la lámina 3), y logró tomar la misma foto, pero con una resolu- ción mucho mayor que la del cobe, proporcionando una serie de datos que han sido fundamentales para el entendimiento del origen y composición del cosmos. Esta radiación de fondo, ya estudiada de manera muy profunda, no tiene otra explica- ción que no sea la de la existencia de una gran explosión que la provocó. II. Historia térmica del Universo La temperatura de un gas no es otra cosa que la manifesta- ción macroscópica de la energía cinética de las vibraciones de 20 Figura 3. Radiación de fondo el Universo. Observen cómo los puntos ajustan perfectamente a la predicción teórica de la radiación de un cuerpo negro con temperatura 2.725ºK. Los puntos fueron captados por la antena de Penzias y Wilson. las partículas que componen el gas. Es decir, en un gas caliente las partículas que componen el gas se mueven rápidamente, mien- tras que en un gas frío el movimiento es más lento. Como las partículas están en movimiento, éstas chocan entre sí; del núme- ro de choques y su violencia dependerá la temperatura del gas. Estos choques, o interacciones entre las partículas del gas, pro- vocan que las partículas que chocan a veces se rompan en sus componentes. Si la temperatura es muy alta, la energía de estas partículas es muy grande y una mayor cantidad de partículas se desintegrará en sus componentes. Este proceso es muy conocido por los niños pequeños. Cuando un bebé sostiene una sonaja en la mano y siente curiosidad por la causa del sonido, decide romper la sonaja para averiguarlo. Si golpea la sonaja con sua- vidad, seguramente no la romperá y no averiguará nada; pero si lo hace con mucha energía (con mucha energía cinética), se- guramente la sonaja se romperá y el niño podrá ver de qué está hecha. Para romper las semillitas de la sonaja, el niño necesitará golpear con mayor fuerza, tal vez lanzando la semilla contra la pared. Necesitará mucha más energía cinética de la que utilizó para romper la sonaja. Un proceso parecido ocurre con las par- tículas elementales. Para poder romper los componentes de las partículas se necesita “inyectar” energía a las partículas. Por ejemplo, para destruir un átomo en sus componentes, electro- nes y núcleo, se necesita calentar el átomo lo suficiente, lo cual equivale a la energía de amarre entre el electrón y el núcleo. Pero si queremos separar el núcleo en sus componentes, neutro- nes y protones, la energía necesaria será mucho mayor. Y qué decir si queremos descomponer los protones y los neutrones en sus componentes, los quarks, la energía necesaria para eso está más allá de la energía disponible en los aceleradores de partículas que están en funcionamiento. Poco después del big bang, la materia se encontraba en forma de un gas muy caliente. Esta gran explosión calentó toda la mate- ria hasta temperaturas de millones de millones de grados. La temperatura de este gas era tan alta, el gas era tan caliente, que todas las partículas elementales estaban separadas en sus partes fundamentales. La energía cinética de las partículas del gas era 22 tan alta que no permitía que estas partículas se unieran para formar algún tipo de partícula compuesta. Pero, al mismo tiempo, la gran explosión causó que toda la ma- teria saliera fluyendo en todas direcciones. Esto es lo que llama- mos expansión. Un gas en expansión aumenta constantemente su volumen, y un gas que aumenta su volumen se enfría. Esta ex- periencia la hemos tenido todos. Cuando hace frío, tendemos a encoger el cuerpo para conservar el calor; y cuando hace mucho calor tratamos de expandirlo para enfriarlo, como por ejem- plo, al extender los brazos. Lo mismo sucede en regiones frías y calientes de la Tierra. En regiones calientes, las casas se constru- yen con techos muy altos con el fin de que se conserven frescas. Por lo contrario, en regiones frías de la Tierra las casas tienden a tener techos bajos para que se conserven calientes. Entonces, la gran explosión elevó la materia existente a temperaturas des- comunales, pero también causó su expansión, lo cual provocó su enfriamiento. La temperatura del Universo era tan alta que no permitía que las partículas que se encuentran en el núcleo de los átomos, los protones y los neutrones, se unieran para for- mar núcleos. Es más, la temperatura fue tan elevada que ni las partículas de las que están hechos lo protones y los neutrones, los quarks, se pudieran unir para formar protones y neutrones y todas las partículas ahora conocidas. La temperatura del Uni- verso era en ese tiempo más alta que la de los aceleradores de partículas más grandes que hay en la Tierra. No sabemos, in- cluso, qué sucedió a temperaturas más elevadas que las tempe- raturas que provocaron la desintegración de los quarks, porque ésas ya no son alcanzables en los laboratorios de la actualidad. Sin embargo, estos laboratorios sí logran temperaturas que des- integran los núcleos atómicos y algo más, por lo tanto, pode- mos saber con cierta exactitud como se veía el Universo en esas épocas. Esta sopa primordial se fue enfriando conforme continua- ba la expansión del Universo. En un principio, todas las partícu- las se movían a velocidades cercanas a la de la luz, incluso las más pesadas, lo que provocaba que las partículas no pudieran unirse con otras para formar compuestos. La sopa cósmica estaba he- cha principalmente de las partículas elementales como quarks 23 libres, electrones libres, fotones, etc. Pero al enfriarse el Univer- so, los quarks lograron confinarse, es decir, juntarse entre sí, y se formaron entre otras partículas, los protones y los neutrones. El Universo siguió expandiéndose y, al enfriarse más, estos pro- tones y neutrones se unieron para formar núcleos atómicos. Ahora sabemos que los núcleos atómicos que se formaron prin- cipalmente fueron los del hidrógeno (protones solos) y los del helio 4, dos protones con dos neutrones. Los núcleos atómicos de las demás sustancias se formaron principalmente en los núcleos de las estrellas. Se cocinaron sobre todo poco antes del estallido final de las estrellas. Es decir, la materia de la que estamos he- chos todos nosotros y casi todo lo que tocamos fue cocinado en el centro de las estrellas. El hecho es que, conforme el Universo se iba enfriando, las partículas tendían a unirse para formar partícu- las más estables. Cuando el Universo fue suficientemente frío, su sustancia era principalmente una sopa de núcleos de hidrógeno y de helio 4, de fotones, de electrones libres, etcétera. Los otros dos actores que tomaron parte importante en esta sopa primordial, fueron los electrones y los fotones, es decir, la “luz”. La luz está hecha de paquetes cuánticos de energía elec- tromagnética. En el origen del Universo, la energía de los fotones también era muy alta. Los fotones no tienen masa en reposo, pero tienen energía. Recordemos la famosa fórmula de Einstein sobre la transformación de energía en materia, E � mc 2. Esto es, una partícula material que contiene una masa m, tiene una ener- gía en sí igual a la masa por la velocidad de la luz c al cuadrado. Esta energía es enorme si se logra liberar. Pero en el caso de los fotones muy energéticos podemos hacer la operación contraria. A la energía de los fotones le podemos asociar una masa. Si esta masa es comparable con la masa de alguna partícula, el fotón podría ser capaz de modificar su trayectoria al chocar con la par- tícula. Esta acción es comparable al siguiente fenómeno. Supon- gamos que tenemos una pelota de béisbol. Si la lanzamos con- tra un automóvil, lo más seguro es que lo despostillemos, pero difícilmente lograríamos desviarlo de su camino. Sin embargo, si no lanzamos la pelota con la mano, sino con un cañón, tal vez logremos desviar el automóvil de su camino; depende de la can- 24 tidad de energía con la que logremosdisparar al automóvil con el cañón. Esto sucedió constantemente en la época en que la temperatu- ra era muy alta. Todas las partículas chocaron constantemente contra todas las partículas, interactuando todas las partículas con todas las demás. En particular, los fotones chocaron con todas las partículas existentes, alterando sus trayectorias y desviándo- las constantemente. Conforme fue disminuyendo la temperatura del Universo, también disminuyó la temperatura de los fotones hasta que fueron capaces de sólo alterar la trayectoria de las par- tículas más ligeras, es decir, los electrones. Pero al bajar aún más la temperatura, la energía de los fotones ya no fue capaz de alte- rar nada, los fotones entonces ya no interactuaron directamente con la materia y viajaron libremente por el Universo. Este mo- mento es conocido como la época de la recombinación, en la que los fotones empiezan a viajar libremente por el Universo. Antes de la recombinación, los fotones, o sea, la luz, estaba en constan- te interacción con la materia a través de los choques de la luz con la materia. Es decir, los fotones no seguían trayectorias libres, sus trayectorias eran alteradas constantemente por la materia. Pero en el momento en que la energía de los fotones baja lo suficiente como para ya no poder interactuar con la materia, estos fotones, esta luz, puede propagarse en trayectorias libres, sin ser alterada. Lo importante es que estos fotones viajarán con la información de su última interacción con la materia. Si lográramos captar estos fotones, es decir, tomar una fotografía de estos fotones, con esta luz, podríamos ver el Universo como se veía en ese momento. Esta separación de la radiación electromagnética, es decir, de los fotones, de la interacción con la materia, sucedió unos 350000 años después del big bang. Si lo comparamos con la edad del Universo, que es de 13700 millones de años, 350000 años son como las primeras horas de vida del Universo. Es como si a una persona que vivirá unos 80 años, le tomaran una foto a las 17 ho- ras de nacido. Esta foto del Universo existe, y fue tomada con dife- rentes instrumentos. La primera foto la tomó el satélite artificial cobe, en 1992; la segunda la tomaron usando globos aerostáticos en el año 2000, y la tercera, la que tiene mayor resolución, fue 25 tomada por el satélite artificial wmap, en el año 2003 (véase la lámina 4). Más adelante veremos cómo se tomaron estas fo- tografías, pero la foto del Universo cuando tenía tan sólo unos 350000 años de vida es unos de los logros más maravillosos del hombre en su búsqueda por entender el origen del Universo. Poco después de la recombinación, la temperatura del Uni- verso descendió a un nivel en el cual los electrones fueron atra- pados por los núcleos atómicos. Así nacieron los átomos, en este caso, los átomos de hidrógeno y helio, principalmente. Si el Uni- verso hubiera sido completamente homogéneo, después de este momento ya no habría pasado nada. Pero, afortunadamente, el Universo no era completamente homogéneo. Desde muy temprano, existió una serie de inhomogeneidades que fueron creciendo con el tiempo, ayudadas por la fuerza gravitacional. Como veremos después, estas inhomogeneidades provocaron que partes del gas se colapsaran y formaron objetos densos, con características muy peculiares. Dependiendo de sus tamaños, estos objetos son los cúmulos de galaxias y las galaxias mismas. El colapso gravitacional fue lo que logró que estos objetos cósmicos nacieran y se desarrollaran (véase la lámina 5). Después de la recombinación y la formación de átomos, em- pezó la formación de galaxias debido a la fuerza gravitacional. Dentro de las galaxias viven enormes volúmenes de gas. Como la galaxia es un sistema donde habita una gran cantidad de gas, este gas empezó a ser atraído constantemente debido a su fuerza gravitacional. Es semejante a lo que pasa en la Tierra y la Luna. Cuando la Luna aparece por el horizonte, ésta atrae un poco a la Tierra. Pero más que atraer a la Tierra, atrae al mar, provocando que suba la marea en las orillas. Este fenómeno es bien conoci- do por quienes viven en las orillas del mar. Cuando aparece la Luna, la marea sube, la Luna atrae al mar con su fuerza de grave- dad. A estas fuerzas se les conoce como fuerzas de marea. De la misma forma como en el mar, la presencia de mucho gas en la ga- laxia provoca fuerzas de marea dentro de la galaxia y debido, entre otras circunstancias, a las fuerzas de marea de la galaxia, el gas se colapsa para formar estrellas. La formación de estrellas en las galaxias es muy común (véanse las láminas 6 y 7). 26 Las estrellas no son otra cosa que masas de gas en equilibrio gravitacional y térmico. En un proceso más o menos complicado, pero ya conocido, el gas empieza a colapsarse por su fuerza gra- vitacional, girando alrededor de un eje (véanse las láminas 8 y 9). Al colapsarse, el gas disminuye su volumen, lo que provoca un aumento de la temperatura del gas, sobre todo en el centro del colapso. Al aumentar suficientemente la presión del gas en el centro de la estrella, que es principalmente hidrógeno, a pre- siones y temperaturas muy altas el hidrógeno inicia una reacción de fusión nuclear; a grandes rasgos, los núcleos de hidrógeno, o protones, se unen para formar dos protones unidos, es decir, helio. Esta reacción nuclear es la misma que se lleva a cabo en la explosión de una bomba de hidrógeno y es exotérmica, aumen- ta la temperatura del gas. Al mismo tiempo, el aumento de esta temperatura provoca a su vez un aumento en la presión del gas en dirección contraria al colapso gravitacional. Pero, entre más se colapse el gas, más aumenta la temperatura del centro y mayor es la intensidad de las reacciones termonucleares. Por lo tanto, entre mayores sean las reacciones termonucleares, más aumentará la temperatura y mayor será la presión que compen- se el colapso, hasta llegar un momento en el que los dos pro- cesos se equilibren. La formación de una estrella puede durar varios millones de años, pero después de este proceso las fuerzas dentro de la estrella se equilibran, lo cual da origen a una estre- lla estable. Y este equilibrio es tan estable que suele durar miles de millones de años. Claro, entre más grande sea una estrella más presionará su centro, más rápido se consumirá su hidrógeno y lo convertirá en helio. Así que una estrella gigante suele durar menos tiempo que una más pequeña. La nuestra, el Sol, es una estrella mediana que ha “quemado” hidrógeno durante 5 000 millones de años, y lo seguirá haciendo durante otros 5000 millo- nes de años. Pero la cantidad de hidrógeno es finito, por lo que llega un mo- mento en que se acaba. Cuando esto sucede, el gas vuelve a colap- sarse y el centro vuelve a disminuir su tamaño, por lo tanto se calienta mucho más. Si la presión del gas aumenta de nuevo lo suficiente, es el helio el que se empieza a fusionar. Como es ob- 27 vio, ahora el centro de la estrella es básicamente un gas de helio y un poco de hidrógeno y éstos, al fusionarse con otro helio o con otro hidrógeno, forman litio y berilio. La fusión del helio es más caliente y, por consiguiente, la presión en el centro de la estrella es mayor, lo cual compensa de nuevo el colapso gravitacional de la estrella, pero este combustible se termina más rápidamente que el de hidrógeno y la estrella vuelve a colapsarse un poco más; al aumentar su temperatura, es el litio el que se fusiona y establece un equilibrio, y así sucesivamente. Al final, se han producido prácticamente todos los elementos en el centro de la estrella en un proceso que puede durar varios miles de millones de años; la estrella acaba con todo su combustible, con todos los elementos que al fusionarse forman una reacción exotérmica, terminando con el hierro. Entonces ya no hay nada que detenga el colapso. El último de estos colapsos es muy violento, y depen- de fundamentalmente del tamaño de la estrella; el colapso final es acompañado de una gran explosión, iluminando con ella todo el firmamento; enocasiones alumbra tanto como la gala- xia misma. A estas explosiones se les conoce como supernovas y su tamaño depende fundamentalmente de la masa final de la es- trella (véase la lámina 10). Después de esa gran explosión de supernova, la estrella se convierte en algún tipo de estrella muy compacta y opaca, según la masa final después de la explosión. A saber, si la masa final de la estrella después de la explosión es menor que 1.4 masas solares, la estrella final será una enana blanca. A este límite de masa dado por 1.4 masas solares se le conoce como límite de Chandrasekhar, en honor al físico hindú Subrahmanyan Chandrasekhar, quien lo encontró en la década de 1930. Si el producto final de la explosión de supernova es ma- yor que el límite de Chandrasekhar, pero menor que algo más que dos masas solares, el producto final será una estrella de neu- trones, llamada así porque es básicamente un sistema de neutro- nes puros (tal vez con una superficie de hierro). El campo mag- nético de estas estrellas es tan intenso que es capaz de lanzar señales electromagnéticas, ondas de radio fundamentalmente, a enormes distancias. Estas ondas de radio son captadas aquí en la Tierra en forma de pulsos, y es por ello que a estas estrellas 28 se les conoce también como pulsares (véase la lámina 11). Si la masa final de la estrella es mayor que 2.5 masas solares, el pro- ducto final será tal vez un hoyo negro, un objeto tan denso (ya que nada ha podido detener su colapso) que ni la luz es capaz de salir de él. En la actualidad hay buenos indicios de que en los centros de muchas galaxias (incluso en la nuestra, véase la lámina 12) existen hoyos negros supermasivos, es decir, hoyos negros con masas de millones de masas solares. Se ha reconocido que galaxias mayores tienen hoyos negros más masivos en sus cen- tros que la galaxias de menor tamaño (véase la lámina 13). El punto más interesante es que, al llevarse a cabo la explosión de supernova, la mayor parte de esta estrella es lanzada al exte- rior, sólo el núcleo permanece en la estrella. Pero ésta ha trans- formado prácticamente todo su hidrógeno en elementos más pesados, en los elementos que ahora conocemos. Entonces, estos elementos cocinados en el centro de la estrella son lanzados al exterior para convertirse de nuevo en polvo interestelar, que des- pués podrá ser captado por otra estrella en formación. Esto es seguramente lo que sucedió con nuestra estrella. El Sol es una estrella de la segunda generación, o tal vez de la tercera, forma- da en nuestra galaxia. El Sol captó los elementos remanentes de otra u otras estrellas que envejecieron antes, después de vivir su ciclo completo hasta transformarse en supernovas (véase la lámi- na 14). Los elementos captados por el Sol fueron también capta- dos por sus planetas, como la Tierra, elementos que han servido para iniciar el proceso de la vida en nuestro planeta. Es decir, estamos hechos de elementos cocinados en el centro de las estre- llas en miles de millones de años, después de los cuales el Sol ha servido como foco de energía para que la Tierra y los demás pla- netas del sistema solar tengan condiciones para su desarrollo. En la Tierra, estas condiciones han dado lugar a un desarrollo orgá- nico muy intenso. Después de unos 4000 millones de años, estos elementos en condiciones propicias, han dado pie a un número enorme de especies animales y vegetales. Ahora sabemos que la formación de estos discos planetarios es muy común en el Uni- verso, por lo que la existencia de planetas debe de ser algo típico, algo común en el cosmos (véase la lámina 15). Particularmente, 29 en nuestro sistema solar, este disco planetario ha dado lugar a una especie que ha adquirido conciencia de sí mismo, de su entorno y del Universo: el hombre. En otras palabras, estamos hechos de Universo, nuestra sustancia fue cocinada en miles de millones de años en los núcleos de las estrellas, somos materia del Universo que evolucionó en un planeta para ser conciente de su existencia y de la existencia del cosmos; somos los ojos, los oídos, el cerebro del Universo, es decir, somos la parte del Universo que pretende conocerse a sí mismo. Debido al colapso gravitacional la vida existe en la Tierra. Más aún, debido a la formación de las galaxias y luego de las estrellas el Universo pudo crear la conciencia, a un ser que sabe de su exis- tencia y de la existencia del Universo; somos esa parte del Uni- verso que se pregunta: ¿qué hago aquí?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿para qué existo? Y que lucha incansablemente para dar una respuesta a estas pregun- tas (aunque esto no siempre sea totalmente posible). III. Teoría general de la relatividad En síntesis, los científicos de la segunda mitad del siglo xx pen- saban que su idea sobre lo que podría ser el Universo se aproxi- maba mucho a la realidad. Muchos creían que ya se conocían casi todos los puntos fundamentales sobre la evolución del Universo y que sólo hacia falta un trabajo sistemático para ajus- tar constantes y mejorar observaciones. A este modelo lo llama- ron el modelo del big bang caliente o modelo estándar de la cosmología. Este fenómeno que hace que los sabios de la humanidad pien- sen que ya lo saben todo, sucede a los hombres regularmente. Otros dos ejemplos se dieron a fines de la edad media y a prin- cipios del siglo xx, hace 100 años. Hablaremos de estas dos aventuras. 30 Durante 1200 años, en el mundo cristiano prevaleció la idea de un Universo como lo había concebido Ptolomeo en la época de los griegos. Ptolomeo había supuesto que el Universo con- sistía de una serie de esferas concéntricas en las cuales la Tierra era el centro. Alrededor de la primera esfera giraba la Luna; alrededor de la segunda giraba el Sol en torno a la Tierra. En las siguientes cinco esferas giraban los cinco planetas conocidos en aquel entonces: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Una estrella, la del norte, era la única que no giraba, y al final se encontraba la esfera donde estaban pegadas todas las estre- llas, todas juntas inmutables girando en la misma esfera. Esta idea estaba, además, en concordancia con la cosmogonía cristia- na: el hombre a imagen y semejanza de Dios, en el centro del Uni- verso. Durante más de 1 200 años esta idea cambió poco. Los hombres se hacían muchas preguntas sobre el Universo, pero no ponían en duda este modelo (o no lo decían, pues si lo hacían corrían el peligro de que la inquisición los quemara vivos). En la antigua Polonia del siglo xvi, fueron las observaciones de Nicolás Copérnico las que provocaron las primeras dudas sobre el modelo de Ptolomeo. Copérnico observó que los plane- tas no seguían trayectorias circulares sino que, en ocasiones, algunos, en su trayectoria, daban marcha atrás (véase la figura 4). Por lo tanto, su experiencia no concordaba con el modelo de Ptolomeo. Poco tiempo después, Johanes Kepler, un joven in- quieto que estudiaba en la universidad de Tübingen en Alema- nia, y que vivió en una época de efervescencia de ideas nuevas, se enteró por sus maestros de las ideas de Copérnico. En esos momentos, el padre Martin Lutero ponía en tela de juicio el po- der de la iglesia católica que predominaba en toda Europa, y discutía nuevas ideas sobre la religión. Kepler, que para enton- ces ya era maestro de matemáticas en Praga, encontró que había la misma relación entre las órbitas de Júpiter y Saturno y la de un triangulo equilátero dibujado entre dos círculos con- céntricos. Esto le hizo suponer que las órbitas de los planetas tenían alguna relación con las cinco figuras sólidas perfectas de la geometría euclidiana. Esta idea estaba en concordancia con la premisa de que si Dios era perfecto, entonces debería 31 Figura 4. Trayectoria que siguen los planetas en la bóveda celeste. Copérnico fue el primero en observar que este movimien- to se puede explicar suponiendo que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol. utilizar figuras perfectas para establecer sus leyes de movimiento. Kepler pasóprácticamente toda su vida tratando de encontrar la relación de las órbitas con estos sólidos perfectos, pero nunca logró ajustar sus ideas a las observaciones. Sin embargo, en un día de inspiración, Kepler ensayó una elipse como posible tra- yectoria de los planetas alrededor del Sol. El ajuste fue perfecto. Kepler logró explicar las observaciones de Copérnico sobre las trayectorias de los planetas, utilizando un modelo en el que la Tierra ya no estaba en el centro del Universo, sino era el Sol el que estaba en el foco de la órbita de la Tierra. Al poco tiempo, Kepler enunció sus tres leyes del movimiento de los astros. La primera ley de Kepler es sobre la forma de la órbita de los astros: los planetas siguen órbitas elípticas alrededor del Sol, donde el Sol está en uno de sus focos. La segunda es sobre el movimiento de estos astros: los planetas barren áreas iguales en tiempos iguales, lo cual implica que los planetas no siempre viajan a la misma velocidad. Y la tercera ley de Kepler habla so- bre la distancia de estos astros del Sol: el cubo del periodo de la órbita de los planetas es proporcional al cuadrado de su distan- cia del Sol (véase la figura 5). Estas tres leyes tan simples explican completamente el movimiento de los astros en el cosmos. Y ¿de qué nos sirve saber cómo se mueven los planetas en el cosmos? Lo importante de esta historia es que esta acción con- dujo al hombre al desarrollo moderno de la sociedad y de la tecnología. Kepler fue el primer hombre en anteponer sus ob- servaciones sobre sus creencias. Luchó toda su vida para que su creencia en las figuras perfectas funcionara como modelo del cosmos, pero con esto demostró que la naturaleza no es lógica, no sigue patrones lógicos preestablecidos como las matemáti- cas, la naturaleza es sutil y siempre llena de sorpresas. Estas observaciones y estas leyes condujeron a una revolución total del pensamiento y de la ciencia, cuya cúspide fue el descubri- miento de las leyes de Newton; una teoría general que explicaba las observaciones del Universo; un concepto totalmente revolu- cionario basado en una teoría matemática que aparentemente podía explicar todo; unas cuantas fórmulas matemáticas que explican todo el Universo, todo lo que observamos. El predomi- 33 Figura 5. Las leyes de Kepler: los planetas siguen órbitas elípticas alrededor del Sol. Los planetas barren áreas iguales en tiempos iguales. El cubo del periodo de la órbita de los planetas es proporcional al cuadrado de sus distancias al Sol. nio de esta teoría se mantuvo hasta fines del siglo xix, cuando la teoría de Newton, conjuntamente con la teoría electromagnéti- ca de Maxwell, eran la piedra angular del conocimiento humano sobre la naturaleza y el cosmos. De nuevo, la mayoría de los pen- sadores de la época opinaba que la ciencia estaba terminada, que sólo faltaban unos cuantos detalles para poder acabarla. Pero no fue así. El inicio del siglo xx fue el escenario de otra fabulosa revolu- ción del pensamiento. En aquella época, un grupo de científicos investigaba fenómenos como el de la radiación de cuerpo negro (básicamente radiación electromagnética causada por un objeto caliente). En el laboratorio observaban que un cuerpo caliente puede emitir ondas electromagnéticas en forma de ondas de ra- dio. Lo característico era que esta radiación sigue un patrón muy especial, como el que se ve en la figura 3. Los investigadores te- nían la convicción de que el fenómeno debería explicarse usando la teoría electromagnética de Maxwell, pero eso no sucedió. Por un lado, las observaciones en la radiación de cuerpo negro no ajus- taban con la teoría electromagnética y la teoría cinética. Por otro lado, la teoría electromagnética y la teoría mecánica de Newton presentaban ciertas inconsistencias teóricas. La primera llevó a Max Planck, en Alemania, a la formulación del concepto de ener- gía cuantizada, es decir, energía que toma sólo valores discretos. En el momento de su formulación, el concepto pareció algo descabellado. Es como si hoy alguien les dijera a ustedes que para subir a un piso alto de un edificio sólo pueden hacerlo de un salto, no por las escaleras ni por el elevador, ya que los luga- res intermedios no existen. Suena ridículo. Pero mediante una serie de experimentos Planck demostró que en el mundo micros- cópico así es. La energía y todas las cantidades físicas están cuan- tizadas, es decir, no pueden tomar valores continuos, sólo valores que son proporcionales a los números enteros. Ésta es la base de la teoría cuántica, que es el fundamento de la electrónica mo- derna. Los aparatos de telecomunicaciones, de televisión, etc., no podrían pensarse sin las bases de la mecánica cuántica, logro que provocó cambios muy radicales en nuestras vidas. ¿Imagínen- se el mundo sin televisión? 35 La segunda inconsistencia de la época, una inconsistencia más que menos teórica, llevó al joven alemán Albert Einstein a formular la teoría especial de la relatividad y luego la teoría ge- neral de la relatividad. Ya era conocido por varios físicos de la época que la teoría electromagnética y la teoría de Newton no siguen las mismas leyes de transformación. El joven Einstein apostó a favor de la teoría electromagnética de Maxwell y formu- ló una teoría mecánica compatible con la teoría de Maxwell, lo cual no desechaba la teoría de Newton, decir esto es como un suicidio. Con la teoría de Newton, los tecnólogos de la época habían podido diseñar las máquinas que trabajaron durante la Revolución Industrial. La nueva teoría de Einstein establecía un límite de validez a la teoría de Newton. Si los cuerpos se mue- ven a velocidades cercanas a la velocidad de la luz, la teoría de Newton deja de tener validez. La teoría especial de la relativi- dad no gustó a muchos, quienes inmediatamente la rechaza- ron. Pero las observaciones vinieron después y comprobaron lo que la teoría predecía. Un logro realmente notable de un hom- bre. Einstein formuló la teoría especial de la relatividad en 1905, a los 26 años de edad. Ésta es la teoría dinámica de los objetos que se mueven a velocidades cercanas a la velocidad de la luz. Una de sus consecuencias es la famosa fórmula de Einstein: E � mc2. Aquí, E es la energía en reposo de un cuerpo, m su masa y c la velocidad de la luz. Esta fórmula es fundamental en todas las teorías modernas. La teoría contenía implícitamente las leyes dinámicas de las interacciones electromagnéticas, pero no una formulación equivalente para las interacciones gravitacio- nales. En 1909, con la ayuda de su amigo matemático Marcel Grossman, Einstein empezó a formular una teoría gravitacio- nal consistente con su teoría especial, que estuvo lista en 1915. Pero, ¿en qué consiste la teoría general de la relatividad? ¿Hasta qué punto es ésta una revolución del pensamiento? Vamos a explicarlo. La teoría general de la relatividad se basa en las observaciones de Galileo Galilei sobre la caída libre de los cuerpos, experiencia que cualquiera de nosotros puede llevar a cabo en casa. Pregunte a un niño qué esperaría si dejara caer desde cierta altura, al mis- 36 mo tiempo, dos piedras una muy pesada y una mucho más ligera, ¿cuál cae primero? Seguramente el niño responderá: “la más pesada”. Puede parecer cierto, si es más pesada la Tierra la atrae con mayor fuerza, por lo tanto va más rápido. Sin embargo, hay algo más. Si la piedra es más pesada, al mismo tiempo contiene mayor inercia. Vamos a ser más explícitos. En la naturaleza hay dos fuerzas que tienen que ver con la masa. Según nuestra masa, es nuestro peso. A mayor masa (la cual es la carga gravitacional, es decir, la medida con la que la Tierra nos atrae), la Tierra nos atrae con mayor fuerza. Esta fuerza siempre es en dirección al centro de la Tierra. Pero hay otra fuerza que tiene iguales re- percusiones. Cuando vamos en un autobús urbano, que general- mente los conductores manejan como si transportaran vacas en vez de personas, nuestra tendencia dentro del vehículo es la de movernos de un lado a otro. Por ejemplo,si el autobús frena, nos lanzamos hacia delante; si el autobús acelera, nuestra ten- dencia es entonces irnos hacia atrás. Existe una fuerza que nos mueve dentro del autobús que no tiene nada que ver con la atracción gravitatoria de la Tierra, sino sólo con el movimiento del autobús. Esta fuerza se opone siempre a nuestro cambio de movimiento, va en sentido inverso a la dirección a la que noso- tros cambiamos de movimiento. También notamos que a los niños les afecta menos, y que a las personas gorditas les afecta más. No es lo mismo empujar un automóvil pequeño que un trai- ler. Tratar de cambiar el estado de movimiento (empujar) del automóvil, es mucho más fácil que cambiar el estado de movi- miento del trailer. (Intenten frenar un trailer en la carretera, no es fácil). A esta fuerza se le llama inercia, y es proporcional a la masa. Pero, obviamente la fuerza de inercia no tiene nada que ver con la fuerza de gravedad. La inercia se debe al movi- miento, y la fuerza de gravedad a la carga gravitacional. La experiencia de Galileo consiste en que la piedra pesada y la piedra ligera caen siempre al mismo tiempo. Dice la leyenda que Galileo hizo este experimento en la torre de Pisa (véase la figu- ra 6), valiéndose de su inclinación. Sin embargo, este resultado parece ilógico. Si la piedra es más pesada, la Tierra la atrae con mayor fuerza y por lo tanto debería caer más rápido. Pero la pie- 37 Figura 6. Galileo hizo el experimento de lanzar dos objetos de diferentes masas (dice la leyenda que desde la torre de Pisa) para ver cuál caía primero. El resultado fue que ambos objetos dejados caer simultáneamente siempre llegaron al mismo tiempo, no importando su masa. dra más pesada también tiene mayor inercia, así que se opone con mayor intensidad al movimiento. Incluso, cuando le pre- gunté a mi hijo de 6 años cuál caía primero, contestó: “la más ligera, porque puede ir más rápido”. Cierto, pero lo que no tomó en cuenta es que la piedra ligera no es atraída por la Tierra con tanta fuerza como la más pesada. Lo sorprendente es que si aumentamos la masa inercial, también aumentamos la masa (car- ga) gravitacional. El hecho de que sin importar la masa las piedras siempre caen a la misma velocidad, implica que la masa gravita- cional, la que atrae a la piedra contra la Tierra, aumenta en la mis- ma proporción que la masa inicial, la que se opone al cambio de movimiento. Es decir, la masa inercial es igual a la masa gravita- cional. Muy sorprendente ¿verdad? Bueno, ¿y eso qué es? Bien, significa que si yo voy en un elevador y de pronto sus cuerdas se rompen y desciende en caída libre, todo lo que vaya dentro del elevador caerá con la misma velocidad, incluso la ca- bina. Quienes vayamos en el elevador sentiremos que estamos flotando; todo lo que vaya dentro flotara en él, igual que en una nave espacial en medio del espacio infinito, donde no hay gra- vedad (véase la figura 7). Aquí está el punto. Einstein hizo el siguiente razonamiento: en un lugar donde no hay fuerzas los objetos que viajan a velocidad constante viajarán siempre en línea recta. Dos objetos que viajen paralelamente nunca choca- rán; es decir, si no hay fuerzas las paralelas nunca se juntarán (véase el lado derecho de la figura 7bis). A un objeto que viaja a una velocidad constante los físicos lo conocen como sistema inercial. Einstein se preguntó: ¿cuáles son los sistemas inerciales en un planeta? Si retomamos la experiencia del elevador en caída libre, veremos que la gente dentro del elevador experimentará una sensación idéntica a la de los astronautas que viajan den- tro de una nave en el espacio. Ambos verán que todo flota. Por ejemplo, si alguna de las personas en el elevador en caída libre empujara un objeto, el objeto se movería en la dirección en la que fue empujado a velocidad constante. El resultado es el mismo que en la nave espacial, que es un sistema inercial. Einstein llegó a la conclusión de que los sistemas en caída libre son los sistemas inerciales en los planetas, es decir, en los lugares 39 Figura 7. Una caja en caída libre, en un planeta como la Tierra donde actúa la fuerza gravitacional, con un hombre y una pelota ligera en su interior, tiene el mismo efecto que la caja en un lugar en medio del cosmos, sin ninguna fuerza que actúe sobre ella. Figura 7bis. A la izquierda, dos objetos que caen libremente en una caja. Los objetos caen al centro del planeta, por lo que sus trayectorias se juntarán en su centro. A la derecha, dos objetos que se mueven en el espacio sin ninguna fuerza. Si no hay nada que los altere, sus trayectorias serán paralelas, nunca se juntarán. en donde hay gravedad. Pero sí hay una diferencia. Supongamos que ponemos dos pelotitas, una en cada extremo del elevador, como ambas caen hacia el centro de la Tierra veremos que las pelotitas se acercan lentamente, porque ambas viajan hacia el centro de la Tierra (véase el lado izquierdo de la figura 7bis). O sea, en este sistema las dos pelotitas que caen paralelamente sí se juntarán en el centro de la Tierra. Esto quiere decir que en un sistema con gravedad las paralelas sí pueden juntarse. Sin embargo, en un plano las paralelas nunca se juntan. Pero en una esfera sí puede haber paralelas que se junten, por ejemplo, dos lí- neas paralelas viajando de norte a sur se juntan en los polos (véa- se la figura 8). La conclusión de Einstein fue entonces brillante, concluyó que las paralelas en el sistema gravitacional se juntan porque el espacio-tiempo se curva. Pues bien, ésta es básica- mente la teoría de Einstein: las interacciones gravitacionales cur- van el espacio-tiempo. ¿Es esto realmente importante? Evidente- mente sí, esta teoría cambia completamente nuestro concepto de interacción. Para Einstein no hay fuerzas, como en la teoría de Newton la interacción entre dos cuerpos se da por la modifica- ción de la geometría del espacio-tiempo debido a la existencia de los cuerpos. Este concepto de interacción podría extenderse incluso a otras interacciones, como la electromagnética, la nuclear, etcétera. Muy bien, pero si la existencia de un cuerpo dobla, curva, modi- fica la geometría del espacio-tiempo, esto debería verse. Así es, ésta es una de las predicciones más extraordinarias de la teoría general de la relatividad. En 1919, el físico inglés Sir Arthur Ed- dington realizó una expedición al Atlántico sur, al occidente de África, donde se llevaba a cabo un eclipse total de Sol. Ahí Edding- ton observó las estrellas más cercanas a la corona solar en el mo- mento del eclipse; seis meses después volvió a medir la posición de las mismas estrellas, ya sin la alteración gravitacional causada por nuestra estrella, cuando la Tierra estaba del otro lado de la órbita solar. Lo que observó fue que las estrellas aparentemente habían modificado su posición debido a la presencia del Sol, que equivale a que el Sol había modificado la trayectoria de la luz proveniente de estas estrellas, debido a que éste había curva- 4242 Figura 8. En un espacio curvo, como el de una esfera, las paralelas sí pueden juntarse, como aquí se aprecia, en los polos de la esfera. do su espacio alrededor (véase la figura 9 y la lámina 16). Es más, la modificación coincidió muy bien con la predicha por Einstein. Así que, Einstein tenía razón, la interacción gravitacional se da por la modificación de la geometría del espacio-tiempo alrede- dor. Este resultado espectacular implica que las interacciones entre cuerpos se dan debido a la modificación que los cuerpos ejercen sobre la geometría del espacio-tiempo. Pero ¿y qué im- plicaciones tiene esta nueva teoría sobre nuestro modelo del Universo? ¡Mucha! El primero en hacerse esta pregunta fue el físico soviético Alexander Friedmann en la segunda década del siglo xx. Investi- gó las consecuencias de la teoría de Einstein sobre el modelo del Universo. Según el modelo derivado de la teoría de Newton, to- das las estrellas se atraen entre sí debido a su fuerza gravitacio- nal. En tal caso, es difícil imaginar por qué el Universoestá en equilibrio, ¿por qué si todas las estrellas se atraen, no se colap- san? La solución a este problema se da de la siguiente manera. Imaginemos una estrella, por ejemplo el Sol, rodeada por más estrellas. Si para cada estrella existe otra estrella que se encuen- tra del otro lado del Sol, ésta ejercerá una fuerza equivalente y de sentido contrario sobre el Sol, de tal forma que la fuerza neta sobre el Sol será casi cero (véase la figura 10). Así, podemos imaginar que para cada una de las estrellas que están alrededor del Sol, existe otra que la equilibra. Pero esto mismo debe de suceder a su vez a cada una de estas estrellas que rodean al Sol, debe de haber estrellas que también las equilibren. Y a las que rodean a estas estrellas también debe de haber las que las equilibran, y así sucesivamente hasta el infinito. Entonces el Universo de Newton debía de haber sido infinito para poder estar en equilibrio. Si era infinito en el espacio, entonces debería serlo también en el tiempo. Aunque esto estaba en contradicción con la idea religiosa de un inicio del Universo: de la existencia de un momento de la Creación. Por otro lado, y en contradicción con las predicciones de la teoría de Newton, los físicos, Alexan- der Friedmann, en la Unión Soviética, y casi al mismo tiempo el abate Georges Lemaître, en Bélgica, llegaron a la conclusión de que, según la teoría de Einstein, el Universo debería tener un 44 Figura 9. El campo gravitacional del Sol dobla la trayectoria de los rayos de luz provenientes de una estrella, debido a que el campo gravitacional modifica la geometría del espacio-tiempo. Esto se manifiesta porque las estrellas que se ven cerca del Sol están en realidad un poco desviadas de su posición real. Figura 10. Una estrella que tiene estrellas rodeándole en cada dirección compensa las fuerzas que cada una de ellas ejerce sobre la estrella central. Las flechas representan las fuerzas ejercidas por cada estrella que rodea a la estrella central. Esto permite tener estrellas en equilibrio entre sí, si hay un número infinito de estrellas en el Universo. principio y debería estar en expansión. Sin embargo, Einstein buscaba desesperadamente que su teoría le diera un Universo estático e infinito, como decían los paradigmas de la época. In- cluso, Einstein llegó al extremo de modificar las ecuaciones de su teoría, agregándoles una constante, que llamó la constante cosmológica, para poder llegar a la solución estática del Uni- verso, algo que ni aun así logró. La constante cosmológica no sir- vió para explicar un Universo estático e infinito; de hecho, como ya vimos, el Universo no es ni estático ni infinito (al menos el nuestro). En 1929 Einstein viajó a Estados Unidos a visitar a Edwin Hubble, quien había anunciado que había evidencias de que el Universo estaba expandiéndose. Después de convencerse de que las observaciones del Universo afirmaban su expansión, Einstein pronunció una frase que se hizo célebre: “La constante cosmológica es el peor error de mi vida”. Sin embargo, como veremos más adelante, nuevas observaciones indican que es muy probable que exista esta constante cosmológica o algo muy pare- cido. También en esto, Einstein tuvo razón. A partir de los descubrimientos de Hubble y la base teórica que la teoría de la relatividad general daba a las observaciones de la expansión del Universo, nuestro paradigma sobre el origen del cosmos cambió de nuevo. Ahora pensamos que el Universo tiene un origen y se expande, y que esta expansión fue causada por una gran explosión que lanzó toda la materia del Universo en todas direcciones. Sin embargo, como la fuerza de gravedad es atractiva, se esperaría que el Universo se estuviera desacelerando. Es decir, se esperaría que el Universo se hubiese expandido más rápido antes en comparación a como lo hace ahora, ya que la fuerza de gravedad lo debería estar frenando. Sin embargo, de nuevo, la naturaleza es muy sutil y no es lógi- ca. Lo que sucedió en los últimos 20 años del siglo xx y los pri- meros del siglo xxi lo demuestran. Como veremos más adelante, la sorpresa es que el Universo no se está frenando; por el contra- rio, el Universo se está expandiendo cada vez más rápido. Este descubrimiento trae consigo, una vez más, un cambio revolu- cionario de nuestro paradigma del origen del cosmos. 47 IV. Inflación Antes de entrar en materia, vamos a discutir cuáles son los problemas que tiene el modelo cosmológico de Friedmann, o modelo estándar de la cosmología. El primer problema serio al que se enfrentó fue que, según el modelo, el Universo debería haber iniciado su vida en una gran explosión y continuar ex- pandiéndose hasta nuestros días; la expansión debería ser suave y desacelerada. Sin embargo, una expansión así tiene el siguien- te problema: imagínense dos regiones separadas por una distan- cia un instante después del origen del Universo; como el Uni- verso está en expansión, la luz tendrá que viajar de una región a otra en contra de la expansión; es como si una hormiga tra- tara de llegar sobre un globo que está siendo inflado a un lugar donde se encuentra su comida. Entre más espacio recorre, más grande es la distancia. Depende de la velocidad a la que corra la hormiga y de la velocidad en que se infle el globo, que la hor- miga alcance algún día su comida (véase la figura 11). Pero no sólo la luz, sino también la interacción gravitacional y todo tipo de interacciones entre las partículas viajan a la veloci- dad de la luz, aunque si el Universo estaba en su máxima velo- cidad de expansión en ese momento, encontraremos regiones que no tendrán tiempo de entrar en contacto a través de la luz, y, por consiguiente, tampoco a través de ninguna interacción entre partículas. Es decir, habrá regiones del Universo que no es- tarán en contacto causal en este momento. El problema es que, debido a la expansión del Universo siempre habrá muchas regiones que tardarán mucho tiempo en entrar en contacto causal entre ellas. Por ejemplo, imaginemos una galaxia lejana; en estos momentos estamos recibiendo su luz, que viajó miles de millones de años antes de llegar a nosotros; imaginemos también las regiones de las que en este momento estamos recibiendo su primera luz, regiones de las que nuestra galaxia nunca antes había recibido luz. Más aún, estamos recibiendo la radiación de fondo del Universo desde los confines más lejanos del Universo (también del Polo Norte, del Polo Sur, etc.). El problema es que, 48 Figura 11. Una hormiga camina hacia su comida en un globo que es inflado constantemente. Al tiempo 1, la distancia que tiene que recorrer la hormiga es menor que el tiempo 2. Si el globo se sigue inflando, el globo sigue en expansión, y no es seguro que la hormiga consiga su objetivo. en todo el Universo que observamos, tanto las galaxias como la ra- diación de fondo, tienen exactamente las mismas características. Es decir, la radiación de fondo que recibimos por el Polo Norte tiene la misma temperatura, la misma densidad, el mismo espec- tro de fluctuaciones, etc., que la radiación de fondo que recibi- mos por el Polo Sur ¿Cómo es posible, si estas dos regiones tan distantes de nosotros, aún más distantes entre sí, que nunca estuvieron en contacto causal una con la otra, sepan de todas las características de la otra región? ¿Cómo sabe una región remota para nosotros, que otra región también remota para nosotros pero del lado opuesto, que cada una tiene la misma tem- peratura, la misma densidad, etc., si nosotros estamos a mitad del camino entre ellas? ¿Cómo se comunicaron entre sí? A este problema se le conoce como el problema del horizonte. Un problema más del modelo de Friedmann, igual de grave, es el de las condiciones iniciales. En cada modelo, el desarrollo del Universo depende de cómo era éste en sus inicios, es decir, de sus condiciones iniciales. Es análogo al siguiente ejemplo. Imaginemos que dejamos caer una pelota por un tobogán (véase la figura 12); sin importar cómo la dejemos caer, su movimien- to será semejante en cadacaso, la pelota rodará hacia abajo, pegando de vez en cuando contra las paredes del tobogán. Al momento de dejar caer la pelota se le llama condición inicial. Este fenómeno es muy diferente al de dejar caer la pelota sobre un tubo con la misma inclinación que el tobogán; será muy difícil que la pelota siga el tubo hasta el final. Deberemos colocar la pelota con mucho cuidado justo en el centro del tubo para lo- grar, aunque tal vez con dificultad, que descienda en línea recta. A veces la pelota caerá hacia la izquierda, otras a la derecha, etc., pero raramente llegará hasta el final del tubo. En este caso, las condiciones iniciales deben ser extremadamente exactas para lo- grar que la pelota ruede sobre el tubo. En el caso del Universo, se esperaría que las condiciones iniciales no fueran tan extre- mas; que la formación de universos que puedan originar vida como la nuestra no sea tan especial; unas condiciones iniciales del Universo, algo como lo que ocurre con la pelota cayendo por el tobogán. 50 Figura 12. Para una pelota que cae por un tobogán, las condiciones iniciales, o sea, la forma en que la dejemos caer desde arriba, no influye mucho en su caída. La pelota siempre rueda por el tobogán. Pero para una pelota descendiendo sobre un tubo, las condiciones iniciales influirán mucho en su comportamiento de caída. Lograr que la pelota ruede sobre el tubo hasta abajo es sumamente difícil y requiere de condiciones iniciales muy precisas. Sin importar demasiado cómo son las condiciones iniciales del Universo, siempre deberíamos obtener algo semejante. Pero en el modelo de Friedmann esto no es así. Por ejemplo, sabemos más o menos cuál es la densidad total de Universo, es práctica- mente la densidad crítica del Universo, la cual aclararemos más adelante. Para identificar los contenidos de materia en el Univer- so, los cosmólogos acostumbran usar más que la densidad de alguna especie de materia, el cociente de esta densidad dividido entre la densidad crítica. Así, este cociente es prácticamente 1 para el Universo en total. Sin embargo, si queremos lograr que nuestro modelo tenga esta densidad actualmente, debemos ini- ciar con un cociente de densidad que es 1.000…001, un uno, un punto, 60 ceros y al final un uno de nuevo. O, 0.999…9, un cero, punto y 60 nueves. Algo extremo. Si no lo hacemos así, si por ejemplo en vez de poner 60 ceros sólo ponemos 10 o 20, el Universo resultante iniciará, se expandirá un poquito y se reco- lapsará. En este Universo no daría tiempo de que se formaran galaxias, que a su vez formaran estrellas y luego planetas que originen vida y gente que se pregunte cómo se originó el Uni- verso. O al contrario, si en vez de 60 nueves, sólo ponemos 10 o 20, el Universo se expandirá tan violentamente que no permitirá la formación de galaxias, ni de nada. Es decir, para obtener un Universo que forme galaxias, estrellas, planetas, vida y después conciencia debemos poner unas condiciones iniciales en una si- tuación extrema. Claro que habrá quien argumente, pues así es el Universo, y si no tuviera esas condiciones iniciales extremas, no daría lugar al Universo que conocemos ni a seres que se pre- gunten por qué es así el Universo. Sin embargo, se espera una respuesta más elocuente y que permita la formación de universos con estas características. Como una pelota que cae por el tobo- gán. Hay varios otros problemas del modelo de Friedmann, pero no son de trascendencia para nuestro objetivo, así que es sufi- ciente con los aquí expuestos. A principios de los ochenta, Alan Guth propuso una solución a algunos de estos problemas. Ésta consistió en que el Universo tuvo una era donde se expandió a gran velocidad, de una ma- nera extrema. A esta era se le llama era inflacionaria. Si hubo 52 una era así, entonces la región donde nos encontramos pudo haber estado en contacto causal muy al origen del Universo y después, debido a la era inflacionaria, la región creció enorme- mente hasta ser más grande que la región que ahora observamos (véase las figuras 13 y 14). Veamos por qué. Imaginemos una región pequeña, en donde las partículas separadas una distancia entre sí entran después de un corto tiempo en contacto causal. Según el modelo de Friedmann, esta región es tan pequeña que no alcanzará nunca el tamaño de la región causal que ahora ve- mos, o sea la región total que alcanzamos ver con nuestros telescopios. Sin embargo, si algo provocara que esta pequeña región, después de entrar en contacto causal con sí misma, cre- ciera enormemente hasta alcanzar un tamaño que después, en su expansión normal al estilo del modelo de Friedmann, alcanza el tamaño de Universo causal que ahora vemos, se resolvería el problema del horizonte. Alan Guth propone que una era inflacionaria agigantó todas las regiones que ya estaban en contacto causal entre sí, hasta que lograron un tamaño que en una expansión normal, tipo modelo de Friedmann, les diera sus tamaños actuales. Esta solución tenía algunas pequeñas fallas que se han ido perfeccionando con el tiempo. Pero la idea ha perdurado, no sólo porque resuelve el problema del horizonte, sino porque también resuelve el pro- blema de las condiciones iniciales, y algo más: la expansión acele- rada da como resultado la creación de fluctuaciones primordia- les, que después serán de suma importancia para la formación de estructura en el Universo. Expliquemos esto. Las observaciones que muestran que el Universo es homogé- neo e isotrópico, permiten tres posibilidades. Los matemáticos han demostrado que los espacios geométricos que cumplen es- tas dos condiciones son la esfera, el plano y algo como una silla de montar. Si el Universo fuera como una esfera, se expandiría du- rante un tiempo y luego se recolapsaría. A este Universo se le llama Universo cerrado. Si el Universo fuera como una silla de montar, se expandiría por siempre, no tendría nunca la opor- tunidad de recolapsarse. El caso intermedio es el Universo plano, en el que el Universo se encuentra exactamente entre estas dos 53 Figura 13. Si sólo siguiéramos el modelo de Friedmann, la región que ha estado en contacto causal estaría contenida en la región que apreciamos ahora. Si así fuera, no podríamos explicar cómo las condiciones físicas de la región X son idéntica a las de la región Y. Figura 14. Si existiera un periodo de expansión muy acelerada, es decir, de inflación, la región en contacto causal podría ser más grande que la región del Universo que ahora observamos. Esto resolvería el problema del horizonte. Figura 15. Si el Universo se inflara, su superficie aparecería plana debido a que la curvatura se “borra” por la inflación. posibilidades. En los últimos años se ha podido comprobar, me- diante observaciones muy precisas de la densidad del Universo, que éste es prácticamente plano. Un periodo inflacionario pro- vocaría que el Universo se volviera prácticamente plano. Es como si se inflara un globo, si está poco inflado, notarán que es como una pelota, que está curvado. Pero si el globo está de- masiado inflado, como la Tierra, pensaríamos como los hom- bres antiguos: que la Tierra es plana. Al inflarse el Universo, los vestigios de su curvatura se “borran” y el Universo, al final de cuentas, aparece plano, lo cual explica por qué su cociente de densidad es 1, sin necesidad de imponer condiciones iniciales extremas, tal como lo vemos hoy. Es así como se resuelve el problema de las condiciones iniciales para la densidad del Universo, usando el modelo inflacionario. Además de lo anterior, el modelo inflacionario nos ofrece algo más, proveniente de la mecánica cuántica. La mecánica cuánti- ca se basa en el principio de incertidumbre. Este principio dice que no es posible medir al mismo tiempo con toda la exactitud que se quiera dos cantidades conjugadas, como la posición y el momento, o la energía y el tiempo. Siempre habrá una incerti- dumbre en la medición. De tal forma que si en algún momento intentamos medir la posición de una partícula, podríamos hacer- lo a costa de perder exactitud
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