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Adolescencias_trayectorias_turbulentas_Maria_Rother_Hornstein

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~111~ 
81bliokea de PSICOLOGIA PROFU;\DA 
218. J. E. Miltnaniene, Extro· 
11a8 parejas 
219. P. Verhacgbe, ¿Exisl• la 
muj.r? 
220. R. Rodulfo, Dibujo. fue· 
ro thl papel 
221. G. Lancclle (comp .. ). El 
aelf en lo teoría y •n la 
prdctica 
222. M. Casas De Pereda, Err 
el camino de la simbo· 
liwcwn 
223. P Guyomard, El deseo dr 
ltu:tJ 
224 B. Burgoyne y M. Sulli· 
van (comps.). lAs duilo· 
g<NI .oo,.. Kleu..I.acon 
225. L. Homstein, Narei.sumo 
226. M. Burin e l. Meler, Va· 
rones 
227 F. Dollo, Lo femen1110 
229. J. Moizeszowicz y M. 
Moizcswwicz, Psicofor· 
macologia y territorio 
freudiano 
230. E. Braier (comp.), Geme· 
1,,. 
231. l. Bcrenstein (comp.), 
CUnica familiar p•i· 
coanolít1co 
232. l. Vegb, El prójimo: tn· 
laces y deswlaces del 
goce 
233. J .. o. Nasio, Los mds fa 
"'"'°' casos de psicosi w 
234. L. Berenstcin, El sujeto 
y el otro: de la ausencia 
o la presencia 
236. N. Chodorow, El podude 
los sentimientos 
236. P. Verhaegbc, El amor en 
los tiempos de la 11<1/edad 
237. N. Bleicbmar y C. Lci-
berman de Blcichmar, 
los pt!TSfX'CtlL'CU dr/ pai• 
coanálisis 
238. D. Waisbrot, La altella· 
ci6n del analista 
239. C. G. Jung. Conflictos di!l 
alma infantil 
240. M. Scbneidcr, Oe11colagfo 
de lo masculino 
24 l. L. Peskin, Lo1 onge11e1 
thl sajelo y su lugar e11 
la clínica psu:oanolfl1co 
242. B. Winograd, /kpresi611: 
¿enfermedad o cmur 
243. M. Safouan. Laconio110 
244. L. Horostein, lntersa;bje-
tividad y clínica 
245. D. Waisbrot y otros 
(comps.), C!ínr~a psico· 
onolítú:.c1 onu la1 roJtía· 
t rofes socioka 
246. L. Hornstein (comp.), 
Proyecta teroP'utico 
247. A. D. Levin de Said, El-· 
tén del ser 
248. l. Bercnstein, Devenir 
otro con otro(s) 
249. M. Rodulfo, Lo cllmca tlel 
niño y su interior 
253. M. C. Rothcr Homslein 
(comp.), Adolesuncia8: 
troyectori.tu wrbulentoa 
María Cristina Rother Hornstein 
(compiladora) 
Eisa S. Cartolano • Uugo Lerner 
Norma Najt • Liliana Palazzini 
Marisa Punta Rodulfo • Ricardo R.odulfo 
Susana Sternbach • Alcim Trilnik de Mcrea 
Virginia Ungar 
ADOLESCENCIAS 
Trayectorias turbulentas 
~~ 
Paidós 
Bueno> Aire> • Barctl<>na • M~'ico 
11 
1'50.l~ 1~S 
coo 
,,.,,_e__ I 
~o.a ·~~ 
comp1.c1<> "°' M.wt• e~ Rol'* ttomstein.· 
t • ect· eueoos M• : Plí06s. 2006. 
272 p ; 22U4 an.· (Pslcolcefl prof\.nja) 
ISBN ~12-1~34 
i.~.2 aor L~t 
:Rou. oe HoMll(etn. Matfa e~. como. 
0 lOQG do 1411H lu .,j~ 
bhlotlltl l•a1dóe 6Alc·t 
Uvt't 11 ta 611-J, lhw11~ AtM 
• 111111 lh11r1,111f• \·1l\turit1lp11do4l.Com,ar 
www p.11dourvrnl In• rom.ar 
4ua'll'1 hKbo l'I d•·ro 1\0 que p~1t"nl la ~Y 11.723 
lmpnt110 t n Is Ar~nlina · Pt¡ntcd ln Argentina 
lmpl'MO en Primt"ra Clue. 
Cal1f.>mia 1231, B""·noe Airtll. en ftbttro • 2000. 
Tirada, UOO ~cmpW. 
ISBN 950-12-<25.'1·6 
íNDICE 
Los autores .............................................................. 9 
Prólogo, por Marta Cristina Rother Homstein .... 15 
Parte I 
AooL.E.'lCENl'ES Y TRAMA SOCIO-lllSTORICA 
l. Adolescencia, trauma, identidad, 
por Hugo Lemer .......................... .................... 27 
2. Adolescencias, tiempo y cuerpo en la cultura 
actual, por Susafla Stembach ......................... 51 
3. La tarea clínica con adolescentes hoy, 
por Virginia U11gar........................................... 81 
Parte U 
LA 1VRBULENCIA: TRÁNSITO llACIA LA COMPLEJIDAD 
4. Vida, no vida, muerte: dejando la ninez. 
Preludio y fuga a tres voces, 
por Ricardo Rodulfo ...... ....................... ............ 99 
5. Entre desencantos, apremios e ilusiones: 
barajar y dar de nuevo, 
por Marta Cristina Rother Homsteiri............. 117 
7 
6. Movilidad, encierros, errancias: avatares 
del devenir adolescente, 
por Lili.ana Palazzini ...................................... . 
7. La terminación de la adolescencia, 
por Alciro Trilnik de Merea ........................... . 
S. Adolescencia y subjetividad: tiempo de tomar 
la palabra, por Eisa S. Cartolano ................. . 
Parte IIT 
TuRBUl..tNCIAS DESOROANIZANTt-:S 
9. Dietantes y anoréxicas: una delimitación 
necesaria, por Marisa Punta Rod.ulfo ............ . 
10. Novelas adolescentes, por Norma Na1t ......... . 
11 Identidades borrosas, 
por María Cristina Rot~er Ho~tefn ............ . 
12. "Una foto color sepia ... : organización 
y dcRorganización en la tramitación 
adoll·~ccnte, por Lilian.a Palazzini ................ . 
8 
137 
161 
175 
197 
211 
231 
249 
LOS AUTORES 
E1.."" S. CARTOLANO. Licenciada en psicología (Univer-
sidad de Buenos Aires -UBA-). Psicoanalista. Ex resi-
dente en Psicología Infantil, dependiente de la Facultad 
de Medicina (UBA), con asiento en el Hospital de Ni-
ños. Miembro titular e integrante de Ja comisión direc-
tiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina CAPA). 
Socia plenaria de la Asociación Escuela Argentina de 
Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Docente uni-
versitaria de posgrado en la Facultad de Psicología 
CUBA> y profesora titular de la cátedra "Escritos Socia-
les de Freud" (convenio para la Maestría AEAPG-Uni-
versidad Nacional de La Matanza). Autora de numerosos 
artículos publicados en revistas de psicoanálisis y pre-
sentados en instituciones cientfficas, de la Argentina y 
el exterior. Premio al mejor trabajo de promoción Celes 
Cárcamo, APA, Buenos Aires, 2002. Coautora del libro 
Proyecto terapéutico: ck Piera Aulagnier al psicoanáli-
sis actual CPaidós, 2004). 
e-mail: elsaousanecart0no.@yohoo.com.nr 
Huco LERNER. Médico psiquiatra y psicoanalista. 
Miembro titular y analista didacta de la Asociación 
Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Miembro ple-
no de la Sociedad Psicoanalitica del Sur CSPS). Vicepre-
9 
sidente de la Fundación para la Investigación de la 
Depresión (FUNDEP). Ha sido profesor de las faculta-
des de psicología de la UBA y El Salvador, y docente 
libre y director del curl!O de p0sgrado del Departamento 
de Salud Mental de Ja Facultad de Medicina de la UBA: 
"Teoría y clínica del narcisismo". Actualmente es profe-
sor de APdeBA y de la SPS. Ha sido panelista Y 
disl'rtnnte en diferentes congresos nacionales e inter· 
nacionales. Autor de diversos trabajos publicados en 
revistas y presentados en congresos, algunos de ellos 
seleccionados para congresos internacionales de I~ Aso-
ciación Psicoanalítica Internacional. Autor Y compilad~r 
del libro: Psicoanálisis: cambios y permarunc1as (Li-
bros del Zorzal, 2003). 
e-mail: hl•mei@lnlramed.net.ar 
NORMA NAJT. Psicoanalista. Profesora titular de la 
Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en las cáte-
dras: "Psicología Evolutiva r y "P~icolo~a ~linica de 
Niños y Adolescentes". Directora de U\Vest1gac16n Y pro-
fc••oro de ¡>O~grado en la Carrera de Especialización en 
<'hn11·n T'hmlllnalillc:\ con Ni1\o~ y Adolescentes CUNLP), 
de Ir• c'unl es clin~·t11111 y reti¡~in"1ble di' su diseño Y est:á 
""""''')''''"'"In 11 11M il1•·lon1l huJO 111 clirl•cción de Sophie 
I• Mijoll 1 r.¡,,11,,1, •••\•r11 1•1 t1•11JU ''La potentialité 
¡ d 1nt11¡11n", 111 In f.'cv•lt• Jlortoralr de• Recherches en 
l'1y,h¡1111IV80, 1]111v1•1 1lc· l'un 7, Dl'nt~ D1derot <Fi:an· 
1111) 1 '01111l•1111 cl11l l r hro l'my1•clo terapéutico: dr Piera 
Aula¡;111rr u/ ¡1t1<' o<r1wlrsis actual ( Paidós, 2004 ). 
I! rntul. 11hnftJlC\.111i.unlp_rdu.ar 
Lll.IASA PALAZZtNI. Psicóloga, egresada de la Uni-
vrri;idad Nacional de Rosario. Psicoanalista. J\liem· 
bro Asociado de la SPS. Realizó estudios en diversas 
instituciones psicoanalíticas de Buenos Aires. Inte· 
grante del Servicio de Orientación Vocacion_al-Ocu-
pacional de la Universidad Nacional de Rosario, como 
responsable del Área de Orientación Vocacional 
10 
(1984-1992). Ha sido miembro del Ateneo de Estu-
dios Psicoanalíticos de esta ciudad, donde fue profe-
sora por concurso de "Método Psicoanalítico II y III" 
e integró el equipo de Docencia y Científica. Partici-
pa en actividades de formación que se realizan en el 
Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe -
segunda circunscripción-. Integró la Secretaríade Do· 
cencia y Cienllfica (1996-2001) como coordinadora del 
Departamento de Investigación (1998-2000), coordi· 
nadora de seminarios de formación y miembro de la 
Comisión de ll:specialidades (2000-2001). Tuvo a su 
cargo seminarios y grupos de estudio en distintas ins-
tituciones. Participó como panelista en jornadas y con· 
grosos. Actualmente organiza actividades científicas 
en Rosario como miembro de la SPS, adumás de co-
ordinar seminarios de p0sgrado. 
e·mn1I: lilianapalauini@l:nblenet.net.11r 
MARJSA PuNTA Roouu'o. Psicoanalista y doctora en 
Psicología p0r In Univel'l!idad del Salvador. Profesora de 
la UBA en el grado y en el posgrado, así t'Omo en distin-
tas universidades de nuestro pal!! y del ext.crior. Direc-
tora general y asistencial del proyecto de extensión 
vAsesoramiento y asistencia psicológica en niños/as con 
dificultades especiales", l"acultad de Psicología, UBA. Sus 
desarrollos sobre el dibujo del niño, núcleo de su tesis de 
doctorado, constituyen yo hoy una referencm. Autora de 
La clfoica del niño y su interior. Un estudio en detalle 
(Paidós, 2005) y El niño del dihujo (Paidós, 1992); compi· 
!adoro y coautora de La problemática del síntoma 
(Paidós, 1997); coautora de Trastornos narcisistas no 
psicóticos (Paidós, 1995); Cllnica psicoanalfrica con 11i-
ños y adole~entes (Ed. Lugar, 1989) y Pagar de más 
(Nueva Visión, 1986). 
myrrodulfo@arnet.com.nr 
RICARDO RooULFO. Psicoanalista. Doctor en Psicología 
por la Unjversidad del Salvador. Profesor titular de las 
11 
cátedras: "Clínica de Niños y Adolescentes" y 
"Psicopatología Infanta-juvenil". Director del Programa 
de Posgrado en Clínica Psicoanalítica con Niños y Ado-
lescentes, Facultad de Psicología, UBA. 
Presidente y director docente de la Fundación Estu-
dios Clínicos en Psicoanálisis. E~ autor, entre otros, de: 
El núw y el ~iRnificante (Paidós, 1989); Estudios clini· 
cos (Paidós, 1992); Dtb~os fuero del papel (Paidós, 1999); 
El psiccxmalisis de 11ueuo. Elementos para la decons· 
trucc1ón del P'icoanálisis tradicional (Eudeba, 2004). 
e-mnil: myrrodulfo@nrne~.com.or 
MARIA CRISTINA RO'rnER HORNSTEIN. Médica psicoana-
lista (UBA). Revalidó su título do médica en 1977 en la 
Univer.iidad Central de Venezuela. Miembro fundador 
de la SPS y coordinadora del área de formación. Miem-
bro titular de la APA. Directora de la página web 
www.pieraa11lagnier.com. Fue profesora de "Teoría y 
Clínica Psicoanalítica" en el Centro de Estudios en Psi-
coanálisis (Caracas); en Ja Asociación Psicoanalitica Ar-
gentina; en el posgrado "Chnica psicoanalítica con niños 
y adolei<centes" de la Facultad de Psicología de la UBA 
y del Colegio de Psicólogos y de la Facultad de Psicología 
di> 111 llniver.-idnd de La Pinta. Docente libre y directora 
1lcl 1·u1 811 il• ) 11o•¡¡rod11 del l)<•partantento de Salud Men-
lnl 110 Jn F11r11ltacl 1IP Mr1linnn dr la UBA •Qrganizacio-
111 f,.,,,¡,.,¡7~'" 1111 11111'v11 p11r111li¡¡mn rltnico". Publicó 
vnrlOli nrUculo • n lu~ r1·• •ita' di' p.~iroanálisis y es 
co1111( .. 111 ilo v1111119 ltlin1~: ,\A.VV.: Cuerpo, historia, irl· 
l• 'I''' t111·ul11 d '.11<111• IO!) 11; /,a problemática <kl s(ntoma 
( P 111!0~, 1 !1~17); J'¡¡1connáfi.,is: cambios y permanencias 
ti .ibrus 1h•I Zorzul, :l003l; Proyecto terapéutico: de Piera 
J\uloglll('r al psicoanalisis actual (Paidós, 2004). 
c-mnol; mcrothei@am~.com.at 
SUSANA Sn:RNBACll. Licenciada en Psicología <UBAl y 
en Sociología (UBA). Miembro pleno de la SPS. Miem-
bro titular y ex presidenta de la Asociación Argentina 
12 
de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPGJ. Docen-
te titular de "Psicoanálisis y Macrocont.exto" del Insti-
tuto de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares 
de la AAPPG. Docente titular de seminarios sobre la 
obra. de Piera Aulagnicr en esa institución. Ha publica-
do diversos artículos en revistas nacionales y extranje-
ras. Es coautora de los siguientes libros: E11tre dos siglos: 
una kctura psic?<'nalítica de la posmoder111dad (Lugar, 
1994); La parl!Ja y sus arwdamientos (Lugar, 2001); 
Entre hermaMs: sentidos y efectos del u(nc11lo fraterno 
t Lugar, 2003); Psicoanálisis: cambios y permanericias 
lDol Zorzal, 2003); Proyecto terapéutico: de Piera 
Aulagnier al psicoanálisis actual (Paidós, 2004 ). 
e·mail: 1u1anas1<:rnbach@fibertcl.com.ar 
Al.clRA T1ULN.1K DE M1mEA. Licenciada en Psicología 
<UBAJ. Ha realizado la especialización en n_iños y ndo-
Jei;centes en la Escuela Clínica de Niños. Miembro 
fundador de la SPS. Ex profesora de la AEAPG. Ha 
parl.icipado e.n diversas jornadas y congresos. Ha 
escrit~ Y publ.1cado trabajos relativos a las siguientes 
temáticas; psicoprofilaxis quirurgica, vínculo tempra-
no, ~erap1as vmculares y familiares, desarrollos a 
partir de la teoría de D. Winnicott y la problemática 
de la adolescencia. 
e-mail: aJc:iramere•@movi.com.ar 
. V1RGINJA U~GAR. Médica psicoanalista <UBAJ. Espe-
cialista en ruñez y adolescencia. Miembro titular con 
función didáctica de la APdoBA. Profesora titular del 
Instituto de la APdeBA en las materias ~Teoría 
klei~ian~·· "Psicoanálisi~ de niños y adolescentes" y en 
Semmarios de Observación de bebés. Dicta clases en el 
Curso para Concurrentes del Hospital de Niños Ricar-
do Gutiérroz. Dicta seminarios en Porto Alegre (Bra-
sil), desde el afio 2002, para miembros de la Sociedad 
Psicoanalítica de Porto Alegre y para el Núcleo de Infan-
cia y Adolescencia de la Sociedad Brasilefia de Psicoaná-
13 
lisis de Porto Alegre. Ha dictado seminarios en el 
Psychoanalytíc lnstilute of Northern California. Tiene 
trabaJOS presentados en numeros~s congresos 
psicoanáliticos mtemacionales, latinorunencanos y nacio-
nales. Autora de artículos publicados en las renstas de 
psicoanálisia de la APA, APdeBA, Re.vista de la ~ocie­
dad Ps1(oanalftiro de Porto AJ.egre, Revista dt la Sof'iedad 
Ps1coa11alflica Chilena, Revista Brasileira <k Psicotera-
pia y en el Jnternational Journal de Psychoa~alysis. E_s 
la aclual Co Chair Latinoamericana del Comité de Psi-
coanálisis de Niños y Adolescentes <COCAP) de la Aso-
ciación Psicoanalítica Internacional. 
e·mail virgunga~rtel.com.ar 
14 
PRÓLOGO 
Quienes compartimos este libro hemos sido pub<-res, 
adolescentes, jóvenes, y hoy somos ya de olra11 genera-
ciones. Vivimos, padecimos, no entendimoti, nos senti-
mos incomprendido:;, incapaces de sostenerno11 sin el 
apoyo de nuei;tros mayores y sentimos la n<'CCsidad 
imperiosa de salir de ese atoUadero, soltar amarras y 
aventurarnos con herramientas propias, ésas que ad-
quirimos y que cada uno construyó y reprocesó. Tal 
vez porque pudimos no olvidar esos tiempos y lampoco 
idealizarlos, como profesionales quisimos caminar jun-
to a las nuevas generaciones. Hicimos el esfuerzo de 
entender, no sólo sus sufrimientos, sino oso mundo 
diferente que desde el imaginario social inventa códi-
gos, propone nuevos ideales, facilita o deniega proyec-
tos, estimula o apaga ilusiones. Pero, sin duda alguna, 
disfrutamos de aprender de esos jóvenes que transita-
ron por nuestros consultorios y que nos ayudaron y 
enriquecieron A veces no los entendimos, pero inten-
tamos compartir sus búsquedas con nuestros recursos 
teóricos y tccnicos, y con el placer de pensar, de crear, 
de fantasear. Buscamos otros modelos para ampliar el 
legado freudiano y comprender ese escenario multi-
facético que es In mente, el espacio psíquico, "esa otra 
escenan y esa otra realidad que nos pertenece. que 
15 
hace lo suyo, que desconocemos pero que int.entnmos 
aprehender. Ellos, con su confianza Y el des~ de en-
tender sus conflictos, sus temores, sus angusuas, sus 
dudas sus padeccres, sus utopías, s~s proyectos, sus 
ilusio¿es, sus culpas, lo hicieron posible. . . 
Entre todos los autores de este libro que, insisto, 
compartimos el placer de interrogar las teorías y una 
línica siempre cambiante, iremos planteando Y desa-
~rollnndo algunas particularidades del proceso ?doles-
c te Pensar la adolescencia es indagar los códigos en 
:: ~e instituye Y que son propios de cadaópoca_. de 
¿ada generación, de cada subcultura, entramados siem-
pre en la historia singular. . 
El psicoanálisis dio cuenta de que el pasl\)e de la 
naturaleza a la cultura deviene en parte de la renun-
cia pulsional; renuncia que nmi:ca es total. El repre-
sentante pulsional sigue produciendo efectos desde el 
. consciente. Como sigue actuando desde el fondo de 
:na negra noche, demanda satisfacción, genera con-
flictos Y en el mejor de los casos, hace que el deseo sea 
productivo si encuentra vías que transfor~en la. rea-
lidad. Do ahí que a veces ese retorno puls1onal. i~do­
mablc puede volverse creatividad. ~ero la creat1v1dad 
del ser humano, privilegio de los niños san~s y d? los 
adolescentes, lamentablemente se va perdiendo. La 
1 ··dad de los contenidos inconscientes, de lo comp CJl . · d "d 
v1vencindo, de los modelos identificatono.s c~eru os 
yo, idenl del yo, superyó, condicionan la d1vers1dad de 
intentos de solución. Dado que aquello. que el ser 
humano ha experimentado d~ant~ su vida, y espe-
cialmente durante su infancia, deJa sus marcas, la 
infinidad de combinaciones posibles de deiieos que pug-
l "Rllparo usted en el turbador contraste entre la .radiante 
. j¡ encia de un niño sano Y la endeblez de pcnoamiento .del 
inlo g d' • F d S (1927)· El por~nir de una rlu016n. ndult.o promo ro. reu • . . 8 1985 
Obro• compfotaw, Buenoe Aires, Amorrortu F.dlt.orea (AE). 197 • ' 
vol. XXI. 
16 
nao por su realización le plantean a los sujetos y a Ja 
cultura propuestas siempre novedosas. 
Deli<le que hemos superado el error de creer que el 
olvido, habitual en nosotros, implica una destrucción 
de la huella mnémica, vale decir su aniquilamiento, 
nos inclinamos a suponer lo opuesto, a saber, quo en la 
vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una 
vez se formó, quo todo se conserva de algún modo y 
puedo ecr tttlfdo a la luz de nuevo en circunstancias 
apropi11d11s.• 
Desde esta perspectiva en que lo inconsciente se 
presenta como un inusitado reservorio de deseos que 
pugnan por encontrar formas de transformar la reali-
dad es que la pubertad y el proceso de la adole:;cencia 
cobra particular interés en las así llamadas "culturas 
calientcs•.s 
En la clínica trabajamos y pensamos en las vidas de 
los otros, a veces en las propias. En las djferentes eta-
pas tendemos a ver esas vidas como el resultado y el 
compendio de lo que ocurrió, de lo que cada sujeto logró 
o realizó, como si fuera tan sólo eso lo que conforma su 
existencia. Y olvidamos casi siempre que las vidas de 
las personas no son sólo eso: cada trayectoria se com-
pone también do p6rdidas y desperdicios, do omisiones 
y deseos incumplidos, de miserias y traiciones, de lo 
que una vez dejamos de lado o no elegimos o no alcan-
zamos, de las numerosas posibilidades que en su mayo-
ría no llegaron a realizarse -todas menos una, a la 
postre-, de nuestras vacilaciones y nuestras enso· 
naciones, de los proyectos frustrados y los anhelos fal-
sos o tibios, de los miedos que nos paralizaron, de lo 
2. Freud, S. ( 1930): El mal••lar en la culturo. Buenos Aires, AE, 
vol. XXl. 
3. Erdhcim, M. ( 1992}: La prodU«i6n social de inconsckncla, una 
introduccid11 al proct!MI ctnops1coamúúico. México, Siglo XXI. 2003. 
17 
que abandonamos o nos abandonó a nosotros. Las per-
sonas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que 
somos como en lo que no hemos sido, tanto en lo com-
probable y cuantificablo y recordable como en lo más 
incierto, indeciso y difuminado. Quizá estamos hechos 
en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser. 
También las concepciones sobre adolescencia han 
oscilado entre el subrayado de angustias y duelos con-
comitantes y una acentuada idealización como tiempo 
pleno de vida, probable consecuencia de la confusión 
entre adolecer y odolescer. Pero crecer y padecer no 
son lo mismo; aunque el movimiento adolescente acn· 
rrea trast.omo y angustia. más lo oaisiona la ausencia 
de su dei<plicgue.• 
La pregunta por la adolescencia en todo paciente os 
insoslayable. Si el proceso analítico es un trabajo do 
historización, los trabajos psíquicos que requiere el 
devenir adolescente no son intercambiables y nos inci-
tan a acompa1iar a los pacientes a recorrer algunas de 
sus experiencias, a renovar teorías, interpretaciones 
sobre Jo que les ocurrió o en lo que creyeron. En fin, 
ayudarlos a ri.-cncontrari;e una vez más, y seguramente 
siempre de una manera distinta, con los recuerdos y los 
fantasmas do esos tiempos. La ausencia de recuerdos, 
el exceso de represión o de escisión remiten con fre-
cuencia a fallas en la capacidad de representación. tstas 
se ponen de manifiesto como desórdenes, en particular 
excesos, desbordes pulsionales, que se expresan la 
mayoría de las veces por medio de conductas 
sintomáticas, "actos-síntomas~ que no son fáciles de 
modificar sobre todo cuando (como veremos más ade· 
lanle) estamos frente a fallas objetales, pulsionales e 
4. Palauini. L.: "Movilidnd, encierro. y errancias: evntares del 
devenir adolescente", capitulo 6 de .. te libro. 
18 
1dentificatorias que dejan profundas heridas primarias 
• n la organización psíquica 
Pero, sin llegar a extremos, Rodulfo reflexiona sobre 
t•l deseo de ser grande: 
( .. . ( grande, de grandeza de greal1U?ss más que de 
bi1111eg$, de desmeoura, de exceso, d<> fnfulas de liber-
tad mcondic1onncla, de colmo de potencia, que palpita 
e~ lo rica fontnsmático del deseo ele ser grande. El 
mr)o oc promete todo con (11. Y creo que, al respecto, ea 
la adolescencia ocurre algo del orden del traumatismo. 
( .. 1 hay una cosa terrible para el adolescente, que es 
de.scubrir que los adultos no son gruntlcs, que un tt!r· 
mmo no es sinónimo del otro, que donde él creía que 
habu1 un grande apenru1 ai hay un odult.o o lo que él 
llamo un viejo. Es una dl'<:epción hondo, angustinnte, 
muy difícil de perdonar, y tiene mucho que ver con la 
forocidttd de lu dc~calificnción que los padres a m<>nudo 
sienten, no sin razón, tan injusta, que el adolei<eente 
hace respecto de todo lo de ellos. P<>ro tarda muchos 
llilos esa herido en cerrar. Pues lo an¡¡usliantc amena-
z~ por otro llaneo, ya que el adolescente entonces per-
c1 be que lo que le espera no es la grandeza sino la 
adultez y eso es insoportable. Creo que esto explica 
bastante bien una suerte de fobia rnd1cal o de radica-
lización de la fobia, fácil de encontrar en esos edades 
Y que domina por largos ¡>~nodos: n•chuzo dc- lodo 
proyret.o futuro, de toda anticipación 
Furiosos, se ensai\an con esos adultos que fueron sin 
duda necesarios objetos de idealización que contribuye-
ron a modelar su yo, su superyó y de los cuales no les 
queda otra que desligarse, aunque desasirse ~de la au-
toridad parental sea una de las operaciones más nece-
•,urias, pero también más dolorosas del desarrollo".ª 
6. Rodulfo, R. (2004): El psicoandlisi• de nuevo. Elementos para 
ltr droonslm<C'UJll del psiC(xmálisis tradtcwnal, Bul'll08 Aires, Eudeba. 
6. Freud, S. (1908): ºLa novela familiar del neurótico", AE, vol IX. 
19 
Idealistas, transgresores, irreverentes, e>1limulantes; 
para consolidar la identidad confrontan con las genera-
ciones que van dejando atrás y contribuyen a reformu-
lar sus códigos. 
Inmaduros, irresponsables, cambinntes, juguetones, 
reivindicndores, en última instancia practicantes in· 
cansables de todo aquello que Jos ubique en un proceso 
idenlificatorio, aunque inuchas veces estén al borde 
del colapso, la muyoria logrará sortear este tránsito 
sin cuer en el intento.' 
Freud reconoció que en la bitcmporalidad del desa· 
rrollo S<'xual radica la ~condición de posibilidad" para 
producir y conservar nuevas formas de cultura sin 
necesidad de que haya una transformación del bagaje 
genético. Este entendimiento posibilita ver bajo una 
nueva luz la significación de la infancia temprana y de 
la adolescencia para el desarrollo de la cultura. 
Si el desarrollo sexual llegara a su término con la 
fase edípica significaría que solamente la experienciade los primeros años sería decisiva para la vida en 
sociedad. La historia ocurriría, entonces, siempre de 
una manera cíclica; cada generación reproducirla de 
nuevo laR experiencias de los padres. La irrupción 
pub1•rnl flexibiliza las estructuras psíquicas provia-
m1•nh' l0 on1<olidadas en el seno de la familia, y genera 
con t•llo los prl'supuestos para una reestructuración 
de la 5ubjctividad, no restringida exclusivamente a 
los mnndntos parentales. La pubertad da al ser hu-
mano otra oportunidad para revisar las soluciones 
que halló durante la infancia. Lo vivenciado en ese 
tiempo deja sus marcas pero no condena, y la diná-
mica de la adolescencia proporciona un aporte funda· 
7. WMo U!rner, H.: "Adolescencia, trauma, idcntidnd", capitulo 1 
d~ osto libro. 
20 
uwntal ª la posibilidad de e · 
t•1ón del psiquismo. Quizá u ambios Y auto-organiza-
ccso con une transformac~ eda compar~rse este pro-
crn sólido. (También pued n ~ue da fluidez a lo que 
rnsgos regresivos en o servarse en los púberes 
11
1
• fuerzas que ~s~=~~~fi=~:sdestacar la liberación 
rnn~ecuente reorgan· ºó g a estructuras, y la 
l fj 
. 1zac1 n en forma de n ºd 
1 1cac1ones y de la poses. 6 d u_evas 1 en-1 n e nuevos obJetos.J 
Por consiguiente nuestra d 
rarso en el modelo d dcon ucta debería ins1>i-
no proeura contraria':. un pe agogo co~nprcnsivo que 
sino propic1llJ"ln Y amo~·ºª nelofo~mac1ón inminente, 
llido.• iguar .a violencia de su esta-
Si se considera a los roe 
fundamento del de~arrollp d elsoculs de aprendizaje como · oea turapod. 
lar que estos procesos ind . • • emos acep-
1lcterminarán "import t ucidos en la adolc~cencia an es aportes d 1 • dº ºd 
Ptapa. Los modelos identificatori e m iv1 uo en esta 
rncuentros significativos d 1 . _os que prop1c111n los In cxogamia y en el es a~i os JO:Venes en. su salida a 
menores en importa . p 0 soc13l ampliado no son 
objetos primarios queni~~:ro~~~ los ~ncuentros con los 
d~sde el comienzo de la ºd Jer°n imborrables marcas 
rión pcrmonente del vi 8 Y .ª cri~nl!:a. La con11truc-
movilidad estructural spórloocesob1dentificalorio Y de la 
P 
. aca a con la muert 
ensar, investir sufrir• É e. 
sujeto tiene que as~mir ~ra esa es la tarea que todo 
que será su vida. Sólo ef amor i:p~nder la trayectoria 
de desear ser uno mismo e encuentro, el de~ 
be b
. Y querer a otro como ot 
sus so . r •as Y sus debilidades- · ro -:ron 
descubnr la grandeza de tales de lo~ ?e1ará partir y 
ellos y con las expcri . d seos, interactuar con 
· enc1as e la realidad. 
B. Frcud, S.(1927): "El porvenir de un · · · • 
9. Auln¡¡nier, P IL982J· •co d d a iluS1on ' AE, v.ol. XXI 
b 
' • n ena o a in t'r" · 
f!n u.sea de un seulido 'lé . s· 1 ves 1 • on Uu intlrpretc 
' l" XICO, 1g o XXI, 1994. 
21 
La vida se impone, las experiencias que los sujetos 
afrontan, tan impredecibles como el día que vamos a 
morir, ponen a prueba la capacidad de reorganización 
o de desestrucluración. Está en Ja posibilidad de cada 
uno poder, saber, querer {parafraseando a Freud) que 
allí donde lo traumático era, lo creativo debe advenir. 
Por todo esto, dedicamos el libro a esos adolescentes 
que, en la blisqueda de consolidar su identidad, se re-
belan, propician ideales y sufren para apropiarse de las 
herramientas que encuentran a su paso -cuando so 
enfrenton con experiencias significativas- y confrontan 
a los padres, a los educadores, a la sociedad. 
A los padres, que no sólo sufren la descalificación -no 
siempre justa de los hijos que crecen y bu~can diferen-
ciarse sino también sus propias inseguridades que no les 
permiten dejar de ser "los ídolos• e insisten en soswner 
una ilusoria omnipotencia que no hace más que desacre-
ditarlos ante la mirada perpleja de los hijos. 
A los educadores, que lidian con la irreverencia, las 
transgresiones. los padeceres, pero también con esa 
vitalidad estimulante que transmiten los adolescentes, 
y cuya tarea es posibilitarles el despliegue de la crea-
tividad y las inteligencias singulares paro amortiguar 
así ciertos aspectos de la violencia del estallido juvenil, 
contribuyendo a que los procesos de aprendizaje intro-
duzcan solidez en el desarrollo de la cultura. 
A los agentes de salud mental, siempre nlerlas a 
esoR riesgos que hacen de la adolescencia un tiempo 
vulnerable debido a esa mezcla de omnipotencia y 
desvalimiento. Alertas, insisto, para contenerlos y acom-
pañarlos con eficacia y empatía en el proceso de encon-
trar cada uno su camino 
Intentamos entre todos dejar abiertas cuestiones para 
seguir interrogando las problemáticas que hoy aquejan 
a padres, hijos, educadores, profesionaleij de la salud, 
que parecen habitar -a veces- mundos tan disimj)es 
que imposibilitan el diálogo y la comunicación. Pregun-
22 
l;irse una vez más· ·có á , __ 
1• • · . ·e, mo ser n""' nuevas subjetivida-« t s qu~ se instituyen bajo el sesgo de acelerad 
form~ciones de valores, de ideales de modas deas ódtr~­
c¡ue impacta . • • e 1gos 
n recursivamente en la cultura? 
MARIA CRJSl'INA ROTRRR HORNST!:IN 
Diciembre de 2005 
23 
PARTE l 
Adolescentes y trama socio-histórica 
l. ADOLESCENCIA, TRAUMA, TDENT1DAD1 
Hugo Lerner 
ALGUNAS GENERALIDADES' 
Si bien han cambiado las épocas, la modornidad ha 
dejado marcas. Algunas de ellas colocaban al adoles-
L'tmte ante la pre.'lión de lo que podríamos llamar su 
"normatización". Éste era uno de los modus, con la po-
laridad implícita de "normalización o transgresión" 
La noción de "normat1zaci6n" implica tener un pro-
yecto cerrado y acabado (estudios u objetivos laborales, 
casarse, formar una familia, etc.), y ese proyecto exige 
contar con un mundo dado de antemano que es la meta, 
el paraíso que se desea alcanzar. 
No obstante, en la actualidad esta polaridad no está 
tan marcada. Hoy nos encontramos frecuentemente con 
lo que podrlamos llamar el adolescente "navegador", 
dotado de una consistencia yoica o, como hubiese di-
cho Liberman (1983), de una "plasticidad yoica" que le 
permite navegar por el mundo y desplegar y expandir 
l. Una venión reaumida de este capllulo IO publicó en Act~oli· 
dad psk<M¡/tca, año XXIX, n' 323, Buenos Aíres, 2004. 
2. En este cnpltulo me referiré al adolescenle tipo de clase media 
urbana, ya que éstos "°n loe adolescentes con quiene. má$ dialogo 
y a quienes cl'tlO con<>C<lr mejor. La problemática de la ndolesconcia 
en IW! clasea socialmente sumergida& excede mi marco observacio-
nal. 
27 
diferentes potencialidades creativas. El contexto so· 
cial muchas veces le da espacio a este adolescente; no 
queda entrampado en el discurso del sistema, que 
senala las imposibilidades de deBarrollo si se aleja del 
ideal del adolescente de la modernidad, y aprende a 
surcar diferentes caminos. Cuando hablo de "navegar" 
me refiero a que la sola presencia en el mundo justi· 
fica la existencia: no importa el puerto al que se arri-
be, la cuestión es moverse, buscar. La existencia no se 
justifica en función de un futuro, sino en función de 
aquello que so está haciendo. "Caminante, no hay 
camino, se hace camino al andar", dccia Antonio Ma-
chado. 
Otro tipo de adole:;cente seria el yuppie (Young Urban 
Professional), expresión de la adaptación absoluta al 
ideal social de los ailos ochentn. Hay un tercer tipo al 
que podríamos llamar el "adolescente del descarte", el 
adolescente de la anomia. Estos adolescentes no pue-
den navegar ni construir, y sufren un colapso caótico 
en cualquier proyecto que inician. (Aquí estaríamos 
dentro de una problemática psicopatológica.) Aunque el 
contexto permita un uso mayor de la libertad, se per-
cibe en estos últimos la dificultad de W!arla. 
Como ya dije, la modernidad establecía metas: reci-
birse, casa.rse, construir una familia, etc. Y el que lle-
gaba, ganaba. Hoy muchos llegan, y lo que era una 
meta anhelada y valiosa ya no lo cs. Muchos sienten 
que ya no se pueden apartar, no pueden navegar. En el 
caso de nuestro pals el contexto social ha cambiado. La 
sociedad funciona como un elemento traumático, entanto no permite la navegación o la concreción de pla-
nes, y por ende un proyecto idenlificatorio. 
En este trabajo me propongo revisar y repensar pun-
tualmente algunos conceptos, sin pretender agotarlos, 
como las nociones de trauma (¿es la misma que en los 
comienzos de nue~tra disciplina?) y de identidad, en un 
mundo diferente al de los inicios del psicoanálisis. 
28 
HABLEMOS DEL TRAUMA 
... y c11a11to md~ i~tenso rl trauma, tanto máa 
segurarnenle exteriorizará su pPrjuicio aun b . 
conat~/aciones pu/sio11a/u normal;s. No h't/.; 
""'ll""ª duda de que la t/10/ogfa troumática 
o(rrce al anti/isis, t'On mucho, la oportunúiad 
ma• {tworob/e. S6lo en el caao con prrdomrmo 
troumát1co conseguirá •I anált01s aquello de 
que ~· mnl(16tralmente capaz: m.err:ed al {orla/e· 
c:rn1e1~to del yo, sustituir ln clcci$ión deficiente 
. ?"' mene d~ la edad lemprrma por un.a tramita 
c1011 com.v:·ta. S6lo en un coso <Js( se puede !rabi 
' de un ancili$is. trrmmado de/initivamen'/: 
<Fiun D, Anliluu tennmable e mlennu1abk, 1937 ) 
' Al ocuparse de la noción de trauma, Laplanche 
1 ontalis (1974) nos dicen lo sigujento: Y 
. De un modo más general, purde decirse que el con-
Junto de fenó~111mos clínicos en los que Freud ve actuar 
esta compulsión <de repetición) pone en ev·d . 
J · · · d • 1 enCJa que 
e pnncip10 e plnc<>r, para poder funcionar, ex:ige que 
se cumplan dc~ermrnadas condiciones, que son aboli-
das por la accrón del traumatismo, en Ja medida cn 
~u? éste n~ es una ijimple perturbnción de Ja economía 
ab1dmal, sano que viene a amena••r m's clicalm ¡ · · - " ra ente 
a mtegndad d~I sltjeto ( ... ). El yo, al desencadenar la 
l!Cñal d~ _angustio, mtenta evitar verse desbordado por 
la apanc;i?n de la angustia automática que caracteriza 
la srtuacion traumática, en la cual el yo se halla inde-
f~nso [ .... J. Es~a concepción lleva a est.ablecer una es 
c1e de sunetnn entre el peligro externo y el interno~) 
yo es ata.cado desde adentro, es decir, por las excita~io­
nes puls1onalee, como lo es desde afuera. 
Mi intención no es detenerme en las expli . 
6 · - caciones 
t~n micas smo poner el acento en aquello que está 
ml"b.sd.alllá" de "una simple perturbación de la economía 
1 ' ana • me interesa fl · • re eXIonar acerca de aquellos 
29 
"peligros externos• al yo que terminan arrasándolo, 
devastándolo. Eso que Laplanche y Pontalis consideran 
una amenaza radical a la integridad del sujeto. 
¿En qué medida lo social, lo contextual, puede ser 
traumático e interferir en la constitución yoica?¿Cómo 
interviene la realidad entro los vasallajes del yo? 
Consideremos, por ejemplo, lo que ha ocurrido en 
nuestro país desde diciembre del 2001 basta la actuali-
dad. Crisis sociales, devaluación, violencia, desocupación, 
sen.<;ación de desmembramiento social, imposibilidad de 
imaginarse un futuro, de annar un proyecto. La Argen-
tina se había convertido de repente en una gran arena 
movediza, no teníamos piso que nos sostuviese. 
Abruptamente dejamos de hablar del sujeto globali-
zado, para debatir sobre ol sujeto argentino, el de la 
crisis actual. ¿Este último es el mismo que aquel que 
estaba preocupado por la falta de sentido, aquejado por 
In •sinsenliditis" de In vida, ese sujeto vacío que podía-
mos homologar a cualquier otro que circulara, 
interactuando con los demás, en cualquier gran urbe 
del planeta? 
No, no es el mismo. O, en todo caso, lo es en su 
esencia pero no en su construcción actual, en la medido 
en que el sujeto no es sólo historia congelada, no sólo 
repite la historia, ni tampoco es un conjunto de identi-
ficaciones fijas, sino que es el producto de su interac-
ción con su contexto y, por eso mismo, su subjetividad 
es cambiante. Como decCa Castoriadis (1998), ya quedó 
muy atrás "la deliberada ignorancia de los psicoanalis-
tas actuales acerca de la dimensión social de la exist-On-
cia humana. [ ... ) El individuo con quien se encuentra el 
psicoanálisis es siempre un individuo socializado Oo 
mismo que quien lo practica). ( ... ] Yo, superyó e ideal 
del yo son impensables si no se los concibo como pro-
ductos del proceso de socialización. Los individuos so· 
cializados son fragmentos que caminan y hablan en 
uno sociedad dada". 
Partamos de la idea de que una persona o, si se pre-
30 
licre, un sajeto se encuentro en un ámbito de intercam-
h10 localizado en el espacio-tiempo, donde construye un 
mundo y a la vez es construido por ese mundo que cons-
1 ruye. Se puede reservar el nombre de "subjetividad" 
paro el espacio de libertad do esa creación (Najmanovich 
'1.000). Es una creación de otro y también de uno. ' 
La subjetividad no tendría otro contenido que ese 
pr?Ceso. La subjetividad es la posibilidad que tiene un 
IUJCto de crear al otro, al mundo y a sí mismo. La 
rnndición y el marco para la producción de subjetivida-
des están dados por el intercambio social, y también 
<'Atán dados estructuralmente. Para un sujeto es impo-
·ible no producir subjetividad. 
Si es así, frente a diferentes acontecimientos socia· 
h,~, Ju subjetividad o la producción de la mjsma serán 
diferentes y variarán de acuc>rdo con los vínculos que se 
t•Hlablezcnn o con los diferentes medios sociales en que 
1•e desarrolle un sujeto. 
A menudo pienso la constitución del sujeto en fun-
ción de un modelo que toma al narcisismo como eje 
c••ntral de su desarrollo, pero en el cual el narcisismo 
depende del objeto y del medio social para que dicho 
fil'Harrollo sea pos~ble. Aunque parezca paradójico, esto 
llevaría a concebir un narcisismo intersubjetiva. Mi 
intención es intentar encontrar diferentes respuestas 
para esta pregunta: ¿cómo se construye la $Ubjetividad 
en este contexto impredecible, si, como decía, el medio 
social es parte fundante de In misma? 
Durante la década de 1990, el argentino vivió el sue~o 
dt> "todo por dos pesos", metáfora que validaba la ilui;ión 
el" que todo ero posible dando muy poco a cambio. Perte-
nt'Ciamos ol Primer Mundo o teníamos la ilusión de pcr-
l(•nc.'CCr a él. Todo estaba a nuestro alcance. Como bien 
~c1lnló Beatriz Sarlo (1994), si nos sumergíamos en un 
n1ul Unmado shopping portcí'lo y nos olvidábamos del iclio-
mn que S-O hablaba a nuestro alrededor, resultaba dificil 
discriminar si estábamos en París, Hong Kong, Nueva 
York o Londres. Las mismas marcas, la misma música. 
31 
De ese "mundo feliz" global en el que teníamos todo 
a nuestro alcance pasamos repentinamente a nuestro 
mundito latinoamericano lleno de faltas y ausencias. 
La ilusión de que, si no todo, casi todo era posible se ha 
desvanecido. Las fantasías omnipotentes que expandían 
nuestro yo y nutrían nuestro narcisismo se interrum-
pieron. La consecuencia ha sido más depresión, más 
problemas para mantener el equilibrio narcisista (con 
el consecuente tambaleo de la autoestima), más dificul-
tades para discriminar las ~responsabilidades propias" 
de los "responsabilidades sociales". 
Winnicott sei\aló int.eligentemente, con su concepto del 
holdi11g, la importancia que tiene contar con. un conwxto 
estable y previsible para que alguien se ID!.egre Y se 
convierta en persono. Las personas que, en medio de 
este caos social, con esta ausencia de holdi11g social, han 
podido construirse y ser corren el riesgo de sufrir todos 
Jos trastornos derivados de las dilicultades para la inte-
gración y la personalización. El equilibrio narcisista se 
perturba, la estructura de un sel( cohesivo, vi.tal y dota-
do de un funcionamiento armónico, como diría Kohut 
(1971), se pierde. Por supuesto, el grado de alteración 
dependerá de In biografía constitutiva de cada uno, pero 
podemos estar seguros de que nadie quedará ~u:"e e 
invulnerable ante estas sacudidas a nuestro narcisismo 
y, por lo tanto, a las oscilaciones de nuestra autoestima, 
con las consecuentes manifestaciones de depresión o, a 
veces, de su contrapartida, la manía. Y no olvidemos las 
hipocondrías, las somatizaciones y los trastornos 
vinculares (de pareja, familiares, laborales, etc.). 
Si nos detenemosa pensar que el adolescente ha sido 
víctima de lo amputación de la utopía y la ilusión, no 
nos será dificil imaginarnos la alteración que ha sufri-
do la creación de ideales capaces de sostener un proyec· 
to probable, un proyecto que convierta al adolescente 
en un sujeto en el mundo. Como bien nos ensenó 
Winnicott Jo ilusión (dentro de un espacio lúdico crea-
tivo) nece~ita un contexto que fomente en el sajeto la 
32 
-----
1 n·oncin de que él está creando el mundo. Esa cxpe-
''' .ncia es imprescindible para gestar una realidad psi-
•1111ca y externa conliable, con Ja concomitante creencia 
mi esa "omnipotencia" necesaria para que el sujeto se 
•11·nlo creador del mundo que lo rodea, o por lo menos 
1111 participante activo en él. 
Freud nos señaló que el ideal colectivo deviene de la 
runvcrgencia de los ideales del yo individuales, a partir 
11·· lo cual se van generando diferentes grupos. ¿Esto es 
1~1~1ble hoy? Si no lo es, perderá sentido para los ado-
I• «centes agruparse y ser solidarios Si forzamos un 
1 neo la teoría, vemos que el ideal imperante en los 
11ltim.os años en nucstr~ país, transmitido por sus ligu-
' 1. dmgentes, estuvo ligado má.S bien ni egoísmo y a la 
talla de solidaridad. Estos conceptos son opuestos a los 
11111• históricamente funcionaron como motores del mun-
1!11 del adolescente. El ideal se ha vuelto confuso ines-
lnhlc y lejano para éste. En todo caso, supone qu~ debe 
lar del lado de lo ajeno, lejos, en el extranjero. 
Quienes han conservado, por inercia, los proyectos 
• 
1 rora soñado:;, anhelados, amasados, consideran la sa-
lulu de la emigración como una posibilidad do completar 
lu que el ideal del yo marcó en algún momento de su 
lustoria. Esto impli~ un gasto psfquico important-O, por 
1·11anto deben renunciar a su contmcto emocional cotidia-
r ''· que es parte imporumt-0 del sostén de la idtmtidad. 
HP convierten en sajctos que dcl.icn variar sus "objetos 
1 ;peculares" <Kohut) para "seguir siendo" (Winnicott). 
~,~t.a tarea no es sencilla en ningún momento de la vida 
y menos aún en Ja adolescencia, período en el que el 
ujct.o necesita la reconfirmacióo especular de su "tribu". 
< 'nmbiar de "tribu" implica el encuentro con otros ajenos 
c¡u<' necesariamente imponen un gasto psíquico extra· el 
uuhviduo deberé ir tanteando si, en la intersubjetividad 
1wcesaria para ser, e$0S nuevos visitantes serán los apro-
111udos o si deberá seguir buscando. Los otros históricos 
los que fueron estableciéndose como significativos pan: 
In construcción del yo, devinieron de modo natural y 
33 
1 . ntes que emigran se sienten nrogresivo. Muchos ado esce . rápi"damente a veces 
... . ¡ ¡;· de pertenencia Y • 
urgidos poodr e a ~ co buscan establecer contactos de. cu.al-
de un m o mallla • "eli • el confinamiento esquizo1de 
quier manera. Otros. gen 
o el encierro depr_cR~O. d lescente va construyendo su 
Cuando un suJe. a.º es contextuales-sociales pue-
identidad, c~ertas s1tuae1on tn1cción Esas interferencias 
den interferir ~n rlt<'hR
1
00.':{'ea de trauma. Son traumliti-
guardan rel.aci~u con a 1 • ndividuo sea, que logre con-
~ porque~1mp1d~~i~a~:er, 1989; Winnicot~, 1971) y 
quistar el yo soy a ser lo que quiere. 
estorban el proceso de .llegar piso consistente sobre el 
El adolescente. necesit~ ~ºet suelo es demasiado llui-
cual pueda experime:~r á proceso de desarrollo. Sobre 
do y poco firme, no ª r d str··;· Sin una base _,,_ se pue e con ~ · 
arenas moveuu.as no ner ladrillo!\. El contexto 
ede ""nsarse en po . firme no pu r d . hor·izontc no permite . . rt eufuma o sin • social mc1e o, º • 
· · • proyectos 
constTWr nmgun h d¿lescentes piensan en el éxo-
Así es como mue .º5 ~ de uc hay un lugar en el 
do, en huir con .la ~us1ónque v~ a permitir desarrollar 
mundo con un piso rme l ta to la construcción yoica 
un proyecto y donde, por o "bln p' ara todos lo que ha 
meta pos1 e. • 
vuelva a ser una ¡ durante los últimos años fue 
sucedído en nuestro pa sd 1 s-ntes implicó un plus de 
át. pero en los a o e ~" · trau.m ico, o era sólo si se podrla scgull' 
a~gustia.I El¡ prodbelearr:iªgu~lia era provocado por ta pre· 
siendo; e p us 
t . ·lograré ser? .. ~ de gun a. i . a un yo que nawraga 
¿Qué es. lo que difere;c;aLa historia de la construc-
otro que s1guo navegan o. 
ti ó uc un cont.c.Xto soci~n6mico 
3 Eliseo Veróo (2004) n arm e¡ t a mas V •unc:¡uc más tat· 
ines~able ¡¡ener• mulHples r~pt"::!b1:. ueconÓmicas se tte0mpoo· 
de lu condicionee 900ales Y asd . n los •""'to• tardan mucho · · que e¡an e ...,. 
gaJt, las marcas ps1qwcas éll De uhl la ruen.o traum&tica quo 
más en resolverse que aqu ns. . ioci·ale• 
· 1 conmocionce · tienen con frecuencln as 
34 
ción subjetiva del segundo permite que su yo se vuelva 
"idealmente plástico" (Liberman, 1983) y recurra a di-
forcntes modalidades de ~avegación" para atravesar 
tormentas sin naufragar, mientras que el primero se 
•umerge en aguas psicopatológicas (depresiones, enfer-
medades psicosomáticas, fragmentaciones, adicciones, 
o·tc.l. El yo no colapbllrá en la medida en que pueda 
·~ir estructurando proyectos, armando historia, ge-
nerando un futuro. Aquí entramos en el terreno de cómo 
fue "narcisizada" una persona, cómo fue la historia de 
ms identificaciones (Aulagnier), en qu~ contexto emo-
r1onal y social devino sujeto. Si todo to anterior fue más 
o menos armónico, la usina de proyectos continúa fun ·· 
t·ionando y por lo tanto el proceso identificatorio sigue 
lcniendo la vitalidad que ahuyenta el peligro del colap-
1!0 y la fragmentación. 
Si un sujeto transitó por vivencias de amparo• y apego 
! Bowlby, 1969), tendrá más recursos que si vivió su-
mergido en el desamparo y el desapego. Los sujetos que 
contaron y cuentan con un medio previsible y estable 
llevan ventaja para que su ideo! del yo no sea siempre 
una quimera. Aun cunndo la realidad erosiona y soca-
va, muchas veces, la historia de la construcción yoica 
de cada uno, algunas estructuras adquiridas conservan 
~l poder de sortear los tremendos escollos y trabas que 
la realidad, por lo menos en e:;tas latitudes, nos pone. 
En cambio, quienes hayan padecido una historia llena 
tic discontinuidades, duelos, traumas 11everos, o todas 
las experiencias que obstaculizan la narcisi?.ación d!!l 
1ujeto en desarrollo, estarán en desventaja con relación 
u los primeros. No obstante, soy de los que piensan que 
l'sto ultimo no es una condición que inexorablemente 
provocará dificultades y síntomas mayores. Como la his· 
4 &cordemOll a Fleud ( 1938~ ªDe lo;i pelil(l'UA con que amenau 
rl mundo exterior, el nir'o e• protegido por la providoncin de 101 
11rogenitores" (En las traducciones anl~riOrt!8 providcncin opareda 
<'Orno amparo.) 
35 
wria es una construcción constante, el individuo t.endrá 
innumerables encuentros intersubjctivos (la amistad, el 
enamoramiento, los grupos de pares, etc.) que _POSibilit.a· 
rán reparar ese yo padeciente y averiado. 81 bay otro 
que refleja, sostiene, y funciona como obJeto esp«:ular e 
idealizado (Kohutl, ese otro se convertirá en generador, 
por vía intersubjetiva, de e»'tructura.p~íquica. Ei:t ~a h!S· 
toria de un sujeto no todo e:; repetición o reedic1ó?•. el 
psiquismo siempre está abier!D a lo nuevo, a la ed1c1ón 
original (Lerner, 2001). . . 
McDougall (1982) nos advierte que debemos distin-
guir entre lo que ella llama "catástrofes reales", que 
son individuale!l, de "los traumas universales [ ... ) que son 
el drama de la alteridad, de la ~exualidad Y de la m· 
eluctable mortalidad del hombro". Y continúa dicien· 
do que a un suceso sólo puede llamárselo "traumático" 
cuando enfrentar y resolver esas •catástrofes" que es-
tructuran el psiquismo se vuelve más complicado que 
de costumbre. Esta autora distingue aquellos ~e.c~os 
traumáticos que transcurrieron antes de la a~qu1S1C1ón 
del lenguaje, cuando el infans !<ólo se c_om~mcab9: por 
signos que sólo eran verdaderas comurucacione~ s1 ha-
bía otro que las oyera, que captase las emociones Y 
respondiese a las mismas.Atribuyo a la madre e?te rol 
de "aparato de pensar". Vemos claramente que, si no se 
la transita bien, esta relación temprana madre-bebé 
puede constituir el "suceso traumalizante". . 
Cuando nos referimos a situaciones traumáticas pre· 
coces que han producido una catástrofe yoica, con sus 
consecuentes trastornos identitarios, estamos hablando 
de aquellos sujetos en los cuales ?sos sucesos, aunq~e 
hayan generado símbolos, como ~1ría.McDougall, deJ~­
ron huellas que son sólo "signos inscriptos en el .soma , 
cuya pre.;cncia se puede intuir a través de "las mcohc-
rencias y los blancos que provocan en e~ registro del 
pcnsamienwiT.os discursos de estos pacientes no tra-
tan de comurtícar algo sino que intentan que el otro 
pueda sentir, percibir, el terror subyacente. Pese a que 
36 
muchas veces ese terror no puede i:;er nombrado se 
111fiere .que ~stá as.ociado al temor a la fragmenta~ión 
pnr rev1venc1a de situaciones traumáticas que hau fon. 
r1onado como terremotos dentro del yo. En estos casos 
••I analista n~ debe esperar, como en el modelo clásic~ 
,1,. las neurosis, que__!!. Jl.!1Ciente asocie. Aquí no se trata 
dt• que el analista "pesque• asociacione8cómoaaméñte r· 
llf•ntado aI bOrde del agua; aquí hay que comprometer-
fi•'. meterse dentro del mar y moJarso Uiómstein 2004) / 
tru!arido de construir lo que no lía ·sido constr~ido d~ V,,. 
11ditar lo que s(I e~. Estos pacientes ponen' en 
Jllque nuestra contratransferencia. Son análisis en los 
•tul' el analista siente que no hay tregua y, como dice 
lllcDougall, al mismo tiempo se rechazan las interpre-
Utr1ones po~u~ en r~al.i~ad se está "a la escuch~ 
una comurucac1ón pr1m1tíva, en el sentido en que se 
p<>dria decll' que un runo que prohcre alariaos está"é0-
11rnnicando". algo, en la medíaa cil que se baga una 
• · tro oye. 
.Juguemos con la idea de que a constitución yoica es 
'!!.' J>ªraíso prometido al cual se ijsp1ru a ilegy, la cti-
UlCIOn final de un viaje que comienza con el nacimiento 
Y l'n algún momento de la vida se arribará a ese des-
l!no; el sujew arribará a un yo, debcnl lle ar a un yo. 
l•rrn~ a .es mo o ~pe. ar, ~erie 
111.1u_~ntído. En cambio. s1 se concepluahza al yo com(}. 
un proceso en construcción constante, la idea de trau· 
ma deja d~ tener peso porqúe}oSd.ifef'!'nles escollos 
;1.ue el sujeto va esquivando no siempre ~on traumáticos. 
l rauma es una ruptura en la continuidad. oero no todo 
t rnatomo en la cont1nu1dad es detención. No se produce 
una detenc1 e ue seguir sien " · nicott · 
La mirada clásica sólo atien e a la historia; esto es 
totalmente pertinente pero también debemos contem-
pl~r lo actual, los vínculos presentes que funcionan como 
nbJetDs especulares e idealizadores (Kohut). Lo que 
puede ser traumático para algunos no lo será para otros 
porque atraviesan esa situación que llamamos 
37 
"traumática" con una intersubjetividad sostenedora, que 
en e,;e momentAJ o a posterwri les permitirá usar esas 
experiencias como ma~es COI19l\ilutivos de su yo. 
En algunos casos al ~raum~sólo tendríamos que 
llnmarlo Mecontct:imjentAJ" (Badiou, 1988) en tanto per-
mita la emergencia de algo nuevo, la prod~cc.i~n de una 
edición original (Lcmer, 200ll. _l!n acont~1m1ento gene-
ra ruido aumentando Ja compTeJ1dad del sistema. Y aun-
que esto podría ser considerado un trauma, un sistema 
al complojizarse puede aumentar los grados de autono-
mía do un sujeto. Por lo tanto, "un ruido" puede ser 
traumático para unos y generador de cosas nuevas, de 
edicione!I integradoras para otros; para unos será para-
lizante en tantAJ que para otros puede ser una posibili-
dad de
1 
creación y de aumento de la complejidad' yoica, 
de enriquecimiento. Ante determinadas dificultades: al-
gunos sujetos no pueden mantener su coruns~nc1a o 
continuidad yoica, y para hacerles frente compleJ•zan su 
yo, mi<'ntro~ que otros detienen .1ª. C?nstrucción ~oica. 
En la construcción de Ja subJet1~1dad, detcnrunadas 
1·in·11nstanc1as pueden funcionar como acontecimientos que 
un ob~t•rvador qwLá catalogue como traumáticos; pero si 
eso.~ arontccimientos no producen parálisis en Ja sensa-
ción do "yo soy", no deberíamos hablar de trauma -al 
menos en el sentido clásico del t.órmino, como elementAJ 
capaz de producir la fractura o ruplura de un proceso-. A 
menudo no sólo no producirán ruplura en el proceso de 
construcción do la subjetividad, sino que funcionarán como 
motores en la complejización y expansión de la identidad 
"Cuesta aceptar ciertos traumas y heridas narcisistas, 
In altt>riclnrl, la diferencia de los S<'xos y l•\s generaciones, 
1 l INI •r tt11pl1~t•lo1t• rn f'l llftnlldo ti• qu11 ''"'º lu'Cho hnpurta~te 
11 In lfi' f11t"li11111•1111111 routr1lu I•• i11l.1tul1\1co, ln1111111u1, et."\>1ógico; 
1 11 h 1 I· ¡11 '/'º f,UltlU t ti tlll nh1 .,1 flllllulu loclo Pnr11 Articular 
r 11 1111 '" In lo'l ot111 u ldn 1h1I 1111111.to, ~fun11 (200-U propune una 
t ( "' • 11• ~ att HifiJ11t uto /\ l"*'" r•·l·•nnn In llnrnn "'pt111wumiento 
1 •ittl I lj 
38 
la muerte inevitable", oos dirá Homstein (2003). Pero es 
producto del trabajo psíquico poder aceptar todo eijto, lo 
que dará po: resultado una mayor complejizacióo yoica, 
una subJehV1dad y una identidad más ricas y vivas. 
F.N BUSCA DEL SENTIDO DI>: SER, 
DE LA IDENTIDAD, DEL "YO SOY" 
Porque sé que este relato ua a inf..'Cf<rrl!(! ck oluulo.._ 
ómiswws y errores, cuen1o co11 rlm•. No fll'l:/e1uk> 11er 
absolutamente ""mz o e>XJC'lo: IN! que ll'<'Ol'dar es 
i1!l'c1llar, que el pasodo e1 1111 nmt1·riaJ molmble y 
qU(! uolut:r llOOre él eqiumk ms1 s1n11pm a mochficar· 
lo. Por '*" m.d$ que a ser ""'11'/a, f1.•p11V a .,.,. /id al 
~o, quizá paro no lrruciottor d•·I lürla oJ prna·nlL 
Por -. y porqu,-. a ~nuda la 1mlJl!l1wdm1 rwu.:rda 
mejor qlll! la munana, a' lambWn qu• aqu..·Ua 
ft'lúmarri /,. toadcos q"" se ahron •n isla. .Vo u11porta: 
al fin y al cabo, la/ <et ""' cu:rlo que .:ilo una 
hÜJlona iJWentaáa, pero tvtrrlad.·ro, pueck Jw:er qutJ 
o/vitúmotr paro sil!mpre Ú> qu~ rcal11u:nte /in pasaáo. 
(J. CERc:AS, El uierúre de la ballMa, 200 l.) 
/.a idMlidad se inventa justo cuondo colapsa la 
comumdad. La icle11tidad es 1111 s11r<'<Ílw1'0 de fa 
con1untdad, brota del cenu•lllt•rio y pronu!lf! /a 
resurrección de los muertow. Los luchas 
identital'UM están pi~"ª" ele r111do y furia 
(Z. BAUMAN, Co11111r11dad, 2003.) 
De deportista a intelectual, de religioso a agnóstico, 
de rockero a barroco, de científico a empirista, so1lador 
al fin: el adolcscent't.!!Jl. sabe dól1.!!.e y cómo aterrizará 
,tu 'iº· De ahi su gran interrogante y su gran desafící. 
!fasta la infancia la identidad se completaba bastante 
con ~as. afirmaciones "yo pertenezco a esta familia", yo 
soy h1,10 de mamá y papá" Rota esta pertenencia, Ua-
mémosla aRf, el adolescente debe salir a conqui11tar 
_n uevos territorios, distintas "fii!ill11as"; enuncJ'iicro¡j(¡f-
ferentes de los que lo acompañaron y sostuvieron hasta _ _, 
39 
que hizo su irrupción la sensación y la necesidad -que 
lo irá dominando cada vez más- de querer ser su propio 
constructor o, en todo caso, el ro-constructor de sí mis-
mo, de ser él quien elija a sus otros significativos, a sus 
compai\cros de aventura, a sus compinches. 
~ 
Al desaparecer un mundo plagado de certezas y eslar 
nmerso en un mundo de incertidumbres, en medio de 
u búsqueda de identidad, rudolescente cons~ruye~u 
Il!Jle un mo<lo frágil. Y, pnrnlelamente, esta s1tunc1ón 
Jo lleva 11 aferrarse a todo aquello que lo aleja de la 
incertidumbre (fanatismo, convicciones sin alternativa 
de reflexión, etc.). Cuando se desvanecen las certidul.)1-
bres, busca abroquelarse en cunlquier cosa , a.Jtlc¡m-
zár'-sú 1 en 1 a en e o se uc t d ub'ctividad. 
És a parece ser una característica de los adolescentes: 
[O se abroquelan en una imagen de sí mismos y apare-
cen así los fanáticos, los obsesivos que defienden a 
ultranza su identidad frente al temor a la fragmenta-
ción yoica, o su vida se convierte en un cambio o una 
búsqueda permanente, porquepara ellos elegir es que-
dar congelados en un bastión sin salida ni posibilidad 
de encuentro de su identidad~ 
El adolescente puede crear.cincbera identitar,!Y-, 
un búnker en el f,ue se siente a salvo, un refugio que 
lo protege de losuert..es temporales de la adolescencia 
(lo pulsional, lo social, el vacío, etc.), y a veces defiende 
obsesivnmente ese refugio para sentirse seguro. Cuan-
to más fuerte sean los vientos, más energía pondrá para 
construir esa trinchera. 
Hasta hace no tantos ai\os, el adolescente estaba 
inmerso en una cultura ·de liiísqueda de su identidad 
esencial, suponía que debía encontrar ¡¡u vocación de 
u.na v_ez y_pai:a siempre. Hoy ese modE'lO hace agua~ TO_§ 
adolescentes deben aprender a navegar y buscar con. 12' 
ic!_ea de que el e~enlr~ coíiSüVi>cnción~~ i;er muchas 
veces transitorio. Antt•N 111w1·gnr grn Jlr~ a pucrt_o, 
~rribar a un Jugar prol1•¡¡11lu. l loy In l<'mtílicn pa11a por 
.Jlll,vegar en s1, pm·~ no hny 11rn111cB1111l¡;um1·cre·a1can":!1r 
111 
un ,PUe_rto. s~ro Y abrigad_!>. En esto está implícito lo 1 
qud. Wmrucott¡ llamó _:el juj¡ar~: lo ~rtante no es , / 
~rmmar el júego, sino su transcurso; permanecer en lli' ¡¿.. 
-ZOlfa 1lusor1a, trans.1c10nal1 d.o~de se da la creativid_!!9. 
Cuando yo estudiaba medicina no tenía demasiadas 
dudas de que mi futuro laboral iba a estar relacionado 
con c~a _profesión; tal vez no sabía aún en qué rama o 
esptoeiahdad, pero sí que lo qu!' estaba estudiando ser-
viría de base para mi trabajo futuro. Hoy eso no es así. 
Y esto no es solo porque no hay posibilidades de desa-
rro~lo, sino po~ue ~xú;te una frontera más porosa y la 
S?C1edad pe~uute ctrcular por otros territorios que no 
tienen relación con lo elegido con anterioridad. 
Podemos pensar sin dcmasindo temor a equivocnrnos 
que el adolescente tiene como trabajo psíquico central 
la _búsq~eda de su identidad o, si se quiere, el 
d?hneam1ento de su "proyecto idcntificatorio" (Auln¡¡-
ni<>r, 1977), aunque é;;tc sen cambiante. Como señalo ij 
Rothcr Hol]lstein (2003), el ndole:;cente deberá sentir 
con convicción: - - - · · -
"yo soy éste" ly no aquél>. Sentimiento que proct.'Clc de 
I~ represe_ntación de u~ cuerpo unificado, de la sepnra-
c1ón y l.ím1t.e entre él m1ijrno y el otro, de un sentmiiento 
d.c ¡>ro.piedad do sí, do su irnogcn narcisista, de la idcn-
t1ficac160 con las imágenes, los mandatos y los valores 
parentales, del sentimiento de pertenencia u una fami-
lia, a un grupo, a un pueblo, a una cultura, etcétera. 
. Es~ autora nos rec;uerda que si bien_el concepto d_e 
identidad. no es ~ud1ang, p<><.'O a poco fue incorporán-
dose al ps1coanális1s contemporáneo, y que el sentimien-
to ~e identidad •es un tejido de lazos complejos y 
varwbles donde se articulan narcisismo, identificacio-
nes, la v_ida pulsional.._. y todo aquello que participa en 
la consti.tuc16n del SuJeto. [ ... ) La identidad no es ttn 
smo un proceso, cuyu primera fase es el júbilo 
extremo de ue se reconoce en el espejo" . 
Nos dirá Vec.slir (2003): 
41 
La identidad del Yo se construye u lo largo de la 
vida, SOtit.cnida desde una matnz básjca de jdcnhficaci9· 
MS que permnnece y actua como sostén y resistencia 
frente al impacto de acont00m1entos que, sm la ensten 
cía de esta fom1a c~table de organización, podrian des· 
e.;lructurar al suJet.o. El trahlljo de jrlentific;\Ci~n no 
acaba nunca. oorque el s1ueto no sólo se constitu.~e, si.no 
también se tmOSforma a travéa de procesoo; de íaeatifi· 
cación. En su capital idcntificatorio hay movimit•nto Y 
reorganización, y la presencia actual del objeto externo 
J no sólo C'S causa de este mOVtmiento sino que pasa a 
\ formar parte consliluyentc de su ,¡objetividad. 
En las dos citas precedentes podemos visualizar un 
modo de pensar Ja constitución de In identidad que 
contempla Ju idea de inter8ubjelividad, y entiende que 
ésta es un modo de lograr una subjetividad más rica. 
Cuando observamos la adolescencia, parece que estu-
viésemos presenciando estos fenómenos con w1n lente 
de aumento. El grupo adolescente, matriz identificatoria 
por excelencia, funciona como un marco intersubjetiva 
que so~tien<' y co-conslruye subjetividades y muchas 
veces permite que "lo tra~mático" no 2evenga en dete!!· 
ción y desestructura i~1~ en en~que~imie~y 
ma or om e izilción psíquica. La esp_!Zul.~ndaa m~er­
subjeti va que aporta eT grupo adolescentc"Tunc1ona ~orno 
contención y aceptación de que lo traumático, lo mex· 
plicable, lo que causa angustia, son experiencias _com-
partidas que permiten que el adolescente no se sienta 
aislado en sus "rumiacioncs". Le hace saber que hay 
unos otros significativos que, al transitar por los mismos 
caminos, funcionan como objelos del sel{ especulares 
(Kohutl que le devuelven una imagen de poder, Y que. las 
convulsionc1:1 emocionales que lo~ inundan son expenen-
cias comunes y no lo» detendrán. En oJgun momento Y 
en algún lugar arribll!"án a un puerto ide~l, aunque 
mientras están transitando por tales expenencias, el 
puerto se halle t>scondido entre la bruma y la niebla. 
Los grupos de parei;, algunas vece¡¡ Jos padres y otras 
42 
veces los analistas pem1it.en que se de:;pliegue, como diría 
Castoriadis ( 1986>, la "autonomía de la imaginación", la 
"imaginación radical" que brinda Ja "capacidad de formu-
lar lo que no está, de ver en cualquier cosa lo que no está 
allí". En última instancia, se posibilitn el despliegue de t 
1 una potencialidad creadora (Winnicott, 1971 ). 
Si bien situam0:; la adquisición del enunciado "yo i;-0y"' 
en los primeros momentoR del desarrollo emocional 
(Winnicott, 1945), es durante el tránsito adolescente cuan-
do este enunciado conlinna Ja "mislllldad" del sujeto. En 
pos de este logro subjetivo el adolescente busca reivindi-
car con pa8ión su den>cho a ser un sttjeto en el mundo. 
Este camino en busca de la "independencia indivi-
dual" (WinnicoU, 1971), de poder s<•ntir que es una 
unidad autónoma, singular, nunca lo será del todo en 
tanto haya una independencia relativa: t-1 logro de la 
individualidad y del "yo soy" siempre exige un con-
trxto interdependiente. Se da la paradoja de que se 
logra ser en función de la presencia de otro, de la 
dinámica intersubjetiva que permite al sujeto sentir-
se 61 mismo. "Mediante las identificaciones cruzadas 
se esfuma la taJante línea divisoria del yo y el no-yo*, 
decía Win nicott (1971). 
El "yo soy"', repitámoslo, ~ólo se adquiere en un ámbi-
to intcrsubjctivo. En los comienzos de Ja constitución ele 
la subjetividad, el vínculo con otro es fundante o impres-
cindible, aunque en tigor esta necesidad de ser con otro 
y "por otro* también tendrá una vigencia absoluta du-
rante todo ol transcurso del devenir de la subjetividad. 
En los inicios de un sujeto, se ha afirmado que la 
subsistencia psíquica os imposible sin la presencia de 
un otro significativo que cumpla con los cuidados que 
demanda el sujeto adviniente y satisfaga sus necesida-
des <'Vionicott, 1988; Bowlby, 1969>. Y as1 como en Jos 
comienzos esta necesidad apunta a proveer lo que el 
bebé necesita para no caer en un ;s.a.mpaJO l_mumáti-
co, en una n - te CI n imc1ul ( innicott, 1945), es· 
tas provisiones que otorga un o ro s1 1ca vo, serán 
indispensables para el sujeto durante todo el transcur-
43 
\ 
en dt• su vida, aunque de una manera distinta y menos 
1><'rentoria. Sin otro no hay J>roducción de subjetividad. 
Desde su propia perspectiva teórica, Kohut afinnó que 
los "objetos del self' son imprescindibles pura la estruc-
turación del sel{ en los inicios, pero remarcó que nunca 
se puede prescindir del vínculo con esos objetos, que 
reronfirmarán, darán brillo, meJorarán lo autoestima. 
Sin esas respuestas, el sel{ se precipita al vacío, a una 
suerte de inexistencia, de futilidad y temor a caer en 
una desestructuración. El otro, el vínculo, aleja la posi-
bilidad de hundirse en esos lcn-cnos cenagosos. 
Si un sujeto ha sufrido experiencias que lo llevaron 
a caer en un cuadro psicopatológico y está atrapado poresas memorias traumaticas que lo convierten en un 
individuo huidizo, esquivo, temeroso C¿fóbico?, ¿esqui-
zoide, paranoide?), ¿qué puede hacer el psicoanálisis, 
qué utilidad tendrá? Tomo prestada la respuesta de 
Julia Kristeva {1999): 
Se ha repetido insistentem!'nte que el psicoanálisis 
seXURliza la esencia del •cr humano, pero también que 
lo inWlectualiui: todo está en el sexo, o bien todo está 
en laa palobras(Ni lo uno ni lo otro' el descubrimiento 
de Freud consí$te en dar un sentido amoroso que trans-
forma el rt'Cllerd~Yo he •ido herido(a), traic1onndo(a), 
violado(n); te lo cuento o ti; tu ntención-ronfianza-amor 
me permite volver a vivir esta herida-traición·violnción 
en una rorma distinto. Yo le otorgo a partir de ese 
momento y en cada nuevo lazo amoroso- un sentido 
distinto, soportable. No es que yo borre la herida·trai-
ci6n-violnción, smo que lo dono; habría que d~>cir que yo 
le perdono otro sentido, que nosotros le perdonamos otro 
sentido. Ésto es la nlquimia du la lrllllsforencio: trans-
fonn ión l e al abri de un nuevo law del 
cual esperamos que t.cnga unn intensi d compara le a 
lo de un vinculo amoroso. 
r Aquí se instala nuestra intervención como analistas: 
L posibilitar otra mirada a la historia que el adolescente 
44 
nos trae o, como dije en otro trabajo (Lerncr, 1998), 
ayudarlo a cambiar la narrativa.- - -
Aulagnier (1989) sostiene qüéfa autobiografía de un 
adoJei¡cente -aunque yo agregaría que esto sucede en 
cualquier sujeto y o cualquier edad- nunca se termina 
y que incluso aquellos kcapítulos• que se consideraban 
terminados deberíon prestarse a ser modificados, "afta· 
diendo párrafos o haciendo desaparecer otros". En este 
proceso de "construcción-reconstrucción", agrega, se 
deberán conservar "anclajes estables de Jos cuales nues-
tra memoria nos garantice la permanencia y la fiabili-
dad. He aquí una condición para que e l sujeto adquiera 
y guarde la certeza de que es el autor de su historia y 
que las modificaciones que e lla va a sufrir no pondrán 
en peligro esa parte permanente, singular, que deberá 
transmitirse de capítulo en capitulo, para volver cobe· 
rente y pleno de sentido el relato quo se escribe". Dicho 
de otro modo, lo que afirma esta autora e" que los 
cambios y trnnsformaciones que le sobrevengan al yo 
durante la adolescencia no deberían alterar su 
"mismidad"; que el adulto que devendrá no !lerá ajeno 
al infante que fue, que se ha conservado un "fondo de 
memoria". El futuro de ese infante y luego adole~ccnte 
que llegará a adulto es la "reaJJZación de una potencia-
lidad" uc estaba ya presente en la historia de e · o. 
i hubo una 1 ori íític e impidió 1gar los 
iferentes momentos evo utivos se p r00iíéi!JL.j:¡n~1-
continuida e a s nsnc n de •ser uñ01';de slmtir ¡:¡-n \ 
"yo continuo" con historia, con pasa o, presente y lutü-
ro. es a o: un se a entado, un yo alterado, caldo 
de cultivo para patologías graves. a o escen o quo 
no se siente poseedor de una historia se encuentra en 
inferioridad de condiciones para enfrontar lo que puede 
tener significado traumático para su yo. En aquellos 
que tienen un yo debilitado, los fracasos sexuales, las 
dificultades en el estudio, en las relacioneR amorosas y 
. an las amistades pueden abrir las puertas a un episo-
dio psicótico. El fracaso toma la dimensión do un "para 
45 ..J,.r; c..,,._,---r-:.. 
e)~ i ·_ " "....,, 
"iempre"· no hny ful uro 11ue presuponga una salida o 
cambio f)Ohibh El taempo se congela en Ju experiencia 
traumtllica. :sólo queda la sensación de una "compu.1-
sión a la repetición" irreductible: el karma ya está ins-
cripto. 
Este sujeto bólo podrá romper con ese futuro ~inies­
tro y firmemente escrito si inicia un vínculo que le 
posibilite otra mirada. Una situación de intersubje-
tividad que prometa navegar por otros mares que hasta 
ese momento eran demasiado turbulentos, conquistar 
tierras nuevas o desconocidas. Los mares seguirán sien· 
do turbulentos por momentos, pero habrá posibilidadei; 
de llegar a Haca. Ese otro que encarne Ja posibilidad de 
un cambio podrá ser una pareja, un amigo o un analis 
la que dé lugar a la creación de una nueva historia y 
evite que el odolescente quede colapsado en la búsque-
da de historias culpabiliznntcs y ei;t.ériles. Un analista 
más Jjgado a la idea de la constante potencialidad de 
constitución de lo nuevo y no sólo prendido a la idea de 
repetición; un analista que crea posible una edición 
original. 
PALABRAS FINALES 
Lo prwcipal ea que la ado/eacencw u all(o más 
que pubertad {íJJU:o, aunque en gran mrd1d11 se 
basa en ,,/la. l1111>lica rrPCin1it~ttlo1 qut exig•• 
lU!mpo. Y mitntra.1 u e11cuentro t'n marcha ti 
crecw11m10 las fiRums paternas debe11 haoorse 
cargo de la respo111mbilidcuJ. Si abdican, la1 
adole"Ctnús tienen qu" saltar a una faJM mculrl· 
rez y perd~r su máximo bien: la lib<irtad para 
tenu ideas y paro actuar por impulso. 
(W1"1\1con, R .. a/idad .l' ;ucgo, 1971 ) 
Como bien describió Winnicott (1971), lo> infa11s sa-
len de esta etapa en "forma torpe y C!XC(>nlrica" para 
pasar a la adolescencia, y se apartan di> la dependencia 
-16 
"para encaminarse a tii>ntas hacia su condición de adul-
tos•. Tambi~n afirmó que crecer no es sólo producto de 
una tendencia que se hereda, sino que es, además, "un 
entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente 
facilitador", con el contexto, ya sea la familia o las 
unidades sociales en laa que se ini:;crte el adolescente. 
En esos contextos el odolescente deberá ser "inmadu-
ro, irresponsable, cambiante, juguetón" y, como nos 
recuerda Winnicott, a los adultos nos incumbe acompa· 
ñarlos y "que pase el tiempo y traiga lo que llomamos 
madurez". 
Muchos adole8Ccntes no pu1.'<len ser "inmaduros, irres-
ponsables, cambiantes, juguetones" y no disponen del 
tiempo necesario para ;;u trállSilo adole><cente, no tie-
nen lu morntoria social CErikson, 1982) que se les debe-
rla dar. Por situaciones familiare;; o sociales (muertes, 
desempleo, trastornos en la estructura familior, etc.), 
muchos se deben diplomar de adultos prematuramente, 
alejándO&' -como Winnicott lo dice con tanta claridad-
de "la inmadurez... una parte preciosa de In escena 
adolc~centc (que) contiene los ra~gos estimulantes del 
pensamiento creador, de sentimientos nuovos y frescos, 
de ideas para una nueva vida". Y continúa de esta 
manera brillante: 
La aociedad nect>sita S(•r sacudida por las a>piracío-
nes de quienes no tiOn responsables. Si los adultos ab-
dican, l'l adoleocente Mi convierte en un nduJto l'n forma 
prematura, y por un proccM> falso. Se podría aconsejar 
a la sociedad: por <'I bien de los adolescentes y de su 
inmadurez, no les permitan adelnntan;c y llegar a una 
falsa madu rcz, no les entreguen una rcsponsabilidud 
que no les corresponde, aunque luchen por ella. Con la 
condición de que los adultos no abdiqu~n. no cabe duda 
de que los c~fuerzo• de los adolescentes por encontrar-
se y determinar su destino son lo más aleot.ador que 
podemos ver en la vida que nos rodea. El concepto del 
ndole;;ccnle u•erca dr un11 «>ciedod idenl e> ineitantc y 
estimulante, pero lo earacteri•llco de la adole•cenc1a 
47 
11111111111111 • 1 PI 111•1 lto tle 110 sor responsable. Éste, 
111 lo 11 11lu 111. "l!"'do, dura apenas uoos pocos ai\os, 
y "" w111 11ro11111<lad que cada individuo debe perder 
, "'""'º lll•¡¡a a 111 madurez CWinnicolt, 1971). 
Unido a esto último, Aulagníer (1989) afirma que un 
adolescente se encuentra embarcado en la apasionada 
reivindicación de su Mderecho a ser un ciudadano com-
pleto en el mundo de los adultos; muy a menudo, en un 
mundo que será reconstruido por él y sus pares en 
nombre de nuevos valores, que probarán lo absurdo o 
la mentira de los que se pretende imponerle" (Aulagnier, 
1991), y que frente a estas condiciones es más impor-
tante la "comprensión" que la "confrontación". 
Inmaduros, irresponsables, cambiantes, juguetones, 
reivindicadores, en última inst.ancia practicantes incan-
sables de todo aquello que los ubiqueen un proceso 
idenlilicatorio, aunque muchas veces est.ón al borde del 
colapso, la mayoría logrará sortear este tránsito sin 
caer en el intento. 
Arribar a la sensación de "yo soy", y a su consecuente 
relación con "yo era" y "yo seré" (construir su historia), 
es un trabajo psíquico que se desenvuelve en un entre-
tejido con el mundo. De cómo se entramen osos hilados 
sociales, de qué nuevos marcos contextuales surjan en 
Ja vida del adolescente y cómo los transite, dependerá 
que los traumas, adversidades, cataclismos emocionn-
les, etc. dejen un sedimento, estructuras, y no vacíos. 
La lucha se Libra entre el proceso identificatorio -pro-
ceso porque la identidad no es algo acabado sino en 
movún iento- y el vacío, la futilidad, la sensación de 
inexistencia, la patología. 
48 
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50 
2. ADOLESCENCIAS: TIEMPO Y CUERPO 
EN LA CULTURA ACTUAL 
Susana Sl<•rnbach 
No es novedad que los adolescent.es de hoy poco so 
parecen a los de algunas décadas atrás. Del mítico 
personaje encamado por el no menos mitiro Jamrs Dean 
en Rebelde 1m1 causa a los tclev·is ivos pubcres de Rebrl· 
de Way, muchos y su11tancaales cambios han acontecido. 
Cambio11 sociales y culturales que, innegablemente, ho11 
provocado fuertes mutaciones en lo producción de sub-
JClividad y por ende también en el temn que habrá de 
ocuparnos en las si¡,ruienlcs págim1~: el de esa etapa de 
la vida que recién a mediados del siglo XX se ha deno-
minado adolescencia. 
Por lo pronto, la adolescencia no constituye un uni-
versal, i;ino que resulta definida como tal, es decir, 
categorizada, descripta, problcmotizada segun los dis-
cursos de época. Incluso aquellos sujetos que hoy coin-
cidimos en llamar adolescentes no serian coru¡iderados 
como tales en otros tiempos y lugares. Y, dado que la 
cultura produce configuraciones subjetivas mayoritaria-
mente congruentes con sus propuestas idont.ificatorias, 
sus ideales, sus prohibiciones y sus imposibles identi-
ficatorios, también los adolescentes personifican, aun 
sin saberlo, el dicho cultural acerca do quiénes son o 
cómo deben j ugar su canon etario. Ni siquiera el cuerpo 
permanece ajeno a la atribución identificatoria. ¿O 
podríamos desconocer, acaso, el entretejido actual en-
51 
!re lns siluctns dcsvaida~ de las anoréxicas y ciertos 
idealo11 sociales vigontes? Cuestión que así formulada 
podría sonar casi trivial, si no fuera porque nos invita 
n dar cuenta de los múltiples modos en que los discur-
sos sociales se enraízan, produciendo, como diría 
Castoriadis, sujetos encamados. 
Los ímpetus de la globalízacíón, por lo demás, impo-
nen sus coordenadas al actual tránsito adolescent~. Así 
es que la tendencia a Ja homo~eneidad atraviesa las 
fronteras geográficas e impregna a lo:; adolescentes de 
regiones distantes con e:;lilos, modas, músicrui, hábitos 
de consumo y ancl!\)es identificatorios que los iguolan 
tanto como In marca del jean que los enfunda El tele-
visor, la computadora, el "chateo", el uso del celular, 
comunican e idt"nLitican enLre sí a los millares de ado-
lescentes que tienen acce:;o al mundo tecno-mcdiático, 
habitantes de un mundo on el que las categorias espa-
ciales hasta ahora vigentes han sido trastocadas dando 
Jugar a nuevas demaTCaciones virtuales de las nociones 
de cercanía y lejanía. 
Al mismo tiempo, la aceleración imprime un sello 
inédito al registro cultural de la temporalidad. El incre-
mento de In velocidad, que se expresa en múltiples 
aspectos de la vidn cotidiana actual, también penetra 
en las generaciones y en las diferencias entre ellas. Así 
es que, junto con una mayor homogeneidad ei;pacial en 
lo que a la adolcscencín se relicto, las diferencias 
generacionales adoptan modalidades novedosas. A dilc-
rencia de otros períodos históricos, en los cuales la 
adolescencia se consideraba un tiempo de tránsito que 
culminaría en la adultez, actualmente es la juventud y 
aun la adolescencia aquello a alcanzar. Por esta rauín 
el modelo adolescente se impone y convoca al mundo 
adulto a intentar permanecer lo más cerca posible -<!n 
imagen, indumentaria, modos y modjsmos- de esa eta-
pa, actualmente erigida en ideal colectivo. 
A la vez, curiosamente, las di8tancias actuales entre 
un púber de 12 anos, un udolesccnte de 17 y otro de 22 
52 
no son desdeñables. Es probable que el joven de 22 
observe con cierta extrañeza a su hermano de 12 al 
recordar su propio ingreso en la adolescencia, apenas 
una d6cada atrás. La velocidad de los tiempos y de las 
transformaciones i;ocioculturales produce cambios ver-
tiginosos en la producción de subjetividad, al ¡>unto tal 
que las distancias generacionales se agudizan a veces 
dentro de la misma fraDJa etaria que hasta hace poco 
quedaba unificada bajo la noción de adolescencia. Asf 
es que "cada generación es hoy parte de una cultura 
difcronte• (Margulis, 2003) y, en tanto tal, coexiste con 
las restantes con códigos, valores y dialectos a menudo

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