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~111~ 81bliokea de PSICOLOGIA PROFU;\DA 218. J. E. Miltnaniene, Extro· 11a8 parejas 219. P. Verhacgbe, ¿Exisl• la muj.r? 220. R. Rodulfo, Dibujo. fue· ro thl papel 221. G. Lancclle (comp .. ). El aelf en lo teoría y •n la prdctica 222. M. Casas De Pereda, Err el camino de la simbo· liwcwn 223. P Guyomard, El deseo dr ltu:tJ 224 B. Burgoyne y M. Sulli· van (comps.). lAs duilo· g<NI .oo,.. Kleu..I.acon 225. L. Homstein, Narei.sumo 226. M. Burin e l. Meler, Va· rones 227 F. Dollo, Lo femen1110 229. J. Moizeszowicz y M. Moizcswwicz, Psicofor· macologia y territorio freudiano 230. E. Braier (comp.), Geme· 1,,. 231. l. Bcrenstein (comp.), CUnica familiar p•i· coanolít1co 232. l. Vegb, El prójimo: tn· laces y deswlaces del goce 233. J .. o. Nasio, Los mds fa "'"'°' casos de psicosi w 234. L. Berenstcin, El sujeto y el otro: de la ausencia o la presencia 236. N. Chodorow, El podude los sentimientos 236. P. Verhaegbc, El amor en los tiempos de la 11<1/edad 237. N. Bleicbmar y C. Lci- berman de Blcichmar, los pt!TSfX'CtlL'CU dr/ pai• coanálisis 238. D. Waisbrot, La altella· ci6n del analista 239. C. G. Jung. Conflictos di!l alma infantil 240. M. Scbneidcr, Oe11colagfo de lo masculino 24 l. L. Peskin, Lo1 onge11e1 thl sajelo y su lugar e11 la clínica psu:oanolfl1co 242. B. Winograd, /kpresi611: ¿enfermedad o cmur 243. M. Safouan. Laconio110 244. L. Horostein, lntersa;bje- tividad y clínica 245. D. Waisbrot y otros (comps.), C!ínr~a psico· onolítú:.c1 onu la1 roJtía· t rofes socioka 246. L. Hornstein (comp.), Proyecta teroP'utico 247. A. D. Levin de Said, El-· tén del ser 248. l. Bercnstein, Devenir otro con otro(s) 249. M. Rodulfo, Lo cllmca tlel niño y su interior 253. M. C. Rothcr Homslein (comp.), Adolesuncia8: troyectori.tu wrbulentoa María Cristina Rother Hornstein (compiladora) Eisa S. Cartolano • Uugo Lerner Norma Najt • Liliana Palazzini Marisa Punta Rodulfo • Ricardo R.odulfo Susana Sternbach • Alcim Trilnik de Mcrea Virginia Ungar ADOLESCENCIAS Trayectorias turbulentas ~~ Paidós Bueno> Aire> • Barctl<>na • M~'ico 11 1'50.l~ 1~S coo ,,.,,_e__ I ~o.a ·~~ comp1.c1<> "°' M.wt• e~ Rol'* ttomstein.· t • ect· eueoos M• : Plí06s. 2006. 272 p ; 22U4 an.· (Pslcolcefl prof\.nja) ISBN ~12-1~34 i.~.2 aor L~t :Rou. oe HoMll(etn. Matfa e~. como. 0 lOQG do 1411H lu .,j~ bhlotlltl l•a1dóe 6Alc·t Uvt't 11 ta 611-J, lhw11~ AtM • 111111 lh11r1,111f• \·1l\turit1lp11do4l.Com,ar www p.11dourvrnl In• rom.ar 4ua'll'1 hKbo l'I d•·ro 1\0 que p~1t"nl la ~Y 11.723 lmpnt110 t n Is Ar~nlina · Pt¡ntcd ln Argentina lmpl'MO en Primt"ra Clue. Cal1f.>mia 1231, B""·noe Airtll. en ftbttro • 2000. Tirada, UOO ~cmpW. ISBN 950-12-<25.'1·6 íNDICE Los autores .............................................................. 9 Prólogo, por Marta Cristina Rother Homstein .... 15 Parte I AooL.E.'lCENl'ES Y TRAMA SOCIO-lllSTORICA l. Adolescencia, trauma, identidad, por Hugo Lemer .......................... .................... 27 2. Adolescencias, tiempo y cuerpo en la cultura actual, por Susafla Stembach ......................... 51 3. La tarea clínica con adolescentes hoy, por Virginia U11gar........................................... 81 Parte U LA 1VRBULENCIA: TRÁNSITO llACIA LA COMPLEJIDAD 4. Vida, no vida, muerte: dejando la ninez. Preludio y fuga a tres voces, por Ricardo Rodulfo ...... ....................... ............ 99 5. Entre desencantos, apremios e ilusiones: barajar y dar de nuevo, por Marta Cristina Rother Homsteiri............. 117 7 6. Movilidad, encierros, errancias: avatares del devenir adolescente, por Lili.ana Palazzini ...................................... . 7. La terminación de la adolescencia, por Alciro Trilnik de Merea ........................... . S. Adolescencia y subjetividad: tiempo de tomar la palabra, por Eisa S. Cartolano ................. . Parte IIT TuRBUl..tNCIAS DESOROANIZANTt-:S 9. Dietantes y anoréxicas: una delimitación necesaria, por Marisa Punta Rod.ulfo ............ . 10. Novelas adolescentes, por Norma Na1t ......... . 11 Identidades borrosas, por María Cristina Rot~er Ho~tefn ............ . 12. "Una foto color sepia ... : organización y dcRorganización en la tramitación adoll·~ccnte, por Lilian.a Palazzini ................ . 8 137 161 175 197 211 231 249 LOS AUTORES E1.."" S. CARTOLANO. Licenciada en psicología (Univer- sidad de Buenos Aires -UBA-). Psicoanalista. Ex resi- dente en Psicología Infantil, dependiente de la Facultad de Medicina (UBA), con asiento en el Hospital de Ni- ños. Miembro titular e integrante de Ja comisión direc- tiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina CAPA). Socia plenaria de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Docente uni- versitaria de posgrado en la Facultad de Psicología CUBA> y profesora titular de la cátedra "Escritos Socia- les de Freud" (convenio para la Maestría AEAPG-Uni- versidad Nacional de La Matanza). Autora de numerosos artículos publicados en revistas de psicoanálisis y pre- sentados en instituciones cientfficas, de la Argentina y el exterior. Premio al mejor trabajo de promoción Celes Cárcamo, APA, Buenos Aires, 2002. Coautora del libro Proyecto terapéutico: ck Piera Aulagnier al psicoanáli- sis actual CPaidós, 2004). e-mail: elsaousanecart0no.@yohoo.com.nr Huco LERNER. Médico psiquiatra y psicoanalista. Miembro titular y analista didacta de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Miembro ple- no de la Sociedad Psicoanalitica del Sur CSPS). Vicepre- 9 sidente de la Fundación para la Investigación de la Depresión (FUNDEP). Ha sido profesor de las faculta- des de psicología de la UBA y El Salvador, y docente libre y director del curl!O de p0sgrado del Departamento de Salud Mental de Ja Facultad de Medicina de la UBA: "Teoría y clínica del narcisismo". Actualmente es profe- sor de APdeBA y de la SPS. Ha sido panelista Y disl'rtnnte en diferentes congresos nacionales e inter· nacionales. Autor de diversos trabajos publicados en revistas y presentados en congresos, algunos de ellos seleccionados para congresos internacionales de I~ Aso- ciación Psicoanalítica Internacional. Autor Y compilad~r del libro: Psicoanálisis: cambios y permarunc1as (Li- bros del Zorzal, 2003). e-mail: hl•mei@lnlramed.net.ar NORMA NAJT. Psicoanalista. Profesora titular de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en las cáte- dras: "Psicología Evolutiva r y "P~icolo~a ~linica de Niños y Adolescentes". Directora de U\Vest1gac16n Y pro- fc••oro de ¡>O~grado en la Carrera de Especialización en <'hn11·n T'hmlllnalillc:\ con Ni1\o~ y Adolescentes CUNLP), de Ir• c'unl es clin~·t11111 y reti¡~in"1ble di' su diseño Y est:á """"''')''''"'"In 11 11M il1•·lon1l huJO 111 clirl•cción de Sophie I• Mijoll 1 r.¡,,11,,1, •••\•r11 1•1 t1•11JU ''La potentialité ¡ d 1nt11¡11n", 111 In f.'cv•lt• Jlortoralr de• Recherches en l'1y,h¡1111IV80, 1]111v1•1 1lc· l'un 7, Dl'nt~ D1derot <Fi:an· 1111) 1 '01111l•1111 cl11l l r hro l'my1•clo terapéutico: dr Piera Aula¡;111rr u/ ¡1t1<' o<r1wlrsis actual ( Paidós, 2004 ). I! rntul. 11hnftJlC\.111i.unlp_rdu.ar Lll.IASA PALAZZtNI. Psicóloga, egresada de la Uni- vrri;idad Nacional de Rosario. Psicoanalista. J\liem· bro Asociado de la SPS. Realizó estudios en diversas instituciones psicoanalíticas de Buenos Aires. Inte· grante del Servicio de Orientación Vocacion_al-Ocu- pacional de la Universidad Nacional de Rosario, como responsable del Área de Orientación Vocacional 10 (1984-1992). Ha sido miembro del Ateneo de Estu- dios Psicoanalíticos de esta ciudad, donde fue profe- sora por concurso de "Método Psicoanalítico II y III" e integró el equipo de Docencia y Científica. Partici- pa en actividades de formación que se realizan en el Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe - segunda circunscripción-. Integró la Secretaríade Do· cencia y Cienllfica (1996-2001) como coordinadora del Departamento de Investigación (1998-2000), coordi· nadora de seminarios de formación y miembro de la Comisión de ll:specialidades (2000-2001). Tuvo a su cargo seminarios y grupos de estudio en distintas ins- tituciones. Participó como panelista en jornadas y con· grosos. Actualmente organiza actividades científicas en Rosario como miembro de la SPS, adumás de co- ordinar seminarios de p0sgrado. e·mn1I: lilianapalauini@l:nblenet.net.11r MARJSA PuNTA Roouu'o. Psicoanalista y doctora en Psicología p0r In Univel'l!idad del Salvador. Profesora de la UBA en el grado y en el posgrado, así t'Omo en distin- tas universidades de nuestro pal!! y del ext.crior. Direc- tora general y asistencial del proyecto de extensión vAsesoramiento y asistencia psicológica en niños/as con dificultades especiales", l"acultad de Psicología, UBA. Sus desarrollos sobre el dibujo del niño, núcleo de su tesis de doctorado, constituyen yo hoy una referencm. Autora de La clfoica del niño y su interior. Un estudio en detalle (Paidós, 2005) y El niño del dihujo (Paidós, 1992); compi· !adoro y coautora de La problemática del síntoma (Paidós, 1997); coautora de Trastornos narcisistas no psicóticos (Paidós, 1995); Cllnica psicoanalfrica con 11i- ños y adole~entes (Ed. Lugar, 1989) y Pagar de más (Nueva Visión, 1986). myrrodulfo@arnet.com.nr RICARDO RooULFO. Psicoanalista. Doctor en Psicología por la Unjversidad del Salvador. Profesor titular de las 11 cátedras: "Clínica de Niños y Adolescentes" y "Psicopatología Infanta-juvenil". Director del Programa de Posgrado en Clínica Psicoanalítica con Niños y Ado- lescentes, Facultad de Psicología, UBA. Presidente y director docente de la Fundación Estu- dios Clínicos en Psicoanálisis. E~ autor, entre otros, de: El núw y el ~iRnificante (Paidós, 1989); Estudios clini· cos (Paidós, 1992); Dtb~os fuero del papel (Paidós, 1999); El psiccxmalisis de 11ueuo. Elementos para la decons· trucc1ón del P'icoanálisis tradicional (Eudeba, 2004). e-mnil: myrrodulfo@nrne~.com.or MARIA CRISTINA RO'rnER HORNSTEIN. Médica psicoana- lista (UBA). Revalidó su título do médica en 1977 en la Univer.iidad Central de Venezuela. Miembro fundador de la SPS y coordinadora del área de formación. Miem- bro titular de la APA. Directora de la página web www.pieraa11lagnier.com. Fue profesora de "Teoría y Clínica Psicoanalítica" en el Centro de Estudios en Psi- coanálisis (Caracas); en Ja Asociación Psicoanalitica Ar- gentina; en el posgrado "Chnica psicoanalítica con niños y adolei<centes" de la Facultad de Psicología de la UBA y del Colegio de Psicólogos y de la Facultad de Psicología di> 111 llniver.-idnd de La Pinta. Docente libre y directora 1lcl 1·u1 811 il• ) 11o•¡¡rod11 del l)<•partantento de Salud Men- lnl 110 Jn F11r11ltacl 1IP Mr1linnn dr la UBA •Qrganizacio- 111 f,.,,,¡,.,¡7~'" 1111 11111'v11 p11r111li¡¡mn rltnico". Publicó vnrlOli nrUculo • n lu~ r1·• •ita' di' p.~iroanálisis y es co1111( .. 111 ilo v1111119 ltlin1~: ,\A.VV.: Cuerpo, historia, irl· l• 'I''' t111·ul11 d '.11<111• IO!) 11; /,a problemática <kl s(ntoma ( P 111!0~, 1 !1~17); J'¡¡1connáfi.,is: cambios y permanencias ti .ibrus 1h•I Zorzul, :l003l; Proyecto terapéutico: de Piera J\uloglll('r al psicoanalisis actual (Paidós, 2004). c-mnol; mcrothei@am~.com.at SUSANA Sn:RNBACll. Licenciada en Psicología <UBAl y en Sociología (UBA). Miembro pleno de la SPS. Miem- bro titular y ex presidenta de la Asociación Argentina 12 de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPGJ. Docen- te titular de "Psicoanálisis y Macrocont.exto" del Insti- tuto de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares de la AAPPG. Docente titular de seminarios sobre la obra. de Piera Aulagnicr en esa institución. Ha publica- do diversos artículos en revistas nacionales y extranje- ras. Es coautora de los siguientes libros: E11tre dos siglos: una kctura psic?<'nalítica de la posmoder111dad (Lugar, 1994); La parl!Ja y sus arwdamientos (Lugar, 2001); Entre hermaMs: sentidos y efectos del u(nc11lo fraterno t Lugar, 2003); Psicoanálisis: cambios y permanericias lDol Zorzal, 2003); Proyecto terapéutico: de Piera Aulagnier al psicoanálisis actual (Paidós, 2004 ). e·mail: 1u1anas1<:rnbach@fibertcl.com.ar Al.clRA T1ULN.1K DE M1mEA. Licenciada en Psicología <UBAJ. Ha realizado la especialización en n_iños y ndo- Jei;centes en la Escuela Clínica de Niños. Miembro fundador de la SPS. Ex profesora de la AEAPG. Ha parl.icipado e.n diversas jornadas y congresos. Ha escrit~ Y publ.1cado trabajos relativos a las siguientes temáticas; psicoprofilaxis quirurgica, vínculo tempra- no, ~erap1as vmculares y familiares, desarrollos a partir de la teoría de D. Winnicott y la problemática de la adolescencia. e-mail: aJc:iramere•@movi.com.ar . V1RGINJA U~GAR. Médica psicoanalista <UBAJ. Espe- cialista en ruñez y adolescencia. Miembro titular con función didáctica de la APdoBA. Profesora titular del Instituto de la APdeBA en las materias ~Teoría klei~ian~·· "Psicoanálisi~ de niños y adolescentes" y en Semmarios de Observación de bebés. Dicta clases en el Curso para Concurrentes del Hospital de Niños Ricar- do Gutiérroz. Dicta seminarios en Porto Alegre (Bra- sil), desde el afio 2002, para miembros de la Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre y para el Núcleo de Infan- cia y Adolescencia de la Sociedad Brasilefia de Psicoaná- 13 lisis de Porto Alegre. Ha dictado seminarios en el Psychoanalytíc lnstilute of Northern California. Tiene trabaJOS presentados en numeros~s congresos psicoanáliticos mtemacionales, latinorunencanos y nacio- nales. Autora de artículos publicados en las renstas de psicoanálisia de la APA, APdeBA, Re.vista de la ~ocie dad Ps1(oanalftiro de Porto AJ.egre, Revista dt la Sof'iedad Ps1coa11alflica Chilena, Revista Brasileira <k Psicotera- pia y en el Jnternational Journal de Psychoa~alysis. E_s la aclual Co Chair Latinoamericana del Comité de Psi- coanálisis de Niños y Adolescentes <COCAP) de la Aso- ciación Psicoanalítica Internacional. e·mail virgunga~rtel.com.ar 14 PRÓLOGO Quienes compartimos este libro hemos sido pub<-res, adolescentes, jóvenes, y hoy somos ya de olra11 genera- ciones. Vivimos, padecimos, no entendimoti, nos senti- mos incomprendido:;, incapaces de sostenerno11 sin el apoyo de nuei;tros mayores y sentimos la n<'CCsidad imperiosa de salir de ese atoUadero, soltar amarras y aventurarnos con herramientas propias, ésas que ad- quirimos y que cada uno construyó y reprocesó. Tal vez porque pudimos no olvidar esos tiempos y lampoco idealizarlos, como profesionales quisimos caminar jun- to a las nuevas generaciones. Hicimos el esfuerzo de entender, no sólo sus sufrimientos, sino oso mundo diferente que desde el imaginario social inventa códi- gos, propone nuevos ideales, facilita o deniega proyec- tos, estimula o apaga ilusiones. Pero, sin duda alguna, disfrutamos de aprender de esos jóvenes que transita- ron por nuestros consultorios y que nos ayudaron y enriquecieron A veces no los entendimos, pero inten- tamos compartir sus búsquedas con nuestros recursos teóricos y tccnicos, y con el placer de pensar, de crear, de fantasear. Buscamos otros modelos para ampliar el legado freudiano y comprender ese escenario multi- facético que es In mente, el espacio psíquico, "esa otra escenan y esa otra realidad que nos pertenece. que 15 hace lo suyo, que desconocemos pero que int.entnmos aprehender. Ellos, con su confianza Y el des~ de en- tender sus conflictos, sus temores, sus angusuas, sus dudas sus padeccres, sus utopías, s~s proyectos, sus ilusio¿es, sus culpas, lo hicieron posible. . . Entre todos los autores de este libro que, insisto, compartimos el placer de interrogar las teorías y una línica siempre cambiante, iremos planteando Y desa- ~rollnndo algunas particularidades del proceso ?doles- c te Pensar la adolescencia es indagar los códigos en :: ~e instituye Y que son propios de cadaópoca_. de ¿ada generación, de cada subcultura, entramados siem- pre en la historia singular. . El psicoanálisis dio cuenta de que el pasl\)e de la naturaleza a la cultura deviene en parte de la renun- cia pulsional; renuncia que nmi:ca es total. El repre- sentante pulsional sigue produciendo efectos desde el . consciente. Como sigue actuando desde el fondo de :na negra noche, demanda satisfacción, genera con- flictos Y en el mejor de los casos, hace que el deseo sea productivo si encuentra vías que transfor~en la. rea- lidad. Do ahí que a veces ese retorno puls1onal. i~do mablc puede volverse creatividad. ~ero la creat1v1dad del ser humano, privilegio de los niños san~s y d? los adolescentes, lamentablemente se va perdiendo. La 1 ··dad de los contenidos inconscientes, de lo comp CJl . · d "d v1vencindo, de los modelos identificatono.s c~eru os yo, idenl del yo, superyó, condicionan la d1vers1dad de intentos de solución. Dado que aquello. que el ser humano ha experimentado d~ant~ su vida, y espe- cialmente durante su infancia, deJa sus marcas, la infinidad de combinaciones posibles de deiieos que pug- l "Rllparo usted en el turbador contraste entre la .radiante . j¡ encia de un niño sano Y la endeblez de pcnoamiento .del inlo g d' • F d S (1927)· El por~nir de una rlu016n. ndult.o promo ro. reu • . . 8 1985 Obro• compfotaw, Buenoe Aires, Amorrortu F.dlt.orea (AE). 197 • ' vol. XXI. 16 nao por su realización le plantean a los sujetos y a Ja cultura propuestas siempre novedosas. Deli<le que hemos superado el error de creer que el olvido, habitual en nosotros, implica una destrucción de la huella mnémica, vale decir su aniquilamiento, nos inclinamos a suponer lo opuesto, a saber, quo en la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una vez se formó, quo todo se conserva de algún modo y puedo ecr tttlfdo a la luz de nuevo en circunstancias apropi11d11s.• Desde esta perspectiva en que lo inconsciente se presenta como un inusitado reservorio de deseos que pugnan por encontrar formas de transformar la reali- dad es que la pubertad y el proceso de la adole:;cencia cobra particular interés en las así llamadas "culturas calientcs•.s En la clínica trabajamos y pensamos en las vidas de los otros, a veces en las propias. En las djferentes eta- pas tendemos a ver esas vidas como el resultado y el compendio de lo que ocurrió, de lo que cada sujeto logró o realizó, como si fuera tan sólo eso lo que conforma su existencia. Y olvidamos casi siempre que las vidas de las personas no son sólo eso: cada trayectoria se com- pone también do p6rdidas y desperdicios, do omisiones y deseos incumplidos, de miserias y traiciones, de lo que una vez dejamos de lado o no elegimos o no alcan- zamos, de las numerosas posibilidades que en su mayo- ría no llegaron a realizarse -todas menos una, a la postre-, de nuestras vacilaciones y nuestras enso· naciones, de los proyectos frustrados y los anhelos fal- sos o tibios, de los miedos que nos paralizaron, de lo 2. Freud, S. ( 1930): El mal••lar en la culturo. Buenos Aires, AE, vol. XXl. 3. Erdhcim, M. ( 1992}: La prodU«i6n social de inconsckncla, una introduccid11 al proct!MI ctnops1coamúúico. México, Siglo XXI. 2003. 17 que abandonamos o nos abandonó a nosotros. Las per- sonas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que somos como en lo que no hemos sido, tanto en lo com- probable y cuantificablo y recordable como en lo más incierto, indeciso y difuminado. Quizá estamos hechos en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser. También las concepciones sobre adolescencia han oscilado entre el subrayado de angustias y duelos con- comitantes y una acentuada idealización como tiempo pleno de vida, probable consecuencia de la confusión entre adolecer y odolescer. Pero crecer y padecer no son lo mismo; aunque el movimiento adolescente acn· rrea trast.omo y angustia. más lo oaisiona la ausencia de su dei<plicgue.• La pregunta por la adolescencia en todo paciente os insoslayable. Si el proceso analítico es un trabajo do historización, los trabajos psíquicos que requiere el devenir adolescente no son intercambiables y nos inci- tan a acompa1iar a los pacientes a recorrer algunas de sus experiencias, a renovar teorías, interpretaciones sobre Jo que les ocurrió o en lo que creyeron. En fin, ayudarlos a ri.-cncontrari;e una vez más, y seguramente siempre de una manera distinta, con los recuerdos y los fantasmas do esos tiempos. La ausencia de recuerdos, el exceso de represión o de escisión remiten con fre- cuencia a fallas en la capacidad de representación. tstas se ponen de manifiesto como desórdenes, en particular excesos, desbordes pulsionales, que se expresan la mayoría de las veces por medio de conductas sintomáticas, "actos-síntomas~ que no son fáciles de modificar sobre todo cuando (como veremos más ade· lanle) estamos frente a fallas objetales, pulsionales e 4. Palauini. L.: "Movilidnd, encierro. y errancias: evntares del devenir adolescente", capitulo 6 de .. te libro. 18 1dentificatorias que dejan profundas heridas primarias • n la organización psíquica Pero, sin llegar a extremos, Rodulfo reflexiona sobre t•l deseo de ser grande: ( .. . ( grande, de grandeza de greal1U?ss más que de bi1111eg$, de desmeoura, de exceso, d<> fnfulas de liber- tad mcondic1onncla, de colmo de potencia, que palpita e~ lo rica fontnsmático del deseo ele ser grande. El mr)o oc promete todo con (11. Y creo que, al respecto, ea la adolescencia ocurre algo del orden del traumatismo. ( .. 1 hay una cosa terrible para el adolescente, que es de.scubrir que los adultos no son gruntlcs, que un tt!r· mmo no es sinónimo del otro, que donde él creía que habu1 un grande apenru1 ai hay un odult.o o lo que él llamo un viejo. Es una dl'<:epción hondo, angustinnte, muy difícil de perdonar, y tiene mucho que ver con la forocidttd de lu dc~calificnción que los padres a m<>nudo sienten, no sin razón, tan injusta, que el adolei<eente hace respecto de todo lo de ellos. P<>ro tarda muchos llilos esa herido en cerrar. Pues lo an¡¡usliantc amena- z~ por otro llaneo, ya que el adolescente entonces per- c1 be que lo que le espera no es la grandeza sino la adultez y eso es insoportable. Creo que esto explica bastante bien una suerte de fobia rnd1cal o de radica- lización de la fobia, fácil de encontrar en esos edades Y que domina por largos ¡>~nodos: n•chuzo dc- lodo proyret.o futuro, de toda anticipación Furiosos, se ensai\an con esos adultos que fueron sin duda necesarios objetos de idealización que contribuye- ron a modelar su yo, su superyó y de los cuales no les queda otra que desligarse, aunque desasirse ~de la au- toridad parental sea una de las operaciones más nece- •,urias, pero también más dolorosas del desarrollo".ª 6. Rodulfo, R. (2004): El psicoandlisi• de nuevo. Elementos para ltr droonslm<C'UJll del psiC(xmálisis tradtcwnal, Bul'll08 Aires, Eudeba. 6. Freud, S. (1908): ºLa novela familiar del neurótico", AE, vol IX. 19 Idealistas, transgresores, irreverentes, e>1limulantes; para consolidar la identidad confrontan con las genera- ciones que van dejando atrás y contribuyen a reformu- lar sus códigos. Inmaduros, irresponsables, cambinntes, juguetones, reivindicndores, en última instancia practicantes in· cansables de todo aquello que Jos ubique en un proceso idenlificatorio, aunque inuchas veces estén al borde del colapso, la muyoria logrará sortear este tránsito sin cuer en el intento.' Freud reconoció que en la bitcmporalidad del desa· rrollo S<'xual radica la ~condición de posibilidad" para producir y conservar nuevas formas de cultura sin necesidad de que haya una transformación del bagaje genético. Este entendimiento posibilita ver bajo una nueva luz la significación de la infancia temprana y de la adolescencia para el desarrollo de la cultura. Si el desarrollo sexual llegara a su término con la fase edípica significaría que solamente la experienciade los primeros años sería decisiva para la vida en sociedad. La historia ocurriría, entonces, siempre de una manera cíclica; cada generación reproducirla de nuevo laR experiencias de los padres. La irrupción pub1•rnl flexibiliza las estructuras psíquicas provia- m1•nh' l0 on1<olidadas en el seno de la familia, y genera con t•llo los prl'supuestos para una reestructuración de la 5ubjctividad, no restringida exclusivamente a los mnndntos parentales. La pubertad da al ser hu- mano otra oportunidad para revisar las soluciones que halló durante la infancia. Lo vivenciado en ese tiempo deja sus marcas pero no condena, y la diná- mica de la adolescencia proporciona un aporte funda· 7. WMo U!rner, H.: "Adolescencia, trauma, idcntidnd", capitulo 1 d~ osto libro. 20 uwntal ª la posibilidad de e · t•1ón del psiquismo. Quizá u ambios Y auto-organiza- ccso con une transformac~ eda compar~rse este pro- crn sólido. (También pued n ~ue da fluidez a lo que rnsgos regresivos en o servarse en los púberes 11 1 • fuerzas que ~s~=~~~fi=~:sdestacar la liberación rnn~ecuente reorgan· ºó g a estructuras, y la l fj . 1zac1 n en forma de n ºd 1 1cac1ones y de la poses. 6 d u_evas 1 en-1 n e nuevos obJetos.J Por consiguiente nuestra d rarso en el modelo d dcon ucta debería ins1>i- no proeura contraria':. un pe agogo co~nprcnsivo que sino propic1llJ"ln Y amo~·ºª nelofo~mac1ón inminente, llido.• iguar .a violencia de su esta- Si se considera a los roe fundamento del de~arrollp d elsoculs de aprendizaje como · oea turapod. lar que estos procesos ind . • • emos acep- 1lcterminarán "import t ucidos en la adolc~cencia an es aportes d 1 • dº ºd Ptapa. Los modelos identificatori e m iv1 uo en esta rncuentros significativos d 1 . _os que prop1c111n los In cxogamia y en el es a~i os JO:Venes en. su salida a menores en importa . p 0 soc13l ampliado no son objetos primarios queni~~:ro~~~ los ~ncuentros con los d~sde el comienzo de la ºd Jer°n imborrables marcas rión pcrmonente del vi 8 Y .ª cri~nl!:a. La con11truc- movilidad estructural spórloocesob1dentificalorio Y de la P . aca a con la muert ensar, investir sufrir• É e. sujeto tiene que as~mir ~ra esa es la tarea que todo que será su vida. Sólo ef amor i:p~nder la trayectoria de desear ser uno mismo e encuentro, el de~ be b . Y querer a otro como ot sus so . r •as Y sus debilidades- · ro -:ron descubnr la grandeza de tales de lo~ ?e1ará partir y ellos y con las expcri . d seos, interactuar con · enc1as e la realidad. B. Frcud, S.(1927): "El porvenir de un · · · • 9. Auln¡¡nier, P IL982J· •co d d a iluS1on ' AE, v.ol. XXI b ' • n ena o a in t'r" · f!n u.sea de un seulido 'lé . s· 1 ves 1 • on Uu intlrpretc ' l" XICO, 1g o XXI, 1994. 21 La vida se impone, las experiencias que los sujetos afrontan, tan impredecibles como el día que vamos a morir, ponen a prueba la capacidad de reorganización o de desestrucluración. Está en Ja posibilidad de cada uno poder, saber, querer {parafraseando a Freud) que allí donde lo traumático era, lo creativo debe advenir. Por todo esto, dedicamos el libro a esos adolescentes que, en la blisqueda de consolidar su identidad, se re- belan, propician ideales y sufren para apropiarse de las herramientas que encuentran a su paso -cuando so enfrenton con experiencias significativas- y confrontan a los padres, a los educadores, a la sociedad. A los padres, que no sólo sufren la descalificación -no siempre justa de los hijos que crecen y bu~can diferen- ciarse sino también sus propias inseguridades que no les permiten dejar de ser "los ídolos• e insisten en soswner una ilusoria omnipotencia que no hace más que desacre- ditarlos ante la mirada perpleja de los hijos. A los educadores, que lidian con la irreverencia, las transgresiones. los padeceres, pero también con esa vitalidad estimulante que transmiten los adolescentes, y cuya tarea es posibilitarles el despliegue de la crea- tividad y las inteligencias singulares paro amortiguar así ciertos aspectos de la violencia del estallido juvenil, contribuyendo a que los procesos de aprendizaje intro- duzcan solidez en el desarrollo de la cultura. A los agentes de salud mental, siempre nlerlas a esoR riesgos que hacen de la adolescencia un tiempo vulnerable debido a esa mezcla de omnipotencia y desvalimiento. Alertas, insisto, para contenerlos y acom- pañarlos con eficacia y empatía en el proceso de encon- trar cada uno su camino Intentamos entre todos dejar abiertas cuestiones para seguir interrogando las problemáticas que hoy aquejan a padres, hijos, educadores, profesionaleij de la salud, que parecen habitar -a veces- mundos tan disimj)es que imposibilitan el diálogo y la comunicación. Pregun- 22 l;irse una vez más· ·có á , __ 1• • · . ·e, mo ser n""' nuevas subjetivida-« t s qu~ se instituyen bajo el sesgo de acelerad form~ciones de valores, de ideales de modas deas ódtr~ c¡ue impacta . • • e 1gos n recursivamente en la cultura? MARIA CRJSl'INA ROTRRR HORNST!:IN Diciembre de 2005 23 PARTE l Adolescentes y trama socio-histórica l. ADOLESCENCIA, TRAUMA, TDENT1DAD1 Hugo Lerner ALGUNAS GENERALIDADES' Si bien han cambiado las épocas, la modornidad ha dejado marcas. Algunas de ellas colocaban al adoles- L'tmte ante la pre.'lión de lo que podríamos llamar su "normatización". Éste era uno de los modus, con la po- laridad implícita de "normalización o transgresión" La noción de "normat1zaci6n" implica tener un pro- yecto cerrado y acabado (estudios u objetivos laborales, casarse, formar una familia, etc.), y ese proyecto exige contar con un mundo dado de antemano que es la meta, el paraíso que se desea alcanzar. No obstante, en la actualidad esta polaridad no está tan marcada. Hoy nos encontramos frecuentemente con lo que podrlamos llamar el adolescente "navegador", dotado de una consistencia yoica o, como hubiese di- cho Liberman (1983), de una "plasticidad yoica" que le permite navegar por el mundo y desplegar y expandir l. Una venión reaumida de este capllulo IO publicó en Act~oli· dad psk<M¡/tca, año XXIX, n' 323, Buenos Aíres, 2004. 2. En este cnpltulo me referiré al adolescenle tipo de clase media urbana, ya que éstos "°n loe adolescentes con quiene. má$ dialogo y a quienes cl'tlO con<>C<lr mejor. La problemática de la ndolesconcia en IW! clasea socialmente sumergida& excede mi marco observacio- nal. 27 diferentes potencialidades creativas. El contexto so· cial muchas veces le da espacio a este adolescente; no queda entrampado en el discurso del sistema, que senala las imposibilidades de deBarrollo si se aleja del ideal del adolescente de la modernidad, y aprende a surcar diferentes caminos. Cuando hablo de "navegar" me refiero a que la sola presencia en el mundo justi· fica la existencia: no importa el puerto al que se arri- be, la cuestión es moverse, buscar. La existencia no se justifica en función de un futuro, sino en función de aquello que so está haciendo. "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar", dccia Antonio Ma- chado. Otro tipo de adole:;cente seria el yuppie (Young Urban Professional), expresión de la adaptación absoluta al ideal social de los ailos ochentn. Hay un tercer tipo al que podríamos llamar el "adolescente del descarte", el adolescente de la anomia. Estos adolescentes no pue- den navegar ni construir, y sufren un colapso caótico en cualquier proyecto que inician. (Aquí estaríamos dentro de una problemática psicopatológica.) Aunque el contexto permita un uso mayor de la libertad, se per- cibe en estos últimos la dificultad de W!arla. Como ya dije, la modernidad establecía metas: reci- birse, casa.rse, construir una familia, etc. Y el que lle- gaba, ganaba. Hoy muchos llegan, y lo que era una meta anhelada y valiosa ya no lo cs. Muchos sienten que ya no se pueden apartar, no pueden navegar. En el caso de nuestro pals el contexto social ha cambiado. La sociedad funciona como un elemento traumático, entanto no permite la navegación o la concreción de pla- nes, y por ende un proyecto idenlificatorio. En este trabajo me propongo revisar y repensar pun- tualmente algunos conceptos, sin pretender agotarlos, como las nociones de trauma (¿es la misma que en los comienzos de nue~tra disciplina?) y de identidad, en un mundo diferente al de los inicios del psicoanálisis. 28 HABLEMOS DEL TRAUMA ... y c11a11to md~ i~tenso rl trauma, tanto máa segurarnenle exteriorizará su pPrjuicio aun b . conat~/aciones pu/sio11a/u normal;s. No h't/.; ""'ll""ª duda de que la t/10/ogfa troumática o(rrce al anti/isis, t'On mucho, la oportunúiad ma• {tworob/e. S6lo en el caao con prrdomrmo troumát1co conseguirá •I anált01s aquello de que ~· mnl(16tralmente capaz: m.err:ed al {orla/e· c:rn1e1~to del yo, sustituir ln clcci$ión deficiente . ?"' mene d~ la edad lemprrma por un.a tramita c1011 com.v:·ta. S6lo en un coso <Js( se puede !rabi ' de un ancili$is. trrmmado de/initivamen'/: <Fiun D, Anliluu tennmable e mlennu1abk, 1937 ) ' Al ocuparse de la noción de trauma, Laplanche 1 ontalis (1974) nos dicen lo sigujento: Y . De un modo más general, purde decirse que el con- Junto de fenó~111mos clínicos en los que Freud ve actuar esta compulsión <de repetición) pone en ev·d . J · · · d • 1 enCJa que e pnncip10 e plnc<>r, para poder funcionar, ex:ige que se cumplan dc~ermrnadas condiciones, que son aboli- das por la accrón del traumatismo, en Ja medida cn ~u? éste n~ es una ijimple perturbnción de Ja economía ab1dmal, sano que viene a amena••r m's clicalm ¡ · · - " ra ente a mtegndad d~I sltjeto ( ... ). El yo, al desencadenar la l!Cñal d~ _angustio, mtenta evitar verse desbordado por la apanc;i?n de la angustia automática que caracteriza la srtuacion traumática, en la cual el yo se halla inde- f~nso [ .... J. Es~a concepción lleva a est.ablecer una es c1e de sunetnn entre el peligro externo y el interno~) yo es ata.cado desde adentro, es decir, por las excita~io nes puls1onalee, como lo es desde afuera. Mi intención no es detenerme en las expli . 6 · - caciones t~n micas smo poner el acento en aquello que está ml"b.sd.alllá" de "una simple perturbación de la economía 1 ' ana • me interesa fl · • re eXIonar acerca de aquellos 29 "peligros externos• al yo que terminan arrasándolo, devastándolo. Eso que Laplanche y Pontalis consideran una amenaza radical a la integridad del sujeto. ¿En qué medida lo social, lo contextual, puede ser traumático e interferir en la constitución yoica?¿Cómo interviene la realidad entro los vasallajes del yo? Consideremos, por ejemplo, lo que ha ocurrido en nuestro país desde diciembre del 2001 basta la actuali- dad. Crisis sociales, devaluación, violencia, desocupación, sen.<;ación de desmembramiento social, imposibilidad de imaginarse un futuro, de annar un proyecto. La Argen- tina se había convertido de repente en una gran arena movediza, no teníamos piso que nos sostuviese. Abruptamente dejamos de hablar del sujeto globali- zado, para debatir sobre ol sujeto argentino, el de la crisis actual. ¿Este último es el mismo que aquel que estaba preocupado por la falta de sentido, aquejado por In •sinsenliditis" de In vida, ese sujeto vacío que podía- mos homologar a cualquier otro que circulara, interactuando con los demás, en cualquier gran urbe del planeta? No, no es el mismo. O, en todo caso, lo es en su esencia pero no en su construcción actual, en la medido en que el sujeto no es sólo historia congelada, no sólo repite la historia, ni tampoco es un conjunto de identi- ficaciones fijas, sino que es el producto de su interac- ción con su contexto y, por eso mismo, su subjetividad es cambiante. Como decCa Castoriadis (1998), ya quedó muy atrás "la deliberada ignorancia de los psicoanalis- tas actuales acerca de la dimensión social de la exist-On- cia humana. [ ... ) El individuo con quien se encuentra el psicoanálisis es siempre un individuo socializado Oo mismo que quien lo practica). ( ... ] Yo, superyó e ideal del yo son impensables si no se los concibo como pro- ductos del proceso de socialización. Los individuos so· cializados son fragmentos que caminan y hablan en uno sociedad dada". Partamos de la idea de que una persona o, si se pre- 30 licre, un sajeto se encuentro en un ámbito de intercam- h10 localizado en el espacio-tiempo, donde construye un mundo y a la vez es construido por ese mundo que cons- 1 ruye. Se puede reservar el nombre de "subjetividad" paro el espacio de libertad do esa creación (Najmanovich '1.000). Es una creación de otro y también de uno. ' La subjetividad no tendría otro contenido que ese pr?Ceso. La subjetividad es la posibilidad que tiene un IUJCto de crear al otro, al mundo y a sí mismo. La rnndición y el marco para la producción de subjetivida- des están dados por el intercambio social, y también <'Atán dados estructuralmente. Para un sujeto es impo- ·ible no producir subjetividad. Si es así, frente a diferentes acontecimientos socia· h,~, Ju subjetividad o la producción de la mjsma serán diferentes y variarán de acuc>rdo con los vínculos que se t•Hlablezcnn o con los diferentes medios sociales en que 1•e desarrolle un sujeto. A menudo pienso la constitución del sujeto en fun- ción de un modelo que toma al narcisismo como eje c••ntral de su desarrollo, pero en el cual el narcisismo depende del objeto y del medio social para que dicho fil'Harrollo sea pos~ble. Aunque parezca paradójico, esto llevaría a concebir un narcisismo intersubjetiva. Mi intención es intentar encontrar diferentes respuestas para esta pregunta: ¿cómo se construye la $Ubjetividad en este contexto impredecible, si, como decía, el medio social es parte fundante de In misma? Durante la década de 1990, el argentino vivió el sue~o dt> "todo por dos pesos", metáfora que validaba la ilui;ión el" que todo ero posible dando muy poco a cambio. Perte- nt'Ciamos ol Primer Mundo o teníamos la ilusión de pcr- l(•nc.'CCr a él. Todo estaba a nuestro alcance. Como bien ~c1lnló Beatriz Sarlo (1994), si nos sumergíamos en un n1ul Unmado shopping portcí'lo y nos olvidábamos del iclio- mn que S-O hablaba a nuestro alrededor, resultaba dificil discriminar si estábamos en París, Hong Kong, Nueva York o Londres. Las mismas marcas, la misma música. 31 De ese "mundo feliz" global en el que teníamos todo a nuestro alcance pasamos repentinamente a nuestro mundito latinoamericano lleno de faltas y ausencias. La ilusión de que, si no todo, casi todo era posible se ha desvanecido. Las fantasías omnipotentes que expandían nuestro yo y nutrían nuestro narcisismo se interrum- pieron. La consecuencia ha sido más depresión, más problemas para mantener el equilibrio narcisista (con el consecuente tambaleo de la autoestima), más dificul- tades para discriminar las ~responsabilidades propias" de los "responsabilidades sociales". Winnicott sei\aló int.eligentemente, con su concepto del holdi11g, la importancia que tiene contar con. un conwxto estable y previsible para que alguien se ID!.egre Y se convierta en persono. Las personas que, en medio de este caos social, con esta ausencia de holdi11g social, han podido construirse y ser corren el riesgo de sufrir todos Jos trastornos derivados de las dilicultades para la inte- gración y la personalización. El equilibrio narcisista se perturba, la estructura de un sel( cohesivo, vi.tal y dota- do de un funcionamiento armónico, como diría Kohut (1971), se pierde. Por supuesto, el grado de alteración dependerá de In biografía constitutiva de cada uno, pero podemos estar seguros de que nadie quedará ~u:"e e invulnerable ante estas sacudidas a nuestro narcisismo y, por lo tanto, a las oscilaciones de nuestra autoestima, con las consecuentes manifestaciones de depresión o, a veces, de su contrapartida, la manía. Y no olvidemos las hipocondrías, las somatizaciones y los trastornos vinculares (de pareja, familiares, laborales, etc.). Si nos detenemosa pensar que el adolescente ha sido víctima de lo amputación de la utopía y la ilusión, no nos será dificil imaginarnos la alteración que ha sufri- do la creación de ideales capaces de sostener un proyec· to probable, un proyecto que convierta al adolescente en un sujeto en el mundo. Como bien nos ensenó Winnicott Jo ilusión (dentro de un espacio lúdico crea- tivo) nece~ita un contexto que fomente en el sajeto la 32 ----- 1 n·oncin de que él está creando el mundo. Esa cxpe- ''' .ncia es imprescindible para gestar una realidad psi- •1111ca y externa conliable, con Ja concomitante creencia mi esa "omnipotencia" necesaria para que el sujeto se •11·nlo creador del mundo que lo rodea, o por lo menos 1111 participante activo en él. Freud nos señaló que el ideal colectivo deviene de la runvcrgencia de los ideales del yo individuales, a partir 11·· lo cual se van generando diferentes grupos. ¿Esto es 1~1~1ble hoy? Si no lo es, perderá sentido para los ado- I• «centes agruparse y ser solidarios Si forzamos un 1 neo la teoría, vemos que el ideal imperante en los 11ltim.os años en nucstr~ país, transmitido por sus ligu- ' 1. dmgentes, estuvo ligado má.S bien ni egoísmo y a la talla de solidaridad. Estos conceptos son opuestos a los 11111• históricamente funcionaron como motores del mun- 1!11 del adolescente. El ideal se ha vuelto confuso ines- lnhlc y lejano para éste. En todo caso, supone qu~ debe lar del lado de lo ajeno, lejos, en el extranjero. Quienes han conservado, por inercia, los proyectos • 1 rora soñado:;, anhelados, amasados, consideran la sa- lulu de la emigración como una posibilidad do completar lu que el ideal del yo marcó en algún momento de su lustoria. Esto impli~ un gasto psfquico important-O, por 1·11anto deben renunciar a su contmcto emocional cotidia- r ''· que es parte imporumt-0 del sostén de la idtmtidad. HP convierten en sajctos que dcl.icn variar sus "objetos 1 ;peculares" <Kohut) para "seguir siendo" (Winnicott). ~,~t.a tarea no es sencilla en ningún momento de la vida y menos aún en Ja adolescencia, período en el que el ujct.o necesita la reconfirmacióo especular de su "tribu". < 'nmbiar de "tribu" implica el encuentro con otros ajenos c¡u<' necesariamente imponen un gasto psíquico extra· el uuhviduo deberé ir tanteando si, en la intersubjetividad 1wcesaria para ser, e$0S nuevos visitantes serán los apro- 111udos o si deberá seguir buscando. Los otros históricos los que fueron estableciéndose como significativos pan: In construcción del yo, devinieron de modo natural y 33 1 . ntes que emigran se sienten nrogresivo. Muchos ado esce . rápi"damente a veces ... . ¡ ¡;· de pertenencia Y • urgidos poodr e a ~ co buscan establecer contactos de. cu.al- de un m o mallla • "eli • el confinamiento esquizo1de quier manera. Otros. gen o el encierro depr_cR~O. d lescente va construyendo su Cuando un suJe. a.º es contextuales-sociales pue- identidad, c~ertas s1tuae1on tn1cción Esas interferencias den interferir ~n rlt<'hR 1 00.':{'ea de trauma. Son traumliti- guardan rel.aci~u con a 1 • ndividuo sea, que logre con- ~ porque~1mp1d~~i~a~:er, 1989; Winnicot~, 1971) y quistar el yo soy a ser lo que quiere. estorban el proceso de .llegar piso consistente sobre el El adolescente. necesit~ ~ºet suelo es demasiado llui- cual pueda experime:~r á proceso de desarrollo. Sobre do y poco firme, no ª r d str··;· Sin una base _,,_ se pue e con ~ · arenas moveuu.as no ner ladrillo!\. El contexto ede ""nsarse en po . firme no pu r d . hor·izontc no permite . . rt eufuma o sin • social mc1e o, º • · · • proyectos constTWr nmgun h d¿lescentes piensan en el éxo- Así es como mue .º5 ~ de uc hay un lugar en el do, en huir con .la ~us1ónque v~ a permitir desarrollar mundo con un piso rme l ta to la construcción yoica un proyecto y donde, por o "bln p' ara todos lo que ha meta pos1 e. • vuelva a ser una ¡ durante los últimos años fue sucedído en nuestro pa sd 1 s-ntes implicó un plus de át. pero en los a o e ~" · trau.m ico, o era sólo si se podrla scgull' a~gustia.I El¡ prodbelearr:iªgu~lia era provocado por ta pre· siendo; e p us t . ·lograré ser? .. ~ de gun a. i . a un yo que nawraga ¿Qué es. lo que difere;c;aLa historia de la construc- otro que s1guo navegan o. ti ó uc un cont.c.Xto soci~n6mico 3 Eliseo Veróo (2004) n arm e¡ t a mas V •unc:¡uc más tat· ines~able ¡¡ener• mulHples r~pt"::!b1:. ueconÓmicas se tte0mpoo· de lu condicionee 900ales Y asd . n los •""'to• tardan mucho · · que e¡an e ...,. gaJt, las marcas ps1qwcas éll De uhl la ruen.o traum&tica quo más en resolverse que aqu ns. . ioci·ale• · 1 conmocionce · tienen con frecuencln as 34 ción subjetiva del segundo permite que su yo se vuelva "idealmente plástico" (Liberman, 1983) y recurra a di- forcntes modalidades de ~avegación" para atravesar tormentas sin naufragar, mientras que el primero se •umerge en aguas psicopatológicas (depresiones, enfer- medades psicosomáticas, fragmentaciones, adicciones, o·tc.l. El yo no colapbllrá en la medida en que pueda ·~ir estructurando proyectos, armando historia, ge- nerando un futuro. Aquí entramos en el terreno de cómo fue "narcisizada" una persona, cómo fue la historia de ms identificaciones (Aulagnier), en qu~ contexto emo- r1onal y social devino sujeto. Si todo to anterior fue más o menos armónico, la usina de proyectos continúa fun ·· t·ionando y por lo tanto el proceso identificatorio sigue lcniendo la vitalidad que ahuyenta el peligro del colap- 1!0 y la fragmentación. Si un sujeto transitó por vivencias de amparo• y apego ! Bowlby, 1969), tendrá más recursos que si vivió su- mergido en el desamparo y el desapego. Los sujetos que contaron y cuentan con un medio previsible y estable llevan ventaja para que su ideo! del yo no sea siempre una quimera. Aun cunndo la realidad erosiona y soca- va, muchas veces, la historia de la construcción yoica de cada uno, algunas estructuras adquiridas conservan ~l poder de sortear los tremendos escollos y trabas que la realidad, por lo menos en e:;tas latitudes, nos pone. En cambio, quienes hayan padecido una historia llena tic discontinuidades, duelos, traumas 11everos, o todas las experiencias que obstaculizan la narcisi?.ación d!!l 1ujeto en desarrollo, estarán en desventaja con relación u los primeros. No obstante, soy de los que piensan que l'sto ultimo no es una condición que inexorablemente provocará dificultades y síntomas mayores. Como la his· 4 &cordemOll a Fleud ( 1938~ ªDe lo;i pelil(l'UA con que amenau rl mundo exterior, el nir'o e• protegido por la providoncin de 101 11rogenitores" (En las traducciones anl~riOrt!8 providcncin opareda <'Orno amparo.) 35 wria es una construcción constante, el individuo t.endrá innumerables encuentros intersubjctivos (la amistad, el enamoramiento, los grupos de pares, etc.) que _POSibilit.a· rán reparar ese yo padeciente y averiado. 81 bay otro que refleja, sostiene, y funciona como obJeto esp«:ular e idealizado (Kohutl, ese otro se convertirá en generador, por vía intersubjetiva, de e»'tructura.p~íquica. Ei:t ~a h!S· toria de un sujeto no todo e:; repetición o reedic1ó?•. el psiquismo siempre está abier!D a lo nuevo, a la ed1c1ón original (Lerner, 2001). . . McDougall (1982) nos advierte que debemos distin- guir entre lo que ella llama "catástrofes reales", que son individuale!l, de "los traumas universales [ ... ) que son el drama de la alteridad, de la ~exualidad Y de la m· eluctable mortalidad del hombro". Y continúa dicien· do que a un suceso sólo puede llamárselo "traumático" cuando enfrentar y resolver esas •catástrofes" que es- tructuran el psiquismo se vuelve más complicado que de costumbre. Esta autora distingue aquellos ~e.c~os traumáticos que transcurrieron antes de la a~qu1S1C1ón del lenguaje, cuando el infans !<ólo se c_om~mcab9: por signos que sólo eran verdaderas comurucacione~ s1 ha- bía otro que las oyera, que captase las emociones Y respondiese a las mismas.Atribuyo a la madre e?te rol de "aparato de pensar". Vemos claramente que, si no se la transita bien, esta relación temprana madre-bebé puede constituir el "suceso traumalizante". . Cuando nos referimos a situaciones traumáticas pre· coces que han producido una catástrofe yoica, con sus consecuentes trastornos identitarios, estamos hablando de aquellos sujetos en los cuales ?sos sucesos, aunq~e hayan generado símbolos, como ~1ría.McDougall, deJ~ ron huellas que son sólo "signos inscriptos en el .soma , cuya pre.;cncia se puede intuir a través de "las mcohc- rencias y los blancos que provocan en e~ registro del pcnsamienwiT.os discursos de estos pacientes no tra- tan de comurtícar algo sino que intentan que el otro pueda sentir, percibir, el terror subyacente. Pese a que 36 muchas veces ese terror no puede i:;er nombrado se 111fiere .que ~stá as.ociado al temor a la fragmenta~ión pnr rev1venc1a de situaciones traumáticas que hau fon. r1onado como terremotos dentro del yo. En estos casos ••I analista n~ debe esperar, como en el modelo clásic~ ,1,. las neurosis, que__!!. Jl.!1Ciente asocie. Aquí no se trata dt• que el analista "pesque• asociacione8cómoaaméñte r· llf•ntado aI bOrde del agua; aquí hay que comprometer- fi•'. meterse dentro del mar y moJarso Uiómstein 2004) / tru!arido de construir lo que no lía ·sido constr~ido d~ V,,. 11ditar lo que s(I e~. Estos pacientes ponen' en Jllque nuestra contratransferencia. Son análisis en los •tul' el analista siente que no hay tregua y, como dice lllcDougall, al mismo tiempo se rechazan las interpre- Utr1ones po~u~ en r~al.i~ad se está "a la escuch~ una comurucac1ón pr1m1tíva, en el sentido en que se p<>dria decll' que un runo que prohcre alariaos está"é0- 11rnnicando". algo, en la medíaa cil que se baga una • · tro oye. .Juguemos con la idea de que a constitución yoica es '!!.' J>ªraíso prometido al cual se ijsp1ru a ilegy, la cti- UlCIOn final de un viaje que comienza con el nacimiento Y l'n algún momento de la vida se arribará a ese des- l!no; el sujew arribará a un yo, debcnl lle ar a un yo. l•rrn~ a .es mo o ~pe. ar, ~erie 111.1u_~ntído. En cambio. s1 se concepluahza al yo com(}. un proceso en construcción constante, la idea de trau· ma deja d~ tener peso porqúe}oSd.ifef'!'nles escollos ;1.ue el sujeto va esquivando no siempre ~on traumáticos. l rauma es una ruptura en la continuidad. oero no todo t rnatomo en la cont1nu1dad es detención. No se produce una detenc1 e ue seguir sien " · nicott · La mirada clásica sólo atien e a la historia; esto es totalmente pertinente pero también debemos contem- pl~r lo actual, los vínculos presentes que funcionan como nbJetDs especulares e idealizadores (Kohut). Lo que puede ser traumático para algunos no lo será para otros porque atraviesan esa situación que llamamos 37 "traumática" con una intersubjetividad sostenedora, que en e,;e momentAJ o a posterwri les permitirá usar esas experiencias como ma~es COI19l\ilutivos de su yo. En algunos casos al ~raum~sólo tendríamos que llnmarlo Mecontct:imjentAJ" (Badiou, 1988) en tanto per- mita la emergencia de algo nuevo, la prod~cc.i~n de una edición original (Lcmer, 200ll. _l!n acont~1m1ento gene- ra ruido aumentando Ja compTeJ1dad del sistema. Y aun- que esto podría ser considerado un trauma, un sistema al complojizarse puede aumentar los grados de autono- mía do un sujeto. Por lo tanto, "un ruido" puede ser traumático para unos y generador de cosas nuevas, de edicione!I integradoras para otros; para unos será para- lizante en tantAJ que para otros puede ser una posibili- dad de 1 creación y de aumento de la complejidad' yoica, de enriquecimiento. Ante determinadas dificultades: al- gunos sujetos no pueden mantener su coruns~nc1a o continuidad yoica, y para hacerles frente compleJ•zan su yo, mi<'ntro~ que otros detienen .1ª. C?nstrucción ~oica. En la construcción de Ja subJet1~1dad, detcnrunadas 1·in·11nstanc1as pueden funcionar como acontecimientos que un ob~t•rvador qwLá catalogue como traumáticos; pero si eso.~ arontccimientos no producen parálisis en Ja sensa- ción do "yo soy", no deberíamos hablar de trauma -al menos en el sentido clásico del t.órmino, como elementAJ capaz de producir la fractura o ruplura de un proceso-. A menudo no sólo no producirán ruplura en el proceso de construcción do la subjetividad, sino que funcionarán como motores en la complejización y expansión de la identidad "Cuesta aceptar ciertos traumas y heridas narcisistas, In altt>riclnrl, la diferencia de los S<'xos y l•\s generaciones, 1 l INI •r tt11pl1~t•lo1t• rn f'l llftnlldo ti• qu11 ''"'º lu'Cho hnpurta~te 11 In lfi' f11t"li11111•1111111 routr1lu I•• i11l.1tul1\1co, ln1111111u1, et."\>1ógico; 1 11 h 1 I· ¡11 '/'º f,UltlU t ti tlll nh1 .,1 flllllulu loclo Pnr11 Articular r 11 1111 '" In lo'l ot111 u ldn 1h1I 1111111.to, ~fun11 (200-U propune una t ( "' • 11• ~ att HifiJ11t uto /\ l"*'" r•·l·•nnn In llnrnn "'pt111wumiento 1 •ittl I lj 38 la muerte inevitable", oos dirá Homstein (2003). Pero es producto del trabajo psíquico poder aceptar todo eijto, lo que dará po: resultado una mayor complejizacióo yoica, una subJehV1dad y una identidad más ricas y vivas. F.N BUSCA DEL SENTIDO DI>: SER, DE LA IDENTIDAD, DEL "YO SOY" Porque sé que este relato ua a inf..'Cf<rrl!(! ck oluulo.._ ómiswws y errores, cuen1o co11 rlm•. No fll'l:/e1uk> 11er absolutamente ""mz o e>XJC'lo: IN! que ll'<'Ol'dar es i1!l'c1llar, que el pasodo e1 1111 nmt1·riaJ molmble y qU(! uolut:r llOOre él eqiumk ms1 s1n11pm a mochficar· lo. Por '*" m.d$ que a ser ""'11'/a, f1.•p11V a .,.,. /id al ~o, quizá paro no lrruciottor d•·I lürla oJ prna·nlL Por -. y porqu,-. a ~nuda la 1mlJl!l1wdm1 rwu.:rda mejor qlll! la munana, a' lambWn qu• aqu..·Ua ft'lúmarri /,. toadcos q"" se ahron •n isla. .Vo u11porta: al fin y al cabo, la/ <et ""' cu:rlo que .:ilo una hÜJlona iJWentaáa, pero tvtrrlad.·ro, pueck Jw:er qutJ o/vitúmotr paro sil!mpre Ú> qu~ rcal11u:nte /in pasaáo. (J. CERc:AS, El uierúre de la ballMa, 200 l.) /.a idMlidad se inventa justo cuondo colapsa la comumdad. La icle11tidad es 1111 s11r<'<Ílw1'0 de fa con1untdad, brota del cenu•lllt•rio y pronu!lf! /a resurrección de los muertow. Los luchas identital'UM están pi~"ª" ele r111do y furia (Z. BAUMAN, Co11111r11dad, 2003.) De deportista a intelectual, de religioso a agnóstico, de rockero a barroco, de científico a empirista, so1lador al fin: el adolcscent't.!!Jl. sabe dól1.!!.e y cómo aterrizará ,tu 'iº· De ahi su gran interrogante y su gran desafící. !fasta la infancia la identidad se completaba bastante con ~as. afirmaciones "yo pertenezco a esta familia", yo soy h1,10 de mamá y papá" Rota esta pertenencia, Ua- mémosla aRf, el adolescente debe salir a conqui11tar _n uevos territorios, distintas "fii!ill11as"; enuncJ'iicro¡j(¡f- ferentes de los que lo acompañaron y sostuvieron hasta _ _, 39 que hizo su irrupción la sensación y la necesidad -que lo irá dominando cada vez más- de querer ser su propio constructor o, en todo caso, el ro-constructor de sí mis- mo, de ser él quien elija a sus otros significativos, a sus compai\cros de aventura, a sus compinches. ~ Al desaparecer un mundo plagado de certezas y eslar nmerso en un mundo de incertidumbres, en medio de u búsqueda de identidad, rudolescente cons~ruye~u Il!Jle un mo<lo frágil. Y, pnrnlelamente, esta s1tunc1ón Jo lleva 11 aferrarse a todo aquello que lo aleja de la incertidumbre (fanatismo, convicciones sin alternativa de reflexión, etc.). Cuando se desvanecen las certidul.)1- bres, busca abroquelarse en cunlquier cosa , a.Jtlc¡m- zár'-sú 1 en 1 a en e o se uc t d ub'ctividad. És a parece ser una característica de los adolescentes: [O se abroquelan en una imagen de sí mismos y apare- cen así los fanáticos, los obsesivos que defienden a ultranza su identidad frente al temor a la fragmenta- ción yoica, o su vida se convierte en un cambio o una búsqueda permanente, porquepara ellos elegir es que- dar congelados en un bastión sin salida ni posibilidad de encuentro de su identidad~ El adolescente puede crear.cincbera identitar,!Y-, un búnker en el f,ue se siente a salvo, un refugio que lo protege de losuert..es temporales de la adolescencia (lo pulsional, lo social, el vacío, etc.), y a veces defiende obsesivnmente ese refugio para sentirse seguro. Cuan- to más fuerte sean los vientos, más energía pondrá para construir esa trinchera. Hasta hace no tantos ai\os, el adolescente estaba inmerso en una cultura ·de liiísqueda de su identidad esencial, suponía que debía encontrar ¡¡u vocación de u.na v_ez y_pai:a siempre. Hoy ese modE'lO hace agua~ TO_§ adolescentes deben aprender a navegar y buscar con. 12' ic!_ea de que el e~enlr~ coíiSüVi>cnción~~ i;er muchas veces transitorio. Antt•N 111w1·gnr grn Jlr~ a pucrt_o, ~rribar a un Jugar prol1•¡¡11lu. l loy In l<'mtílicn pa11a por .Jlll,vegar en s1, pm·~ no hny 11rn111cB1111l¡;um1·cre·a1can":!1r 111 un ,PUe_rto. s~ro Y abrigad_!>. En esto está implícito lo 1 qud. Wmrucott¡ llamó _:el juj¡ar~: lo ~rtante no es , / ~rmmar el júego, sino su transcurso; permanecer en lli' ¡¿.. -ZOlfa 1lusor1a, trans.1c10nal1 d.o~de se da la creativid_!!9. Cuando yo estudiaba medicina no tenía demasiadas dudas de que mi futuro laboral iba a estar relacionado con c~a _profesión; tal vez no sabía aún en qué rama o esptoeiahdad, pero sí que lo qu!' estaba estudiando ser- viría de base para mi trabajo futuro. Hoy eso no es así. Y esto no es solo porque no hay posibilidades de desa- rro~lo, sino po~ue ~xú;te una frontera más porosa y la S?C1edad pe~uute ctrcular por otros territorios que no tienen relación con lo elegido con anterioridad. Podemos pensar sin dcmasindo temor a equivocnrnos que el adolescente tiene como trabajo psíquico central la _búsq~eda de su identidad o, si se quiere, el d?hneam1ento de su "proyecto idcntificatorio" (Auln¡¡- ni<>r, 1977), aunque é;;tc sen cambiante. Como señalo ij Rothcr Hol]lstein (2003), el ndole:;cente deberá sentir con convicción: - - - · · - "yo soy éste" ly no aquél>. Sentimiento que proct.'Clc de I~ represe_ntación de u~ cuerpo unificado, de la sepnra- c1ón y l.ím1t.e entre él m1ijrno y el otro, de un sentmiiento d.c ¡>ro.piedad do sí, do su irnogcn narcisista, de la idcn- t1ficac160 con las imágenes, los mandatos y los valores parentales, del sentimiento de pertenencia u una fami- lia, a un grupo, a un pueblo, a una cultura, etcétera. . Es~ autora nos rec;uerda que si bien_el concepto d_e identidad. no es ~ud1ang, p<><.'O a poco fue incorporán- dose al ps1coanális1s contemporáneo, y que el sentimien- to ~e identidad •es un tejido de lazos complejos y varwbles donde se articulan narcisismo, identificacio- nes, la v_ida pulsional.._. y todo aquello que participa en la consti.tuc16n del SuJeto. [ ... ) La identidad no es ttn smo un proceso, cuyu primera fase es el júbilo extremo de ue se reconoce en el espejo" . Nos dirá Vec.slir (2003): 41 La identidad del Yo se construye u lo largo de la vida, SOtit.cnida desde una matnz básjca de jdcnhficaci9· MS que permnnece y actua como sostén y resistencia frente al impacto de acont00m1entos que, sm la ensten cía de esta fom1a c~table de organización, podrian des· e.;lructurar al suJet.o. El trahlljo de jrlentific;\Ci~n no acaba nunca. oorque el s1ueto no sólo se constitu.~e, si.no también se tmOSforma a travéa de procesoo; de íaeatifi· cación. En su capital idcntificatorio hay movimit•nto Y reorganización, y la presencia actual del objeto externo J no sólo C'S causa de este mOVtmiento sino que pasa a \ formar parte consliluyentc de su ,¡objetividad. En las dos citas precedentes podemos visualizar un modo de pensar Ja constitución de In identidad que contempla Ju idea de inter8ubjelividad, y entiende que ésta es un modo de lograr una subjetividad más rica. Cuando observamos la adolescencia, parece que estu- viésemos presenciando estos fenómenos con w1n lente de aumento. El grupo adolescente, matriz identificatoria por excelencia, funciona como un marco intersubjetiva que so~tien<' y co-conslruye subjetividades y muchas veces permite que "lo tra~mático" no 2evenga en dete!!· ción y desestructura i~1~ en en~que~imie~y ma or om e izilción psíquica. La esp_!Zul.~ndaa m~er subjeti va que aporta eT grupo adolescentc"Tunc1ona ~orno contención y aceptación de que lo traumático, lo mex· plicable, lo que causa angustia, son experiencias _com- partidas que permiten que el adolescente no se sienta aislado en sus "rumiacioncs". Le hace saber que hay unos otros significativos que, al transitar por los mismos caminos, funcionan como objelos del sel{ especulares (Kohutl que le devuelven una imagen de poder, Y que. las convulsionc1:1 emocionales que lo~ inundan son expenen- cias comunes y no lo» detendrán. En oJgun momento Y en algún lugar arribll!"án a un puerto ide~l, aunque mientras están transitando por tales expenencias, el puerto se halle t>scondido entre la bruma y la niebla. Los grupos de parei;, algunas vece¡¡ Jos padres y otras 42 veces los analistas pem1it.en que se de:;pliegue, como diría Castoriadis ( 1986>, la "autonomía de la imaginación", la "imaginación radical" que brinda Ja "capacidad de formu- lar lo que no está, de ver en cualquier cosa lo que no está allí". En última instancia, se posibilitn el despliegue de t 1 una potencialidad creadora (Winnicott, 1971 ). Si bien situam0:; la adquisición del enunciado "yo i;-0y"' en los primeros momentoR del desarrollo emocional (Winnicott, 1945), es durante el tránsito adolescente cuan- do este enunciado conlinna Ja "mislllldad" del sujeto. En pos de este logro subjetivo el adolescente busca reivindi- car con pa8ión su den>cho a ser un sttjeto en el mundo. Este camino en busca de la "independencia indivi- dual" (WinnicoU, 1971), de poder s<•ntir que es una unidad autónoma, singular, nunca lo será del todo en tanto haya una independencia relativa: t-1 logro de la individualidad y del "yo soy" siempre exige un con- trxto interdependiente. Se da la paradoja de que se logra ser en función de la presencia de otro, de la dinámica intersubjetiva que permite al sujeto sentir- se 61 mismo. "Mediante las identificaciones cruzadas se esfuma la taJante línea divisoria del yo y el no-yo*, decía Win nicott (1971). El "yo soy"', repitámoslo, ~ólo se adquiere en un ámbi- to intcrsubjctivo. En los comienzos de Ja constitución ele la subjetividad, el vínculo con otro es fundante o impres- cindible, aunque en tigor esta necesidad de ser con otro y "por otro* también tendrá una vigencia absoluta du- rante todo ol transcurso del devenir de la subjetividad. En los inicios de un sujeto, se ha afirmado que la subsistencia psíquica os imposible sin la presencia de un otro significativo que cumpla con los cuidados que demanda el sujeto adviniente y satisfaga sus necesida- des <'Vionicott, 1988; Bowlby, 1969>. Y as1 como en Jos comienzos esta necesidad apunta a proveer lo que el bebé necesita para no caer en un ;s.a.mpaJO l_mumáti- co, en una n - te CI n imc1ul ( innicott, 1945), es· tas provisiones que otorga un o ro s1 1ca vo, serán indispensables para el sujeto durante todo el transcur- 43 \ en dt• su vida, aunque de una manera distinta y menos 1><'rentoria. Sin otro no hay J>roducción de subjetividad. Desde su propia perspectiva teórica, Kohut afinnó que los "objetos del self' son imprescindibles pura la estruc- turación del sel{ en los inicios, pero remarcó que nunca se puede prescindir del vínculo con esos objetos, que reronfirmarán, darán brillo, meJorarán lo autoestima. Sin esas respuestas, el sel{ se precipita al vacío, a una suerte de inexistencia, de futilidad y temor a caer en una desestructuración. El otro, el vínculo, aleja la posi- bilidad de hundirse en esos lcn-cnos cenagosos. Si un sujeto ha sufrido experiencias que lo llevaron a caer en un cuadro psicopatológico y está atrapado poresas memorias traumaticas que lo convierten en un individuo huidizo, esquivo, temeroso C¿fóbico?, ¿esqui- zoide, paranoide?), ¿qué puede hacer el psicoanálisis, qué utilidad tendrá? Tomo prestada la respuesta de Julia Kristeva {1999): Se ha repetido insistentem!'nte que el psicoanálisis seXURliza la esencia del •cr humano, pero también que lo inWlectualiui: todo está en el sexo, o bien todo está en laa palobras(Ni lo uno ni lo otro' el descubrimiento de Freud consí$te en dar un sentido amoroso que trans- forma el rt'Cllerd~Yo he •ido herido(a), traic1onndo(a), violado(n); te lo cuento o ti; tu ntención-ronfianza-amor me permite volver a vivir esta herida-traición·violnción en una rorma distinto. Yo le otorgo a partir de ese momento y en cada nuevo lazo amoroso- un sentido distinto, soportable. No es que yo borre la herida·trai- ci6n-violnción, smo que lo dono; habría que d~>cir que yo le perdono otro sentido, que nosotros le perdonamos otro sentido. Ésto es la nlquimia du la lrllllsforencio: trans- fonn ión l e al abri de un nuevo law del cual esperamos que t.cnga unn intensi d compara le a lo de un vinculo amoroso. r Aquí se instala nuestra intervención como analistas: L posibilitar otra mirada a la historia que el adolescente 44 nos trae o, como dije en otro trabajo (Lerncr, 1998), ayudarlo a cambiar la narrativa.- - - Aulagnier (1989) sostiene qüéfa autobiografía de un adoJei¡cente -aunque yo agregaría que esto sucede en cualquier sujeto y o cualquier edad- nunca se termina y que incluso aquellos kcapítulos• que se consideraban terminados deberíon prestarse a ser modificados, "afta· diendo párrafos o haciendo desaparecer otros". En este proceso de "construcción-reconstrucción", agrega, se deberán conservar "anclajes estables de Jos cuales nues- tra memoria nos garantice la permanencia y la fiabili- dad. He aquí una condición para que e l sujeto adquiera y guarde la certeza de que es el autor de su historia y que las modificaciones que e lla va a sufrir no pondrán en peligro esa parte permanente, singular, que deberá transmitirse de capítulo en capitulo, para volver cobe· rente y pleno de sentido el relato quo se escribe". Dicho de otro modo, lo que afirma esta autora e" que los cambios y trnnsformaciones que le sobrevengan al yo durante la adolescencia no deberían alterar su "mismidad"; que el adulto que devendrá no !lerá ajeno al infante que fue, que se ha conservado un "fondo de memoria". El futuro de ese infante y luego adole~ccnte que llegará a adulto es la "reaJJZación de una potencia- lidad" uc estaba ya presente en la historia de e · o. i hubo una 1 ori íític e impidió 1gar los iferentes momentos evo utivos se p r00iíéi!JL.j:¡n~1- continuida e a s nsnc n de •ser uñ01';de slmtir ¡:¡-n \ "yo continuo" con historia, con pasa o, presente y lutü- ro. es a o: un se a entado, un yo alterado, caldo de cultivo para patologías graves. a o escen o quo no se siente poseedor de una historia se encuentra en inferioridad de condiciones para enfrontar lo que puede tener significado traumático para su yo. En aquellos que tienen un yo debilitado, los fracasos sexuales, las dificultades en el estudio, en las relacioneR amorosas y . an las amistades pueden abrir las puertas a un episo- dio psicótico. El fracaso toma la dimensión do un "para 45 ..J,.r; c..,,._,---r-:.. e)~ i ·_ " "....,, "iempre"· no hny ful uro 11ue presuponga una salida o cambio f)Ohibh El taempo se congela en Ju experiencia traumtllica. :sólo queda la sensación de una "compu.1- sión a la repetición" irreductible: el karma ya está ins- cripto. Este sujeto bólo podrá romper con ese futuro ~inies tro y firmemente escrito si inicia un vínculo que le posibilite otra mirada. Una situación de intersubje- tividad que prometa navegar por otros mares que hasta ese momento eran demasiado turbulentos, conquistar tierras nuevas o desconocidas. Los mares seguirán sien· do turbulentos por momentos, pero habrá posibilidadei; de llegar a Haca. Ese otro que encarne Ja posibilidad de un cambio podrá ser una pareja, un amigo o un analis la que dé lugar a la creación de una nueva historia y evite que el odolescente quede colapsado en la búsque- da de historias culpabiliznntcs y ei;t.ériles. Un analista más Jjgado a la idea de la constante potencialidad de constitución de lo nuevo y no sólo prendido a la idea de repetición; un analista que crea posible una edición original. PALABRAS FINALES Lo prwcipal ea que la ado/eacencw u all(o más que pubertad {íJJU:o, aunque en gran mrd1d11 se basa en ,,/la. l1111>lica rrPCin1it~ttlo1 qut exig•• lU!mpo. Y mitntra.1 u e11cuentro t'n marcha ti crecw11m10 las fiRums paternas debe11 haoorse cargo de la respo111mbilidcuJ. Si abdican, la1 adole"Ctnús tienen qu" saltar a una faJM mculrl· rez y perd~r su máximo bien: la lib<irtad para tenu ideas y paro actuar por impulso. (W1"1\1con, R .. a/idad .l' ;ucgo, 1971 ) Como bien describió Winnicott (1971), lo> infa11s sa- len de esta etapa en "forma torpe y C!XC(>nlrica" para pasar a la adolescencia, y se apartan di> la dependencia -16 "para encaminarse a tii>ntas hacia su condición de adul- tos•. Tambi~n afirmó que crecer no es sólo producto de una tendencia que se hereda, sino que es, además, "un entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador", con el contexto, ya sea la familia o las unidades sociales en laa que se ini:;crte el adolescente. En esos contextos el odolescente deberá ser "inmadu- ro, irresponsable, cambiante, juguetón" y, como nos recuerda Winnicott, a los adultos nos incumbe acompa· ñarlos y "que pase el tiempo y traiga lo que llomamos madurez". Muchos adole8Ccntes no pu1.'<len ser "inmaduros, irres- ponsables, cambiantes, juguetones" y no disponen del tiempo necesario para ;;u trállSilo adole><cente, no tie- nen lu morntoria social CErikson, 1982) que se les debe- rla dar. Por situaciones familiare;; o sociales (muertes, desempleo, trastornos en la estructura familior, etc.), muchos se deben diplomar de adultos prematuramente, alejándO&' -como Winnicott lo dice con tanta claridad- de "la inmadurez... una parte preciosa de In escena adolc~centc (que) contiene los ra~gos estimulantes del pensamiento creador, de sentimientos nuovos y frescos, de ideas para una nueva vida". Y continúa de esta manera brillante: La aociedad nect>sita S(•r sacudida por las a>piracío- nes de quienes no tiOn responsables. Si los adultos ab- dican, l'l adoleocente Mi convierte en un nduJto l'n forma prematura, y por un proccM> falso. Se podría aconsejar a la sociedad: por <'I bien de los adolescentes y de su inmadurez, no les permitan adelnntan;c y llegar a una falsa madu rcz, no les entreguen una rcsponsabilidud que no les corresponde, aunque luchen por ella. Con la condición de que los adultos no abdiqu~n. no cabe duda de que los c~fuerzo• de los adolescentes por encontrar- se y determinar su destino son lo más aleot.ador que podemos ver en la vida que nos rodea. El concepto del ndole;;ccnle u•erca dr un11 «>ciedod idenl e> ineitantc y estimulante, pero lo earacteri•llco de la adole•cenc1a 47 11111111111111 • 1 PI 111•1 lto tle 110 sor responsable. Éste, 111 lo 11 11lu 111. "l!"'do, dura apenas uoos pocos ai\os, y "" w111 11ro11111<lad que cada individuo debe perder , "'""'º lll•¡¡a a 111 madurez CWinnicolt, 1971). Unido a esto último, Aulagníer (1989) afirma que un adolescente se encuentra embarcado en la apasionada reivindicación de su Mderecho a ser un ciudadano com- pleto en el mundo de los adultos; muy a menudo, en un mundo que será reconstruido por él y sus pares en nombre de nuevos valores, que probarán lo absurdo o la mentira de los que se pretende imponerle" (Aulagnier, 1991), y que frente a estas condiciones es más impor- tante la "comprensión" que la "confrontación". Inmaduros, irresponsables, cambiantes, juguetones, reivindicadores, en última inst.ancia practicantes incan- sables de todo aquello que los ubiqueen un proceso idenlilicatorio, aunque muchas veces est.ón al borde del colapso, la mayoría logrará sortear este tránsito sin caer en el intento. Arribar a la sensación de "yo soy", y a su consecuente relación con "yo era" y "yo seré" (construir su historia), es un trabajo psíquico que se desenvuelve en un entre- tejido con el mundo. De cómo se entramen osos hilados sociales, de qué nuevos marcos contextuales surjan en Ja vida del adolescente y cómo los transite, dependerá que los traumas, adversidades, cataclismos emocionn- les, etc. dejen un sedimento, estructuras, y no vacíos. La lucha se Libra entre el proceso identificatorio -pro- ceso porque la identidad no es algo acabado sino en movún iento- y el vacío, la futilidad, la sensación de inexistencia, la patología. 48 Bll31JOGRAPIA Aulognier, P. (1977): La uwkncUl de la 111terpretación., Bue- nos Aires, Amorrortu Editores <AE), 1988. - (1989): "Const.rwnso) un posado", Ps1coorlálisis, Buenos Aires, APdeBA, vol. XIIl, n• 3, 1991. Badiou, A. (1988): Mani(r.e$/O por la filoso/fo, Madnd, Cáte- dra, 1990. Bauman, Z. !2003}: Comwiidad. Ert busca de !Hguridad en un mundo ho,,til, Madnd, Siglo XXI. Bowlby, J. (1969): Altachmen.t a.n.d Loss, Hogart.h Press and ihe lrultitute of Pnychoaoalysis, Nueva York. - (1988): Una base segura, Buenos Aires, Pnidós, 1989. 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Cambio11 sociales y culturales que, innegablemente, ho11 provocado fuertes mutaciones en lo producción de sub- JClividad y por ende también en el temn que habrá de ocuparnos en las si¡,ruienlcs págim1~: el de esa etapa de la vida que recién a mediados del siglo XX se ha deno- minado adolescencia. Por lo pronto, la adolescencia no constituye un uni- versal, i;ino que resulta definida como tal, es decir, categorizada, descripta, problcmotizada segun los dis- cursos de época. Incluso aquellos sujetos que hoy coin- cidimos en llamar adolescentes no serian coru¡iderados como tales en otros tiempos y lugares. Y, dado que la cultura produce configuraciones subjetivas mayoritaria- mente congruentes con sus propuestas idont.ificatorias, sus ideales, sus prohibiciones y sus imposibles identi- ficatorios, también los adolescentes personifican, aun sin saberlo, el dicho cultural acerca do quiénes son o cómo deben j ugar su canon etario. Ni siquiera el cuerpo permanece ajeno a la atribución identificatoria. ¿O podríamos desconocer, acaso, el entretejido actual en- 51 !re lns siluctns dcsvaida~ de las anoréxicas y ciertos idealo11 sociales vigontes? Cuestión que así formulada podría sonar casi trivial, si no fuera porque nos invita n dar cuenta de los múltiples modos en que los discur- sos sociales se enraízan, produciendo, como diría Castoriadis, sujetos encamados. Los ímpetus de la globalízacíón, por lo demás, impo- nen sus coordenadas al actual tránsito adolescent~. Así es que la tendencia a Ja homo~eneidad atraviesa las fronteras geográficas e impregna a lo:; adolescentes de regiones distantes con e:;lilos, modas, músicrui, hábitos de consumo y ancl!\)es identificatorios que los iguolan tanto como In marca del jean que los enfunda El tele- visor, la computadora, el "chateo", el uso del celular, comunican e idt"nLitican enLre sí a los millares de ado- lescentes que tienen acce:;o al mundo tecno-mcdiático, habitantes de un mundo on el que las categorias espa- ciales hasta ahora vigentes han sido trastocadas dando Jugar a nuevas demaTCaciones virtuales de las nociones de cercanía y lejanía. Al mismo tiempo, la aceleración imprime un sello inédito al registro cultural de la temporalidad. El incre- mento de In velocidad, que se expresa en múltiples aspectos de la vidn cotidiana actual, también penetra en las generaciones y en las diferencias entre ellas. Así es que, junto con una mayor homogeneidad ei;pacial en lo que a la adolcscencín se relicto, las diferencias generacionales adoptan modalidades novedosas. A dilc- rencia de otros períodos históricos, en los cuales la adolescencia se consideraba un tiempo de tránsito que culminaría en la adultez, actualmente es la juventud y aun la adolescencia aquello a alcanzar. Por esta rauín el modelo adolescente se impone y convoca al mundo adulto a intentar permanecer lo más cerca posible -<!n imagen, indumentaria, modos y modjsmos- de esa eta- pa, actualmente erigida en ideal colectivo. A la vez, curiosamente, las di8tancias actuales entre un púber de 12 anos, un udolesccnte de 17 y otro de 22 52 no son desdeñables. Es probable que el joven de 22 observe con cierta extrañeza a su hermano de 12 al recordar su propio ingreso en la adolescencia, apenas una d6cada atrás. La velocidad de los tiempos y de las transformaciones i;ocioculturales produce cambios ver- tiginosos en la producción de subjetividad, al ¡>unto tal que las distancias generacionales se agudizan a veces dentro de la misma fraDJa etaria que hasta hace poco quedaba unificada bajo la noción de adolescencia. Asf es que "cada generación es hoy parte de una cultura difcronte• (Margulis, 2003) y, en tanto tal, coexiste con las restantes con códigos, valores y dialectos a menudo
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