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677 Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales FÍSTULA GENITOURINARIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 677 Fisiopatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 677 Clasificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 677 Etiología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 678 Manifestaciones clínicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 680 Diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 680 Tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 681 DIVERTÍCULO URETRAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 683 Incidencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 683 Etiología y fisiopatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 683 Clasificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685 Signos y síntomas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 686 Diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 686 Tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 688 BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 689 FÍSTULA GENITOURINARIA Una fístula genitourinaria se defi ne como la comunicación anor- mal entre las vías urinarias (ureteros, vejiga y uretra) y los órganos genitales (útero, cuello uterino y vagina). Se desconoce la inciden- cia real de la fístula genitourinaria. Sin embargo, la incidencia aceptada generalmente es producto de intervenciones para corregir las fístulas y es de 1% o menos de todas las operaciones en vías genitourinarias (Harris, 1995). Lo más probable es que se trata de una subestimación, ya que muchos casos no se reportan o no se reconocen. El tipo más frecuente de CAPÍTULO 26 fístula genitourinaria es la fístula vesicovaginal y se describe más adelante (Goodwin, 1980). ■ Fisiopatología El conocimiento de los principios y las fases de la cicatrización de heridas es importante para comprender la patogenia de las fístu- las genitourinarias. Después de la lesión, el daño y la necrosis del tejido estimulan la infl amación y comienza el proceso de regene- ración celular (Kumar, 2005). Al principio en el sitio de lesión se forman vasos nuevos, lo que se conoce como angiogénesis. Tres a cinco días después de la lesión, proliferan los fi broblastos, luego sintetizan y depositan matriz extracelular, en especial colágena. Esta fase de fi brosis determina la fuerza fi nal de la herida cicatrizada. El depósito de colágena alcanza su nivel máximo alrededor de siete días después de la lesión y continúa durante varias semanas. La maduración y organización subsiguientes de la cicatriz, conocidas como remodelación, aumenta la fuerza de la misma. Estas fases son interdependientes y son parte central de la cicatrización de heridas. Cualquier interrupción en esta secuencia conduce a la formación de una fístula. La mayor parte de las fístulas tiende a presentarse una a tres semanas después de la lesión del tejido, etapa durante la cual los tejidos se encuentran más vulnerables a alteraciones de la cicatriza- ción, como hipoxia, isquemia, desnutrición, radiación y quimio- terapia. Al fi nal, los bordes de la herida se epitelizan y así se forma un trayecto fi stuloso crónico. ■ Clasificación Aunque existen muchos sistemas de clasifi cación para las fístulas genitourinarias, no hay un esquema único estandarizado aceptado. Las fístulas pueden desarrollarse en cualquier punto entre las vías urinarias y los órganos genitales. Por tanto, un método para clasifi - carlas se basa en la comunicación anatómica (cuadro 26-1). Las fístulas vesicovaginales también pueden clasifi carse según su tamaño y localización en la vagina. Se denominan vaginales altas cuando se encuentran en la parte proximal de la vagina, vaginales 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 67726_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 677 07/09/13 12:4807/09/13 12:48 678 Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 bajas cuando están en la parte distal o mediovaginales cuando se encuentran en el centro. Por ejemplo, las fístulas vesicovaginales posteriores a la histerectomía a menudo se sitúan en la parte proxi- mal o alta de la vagina y están en la cúpula vaginal. Otra opción es clasifi car las fístulas vesicovaginales con base en la complejidad y extensión del área afectada (cuadro 26-2) (Elkins, 1999). Según este esquema, las fístulas vesicovaginales complicadas son aquellas que implican una neoplasia maligna pélvica, radio- terapia previa, acortamiento de la vagina o del trígono vesical, o que están distantes de la cúpula vaginal o miden más de 3 cm de diámetro. En un sistema de clasifi cación obstétrica, las fístulas vesicova- ginales de alto riesgo se describen por su tamaño (mayores de 4 a 5 cm de diámetro); compromiso de la uretra, uretero(s) o recto; localización yuxtacervicouterina con incapacidad para visualizar el borde superior, y reformación después de una reparación fallida (Elkins, 1999). Además, se introdujo una clasifi cación quirúrgica como método para hacer una valoración objetiva de la reparación de fístulas uri- narias obstétricas (Waaldijk, 1995). En este sistema, las fístulas tipo I son aquellas que no afectan el mecanismo de cierre uretral, las fístulas tipo II sí lo afectan y las de tipo III comprometen al uretero e incluyen otras fístulas excepcionales. Las fístulas tipo II se dividen en: 1) sin o 2) con compromiso uretral total o subtotal. Asimismo, las fístulas tipo IIB se subdividen según: a) la ausencia o b) la presencia de un defecto circunferencial. Se propuso un sistema de clasifi cación más completo que inte- gra la localización de la fístula en referencia a un punto anatómico fi jo, el tamaño de la fístula y la integridad de los tejidos circundan- tes (Goh, 2004). El objetivo de tal sistema es facilitar las compara- ciones objetivas de los resultados operatorios y las complicaciones de las fístulas. En este esquema, las fístulas genitourinarias se divi- den primero en cuatro tipos según su distancia al meato uretral externo. Luego se subdividen por tamaño de la fístula, extensión de la cicatrización que rodea al defecto y por disminución de la longitud vaginal a causa de cicatrización o bien por compromiso de la fístula (cuadro 26-3). De los sistemas mencionados, el gine- cólogo general muy a menudo describe las fístulas con base en su comunicación anatómica y su posición en la vagina, y las divide en altas, medias o bajas. ■ Etiología Congénita Las fístulas genitourinarias congénitas son raras, sólo hay 10 casos publicados en la bibliografía (Asanuma, 2000). Se cree que se producen por la fusión anormal de la yema ureteral y el extremo caudal del conducto de Müller con el seno urogenital, o por la incorporación de una yema ureteral abortada en un futuro rema- nente del conducto de Wolff (fi g. 18-2, pág. 483). Por lo general, estas fístulas se relacionan con otras anormalidades renales o uro- genitales (Dolan, 2004). Adquirida La mayor parte de las fístulas vesicovaginales no se producen por alteraciones en el desarrollo, sino que son consecuencia de un trau- matismo obstétrico o cirugía pélvica. Traumatismo obstétrico. En los países en vías de desarrollo, 90% de las fístulas genitourinarias se producen por traumatismo obstétrico, en particular por trabajo de parto prolongado u obs- truido (Arrowsmith, 1996). Su desarrollo en estas situaciones refl eja las costumbres y prácticas sociales, el estilo de vida o el tra- tamiento obstétrico inherente a una sociedad o región geográfi ca particulares. Por ejemplo, tanto el parto a edad muy temprana, antes que la pelvis se haya desarrollado o crecido por completo, como la circuncisión femenina, también llamada mutilación genital femenina o corte, pueden estrechar el introito vaginal y obstruir el trabajo de parto. La obstrucción del trabajo de parto o lasanoma- lías en la presentación fetal ejercen presión y pueden causar necro- sis isquémica de la pared vaginal anterior y la vejiga, lo que después deriva en la formación de una fístula. Otra posibilidad es que el traumatismo vaginal se deba al daño con los instrumentos usados para la expulsión de fetos muertos o para practicar abortos. La des- nutrición y las limitaciones para la atención a la salud de muchos de estos países complican más la cicatrización de las heridas. Por el contrario, en la mayor parte de los países desarrollados, las fístulas extraordinariamente son consecuencia de procedimien- CUADRO 26-1. Clasificación de fístulas genitourinarias con base en su comunicación anatómica Vías urinarias Uretero Vejiga Uretra Vagina Ureterovaginal Vesicovaginal Uretrovaginal Vesicoureterovaginal Cuello uterino Útero Ureterocervical Ureterouterino Vesicocervical Vesicouterina Uretrocervical No hay reportes CUADRO 26-2. Clasificación de las fístulas vesicovaginales Clasificación Descripción Simple La fístula mide <2 a 3 cm y está situada cerca del manguito (supratrigonal) Mujer a la que no se aplicó previamente radiación ni tenía cáncer La longitud de la vagina es normal Complicada Mujer a la que se aplicó previamente radioterapia Existe un cáncer pélvico Es corta la longitud de la vagina La fístula mide >3 cm La fístula está distante del manguito o afectó el trígono 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 67826_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 678 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 679Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 tos obstétricos o partos. En raras ocasiones, la cesárea, casi siempre acompañada de complicaciones obstétricas, puede originar fístulas urinarias complejas (Billmeyer, 2001). Cirugía pélvica. En países desarrollados, la lesión yatrógena durante la cirugía pélvica es la causante de 90% de las fístulas vesi- covaginales y la incidencia aceptada del desarrollo de esas fístulas des pués de la cirugía pélvica es de 0.1 a 2% (Harris, 1995; Lee, 1988; Mattingly, 1978; Tancer, 1992). Entre 80 y 90% de las fís- tulas genitourinarias se relaciona con operaciones practicadas por ginecoobstetras, mientras que el resto se debe a procedimientos realizados por urólogos y cirujanos de colon y recto, angiólogos y cirujanos generales. En los países industrializados, la histerecto- mía es la causa quirúrgica más frecuente de fístulas vesicovagina- les, representa cerca de 75% de los casos de fístulas (Symmonds, 1984). Cuando se incluyen todos los tipos de histerectomía, se estima que las fístulas vesicovaginales complican 0.8 de cada 1 000 procedimientos (Harkki-Siren, 1998). En dichas revisiones más de 62 000 casos de histerectomía se relacionan con las histerectomías laparoscópicas de mayor incidencia (2 por cada 1 000), seguidas de las abdominales (1 por cada 1 000), las vaginales (0.2 por cada 1 000) y supracervicales (0 por cada 1 000). Como la mayor parte de las fístulas genitourinarias tiene una causa quirúrgica, es obligada la prevención e identifi cación trans- operatoria de alguna lesión en las vías urinarias inferiores. Por eso el uso de cistoscopia transoperatoria mejora el índice de detección de lesiones de la porción distal de las vías urinarias. Gilmour (1999) encontró que, en las histerectomías realizadas sin cistoscopia, las lesiones ureterales y vesicales tienen índices netos de 1.6 y 2.6 por cada 1 000 procedimientos, respectivamente. Con la cistoscopia transoperatoria, el índice de detección de estas lesiones aumentó a 6.2 por cada 1 000 casos para la ureteral, y 10.4 por cada 1 000 casos para la vesical. Un análisis hecho por Visco et al. (2001) abordó los aspectos de rentabilidad de la práctica sistemá- tica de cistoscopia transoperatoria después de histerectomía. Los investigadores en cuestión sugirieron que la cistoscopia sistemática era rentable si el índice basal institucional (hospitalario) de lesiones ureterales rebasaba el 1.5% en lo tocante a histerectomía abdo- minal y 2% en la histerectomía vaginal o la misma histerectomía asistida por técnica laparoscópica. No es obligatoria la cistouretros- copia sistemática durante la histerectomía, pero algunos estudios han destacado su utilidad. Vakili et al. (2005) realizaron la cistos- copia en mujeres a quienes se practicaba histerectomía abdominal, vaginal o por laparoscopia en casos de enfermedad benigna. De las 471 personas incluidas, 23 (5%) mostraron una lesión en la zona inferior de las vías urinarias. Dos tuvieron lesiones ureterales y vesi- cales; seis solamente lesiones ureterales y 15 únicamente vesicales. De las 23 lesiones, sólo 30% (una lesión ureteral y seis vesicales) fueron detectadas antes de la revisión cistoscópica. Por tanto, la implementación de cistoscopia habitual puede ser un adjunto útil para detectar lesiones urinarias inferiores durante la histerectomía. A su vez, al fi nal esto podría derivar en menor incidencia de fístulas genitourinarias. Otras causas. Aunque las causas obstétricas y quirúrgicas expli- can la mayor parte de las fístulas urinarias, hay informes de otras causas e incluyen radioterapia, neoplasias malignas, traumatismo, cuerpos extraños, infecciones, infl amación pélvica y enfermedad intestinal infl amatoria. Radiación. La radioterapia causa endarteritis, la cual da lugar a necrosis del tejido y la posibilidad del desarrollo ulterior de una fístula. Esta modalidad es una causa frecuente, y algunas series han reportado que hasta el 6% de las fístulas genitourinarias pueden resultar por radiación (Lee, 1988). Aunque la mayor parte del daño por radioterapia aparece en las semanas y meses siguientes, las fís- tulas relacionadas con radioterapia han sido reportadas presentes hasta 20 años después de la agresión original (Graham, 1967; Zoubek, 1989). Neoplasias malignas. Los tumores malignos a menudo se acompañan de necrosis y deterioro del tejido, lo cual puede con- ducir a la formación de una fístula. Emmert y Kohler (1996) encontraron una incidencia de 1.8% de fístulas rectovaginales y vesicovaginales en su análisis de casi 2 100 mujeres con cáncer cervicouterino. Por esta razón, siempre debe realizarse una biopsia en una mujer con una fístula y antecedente de neoplasia maligna. Traumatismo y cuerpo extraño. El traumatismo sufrido durante la actividad sexual o un ataque sexual puede derivar en la formación de una fístula genitourinaria y se estima que causa 4% de estos defectos (Kallol, 2002; Lee, 1988). Otros agentes documentados son cuerpos extraños, como un pesario descuidado, CUADRO 26-3. Clasificación de las fístulas genitourinarias Esta nueva clasificación divide las fístulas genitourinarias en cuatro tipos principales, según la distancia del extremo distal de la fístula al meato uretral externo. Estos cuatro tipos se subdividen según el tamaño de la fístula, la extensión de la cicatrización relacionada, la longitud vaginal o consideraciones especiales Tipo 1: extremo distal de la fístula >3.5 cm del meato urinario Tipo 2: extremo distal de la fístula >2.5-3.5 cm del meato urinario Tipo 3: extremo distal de la fístula 1.5 a 2.5 cm del meato urinario Tipo 4: extremo distal de la fístula <1.5 cm del meato urinario a) Tamaño <1.5 cm en su diámetro mayor b) Tamaño 1.5-3 cm en su diámetro mayor c) Tamaño >3 cm en su diámetro mayor i. Fibrosis mínima o nula (alrededor de la fístula y/o vagina) y/o longitud vaginal >6 cm, capacidad normal ii. Fibrosis moderada o grave (alrededor de la fístula y/o vagina), y/o reducción de longitud o capacidad vaginales iii. Consideración especial; p. ej., posterior a radiación, compromiso ureteral, fístula circunferencial o reparación previa Tomado con autorización a partir de Goh, 2004. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 67926_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 679 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 680 Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 una tapa de aerosol y cálculos vesicales (Binstock, 1990;Dalela, 2003; Grody, 1999). Pueden también ser agentes incitantes los cuerpos extraños introducidos durante una intervención quirúr- gica, como la colágena inyectada por vía transuretral, y materia- les sintéticos empleados en procedimientos de cabestrillo uretral (Kobashi, 1999; Pruthi, 2000). Por ejemplo, durante las operacio- nes de cabestrillo, la colocación de la malla sintética con tensión excesiva puede contribuir al aumento de la tensión sobre el tejido con necrosis del mismo. Por consiguiente, la selección inicial del material y la valoración de la paciente a fi n de detectar factores de riesgo para cicatrización defi ciente son importantes para la prevención de fístulas (Giles, 2005). Son preferibles los materia- les que producen mínima reacción infl amatoria a cuerpo extraño, esto mejora la biocompatibilidad. Lo ideal es que el material no sea tóxico ni antigénico y que sea lo bastante poroso para admitir las células inmunitarias y fagocíticas, así como la penetración del tejido nativo (Birch, 2002). La selección de la malla se discute ampliamente en el capítulo 24 (pág. 654). Diversos. Otras causas raras de formación de fístulas incluyen infecciones, como linfogranuloma venéreo, tuberculosis urinaria, infl amación pélvica y sífi lis; enfermedad intestinal infl amatoria, y enfermedades autoinmunitarias (Ba-Th ike, 1992; Montiero, 1995). Adicionalmente, son factores de riesgo potenciales los trastornos que interfi eren con la cicatrización, como la diabetes mellitus mal controlada, tabaquismo, infección local, vasculopatía periférica y el uso crónico de esteroides. ■ Manifestaciones clínicas Por lo general, la fístula vesicovaginal se presenta con escape con- tinuo de orina inexplicable por la vagina después de una operación reciente. Según el tamaño y localización de la fístula, la cantidad de orina varía. En ocasiones, la salida intermitente de volúmenes pequeños de orina se confunde con incontinencia de esfuerzo posoperatoria. Por esta razón, las pacientes con una fuga urina- ria nueva particularmente en el inicio de cirugía pélvica reciente, deben examinarse en forma minuciosa para descartar la formación de una fístula. Otros síntomas menos frecuentes incluyen fi ebre, dolor, íleo e irritabilidad vesical. La fístula vesicovaginal puede presentarse días o semanas des- pués de la operación causante inicial, y las que son subsiguientes a histerectomía casi siempre se manifi estan en una a tres semanas. Sin embargo, algunas fístulas tienen periodos de latencia más pro- longados y producen síntomas varios años después. ■ Diagnóstico La anamnesis y exploración física minuciosas permiten identifi - car la mayor parte de los casos de fístula vesicovaginal. Por con- siguiente, debe documentarse la información sobre antecedentes obstétricos, cirugías previas, tratamiento previo de fístula y tra- tamiento de tumores malignos, en especial de cirugía pélvica y radioterapia. La exploración física tiene la misma importancia y a menudo la inspección durante el examen físico permite identifi car el defecto. Debe hacerse una valoración meticulosa en busca de otros trayec- tos fi stulosos, con registro de su localización y tamaño. Algunos describen que la vaginoscopia mejora la identifi cación de fístulas. Con este procedimiento, se introduce un laparoscopio en la vagina, cuyas paredes se mantienen separadas con un espejo vaginal de plástico transparente (Andreoni, 2003). Durante la valoración es esencial diferenciar entre fuga urinaria que ocurre en forma “extrauretral”, como en el caso de las fístulas, y fuga “transuretral”, es decir, a través de la uretra, como ocurre en la incontinencia urinaria de esfuerzo. A veces no está claro el origen del líquido presente en la vagina, por lo que una pequeña cantidad de orina es fácil de confundir con secreción vaginal. Las mediciones del contenido de creatinina en el líquido vaginal son una prueba adecuada y puede usarse para confi rmar la presencia de orina. Aunque las concentraciones de creatinina urinaria varían, con niveles promedio de 113.5 mg/100 ml, un valor mayor de 17 mg/100 ml es consistente con orina (Barr, 2005). Aunque el método ideal para confi rmar una fístula genitouri- naria es la visualización directa, hay casos en los que la explora- ción física y la inspección no la revelan. En tales circunstancias por medio de la instilación de soluciones visualmente destacables en la vejiga como leche estéril, azul de metileno o índigo carmín diluidos, se suele identifi car la presencia de una fístula y se facilita localizar el sitio en el que está. Si no hay certeza de la presencia de una fístula en vías urinarias o no se puede identifi car su sitio en la vagina, se recomienda una prueba de tres aplicadores conocida más a menudo como la “prueba del tampón” (Moir, 1973). Cuando se introdujo, la prueba solía realizarse con un tampón. Sin embargo, los autores recomiendan usar dos o tres fragmentos de gasa en forma seriada, introducidos en el conducto vaginal. Se instila en la vejiga en forma retrógrada por medio de una sonda vesical una solución diluida de azul de metileno o de índigo carmín. Después de 15 a 30 min de actividad corriente se extrae la gasa en forma seriada (cuadrícula por cuadrí- cula) de la vagina y se busca en ella colorante. El segmento especí- fi co de gasa teñida con el colorante sugiere el sitio de la fístula (sitio proximal o alto en la vagina en la gasa más interna y una fístula baja o distal en la más externa). Sin embargo, si capta el colorante una torunda colocada en sentido distal, es esencial confi rmar que no fue contaminada por la orina que sale por la uretra como ocu- rriría en caso de incontinencia urinaria por esfuerzo. La cistouretroscopia es otro método diagnóstico útil (fig. 26-1); permite localizar la fístula, determinación de su proximidad a los orifi cios ureterales, valoración de múltiples sitios de fístula e iden- tifi cación de la viabilidad de la mucosa vesical vecina. Además, Andreoni et al. (2003) describieron el uso de la cisto- uretroscopia y vaginoscopia concurrentes para identifi car una fís- tula vesicovaginal. Se estima que el compromiso ureteral concomitante complica 10 a 15% de las fístulas vesicovaginales y debe descartarse en la valoración diagnóstica (Goodwin, 1980). Para esto se usa la uro- grafía intravenosa para valorar la integridad del sistema colector superior y la afectación ureteral por la fístula. La pielografía retró- grada, según señalamientos, casi siempre tiene la misma utilidad diagnóstica que la urografía intravenosa. Sin embargo, algunos autores han atestiguado su mayor exactitud para detectar fístulas ureterovaginales (Dmochowski, 2002). Otra opción, con la planeación ya elaborada, es el uso de clor- hidrato de fenazopiridina junto con la prueba de tres aplicadores para determinar si hay compromiso ureteral. Este fármaco se admi- nistra por vía oral, se excreta por vía renal, actúa como analgésico vesical tópico y como efecto colateral tiñe la orina de color naranja. A las mujeres con sospecha de compromiso ureteral se les instruye para que tomen una dosis oral de 200 mg unas cuantas horas antes 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68026_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 680 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 681Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 de su cita con el médico. Se introducen gasas en la vagina como se describió antes. Si la gasa más proximal (más interna) se colorea de naranja, se sospecha compromiso ureteral. Si se identifi can los colorantes naranja y azul, habrá que tener una sospecha decidida de que hay afectación de la vejiga y de los ureteros. La cistouretrografía miccional (VCUG, voiding cystourethrogra- phy) también permite demostrar la fuga hacia la vagina y ayuda a confi rmar la presencia, localización y número de trayectos fi stulo- sos (fig. 26-2). Otra herramienta radiográfi ca que se ha usado para identifi car fístulas genitourinariases la ecografía con fl ujo Doppler a color (Volkmer, 2000). Aún no se confi rma la efi cacia de esta técnica y algunos han documentado bajos índices de sensibilidad para la detección de fístulas (Adetiloye, 2000). En la institución en que trabajan los autores se realiza VCUG y pielografía intravenosa (IVP, intravenous pyelography) como la primera valoración diagnóstica. ■ Tratamiento Tratamiento conservador En ocasiones, las fístulas genitourinarias cierran en forma espon- tánea durante el drenaje vesical continuo con una sonda urinaria permanente. Waaldjik (1994) observó que 21 de 170 personas (12%) tratadas por sondeo solo tuvieron fístulas que cicatrizaron espontáneamente. Romics et al. (2002) descubrieron que en 10% de los casos, las fístulas urinarias cierran de manera espontánea después de dos a ocho semanas de sondeo transuretral, sobre todo si la fístula era pequeña (2 a 3 mm de diámetro). En otra serie, las fístulas pequeñas de hasta 2 cm de diámetro curaron en forma espontánea en 50 a 60% de las pacientes tratadas con sonda per- manente (Waaldjik, 1989). A pesar de las series anteriores, son escasos los datos que correla- cionan el tamaño y diámetro de la fístula con los buenos resultados de las medidas conservadoras. Muchos de los estudios que seña- laron cierre espontáneo y con buen resultado con el drenaje con sonda, se circunscribieron a las fístulas cuyo tamaño era de 1 cm o menor (Alonso Gorrea, 1985; Chittacharoen, 1993; Lentz, 2005; Ou, 2004). Muchas investigaciones no son exactas en cuanto a la forma en que se mide el tamaño de la fístula y existe gran posibi- lidad de sesgos notables en los criterios de selección y el tamaño de las fístulas incluidas en cada serie. Sin embargo, en términos generales, cuanto mayor sea la fístula, menor posibilidad habrá de que cure sin cirugía. También son heterogéneas las pruebas en cuanto a la duración del drenaje con sonda. Independientemente de las propuestas, muchos aceptan que si la fístula no cierra en término de cuatro semanas, posiblemente no lo haga de modo espontáneo. Ello puede ser consecuencia de la aparición de epitelio en el trayecto fi stuloso (Davits, 1991; Tancer, 1992). Aún más, la expulsión ininterrumpida de orina puede infl amar e irritar todavía más la vejiga (Zimmern, 1991). Como aspecto importante, si se intenta el tratamiento conservador de las fístulas vesicovaginales con la colo- cación de una sonda y el drenaje a largo plazo, en circunstancias óptimas la expulsión de orina comenzará poco después del hecho desencadenante. Se ha descrito el sellante de fi brina para tratar la fístula vesico- vaginal, pero se le ha usado más bien como complemento opera- torio y no como tratamiento quirúrgico primario (Evans, 2003). A B FIGURA 26-1. A. Vista cistoscópica de fístula vesicovaginal (flecha). B. Sonda colocada en el trayecto fistuloso para facilitar la visualización cis- toscópica. FIGURA 26-2. Cistouretrograma miccional de una fístula vesicovagi- nal. Flecha, divertículo; B, vejiga; V, vagina. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68126_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 681 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 682 Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 Vaginal. El acceso transvaginal para la reparación de fístula genitourinaria es sencillo y directo; éste, en comparación con los accesos abdominales, se relaciona con reducciones en el tiempo quirúrgico, en la hemorragia transoperatoria, la morbilidad y en el tiempo de estancia hospitalaria (Wang, 1990). La vía transvaginal también permite usar equipo auxiliar, como férulas ureterales. Esto es muy útil si la fístula se localiza cerca de los orifi cios ureterales. Técnica de Latzko. Algunos autores han equiparado esta estrategia transvaginal para la reparación de la fístula vesicovaginal con una colpocleisis parcial, y se señala en la Sección 43-10 (pág. 1206). La analogía anterior es producto del hecho de que en forma típica durante esta técnica se hace aposición operatoria de casi todas las porciones proximales de las paredes anterior y posterior de la vagina para cerrar el defecto, sin extirpar el trayecto fi stuloso, situación que oblitera parcialmente la zona superior de la vagina. Este procedimiento disminuye posiblemente la profundidad de la vagina, razón por la cual esta técnica tal vez no sea adecuada si desde antes se había acortado la vagina o si existía con anterioridad disfunción sexual. Si se prevé que se realizará esta técnica, la orien- tación de la paciente debe ocuparse específi camente de los aspectos mencionados y las secuelas posibles. Técnica clásica. A diferencia del método de Latzko, la técnica clá- sica implica la ablación del trayecto fi stuloso. Después de la esci- sión, se realiza disección y movilización amplia del epitelio vaginal. La mucosa vesical se cierra y luego se cierra el tejido fi bromuscular en dos capas. Se confi rma la reparación hermética y se reaproxima el epitelio vaginal. Existe una corriente teórica que piensa que la extirpación del trayecto fi stuloso de manera inherente puede debilitar la repara- ción o incluso extender el tamaño de la fístula. Por dichas razones, algunos optan por conservar el trayecto fi stuloso in situ durante la reparación. Vía abdominal (transperitoneal). Con la técnica en cuestión, se penetra en la fístula a través de la cistotomía intencional en el lado preperitoneal de la vejiga como se señala en la Sección 43-10 (pág. 1206). Similar a la técnica transvaginal, el epitelio de la vejiga y la vagina se separan 1.5 cm aproximadamente en todas direccio- nes. Después de la movilización adecuada, se cierra el sitio de la fístula en capas. Este método se usa en situaciones en las que: 1) la fístula tiene localización proximal en una vagina estrecha; 2) está próxima a los orifi cios ureterales; 3) existe una fístula ureteral concomitante; 4) las reparaciones previas de la fístula no han tenido éxito y la fístula es recurrente; 5) las paredes vaginales son rígidas, con poca movilidad; 6) la fístula es grande o de confi guración compleja, o 7) es necesaria la interposición de un injerto abdominal. Laparoscopia. El sustento de los estudios clínicos para la repa- ración laparoscópica de fístulas genitourinarias se limita a reportes de casos y opinión de expertos (Miklos, 1999; Nezhat, 1994; Ou, 2004). La técnica la describió Nezhat et al. (1994) y requiere una gran habilidad en cirugía laparoscópica. Como resultado, parece que el éxito con esta técnica depende mucho de la experiencia y habilidad del cirujano. Interposición de colgajos. La viabilidad del tejido circundante es una consideración importante en la reparación de la fístula geni- tourinaria. Cuando los tejidos intermedios para cerrar la fístula En primer lugar, son escasos los datos en cuanto a la efi cacia de dicho sellante y no se cuenta con resultados de investigaciones per- fectamente diseñadas. En segundo lugar, en comparación con el tratamiento quirúrgico, no se ha demostrado que el sellante de fi brina como tratamiento único sea duradero, y son frecuentes las recidivas (Kanaoka, 2001). En resumen, un lapso de prueba con medidas conservadoras suele estar justifi cado y es razonable en particular si se emprende poco después del hecho desencadenante y si la fístula es pequeña. Sin embargo, debe considerarse el equilibrio entre un método con- servador y el deseo de la paciente de una reparación expedita. Por lo tanto, el momento para la intervención depende del equilibrio entre los esfuerzos conservadores razonables y el alivio del sufri- miento inmediato de la paciente y la mejoría de su calidad de vida. De hecho, al fi nal la mayor parte de las fístulas requiere interven- ción quirúrgica. Tratamiento quirúrgico Principios generales. Aunque la primera reparación exitosa de una fístula vesicovaginal se reportó hace cientos de años, los principios de la reparación han soportado la prueba del tiempo. Estos principios incluyen lapreparación preoperatoria adecuada; reparación oportuna; cierre sin tensión, valoración de la viabilidad adecuada del tejido circundante, y drenaje vesical posoperatorio. Índices de curación. La reparación quirúrgica de una fístula genitourinaria se relaciona con altos índices de curación (67 a 100%) (Dmochowski, 2002). Los factores que afectan esta tasa de éxito incluyen la viabilidad del tejido circundante, la antigüedad del trayecto fi stuloso, radiación previa, técnica quirúrgica y expe- riencia del cirujano. El primer intento de reparación quirúrgica casi siempre tiene la mayor probabilidad de cicatrización exitosa (Weed, 1978). La reparación quirúrgica de fístulas obstétricas tiene mayores índices de éxito. De éstas, 81% se corrige en el primer intento y 65% en el segundo (Elkins, 1994; Hilton, 1998). Programación de la reparación. La enseñanza tradicional recomienda la reparación en capas de las fístulas tres a seis meses después de la lesión. Sin embargo, es probable que este antiguo axioma ya no sea aplicable. La mayor parte concuerda en que a menos que haya una infección grave o signos agudos de infl ama- ción, no es necesario esperar y hay una exposición potencial del paciente a ansiedad adicional (Wein, 1980). La intervención qui- rúrgica temprana de las fístulas no complicadas no infl uye en los índices de cierre, y parece que disminuye el sufrimiento social y psicológico de la paciente (Blaivas, 1995). Es seguro el cierre inme- diato de las fístulas identifi cadas en las primeras 24 a 48 h después de la operación, con índices de éxito de 90 a 100% (Blandy, 1991; Persky, 1979; Wang, 1990). En otras circunstancias, la interven- ción debe ser individualizada, con equilibrio entre la calidad de vida de la paciente y la viabilidad del tejido circundante. Acceso quirúrgico. Aunque hay muchos tipos distintos de repa- ración quirúrgica para las fístulas vesicovaginales, hay pocos datos que apoyen un acceso quirúrgico óptimo y la falta de consenso podría refl ejar la disparidad en la experiencia y habilidad de los cirujanos. Entre las consideraciones quirúrgicas importantes, la capacidad para obtener acceso a la fístula es esencial y a menudo dicta la elección del procedimiento. Por fortuna, los índices de éxito son altos, ya sea que la reparación se haga por vía transvaginal o transabdominal. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68226_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 682 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 683Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 divertículos congénitos (Bhatnagar, 1999; Nel, 1955). Las causas congénitas de divertículos uretrales incluyen persistencia de rema- nentes embrionarios, cierre defectuoso de la porción ventral de la uretra y dilatación quística de las glándulas parauretrales (Ratner, 1949). El conocimiento de la embriología y anatomía de los órganos genitales femeninos y las estructuras circundantes contribuye, en parte, a la comprensión del divertículo uretral congénito. Durante el desarrollo de la vagina, la parte caudal de los conductos de Müller se fusiona con una evaginación del seno urogenital. Los conductos de Müller forman la parte superior de la vagina, mien- tras que el seno urogenital da origen a la parte distal de la vagina y al vestíbulo (fi g. 18-5, pág. 486). En la vagina, el epitelio cilín- drico mucinoso de Müller se sustituye por el epitelio escamoso del seno urogenital. De igual manera, el epitelio de la uretra femenina también deriva del seno urogenital. Cuando se detiene el proceso de sustitución epitelial, es posible que persistan pequeños focos de epitelio de Müller y que formen quistes o divertículos. Divertículo adquirido Lo más frecuente es que los divertículos sean adquiridos y se pro- duzcan por infección, traumatismo obstétrico e instrumentación traumática. La teoría más difundida sobre el desarrollo de los diver- tículos uretrales la propuso Routh en 1890 e implica a las glán- dulas parauretrales y sus conductos. Las glándulas parauretrales rodean y se aglomeran a lo largo del borde inferolateral de la uretra son débiles y mal vascularizados, pueden colocarse varios colgajos de tejido por vía vaginal o abdominal entre la vejiga y la vagina para brindar sostén e irrigación sanguínea (Eisen, 1974; Martius, 1928). En la Sección 43-11 (pág. 1210) se ilustra el colgajo de cojinete adiposo bulbocavernoso de Martius y en la Sección 44-16 (pág. 1314) se muestra el colgajo en J de epiplón. Los colgajos por interposición son útiles en situaciones en que hay duda de la viabi- lidad tisular, pero no hay certeza de su utilidad en casos de fístulas vesicovaginales no complicadas. Fístula uretrovaginal y otras fístulas genitourinarias. No obstante que la vesicovaginal es el tipo de fístula genitourinaria más frecuente, existen otras fístulas que se describen con base en su comunicación entre las estructuras anatómicas. Las fístulas uretro- vaginales casi siempre se producen por una intervención quirúrgica que afecta la pared vaginal anterior, en particular la colporrafi a ante- rior y diverticulectomía uretral (Blaivas, 1989; Ganabathi, 1994a). En países en desarrollo, como ocurre con la fístula vesicovaginal, el traumatismo obstétrico sigue siendo la causa más común de fístulas uretrovaginales. En estos casos, el trabajo de parto prolongado con necrosis hística conduce al desarrollo de fístula. Muchas veces, las pacientes se presentan con escape continuo de orina hacia la vagina o con incontinencia urinaria por esfuerzo. Los principios para la reparación son similares: cierre por capas, reparación sin tensión y drenaje vesical posoperatorio. También pueden desarrollarse otros tipos de fístulas genitourinarias (cuadro 26-1). DIVERTÍCULO URETRAL Como se muestra en la página siguiente, las glándulas paraure- trales están situadas en la pared anterior de la vagina y comuni- can de manera directa con la uretra. El divertículo uretral es el agrandamiento quístico de una de las glándulas (fig. 26-3). Esta saculación aislada de la uretra permanece asintomática y muchas veces se diagnostica en forma incidental en un examen de rutina. Sin embargo, muchas pacientes tienen síntomas y es común que requieran resección quirúrgica. ■ Incidencia Hay informes de que los divertículos uretrales se desarrollan en 1 a 5% de la población femenina general. Con la mayor conciencia y avances radiológicos, los índices de diagnóstico van en aumento (Dmochowski, 2002). Sin embargo, es probable que esta inciden- cia sea una subestimación de la cifra real porque los divertículos a menudo son asintomáticos y, por tanto, se reportan menos de lo que debieran. En mujeres con síntomas de vías urinarias inferiores la incidencia se eleva mucho y puede llegar a 40% (Stewart, 1981). Los divertículos uretrales pueden encontrarse en cualquier grupo de edad, pero se diagnostican más a menudo entre el tercer y sexto decenios de edad, más a menudo en mujeres que en varones (Aldridge, 1978). Aunque algunos autores reportan un predomi- nio de 6:1 de divertículos uretrales en personas de raza negra com- paradas con caucásicas, otros no encuentran una predisposición racial para este trastorno (Davis, 1970; Leach, 1987). ■ Etiología y fisiopatología Divertículo congénito No se conoce con certeza la causa de los divertículos uretrales. Aunque se cree que la mayor parte es adquirida, hay informes de FIGURA 26-3. Expresión transuretral de secreción con la compresión del divertículo uretral que se observa en la pared vaginal anterior. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68326_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 683 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 684 Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 (fig. 26-4). De estas glándulas, las de Skene son las más distales y casi siempre las más grandes. Las glándulas parauretrales se conec- tan con la uretra a través de una red de conductos ramifi cados. El patrón arbóreo en algunas porciones de esta red ayuda a explicarla complejidad de algunos divertículos uretrales (Vakili, 2003). Routh formuló la teoría de que la infección y la infl amación obstruyen estos conductos, lo que causa dilatación quística. Si no se interviene pronto, es probable que se forme un absceso. La progresión ulterior del absceso con la infl amación continua puede derivar en la rotura submural de la glándula hacia la luz uretral, lo que crea una comunicación entre ambas (fig. 26-5). Conforme desaparece la infección, persisten la dilatación diverticular y el ori- fi cio de comunicación con la uretra. De los agentes infecciosos, Neisseria gonorrhoeae y Chlamydia trachomatis son los que se rela- cionan a menudo con uretritis e infl amación intensa de las glán- dulas parauretrales. Además de la infección, el daño al tejido uretral puede causar infl amación hística y obstrucción del conducto parauretral. Por ello, se han sugerido como causas el traumatismo uretral sufrido durante el trabajo de parto y la instrumentación uretral (McNally, 1935). Además, diferentes costumbres sociales y prácticas obstétri- FIGURA 26-4. Configuración compleja de las glándulas parauretrales. Se hicieron tres cortes transversales en sitios diferentes a todo lo largo de la uretra para señalar el número variable (densidad) de las glándulas parauretrales. (Elaborada con autorización a partir de Huffman, 1948.) Uretra proximal Glándulas parauretrales y conductos Canal vaginal Vagina Meato uretral FIGURA 26-5. Mecanismo de desarrollo del divertículo uretral. La inflamación en el orificio de una glándula parauretral (A) origina su obstrucción y la posibilidad de que se forme un absceso (B). C. La expansión del absceso puede culminar en rotura subdural al inte- rior de la uretra (D). (Elaborada con autorización a partir de Elkins, 1999.) A B Obstrucción Absceso Inflamación Glándulas parauretrales Expansión Perforación DC 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68426_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 684 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 685Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 de las glándulas parauretrales en el tercio medio de la uretra (fi g. 26-4). Además de la localización, es importante conocer el número de divertículos antes de la operación. Puede haber una resección inadecuada y persistencia de síntomas por la falta de identifi cación de divertículos múltiples. El tamaño del divertículo se mide en centímetros y de igual manera infl uye en las opciones terapéuti- cas. Por ejemplo, algunos autores recomiendan la interposición concomitante de colgajos de tejido para los divertículos grandes (Dmochowski, 2002). Además, es posible que haya incontinencia urinaria nueva o persistente si el divertículo es demasiado grande y afecta los mecanismos de continencia del esfínter. La confi guración de los divertículos puede describirse como solitaria o multitabicada, y como simple, en forma de silla de montar o circunferencial (fig. 26-6). El conocimiento preopera- torio de la confi guración puede ayudar a la ablación quirúrgica completa y apoya con anticipación la necesidad de un colgajo de interposición para los casos que requieren resección uretral extensa (Rovner, 2003). Es obvio que la reparación exitosa del defecto en la pared ure- tral depende en gran medida de la identifi cación de la abertura del divertículo en el conducto uretral. Por tanto, es importante la identifi cación preoperatoria del sitio de comunicación, los orifi cios se clasifi can como proximales, medios o distales en la uretra. Leach et al. (1993) encontraron que los sitios de comunicación medio- uretral eran los más frecuentes (60%), seguidos por los proximales (25%) y los distales (15%). Por último, en este sistema de clasifi cación se documenta el estado de continencia y la hipermovilidad uretral de la paciente. Casi la mitad de las pacientes en la serie de estos autores tenía incontinencia urinaria de esfuerzo y ellos sugieren que la presen- cia de hipermovilidad uretral es indicación para un procedimiento concomitante para la incontinencia. Aunque varios estudios han documentado la seguridad de la práctica de una suspensión con- currente del cuello vesical, algunos aún consideran controversial este método por las preocupaciones sobre la erosión uretral (Bass, cas de los países en desarrollo pueden contribuir al traumatismo uretral y al desarrollo del divertículo. El traumatismo obstétrico puede ser consecuencia de un parto a edad temprana, trabajo de parto prolongado y traumatismo vaginal durante el parto. Sin embargo, Pathak y House (1970) encontraron que 40% de los divertículos uretrales de su serie se presentó en nulíparas, lo que señala causas ajenas al parto. Por ejemplo, la mutilación genital femenina y la dilatación uretral repetida pueden traumatizar la uretra. Cálculos El desarrollo de cálculos en el divertículo podría complicar esas lesiones; la frecuencia reportada se aproxima a 10% (Perlmutter, 1993). Los cálculos pueden ser únicos o múltiples y casi siempre se componen de oxalato o fosfato de calcio. El estancamiento de orina y la precipitación de sales dentro del divertículo conducen a la formación de cristales y luego de cálculos. Cáncer La transformación neoplásica dentro de un divertículo uretral es rara y representa sólo 5% del cáncer uretral. Aunque casi todos estos tumores son adenocarcinomas, también se han identifi - cado carcinomas de células de transición y de células escamosas (Clayton, 1992). Por lo general, estas neoplasias se encuentran en mujeres en el sexto o séptimo decenio de vida. Son frecuentes la hematuria y el señalamiento de irritación al orinar, pero la palpa- ción de una masa indurada o fi ja alrededor de la uretra, junto con síntomas de obstrucción urinaria, deben obligar a emprender más estudios diagnósticos e incluso la biopsia tisular (Ghoniem, 2004). Como se han publicado menos de 100 casos de cáncer uretral relacionados con divertículos uretrales, el desarrollo de estrategias terapéuticas defi nitivas ha sido limitado. En la actualidad, estos cánceres se tratan con exenteración anterior o diverticulectomía, sola o con radioterapia adyuvante (Shalev, 2002). ■ Clasificación Los sistemas de clasifi cación organizan los divertículos uretrales de acuerdo con su complejidad radiográfi ca y los describen como: 1) saculares simples; 2) múltiples, o 3) compuestos o complejos con trayectos ramifi cados (Lang, 1959). Como alternativa para estandarizar el tratamiento quirúrgico, Ginsburg y Genadry (1983) crearon un sistema de clasifi cación preoperatorio con base en la localización uretral. Este sistema organiza los divertículos según su localización uretral y describe las lesiones como tipo 1 (tercio proximal), tipo 2 (tercio medio) y tipo 3 (tercio distal). En un intento por incorporar todas las características necesa- rias a fi n de asignar el tratamiento adecuado, Leach et al. (1993) diseñaron el sistema de clasifi cación L/N/S/C3. En este sistema, las características del divertículo se describen de acuerdo con su localización (L), número (N), tamaño (S), y comunicación, confi - guración y estado de continencia de la paciente (C3). La localización, confi guración y complejidad de estas lesiones es importante para la planifi cación quirúrgica y establecer si son factibles ciertas técnicas quirúrgicas. La localización se describe en relación con la uretra y se defi ne como uretral distal, media o proximal, y con o sin extensión por debajo del cuello vesical. En su serie de 61 pacientes, estos investigadores encontraron que la mayor parte de las lesiones se situaba en la parte media de la uretra (62%). Es lógico que esta distribución represente el predominio FIGURA 26-6. Imagen por resonancia magnética de un divertículo uretral circunferencial. La flecha indica el divertículo que se extiende alrededor de la uretra. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68526_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 685 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 686Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 ■ Diagnóstico En muchas mujeres, los divertículos uretrales se diagnostican con la anamnesis detallada, exploración física y un alto índice de sospe- cha. La anamnesis debe enfocarse en las características y síntomas frecuentes de los divertículos identifi cados antes. Además, deben buscarse antecedentes de traumatismo vaginal, infecciones o ciru- gía. Sin embargo, a pesar de las herramientas clínicas y radiológi- cas disponibles, en muchas mujeres se retrasa el diagnóstico, y en ocasiones reciben tratamiento para incontinencia de esfuerzo o de urgencia, cistitis crónica, trigonitis, síndrome uretral, vulvovesti- bulitis, cistocele y dolor pélvico crónico idiopático antes que se identifi que el divertículo (Romanzi, 2000). Además, el divertículo mismo puede simular un quiste en el conducto de Gartner, un quiste de inclusión vaginal, ureterocele ectópico o endometrioma (Chowdhry, 2004). Exploración física El hallazgo más frecuente en la exploración es una masa vaginal anterior subyacente a la uretra que se detecta en 50 a 90% de las pacientes sintomáticas (Ganabathi, 1994b; Gerrard, 2003; Romanzi, 2000). Aunque es frecuente extraer material purulento de la masa con la compresión uretral, la incapacidad para demos- trar la salida de material purulento a través de la uretra no descarta el diagnóstico. En estos casos es factible que la estenosis del cuello del divertículo impida el vaciamiento del saco. Es preciso realizar un examen y palpación cuidadosos de todo el trayecto de la uretra. Una vez que se identifi ca el divertículo, se establece su tamaño, bordes, consistencia y número. Sin embargo, cuando la exploración física sola no permite la delineación completa de estas características, tal vez se requieran pruebas diagnósticas adicionales. El diagnóstico del divertículo uretral ha aumentado en las últimas décadas por el avance en las modalidades diagnósticas. De las pruebas disponibles, todas tienen ventajas y desventajas, por lo que es probable que los investigadores discrepen sobre cuál debe elegirse primero para la valoración de los divertículos uretrales. Por consiguiente, los médicos deben familia- rizarse con las ventajas de cada modalidad para elegir la que mejor se adapte a la situación clínica. Cistouretroscopia De los procedimientos diagnósticos usados para detectar diver- tículos uretrales, la cistouretroscopia es la única modalidad que permite la inspección directa de la uretra y la vejiga. Durante este procedimiento, los dedos presionan contra la pared vaginal ante- rior y ocluyen el cuello vesical, lo que permite que el medio de distensión produzca presión y abra el orifi cio del divertículo (fig. 26-7). El uso de una lente para cistoscopia de cero grados permite la valoración completa de la uretra. Esto ayuda a la visualización directa de los orifi cios diverticulares y la identifi cación de la secre- ción purulenta que sale por ellos. Una ventaja importante de la cistouretroscopia es su exacti- tud para la detección de divertículos (Summitt, 1992). Además, muchas mujeres con divertículos presentan síntomas inespecífi cos de vías urinarias inferiores y la valoración endoscópica de la uretra y la vejiga permiten excluir otras causas de estos síntomas, como uretritis, cistitis, cálculos o estenosis. A pesar de estas ventajas y el uso frecuente que hacen de ella los uroginecólogos, la cistouretros- copia no es un recurso tan usual entre los ginecólogos generales. Entre los obstáculos están la necesidad del conocimiento general 1991; Faerber, 1998; Ganabathi, 1994b). Sin embargo, otros autores no han demostrado intensifi cación de la erosión con la realización concomitante de una técnica contra la incontinencia (Leng, 1998; Swierzewski, 1993). Aunque no existe un consenso universal sobre este aspecto, parece razonable tratar primero el divertículo y luego considerar la operación para la incontinencia si ésta persiste. La planeación en etapas del tratamiento en esta forma es una opción muy realista por los recursos actuales para procedimientos quirúrgicos de mínima invasión para el tratamiento de la incontinencia urinaria, como los cabestrillos mediouretrales. Sea cual sea la decisión de emprender o no una técnica concomitante contra la incontinencia, es impor- tante comentar a detalle los datos anteriores y las expectativas del posoperatorio con la mujer, durante la orientación preoperatoria. ■ Signos y síntomas Con frecuencia, los divertículos uretrales son asintomáticos y se descubren de manera incidental en el examen urológico por otras molestias. Sin embargo, cuando causan síntomas, el cuadro clínico varía y refl eja sus características, en particular el tamaño, locali- zación y extensión. Aunque el goteo posmiccional, la disuria y la salida de secreción por la uretra con la compresión de una masa suburetral son patognomónicos, pocas mujeres tienen manifesta- ciones tan típicas. En la mayor parte de ellas, los síntomas son inespecífi cos e incluyen dolor, dispareunia y varios síntomas urina- rios. En una revisión retrospectiva, Romanzi et al. (2000) encon- traron que el dolor era uno de los síntomas reportados con mayor frecuencia (48%). Se cree que el dolor es resultado de oclusión del cuello diverticular y la dilatación quística detrás de la obstrucción. Además, puede haber dispareunia si el divertículo es lo bastante grande, si está infl amado o infectado. Por consiguiente, es probable que las pacientes noten dispareunia de entrada o profunda, según la localización distal o proximal del divertículo. Un divertículo grande puede confundirse con prolapso tem- prano de un órgano pélvico, sobre todo cuando la molestia princi- pal es la sensación de plenitud, abultamiento o presión vaginales. En estos casos, la masa vaginal palpable causada por un divertículo puede confundirse con un cistocele o rectocele. En la mayor parte de los casos, la palpación sistemática cuidadosa de la pared vaginal permite distinguir el prolapso de un quiste en la pared vaginal o un divertículo. El divertículo uretral muchas veces se acompaña de diversos síntomas de vías urinarias inferiores. En particular, existe inconti- nencia urinaria en 35 a 60% de las mujeres afectadas (Ganabathi, 1994b; Romanzi, 2000). Además, durante la micción es factible que la orina entre al divertículo, de donde luego se derrama y se manifi esta como goteo posmiccional o como incontinencia uri- naria. En contraste con pérdida de orina, también hay informes de retención urinaria como complicación de divertículos (Nitti, 1999). Como los signos de retención a menudo acompañan a los cánceres que crecen dentro de un divertículo o alrededor de la uretra, las mujeres con retención urinaria e induración periuretral o uretral requieren biopsia para descartar una neoplasia maligna (von Pechmann, 2003). Con frecuencia, la infección en el aparato urinario complica el divertículo uretral. Durante el tratamiento que brindaron a 18 pacientes con divertículos, Fortunato et al. (2001) detectaron cistitis aguda en ocho, disuria en siete y cistitis recurrente en 11. 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68626_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 686 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 687Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 contraste radiopaco en la uretra. La presión positiva anterior dis- tiende la uretra y expande cualquier divertículo. La uretrografía es una modalidad efi caz para la identifi cación precisa de divertículos y su sensibilidad rebasa a la de la VCUG (Jacoby, 1999; Wang, 2000). En su pequeña serie, Golomb et al. (2003) obtuvieron una sensibilidad de 100% con la PPUG, com- parada con 66% para la VCUG. En todos los casos de su estudio, la PPUG defi nió la localización, tamaño, confi guración y comu- nicación de los divertículos con la uretra. Sin embargo, la PPUG requiere mucho tiempo; la técnica es difícil, y se acompaña de molestia para lapaciente y riesgo de infección posterior al procedi- miento. Además, como ocurre con la VCUG, quizá el divertículo pase desapercibido si hay pus espeso o detritos que impidan el lle- nado adecuado con medio de contraste, o cuando el orifi cio está obstruido e impide la comunicación con la luz uretral. Por tanto, aunque para muchos la PPUG ha sido una herramienta importante para el diagnóstico de divertículos uretrales, ha sido sustituida en forma gradual por otras modalidades radiológicas por la falta del equipo y experiencia necesarios, así como por la molestia que causa a la paciente y la invasividad del procedimiento. Ecografía Esta herramienta es una modalidad relativamente nueva para valo- rar los divertículos uretrales y ha sido efi caz (Gerrard, 2003). Las ventajas clínicas sugeridas de la ecografía en estas situaciones inclu- yen visualización de los divertículos que no se llenaron con medio de contraste durante los estudios radiográfi cos y la identifi cación del grosor de la pared diverticular, tamaño y su estructura interna (fig. 26-9) (Yang, 2005). Además, Siegel et al. (1998) notaron que la ecografía aporta información sobre otras lesiones, como leiomio- mas periuretrales, uretritis difusa y cicatrización periuretral. Hay de la anatomía de la mucosa vesical y uretral, la experiencia con la cistoscopia, el costo de la instrumentación y las difi cultades para obtener la certifi cación exigida. Incluso en manos de médicos con experiencia en cistouretros- copia, es posible que no se observen todos los divertículos con esta prueba. Por ejemplo, el sello defi ciente entre el cistoscopio y la mucosa uretral distal puede hacer que la distensión sea inadecuada, lo que difi culta la identifi cación de los divertículos distales. Además, es posible pasar por alto los divertículos con orifi cios estenóticos y que por tanto, no se comunican con la luz uretral. Aunque la cistouretroscopia es una técnica de invasión mínima, el dolor y el riesgo de infección posterior al procedimiento son preocupaciones legítimas. Por último, con esta herramienta no puede obtenerse información importante sobre el tamaño, consistencia y extensión circunferencial del divertículo. Cistouretrograma miccional Muchos utilizan el VCUG como herramienta inicial en la valora- ción del divertículo uretral. El medio de contraste radiográfi co ins- tilado en la vejiga llena el saco del divertículo durante la micción, el cual se observa en las radiografías tomadas después de la micción. Esta prueba es indolora y sencilla de realizar, su exactitud general publicada sólo se aproxima a 85%. Sin embargo, algunos prefi eren a la uretrografía con presión positiva como el método diagnóstico primario, porque el VCUG obliga a que durante la prueba haya libre tránsito con el divertículo (Blander, 2001; O’Shaughnessy, 2006). Además, la VCUG implica la exposición de la paciente a radiación ionizante, aunque en mínima cantidad. Uretrografía con presión positiva Después de su introducción por parte de Davis y Cian (1956), la uretrografía con presión positiva (PPUG, positive pressure urethro- graphy) mejoró mucho la detección de los divertículos uretrales. Durante la PPUG se inserta un catéter de triple luz (catéter de Trattner) con dos globos a través de la uretra y la punta entra a la vejiga (fig. 26-8). La insufl ación del globo proximal permite jalar de él y ajustarlo contra la uretra para ocluirla al nivel de la unión uretrovesical. El globo distal obstruye la parte distal de la uretra. Un solo puerto entre los dos globos permite instilar un medio de FIGURA 26-7. Abertura diverticular visualizada en el examen cistoure- troscópico (flecha). U, uretra. FIGURA 26-8. Sonda con doble globo de Trattner utilizada para el diagnóstico de divertículos uretrales. El segmento de la sonda entre los dos globos contiene un orificio (óvalo negro) a través del cual puede introducirse medio de contraste para llenar la uretra y con ello cual- quier divertículo. (Modificada con autorización a partir de Greenberg, 1981.) 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68726_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 687 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 688 Medicina y cirugía reconstructiva de la pelvis femenina SECCIÓ N 3 nóstico de alteraciones periuretrales; es muy útil para establecer la localización, extensión y características internas de masas periure- trales (Kim, 1993; Nurenberg, 1997). Por esta razón, las imágenes por MR se recomiendan a menudo cuando la estructura diverticular es compleja y no se ha delineado toda su extensión con otras modalidades (Daneshgari, 1999; Rovner, 2003; Vakili, 2003). En comparación con otros tipos de imágenes, las obtenidas por MR tienen sensibilidad comparable o superior para detectar divertículos uretrales (Lorenzo, 2003; Neitlich, 1998). Para mejorar la resolución de las imágenes, la MR puede usarse junto con una espiral para imágenes colocada en el recto o vagina. La espiral, que se aloja dentro de una sonda, mejora la calidad de la imagen de las estructuras alrededor del recto o vagina (Blander, 2001). Otra alternativa es el uso de una placa o espiral externa para mejorar la resolución de la imagen y llevar al mínimo las molestias de la paciente. Sin embargo no se han comparado las dos técnicas. A pesar de las ventajas de las imágenes por MR, deben considerarse los costos del procedimiento dentro del contexto clí- nico. Para divertículos solitarios con límites bien delineados y sin extensión, no es necesario obtener imágenes extensas y costosas. Como aún no hay consenso sobre cuál modalidad debe usarse como la principal, es razonable comenzar con la valoración cisto- uretroscópica seguida de VCUG. Si la valoración inicial no es reve- ladora, pero la sospecha diagnóstica sigue siendo alta, o si parece que la lesión es más compleja, entonces la resonancia magnética en combinación con una espiral o electrodo endorrectal y una placa externa puede mejorar la resolución de imágenes y también ampliar la información obtenida. ■ Tratamiento Tratamiento inmediato El divertículo uretral puede aparecer en forma aguda e inmediata con manifestaciones de dolor, urinarias o de dolor focalizado durante la exploración. Se recomienda el tratamiento conservador como medida inicial que incluya baños de asiento y la administra- ción de un antibiótico de amplio espectro como una cefalosporina o una fl uoroquinolona. Observación Muchas mujeres asintomáticas o con pocos síntomas rechazan la cirugía por los riesgos que conlleva la fístula uretrovaginal e incon- tinencia por defecto del esfínter. Sin embargo, no hay datos a largo plazo de estas mujeres sobre los índices de aparición ulterior de síntomas, crecimiento del divertículo y necesidad fi nal de ablación quirúrgica. Quirúrgico Para muchas mujeres, sobre todo aquellas con síntomas persisten- tes, a menudo está indicada la corrección quirúrgica, y los proce- dimientos incluyen ablación transvaginal parcial, marsupialización y diverticulectomía. De estos procedimientos, la diverticulectomía es la que se rea- liza más a menudo y puede elegirse para tratar divertículos en cual- quier sitio a lo largo de la uretra (Sección 43-9, pág. 1203). La resección de todo el divertículo brinda una corrección a largo plazo del defecto uretral, un chorro de orina normal, y altos índices de continencia posoperatoria. Sin embargo, las desventajas incluyen el riesgo de estenosis uretral posoperatoria, fístula uretrovaginal y informes de ecografía transabdominal, vaginal, rectal, perineal y uretral (Keefe, 1991; Vargas-Serrano, 1997). Aunque las ventajas de la ecografía incluyen la comodidad de la paciente, ausencia de radiación ionizante, falta de exposición al medio de contraste, bajo costo y que no hay penetración corporal, aún no se establece con claridad su papel en el diagnóstico de los divertículos uretrales. En la actualidad se mantiene como una técnica auxiliar o académica. Imagen por resonancia magnética En elúltimo decenio, el uso de imágenes por resonancia magnética (MR, magnetic resonance) se ha vuelto más frecuente para el diag- A B FIGURA 26-9. Vista ecográfica transvaginal de divertículos uretrales. A. Aspecto de un divertículo uretral en la ecografía. Vista sagital que presenta la uretra y el divertículo. Las líneas punteadas marcadas con números romanos indican el nivel uretral del cual se obtuvieron las cuatro proyecciones axiles restantes (B). BL, vejiga; D, divertículo; sp, sínfisis púbica; U, uretra. (Tomada con autorización a partir de Yang, 2005.) 26_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 68826_Chapter_26_Hoffman_4R.indd 688 06/09/13 21:3706/09/13 21:37 689Fístulas genitourinarias y divertículos uretrales CA P ÍTU LO 2 6 Dalela D, Goel A, Shakhwar SN, et al: Vesical calculi with unrepaired vesi- covaginal fi stula: a clinical appraisal of an uncommon association. J Urol 170:2206, 2003 Daneshgari F, Zimmern PE, Jacomides L: Magnetic resonance imaging detec- tion of symptomatic noncommunicating intraurethral wall diverticula in women. J Urol 161:1259, 1999 Davis BL, Robinson DG: Diverticula of the female urethra: assay of 120 cases. J Urol 104:850, 1970 Davis HJ, Cian LG: Positive pressure urethrography: a new diagnostic method. 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Como alternativa puede hacerse la marsupialización del diver- tículo, también conocida como procedimiento de Spence, para corregir los divertículos distales (Spence, 1970). El procedimiento es una meatotomía que cuando cicatriza forma un nuevo meato uretral. Aunque es sencillo de realizar, este procedimiento altera la confi guración del meato y las mujeres a menudo notan un patrón de rocío durante la micción. Para los divertículos proximales a veces es preferible la ablación parcial del saco diverticular a fi n de evitar el riesgo de penetración vesical o lesión del cuello vesical, relacionadas con los sacos en esta localización. Tancer et al. (1983) describieron este procedimiento, durante el cual se realiza resección de la pared diverticular por vía vaginal, el cuello del divertículo no se retira, sino que el tejido de la pared diverticular remanente se reaproxima para cerrar el defecto. Además de estas técnicas, hay informes de casos que describen otros procedimientos, como fulguración electroquirúrgica trans- uretral uretroscópica del divertículo e incisión transuretral para ampliar el orifi cio del mismo (Miskowiak, 1989; Saito, 2000; Vergunst, 1996). No obstante, no hay datos sobre la efi cacia a largo plazo y los índices de complicación con estas técnicas. BIBLIOGRAFÍA Adetiloye VA, Dare FO: Obstetric fi stula: evaluation with ultrasonography. J Ultrasound Med 19:243, 2000 Aldridge CW Jr, Beaton JH, Nanzig RP: A review of offi ce urethroscopy and cystometry. Am J Obstet Gynecol 131:432, 1978 Alonso Gorrea M, Fernandez Zuazu J, Mompo Sanchis JA, et al: Spontaneous healing of uretero-vesico-vaginal fi stulas. Eur Urol 11: 341, 1985 Andreoni C, Bruschini H, Truzzi JC, et al: Combined vaginoscopy-cystoscopy: a novel simultaneous approach improving vesicovaginal fi stula evaluation. 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