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y las mucosas (sensibilidad somática superficial) y la de músculos y tendones, fascias, huesos y articulaciones (sen- sibilidad somática profunda). La sensibilidad visceral corresponde a la de las vísceras toracoabdominales. Sensibilidad somática Dentro de la sensibilidad somática se distinguen dife- rentes modalidades: mecanorrecepción cutánea, termorre- cepción cutánea, sentido de posición, movimiento y fuerza, y dolor somático. Mecanorrecepción cutánea Los estímulos mecánicos no lesivos que actúan sobre la piel producen sensaciones mecánicas. Esta sensación puede subdividirse en distintas cualidades, en función de las clases de mecanorreceptores cutáneos implicados en la génesis de la sensación. Así, dentro de la mecanorrecep- ción cutánea se distinguen las cualidades de tacto, presión, vibración y cosquilleo. Características psicofísicas de la sensación mecánica La sensación evocada por un estímulo mecánico de la piel posee un umbral de intensidad, que se define en tér- minos psicofísicos como el grado de indentación de la piel al cual el sujeto detecta el 50% de una serie de estímulos iguales. El umbral de intensidad puede medirse de modo experimental en términos de fuerza, empleando dispositi- vos que ejercen una fuerza constante sobre la piel, con independencia de la deformación que esa fuerza produzca. Este valor se expresa en milinewtons (mN). También pue- de valorarse el umbral como el desplazamiento mínimo necesario para evocar la sensación; en tal caso se utiliza un instrumento que desplaza la piel una distancia fija, expre- sada en micrómetros, desarrollando para ello la fuerza que sea necesaria en cada caso. En la práctica clínica humana, el umbral de fuerza se mide mediante los llamados «pelos de von Frey», que consisten en filamentos de nailon de longitud y diámetro variables. Con la punta se comprime la piel hasta que el filamento se dobla, lo que ocurre a un valor de fuerza determinado por la longitud y el diámetro del filamento. La exploración de la sensibilidad mecánica de la piel permite observar que ésta posee zonas que responden a la presión (puntos táctiles) y otras que no lo hacen. La densi- dad de tales puntos táctiles está asociada a la de la inerva- ción sensorial mecanorreceptora, y es máxima en algunas zonas del cuerpo, como los labios o las yemas de los dedos, y mínima en otras, como la espalda o los muslos. Cuando se explora la sensibilidad de un punto táctil deter- minado, empleando fuerzas o indentaciones de valor cre- ciente, es posible establecer el umbral de sensibilidad, que puede corresponder a desplazamientos de la piel de menos de 10 micras en las zonas de máxima sensibilidad antes mencionadas (Fig. 5.7). La discriminación mecanorreceptora incluye no sólo la detección de un estímulo aislado, sino también la dis- criminación de dos estímulos separados en el espacio o en el tiempo. Tal capacidad es la que permite identificar estí- mulos cambiantes espacial y temporalmente, y contribuye a obtener sensaciones complejas de textura, contornos, etc. La capacidad de discriminación espacial se explora de modo simple utilizando un compás con dos puntas que se aplican simultáneamente sobre la piel, juntándolas cada vez más hasta que el sujeto las percibe como un estímulo único. La distancia entre las puntas en ese momento mide la capacidad de discriminación de dos puntos. Este valor oscila entre 2 mm en la yema de los dedos, hasta 40 mm en la espalda. Esta prueba no refleja, sin embargo, la amplia capacidad humana de percibir dos estímulos mecá- nicos de la piel como separados, y cuando se emplean pro- cedimientos psicofísicos mas refinados (discriminación táctil de hendiduras, tramas geométricas o letras en relie- ve), puede apreciarse una discriminación entre dos puntos de 0.8 mm. Estas posibilidades mejoran si se permite al sujeto deslizar la piel, por ejemplo la yema del dedo, sobre la superficie explorada, lo que determina el reclutamiento de mayor número de unidades sensoriales y un procesa- miento más detallado de la información periférica por el sistema nervioso central (Fig. 5.7). Esto indica que la dis- criminación mayor se obtiene con variaciones del estímu- lo (detección de contraste) más que por el valor absoluto de dicho estímulo. Ello es consecuencia de los mecanis- mos de discriminación de la información sensorial que posee el SNC (véase «procesamiento de la información somatovisceral»). Mecanorreceptores cutáneos Los estudios histológicos de la piel permitieron esta- blecer la existencia de distintos tipos morfológicos de ter- minaciones nerviosas en la piel. Durante muchos años se intentó establecer una correlación entre la morfología de tales terminaciones y una modalidad sensorial determina- da (clasificación de von Frey). Hoy día está claro que todos los tipos morfológicos de terminaciones sensoriales especializadas de la piel y del tejido subcutáneo (corpús- culos de Meissner, Ruffini, Merkel, Paccini) son mecano- rreceptores, y que las especializaciones alrededor de su terminación nerviosa sirven fundamentalmente para deter- minar algunas propiedades funcionales en cuanto a su adaptación y rango de sensibilidad al estímulo mecánico. Así pues, resulta más apropiado clasificar los meca- norreceptores cutáneos con un criterio funcional, y para ello se utiliza su grado de adaptación a un estímulo soste- nido. Los mecanorreceptores de adaptación lenta (detectores de desplazamiento) responden durante el des- plazamiento de la piel con una descarga de impulsos ner- viosos de frecuencia proporcional a la velocidad del mismo y mantienen una frecuencia de disparo estable en S I S T E M A S E N S O R I A L ( S E N S I B I L I D A D S O M Á T I C A Y V I S C E R A L ) 79
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