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nía; las alteraciones de las estructuras supraespinales con- dicionan una respuesta variable según las estructuras com- prometidas en la lesión. Normalmente, al estirar de forma pasiva un miembro, éste responde de manera refleja con cierto grado de resis- tencia (evidente cuando se palpa el músculo). Cuando no hay tono muscular o éste está disminuido (hipotonía), la resistencia es muy escasa o nula, y cuando está aumenta- do (hipertonía), el músculo es muy difícil de movilizar. POSTURA La posición de nuestro cuerpo en el espacio varía según los movimientos que realizamos. Por lo tanto, no tenemos una «postura correcta», sino que lo correcto es que la postura se adapte a los movimientos a realizar. Lo que en cambio sí varía es la estabilidad postural, que es mayor cuanto más bajo se encuentre nuestro centro de gravedad, y cuanto más amplia sea nuestra base de susten- tación (obviamente la más estable de nuestras posturas consiste en estar acostado) (Fig. 6.11). El mantenimiento del equilibrio postural requiere, al igual que los movimientos, una programación anticipada y una regulación «on line» del proceso para adaptarse a los cambios. Para ello es indispensable la integración de cua- tro modalidades sensoriales: • visión. • posición de la cabeza. • propiocepción. • exterocepción (tacto). La visión permite establecer relaciones con los obje- tos del medio externo, la línea del horizonte, etc. La posi- ción de la cabeza, informada por el aparato vestibular, proporciona datos instantáneos acerca de la posición en el espacio, y de los cambios de la misma y su velocidad. Estos dos sentidos están integrados, ya que ambos recep- tores están ubicados en la cabeza y un cambio en la posi- ción de la misma determina un desplazamiento de la información visual de referencia. En cuanto a la propiocepción, la posición relativa de los distintos segmentos entre sí permite inferir la ubicación del cuerpo en el espacio, al comparar la flexión del cuello sobre la cabeza y de las piernas con las estructuras de apo- yo. Se completa esta información con la exterocepción en la planta de los pies y en general la superficie de la piel en contacto con el suelo, que informa sobre el área de sus- tentación. Cuando el peso no se distribuye de manera uni- forme entre ambos pies, la información exteroceptiva es desigual y permite evaluar la proyección relativa del cen- tro de gravedad dentro del área de sustentación. En función de estos datos, el sistema nervioso elabo- ra un programa postural anticipado adecuado al movi- miento y proporciona una serie de respuestas automáticas de ajuste ante la aparición de problemas no anticipados. Estas respuestas automáticas implican a su vez cadenas de reflejos originados en las modalidades sensoriales antes citadas. Comprenden los siguientes componentes: • reacción positiva de sostén: a medida que un pie recibe más peso del cuerpo, los exteroceptores res- ponden generando de forma refleja una respuesta extensora de dicho miembro que le permite estar más rígido para soportar el aumento de la carga (por ejemplo, si nos empujan desde la izquierda y nuestra pierna derecha sufre una sobrecarga, ésta se hace más rígida para soportar mayor peso del cuerpo). • reacción de paso: la reacción positiva de sostén intenta restablecer la relación del centro de grave- dad con el área de sustentación. Cuando uno se inclina hacia delante lo suficiente como para que el centro de gravedad se proyecte muy externamente al área de sustentación, es sumamente difícil recu- perar el centro, por lo que es la base de sustenta- ción la que se amplía, adelantando una pierna. • reflejos tónicos del cuello: la articulación de la cabeza con el cuello posee detectores que permiten establecer el ángulo relativo entre estos segmentos. Cuando la cabeza se flexiona hacia delante, los miembros se flexionan, y lo opuesto ocurre cuando la cabeza se extiende. Cuando se gira la cabeza hacia un lado, los miembros de dicho lado se extienden y los del lado contrario se flexionan. • reflejos vestibuloespinales: la flexión de la cabeza determina la extensión de los miembros anteriores (como para detener la caída), y lo inverso sucede con la extensión (vemos así que los reflejos tónicos vestibuloespinales y los del cuello tienen acciones opuestas sobre los miembros). Las alteraciones de estas modalidades sensoriales determinan alteraciones de la postura. Como las cuatro patas de una mesa, la falta de una de ellas puede compen- sarse con las otras, mientras que la ausencia de dos es catastrófica. Así, la pérdida de la exterocepción, la propio- cepción, o la visión, puede compensarse por las restantes, pero no es posible compensar la pérdida de dos de ellas. PATRONES DE LESIÓN MOTORA Desde el punto de vista clínico, la evaluación de los reflejos, de la postura, y del tono muscular y los movi- mientos permite definir dos grandes síndromes (conjunto de síntomas y signos): • síndrome de la unidad motora. • síndrome de la motoneurona superior. Cuando la unidad motora no funciona, es imposible generar movimientos o posturas, de la misma manera que la falta de albañiles en una obra hace imposible su cons- trucción. La lesión de la motoneuronas alfa (poliomielitis, 114 N E U R O F I S I O L O G Í A
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