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La corteza gustativa insular recibe aferentes talámicos que proyectan a las capas I y VI y axones del núcleo para- braquial. Las neuronas de la corteza insular proyectan sus axones a otras áreas cerebrales: al área talámica del gusto, a la corteza insular contralateral, a la formación reticular y a amígdala. Los primates con lesiones de las áreas cere- brales del gusto muestran disminución (hipogeusia) o ausencia (ageusia) de esta sensación. La corteza insular gustativa está integrada en la corte- za insular o “corteza visceroautónoma” por ser la integra- dora, aparte del gusto, de la sensibilidad vagal visceral, la olfacción, la respiración y la circulación sanguíneas. Las fibras corticofugales que van de la corteza insular a la for- mación reticular intervienen en los movimientos orolin- guales y en la secreción de la saliva. Psicofisiología. Diferencias familiares, sexuales y culturales en el sentido del gusto El sentido del gusto establece relaciones interocepti- vas con otros sistemas sensoriales que permiten: la discri- minación de tipo e intensidad del estímulo, la integración de respuestas cerebrales complejas (memoria y aprendiza- je) y respuestas de tipo emocional. Estas funciones de integración tienen lugar en el tronco del encéfalo y en el sistema límbico. El control global de la ingestión se realiza en el área postrema (suelo del cuarto ventrículo), que está en relación anatómica íntima con el centro del vómito y del rechazo de las substancias tóxicas. En el área postrema confluyen todas las informaciones sensoriales: visual, auditiva, olfa- tiva, gustativa y oral, y allí se relacionan con el recuerdo de los efectos finales de la ingestión (efectos tóxicos, nutrición). Una lesión en el área postrema produce hipofa- gia, hipodipsia y pérdida de peso, así como falta de recha- zo a productos tóxicos. En la vía hipotálamo-límbica converge la información olfativa y gustativa. El área hipotalámica lateral (con siste- mas de catecolaminas y serotonina) participa en la selec- ción de la dieta (dietas hiperproteicas, dietas de estrés, aversión a los alimentos, etc.), en el ritmo circadiano de la ingesta, en las diferencias sexuales, etc. El placer (palatabi- lidad) o la aversión por los alimentos depende de sistemas opioides y GABA-benzodiazepinas de los núcleos gustati- vos del tronco del encéfalo y del circuito de la sustancia innominada al núcleo pálido. La hiperfagia, derivada de la palatabilidad, dependería de sistemas GABA-benzodiaze- pinas de las neuronas del núcleo paraventricular. Estos sistemas están controlados por fibras opioides del telencé- falo. Sin embargo, el apetito parece depender de sistemas dopaminérgicos meso-telencefálicos, el núcleo accumbens y el núcleo central de la amígdala. La percepción de determinados estímulos gustativos parece estar genéticamente determinada. El test más utili- zado es el de la feniltiocarbamida (sustancia amarga) que permite discriminar familias sensibles, con un alelo de carácter dominante (Tt), o insensibles (tt). Los individuos homocigóticos (TT) tendrían una mayor sensibilidad que los heterocigóticos (Tt). Las diferencias sexuales son muy importantes; las mujeres son mucho más sensibles que los hombres a la percepción gustativa. Las mujeres tienen más papilas fun- giformes y mayor densidad de botones gustativos por uni- dad de área que los hombres. Sin embargo, estas diferencias sexuales cambian entre grupos raciales: en los árabes son muy pequeñas, mientras que en los galeses son muy grandes. Por último, se han observado modificacio- nes del gusto a lo largo de la vida de difícil justificación morfofuncional. BIBLIOGRAFÍA Bartoshuk LM, Duffy VB, Miller IJ. PTC/PROP Tasting: anatomy, psychophysics and sex effects. 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