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esa fuerza excede las 2500 dinas/cm2, ocurre hemólisis intensa y aparecen fragmentos de membrana. La membra- na eritrocítica también puede soportar un límite de veloci- dad de chorro cuando el flujo es regular y se encuentra en contacto con el endotelio sano. A su paso por las cavidades del corazón, los eritroci- tos sufren la presión que desarrolla la contracción del mio- cardio, que normalmente fluctúa entre 80 y 120 mm Hg en el ventrículo izquierdo y entre 8 y 25 mm Hg en el dere- cho. La velocidad con la que los eritrocitos atraviesan los orificios de las válvulas cardíacas y su paso por las arterias pulmonar y aórtica, así como el choque contra las paredes arteriales, sobre todo en el cayado aórtico, provocan fuer- zas de tensión que el eritrocito debe soportar. La sangre circula a una velocidad que es inversamente proporcional al área del corte transversal del vaso corres- pondiente. En la porción proximal de la aorta, cuya super- ficie de corte es de 2.5 cm2, los eritrocitos fluyen a una velocidad de 33 a 40 cm/s. El desplazamiento es mayor, hasta de 120 cm/s, durante la sístole, y menor durante la diástole, por lo que el flujo es pulsátil. Al parecer, este tipo de flujo es necesario para mantener la perfusión óptima de los tejidos. En modelos en los que un órgano se irriga mediante flujo no pulsátil, falla la perfusión. En las arterio- las la velocidad es menor y en los capilares es de 0.3 mm/s. Debido a que los capilares sólo miden entre 0.2 y 1 mm, los eritrocitos permanecen en ellos durante tan sólo 1 a 3 s. Cuando los eritrocitos abandonan los grandes vasos, pasan a las arterias, arteriolas y capilares. En los grandes vasos y en las arterias sufren deformación elipsoidal, orientación en el sentido del flujo y rotación. Viajan en capas laminares concéntricas, que tienen una velocidad menor a medida que se alejan del flujo axial y se encuen- tran más cerca de la pared vascular. Esto produce fricción entre cada una de las capas. Entre la capa de la periferia y la pared del vaso existe una delgadísima capa de plasma que actúa como lubricante; esta capa de eritrocitos tiene un flujo notablemente más lento y hace fricción contra el endotelio. Por otra parte, la membrana del eritrocito rota sobre su contenido líquido de manera similar a una banda o cadena sin fin, como la de los tanques de guerra, y se esta- blece otra fuerza de fricción interna para cada célula, que depende de la tensión de la propia membrana y de la vis- cosidad del citoplasma. La rotación de la membrana pro- voca un flujo interno, lo que hace que el eritrocito no se comporte como un sólido que oponga resistencia al des- plazamiento, sino que participa como una gota más del torrente. La deformabilidad permite al eritrocito adaptarse a las fuerzas hidrodinámicas intravasculares para adoptar una forma elipsoidea que lo orienta en el sentido de la corriente, al mismo tiempo que rota. Así, cada capa está formada por una secuencia de eritrocitos elipsoidales en rotación, lo que hace que el contacto entre ellas sea a tra- vés de partículas giratorias. Este fenómeno disminuye la fricción entre cada lámina y se reduce la resistencia hemo- dinámica a fluir, lo que facilita el desplazamiento de cada uno de los cilindros concéntricos (Fig. 17.7). En las arteriolas, tanto la deformabilidad como la rotación de los eritrocitos favorecen una mayor orienta- ción elipsoidal y hacen que se desplacen desde las capas periféricas, donde la velocidad es más lenta y la fricción es mayor, hacia la corriente axial, donde el flujo es más rápi- do y la resistencia es menor, con lo que se facilita el ingre- so al sistema capilar. La membrana del eritrocito debe ser lo suficientemen- te laxa como para permitir ingresar a los capilares que tie- nen un diámetro menor (3 a 5 �m) al suyo propio (7 a 8 �m). Esta deformabilidad se logra mediante la relajación de la membrana por la inversión del flujo de iones de cal- cio. Además, en condiciones normales, el citoplasma de los eritrocitos tiene una concentración fisiológica de solu- tos y baja viscosidad, lo que le permite una mayor defor- mabilidad. En los capilares, el desplazamiento depende sólo de su deformabilidad. Cada eritrocito adopta la forma de “bala” o “torpedo” y avanza en fila deslizándose por el impulso de la corriente hemodinámica, que opera sobre su parte posterior como el viento sobre la vela de un buque. Adopta diversas formas, pero todas ellas de baja resisten- cia (Fig. 17.8). La forma de los eritrocitos se altera de acuerdo con los cambios del medio ambiente. Cuando se encuentran en un medio hipotónico, el agua penetra en su interior, de forma que los eritrocitos se hinchan, con lo que aumentan su volumen y adquieren la forma de un esferocito. Cuando P R O P I E D A D E S D E L A S A N G R E 277 A B C Arteria Flujo laminar concéntrico Migración axial Deformación Arteriola Capilar Figura 17.7. Durante el flujo laminar en las arterias, los eritro- citos sufren una deformación elipsoide que los orienta en el sentido de la corriente y rotan sobre su contenido líquido. En las arteriolas, los eritrocitos de las capas periféricas se van situando hacia las capas centrales e incrementan su deformabilidad elip- soide manteniendo su rotación para formar una columna cen- tral que los prepara para llenar el lecho capilar. En los capilares, sufren una deformación que permite el acceso a los de menor diámetro y viajan en filas.
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