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FISIOLOGÍA HUMANA-339

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INTRODUCCIÓN
El impresionante desarrollo de la inmunología como
ciencia, así como su impacto sobre la medicina clínica, ha
sido de vital importancia para el conocimiento y el control
de muchas enfermedades, tanto en animales como en seres
humanos. El sistema inmunitario existe para proteger al
huésped de infecciones, y su evolución se ha trazado sobre
la base de este reto. La propiedad del sistema inmunitario
de identificar y distinguir una molécula de otra y de res-
ponder sólo ante una de ellas se denomina especificidad.
Una molécula reconocida específicamente por el sistema
inmunitario es un antígeno o inmunógeno. La antigenici-
dad es una propiedad primordial de las macromoléculas
complejas como las proteínas o los polisacáridos de alto
peso molecular. La inmunogenicidad es la propiedad de un
antígeno que determina la intensidad de la respuesta inmu-
nitaria hacia él. Dicha respuesta aumenta de forma direc-
tamente proporcional a la distancia filogenética entre un
organismo y el agente invasor.
El sistema inmunitario es extraordinariamente com-
plejo, debido a la necesidad de contar con mecanismos 
de destrucción eficaces, pero también de poder discrimi-
nar de forma que se active sólo al entrar en contacto con
elementos extraños al organismo. Está dotado además de
una gran capacidad reguladora, necesaria para mantenerse
siempre en el grado de intensidad acorde con la dimensión
de la agresión.
ÓRGANOS DEL SISTEMA INMUNITARIO
Las células que participan en la respuesta inmunitaria
se encuentran ordenadas dentro de órganos que derivan del
mesénquima. Dichos órganos contienen estroma y tejido
linfoide y están estructurados para favorecer los contactos
celulares que permiten a las células inmunitarias llevar a
cabo sus funciones de manera más eficiente. Los órganos
linfoides se clasifican como primarios y secundarios. Los
órganos primarios son el timo y la médula ósea, conside-
rados como los sitios principales de la linfopoyesis. En
ellos los linfocitos se diferencian a partir de células tron-
cales, o células madre (stem cells), las cuales se originan
en la médula ósea; estos linfocitos proliferan y maduran
hasta convertirse en células funcionales al adquirir su
repertorio de receptores antígeno-específicos. Asimismo,
las células son seleccionadas para la tolerancia a los antí-
genos propios, permitiendo al sistema inmunológico reco-
nocer sólo los antígenos extraños. En los mamíferos, las
células T maduran en el timo, mientras que los linfocitos
B lo hacen en el hígado fetal y en la médula ósea. Las aves
cuentan con un órgano especializado para la maduración
de los linfocitos B, la bolsa de Fabricio. 
Los órganos secundarios como el bazo, los ganglios
linfáticos, y el tejido linfoide asociado a mucosas (MALT,
mucosa-associated lymphoid tissue) incluidas las amígda-
las y las placas de Peyer del intestino, están constituidos
por acumulaciones de linfocitos maduros entremezclados
con células del sistema fagocítico mononuclear, y es en
ellos en donde los linfocitos encuentran a los antígenos
presentados por células accesorias o células presentadoras
de antígeno (CPA), y por lo tanto son los sitios en donde
se inicia la respuesta inmunitaria.
Los órganos linfoides están conectados entre sí por los
vasos sanguíneos y linfáticos (Fig. 21.1). Estos sistemas de
circulación facilitan la recirculación de los linfocitos
inmunocompetentes, transportan los antígenos extraños
hacia los órganos linfoides secundarios, donde quedan
atrapados para facilitar su reconocimiento por los linfoci-
tos y transportan los linfocitos efectores y los anticuerpos
al lugar donde han de eliminar o neutralizar a los antíge-
nos o agentes extraños.
Los antígenos que penetran a través de la piel y las
mucosas son conducidos por los vasos linfáticos a los gan-
glios linfáticos regionales, donde quedan atrapados. Allí
son fagocitados y procesados (digeridos o degradados)
para luego ser presentados a los linfocitos. En algunos
casos, los antígenos pueden ser captados por macrófagos o
células de Langerhans (células dendríticas) de la piel en el
lugar de penetración, y estas células son las que los con-
ducen por los vasos linfáticos hasta los ganglios. 
Los macrófagos y las células dendríticas expresan
moléculas del complejo principal de histocompatibilidad
(CPH) de clase II en su superficie, a las cuales se asocia el
antígeno procesado, lo que les permite ser reconocidas por
los linfocitos T colaboradores CD4+, a través de su receptor,
iniciándose así la activación de las células colaboradoras.
A través de un proceso conocido como diapedesis, los
linfocitos recirculantes penetran en los ganglios desde la
circulación sanguínea atravesando las vénulas poscapila-
res, en regiones especializadas llamadas vénulas de endo-
telio alto, lugar en el que las células endoteliales son más
altas que las células endoteliales que recubren el resto de
los vasos sanguíneos. Una vez que los linfocitos han per-
manecido en los ganglios por espacio de algunas horas,
salen a través de la circulación linfática. Los linfocitos que
presenten afinidad por los antígenos atrapados los recono-
310 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E
Placas de Peyer
del intestino
delgado
Arteria
Corazón
Bazo
Linfático
eferente
Ganglio linfático
Vena
Tejidos
periféricos
Linfático aferente
Figura 21.1. Esquema de la distribución anatómica del sistema
inmunitario.

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