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FISIOLOGÍA HUMANA-370

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entrecruzar múltiples moléculas de Ig de membra-
na en el linfocito B y activar el complemento, el
cual media la activación de las células B. En esta
respuesta a antígenos TI los cambios de isotipo, la
maduración de la afinidad y la generación de célu-
las B memoria son hechos escasos o nulos.
Activación de los linfocitos B
Los acontecimientos de señalización iniciales que se
desencadenan por acción del BCR son similares a los des-
critos para el TCR, y consisten en la activación de factores
de transcripción y en la expresión de diversos genes. El
BCR hace llegar señales de activación a la célula cuando
dos o más moléculas del receptor se unen o entrecruzan
por acción de antígenos multivalentes. 
La activación de los linfocitos B requiere, además del
antígeno, segundas señales que pueden ser proporcionadas
por proteínas del complemento. Así, el producto de degra-
dación del complemento Cd3 (que puede estar unido a
antígenos microbianos) se une al receptor del complemen-
to tipo 2 (CR2) presente en las células B, provocando la
incorporación de CD19 y creando un complejo, CR2-
CD19-CD81, en el que la cola citoplásmica de CD19 es
rápidamente fosforilada por tirosinas quinasas asociadas al
complejo BCR. Esto se traduce en una amplificación de
las vías de señalización que se inician por la unión del
antígeno a la Ig de membrana. 
Los linfocitos T activados, tras reconocer el péptido
antigénico presentado por el linfocito B en su CPH de cla-
se II y tras la coestimulación de B7, expresan CD40L, el
cual se une a la molécula CD40 de los linfocitos B, secre-
tándose citoquinas que se unen a los receptores que para
las mismas tienen los linfocitos B. La combinación de
ambas señales estimula la proliferación y diferenciación
de los linfocitos B en células secretoras de anticuerpos.
Además, esas señales inducen el cambio de isotipo de la
célula B mediante un proceso de recombinación que con-
duce a la producción de diversos isotipos de Ig, y cada uno
de ellos media distintas funciones efectoras.
Proliferación y diferenciación de los linfocitos B
Las citoquinas desempeñan un papel importante en la
proliferación y la respuesta de anticuerpos, proporcionan-
do los mecanismos de amplificación que se requieren para
esos procesos y determinando los tipos de anticuerpos
producidos mediante la promoción selectiva del cambio a
los diferentes isotipos de las cadenas pesadas. Tres cito-
quinas producidas por los linfocitos T, la IL-2, la IL-4 y la
IL-5, contribuyen a la proliferación de las células B y pue-
den actuar de forma sinérgica. La IL-6, producida por
macrófagos, linfocitos T y otros muchos tipos celulares, es
un importante factor de crecimiento de las células B secre-
toras de anticuerpos ya diferenciadas. Estas citoquinas, y
otras tales como la IL-10, la IL-1 o el TNF, que promue-
ven también el crecimiento de los linfocitos B, actúan de
forma muy redundante, por lo que la disminución o la pér-
dida de alguna de ellas no influye prácticamente en la
expansión clonal de la célula B en respuesta a antígenos
proteicos. 
Parte de la progenie de las células B que han prolife-
rado en respuesta al antígeno y a la colaboración de las
células T se diferencia en células efectoras que secretan
activamente anticuerpos. Cuando las células B reconocen
el antígeno, una población de las mismas secreta IgM, lle-
vando a cabo la respuesta primaria, mientras que otras
comienzan a producir IgG, IgA e IgE. Esto quiere decir
que las células B pueden cambiar la subclase o subtipo de
las inmunoglobulinas que producen. Muchas de las células
B secretoras de anticuerpos se transforman en células plas-
máticas, que son células B morfológicamente diferentes y
que están comprometidas en la producción abundante de
anticuerpos.
Algunas células B activadas por el antígeno no evolu-
cionan hacia células secretoras de anticuerpos, sino que
adquieren la capacidad de sobrevivir durante largos perio-
dos, aparentemente sin activación antigénica. Éstas son las
células de memoria, capaces de poner en marcha respues-
tas rápidas frente a la introducción subsiguiente del mismo
antígeno.
Mecanismos efectores de la inmunidad humoral
Los anticuerpos median la inmunidad humoral res-
ponsable de la defensa frente a toxinas microbianas y
microorganismos extracelulares. Las funciones efectoras
de los anticuerpos son, entre otras, la neutralización de
antígenos, la fagocitosis de partículas opsonizadas depen-
diente de receptores Fc y la activación del sistema del
complemento.
Los anticuerpos, al unirse a los microorganismos y a
las toxinas, los bloquean o neutralizan, impidiendo sus
interacciones con las células del huésped, lo que evita 
la infectividad y las acciones patológicas de los mismos.
Las partículas recubiertas de anticuerpos (opsoniza-
das) son fagocitadas mediante la unión de los extremos Fc
de los anticuerpos a los receptores Fc de los fagocitos.
Existen varios tipos de receptores Fc, específicos para
diferentes subclases de anticuerpos IgG y para los anti-
cuerpos IgA e IgE, los cuales se unen a los anticuerpos con
diferente afinidad. Esa unión de la Ig (que está unida al
antígeno) a los receptores Fc de los fagocitos genera seña-
les que estimulan las actividades microbicidas de esas
células.
El sistema del complemento, como se mencionó en
el capítulo anterior, genera mediante las dos vías princi-
pales de activación (la vía alternativa y la clásica) una
serie de productos de C3, los cuales se unen por enlaces
covalentes a las superficies microbianas o a anticuerpos.
Esto focaliza las etapas subsiguientes de la activación
del complemento en esas localizaciones. La activación de
la vía clásica se realiza por complejos antígeno-anti-
cuerpo. 
B A S E S F U N C I O N A L E S D E L A R E S P U E S TA I N M U N I TA R I A 341

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