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entrecruzar múltiples moléculas de Ig de membra- na en el linfocito B y activar el complemento, el cual media la activación de las células B. En esta respuesta a antígenos TI los cambios de isotipo, la maduración de la afinidad y la generación de célu- las B memoria son hechos escasos o nulos. Activación de los linfocitos B Los acontecimientos de señalización iniciales que se desencadenan por acción del BCR son similares a los des- critos para el TCR, y consisten en la activación de factores de transcripción y en la expresión de diversos genes. El BCR hace llegar señales de activación a la célula cuando dos o más moléculas del receptor se unen o entrecruzan por acción de antígenos multivalentes. La activación de los linfocitos B requiere, además del antígeno, segundas señales que pueden ser proporcionadas por proteínas del complemento. Así, el producto de degra- dación del complemento Cd3 (que puede estar unido a antígenos microbianos) se une al receptor del complemen- to tipo 2 (CR2) presente en las células B, provocando la incorporación de CD19 y creando un complejo, CR2- CD19-CD81, en el que la cola citoplásmica de CD19 es rápidamente fosforilada por tirosinas quinasas asociadas al complejo BCR. Esto se traduce en una amplificación de las vías de señalización que se inician por la unión del antígeno a la Ig de membrana. Los linfocitos T activados, tras reconocer el péptido antigénico presentado por el linfocito B en su CPH de cla- se II y tras la coestimulación de B7, expresan CD40L, el cual se une a la molécula CD40 de los linfocitos B, secre- tándose citoquinas que se unen a los receptores que para las mismas tienen los linfocitos B. La combinación de ambas señales estimula la proliferación y diferenciación de los linfocitos B en células secretoras de anticuerpos. Además, esas señales inducen el cambio de isotipo de la célula B mediante un proceso de recombinación que con- duce a la producción de diversos isotipos de Ig, y cada uno de ellos media distintas funciones efectoras. Proliferación y diferenciación de los linfocitos B Las citoquinas desempeñan un papel importante en la proliferación y la respuesta de anticuerpos, proporcionan- do los mecanismos de amplificación que se requieren para esos procesos y determinando los tipos de anticuerpos producidos mediante la promoción selectiva del cambio a los diferentes isotipos de las cadenas pesadas. Tres cito- quinas producidas por los linfocitos T, la IL-2, la IL-4 y la IL-5, contribuyen a la proliferación de las células B y pue- den actuar de forma sinérgica. La IL-6, producida por macrófagos, linfocitos T y otros muchos tipos celulares, es un importante factor de crecimiento de las células B secre- toras de anticuerpos ya diferenciadas. Estas citoquinas, y otras tales como la IL-10, la IL-1 o el TNF, que promue- ven también el crecimiento de los linfocitos B, actúan de forma muy redundante, por lo que la disminución o la pér- dida de alguna de ellas no influye prácticamente en la expansión clonal de la célula B en respuesta a antígenos proteicos. Parte de la progenie de las células B que han prolife- rado en respuesta al antígeno y a la colaboración de las células T se diferencia en células efectoras que secretan activamente anticuerpos. Cuando las células B reconocen el antígeno, una población de las mismas secreta IgM, lle- vando a cabo la respuesta primaria, mientras que otras comienzan a producir IgG, IgA e IgE. Esto quiere decir que las células B pueden cambiar la subclase o subtipo de las inmunoglobulinas que producen. Muchas de las células B secretoras de anticuerpos se transforman en células plas- máticas, que son células B morfológicamente diferentes y que están comprometidas en la producción abundante de anticuerpos. Algunas células B activadas por el antígeno no evolu- cionan hacia células secretoras de anticuerpos, sino que adquieren la capacidad de sobrevivir durante largos perio- dos, aparentemente sin activación antigénica. Éstas son las células de memoria, capaces de poner en marcha respues- tas rápidas frente a la introducción subsiguiente del mismo antígeno. Mecanismos efectores de la inmunidad humoral Los anticuerpos median la inmunidad humoral res- ponsable de la defensa frente a toxinas microbianas y microorganismos extracelulares. Las funciones efectoras de los anticuerpos son, entre otras, la neutralización de antígenos, la fagocitosis de partículas opsonizadas depen- diente de receptores Fc y la activación del sistema del complemento. Los anticuerpos, al unirse a los microorganismos y a las toxinas, los bloquean o neutralizan, impidiendo sus interacciones con las células del huésped, lo que evita la infectividad y las acciones patológicas de los mismos. Las partículas recubiertas de anticuerpos (opsoniza- das) son fagocitadas mediante la unión de los extremos Fc de los anticuerpos a los receptores Fc de los fagocitos. Existen varios tipos de receptores Fc, específicos para diferentes subclases de anticuerpos IgG y para los anti- cuerpos IgA e IgE, los cuales se unen a los anticuerpos con diferente afinidad. Esa unión de la Ig (que está unida al antígeno) a los receptores Fc de los fagocitos genera seña- les que estimulan las actividades microbicidas de esas células. El sistema del complemento, como se mencionó en el capítulo anterior, genera mediante las dos vías princi- pales de activación (la vía alternativa y la clásica) una serie de productos de C3, los cuales se unen por enlaces covalentes a las superficies microbianas o a anticuerpos. Esto focaliza las etapas subsiguientes de la activación del complemento en esas localizaciones. La activación de la vía clásica se realiza por complejos antígeno-anti- cuerpo. B A S E S F U N C I O N A L E S D E L A R E S P U E S TA I N M U N I TA R I A 341
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