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FISIOLOGÍA HUMANA-361

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INTRODUCCIÓN
Una vez conocidos los componentes celulares y
moleculares del sistema inmunitario, vamos a analizar
cómo los mismos son capaces de actuar mediante una
serie de mecanismos que se denominan “respuesta inmu-
nitaria” y que nos permiten defendernos de todo tipo de
agentes extraños que nos invaden o de las células que se
nos transforman en cancerosas. Los microorganismos con
los que nos encontramos continuamente son detectados y
destruidos en minutos u horas por mecanismos de defen-
sa que no requieren periodos largos de inducción, al no
depender de la expansión clonal de linfocitos antígeno-
específicos. Son los mecanismos de la inmunidad innata.
En esta respuesta, que es inmediata, ya que dura de 0 a 4
horas, hay un reconocimiento y eliminación de lo extraño
por sistemas efectores (células y moléculas) preformados
y no específicos que llevan a la desaparición del agente
infeccioso. Estos mecanismos de respuesta innata son
seguidos por respuestas tempranas inducidas (de 4 a 96
horas), en la que hay un reclutamiento de células efecto-
ras y un reconocimiento y activación de las mismas, tras
lo cual se lleva a cabo la eliminación del agente infeccio-
so, pero no proporcionan inmunidad de protección dura-
dera. Si el organismo infeccioso consigue romper estas
líneas tempranas de defensa, se desencadena una respues-
ta inmunitaria adaptativa, que es tardía, ya que aparece
después de 96 horas de iniciarse la infección. En ésta se
transporta el antígeno a los órganos linfoides, hay un
reconocimiento del mismo por los linfocitos y se produce
la expansión clonal mediante proliferación (la mayor par-
te de los linfocitos T y B, presentes en el organismo en un
momento concreto, se encuentran funcionalmente en
reposo, es decir, están en la fase G0 del ciclo celular; la
exposición a un antígeno hace que determinados clonos se
activen y avancen por el ciclo celular). También tiene
lugar un proceso de diferenciación a células efectoras
antígeno-específicas que permiten la eliminación de los
agentes patógenos (es lo que se conoce como respuesta
primaria), así como generación de células de memoria,
preparadas para enfrentarse a sucesivas infecciones de ese
mismo microorganismo (respuesta secundaria). Las estra-
tegias celulares seguidas en ese proceso por los linfocitos
T (que median lo que se denomina respuesta inmunitaria
celular) y los linfocitos B (que realizan la respuesta inmu-
nitaria denominada humoral, en la que también se requie-
re la participación de factores producidos por los
linfocitos T) tienen unos aspectos comunes y otros dife-
rentes. 
Los dos grandes tipos de inmunidad, la innata y la
adaptativa, no operan independientemente, sino que están
interrelacionadas entre sí mediante múltiples conexiones,
llegando a constituir un todo integrado para luchar frente a
los agentes extraños. Así, la inmunidad innata estimula a
la inmunidad adaptativa, y ésta utiliza los mecanismos
efectores de la primera para eliminar a los microorganis-
mos. Ambas respuestas pueden dividirse en tres fases: 1)
el reconocimiento de lo extraño; 2) la activación (y regu-
lación de dicha activación); y 3) la fase efectora para la eli-
minación de lo extraño, del antígeno.
LA PRIMERA LÍNEA DE DEFENSA DEL
HUÉSPED. INMUNIDAD INNATA
La inmunidad innata o no adaptativa representa el pri-
mer sistema defensivo del organismo y tiene una especial
relevancia a la hora de proteger al mismo frente a infec-
ciones y cáncer. Gracias a esa inmunidad, a pesar de estar
expuestos continuamente a los agentes infecciosos, las
enfermedades que éstos causan son escasas. 
La inmunidad innata cumple tres importantes misio-
nes: 1. Es la respuesta inicial a los microorganismos que
impide la infección del huésped y, en muchos casos, es
capaz de eliminarlos, utilizando para ello una gran varie-
dad de mecanismos efectores. 2. Tales mecanismos efec-
tores se utilizan a menudo para eliminar agentes
patógenos, incluso en las respuestas de la inmunidad adap-
tativa. Así, en la inmunidad celular, los linfocitos T espe-
cíficos del antígeno producen citoquinas que activan a los
fagocitos, y en la inmunidad humoral, los linfocitos B pro-
ducen anticuerpos que, utilizando a los fagocitos y al sis-
tema del complemento, destruyen los microorganismos. 3.
La inmunidad innata estimula a la adaptativa, influyendo
en la misma para determinar el tipo de respuesta (p. ej.,
celular frente a humoral) y optimizarla. De este modo, la
inmunidad innata elimina la infección o, si fracasa, la con-
tiene hasta que los agentes patógenos puedan ser recono-
cidos por el sistema inmunitario adaptativo (Fig. 22.1).
En esta inmunidad innata, aunque se denomina tam-
bién inespecífica, hay una especificidad singular por los
productos de los microorganismos, distinta de la que pre-
senta la inmunidad adaptativa. Así, los componentes de la
inmunidad innata reconocen estructuras que son caracte-
rísticas de los patógenos microbianos, compartidas por
distintos tipos de los mismos, y que no se encuentran en
las células de los mamíferos; es el caso, entre otros, de los
lipopolisacáridos (LPS) bacterianos. Esto ya les permite
diferenciar lo propio de lo extraño. Además, los productos
microbianos reconocidos por el sistema inmunitario inna-
to son a menudo esenciales para la supervivencia de los
microorganismos, por lo que no pueden prescindir de esos
productos a la hora de evitar al sistema inmunitario. Por
otra parte, los receptores del sistema inmunitario innato
están codificados en la línea germinal, mientras que los
linfocitos utilizan recombinaciones génicas somáticas para
generar sus receptores. Por ello, el repertorio de especifi-
cidades en la inmunidad innata es más limitado, pero no es
clonal, lo que hace que tengamos un mayor número de
células capaces de reconocer cualquier agente extraño.
En la inmunidad innata el primer elemento lo consti-
tuyen las barreras de las superficies epiteliales externas
e internas: la piel y las mucosas (fundamentalmente la del
tracto respiratorio y la del digestivo), así como productos
de tales epitelios (una serie de péptidos dotados de función
antibiótica natural, como las criptocidinas del intestino, así
332 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E

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