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INTRODUCCIÓN Una vez conocidos los componentes celulares y moleculares del sistema inmunitario, vamos a analizar cómo los mismos son capaces de actuar mediante una serie de mecanismos que se denominan “respuesta inmu- nitaria” y que nos permiten defendernos de todo tipo de agentes extraños que nos invaden o de las células que se nos transforman en cancerosas. Los microorganismos con los que nos encontramos continuamente son detectados y destruidos en minutos u horas por mecanismos de defen- sa que no requieren periodos largos de inducción, al no depender de la expansión clonal de linfocitos antígeno- específicos. Son los mecanismos de la inmunidad innata. En esta respuesta, que es inmediata, ya que dura de 0 a 4 horas, hay un reconocimiento y eliminación de lo extraño por sistemas efectores (células y moléculas) preformados y no específicos que llevan a la desaparición del agente infeccioso. Estos mecanismos de respuesta innata son seguidos por respuestas tempranas inducidas (de 4 a 96 horas), en la que hay un reclutamiento de células efecto- ras y un reconocimiento y activación de las mismas, tras lo cual se lleva a cabo la eliminación del agente infeccio- so, pero no proporcionan inmunidad de protección dura- dera. Si el organismo infeccioso consigue romper estas líneas tempranas de defensa, se desencadena una respues- ta inmunitaria adaptativa, que es tardía, ya que aparece después de 96 horas de iniciarse la infección. En ésta se transporta el antígeno a los órganos linfoides, hay un reconocimiento del mismo por los linfocitos y se produce la expansión clonal mediante proliferación (la mayor par- te de los linfocitos T y B, presentes en el organismo en un momento concreto, se encuentran funcionalmente en reposo, es decir, están en la fase G0 del ciclo celular; la exposición a un antígeno hace que determinados clonos se activen y avancen por el ciclo celular). También tiene lugar un proceso de diferenciación a células efectoras antígeno-específicas que permiten la eliminación de los agentes patógenos (es lo que se conoce como respuesta primaria), así como generación de células de memoria, preparadas para enfrentarse a sucesivas infecciones de ese mismo microorganismo (respuesta secundaria). Las estra- tegias celulares seguidas en ese proceso por los linfocitos T (que median lo que se denomina respuesta inmunitaria celular) y los linfocitos B (que realizan la respuesta inmu- nitaria denominada humoral, en la que también se requie- re la participación de factores producidos por los linfocitos T) tienen unos aspectos comunes y otros dife- rentes. Los dos grandes tipos de inmunidad, la innata y la adaptativa, no operan independientemente, sino que están interrelacionadas entre sí mediante múltiples conexiones, llegando a constituir un todo integrado para luchar frente a los agentes extraños. Así, la inmunidad innata estimula a la inmunidad adaptativa, y ésta utiliza los mecanismos efectores de la primera para eliminar a los microorganis- mos. Ambas respuestas pueden dividirse en tres fases: 1) el reconocimiento de lo extraño; 2) la activación (y regu- lación de dicha activación); y 3) la fase efectora para la eli- minación de lo extraño, del antígeno. LA PRIMERA LÍNEA DE DEFENSA DEL HUÉSPED. INMUNIDAD INNATA La inmunidad innata o no adaptativa representa el pri- mer sistema defensivo del organismo y tiene una especial relevancia a la hora de proteger al mismo frente a infec- ciones y cáncer. Gracias a esa inmunidad, a pesar de estar expuestos continuamente a los agentes infecciosos, las enfermedades que éstos causan son escasas. La inmunidad innata cumple tres importantes misio- nes: 1. Es la respuesta inicial a los microorganismos que impide la infección del huésped y, en muchos casos, es capaz de eliminarlos, utilizando para ello una gran varie- dad de mecanismos efectores. 2. Tales mecanismos efec- tores se utilizan a menudo para eliminar agentes patógenos, incluso en las respuestas de la inmunidad adap- tativa. Así, en la inmunidad celular, los linfocitos T espe- cíficos del antígeno producen citoquinas que activan a los fagocitos, y en la inmunidad humoral, los linfocitos B pro- ducen anticuerpos que, utilizando a los fagocitos y al sis- tema del complemento, destruyen los microorganismos. 3. La inmunidad innata estimula a la adaptativa, influyendo en la misma para determinar el tipo de respuesta (p. ej., celular frente a humoral) y optimizarla. De este modo, la inmunidad innata elimina la infección o, si fracasa, la con- tiene hasta que los agentes patógenos puedan ser recono- cidos por el sistema inmunitario adaptativo (Fig. 22.1). En esta inmunidad innata, aunque se denomina tam- bién inespecífica, hay una especificidad singular por los productos de los microorganismos, distinta de la que pre- senta la inmunidad adaptativa. Así, los componentes de la inmunidad innata reconocen estructuras que son caracte- rísticas de los patógenos microbianos, compartidas por distintos tipos de los mismos, y que no se encuentran en las células de los mamíferos; es el caso, entre otros, de los lipopolisacáridos (LPS) bacterianos. Esto ya les permite diferenciar lo propio de lo extraño. Además, los productos microbianos reconocidos por el sistema inmunitario inna- to son a menudo esenciales para la supervivencia de los microorganismos, por lo que no pueden prescindir de esos productos a la hora de evitar al sistema inmunitario. Por otra parte, los receptores del sistema inmunitario innato están codificados en la línea germinal, mientras que los linfocitos utilizan recombinaciones génicas somáticas para generar sus receptores. Por ello, el repertorio de especifi- cidades en la inmunidad innata es más limitado, pero no es clonal, lo que hace que tengamos un mayor número de células capaces de reconocer cualquier agente extraño. En la inmunidad innata el primer elemento lo consti- tuyen las barreras de las superficies epiteliales externas e internas: la piel y las mucosas (fundamentalmente la del tracto respiratorio y la del digestivo), así como productos de tales epitelios (una serie de péptidos dotados de función antibiótica natural, como las criptocidinas del intestino, así 332 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E
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