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© E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 860 80 Trastornos de conducta alimentaria Eduardo García García Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se en- cuentran dentro de las alteraciones psiquiátricas más co- munes. A pesar de su origen psiquiátrico, la importante expresión en signos y síntomas físicos, lleva a la búsqueda de atención –en general, por parte de los familiares– con médicos de primer contacto. La referencia de estos pa- cientes con endocrinólogos y nutriólogos se da tarde o temprano. La pérdida de peso, los trastornos menstruales y la conducta en el consumo de alimentos son los princi- pales motivos de consulta. La necesidad de la interven- ción del endocrinólogo se acaba de definir, cuando aún después de dejar establecida la necesidad de tratamiento psicológico o psiquiátrico, sigue siendo necesario vigilar y dar tratamiento a los problemas endocrinos y nutricio- nales. A pesar de eso, la mayoría de los endocrinólogos no terminan de sentirse cómodos al tratar a estos pacientes por razones que van desde el reto que implica conten- der con la aparente imposibilidad de tratar el problema nutricional hasta la falta de guías precisas que indiquen cuándo y cómo tratar las alteraciones endocrinas con re- emplazos hormonales. En el presente capítulo se hace una revisión de la anorexia nerviosa (AN), la bulimia (B) y trastorno por atracón (TA) por ser los TCA prevalentes. Otros trastornos con una connotación psiquiátrica o me- nor prevalencia como la pica, los trastornos de rumiación y evitativo/restrictivo de la ingesta, y los denominados trastornos alimentarios no específicos no se describen. DIAGNÓSTICO DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA En los últimos años ha quedado claro que los TCA son un grupo heterogéneo de padecimientos. El seguimiento de muchos casos, que se mueven en lo que parecería ser un continuo que va de la AN, pasando por la B y llegando a la obesidad con una conducta alimentaria caracteriza- da por episodios de atracones, deja en claro la fragilidad de las líneas divisorias entre estos estados, que los afanes clasificatorios han pretendido identificar como entidades diferentes. En la investigación clínica, el sistema del Ma- nual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales 5 (DSM-5) de la Asociación Americana de Psiquiatría es el más empleado para clasificar los trastornos de la conduc- ta alimentaria. Si bien, hoy en día, la mayoría de los pacientes que acuden a consulta tienen ya una clara sospecha del diag- nóstico (casi siempre por parte de la familia), grupos de expertos se han dado a la tarea de identificar algunos cri- terios para sospechar un TCA (cuadro 80-1). También se han elaborado algunas preguntas claves para la búsqueda de uno de los trastornos (cuadro 80-2). ANOREXIA NERVIOSA La prevalencia de la AN se ha estimado de 0.2 a 0.8% en mujeres de 14 a 20 años de edad. La relevancia de este padecimiento puede medirse de distintas maneras, desde el impacto que suele tener en la dinámica familiar y el proyecto de desarrollo personal de quién la padece, hasta en la mortalidad que produ- ce. La mortalidad a 10 años es de alrededor de 5%, se considera muy alta, 10 veces más que los fallecimien- Cuadro 80-1. Criterios para sospechar un TCA • Bajo peso • Amenorrea o infertilidad • Daño dental, en especial, en jóvenes • Preocupaciones sobre el peso, aun cuando es normal • Intentos fallidos de perder peso de pacientes con sobrepeso u obesidad • Trastornos gastrointestinales que no pueden atribuirse a otra causa médica • Retraso en el crecimiento en los niños • Padres preocupados sobre el peso y crecimiento de su hijo http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Trastornos de conducta alimentaria 861 tos por otras causas en este grupo de edad. Los estudios de seguimiento han mostrado que 40% de las pacientes con AN tienen una adecuada recuperación, mientras que 25% tienen sólo remisiones parciales y 30% tienen una pobre respuesta al tratamiento, causando persistencia de los síntomas. Por sus repercusiones en el crecimiento y desarrollo, como densidad ósea, crecimiento y madura- ción cerebral, sus efectos pueden ser más graves cuando aparece a edades tempranas y no ocurre una resolución adecuada. Tres rasgos son los esenciales de la AN: 1) autoin- ducción de desnutrición con pérdida de peso que puede llegar a la caquexia; 2) miedo intenso a ganar peso, a con- vertirse en obeso; y 3) autopercepción alterada, aunque en el plano racional se observan tal y como están, recono- ciendo el estado de bajo peso y desnutrición, continúan deseando perder más peso. Los criterios resumidos de diagnóstico y de remisión del DSM-5 son: a) Restricción de la ingesta de energía en relación con los requerimientos. b) Miedo intenso a ganar peso. c) Una alteración de la manera en la que se percibe el cuerpo. Tipo restrictivo: en los últimos tres meses no se han presentado episodios de atracón o purga (vómi- to, laxantes, diuréticos o enemas). Tipo purgativo: en los últimos tres meses sí se han presentado episodios de purga. Intensidad del cuadro con base en el índice de masa corporal (IMC) para adultos o porcentilas de IMC para niños: Leve: IMC > 17 kg/m2. Moderada: IMC 16 a 16.99 kg/m2. Grave: IMC 15 a 15.99 kg/m2. Extrema: IMC < 15. Remisión parcial: el peso se ha normalizado pero persiste el criterio B, C o ambos presente. Remisión completa: ningún criterio presente. La amenorrea que en otro tiempo se consideró como un criterio de diagnóstico, no se ha tomado en cuenta en el DSM-5. Desde luego que sigue siendo un asunto cen- tral en las preocupaciones del médico que trata a estas pacientes, tal y como se mencionará más adelante. La AN a menudo se acompaña de otras patologías psiquiátricas, como depresión, ansiedad y trastorno obse- sivo compulsivo (TOC). BULIMIA NERVIOSA Este término se refiere a la urgencia incontrolable de consumir comidas de alta densidad energética. Estos epi- sodios alternan con ayunos, vómito y abuso de laxantes o diuréticos. Su prevalencia se estima entre 2 y 3% de la población entre 15 y 30 años de edad. Las mujeres son las afectadas en una gran mayoría y sólo 5 a 10% de los casos corresponden a varones. Se ha estimado que 50% de las pacientes tratadas se encuentran libres de síntomas después de cinco años del diagnóstico, 30% tienen una remisión parcial y 20% tienen una patología activa. Los criteritos resumidos del DSM-5 son: a) Episodios recurrentes de atracón. La sensación de pérdida de control está presente. b) Conductas compensatorias recurrentes como vómi- to, uso de laxantes, diuréticos, ayunos, ejercicio exce- sivo. c) Lo anterior por lo menos una vez a la semana por al menos tres meses. d) La autoestima depende de la forma del cuerpo y el peso de una manera central. Intensidad: depende del número de episodios de conduc- ta compensatoria por semana. Leve: 1 a 3 episodios. Moderada: 4 a 7 episodios. Grave: 8 a 13 episodios. Extrema: 14 o más episodios. Remisión parcial: alguno de los criterios ya no está presente. Remisión completa: ninguno de los criterios está presente. TRASTORNO POR ATRACÓN Descrito por vez primera por Stunkard hacia fines del decenio de 1950-59, pero fue hasta 1994 cuando la Aso- ciación Americana de Psiquiatría lo incorpora al DSM- IV. Se estima que su prevalencia es de 0.8% en los hom- bres y 1.6% en las mujeres estadounidenses. Una revisión sistemática de la literatura refiere una prevalencia de hasta 4.3% de la población. En personas que buscan ayu- da para perder peso, su prevalencia es mucho mayor que en la población general. Su evolución hacia la cronicidad es frecuente. De acuerdo con el DSM-5, su progreso en cuanto a la posi- bilidad de remisión es similara la de la bulimia, pero hay trabajos que afirman que con tratamiento cognitivo con- ductual, el trastorno por atracón (TA) es el TCA con me- jores posibilidades de resolución, 50 a 80% de los casos. Los criterios diagnósticos del DSM-5 resumidos, son: • Episodios recurrentes de atracones, definidos por in- gerir una cantidad de comida mayor a la que come la mayoría de la gente en tiempo y circunstancias similares. Acompañado de una sensación de pérdida de control. Cuadro 80-2. Preguntas para la búsqueda de un TCA • ¿Estás contento con tu conducta alimentaria? • ¿Estás preocupado con tu peso o con tu dieta? • ¿Tu peso afecta la manera en la que te valoras? • ¿Estás preocupado por tu figura? • ¿Comes en secreto? • ¿Vomitas cuando te sientes muy lleno? • ¿Estas preocupado porque a veces no puedes dejar de comer? http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 862 • Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 80) • Estos episodios ocurren al menos una vez por sema- na y por al menos tres meses. • No hay una conducta compensatoria. La intensidad se clasifica de la misma manera que la de la bulimia: Leve: 1 a 3 episodios. Moderada: 4 a 7 episodios. Grave: 8 a 13 episodios. Extrema: 14 o más episodios. ETIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA El origen preciso de los trastornos de la conducta alimen- taria no ha sido dilucidado. Se han propuesto diferen- tes teorías sobre su etiología, siendo probable que todas las teorías resulten complementarias. Se ha postulado que los factores culturales y ambientales desempeñan un papel importante en la génesis de las alteraciones de la conducta alimentaria, debido a que éstas son por lo general, más comunes en los países industrializados que en los países en desarrollo. Sin embargo, es importante reconocer la determinante contribución genética y la in- fluencia que tiene sobre el peso, en especial en una época en la que se ha iniciado la identificación y comprensión de las moléculas que participan en el control tanto del apetito como de la saciedad, así como aquellas que in- tervienen en la homeostasis energética. Las alteraciones conductuales es posible que están, por lo menos facilita- das, por trastornos específicos en los neurotransmisores y neuromoduladores, o ambos, en el sistema nervioso central (SNC), los cuales ejercen sus acciones en una forma genética predeterminada. Aún se sabe muy poco de los mecanismos moleculares de los trastornos de la alimentación, pero cada día es más claro que el SNC, en particular el hipotálamo, desempeña un papel relevante. En cuanto a las bases psicológicas de los TCA la li- teratura es mucho más extensa. Los cambios favorables o desfavorables en el miembro de la familia identificado como “enfermo” ejercen efectos sobre la salud psicoló- gica y física de la familia completa. Las relaciones que los padres (en específico las madres) mantienen con sus hijas, durante la infancia y la adolescencia, son cruciales para el posterior desarrollo psicológico y social de éstas. Desde hace tiempo se ha demostrado que existe una co- rrelación causal entre las diferentes actitudes parentales, las diversas estructuras de funcionamiento familiar y el desarrollo de psicopatologías en la edad adulta, como de- presión, neurosis y trastornos de la conducta alimentaria. Se ha demostrado que cierto tipo de organización y funcionamiento familiar conducen en concreto a la apa- rición y mantenimiento de los trastornos de la conducta alimentaria. Los miembros de este tipo de familias están atrapados en patrones de interacción familiar en los cua- les los síntomas de la hija con el trastorno, desempeñan un papel central que evita tener que abordar el verdade- ro conflicto subyacente y es así como la patología man- tiene en cierta forma el precario equilibrio familiar. Esta familia “psicosomática” se caracteriza por una estructura de elevada implicación interpersonal, sobreprotectora, rígida y evitadora de conflictos. EXPRESIÓN ENDOCRINA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA El acercamiento de la endocrinología a los TCA surge de manera natural. Lo que hoy es bien conocido, el pro- ceso de adaptación a la desnutrición y al estrés presente en los TCA por parte del sistema endocrino, llevó desde principios del siglo XX a que las pacientes fueran objeto de interés de los endocrinólogos. La pérdida de peso, la amenorrea y el hipotiroidismo secundario, llevo a consi- derar a la AN como relacionada de manera potencial con apoplejia hipofisaria, tal y como ocurre en el panhipopi- tuitarismo posparto que describió en 1914 Simmonds. En el decenio de 1980-89 se descartó cualquier daño estructural y alteraciones endocrinas primarias, y quedó con claridad establecido el origen funcional, de adapta- ción a la desnutrición y al estrés, de las alteraciones endo- crinas de los trastornos de la conducta alimentaria. La amenorrea de origen central, con valores bajos o bajos inapropiados de LH y FSH que provocan anovula- ción crónica, son hallazgos consistentes en pacientes con TCA que tienen un peso bajo y estrés significativo. La variabilidad del IMC bajo en el cual se llega a la ameno- rrea, o del IMC que viene aumentando en el proceso de recuperación y en el cual se normalizan los ciclos mens- truales, deja en claro que además del peso, otros factores hormonales y nutricionales intervienen en la pérdida y recuperación del ciclo menstrual. Se ha demostrado que la administración de leptina exógena en mujeres con AN y amenorrea (sin mejoría del IMC), normaliza la libera- ción de gonadotropinas e induce ovulación y menstrua- ciones. La evaluación ultrasonográfica de los ovarios de pa- cientes con AN ha mostrado poliquistosis ovárica en 30 a 50% de quienes padecen amenorrea. La ganancia de peso lleva a la normalización de los ciclos menstruales y del aspecto ultrasonográfico de los ovarios en la mayoría de los casos. El hallazgo de TSH baja, con T3 baja y T3 reversa aumentada, se ha informado de manera repetida. Las concentraciones en sangre de hormona del crecimiento (GH) y prolactina (PRL), con frecuencia se encuentran elevadas en anorexia nerviosa, no así en bulimia y tras- torno por atracón. El mecanismo de la elevación de GH está determinado por una disminución en la producción hepática de IGF-I observada en la desnutrición. Se ha concluido que en la AN existe una resistencia a la acción de la hormona del crecimiento. El cortisol se encuentra alto tanto en AN como en B y TA. En pacientes con anorexia nerviosa se ha encontra- do cortisol elevado tanto en suero como en saliva y orina. Algunas pacientes tienen una inhibición insuficiente en la prueba de dexametasona. La suma de evidencias su- giere que las pacientes con TCA, desarrollan un “punto de regulación” alterado, que mantiene concentraciones más altas sin que se pierdan las variaciones diurnas. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Trastornos de conducta alimentaria 863 Un fenómeno interesante es el de la resistencia a la insulina en pacientes con anorexia nerviosa. En ellas se ha encontrado tanto una mayor sensibilidad como una resistencia a la acción de insulina. Algunos estudios de vigilancia continua de la glucosa han mostrado valores de glucemia por arriba de lo normal. De las implicaciones biológicas de estos fenómenos con seguridad secundarios a las alteraciones de otras hormonas (cortisol, T3, Estra- diol, GH y otras) no se tiene información alguna. La osteopenia y osteoporosis son las complicaciones más relevante de la AN. Su etiológica es multifactorial (alteraciones de cortisol, T3, estradiol, GH, entre otras). Las concentraciones de vitamina D y hormona parati- roidea (PTH) son por lo general normales en laanorexia nerviosa. El hecho de que la administración de estróge- nos no impida el desarrollo de osteoporosis ni mejora el daño establecido, hace necesario pensar en que el factor nutricional, el bajo peso y la interacción de múltiples al- teraciones hormonales son los responsables de este fenó- meno. Las alteraciones endocrinas más relevantes en los distintos TCA se muestran en el cuadro 80-3. FISIOPATOLOGÍA DE LAS ALTERACIONES OBSERVADAS EN LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA Los TCA y en particular la AN presentan una compleja e intrincada interacción de cambios hormonales. El factor desencadenante más relevante en la AN es la restricción de la ingesta calórica. La traducción de ésta es el peso bajo y la composición corporal alterada que desencade- nan una avalancha de alteraciones hormonales que in- teractúan entre sí (figura 80-1). La B y el TA, sin tener déficit calórico, tienen inestabilidad en el aporte de ca- lorías, y, en el caso de la B hay estrés condicionado por el vómito frecuente. La inconsistencia de los resultados obtenidos en distintos estudios en las repuestas hormo- nales, sólo refleja la heterogeneidad de las poblaciones y lo cambiante de los factores desencadenantes. La historia natural de algunos casos de TCA observa- dos con frecuencia, con una transición desde la AN hasta el TA pasando por la B, permite tener una visión dinámi- ca de todas las alteraciones endocrinas que se manifiestan a lo largo de la vida de una paciente con este tipo de tras- tornos. La presencia o ausencia de depresión –condición presente en mayor o menor grado en la mayoría de los casos– constituye un elemento más en la construcción de las distintas alteraciones endocrinas. De ésta manera, los TCA constituyen un modelo fascinante para el médico por la dinámica interacción entre conductas, factores ge- néticos y alteraciones endocrinas. Aún se está muy lejos de tener una impresión clara del papel del estrés psicoló- gico en este escenario. HALLAZGOS CLÍNICOS Es larga la lista de datos que se pueden recabar en la his- toria clínica de un paciente con TCA, estos son determi- nados por la desnutrición y las conductas no saludables en el consumo de alimentos, vómito, uso de laxantes y diuréticos. Las pacientes con AN y B pueden presentar: • Amenorrea hipotalámica. • Intolerancia al frío por defecto en regulación hipota- lámica. • Hipercarotenemia por ingesta excesiva de vegetales. • Alteraciones gastrointestinales: dolor abdominal, flatulencia, estreñimiento, retardo en el vaciamiento gástrico, enfermedad ácido péptica. • Trastornos cardiovasculares: bradicardia, soplos sistólicos, prolapso de la válvula mitral, hipoten- sión arterial, derrame pericárdico. • Disminución en tejido adiposo subcutáneo, piel seca y descamativa, lanugo, hirsutismo. • Hipertrofia de parótidas. • Neumomediastino. • Litiasis renal. • Parálisis de nervios. Las pacientes con bulimia pueden tener síntomas simila- res a los que se agregan: • Trastornos dentales con erosión del esmalte, rotura esofágica o gástrica, pancreatitis, alcalosis metabólica (debido a vómitos repetitivos). • Alteraciones en la motilidad intestinal por exceso de vómito o laxantes. • Laceración en los dedos por su introducción en la boca. • Trastornos menstruales y sangrados uterinos disfun- cionales. Cuadro 80-3. Cambios hormonales observados en AN, B y TA Hormona Anorexia nervosa (AN) Bulimia (B) Trastorno por atracón (TA) TSH ↓ ? ? T4 ↓ ? ? Estradiol ↓ ↓ ↓ Testosterona ↓ ? ? IGF-1 ↓ ↓ Hormona del crecimiento ↑ ? ? Sensibilidad a insulina ↑ ↓ ? ? Cortisol ↑ ↑ ↑ Leptina ↓ ↓ ↓ Adiponectina ↑ ? ? Ghrelina ↑ ↑ ↑ Péptido YY ↑ ? ↑ http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 864 • Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 80) • Alteraciones neurológicas: corea de Huntington, convulsiones, encefalitis, parkinsonismo. Los pacientes con TA cursan con sobrepeso y obesidad con todas las complicaciones metabólicas propias de es- tas entidades. PRUEBAS DIAGNÓSTICAS Y TRATAMIENTO ENDOCRINO No existe un protocolo de estudio establecido para el abordaje de un paciente con trastornos alimentarios. El hecho de que las alteraciones endocrinas observadas en estas pacientes, sean en principio reversibles, al alcan- zarse un peso normal y disminuir o normalizar las con- ductas y estados generadores de estrés –vómito, purga, ejercicio intenso, ansiedad y depresión–, deja al clínico en una posición difícil, en la que la solicitud de exámenes para evaluar las insuficiencias endocrinas resulta más en la evaluación innecesaria que en la omisión de un exa- men pertinente. Tal vez la excepción sea la determinación de hormo- nas tiroideas. Siendo el hipotiroidismo una patología fre- cuente, descartarla parece razonable. El perfil tiroideo de la paciente con AN o B cuando es anormal, se caracteriza por TSH inhibida, T4 en límites bajos, T3 baja y T3 reversa elevada. La TSH por arriba de los límites normales esta- blece el diagnóstico de un problema tiroideo primario, independiente del trastorno de la conducta alimentaria. De no tenerse una fuerte sospecha de un problema primario, la medición de hormonas sexuales, gonadotro- pinas, cortisol y hormona de crecimiento, resulta innece- saria en absoluto. Otro asunto son los exámenes para evaluar estado hidroelectrolítico, glucemia, cetonas en orina, depura- ción de creatinina, cuenta de leucocitos, concentracio- nes de transaminasas y ritmo cardiaco. Su evaluación es recomendable en la mayoría de los casos de AN y B al primer contacto con la paciente y en su seguimiento de acuerdo con los síntomas que aparezcan. El vómito o uso de diuréticos hace necesario vigilar de manera periódica potasio, sodio, fósforo, calcio y magnesio. La realización de un ultrasonido pélvico para iden- tificar poliquistosis ovárica (condición que en algunas series se refiere hasta en 30% de los casos de AN) y la evaluación de la masa ósea por densitometría son exáme- nes que se deben considerar sólo cuando una situación clínica así lo exige. Toda la evidencia señala que el tratamiento de los TCA debe centrarse en mejorar el estado nutricional y normalizar la conducta alimentaria. Dado que todas las Figura 80-1. Los trastornos alimentarios inducen bajo peso –anorexia nerviosa– o al menos alteraciones en la composición corporal. El estrés psicológico y las conductas anormales de estas pacientes –vómito–, alteran el eje HHS y a su vez la secreción pulsatil de GnRH ocasionando amenorrea. La recuperación de peso no garantiza la normalización de los ciclos menstruales, porque con frecuencia en estas pacientes persis- ten las alteraciones en la composición corporal y el estrés significativo, situaciones que por sí mismas pueden determinar las alteraciones del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS). Desequilibrio en ingreso/gasto de calorías Alteraciones en la composición corporal Bulimia Trastorno por atracón Depresión Estrés Vómito Bajo de peso Anorexia nerviosa Trastorno alimentario Amenorrea hipotalámica LH, FSH y estradiol CRH ACTH Cortisol PRL TSH T3 http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Trastornos de conducta alimentaria 865 alteraciones mejoran o se normalizan con la ganancia de peso, no se recomienda un tratamiento de reemplazo hormonal. Es obvio que el reemplazo hormonal no está proscrito en casos en los que la evidencia clínica y de laboratorio muestren anormalidades una vez que el peso ha mejorado, sin embargo, no existen puntos de corte precisos para la definición de un peso mínimo, que una vez alcanzado, deba hacer pensar en el inicio de terapia sustitutiva con estrógenos u hormonas tiroideas. En la gran mayoría de los casos, el tratamiento debeser ambulatorio. La indicación de hospitalización por motivos médicos y psiquiátricos se ha venido definien- do con claridad (cuadro 80-4). Con base en la situación que determina la hospitalización, se debe considerar si es preferible un hospital médico o psiquiátrico. Una vez corregidas las alteraciones médicas motivo del ingreso o las situaciones de riesgo psiquiátrico, el paciente puede ser egresado para continuar su tratamiento ambulatorio en el núcleo familiar. En las pacientes con anorexia nerviosa que requieren de hospitalización médica por un peso bajo, los objetivos nutricionales se deben definir con claridad. La coloca- ción de una sonda nasogástrica para la administración de alimentación general resulta inevitable en la mayoría de los casos. La prescripción por expertos en realimentación y la vigilancia clínica son necesarios con el fin de evitar el llamado síndrome de realimentación. Éste se caracte- riza por hipofosfatemia inducida al incrementar el ingre- so de carbohidratos, produce insuficiencia cardiaca y de otros músculos como el diafragma, esto último provoca insuficiencia ventilatoria. El daño muscular secundario a hipofosfatemia ocasiona rabdomiólisis, que puede de- tectarse por elevación en las concentraciones de creatina fosfoscinasa. La hipofosfatemia se puede acompañar de hipopotasemia e hipomagnesemia, que conducen al desarrollo de arritmias. No existen estudios controlados que demuestren un beneficio del internamiento en una clínica especializada, para cumplir con un programa para restablecer un peso saludable. Ahora se tiene claro que el objetivo de la hos- pitalización es alcanzar la estabilidad de los problemas médicos que así lo requieren y que no es necesario el ma- nejo con internamiento de la mayoría de los pacientes. No hay un tratamiento farmacológico con clara uti- lidad en los pacientes con AN. El uso de antidepresivos y antipsicóticos, como olanzapina, parece tener un efecto favorable en algunos pacientes con AN. El tratamiento farmacológico con antidepresivos ha resultado tener uti- lidad en un buen número de pacientes con B y trastorno de atracón. La indicación de medicamentos y el segui- miento de las respuestas requieren de experiencia en su uso, por eso se necesita la intervención de un psiquiatra en el equipo multidisciplinario para el tratamiento de es- tos padecimientos. PAPEL DEL ENDOCRINÓLOGO Y CÓMO DEBE COADYUVAR EN EL TRATAMIENTO INTEGRAL Cuando el endocrinólogo es consultado de manera di- recta por el paciente y sus familiares, los objetivos de su intervención son: 1. Evaluación integral de la paciente. 2. Descartar causas endocrinas y no endocrinas de las alteraciones observadas. 3. Establecer el diagnóstico. 4. Proponer a los pacientes y sus familiares un progra- ma de apoyo y seguimiento médico, dejando en claro el carácter psicológico-psiquiátrico del padecimien- to y la absoluta necesidad de atención especializa- da. No sobra recordar que no todos los psicólogos y psiquiatras están capacitados para atender a estas pacientes. 5. El tratamiento nutricional es todo un asunto a dis- cutir. Todos, incluyendo al paciente, saben que la so- lución de los problemas físicos de los TCA, requiere de normalizar la conducta alimentaria. Por lo que no es sorprendente que el papel de la nutriología, de los profesionales de esta disciplina en el tratamiento de los TCA, resulte complicado. Puesto que no se trata de que la paciente ignore lo que debe comer, la parte educativa del tratamiento nutricional da pocos frutos. La indicación precisa de lo que se tiene que comer y una adecuada negociación, basada en la ra- Cuadro 80-4. Indicaciones de hospitalización psiquiátrica o médica Indicación psiquiátrica Indicación médica Peso IMC < 14 IM < 12 Pérdida de peso acelerada Consumo de < 100 cal/día Presión arterial sis- tólica < 90 mm Hg < 80 mm Hg Frecuencia cardiaca <40 o > 120/min Temperatura < 35.5 º C < 35º C o cianosis distal ECG Arritmias y otras anormalidades Glucemia < 60 mg/dL < 45 mg/dL Sodio < 130 mEq/dL < 125 mEq/L Potasio < normal < 3.0 mEq/L Magnesio o fósforo < límite bajo normal Depuración de crea- tinina <60 mL/min Albúmina < 3.0 g/dL Enzimas hepáticas anormales AST o ALT > 500 Neutrófilos < 1 500 < 1 000 Situaciones de ries- go Ideación suicida, au- tolesiones http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org © E di to ria l E l m an ua l m od er no F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 866 • Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 80) cionalización del estado de salud, se ha considerado la estrategia a seguir. Cuando un psicólogo o psiquiatra refiere a la paciente con el endocrinólogo, debe realizarse una evaluación in- tegral del estado endocrinológico y nutricional, así como dar seguimiento a las alteraciones existentes en espera de su resolución, una vez normalizado el peso y la conducta alimentaria. TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN EL VARÓN Los TCA son una patología de gran predominio en las mujeres. Se ha estimado una relación de 10 mujeres por 1 hombre afectado, tanto para la AN como la bulimia. En la práctica clínica esta relación puede ser mayor, ya que los varones consultan menos los servicios médicos. Es de relevancia que las comorbilidades psiquiátricas son más frecuentes y de mayor intensidad entre los varones. Se recomienda referir a estos pacientes a centros altamente especializados. En lo que toca al trastorno por atracón, la relación mujer:varón está menos desviada a favor de las mujeres, algunas series informan hasta 30% de casos en varones. Como se mencionó, la prevalencia de TA es relativamen- te alta entre los individuos que buscan atención en clíni- cas especializadas en el tratamiento de la obesidad. PRONÓSTICO Es difícil hablar del pronóstico de padecimientos tan he- terogéneos y cambiantes a lo largo de su historia natural. Las pacientes con anorexia nerviosa seguidas por grupos de expertos en Europa, tienen una recuperación comple- ta entre 70 a 75% de los casos, a seis años de seguimiento. Estos grupos de expertos informan una mortalidad de 5% en adultos y 2% en adolescentes. La mayor mortali- dad entre los adultos, de alguna manera revela cronicidad y mayor gravedad del trastorno. La mortalidad por AN es 18 veces mayor que la mortalidad entre las mujeres no afectadas con una edad de 15 a 24 años. La bulimia tiene, en general, un buen pronóstico para la vida con una mortalidad, de acuerdo con algunos me- taanálisis, de 0.32%. A cinco años, 50% de las pacientes se encuentran libres de síntomas, 27% tienen una mejoría considerable que las convierte en adultos funcionales y 23% tienen un curso crónico y complicado que afecta de manera significativa su calidad de vida. Los trastornos por atracón están menos caracteri- zados en su evolución. La cronicidad es frecuente, con exacerbaciones y mejoría dependiendo de factores cir- cunstanciales: laborales, familiares, de pareja y otros más. BIBLIOGRAFÍA American Psychiatric Asociación (APA): Diagnostic and statis- tical manual of mental disorders. 5th ed. Washington DC: American Psychiatric Association 2013. Bulik C, Sullivan P, Tozzi F et al.: Prevalence, heritability and prospective risk factors for anorexia nervosa. Arch Gen Psychiatry 2006;63:305-312. Cutting TM, Fisher JO, Grimm-Thomas K et al.: Like mother, like daughter: Familial patterns of overweight are me- diated by mothers’ dietary disinhibition. Am J Clin Nutr 1999;69:608-613. 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