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CAPÍTULO UNO.
 
 
 
Muchos años después, con el celular en sus manos, Susan recordaba aquella
lejana tarde en que recibió su última llamada.
“Esta vez será diferente” se decía a sí misma con el corazón galopando sobre un
río desbordado de ansiedad. Y no era para menos, 27 años habían transcurrido
desde aquella tarde en la cual Mario la llamó para decirle dos simples palabras:
“Hemos terminado…”
En aquel entonces, su relación de noviazgo había transcurrido con placidez. Eran
dos jóvenes llenos de alegría y deseos por vivir la vida. Hacían cosas normales
para los jóvenes de esa época: una película en el cine, un almuerzo en casa, salir
a comer algo por allí, o simplemente reunirse a conversar…y a soñar con un futuro
incierto.
Nunca discutieron, nunca se faltaron al respeto, nunca se exigieron, nunca se
obligaron…
Entonces, ¿Qué fue lo que pasó? Susan se hizo esa pregunta demasiadas veces,
sin encontrar respuesta, hasta que un buen día todas esas vivencias, convertidas
luego en recuerdos, fueron depositadas en un compartimento secreto, blindado y
anclado en algún lugar bien escondido al fondo de sus emociones.
 
Pero la vida no se detiene, y a pesar del dolor y confusión de ese momento, cada
uno siguió con la suya tomando decisiones que, con el paso del tiempo, los
situarían a cada uno en la realidad presente.
Mario, a sus 47 años, había vivido los últimos 27 consagrando cada momento al
disfrute de su soltería. Su manera de trabajar siempre fue infatigable. Eso le
permitió hacerse de una reputación impecable en el medio de las ciencias
tecnológicas. Siendo un ser humano aspiracional, se enfocó en siempre dar la
milla extra en cada asignación laboral que recibía, logrando a lo largo de veinte
años posicionarse en el cargo más alto de la compañía de aires acondicionados y
calefacción en la que un día inició con cierta timidez su vida laboral, en este nuevo
país.
Cuando partió de su país de origen, venía con un equipaje formado de sueños y
anhelos matizados con una férrea convicción espiritual, un amplio bagaje cultural y
cinco años de experiencia laboral en las empresas familiares.
En cambio para Susan, sus decisiones desde aquel entonces, le habían trazado el
rumbo que la habría llevado a tener en la actualidad el estilo de vida de una mujer
independiente, habiéndose tomado demasiado en serio la responsabilidad de
"sacar adelante a sus dos hijos" como ella misma se lo repetía
constantemente...se había olvidado de vivir y se había aferrado al hábito de
concentrar todos sus esfuerzos y todos los segundos de su monótona existencia
en trabajar para proveer a sus hijos de todo lo humanamente posible. Para ella, la
sola posibilidad de que el causante de aquellas remembranzas del pasado se
 
materializara frente a sus narices, alteraba desmesuradamente todo su interior, y
esa misma posibilidad, tenía bien desarrollada la capacidad de atenuar su
entereza.
 
 
 
 
 
Estatura arriba del promedio, vigoroso, porte jovial y mirada inocentemente
traviesa. Esas eran las características actuales que a primera vista captaban la
atención de toda persona que coincidía en esta vida con Mario. Un hombre de
sentimientos sencillos, y con un pensamiento claro y muy bien desarrollado
gracias a las muchas variaciones superadas en la montaña rusa de la historia de
su nueva vida desde que llegó al Estado donde nunca cae nieve y donde Marc
Anthony llevó su Gozadera...
Uno de sus primeros logros fue aprender a sustituir con un sabio silencio la
tendencia natural de hablar sin pensar, tendencia introyectada desde que habitaba
en el vientre de su madre ya que la excesiva expresión oral es parte esencial de la
idiosincrasia propia de aquellos países centroamericanos donde vio la luz por 
primera vez y donde creció jugando y estudiando con sus primos y con sus
amigos cerca de la Calle Delgado en un barrio capitalino.
Decidido y emprendedor, tres meses después de haber llegado a aquella
paradisíaca ciudad, ya había estudiado y analizado los otros 49 posibles Estados
dentro de aquel país y había tomado la decisión de concentrar esfuerzos en hacer
dos movimientos estratégicos. Primero, hacer un paréntesis por un par de años en
 
Fishers, Indiana, una hermosa y acogedora ciudad a tan solo 16 millas de
Indianapolis con la idea de trabajar, lograr estabilidad financiera y personal antes
de dar el salto hacia la ciudad que él había escogido como el lugar ideal para
quedarse por el resto de sus días: Allen, Texas.
Portando un hechizo latente hacia la naturaleza, decidir a este respecto no
representó dificultad alguna para Mario, bastó con enterarse que Fishers es una
ciudad que a lo largo de los años se ha esmerado por preservar sus espacios
naturales y ecosistemas reflejados en los 24 parques y las 104 millas de
naturaleza pura, y ha logrado simultáneamente crear y mantener un favorable
costo de vida para sus habitantes, una economía saludable para la ciudad en
general, una educación pública de calidad, convirtiéndose en un destino fácilmente
considerado una utopía suburbana, para que él se dijera a si mismo: “aquí haré mi
primera escala”, y empezara a concentrar esfuerzos por establecerse en aquel
nuevo paraíso en el menor tiempo posible. Y asi fue. Después de 8 meses
trabajando, viviendo y ahorrando tenía los recursos necesarios para continuar de
acuerdo a la proyección de vida que se había trazado, era momento de ir hacia
ese nuevo paraíso.
Susan, por su parte, era una mujer con apariencia formal e imperturbable,
características que hubo desarrollado casi como un escudo de supervivencia en
una sociedad en donde las madres solteras que a su vez son jefas de hogar tienen
solamente dos opciones: una, buscar con intensidad y sin cansancio formas de
obtener ingresos sin ceder a las invitaciones nada decorosas de aquellos que han
logrado un cargo de jefatura o, dos, dejarse llenar por un sentimiento de
 
impotencia y abandonarse al conformismo de ver crecer a sus hijos “a la buena de
Dios”.
Ese espíritu de independencia que ahora predominaba en ella, había sido
modelado en aquellas madrugadas en que tuvo que decidir y salir sola al hospital
cuando uno de sus hijos borbotaba en fiebre, cuando tuvo que decidir y dejar
aquel empleo –la única fuente de sus ingresos en ese momento- al verse acosada
asiduamente y tuvo que iniciar de cero, una vez mas, sabiendo que sus hijos
comen tres veces al día todos los días, cuando tuvo que comprender y aceptar
que sus esfuerzos para que el progenitor de sus hijos cumpliera con la
responsabilidad económica para con ellos, era tan solo pérdida de tiempo y
energía y tuvo a su vez que comprender y aceptar que tenía en sus manos, y solo
en sus manos, la hermosa responsabilidad de formar a esos dos preciosos seres
humanos que le suavizaban dulcemente su existencia cada vez que la llamaban
“mamá”.
Se había prohibido a si misma darse la oportunidad de dejarse encontrar por el
amor romántico, por un lado porque no tenía tiempo para ello ya que estaba
concentrada en trabajar todo lo humanamente posible y por otro lado, porque no
quería poner a sus hijos en el trabajo de tener que entender por qué ellos tendrían
que compartir a su mamá con otro hombre que no fuera su papá. Ella justificaba
esta evasión sentimental con el argumento de que “rehacer la vida” no significa
cambiar de pareja sino orientar y edificar de nuevo todos los aspectos que sea
necesario las veces que sea necesario.
 
A estas alturas, ya estaba por graduar a su hija mayor de la universidad y ya tenía
a su hijo menor a punto de iniciar sus estudios superiores. Ella también, seguía
acariciando el sueño de concluir sus estudios universitarios después de casi un
cuarto de siglo de haberlos relegado a un segundo, tercer o cuarto plano cuando
decidió primero graduarse de mamá.
También ella tenía planes a futuro. Concluir la preparación académica de sus dos
hijos era casi su obsesión, ya que estaba segura que esa sería la herramientaque
podría dejarles para que dieran ese salto hacia un trabajo digno y no tuvieran que
repetir su historia, trabajando aquí y allá con salarios y tratos caprichosos por no
tener el respaldo de un título universitario. A pesar de estar muy cerca de alcanzar
sus 50 años de edad, se había propuesto como segunda prioridad, concluir sus
propios estudios universitarios para disminuir el número de las puertas que se
cierran o simplemente no se abren por carecer de ese comprobante de
conocimientos, ya que, debido a su misma independencia y su peculiar carácter,
ella deseaba no convertirse en carga para ninguno de sus dos retoños. Soñaba, al
haber concluido sus dos primeras prioridades, con irse a vivir a otro país, donde
los nuevos retos diarios le mantendrían la mente y el corazón ocupados, porque
su interior le gritaba que en el país donde siempre había vivido, la monotonía y los
recuerdos mustios la terminarían convirtiendo en una anciana misántropa,
mientras que, la idea de iniciar una nueva vida en otro sitio de este planeta, la
llenaba de optimismo provocándole la ilusión de encontrar verdaderas
oportunidades –en todo sentido-.
 
CAPITULO DOS
 
La llegada de Mario a Fishers fue mejor de lo esperado. A medida se iba
adentrando en aquel hermoso paraje, reforzaba en su interior el sentimiento de
haber tomado la decisión correcta. Una sola palabra bailaba en su mente:
imponente. Fishers es tan imponente por la nitidez de todo el lugar y las
actividades que allí se desarrollan. Definitivamente esta era la geografía ideal para
alguien como Mario. La nitidez del lugar no se limitaba solo a las calles, parques y
aceras sino que se extendía también a los negocios, los hogares y las escuelas,
los cuales se encontraban en condiciones intachables. Los días seguían corriendo
y a medida conocía más del lugar, Mario se sentía muy satisfecho y muy a gusto
de haberlo elegido, la amplia diversidad de actividades para personas de todas las
edades y de todas las preferencias le llenaban su espíritu de una motivación tan
perspicaz como pocas veces en los últimos años. Había descubierto cursos de
golf en varios parques, lo cual le llamaba poderosamente la atención, pero, poder
apreciar con sus propios ojos la magnificencia del lago más grande de Indiana
hecho por el hombre provocaba en él, un sentimiento sin igual. “The Geist
Reservoir”, además de su propósito original, ofrecía a todo aquel visitante o
habitante, un abanico de opciones de diversión acuática que iban desde pesca,
paseos en bote e incluso natación. Mario habitaba un lugar donde el tiempo se
escapa de las manos sin darse cuenta a cambio de un sinfín de vivencias en un
ambiente peculiar, seguro y divertido.
Referente a lo laboral, la misma Compañía que lo había contratado ocho meses
atrás, se había encargado de su traslado a la sucursal que funcionaba en
 
Indianapolis. La distancia no era problema para Mario, esos 26 kilómetros en
carretera, incluyendo 16 kilómetros en autopistas, se convertían en un promedio
de 20 minutos persiguiendo al Sol por las mañanas y 20 minutos tratando de llegar
antes que la Luna tocara su hogar por las tardes. Asi era Mario. Un hombre
sencillo, dedicado, de espíritu alegre y juguetón. Alguien que había aprendido a
vivir con su propia compañía y a ser feliz consigo mismo. Un ser humano
generoso y piadoso que contagiaba a cualquiera con su alegría por la vida.
 
 
 
Susan había vivido toda su vida en la segunda capital de su país de origen: la
hermosa ciudad de Santa Tecla.
Urbanizada casi en su totalidad, Santa Tecla vive en el recuerdo como la ciudad
de los cafetales, los que eran conquistados cada diciembre por tropas optimistas
de braceros armados de canastos, sacos de pita, botellas con agua y alimentos en
depósitos plásticos que llegaban con la certeza de cortar la mayor cantidad posible
del anhelado grano de oro.
Aún resuena en la sombra de los recuerdos de muchos lugareños, aquellos
sábados por la mañana, con olor a campo mezclado con el aroma a café recién
cocido, anunciando una faena más de trabajo. Y esos recuerdos, perfectamente
conservados en el alma del arquetipo tecleño, coexisten con la frescura de las
actividades cotidianas que tienen aquel sabor propio de las ciudades con una
modernización incipiente.
 
Desde siempre, la naturaleza de Susan reveló un carácter enérgico pero al mismo
tiempo cariñoso. De la combinación de estas dos cualidades se fueron
desprendiendo los elementos que, mezclados, daban vida a una personalidad
solícita.
A sus 49 años, ella había dedicado los últimos 29 a la enseñanza del idioma
inglés. Su trayectoria profesional incluía experiencia en la enseñanza a niños,
adolescentes y adultos con edades que oscilaban entre los cinco y los 70 años de
edad, en los niveles principiante, intermedio y avanzado; y para los diferentes
propósitos: prepararse para presentar una prueba de certificación internacional,
reforzar las lecciones escolares, prepararse para asistir a un congreso
internacional o, simplemente aprender el inglés como segundo idioma.
Su experiencia laboral no se limitaba a las aulas en colegios privados, se había
desempeñado también en centros de atención telefónica, agencias de publicidad,
canales de televisión, programas estatales, academias de idiomas, programas de
responsabilidad social empresarial, y en una diversidad de empresas pero siempre
desempeñando un rol relacionado al idioma inglés.
Susan había aprendido desde sus inicios en el mundo laboral que la confianza de
los superiores se gana con responsabilidad y honestidad pero que la voluntad de
los mismos se consigue a través de la proactividad. Esa era su fórmula, tenía la
pasión por la enseñanza y la sabía canalizar muy bien a través del cumplimiento
de sus obligaciones.
 
Había sido esa responsabilidad, honestidad y proactividad la que le había
permitido desenvolverse también como supervisora de docentes y como
coordinadora de programas de enseñanza.
Se las había arreglado para mantener intacto en su esencia aquel espíritu soñador
que la impulsaba a creer que todo anhelo podía convertirse en realidad siempre y
cuando se trabaje adecuadamente y con mucha dedicación para conseguirlo.
Se las había arreglado para -a pesar de no contar con el respaldo de un título
académico que le permitiera un empleo formal- mantenerse activa, saltando de un
proyecto a otro, de una empresa a otra, con sus cinco sentidos alerta en todo
momento para reconocer algún indicio de posible oportunidad e ir tras ella, para
seguir laborando obstinadamente y abonar con ello a la edificación de su más
acariciado proyecto: sacar adelante a sus dos hijos.
Esta era Susan, una mujer modesta, trabajadora y perseverante. Alguien que
prefería y disfrutaba de su rol de madre antes que su rol de mujer, un ser humano
con mucho amor para dar pero también un ser humano con muchos vacíos
emocionales y sentimentales muy bien escondidos en algún lugar de su interior
mientras fantaseaba en secreto con la llegada de su paraíso, siendo que el
paraíso muchas veces es apoyar la cabeza en el hombro correcto. Alguien que
había aprendido a vivir en soledad y a mantener entre sus manos las riendas de
su propia existencia, una mujer que, a pesar de ser poco risueña, se había
formado el hábito de brindar palabras de simpatía a todo aquel que tuviese
contacto con ella.
 
CAPITULO TRES.
 
Sentada frente a su computadora, el raudal de pensamientos se vio interrumpido
abruptamente cuando Susan escuchó el sonido del teléfono celular que aún
conservaba entre sus manos. “Es Mario”, pensó cuando vio en la pantalla una
serie de números que no correspondían a los códigos telefónicos de su país.
-¿Buenas tardes?
 
-¡Hola Susan! Soy Mario ¿me recuerda?
 
-¡Hola Mario! Claro que si lo recuerdo, me da mucho gusto escucharlo, ¿cómo
está?
-Muy contento de escucharla yo a usted…y muy agradecido porque me ha
recibido la llamada. ¿Cuénteme? ¿Cómo ha estado? ¿Cómo es su vidaahora?
-Pues trabajo la mayor parte de mi tiempo, siempre en el área de inglés, y los
espacios que me quedan libres los dedico a mis hijos. Tengo dos hijos, y aunque
ya están grandes pues comparto con ellos el tiempo que puedo. ¿y usted?
-Trabajando la mayor parte de mi tiempo, nunca me casé ni tuve hijos, de manera
que naturalmente todo mi tiempo es para mi…
Y diciendo esto, se le escapa a Mario una carcajada limpia, misma que evoca en
la mente de Susan una ráfaga de cálidos recuerdos.
Si…era su misma risa, era su mismo tono de voz educado y cortés, era su misma
calidez al hablar…
 
Nuevamente, los pensamientos de Susan se vieron interrumpidos por la siguiente
frase de Mario:
-Susan, antes que continuemos con nuestra conversación quiero presentarle una
disculpa.
-¿Disculpa? ¿A qué se refiere?
 
-Si. Una disculpa. Por lo ordinario y grosero que me comporté con usted hace 27
años. Usted siempre fue muy respetuosa y muy cariñosa conmigo, nosotros nunca
discutimos y no había motivo para que yo terminara nuestra relación y menos de
la forma en que lo hice. No deseo justificarme pero era muy joven y en ese
momento no sabía lo que perdía.
-Mario, agradezco sus palabras pero no hay nada de qué disculparse. Los dos
éramos muy jóvenes y los dos cometimos nuestros errores. Además, eso
pertenece al pasado y el pasado ya no existe. Lo bueno de todo esto es que ahora
estamos nuevamente en comunicación y podremos darnos la oportunidad de
cultivar la amistad de la que nos privamos en aquel momento.
 
 
 
-Gracias Susan. Tengo un par de años intentando localizarla, y le agradezco de
nuevo que haya atendido mi llamada y que me permita el que sigamos en
comunicación. ¿Puede anotar mi correo electrónico para que me escriba cuando
guste por favor?
-Claro, ¿Digame?
 
Susan se apoyó en el teclado de la computadora que tenía frente suyo y escribió
la dirección de correo electrónico que Mario deletreaba cuidadosamente
directamente en la casilla del destinatario en un correo nuevo y, al mismo tiempo
que intercambiaban las últimas palabras en su conversación telefónica, se
apresuró a escribir un breve mensaje y enviarlo antes de concluir con aquella
llamada:
 
Justo antes de colgar el teléfono Susan dijo: “¡Listo! Correo enviado…ahora ya
tiene usted mi dirección de correo electrónico. Escriba cuando guste. Gracias de
nuevo por llamar.”
 
Mario por su parte, había sabido disimular durante los minutos que transcurrieron
en esa llamada la emoción que sintió en su interior al escuchar de nuevo la voz de
su recordada Susan. Al cortar la comunicación, sin pensarlo tanto, se apresuró a
leer el correo que Susan recién le había enviado. Muchos pensamientos cruzaron
su mente, imágenes del pasado combinadas con figuras basadas en la mera
percepción del tono de voz que todavía resonaba dentro de su cabeza. Tan solo
15 minutos habían transcurrido cuando Mario respondió a aquel primer correo:
 
Una llamada, dos correos…tan solo esto fue suficiente para que dos almas
pertenecientes a dos dimensiones distantes y diferentes iniciaran un vínculo
singular.
Susan y Mario le dieron vida a la palabra comunicación.
 
En un inicio los correos electrónicos llegaban una vez al día, y con cada uno
compartían trocitos desempolvados de sus historias, anécdotas, dificultades y
también glorias, gustos y preferencias, aventuras vividas y también soñadas,
sucesos, celebraciones e incidentes, aspiraciones y proyectos por realizar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Poco a poco y casi sin darse cuenta, se fueron actualizando mutuamente al tiempo
que cada uno iba dibujando en la mente del otro, el camino recorrido desde
aquella última llamada hasta el momento presente: como queriendo recuperar el
tiempo perdido; como queriendo recuperar, aquella cercanía que un día tuvieron y
que aún sabe a ternura y mantiene su aroma a primer amor.
 
 
 
Los días corrían y el anhelo de empaparse más el uno del otro crecía como
refrescante espuma a punto de rebalsar.
 
 
 
Era una emoción correspondida, un "renunciar a la sensatez y dejarse llevar por el
sentimiento" espontáneo y voluntario.
Ese correo diario se había multiplicado en dos y luego en tres y repentinamente se
había ampliado a mensajes de texto y llamadas.
El deseo de conocerse y reconocerse crecía y se robustecía.
 
 
 
 
Susan ni se enteraba de los suspiros que espontáneamente se le escapaban, sin
razón aparente; y Mario, no podía evitar delinear en su rostro una alegre sonrisa
incluso hasta cuando dormía.
 
 
 
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Aquella
comunicación era responsable de tornar cada momento a un color y a una
tonalidad diferente. De repente, las cargas pesaron menos, la soledad dejó de
asfixiar, las preocupaciones encontraron sus posibles soluciones gracias a aquel
positivismo que se había colado entre sus vidas.
 
 
 
 
 
 
Susan había recuperado el ánimo de reunirse con sus amigas y volvió a participar
de aquellas tertulias interminables, llenas de risas y sonrisas, en donde se habla
de todo y de nada; en donde se intenta arreglar el mundo que nos atañe.
 
 
 
Mario por su parte, encontró fácilmente el valor para participar en torneos de golf
en su localidad. En cada evento conocía personas interesantes, mismas que
empezaron a alimentar su vida social. De pronto ambos habían descubierto una
gran verdad: el verdadero despertar no tiene una fecha establecida, solo sucede.
Susan había dejado a un lado la sensatez y se había dejado llevar por el
sentimiento y por la intensidad de aquellos días y sin pensarlo tanto se dedicaba a
disfrutar, en realidad, se dedicaba a vivir.
Mario por su parte, compartía aquella intensidad, pero sus pensamientos
predominaban en su ser.
En realidad, un pensamiento en particular era el que predominaba.
Tenían que verse.
 
 
 
 
 
 
CAPITULO CUATRO.
 
Los trámites que Mario hizo en la compañía le tomaron menos de un día. Esa
misma noche , después de cenar, empezó a diseñar cuidadosamente su itinerario.
La primera decisión que tomó fue llegar a Roatán dos dias antes que Susan, para
instalarse sin prisas y para reconocer el lugar ya que habían transcurrido un poco
más de tres décadas desde la última vacación que disfrutó por alli.
Susan por su parte debía correr. Además de la preparación para su viaje de
carácter laboral, felizmente se le sumaba la coordinación de un centenar de
detalles para lo que se había convertido en la mayor ilusión de aquellos días:
disfrutar lejos del mundo virtual de la compañía de aquel ser humano que de
manera sutil, casi invisible, se había colado en su interior habiéndose convertido
en el motivo de sus insomnios, suspiros y alegrías durante ya varios meses llenos
de intensidad…un hombre singular, el único que pudo colorear en su alma una
radiante e interminable sonrisa.
Mario, por su parte, estaba emocionado y lo manifestaba muy a su manera.
Dedicó tiempo a revisar su guardarropa y a seleccionar cuidadosamente aquellas
prendas que destacaban sus mejores rasgos. Notó, entonces, que era momento
de adquirir productos en sintonía de un ambiente tropical y se dispuso a escribir un
listado de artículos tales como una bolsa de viaje ya que consideraba que sus
valijas desentonaban con la ocasión. Pensó también en un remo convertible ya
que no estaba seguro de las preferencias de Susan en cuanto a deportes
acuáticos se refiere. Una bolsa impermeable para conservar sus pertenencias a
salvo del agua mientras disfrutaban de la playa, incluyó dos máscaras snorkel con
 
sus tubos con válvulas de seguridad y sus dos pares de aletas como precaución
por si Susan olvidaba las propias, consideró incorporar una nevera portátil pero
desistió de la idea cuando se percató de lo incómodo que resultaría incluirla en su
equipaje de manera que optó por una cantimplora solo como previsión. Una gorra
con sujección, un chaleco salvavidas, dos pares de binoculares con compás
integrado, un triángulo paraesquí acuático, un par de tenis de buzo para poder
entrar al mar sin que le entre arena o se resbale y por supuesto una cámara
sumergible para tomar las mejores fotos.
Los días para Susan, en cambio, estaban llenos de reuniones: con sus jefes para
definir el cierre de las actividades académicas, con sus colegas para planificar las
graduaciones en ese próximo diciembre, con la institución organizadora para
recibir instrucciones previas a la capacitación en Honduras, con sus amigas para
hacer catarsis de tantas vivencias y emociones de lo por venir, con sus hijos para
coordinar los detalles durante su ausencia, consigo misma para tratar de asimilar
tanta alegría.
El evento en el que participaría estaba programado del siete al catorce de octubre,
ella decidió pasar esa última tarde y noche en Honduras para desconectarse
después del almuerzo de clausura de todo lo académico y laboral durmiendo a
pierna suelta y amanecer el tan esperado 15 de octubre muy animada en el
Aeropuerto Internacional Golosón, La Ceiba. Eligió este, ya que de los cuatro
aeropuertos que Honduras tiene, Golosón está ubicado a pocos metros del mar y
es un punto obligado de conexión entre las islas de la bahía y el país en sí.
 
Planeaba llegar a Roatán antes de las ocho de la mañana y ese itinerario le daba
tiempo de instalarse en el Hotel Sueño de Mar sobre West End Road, almorzar,
hacer una última siesta abrazada por la cálida brisa del Caribe antes de llegar al
sitio que ella misma había escogido para su encuentro con Mario.
En cuanto a sus accesorios ella estaba preparada gracias a un paseo que realizó
con sus dos hijos hacía un año en un hotel ubicado sobre Playa Dorada, mejor
conocida como “La Costa del Sol” en su país. Para esa ocasión ella había
comprado atuendos y accesorios propios de un ambiente tropical: su calzoneta
discreta pero muy femenina, sombreros de playa, sandalias vistosas, bolsas de
viaje y toallas de alegres colores y diseños, unas salidas de baño un poco
modernas para su gusto pero que se acomodaban vaporosamente a su figura,
pantalones cortos en colores firmes que hacían juego con camisetas sin mangas,
blusones, blusas casuales, y hasta túnicas.
Sus dos hijos compartían la emoción por sus planes y entre bromas y comentarios
positivos la animaron a que se comprara un atuendo especial para esa tarde en
que daría inicio su estadía en Roatán. Organizaron entonces una salida en
domingo con el pretexto de adquirir un vestido y un par de zapatos para la
ocasión. Como ya era costumbre para ellos, se la pasaron genial, entre pláticas,
risas e intercambio de opiniones, decidieron los tres cuál de los diez vestidos que
Susan se había tallado comprarían y luego, buscaron y eligieron unas sandalias
rojas con un breve tacón de cuña que le daba un toque de elegante femineidad a
aquella mujer que después de tantos años había recuperado las ganas de cantar.
 
Por otro lado, Mario ya había invertido dos fines de semana yendo de almacén en
almacén escogiendo cuidadosamente los artículos incluidos en su lista de
compras. Después de ese par de semanas evidenció que a ese paso se llegaría el
día de su partida sin haber finalizado sus compras, de manera que sin pensarlo
tanto, dejó a un lado su Plan A y se sumergió en una de sus actividades favoritas:
navegar en internet.
Como era su costumbre, seleccionó cuidadosamente cada uno de los artículos
que le hacía falta adquirir e incluyó otros que no había considerado en un inicio.
Tres horas después se dijo a si mismo “asunto resuelto, ahora a esperar que
lleguen los paquetes”. Esa noche durmió plácidamente, la leve ansiedad
subliminal que le había acompañado estos últimos meses, le provocó un par de
sueños que lo remontaron a vivencias de la época de su juventud pero esta vez
en el contexto actual. Al amanecer, Mario despertó muy descansado y con una
alegría sin igual, revisó su calendario y en vez de contar los días que faltaban, se
concentró en contemplar los días que ya habían transcurrido desde que decidieron
aquel encuentro con su amiga, con su nueva mejor amiga y prefirió imaginar los
días que faltaban como un puente en el tiempo que lo invitaba a transitar segundo
a segundo hasta agotarlos todos y llegar por fin al momento más esperado.
El transcurrir del tiempo para Susan se veía a veces atenuado y a veces
disfrazado de tantas ocupaciones por su tipo de actividad laboral. La mayor parte
de los días llegaba a casa extenuada físicamente y con sus pensamientos tan
acelerados que le era difícil sosegar su mente y conciliar el sueño. No le
preocupaba ver el calendario, su concentración estaba fija en su “lista diaria de
 
cosas por hacer”, la cual actualizaba cada noche desde su cama justo un par de
minutos antes de obligarse a dormir.
Y en ese ir y venir, soñar y fantasear, a Mario y a Susan se les acabó la espera. El
momento del viaje era en seguida.
La capacitación había transcurrido con normalidad en el Hotel Palma Real ubicado
en las costas del Atlántico en La Ceiba, Honduras. Sus vistosas y cómodas
instalaciones provocaban un ambiente favorable en el que Susan se había
dedicado a adquirir conocimientos y a ampliar su red de contactos. La semana
transcurrió con rapidez y después de varias jornadas académicas se llegó el
momento del almuerzo de clausura, mismo que marcaba la delgada línea que
Susan deseaba traspasar: dejar a un lado su actividad laboral y concentrarse
totalmente en su viaje a Roatán.
Aquella tarde, después de llegar a su habitación matizada agradablemente con los
pintorescos colores tropicales y darse un baño, se puso una camisola de algodón
y se tumbó en la cama en medio de unas sábanas tan limpias y frescas que
parecía que las flores estampadas en ellas, cobraban vida y transmitían a Susan
la sensación de estar colgada del mismo cielo. Luchando contra la lluvia de
pensamientos que aún saturaban su cabeza, poco a poco y sin darse cuenta fue
cediendo a la tentación de rendirse a los brazos de Morfeo y entrar en un mundo
de ensoñación, donde la única regla es dejarse llevar por la imaginación.
Cuando Susan despertó, eran las seis de la tarde. Se sentía con tal energía que
se dio una ducha y se dispuso a salir de la habitación y dirigirse al restorán del
 
hotel, el cual es un área abierta con vista al mar y un techo estratégicamente muy
alto estilo ramada, con pocas mesas rodeadas cada una de cuatro sillas
acolchonadas y forradas en blanco que le dan ese toque de elegancia al lugar,
para disfrutar de uno de los platos más representativos de la gastronomía
hondureña: las baleadas. Por ser un plato que consiste en una tortilla de harina de
trigo doblada y rellena con frijoles, queso rallado y mantequilla, a veces con jamón
y quesillo, y otras veces incluso con plátano ella se prometió no comer más de una
por la cantidad de calorías que este nutritivo alimento contiene. Pero no fue una,
fueron dos deliciosas baleadas las que devoró disfrutando de su propia compañía
rodeada del son del vaivén de las olas que a lo lejos dejaban escapar rítmicos
silbidos y de cuando en vez algún rugido que delataba al agua traviesa chocando
con alguna roca juguetona que le salía al paso. Después de un par de horas
inmersa en esta magia, regresó a su habitación y acomodó sus pertenencias en
sus bolsas de viaje como queriendo evitar algún contratiempo que le hiciera llegar
tarde al aeropuerto.
Antes del amanecer, Susan ya estaba en pie, casi lista, como queriendo salir ese
día, antes que el Sol. Tomó su taxi a la hora previamente convenida y llegó al
aeropuerto unos minutos antes que abrieran. Esperó dentro del taxi y una vez las
luces del edificio encendieron se dispuso a bajar para registrarse en el primer
vuelo hacia Roatán.
El personal de la aerolínea organizó a los pasajeros en grupos de doce personas
los que ubicó en orden de llegada para luego conducirlos a través del asfalto
agrietado de la pista hasta donde les esperaba la avioneta asignada.
 
Ya ensu asiento, junto a la ventana, esperó pacientemente hasta que el piloto les
habló por el altavoz indicándoles las condiciones del tiempo y los detalles técnicos
que a pocos pasajeros les interesa. Una vez la avioneta despegó, Susan
presenció una de las vistas mas hermosas de toda su vida. La superficie del mar
se cubría con el reflejo plateado que saltaba de un lugar a otro a medida el Sol iba
permitiendo ver su majestuosidad, las nubes suspendidas rodeaban la avioneta y
trataban de abrazarla mientras esta las atravesaba o las evadía sin detener su
vuelo. A lo lejos se veian, cada vez mas pequeños, los techos de los hoteles y de
los comedores rodeados de una vegetación que regalaba un verde casi infinito y
contrastaba armónicamente con el azul del océano. De pronto, se perdió de la
vista la tierra firme y el esplendor del océano dominó el paisaje por unos minutos.
Era una inmensidad tan vasta acompañada por un silencio tan profundo que
Susan no pudo evitar runrunear un par de estrofas del llamado himno humanista
de la cantautora chilena Violeta Parra, “Gracias a la Vida”.
Su estado de encantamiento fue interrumpido levemente al descubrir los colores
esmeralda, verde turquesa, azul y menta que caracterizan las aguas caribeñas.
Roatán estaba allí, tan cerca.
La avioneta inició su descenso, y en tan solo un par de segundos la pista aérea
daba las primeras muestras de hospitalidad a este grupo de veraneantes.
Dentro del aeropuerto los trámites se realizaron de manera diligente, su taxi ya la
esperaba y la trasladó directamente a su nuevo hotel. Tal como lo había planeado,
 
después de acomodar sus pertenencias en la habitación, salió a caminar en busca
de un lugar donde poder tomar un desayuno tardío con sabor a almuerzo.
El Palapa Papa´s le pareció lo que andaba buscando, un lugar acogedor
construido sobre una base de madera que parecía flotar sobre el agua.
Además de las coloridas hamacas y las diversiones acuáticas, gustosos platillos
preparados con mariscos le dieron la bienvenida oficial en aquella mañana
mientras la cálida brisa rozaba su rostro y jugaba con su pelo. Fiel a su plan, al
finalizar aquel festín, se retiró a su hotel para regalarse una breve siesta y
recuperar energías antes de ver a Mario.
 
 
 
La madrugada del 13 de octubre, Mario se aseguraba que todo quedara en orden
en su casa: la refrigeradora desconectada, las ventanas cerradas, la casa limpia y
ordenada como era habitual y las puertas de acceso con sus respectivos pestillos
asegurados. Se trasladó en su vehículo desde su casa hasta el Aeropuerto
Internacional de Indianapolis, en donde tomaría un vuelo hacia San Pedro Sula,
Honduras haciendo dos escalas, la primera tres horas y media en Atlanta, Georgia
y luego dos horas con veinte minutos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad
de México. Parecía un itinerario nada relajante, pero el espíritu de Mario había
sido labrado con dosis altas de paciencia y de amor a las nuevas experiencias de
manera que para él, esta era en realidad, una oportunidad mas de seguir
explorando las bellezas de la vida.
 
Y así lo hizo, el universo conspiró e hizo que coincidiera en los asientos contiguos
del avión, con una pareja formada por una canadiense y un guatemalteco quienes
estaban realizando un viaje con varios destinos para celebrar sus veintidos años
de luna de miel, ya habían aprovechado una semana conociendo Indianapolis y
esta vez se dirigían a Cayos Cochinos que son un grupo de islas formado
principalmente por el Cayo Menor y el Cayo Grande y 13 cayos mas pequeños de
origen coralino, pertenecientes al municipio de Roatán pero geográficamente
ubicados muy cerca de La Ceiba, siempre en Honduras. Su itinerario incluía cuatro
días en San Pedro Sula ya que es una ciudad llena de historia y cultura con
puntos de interés como el Museo de Antropología e Historia, el Museo de arte
“Daysi Fasquelle Bonilla”, la Catedral Sampedrana, el Parque Nacional Cusuco y
el Museo de la Naturaleza y por supuesto hacer la famosa caminata hacia el rótulo
de la Coca-Cola para una vista de toda la ciudad; luego atravesarían el
departamento de Santa Bárbara para llegar a Santa Rosa de Copán y visitar sus
ruinas que fueron declaradas un patrimonio de la humanidad por la UNESCO ya
que fue el epicentro del arte y cultura Maya ahora ubicadas dentro del Parque
Arqueológico de Copán, querían también caminar por la hermosa plaza visitando
el mercado de artesanías y recorriendo sus diversos establecimientos llenos de
actividades inesperadas. Después regresarían a La Ceiba para embarcarse hacia
el archipiélago. En una conversación muy amena le explicaban a Mario que la idea
de ir a Cayos Cochinos surgió cuando se enteraron que estas islas son, en
realidad, un área marina protegida y son administradas por la Fundación
Hondureña para los arrecifes de Coral. Este arrecife es parte del segundo arrecife
de coral más grande del mundo, mejor conocido como “Barrera de Coral
 
mesoamericana”. Se interesaron más cuando supieron que en Cayo Menor existe
una estación de investigación científica y que los Cayos y las aguas circundantes
han sido declaradas reserva marina con el fin de proteger a toda la flora y fauna
marina y terrestre, lo cual significa que está prohibido todo tipo de pesca
comercial, trampas y redes dentro del parque marino y esto se traduce en la
conservación de la belleza natural de la zona. Mario seguía la conversación con
interés y fascinación al mismo tiempo. Él también había estado leyendo y les
compartió que le llamaba poderosamente su atención el aeropuerto Golosón por
que cuenta con la tercera pista más larga de Centro América, está solamente
después de la pista aérea de San Salvador y la de San José Costa Rica pero que
había optado por trasladarse en ferry ya que deseaba revivir los recuerdos vagos
que tenía en su interior de esa experiencia varias décadas atrás. También les
explicó los orígenes del nombre de esa terminal aérea ya que le parecía un dato
interesante. Sus compañeros de viaje se quedaron maravillados al saber que el
origen del nombre “Golosón” se deriva de los avisos viales “go slow” –que significa
vaya despacio- que los encargados de las fincas de caña de la compañía
azucarera Montecristo Mills colocaba en los caminos dentro de las mismas fincas
para evitar accidentes, pero los trabajadores en su espontánea pronunciación
solían decir en un inicio “goslo” y luego “golosob” hasta que se transformara y
oficializara en la palabra “Golosón”.
Las tres personalidades y las tres culturas habían congeniado de manera tal que
las horas se deslizaron como agua entre los dedos y en un abrir y cerrar de ojos
estaban ante el anuncio a través del altoparlante del aterrizaje en el Aeropuerto
 
Internacional Ramón Villeda Morales en San Pedro Sula. Antes de bajar de la
aeronave se despidieron efusivamente y se desearon éxitos en sus respectivos
recorridos.
Al terminar los trámites aduaneros, Mario se apresuró a la caseta de la empresa
de autobuses Hedman-Alas y compró su boleto terrestre San Pedro Sula-La
Ceiba, salió y tomó un taxi que lo llevó directamente a un hotel cercano donde
pasaría la noche. En la mañana del 14 de octubre, se dirigió a La Gran Central
Metropolitana donde abordaría el autobús. Esas tres horas en la comodidad del
mismo sirvieron a Mario para divagar sus pensamientos al tiempo que observaba
con atención las escenas que desfilaban por la ventana: personas transitando las
calles de la ciudad, unas en motocicleta, otras a pie, unas en compañía mostrando
algarabía, otras acompañadas por sus propios pensamientos pero la mayoría
mostrando la mejor de sus sonrisas desde sus lugares de trabajo.
Una vez en La Ceiba, Mario se dirigió hacia el puerto Muelle de Cabotaje donde
abordaría el primer ferry hacia Roatán saliendo a las 3:30 pm y llegando en
aproximadamente una hora con veinte minutos.
Su traslado acuático fue mejor de lo que recordaba, esta vez había comprado un
boletoen primera clase desde donde disfrutó uno de los 60 asientos ubicados
estratégicamente en el segundo piso para solazarse con las mejores vistas.
Una vez desembarcó, se dirigió al lugar donde le esperaba el transporte del Hotel
Clarion Suites at Pineapple Villas donde había reservado su estadía para esa
noche.
 
Sobre la Carretera Principal, desde el puerto marítimo en Dixon Cove, recorrieron
menos de siete kilómetros en 14 minutos para llegar a French Harbor donde está
situado este conocido hotel el cual se caracteriza por ofrecer a sus huéspedes
transporte y acceso sin costo a su hermosa playa privada.
Después de acomodar sus pertenencias en la habitación, Mario se dirigió a las
piscinas del hotel y luego al restorán a tomar sus alimentos. Esa noche pasó
rápido para Mario. Pronto, los rayos del Sol se colaron entre las cortinas de su
habitación invitándole a salir desde temprano a disfrutar las coloridas playas llenas
de historias de piratas y colonias.
Solicitó transporte para ir a la playa privada Little French Key. Al llegar, el encanto
del lugar lo dejó boquiabierto. Comprobó que una mañana no era suficiente para
recorrer y admirar el lugar. Pensó en regresar. En regresar pronto.
Al mediodía iba de camino hacia el otro lado de la isla, a West End, en donde
todavía debía elegir el lugar donde se hospedaría y apenas le alcanzaría el tiempo
para acomodar de nuevo sus pertenencias y llegar a la hora convenida cerca de la
fábrica de chocolates y café.
 
 
 
A las cinco de la tarde, Susan estaba absorta contemplando el Mar Caribe cuando
a lo lejos advirtió una figura masculina que se aproximaba con pasos tan
apresurados que en pocos segundos ambos estaban uno frente al otro.
Ninguno de los dos habló. Pero sus ojos se lo dijeron todo.
 
CAPITULO CINCO.
 
15 DE OCTUBRE.
 
Mario abrió sus manos y el abrazo más espontáneo afloró entre ambos, fueron
unos segundos, pero para ellos, ese tiempo fue suficiente para reconocerse. Se
abrazaron con cariño, se abrazaron con verdad.
Eran las cinco de la tarde. El Sol coloreaba el ambiente con sus rayos más puros y
brillantes, de pronto, Mario divisó unos puntos saltarines sobre la superficie del
océano y susurró “delfines…”, Susan enfocó su atención hacia la dirección de la
mirada de Mario y dijo “Sí, delfines, ¡tenemos que ir!” al tiempo que soltaba una
risotada que denotó el buen ánimo con el que contagiaba todo el ambiente.
Caminaron unos pocos metros sobre la clara y fina arena que caracteriza las
costas del Caribe cuando encontraron una embarcación artesanal alegremente
pintada color verde menta y le pidieron al capitán de este taxi acuático que los
llevara tan cerca como fuera posible de los delfines que acababan de descubrir.
Subieron a la embarcación que se mecía siguiendo el vaivén parsimonioso de la
oscilación del agua y una vez terminaron de ajustarse los chalecos salvavidas, el
capitán Chelo –conocido popularmente con su diminutivo Lelo- les hizo una señal
al tiempo que encendía el motor. Lelo inició la marcha de manera tan uniforme que
ninguno de los dos pasajeros percibió molestia alguna. El cálido aire toqueteaba
sus rostros al tiempo que diminutas gotas saltarinas salpicaban sus cuerpos. A
pesar que su atención estaba fija en el lugar donde estaban los delfines, ambos
mostraban un entusiasmo transformado en un alegre alborozo que denotaba el
 
inicio de la vivencia tan placentera que ambos empezaban a disfrutar. Iniciaron la
plática compartiendo apreciaciones acerca de esos peculiares mamíferos
acuáticos. Para Mario, lo mas sorprendente de estos animales además de su
velocidad es que se pueden encontrar en todo el mundo, sobretodo en los mares
poco profundos. Susan resaltó que en su cabeza tienen el "melón", un órgano
redondo usado para la ecolocalización y que la boca curvada que poseen simula
una sonrisa. Al notar el ambiente ameno entre aquellos dos camaradas, Lelo hizo
un intento, muy bien recibido, de participar en aquella conversación y les explicó
que esos delfines que ellos habían divisado unos minutos atrás se acercaban por
ese sector cada tarde ya que unos metros más adelante se encontraba la malla
divisoria donde aparecían los delfines entrenados para los diferentes debuts que
se presentaban cada día a los turistas. Les comentó que los delfines son capaces
de emitir varios tipos de sonidos nasales pero que los entrenadores preferían
concentrarse en los silbidos y los chasquidos y por supuesto en los saltos por
encima de la superficie del agua para realizar figuras acrobáticas. Susan preguntó
cuál podría ser la razón de que estos delfines llegasen tan cerca de la malla
divisoria, Lelo aclaró que estas mallas divisorias no son altas por lo que los
delfines pueden saltarlas y llegar al océano y luego saltarlas de nuevo y regresar a
su "lugar de trabajo" y, como en el complejo vacacional los alimentan y los tratan
muy bien pues no tienen razón de escapar. Además agregó, que estos animales
son animales sociables y que viven en manadas de hasta una docena de
ejemplares, a veces mucho mas. Ellos tienen curiosos comportamientos que
pueden catalogarse como "extrovertidos" lo cual es una muestra de su gran
inteligencia, y les compartió un par de situaciones que él mismo tuvo la
 
oportunidad de ver, delfines cuidando de otros de su misma especie con heridas o
enfermos o incluso ayudándoles a subir a respirar. En una ocasión presenció el
altruismo de estos animales ya que uno de ellos guió a una hembra de otra
especie que se había quedado varada con su cría y en otra ocasión varias
embarcaciones presenciaron un grupo de delfines nadando en círculos alrededor
de unos bañistas como protegiéndolos de unos tiburones que nadaban
discretamente a unos metros de ellos.
Cuando ya se aproximaban, Lelo con su experiencia hizo que el motor se apagara
en el punto justo donde la fuerza de la inercia alcanzaría para detener la
embarcación a un lado del alegre grupo de mamíferos. Les indicó que por un
momento se mantuvieran en sus lugares para dar tiempo a que los animales se
acostumbraran a su presencia, y así lo hicieron. Unos minutos más tarde, fueron
los mismos cetáceos quienes mostrando una personalidad única se fueron
acercando a la embarcación, subían y bajaban del agua contiguo a la misma como
queriendo saludar con sus narices. Lelo les fue guiando para que fueran
aproximándose y de un momento a otro, Susan y Mario, se encontraban
hablándole a los delfines, sobando su tersa piel y sintiendo su respiración. Lelo
guardó silencio y se limitó a observar, como respetando aquella conexión que
brotaba entre estos dos seres humanos y sus parientes marinos.
El Sol se ocultaba casi por completo anunciando el momento del regreso a la
playa. El capitán les pidió que se despidieran y así lo hicieron. Cuando el motor
inició marcha y la embarcación partió, los delfines siguieron con su jugueteo
 
mientras Susan y Mario se hablaban mutuamente en silencio, maravillados de la
vivencia y al mismo tiempo disfrutando del infinito silencio del océano.
Ya en la costa de nuevo, caminaron sobre la arena sin prisa, compartieron
brevemente un par de anécdotas de la travesía que cada uno realizó para llegar a
Roatán; sonrieron, se rieron, caminaron, conversaron y poco a poco la calidez de
ese par de almas fue derritiendo el hielo natural que envolvía aquel encuentro real,
después de tantos años.
La Luna empezaba a mostrar su rostro. Mario preguntó a Susan si deseaba comer
algo, ella asintió. Avanzaron sobre la calle principal pero todos los lugares ofrecían
demasiada verbena y ellos querían sentarse a conversar. Divisaron a unos metros
un tenderete supervisado y atendido por dos jóvenes quienes tenían armada su
cocina artesanal sobre el andén y habían acomodado tres mesas con sus
correspondientes sillas sobre la arena. Ese les pareció el lugar perfecto, se
adueñaron de una de esas mesas y casi de inmediato uno de los jóvenes se
acercó y con mucha amabilidad lesrecitó el menú para esa noche. Mario y Susan
preguntaron en qué consistía cada plato de los que les ofrecía y el joven
amablemente les brindó los detalles con entusiasmo. Ambos tomaron la misma
elección del menú, pidieron una orden de “casabe” que es una especie de pan
ácimo, crujiente, delgado y circular preparado a base de yuca en forma de hojuela
para acompañar al plato fuerte, una delicia garífuna que como parte de la riqueza
gastronómica y cultural de la zona, mezcla a la perfección los frutos del Caribe con
los habitantes del mar: una especie de puré llamado “Machuca” el cual consiste en
machucar –de ahí su nombre- la carne del cangrejo azul con plátano maduro y
 
plátano verde hasta formar una pasta color amarillo con forma de puré. Como
bebida, se habían arriesgado a probar un mejunje elaborado a base de una
combinación de varios tipos de hierbas y agua ardiente o agua purificada llamado
“Giffiti”, el cual hace muchos años se preparaba con fines medicinales pero en la
actualidad se comercializa con la promesa de “estimular toda clase de apetito”.
Mientras esperaban sus alimentos, pequeños cangrejos caminaban sobre la arena
y pasaban corriendo sobre sus pies descalzos, la Luna se encargaba de iluminar
el paraje y de resaltar la belleza de aquel inmenso mar, el ambiente y el aroma
que despedían los alimentos que estaban en proceso de cocción les convencía
cada vez más de haber acertado en la elección del lugar.
Departieron una velada muy amena, comieron, conversaron, se rieron, bebieron, y
ambos descubrieron que lo que cada uno de ellos fue hace 27 años, se había
convertido en una sombra tan tenue que apenas podía percibirse. Eran dos
extraños que compartían una sola cosa: el mismo recuerdo. Pero, esa noche, dos
adultos se habían valido de ese parvo recuerdo para iniciar una relación nueva,
una relación fresca y genuina.
Solamente habían transcurrido unas cuantas horas, pero ese corto tiempo
auguraba un dulce refugio que ambos habían estado esperando durante tanto
tiempo.
A la medianoche, cada uno en la habitación de su respectivo hotel, evocaba los
pensamientos que esta tarde habían predominado en su ser.
 
Susan meditaba en como cambian las cosas de un momento a otro, cuando de
pronto aparece alguien que convierte las rutinas en alegres aventuras y las
miradas en sueños...Mario, con la esencia de una persona práctica que lo
caracterizaba, había comprobado ese anochecer lo que dicen por allí: que los
sueños sí tienen vida.
16 DE OCTUBRE.
 
El brillo del Sol combinado con el olor a agua marina invitaba a saltar de la cama y
saborear cada segundo de este nuevo amanecer.
Muy temprano Susan y Mario se reunieron en la playa luciendo la mejor de sus
sonrisas, se sentaron sobre unas haraganas plásticas que estaban
estratégicamente situadas sobre la arena limpia y clara y empezaron a charlar de
una manera tan genuina mostrando que ambos estaban en sintonía demostrando
que no hay gesto más sincero que mostrarse como se es con otra persona desde
el principio. Hablaron de todo y de nada, bromearon y rieron, eran dos seres a
quienes no les importaba si esa nueva relación duraría por siempre o tan solo un
instante, ambos tenían claro que no era cuestión de tiempo sino que era cuestión
de química…y de intensidad.
Pronto, los visitantes empezaron a caminar por el lugar y de pronto la algarabía se
había apoderado del ambiente, Mario y Susan se dirigieron a explorar las bellezas
de West End Road. Iniciaron con un desayuno amenizado con música en vivo, se
deleitaron viendo parejas moverse al son de esos ritmos tropicales que encienden
la sangre y se apoderan del cuerpo. Los alegres anfitriones colmaban de amables
 
atenciones a todo forastero que se acercaba a sus negocios, Mario le solicitó a
uno de ellos el nombre de algún lugar que debía ser visitado en aquella tierra y
dos de los habitantes dijeron casi en coro y sin titubear “¡Gumbalimba Park!”,
Susan y Mario intercambiaron una mirada llena de complicidad y se dirigieron a
buscar uno de los vehículos estacionados a lo largo de West End Road y que
funcionan como taxis para los turistas.
Se dirigían a West Bay, les tomó 11 minutos recorrer aquellos 5 kilómetros que los
encaminó a las puertas de un lugar maravilloso, una combinación de un hermoso
jardín botánico lleno de fauna y flora exuberante situado frente al mar.
Primero, hicieron un recorrido por el parque, admirando las mas de 200 plantas de
todos colores, tamaños y formas descubriendo entre ellas una superabundante
vida acuática y terrestre: tortugas, corales, peces escorpión que compartían
alegremente su hábitat con los divertidos monos capuchinos cara blanca a
quienes les gusta interactuar y que de tímidos no tienen ni una pizca, lejos de eso
son animales muy curiosos que se acercan a los visitantes como queriendo
entusiasmarles a disfrutar la ocasión. Visitaron el área donde se encuentran 100
loras verdes y fue allí donde se enteraron que se dice que los pulpos en realidad
son animalitos llenos de amor ya que poseen tres corazones; se acercaron lo mas
que pudieron a las cascadas y fuentes, cruzaron el puente colgante entre risas
nerviosas y chispas de emoción. Susan no desperdiciaba cada oportunidad de
tomarse fotografías posando y luciendo su mejor sonrisa, Mario por su parte, no
desperdiciaba la oportunidad de tomarle fotografías desprevenidas a Susan ya
que estaba seguro que a ella le agradaría descubrir esa sorpresa.
 
Después de un almuerzo de media tarde, se dirigieron a las playas perfectamente
acondicionadas para poder disfrutar de deportes acuáticos como snorkeling y
kayak pero al final se decidieron por recorrer los senderos y tomar el canopy tour
que les permitió apreciar vistas hermosas de la naturaleza desde las alturas
brindándoles emociones únicas y sin duda alguna, inolvidables.
Cuando ya el Sol anunciaba su retiro, decidieron alquilar unas bicicletas y regresar
a West End Road en ese medio de transporte, y así lo hicieron. Fueron 5
kilómetros de risas, pláticas casi a gritos, momentos de competencia “a ver quién
llega primero a ese rótulo”, disfrutaban tanto la compañía el uno del otro que en su
interior deseaban descorrer las nubes y sacar otro poquito de Sol para que ese
momento no terminara.
Ya en West End se dirigieron sin consultarse al mismo lugar sobre la arena donde
habían cenado la noche anterior, solamente que esta vez, la tertulia fue muy
peculiar, y es que sin darse cuenta, poco a poco, ambos habían empezado a
disfrutar de aquel estado mental involuntario, propio de la atracción romántica por
parte de una persona hacia otra, mejor conocido como limerencia.
Casi a la medianoche y antes de retirarse a descansar Mario le propuso a Susan
disfrutar el siguiente día en Little French Key. Susan asintió sin pensarlo dos veces
y rápidamente acordaron reunirse muy temprano cerca del lugar donde
encontraron el taxi que los había transportado esa mañana.
 
17 DE OCTUBRE.
 
Little French Key es una playa privada, muy acogedora y además es un centro de
rescate de animales que incluye una colección privada de animales exóticos que
han sido rescatados para brindarles cuidados y alimentación.
El taxi los dirigió al lugar de donde salen las embarcaciones conocidas como
“chalupas” que los llevaría al lugar atravesando su mar de cuatro colores.
Después del recorrido para reconocer el lugar, Susan y Mario demostraron ser
unos verdaderos amantes de la adrenalina y la emoción paseando en motos
acuáticas y elevándose sobre las aguas practicando el flyboarding.
Después de un par de horas tomaron el reto de tirarse de unos lazos muy
particulares cerca de la playa Kingston en donde aprovecharon a fotografiarse de
nuevo con la figura del señor de los mares.
Decidieron almorzar en el restaurante Frenchys 44 y disfrutaron no solamente de
una deliciosa comida sino de la sorpresa de encontrar en mesas vecinas a un par
de celebridades del mundo del espectáculo quienes estabandisfrutando del paseo
con sus respectivas familias.
Justo estaban terminando su almuerzo cuando dio inicio la presentación musical
de las comunidades garífunas, el cual es, en pocas palabras, un bello espectáculo
lleno de color, alegría pero sobretodo de cultura. Mario no pudo evitarlo y se
apresuró lo mas cerca que pudo para presenciar la función de principio a fin. Esta
vez fue el turno de Susan de tomar fotografías a Mario sin que él se enterara. Y es
 
que, sin darse cuenta aun, ambos empezaban a descubrir que no importa ni la
sonrisa ni la mirada si no, lo verdaderamente importante es quien mira, es quien
sonríe: siempre la magia está en esa persona y en este caso, la magia estaba en
cada uno de ellos respecto al otro.
Después de vivenciar esa alegre representación, se dirigieron a los bares flotantes
y a las palapas ubicadas en medio del mar. Conversaron toda la tarde, se
compartieron sueños, aspiraciones, planes, se describieron vivencias, evocaron
recuerdos de momentos y de personas que tenían en común, desdoblaron su
imaginación y crearon juntos historias que “hubiesen sucedido si…” , y con cada
tema experimentaron nostalgia, alegría, esperanza, optimismo, y amor. Sí, amor…
porque cuando se ama a alguien este se vuelve parte de la otra persona y si de
una cosa estaban seguros era que en la vida podrían llegar a conocer a muchas
personas pero muy pocas serían las que dejarían huella en sus vidas, y sobretodo
que ellos dos habían cincelado con cada correo, con cada sonrisa, con cada
llamada, con cada pensamiento y con cada plática una huella en el otro que ya
pertenecía a su esencia, de por vida.
 
 
 
18 DE OCTUBRE.
 
Ambos sabían que este era el último día de su viaje, ninguno quiso desayunar. En
realidad lo que ambos querían era esparcir las horas, expandir los minutos, alargar
los segundos con tal que este sueño no terminara.
 
Se dirigieron al mismo lugar, donde el mismo taxista les esperaba, esta vez para
trasladarlos a otro punto de una de las mejores playas del mundo.
West Bay tiene las mejores playas de la isla: arena blanca, agua cristalina, sin
olas, y sobretodo, rodeada con la segunda barrera coralina mas grande del
mundo. Esto, la convierte en un paraíso ideal para una diversidad de actividades
acuáticas y de aventura como nadar y bucear.
Susan corrió por la playa, dirigiéndose directo al mar. Mario no pudo evitar reir sin
parar mientras intentaba alcanzar a aquella mujer que le había enseñado en este
corto tiempo que muchas veces lo único que se necesita es un nuevo comienzo.
Entraron al agua, jugaron sin parar, recibieron el sol con tanta alegría que
parecían dos criaturas hechas de arena y sal.
Ya casi al mediodía, recorrieron la playa hasta que encontraron una acogedora
cabaña rodeada de cocoteros con suaves palmas que bailaban al ritmo de la
cálida brisa marina dándoles la mejor de las acogidas.
Después de disfrutar de un delicioso refrigerio, divisaron cerca de su ubicación
actual, un muelle de madera que servía de estación a un bote pintado de un
peculiar color amarillo. Sí, era el famoso mini submarino con fondo de cristal. Sin
dudarlo ni un instante, compraron sus boletos y se dirigieron a deleitarse mirando
los tesoros que contiene ese acuario de tamaño natural , sus corales, sus tortugas,
sus medusas, sus pescados, mantarrayas y por supuesto el arrecife coralino. Este
viaje a 6 pies bajo la superficie del agua se convertiría años después en una
 
nostalgia feliz, que no es mas que el instante en el que la memoria de repente se
transporta a un bello recuerdo lleno de dulzura.
Al terminar el recorrido, dos sillas hamacas colgantes los esperaban en la playa.
El Sol se ocultaba frente a sus ojos y un dulce silencio matizado de complicidad
reinó entre ellos por unos instantes.
Ella observaba a Mario desde el alma y pensaba para sí misma: Muy pocos
conocen su verdadero yo. Talvez menos de esos pocos saben cuántas veces ha
llorado y ha reído con el alma. Solamente él conoce los pensamientos que
verdaderamente pasan por su cabeza. Su impermeabilidad es realmente
resistente...
Mario por su parte, escuchaba con atención lo que sus sentimientos le platicaban
desde muy dentro: Ella se muestra alegre, pero solo en su exterior...tiene tanto
miedo de mostrar sus verdaderos sentimientos. Protege su dulzura a toda costa,
tiene tanto miedo de volver a sufrir…
Los primeros titileos de las estrellas interrumpieron sus pensamientos ya que con
ellos estaba dando inicio la última noche que compartirían juntos.
Mario la miró con determinación y dijo: “Acompáñeme Susan, por favor. Esta
noche es nuestra”.
 
CAPITULO SEIS.
 
“A veces el cielo no está tan arriba, está en un abrazo que sientes hogar, en un
beso en la frente que da paz, en unas manos que cuidan”. Rafael Cabaliere.
 
 
 
Dos días antes, Mario se había tomado el tiempo de hacer la reservación de una
habitación en el Hotel Posada Arco Iris, West Bay, para compartir aquella que
sería su última noche. Seleccionó el lugar debido a sus características: playa
privada con arena blanca, aguas cristalinas perfectas para nadar, jardín con
hermosa vegetación, habitaciones construidas a base de madera lo cual convierte
el ambiente en un espacio personal y muy acogedor, sin espectáculos musicales
nocturnos lo cual permite disfrutar la armonía del silencio y especialmente porque
cuenta con un área sobre la arena que está acondicionado para observar de
noche la luz distante de La Ceiba y, cuando el cielo está despejado, las estrellas
iluminan las montañas dejando al descubierto sus imponentes siluetas a lo largo
de todo el departamento de Atlántida.
Esa, era una de esas noches. Esa, parecía ser una noche perfecta.
 
Cuando Susan y Mario llegaron al lugar, sus corazones palpitaban acelerados,
ambos sabían muy bien que no era la primera vez que alguien les hacía acelerar
su corazón , pero también ambos sabían, que si era la primera vez que alguien les
hacía vibrar el alma.
 
Con mucha timidez Susan acomodó su bolso y su sombrero de playa sobre una
mesita dentro de la habitación. Mario, entusiasmado y un poco nervioso, tomó la
mano de Susan y la guió hasta el jardín. Susan solamente se dejó llevar, un
choque de sentimientos y emociones explotaban en su interior mientras ella
trataba sin éxito de controlar ese dulce tsunami que a pesar de sus casi 50 años
era totalmente nuevo para ella.
Ya en el jardín, Mario, como todo un caballero, le ayudó a acomodarse en una de
las sillas que tenían la mejor vista.
Mario:
 
~¿Está usted cómoda? ¿gusta algo de tomar o de comer?
 
Susan:
 
~Si estoy cómoda, muchas gracias Mario. La verdad es que esta vista es preciosa,
quizá comeré en otro momento, le agradezco su ofrecimiento.
Mario:
 
~Sabe que estos días he estado pensando muchas cosas, ¿recuerda lo que
platicábamos aquella tarde en la playa respecto a cómo cada uno va desdoblando
la línea de la vida?
Susan:
 
~Si, lo recuerdo. ¿Sabe? Yo también le dí un poco de pensamiento a ese tema.
Todo en esta vida, por mas insignificante que parezca, es la consecuencia de las
 
decisiones que se toman. Suena el despertador y decido si me levanto en ese
momento o me quedo abrazando a mi almohada cinco minutos mas, cualquiera de
esas dos decisiones conlleva su propia consecuencia.
Mario:
 
~Eso creo también. Esto significa que cada uno de nosotros ha ido desdoblando la
trayectoria laboral y personal que tenemos hasta este momento dando pequeños
saltos de decisión en decisión.
Susan:
 
~Si, y muchas de estas decisiones han sido tomadas de manera individual, es
decir, sin tomar en cuenta que todo paso que damos debería ser parte de un todo,
de un gran objetivo. Al final, nuestro paso por esta tierra es tan breve que a veces
ni nos damos cuenta qué tipo de huella vamos dejando…
Mario:
 
~Esto que usted acaba de mencionar me recuerda un pensamiento que leí hace
unos meses y que me hizo comprender la importancia de la toma de decisiones
trascendentales.Dice uno de los líderes de una de las religiones mas extendidas
por el planeta “Que el amor a Dios y al prójimo sean las dos piedras angulares de
nuestra vida.”
Susan:
 
~Mire qué interesante, ese pensamiento explica lo que he llegado a comprender
acerca de cuál es la razón de estar vivos…creo que mientras estamos acá
 
deberíamos ser felices, vivir, vivir, vivir, deberíamos disfrutar y compartir amor en
cada momento, seguir viviendo, viviendo, viviendo…no pensar tanto en lo
azaroso…simplemente vivir, vivir, vivir estemos enteros o rotos por dentro…vivir…
vivir…vivir…
 
 
 
Mario escuchaba con mucha atención cada palabra que Susan pronunciaba, y
verdaderamente él estaba participándole sus pensamientos y sus convicciones.
Con cada opinión compartida, ambos mostraban un carácter analítico mezclado
con una combinación de intuición y misterio que reflejaba una vasta experiencia de
la vida.
Mario:
 
~Esta es una de las bellezas de estar a las puertas de los gloriosos 50 años.
 
Susan:
 
~Este tema lo he conversado mucho con mis amigas, algunas le dan demasiada
importancia a los mitos y creencias de esta edad, otras están tan ocupadas con
sus actividades cotidianas que ni siquiera tienen una opinión definida al respecto,
por mi parte estoy de acuerdo con un pensamiento que leí hace poco: “los 40 son
la edad madura de la juventud y los 50 son la juventud de la edad madura”,
simplemente me encantó ese pensamiento, además, estas arrugas que asoman
en mi rostro son el reflejo del asombro de mis ojos y de las sonrisas de mis labios
a lo largo de mi existencia…son mías y me siento orgullosa de ellas!
 
Mario:
 
~También estoy de acuerdo, pero ¿sabe? Mas allá de eso, creo que esta edad
que estamos a punto de iniciar es bella porque ya somos conscientes y
responsables de nuestros propios sentimientos. ¿Recuerda cuando fuimos
adolescentes? Ni usted ni yo sabíamos exactamente lo que queríamos y mire,
todas las tonterías que cometimos.
 
 
 
Mario aproximó unos centímetros su silla al lado de Susan para percibir la
comodidad o incomodidad que su cercanía causaba en ella. Alegremente
comprobó que la armonía era tal que las esferas vitales que cubrían a ambos
estaban casi en su mínima expresión. Estar cerca uno del otro provocaba una
sensación agradable, experimentó una complicidad muy suave y a la vez muy
grata. Susan lo miró fijamente a los ojos y sonrió. Mario no pudo evitar dar
muestras una vez mas de su temperamento energético, curioso y atractivo…muy
atractivo, correspondiendo a la sonrisa diciéndole de una manera muy tierna:
~¿Recuerda la canción de Carlos Baute y Marta Sánchez?
 
Susan sonrió al tiempo que inició la tonada…”Quizá no fue coincidencia
encontrarme contigo…”
Mario se unió a la melodía y ambos cantaron mas con la fuerza del sentimiento
que con la fuerza de la voz, cuando llegaron al coro eran dos voces al unísono
cantando a todo pulmón:
 
 
 
“Te envío poemas de mi puño y letra
Te envío canciones de 4 40
Te envío las fotos cenando en Marbella
Y cuando estuvimos por Venezuela
Y así me recuerdes y tengas presente
Que mi corazón está colgando en tus manos
Cuidado, cuidado
Que mi corazón está colgando en tus manos”
Al terminar la canción, Susan se aproximó a Mario para darle un beso en la mejía,
él suspiró porque las palabras simplemente huyeron de sus pensamientos y se
escurrieron por su mirada. Estaban así, a unos cuantos centímetros un rostro del
otro, mientras los ojos les resplandecían y sus miradas se habían convertido en el
puente a través del cual sus dos almas dialogaban, Mario fue cerrando sus ojos
despacio al tiempo que sus labios se aproximaban a los labios de Susan, ella
experimentó un fino escalofrío que por un instante le cortó la respiración, de
pronto, una tersa caricia en su labio superior le erizó la piel. Ella simplemente
correspondió. Ninguno ejerció demasiada presión en los labios del otro, era un
beso delicado y en él, cada uno estaba concentrado en besar uno de los labios del
otro, Susan dio una suave mordida al labio de Mario, sin causarle molestia o dolor,
 
él le regaló dos…fue un beso espontáneo y sorpresivo, un beso tierno y delicado,
un beso lleno de sentimiento, un beso que no quería finalizar…
 
 
 
A estas alturas de sus vidas, ambos sabían que un beso puede llegar a ser solo
eso, un beso; y que al final llega a tener la importancia que cada uno le quiera
dar: puede no significar nada, o puede cambiarlo todo. En ellos, este beso
quedaría en su interior como un hechizo maravilloso del que nada ni nadie les
podría despojar puesto que en él habían dejado al desnudo la esencia perspicaz,
carismática y soñadora de sus almas.
 
 
 
Susan se percató que la luna se había retirado a descansar y que las únicas que
habían quedado eran las estrellas que cintilaban en el oscuro cielo sin parar.
Mario susurró “Conticinio”.
 
Susan preguntó qué quería decir con eso, él explicó que el conticinio es la hora de
la noche en que todo está en silencio. En ese momento eran casi las dos de la
madrugada y ninguno había sentido el transcurrir del tiempo.
 
 
 
Mario tomó nuevamente la iniciativa, se puso en pie y acomodó dos sillas
haraganas adyacentes una a la otra en dirección de este a oeste e invitó de nuevo
a Susan a ocupar la silla con la mejor vista.
 
Una vez ella se había acomodado, Mario ocupó el otro asiento y le ofreció de la
manera mas amable rodearla con su brazo para que su cabeza estuviera cómoda
y para evitar que su cuerpo se enfriara demasiado con el rocío de la madrugada.
Ella recibió el ofrecimiento con agrado.
Una vez ambos estaban cómodos, Mario señaló con su dedo índice hacia el
firmamento y dijo:
~El cielo está despejado y la Luna ya se fue a dormir…¿ve ese punto brillante que
se destaca sobre todos los demás? Es la bellísima estrella Albíreo, según he leído
es la estrella doble mas bonita de entre todas las que se pueden admirar. ¿La
identifica?
Susan:
 
~Es preciosa en realidad. ¿Sabe que nunca me había percatado de lo hermoso
que es el firmamento? Desconocía que a usted le interesara este tema.
Mario:
 
~Permítame explicarle por favor. Si en verano usted busca la sombra de este a
oeste, la cual es justamente la dirección que le he dado a las sillas donde estamos
apoyados en este momento, usted logrará apreciar una de las mas hermosas
regiones de todo el cielo ya que está cargada de brillantes estrellas.
Susan:
 
~Al ver el firmamento no puedo evitar trasladarme a los juegos que disfrutaba
durante el día cuando era tan solo una pequeña, queriendo encontrar las formas
 
mas originales en las nubes. Y en ninguno de esos momentos imaginé que el
firmamento pudiera ser tan radiante también por la noche.
Mario:
 
~Por favor siga la dirección de mi dedo…¿puede distinguir esos tres puntos
brillantes que semejan los vértices de un triángulo? Una de esas estrellas es
Deneb, la otra se llama Vega y pertenece a la constelación Lyra y la tercera es
Altair que pertenece a la constelación del Águila, las tres forman el famoso
Triángulo de Verano, que como su nombre lo indica, puede ser observado con
mejor esplendor en verano.
Susan:
 
~Ahora que usted me lo muestra, si se identifica, pero a simple vista no, por la
cantidad de estrellas que hay en el firmamento. Parece como si todas hubiesen
salido a saludarnos…
Mario:
 
~Lo mismo pasa con nosotros los seres humanos, estamos tan acostumbrados a
vernos unos a otros que ni siquiera nos tomamos el tiempo de observar para notar
el brillo propio que cada uno de nosotros tiene.
Susan:
 
~No lo había pensado de esa manera. Estamos tan ocupados en sobresalir sobre
los demás que no nos hemos habituado a ser empáticos. En esta etapa de la vida
y después de la trayectoria, a nivel personal, que cada uno ha acumulado, aun se
 
nos olvida que uno no es lo que tiene, si no que en realidad uno es lo que da.
Decirlo se escucha lindo y también se dice con facilidad pero el verdadero reto
está en pasarde la frase pronunciada a la acción ejecutada…en silencio, sin
alardes.
Mario:
 
~ Y no solamente eso, ¿no cree usted que esto que usted acaba de expresar
debería de carecer de cualquier tipo de mérito? ¿No cree usted que es obligación
de nosotros como seres humanos hacerlo, sin esperar nada a cambio y sin
esperar ningún tipo de reconocimiento? Creo que allí es donde radica
verdaderamente el significado de modestia.
Susan:
 
~Esto último me provoca aun mas el deseo que desarrollemos nuestro proyecto, el
que hemos estado conversando. Hay tanto que hacer antes de partir de esta
Tierra, y hay tanto por vivir haciendo eso que debemos hacer…creo que nosotros
mismos nos hemos negado la sensación de felicidad al privarnos de este tipo de
actividades con la excusa de estar suficientemente ocupados.
Mario:
 
~Ahora, quiero que mueva su mirada un poco debajo de Deneb.
 
Le explico: de los tres vértices del Triángulo de Verano el vértice inferior es Altair,
subiendo hacia la derecha está Lyra y hacia la izquierda está el tercer vértice que
es Deneb.
 
Deneb es una hipergigante blanca de unas 110 veces mayor que nuestro Sol, para
que tenga una mejor idea, ¿los ha ubicado Susan?
 
 
 
Susan asintió con su cabeza y mantuvo la mirada de manera imperturbable sobre
la bóveda celeste para no perder detalle alguno.
 
 
 
Mario:
 
Ahora, por favor, mueva un poco su mirada por debajo de Deneb, ¿ve ese otro
punto brillante? Pues bien, no la pierda de vista porque ese es el centro de una
figura que deseo mostrarle.
Dibuje una línea imaginaria desde Deneb hasta esa estrella que le acabo de
mostrar, siga esa misma línea recta hasta que encuentre dos estrellas mas.
Bien, hasta este momento tenemos una línea de norte a sur que une cuatro
espléndidas estrellas. ¿Tiene su línea imaginaria trazada?
Susan:
 
Si Mario, ¡esto es magnífico! ¡Las veo!
 
Mario:
 
Muy bien, ahora Susan por favor no pierda su línea imaginaria y regrese su vista a
la estrella que es nuestro punto central. A partir de allí, dibuje otra línea imaginaria
perpendicular a la primera y busque los dos puntos mas brillantes que están a una
 
distancia similar respecto a nuestra amiga la estrella del punto central. ¿Logra ver
la cruz que se forma en medio de tantas estrellas bailarinas?
Susan:
 
¡Cierto! Es una cruz muy bien definida. Esta situada justo dentro del Triángulo de
Verano, ¿cierto?
Mario:
 
¡Es correcto Susan! Me alegra que las haya identificado. Pues bien, esa figura en
forma de cruz es conocida como la Cruz del Norte.
Ahora bien, hágame el favor de observar detenidamente la Cruz del Norte y
dígame si adicionalmente hay algo mas que pudiéramos advertir.
 
 
 
Susan traspasaba el cielo con su mirada de una manera tan precisa que era
evidente que no quería perder detalle. Mario observaba el firmamento con una
mirada agradecida por tanta perfección ante sus ojos. Tan solo transcurrieron
unos minutos de un silencio abstraído cuando Susan susurró “está coloreado de
blanco…”
 
 
 
Mario:
 
Sabía que lo notaría…justo alrededor de las líneas de nuestra Cruz del Norte se
encuentra una multitud de estrellas jóvenes, además de la abundancia de
 
nebulosas como la Nebulosa Norteamérica, la Nebulosa del Pelícano, la Nebulosa
de la Mariposa y la Nebulosa del Velo que son las encargadas de dar ese color
blanco que usted menciona y que en realidad se interpreta como un tono lechoso
que da forma al “cuerpo” de un cisne que se representa en vuelo, y no posado
sobre un plácido lago, como es costumbre.
Peculiarmente, la cola del cisne se corresponde con la parte alta de la cruz, y
Albireo queda situada en la cabeza del ave y es al mismo tiempo el pie de la cruz.
Logra identificarlo, ¿verdad?...La Cruz del Norte, también llamada “La
Constelación de Cygnus” ( El Cisne).
Las tres estrellas que dan forma a nuestra línea perpendicular son Gamma, Delta
y Epsilon que son las encargadas de complementar el asterismo de la cruz y que
forman a su vez las alas del ave que vuela en dirección sur.
Susan:
 
Si lo veo…¿A qué se refiere con “asterismo”?
 
Mario:
 
En astronomía se le llama “asterismo” al conjunto de estrellas que vistas desde la
Tierra parecen formar una figura y que no necesariamente tiene un reconocimiento
oficial por parte de la comunidad científica.
Susan:
 
Entiendo. Reconocidas o no, las seis estrellas tienen un brillo tan hermoso que en
realidad están allí, listas para ser vislumbradas con aparente facilidad…
 
Mario:
 
Eso también es muy cierto.
 
¿Sabe Susan? Quiero agradecerle de una manera muy especial estos días que
hemos compartido. Al inicio de nuestra comunicación yo no entendía qué sucedía
en mi interior, solo me dejé llevar por la forma en que usted se expresaba, y sin
usted darse cuenta, fue guiando nuestra comunicación de una manera muy
especial. Antes de nuestro encuentro, en realidad no me incomodaba la distancia
de los países en donde vivimos porque lo verdaderamente importante era la
certeza de que ambos nos pensábamos en todo momento. Ese sentimiento en mi
ha sido estupendo. Al reunirnos hace unos días, sentí en mi interior emociones
que no comprendía y a medida nos hemos ido comunicando en persona y hemos
compartido diferentes vivencias me he dado cuenta que su presencia en mi vida
ha completado espacios que yo creía olvidados. En unas pocas horas habremos
tomado nuestro vuelo para continuar con las vidas que hemos dejado en pausa en
nuestros respectivos hogares, ignoro lo que sucederá después con nosotros, lo
único que quiero expresarle es que deseo que nuestra comunicación continúe
como hasta ahora.
Susan:
 
Muchas gracias por tocar el tema Mario. Yo creo que hemos logrado un alto nivel
de empatía, y aunque parezca fácil considero que no siempre se logra en las
relaciones entre hombre y mujer. Considero que tanto usted como yo tenemos ya
nuestros planes de vida trazados y, de hecho, desde hace años nos hemos venido
 
esforzando por cumplirlos. En mi caso, hay dos personitas que dependen en
muchos sentidos de mi y eso me hace mantenerme enfocada.
Ahora bien, esta es nuestra realidad presente, y como todo en la vida, acá se trata
de ver hacia el futuro y seguir avanzando.
Mario:
 
Esa actitud es la que admiro de usted. Estoy totalmente de acuerdo. ¿Por qué no
empezamos a darle forma ya a nuestro proyecto social? Ya lo hemos mencionado
un par de veces pero aún no concretizamos nada. ¿Tiene alguna sugerencia de
cómo comenzar?
 
 
 
La fuerza de la razón les mantenía atentos a una conversación en la que ambos
deseaban encontrar el punto donde pudiesen compartir proyectos sin permitir que
el sentimiento les jugara una mala pasada.
Ambos sabían que confundir el rumbo de una relación es muy sencillo, y también
sabían que si permitían que eso sucediera, se perderían para siempre. Por otra
parte, ninguno estaba pensando en dejar sus planes personales y considerar
cambiar su lugar de residencia. Ambos eran muy inteligentes para saber que el
primer amor no necesariamente dura para siempre, y también lo eran para inferir
que llega un día en el que la alegría nace solo con saber feliz a la gente a quien
uno quiere: lejos o cerca, contigo o sin ti, pero feliz.
 
Ambos estaban tan acostumbrados a comer solos, a salir solos, a decidir solos, a
ver películas solos, de manera que este paréntesis de hermosa compañía les
reforzó en cada alma la convicción de que lo verdaderamente importante es que
cada individuo saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que el Ser
Supremo ha depositado en cada persona.
Platicaron sin detenerse, de todo y de nada, compartieron sus ideas de cómo
funciona el tiempo y de cómo aprender a manejarlo…para Susan el tiempo era
como estar en un artefacto giratorio y cuando ella deseaba que el tiempo pasara
mas rápido ella se acercaba al centro y viceversa; Mario compartía esa percepción
solamente que él lo llamaba el “flash del momento”. Rieron por las coincidencias y
por las diferencias

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