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Farmacología de la corteza suprarrenal

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Los principales efectos fisiológicos y farmacológicos de la hormona adrenocorticotrópica (ACTH, adre‑
nocorticotropic hormone, o corticotropina) son consecuencia de su actividad que incrementa las concen-
traciones circulantes de los corticoesteroides suprarrenales. Los derivados sintéticos de ACTH se usan 
sobre todo en la valoración diagnóstica de la función de la corteza suprarrenal. Los corticoesteroides 
simulan los efectos terapéuticos de la ACTH, razón por la cual se utilizan casi siempre los sustitutos sin ‑ 
téticos en vez de ACTH.
Los corticoesteroides y sus derivados sintéticos biológicamente activos difieren en sus actividades meta-
bólicas (glucocorticoides) y de regulación de electrólitos (mineralocorticoides). Estos compuestos se 
administran en dosis fisiológicas para reponer hormonas cuando disminuye o se suprime la producción 
endógena. Los glucocorticoides atenúan en gran medida la inflamación y su empleo en trastornos infla-
matorios y autoinmunitarios los convierte en uno de los fármacos administrados con mayor frecuencia. 
Los compuestos de este tipo ejercen efectos en casi todos los órganos y sistemas del cuerpo, razón por la 
cual el uso clínico y la fase de interrupción de su utilización son puntos complejos, dada la aparición de 
efectos secundarios graves. Por consiguiente, la decisión de instituir la corticoterapia sistémica siem ‑ 
pre obliga a considerar de forma cuidadosa riesgos y beneficios en cada paciente.
HORMONA ADRENOCORTICOTRÓPICA
La ACTH humana, o corticotropina, un péptido de 39 aminoácidos, se sintetiza como parte de una pro-
teína precursora de mayor tamaño, la proopiomelanocortina (POMC, proopiomelanocortin), y se libera a 
partir de su precursor por medio de la separación proteolítica de residuos dibásicos, por acción de la endo ‑ 
proteasa serínica, la prohormona convertasa 1 (también conocida como prohormona convertasa 3) 
(figura 42‑1). Otros péptidos de importancia biológica, entre ellos las endorfinas, las lipotropinas y la 
hormona estimulante de melanocitos (MSH, melanocyte‑stimulating hormone), se producen por el meca-
nismo proteolítico de la misma POMC precursora (capítulo 18).
Las acciones de ACTH y las otras melanocortinas liberadas a partir de POMC tienen la mediación de sus interac‑
ciones específicas con cinco subtipos de receptores de melanocortina (MCR, melanocortin receptor) (MCIR‑MC5R), 
que conforman una subfamilia de los receptores acoplados a proteína G (GPCR, G protein‑coupled receptors). Los 
conocidos efectos de la MSH en la pigmentación son consecuencia de interacciones con MC1R en los melanocitos. 
La ACTH, que es idéntica en sus primeros 13 aminoácidos a α‑MSH, ejerce sus efectos en la corteza suprarrenal por 
medio de MC2R. La afinidad de ACTH por MC1R es mucho menor que la correspondiente a MC2R; sin embargo, 
en cuadros patológicos en los que hay elevaciones persistentes de las concentraciones de ACTH, como en el caso de 
la insuficiencia suprarrenal primaria, la ACTH también puede emitir señales a través de MC1R y producir hiperpig-
mentación. La b‑MSH y tal vez otras melanocortinas que actúan por medio de MC4R y MC3R en el hipotálamo 
intervienen para regular el apetito y el peso corporal. No se ha definido con certeza la función de MC5R.
ACCIONES EN LA CORTEZA SUPRARRENAL. La ACTH, al actuar por medio de MC2R, estimula a la cor-
teza suprarrenal para secretar glucocorticoides, mineralocorticoides y el precursor androgénico dehi‑
droepiandrosterona (DHEA, dehydroepiandrosterone). La estructura histológica y las funciones de la 
corteza suprarrenal se pueden dividir en tres zonas (figura 42‑2), que sintetizan diferentes productos 
esteroides bajo distintas influencias reguladoras:
• La zona glomerulosa externa secreta aldosterona, un mineralocorticoide.
• La zona fasciculada intermedia secreta cortisol, un glucocorticoide.
• La zona reticular interna secreta DHEA y sus derivados sulfatados (concentración plasmática de 1 000x
correspondiente a la de DHEA). La DHEA sulfatasa convierte la DHEAS en DHEA en la periferia.
Las células de la zona más externa (glomerular) poseen receptores de angiotensina II (AngII) y expresan la aldoste‑
rona sintasa (CYP11B2), enzima que cataliza las reacciones terminales de la biosíntesis de mineralocorticoides. La 
ACTH estimula en forma aguda la producción de mineralocorticoides por parte de la zona glomerular, pero esta zona 
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la regulan de modo predominante la AngII y el K+ extracelular (capítulo 25), y no se atrofia si desaparece la estimula‑
ción constante por parte de la hipófisis. En el caso de incremento persistente de ACTH, las concentraciones 
de mineralocor ticoides aumentan de forma inicial para después normalizarse (fenómeno conocido como escape de 
ACTH). Las células de la zona fasciculada tienen menos receptores de AngII y expresan la esteroide 17α-hidroxilasa 
(CYP17) y la 11β-hidroxilasa (CYP11B1), enzimas que catalizan la producción de glucocorticoides. En la zona 
reticular, CYP17 lleva a cabo una reacción adicional de C17‑20 liasa que convierte los corticoesteroides C21 en 
precursores de andrógeno C19. 
En ausencia de adenohipófisis o estimulación por ACTH, la zona interna de la corteza se atrofia y la producción de 
glucocorticoides y andrógenos suprarrenales disminuye en grado extraordinario. El incremento persistente de las 
concentraciones de ACTH por la administración repetida de grandes dosis de corticotropina, o por producción 
Figura 42-1 Transformación de la proopiomelanocortina (POMC) en ACTH. La POMC se transforma en hormona adrenocorti-
cotrópica (ACTH) y otros péptidos en la adenohipófisis. Los cuadritos dentro de la estructura de ACTH señalan las regiones 
importantes para su actividad esteroidógena (residuos 6 a 10) para la unión con el receptor de ACTH (15 a 18). La hormona 
estimulante de melanocitos α también proviene de la POMC precursora y contiene los primeros 13 residuos de ACTH. LPH, 
lipotropina; MSH, hormona estimulante de melanocitos.
Figura 42-2 Los tres compartimientos anatómicos y funcionales singulares de la corteza suprarrenal. Los compartimientos 
funcionales principales de la corteza suprarrenal se incluyen en el esquema junto con las enzimas esteroidógenas que 
confieren a cada uno de los productos corticoesteroides sus perfiles singulares. También se incluyen los reguladores predo-
minantes y fisiológicos de la producción de esteroides: angiotensina II (AngII) y K+ para la zona glomerular y ACTH para la 
zona fasciculada. Se desconocen los reguladores fisiológicos de la producción de dehidroepiandrosterona (DHEA), por parte 
de la zona reticulada, aunque en forma aguda ACTH incrementa la biosíntesis de DHEA.
Zona
glomerulosa
Zonas
fasciculada/
reticular 
Médula
suprarrenal
Ang II
K+
ACTH
CYP11B2
CYP11B1
CYP17
DHEA
Cortisol
CYP17
Aldosterona
endor�na
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endógena excesiva, induce hipertrofia e hiperplasia de la zona interior de la corteza suprarrenal, con producción 
excesiva de cortisol y andrógenos suprarrenales. La hiperplasia de la glándula es más intensa en trastornos congéni-
tos de la esteroidogénesis, en los cuales las cifras de ACTH siempre son altas como reacción secundaria a la menor 
biosíntesis de cortisol.
MECANISMO DE ACCIÓN. La ACTH estimula la síntesis y la liberación de hormonas corticosuprarrenales al incre-
mentar la biosíntesis de novo. La hormona se une a MC2R y activa la vía de Gs‑adenilato ciclasa‑AMP cíclico‑PKA. 
El AMP cíclico es el segundo mensajero de casi todos los efectos de ACTH en la esteroidogénesis. En el esquema 
cronológico, la respuesta de las células corticosuprarrenales a ACTH tiene dos fases. La fase aguda, que dura segun-
dos a minutos, refleja en gran medida el mayor aporte del colesterol que actúa como sustrato de enzimas esteroidó-
genas. La fase crónica, que se extiende por horas a días, esconsecuencia en gran proporción de la mayor transcripción 
de las enzimas esteroidógenas. En la figura 42‑3 se incluyen las vías de la biosíntesis de esteroides suprarrenales y 
las estructuras de los principales productos e intermediarios esteroides de la corteza suprarrenal del humano. La 
conversión de colesterol en pregnenolona, reacción catalizada por CYP11A1, que es la enzima que separa la cadena 
lateral de colesterol, es la etapa cineticolimitante de la producción de hormonas esteroides. Gran parte de las enzimas 
necesarias para la biosíntesis de estas hormonas, incluido CYP11A1, es miembro de la superfamilia del citocromo 
P450 (capítulo 6).
REgULACIÓN DE LA SECRECIÓN DE ACTH 
EJE HIPOTÁLAMO-HIPÓFISIS-SUPRARRENALES. El ritmo de la secreción de glucocorticoides depende de 
fluctuaciones en la liberación de ACTH por parte de las células corticotrópicas hipofisarias. Tales células 
se hallan bajo regulación de la hormona liberadora de corticotropina (CRH, corticotropin‑releasing hor‑
mone) y la arginina vasopresina (AVP, arginine vasopressin), hormonas peptídicas liberadas por neuronas 
especializadas del hipotálamo en su función endocrina. El eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales (HPA, 
hypothalamic‑pituitary‑adrenal) forma un sistema integrado que conserva a los glucocorticoides en con-
centraciones apropiadas (figura 42‑4). Los tres modelos característicos de regulación del eje son el ritmo 
diurno en la esteroidogénesis basal; regulación por retroalimentación negativa por parte de los propios 
corticoesteroides suprarrenales, y notables incrementos de la esteroidogénesis en respuesta a estrés.
El ritmo diurno está regido por centros neuronales superiores como reacción a los ciclos de sueño/vigilia, de tal forma 
que las cantidades de ACTH alcanzan su máximo en las primeras horas de la mañana y hacen que las concentraciones 
circulantes de glucocorticoides lleguen a su máximo cerca de las 8 a.m. La regulación por retroalimentación negativa 
se produce en múltiples cantidades del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales y constituye el principal mecanismo 
que conserva las concentraciones de glucocorticoides circulantes dentro de límites apropiados. Las situaciones de 
estrés pueden rebasar los mecanismos normales de control por retroalimentación negativa, y hacer que aumenten en 
proporción extraordinaria las concentraciones plasmáticas de glucocorticoides.
ARgININA VASOPRESINA. La AVP también actúa como secretagogo de las células corticotrópicas y potencia de 
manera notable los efectos de CRH. La AVP se produce en el núcleo paraventricular y pasa al interior del plexo 
hipofisario desde la eminencia medial. Luego se une al receptor V1b y activa a la vía de Gq‑PLC‑IP3-Ca
2+ para inten-
sificar la liberación de ACTH. A diferencia de CRH, la AVP no aumenta la síntesis de ACTH.
RETROALIMENTACIÓN NEgATIVA DE LOS gLUCOCORTICOIDES. Los glucocorticoides inhiben la secreción de 
ACTH por acciones directas e indirectas en las neuronas de CRH, para que disminuyan las cantidades de mRNA 
de CRH y la liberación de esta última por efectos directos en las células corticotrópicas. Los efectos inhibidores 
indirectos en las neuronas de CRH tienen al parecer mediación de receptores específicos de corticoesteroides en el 
hipocampo. Con cifras menores de cortisol, el receptor de mineralocorticoides (MR) que muestra mayor afinidad por 
glucocorticoides que los receptores clásicos de glucocorticoides (GR) constituye la principal especie de receptor 
ocupado. A medida que se elevan las concentraciones de glucocorticoides y saturan al MR, se observa una ocupación 
cada vez mayor de los GR. En apariencia, MR y GR controlan la actividad basal del eje hipotálamo‑hipófisis‑su‑
prarrenales, en tanto que la inhibición por retroalimentación por los glucocorticoides comprende sobre todo a GR. En 
la hipófisis, los glucocorticoides actúan a través de GR para inhibir la liberación de ACTH desde las células cortico-
trópicas y la expresión de POMC. Dichos efectos son rápidos (se producen en término de segundos o minutos) y 
tardíos (requieren horas y abarcan cambios en la transcripción génica mediada por GR).
RESPUESTA AL ESTRÉS. El estrés rebasa la regulación por retroalimentación negativa del eje hipotálamo‑hipófisis‑
suprarrenales, lo cual hace que aumente de forma notoria la producción de corticoesteroides. Ejemplos de señales de 
estrés comprenden lesiones, hemorragia, infección grave, cirugía mayor, hipoglucemia, frío, dolor y miedo. No hay 
una definición exacta de los mecanismos precisos que generan esta respuesta al estrés y las acciones esenciales que 
desempeñan los corticoesteroides, pero la mayor secreción de estos últimos es vital para conservar la homeostasia en 
situaciones de estrés. Como se explica más adelante, un componente fisiológico fundamental de dicha respuesta al 
estrés son las complejas interacciones entre el eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales y el sistema inmunitario.
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TÉCNICAS CUANTITATIVAS DE ACTH. En la actualidad se practican de manera amplia las técnicas de inmunoquimio-
luminiscencia, que utilizan dos anticuerpos separados dirigidos a epitopos distintos sobre la molécula de ACTH; 
dichas cuantificaciones mejoran la capacidad para reconocer a pacientes con hipoadrenalismo primario, por alguna 
adrenopatía intrínseca, que tienen elevadas cantidades de ACTH por la pérdida de la inhibición por retroalimentación 
normal de glucocorticoides, respecto de otros enfermos con formas secundarias de hipoadrenalismo por la dismi ‑ 
nu ción de las concentraciones de ACTH como consecuencia de trastornos hipotalámicos o hipofisarios. Las técnicas 
Figura 42-3 Vías de la biosíntesis de corticoesteroides. Se muestran las vías esteroidógenas que participan en la biosín-
tesis de los corticoesteroides, junto con las estructuras de los productos intermediarios y otros más. Las vías singulares 
de la zona glomerular se muestran en cuadros naranja; las que aparecen en la zona fasciculada y la reticular más interna 
se destacan en un cuadro gris. La zona reticulada no expresa 3b-HSD y sintetiza en especial DHEA; véase la figura 42-2. 
CYP11A1, enzima desdobladora de la cadena lateral del colesterol; 3b-HSD, 3b-hidroxiesteroide deshidrogenasa; CYP17, 
17α-hidroxilasa de esteroide; CYP21, 21-hidroxilasa de esteroide; CYP11B2, aldosterona sintasa; CYP11B1, 11b-hidroxilasa 
de esteroide.
CH3
Colesterol
Pregnenolona
Progesterona 
Desoxicorticosterona
Corticosterona 18-hidroxicorticosterona Aldosterona
17α-hidroxipregnenolona
17α-hidroxiprogesterona 
11-desoxicortisol Cortisol
Dehidroepiandrosterona
CH3
CH3
CH3
CH2OH
CH2OH CH2OH CH2OH
H2COH CHO
H3C H3C
HO HO
CH2OH CH2OH
C O
HO
C O C O C O
O O
C O C O
CH3
CH3
H3C
H3C H3C
H3C OH3C
H3C
H3C
H3C
H3C
H3C
H3C H3C
H3C
H3C
H3C
H3CH3C
H3C
HO
O
O O O
O
OH
HO
C O
C O C O
C O
HO HO
H3C
H3C
H3C
CYP11A1
3β-HSD
CYP21 CYP21
CYP11B1
CYP11B2
CYP11B2 CYP11B2
3β-HSD
CYP17
CYP17
CYP17
HO
DC
B
27
24
23
22
20
21
18 17
16
15
14
13
12
1119
10
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inmunoquimioluminiscentes de ACTH son útiles para diferenciar entre las formas de hipercorticismo que depende 
de ACTH y las que no dependen de ella: se observan cifras elevadas de ACTH cuando el hipercorticismo es efec ‑ 
to de adenomas hipofisarios (como en la enfermedad de Cushing) o tumores extrahipofisarios que secretan ACTH 
(como el síndrome de ACTH ectópica), en tanto que se identifican cantidades bajas de ACTH en sujetos con una 
producción excesiva de glucocorticoides causada por adrenopatías primarias. Un problema con las inmunocuantifi-
caciones de ACTH es que su especificidad por ACTH intacta puede arrojar cifras falsamente pequeñas en individuos 
con secreción ectópica de la hormona; dichos tumores secretan formas aberrantes complejas de ACTH que poseen 
actividad biológica, pero queno reaccionan en las técnicas de cuantificación de anticuerpos.
USOS TERAPÉUTICOS y APLICACIONES DIAgNÓSTICAS DE ACTH. La ACTH tiene escasa utilidad como tratamiento. 
Todos los efectos terapéuticos probados de la hormona se alcanzan ahora con dosis apropiadas de corticoesteroides 
y con un menor riesgo de efectos secundarios. Además, la administración de ACTH genera efectos menos anticipa-
bles y cómodos que la administración de corticoesteroides. La ACTH estimula la secreción de mineralocorticoides y 
andrógenos suprarrenales y por consiguiente causa retención aguda de sodio y agua, así como virilización. Se utiliza 
cosintropina, un péptido sintético que corresponde a los residuos 1 a 24 de ACTH de humanos, para valorar la inte-
gridad del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales. Con una dosis suprafisiológica muy grande de 250 µg, la cosintro-
pina estimula al máximo la esteroidogénesis suprarrenal. El incremento del cortisol circulante a una concentración 
mayor de 18 a 20 mg/dl señala que la respuesta es normal. 
Prueba de estimulación con CRH. La CRH de ovinos (corticorrelina) y la hormona humana se pueden obtener para 
estudios diagnósticos del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales; la primera se utiliza en Estados Unidos y la segunda 
se prefiere en Europa. En personas con hipercorticismo corroborado que depende de ACTH, el uso de CRH para 
pruebas permite diferenciar entre el origen hipofisario (como en el caso de la enfermedad de Cushing) y la fuente 
ectópica de ACTH.
ABSORCIÓN, BIODESTINACIÓN y TOXICIDAD. La ACTH se absorbe con facilidad en los sitios parenterales en que 
se aplica. La hormona desaparece rápidamente de la circulación después de la aplicación intravenosa; en los huma-
nos, su semivida plasmática se acerca a 15 min y ello se debe en esencia a la rápida hidrólisis enzimática. Salvo 
ocasionales reacciones de hipersensibilidad, los efectos tóxicos de ACTH se atribuyen más bien a la mayor secreción 
de corticoesteroides. Por lo general, la cosintropina es menos antigénica que la ACTH original. 
Figura 42-4 Eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenales (HPA) y red inmunitaria de inflamación. El esquema también incluye los 
impulsos de llegada de centros neuronales superiores que regulan la secreción de CRH. +, regulador positivo; -, regula dor 
negativo; + y -, efecto mixto, como el caso de la norepinefrina (NE). Además, la arginina vasopresina estimula la liberación 
de ACTH de las células corticotrópicas.
Hipotálamo
Neuronas CRH
Adenohipófisis 
Células
corticotrópicas 
Corteza
suprarrenal 
Células de la zona
fasciculada 
Sistema inmunitario
Linfocitos 
Macrófagos-monocitos
Neutró�los
IL-1
IL-2
IL-6
TNF-α
CRH
ACTH
Cortisol
ACh 5-HT NE GABA
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CORTICOESTEROIDES
La corteza suprarrenal sintetiza dos clases de corticoides: los corticoesteroides (glucocorticoides y mine-
ralocorticoides; figura 42‑3), que poseen 21 átomos de carbono, y además los andrógenos, con 19 átomos 
de carbono (figuras 41‑1 y 41‑3). En los registros históricos, las acciones de los corticoesteroides se 
describieron como glucocorticoides (que reflejaban su actividad reguladora del metabolismo de carbohi-
dratos) y mineralocorticoides (que ejercen actividad de regulación del equilibrio de electrólitos). En los 
humanos, el principal glucocorticoide es el cortisol (hidrocortisona) y el principal mineralocorticoide la 
aldosterona (cuadro 42‑1).
La corteza suprarrenal es una fuente importante de precursores de andrógenos en mujeres, pero las personas con 
insuficiencia suprarrenal pueden tener una esperanza de vida normal gracias a la restitución a base de glucocorticoi-
des y mineralocorticoides. Los andrógenos suprarrenales no son esenciales para la supervivencia. Las cantidades de 
DHEA y DHEA‑S alcanzan su punto máximo en el tercer decenio de la vida y disminuyen de modo progresivo a 
partir de ese lapso. Aún más, los individuos con diversas enfermedades crónicas tienen cifras muy pequeñas de 
DHEA, lo cual ha llevado a algunos clínicos a proponer que el tratamiento a base de DHEA aliviaría cuando menos 
parcialmente la disminución del apetito sexual, el deterioro de la función cognitiva y la atenuación de la sensación de 
bienestar y otras consecuencias funcionales adversas del envejecimiento. Sin embargo, no se han inferido conclusio-
nes después de estudios de los beneficios de agregar DHEA al régimen regular de restitución en mujeres con insufi-
ciencia suprarrenal.
FUNCIONES FISIOLÓgICAS y EFECTOS FARMACOLÓgICOS
ACCIONES FISIOLÓgICAS. Los corticoesteroides generan innumerables efectos que incluyen alteracio-
nes del metabolismo de carbohidratos, proteínas y lípidos, conservación del equilibrio hidroelectrolítico 
y mantenimiento de la función normal del aparato cardiovascular, el sistema inmunitario, los riñones, el 
músculo estriado, el sistema endocrino y el nervioso. Además, los corticoesteroides confieren al orga-
nismo la capacidad de resistir estímulos estresantes y nocivos y cambios ambientales. En caso de no 
existir la corteza suprarrenal, la supervivencia es posible sólo si se conserva un entorno óptimo que 
incluya alimentación adecuada y regular, ingestión de cantidades relativamente grandes de NaCl y con-
servar la temperatura ambiente adecuada; en tal contexto, pueden ser letales factores estresantes como 
infecciones, traumatismos y grados extremos de temperatura.
Las acciones de los corticoesteroides dependen de las de otras hormonas. Por ejemplo, en ausencia de hormonas 
lipolíticas, el cortisol no ejerce prácticamente acción alguna en la rapidez o índice de lipólisis por parte de los adipo-
citos. Por lo contrario, si no hay glucocorticoides, epinefrina y norepinefrina sólo ejercen mínimos efectos en la 
lipólisis. Sin embargo, la administración de una dosis pequeña de glucocorticoides potencia la acción lipolítica de 
estas catecolaminas. Los efectos de los corticoesteroides que incluyen acciones concertadas con otros reguladores 
hormonales se han clasificado como permisivos y muy a menudo reflejan cambios inducidos por esteroides en la 
síntesis de proteínas, que a su vez modifican la capacidad reactiva de los tejidos a otras hormonas. 
Los corticoesteroides reciben los nombres de mineralocorticoides y glucocorticoides, con base en su potencia rela-
tiva en la retención de sodio, efectos en el metabolismo de carbohidratos (p. ej., el depósito de glucógeno en el hígado 
y la gluconeogénesis) y efectos antiinflamatorios. En términos generales, las potencias de los corticoesteroides, a 
juzgar por su capacidad de conservar la vida en animales sin suprarrenales, corresponden de manera estrecha a las 
valoradas en la retención de sodio, en tanto que las potencias basadas en los efectos en el metabolismo de glucosa 
guardan correspondencia cercana con los efectos antiinflamatorios. Los efectos de la retención de Na+ y las accio ‑ 
nes en carbohidratos/antiinflamatorias no tienen gran relación y reflejan acciones selectivas en receptores diferentes. 
Cuadro 42-1
Producción diaria normal y concentraciones circulantes de los corticoesteroides principales.
CORTISOL ALDOSTERONA
Velocidad de secreción en situaciones óptimas 10 mg/día 0.125 mg/día
Concentraciones en plasma periférico:
 8 a.m. 16 mg/100 ml 0.01 mg/100 ml
 4 a.m. 4 mg/100 ml 0.01 mg/100 ml
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Como se describe más delante (véase la relaciones de estructura/actividad y el cuadro 42‑3), algunos derivados este-
roides poseen selectividad relativa por efectos en la retención de sodio o antiinflamatorios.
MECANISMOS gENERALES DE LOS EFECTOS DE CORTICOESTEROIDES. Los corticoesteroides se unen a 
proteínas receptoras específicas en los tejidos efectores, para regular la expresión de los genes reactivos 
a corticoesteroides y con ello cambiar las concentraciones y la disposición de proteínas sintetizadas por 
los diversos tejidos efectores (figura 38‑5). Muchos de los efectos de los corticoesteroidesno son inme-
diatos, pero se manifiestan después de algunas horas; desde el punto de vista clínico, el médico y el 
paciente suelen percibir un lapso antes de que aparezcan los efectos beneficiosos de la corticoterapia. Los 
compuestos de esta categoría actúan de forma predominante al intensificar la transcripción génica, pero 
hay ejemplos en los cuales reducen dicha transcripción. Además, los corticoesteroides pueden ejercer 
algunos de sus efectos inmediatos por mecanismos no genómicos.
Receptores de glucocorticoides (GR). Los receptores de corticoesteroides son miembros de la familia de receptores 
nucleares de factores de transcripción. Los GR residen sobre todo en el citoplasma en una forma activa en complejos 
con otras proteínas. La unión con esteroides da lugar a la activación del receptor y el desplazamiento (translocación) 
al núcleo (figura 38‑5). Algunas isoformas de GR son consecuencia del empalme del RNA alternativo. De estos 
últimos, GRα es la isoforma glucorreactiva prototípica. La segunda isoforma importante de GR, es decir, GRb, es la 
variante negativa dominante y truncada que no posee los 35 aminoácidos en la terminación C y no se une a glucocor-
ticoides ni activa la expresión génica. En GR de humanos se han identificado polimorfismos vinculados con diferen-
cias en la función de GR y se han relacionado como explicación de la insensibilidad a los glucocorticoides.
Regulación de la expresión génica por parte de glucocorticoides. Después de unirse al ligando, GR se disocia de sus pro-
teínas a las que se unió y se transloca o desplaza al núcleo. En ese sitio interactúan con secuencias de DNA llamadas 
elementos reactivos de glucocorticoides (GRE, glucocorticoid responsive elements) que confieren especificidad para 
la inducción de la transcripción génica por parte de los glucocorticoides. Las interacciones de GR‑GRE activan o 
inhiben genes. Los mecanismos por los cuales GR activan la transcripción son complejos y no se han dilucidado del 
todo, pero comprenden la interacción de GR con los coactivadores transcriptores y con proteínas que integran el 
aparato de transcripción basal. En el caso de que GR inhiba la transcripción, dicho receptor también suprime la 
transcripción de POMC por interacción directa con un GRE en el promotor POMC y con ello contribuye a la regula‑ 
ción por retroalimentación negativa del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales. Otros genes regulados en forma 
negativa por los glucocorticoides incluyen los de la ciclooxigenasa 2 (COX‑2); la NO sintasa inducible (NOS2, NO 
synthase) y citocinas de acción proinflamatoria. Algunos efectos inhibidores de los glucocorticoides como la dismi-
nución de la expresión de genes que codifican a diversas citocinas, colagenasa y estromelisina se han vinculado con 
interacciones interproteínicas entre GR y otros factores de transcripción (p. ej., NF‑κB y AP‑1), y no con efectos 
negativos de GR en GRE específicos. Las interacciones interproteínicas y sus efectos negativos consecutivos en la 
expresión génica contribuyen al parecer en grado notable a los efectos antiinflamatorios e inmunodepresores de los 
glucocorticoides.
Regulación de la expresión génica por parte de los mineralocorticoides. A semejanza de los receptores de glucocorticoides, 
el receptor de mineralocorticoides también es un factor de transcripción activado por ligando y se une a un elemento 
hormonorreactivo muy similar. Los MR también se vinculan con HSP90 y activa la transcripción de grupos particu-
lares de genes dentro de los tejidos “efectores”. Las acciones selectivas de GR y MR son consecuencia de diferencias 
en su capacidad para inhibir la activación génica mediada por AP‑1 e interacciones diferenciales con otros factores 
de transcripción. Además, el MR tiene expresión restringida: se expresa en tejidos epiteliales que participan en el 
transporte de electrólitos (como los riñones, el colon, las glándulas salivales y las sudoríparas) y en tejidos no epite-
liales (como el hipocampo, el corazón, los vasos y el tejido adiposo). 
La aldosterona ejerce sus efectos en la homeostasia de Na+ y K+ en particular por medio de sus acciones en las células 
principales de los túbulos renales distales y los colectores, en tanto que los efectos en la secreción de H+ se ejercen 
en gran parte en las células intercalares. La unión de la aldosterona a MR en los riñones desencadena una sucesión 
de fenómenos que comprenden la inducción rápida de la cinasa sérica y la regulada por glucocorticoides que a su 
vez fosforilan y activan a canales de Na+ epiteliales sensibles a amilorida en la membrana apical. En consecuencia, 
la mayor penetración de sodio estimula a la ATPasa de Na+, K+ en la membrana basolateral. Además de estas acciones 
genómicas rápidas, la aldosterona también intensifica la síntesis de componentes individuales de las proteínas de la 
membrana, como parte de un efecto más tardío.
Mecanismos independientes del receptor para especificidad de corticoesteroides. La aldosterona (mineralocorticoide típico) 
y el cortisol (considerado en términos generales como el glucocorticoide predominante) se unen a MR con igual 
afinidad. La especificidad manifiesta de MR por aldosterona se conserva incluso en situaciones en que hay cifras 
circulantes mucho mayores de glucocorticoides por parte de la isoenzima de tipo 2 de 11b‑hidroxiesteroide deshidro-
genasa (11bHSD2; 11β-hidroxysteroid dehydrogenase); dicha enzima metaboliza a los glucocorticoides como el 
cortisol hasta la forma de derivados 11‑ceto que no son activos en el receptor como la cortisona (figura 42‑5). Dado 
que la forma fisiológica predominante es el derivado hemiacetal, que es resistente a la acción de 11bHSD, la aldos-
terona elude dicha inactivación y conserva su actividad mineralocorticoide.
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H3C
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CH2OH
C O
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Aldosterona,
derivado hemiacetal
OH
H3C
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CH2OH
C O
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Cortisona
OH
H3C
H3C
CH2OH
C O
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HO
Hidrocortisona
OH
A B
C D1
2
3
4 5 6
7
8
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METABOLISMO DE CARBOHIDRATOS y PROTEÍNAS. Los corticoesteroides modifican en grado profundo el metabo-
lismo de carbohidratos y proteínas, lo cual podría considerarse un factor para proteger a los tejidos dependientes de 
glucosa (como el encéfalo y el corazón) de su consunción. Estimulan al hígado para formar glucosa a partir de los 
aminoácidos y el glicerol y almacenar dicho carbohidrato en la forma de glucógeno hepático. En la periferia, 
los glucocorticoides disminuyen la utilización de glucosa, intensifican la degradación de proteínas y la síntesis de 
glutamina y activan la lipólisis de tal modo que se generan aminoácidos y glicerol para la gluconeogénesis. El resul-
tado neto es el incremento de la glucemia. Dado su efecto en el metabolismo de la glucosa, los glucocorticoides 
empeoran el control glucémico en sujetos con diabetes franca y pueden desencadenar hiperglucemia en pacientes suscep ‑ 
tibles.
METABOLISMO DE LÍPIDOS. Se han corroborado sin duda alguna dos efectos de los corticoesteroides en el metabo-
lismo de lípidos. El primero es la impresionante redistribución de la grasa corporal que se advierte en el hipercorti-
cismo, como en el caso del síndrome de Cushing. En tal situación aumenta la cantidad de grasa en la nuca (“giba de 
bisonte”), en la cara (“cara de luna llena”) y el área supraclavicular, junto con la disminución de grasa en las extre-
midades. El otro efecto es la facilitación permisiva del efecto lipolítico de otros compuestos como la hormona soma-
totrópica y los agonistas del receptor adrenérgico b, con lo cual se intensifica la cantidad de ácidos grasos libres 
después de administrar glucocorticoides.
EQUILIBRIO HIDROELECTROLÍTICO. Con mucho, la aldosterona es el corticosteroide endógeno más potente en lo 
que se refiere al equilibrio hidroelectrolítico. Los mineralocorticoides actúan en los túbulos distales y los colectores 
del riñón para intensificar la reabsorciónde Na+ del líquido tubular; también incrementan la excreción de K+ y H+ por 
orina. Tales acciones en el transporte de electrólitos en el riñón y otros tejidos (como el colon, las glándulas salivales 
y las sudoríparas) explican al parecer las actividades fisiológicas y farmacológicas que son características de los 
mineralocorticoides. En consecuencia, los signos primarios del hiperaldosteronismo son la positividad del equilibrio 
de sodio, con expansión ulterior del volumen extracelular, aumentos leves o grado normal de la concentración plas-
mática de Na+, cantidad normal o baja de K en plasma, y alcalosis. En cambio, la deficiencia de mineralocorticoides 
ocasiona pérdida abundante de sodio y contracción del volumen extracelular, hiponatremia, hiperpotasemia y acido-
sis. A largo plazo, el hiperaldosteronismo ocasiona hipertensión, en tanto que la deficiencia de aldosterona produce 
hipotensión y colapso de origen vascular.
Los glucocorticoides también actúan en el equilibrio hidroelectrolítico, en buena medida a causa de efectos permisi-
vos en la función tubular y acciones que conservan la filtración glomerular. Dichos compuestos intervienen como 
Figura 42-5 La 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa confiere especificidad de la acción corticosteroide. La 11b-hidroxieste-
roide deshidrogenasa de tipo 2 (11bHSB2) transforma el cortisol, que se une al receptor de mineralocorticoides (MR) y al 
de glucocorticoides (GR), con la cortisona, que no se fija a ninguno de los dos receptores y con ello protege al receptor de 
mineralocorticoides de las elevadas concentraciones circulantes de cortisol; dicha inactivación posibilita respuestas espe-
cíficas a la aldosterona en sitios como la nefrona distal. El derivado hemiacetal de aldosterona es resistente a la acción de 
11bHSB. La isoenzima de tipo 1 de 11bHSB (11bHSB1) cataliza la reacción inversa que transforma la cortisona inactiva en 
cortisol activo en tejidos como el hígado y la grasa. Se muestra sólo el anillo C de los corticoesteroides; véanse las figuras 
en el texto, que incluyen las estructuras de cortisona y el derivado hemiacetal de aldosterona.
HO
C11
Cortisol Cortisona
Activo
(se une a MR y GR)
Inactiva
(no se une a MR ni a GR)
O
1111βHSD2
11βHSD1
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factores permisivos en la excreción de agua por riñones. En parte, la incapacidad de las personas con deficiencia de 
glucocorticoides para excretar agua libre es resultado de la mayor secreción de AVP, que estimula la reabsorción 
de agua en los riñones. Además de sus efectos en cationes monovalentes y agua, los glucocorticoides también ejercen 
múltiples efectos en el metabolismo de Ca2+. Los corticoesteroides reducen la captación de calcio de los intestinos e 
intensifican la excreción de este ion por los riñones, efectos que en conjunto culminan en la disminución de las reser-
vas corporales totales de calcio.
APARATO CARDIOVASCULAR. Los efectos más notables de los corticoesteroides en el aparato cardiovascular son 
consecuencia de los cambios (inducidos por mineralocorticoides) en el sodio renal, tal y como se advierte en el 
aldosteronismo primario. La activación del MR ejerce acciones directas en el corazón y las paredes vasculares. La 
aldosterona induce hipertensión y fibrosis cardiaca intersticial en modelos de animales. La mayor fibrosis del cora ‑ 
zón es resultado al parecer de los efectos directos de los mineralocorticoides en dicha víscera y no de la hiperten sión 
porque en el tratamiento con espironolactona, antagonista del MR, bloquea la génesis y la evolución de la fibrosis 
sin alterar la presión arterial. La segunda acción importante de los corticoesteroides en el aparato cardiovascular 
consiste en intensificar la reactividad de los vasos a otras sustancias vasoactivas. El hipoadrenalismo se acompaña de 
menor reactividad a los vasoconstrictores como norepinefrina y angiotensina II, posiblemente porque disminuye la 
expresión de receptores adrenérgicos en la pared vascular. Por el contrario, se observa hipertensión en personas en 
quienes hay secreción excesiva de glucocorticoides, tal y como se observa en casi todos los individuos con síndrome 
de Cushing, y en un subgrupo de pacientes tratados con glucocorticoides sintéticos (incluso en presentaciones que no 
tienen una acción mineralocorticoide intensa).
MÚSCULO ESTRIADO. Para la función normal del músculo estriado se necesitan concentraciones permisivas de cor-
ticoesteroides y el signo notable de la insuficiencia corticosuprarrenal es la menor capacidad ergonómica (de trabajo). 
En sujetos con enfermedad de Addison son síntomas frecuentes la debilidad y la fatiga. Las cantidades excesivas de 
otros glucocorticoides o mineralocorticoides también deterioran la función muscular. En el aldosteronismo primario, 
la debilidad muscular es consecuencia más bien de la hipopotasemia y no de efecto directo de los mineralocorticoides 
en el músculo esquelético. En cambio, aparece consunción de músculo esquelético con el exceso de glucocorticoi ‑ 
des por periodos largos, ya sea resultado de la corticoterapia o del hipercorticismo endógeno; dicho efecto o miopatía 
por esteroides es la causa parcial de la debilidad y la fatiga en individuos con exceso de glucocorticoides.
SNC. Los corticoesteroides ejercen diversos efectos indirectos en el SNC a través de factores como presión arterial, 
glucemia y concentraciones de electrólitos. Se ha identificado un número cada vez mayor de efectos directos de los 
corticoesteroides, entre ellos los relacionados con el ánimo, el comportamiento y la excitabilidad encefálica. Los 
individuos con insuficiencia suprarrenal muestran manifestaciones neurológicas heterogéneas que incluyen apatía, 
depresión e irritabilidad, e incluso psicosis. El tratamiento apropiado de reemplazo corrige estas alteraciones. Por el 
contrario, la administración de glucocorticoides induce múltiples reacciones del SNC. Muchos sujetos reaccionan 
con buen ánimo que puede conferir una sensación de bienestar, a pesar de la persistencia del trastorno primario. 
Algunos enfermos experimentan cambios conductuales más intensos como manía, insomnio, inquietud e hiperacti-
vidad motora. Un porcentaje menor pero importante de las personas tratadas con glucocorticoides se torna ansioso, 
deprimido o francamente psicótico. En individuos con síndrome de Cushing se observa una elevada incidencia de 
neurosis y psicosis, trastornos que desaparecen casi siempre una vez que se interrumpe la corticoterapia o el trata-
miento del síndrome de Cushing.
ELEMENTOS FORMES DE LA SANgRE. Los glucocorticoides generan efectos menores en el contenido de hemoglo-
bina y el número de eritrocitos de la sangre, tal y como lo manifiesta la aparición frecuente de policitemia en el sín-
drome de Cushing y anemia normocrómica normocítica en casos de insuficiencia suprarrenal. Aparecen efectos más 
intensos en el marco de la anemia hemolítica autoinmunitaria en la cual los efectos inmunodepresores de los gluco-
corticoides reducen la destrucción de los eritrocitos (hemocatéresis). Los corticoesteroides también afectan a los 
leucocitos circulantes. La enfermedad de Addison se acompaña de una mayor masa de tejido linfoide y linfocitosis. 
Por el contrario, el síndrome de Cushing se caracteriza por linfocitopenia y disminución de la masa del tejido lin-
foide. La administración de glucocorticoides da lugar a la disminución del número de linfocitos, eosinófilos, monoci‑
tos y basófilos circulantes. Basta con una sola dosis de hidrocortisona para que decrezca el número de estas células 
circulantes en un lapso de 4 a 6 h, efecto que persiste 24 h, y es consecuencia de la redistribución de células, que se 
alejan de la periferia, y no son consecuencia de una mayor destrucción. A diferencia de ello, los glucocorticoides 
incrementan el número de polimorfonucleares circulantes como efecto de una mayor liberación desde la médula 
ósea, menor desaparición de estas células desde la circulacióny una menor adherencia a las paredes vasculares. Por 
último, los glucocorticoides destruyen algunas neoplasias linfoides, efecto que puede depender de su capacidad para 
activar la apoptosis. 
ACCIONES ANTIINFLAMATORIAS E INMUNODEPRESORAS. Los corticoesteroides, además de sus efectos en 
el número de linfocitos, alteran de forma profunda las reacciones inmunitarias linfocíticas; tales efectos 
constituyen un aspecto importante de las acciones antiinflamatorias e inmunodepresoras de los compues-
tos de esta categoría. Aunque el uso de glucocorticoides como antiinflamatorios no se dirige a la causa 
básica del problema, la supresión de la inflamación tiene enorme utilidad clínica que ha convertido a los 
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corticoides en uno de los fármacos administrados con más frecuencia. De forma similar, los glucocorticoi-
des son de gran utilidad para combatir enfermedades por reacciones inmunitarias secundarias, desde 
c uadros que son resultado predominante de inmunidad de tipo humoral como la urticaria (capítulo 65) 
hasta los mediados por mecanismos de la inmunidad de tipo celular, como rechazo de tejidos trasplantados 
(capítulo 35). Las acciones inmunodepresoras y antiinflamatorias de los glucocorticoides se vinculan de 
modo inextrincable, tal vez porque ambas comprenden la inhibición de las funciones leucocíticas.
Múltiples mecanismos intervienen en la supresión de la inflamación por parte de los glucocorticoides; éstos inhiben 
la producción de múltiples células de factores que son indispensables para la generación de la respuesta inflamatoria. 
Como consecuencia, se reduce la liberación de factores vasoactivos y quimiotácticos, decrece la secreción de enzimas 
lipolíticas y proteolíticas, disminuye la extravasación de leucocitos a zonas de lesión y por último se atenúa la fibrosis. 
Los glucocorticoides disminuyen la expresión de citocinas proinflamatorias y también de COX‑2 y NOS2. En el 
cuadro 42‑2 se incluyen algunos de los tipos celulares y mediadores que son inhibidos por las hormonas de este tipo.
ABSORCIÓN, DISTRIBUCIÓN, METABOLISMO y EXCRECIÓN
ABSORCIÓN. La hidrocortisona e innumerables congéneres, incluidos los análogos sintéticos, son eficaces después 
de ingeridos. Algunos ésteres hidrosolubles de la hidrocortisona y sus congéneres sintéticos se administran por vía 
intravenosa para alcanzar grandes concentraciones de los fármacos a muy corto plazo en líquidos corporales. Se 
obtienen efectos más duraderos por la inyección intramuscular de suspensiones de hidrocortisona, sus ésteres y con-
géneres. Cambios pequeños en la estructura química pueden alterar en gran medida la velocidad de absorción, lapso 
en que comienzan los efectos y duración de la acción. Los glucocorticoides se absorben de manera sistémica desde 
sitios de administración local, como los espacios sinoviales, saco conjuntival, piel y vías respiratorias. Si la adminis-
tración se prolonga cuando se cubre el sitio de aplicación con un apósito oclusivo o cuando se afectan grandes zonas 
de la piel, la absorción puede bastar para originar efectos sistémicos como la supresión del eje hipotálamo‑hipófisis‑ 
suprarrenales.
DISTRIBUCIÓN, METABOLISMO y EXCRECIÓN. Después de su absorción, ≥ 90% del cortisol en el plasma se une de 
modo reversible a proteínas, en circunstancias normales. Sólo la fracción del corticoesteroide no unida es activa y 
puede penetrar en las células. Dos proteínas plasmáticas explican casi toda la capacidad de unión de esteroides que 
son la globulina transportadora de corticoesteroides (CBG, corticosteroid‑binding globulin; se conoce también como 
Cuadro 42-2
Efectos inhibidores de los glucocorticoides en la respuesta inflamatoria/inmunitaria.
TIPO CELULAR FACTOR INHIBIDO COMENTARIOS
Macrófagos y 
monocitos
Ácido araquidónico, PG y LT
Citocinas: IL‑1, IL‑6 y factor de 
necrosis tumoral α (TNF‑α)
Reactivos de fase aguda
Mediada por la inhibición de COX‑2 y PLA2 por 
glucocorticoide.
Bloqueo de la producción y la liberación; las citocinas 
ejercen múltiples efectos en la inflamación 
(p. ej., ↑ células T, ↑ proliferación de fibroblastos).
Se incluye el tercer componente del complemento.
Células endoteliales
Basófilos
ELAM‑1 e ICAM‑1
Reactivos de fase aguda
Citocinas (p. ej., IL‑1)
Derivados del ácido araquidónico
Histamina, LTC4
Decisivos para la localización de leucocitos.
La misma situación de macrófagos/monocitos.
Liberación menor de glucocorticoides 
(que depende de lgE).
Fibroblastos Metabolitos del ácido araquidónico Igual que las anteriores relativo a macrófagos y monocitos.
 Los glucocorticoides ↓ la síntesis de DNA y la 
proliferación de fibroblastos (inducidos por factores 
de crecimiento).
Linfocitos Citocinas (IL‑1, IL‑2, IL‑3, IL‑6, 
TNF‑α, GM‑CSF, interferón γ)
Igual que en los apartados anteriores respecto de 
macrófagos y monocitos.
ELAM-1, molécula de adherencia de leucocito/endotelio-1; ICAM-1, molécula 1 de adherencia intercelular; LT, leucotrieno; PG, 
prostaglandina.
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transcortina) y la albúmina. La CBG es una globulina α secretada por el hígado, con enorme afinidad por los corti-
coesteroides (constante calculada de disociación cercana a 1.3 ¥ 10-9 M), pero una capacidad fijadora total relativa-
mente pequeña, en tanto que la albúmina, también producida por el hígado, tiene una capacidad relativamente grande 
de fijación o unión, pero escasa afinidad (constante calculada de disociación de 1 ¥ 10-3 M). Con concentraciones 
normales o bajas de corticoesteroides, gran parte de la hormona está fijada a proteína. Con altas concentraciones de 
dichos esteroides, la capacidad de fijación a proteína se rebasa y una fracción mayor del corticos teroide existe en 
estado libre. La CBG tiene una afinidad relativamente grande por el cortisol y algunos de sus congéneres sintéticos, 
y escasa afinidad por aldosterona y metabolitos esteroides conjugados con glucurónido; por tal razón se identifica en 
forma libre un porcentaje mayor de estos últimos esteroides. Durante el embarazo se produce un estado especial de 
hipercorticismo fisiológico. Las mayores cantidades de estrógeno circulante inducen la producción de CBG y esta 
última globulina y el cortisol plasmático total se incrementan varias veces. No se ha dilucidado la importancia fisio-
lógica de estos cambios.
Los esteroides sintéticos con un grupo 11‑ceto como la cortisona y la prednisona deben reducirse por mecanismos 
enzimáticos hasta su derivado correspondiente 11b‑hidroxi antes de que sean biológicamente activos. La isoenzima 
de tipo 1 de 11b‑hidroxiesteroide deshidrogenasa (11bHSD1) cataliza dicha reducción sobre todo en el hígado, pero 
también en sitios especializados como los adipocitos, los huesos, los ojos y la piel. En situaciones en que disminuye 
tal actividad enzimática está indicado utilizar los corticoesteroides que no necesitan activación por enzimas (como la 
hidrocortisona o la prednisolona, y no la cortisona o la prednisona). Tales contextos comprenden la insuficiencia he ‑ 
pática grave y sujetos con cuadros raros de deficiencia de la cortisona reductasa.
RELACIONES DE ESTRUCTURA-ACTIVIDAD. Las modificaciones químicas de la molécula de cortisol han generado 
derivados con independencia mucho mayor entre las actividades de glucocorticoides y las de mineralocorticoides 
(cuadro 42‑3). En relación con diversos glucocorticoides sintéticos, los efectos en los electrólitos son mínimos, 
incluso con las dosis máximas usadas. Además, las modificaciones han permitido la obtención de derivados con 
potencia mayor y duraciones de acción más largas. Se cuenta con muchos derivados esteroides para administración 
oral, parenteral y tópica. Ninguno de los derivados actuales separa de forma eficaz los efectos antiinflamatorios de 
los ejercidos en el metabolismo de carbohidratos, proteínas y grasas, o bien de los efectos supresores en el eje hipo‑ 
tálamo‑hipófisis‑suprarrenales.En el cuadro 42‑3 se muestran las potencias de retención de sodio y antiinflamatorias de los corticoesteroides repre-
sentativos. Algunos de ellos se clasifican de manera predominante como glucocorticoides (como el cortisol), pero 
también poseen una mínima actividad mineralocorticoide importante y por ello pueden modificar el metabolismo 
hidroelectrolítico en el entorno clínico. En las dosis empleadas para restitución en pacientes con insuficiencia 
Cuadro 42-3
Potencias relativas y dosis equivalentes de corticoesteroides representativos.
COMPUESTO
POTENCIA 
ANTIINFLAMATORIA
POTENCIA PARA 
RETENER Na+
DURACIÓN 
DE ACCIÓNa
EQUIVALENTE DE 
DOSIS (mg)b
Cortisol 1 1 S 20
Cortisona 0.8 0.8 S 25
Fludrocortisona 10 125 I c
Prednisona 4 0.8 I 5
Prednisolona 4 0.8 I 5
6α‑metilprednisolona 5 0.5 I 4
Triamcinolona 5 0 I 4
Betametasona 25 0 L 0.75
Dexametasona 25 0 L 0.75
aSemivida biológica: S, breve (8 a 12 h); I, intermedia (12 a 36 h); L, larga (36 a 72 h).
bLas relaciones posológicas son válidas sólo para la administración oral o IV; las potencias pueden diferir en gran medida des-
pués de la administración IM o intraarticular.
cEl compuesto señalado no se utiliza por sus efectos glucocorticoides.
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suprarrenal primaria, los efectos mineralocorticoides de dichos “glucocorticoides” no son suficientes para reponer o 
sustituir los de la aldosterona y es necesaria la administración simultánea de un mineralocorticoide más potente. En 
cambio, la aldosterona tiene una potencia extraordinaria en relación con la retención de Na+, pero discreta en cuanto 
a efectos en el metabolismo de carbohidratos. Con el ritmo normal de secreción por parte de la corteza suprarrenal 
o en dosis que modifican al máximo el equilibrio de electrólitos, la aldosterona carece de actividad glucocorticoide 
importante y con ello actúa como un mineralocorticoide puro.
TOXICIDAD DE LOS CORTICOESTEROIDES 
El empleo terapéutico de los corticoesteroides ha generado dos categorías de efectos tóxicos: los produ-
cidos por la interrupción de la corticoterapia y los inducidos por uso ininterrumpido a dosis suprafisioló-
gicas. Ambos efectos pueden ser letales y obligan a una valoración inicial cuidadosa de los riesgos y los 
beneficios en cada paciente.
INTERRUPCIÓN DEL TRATAMIENTO. El problema más frecuente con la interrupción de los corticoesteroides es la 
exacerbación de la enfermedad primaria tratada. La situación anterior también se acompaña de otras complicaciones, 
de las cuales la más grave es la insuficiencia suprarrenal aguda que es consecuencia de la suspensión demasiado 
rápida de los corticoesteroides después de administrarlos por largo tiempo y de la supresión del eje hipotálamo‑
hipófisis‑suprarrenales. Muchos enfermos se recuperan de la supresión del eje inducida por glucocorticoides, lo cual 
dura semanas o meses; sin embargo, en algunas personas el tiempo hasta la recuperación puede ser de un año o más. 
Se han propuesto protocolos para interrumpir la corticoterapia en sujetos sometidos a ella por largo tiempo. Los 
individuos que recibían dosis suprafisiológicas de estos productos por un lapso de dos a cuatro semanas en los 12 
meses anteriores deben considerarse con moderada deficiencia del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales. El sín-
drome de abstinencia característico comprende fiebre, mialgias, artralgias y malestar general, al grado de que algunas 
veces es difícil diferenciarlo de algunas de las enfermedades primarias contra las cuales se instituyó la corticoterapia. 
Por último, un cuadro raro que acompaña en ocasiones a la disminución de la dosis de estos productos o la interrup-
ción de su uso es el seudotumor cerebral, cuadro clínico que incluye intensificación de la presión intracraneal con 
papiledema.
USO ININTERRUMPIDO DE DOSIS SUPRAFISIOLÓgICAS DE gLUCOCORTICOIDES. Además de las consecuencias de 
la supresión del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales, pueden surgir otras complicaciones tras la administración 
prolongada de estos fármacos; comprenden alteraciones hidroelectrolíticas, hipertensión, hiperglucemia, mayor sus-
ceptibilidad a infecciones, posibilidad de úlceras pépticas, osteoporosis, miopatías, trastornos conductuales, catara-
tas, retraso del crecimiento y el cambio característico de las proporciones corporales después del consumo excesivo 
de estos productos, incluidos redistribución de grasa, estrías y equimosis.
USOS TERAPÉUTICOS
Con la excepción de tratamientos de restitución en estados deficitarios, el empleo de glucocorticoides se 
establece en gran medida sobre bases empíricas. Ante el número y gravedad de los posibles efectos adver-
sos, la decisión de instituir corticoterapia siempre obliga a la consideración minuciosa de los riesgos y 
beneficios relativos en cada paciente. En enfermedades y pacientes específicos, es importante seleccionar 
de forma empírica la dosis adecuada para obtener un efecto terapéutico particular y es necesario revalo-
rarla de manera periódica conforme cambie la actividad del cuadro primario o surjan complicaciones del 
tratamiento. Una sola dosis de glucocorticoides, incluso si es grande, prácticamente carece de efectos 
nocivos, y el ciclo breve que abarca incluso una semana, en caso de no haber contraindicaciones espe‑
cíficas, posiblemente no inflige daño. A medida que se prolonga la duración de la corticoterapia más allá 
de una semana, hay incrementos de la incidencia de efectos discapacitantes que dependen del lapso y las 
dosis y que pueden ser letales. Excepto en pacientes que reciben glucocorticoides como forma de restitu-
ción, son productos inespecíficos que no tienen beneficio terapéutico sino paliativo, en virtud de sus 
acciones antiinflamatorias e inmunodepresoras. Por último, la interrupción súbita de la corticoterapia 
prolongada se acompaña del riesgo de insuficiencia suprarrenal tal vez letal.
Si se administran los glucocorticoides por largo tiempo es importante seleccionar la dosis de forma empírica, que 
debe ser la más pequeña que alcance el efecto deseado. Si el objetivo terapéutico es el alivio de síntomas dolorosos 
o molestos sin vinculación con una enfermedad letal inmediata, no se busca el alivio completo y se reduce poco a 
poco la dosis de cada producto hasta que el empeoramiento de síntomas señala que se ha llegado a la dosis mínima 
aceptable. En la medida de lo posible, sustituir por otros fármacos, como antiinflamatorios no esteroides, puede 
facilitar la disminución gradual de la dosis de glucocorticoides una vez que se alcanzó el beneficio inicial del trata-
miento. Si éste se enfoca en una enfermedad que puede ser letal (como el pénfigo o la encefalitis lúpica), la dosis 
inicial debe ser lo suficientemente grande para controlar con rapidez la crisis. Si no se reconoce en un plazo breve 
algún beneficio, la dosis se duplica o triplica. Después del control inicial en una enfermedad tal vez letal se reduce la 
dosis en situaciones que permitan las observaciones frecuentes y precisas del paciente.
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El hecho de que no surjan efectos nocivos probados con una sola dosis de glucocorticoides dentro de los límites 
terapéuticos habituales justifica su administración a personas en estado grave que pueden tener insuficiencia su ‑ 
prarrenal. Si el trastorno primario es consecuencia de la deficiencia de glucocorticoides, con una sola inyección 
intravenosa de una presentación soluble se evita la muerte inmediata y se dispone de tiempo para establecer el diag-
nóstico definitivo. Si la enfermedad primaria no es la insuficiencia suprarrenal, una sola dosis no ocasiona daño al 
paciente. Es importante reservar ciclos largos de tratamiento con dosis grandes contra enfermedades letales. Para 
reducir la supresión del eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales se administran por los mañanas en una sola dosis 
presentaciones corticoesteroides de acción intermedia (como prednisona o prednisolona).Se ha recurrido a la admi-
nistración en días alternados con los mismos glucocorticoides porque algunos individuos experimentan respuestas 
terapéuticas adecuadas con tal régimen. De manera opcional, a menudo se recurre a los “pulsos” con dosis altas de 
glucocorticoides (es decir, dosis hasta de 1.5 g de metilprednisolona/día durante tres días), para instituir el trata-
miento en enfermos con trastornos inmunológicamente similares y fulminantes, como el rechazo agudo de un órgano 
trasplantado, la glomerulonefritis necrosante o la nefritis lúpica. 
TRATAMIENTO DE RESTITUCIÓN EN LA INSUFICIENCIA SUPRARRENAL. La insuficiencia suprarrenal es 
resultado de lesiones estructurales o funcionales de la corteza suprarrenal (insuficiencia primaria o enfer-
medad de Addison) o de lesiones estructurales o funcionales de la adenohipófisis o el hipotálamo (insufi-
ciencia secundaria). En países desarrollados, la insuficiencia suprarrenal primaria es consecuencia muy a 
menudo de trastornos suprarrenales autoinmunitarios, en tanto que en países en desarrollo el origen más 
frecuente es la adrenalitis tuberculosa. Otras causas comprenden adrenalectomía, hemorragia de ambas 
suprarrenales, infiltración neoplásica de las glándulas suprarrenales, síndrome de inmunodeficiencia 
adquirida, cuadros hereditarios que alteran las enzimas esteroidógenas y leucodistrofia ligada al cromo-
soma X. La insuficiencia suprarrenal secundaria por disfunción de hipófisis o hipotálamo tiene un cuadro 
inicial más insidioso que la enfermedad primaria, tal vez porque no se pierde la biosíntesis de minera ‑ 
locorticoides. 
INSUFICIENCIA SUPRARRENAL AGUDA. Es una enfermedad letal que se caracteriza por síntomas del tubo 
digestivo, como náusea, vómito y dolor abdominal, deshidratación, hiponatremia, hiperpotasemia, debi-
lidad, letargo e hipotensión arterial. Por lo regular se vincula con trastornos de las suprarrenales y no de 
la hipófisis o el hipotálamo y algunas veces aparece después de la interrupción repentina de dosis grandes 
de glucocorticoides o usadas por largo tiempo.
El tratamiento inmediato de personas con insuficiencia suprarrenal aguda incluye la administración intravenosa de 
una solución isotónica de cloruro de sodio complementada con solución glucosada al 5% y corticoesteroides, y 
medidas apropiadas contra las causas desencadenantes como la infección, traumatismos o hemorragias. Muchas 
veces la función cardiaca disminuye en el marco de la insuficiencia corticosuprarrenal y por ello debe vigilarse al 
paciente de forma seriada en busca de signos de sobrecarga volumétrica, como la elevación de la presión venosa 
central o la aparición de edema pulmonar. Después de un bolo inicial intravenoso de 100 mg se administra la hidro-
cortisona (cortisol) por goteo continuo a razón de 50 a 100 mg cada 8 h; esta dosis confiere suficiente actividad 
mineralocorticoide para cubrir todas las necesidades. Al estabilizarse el enfermo pueden reducirse las dosis de hi ‑ 
drocortisona a 25 mg cada 6 a 8 h. Después de ese punto se trata al paciente de la misma forma observada en personas 
con insuficiencia suprarrenal crónica. Para tratar la insuficiencia suprarrenal aguda no confirmada es posible sustituir 
la hidrocortisona por 4 mg de fosfato sódico de dexametasona, dado que esta última no muestra reacción cruzada 
con la cuantificación de cortisol y no interfiere en la medición de este último (en forma basal o en respuesta a la 
prueba de estimulación con cosintropina). La ausencia de reacción a la cosintropina en tal situación es un signo diagnós ‑ 
tico de insuficiencia suprarrenal.
INSUFICIENCIA SUPRARRENAL CRÓNICA. Los pacientes con esta forma de insuficiencia tienen un cuadro 
inicial que incluye las mismas manifestaciones que surgen en la crisis suprarrenal, pero menos intensa. 
Necesitan la administración diaria de corticoesteroides.
Los regímenes de restitución habituales han utilizado hidrocortisona en dosis de 20 a 30 mg/día. También se ha 
empleado el acetato de cortisona, forma inactiva hasta que se transforma en cortisol por acción de 11bHSD1, en 
dosis de 25 a 37.5 mg/día. En un intento por reproducir el ritmo diurno normal de la secreción de cortisol, dichos 
glucocorticoides, en términos generales, se han administrado en fracciones, es decir, las dos terceras partes de la dosis 
por la mañana y el tercio restante en la tarde. Algunos pacientes con insuficiencia suprarrenal primaria se han man-
tenido con hidrocortisona e ingreso irrestricto de sodio, pero muchos de los enfermos de este tipo también necesitan 
mineralocorticoides de restitución; las más de las veces se ha utilizado el acetato de fludrocortisona en dosis de 0.05 
a 0.2 mg/día. En el caso de personas con insuficiencia suprarrenal secundaria, la administración de un glucocorti-
coide solo es casi siempre adecuada porque está intacta la zona glomerular, que sintetiza los mineralocorticoides. Al 
iniciar el tratamiento en pacientes con panhipopituitarismo es importante administrar glucocorticoides antes de indi-
car la administración de hormona tiroidea, ya que la utilización de esta última puede desencadenar insuficiencia 
suprarrenal aguda al intensificar el metabolismo del cortisol. 
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La adecuación de la restitución de corticoesteroides se juzga con criterios clínicos y mediciones bioquímicas. La 
sensación de bienestar, que es subjetiva, por parte del paciente, es un importante parámetro clínico en la enfermedad 
primaria y la secundaria. En la insuficiencia suprarrenal primaria son indicadores válidos de restitución adecuada la 
desaparición de la hiperpigmentación y la resolución de alteraciones electrolíticas. El tratamiento excesivo pue ‑ 
de ocasionar manifestaciones del síndrome de Cushing en adultos y disminución del crecimiento lineal en niños. 
Cabe utilizar las concentraciones plasmáticas de ACTH como un índice para vigilar el tratamiento en individuos con 
insuficiencia suprarrenal primaria, y no debe quedar suprimida la cifra de ACTH de las primeras horas de la mañana 
sino ser < 100 pg/ml (22 pmol/L).
Las dosis regulares de glucocorticoides deben incrementarse a menudo en ajustes en personas que también reciben 
fármacos que intensifican la eliminación metabólica (como la fenitoína, los barbitúricos o la rifampicina) o que pre-
sentan situaciones de estrés como enfermedades intercurrentes. Todos los pacientes de insuficiencia suprarrenal 
deben utilizar un brazalete de alerta o distintivo que señale la entidad diagnóstica y aporte información respecto del 
régimen de corticoesteroides. En enfermedades menores se duplica la dosis de glucocorticoides. El paciente y sus 
parientes también deben estar preparados para administrar dexametasona parenteral (4 mg por vía subcutánea o 
intramuscular), si la náusea o el vómito intenso impiden la ingestión de fármacos; después deben solicitar inmedia-
tamente la atención médica. Se ajusta también la dosis del glucocorticoide cuando los individuos con insuficiencia 
suprarrenal deben someterse a intervención quirúrgica. En tal situación, las dosis se calculan para aproximarse al 
índice de secreción máximo de cortisol de 200 mg/día o excederlo; un régimen común incluye 100 mg de hidrocor-
tisona por vía parenteral cada 8 h. Después de la operación, la dosis se reduce a la mitad cada día, hasta las concen-
traciones habituales de mantenimiento.
HIPERPLASIA SUPRARRENAL CONGÉNITA (CAH). La hiperplasia suprarrenal congénita (CAH, congenital 
adrenal hyperplasia) se refiere a la relación de un grupo de trastornos genéticos en el que surge deficien-
cia de la actividad de una de las enzimas necesarias para la biosíntesis de glucocorticoides. La menor 
producción de cortisol y la ausencia de la inhibición por retroalimentación negativa originan una mayor 
liberación de ACTH. Como consecuencia, se producen en exceso otros corticoesteroides hormonalmente 
activos, que están situados en sentido proximal al bloqueo enzimático en la víaesteroidógena. La CAH 
induce la aparición de diversos trastornos en los cuales el cuadro inicial preciso, los datos de estudio de 
laboratorio y el tratamiento dependen de la enzima esteroidógena deficiente. En cerca de 90% de los pa-
cientes, la CAH es consecuencia de mutaciones de CYP21, la enzima que se encarga de la reacción de 
21‑hidroxilación (figura 42‑3).
Desde el punto de vista clínico se divide a los pacientes en los que tienen CAH típica, que muestran graves defectos 
en la actividad enzimática y cuyo cuadro se manifiesta por primera vez en la niñez, y los que tienen la forma de CAH 
atípica, que se manifiesta por primera vez después de la pubertad con signos y síntomas de exceso leve de andrógenos 
como el hirsutismo, la amenorrea, la infecundidad y el acné. Las pacientes con CAH típica, si no se trataron con 
glucocorticoides desde la vida fetal, nacen a menudo con genitales externos virilizados (seudohermafroditismo feme-
nino), que es efecto de la mayor producción de precursores de andrógenos por las suprarrenales en fases críticas de 
la diferenciación sexual en la etapa fetal. Los varones muestran aspecto normal al nacer y más adelante pueden pre-
sentar tempranamente características sexuales secundarias (pubertad isosexual temprana o precoz). En niños y niñas 
se acelera el crecimiento lineal, pero disminuye la talla del adulto porque se cierran de modo prematuro las epífisis. 
Algunos individuos de CAH típica no pueden conservar con normalidad la natremia y por ello se los ha denominado 
“perdedores salinos o natriopénicos”. Todos los pacientes de CAH típica necesitan restitución a base de hidrocorti-
sona o un fármaco congénere idóneo, y los que sufren problemas de la hiponatremia también necesitan mineralocor-
ticoides como forma de reposición. Con el tratamiento se intenta restaurar las concentraciones de hormonas 
esteroideas fisiológicas a límites normales y suprimir ACTH, y en consecuencia anular los efectos de la producción 
excesiva de andrógenos suprarrenales. La dosis típica de hidrocortisona ingerida se acerca a 0.6 mg/kg al día, en dos 
o tres fracciones. El mineralocorticoide utilizado es el acetato de fludrocortisona (0.05 a 0.2 mg/día). Muchos espe-
cialistas también administran cloruro de sodio a los lactantes (la quinta parte de una cucharadita cafetera disuelta en 
la fórmula láctea diariamente) hasta que el niño consume alimentos sólidos. Los signos que orientan en el tratamiento 
son el incremento de peso y talla, cifras plasmáticas de 17‑hidroxiprogesterona y presión arterial. La mayor actividad 
de renina plasmática sugiere que el enfermo no recibe una dosis adecuada del mineralocorticoide. Las etapas de 
aceleración súbita del crecimiento lineal suelen señalar supresión hipofisaria inadecuada y secreción excesiva 
de andrógeno, en tanto que el retardo del crecimiento sugiere tratamiento excesivo con glucocorticoides.
USOS TERAPÉUTICOS EN ENFERMEDADES NO ENDOCRINAS. Los glucocorticoides se utilizan de forma 
extensa en enfermedades en las que no interviene directamente el eje hipotálamo‑hipófisis‑suprarrenales. 
Las entidades que se describen a continuación ilustran los principios que rigen el consumo de glucocor-
ticoides en cuadros seleccionados, en los que se emplean más a menudo. La dosis de estos compuestos 
varía en gran proporción con la naturaleza y la intensidad del cuadro primario. Se proporcionan dosis 
aproximadas de un glucocorticoide representativo (como la prednisona).
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Enfermedades reumáticas. Los glucocorticoides se usan de modo amplio en el tratamiento de enfermedades reumáticas 
y son algunos de los elementos básicos para tratar afecciones inflamatorias de esta categoría más graves como el 
lupus eritematoso sistémico, diversas vasculitis como la poliarteritis nudosa, la granulomatosis de Wegener, el síndro ‑ 
me de Churg‑Strauss y la arteritis de células gigantes. En relación con estos trastornos más graves, la dosis inicial 
debe bastar para suprimir con rapidez la enfermedad y reducir al mínimo el daño tisular resultante. En el comienzo 
suele utilizarse prednisona (1 mg/kg/día) en fracciones, seguida casi siempre por la consolidación a una sola dosis 
diaria y más adelante la disminución paulatina hasta llegar a una dosis eficaz mínima, tal y como lo manifieste el 
cuadro clínico. 
Los glucocorticoides se administran por lo regular junto con otros inmunodepresores como la ciclofosfamida y el 
metotrexato, que ofrecen un mayor control a largo plazo que los esteroides solos. La excepción es la arteritis de 
células gigantes en la cual los glucocorticoides son todavía mejores que los demás compuestos. Hay que tener gran 
cautela en el uso de estos fármacos en algunas formas de vasculitis (como la poliarteritis nudosa) en las cuales pue den 
in tervenir en la patogenia las infecciones ocultas con virus de hepatitis. Los glucocorticoides de acción intermedia 
como la prednisona y la metilprednisolona, en términos generales, son preferibles y no los productos de acción más 
larga como la dexametasona.
En la artritis reumatoide, los glucocorticoides, en virtud de sus efectos secundarios graves y debilitantes si se usan 
por largo tiempo, se prescriben como fármacos estabilizadores en el caso de la enfermedad progresiva que no mejora 
con tratamientos de primera línea como fisioterapia y antiinflamatorios no esteroideos. En este caso, con los glucocor‑
ticoides se obtiene alivio hasta que ejercen su efecto otros antirreumáticos de acción más lenta (como el metrotrexato 
o compuestos que actúan sobre el factor de necrosis tumoral). Una dosis inicial típica es de 5 a 10 mg de prednisona 
al día. En casos de exacerbaciones agudas es posible recurrir a dosis mayores de glucocorticoides (casi siempre 20 a 
40 mg/día de prednisona o su equivalente) y a partir de ese momento disminuir con rapidez las dosis. Otra posibilidad 
consiste en tratar con inyecciones intraarticulares de corticoesteroides a pacientes con un cuadro sintomático grave 
circunscrito a una articulación o sólo algunas. Según sea el tamaño de la articulación, las dosis típicas son de 5 a 20 
mg de acetónido de triamcinolona o su equivalente. 
En artropatías degenerativas no inflamatorias (como la osteoartritis) o en diversos síntomas de dolor regional (como 
tendinitis o bursitis), los glucocorticoides se pueden administrar por inyección local para tratar exacerbaciones epi-
sódicas del trastorno. Es importante utilizar un producto que no necesite bioactivación (como prednisolona y no 
prednisona) y reducir al mínimo la frecuencia de la administración local, siempre que sea posible. En el caso de la 
inyección repetida de esteroides por vía intraarticular, existe una incidencia notable de destrucción articular indolora 
que se asemeja a la del cuadro de la artropatía de Charcot. Se recomiendan inyecciones intraarticulares a intervalos 
de tres meses, como mínimo, para prevenir la aparición de complicaciones.
Nefropatías. Los pacientes con síndrome nefrótico por enfermedad con cambios mínimos evolucionan por lo regular 
de modo satisfactorio con la corticoterapia y los glucocorticoides constituyen fármacos de primera línea para adultos 
y niños. La dosis diaria inicial de prednisona es de 1 a 2 mg/kg durante seis semanas, seguida de la disminución 
gradual en un lapso de seis a ocho semanas, aunque algunos nefrólogos recomiendan el tratamiento en días alterna-
dos. Los datos objetivos de respuesta, como la disminución de la proteinuria, se detectan en término de dos a tres 
semanas en 85% de los pacientes, y > 95% de los enfermos muestra remisión en un plazo de tres meses. Los sujetos 
con nefropatía como consecuencia del lupus eritematoso sistémico se someten casi siempre a un lapso de prueba con 
glucocorticoides. En el caso de la glomerulonefritis membranosa, muchos nefrólogos recomiendan seguir un periodo 
de prueba con glucocorticoides en días alternos durante ocho a 10 semanas (p. ej., 120 mg de prednisonacada tercer 
día) y a ello seguir un periodo de uno a dos meses de disminución gradual de las dosis.
Enfermedades alérgicas. La acción de los glucocorticoides en enfermedades alérgicas no es inmediata y algunos suje-
tos con reacciones alérgicas graves como la anafilaxia necesitan inmediatamente la administración de epinefrina. Las 
manifestaciones de las enfermedades alérgicas de corta duración, por ejemplo fiebre del heno, enfermedad del suero, 
urticaria, dermatitis por contacto, reacciones farmacológicas, picaduras de abejas y edema angioneurótico, pueden 
suprimirse con dosis adecuadas de glucocorticoides como complementos del tratamiento primario. En casos graves 
conviene la administración intravenosa de glucocorticoides (125 mg de metilprednisolona por vía endovenosa cada 
6 h o su equivalente). En la rinitis alérgica se considera que los corticoesteroides intranasales constituyen los fárma-
cos más indicados, según muchos especialistas.
Neumopatías. El uso de glucocorticoides en el asma bronquial y otras neumopatías se expone en el capítulo 36. La 
corticoterapia en fase prenatal es frecuente en casos de parto prematuro, disminución de la incidencia del síndrome 
de membranas hialinas, hemorragia intraventricular y muerte en productos nacidos en fecha prematura. Se adminis-
tran a mujeres con signos definitivos de parto prematuro, entre las 26 y 34 semanas de la gestación, 12 mg de beta-
metasona por vía intramuscular cada 24 h en un total de dos dosis, o 6 mg de dexametasona por vía intramuscular 
cada 12 h en un total de cuatro dosis.
Enfermedades infecciosas. El uso de glucocorticoides inmunodepresores en cuadros infecciosos podría parecer paradó-
jico, pero se conoce un número escaso de situaciones en que están indicados para erradicar patógenos infecciosos 
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específicos. Un caso de los ejemplos beneficiosos se identifica en sujetos con sida y neumonía por Pneumocystis 
carinii e hipoxia moderada e intensa; la adición de glucocorticoides al régimen con antibióticos mejora la oxigena-
ción y reduce la incidencia de insuficiencia respiratoria y muerte. En forma similar, los fármacos de este tipo dismi-
nuyen sin duda la incidencia de deficiencias neurológicas a largo plazo vinculadas con la meningitis por Haemophilus 
influenzae tipo b en lactantes y niños ≥ 2 meses de vida.
Oftalmopatías. Los glucocorticoides se utilizan a menudo para suprimir la inflamación del ojo, y su uso apropiado 
hace posible conservar la visión. Se los aplica de forma tópica contra enfermedades de la porción externa del ojo y el 
segmento anterior y alcanzan concentraciones terapéuticas en el humor acuoso después de instilarlos en el saco con-
juntival. En el caso de enfermedades del segmento posterior se necesita la inyección intraocular o sistémica. Los 
empleos anteriores de los glucocorticoides se exponen en el capítulo 64.
Dermatosis. Los glucocorticoides son extraordinariamente eficaces en el tratamiento de diversas dermatosis inflama-
torias. Un régimen típico contra una erupción eccematosa es la pomada de hidrocortisona al 1% aplicada dos veces 
al día. La eficacia mejora con la aplicación del esteroide tópico bajo una película oclusiva, como una capa de material 
plástico; por desgracia, con apósitos oclusivos también incrementan el riesgo de absorción sistémica y ello puede 
constituir un problema grave cuando se aplican en la piel inflamada los glucocorticoides más potentes. Los fármacos 
de ese tipo se administran por vía sistémica contra episodios graves de dermatosis agudas y exacerbaciones de enfer-
medades crónicas de la piel. Las dosis en estas situaciones son casi siempre de 40 mg de prednisona/día. La adminis-
tración sistémica de corticoesteroides puede salvar la vida en el pénfigo y en éste se necesitan en ocasiones dosis 
diarias incluso de 120 mg de prednisona. El capítulo 65 expone los usos dermatológicos de los glucocorticoides.
Enfermedades del tubo digestivo. Las personas con enteropatías inflamatorias (como la colitis ulcerosa crónica y la 
enfermedad de Crohn) que no mejoran con medidas más conservadoras (como reposo, dieta y sulfasalazinas) pueden 
beneficiarse de la corticoterapia; los glucocorticoides son más útiles en las exacerbaciones agudas (capítulo 47).
Hepatopatías. No hay certeza (y sí controversias) acerca del uso de corticoesteroides en hepatopatías. Los fármacos de 
este tipo suministran beneficio en la hepatitis autoinmunitaria e incluso 80% de los pacientes experimenta remisión 
histológica cuando se trata con 40 a 60 mg de prednisona al día, en la fase inicial, para disminuir de modo gradual a 
una dosis de mantenimiento de 7.5 a 10 mg al día, después del descenso de las concentraciones de las transaminasas 
séricas. No hay certeza en cuanto a la utilidad de los corticoesteroides en la hepatopatía alcohólica; los metaanáli ‑ 
sis más recientes no confirman beneficios de los fármacos de esta categoría. En las hepatopatías graves se utiliza 
prednisolona en vez de prednisona porque ésta necesita transformación en el hígado para ser activa.
Cánceres. Los glucocorticoides se prescriben dentro de la quimioterapia de la leucemia linfocítica aguda y los linfomas 
por sus efectos antilinfocíticos, con gran frecuencia como parte del tratamiento por combinación (capítulos 46 y 63).
Edema cerebral. Los corticoesteroides son útiles para disminuir o evitar el edema cerebral que surge en casos de para-
sitosis y neoplasias, en particular las metástasis.
USOS DIVERSOS
Sarcoidosis. Los corticoesteroides son los fármacos indicados para personas con síntomas debilitantes o formas leta-
les de sarcoidosis. Los individuos con grave afectación pulmonar reciben 10 a 20 mg de prednisona al día o una dosis 
equivalente de otros corticoesteroides para inducir la remisión. Se necesitan dosis mayores contra otras formas de la 
enfermedad. Las dosis de mantenimiento pueden llegar a 5 mg de prednisona/día. Todos los pacientes que necesitan 
corticoterapia por largo tiempo con dosis que rebasan la producción diaria normal de cortisol están expuestos a un 
mayor peligro de tuberculosis secundaria; por esta razón, si hay positividad a la reacción de tuberculina u otros signos 
de tuberculosis, es preciso aplicar medidas antituberculosas profilácticas.
Trombocitopenia. En la trombocitopenia se utilizan 0.5 mg de prednisona/kg para controlar la tendencia hemorrágica. 
En los casos más graves y para comenzar el tratamiento de la trombocitopenia idiopática se recurre a dosis diarias de 
prednisona (1 a 1.5 mg/kg). Los individuos con la trombocitopenia idiopática resistente pueden mejorar con la corti-
coterapia con dosis altas en “pulsos” o días alternados.
Destrucción autoinmunitaria de eritrocitos. Los sujetos con destrucción autoinmunitaria de eritrocitos (como el caso de 
la anemia hemolítica con una prueba de Coombs positiva) se tratan con 1 mg de prednisona/kg/día. En el marco de la 
hemólisis grave se pueden administrar dosis mayores y se reducen de forma gradual conforme mejora la anemia. En 
los enfermos con mejoría se necesitan algunas veces durante varios meses dosis pequeñas de mantenimiento.
Trasplante de órganos. Con esta técnica se administran dosis grandes de prednisona (50 a 100 mg) en el momento de 
las operaciones de trasplante, junto con otros inmunodepresores, y muchos enfermos se someten al régimen de man-
tenimiento que incluye dosis menores de glucocorticoides (capítulo 35). Si se practica trasplante de algunos órganos 
sólidos (como el páncreas), han tenido aceptación cada vez mayor, protocolos en que se interrumpe el uso de corti-
coesteroides poco después del procedimiento o no se prescriben en absoluto.
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Lesión medular. Datos de investigaciones multicéntricas con testigos han demostrado disminuciones notorias de los 
defectos neurológicos de personas con lesión aguda de médula espinal tratados en las primeras 8 h después de 
ocurrida

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