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Nefropatías de origen vascular CONCEPTO Una adecuada perfusión de los riñones es imprescindible para un correcto funcionalismo renal. Aquellas enfermedades que afectan a los vasos principales renales y/o intraparenquimatosos suelen traducir una manifestación de una patología vascular generalizada, y pueden com- prometer las diferentes funciones del parénquima. La afección renal de las vasculitis se trata en el capítulo 102, Nefropatías glomerulares secundarias. TRASTORNOS DE LOS VASOS RENALES PRINCIPALES Tromboembolia de las arterias renales Concepto y etiología El infarto renal se produce cuando una arteria renal principal o segmentaria es ocluida por un émbolo o un trombo. Las tres causas https://booksmedicos.org 874 SECCIÓN VI Nefrología principales son: la tromboembólica (generalmente a partir de trombos en el corazón o la aorta); la trombosis in situ, producida tras un daño de la pared arterial que ocasiona habitualmente una oclusión completa de la arteria renal principal o segmentaria de una de sus ramas; y los estados de hipercoagulabilidad. Las principales causas de embolia de las arterias renales tienen su ori- gen en el corazón y son trombos murales y/o émbolos de vegetaciones valvulares en la endocarditis, siendo bilaterales en cerca de una cuarta parte de los casos. Los aneurismas y las placas de ateroma de las arterias renales pueden constituir per se el origen de una embolización más periférica. Aunque sólo el 2% de las embolias periféricas secundarias a una fibrilación auricular afectan al riñón, estos pacientes tienen cuatro veces más riesgo de tromboembolia renal que los pacientes sin fibrilación auricular. La trombosis aguda de la arteria renal puede producirse como con- secuencia de traumatismos abdominales, progresión de una estenosis ateromatosa o displásica de la arteria renal, aneurisma de la aorta o arteria renal, procesos inflamatorios de la arteria (sífilis, poliarteritis nudosa, arteritis de Takayasu, arteritis de Horton, enfermedad de Behçet, etc.), o bien tras la práctica de una cateterización de la arteria renal. También se han descrito casos de trombosis espontánea, sobre todo en condiciones de hipercoagulabilidad (aunque es más típico una trombosis venosa) o ante sustancias vasoactivas (cocaína). Cuadro clínico Las manifestaciones clínicas de la tromboembolia de las arterias renales dependen de la masa renal afecta y de la rapidez de la oclusión. La trom- bosis aguda bilateral conlleva una insuficiencia renal progresiva, mien- tras que la oclusión crónica de una arteria renal puede acompañarse del desarrollo de la circulación colateral y no manifestarse clínicamente. En los enfermos que presentan síntomas (alrededor de la mitad), los más frecuentes son dolor lumbar agudo y/o abdominal generalizado, acompañados frecuentemente de náuseas, vómitos y ocasionalmente fiebre. Suele asociarse la presencia de HTA aguda, posiblemente rela- cionada con un incremento en la liberación de renina (transitoria o persistente) por el parénquima isquémico. El infarto renal se acompaña de elevaciones en sangre de las enzimas presentes en el tejido renal: la lactato-deshidrogenasa (LDH), la transaminasa glutámico-oxalacética (GOT), la creatín-fosfocinasa (CPK) y la fosfatasa alcalina (FA). Signos de embolización extrarrenal (como déficits focales neurológicos e isquemia mesentérica y de extremidades) pueden coexistir. Diagnóstico El diagnóstico es difícil y requiere un alto grado de sospecha, sobre todo en pacientes de edad avanzada. Los principales diagnósticos diferenciales son el cólico renal y la pielonefritis. La prueba inicial más frecuentemente realizada, ya que permite una correcta diferenciación entre dichas entidades, suele ser la TC con contraste. No obstante, el renograma isotópico, la gammagrafía y la RM con contraste pueden mostrar también reducciones de la perfusión renal segmentarias o generalizadas. La prueba definitiva se obtiene mediante la angiografía renal, que revela la ausencia de flujo a través de la arteria renal com- prometida. Una vez superada la fase aguda, los hallazgos radiográficos más frecuentes son la reducción del tamaño del riñón y la presencia de cicatrices corticales y de calcificaciones parenquimatosas. Tratamiento El tratamiento de elección para la tromboembolia renal se desconoce por la ausencia de estudios comparativos. En los casos no traumáticos que afecten a la arteria principal renal o bien a sus ramas segmentarias, y especialmente si su indicación es precoz, la realización de tratamiento percutáneo endovascular puede estar indicada (trombólisis regional, trombectomía y/o colocación de stent). El 80% de las revasculariza- ciones de la arteria renal efectuadas en las primeras 12 h tienen éxito. El tratamiento médico puede consistir también en anticoagulantes (heparina seguida de cumarínicos) o fibrinolíticos sistémicos, y es eficaz sobre todo si la oclusión es incompleta. Estará especialmente indicada la anticoagulación en etiologías como la fibrilación auricular, los trombos intracardíacos y los estados de hipercoagulabilidad. En los casos pos- traumáticos puede ser preciso restablecer quirúrgicamente el flujo renal. Nefropatía isquémica Concepto El término nefropatía isquémica describe la insuficiencia renal debida a una reducción en el flujo renal por la presencia de una estenosis. Habi- tualmente, la insuficiencia renal progresiva sucede cuando se ve afectada la totalidad de la masa renal y, por tanto, la estenosis de la arteria renal suele ser bilateral o unilateral en un riñón único funcionante. La obs- trucción crónica de las arterias renales adquiere importancia por ser una causa potencialmente curable de HTA y potencialmente reversible de insuficiencia renal crónica, incluso en estadios considerados como avanzados. Alrededor del 15% de los enfermos de más de 50 años que desarrollan una insuficiencia renal terminal lo hacen por esta enfermedad. Etiología Con mucho, la etiología más frecuente es una placa ateromatosa en el tercio proximal o en el ostium de ambas arterias renales. Los factores de riesgo cardiovascular mayores (tabaquismo, hiperlipemia, diabetes e HTA) son condicionantes que aceleran el desarrollo de placas arterios- cleróticas tanto en las arterias renales como en otros territorios. Una placa establecida progresa a los 5 años en más del 50% de los casos, y en el 15% llega a una total oclusión del vaso. Menos frecuentemente, la estenosis es por una displasia fibromuscular, ya que, a diferencia de las de etiología arteriosclerótica, no acostumbran a progresar. Sólo en raras ocasiones puede corresponder a otras enfermedades de la propia arteria, como arteritis de Takayasu, arteritis de células gigantes, poliarteritis nudosa, etc., o a neurinomas en la arteria renal debidos a una neurofibromatosis de von Recklinghausen. La estenosis significativa de las arterias renales conduce a una hipoxia cortical que ocasiona una rarefacción de la microvasculatura, así como una activación de las vías de inflamación y oxidación, preci- pitando el desarrollo de fibrosis intersticial. Cuadro clínico Se debe sospechar una nefropatía isquémica en pacientes con un dete- rioro persistente y progresivo de la función renal, en ausencia de una causa alternativa de daño renal (sedimento de orina poco llamativo, proteinuria generalmente inferior a 1 g/día, ausencia de parapro- teinemia, fármacos nefrotóxicos). Es más frecuente en pacientes de edad avanzada, de etnia blanca, fumadores, con antecedentes de dis- lipemia y HTA de muchos años de evolución. Estos pacientes suelen tener arteriosclerosis en otros territorios (coronariopatía isquémica, claudicación intermitente, etc.), y no es infrecuente el diagnóstico de estenosis de la arteria renal en el curso del estudio de estas afecciones. Cerca del 80% de los pacientes con enfermedad ateroembólica pre- sentan una enfermedad renal isquémica. Otros hallazgos que sugieren enfermedad renovascularson: HTA aguda que puede ser resistente al tratamiento; un aumento agudo de creatinina en relación con un tratamiento antihipertensivo eficaz, y particularmente con la introduc- ción de un IECA o con un ARA-II; episodios recurrentes de edema pulmonar y/o insuficiencia cardíaca refractaria (por la avidez de los riñones estenóticos por retener sodio); o insuficiencia renal aguda tras la colocación de una prótesis endovascular aórtica. Diagnóstico El diagnóstico de presunción de nefropatía isquémica se realizará mediante la documentación radiológica de una estenosis significativa (habitualmente superior al 70% de la luz vascular) de ambas arterias renales, o de una arteria renal en casos de riñón único funcionante. Se intentará evitar en lo posible el contraste yodado, por lo que son técnicas de elección la ecografía Doppler, la angio-TC y la angio-RM sin contraste. El diagnóstico definitivo habitualmente no se obtiene hasta la revascularización, en caso de obtenerse una estabilización o mejoría en la función renal si esta resulta exitosa (descenso de la creatinina plasmática en un 20%). En cuanto al diagnóstico diferencial, los pacientes con riesgo de nefropatía isquémica suelen tener también riesgo de padecer enfer- medad ateroembólica y nefroangiosclerosis benigna, con las que com- parten hallazgos clínicos similares, no pudiendo ser corregidas por ciru- gía o angioplastia. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 875 CAPÍTULO 104 Nefropatías de origen vascular © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Tratamiento Ante una sospecha clínica elevada de nefropatía isquémica, las alternativas terapéuticas son: un tratamiento médico conservador, la revascularización mediante procedimiento endovascular o bien la cirugía. El tratamien- to médico de la HTA (habitualmente con inhibidores del sistema renina angiotensina aldosterona [SRAA] junto con un diurético) y de los facto- res de riesgo cardiovascular debe ofrecerse a todos los pacientes, pudiendo incluso ser el único tratamiento en casos en los que la revascularización tiene pocas posibilidades de ofrecer un beneficio clínico relevante. El restablecimiento del flujo arterial mediante angioplastia y stent estará especialmente indicado en pacientes con: una corta duración de la elevación de la presión arterial o bien un aumento rápido y reciente de la creatinina previa al diagnóstico de enfermedad renovascular; fracaso del tratamiento médico para un control óptimo de la presión arterial; intolerancia al tratamiento médico (deterioro de la función renal tras ajustar los antihipertensivos); edema agudo pulmonar recu- rrente y/o insuficiencia cardíaca refractaria. La reestenosis en el propio stent es frecuente (40% de los casos), por lo que deberá realizarse una monitorización estrecha mediante pruebas de imagen. La intervención quirúrgica está restringida a pacientes con arterias múltiples de pequeño calibre o ramificación precoz de la arteria renal principal, aquellos que requieran una reconstrucción aórtica cercana a las arterias renales, o bien aquellos con fallo en la revascularización mediante stent o reestenosis intra-stent de repetición. Trombosis de las venas renales Puede ser secundaria a extensión de una tromboflebitis desde la vena cava, a la invasión de la vena renal por neoplasias renales o de órganos próximos, a traumatismos, a lesiones producidas durante intervencio- nes quirúrgicas sobre la zona, a episodios de depleción de volumen en lactantes (deshidratación, shock, sepsis, insuficiencia cardíaca, etc.) y a embarazo o uso de anticonceptivos orales. La trombosis de venas renales es rara en pacientes ambulatorios, excepto en los que presentan neoplasia renal o síndrome nefrótico (v. cap. 96, Síndrome nefrótico). El método diagnóstico de elección es la ecografía Doppler, y el trata- miento dependerá de la etiología de la trombosis. ENFERMEDADES VASCULARES DE LA MICROCIRCULACIÓN RENAL Nefroangiosclerosis benigna Concepto El término nefroangiosclerosis benigna describe las alteraciones vasculares que se encuentran en el parénquima renal asociadas principalmente a la HTA, pero también al envejecimiento progresivo del árbol vascular que aparece en individuos de edad avanzada, dislipémicos y con intolerancia a la glucosa. (En autopsias de individuos normotensos mayores de 60 años de edad se demuestran lesiones vasculares intraparenquimatosas en el riñón en más del 70% de los casos.) En pacientes hipertensos, más de un 80% de los que se encuentran en la fase asintomática presentarían cambios de nefroangios- clerosis en los riñones. La nefroangiosclerosis hipertensiva no deja de ser una manifestación de un proceso que afecta a todo el sistema cardiovascular. Etiología Además de los niveles de presión arterial, está claro que también influ- yen factores individuales (raza negra, número de nefronas al nacer) y genéticos. El mecanismo patogénico principal es la isquemia que se produce por la reducción del calibre arteriolar, ya sea funcional (vasoconstricción) o estructural (arteriosclerosis hialina). También participan otros procesos, fundamentalmente mediados por el sistema renina-angiotensina, como la hipertensión-hiperfiltración glomerular en los glomérulos remanentes y la liberación de factores de crecimiento que aumentan la fibrogénesis. Anatomía patológica Existen cambios histológicos en el compartimento vascular, glomerular y tubulointersticial. A nivel vascular, existe un engrosamiento intimal, hipertrofia muscular y reduplicación de la lámina elástica, especialmen- te en arterias pequeñas y arteriolas, que conllevan una disminución de la luz vascular. Asimismo, se produce un depósito de material hialino en la pared de los vasos dañados. Los glomérulos pueden mostrar cambios de esclerosis global o focal, así como cambios de glomerulosclerosis segmentaria y focal, traduciendo el daño mediado por la isquemia a la que son sometidos (pérdida de nefronas). El propio daño vascular y glomerular se asocia con cambios a nivel tubulointersticial que pueden ser frecuentemente graves. Se desconoce la etiología, pero podría estar mediada por mecanismos inmunológicos iniciados por la alteración de la expresión antigénica sobre las superficies de las células epiteliales tubulares, inducida por la isquemia. Cuadro clínico Los pacientes con nefroangiosclerosis suelen presentar antecedentes de hipertensión de larga evolución, elevaciones lentamente progresivas en los valores de creatinina plasmática y proteinuria moderada. La presencia de hiperuricemia (independientemente del tratamiento diurético) es un hallazgo relativamente precoz y refleja la reducción del flujo sanguíneo renal inducido por la patología vascular. El sedimento urinario habitualmente no presenta nada distintivo, aunque se pueden encontrar algunas células (hematíes y leucocitos aislados) o cilindros (granulosos o hialinos). La proteinuria, que típicamente es moderada (menos de 1 g/día), puede reflejar una hipertrofia compensadora de los glomérulos menos afectos debido a una mayor presión intraglomerular. Sólo una minoría de los casos de nefroangiosclerosis benigna pro- gresa hacia la insuficiencia renal avanzada. No obstante, el elevado número de pacientes hipertensos en la población general hace que este sea el segundo diagnóstico más frecuente de los pacientes que entran en programa de terapia de sustitución renal (diálisis o trasplante). Diagnóstico Viene dado por las características del cuadro clínico, debido a que sólo excepcionalmente está indicada la biopsia renal. En el cuadro 104-1 se resumen las características clínicas que apoyan el diagnóstico de nefroangiosclerosis.Tratamiento La probabilidad de progresión de la insuficiencia renal por nefroangios- clerosis está directamente relacionada con el grado de control de la PA, por lo que el tratamiento consiste en un control adecuado de la PA y de los factores aterógenos sobreañadidos (hiperuricemia, hiperlipemia, diabetes mellitus u obesidad). Episodios de hipertensión acelerada pueden incrementar su progresión; no obstante, la reducción de la PA debe efectuarse de modo paulatino y no bruscamente, debido a que, en la enfermedad hipertensiva, el riñón pierde parte de su capacidad para autorregular el flujo plasmático renal. Un descenso brusco de la PA puede comportar disminuciones importantes en la perfusión renal. Existen dos cuestiones importantes con respecto al tratamiento de esta entidad. En primer lugar, está el nivel óptimo de PA que se debe • CUADRO 104-1 Características clínicas que apoyan el diagnóstico clínico de nefroangiosclerosis hipertensiva Hipertensión de larga evolución o grave (suele preceder a la insuficiencia renal y/o proteinuria) Evidencia de cambios en el calibre y el aspecto de las arteriolas retinianas Presencia de hipertrofia ventricular izquierda Proteinuria presente con posterioridad al inicio de la hipertensión (normalmente con ascenso progresivo y de rango subnefrótico) Creatinina plasmática discretamente elevada (insuficiencia renal crónica lentamente progresiva, con disminución del tamaño renal) Sedimento de orina anodino Ausencia de evidencia de enfermedad renal primaria Etnia negra Antecedentes familiares de hipertensión arterial esencial Sistema pielocalicial normal Frecuente presencia de pequeños quistes corticales y cicatrices subcapsulares Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 876 SECCIÓN VI Nefrología alcanzar y, en segundo lugar, si hay diferencia en la eficacia entre los distintos antihipertensivos. El control estricto de la PA (inferior a 140/90 mm Hg) y el bloqueo del sistema renina-angiotensina son particularmente eficaces. Nefroangiosclerosis maligna Concepto La mayoría de los pacientes que presentan elevaciones significativas de PA (presión sistólica ≥ 180 mm Hg y/o diastólica ≥ 120 mm Hg) no presentan daño orgánico. Sin embargo, algunos pacientes manifiestan signos o síntomas de afección aguda de órganos diana, lo que cons- tituye una emergencia hipertensiva. La nefroangiosclerosis maligna consiste en una insuficiencia renal acusada debido a la afección de los vasos renales a causa de una emergencia hipertensiva (hipertensión maligna), y constituye uno de los factores determinantes del pronós- tico de estos enfermos. Etiología Se considera que la necrosis fibrinoide arteriolar, asociada a la nefroan- giosclerosis maligna, es simplemente una consecuencia del daño endo- telial producido por el grado de hipertensión (cifras altas de PA) y la rapidez de instauración, pues muchos de los cambios histopatológicos revierten al normalizar la PA. Otros investigadores han atribuido al sistema renina-angiotensina un papel etiológico en el desarrollo de las lesiones de hipertensión maligna. Aunque los niveles sanguíneos de renina y aldosterona se hallan elevados con frecuencia, existe controversia sobre si son la causa o bien la consecuencia de las lesiones vasculares isquémicas (mecanismo de autoperpetuación). Anatomía patológica El cambio más típico de la nefroangiosclerosis maligna consiste en la necrosis fibrinoide de las arteriolas renales y el aspecto «en piel de cebolla» de las pequeñas arterias. Las paredes de los vasos se reemplazan por material granuloso y eosinófilo, que reduce la luz de la arteriola. Con frecuencia, la necrosis del vaso se extiende al ovillo glomerular. En ocasiones, únicamente se observa una endarteritis proliferativa, que consiste en una acusada proliferación concéntrica de células de la íntima (miofibroblastos) y fibras colágenas, que predomina en las arteriolas aferentes y en las arterias interlobulillares (aspecto «en piel de cebolla»). Es importante señalar que este tipo de lesiones histológicas son indistinguibles de otras causas de microangiopatía trombótica. Cuadro clínico En la HTA esencial, el desarrollo de la fase maligna sigue, por lo gene- ral, a una fase «benigna» de duración variable, generalmente mal con- trolada, aunque en ocasiones puede presentarse ya de inicio. La cuarta década de la vida es la de mayor incidencia, si bien puede aparecer a cualquier edad. Con frecuencia aparece cuando se abandona el trata- miento antihipertensivo o se consumen sustancias vasoconstrictoras (cocaína, entre otras). Este proceso ocurre también como complicación de cualquier causa secundaria de hipertensión. La nefropatía IgA es una causa relativamente frecuente de hipertensión maligna y su presenta- ción clínica puede ser indistinguible de la de la hipertensión maligna esencial. La incidencia es superior en los varones y, particularmente, en los de etnia negra. La tríada básica consiste en: a) hipertensión grave, con presión dias- tólica generalmente superior a 120 mm Hg; b) retinopatía hipertensiva, con hemorragias, exudados y, a menudo, edema de papila (grados III o IV), y c) insuficiencia renal aguda y progresiva (si se deja su evolución espontánea sin tratamiento conduce a insuficiencia renal avanzada en el plazo de semanas o meses). Los pacientes presentan a menudo afección de otros órganos diana en forma de encefalopatía hipertensiva (cefalea, visión borrosa, vértigo, alteración de la consciencia y convulsiones focales o generalizadas), e insuficiencia cardíaca congestiva y edema pulmonar. En raras ocasiones, se produce una anemia hemolítica microangiopá- tica (esquistocitos, aumento de las LDH, descenso de la haptoglobina, reticulocitosis, etc.) por la lesión endotelial debido a las cifras tan altas de PA. Casi siempre hay proteinuria, que puede ser intensa, incluso superior a los 3,5 g/24 h, sin que exista una glomerulopatía subyacente. En el sedimento de orina puede hallarse hematuria microscópica, leucocituria y cilindros granulosos o hemáticos y, en alrededor del 10% de los enfermos, hematuria macroscópica. Como consecuencia de las lesiones arteriolares y la isquemia renal, la actividad de la renina plasmática se halla, de forma característica, aumentada, lo que conduce a un hiperaldosteronismo secundario con hipopotasemia y alcalosis metabólica. Tratamiento El tratamiento de la hipertensión maligna es una urgencia médica, por lo que debe instaurarse con rapidez y agresividad, acompañado de todas las medidas de soporte neurológico, cardiovascular y de la insuficiencia renal aguda que se precise. Los fármacos son los propios de cualquier hipertensión grave o de las crisis hipertensivas, si esta es la forma de presentación. Ambos tratamientos se detallan en el ca- pítulo 57, Hipertensión arterial. Microangiopatía trombótica Concepto El término microangiopatía trombótica (MAT) se refiere a una des- cripción anatomopatológica de trombos microvasculares (constituidos mayoritariamente por plaquetas y fibrina), consecuencia de la lesión endotelial de capilares y arteriolas; es común a diferentes entidades clínicas y afecta habitualmente a múltiples órganos. Es fundamental un rápido diagnóstico diferencial entre las diferentes causas para iniciar el tratamiento etiológico de forma precoz y cambiar la devastadora historia natural de dichos procesos patológicos. Etiología Las causas desencadenantes de una MAT son múltiples y pueden divi- dirse en dos grandes grupos según su etiología: primarias y secundarias. Entre las etiologías consideradas primarias encontramos: el síndrome hemolítico urémico típico o causado por infecciones, mayoritariamente por Escherichia coli productor de toxinaShiga (ECTS-SHU), pero tam- bién por Shigella dysenteriae y Citrobacter, o Streptococcus pneumoniae productor de neuraminidasa, el síndrome hemolítico urémico atípico (SHUa), o disregulación de la vía alternativa del complemento, y la púrpura trombótica trombocitopénica (PTT) o déficit congénito/ adquirido de la metaloproteasa ADAMTS13 (a disintegrin and meta- lloproeinase with a thrombospondin type 1 motif, member 13). Existen, a su vez, una gran cantidad de causas secundarias como: fármacos, enfermedades autoinmunes sistémicas, neoplasias, infecciones y tras- plante (órgano sólido y/o progenitores hematopoyéticos). Las diferentes causas se especifican en el cuadro 104-2. Fisiopatología La MAT es una lesión de etiología muy variada cuyo trastorno subya- cente básico consiste en una lesión del endotelio vascular, que provoca una activación local de la coagulación, deposición de fibrina, y activa- ción y agregación plaquetarias. En el caso del SHU típico, son las toxinas bacterianas las que ejercen un efecto lesivo directo sobre el endotelio vascular desencadenando diversos eventos celulares y vasculares que conducen al desarrollo de la MAT. Los pacientes con SHUa presentan una disregulación de la vía alternativa del complemento sobre superficies celulares que provoca una lesión de las células endoteliales, especialmente a través del complejo de ataque de membrana (C5b-C9). Hasta en un 60% de los pacientes pueden detectarse variantes genéticas (mutaciones) en los genes regu- ladores del complemento, o bien la existencia de anticuerpos contra el factor H del complemento (CFH). La mayoría de estas mutaciones son de pérdida de función de genes que codifican proteínas que protegen a las células (endoteliales) de la activación del complemento, como el CFH, el factor I (CFI) y la proteína cofactor de membrana (MCP). Otras veces son mutaciones de ganancia de función de genes que codifican el factor B del complemento (CFB) o el C3. Suele ser necesaria la predis- posición genética con la coexistencia de varias mutaciones, mutaciones y polimorfismos de riesgo (CFH y MCP) o bien anticuerpos antifactor H junto con un factor precipitante ambiental (tóxicos, posparto, infec- ciones, etc.). Es la llamada teoría de los múltiples hits. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 877 CAPÍTULO 104 Nefropatías de origen vascular © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. En la PTT, el mecanismo fisiopatológico es un déficit en la actividad de la metaloproteasa ADAMTS13, que tiene como función evitar la formación de multímeros de von Willebrand. Su actividad se encuentra gravemente disminuida (< 5%-10%) ante la presencia de un defecto congénito (mutación inactivante) o bien ante la presencia de una deficiencia adquirida (autoanticuerpo). En los casos de MAT secundarias, los principales mecanismos patogénicos que dañan el endotelio son el daño tóxico directo y el inmunomediado, entre otros. Anatomía patológica La MAT es una lesión que puede encontrarse en diferentes órganos; no obstante, gran parte de las causas que pueden producirla tienen especial apetencia por la microcirculación renal. Las arteriolas y los capilares renales muestran engrosamiento de la íntima con edema, desprendi- miento de las células endoteliales y de la membrana basal, e hipertrofia de las células de la capa muscular. La presencia de trombos fibrinoides intraluminales es muy llamativa, y a menudo se acompaña de necrosis de la pared. Las arterias interlobulillares también se hallan afectas, con un engrosamiento de la íntima, de aspecto mucinoso, que contribuye a reducir el calibre de la luz vascular. En los glomérulos puede observarse un engrosamiento de las paredes capilares, hinchazón de las células endoteliales y estrechamiento u obliteración de la luz capilar. Asimismo, pueden observarse dobles contornos (acumulación de material poco denso entre el endotelio y la membrana basal glomerular) y trombosis. En los casos más graves y, en especial, los relacionados con trastornos obstétricos, pueden aparecer áreas de necrosis cortical. La IF demuestra la presencia de fibrinógeno en las paredes vasculares y los trombos arteriales y, a veces, en los glomérulos. También puede haber depósitos de C3 e IgM en las paredes vasculares y glomérulos. Cuadro clínico Se caracteriza por la presencia de: a) anemia hemolítica microangiopática; b) trombocitopenia o disminución en la cifra basal de plaquetas (> 25%), y c) afección orgánica (mayoritariamente renal, pero también del sistema nervioso central, gastrointestinal y cardiovascular). En ocasiones, el cuadro clínico puede ser incompleto, lo que dificulta la sospecha clínica. La anemia hemolítica microangiopática es producida por el trau- matismo mecánico que sufren los hematíes al circular por el lecho microvascular alterado, repleto de trombos. La presencia de esquis- tocitos en sangre periférica junto con un descenso de la haptoglobina, un aumento en la cifra de reticulocitos y un aumento importante de LDH definen el cuadro. El test de Coombs directo es negativo. La trombocitopenia se debe al consumo periférico, y es especialmente marcada en casos de PTT. Precisamente en casos con trombocitopenia aguda, los pacientes pueden presentar púrpura cutánea; hemorragias retinianas, gingivales y digestivas; metrorragias; epistaxis o hematuria. La insuficiencia renal aguda es debida a la microangiopatía trom- bótica a nivel renal. Suele haber también otros signos de afección renal, como hematuria micro- o macroscópica, proteinuria moderada (habitualmente subnefrótica) y presencia de cilindros hialinos, granu- losos o hemáticos en el sedimento urinario. Junto con la insuficiencia renal, frecuentemente se observa una HTA grave y a veces maligna, probablemente a causa de la lesión microvascular y la consiguiente activación del sistema renina-angiotensina. En cuanto a las manifestaciones extrarrenales, se han descrito epi- sodios de abdomen agudo, pancreatitis y rabdomiólisis. La afección cardíaca puede aparecer en cerca de un 10% de los pacientes en forma de insuficiencia cardíaca, arritmias, infarto de miocardio, shock cardio- génico y muerte súbita, constituyendo una causa poco reconocida de mortalidad en esta enfermedad. Puede haber hipocomplementemia, pero no es una condición necesaria para el diagnóstico. Dependiendo de la etiología, puede existir consumo de C3 (en el 50% de los casos de SHUa en fase aguda) o bien de C3 y C4 (especialmente en casos de LES). También puede darse en otras etiologías que pueden activar el complemento, como las propias toxinas bacterianas o víricas. Las manifestaciones neurológicas no son constantes, y se dan de forma más habitual en casos de PTT. Suelen iniciarse bruscamente y son cambiantes en forma de cefaleas, desorientación, confusión, convulsiones, signos focales o coma. Diagnóstico La determinación de la actividad del ADAMTS13 (porcentaje del normal) es útil para el diagnóstico etiológico de la PTT (congénita o adquirida). Su determinación debe hacerse antes de iniciar terapia plasmática (recambios o infusión de plasma), pues estos aumentan su actividad (vida media de 2-3 días), pero, ante una fuerte sospecha clínica, el resultado no debe retrasar el inicio del tratamiento. Una acti- vidad < 5%-10% indica deficiencia acusada y confirma el diagnóstico. Una actividad entre el 10% y el 50% puede observarse en pacientes hospitalizados con intensa inflamación (sepsis, neoplasia o SHUa) y no ayuda al diagnóstico. En el caso del SHU típico, será necesaria una historia clínica y factores predisponentes compatibles (habitualmente la MAT aparece en el contexto de diarreasenterohemorrágicas tras consumo de ali- mentos contaminados), junto con la detección de los agentes micro- bianos responsables a través de diferentes cultivos y/o la presencia de la toxina responsable (Shiga o neuraminidasa) mediante técnicas de PCR y/o ELISA. El diagnóstico del SHUa es un diagnóstico clínico por exclusión, por lo que, ante la sospecha clínica o confirmación histológica de MAT, deben excluirse todas las causas alternativas de la misma antes de llegar al diagnóstico. Siempre estará indicado un estudio completo genético-molecular de la vía alternativa del complemento, pero el resultado nunca demorará el inicio de un tratamiento etiológico precoz • CUADRO 104-2 Causas de microangiopatía trombótica Primarias SHU típico (especialmente bacterias entéricas productoras de toxina Shiga): E. coli, Shigella, Citrobacter; Streptococcus (neuroaminidasa), etc. SHU atípico (SHUa): disregulación de la vía alternativa del complemento, de causa genética (variantes genéticas en genes de complemento: factor H, factor I, MCP, C3, factor B; o bien anticuerpos antifactor H) Púrpura trombótica trombocitopénica (PTT): déficit congénito o adquirido de la actividad de la metaloproteasa ADAMTS13 (< 5%-10% de actividad) Secundarias Fármacos: quimioterápicos (mitomicina C, gemcitabina, bevacizumab, sunitinib, cisplatino, bortezomib, carfilzomib, etc.); inmunodepresores (anticalcineurínicos, inhibidores m-TOR, etc.); otros (adalimumab, bupropión, ticlopidina, clopidogrel, famciclovir, imatinib, ketorolaco, mefloquina, metronidazol, nitrofurantoína, simvastatina, trimetropima/sulfametoxazol, ciprofloxacino, etc.) Asociada a otras infecciones víricas: H1N1, parvovirus B19, CMV, poliomavirus, HIV, EBV, etc. Asociada a embarazo: preeclampsia, eclampsia, síndrome HELLP. Pueden aparecer también PTT (normalmente en el primer trimestre) y SHUa (habitualmente posparto), relacionadas con el embarazo Asociada a tumores Asociada a enfermedades autoinmunes sistémicas: especialmente LES, SAF, esclerosis dérmica y AR Asociada a trasplante: de órgano sólido (rechazo, isquemia-reperfusión, inmunodepresores, enfermedades oportunísticas) o de progenitores hematopoyéticos (especialmente enfermedad de injerto contra huésped) Aciduria metilmalónica: defecto del metabolismo de la cobalamina o vitamina B12 (hiperhomocisteinemia) Mutaciones en genes de la coagulación: trombomodulina, DGKE Otras: malaria, HTA maligna, glomerulonefritis proliferativas, coagulación intravascular diseminada ADAMTS13: a disintegrin and metalloproeinase with a thrombospondin type 1 motif, member 13; AR: artritis reumatoide; CMV: citomegalovirus; DGKE: diacilglicerol cinasa ε; EBV: virus de Epstein-Barr; H1N1: influenzavirus A, subtipo H1N1; HELLP: Hemolysis, Elevated Liver enzymes and Low Platelets; HIV: virus de la inmunodeficiencia humana; HTA: hipertensión arterial; LES: lupus eritematoso sistémico; MCP: proteína cofactor de membrana; SAF: síndrome antifosfolipídico. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 878 SECCIÓN VI Nefrología con bloqueadores del complemento. Deberán analizarse en busca de mutaciones o polimorfismos las diferentes proteínas reguladoras de complemento (CFH, CFI, MCP, C3, CFB), así como la presencia de anticuerpos anti-CFH. No obstante, hasta en un 40% de los pacientes el estudio puede ser negativo, sin descartar el diagnóstico clínico. Las MAT primarias deben diferenciarse de otros procesos que cursan con plaquetopenia de otro origen, como el LES, la púrpura trombocitopénica idiopática y la coagulación intravascular diseminada en el contexto de una sepsis. Otros procesos que pueden confundirse con la MAT son la glomerulonefritis aguda, la necrosis cortical, diversos tipos de vasculitis, el síndrome antifosfolipídico catastrófico y ciertas complicaciones obstétricas. Puede ser muy difícil distinguir las MAT primarias de la hipertensión maligna con anemia hemolítica microan- giopática. Lo mismo cabe decir de la esclerodermia, aunque en esta última los cambios cutáneos suelen orientar el diagnóstico. Tratamiento La mayor parte de las causas de MAT, si no reciben el tratamiento etiológico adecuado, presentan una mortalidad cercana al 90%. El tratamiento de soporte, que incluye diálisis, tratamiento antihiper- tensivo, transfusiones de sangre y tratamiento de las complicaciones neurológicas, ha contribuido a la mejora del pronóstico. Deben evitarse en la medida de lo posible las transfusiones de plaquetas, ya que pueden agravar el cuadro clínico (deben reservarse para sangrados importantes y/o intervenciones quirúrgicas mayores). La terapia plasmática (recambio plasmático con reposición de plasma fresco congelado, preferible a la infusión de plasma) cons- tituye el tratamiento de elección en los casos de MAT por déficit acusado de la actividad de ADAMTS13 (PTT). Debe instaurarse de manera precoz e intensiva (diariamente hasta que se normalice el recuento plaquetario y cese la hemólisis). En el caso de identificar autoanticuerpos contra ADAMTS13 (formas adquiridas), junto con la terapia plasmática se instaurarán diferentes tratamientos inmunodepresores basados principalmente en: glucocorticoides, rituximab (anticuerpo monoclonal quimérico frente a CD20) y caplacizumab (anticuerpo monoclonal humanizado frente al factor de von Willebrand). En el caso del SHU típico, el tratamiento de soporte es funda- mental, y debe evitarse el uso de antibióticos que podrían favorecer la liberación masiva de toxinas al torrente sanguíneo, agravando el cuadro clínico (especialmente en la fase de diarrea enteroinvasiva). No existen tratamientos específicos que hayan demostrado su eficacia en esta entidad. No obstante, disponemos de ciertas evidencias que sugieren un potencial efecto beneficioso de eculizumab (anticuerpo monoclonal humanizado frente a la molécula de C5, fase terminal de complemento) y/o terapia plasmática, en casos con afección grave del sistema nervioso central y mal pronóstico vital. Ante un diagnóstico clínico por exclusión de MAT por disregula- ción de la vía alternativa del complemento (SHUa), el tratamiento de elección (primera línea) es eculizumab. Este ha demostrado unas altas tasas de remisión hematológica (resolución completa de la hemólisis cercana al 90%) en diferentes ensayos clínicos, así como una elevada respuesta orgánica (especialmente renal) si su instauración es precoz. En el caso de evidenciarse anticuerpos contra CFH, la respuesta a ecu- lizumab es excelente; no obstante, este puede sustituirse por diferentes inmunodepresores con similar respuesta. Evidentemente, en el proceso diagnóstico inicial y antes de la exclusión de otras causas como la PTT, la instauración de terapia plasmática precoz puede ser crucial. No obstante, una vez confirmado el diagnóstico de SHUa, debe pasarse a eculizumab a la mayor brevedad posible. En los casos de insuficiencia renal crónica en estadio V en diálisis por SHUa que requieran trasplante renal, este deberá realizarse con un bajo título de anticuerpos anti-CFH en formas adquiridas, y deberá evaluarse el riesgo de recurrencia en las formas genéticas. En caso de mutaciones de alto riesgo de recurrencia y pérdida del injerto renal, deberán realizarse actitudes profilácticas como el uso de eculizumab, trasplante doble hepatorrenal (para mutaciones de proteínas generadas mayoritariamente en el hígado) y/o recambios plasmáticos. En los casos de MAT secundaria con causa identificable, es fun- damental su suspensión (fármacos) o su tratamiento específico (LES, vasculitis, etc.). Nefropatía ateroembólica Concepto y etiología Se trata de una afección renal causada por microembolias constituidas por cristales de colesterol.El origen de los émbolos se encuentra en el desprendimiento y fragmentación de placas de ateroma ulceradas de la aorta y grandes arterias, que se depositan en las pequeñas arterias del riñón y otros órganos (retina, cerebro, páncreas, músculo y piel). Los principales factores de riesgo son la edad avanzada, el género mas- culino, la aterosclerosis generalizada, los antecedentes de tabaquismo, la HTA, la hipercolesterolemia y la diabetes mellitus. Los émbolos de colesterol pueden desprenderse de modo espontáneo o, con mayor frecuencia, tras una intervención quirúrgica de la aorta; tras la realiza- ción de exploraciones radiológicas endovasculares como arteriografía, cateterismo cardíaco o angioplastia; o, con menor frecuencia, tras el inicio de tratamiento anticoagulante o fibrinolítico. La incidencia no se ha determinado con exactitud, pero suele ser del 2% tras angiografía renal y alrededor de un 1% tras angiografía cardíaca. Anatomía patológica Los cristales de colesterol se reconocen por su característica forma alargada y su aspecto fusiforme, aunque en las biopsias incluidas en parafina se disuelven y sólo se observa su imagen en negativo. Los émbolos de colesterol producen una reacción a cuerpo extraño que consiste en proliferación de la íntima y formación de células gigantes, lo que conduce a una reducción de la luz arterial. Cuadro clínico Las manifestaciones renales tienen tres formas diferenciadas: a) insufi- ciencia renal aguda de evolución rápida al cabo de 1 a 14 días de un factor precipitante claro; b) insuficiencia renal subaguda de carácter progresivo y escalonada después de semanas de un posible factor precipitante, que es la forma más frecuente y se debe posiblemente a una combinación de embolización recurrente y reacción a cuerpo extraño, y c) la forma más rara: la insuficiencia renal crónica estable, similar a la nefropatía isquémica o a la nefroangiosclerosis; raramente se llega a un diagnóstico, ya que son pacientes que no se suelen someter a biopsia renal. Debido a que los émbolos de colesterol presentan formas irregulares y no se distienden, típicamente no ocluyen por completo los vasos y las manifestaciones renales son las propias de una isquemia parenquima- tosa distal, tales como: proteinuria discreta, microhematuria, algunos cilindros y leucocituria. Las microembolias de colesterol pueden afectar simultáneamente a otros órganos y provocar trastornos visuales, cuadros neurológicos, pancreatitis, infarto mesentérico, hemorragia digestiva, gangrena de los pies o livedo reticularis. Aunque no es una manifestación común, una embolización masiva de cristales de colesterol puede producir rabdomiólisis. En los resultados de la analítica puede observarse hipo- complementemia, eosinofilia y eosinofiluria, alteraciones que suelen normalizarse en 1 semana si el proceso se autolimita. Diagnóstico El diagnóstico de nefropatía ateroembólica requiere una alta tasa de sos- pecha y el conocimiento de un factor de riesgo asociado. Un diagnós- tico clínico puede establecerse en presencia de un evento potencial precipitante (habitualmente una angiografía), que se acompaña de un deterioro diferido de la función renal (semanas tras el procedimiento), especialmente si se acompaña de manifestaciones extrarrenales de ateroembolia. El diagnóstico diferencial con una nefropatía por con- traste yodado, una vasculitis de pequeño vaso y una nefritis intersticial aguda por hipersensibilidad es un reto para el clínico. El diagnóstico definitivo sólo puede establecerse mediante la demos- tración histológica de los cristales de colesterol en la luz de las arterias renales de pequeño calibre. Los indicios de émbolos de colesterol en la retina o en biopsias de músculo o piel son útiles en el diagnóstico y pueden evitar la biopsia renal. Tratamiento No se dispone de terapéutica específica, por lo que el tratamiento suele ser de soporte y preventivo (prevención secundaria de enfermedad Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 879 CAPÍTULO 104 Nefropatías de origen vascular © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. cardiovascular intensiva y evitar factores precipitantes). Algunos pro- fesionales clínicos recomiendan el uso de estatinas y glucocorticoides. Si el proceso ateroembólico renal ha sido extenso, la recuperación espontánea es rara y los enfermos pueden requerir diálisis. El pronós- tico suele ser malo por las lesiones cardiovasculares que suelen coexistir en estos pacientes. En casos graves y generalizados, la exclusión de la placa ulcerada por tratamiento quirúrgico o por procedimiento intravascular es la única opción terapéutica viable. Nefropatía de la esclerosis sistémica Aproximadamente el 50% de los pacientes con esclerosis sistémica (esclerodermia) presentan evidencia clínica de afección renal, cons- tituyendo uno de los principales factores determinantes del pronóstico de la enfermedad. En la mayor parte de los casos, el cuadro clínico se caracteriza por la presencia de proteinuria moderada, IRC (elevación de creatinina plasmática) y/o HTA crónica. La afección más grave es la crisis renal esclerodérmica, que cursa con hipertensión maligna, insuficiencia renal aguda o de evolución rápida, oliguria y anemia hemolítica microangiopática que conduce a la uremia terminal en días o meses si no se trata. Esta forma se produce en el 5%-20% de los enfermos con esclerosis sistémica y suele ocurrir durante los 5 primeros años de la aparición de lesiones cutáneas, pero, en casos excepcionales, la nefropatía puede preceder a la afección cutánea. La lesión histológica es la microangiopatía trombótica común a múltiples entidades clínicas. Los principales factores de riesgo son: la afección cutánea difusa (especialmente en formas rápidamente progresivas), el uso de glucocorticoides (sobre todo a dosis altas) y la presencia de anticuerpos anti-RNA polimerasa III. La alteración de la función renal en la esclerosis sistémica también puede reflejar una patología prerrenal asociada a insuficiencia cardía- ca, hipertensión pulmonar, uso de AINE, toxicidad farmacológica (D-penicilamina, ciclosporina), diuréticos o hipovolemia por afección gastrointestinal y/o mala absorción. El tratamiento se dirigirá principalmente al abordaje agresivo de la HTA para evitar la progresión de la insuficiencia renal. El tratamiento de elección son los IECA, a los que se pueden asociar los calcioantago- nistas dihidropiridínicos, ya que revierten la vasoconstricción inducida por angiotensina II y mantienen la perfusión tisular. Estos fármacos han mejorado notablemente el pronóstico de estos pacientes, dado que controlan la evolución de la enfermedad renal en un porcentaje elevado de casos (cercano al 70%), especialmente si se administran en fases tempranas. Nefropatía de la drepanocitosis La afección renal es común en la anemia drepanocítica (hasta uno de cada cuatro pacientes) y afecta tanto a los pacientes homocigotos (hemoglobina SS) como a los heterocigotos (hemoglobina SA). El daño renal es multifactorial, siendo la médula renal la principal estructura afecta, ya que los capilares de los vasa recta que la irrigan generan un ambiente propicio para la deformación falciforme de los hematíes, a través de un medio hipertónico, ácido y con hipoxia relativa o baja tensión de oxígeno. Todo ello induce la congestión y la estasis en los vasa recta, que conduce a isquemia medular e infartos (necrosis papilar), con pérdida progresiva de función tubular y glomerular. También se produce una pérdida de las nefronas yuxtamedulares y se reduce el intercambio a contracorriente de la médula interna, lo que, a su vez, provocauna disfunción en la reabsorción de agua libre y en la capacidad de concentración urinaria; esto produce depleción de volumen, nicturia y poliuria. Una de las manifestaciones renales más frecuentes es la hematuria recurrente. La hematuria es típicamente leve, unilateral y autolimitada. Para reducir la incidencia o la magnitud de la hematuria, es de utilidad la furosemida, por su efecto reductor de la tonicidad de la médula renal, lo que impide la aglutinación de los hematíes falciformes y la alcalini- zación de la orina. También puede utilizarse el ácido ε-aminocaproico. El uso de hidroxiurea para el control de la drepanocitosis se ha asociado con un mejor pronóstico de la enfermedad renal. Necrosis cortical Concepto Consiste en la destrucción de la corteza renal, que puede ser total o parcelar; en este último caso, afecta sólo a algunas porciones de la corteza. Es una enfermedad relativamente rara, aunque se estima que es responsable del 1%-2% de las causas de insuficiencia renal aguda. Etiología La gran mayoría de los casos de necrosis cortical está relacionada con complicaciones del embarazo que generan una coagulación vascular diseminada e isquemia renal grave. Destacan la hemorragia posparto, el hematoma retroplacentario, la toxemia gravídica, la sepsis puerperal y el aborto (espontáneo, provocado o séptico). La principal patogenia se deriva de un daño endotelial tan grave que limita la capacidad de liberación de óxido nítrico del endotelio, lo que favorece la tendencia a una trombosis acelerada (aumento de la agregabilidad plaquetaria). La necrosis cortical también puede aparecer tras todo tipo de sepsis graves, quemaduras, hemólisis masivas (en particular, postransfusiona- les), politraumatismos, episodios de deshidratación infantil y rechazo hiperagudo del trasplante renal. Existen tóxicos capaces de inducir necrosis cortical, entre los que destacan el etilenglicol, las pirazolonas, el fósforo o el veneno de serpiente. Anatomía patológica Durante la fase aguda, los riñones tienen un tamaño normal y en la corteza se observan zonas grisáceas necróticas que pueden afectar a su totalidad o tener un carácter focal (necrosis cortical parcelar). La zona medular se encuentra respetada y a menudo hay congestión vascular. Microscópicamente, se comprueba la destrucción completa de las zonas afectas, con necrosis de los glomérulos, del epitelio tubular y de las arterias de pequeño calibre. Con frecuencia, pueden hallarse trombos de fibrina en los capilares glomerulares que ocluyen la luz de los vasos, como traducción histológica de la coagulación intravascular diseminada que acompaña, y posiblemente produce, gran parte de los casos de necrosis cortical. Cuadro clínico La manifestación inicial de la necrosis cortical es la oliguria, que con frecuencia se acompaña de hematuria macroscópica, dolor en el flanco e hipotensión, y que evoluciona rápidamente hacia la anuria completa y la uremia. Si la diuresis está conservada, pueden encontrarse PDF en la orina. La LDH en plasma y orina aumenta entre el segundo y el cuarto día de la enfermedad. El diagnóstico puede establecerse por ecografía con contraste o TC, mediante la demostración de áreas hipoecoicas o hipodensas en el córtex renal. La evolución y el pronóstico de estos pacientes dependen de la extensión del proceso. Tratamiento No existe una terapéutica específica que haya demostrado eficacia en esta entidad. Aunque es posible observar mejorías tardías del funcio- nalismo renal (20%-40%), especialmente si la necrosis cortical ha sido parcelar, la mayoría de los supervivientes requieren diálisis de mantenimiento o trasplante renal. RIÑÓN Y EMBARAZO Durante el embarazo se producen diferentes cambios en la circulación renal para favorecer un correcto desarrollo fetal. Del mismo modo, determinadas condiciones patogénicas tendrán como diana la microcir- culación renal, aunque en las últimas dos décadas han experimentado una evidente disminución en su prevalencia y gravedad (mejoría de la asistencia prenatal). Modificaciones anatómicas y funcionales durante la gestación El volumen renal puede incrementarse hasta un 30% (aumento de 1 a 1,5 cm de longitud), en relación con un aumento de la vasculariza- ción renal y del volumen intersticial. No existen cambios histológicos Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 880 SECCIÓN VI Nefrología ni en el número de nefronas; no obstante, el filtrado glomerular se incrementa. Dicho aumento puede observarse desde el primer mes de embarazo, alcanza un incremento máximo del 40%-50% sobre los valores normales al inicio del segundo trimestre y, posteriormente, disminuye discretamente al término. Cabe destacar, que al final de la gestación, la posición lateral izquierda aumenta el filtrado glomerular y la excreción de sodio. El aumento fisiológico de filtrado glomerular conlleva una disminución en las concentraciones plasmáticas de crea- tinina de hasta 0,5 mg/dL y una disminución de los niveles de urea de aproximadamente 8-10 mg/dL. El umbral osmótico de la sed y de secreción de arginina-vasopresina (AVP) disminuye, por lo que el embarazo normal se acompaña de un descenso en la natremia de 5 mEq/L, aunque ocasionalmente, debido a metabolismo de la AVP aumentado (vasopresinasas de origen placentario), se origina una diabetes insípida transitoria. Asimismo, existe una retención hidrosalina estimulada por una disminución de las resistencias vasculares periféricas, lo que condiciona un incremento del volumen extracelular, con ganancia de peso y edemas en las extre- midades inferiores, que se consideran fisiológicos. El descenso paulatino de la PA durante la gestación normal encuen- tra su punto más bajo hacia la semana 20-22, y se cree secundario a la elevada síntesis de prostaciclina, óxido nítrico y prolactina que produce vasodilatación periférica y resistencia a la acción vasopresora de la angiotensina II. A partir de entonces, sus cifras van subiendo hasta valores normales en el momento del parto. El débito cardíaco se mantiene elevado durante toda la gestación. Esta situación estimula el sistema renina-angiotensina-aldosterona. La síntesis aumentada de aldosterona es básica para mantener el balance de sodio en una situación de concentraciones aumentadas de progesterona. Durante el embarazo, la excreción de proteínas por la orina aumenta, por lo que se considera como fisiológica una excreción de hasta 300 mg/24 h. La pelvis renal y el sistema calicial pueden encontrarse dilatados como resultado de los efectos de la progesterona y la compresión mecá- nica de los uréteres en la pelvis (crecimiento uterino). Esta dilatación es más acusada en posición supina, más intensa sobre el lado derecho y puede persistir hasta 3 meses después del parto. Hipertensión arterial en el embarazo La HTA en la gestación se define como una PA sistólica ≥ 140 mm Hg o una PA diastólica ≥ 90 mm Hg en dos ocasiones, separadas al menos 4 h, después de la semana 20 de gestación en una mujer que era previamente normotensa. La HTA durante la gestación se considera grave si la PA sistólica es ≥ 160 mm Hg y/o la PA diastólica ≥ 110 mm Hg, confirmada en minutos. Constituye un marcador precoz de HTA esencial y de enfermedad cardiovascular futura. Los procesos hipertensivos del embarazo se clasifican en: 1) pre- eclampsia-eclampsia; 2) HTA crónica (preexistente); 3) preeclamp- sia-eclampsia añadida a HTA crónica, y 4) HTA gestacional. Preeclampsia-eclampsia Concepto Es un trastorno multisistémico caracterizado por una HTA de nueva aparición a partir de la semana 20 de gestación junto con proteinuria (≥ 0,3 g/24 h); o bien HTA junto con daño orgánico significativo: plaquetopenia (< 100 × 109/L), insuficienciarenal (creatinina séri- ca > 1,1 mg/dL o el doble de la basal en ausencia de otra nefropatía), dolor intenso persistente en el hipocondrio derecho y/o aumento de transaminasas (doble del valor normal), edema pulmonar o afectación del sistema nervioso central (síntomas visuales o cerebrales). La prevalencia de preeclampsia se encuentra entre el 3% y el 8% de todos los embarazos, siendo menos frecuente antes de la sema- na 34 de gestación. Los siguientes factores de riesgo se asocian a un moderado riesgo de preeclampsia: primípara, edad ≥ 40 años o < 18 años, intervalo desde el último embarazo superior a 10 años, IMC ≥ 30 kg/m2 y una historia familiar de preeclampsia. Son factores de riesgo alto: historia previa de preeclampsia, HTA crónica previa, enfermedad renal crónica previa, gestación múltiple, diabetes mellitus pregestacional y padecer una enfermedad autoinmune (anticuerpos antifosfolipídicos, LES). Fisiopatología En la patogenia de la preeclampsia intervienen tanto factores mater- nales (genéticos o no) como placentofetales. Se han documentado, semanas antes de la aparición de las manifestaciones clínicas, una implantación superficial del trofoblasto placentario y una incapacidad en la remodelación de las arterias espirales de la decidua y el miome- trio (que provocan hipoperfusión de la unidad fetoplacentaria y un aumento excesivo del estrés oxidativo). Además, parece decisivo el desequilibrio existente entre la síntesis de factores vasodilatadores (prostaciclina y óxido nítrico) y la de vasocons- trictores (tromboxano A2, endotelina 1), con predominio de estos últimos, a la vez que se observa una desregulación de la angiogénesis, con un descenso en la producción de factores proangiogénicos (VEGF y factor de crecimiento placentario) y un aumento de factores antian- giogénicos (actor soluble tirosín-cinasa fms like [sFlt-1] y la endoglina soluble [sEng]), ambos precoces y de origen placentario. También se ha estudiado el papel de mediadores de la disfunción endotelial (NO, CO y H2S), la respuesta inmune tanto innata como adaptativa y la presencia en la orina de podocitos en la fisiopatología de la preeclampsia. La consecuencia final de dichos procesos fisiopatológicos es la aparición de una disfunción endotelial difusa en los vasos maternos que origina vasoespasmo generalizado (riñón, cerebro e hígado son los órganos diana del proceso), mayor sensibilidad a los agentes presores y activación de la coagulación. Anatomía patológica Las arteriolas del lecho placentario muestran signos de necrosis fibri- noide y células espumosas, pudiendo existir invasión intersticial uterina por citotrofoblastos. En la preeclampsia, el riñón muestra aumento del tamaño glomerular, engrosamiento de las células endoteliales, pérdida de las fenestraciones y disminución de la luz capilar. Estos cambios se reconocen con el nombre de endoteliosis glomerular. Cuadro clínico y diagnóstico La HTA de inicio reciente, y la proteinuria o la lesión de órganos diana, definen el cuadro clínico, siendo estos últimos los que indican la gravedad de la preeclampsia. La magnitud de la proteinuria no parece afectar al pronóstico de la madre, pero cuando es de rango nefrótico se asocia a más pérdidas fetales. Revierte pocas semanas después del parto, por lo que su per- sistencia pasados 3 meses debe hacernos pensar en nefropatía de otro origen. La clínica de daño orgánico puede manifestarse con síntomas de afectación del SNC, edema pulmonar, alteración del perfil hepático, trombopenia y/o insuficiencia renal. La trombopenia es la alteración hematológica más frecuente. Una variante de la preeclampsia es el síndrome HELLP (del inglés Hemolysis, Elevated Liver enzymes and Low Platelets; anemia hemolítica microan- giopática, elevación de las enzimas hepáticas y plaquetopenia), siempre de peligrosas consecuencias para la madre y el feto, que requiere la urgente terminación del embarazo. Este cuadro clínico, junto con la eclampsia y la abruptio placentae, constituyen las complicaciones más graves de un embarazo. La preeclampsia casi siempre se asocia a retraso en el crecimiento fetal, y son frecuentes los partos prematuros (antes de la semana 37). La mortalidad perinatal está aumentada, aunque en los últimos años se ha reducido. La eclampsia (del griego eklampsis, «relámpago») se diagnostica cuando se añaden crisis convulsivas generalizadas. Las convulsio- nes suelen dejar a la paciente en estado de coma. Pueden venir precedidas de síntomas como cefalea, diplopía, hiperreflexia gene- ralizada y dolor epigástrico, o presentarse bruscamente sin signos premonitorios. Las convulsiones pueden observarse en mujeres con aumentos discretos de la PA, o pueden formar parte de un síndrome de leucoencefalopatía posterior reversible. Hasta un 40%-50% de los casos de eclampsia se presentan intrapartum o en las primeras 24-48 h del posparto, aunque algún caso extremo ocurre algunas semanas posparto. El diagnóstico diferencial ante una preeclampsia grave ha de hacerse con una esteatosis hepática aguda del embarazo, PTT, SHUa, exacer- Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 881 CAPÍTULO 104 Nefropatías de origen vascular bación de un LES, síndrome antifosfolipídico y, raras veces, con la presencia de un feocromocitoma. Tratamiento Debe contemplar dos tipos de actuaciones concomitantes: primero, proteger a la madre de las complicaciones agudas de la hiperten- sión, y segundo, prevenir la morbimortalidad fetal y neonatal sin comprometer el flujo placentario. Si el feto ha madurado, la mejor terapéutica es finalizar el embarazo (> 37 semanas de gestación). Esta actitud de acelerar el fin de la gestación se indicará en todos los casos graves (HTA incontrolable, síndrome HELLP, eclampsia, insuficiencia renal o hepática, coagulopatía de consumo y edema pulmonar). Los fármacos antihipertensivos más seguros para el feto son la α-metildopa y el labetalol, y el agente anticonvulsionante más efectivo, el sulfato de magnesio (cuadro 104-3). Los casos con PA ≥ 160/110 mm Hg (HTA grave) suponen un riesgo inequívoco para la madre y el feto, y el uso de fármacos antihipertensivos con- lleva un beneficio para ambos. En la práctica, se aconseja iniciar tratamiento antihipertensivo cuando la PAS es ≥ 150 mm Hg y la PAD ≥ 100 mm Hg, aunque no todos los autores coinciden. El objetivo es una PA de 140-150/90-100 mm Hg. Hipertensión arterial crónica La HTA crónica (preexistente) se define por presencia de cifras tensionales elevadas (PA ≥ 140/90 mm Hg) ya conocida antes del embarazo o que se descubre antes de la semana 20, y que persiste después de la semana 12 posparto. La mayoría tienen una HTA esencial. Sin embargo, debe descartarse HTA secundaria, particu- larmente la estenosis de arteria renal por displasia fibromuscular, la HTA nefrógena y el feocromocitoma. En el 75% de los casos, los embarazos cursan sin apenas problemas y con un crecimiento fetal adecuado o ligeramente retardado. Hay que evitar su tratamiento si la HTA no está complicada (lesión en un órgano diana) y no al- canza cifras ≥ 150/100 mm Hg. Con cifras de 120/80 mm Hg, se aconseja disminuir dosis o suspender los antihipertensivos para no comprometer la perfusión placentaria. Hipertensión crónica con preeclampsia añadida En un 20%-25% de las mujeres con HTA crónica, el embarazo se complica con la aparición de una preeclampsia después de la semana 20 de gestación. En muchas ocasiones, el cuadro viene precedido por un incremento de la uricemia. Es una situación grave que comporta mayor riesgo materno y una importante morbimortalidad fetal, sobre todo cuando esta HTA previa no está bien controlada. Tiende a recurrir en embarazossucesivos. Hipertensión arterial gestacional La HTA aislada (sin proteinuria ni alteraciones de la coagulación, hepáticas o neurológicas) que se presenta después de la semana 20 y desaparece tras la semana 12 posparto se denomina HTA gestacional. Habitualmente, se asocia con un buen pronóstico materno y fetal. A largo plazo (14-15 años), más de la mitad de este grupo de mujeres tienen HTA esencial. En ocasiones, la PA es más alta después del parto que antes o durante el mismo. Esta HTA posparto puede ser debida a preeclampsia tardía, a la administración de líquido intravascular durante el parto, a la movilización de líquido extracelular acumulado, a la administración de AINE o derivados ergotamínicos (control de la hemorragia) durante el parto, etc. Los fármacos que pueden prescribirse son los mismos que para pacientes no embarazadas, con ciertas limitaciones en mujeres lactantes, pues algunos se eliminan por la leche materna. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Mol BWJ, Roberts CT, Thangaratinam S, Magee LA, de Groot CJM, Hofmeryr GJ. Pre-eclampsia. Lancet 2016;387:999-1011. Ngene NC, Moodley J. Role of angiogenic factors in the pathogenesis and management of pre-eclampsia. Int J Gynaecol Obstet 2018;141:5-13. Raina R, Krishnappa V, Blaha T, Kann T, Hein W, Burke L, et al. Atypical Hemolytic-Uremic Syndrome: An uptodate on pathophysiology, diagnosis, and Treatment. Ther Apher Dial 2019;23:4-21. Seccia TM, Caroccia B, Calò LA. Hypertensive nephropathy. Moving form classic to emerging pathogenic mechanisms. J Hypertens 2017;35:205-12. Shantsila A, Lip GYH. Malignant hypertension revisited-Does this still exist? Am J Hypertens 2017;30:543-9. • CUADRO 104-3 Tratamiento de la hipertensión arterial en el embarazo Reposo Indicación de fármacos antihipertensivos por vía oral Si, pese al reposo, existe PAD ≥ 95 mm Hg y/o PAS ≥ 150 mm Hg Fármacos de elección: α-metildopa: 250-1.000 mg/24 h en dos o tres tomas, máximo 3.000 mg/día Labetalol: 100-800 mg/24 h en dos tomas, máximo 2.400 mg/día Nifedipino retard * Hidralazina: 40-100 mg/24 h en dos o cuatro tomas, máximo 200 mg/día Fármacos que no se deben usar: Diuréticos (excepto si hay fallo cardíaco asociado) IECA, ARA-II e inhibidores de la renina (son fetotóxicos ya desde el primer trimestre) Emergencias hipertensivas (PA ≥ 160/110 mm Hg) Nifedipino de acción corta*: 10 mg p.o., no sublingual. Puede repetirse a los 20-30 min, hasta un máximo de 30 mg Labetalol i.v.: 10-60 mg/cada 10 min, o perfusión de 0,5-2 mg/min en suero glucosado al 5% Hidralazina i.v.: 10-40 mg en 3-5 min; puede repetirse cada 20 min Diazóxido, a dosis bajas; puede usarse en caso de fracasar los tres fármacos anteriores, en bolo de 30 mg. Puede interrumpir el parto y causar hipoglucemia en el feto Nitroprusiato sódico: 0,25-5 µg/kg de peso/min en perfusión i.v. Es tóxico fetal. Sólo si fracasan las medidas previas y por un período breve de tiempo (4 h) Furosemida i.v.: 20-100 mg si hay edema agudo de pulmón Prescripción de sulfato de magnesio Como anticonvulsionante en eclampsia. También en preeclampsia muy grave como terapéutica preventiva de las convulsiones Dosis inicial: 4 g diluidos en 100 mL de salino y perfusión en 20 min Dosis de mantenimiento: perfusión i.v. de 1 g/h durante 24 h Debe monitorizarse la cifra de magnesio sérico (2-4 µmol/L) *Existe riesgo de hipotensión si se prescribe junto con sulfato: 30-90 mg/24 h en dos tomas, máximo 120 mg/día. ARA-II: bloqueantes de los receptores de la angiotensina; IECA: inhibidor de la enzima conversora de la angiotensina; PAD: presión arterial diastólica; PAS: presión arterial sistólica. https://booksmedicos.org Push Button0:
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