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S E C C IÓ N V I © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. • CUADRO 112-1 Clasificación de los tumores de riñón más frecuentes (OMS, 2002) de características epiteliales Benignos Angiomiolipoma Adenoma metanéfrico Adenoma papilar Oncocitoma Malignos Carcinoma de células renales Carcinoma de células claras Carcinoma papilar de células renales de tipos I y II Carcinoma cromófobo Carcinoma de conductos colectores o ductus de Bellini Carcinoma renal medular Carcinoma de células renales inclasificado Tumores del riñón y del urotelio CONCEPTO Los tumores renales suelen iniciarse como masas sólidas, sólo excep- cionalmente como lesiones sólido-quísticas. Aproximadamente el 90% de las mismas son malignas y su origen es el parénquima renal. Otros tumores del riñón se originan en la vía urinaria y más raramente se trata de metástasis. La práctica totalidad de los tumores malignos de origen en el parénquima renal son los carcinomas de células renales; el carcinoma de células claras representa el 70% de los mismos. En la práctica clínica, el diagnóstico diferencial se debe realizar con los dos tumores benignos más comunes, el oncocitoma, prácticamente indiferenciable por imagen del carcinoma de células renales, y el angio- miolipoma, que suele ser fácilmente diagnosticable tanto por ecografía como por TC. En el cuadro 112-1 se incluye la clasificación de la OMS de las neoplasias renales originadas en la corteza renal. En el presente capítulo se hará una mención específica al nefroblastoma o tumor de Wilms, que es el tumor renal primario más común en la edad infantil. TUMORES BENIGNOS DEL RIÑÓN Oncocitoma El oncocitoma renal es una neoplasia de crecimiento muy lento que habitualmente corresponde al 2%-5% de las neoplasias renales. Sin embargo, dentro de las masas de menos de 3 cm, puede representar hasta el 10% de estas. Tiene su origen en las células intercaladas del túbulo colector y está constituido por células de citoplasma amplio, intensamente eosinofílico, con gránulos que se corresponden con mitocondrias y núcleos pequeños redondos y uniformes (células oncocíticas). Para considerar estas neoplasias como oncocitomas deben carecer de mitosis atípicas y no deben existir otros grupos o tipos celulares. Suele ser un tumor asintomático y su diagnóstico habitualmente es incidental por ecografía o TC. Macroscópicamente es un tumor bien delimitado, redondeado, con buena diferenciación entre el parén- quima normal y el patológico. Los oncocitomas de mayor tamaño pueden tener un área central cicatricial de forma estrellada (imagen «en rueda de carro»). Se considera un tumor benigno, sin capacidad de producir metástasis, aunque puede producir alteraciones derivadas de su crecimiento local. El tratamiento de elección del oncocitoma es la nefrectomía parcial, aunque también se puede contemplar la realización de una nefrectomía radical en tumores de gran tamaño, ante la imposibilidad de des- cartar totalmente la presencia de áreas de carcinoma renal de aspecto oncocítico, habitualmente carcinoma cromófobo. Angiomiolipoma Es un tumor benigno del mesénquima renal constituido por vasos sanguíneos, músculo liso y tejido adiposo (histología mesodérmica). Corresponde al 2%-5% aunque, al igual que el oncocitoma, esta fre- cuencia es mayor en los tumores menores de 3 cm. Puede ser esporádico o asociarse a la esclerosis tuberosa (síndrome de Bourneville); en este caso es más frecuente que sea múltiple, bilateral y que afecte también a otros órganos (hígado, útero o retroperitoneo). Su mayor riesgo es que presente hemorragia espontánea, lo que puede originar una hemorragia retroperitoneal (síndrome de Wunderlich) debido a la fragilidad de los vasos neoformados y a la inexistencia de cápsula clásica. El síndrome de Wunderlich con la tríada de Lenk (dolor agudo, masa palpable y signos de hemorragia interna) se presenta en un 10% de los casos. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 928 SECCIÓN VI Nefrología El tratamiento está condicionado por el riesgo de rotura y hemorra- gia. El factor pronóstico más importante para predecir dicha hemorragia es el tamaño tumoral, por lo que se suele aconsejar el tratamiento conservador expectante en lesiones de menos de 4 cm, y su exéresis o embolización a partir de este tamaño o bien tratamiento médico en contexto de esclerosis tuberosa (v. cap. 110, Malformaciones congénitas y enfermedades quísticas del riñón). El tratamiento quirúrgico de elec- ción, siempre que técnicamente sea factible, es la nefrectomía parcial. Otros tumores benignos Otros tipos de tumores renales benignos son el adenoma metanéfrico y diversos tumores como fibromas, leiomiomas, hemangiomas (capaces de ocasionar hematuria recurrente), nefromas mesoblásticos congénitos y, excepcionalmente, el tumor yuxtaglomerular productor de renina (síndrome de Robertson-Kiara o reninismo primario). En este caso, la ablación del tumor comporta la normalización de la HTA en un 75% de los casos. TUMORES MALIGNOS DEL RIÑÓN Carcinoma de células renales Concepto Antiguamente denominado hipernefroma, adenocarcinoma renal o tumor de Grawitz, es un carcinoma que se origina en las células epiteliales del túbulo renal. Es la décima neoplasia del varón en orden de frecuencia y la decimocuarta en la mujer. Representa el 2% de las neoplasias malignas y es más frecuente en varones que en mujeres (2:1). Su máxima incidencia se produce entre los 50-70 años, si bien puede aparecer a partir de los 35 años hasta la edad senil. En España, la incidencia es de 5-9 por 100.000 habitantes; cada año aparecen 4.000 casos nuevos. Existe una mayor frecuencia del cáncer renal en pacientes con insuficiencia renal en relación con el tiempo transcurrido en diálisis y el desarrollo de enfermedad renal quística adquirida. Así, los pacientes en diálisis llegan a representar entre el 4% y el 9% de los carcinomas de células renales sobre el riñón con enfermedad quística adquirida del adulto (1.000 veces más que en la población normal). Su génesis se ha relacionado con la dieta hipercalórica (dietas ricas en grasas y colesterol), la obesidad, la HTA, el tabaco (incidencia 1,7 veces mayor) y otros factores ambientales como los metales pesados (cadmio), sin que en la mayoría de los casos pueda determinarse un factor etiológico claro. Anatomía patológica El tipo más frecuente es el carcinoma de células claras (70%). La variante papilar (tipo I y tipo II) constituye el 15% de las neoplasias renales malignas. El patrón histológico de carcinoma renal cromófobo está presente en el 5% de los tumores renales malignos. Una variedad excepcional y con gran agresividad corresponde al carcinoma de los ductus colectores, o carcinoma de Bellini (1%), y el carcinoma medular. El carcinoma de células renales tiene su origen en las células epiteliales del túbulo contorneado proximal (carcinoma de células claras) o túbulo colector (cromófobo y de Bellini). Un 2% de los carcinomas renales no puede clasificarse de acuerdo con ninguno de estos parámetros y corres- ponde a los carcinomas no clasificados o indiferenciados (sarcomatoides y de células fusiformes). La existencia de formas familiares de los subtipos histológicos más comunes del carcinoma de células renales ha permitido un buen cono- cimiento de las alteraciones genéticas subyacentes en estos tumores, al demostrarse que tanto las formas esporádicas como las hereditarias comparten similares alteraciones genéticas. La forma familiar del car- cinoma de células claras se encuentra presente en la enfermedad de von Hippel-Lindau, donde la alteración genética inicial se encuentra en el gen del mismo nombre, situado en 3p25. La ausencia de expresiónde este gen provoca un aumento de VEGF que resulta en aumento de la angiogénesis y proliferación de las células que conducen a la neoplasia. Dicho conocimiento ha permitido desarrollar fármacos específicos dirigidos a bloquear estas vías biológicas, que se han convertido en la opción mayoritaria de tratamiento de la enfermedad diseminada. La alteración genética presente en la forma familiar del carcinoma papilar de tipo I es una sobreexpresión de c-met que condiciona una activación de factor de crecimiento hepatocítico. También existen formas familiares del carcinoma papilar de tipo II, mientras que la enfermedad de Birt-Hogg-Dubé se asocia con el desarrollo tanto de tu- mores cromófobos como de oncocitomas. Estadificación tumoral En la estadificación del tumor renal, como en el resto de tumores sólidos, debemos tener en cuenta tanto la extensión tumoral, para la cual la clasificación más utilizada es la TNM, y por otra parte el grado de anaplasia celular (tabla 112-1). Una peculiaridad del tumor renal en su crecimiento local es su capacidad de progresión a través del sis- tema venoso que puede llegar a producir trombos de gran volumen que progresan a través de la vena cava inferior y que incluso pueden alcanzar la aurícula. En un 20%-30% de los casos, la primera manifes- tación de la enfermedad puede ser una metástasis, con localización preferente en pulmón (30%), huesos (15%), ganglios linfáticos (14%), suprarrenales (12%) y, con menor frecuencia, cerebro (8%), hígado (5%) y partes blandas. Además de la extensión tumoral se debe conocer el tipo o patrón celular predominante, lo que confiere connotaciones especiales en cuanto a la posibilidad de multiplicidad, recidiva, progresión y apari- ción de metástasis. A lo anterior siempre es necesario añadir el grado de diferenciación celular. En el caso del cáncer de células renales, la clasificación clásica de Fuhrman se ha sustituido por la de ISUP; en ambas adquiere especial relevancia el grado de atipia nucleolar, con mayor agresividad tumoral en los grados III y IV que en los grados I y II. Cuadro clínico La tríada clásica de hematuria, dolor y masa palpable se presenta sólo en un 15% de los casos, en la mayoría de los cuales se trata de pacientes con enfermedad neoplásica avanzada (30% de ellos con metástasis). En la actualidad, la mayor parte de los tumores renales se diagnostica de forma incidental (antes de presentar sintomatología) al realizar una exploración ecográfica o TC para estudio de otro proceso. Estos casos presentan en general una mayor supervivencia (85% a los 5 años) por tratarse de tumores de pequeño volumen y, por tanto, de bajo estadio. Cuando el tumor es sintomático, la hematuria es el síntoma más frecuente; es total, espontánea y de aparición caprichosa, sin molestias miccionales, pero en ocasiones capaz de provocar cólico nefrítico por la expulsión de coágulos ureterales. El carcinoma de células renales puede aumentar la síntesis de hormonas y péptidos de origen renal y causar: a) hipercalcemia por hiperparatiroidismo ectópico; b) policitemia por aumento de secreción de eritropoyetina, y c) HTA por secreción de renina. Otras manifes- taciones paraneoplásicas son la producción de péptidos y anticuerpos generados en respuesta a la neoplasia. Tumores de gran tamaño pueden presentarse con un cuadro inespecífico de fiebre, malestar general, anorexia y adelgazamiento, síntomas digestivos o síndrome endocrino paraneoplásico. El síndrome paraneoplásico más frecuente es la altera- ción funcional hepática con hepatoesplenomegalia, ictericia, elevación de fosfatasa alcalina, aumento de la α2-globulina y haptoglobina (sín- drome de Stauffer). Muchas de las manifestaciones paraneoplásicas desaparecen tras la extirpación del tumor renal. Diagnóstico El esquema diagnóstico de exploración ante la sospecha clínica de una masa renal aparece plasmado en el algoritmo de la figura 112-1. La ecografía determina el tamaño y localización del tumor renal (fig. 112-2) y permite diferenciarlo claramente de las lesiones quísticas (quiste simple, quiste cortical o quiste seroso simple). Las lesiones quísticas con tabicaciones, engrosamiento parietal, hemorragia intraquís- tica o la presencia de imágenes papilares en su interior constituyen el denominado quiste complicado, que debe estudiarse con ecografía con contraste o con TC con contraste (fig. 112-3), que además permite determinar la extensión local y a distancia del tumor (TC toraco- abdominal). Asimismo, permite determinar la indemnidad y la función del riñón contralateral. Hasta un 5% de los pacientes presentarán Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 929 CAPÍTULO 112 Tumores del riñón y del urotelio © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Figura - Algoritmo diagnóstico en el tumor renal. RM: resonancia magnética; Rx: radiografía; TC: tomografía computarizada. Figura - TC de abdomen. Lesión renal izquierda, de aspecto proliferativo, sólida e hipercaptante de contraste que indica abundante neovascularización (asterisco). TABLA 112-1 Estadios TNM del cáncer de riñón T – Tumor primario TX No se puede evaluar el tumor primario T0 No evidencia de tumor primario T1 Tumor ≤ 7 cm o inferior, en su dimensión máxima, limitado al riñón T1a Tumor ≤ 4 cm o inferior T1b Tumor > 4 cm pero ≤ 7 cm T2 Tumor > 7 cm en su dimensión máxima, limitado al riñón T2a Tumor > 7 cm pero ≤ 10 cm T2b Tumor > 10 cm, limitado al riñón T3 El tumor se extiende a venas importantes o tejidos perirrenales, pero no a la glándula adrenal ipsilateral ni sobrepasa la fascia de Gerota T3a El tumor se extiende gravemente hacia la vena renal o sus ramas segmentarias (que contienen músculos), o el tumor invade la grasa del seno perirrenal y/o renal (grasa peripélvica), pero no más allá de la fascia de Gerota T3b El tumor se extiende gravemente a la vena cava por debajo del diafragma T3c El tumor se extiende gravemente hacia la vena cava sobre el diafragma o invade la pared de la vena cava T4 El tumor invade más allá de la fascia de Gerota (incluida la extensión contigua a la glándula suprarrenal ipsilateral) N – Ganglios linfáticos regionales NX No se pueden evaluar los ganglios linfáticos regionales N0 Ausencia de metástasis ganglionares regionales N1 Metástasis en ganglio(s) regionales M – Metástasis a distancia M0 Ausencia de metástasis a distancia M1 Metástasis a distancia pTNM estadios Estadio I T1 N0 M0 Estadio II T2 N0 M0 Estadio III T3 N0 M0 T1, T2, T3 N1 M0 Estadio IV T4 Cualquier N M0 Cualquier T Cualquier N M1 Figura - Ecografía renal. Tumor renal sólido en polo superior de riñón derecho con áreas heterogéneas hiperdensas y áreas quísticas en su interior (flecha). un tumor contralateral de forma sincrónica o metacrónica. La RM permite determinar la extensión de la lesión de la vena cava inferior por trombo tumoral y también determinar si hay afección de partes blandas en tumores con gran extensión retroperitoneal. Pronóstico La supervivencia por estadios a los 5 años se establece en un 95% para el estadio T1, un 80%-90% para el T2, un 40%-60% para el T3 y un 20%-30% para el T4. En caso de afección ganglionar la superviven- cia es de un 7%-15% y, si existen metástasis a distancia, la supervivencia es sólo del 10% a los 5 años. Sin embargo, en el enfermo metastásico la supervivencia es muy variable según los grupos de riesgo de los pacientes. Estos grupos vienen determinados por el número de fac- tores de riesgo, que son: mal estado general (Karnofsky < 80), LDH Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es porElsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 930 SECCIÓN VI Nefrología elevada, anemia, hipercalcemia y posible nefrectomía previa. Son de pronóstico favorable si no hay ningún factor de riesgo, en cuyo caso la supervivencia media es de 30 meses; de pronóstico intermedio si hay 1 o 2 factores de riesgo, con una supervivencia de 20 meses y de mal pronóstico con 3 o más factores con una supervivencia media de 8 meses. El hecho de clasificar los pacientes en grupos de riesgo también tiene importancia a la hora de seleccionar la terapia más adecuada. Tratamiento El tratamiento de elección del carcinoma renal es su exéresis quirúrgica. En sus estadios localizados se realiza con pretensión de curación. En la enfermedad metastásica tratada con antiangiogénicos sólo se recomien- da en los de buen pronóstico, y pronóstico intermedio. Desconocemos si es beneficiosa en pacientes tratados con inmunoterapia en primera línea. El carcinoma de células renales se considera radiorresistente y quimiorresistente. El tratamiento quirúrgico empleado, la nefrectomía parcial o radi- cal, depende del tamaño tumoral, de la posibilidad técnica de realizar la exéresis del tumor y del estado funcional del riñón contralateral. La nefrectomía parcial es la técnica de elección en los tumores en estadio I (menos de 7 cm), al haber demostrado igual supervivencia cáncer- específica que la nefrectomía radical pero mayor supervivencia glo- bal debido a la menor mortalidad cardiovascular de estos pacientes que mantienen una mayor reserva renal. La nefrectomía parcial ha de practicarse de forma obligada en casos de riñón único, afectos de patología concomitante (HTA, diabetes y enfermedades sistémicas susceptibles de provocar deterioro funcional renal). En tumores de estadio II o más es de elección la nefrectomía radical que incluye la exé- resis en bloque del riñón afecto con envoltura grasa y fascia de Gerota. La linfadectomía regional se aconseja en tumores mayores de 10 cm, así como ante la presencia de adenopatías en las pruebas de imagen. El tratamiento de la enfermedad diseminada (ganglionar o metas- tásica) se ha basado históricamente en la inmunoterapia, con interfe- rón-α o interleucina 2, con tasas de respuesta bajas. Posteriormente, los inhibidores tirosín-cinasas (sunitinib, sorafenib y pazopanib) y los anticuerpos anti-VEGF (bevacizumab) con marcado efecto antiangiogénico y antiproliferativo desplazaron la inmunoterapia clásica. Se emplean en enfermos metastásicos en los grupos de buen pronóstico y pronóstico intermedio. Los inhibidores de la vía m-TOR (temsirolimus y everolimus) se mostraron efectivos en los grupos de mal pronóstico y en el rescate de fracasos a inhibidores de la tirosín-cinasa. Recientemente, la inmunoterapia dirigida a PD-1 y su ligando PDL-1, así como inhibidores de CTL-4, han demostrado superioridad sobre el sunitinib. Concretamente, la combinación nivolumab/ipilimumab ha aumentado hasta los 4 meses de supervivencia en tumores metastásicos de pronóstico intermedio y malo. Otros fármacos, como pemblizumab o atezolizumab en combinación con antiangiogénicos, también han demostrado su superioridad sobre el sunitinib, que queda relegado a los tumores metastásicos de buen pronóstico. Los cambios en el tratamiento se están produciendo de forma rápida, por lo que es importante actuali- zar estas líneas generales. El futuro será determinar factores predictivos de respuesta para definir que opción es la más adecuada. En caso de existencia de lesiones metastásicas únicas, estas pueden tratarse mediante intervención quirúrgica de rescate, sobre todo si son pulmonares, y mediante radioterapia estereotáctica las metástasis cerebrales. Nefroblastoma (tumor de Wilms) Concepto Es un tumor renal de origen embrionario. Es el tumor sólido abdo- minal más frecuente en niños y la quinta lesión maligna en la infancia (1 de cada 200.000 niños). Más del 80% de estos tumores aparecen antes de los 5 años de edad, y son muy raros por encima de los 15 años. No suele haber diferencias significativas en la incidencia en cuanto a sexos. Un 75% de los casos se presentan en niños sanos, mientras un 25% se asocian a anomalías del desarrollo como malformaciones en la vía urinaria, ausencia del iris (aniridia) y hemihipertrofia (crecimiento desproporcionado de un lado del cuerpo). La presentación bilateral se observa entre el 5% y el 10% de los casos, de forma simultánea o sucesiva, respectivamente. Anatomía patológica Es un tumor capaz de mostrar una histología heterogénea. Macros- cópicamente es una neoplasia encapsulada, de coloración parda al corte y con zonas de necrosis y áreas quísticas y hemorrágicas. Al examen microscópico se pueden encontrar tres tipos celulares entremezclados: células nefrogénicas (blastema); epiteliales, que forman estructuras tubulopapilares o glomeruloides renales de aspecto embrionario, y el estroma, que puede diferenciarse en células fusiformes musculares lisas o estriadas (frecuente), grasa o cartílago (raro) o estructuras óseas (muy raro). La anaplasia, presencia de núcleos grandes e hipercromáticos y mitosis atípicas, se correlaciona con un peor pronóstico, dentro de la buena expectativa general de estas neoplasias, con una buena tasa de supervivencia (80%-90%), con tratamiento multimodal. Las metástasis más frecuentes se localizan en pulmón, hígado y ganglios linfáticos. Cuadro clínico El tumor de Wilms suele presentarse en forma de masa abdominal palpable (75%) firme, indolora, lisa y unilateral. Si aparece dolor abdominal (30%-40% de los casos) suele ser difuso, pero si aparece de forma brusca con anemia e hipertensión suele ser debido a hemo- rragia intratumoral repentina. Puede haber fiebre o febrícula (18% de los casos) y hematuria macroscópica (por hemorragia aguda) o microhematuria (25% de los pacientes). La existencia de HTA puede deberse a una compresión del parénquima que genera isquemia renal o a la producción aumentada de renina. Diagnóstico Se realiza mediante TC, que permite indicar el tamaño tumoral, la existencia de adenopatías y establecer la posible presencia de metástasis hepáticas. La TC de tórax permite descartar la existencia de metás- tasis pulmonares o mediastínicas. Pueden ser necesarias exploraciones complementarias de gammagrafía ósea o RM. Puede solicitarse la determinación sanguínea de catecolaminas y ácido vanilmandélico si se sospecha un neuroblastoma, aunque en este caso la lesión suele ser más medial. Tratamiento El tratamiento depende de la extensión tumoral, con un abordaje preoperatorio, quirúrgico y postoperatorio mediante la combinación de quimioterapia, exéresis quirúrgica y radioterapia. La extirpación qui- rúrgica del tumor es necesaria, así como de otros tejidos adyacentes que puedan estar afectados. Desde la administración de radioterapia coadyuvante la supervivencia de pacientes con este tipo de cáncer mejoró en un 40% y desde el comienzo del uso de quimioterapia se han alcanzado tasas de supervivencia entre un 80% y un 90%. Sarcoma renal Los sarcomas son tumores malignos de origen mesenquimal. Estas neoplasias representan alrededor del 2% de los tumores malignos que afectan al riñón. La presencia de componente epitelial en la lesión indica que se trata de un carcinoma renal sarcomatoide, que debe diferenciarse de estas neoplasias. Existen diferentes variedades según el tipo mesenquimal predominante: leiomiosarcoma (50%-60% de los sarcomas renales), fibrosarcoma (10%-20%), liposarcoma (19%) y rabdomiosarcoma. Sus manifestaciones clínicas suelen ser dolor y masa en el flanco y hematuria, pero a menudo su presentación es silente, de tal forma que suelen descubrirse en estadios avanzados. Está contraindicada la punción-biopsia, por la posibilidad de implantes en el trayecto de la aguja. El tratamiento de elecciónes la exéresis radical del tumor mediante nefrectomía radical, a pesar de lo cual son frecuentes las recidivas locales. La presencia de metástasis configura un pronós- tico muy desfavorable, con una expectativa de vida inferior a 3-6 meses. La quimioterapia sistémica complementaria con vincristina, ciclo- fosfamida y actinomicina D, junto con doxorubicina e ifosfamida, per- mite obtener respuestas objetivas. La radioterapia, a pesar de aplicarse con frecuencia, no ofrece beneficios considerables. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 931 CAPÍTULO 113 Enfermedades de las vías urinarias de interés en medicina interna S E C C IÓ N V I Tumores uroteliales de pelvis y uréter (carcinomas uroteliales) Estos tumores que afectan la pelvis, el uréter o los cálices renales son poco frecuentes, y representan el 3%-5% de todos los tumores renales. Comparten factores etiopatogénicos con el cáncer de vejiga y no es infrecuente su concurrencia. Aproximadamente el 10% de los tumores vesicales pueden llegar a presentar un tumor de vías urinarias asociado y un tercio de los pacientes con tumores de vías presentarán un tumor vesical en su evolución clínica, lo cual confirma un mismo agente etiológico y la posibilidad de enfermedad panurotelial. La mayor parte de estas lesiones corresponden a carcinomas tran- sicionales (95%), mientras otros tipos celulares, como el carcinoma de células escamosas, son raros, y excepcionales los adenocarcinomas. Se asientan sobre todo en la pelvis renal (75%) y en los cálices renales; un 25% de los mismos se localiza en el uréter, sobre todo en su trayecto distal. Suelen ser multitópicos (9%-25%) y pueden ser bilaterales, de forma sincrónica o asincrónica (2%-4%). Como factores etiológicos predisponentes se encuentran el tabaco (el 70% de los varones y un 40% de mujeres con tumor de vías uri- narias son fumadores), factores ocupacionales como la exposición a anilinas y aminas aromáticas (industrias químicas, tintes, imprentas, industrias del caucho y pinturas), tratamientos previos con ciclofos- famida, consumo de analgésicos (como la fenacetina) y, sobre todo, la denominada nefropatía de los Balcanes. En función del grado celular se hacen infiltrantes de la pared mus- cular (cuanto mayor es el grado de anaplasia) y, dada esta afección de la pared muscular del uréter o de la pelvis renal, aparecerán metástasis linfáticas tempranas y a distancia, lo cual le confiere un peor pronóstico. Suelen ser sintomáticos con hematuria total recidivante. El diagnós- tico suele realizarse mediante TC con contraste, que pone de manifiesto un defecto de repleción lacunar en vía urinaria superior, realizada ante un primer diagnóstico de tumor vesical o ante la persistencia de hematuria con cistoscopia negativa. Además, la TC puede confirmar el diagnóstico y establecer si existe afección extraureteral o presencia de adenopatías, así como la existencia de metástasis viscerales. En casos de anulación renal puede ser útil para el diagnóstico la urografía por RM. Las exploraciones retrógradas con ureteroscopia permiten el diagnóstico en casos de duda, así como la toma de biopsia e incluso su resección si son muy papilares y exofíticos. La citología de orina puede confirmar el diagnóstico. Es necesario investigar la posible existencia de tumor de vías cuando exista una citología urinaria positiva y la vejiga urinaria sea normal (con biopsias vesicales múltiples negativas para carcinoma in situ). El único tratamiento efectivo es la exéresis quirúrgica. Se considera estándar la nefroureterectomía (extirpación del riñón, la pelvis y el uré- ter junto con un rodete perivesical, dada la posibilidad de implantes en sentido descendente). En tumores localizados y de bajo grado pueden realizarse resecciones del tumor con márgenes sanos mediante endos- copia o cirugía abierta, sobre todo si las lesiones son bilaterales. En este caso, el seguimiento clínico ha de ser muy estricto, para permitir un tratamiento temprano si se detecta recidiva. El tratamiento de los pacientes con tumores infiltrantes o localmen- te avanzados y metastásicos exige complementarse con quimioterapia sistémica, con uso de cisplatino: M-VAC o en combinación con gem- citabina, a pesar de lo cual la tasa de progresión en estos casos es alta y el pronóstico desfavorable. La supervivencia en estadios Ta-T1-T2 es del 65%-100% a los 5 años, con disminución al 5%-30% en los estadios T4 y T3. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Alcaraz A. Nephron-sparing surgery: some considerations regarding an unde- rused standard of care. Eur Urol 2010;58:346-8. Eble JN, Sauter G, Epstein JI, Sesterhenn IA. WHO Classification Tumours of the Urinary System and Male Genital Organs: Pathology and Genetics. Lyon: IARC Press; 2004. Huang WC, Levey AS, Serio AM, Snyder M, Vickers AJ, Raj GV, et al. Chronic kidney disease after nephrectomy in patients with renal cortical tumours: a retrospective cohort study. Lancet Oncol 2006;7:735-40. Linehan WM, Walther MM, Zbar B. The genetic basis of cancer of the kidney. J Urol 2003;170:2163-72. Simmons MN, Hillyer SP, Lee BH, Fergany AF, Kaouk J, Campbell SC. Functional recovery after partial nephrectomy: effects of volume loss and ischemic injury. J Urol 2012;187:1667-73. https://booksmedicos.org Push Button0:
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