Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Hipertensión arterial DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN La hipertensión arterial (HTA) es una elevación sostenida de la pre- sión arterial (PA) sistólica (PAS), diastólica (PAD) o de ambas. Su importancia viene determinada por su elevada prevalencia, su relación estrecha con la morbilidad y la mortalidad, especialmente por causas cardiovasculares, y por un riesgo residual vital de aparición que se acerca al 100%. Aunque la distribución de la PA en la población y su relación con el riesgo cardiovascular son continuas, la práctica asis- tencial y la toma individualizada de decisiones requieren una definición operativa que tenga en cuenta los riesgos y los beneficios potenciales del tratamiento. La HTA se define, en general, por la presencia mantenida de cifras de PAS igual o superior a 140 mm Hg o PAD igual o superior a 90 mm Hg, o ambas. No obstante, dado que cifras inferiores a dichos límites no están exentas de riesgo, existe una tendencia actual hacia la reducción de los valores utilizados para tal definición. En este sentido, las guías americanas proponen un umbral de 130/80 mm Hg para la definición de HTA (tabla 57-1). Componentes de la presión arterial Todas las complicaciones vasculares asociadas a la HTA, lo que incluye la enfermedad coronaria, el ictus, la enfermedad arterial periférica, la insuficiencia cardíaca y la enfermedad renal crónica, están relacionadas tanto con la PAS como con la PAD. No obstante, a partir de los 55 años la relación es mucho más estrecha con la PAS. En esta circunstancia, el aumento desproporcionado en la PAS que provoca un aumento de la presión del pulso (PP = PAS − PAD) es un reflejo del estado de rigi- dez de las grandes arterias y también se asocia a un mayor riesgo cardiovascular. EPIDEMIOLOGÍA La HTA es una condición muy frecuente y el principal factor de riesgo relacionado con la mortalidad global. Las cifras de presión aumentan progresivamente con la edad, por lo que la prevalencia de HTA depende extraordinariamente del segmento etario analizado. De muy baja prevalencia en individuos por debajo de los 30 años, la proporción de individuos hipertensos puede alcanzar hasta el 80% en los mayores de 80 años. Todos los grupos étnicos sufren HTA, salvo aquellas comunidades que han permanecido culturalmente aisladas. La distribución de la prevalencia depende fundamentalmente de factores socioeconómicos y culturales, aunque con tendencia a igualarse en todas las zonas geográficas del planeta. Se calcula que más de 1.000 millones de individuos en todo el planeta son hipertensos y se prevé un incremento del 15%-20% en el 2025, alcanzando los 1.500 millones de individuos. En Europa, la prevalencia de HTA en adultos es aproximadamente del 30%-40% y supera el 60% en mayores de 60 años. El grado de conocimiento y tratamiento farmacológico de la HTA en la población general europea es relativamente elevado, pero el control se sitúa en cifras inferiores al 50% y difiere según el país y el ámbito asistencial. TABLA 57-1 * Categoría PAS (mm Hg) PAD (mm Hg) Clasificación en Europa Óptima < 120 y < 80 Normal 120-129 y/o 80-84 Normal-alta 130-139 y/o 85-89 HTA de grado 1 140-159 y/o 90-99 HTA de grado 2 160-179 y/o 100-109 HTA de grado 3 ≥ 180 y/o ≥ 110 HTA sistólica aislada ≥ 140 y < 90 Clasificación en EE. UU. PA normal < 120 y < 80 PA elevada 120-129 y < 80 HTA en estadio 1 130-139 o 80-89 HTA en estadio 2 ≥ 140 o ≥ 90 *Cuando las presiones arteriales sistólica (PAS) y diastólica (PAD) se encuentren en distintas categorías, se aplicará la categoría superior. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 517 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II ETIOPATOGENIA Y FISIOPATOLOGÍA DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL ESENCIAL Factores etiológicos Genética Desde un punto de vista clínico, la influencia de la genética en la HTA viene determinada por una agregación familiar, de forma que la prevalencia aumenta entre los familiares de primer grado. Más allá de esta observación clínica, el conocimiento de los genes implicados en el desarrollo de la HTA es muy escaso. Ello es debido a que la HTA, como enfermedad de elevada prevalencia y de amplia distribución geográfica, presenta una genética compleja con la probable participación de un gran número de genes candidatos. Además, no hay que olvidar que la distribución de la PA en la población es continua y que la definición de HTA es arbitraria. Finalmente, parece claro que los determinantes genéticos pueden verse modificados por otros ambientales, de forma que la PA o el fenotipo resultante depende de la interacción de ambos factores. Factores ambientales Los principales factores relacionados con el desarrollo de la HTA se encuentran ligados con el progreso y los cambios en los hábitos de vida y dietéticos. El progresivo sedentarismo de la sociedad tras la era industrializada, con el consiguiente desequilibrio entre ingesta calórica y gasto energético, junto con elementos dietéticos específicos, como la elevada ingesta de grasas saturadas y el elevado consumo de sal son los principales determinantes ambientales de la aparición de HTA. En las comunidades que han permanecido aisladas de la cultura de la sociedad industrial y donde el consumo energético es alto y la alimentación está basada en productos vegetales con una baja cantidad de sal, la prevalencia de HTA es baja y la elevación de la PA con la edad es escasa, al revés de lo que sucede en las sociedades industrializadas y urbanas. Los mecanismos por los que estos determinantes ambientales producen HTA y favorecen el desarrollo de enfermedad cardiovas- cular no están del todo esclarecidos. La elevada ingesta calórica y el bajo gasto energético actúan a través del sistema nervioso autónomo y producen una hiperactividad simpática. En el caso del consumo de sal, la situación es todavía más compleja, ya que existe una predisposición individual al efecto presor de la sal, conocida como sensibilidad a la sal. Los mecanismos de dicha sensibilidad son múltiples y se relacionan con anomalías en el transporte transmembrana de sodio, especialmente en su capacidad excretora renal, estimulación del sistema nervioso sim- pático y disfunción endotelial. La sensibilidad a la sal es más frecuente en los individuos afroamericanos y en los de mayor edad, hecho que justifica la mayor prevalencia de HTA en estos grupos. Fisiopatología Sistema nervioso simpático Multitud de evidencias experimentales y clínicas apoyan el papel del sistema nervioso autónomo en la patogenia de la HTA. Los individuos hipertensos presentan una hiperactividad simpática, con desequilibrio entre esta y la actividad parasimpática. La activación simpática puede tener su origen en un estímulo directo por el estrés crónico, ya sea mental o promovido por la elevada ingesta calórica, el sedentarismo y la obesidad. También se ha descrito un mal funcionamiento de los sensores periféricos, conocidos como barorreceptores. Varias evidencias clínicas apoyan esta hiperactividad simpática, lo que incluye una mayor frecuencia cardíaca en reposo de los sujetos hipertensos, así como el efecto antihipertensivo de fármacos que reducen el flujo simpático. La hiperactividad simpática tiene, además, una importancia capital en el pronóstico de algunas complicaciones de la HTA, como la cardiopatía isquémica o la insuficiencia cardíaca. Sistema renina-angiotensina El sistema renina-angiotensina (SRA) es, sin duda, el principal respon- sable del desarrollo de la enfermedad vascular y uno de los principales focos de atención terapéutica. El sistema se inicia mediante la hidrólisis del angiotensinógeno, péptido producido fundamentalmente en el hígado, por la enzima renina, generadamayoritariamente en el aparato yuxtaglomerular. La formación de angiotensina I, un decapéptido, sigue con su conversión en angiotensina II, por la enzima convertidora de angiotensina. La angiotensina II es el principal efector del sistema con receptores específicos a varios niveles que promueven vasocons- tricción y retención hidrosalina, esta última gracias a la estimulación de la secreción suprarrenal de aldosterona, así como fenómenos infla- matorios, proagregantes y protrombóticos estrechamente ligados al desarrollo y la vulnerabilidad de la placa de ateroma. El sistema es más complejo de lo que inicialmente se creía y en los últimos años se han descubierto nuevos receptores (de prorrenina, MAS1, IRAP, etc.), otros mecanismos de formación de angiotensina II, otros tipos de enzima convertidora (enzima convertidora II), otros tipos de angiotensinas (III, IV, angiotensina 1,7, etc.), así como varios sub- tipos de receptores de angiotensina II que promueven acciones de va- rios tipos, en algunos casos contrapuestas. A pesar de su importancia fisiopatológica y como diana terapéutica, no se han descrito marcadores séricos del SRA que tengan una clara utilidad clínica o terapéutica. Disfunción y lesión endotelial El endotelio desempeña un papel fundamental en la fisiopatología vascular. Las alteraciones observadas en la HTA y sus complicaciones cardiovasculares incluyen tanto disfunción como daño de la capa de células endoteliales. En el último caso, la hipótesis más plausible es la incapacidad de los individuos predispuestos en reparar el daño de células endoteliales que se produce en circunstancias normales, fundamentalmente debido a una disminución de las células proge- nitoras endoteliales, principales responsables de dichos procesos de reparación. En cuanto a las alteraciones funcionales, estas consisten en un desequilibrio entre la producción de sustancias vasodilatadoras y antiinflamatorias, entre las que destaca el óxido nítrico, y la produc- ción de sustancias vasoconstrictoras y proinflamatorias, especialmente endotelina y especies reactivas de oxígeno. Todas estas alteraciones se han descrito en pacientes y animales de experimentación con HTA esencial o primaria, así como con enfermedad vascular en distintos grados de desarrollo. Cambios estructurales en las arterias Los tres tipos de cambios descritos en la HTA son la presencia de rarefacción capilar, hipertrofia de la capa media de las arterias de resis- tencia y la rigidez de las grandes arterias. La rarefacción capilar se ha observado en pacientes hipertensos, especialmente cuando se acompaña de obesidad u otras alteraciones metabólicas. Dicha rarefacción capilar afecta especialmente al músculo esquelético y parece estar en la génesis de la resistencia a la insulina que desarrollan estos pacientes con el consiguiente incremento del riesgo de desarrollo de diabetes. La hiper- trofia de la capa media con la consiguiente disminución de la luz se ha descrito especialmente en hipertensos jóvenes o de mediana edad con HTA de predominio diastólico o sistólico-diastólico. Esta hipertrofia promueve un incremento del tono contráctil de dichas arterias, lo que eleva las resistencias periféricas en el árbol arterial más distal. En esta zona el componente de pulsatilidad ha desaparecido, por lo que se eleva la PA media que arrastra de forma armónica a los componentes sistólico y diastólico. Por el contrario, en los individuos de mayor edad, este componente de hipertrofia es menos evidente y el elemento más importante es la pérdida de elasticidad de las arterias de conductancia, especialmen- te de la aorta. La rigidez de dichas arterias en una zona de elevada pulsatilidad tiene como consecuencia una mala adaptación (menor distensibilidad) a la onda de eyección cardíaca y una menor capacidad de reservorio para la correcta irrigación sanguínea al árbol más distal durante la diástole. La consecuencia es una elevación del componente sistólico y una disminución del componente diastólico. Esta misma rigidez hace que la onda de pulso viaje más rápido por las arterias y, por tanto, la reflexión de la onda se produzca antes y con mayor intensidad, lo que magnifica el efecto sobre la PAS. Esta HTA sistólica aislada es la más frecuente forma de presentación de la HTA cuando aparece en edades avanzadas. https://booksmedicos.org 518 SECCIÓN II I Cardiología ETIOPATOGENIA DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL SECUNDARIA Existe un importante número de enfermedades capaces de producir HTA (cuadro 57-1). En la mayoría de los casos la HTA forma parte de un cortejo sintomático que permite la orientación hacia la causa sub- yacente siendo infrecuente que la enfermedad productora se manifieste de forma predominante con la elevación de la PA. A continuación se detallan las más importantes. Hipertensión arterial de origen renal Casi todas las nefropatías crónicas se acompañan de HTA en algún momento de su evolución. Las nefropatías parenquimatosas que con mayor frecuencia se acompañan de HTA y a menudo de difícil con- trol son, por orden decreciente las glomerulopatías, las vasculitis y las nefropatías tubulointersticiales. La HTA puede acelerar el curso de la nefropatía hacia la insuficiencia renal avanzada y su tratamiento es esencial para enlentecer o incluso mejorar el funcionalismo renal. La poliquistosis renal y la esclerodermia sistémica se asocian a menudo a HTA, mientras que esta es menos frecuente en la uropatía obs- tructiva. En este apartado hay que incluir ciertas tubulopatías de carácter monogénico donde la HTA se debe a una retención de sal por un aumento en la actividad del transportador de sodio tubular. En el sín- drome de Gordon o seudohipoaldosteronismo tipo II hay un aumento del cotransportador de sodio cloro del túbulo distal, y en la enfermedad de Liddle, del canal epitelial de sodio del túbulo colector. Hipertensión arterial vasculorrenal Las dos causas principales son: a) estenosis ateromatosa, más frecuente en varones, que afecta predominantemente al ostium y al tercio proxi- mal de la arteria, y cuya incidencia aumenta con la edad y la presencia de HTA previa, diabetes, tabaquismo o enfermedad vascular en otros territorios, y b) displasia fibromuscular, una enfermedad vascular sis- témica rara. Se trata de una enfermedad idiopática no ateromatosa y no inflamatoria que da lugar con frecuencia a estenosis de arterias de pequeño y mediano calibre. Se clasifica según la capa de la pared afecta (íntima, media o adventicia) o por el patrón angiográfico (multifocal o unifocal). La lesión suele afectar el tercio medio de la arteria renal y con frecuencia es bilateral. Puede afectar también a otros territorios vasculares (tronco celíaco, carótidas, etc.), aunque raras veces produce síntomas en ellos. Predomina en las mujeres jóvenes. Otras causas menos frecuentes de HTA vasculorrenal son: aortitis de Takayasu, neurofibromatosis, arteritis de células gigantes, poliarteritis nudosa, anomalías congénitas, compresión extrínseca, trombosis (postrau- matismo), etc. La HTA vasculorrenal puede ser clínicamente indistinguible de la HTA esencial, pero debe sospecharse ante: 1) una HTA que se inicia antes de los 30 años; 2) una HTA resistente al tratamiento con tres fár- macos; 3) un paciente hipertenso que, al administrarle un inhibidor del SRA, presenta una excesiva respuesta hipotensora o un empeoramiento de la función renal; 4) la presencia de un soplo abdominal; 5) una HTA con hipopotasemia no inducida por diuréticos; 6) una asimetría renal descubierta casualmente, y 7) una HTA acelerada o maligna. En los pacientes con sospecha clínica, se aconseja practicar una ecografía Doppler de las arterias renales (menos sensible para dis- plasia fibromuscular) y/o un angio-TC. La arteriografía es la prueba de elección para el establecimiento diagnóstico y puede utilizarse también como instrumento terapéutico: angioplastia simple en la displasia y con stent en la ateromatosis,aunque su indicación está cada vez más limitada en esta última. Tumores secretores de renina Estos tumores de células yuxtaglomerulares secretoras de renina se caracterizan por hipertensión grave en pacientes relativamente jóvenes con concentraciones elevadas de renina e hiperaldosteronismo secun- dario en ausencia de estenosis de las arterias renales. Hiperaldosteronismo primario Es debido a la secreción excesiva de aldosterona causada por una hiperfunción autónoma de la corteza suprarrenal y cuyo sustrato ana- tómico es un adenoma en el 75% de los casos y una hiperplasia bila- teral en el resto. Mucho más raros son los hiperaldosteronismos fami- liares. El cuadro debe distinguirse de los hiperaldosteronismos secundarios a un SRA estimulado (p. ej., HTA vasculorrenal). La incidencia es del 0,5% de los hipertensos, pero asciende entre los que presentan HTA resistente o HTA de grados 2 o 3. Clínicamente • CUADRO 57-1 Renal Glomerulonefritis aguda y crónica Vasculitis con afección renal y ciertas conectivopatías Nefropatías intersticiales Poliquistosis renal Vasculorrenal Tumor secretor de renina Tubulopatía con retención primaria de sodio (síndromes de Liddle y de Gordon) Endocrina Síndrome de Cushing Hiperaldosteronismo primario Hiperplasia suprarrenal congénita Feocromocitoma y tumores afines Hipotiroidismo Hipertiroidismo Hiperparatiroidismo Acromegalia Exógena Anticonceptivos orales (estrógenos) Glucocorticoides Simpaticomiméticos (fenilefrina o nafazolina en descongestivos nasales) Inhibidores de la monoaminooxidasa (con alimentos con tiramina) Antidepresivos tricíclicos Antipsicóticos atípicos (clozapina, olanzapina) Ciclosporina, tacrolimus Eritropoyetina AINE Antineoplásicos (antiangiogénicos, inhibidores del proteosoma) Anorexígenos (fenilpropanolamina, sibutramina) Estimulantes (anfetaminas, cocaína, drogas de diseño, cafeína, etc.) Abuso de alcohol Regaliz, carbenoxolona, hierbas medicinales (efedra, ma huang) Neurógena Síndrome de la apnea-hipopnea del sueño Psicógena, ansiedad, hiperventilación Aumento brusco de la presión intracraneal Encefalitis Tumor cerebral Saturnismo Disautonomía familiar (síndrome de Riley-Day) Porfiria aguda Sección de la médula espinal Síndrome de Guillain-Barré Otras Coartación de aorta HTA inducida por el embarazo Policitemia, hiperviscosidad Quemados Síndrome carcinoide https://booksmedicos.org 519 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II puede ser indistinguible de una HTA esencial, aunque en ocasiones aparece debilidad muscular y, con menor frecuencia, calambres, tetania y poliuria. Estos síntomas se deben a la hipopotasemia (prin- cipal signo de sospecha diagnóstica) y a la alcalosis metabólica. La hipopotasemia puede faltar especialmente si el paciente está sometido a una dieta hiposódica. Con frecuencia, los hiperaldosteronismos primarios con hipopotasemia pueden cursar con cifras de aldos- terona próximas a la normalidad, por lo que las determinaciones deben hacerse con un potasio plasmático superior a 3,5 mEq/L. Una buena prueba de despistaje es medir el cociente aldosterona/ renina, en ausencia de antialdosterónicos durante 6 semanas previas y con potasemia normalizada. Seguidamente, se requiere de una prueba de confirmación (test de infusión salina, test de supresión con fludrocortisona y/o test de captopril) y un TC adrenal. En caso de indicar intervención quirúrgica, se recomienda la determinación de aldosterona directamente en las venas suprarrenales para confirmar la afectación unilateral. En caso de no estar indicada la intervención, el tratamiento antihipertensivo debe incluir un antagonista del receptor mineral corticoide (espironolactona o eplerenona). Otras hiperfunciones mineralocorticoides Hay dos formas de hiperplasia suprarrenal congénita que cursan comúnmente con HTA: la deficiencia de 11-β-hidroxilasa y la de 17-α-hidroxilasa. La primera se acompaña de virilización y la segunda cursa con retardo de la maduración sexual. La HTA se produce por exceso de síntesis de desoxicorticosterona. También se observan hipopotasemia y concentraciones bajas de renina y aldosterona. La ingestión de grandes cantidades de regaliz (ácido glicirrínico) o carbenoxolona (fármaco utilizado como antiácido) pueden ser causa de HTA e hipopotasemia debido a la actividad mineralocorticoide que puede derivarse al inhibir la 11-β-hidro- xiesteroide deshidrogenasa de tipo 2, que metaboliza el cortisol a cortisona aumentando su vida media y permitiendo su unión a los receptores mineralocorticoides. Feocromocitoma Son tumores derivados de las células cromafines de la médula suprarrenal secretores de catecolaminas que, mediante incrementos del gasto cardíaco o de las resistencias periféricas, provocan HTA. Muy poco frecuentes, son responsables de menos del 0,1% de todas las hipertensiones. Un 10% son extraadrenales y se deno- minan paragangliomas. El cuadro clínico se caracteriza por crisis paroxísticas de HTA acompañadas de sintomatología adrenérgica, con predominio de cefalea, sudoración y palpitaciones, aunque pueden presentar sintomatología muy variada desde la crisis de pánico al abdomen agudo. El diagnóstico se realiza mediante la demostración de un incremento de las catecolaminas o mejor, de sus metabolitos las metanefrinas, que son más estables, seguido de un diagnóstico de localización anatómico (TC abdominopél- vico) y funcional (gammagrafía con yodometilbencilguanidina o PET-TC). El tratamiento es quirúrgico con abordaje mínimamente invasivo, previa preparación farmacológica con bloqueo de los receptores α-adrenérgicos. El feocromocitoma puede asociarse a varios tipos de neoplasias endocrinas múltiples, carcinoma medular de tiroides, hiperparatiroidis- mo, neurofibromatosis o enfermedad de Von Hippel-Lindau. Hay casos de feocromocitomas o paragangliomas hereditarios que presentan mutaciones en los genes de la succinil deshidrogenasa y se asocian con tumores multifocales y metastásicos. Síndrome de apnea-hipopnea Es actualmente una causa frecuente de HTA secundaria. Acompañando a los ronquidos durante el sueño se presentan cefalea, somnolencia y, a veces, depresión y arritmias. Aunque los mecanismos por los que se produce HTA no están completamente aclarados, probablemente es debido a la liberación de catecolaminas durante las apneas. Es una de las principales causas de HTA nocturna y de resistencia al tratamiento. La corrección de la apnea mejora el control de la PA. CUADRO CLÍNICO Y COMPLICACIONES La HTA por lo general es asintomática, aunque con PA elevadas pue- den aparecer síntomas inespecíficos (cefalea, mareo, vértigo). En caso de HTA de grado 3 puede aparecer daño en los órganos diana de la hipertensión y condicionar sintomatología variada (v. Urgencias y emergencias hipertensivas). La HTA mantenida puede condicionar cambios estructurales o funcionales en los órganos diana de la hipertensión (corazón, cere- bro, riñón y vasos sanguíneos) inicialmente asintomáticos. Algunas lesiones pueden ser reversibles con el tratamiento antihipertensivo, especialmente cuando se tratan de forma precoz. A largo plazo si no existe un buen control, la lesión subclínica puede evolucionar y hacerse sintomática e irreversible (enfermedad clínica asociada a la hiperten- sión). A continuación se describen las principales complicaciones. Complicaciones cardíacas La hipertensión crónica produce una sobrecarga hemodinámica al ven- trículo izquierdo que da lugar al desarrollo de hipertrofia ventricular izquierda, lo que supone el primer paso de la cardiopatía hipertensiva. La hipertrofia condiciona una disminución de la reserva coronaria (microangiopatía) que a la larga puede favorecer la aparición de cardio- patía isquémica, además de conducir a una alteración en la relajación ventricular también denominada disfunción diastólica. Estas altera- ciones en la hemodinámica intracardíaca se transmiten a la aurícula izquierda aumentando su tamaño y facilita el desarrollo de arritmias,especialmente fibrilación auricular. Todo ello incrementa el riesgo de insuficiencia cardíaca tanto con fracción de eyección preservada como con fracción de eyección reducida que constituye el estadio final de la cardiopatía hipertensiva. Complicaciones del sistema nervioso central La HTA aumenta la prevalencia de daño cerebral, que puede manifes- tarse clínicamente de forma aguda como un accidente isquémico transitorio o como un accidente cerebrovascular. El daño cerebral, sin embargo, puede ser asintomático y detectarse sólo por RM como hiperintensidades en la sustancia blanca (leucoaraiosis), microinfartos (mayoritariamente pequeños y profundos, denominados infartos lacu- nares), microsangrados y atrofia cerebral. Los infartos se asocian con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular y deterioro cognitivo por demencia degenerativa y vascular. La encefalopatía hipertensiva es una forma especial de afección del SNC. Su desarrollo se relaciona con la velocidad y la magnitud de la elevación de la PA por encima del límite superior de auto- rregulación. Este fracaso de la autorregulación produce en ciertas áreas vasodilatación, aumento de la permeabilidad capilar y edema. El incremento del flujo sanguíneo cerebral en algunas áreas coexiste con fenómenos de isquemia localizada, microinfartos y hemorragias petequiales en otras. Complicaciones renales El riñón puede ser la causa de la HTA, aunque también sufre sus consecuencias. Hoy en día la nefroangiosclerosis es la segunda causa de enfermedad renal crónica tras la diabetes. La nocturia constituye el síntoma renal más precoz y traduce la pérdida de la capacidad de concentración. La albuminuria elevada (mayor de 30 mg/g) es el signo más precoz de nefroangiosclerosis, traduce una alteración en la barrera de filtración glomerular y constituye por sí misma un factor de riesgo cardiovascular. En algunos casos puede evolucionar a proteinuria franca (> 300 mg/g), aunque raramente de rango nefrótico. Los cambios vasculares propios de la HTA (hiperplasia y nefroscle- rosis hialina) condicionan un aumento de la resistencia vascular renal, con disminución del flujo plasmático renal y posteriormente, debido a la autorregulación renal, del filtrado glomerular. Con un buen control de la PA se preserva la función renal en la mayoría de los pacientes. https://booksmedicos.org 520 SECCIÓN II I Cardiología Otras complicaciones La HTA incrementa el riesgo de desarrollo y rotura de placas de ate- roma que se asocian con un mayor riesgo de enfermedad coronaria, cerebrovascular, así como de arteriopatía periférica. Esta última se caracteriza por la presencia de dolor sural con el ejercicio, que cede con el reposo (claudicación intermitente) y puede progresar hasta la isquemia arterial persistente, que puede llevar a la amputación. La coexistencia de diabetes y tabaquismo incrementan dichos riesgos. Por su parte, la presencia y riesgo de rotura de aneurismas de la aorta abdominal, así como la disección aórtica es más frecuente entre los pacientes hipertensos. EVALUACIÓN DEL PACIENTE HIPERTENSO Estratificación y evaluación del riesgo cardiovascular Uno de los pilares de la evaluación del paciente hipertenso es la valoración del riesgo individual absoluto, que depende de las cifras de presión, pero igualmente de la concomitancia de otros factores de riesgo, lesión de órgano diana mediada por HTA (LODMH), enfermedad renal crónica o enfermedad cardiovascular establecida. La valoración mediante modelos multifactoriales predice el ries- go global individual de forma más exacta y sirve de ayuda a un tratamiento más individualizado de la HTA. Se han propuesto diversos modelos para realizar la estimación del riesgo cardiovas- cular. Las guías americanas usan una calculadora desarrollada con la ecuación de una cohorte agrupada (Pooled Cohort Equation) que incluye entre otras la cohorte de Framingham y calcula el riesgo de un episodio cardiovascular mortal o no a los 10 años. Se basa en una serie de parámetros entre los que se incluyen la edad, el géne- ro, la raza, el tabaquismo, las cifras de PA, de lípidos, la presencia de diabetes y los tratamientos recibidos. El equivalente europeo es el proyecto SCORE (Systemic COronary Risk Estimation), que predice el riesgo de mortalidad de causa cardiovascular en función de un análisis de la población de diferentes zonas de Europa, y actualmente también aplicable a mayores de 65 años. No obstante, en la evaluación del paciente hipertenso deben tenerse en cuenta otros aspectos adicionales, no presentes en las ecuaciones de riesgo, pero igualmente relacionados con el pronóstico cardiovascular. El cuadro 57-2 proporciona un listado de dichos factores, incluyendo las diferentes formas de LODMH y la enfermedad cardiovascular sintomática. En general, los pacientes pueden agruparse en cuatro categorías de riesgo, de bajo a muy elevado. Estas categorías y sus componentes se muestran en el cuadro 57-3. Medida de la presión arterial El diagnóstico de HTA y las decisiones terapéuticas que de dicho diagnóstico se derivan requieren la mayor fiabilidad posible en la determinación de las cifras de PA. Aunque la medida de la PA es una de las exploraciones más frecuentemente efectuadas, existen muchas influencias derivadas de su variabilidad intrínseca y extrínseca que hacen que la reproducibilidad de una medida sea relativamente escasa. Las dificultades para medir la PA de un sujeto derivan de su varia- bilidad, relacionadas sobre todo con la actividad física y mental, de las limitaciones en la exactitud de la medida indirecta, con el propio observador como mayor fuente de inexactitud, y de la reacción de alerta a la toma de la PA que en algunos casos puede ser muy importante (fenómeno de «bata blanca»). Medida de presión arterial en el entorno clínico La técnica de referencia de medida de PA ha sido clásicamente la toma en consulta mediante la técnica auscultatoria con esfigmomanómetro de mercurio o, más recientemente, mediante aparatos semiautomáticos de técnica oscilométrica (miden la PA media y calculan PAS y PAD mediante un algoritmo). La medida de la PA en el entorno clínico debe realizarse con el sujeto en reposo físico y mental. Las condiciones necesarias para garantizar esta situación aparecen resumidas en el cua- dro 57-4. Su estricto cumplimiento, especialmente en el número de medidas efectuadas y en el momento de la medición, evitando las horas siguientes a la toma de la medicación antihipertensiva, permite acercar los resultados a los valores obtenidos por medidas fuera de consulta y, por tanto, incrementar la validez de los resultados. Recientemente, se ha enfatizado la utilización de aparatos auto- máticos que permiten la medida sin la presencia de un observador y con los que se obtienen, por lo general, valores inferiores al resto de los métodos. Automedida de la presión arterial La automedida de la PA (AMPA) es el valor medio de las lecturas obtenidas por el propio paciente durante al menos 3 días (preferi- blemente, 7), por la mañana y por la noche, con al menos dos lecturas cada vez. Las medidas obtenidas con AMPA se correlacionan mejor con la LODMH y la morbimortalidad cardiovascular que la medida en la consulta. El límite de PA normal se establece en valores inferiores a 135/85 mm Hg. El clínico debe mantener un papel activo en los pacientes que realizan AMPA y recomendar la adquisición de equipos validados y su calibración anual, así como aleccionar en una técnica correcta que se debe verificar en consulta. • CUADRO 57-2 Características demográficas y parámetros analíticos Sexo (varón > mujer) Edad Tabaquismo actual o pasado Colesterol total y HDL-colesterol Ácido úrico Diabetes Antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular prematura (varones < 55 años o mujeres < 65 años) Obesidad o sobrepeso Menopausia precoz Estilo de vida sedentario Factores psicosociales y socioeconómicos Taquicardia basal (> 80 latidos/min)Lesión de órgano diana mediada por hipertensión (LODMH) Presión de pulso ≥ 60 mm Hg (en individuos de edad avanzada) o velocidad de onda de pulso carótido-femoral > 10 m/s o rigidez arterial documentada por otros métodos Hipertrofia ventricular izquierda en ECG (Sokolow-Lyon > 35 mm, R en aVL > 11 mm, producto de Cornell > 2.440 mm*ms o voltaje de Cornell > 28 mm en varones y > 20 mm en mujeres) Hipertrofia ventricular izquierda en ecocardiograma; IMVI: 1) normalizado por altura: varones > 50 g/m2,7 y mujeres > 47 g/m2,7, o 2) normalizado por área de superficie corporal en pacientes con normopeso: varones > 115 g/m2 y mujeres > 95 g/m2 Índice tobillo-brazo < 0,9 ERC en estadio 3 o superior (FGe < 60 mL/min por cada 1,73 m2) Albuminuria (30-300 mg/24 h) o cociente albúmina/creatinina de 30-300 mg/g (3,4-34 mg/mmol) Retinopatía avanzada (exudados, hemorragias o papiloedema) Enfermedad cardiovascular establecida Enfermedad coronaria: infarto de miocardio, angina de pecho, revascularización coronaria Enfermedad cerebrovascular: ictus isquémico o hemorrágico, isquemia cerebral transitoria Insuficiencia cardíaca Arteriopatía periférica sintomática Presencia de placas de ateroma en pruebas de imagen ERC: enfermedad renal crónica; FGe: filtrado glomerular estimado; IMVI: índice de masa de ventrículo izquierdo. https://booksmedicos.org 521 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II En general, se considera que la AMPA puede ser útil tanto para el diagnóstico, al permitir la sospecha del fenómeno de bata blanca, como para el seguimiento, ya que proporciona una valoración más adecuada de los valores de PA. Adicionalmente, puede mejorar la adherencia al tratamiento. Monitorización ambulatoria de la presión arterial La monitorización ambulatoria de la PA (MAPA) proporciona infor- mación de gran importancia. Los estimadores medios (PA media de 24 h, PA diurna o PA nocturna) se correlacionan mejor con el pronós- tico cardiovascular que la medida en la clínica y, además, permiten diagnosticar y cuantificar el fenómeno de la bata blanca y la HTA enmascarada. El límite de normalidad para el promedio de valores durante el período de vigilia se acepta como inferior a 135/85 mm Hg y para el período de descanso menor de 120/70 mm Hg. La normalidad en el estimador de 24 h se considera por debajo de 130/80 mm Hg. Cuando se realiza una MAPA el paciente puede ser clasificado, con respecto a los valores de PA en consulta, en cuatro condiciones excluyentes: normotenso verdadero, hipertenso sostenido, hipertenso de bata blanca o hipertenso enmascarado (tabla 57-2). La HTA de bata blanca incluye a pacientes con valores de PA altos sólo en consulta. Su prevalencia, según la definición que se utilice, oscila entre el 20% y el 40% y su pronóstico es claramente mejor que el de los casos con HTA sostenida, aunque predice el desarrollo futuro de HTA y tiene un mayor riesgo cardiovascular que la normotensión verdadera en el seguimiento a largo plazo. En el hipertenso tratado se reconoce con el término WUCH (del inglés white-coat uncontrolled hypertension, «HTA no controlada de bata blanca»). La HTA enmascarada es la presencia de valores elevados en la MAPA con valores normales de PA en consulta. Su prevalencia estimada es del 15%-30%. La importancia de este fenómeno radica en que es la condición de peor pronóstico al no ser habitualmente detectada ni por tanto tratada. En el hipertenso tratado se reconoce con el término MUCH (del inglés masked uncon- trolled hypertension, «hipertensión no controlada enmascarada»). En cuanto a los perfiles circadianos, se han descrito cuatro patrones de relación porcentual entre la PA de vigilia y de sueño: descenso normal entre el 10% y el 20% (dipper), descenso anormal menor del 10% (dipper reducido, antes conocido como no dipper), descenso mayor del 20% (dipper extremo) o aumento (riser). Los patrones de dipper reducido y, especialmente, riser se asocian con mayor riesgo de complicaciones cardiovasculares de forma independiente del nivel promedio de PA. La MAPA realizada durante el tratamiento, además de clasificar a los pacientes en los cuatro fenotipos descritos, presenta ventajas adicionales al evaluar el impacto de los fármacos sobre el perfil circadiano, así como la de determinar la duración de acción de los mismos y la homogenei- dad de su efecto durante el período de las 24 h. Asimismo, es capaz de detectar episodios de hipotensión que pueden ocurrir durante el tratamiento. Todas estas ventajas hacen que la MAPA sea considerada un elemento necesario en la evaluación básica del paciente hipertenso, con la recomendación, en la mayoría de guías clínicas, de su utilización para la confirmación del diagnóstico y previa a la decisión terapéutica. Otras formas de medida de la presión arterial La medida de la PA braquial, utilizada por todas las técnicas hasta ahora descritas, es un estimador indirecto de la PA en las grandes arterias, aquellas encargadas de irrigar los órganos vitales. La medida de la PA • CUADRO 57-3 Riesgo muy elevado Alguna de las siguientes: Enfermedad CV documentada o equivalentes: enfermedad clínica, incluyendo coronaria, cerebrovascular, aneurisma de aorta o arteriopatía periférica Enfermedad documentada de forma inequívoca por pruebas de imagen (incluye placas arteriales que provoquen estenosis significativas) Diabetes con lesión orgánica o asociado a elevación marcada de un solo factor de riesgo ERC en estadios 4 o 5 (FGe < 30 mL/min/1,73 m2) Riesgo calculado por SCORE ≥ 10% Riesgo elevado Alguna de las siguientes: Elevación marcada de un solo factor de riesgo (colesterol > 300 mg/dL), hipercolesterolemia familiar, hipertensión grado 3 (PA ≥ 180/110 mm Hg) El resto de los individuos con diabetes Hipertrofia ventricular izquierda hipertensiva ERC en estadio 3 (FGe: 30-59 mL/min/1,73 m2) Riesgo calculado por SCORE: 5%-10% Riesgo moderado HTA de grado 2 Riesgo calculado por SCORE: 1%-5% Riesgo bajo Riesgo calculado por SCORE < 1% CV: cardiovascular; ERC: enfermedad renal crónica; FGe: filtrado glomerular estimado. Tomado de Williams B, Mancia G, Spiering W, Agabiti Rosei E, Azizi M, Burnier M, et al. 2018 ESC/ESH Guidelines for the management of arterial hypertension. Eur Heart J 2018; 39(33):3021-104. Reproducido con permiso. © 2018 European Society of Cardiology and European Society of Hypertension. • CUADRO 57-4 El paciente debe sentarse relajado, con el brazo libre de ropa ajustada y el brazal colocado entre 3 y 5 min antes de la medida. Es preferible que no hable. Si es posible, que el ambiente sea tranquilo y sin personal sanitario en la misma habitación. Deben tomarse tres mediciones separadas por al menos 1 min. Si hay mucha diferencia entre ellas, puede ser recomendable incrementar el número para conseguir una mayor estabilidad. La medición en pacientes con arritmias es menos fiable. El incremento del número de medidas incrementa la fiabilidad. En algunos casos, los dispositivos oscilométricos pueden dar mensajes de error. El manguito de presión debe ser adecuado al tamaño del paciente. Debe disponerse de al menos tres tamaños de manguito (pequeño, estándar y grande). En algunos pacientes con obesidad extrema o con formas de brazo cónicas, puede ser necesaria la utilización de manguitos especiales, si se dispone de ellos, para la correcta medida. El brazo debe estar apoyado y a la altura del corazón. Este hecho debe tenerse en cuenta dependiendo de la posición. La colocación del puño a la altura del corazón garantiza la alineación (es imprescindible si se utilizan dispositivos de muñeca), siempre que se mantenga el brazo relajado. Si se emplea un método auscultatorio, deben utilizarse los ruidos I (aparición) y V (desaparición) de Korotkoff para la estimación de las PA sistólica y diastólica. La PA debe medirse en ambos brazos, al menos en la primera visita. El brazo de referencia es aquel con los valores más elevados.La PA debe medirse en bipedestación (al minuto y a los 3 min) en la primera visita, en los sujetos de edad avanzada, en diabéticos o cuando se sospeche que puede existir tendencia a la hipotensión ortostática. TABLA 57-2 PA de 24 h < 130/80 mm Hg PA de 24 h ≥ 130 y/o 80 mm Hg PA clínica < 140/90 mm Hg Normotensión HTA enmascarada PA clínica ≥ 140 y/o 90 mm Hg HTA de bata blanca HTA sostenida https://booksmedicos.org 522 SECCIÓN II I Cardiología central o aórtica se ha considerado de interés clínico precisamente por esa capacidad de reflejar directamente la presión transmitida a los órganos en los que la HTA produce complicaciones. En los últimos años se han desarrollado técnicas que permiten dicha medida de forma no invasiva, principalmente por tonometría de aplanamiento y análisis de la onda de pulso. El valor pronóstico adicional de la PA central añadido a la PA medida en consulta de la manera convencional no está claro. Una excepción es la HTA sistólica aislada en jóvenes, cuya PA periférica puede estar desproporcionadamente más alta respecto a la PA central (HTA espuria). Existen otras formas de medida de la PA ante estímulos físicos o psíquicos. En este sentido, la respuesta presora al ejercicio (obtenida durante una ergometría) o al estrés mental (durante la realización de ejercicios de cálculo) se asocia con la LODMH, aunque su capacidad predictiva es controvertida. Historia clínica del paciente hipertenso La evaluación inicial de un paciente hipertenso debe perseguir los siguientes objetivos: establecer el diagnóstico de HTA y la etiología esencial o secundaria (v. cuadro 57-1) y evaluar el perfil de riesgo cardiovascular que incluye detectar la coexistencia de otros factores de riesgo vascular y la existencia de LODMH (v. cuadro 57-2). La anamnesis debe incluir la antigüedad y evolución de la HTA, la presencia de síntomas sugestivos de HTA secundaria (tabla 57-3), la toma de fármacos o drogas con efecto hipertensivo, así como posibles síntomas de afectación orgánica, especialmente corazón, cerebro, riñón y grandes vasos. La exploración física debe ir igualmente encaminada a descartar posibles causas secundarias y a evaluar la afectación de órgano diana. Además, debe incluir una medida correcta de la PA, peso y talla con el cálculo del índice de masa corporal y perímetro de la cintura. En los casos de HTA de grado 3, la exploración física debe incluir un examen del fondo de ojo, con el fin de descartar retinopatía de grado III-IV que define la HTA acelerada y que precisa de tratamiento inmediato. Las pruebas complementarias básicas que deben realizarse son: elec- trocardiograma, creatinina en suero que debe ir acompañada del cálculo del filtrado glomerular estimado (FGe), sodio, calcio y potasio séricos, perfil lipídico (colesterol total, triglicéridos, HDL-colesterol y el cálculo del LDL-colesterol mediante la fórmula de Friedewald), glucemia en ayunas, ácido úrico, GGT, recuento celular sanguíneo, examen básico de orina para detectar la presencia de proteínas, leucocitos o hematíes y grado de albuminuria, mediante el cociente albúmina/creatinina en una muestra de orina matinal. Otras pruebas de utilidad, aunque de limitada disponibilidad, son el ecocardiograma, la ecografía carotídea, el cálculo de la velocidad de la onda de pulso carótido-femoral y el índice tobillo/brazo. Además, en algunos pacientes puede ser aconsejable realizar pruebas específicas de evaluación en mayor profundidad del daño orgánico (cardíaco, cerebral, renal o vascular) o de despistaje de HTA secundaria (vas- culorrenal, renal parenquimatosa, hiperaldosteronismo primario o feocromocitoma). Evaluación de lesión orgánica mediada por HTA Las principales guías clínicas para el diagnóstico y tratamiento de la HTA aconsejan la evaluación, en la medida de lo posible, de la exis- tencia de LODMH. El motivo es la consideración de dicho daño como una situación intermedia en el desarrollo de la enfermedad cardiovas- cular, con importancia en la estratificación del riesgo cardiovascular absoluto y, por tanto, en la necesidad de un abordaje terapéutico dis- tinto. Algunas de las exploraciones que permiten valorar el daño orgánico son complejas, poco accesibles y de elevado coste y no se ha demos- trado que la modificación de dichas alteraciones con el tratamiento se correlacione con el pronóstico. En otros casos, la disponibilidad, el impacto pronóstico y el bajo coste aconsejan su práctica generalizada a toda la población hipertensa. Para la evaluación cardíaca es aconsejable la práctica de un ECG a todos los pacientes hipertensos, tanto en el diagnóstico como periódi- camente en el seguimiento (la frecuencia de dicha periodicidad no está establecida). Los criterios de voltaje (Cornell o Sokolow) o los cambios en el segmento ST son los más utilizados para el diagnóstico de hiper- trofia ventricular izquierda. En ambos casos son específicos, aunque poco sensibles. La incorporación de la medida de la duración del QRS en combinación con los criterios de voltaje, especialmente el de Cornell, permite una mayor sensibilidad. La prevalencia de hipertrofia ventricular izquierda se sitúa en el 20% de la población hipertensa. La práctica de un ecocardiograma con determinación del índice de masa ventricular izquierda eleva la detección de la hipertrofia a cerca del 40%, aunque su menor disponibilidad hace que dicha práctica no se aconseje de forma rutinaria a todos los pacientes hipertensos. El ecocardiograma permite, además, la detección de otras formas de cardiopatía hipertensiva más avanzada (disfunción diastólica o sis- tólica), dilatación auricular, así como los diferentes tipos de hipertrofia en función de la masa ventricular y del grosor relativo de la pared (hipertrofias concéntrica y excéntrica y remodelado concéntrico). La presencia de hipertrofia ventricular izquierda determina un peor pronóstico en los pacientes que la padecen. Además, las modificaciones en dicha hipertrofia inducidas por el tratamiento se correlacionan igualmente con la posibilidad de episodios cardiovasculares futuros. La lesión orgánica silente en el riñón debe evaluarse en todos los pacientes hipertensos en el diagnóstico y, como mínimo, anualmente. La evaluación debe procederse mediante la determinación de la crea- tinina sérica y el cálculo del FGe con alguna de las fórmulas en uso (la más utilizada es la CKD-EPI). La presencia de un FGe inferior a TABLA 57-3 Síntoma/signo Causa Anamnesis Historia de consumo de alcohol, drogas o fármacos con capacidad hipertensiva HTA secundaria a dicho consumo Crisis paroxística de HTA, acompañadas de palpitaciones, sudoración y/o cefalea Feocromocitoma Historia de infecciones urinarias de repetición, glomerulonefritis o hematuria HTA de origen renal Inicio antes de los 30 años HTA vasculorrenal Traumatismo renal HTA vasculorrenal Somnolencia diurna, cefalea matutina, roncador Síndrome apnea-hipopnea del sueño Exploración física Masas renales y/o hepáticas Poliquistosis renal Neurofibromas y/o manchas «café con leche» Feocromocitoma Facies luna llena, obesidad troncular, estrías rojizas Síndrome de Cushing Soplo lumbar HTA vasculorrenal Soplo interescapular Coartación de aorta Retraso de los pulsos femorales Coartación de aorta Exploraciones complementarias Hipopotasemia Hiperaldosteronismo primario/HTA vasculorrenal Aumento de la creatinina HTA de origen renal Disminución de la TSH Hipertiroidismo Aumento de la calcemia Hiperparatiroidismo Hematuria, proteinuria y cilindros HTA de origen renal https://booksmedicos.org 523 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II 60 mL/min/1,73 m2 repetido en dos ocasiones separadas al menos 3 meses es indicativa de enfermedad renal crónica. Esta determinación debe complementarse con el cociente albúmina/creatinina en una muestra de orina fresca matinal. Valores superiores a 30 mg/g indican albuminuria elevada. La presenciade albuminuria comporta una especial indicación para el tratamiento con fármacos que bloquean el SRA. La regresión o falta de progresión de la albuminuria durante el tratamiento se correlaciona con el pronóstico cardiovascular de los pacientes. La evaluación de la lesión vascular es más compleja y su relación con el pronóstico es menos evidente, especialmente por lo que se refiere a las modificaciones inducidas por el tratamiento. No existe una recomendación universal de evaluación vascular en el hipertenso, aunque se ha demostrado la utilidad del índice tobillo-brazo, del grosor íntima-media carotídeo y de la velocidad de la onda del pulso. Un índice tobillo-brazo inferior a 0,9 es indicativo de arteriopatía periférica. Existen aparatos automáticos que miden la PA braquial y sural con una buena correlación con el Doppler. El grosor del complejo íntima-media se determina por ecografía Doppler carotí- dea. Un grosor superior a 0,9 mm es indicativo de hipertrofia vas- cular, mientras que la presencia de placas de ateroma es indicativa de ateromatosis carotídea y se relaciona con un peor pronóstico. Finalmente, la velocidad de la onda de pulso entre dos arterias lejanas (generalmente, la carótida y la femoral) indica el grado de rigidez de las grandes arterias. A mayor velocidad, mayor es el grado de rigidez. Un valor superior a 10 m/s se correlaciona con un mayor riesgo de episodios cardiovasculares. Finalmente, la evaluación del daño cerebral silente mediante RM no está indicada de forma rutinaria en pacientes hipertensos asinto- máticos dada su disponibilidad, coste y valor predictivo cardiovascular dudoso. En los pacientes hipertensos ancianos se pueden usar pruebas de evaluación cognitivas, ya que los trastornos cognitivos en la gente mayor están, al menos en parte, relacionados con la HTA. TRATAMIENTO DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL El objetivo del tratamiento antihipertensivo es doble: por un lado, la reducción de la mortalidad y la morbilidad cardiovascular asociadas al aumento de la presión y, por otro, evitar la progresión y conseguir la regresión de la LODMH. Las dos estrategias documentadas para reducir la PA son los cambios de estilo de vida y el tratamiento farma- cológico antihipertensivo. Beneficio del tratamiento En ensayos frente a placebo, el tratamiento antihipertensivo disminuye la morbimortalidad cardiovascular tanto en pacientes jóvenes con HTA sistólica y diastólica como en pacientes de edad avanzada con HTA sistólica aislada. El beneficio es evidente en varones y en mujeres y se ha demostrado con las principales clases terapéuticas de antihipertensivos. Una reducción de 10 mm Hg de la PAS o de 5 mm Hg de la PAD se asocia con una reducción del 20% de episodios cardiovasculares. Por lo que respecta a las diferencias entre fármacos antihipertensivos, en los ensayos que se han comparado estos entre sí no se han objetivado diferencias importantes entre las distintas formas de tratamiento. Los estudios que han sugerido mayores beneficios de alguno de los grupos farmacológicos se han caracterizado por presentar diferencias en el control de la PA que podrían ser las principales res- ponsables de los distintos grados de protección cardiovascular. En lo relativo al efecto de los diferentes tipos de tratamiento sobre la LODMH y sobre la progresión de la enfermedad, se ha demostrado un efecto más acusado de los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (IECA), antagonistas del calcio y antagonistas del receptor de la angiotensina II (ARA-II) sobre la regresión de la hipertrofia ventricular izquierda, un mayor efecto de los antagonistas del calcio en frenar la progresión de la arteriosclerosis carotídea y un efecto más beneficioso de IECA y de ARA-II en la progresión de la enfermedad renal, la disfunción endotelial, el grado de inflamación vascular y la aparición de diabetes. Cuándo iniciar el tratamiento con fármacos La toma de decisión para iniciar un tratamiento antihipertensivo está basada en el grado de elevación de la PA y en el riesgo global del paciente. Las recomendaciones europeas incluyen cambios de estilo de vida y tratamiento farmacológico para todos los pacientes con HTA de grados 2 y 3 (cifras ≥ 160 y/o 100 mm Hg), para aquellos pacientes con HTA de grado 1 (140-149/90-99 mm Hg) con riesgo elevado o muy elevado y para individuos con PA normal alta (130-139/ 85-89 mm Hg) con riesgo cardiovascular muy elevado, especialmente si tienen enfermedad coronaria. En el resto de los pacientes con HTA de grado 1, se recomienda igualmente el inicio del tratamiento farma- cológico si tras un período razonable de varias semanas de cambios de estilo de vida no se consigue la normalización de las cifras de PA. Aunque estas recomendaciones son igualmente aplicables en individuos de edad avanzada, su traslado a los mayores de 65 años debe tener en consideración la situación de salud global y dependencia del paciente, así como la tolerabilidad del tratamiento. Por su parte, las recomenda- ciones contenidas en las guías americanas son todavía más estrictas y recomiendan tratamiento farmacológico para todos los pacientes con HTA en estadio 2 (cifras ≥ 140/90 mm Hg) y para aquellos con HTA en estadio 1 (cifras entre 130-139/80-89 mm Hg) con un riesgo de episodios cardiovasculares mortales o no a 10 años superior al 10%, según el cálculo de la Pooled Cohort Equation. Objetivos de control de la presión arterial En los últimos años, la publicación del estudio SPRINT (Systolic Blood Pressure Intervention Trial), que demostró el beneficio de un tratamien- to intensivo con un objetivo más estricto de reducción de la PA en pacientes hipertensos de alto riesgo, así como algunos metaanálisis de estudios previos, ha motivado que la mayoría de las recomendaciones, tanto europeas como americanas, establezcan un objetivo de control de PA clínica en cifras inferiores a 130/80 mm Hg. Los grados de recomendación difieren fundamentalmente en función de la edad y del riesgo cardiovascular del paciente. Así, estos objetivos adquieren un grado mayor de recomendación cuando se trata de pacientes jóvenes (el potencial preventivo temporal es mayor) o en pacientes con un riesgo más elevado (la reducción de dicho riesgo debe llevarse a cabo sin dilación). En individuos de mayor edad, nuevamente la situación clínica con respecto a otras comorbilidades que influyan en su estado de salud global y la tolerabilidad del tratamiento debe tenerse en cuenta, así como la dificultad en la reducción de la PAS por el estado de rigidez de las arterias. En estos pacientes puede considerarse adecuada la reducción de dicha PAS por debajo de 140 mm Hg. Tratamiento no farmacológico Las medidas no farmacológicas van dirigidas a cambiar el estilo de vida y deben ser instauradas en todos los pacientes hipertensos y también en individuos con PA normal-alta, ya sea como tratamiento de inicio o como complemento al tratamiento farmacológico antihipertensivo. El propósito de dichas medidas es el de reducir la PA y prevenir el desarrollo de la enfermedad cardiovascular. La reducción del sobrepeso, el ejercicio físico, el seguimiento de una dieta saludable con restricción del contenido de sal y el abandono del tabaco constituyen las medidas más eficaces. El cuadro 57-5 muestra las principales recomendaciones. Fármacos antihipertensivos Hay cuatro grupos de fármacos (diuréticos, IECA, ARA-II y calcioanta- gonistas) considerados como de primera línea. Aunque los β-bloquean- tes clásicamente se han utilizado también como de primera línea, en la actualidad se consideran restringidos a pacientes con indicaciones específicas o como fármacos de segunda línea. La tabla 57-4 contiene los productos comercializados en España y sus dosis recomendadas. Diuréticos Existen tres subgrupos: tiazidas y derivados, diuréticos de asa de Henle y ahorradores de potasio. Las tiazidas actúan principalmen- https://booksmedicos.org 524 SECCIÓN II I Cardiología te enel túbulo distal y aumentan la excreción urinaria de sodio y, secundariamente, de potasio. Su efecto natriurético se reduce y tiende a desaparecer con el deterioro de la función renal. Las tiazidas y derivados más utilizados son la hidroclorotiazida, la clortalidona y la indapamida. Los diuréticos de asa de Henle (furosemida, bume- tanida y torasemida) ejercen su función en la porción ascendente de dicha rama, inhibiendo la reabsorción de sodio a este nivel. Su efecto natriurético es mayor que el de las tiazidas y producen, por tanto, mayor pérdida de potasio en la orina. El tercer grupo de diuréticos lo constituyen los ahorradores de potasio que inhiben la reabsor- ción de sodio en el túbulo colector. Se incluyen los antagonistas del receptor mineral-corticoide, detallados más adelante, y la amilorida y el triamtereno. El uso de estos dos últimos es exclusivamente en combinación con tiazidas o diuréticos del asa. Sólo las tiazidas y derivados se consideran fármacos de primera línea y de uso preferente en HTA. Los diuréticos del asa deberían reservarse para pacientes con enfermedad renal crónica avanzada o en situación de retención hidrosalina (insuficiencia cardíaca). Ambos grupos pue- den asociarse al resto de fármacos de primera línea, especialmente, bloqueantes del SRA. Los efectos secundarios de los diuréticos son relativamente frecuen- tes. El más importante es, sin duda, la hipopotasemia, que aparece tan- to con diuréticos tiazídicos, especialmente en dosis elevadas, como con diuréticos de asa. Otros efectos secundarios del tratamiento con tiazidas son la hiponatremia, especialmente en personas de edad avanzada, la hipomagnesemia, la hiperuricemia, la hiperglucemia, la hiperlipemia, la disfunción eréctil y la disminución de la libido. Antagonistas del calcio Su mecanismo de acción consiste en la inhibición de los canales de calcio dependientes del potencial de membrana y en el consiguiente bloqueo de la entrada de calcio al interior de la celular muscular lisa vascular. Son los fármacos con mayor potencial en la prevención del AVC, aunque su efecto sobre la insuficiencia cardíaca es inferior al de los otros grupos de primera línea. Las dihidropiridinas, especialmente las de vida media larga como amlodipino, constituyen el grupo con mayor evidencia protectora, aunque también presentan una mayor tasa de intolerancia por la aparición de edema maleolar. Dicho edema es producto de la vasodilatación periférica, predominantemente arteriolar y no supone retención hidrosalina. El grupo no dihidropi- ridínico (verapamilo y diltiazem) tiene menor acción vasodilatadora periférica. Estos dos fármacos actúan también en el nivel cardíaco e inhiben la actividad del nódulo sinusal y la conducción auriculoven- tricular, por lo que están contraindicados en pacientes con trastornos de la conducción. Además, en pacientes con insuficiencia cardíaca el verapamilo y el diltiazem están desaconsejados por sus efectos ino- trópicos negativos. Es desaconsejable su asociación con β-bloquean- tes por la sinergia del efecto bradicardizante. El verapamilo puede producir estreñimiento. Los antagonistas del calcio constituyen una de las mejores opciones en cuanto a la terapia de combinación. Tienen efectos beneficiosos especialmente cuando se combinan con bloqueantes del SRA (IECA o ARA-II) y, en el caso de las dihidropiridinas, con β-bloqueantes. Bloqueantes del sistema renina-angiotensina Los IECA y los ARA-II son los dos grupos principales que inhiben dicho sistema, en un caso impidiendo la formación de angiotensina II y en el otro bloqueando la unión de dicha angiotensina II a su receptor específico. Son las clases más utilizadas en el tratamiento de la HTA debido al beneficio observado en estudios en pacientes con enfermedad cardiovascular o renal establecidas. Su eficacia protectora es similar por lo que respecta a los pacientes con cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal crónica, así como en la regresión de la LODMH. En ensayos clínicos comparativos, los ARA-II se asocian con una menor tasa de discontinuación. No deben utilizarse conjuntamente ni en combinación con otros bloqueantes del SRA como los inhibidores directos de renina. Por el contrario, su asociación con antagonistas del calcio y/o con diuréticos tiazídicos representan las combinaciones preferidas en el tratamiento de la HTA. Los efectos secundarios de ambos grupos son poco prevalentes, pero incluyen la hiperpotasemia, especialmente en pacientes con deterioro de la función renal o con tratamiento concomitante con diuréticos ahorradores de potasio, y la posibilidad de un fracaso renal agudo en pacientes con estenosis bilateral de la arteria renal. Están con- traindicados en el embarazo y la lactancia. El tratamiento con IECA puede producir tos seca irritativa hasta en el 20% de los pacientes y, menos frecuentemente, edema angioneurótico. Bloqueantes de los receptores β-adrenérgicos Su utilidad como fármacos de primera línea ha sido cuestionada y han desaparecido de dicha posición en la mayoría de las guías terapéuticas, siempre que no existan indicaciones específicas, tales como la enferme- dad coronaria y la insuficiencia cardíaca. La razón estriba en que son inferiores a otros grupos terapéuticos, especialmente en la prevención del ictus y que su uso, especialmente en combinación con diuréticos, incrementa el riesgo de aparición de nueva diabetes. Los β-bloqueantes pueden tener indicaciones adicionales en el hipertenso que cursa con angina, taquiarritmias, ansiedad o hipertiroidismo, así como en mujeres jóvenes que planean un embarazo. Otros fármacos antihipertensivos de segunda línea Además de estos grupos farmacológicos, existen otras clases de fár- macos con capacidad demostrada de reducir la PA, si bien no se consideran como grupos de primera línea, al no existir estudios de intervención que demuestren su capacidad de reducir la morbi- mortalidad cardiovascular. Se recomienda su utilización en terapia combinada o cuando existen contraindicaciones de alguno de los grupos principales. Los grupos actualmente aprobados para el tra- tamiento de la HTA son los antialdosterónicos, los α-bloqueantes, los antihipertensivos de acción central, los vasodilatadores y los inhibidores directos de la renina. La espironolactona y la eplerenona son antagonistas del receptor mineral corticoide. La espironolactona se ha utilizado clásicamente en combinación con otros diuréticos para equilibrar la pérdida de potasio. Más recientemente, se ha demostrado su beneficio al asociarse al trata- miento de base, generalmente con IECA y β-bloqueantes, en pacientes con insuficiencia cardíaca o con dilatación ventricular postinfarto. En la actualidad, sólo la espironolactona está aprobada para el tratamiento de la HTA y constituye la medicación de elección en pacientes con HTA resistente, que por definición ya reciben tratamiento con otros diuréticos. Los principales efectos secundarios de este grupo son la hiperpotasemia, especialmente en pacientes con deterioro de la función renal o en tratamiento concomitante con bloqueantes del SRA. En el varón, la espironolactona y, en menor medida, la eplerenona pueden producir ginecomastia y disminución de la libido. Los α-bloqueantes, especialmente aquellos con efecto selectivo sobre el receptor postsináptico, tienen un efecto antihipertensivo evidente y entre ellos cabe destacar la doxazosina. Tienen la ventaja de mejorar la • CUADRO 57-5 Restringir la ingesta de sal a < 5 g/día Moderar el consumo de alcohol: < 14 unidades por semana (2 unidades por día) en los varones y < 8 unidades por semana (1 unidad diaria) en las mujeres. Evitar episodios de elevado consumo (borracheras). No estimular el consumo de alcohol en los abstemios Consumir preferentemente una dieta saludable, con una mayor presencia de fruta fresca, verduras, pescado, frutos secos, ácidos grasos no saturados (aceite de oliva) y productos lácteosbajos en grasa. Reducir el consumo de carnes rojas Reducir el peso intentando conseguir un IMC de ∼25 kg/m2 y un perímetro de cintura < 94 cm en varones y < 80 cm en mujeres Practicar ejercicio físico de forma regular, ≥ 30 min/día, preferentemente todos los días Abandonar el hábito tabáquico https://booksmedicos.org 525 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II TABLA 57-4 Fármaco Rango de dosis (mg/día) Intervalo de dosis (h) Diuréticosa Tiazidas y derivados Clortalidona 12,5-50 24 Hidroclorotiazida 12,5-50 24 Indapamida 1,25-2,5 24 Xipamida 10-20 24 Diuréticos de asa Bumetanida 1-2 8-12 Furosemida 40-240 8-12 Piretanida 6-12 24 Torasemida 2,5-20 12-24 Diuréticos distales Amiloridab 2,5-5 24 Eplerenona 25-50 24 Espironolactonac 25-100 12-24 Triamterenob 25-50 12-24 β-bloqueantes Atenolol 25-100 12-24 Bisoprolol 2,5-20 24 Carteolol 2,5-10 24 Carvedilol 12,5-50 12 Celiprolol 200-400 24 Labetalol 200-1.200 8-12 Metoprolol 50-200 24 Nadolol 80-240 24 Nebivolol 2,5-5 24 Oxprenolol 160-480 12-24 Propranolol 40-320 8-12 Antagonistas del calcio Dihidropiridínicos Amlodipino 2,5-10 24 Barnidipino 10-20 24 Felodipino 2,5-20 24 Isradipino 2,5-5 24 Lacidipino 2-6 24 Lercanidipino 5-20 24 Manidipino 10-20 24 Nicardipino 60-120 8-12 Nifedipino 30-120 12-24 Nisoldipino 10-40 12-24 Nitrendipino 10-40 12-24 No dihidropiridínicos Diltiazem 120-360 8-24 Verapamilo 120-480 12-24 Fármaco Rango de dosis (mg/día) Intervalo de dosis (h) IECA Benazepril 10-40 24 Captopril 25-150 8-12 Cilazapril 1-5 12-24 Enalapril 5-40 12-24 Espirapril 3-6 24 Fosinopril 10-40 12-24 Imidapril 2,5-10 24 Lisinopril 5-40 24 Perindopril 2-8 24 Quinapril 5-80 24 Ramipril 1,25-10 24 Trandolapril 0,5-4 24 ARA-II Candesartán 8-32 24 Eprosartán 600-1.200 24 Irbesartán 75-300 24 Losartán 25-100 24 Olmesartán 10-40 24 Telmisartán 40-80 24 Valsartán 80-320 24 Otros Inhibidores directos de la renina Aliskiren 150-300 24 α-bloqueantes Doxazosina 1-16 12-24 Prazosina 1-20 12 Terazosina 1-20 12-24 Fármacos de acción central α-metildopa 500-3.000 8-12 Clonidina 0,3-2,4 12 Moxonidina 0,2-0,6 24 Vasodilatadores arteriales Hidralazina 50-200 8-12 Minoxidil 2,5-40 12-24 aLos fármacos se exponen por orden alfabético dentro de cada grupo. bLa amilorida y el triamtereno se usan en asociaciones en dosis fijas con otros diuréticos. cDosis más altas de espironolactona pueden ser útiles en el tratamiento del hiperaldosteronismo primario. ARA-II: antagonistas de los receptores de la angiotensina II; IECA: inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina. https://booksmedicos.org 526 SECCIÓN II I Cardiología sintomatología debida a la hiperplasia benigna de próstata. Su principal desventaja es la aparición de hipotensión ortostática, especialmente en ancianos y en pacientes diabéticos con neuropatía autonómica. Por su parte, los antihipertensivos de acción central han sido uno de los grupos probablemente más utilizados hasta los años ochenta, especialmente la reserpina y la α-metildopa, aunque posteriormente su uso se ha reducido debido a la elevada frecuencia de efectos secundarios, entre los que destacan depresión, vértigo, hipotensión ortostática y sequedad de boca, lo que interfiere considerablemente en la calidad de vida de los pacientes. Además, presentan numerosas interacciones farmacológicas con otros medicamentos, lo que dificulta su adminis- tración. Estos fármacos ejercen su acción mediante la estimulación de los receptores α2-adrenérgicos en el SNC, con reducción del tono simpático periférico. De aparición más reciente, la moxonidina esti- mula de forma más específica el subtipo de receptores imidazolínicos I1, hecho que parece constituir una ventaja por la menor aparición de efectos secundarios. Al igual que los α-bloqueantes, se recomienda su utilización como terapia de asociación o en casos de intolerancias múltiples a otros grupos de primera línea. La hidralazina y el minoxidil son vasodilatadores directos que rela- jan la musculatura lisa arteriolar. Aunque producen un claro descenso de la PA, ello va acompañado de la aparición de mecanismos de con- trarregulación como taquicardia y retención hidrosalina, lo que limita extraordinariamente su uso. Además, el minoxidil produce hirsutismo. Su utilización se circunscribe a casos de HTA resistente asociada a otros grupos de fármacos y, en el caso de la hidralazina, al tratamiento de la HTA durante el embarazo. El último de los grupos farmacológicos añadidos al arsenal tera- péutico antihipertensivo es el de los inhibidores directos de la renina. El único representante hasta el momento de dicha clase, aliskiren, inactiva la renina e impide la hidrólisis del angiotensinógeno, por lo que puede considerarse también un bloqueante del SRA, en este caso, en el inicio de la cascada. Su eficacia antihipertensiva es similar a la de otros grupos y su tolerabilidad es buena, equiparable a la de los ARA-II. No debe utilizarse de forma añadida a otros bloqueantes del SRA (IECA o ARA-II), dado que puede provocar deterioro de la función renal e hiperpotasemia. Combinaciones terapéuticas Clásicamente, el tratamiento de inicio de la HTA se ha llevado a cabo con un solo fármaco antihipertensivo, añadiendo un segundo o un tercer fármaco de forma escalonada en los casos necesarios. No obs- tante, esta estrategia tiene algunos inconvenientes, entre los que des- tacan la baja probabilidad de controlar las cifras de PA en la mayoría de pacientes tratados en monoterapia y, consecuentemente, las bajas tasas de control de las cifras de PA en la mayoría de la población tratada. Además, el efecto protector de los fármacos en los ensayos clínicos se ha producido, de forma mayoritaria, en pacientes que han recibido combinaciones de varios fármacos antihipertensivos. Por todo ello, la mayoría de las recomendaciones actuales para el inicio del tratamiento antihipertensivo consideran la utilización de una combinación de dos fármacos en aquellos pacientes que parten de cifras considerablemente elevadas o en los que el objetivo terapéutico se sitúa en 20/10 mm Hg (PAS/PAD) por debajo de las cifras de partida, o en los que el elevado riesgo cardiovascular condiciona una reducción rápida de las cifras de PA. Esta situación es aplicable a la mayoría de pacientes, exceptuando a aquellos con HTA de grado 1 de bajo riesgo o en pacientes de edad avanzada, por el mayor riesgo de producir hipotensión ortostática. Aunque muchas asociaciones se han utilizado con éxito en los ensayos clínicos, las combinaciones que incluyen un bloqueante del SRA (IECA o ARA-II) con un diurético o un antagonista del calcio son las que presentan mayores ventajas y las preferidas para el inicio del tratamiento. Las combinaciones de los tres grupos (bloqueante SRA, diurético y antagonista del calcio) son también recomendables cuando las combinaciones dobles no resultan sufi- cientes para alcanzar el control tensional. Si es posible, la utilización de asociaciones dobles o triples en un solo comprimido mejora la adherencia terapéutica y se asocia con mayores tasas de consecución del control de la PA. Uso de dispositivos para el tratamiento de la hipertensión La denervación simpática renal, la estimulación de los barorreceptores carotídeos o la creación de fístulas arteriovenosas son un nuevo campo para el tratamiento de la HTA. Las guías clínicas, sin embargo, no recomiendan su uso para la práctica clínica habitual, ya que se precisan más estudios para asegurar su seguridad y eficacia. Tratamiento en hipertensos con otras comorbilidades Enfermedades cardíacas Cardiopatía isquémica Los pacientes hipertensos con enfermedad coronaria estable deben reducir sus cifras de PA a valores por debajo de 130/80 mm Hg. No obstante, debe tenerse en cuenta la existencia de una curva en J en la relación entre cifras de PA y mortalidad, por lo que no deberían alcanzarse valores por debajo de120/70 mm Hg. La terapéutica de primera línea en estos pacientes debe contemplar las indicaciones de algunos de los grupos terapéuticos, incluyendo β-bloqueantes (IAM previo, angina estable) o bloqueantes del SRA (IECA o ARA-II). El resto de los grupos farmacológicos pueden emplearse para el control de la PA si es necesario, aunque en aquellos pacientes con angina se prefieren los antagonistas del calcio (dihidro- piridínicos si se combinan con β-bloqueantes o no dihidropiridínicos en caso contrario). Insuficiencia cardíaca En pacientes con insuficiencia cardíaca y función sistólica deprimida, los diuréticos (si existen síntomas congestivos), los IECA y los ARA-II deben situarse en el primer escalón terapéutico. Además, la asociación de un β-bloqueante, bajo una estrecha monitorización clínica al inicio del tratamiento, reduce la morbimortalidad. También se ha compro- bado que la espironolactona o la eplerenona, añadidas al tratamiento con bloqueantes del SRA y diuréticos, reducen la mortalidad de la insuficiencia cardíaca. No obstante, esta asociación puede conllevar un aumento de la aparición de hiperpotasemia, por lo que resulta obligado un control estricto en este sentido. Los objetivos terapéuticos son los mismos que en el resto de pacientes y deberían situarse por debajo de 130/80 mm Hg. No existe ninguna evidencia en pacientes con insuficiencia cardíaca y función sistólica preservada, aunque en general son extensibles las recomendaciones para los pacientes con función sistólica deprimida. Fibrilación auricular La HTA es el principal factor de riesgo para la fibrilación auricular, que constituye una de las fases de la cardiopatía hipertensiva. Los β-bloqueantes o los antagonistas del calcio no dihidropiridínicos son los antihipertensivos ideales cuando se requiere una reducción de la frecuencia cardíaca. Los ARA-II pueden ser efectivos en la prevención de las recurrencias de la fibrilación auricular. Además, debe considerarse siempre el tratamiento anticoagulante en función del riesgo embolígeno y de sangrado. Enfermedad cerebrovascular La prevención primaria de la enfermedad cerebrovascular constituye una de las principales expresiones de eficacia del tratamiento antihi- pertensivo. No obstante, el inicio del tratamiento en la fase aguda del ictus o en la prevención secundaria presenta todavía bastantes incertidumbres. Así, en los pacientes con una hemorragia intracraneal, el tratamiento en la fase aguda sólo está justificado cuando las cifras de PAS son superiores a 220 mm Hg. En pacientes con un accidente vascular isquémico, la necesidad de tratamiento/control de las cifras dependerá de la indicación del tratamiento trombolítico. En aquellos en los que este último está indicado, se recomienda reducir las cifras de PA a valores inferiores a 180/105 mm Hg durante al menos las primeras 24 h tras el procedimiento. En el resto de los pacientes, el beneficio del tratamiento no está demostrado, aunque en todo caso no debería https://booksmedicos.org 527 CAPÍTULO 57 Hipertensión arterial S E C C IÓ N I II reducirse la PA más allá de un 15% durante las primeras 24 h en los que parten de cifras superiores a 220/110 mm Hg. En los pacientes con ictus con historia previa de HTA o que se des- cubren hipertensos, el tratamiento debería iniciarse o reinstaurarse una vez lograda la estabilidad clínica. Los objetivos terapéuticos razonables son los mismos que para el resto de los pacientes, aunque debe prestarse especial atención a la tolerabilidad de los fármacos, por la posibilidad de empeoramiento de los síntomas neurológicos. Pueden utilizarse los grupos farmacológicos de primera línea. Los β-bloqueantes deberían evitarse, salvo que exista indicación por otro motivo. Enfermedad renal crónica Los hipertensos con enfermedad renal crónica (albuminuria o reduc- ción del FGe < 60 mL/min por cada 1,73 m2) son pacientes de alto riesgo cardiovascular. Además, tienen con más frecuencia HTA resisten- te y HTA nocturna. Los hipertensos con enfermedad renal crónica van a requerir de tratamiento antihipertensivo y, aunque existen diferencias en los ensayos clínicos, los objetivos terapéuticos deberían fijarse en cifras inferiores a 130/80 mm Hg. En los pacientes con albuminuria acusada (> 1 g/24 h), es posible que un objetivo terapéutico inferior (< 125 mm Hg de PAS) pueda resultar más beneficioso. El bloqueo del SRA con un IECA o un ARA-II, pero nunca en combinación, es más efectivo que el resto de los grupos de antihiper- tensivos en la reducción de la albuminuria en pacientes diabéticos y no diabéticos y en el retraso del deterioro funcional renal en pacientes con enfermedad renal crónica. La mayoría de estos pacientes tienen dificultades para conseguir el control de las cifras de PA y requieren de tratamiento combinado. Un estudio ha demostrado que el bloqueo del SRA combinado con un antagonista del calcio es la opción más eficaz en la prevención cardiovascular y renal. Si se requiere un diurético, debe valorarse la pérdida de eficacia de las tiazidas con FGe < 30-35 mL/ min/1,73 m2 y sustituirlo por diuréticos del asa. Los fármacos antial- dosterónicos, igualmente con efecto nefroprotector, deben adminis- trarse con extrema precaución por el riesgo de hiperpotasemia. En pacientes hipertensos que han recibido un trasplante renal, los datos de mayor eficacia en cuanto a la preservación del injerto se han obtenido con antagonistas del calcio. Diabetes mellitus La diabetes se considera una situación de alto riesgo cardiovascular. Además, la nefropatía diabética es un grave problema sanitario al constituir la primera causa de necesidad de diálisis y trasplante renal. El pronóstico del paciente diabético depende de múltiples factores, además del control glucémico, entre los que destacan las cifras de PA. Los objetivos básicos son la reducción de la PA por debajo de 130/80 mm Hg. Cualquiera de los grupos farmacológicos de primera línea es útil en el tratamiento del paciente diabético, aunque en aquellos con albuminuria es preferible el empleo de un bloqueante del SRA. Nunca deben emplearse dos fármacos de este grupo en combinación. Otras comorbilidades Los pacientes hipertensos tienen con más frecuencia que el resto de la población enfermedades de los grandes vasos, tales como dilatación aórtica con riesgo de disección, aneurismas de aorta abdominal y arteriopatía obliterante periférica. El tratamiento antihipertensivo debe instaurarse en estos pacientes con el fin de reducir las cifras de PA por debajo de 130/80 mm Hg. Los β-bloqueantes son el grupo preferido en los pacientes con enfermedad de la aorta torácica, aunque en líneas generales el tratamiento no difiere del resto de los pacientes. La expectativa de vida de los pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana se ha incrementado de forma signi- ficativa tras la llegada del tratamiento antirretroviral. Los pacientes con HIV constituyen un grupo de alto riesgo cardiovascular, cuya etiología es multifactorial y depende de una mayor prevalencia de otros factores de riesgo, así como de aspectos relacionados con la infección y el tratamiento. La presencia de HTA y trastornos lipídicos es frecuente y requiere de tratamiento para reducir el riesgo. No existen evidencias que apoyen el uso preferente de algún grupo de antihipertensivos, aunque dada la presencia de otros trastornos lipídicos, el uso de bloqueantes del SRA es probablemente el más adecuado. Finalmente, la HTA es frecuente en los pacientes con cáncer, especialmente en aquellos que reciben quimioterapia de los grupos inhibidores del factor de crecimiento vascular o inhibidores del proteo- soma, todos ellos favorecedores de los mecanismos de vasoconstricción y vasoespasmo. Estos pacientes desarrollan HTA e incrementos sus- tanciales de la PA, lo que requiere tratamiento antihipertensivo. Los bloqueantes del SRA y los calcioantagonistas son los grupos de elección en estos pacientes.
Compartir