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S E C C IÓ N V Infecciones respiratorias BRONQUITIS AGUDA A. Torres Martí Concepto Es una inflamación aguda, difusa y autolimitada de la mucosa bronquial que se traduce clínicamente en un cuadro agudo o subagudo de tos, con o sin expectoración, que habitualmente dura menos de 3 semanas y que suele acompañarse de síntomas de las vías aéreas superiores y cuadro constitucional. En esta definición se pueden englobar otras entidades nosológicas, y no hay características clínicas inequívocas que permitan diferenciar la bronquitis aguda de otros procesos inflamatorios de las vías aéreas. Epidemiología Es uno de los diagnósticos más frecuentes en una consulta de medicina general. Se estima una incidencia de 50-60 casos por cada 1.000 habi- tantes/año y, aunque afecta a todos los rangos de edad, es más frecuente en niños y en fumadores. Puede aparecer en cualquier época del año, pero su mayor frecuencia se registra en los meses de invierno y en primavera. Etiología Entre el 50% y el 90% de los episodios de bronquitis aguda son de origen vírico. Los agentes más frecuentemente implicados por orden de importancia son rinovirus, influenza (tipos A y B), coronavirus, adenovirus y virus respiratorio sincitial. Sólo una pequeña proporción de casos se debe a microorganismos diferentes a los virus, fundamen- talmente M. pneumoniae, C. pneumoniae y, a pesar de la vacunación previa, B. pertussis. También se pueden diagnosticar otras bronquitis bacterianas en pacientes con enfermedades preexistentes (EPOC y asma) y tras producirse lesiones focales del epitelio respiratorio des- pués de una infección vírica. En estas circunstancias, los organismos implicados suelen ser S. pneumoniae, H. influenzae y M. catarrhalis. La frecuencia de unos u otros agentes en la etiología dependerá de diversos factores, como la edad de los pacientes, la existencia o no de una epi- demia, la estación del año que se analice o la tasa de vacunación frente a la gripe de la población que se considere. Aunque más raramente, la bronquitis aguda también puede desarrollarse tras la exposición a tóxicos, irritantes, alérgenos y contaminantes atmosféricos. https://booksmedicos.org 712 SECCIÓN V Neumología Fisiopatología Se considera que la bronquitis aguda refleja una respuesta inflamatoria frente a la infección del epitelio bronquial que, con frecuencia, se traduce en la descamación de las células epiteliales, la denudación de la mucosa hasta la membrana basal y la infiltración linfocítica. El resultado de todo ello es un edema de la mucosa bronquial y la producción de moco. La inflamación es transitoria y habitualmente desaparece una vez resuelta la infección. Sin embargo, en algunos pacientes puede durar varias semanas y condicionar un cuadro de hiperrespuesta bronquial de origen vagal. También se han implicado otros mecanismos, como el desequilibrio adrenérgico-colinérgico en el tono broncomotor y la liberación de histamina mediada por IgE. La persistencia de fragmentos del genoma del virus en la mucosa bronquial después de una infección aguda puede inducir la liberación mantenida de citocinas proinflamatorias y otros mediadores por parte del epitelio respiratorio, que condicionan una respuesta inflamatoria bronquial semejante a la asmática. Se han encontrado evidencias serológicas de infección por C. pneumoniae en adultos con asma de reciente comienzo, lo que sugiere que este patógeno podría desempeñar algún papel en la transición de la inflamación aguda de la bronquitis a los cambios inflamatorios crónicos del asma. Cuadro clínico La bronquitis aguda suele presentarse como un cuadro catarral de las vías aéreas superiores que cursa con fiebre, mialgias, malestar general y tos. El síntoma fundamental es la tos, que suele ser el motivo de consulta. A los 3-4 días, la tos comienza a ser productiva, con esputo claro o purulento, y puede aparecer un dolor urente retroesternal con la tos. La expectoración purulenta puede observarse hasta en el 50% de los pacientes. La tos, principal y a veces único síntoma, persiste durante 2-3 semanas en la mayoría de los casos, y en una cuarta parte de los pacientes puede mantenerse más de 1 mes. Esta situación de hiperrespuesta bronquial tras la bronquitis, o síndrome de hiperres- puesta bronquial posvírica o postinfección, además de la tos, se puede acompañar de sibilancias e incluso disnea. En la auscultación pulmonar se pueden detectar roncus, sibilancias, alargamiento del tiempo espira- torio u otros signos de obstrucción bronquial. Diagnóstico El diagnóstico es clínico y, en general, fácil de establecer. El síntoma fundamental, la tos, es muy inespecífico y ni siquiera la apariencia del esputo es útil para diferenciar claramente la etiología vírica de la bac- teriana. Tampoco se dispone de datos exploratorios patognomónicos o de pruebas complementarias definitivas. Por tanto, los esfuerzos diagnósticos deben orientarse más a descartar otras enfermedades clínicamente semejantes que a confirmar el diagnóstico. Los estudios microbiológicos están indicados sólo en casos graves, ante la persis- tencia de síntomas, cuando se sospeche una etiología bacteriana o con fines epidemiológicos. La radiografía de tórax suele ser normal, aunque se puede observar un cierto grado de engrosamiento peribronquial. Su principal interés radica más en su capacidad para descartar la presencia de una neumonía u otras enfermedades respiratorias que en su contri- bución al diagnóstico de la bronquitis. No obstante, no debe practicarse de forma habitual y sólo estaría indicada ante hallazgos semiológicos llamativos, en situaciones de inmunodepresión o en pacientes mayores. El 60% de los pacientes tienen un patrón espirométrico obstructivo que se normaliza a las 4-5 semanas. No se aconseja realizar espirometrías durante el episodio agudo. Un porcentaje significativo de adultos con bronquitis aguda tiene una prueba de hiperrespuesta bronquial ines- pecífica positiva, que persiste varias semanas y que también se resuelve espontáneamente. Diagnóstico diferencial La bronquitis aguda y la neumonía pueden presentar un cuadro clínico semejante que la radiografía de tórax ayuda a diferenciar. El asma, la bronquiolitis y determinadas enfermedades ocupacionales o exposicio- nes ambientales también pueden confundirse con la bronquitis aguda. Además, puesto que los pacientes pueden desarrollar una hiperrespuesta bronquial, transitoria o no, y la infección es una causa frecuente de exacerbación del asma, esta siempre debe considerarse en pacientes con episodios recidivantes de bronquitis aguda. La persistencia de tos durante más de 3 semanas, especialmente en sujetos jóvenes, que empeora por la noche o que se desencadena tras la exposición al frío o el ejercicio, debe hacer sospechar un equivalente asmático de la tos. Una historia cuidadosa, que incluya el contacto previo con sujetos enfermos, puede sugerir una etiología específica. La tos ferina suele presentarse con un cuadro de tos de 2 o 3 semanas de duración en un adolescente o en un adulto joven, y la fiebre es menos frecuente que en la bronquitis aguda vírica. En el diagnóstico diferencial también deben incluirse las infecciones de las vías rinosinusales, el síndrome del goteo nasal posterior, y otras causas de tos y disnea de origen no pulmonar, como la insuficiencia cardíaca o el reflujo gastroesofágico. Tratamiento El tratamiento se basa en medidas de soporte, como una correcta hidratación y humidificación de las vías aéreas, antitérmicos y reposo, con evitación de los irritantes ambientales. Los antitusígenos (dex- trometorfano o codeína) deben emplearse en casos de tos crónica, no productiva, que provoque vómitos, impida el sueño o sea muy molesta para el paciente. En situaciones en las que se auscultan sibilancias o se sospecha hiperrespuesta bronquial, la administración de agonistas β2 inhalados asociados o no a glucocorticoides inhalados durante 1-2 semanas podría ser beneficiosa. El papel de losbroncodilatadores anticolinérgi- cos o los mucolíticos en la bronquitis aguda no está establecido. Dado que la causa más frecuente es la infección vírica, la antibioticoterapia debería ser considerada muy cuidadosamente. Una de las excepciones es la bronquitis aguda por B. pertussis, que debe considerarse en los adultos con un cuadro tusígeno prolongado o persistente que han estado en contacto con personas infectadas, o en el seno de un brote epidémico. Los antimicrobianos recomendados en estos casos son los macrólidos y las quinolonas respiratorias. En caso de sospecha de infección por M. pneumoniae, el tratamiento son los macrólidos (azitromicina o claritro- micina). La administración oral de los inhibidores de la neuraminidasa (oseltamivir) es eficaz en el tratamiento de las infecciones por influenza A y B en los adultos, siempre que se administren precozmente. Se ha propuesto la medición de concentraciones séricas de proteína C reactiva en gota de sangre como un medio de diferenciar la etiología vírica de la bacteriana y, por tanto, útil para establecer la decisión de prescribir o no antimicrobianos. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Ieven M, Coenen S, Loens K, Lammens C, Coenjaerts F, Vanderstraeten A, et al. Aetiology of lower respiratory tract infection in adults in primary care: a prospective study in 11 European countries. Clin Microbiol Infect 2018;24(11):1158-63. Little P, Stuart B, Francis N, Douglas E, Tonkin-Crine S, Anthierens S, et al. Antibiotic Prescribing for Acute Respiratory Tract Infections 12 Months After Communication and CRP Training: A Randomized Trial. Ann Fam Med 2019;17(2):125-32. Rattinger GB, Mullins CD, Zuckerman IH, Onukwugha E, Walker LD, Gundlapalli A, et al. A sustainable strategy to prevent misuse of antibiotics in acute respiratory infections. PloS One 2012;7:e51149. Smith SM, Fahey T, Smucny J, Becker LA. Antibiotics for acute bronchitis. Cochrane Database Syst Rev 2014;3:CD000245. Wark P. Bronchitis (acute). BMJ Clin Evid 2015. pii:1508. NEUMONÍA EXTRAHOSPITALARIA A. Torres Martí Concepto La neumonía es una inflamación del parénquima pulmonar debida a un agente infeccioso. Cuando afecta a la población no ingresada en un hospital, se denomina neumonía adquirida en la comunidad, o extrahos- pitalaria, para diferenciarla de la que aparece en pacientes ingresados en un hospital, que tiene un espectro etiológico distinto y, en general, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 713 CAPÍTULO 84 Infecciones respiratorias © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. un peor pronóstico. La neumonía extrahospitalaria está causada por diferentes microorganismos y puede afectar a diferentes tipos de per- sonas, lo que condiciona una epidemiología, una fisiopatología, un cuadro clínico y un pronóstico específicos. Epidemiología La incidencia real es difícil de establecer, porque una gran parte de los casos no llegan a ser diagnosticados con certeza. La mayoría de los estudios publicados sólo proporcionan información sobre pacientes hospitalizados, lo que probablemente suponga menos de la mitad del total de casos de neumonía extrahospitalaria. En estudios poblacionales, la incidencia anual en los adultos oscila entre 1,6 y 13,4 casos por cada 1.000 habitantes, con tasas significativamente superiores a partir de los 65 años, en los varones y durante el invierno. La incidencia también aumenta en pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, pacientes con HIV y pacientes con hepatopatía crónica o diabetes, y en pacientes fumadores y con hábito enólico aumentado. La neumonía extrahospitalaria es la infección que con mayor frecuencia justifica el ingreso de un paciente en el hospital y la causa más frecuente de muerte de origen infeccioso, con tasas inferiores al 2% entre pacientes tratados ambulatoriamente y del 10% entre los enfermos ingresados en el hospital. En general, los diferentes estudios sugieren que se hospitaliza al 40%-60% de los pacientes con neumo- nía extrahospitalaria. Alrededor del 5% de los pacientes ingresados requieren ingreso en una UCI, con una mortalidad media del 20%. Etiología La etiología depende de la población y de la zona geográfica consi- derada, de la aparición de posibles epidemias, de la utilización de determinadas técnicas diagnósticas y de su calidad, y de la adminis- tración previa o no de antibióticos. En la mayoría de los estudios epidemiológicos no se puede demostrar una etiología específica en alrededor del 50% de los casos, a pesar del empleo exhaustivo de diversos métodos diagnósticos. Más de un centenar de microorganis- mos pueden causar una neumonía extrahospitalaria, aunque sólo un reducido número de ellos está implicado en la mayor parte de los casos. Se considera que Streptococcus pneumoniae es el agente etiológico de casi la mitad de los casos. El neumococo es el primer microorganismo causal, independientemente de la gravedad de la neumonía. Mycoplasma pneumoniae es el microorganismo que se identifica con mayor frecuencia en adultos jóvenes sin comorbilidades significativas que forman parte de poblaciones cerradas y por un microorganismo frecuente en los casos leves. Globalmente es responsable del 1%-37% del total de los casos, aunque su incidencia varía según las ondas epidémicas de lenta instauración que ocurren cada 3-4 años. Fuera de estos períodos, sólo se observan casos esporádicos. Chlamydophila pneumoniae se considera responsable del 4%-19% del total de casos y, como el resto de los patógenos llamados atípicos, tiene un carácter endémico y epidémico. Su importancia como patógeno no está del todo aclarada, debido a las dificultades para establecer un diagnóstico de certeza y al hallazgo de otros microorganismos acompañantes hasta en el 40% de los casos. La incidencia de neumonía extrahospitalaria debida a Legionella pneumophila varía ampliamente de unas zonas a otras. Estudios recientes en Alemania y en el área mediterránea mues- tran que L. pneumophila es igual de frecuente, independientemente de la gravedad (6%-8%). Pueden aparecer brotes epidémicos, casi siempre en relación con la contaminación de sistemas de refrigeración y depósitos de agua, y, más frecuentemente, casos esporádicos que suelen afectar a fumadores, a ancianos y a enfermos crónicos o en tratamiento con glucocorticoides u otros fármacos inmunodepresores. La infección por Coxiella burnetii, también conocida por fiebre Q, es una etiología frecuente de infección respiratoria en muchos países europeos, y el contacto directo o indirecto con animales es clave en su epidemiología. Las infecciones víricas por influenza A y B, parainfluenza 1, 2 y 3, adenovirus y VRS son responsables del 1%-18% de los casos. Son más frecuentes en los niños y casi siempre aparecen en forma de epidemias invernales. Las infecciones víricas recientes, especialmente por el virus de la influenza, pueden facilitar la infección bacteriana secundaria por S. pneumoniae, Staphylococcus aureus o Haemophilus influenzae, casi siempre en sujetos con enfermedades crónicas. Otras infecciones víricas, como la reciente epidemia de virus de la gripe H1N1, pueden causar neumonía durante la fase epidémica. La incidencia de neumonía por H. influenzae varía entre el 2% y el 11%, y clásicamente se ha asociado a pacientes ancianos o con otra enfermedad de base, como la EPOC. En alrededor del 10% de los pacientes con neumonía extrahospitalaria ingresados en el hospital, los microorganismos implicados son enterobacterias, que afectan sobre todo a enfermos crónicos, a ancianos (particularmente los que residen en asilos) o a pacientes con cuadros más graves. Pseudomonas aeruginosa se identificaen el 4%-5% de los casos de neumonía extrahospitalaria con etiología definida. También es más frecuente en situaciones graves y en individuos con defectos estructurales del pulmón. P. aeruginosa, las enterobacterias productoras de β-lactamasas y el estafilococo resis- tente a la meticilina (PES) no pueden tratarse con cefalosporinas de tercera generación (ceftriaxona, cefotaxima), que son el tratamiento recomendado para la mayoría de los pacientes. El acrónimo PES se utiliza para referirse a estos microorganismos. Estudios más recientes y que han utilizado técnicas moleculares de diagnóstico sugieren que los virus (influenza, rinovirus, virus res- piratorio sincitial) son mucho más frecuentes de lo que se pensaba, y que H. influenzae es el patógeno bacteriano con mayor prevalencia. En definitiva, ante el diagnóstico de neumonía extrahospitalaria, siempre se debe pensar en el neumococo como microorganismo res- ponsable y tener en cuenta además la situación epidemiológica local. En alrededor del 15% de los casos puede aislarse más de un patóge- no; la asociación de un virus con una bacteria es la más frecuente. La relativamente baja frecuencia de neumonía extrahospitalaria por microorganismos PES hace que sólo se consideren como potenciales patógenos causales en circunstancias especiales (cuadro 84-1). • CUADRO 84-1 Factores de riesgo y situaciones epidemiológicas relacionadas con etiología no habitual en la neumonía extrahospitalaria Gramnegativos entéricos Residencia en asilos Presencia de otras enfermedades coexistentesa Tratamiento antimicrobiano recienteb P. aeruginosa Defectos estructurales en el pulmón (bronquiectasias) Malnutrición Tratamiento antimicrobiano recienteb Tratamiento con glucocorticoidesc S. aureus Residencia en asilos Infección reciente por influenza Diabetes mellitus Insuficiencia renal Usuarios de drogas por vía parenteral Anaerobios Alcoholismo Higiene dental deficiente Residencia en asilos Alteraciones del nivel de consciencia u otros riesgos de aspiración Obstrucción endobronquial S. pneumoniae resistente a penicilina Edad > 65 años Alcoholismo Inmunodepresiónd Comorbilidades asociadasa Contacto con niños en guarderías Tratamiento con β-lactámicos en los últimos 3 meses aEPOC, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia renal crónica, hepatopatía crónica, enfermedad cerebrovascular, diabetes y neoplasia activa en el último año. bDe amplio espectro y durante más de 1 semana en los últimos 3 meses. cMás de 10 mg de prednisona al día. dIncluido el tratamiento con glucocorticoides sistémicos. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 714 SECCIÓN V Neumología Patogenia La mayoría de las neumonías están producidas por microorganismos que llegan hasta los alvéolos y los bronquíolos terminales a través de las vías aéreas, bien como parte de aerosoles inhalados o, más frecuen- temente, de contenidos en las secreciones orofaríngeas aspiradas. La inhalación es la forma más frecuente de alcanzar el tracto respiratorio inferior para los virus, organismos atípicos, hongos y micobacterias. Para el resto de los microorganismos, el mecanismo habitual es la colonización de las vías aéreas superiores y la posterior aspiración de las secreciones contaminadas. La flora orofaríngea de una persona sana contiene diversas especies de microorganismos aerobios y anae- robios que, en conjunto, permanece bastante estable a lo largo del tiempo. En un porcentaje de la población muy variable, y general- mente de forma transitoria, se pueden encontrar otros microorga- nismos potencialmente patógenos, como S. pneumoniae, S. aureus y H. influenzae. En condiciones normales, la mucosa faríngea es resis- tente a la colonización por bacilos gramnegativos (BGN), y sólo se aíslan en recuentos y porcentajes muy bajos. En enfermos crónicos, este porcentaje se incrementa notablemente, debido a los cambios que se producen en la superficie epitelial y en el contenido enzimático de la saliva y de las secreciones respiratorias, que facilitan la adherencia de estas bacterias y dificultan su eliminación. A pesar de la constante inhalación de microorganismos y de la frecuente microaspiración de secreciones orofaríngeas contaminadas por gérmenes potencialmente patógenos, en condiciones normales, las vías aéreas situadas por debajo de la glotis se mantienen relativamente estériles gracias a la acción conjunta de varios mecanismos de defensa, fundamentalmente las barreras anatómicas y los péptidos antimicrobianos. La eliminación de los microorganismos que alcanzan el alvéolo depende básicamente de los macrófagos alveolares. En condiciones normales, estas células fagocitan y destruyen los patógenos que ocasionalmente alcanzan las regiones distales del pulmón, sin provocar una infección clínicamente evidente. Si, por el contrario, el inóculo bacteriano al que se enfrenta es mayor o particularmente virulento, el macrófago inicia una respuesta inflamatoria con atracción de polimorfonucleares circulantes al espacio alveolar, que prestarán una ayuda fundamental en la fagocitación y en la destrucción de los patógenos. Anatomía patológica La respuesta inflamatoria aguda que se desarrolla para asegurar la com- pleta eliminación de los patógenos es la manifestación histológica de la neumonía. Consiste en una infiltración neutrofílica y en la exudación de proteínas plasmáticas que afecta preferentemente a los alvéolos y que puede extenderse a unidades respiratorias adyacentes. Algunos microorganismos, especialmente anaerobios, S. aureus o Klebsiella pneumoniae, pueden producir necrosis con formación de abscesos. Normalmente, la recuperación estructural del pulmón es total, aunque en algunos casos se puede originar una fibrosis local residual. Fisiopatología La ocupación alveolar por el exudado inflamatorio provoca la apari- ción de alvéolos perfundidos, pero no ventilados, que condicionan la aparición de hipoxemia (efecto shunt). En respuesta a esta hipoxemia se produce una hiperventilación secundaria y una alcalosis respiratoria. Cuadro clínico Se caracteriza por la presencia de fiebre, afección del estado general y cualquier combinación de síntomas atribuibles al aparato respiratorio, como tos (90%), expectoración (66%), disnea (66%), dolor torácico pleurítico (50%) y emisión de esputo hemoptoico (15%). La forma de presentación varía considerablemente de unos pacientes a otros. En los ancianos, los síntomas iniciales son a menudo un cuadro confusional, la disminución del nivel de consciencia o la descompensación de una enfermedad crónica preexistente. La ausencia de fiebre es muy frecuen- te. En general, suelen tener un cuadro clínico menos evidente que los pacientes más jóvenes, lo que no debe interpretarse como expresión de una menor gravedad de la neumonía. En la exploración física, los signos más frecuentes son taquipnea, taquicardia e hipertermia. La auscultación pulmonar suele ser anómala, aunque los signos específicos de consolidación pulmonar —matidez en la percusión, soplo tubárico o egofonía— están presentes sólo en un tercio de los casos que precisan ingreso hospitalario, y casi nunca se observan en los cuadros más leves. No hay una combinación de datos de la anamnesis o hallazgos semiológicos que permita confirmar o des- cartar la presencia de neumonía con suficiente fiabilidad. Exploraciones complementarias Alrededor de la mitad de los pacientes con infección respiratoria del tracto respiratorio inferior se diagnostican y tratan en la comunidad sin necesidad de investigaciones adicionales y únicamente por el cuadro clínico y la exploración física. Estudios analíticos Aunque la presencia de leucocitosis suele asociarse a una infección bacteriana, no es un dato suficientemente sensible o específico.La PCR está elevada. La determinación de procalcitonina en la sangre puede ser útil para distinguir la neumonía bacteriana de otros cuadros res- piratorios agudos y también para la estrategia terapéutica y su duración. Los estudios bioquímicos y hematológicos, así como la pulsioximetría o la gasometría arterial, suponen una ayuda para establecer la gravedad y la necesidad de hospitalización, pero no son útiles para determinar el agente causal. Estudio radiológico Para establecer inicialmente el diagnóstico de neumonía se requiere la existencia de infiltrados pulmonares en la radiografía de tórax. Aunque los hallazgos radiológicos son inespecíficos para la mayoría de los microorganismos, pueden sugerir la implicación de determinados agentes, como Mycobacterium tuberculosis, identificar la existencia de derrame pleural, detectar la presencia de cavitación, evaluar la extensión de la afectación y, a veces, establecer otros diagnósticos alternativos o asociados a la neumonía. Se recomienda una proyección AP y otra lateral. Diagnóstico En la práctica, toda condensación radiológica de reciente aparición y no atribuible a otra causa, acompañada de fiebre de menos de 1 semana de evolución, debe considerarse y tratarse como una neumonía mientras no se demuestre lo contrario. Sin embargo, el diagnóstico de neumonía no siempre es fácil. Existen otras enfermedades respiratorias que cursan con fiebre e infiltrados pulmonares y que deben descartarse, especialmente si el cuadro clínico es de más de 1 semana. Identificar el patógeno responsable permite el tratamiento anti- microbiano dirigido. Algunos datos clínicos, epidemiológicos y radiológicos pueden ayudar a diferenciar a pacientes con una mayor probabilidad de infección por ciertos microorganismos, pero ningún patrón clínico o radiológico es lo suficientemente específico como para permitir un diagnóstico etiológico, sobre todo en pacientes ancianos o con alguna enfermedad de base. La forma habitual de detección del agente responsable supone el empleo de distintos métodos microbioló- gicos. Su utilización dependerá fundamentalmente de la gravedad de la neumonía, de su evolución y de la respuesta al tratamiento. En general, se deben emplear más técnicas diagnósticas cuanto más graves son las neumonías, y pocas o ninguna en las leves. No hay ninguna prueba diagnóstica que permita identificar todos los patógenos potencialmente implicados en la etiología, y todas tienen sus ventajas y sus limitaciones. Tinción de Gram y cultivo de esputo La rentabilidad diagnóstica de la tinción de Gram del esputo depende en gran medida de la calidad de la muestra y de la rapidez en su procesamiento, del criterio usado para definir un resultado positi- vo, de la experiencia del observador y de si el paciente ha recibido o no tratamiento antimicrobiano previo. Alrededor del 40% de los pacientes, especialmente los ancianos, o no tienen tos productiva o son incapaces de expectorar. Además, sólo un tercio de las muestras de esputo recogidas pueden considerarse aceptables. En esas circuns- tancias, la visualización de una bacteria predominante, especialmente si Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 715 CAPÍTULO 84 Infecciones respiratorias © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. se trata de S. pneumoniae, puede ser útil para establecer la etiología. La tinción de Gram no puede detectar ciertos patógenos frecuentes, como M. pneumoniae, C. pneumoniae, Legionella spp. o virus respiratorios, y algunos morfotipos, como H. influenzae, son difíciles de identificar. Por todo ello, la sensibilidad y la especificidad diagnóstica de la tinción de Gram de esputo son muy variables. El valor predictivo positivo de la tinción de Gram en relación con el cultivo es superior cuando se observan cocos grampositivos en comparación a bacilos gramnegativos. El cultivo del esputo plantea problemas parecidos. Se puede mejorar la información que proporciona si en el análisis se consideran los resultados obtenidos en la tinción de Gram. Es posible aislar patógenos atípicos y virus en secreciones respiratorias, pero se precisan técnicas especiales no disponibles de forma generalizada. El cultivo de algunos microorganismos, como Legionella spp. o M. tuberculosis, es específico al 100%, pero requiere varios días y medios especiales. Hemocultivo En general, debe realizarse en todos los pacientes hospitalizados con neumonía extrahospitalaria, sobre todo en los casos graves. Su sensibi- lidad disminuye enormemente si hay tratamiento antibiótico previo. Sólo proporciona el diagnóstico etiológico en el 5%-14% de los casos, pero tiene alta especificidad y valor pronóstico. Detección de antígenos Diversas técnicas microbiológicas permiten detectar la presencia de ciertos agentes —básicamente neumococo, L. pneumophila y virus res- piratorios— mediante la identificación de alguno de sus componentes en el esputo, la orina, el suero u otras muestras biológicas. En el caso del neumococo, la prueba más extendida en la actualidad es el análisis inmunocromatográfico en la orina, que detecta antígeno polisacárido C de la pared del patógeno. Es una prueba rápida, sencilla, con una especificidad (> 90%) y una sensibilidad (50%-80%) aceptables en los adultos, y con capacidad para establecer el diagnóstico de neu- monía neumocócica una vez iniciado el tratamiento antibiótico. En la actualidad, existen métodos detección que permiten determinar los serotipos causales de la enfermedad. Por este método también se puede determinar la antigenuria de L. pneumophila serogrupo 1, que es responsable de la mayoría de las infecciones comunitarias por este patógeno. Su sensibilidad es del 70%-90%, y su especificidad se acerca al 100%. Pueden pasar varios días antes de registrarse resultados positivos y, en ocasiones, la antigenuria persiste durante semanas. La detección de antígenos por inmunofluorescencia directa en secreciones respiratorias también se puede utilizar en el diagnóstico de la neumonía extrahospitalaria por L. pneumophila, VRS e influenza, aunque es una prueba relativamente insensible, especialmente para los dos primeros. Estudios serológicos La detección en el suero de una respuesta de anticuerpos específica tiene interés, porque permite el diagnóstico de infección por patógenos que son difíciles de aislar en cultivos, como virus, M. pneumoniae, C. pneumoniae, C. psittaci, C. burnetii y L. pneumophila. Un título ais- lado elevado de anticuerpos específicos en presencia de enfermedad neumónica aguda puede tener utilidad diagnóstica en algunos casos. Sin embargo, en la práctica clínica, alrededor del 70% de los casos positivos se basan en la demostración de una seroconversión a las 4-9 semanas. Por tanto, en el mejor de los casos, la serología proporciona una información tardía de interés fundamentalmente epidemiológico. Además, en más del 20% de los casos no se produce la seroconversión y, aunque la especificidad se considera aceptable, se han descrito algunos falsos positivos. Técnicas de biología molecular Mediante la reacción en cadena de la polimerasa se pueden detectar secuencias de DNA de los principales patógenos respiratorios en dis- tintas muestras biológicas. Estas pruebas tendrán probablemente un papel relevante cuando se puedan realizar in situ (point of care) y detec- tar DNA de diversos virus y bacterias a la vez. Los estudios realizados hasta la fecha demuestran que estas técnicas son muy específicas para la determinación de virus como el de la influenza y el respiratorio sincitial. Para detectar bacterias su papel no está totalmente establecido, ya que pueden detectar DNA de microorganismos colonizantes y faltan estudiosque las comparen con métodos gold standard. Pueden tener relevancia cuando se sospechan microorganismos PES, ya que estos microorganismos requieren un tratamiento antibiótico diferente al habitual. Técnicas invasivas La toracocentesis es la más frecuente y la que está indicada en todos los pacientes con neumonía y derrame pleural significativo, ya que la presencia de empiema pleural es uno de los principales factores aso- ciados a fallo terapéutico en los primeros días del ingreso hospitalario. El cultivo de esta muestra tiene una sensibilidad muy baja, pero un resultado positivo tiene un gran impacto en la evaluación del paciente. También se pueden emplear técnicas inmunológicas para la detección de antígenos bacterianos, especialmente del neumococo. Otras deter- minaciones en el líquido pleural, en concreto glucosa, LDH, proteínas totales y pH, permitirán descubrir la presencia de complicaciones. La punción aspirativa transtorácica, los cultivos cuantitativos de mues- tras obtenidas mediante catéter telescopado o lavado broncoalveolar, e incluso la biopsia pulmonar abierta o por videotoracoscopia pueden ser útiles en casos muy seleccionados, especialmente en pacientes intubados orotraquealmente, en los que el acceso a la vía aérea inferior está garantizado. Pronóstico Aunque la mayor parte de los pacientes recuperan su actividad normal en varias semanas, la mortalidad global de los pacientes con neumonía extrahospitalaria que requieren ingreso en el hospital se estima en torno al 10%-15%. Está mortalidad puede aumentar hasta el 30% al cabo de 1 año y está, en parte, relacionada con las complicaciones cardiovasculares que se observan después del alta hospitalaria. En general, la mortalidad aumenta con la edad. También se relaciona con determinadas enfermedades acompañantes, como la diabetes mellitus o las neoplasias, y el deterioro del estado mental. Ciertos patógenos, la bacteriemia, una leucocitosis superior a 30 × 109/L o una leucopenia inferior a 4 × 109/L y la afección radiológica de más de un lóbulo se asocian con mayor mortalidad. Una relación PaO2/FiO2 inferior a 250 o una hipercapnia también reflejan una enfermedad más grave y un peor pronóstico. Tratamiento Dadas las limitaciones de las pruebas microbiológicas para identificar el microorganismo causal en un número significativo de casos, la selección inicial del tratamiento antimicrobiano se basa, en general, en la presunción de los patógenos que más probablemente son los causantes de la infección, si se atiende fundamentalmente a los patrones epidemiológicos específicos de cada área geográfica, a la gravedad del cuadro clínico y a la existencia o no de factores que sugieran la implica- ción de microorganismos menos frecuentes o con mayor probabilidad de resistencia antimicrobiana (v. cuadro 84-1). Lugar del tratamiento Una de las primeras decisiones consiste en determinar dónde se va a tratar al paciente. Esta decisión está condicionada por la evolución del cuadro clínico en las primeras horas, el riesgo de muerte o com- plicaciones, la presencia de morbilidades asociadas y su estabilidad, las características psicosociales del enfermo y la disponibilidad de recursos para la atención domiciliaria. Una estrategia sencilla y útil es la siguiente. En la actualidad se utilizan dos escalas pronósticas que han sido ampliamente validadas: el Pneumonia Severity Index (PSI) y la escala CRB65. En la escala PSI, las clases de riesgo IV y V son las que requie- ren ingreso hospitalario. Si se utiliza la escala CRB65, se recomienda el ingreso si la puntuación es igual o superior a 2. En la figura 84-1 se detallan dichas escalas. Elección del agente antimicrobiano A continuación se describen las prescripciones empíricas iniciales que dependen de la gravedad del cuadro clínico y, por consiguiente, del lugar donde el paciente va a ser tratado. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 716 SECCIÓN V Neumología Pacientes tratados ambulatoriamente El tratamiento debe dirigirse fundamentalmente a cubrir el neumo- coco, lo que se consigue con amoxicilina p.o., 1 g/8 h. Estas dosis son efectivas en neumonías causadas por neumococos con CIM igual o inferior a 2 mg/mL que, por el momento, constituyen la mayoría de los aislamientos. Los macrólidos (claritromicina p.o., 500 mg/12 h, o azitromicina p.o., 500 mg/día) son activos frente a M. pneumoniae, C. pneumoniae, L. pneumophila y otros microorganismos atípicos relevantes en la neumonía extrahospitalaria y no cubiertos por los β-lactámicos. Es preciso tener en cuenta, no obstante, que, en España, alrededor de un tercio de las cepas de neumococo presentan tasas ele- vadas de resistencias frente a los macrólidos, por lo que la monoterapia con estos antimicrobianos no es aconsejable. Existe un subgrupo de pacientes que pueden ser tratados de forma ambulatoria, pero que tienen enfermedades crónicas u otros factores de riesgo asociados a un mayor riesgo de neumococo resistente a antimicrobianos, H. influenzae o BGN entéricos (v. cuadro 84-1). En estos casos, el tratamiento de elección es una fluoroquinolona antineumocócica (levofloxacino p.o., 500 mg/12 h, o moxifloxacino p.o., 400 mg/día), que también son bue- nas opciones si se quieren cubrir los microorganismos atípicos (pacien- tes más jóvenes, en determinadas circunstancias epidemiológicas, o con una presentación clínica altamente sugestiva). Como alternativa, podría emplearse amoxicilina-ácido clavulánico p.o., 875/125 mg/8 h, sin olvidar su falta de actividad frente a microorganismos atípicos. Las autoridades sanitarias han alarmado globalmente sobre los efectos secundarios de las quinolonas, como tendinitis, alargamiento del seg- mento QT, diarreas e intolerancia gástrica. Los macrólidos presentan no infrecuentemente alteraciones del QT y otras arritmias. Pacientes tratados en el hospital Cuando se ha decidido la hospitalización del paciente por motivos clínicos, S. pneumoniae es aún el patógeno causal más frecuente, pero la probabilidad de que el paciente tenga factores asociados a un mayor riesgo de neumococo resistente a antimicrobianos o gramnegativos entéricos es más alta (v. cuadro 84-1). Además, los patógenos atípicos, incluida Legionella spp., pueden estar implicados aproximadamente en el 10% de las neumonías con etiología definida. Por tanto, en estas circunstancias, el tratamiento empírico inicial debe incluir cualquie- ra de los siguientes regímenes: cefalosporina de tercera generación (cefotaxima i.v., 1 g/6 h, o ceftriaxona i.v., 1-2 g/24 h) o amoxicilina- ácido clavulánico i.v., 1.000/200 mg/8 h, asociados a un macrólido (claritromicina i.v., 500 mg/12 h, azitromicina i.v., 500 mg/día). En muchos pacientes se podrá utilizar la vía oral con combinaciones que incluyan un macrólido y amoxicilina-ácido clavulánico en las dosis mencionadas. Una alternativa a la terapia combinada podría ser una fluoroquinolona antineumocócica en monoterapia, como moxifloxa- cino i.v., 500 mg/24 h, o levofloxacino i.v., 500 mg/12 h. Los pacientes que presentan un cuadro inicial muy grave (ingreso en UCI) constituyen un subgrupo más seleccionado y homogéneo que se debe tratar con una cefalosporina de tercera generación en dosis altas (cefotaxima i.v., 2 g/6-8 h; ceftriaxona i.v., 2 g/24 h), siempre asociada a un macrólido i.v. o a una fluoroquinolona antineumocócica (levo- floxacino i.v., 1.000 mg/día). Estudios observacionales de los últimos años sugieren que la inclusión de un macrólido en el tratamiento empírico (asociado a un β-lactámico) disminuye la mortalidad de los pacientes con neumonía neumocócica en pacientes de más de 65 años y en los que requieren ingreso en la UCI. En la neumonía que requiere ingreso en laUCI, y durante la época de gripe, se aconseja añadir oseltamivir (75 mg/día p.o.) al tratamiento antibacteriano hasta tener un test de PCR negativo para la gripe en el frotis faríngeo. Si el test resulta positivo, deben completarse al menos 5 días de tratamiento con oseltamivir. Si existen factores de riesgo para infección por P. aeruginosa (v. cua- dro 84-1), el paciente debe ser tratado con combinación de antibióticos activos frente a este patógeno, sin olvidar la cobertura frente al neumo- coco potencialmente resistente y Legionella spp. Esto se puede conseguir con una cefalosporina de cuarta generación (cefepima i.v., 1-2 g/12 h), piperacilina-tazobactam i.v. (4.000/500 mg/8 h), imipenem o merope- nem i.v. (0,5-1 g/6-8 h), asociado a una fluoroquinolona (ciprofloxacino i.v., 400 mg/8 h; o, levofloxacino i.v., 750-1.000 mg/día). Uno de los β-lactámicos señalados, junto con un aminoglucósido (preferiblemente tobramicina o amikacina) y azitromicina, podría ser otra alternativa. Vía de administración y duración del tratamiento La utilización de la vía intravenosa viene determinada por la gravedad del cuadro, la dificultad para la deglución o si se sospecha malabsorción. En la mayor parte de los casos, el paso a la vía oral se puede realizar al tercer día del tratamiento, cuando el paciente mejora clínicamente, se mantiene hemodinámicamente estable, permanece afebril durante 24 h y no hay confusión mental u otras infecciones activas. Como pauta general, 1 semana de tratamiento antimicrobiano suele ser sufi- ciente. Sin embargo, con un cuadro clínico inicial más grave, cuando los microorganismos implicados son L. pneumophila, P. aeruginosa o S. aureus, si aparecen complicaciones como empiema, meningitis o endocarditis, o se observan cavidades u otros signos de necrosis, se deben administrar tratamientos más prolongados. Cuando se utilizan quinolonas, pasados los primeros 3 días se puede pasar a tratamiento p.o. con la misma dosis, dada su buena absorción. Con las mismas dosis p.o. se alcanzan idénticas concentraciones en la sangre por la vía i.v. Figura - Estratificación del riesgo en la neu monía adquirida en la comunidad según el Pneumonia Severity Index (A) y la escala CRB65 (B). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 717 CAPÍTULO 84 Infecciones respiratorias © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Pronóstico En general, el cuadro clínico suele mejorar en 2-3 días y, por tanto, la pauta antibiótica seleccionada no debería modificarse antes de las pri- meras 72 h, a no ser que se produzca un deterioro clínico significativo o se obtenga nueva información clínica o microbiológica. Según la causa de la neumonía y las características del huésped, la fiebre persiste entre 3 y 6 días, y la tos, alrededor de 1 semana. Los estertores crepitantes se pueden auscultar durante más de 1 semana en un tercio de los pacientes y, cuando la evolución es favorable, la leucocitosis desaparece al cuarto día. Los signos radiológicos regresan mucho más lentamente, e incluso pueden empeorar durante los primeros días. Sólo en la mitad de los pacientes se observa la resolución radiológica completa a las 2 semanas. El término fallo de tratamiento o falta de respuesta se emplea para definir una situación en la que se produce una respuesta clínica inadecuada a pesar del tratamiento antibiótico. En pacientes hos- pitalizados se observan dos patrones: progresión y deterioro clínico, que habitualmente ocurre en las primeras 72 h; y ausencia o retraso en la consecución de criterios de estabilidad clínica. En este sentido, conviene recordar que una cuarta parte de los pacientes tarda más de 6 días en alcanzar estos criterios. La neumonía de lenta resolución hace referencia a la persistencia de los infiltrados radiológicos a los 30 días del inicio del cuadro, y alrededor del 20% de estos pacientes tienen una enfermedad distinta de la neumonía. Cuando no se observa una respuesta adecuada al tratamiento, se debe sospechar que este sea inco- rrecto, que hayan aparecido complicaciones o que el cuadro clínico se deba a una enfermedad pulmonar no infecciosa (cuadro 84-2). En estas situaciones, casi siempre están indicados estudios complementarios adicionales, como fibrobroncoscopia, TC torácica o nuevas inves- tigaciones microbiológicas. Prevención Los factores de riesgo prevenibles y que claramente aumentan el riesgo de neumonía extrahospitalaria (en pacientes no inmunodeprimidos) son los siguientes: tabaquismo, alcoholismo, higiene dental inadecuada, nutrición inadecuada, contacto con niños que presentan infección respiratoria, disfagia y ausencia de vacunación antigripal o antineu- mocócica. Vacunas antineumocócicas En el cap. 250 (Infecciones neumocócicas) de la sección XVII (Enfer- medades infecciosas) se exponen con detalle los diversos tipos de vacunas contra este microorganismo. Durante los últimos tiempos existe la evidencia de utilizar no sólo en los niños, sino también en los adultos, la vacuna conjugada 13-valente, asociada a la clásica polisa- cárida 23-valente. Los candidatos a esta vacunación son los pacientes inmunocompetentes con enfermedades crónicas y los inmunode- primidos, es decir, los portadores del HIV, los esplenectomizados, los afectos de linfoma, leucemia, mieloma múltiple o insuficiencia renal crónica, y los sometidos a trasplante. Un grupo de expertos del Center of Disease Control de Atlanta aconsejaron incluir en este tipo de doble vacunación también a los adultos sanos de 65 años o más, los cuales clásicamente recibían únicamente la vacuna polisacárida 23-valente cada 5 años. Las dos vacunas no se administran simultáneamente, sino, en general, con varios meses de separación entre una y otra. Habitualmente se comienza con la vacuna conjugada 13-valente, excepto si el sujeto ya ha recibido previamente la vacuna polisacárida 23-valente a los 65 años o más. Vacuna antigripal Se debe administrar todos los años durante los meses de otoño a personas con riesgo de sufrir complicaciones por un cuadro gripal (ancianos, residentes en instituciones cerradas, sujetos con enferme- dades crónicas) y a aquellos con peligro de transmitir la infección a personas de alto riesgo (personal sanitario o al cuidado de enfermos). Su eficacia está condicionada por la similitud entre las cepas incluidas en la vacuna y las que realmente producen la epidemia. Cuando se incluyen en la vacuna los antígenos apropiados, su eficacia en la prevención de la enfermedad es del 70%-90% en las personas sanas menores de 65 años. Quimioprofilaxis antiviral La rimantadina y la amantadina se han utilizado con una eficacia del 70%-90% en la prevención de infecciones víricas por influenza A, pero en la actualidad no se recomiendan por la elevada tasa de resistencias que presentan las cepas circulantes. Los inhibidores de la neuraminidasa (oseltamivir y zanamivir) inducen menos resistencias y son eficaces tanto frente a influenza A como B. Están indicados en las personas no vacunadas o inmunodeprimidos con escasa producción de anticuerpos o en sujetos que han recibido la vacuna, pero que precisan terapia adyuvante durante las primeras semanas que se requieren para producir anticuerpos. Se desconoce su efecto sobre las nuevas vacunas vivas atenuadas antigripales intranasales. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Mandell LA, Wunderink RG, Anzueto A, Barlett JG, Campbell GD, Dean NC, et al. Infectious Diseases Society of America/American Thoracic Society Consensus Guidelines on the management of Community-Acquired Pneu- monia. Clin Infect Dis 2007;44:S27-72. Prina E, Ranzani OT, Torres A. Community-acquired pneumonia Lancet 2015;386(9998):1097-108.• CUADRO 84-2 Causas de falta de respuesta al tratamiento empírico en la neumonía extrahospitalaria Tratamiento inapropiado o ineficaz Patógenos resistentes al tratamiento antimicrobiano o no cubiertosa Microorganismos infrecuentes o no sospechadosb Duración o posología insuficiente Vía de administración inapropiada Malabsorción Falta de cumplimiento Alteración de los mecanismos de defensa Neumonía recurrentec Inmunodeficiencias sistémicas Presencia de complicaciones Empiema Focos sépticos a distancia (meningitis, artritis séptica, pericarditis, endocarditis) Flebitis o infecciones por catéter Fiebre por fármacos Neumonía nosocomial Otras complicaciones no infecciosas (insuficiencia renal o cardíaca, SDRA) Diagnóstico incorrectod Atelectasia Tromboembolia pulmonar Carcinoma broncogénico o metastásico Edema agudo de pulmón Hemorragia pulmonar Neumonía eosinófila Neumonitis por hipersensibilidad Neumonía intersticial aguda Vasculitis pulmonares Neumonía organizativa Secuestro pulmonar Cuerpo extraño aConsiderar microorganismos atípicos si no están cubiertos. Muchas de las pautas propuestas tampoco cubren adecuadamente S. aureus. En algunas regiones, las cepas de H. influenzae productor de β-lactamasas pueden superar el 30%. Otros patógenos pueden hacerse resistentes durante el tratamiento. bHongos, parásitos, micobacterias. cLa neumonía recurrente es la que vuelve a aparecer tras un período asintomático y después de la resolución radiológica. Ocurre sobre todo en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, bronquiectasias, cardiopatías, fibrosis quística e inmunodeficiencias. Si aparece siempre en el mismo lóbulo, se debe sospechar la coexistencia de una obstrucción bronquial. dDiagnóstico diferencial. SDRA: síndrome de distrés respiratorio agudo. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 718 SECCIÓN V Neumología Torres A, Barberan J, Falguera M. Guía multidisciplinar para la valoración pronóstica, diagnóstico y tratamiento de la neumonía adquirida en la comunidad. Med Clin (Barc) 2013;140:223.e1-19. Torres A, Lee N, Cilloniz C, Vila J, Van der Eerden M. Laboratory diagnosis of pneumonia in the molecular age. Eur Respir J 2016;48(6):1764-78. Wunderink RG, Waterer GW. Clinical practice. Community-acquired pneu- monia. N Engl J Med 2014;370(6):543-51. NEUMONÍA INTRAHOSPITALARIA F. Rodríguez de Castro Concepto La neumonía intrahospitalaria (NIH) es una infección pulmonar que se desarrolla una vez transcurridas las primeras 48 h del ingreso del paciente en el hospital. La neumonía asociada a la ventilación mecánica (NAVM) es un subgrupo de NIH que ocurre en enfermos con ventilación mecánica después de 48 h de realizada la intubación traqueal. Muchos de los datos clínicos y microbiológicos de las NIH se han obtenido por extrapolación de la información recogida en pacientes con NAVM. Epidemiología La NIH es la segunda causa más frecuente de infección nosocomial y la primera en la UCI. Su incidencia oscila entre 5 y 20 casos por cada 1.000 ingresos. Es más frecuente en los ancianos, en los pacientes inmunocomprometidos o que han sido intervenidos quirúrgicamente, y en los que reciben nutrición enteral por sonda nasogástrica. Un tercio de las NIH se adquieren en la UCI, y la mayoría de ellas están asociadas a la ventilación mecánica. La NAVM ocurre en el 9%-40% de los pacientes intubados y alcanza su pico de incidencia entre el quinto y el noveno días de ventilación mecánica. La NIH implica un notable incremento de la estancia hospitalaria y supone una mortalidad global del 27%-51%. La mortalidad cruda de la NAVM puede alcanzar un 70%, y la directamente atribuible se sitúa en torno al 10%. Etiología La etiología de la NIH varía en función de diversos factores, como los días de estancia en el hospital, el tratamiento previo con antimicrobia- nos, la duración de la ventilación mecánica, la epidemiología local y los posibles brotes epidémicos. Los agentes etiológicos más frecuentes son los BGN entéricos (tabla 84-1). Las infecciones causadas por cocos grampositivos se deben principalmente a Staphylococcus aureus (resis- tente o sensible a la meticilina). En conjunto, S. aureus, Pseudomonas aeruginosa, Acinetobacter spp., Klebsiella spp. y Enterobacter spp. son responsables de casi el 80% de los casos de NIH. El principal determinante etiológico de la NIH es el cambio precoz que se produce en la flora orofaríngea del paciente hospitalizado, sobre todo en el intubado, incluso en ausencia de tratamiento antimicrobiano previo. La NAVM de inicio temprano es la que se desarrolla dentro de los primeros 4 días desde el comienzo de la ventilación mecánica y suele deberse a patógenos respiratorios de la microbiota orofaríngea comunitaria habitual (S. aureus, Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae). Por el contrario, la de comienzo tardío, que ocurre a partir del quinto día de ventilación mecánica, es causada fundamentalmente por microorganismos nosocomiales y potencialmente multirresis- tentes (MR), como SARM y bacterias gramnegativas productoras de β-lactamasas de espectro extendido (BLEE). Estos microorganismos MR también pueden ser aislados en neumonías de inicio precoz en pacientes con determinados factores de riesgo (cuadro 84-3). Los agentes causales de las NIH no asociadas a la ventilación mecánica y de las NAVM son similares, aunque S. aureus y Klebsiella pneumoniae predominan en los enfermos no intubados, y P. aerugi- nosa y Acinetobacter spp., en los pacientes ventilados artificialmente. Asimismo, hay una mayor proporción de S. aureus en los pacientes sometidos a cirugía y neurocirugía, y de Legionella spp. en los enfer- mos con neoplasias (sobre todo hematológicas) o que han recibido dosis altas de glucocorticoides. En cualquier caso, existen marcadas diferencias en la incidencia de agentes etiológicos entre distintos hospitales y UCI, por lo que es importante conocer la epidemiología local y el patrón de resistencias de los microorganismos en cada centro. El papel que desempeñan los virus y los hongos en la etiología de la NIH no está claro. El VHS y el CMV se detectan frecuentemente en enfermos inmunocompetentes ingresados en la UCI y pueden ser causa de neumonía en pacientes con intubaciones prolongadas. Se deben sospechar en enfermos con SDRA y en los tratados con glucocorticoides, especialmente si no se ha podido aislar ningún agente bacteriano. Aunque la colonización del tracto respiratorio inferior por Candida spp. es frecuente en los pacientes intubados (18%-56%), raramente es la causante de una NAVM. Se considera que la colonización por Candida favorece el desarrollo de NAVM por P. aeruginosa u otros microorganismos MR e implica un mal pronós- tico. Aspergillus spp. puede ser responsable de alrededor de un 3% de las NAVM de comienzo tardío. • CUADRO 84-3 Factores de riesgo para patógenos multirresistentesa Tratamiento antimicrobiano en los últimos 90 días Duración del episodio de hospitalización actual ≥ 5 días Alta prevalencia de resistencia antimicrobiana en la comunidad o en la unidad asistencialb Enfermedad y/o tratamiento inmunodepresor Colonización previa por patógeno MR Shock séptico SDRA previo al desarrollo de la NAVM Terapia renal sustitutiva aguda antes de la aparición de la NAVM Factores de riesgo específicos Pseudomonas aeruginosa: defectos estructurales en el pulmón, malnutrición, tratamiento antimicrobiano reciente, tratamiento con glucocorticoides, estancia prolongada en la UCI Staphylococcus aureus: traumatismo craneoencefálico, coma, diabetes mellitus, gripe, insuficiencia renal, UDVP Streptococcus pneumoniae: pacientes < 2 años o > 65 años; alcohólicos, inmunodeprimidos o con múltiples comorbilidades asociadas;contacto con niños en guarderías; tratamiento reciente con β-lactámicos aPatógenos no sensibles al menos a un agente de tres o más clases de antimicrobianos. bUnidades con una prevalencia de patógenos resistentes (incluidos BGN y SARM) > 25%. TABLA 84-1 Bacterias más frecuentemente aisladas en la neumonía intrahospitalaria y en la neumonía asociada a la ventilación mecánica Microorganismo NIH (%) NAVM (%) Bacterias gramnegativas Pseudomonas aeruginosa 19 22 Acinetobacter spp. 10 17 Klebsiella spp. 11 9 Enterobacter spp. 7 7 Escherichia coli 7 5 Serratia marcescens 3 3 Haemophilus spp. 3 7 Stenotrophomonas maltophilia 3 2 Bacterias grampositivas Staphylococcus aureus 27 19 Streptococcus pneumoniae 4 3 Enterococcus spp. 1 1 NAVM: neumonía asociada a la ventilación mecánica; NIH: neumonía intrahospitalaria. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 719 CAPÍTULO 84 Infecciones respiratorias © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Patogenia El mecanismo patogénico habitual de la NIH es la aspiración de microorganismos potencialmente patógenos que colonizan la oro- faringe o la cavidad gástrica de los individuos hospitalizados. El origen de los agentes causales de la colonización e infección puede ser exógeno, cuando proceden del entorno —inhalación de aerosoles infectados, nebulizadores contaminados, tubuladuras de ventiladores, equipos de anestesia, broncoscopios, manos e indumentaria del personal sanitario—, o endógeno, cuando proviene de la microbio- ta bacteriana habitual del paciente (primaria) o de los organismos hospitalarios que la han reemplazado (secundaria). Las neumonías endógenas primarias serían las NIH de inicio precoz (en los primeros 4 días de estancia hospitalaria) causadas, fundamentalmente, por agentes comunitarios, como S. pneumoniae, H. influenzae o S. aureus. Las neumonías endógenas secundarias o de inicio tardío (a partir del cuarto día del ingreso) se deben habitualmente a BGN entéricos y P. aeruginosa. La diseminación hematógena y la traslocación de bacterias desde la luz del tubo digestivo son mecanismos de infección mucho menos frecuentes. El estómago y los senos paranasales también pue- den comportarse como reservorios bacterianos que posibilitan la ulterior colonización de la vía aérea. En pacientes intubados, la aspiración de secreciones orofaríngeas colonizadas por microorganismos se produce alrededor del balón de sellado traqueal. Los agentes patógenos también pueden crecer en la superficie interna del tubo endotraqueal formando biocapas com- plejas que se adhieren a la superficie interna del mismo y que están formadas por agregados bacterianos. Estos microorganismos, que son menos accesibles a los mecanismos de defensa del individuo y a la acción de los antimicrobianos, se desprenden fácilmente por efecto de la ventilación mecánica o de las sondas de succión, lo que favorece la inoculación distal. En los pacientes hospitalizados existen diversas situaciones clínicas, relacionadas con la alteración de los mecanismos defensivos del huésped (intrínsecas) o con manipulaciones diagnóstico-terapéuticas (extrín- secas), que facilitan la aspiración silente de secreciones, aumentan la cantidad y patogenicidad de los microorganismos inoculados, y/o disminuyen las defensas locales y sistémicas (cuadro 84-4). Cuadro clínico Debe sospecharse la existencia de una NIH en los enfermos que, trans- curridas las primeras 48 h desde su ingreso, comienzan a presentar secreciones traqueobronquiales purulentas y en cuya radiografía de tórax aparecen infiltrados pulmonares nuevos o progresivos. En pacien- tes ventilados, el cuadro clínico es particularmente poco orientativo, y se considera un criterio de creciente importancia el empeoramiento de la oxigenación (incremento de la FiO2 o de la PEEP) durante más de 48 h. En la exploración física se objetiva una temperatura corporal igual o mayor de 38 °C, aunque en pacientes inmunodeprimidos, desnutridos, hemodinámicamente inestables o tratados con glucocorticoides, la temperatura puede ser normal o incluso estar disminuida. No suelen apreciarse los signos clásicos de consolidación pulmonar y, para esta- blecer la sospecha clínica, puede ser más relevante la presencia de taquipnea, inestabilidad hemodinámica o un deterioro en el nivel de consciencia. La radiografía simple de tórax es un elemento esencial en el diagnós- tico, aunque su interpretación es compleja, y su especificidad, muy baja. La forma de presentación habitual es la de focos bronconeumó- nicos bilaterales. Los exámenes de laboratorio suelen revelar leucocitosis con des- viación a la izquierda, aunque esto no es constante en pacientes ancia- nos o inmunodeprimidos. También puede observarse leucopenia. En pacientes ventilados, la hipoxemia mantenida comienza a considerarse una condición sine qua non para el diagnóstico de NAVM, incluso en ausencia de hallazgos radiológicos claros. En estos enfermos, la dis- minución de la PaO2 o del cociente PaO2/FiO2 precede frecuentemente a los infiltrados radiológicos. Como en cualquier proceso séptico grave, en la NIH pueden observarse un aumento de las enzimas hepáticas y trastornos de la coagulación. La dificultad diagnóstica de las NIH ha llevado al desarrollo de un índice denominado Clinical Pulmonary Infection Score (CPIS), en el que se valoran siete variables clínicas diferentes (temperatura, recuento leucocitario, aspecto de las secreciones respiratorias, oxigenación, radiografía de tórax, tinción de Gram y cultivo del aspirado traqueal) el primer día que se plantea la posibilidad diagnóstica y nuevamente 72 h después. La suma total de los puntos que puede llegar a tener un enfermo puede variar entre 0 y 12. Una puntuación superior a 6 se asocia significativamente con la existencia de una NIH. La variabilidad, su moderada sensibilidad y especificidad, y su falta de validación para entidades como el SDRA o en pacientes con traumatismo ha llevado a que recientemente se hayan propuesto algunas modificaciones en el cálculo del CPIS. Diagnóstico Dado que los criterios clínicos, considerados aisladamente, tienen un valor predictivo moderado, deberían complementarse con el diagnós- tico microbiológico. • CUADRO 84-4 Factores de riesgo para la neumonía intrahospitalaria Factores intrínsecos Edad avanzada Enfermedades crónicas subyacentes EPOC Otras enfermedades pulmonares Enfermedades neuromusculares Enfermedades del SNC Diabetes mellitus Insuficiencia renal/diálisis Hepatopatía crónica Neoplasias hematológicas Tabaquismo y alcoholismo Alteración del nivel de consciencia Coma Traumatismo craneoencefálico Sinusitis Malnutrición Shock e hipotensión Fracaso multiorgánico Acidosis SDRA Inmunodepresión Factores extrínsecos Intubación traqueal Reintubación Traqueostomía Sondas nasogástricas Aerosoles Hospitalización prolongada/encamamiento Antibioticoterapia prolongada/inapropiada Otros tratamientos Antisecretores gástricos Citotóxicos Glucocorticoides Sedantes Etomidato en la intubación Nutrición enteral Transfusiones de más de 4 U de hemoderivados Cirugía mayor Posición en decúbito supino Mal control de la infección Mala higiene de manos No cambiarse los guantes No aislar correctamente a los pacientes SDRA: síndrome de distrés respiratorio agudo. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 720 SECCIÓN V Neumología El diagnóstico microbiológico de certeza se basa en el aislamientode un microorganismo potencialmente causal de neumonía en la sangre, en el líquido pleural o en una muestra válida de secreciones respiratorias. Las muestras para estos estudios deben recogerse lo antes posible, pero en ningún caso esta recolección de muestras debe suponer un retraso en el inicio del tratamiento empírico. El hemocultivo es positivo en alrededor del 20% de los casos, pero, en pacientes críticos con cateterizaciones venosas y urinarias, el microorganismo aislado no siempre es necesariamente el responsable de la infección pulmonar. Por el contrario, el aislamiento de un microorganismo en el cultivo del líquido pleural confirma habitualmente el diagnóstico etiológico de la neumonía. El cultivo simple del esputo o de los aspirados traqueales debe interpretarse con cautela, porque estas muestras están a menudo contaminadas por los microorganismos que colonizan la cavidad orofaríngea o las vías aéreas centrales (tráquea y grandes bronquios). El análisis microbiológico cuantitativo de los aspirados traqueales permite distinguir entre una colonización bacteriana y una infección respiratoria activa (concentraciones iguales o superiores a 106 UFC/mL de secreción), con resultados comparables a los obtenidos con procedimientos invasivos, como el lavado broncoalveolar (LBA) o el cepillado bronquial protegido. Estas últimas son técnicas indicadas en las NIH graves, en especial en pacientes intubados o traqueostomiza- dos que no responden al tratamiento antibiótico empírico inicial. Se pueden realizar con el broncoscopio o a ciegas, sin que esto altere la precisión diagnóstica de forma significativa. Se acepta que un agente patógeno tiene un papel causal o infectante cuando se encuentra en el líquido del LBA en concentraciones iguales o superiores a 104 UFC/mL. Además de cultivos bacterianos, el LBA permite el estudio de microorganismos oportunistas y virus, lo que es especialmente útil en pacientes inmunodeprimidos. La sensibilidad y la especificidad de la técnica son elevadas (90%). La presencia de microorganismos intracelulares en más del 2% de los macrófagos o de los neutrófilos recogidos en el LBA es muy específica de NIH. Aunque se utiliza cada vez menos, el catéter telescopado de doble luz y oclusión distal permite obtener muestras de las vías aéreas inferiores no contaminadas por la flora orofaríngea, con una sensibilidad y una especificidad similares a las del LBA. Se ha establecido en 103 UFC/mL el límite para distinguir entre colonización e infección cuando se emplea este tipo de catéter. La sensibilidad de estos procedimientos disminuye notablemente cuando se emplean en pacientes que han recibido o reciben antimicrobianos. Otras pruebas empleadas en el diagnóstico de las NIH son las que se basan en la determinación sérica o en el líquido del LBA de ciertos biomarcadores, como la PCR, la procalcitonina, el receptor soluble activador expresado por las células mieloides (sTREM-1), las IL-1β y 8, el G-CSF y el inhibidor del activador del plasminógeno 1 (PAI-1), entre otros. Hasta la fecha, no se dispone de datos suficientes que jus- tifiquen su utilización clínica habitual en el diagnóstico de la NIH. Diagnóstico diferencial El diagnóstico diferencial de la NIH debe realizarse con enfermedades que pueden producir fiebre e infiltrados pulmonares. Algunas de las más importantes son la hemorragia alveolar, las atelectasias, el infarto pulmonar, la aspiración química, la insuficiencia cardíaca congestiva, la toxicidad pulmonar por fármacos, la neumonía organizativa o el SDRA en su fase proliferativa. En pacientes con ventilación mecánica es particularmente difícil diferenciar los infiltrados pulmonares de origen infeccioso de los que no tienen esta causa. Esta ambigüedad condiciona frecuentemente un exceso de diagnósticos de NAVM y, en consecuencia, un uso innecesario de antimicrobianos. Pronóstico Las complicaciones más frecuentes de la NIH son la insuficiencia respiratoria o su agravamiento, la insuficiencia renal y la CID. La edad avanzada, la ventilación mecánica prolongada, las enfermedades subyacentes graves, la falta de mejoría en la oxigenación al tercer día de tratamiento y la presencia de shock son factores de riesgo asociados a fracaso clínico y a mayor mortalidad. Los patógenos causales que se asocian a peor pronóstico son los BGN (P. aeruginosa, Acinetobacter spp., Enterobacter spp. y Klebsiella pneumoniae productora de BLEE) y SARM. El tratamiento empírico inicial adecuado, apropiado y precoz es la medida controlable más importante para disminuir la mortalidad de la NIH. Tratamiento La elección empírica de los antimicrobianos debe basarse en tres criterios: la existencia de factores de riesgo para patógenos MR (v. cuadro 84-3), la epidemiología local y el tiempo de hospitalización previo a la aparición de la neumonía. En la tabla 84-2 se muestran los esquemas terapéuticos recomendados en el tratamiento de las NIH, tanto precoces como tardías, en pacientes con o sin factores de riesgo para infecciones por agentes patógenos MR. En pacientes con NIH de inicio precoz (en los primeros 4 días de estancia hospitalaria) y sin factores de riesgo para bacterias MR, se recomienda iniciar tratamiento antimicrobiano de espectro limitado con cualquiera de las siguientes alternativas: una cefalosporina de tercera generación no antipseudomonas (ceftriaxona), la asociación de un antibiótico β-lactámico y un inhibidor de las β-lactamasas, TABLA 84-2 Tratamiento empírico inicial de los pacientes con neumonía intrahospitalaria NIH/NAVM DE INICIO PRECOZ (≤ 4 DÍAS DE ESTANCIA HOSPITALARIA/VM) SIN FACTORES DE RIESGO PARA PATÓGENOS MRa NIH/NAVM DE INICIO TARDÍO (≥ 5 DÍAS DE ESTANCIA HOSPITALARIA/VM) O CON ALGÚN FACTOR DE RIESGO PARA PATÓGENOS MRa Patógenos más probables Antimicrobianos recomendados Patógenos más probablesb Antimicrobianos recomendados Staphylococcus aureus Streptococcus pneumoniae Otros estreptococos Haemophilus spp. Enterobacteriaceae Escherichia coli Klebsiella pneumoniae Enterobacter spp. Serratia marcescens Proteus spp. Ceftriaxona, cefotaxima o Levofloxacino, moxifloxacino o Aminopenicilina/inhibidor de β-lactamasas o Ertapenem SARM Pseudomonas aeruginosa Acinetobacter spp. Otros BGN no fermentadores Enterobacteriaceae MRc Stenotrophomonas maltophilia Legionella pneumophila Cefepima, ceftazidima o Imipenem/cilastatina, meropenem o Piperacilina/tazobactam + Ciprofloxacino, levofloxacino o Amikacina, gentamicina, tobramicina ± Linezolid, vancomicinad aVéase el cuadro 84-3. bConsidere también los patógenos habituales de la NIH de inicio precoz. cConsidere los productores de β-lactamasas de espectro extendido y las carbapenemasas, según la epidemiología local. dCuando se sospeche SARM. MR: multirresistentes; NAVM: neumonía asociada a la ventilación mecánica; NIH: neumonía intrahospitalaria; VM: ventilación mecánica. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 721 CAPÍTULO 84 Infecciones respiratorias © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. una fluoroquinolona con actividad antineumocócica (levofloxacino o moxifloxacino) o un carbapenem sin actividad antipseudomona (ertapenem). En pacientes con NIH de inicio tardío o con factores de ries- go para microorganismos MR, se recomienda iniciar tratamiento antimicrobiano combinado de amplio espectro con al menos dos an- tibióticos con actividad antipseudomonas: a) una cefalosporina (cefepima o ceftazidima), un carbapenem (imipenem o meropenem) o una penicilina asociada a un inhibidor de las β-lactamasas (piperacilina/ tazobactam), y b) un aminoglucósido (amikacina o tobramicina) o una fluoroquinolona (ciprofloxacinoo levofloxacino). En caso de evolución satisfactoria, el aminoglucósido o la quinolona pueden suspenderse tras 3 días de tratamiento combinado. Si hay sospecha o factores de riesgo para SARM, o si este microorganismo es endémico en el hospital, se debe añadir vancomicina a los anteriores o, especialmente en el caso de pacientes con enfermedad renal previa, linezolid. Si se considera una infección por enterobacterias productoras de BLEE y otras bacterias gramnegativas MR, los carbapenemes antipseudomonas (imipenem/ cilastatina y meropenem) son los β-lactámicos más utilizados en Europa. Asimismo, el uso de aminoglucósidos puede ser preferible al de quinolonas, dadas la elevada tasa de resistencia de P. aeruginosa a estos últimos y la posibilidad de alcanzar concentraciones bactericidas en el pulmón con dosis altas de los primeros (p. ej., 25 mg/kg para la amikacina). Un nuevo abordaje terapéutico en la NAVM es el uso de antimicro- bianos nebulizados, que permite alcanzar altas concentraciones locales, inducir una tasa menor de resistencias, una eliminación rápida, una absorción sistémica más baja y, como consecuencia, menos toxicidad. No obstante, la evidencia disponible en su utilización en la NIH es escasa, y el número de fármacos específicamente autorizados para su administración por esta vía limitado. La colistina inhalada puede ser efectiva en el tratamiento de la NAVM por bacterias gramnegativas MR como segundo antimicrobiano asociado a terapia intravenosa. Al segundo o tercer día de tratamiento se debe evaluar la respuesta clínica y modificar el régimen establecido según los resultados micro- biológicos. Hay que evitar el uso excesivo de antimicrobianos y, en lo posible, reducir su espectro. La dosis, la vía de administración y la duración del tratamiento deben individualizarse en función de la gravedad de la enfermedad, las características del paciente, la rapidez de la respuesta clínica y el microorganismo causal. Se sugiere que, en los individuos que han recibido un régimen antimicrobiano inicial apropiado y presentan una evolución clínica favorable, puede acortarse la duración tradicional de 2-3 semanas a sólo 7-8 días, siempre y cuando el agente etiológico no sea un patógeno MR. La determinación de procalcitonina sérica puede auxiliar en la decisión de interrumpir o modificar el tratamiento antimicrobiano. Prevención Entre las estrategias implicadas en la prevención de la NIH se contem- plan las dirigidas a evitar la contaminación de los equipos de terapia respiratoria, modificar los factores relacionados con la colonización y la aspiración, e impedir la transmisión de microorganismos entre los pacientes. Es preciso evitar cambios o manipulación de las tubuladuras del respirador y prevenir el paso inadvertido del agua que se condensa en las mismas —frecuentemente contaminada— a las vías aéreas del paciente. Los circuitos y tubuladuras no deberían cambiarse rutina- riamente y nunca más de una vez a la semana. Los humidificadores y los nebulizadores son los equipos más peligrosos. Deberían limpiarse diariamente y utilizar agua estéril para el llenado de los depósitos. La descontaminación selectiva mediante el uso tópico de antibió- ticos en la orofaringe y el tracto gastrointestinal reduce drásticamente el riesgo de NAVM. En pacientes con disminución del nivel de cons- ciencia, administrar ciclos cortos (2-3 días) de antibioterapia sistémica puede ser una medida profiláctica complementaria o alternativa. Los tubos endotraqueales recubiertos de plata previenen la formación de biocapa, tienen actividad bactericida, reducen la carga bacteriana, y disminuyen la inflamación y la incidencia de NAVM. Debe evitarse la intubación nasotraqueal, por el riesgo incrementado de sinusitis nosocomial. La alteración de los mecanismos de defensa glóticos, los fármacos que deprimen el nivel de consciencia, la utilización de sondas nasogás- tricas o la instrumentación de las vías aéreas, son factores que pueden favorecer el desarrollo de una neumonía. En este sentido, la forma- ción específica en el manejo de la vía aérea se ha asociado a una reducción significativa de las tasas de infección nosocomial. La posición semi- incorporada a 30-45° disminuye el reflujo y la aspiración, y es una estrategia especialmente efectiva en pacientes con nutrición enteral. Hay que evitar traslados intrahospitalarios innecesarios y, en todo caso, suspender la nutrición enteral 4 h antes de ellos. La ventilación mecánica no invasiva como medida para corregir la insuficiencia res- piratoria reduce el riesgo y la mortalidad de la NIH, especialmente en pacientes inmunodeprimidos y con EPOC. El uso de PEEP, la monitorización de la presión del neumotaponamiento entre 25 y 30 cm H2O, y el empleo de tubos endotraqueales que permiten la aspiración de secreciones acumuladas en la región subglótica también se consideran medidas preventivas eficaces. Son útiles los protocolos de retirada de la ventilación mecánica y de reducción de la sedación, y siempre deben evitarse, en la medida de lo posible, las reintubaciones. Finalmente, el lavado y/o la desinfección de manos por parte del personal sanitario, antes y después del contacto con los enfermos, es una maniobra sencilla, barata y de eficacia probada para reducir la transferencia de patógenos entre pacientes. Dada la complejidad de la patogenia de la NIH/NAVM, se han propuesto varios paquetes de medidas para ser aplicados de forma conjunta, lo que se ha mostrado más eficaz que las intervenciones preventivas aisladas. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Álvarez Lerma F, Sánchez García M, Lorente L, Gordo F, Añón JM, Álvarez J, et al. Guidelines for the prevention of ventilator-associated pneumonia and their implementation. The Spanish “Zero-VAP” bundle. Med Intensiva 2014;38(4):226-36. Kalil AC, Metersky ML, Klompas M, Muscedere J, Sweeney DA, Palmer LB, et al. Management of adults with hospital-acquired and ventilator-associated pneumonia: 2016 clinical practice guidelines by the Infectious Diseases Society of America and the American Thoracic Society. Clin Infect Dis 2016;63(5):e-61-e111. Torres A, Niederman MS, Chastre J, Ewig S, Fernández-Vandellós P, Hanberger H, et al. International ERS/ESICM/ESCMID/ALAT guidelines for the management of hospital-acquired pneumonia and ventilator-associated pneumonia. Eur Respir J 2017;50(3). pii:1700582. ABSCESO DE PULMÓN Y NEUMONÍA NECROSANTE F. Rodríguez de Castro Concepto Se denomina absceso de pulmón a una zona necrótica del parénquima pulmonar que contiene material purulento y que se produce por la acción de un agente infeccioso. Habitualmente, este material encuen- tra salida a través del árbol bronquial, por lo que en la radiografía de tórax suele observarse una cavidad con un nivel hidroaéreo (fig. 84-2). Aunque básicamente se trata del mismo proceso, el término neu- monía necrosante se emplea para describir los casos en que existen una o múltiples cavitaciones de pequeño tamaño (< 2 cm) en el interior de una condensación extensa. La denominación de absceso se reserva para una lesión más evolucionada, con una cavidad de un tamaño superior a 2-3 cm de diámetro, única o predominante, y que prevalece sobre la condensación. Etiopatogenia La microaspiración de secreciones orofaríngeas es habitual en sujetos normales, sobre todo durante el sueño, y posiblemente contribuye a la estabilidad del microbioma pulmonar. En condiciones normales, las secreciones orofaríngeas contienen alrededor de 107 UFC/mL de microorganismos anaerobios y 106 UFC/mL de gérmenes aerobios y anaerobios facultativos, fundamentalmente estreptococos. Así pues, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 722 SECCIÓN V Neumología basta
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