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INTRODUCCIÓN La aorta es la arteria principal del cuerpo humano que se origina en la válvula aórtica y termina en la bifurcación ilíaca. La aorta torácica se compone de cuatro partes: la raíz aórtica (desde el anillo valvular aórtico hasta los senos de Valsalva); la aorta ascendente (desde la porción sinotu- bular hasta el origen del tronco braquiocefálico); el arco aórtico (desde el tronco braquiocefálico hasta el origen de la subclavia izquierda), y la aorta descendente (entre la salida de la subclavia izquierda y el dia- fragma). La aorta abdominal se origina en el paso del hiato aórtico diafragmático hasta la bifurcación ilíaca. En ella se concentran tres grandes grupos patológicos, la arteriosclerosis, los aneurismas y las disecciones. ATEROSCLEROSIS DE LA AORTA La arteriosclerosis es más frecuente en la aorta abdominal que en la torácica. La consecuencia más temida de la arteriosclerosis de la aorta torácica es la embolia hacia los troncos supraaórticos. En la aorta abdo- minal, la arteriosclerosis es causa frecuente de enfermedad obstructiva crónica de los miembros inferiores. Las placas de ateroma pueden ulcerarse y llevar a la formación de aneurismas saculares de la aorta. ANEURISMA DE AORTA TORÁCICA Etiología Los aneurismas de aorta torácica son resultado de la enfermedad dege- nerativa de la capa media, una disección, enfermedades autoinmunes (aortitis), procesos infecciosos (aneurismas micóticos), traumatismos (seudoaneurismas) y aterosclerosis. Anatomía patológica La destrucción de las fibras elásticas y la desestructuración del estrato muscular abocan a la debilitación de la pared arterial, que es la causa inmediata de la formación aneurismática. Los aneurismas fusiformes corresponden generalmente a la degeneración de la media con desa- parición de células musculares. La degeneración de la media se debe a un aumento de la actividad de las metaloproteasas, especialmente la MMP-2 y la MMP-9. Los aneurismas micóticos, por lo general saculares, presentan un infiltrado leucocítico y áreas de necrosis en la media. El denominado trombo mural que tapiza el interior del saco aneurismático se forma como consecuencia de las turbulencias generadas por los cambios de calibre del vaso aneurismático, en un intento de armonizar la hemodinámica. Cuadro clínico Los aneurismas torácicos, al igual que en otras localizaciones, suelen ser asintomáticos. Los aneurismas micóticos pueden asociarse a episodios febriles y de dolor torácico inespecífico. El dolor no es exclusivo de este tipo de aneurismas. Cuando se presenta, constituye un síntoma de alerta, por crecimiento o rotura. En ocasiones es de características anginosas y se irradia a la espalda o al epigastrio. Un aneurisma de la aorta ascendente que dilate la raíz ocasionaría insuficiencia aórtica con o sin insuficiencia cardíaca secundaria. Más raramente puede provocar un síndrome de vena cava superior. Un aneurisma de cayado o de aorta descendente puede originar dis- fonía por compresión del nervio recurrente, disnea o estridor por compresión de las vías respiratorias altas, hemoptisis por erosión de la tráquea o de un bronquio. En ocasiones, un aneurisma de la aorta torácica descendente comprime el esófago y causa disfagia y hematemesis por erosión. Los pacientes afectados por síndrome de Marfan u otras alteraciones hereditarias del tejido conectivo, como el síndrome de Ehlers-Danlos de tipo IV y el síndrome de Loeys-Dietz, desarrollan con mayor fre- cuencia aneurismas de aorta torácica ascendente. El contenido trombótico del saco aneurismático es causa de embo- lias hacia los troncos supraaórticos, las extremidades o las arterias vis- cerales, para dar lugar a cuadros de isquemia. La disección de aorta puede ser causa o consecuencia evolutiva de un aneurisma torácico. En cualquier caso, la rotura constituye una fase final de esta entidad nosológica. Si la rotura se produce hacia el saco pericárdi- co, se origina un taponamiento agudo por hemopericardio. Si se rompe hacia el ventrículo o la aurícula derechos o hacia la arteria pulmonar, se crea un gran cortocircuito izquierda-derecha con insuficiencia cardíaca grave y muerte. Si se rompe hacia el mediastino, hacia la cavidad pleural (hemotórax masivo) o hacia el espacio retroperitoneal, se origina un cuadro de shock hipovolémico de consecuencias generalmente fatales. Diagnóstico La sospecha diagnóstica a través de la anamnesis o la exploración física es excepcional. La mayoría de los aneurismas de aorta torácica se evidencian en la radiografía simple de tórax (fig. 69-1). Se presentan como un ensanchamiento o masa mediastínica, con o sin compresión Enfermedades de la aorta Radiografía simple de tórax en proyección posteroante- rior. Obsérvense el ensanchamiento mediastínico y el desplazamiento de la tráquea (flechas) como consecuencia de un aneurisma de aorta torácica descendente (puntas de flecha). https://booksmedicos.org 595 CAPÍTULO 69 Enfermedades de la aorta S E C C IÓ N I V de estructuras vecinas, atribuible a un aneurisma de la aorta ascendente o descendente o del arco aórtico. La proyección lateral izquierda ofrece una información complementaria. Sin embargo, este método diagnós- tico no es ideal para una correcta localización ni para diferenciar entre aneurisma y tortuosidad o elongación de la aorta. La TC es el método diagnóstico más útil para determinar el diá- metro de la aorta y la extensión del aneurisma (fig. 69-2 A). Ofrece información sobre las características de la pared arterial, el grado de calcificación, el grosor y la distribución del trombo mural y el estado del tejido periaórtico. El estudio tomográfico con contraste informa además de posibles disecciones o de fugas por fisuración o rotura. Los actuales modelos de TC helicoidal permiten la reconstrucción tridimensional de la anatomía del aneurisma y su relación con ramas aórticas (fig. 69-2 B). La RM aporta información parecida a la suministrada por la TC. La RM puede informar sobre el estado del flujo sanguíneo sin necesidad de inyectar contraste yodado; sin embargo, el tiempo requerido para cada exploración y el coste son mayores que para la TC. La aortografía, con o sin sustracción digital, en varias proyecciones, permite definir la anatomía de la aorta, la extensión del aneurisma y la permeabilidad de las grandes y pequeñas ramas aórticas. Ha sido reemplazada por la TC con contraste (también llamada angio-TC). El ecocardiograma transesofágico (ETE) permite obtener excelentes imágenes de la estructura y la función cardíaca, de la aorta y de los grandes vasos torácicos, mediante el empleo del esófago como ventana ultrasónica. La asociación con Doppler pulsado o en color ofrece la posibilidad de estudiar el flujo sanguíneo, la presencia de trombo mural, disección, rotura o hematoma periaórtico. Tiene la ventaja de ser un método poco cruento y muy económico. Diagnóstico diferencial Si el paciente presenta dolor torácico deben descartarse otras causas, como cardiopatía isquémica, disección de aorta, rotura espontánea de esófago (síndrome de Boerhaave), úlcera (ulcus) gastroduodenal, hernia de hiato esofágico, pericarditis, procesos torácicos osteoarticulares o procesos pleurales inflamatorios. Si se parte de una imagen radiográfica de tórax sospechosa, cabe hacer diagnóstico diferencial con tumoracio- nes mediastínicas o con tortuosidad o elongación de los grandes vasos torácicos. Cuando la primera manifestación clínica es una hemoptisis o hematemesis, deben descartarse otros procesos broncopulmonares o esófago-gastroduodenales. Dada la peligrosidad que entrañaría empezar la investigación clínica con biopsias o mediastinoscopias, es preferible iniciar el estudio diagnóstico vascular con una TC. Pronóstico Como ya se ha mencionado, la evolución espontánea de los aneuris- mas torácicos es hacia la disección o rotura. El 80% de los aneurismas de más de 6 cm de diámetro se rompen después de 5 años desde el diagnóstico.La rotura suele conducir a la muerte por shock hipovo- lémico o por insuficiencia cardíaca grave. Por esto, los pacientes con riesgo quirúrgico y anestésico aceptable deben someterse a interven- ción para su reparación y evitar así este fatal desenlace. Tratamiento El tratamiento de los aneurismas aórticos torácicos es quirúrgico. Se acepta por consenso que la reparación quirúrgica debe indicarse en aneurismas torácicos sintomáticos o en asintomáticos que tengan un diámetro igual o superior a 6 cm de diámetro o que experimenten un cre- cimiento superior a 1 cm por año. La técnica empleada varía según la localización, extensión y forma del aneurisma. Actualmente, los aneuris- mas que comprometen la aorta ascendente se tratan sustituyendo el segmento aneurismático por una prótesis tubular. Si además está afectada la válvula, hay que cambiarla mediante una prótesis compuesta valvulada, y se reimplantan las coronarias (Operación de Bentall-De Bono). Cuando se afecta el arco aórtico, se sustituye el segmento aórtico por un injerto tubular con reimplantación de los troncos supraaórticos. Cuando se afecta sólo la aorta torácica descendente, se reemplaza por una prótesis tubular. Cuando se trata de una enfermedad aneurismática difusa (mega-aorta) que compromete la aorta ascendente, el arco, la aorta descendente o la aorta toracoabdominal, la reparación se practica de modo secuencial a partir de la aorta ascendente y el arco aórtico (técnica elephant trunk), para que en una segunda operación se repare el resto de la aorta. La mayoría de estas intervenciones precisan de la aplicación de circulación extracorpórea. La morbimortalidad asociada a este tipo de reparaciones quirúrgicas hace aconsejable que se realicen por grupos quirúrgicos con amplia experiencia. La complicación no mortal más temida es la paraplejía por isquemia de la médula espinal. Recientemente, al igual que sucede para los aneurismas de aorta abdo- minal (AAA), se está aplicando la reparación de aneurismas de la aorta torácica descendente mediante técnicas endovasculares. Esta revolucionaria técnica, aplicada por vez primera en Ucrania por Nikolai Volodos en 1986, permite excluir el aneurisma a través del implante de una endoprótesis que, plegada en el interior de un catéter portador, que se hace avanzar desde la arteria femoral hasta el lugar de reparación, donde se despliega (fig. 69-3). De este modo se excluye el aneurisma, impidiendo así su rotura. Este procedimiento evita la toracotomía y la necesidad de pinzamiento aórtico y de circulación extracorpórea, para reducir así la morbimortalidad asociada. Actualmente es la técnica de elección cuando las condiciones anatómicas de acceso y de anclaje o sello proximal y distal lo permiten. ANEURISMA DE AORTA ABDOMINAL Estos aneurismas son los de mayor incidencia. Su etiología es dege- nerativa, relacionada generalmente con la aterosclerosis. Suelen ser asintomáticos y de diagnóstico casual en el transcurso de exploraciones de imagen por otros motivos (digestivos, urológicos, ortopédicos o ginecológicos, entre otros). Puede manifestarse como una masa pulsátil A B Aneurisma de aorta torácica en su cayado (flechas). A. TC en imagen axial convencional. B. TC multicorte con recons- trucción 3D. https://booksmedicos.org 596 SECCIÓN IV Angiología que a veces se acompaña de dolor abdominal o lumbar inespecífico y dolor a la palpación del abdomen. En menos del 5% de los casos se acompaña de pérdida de peso y aumento de la VSG. En este caso, se trataría de un aneurisma inflamatorio tal que en la TC abdominal puede observarse un halo de inflamación periaórtica y fibrosis, con obstrucción ocasional de los uréteres. La rotura es la complicación más temida. Clínicamente cursa con dolor abdominal o lumbar e hipotensión grave y mantenida; transitoria- mente, la presión arterial puede mantenerse estable debido al efecto de contención de la hemorragia por el propio retroperitoneo. La mortali- dad es cercana al 90%. De llegar a ser intervenido de urgencia, la mortalidad se sitúa en torno al 50%. La posibilidad acumulada de rotura de un aneurisma de diámetro superior a los 5 cm es del 25%-40% a los 5 años, mientras que sólo es del 1%-7% en el mismo período de tiempo si es de 4-5 cm. Por consiguiente, se aconseja el tratamiento quirúrgico cuando el diámetro del aneurisma supera los 5 cm. Su tratamiento consiste en la implantación de una prótesis sustitutiva a la zona dilatada por el método quirúrgico convencional o su exclusión con la colocación de una endoprótesis dependiendo de las condiciones clínicas y anatómicas (fig. 69-4). La primera experiencia clínica en el tratamiento endovascular de AAA fue practicada en Buenos Aires en 1990 por Juan Carlos Parodi. En la actualidad, alrededor del 70% de los AAA son tratados de modo endovascular por representar una marcada reducción en la mortalidad y morbilidad, de las necesidades transfusionales y de cuidados intensivos. Asimismo, se puede realizar el procedimiento con anestesia local y la estancia hospitalaria se reduce a 24-48 h. Todas las intervenciones sobre la aorta precisan de un seguimiento por imagen de por vida para des- cartar complicaciones, como las fugas periprotésicas o la aparición de nuevos aneurismas en otros segmentos de la aorta. ANEURISMAS TORACOABDOMINALES De origen generalmente arteriosclerótico, afectan a la aorta torácica, la abdominal y, sobre todo, al sector de emergencia de las ramas viscerales, tronco celíaco, mesentérica superior y arterias renales. Su tratamiento mediante cirugía convencional, y una incisión toraco-freno-laparotómi- ca, consiste en sustituir la zona dilatada por una prótesis de poliéster y A B A. La angiografía previa a la intervención permite observar un gran aneurisma (flechas). B. Tras la intervención, la pared ha sido reparada satisfactoriamente (flechas). A B Imágenes de TC con reconstrucción tridimensional. Aneurisma de aorta abdominal (flecha) (A) y su reparación endovascular con endoprótesis (B). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 597 CAPÍTULO 69 Enfermedades de la aorta S E C C IÓ N I V en reimplantar las arterias digestivas. Alternativamente, se puede excluir endovascularmente la zona aneurismática con endoprótesis con ramas o ventanas para revascularizar las arterias viscerales con stents cubiertos (fig. 69-5). También es posible aplicar técnicas híbridas que combinan la revascularización de las arterias viscerales con derivaciones desde las ilíacas y la posterior aplicación de endoprótesis aórticas tubulares para excluir el aneurisma. Independientemente de la técnica seleccionada, el riesgo de paraplejía postoperatoria es alto. Este se reduce con el uso de maniobras protectoras de la médula espinal (circulación extracorpórea, monitorización con potenciales evocados, drenaje del líquido cefalo- rraquídeo, mantenimiento de los niveles de hemoglobina por encima de 10 mg/dL y de presiones arteriales medias superiores a 80 mm Hg). ANEURISMAS DE LAS RAMAS VISCERALES DE LA AORTA Son aquellos formados fundamentalmente en el tronco celíaco, la arteria mesentérica superior, la arteria esplénica (fig. 69-6) y las arterias renales. La rotura y, en menor medida, la trombosis pueden ser sus complicaciones. Su clínica suele derivar de las complicaciones. En numerosas ocasiones, el diagnóstico es casual durante la realización de pruebas diagnósticas de tipo ecografía o TC por otro motivo. El tratamiento es quirúrgico o endovascular. Según la relevancia de la arteria y la anatomía, estos aneurismas pueden excluirse con ligaduras, con o sin derivaciones vasculares. También es posible tratarlos mediante la embolización si son saculares o con la aplicación deendoprótesis vas- culares. La ligadura de la arteria esplénica suele tener escasa repercusión isquémica, lo cual no sucede para las demás arterias viscerales, cuyo flujo arterial será preciso mantener tras la reparación del aneurisma. DISECCIÓN AÓRTICA Concepto La disección aórtica se produce por un desgarro súbito de la capa íntima de la arteria, que abre el paso para que la sangre penetre en la pared arterial separando la media, hasta llegar a la lámina elástica externa, en un trayecto variable. Así se origina una falsa luz delimitada por dos capas: la lámina elástica externa unida a la adventicia y la media unida a la íntima. La disección suele propagarse en sentido distal y, en ocasio- nes, al final del trayecto se produce un segundo desgarro de la íntima con reentrada de la sangre desde la falsa luz a la verdadera. Al existir diferencias patogénicas, clínicas y de tratamiento entre la disección y los aneurismas de aorta, no debe utilizarse el término aneurisma disecante, que puede ocasionar confusión. La disección aórtica es una urgencia médica que requiere un diagnóstico rápido y preciso para aplicar el tratamiento adecuado a esta grave, y en ocasiones letal, enfermedad. Etiopatogenia Los cambios quísticos del colágeno y del tejido elástico originan la denominada necrosis quística o degeneración de la capa media, que es Aneurisma toracoabdominal Tronco celíaco AMS Arteria renal D Arteria renal I A B A. Imagen 3D preoperatoria de un aneurisma toracoabdominal. B. Mismo paciente en el control postoperatorio transcurrido 1 año desde el implante de una endoprótesis con ramas viscerales. AMS: arteria mesentérica superior; D: derecha; I: izquierda. https://booksmedicos.org 598 SECCIÓN IV Angiología la lesión subyacente en la disección aórtica. A menudo es el resultado de un estrés mantenido sobre la pared aórtica como el que produce la hipertensión arterial, que está presente en el 80% de los casos. También forma parte del proceso normal de envejecimiento de la aorta y de alteraciones del colágeno como los síndromes de Marfan y Ehlers- Danlos. Por último, hay casos de disección yatrógena como los des- critos después de la utilización de un balón de contrapulsación, tras la cirugía de revascularización o de sustitución valvular aórtica y, más raramente, después de un cateterismo cardíaco. Clasificación La clasificación se basa en la localización y la extensión de la disección. La de DeBakey diferencia tres tipos: los tipos I y II tienen su inicio en la aorta ascendente y se diferencian porque el tipo I se extiende al cayado y a la aorta descendente y el II afecta sólo a la ascendente respetando el cayado. El tipo III tiene su origen en la aorta descendente por debajo de la arteria subclavia. Otra clasificación basada en la afección de la aorta ascendente es la de Stanford, que habla de disección de tipo A cuando incluye la aorta ascendente y de tipo B si la respeta. Cuadro clínico El dolor torácico es el síntoma más frecuente y aparece en más del 90% de los casos. Los pacientes lo describen como muy intenso, lancinante o desgarrador, que se acompaña a menudo de manifestaciones vegetativas intensas. Es de inicio súbito e intensidad constante, a diferencia del coronario, que acostumbra a ir in crescendo. Su localización y su carácter migratorio ayudan a distinguirlo de otros dolores torácicos y orientan sobre el tipo de disección. Por orden de frecuencia, el dolor se localiza en el tórax anterior, la zona interescapular, el epigastrio o la región lumbar, y no es infrecuente que aparezca de forma simultánea en varias de estas zonas o que se vaya propagando a todas. Como estas localizaciones son características de otras enfermedades más frecuentes, siempre se necesita un alto grado de sos- pecha de disección cuando aquellas no son evidentes. Si el dolor se localiza por encima y por debajo del diafragma, la sospecha debe ser muy elevada. Algunas veces, la primera manifestación es un síncope, que es el más frecuente de los síntomas neurológicos y comporta mal pronóstico. Puede acompañar a otros síntomas de focalidad neurológica cuando existe oclusión de una arteria cerebral, pero con mayor frecuencia se provoca por el taponamiento cardíaco debido a la rotura de la disección en el saco pericárdico o es secundario a una reacción vasovagal. Todas las manifestaciones de la disección aórtica están relacionadas con la compresión de la verdadera luz y de las ramas a las que afecta en su trayecto. Así, en más del 50% de los casos se desarrollan múltiples síntomas de malperfusión por oclusión de la circulación cerebral o periférica como accidente vascular cerebral, paraplejía por infarto medular, isquemia mesentérica, insuficiencia renal aguda por isquemia renal o isquemia aguda de extremidades inferiores. En ocasiones, puede predominar la clínica de oclusión de la arteria femoral o subclavia y simular una embolia arterial. Si afecta a las arterias coronarias, puede provocar un infarto de miocardio. Puede causar una disrupción del soporte de la válvula aórtica con insuficiencia secundaria y rotura final en los sacos pericárdico o pleural. En la exploración física se puede observar palidez, sudación profusa, generalmente hipertensión y taquicardia. Pueden hallarse cifras de presión arterial muy elevadas, con valores diastólicos de hasta 160 mm Hg. En casos de hipotensión arterial hay que sospechar taponamiento cardíaco, aunque también puede deberse a la estimulación vagal por el dolor. La palpación de los pulsos periféricos es esencial, ya que en la mitad de los casos se aprecia disminución o ausencia de uno de los pulsos, que en ocasiones varían de una exploración a otra. El soplo de insuficiencia aórtica está presente en la misma proporción e implica generalmente la afección de la aorta ascendente. Si la falsa luz se rompe hacia el ventrículo derecho o hacia una aurícula, cabe auscultar un soplo continuo. El hallazgo de signos de taponamiento cardíaco, como pulso paradójico, ingurgitación yugular, ruidos cardíacos débiles con roce pericárdico e hipotensión, son signos de mal pronóstico y de cirugía urgente, pues el taponamiento es la causa más frecuente de muerte en la disección aguda de aorta. Diagnóstico El diagnóstico de esta afección se basa en un alto índice de sospecha clínica. La radiografía de tórax, el ECG y los datos de laboratorio formarán parte del proceso diagnóstico y serán las técnicas de imagen las que permitirán confirmarlo. Exploraciones complementarias Radiografía de tórax Puede ayudar en el diagnóstico, aunque no ofrece hallazgos específicos. Sin embargo, es útil y debe realizarse porque ayuda en la identifica- ción de otras causas de dolor torácico. Los hallazgos habituales son ensanchamiento del mediastino superior y de la silueta aórtica. Si hay calcificación del botón aórtico, una separación superior a 1 cm entre la íntima calcificada y el borde externo sugiere la existencia de una disección. El derrame pleural izquierdo puede acompañar a una disección de aorta descendente. La normalidad de la radiografía de tórax no excluye el diagnóstico. Electrocardiograma Puede mostrar signos de hipertrofia ventricular izquierda, pero a veces es estrictamente normal. En ocasiones ayuda en la distinción de otras Angiograma de un aneurisma de la arteria esplénica (flecha). https://booksmedicos.org 599 CAPÍTULO 69 Enfermedades de la aorta S E C C IÓ N I V causas de dolor torácico como la isquémica. En las determinaciones de laboratorio puede aparecer anemia por secuestro de sangre en la falsa luz, leucocitosis, aumento de la creatinina plasmática si se reduce la perfusión renal y aumento de la LDH por hemólisis. Todas estas alteraciones son inespecíficas. Técnicas de imagen La confirmación del diagnóstico de disección aórtica debe efectuarse de forma rápida y precisa con las técnicas diagnósticas de que se dis- pone actualmente. Aortografía de contraste Era el único métodode diagnóstico hasta la aparición de las modernas técnicas de imagen (TC y RM), que han demostrado mayor sensibilidad y especificidad. En la actualidad sólo se utiliza cuando se quiere conocer el estado de las arterias coronarias (coronariografía). Tomografía computarizada La mayoría de hospitales dispone de TC las 24 horas del día. Además de ser incruenta, esta técnica tiene una elevada sensibilidad y especi- ficidad en el diagnóstico de disección aórtica (83% y 100%) cuando se utiliza con material de contraste. La imagen consiste en dos luces aórticas separadas por el colgajo miointimal desprendido. Las nuevas generaciones de TC multicorte con reconstrucciones 3D ofrecen infor- mación anatómica precisa y rápida (fig. 69-7). Sus limitaciones son: la necesidad de emplear contraste y la imposibilidad de detectar la exis- tencia de insuficiencia aórtica y de afección de las arterias coronarias. Resonancia magnética Ofrece la ventaja de no ser obligatorio el uso de material de contraste y proporciona imágenes de alta resolución de toda la aorta. Así se facilita el diagnóstico no sólo de la disección sino de su extensión y de las ramas englobadas. En comparación con la ecocardiografía transesofágica (ETE), permite la exploración de toda la aorta en la práctica totalidad de los pacientes. Sin embargo, no puede realizarse en pacientes portadores de prótesis metálicas. La inestabilidad hemodiná- mica de muchos pacientes con disección aórtica aguda que requieren monitorización continua y medicación i.v. dificulta la realización de esta técnica que, además, no está disponible en muchos centros como un recurso de urgencia. En cambio, es idónea para el seguimiento de pacientes estables con disección crónica y también en el postoperatorio de dicha afección. Ecocardiografía La vía de acceso transesofágica (ETE) en la exploración ecocardiográfica ha ampliado el campo de aplicación de esta técnica a las enfermedades aórticas no abordables con precisión por la vía de acceso transtorácica. Su gran resolución espacial y temporal permite apreciar la íntima des- prendida y su movimiento en el interior de la luz arterial y distinguir, por su expansión sistólica, la verdadera de la falsa luz (fig. 69-8). La codificación en color de la señal de Doppler o la aplicación de ecocon- traste o las imágenes tridimensionales permiten apreciar con claridad la entrada y/o la salida del flujo a través del desgarro de la íntima. La sensibilidad de la ETE llega al 99% y su especificidad, al 98%. La afección de los troncos supraaórticos y de las principales ramas de la aorta no es valorable con ETE. La principal ventaja de la ecocardiografía estriba en el diagnóstico y cuantificación del taponamiento pericárdico, la insuficiencia aórtica y la valoración de la función del ventrículo izquierdo, y puede realizarse a la cabecera del paciente o en quirófano. Todas estas técnicas son complementarias, si bien la TC es la más disponible y rápida. Tratamiento Tratamiento médico La disección aórtica que afecta la aorta ascendente tiene una elevada mortalidad sin tratamiento. Por tal motivo, ante el diagnóstico o la sospecha de disección aórtica el paciente debe ser trasladado a una unidad de cuidados intensivos para su monitorización y tratamiento médico, que debe aplicarse a todos los pacientes con independencia de si van a recibir tratamiento quirúrgico. El tratamiento médico se dirige a frenar la progresión de la disección, lo que se consigue mediante la reducción de la presión arterial sistólica y de la fuerza de eyección del ventrículo izquierdo (dP/dt). La disminución del dolor con morfina o derivados contribuye a la reducción de la presión sistólica y a la sedación del paciente. Para el rápido control de la presión arterial se utilizan β-bloquean- tes i.v. El propranolol es el β-bloqueante más utilizado en dosis de 1 mg i.v. cada 3-5 min hasta conseguir un grado suficiente de blo- queo que se logra cuando la frecuencia cardíaca es de 60-70 latidos/ min sin sobrepasar 0,15 mg/kg. También son útiles el labetalol y el esmolol. Si existiera contraindicación para el uso de β-bloqueantes, o no se consiguiera controlar la hipertensión, los vasodilatadores o Imagen obtenida con TC de contraste de una disección aórtica de tipo III de DeBakey o B de Stanford. A. Corte axial que revela el colgajo de la íntima desprendida que separa la luz verdadera (LV) de la luz falsa (LF). El contraste rellena tanto la LV como la LF, la cual es mayor y tiene menor intensidad de contraste. B. Reconstrucción 3D del mismo paciente. Ecocardiograma transesofágico de disección de aorta de tipo B. Flecha blanca: puerta de entrada o rotura de la íntima; flecha hueca: membrana de disección (íntima + media). LF: luz falsa; LV: luz verdadera. https://booksmedicos.org 600 SECCIÓN IV Angiología los antagonistas del calcio, o los inhibidores de la angiotensina, son buenas opciones. Tratamiento quirúrgico En la actualidad existe amplio acuerdo acerca de aplicar tratamien- to quirúrgico en las disecciones que afectan la aorta ascendente. Sus resultados son mejores que los del tratamiento médico, al impedir que una ligera progresión proximal aboque en la muerte por taponamiento cardíaco, insuficiencia aórtica aguda o rotura aórtica. El tratamiento quirúrgico conlleva una mortalidad que llega al 20%. Las disecciones que se localizan en la aorta descendente y no com- plicadas son tratadas médicamente y seguidas con técnicas de imagen. Si existe malperfusión visceral o de las extremidades se deben aplicar métodos instrumentales tales como la fenestración endovascular con o sin stents en las ramas obstruidas de la aorta. El tratamiento de sustitu- ción quirúrgica de la aorta torácica descendente disecada en fase aguda tiene una elevadísima mortalidad. Por ello, actualmente, el tratamiento endovascular con endoprótesis ofrece mejores resultados. La endopró- tesis tiene por objetivo cubrir el orificio de entrada y reperfundir la luz verdadera. El tratamiento con endoprótesis debe aplicarse en pacientes con disecciones de la aorta torácica descendente complicada (mala perfusión, dolor recurrente, hipertensión refractaria al tratamiento médico, signos morfológicos de rotura inminente). El tratamiento con endoprótesis, en fase subaguda entre las 2 y las 12 semanas posteriores al episodio inicial, puede considerarse en disecciones en riesgo para prevenir complicaciones aórticas en el seguimiento (expansión de la aorta, entrada de más de 10 mm, luz falsa de más de 22 mm, entre otros signos radiológicos). HEMATOMA AÓRTICO INTRAMURAL Y ÚLCERA PENETRANTE Ambas entidades, juntamente con la disección aguda, constituyen el denominado síndrome aórtico agudo. Algunos autores las consideran formas de disección. De hecho, las tres pueden coexistir o evolucionar de una a la otra en un mismo paciente. El hematoma intramural se inicia con la hemorragia de los vasos vasculares (vasa vasorum) de la media. La úlcera penetrante tiene su origen en la complicación de una placa de ateroma. Ambas pueden autolimitarse (en un tercio de los casos), pero existe el riesgo de com- plicación hacia la disección clásica, formación de seudoaneurismas o aneurismas saculares, o la rotura aórtica. La clínica es superponible a la de la disección, y lo más constante es el dolor torácico irradiado a la espalda. El tratamiento médico consiste en un estricto seguimiento con pruebas de imagen. Las que afectan a la aorta ascendente requieren mayor atención y deben ser reparadas con más frecuencia. El trata- miento endovascular es una buena alternativa en casos seleccionados. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Riambau V, Böckler D, Brunkwall J, Cao P, Chiesa R, Coppi G, et al. J. Editor’s Choice - Management of Descending Thoracic Aorta Diseases: Clinical Practice Guidelines of the European Society for Vascular Surgery (ESVS). Eur J Vasc Endovasc Surg 2017;53(1):4-52. Wanhainen A, Verzini F, Van Herzeele I, Allaire E, BownM, Cohnert T, et al. Editor’s Choice - European Society for Vascular Surgery (ESVS) 2019 Clinical Practice Guidelines on the Management of Abdominal Aorto-iliac Artery Aneurysms. Eur J Vasc Endovasc Surg 2019;57(1):8-93. https://booksmedicos.org Push Button0:
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