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1444 SECCIÓN XII Neurología TRAUMATISMO CRANEOENCEFÁLICO Concepto Se define como toda lesión craneoencefálica que se asocie a síntomas o signos atribuibles al traumatismo tales como alteraciones del nivel de consciencia, amnesia, cualquier otra alteración neurológica o neuropsicológica, fractura craneal, lesión intracraneal o la muerte del paciente. Epidemiología El traumatismo craneoencefálico (TCE) es un problema sanitario de primer orden, con enormes costos y pérdidas de productividad poblacional. Su incidencia varía según las distintas zonas del mundo. Es mayor en hombres que en mujeres, aproximadamente el doble, pero llega casi a cuadriplicar la incidencia en el traumatismo grave. En los países desarrollados, y en concreto en EE. UU. y en Europa, cons- tituye la primera causa de muerte e incapacidad por debajo de 45 años. Los accidentes de tráfico son la causa más frecuente y su frecuencia oscila entre los 175 y los 300 casos por cada 100.000 habitantes/año. Hasta en la mitad de los casos se detecta una tasa elevada de alcohole- mia. En la población de más de 75 años, las caídas son la primera causa. En este grupo de edad el TCE también se asocia a la toma de fármacos antiagregantes y/o anticoagulantes. Patogenia En el momento del impacto se producen lesiones inmediatas o pri- marias como las fracturas craneales, las contusiones y las laceraciones cerebrales, así como la lesión axonal difusa. A partir de este momen- to pueden sobrevenir diversos procesos susceptibles de empeorar la situación, como hematomas intracraneales, edema e hinchazón cere- bral e isquemia, que generarán el daño secundario. El daño terciario se relaciona con procesos bioquímicos lesivos para el encéfalo que se generan a partir del daño primario. En el adulto, el cráneo forma un continente inextensible que puede dividirse en tres compartimentos: parénquima encefálico, volumen sanguíneo y LCR. Según el modelo hipotético de Monro Kellie, cuan- do uno de estos compartimentos aumenta (hematoma intracraneal, contusión encefálica), debe existir una disminución en alguno de los otros, y en igual magnitud, para mantener la presión intracraneal (PIC) dentro de su rango de normalidad, que se establece entre 10 y 15 mm Hg en el adulto. La lesión cerebral secundaria postraumática puede atribuirse también a isquemia cerebral. El consumo metabólico de oxígeno asociado al mantenimiento del flujo cerebral es el parámetro más relacionable con las secuelas del daño secundario. El flujo cerebral depende de la presión de perfusión cerebral (PPC) que será menor si aumenta la PIC: PPC = PAM − PIC (PAM = presión arterial media). El valor normal de PPC es mayor de 50 mm Hg. La PPC tiende a mantenerse estable o con cambios mínimos merced a los mecanismos de autorregulación, pero estos mecanismos se alteran local o regionalmente en el TCE. La pérdida de la autorregulación en un área cerebral extensa causa un aumento grave de la PIC que con- lleva hinchazón cerebral por un incremento intenso del componente vascular. Si los aumentos de PIC son locales, se crean gradientes que pueden generar herniación cerebral a través de aberturas rígidas craneales, óseas o meníngeas. La hoz cerebral define la hernia del cíngulo o subfalcial. La herniación transtentorial puede ser central o uncal, cuando la pre- sión es mayor en el compartimento supratentorial; cerebelosa superior, en caso de gradiente mayor en la fosa posterior, y amigdalar, cuando existe una mayor presión en la fosa posterior que produce herniación de las amígdalas cerebelosas hacia el compartimento medular a través del agujero magno occipital. Cuadro clínico La exploración neurológica del paciente con TCE debe ser simple, objetiva y rápida. La evaluación del nivel de consciencia es el pará- metro más importante. Han de evitarse términos como estuporoso, somnoliento, inconsciente o comatoso, que son subjetivos y ambiguos. La escala más universal es la escala de coma de Glasgow (GCS), que utiliza tres parámetros muy replicables entre observadores (v. tabla 167-7 en el cap. 167, Anamnesis y exploración del paciente con sintomatología del sistema nervioso): la respuesta verbal, la respuesta ocular y la respuesta motora (fig. 182-1). Su puntuación oscila entre 3 y 15, desglosada por apartados, escogiendo la mejor puntuación. Su aplicación a intervalos regulares permite obtener un perfil clínico de la evolución del paciente. La respuesta verbal no puede obtenerse en el paciente intubado y la respuesta de apertura ocular también es problemática en casos con lesiones faciales. Los problemas de apreciación de la escala deben quedar reflejados en la historia clínica. En cuanto a la respuesta motora en los pacientes que no pueden colaborar, el estímulo que la produce ha de ser de intensidad suficiente y se situará por encima de un posible nivel de afección medular en caso de ausencia de res- puesta. La ausencia de respuesta motora se valora con un punto. La respuesta en extensión con gran hipertonía se valora con dos puntos (respuesta de descerebración). La respuesta con flexión espástica de todas las articulaciones de las extremidades superiores asociadas a abducción de los brazos sobre el tronco se valora con tres puntos (respuesta de descorticación). El cambio pupilar puede relacionarse con un aumento de la PIC. Debe evaluarse cada ojo con una luz suficientemente intensa y registrarse tanto el tamaño en milímetros de cada pupila como su reactividad a la luz; el otro ojo debe estar cerrado para evitar el reflejo consensual pupilar. Una midriasis bilateral arreactiva en este contexto puede señalar una afección troncoencefálica grave, si bien deben descartarse efectos farmacológicos (atropina) o a una lesión traumática del ojo. Una miosis bilateral indica en ocasiones una lesión en la protuberancia, pero también puede ser generada por opiáceos. Por tanto, debe tenerse en cuenta la utilización de fármacos que pueden cambiar ostensiblemente el tamaño pupilar en el contexto del paciente traumático. En los pacientes en coma profundo debe explorarse además el reflejo corneal, dependiente de la protuberancia y el reflejo de taquicardia al dolor, dependiente del bulbo. En el paciente consciente y colaborador, el examen neurológico motor y sensitivo debe ser completo. Si se sospecha lesión espinal, se debe realizar examen de los reflejos osteotendinosos, el reflejo plantar y el reflejo bulbocavernoso. En la inspección se deben buscar signos de fractura de base de cráneo tales como hematomas en «ojos de mapache» o «en anteojos» (fractura de fosa anterior), equimosis retroauricular o signo de Battle (fractura de fosa media o posterior), hemotímpano o laceración del meato auditivo externo y/o rino- u otolicuorraquia. Deben inspeccionarse, asimismo, la calota y la cara en busca de frac- turas y signos de traumatismo. Traumatismo craneoencefálico y raquimedular Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1445 CAPÍTULO 182 Traumatismo craneoencefálico y raquimedular © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X II El examen neurológico hace posible categorizar la gravedad del traumatismo, definir un pronóstico inicial y decidir la actuación diag- nóstica y terapéutica subsiguiente. Exploraciones complementarias La radiología simple de cráneo en proyecciones anteroposterior, lateral y de Towne (para evaluar la escama occipital) es relevante para evaluar posibles fracturas craneales. La presencia de una fractura aumenta la posibilidad de una lesión intracraneal y hace recomen- dable la realización de un estudio de TC craneal y la evaluación neuroquirúrgica. La TC craneal es la exploración de elección.Permite evaluar el hueso y el contenido craneal, e identificar lesiones focales (hematomas, contusiones, laceraciones) y difusas. Es más rápida y accesible que la RM y permite valorar la presencia de sangre en diversos estadios con facilidad. Diagnóstico Habitualmente la historia clínica proporciona la orientación diagnós- tica. Es importante entender la carga cinética y la superficie craneal del impacto. La exploración y la práctica de una TC pueden orientar el diagnóstico. Se pueden hallar fracturas de la bóveda craneal, ya sean lineales y/o deprimidas o de la base. Con frecuencia se descubren contusiones o hematomas cuando existen estas fracturas. Las fracturas de la base cra- neal afectan frecuentemente a la fosa anterior y al peñasco del temporal. Pueden asociarse a oto- o rinolicuorrea y apreciarse neumoencéfalo en la TC. En estas circunstancias ha de prestarse especial atención a la posibilidad de meningitis por gérmenes de la cavidad nasal (neumoco- co, Haemophilus), aunque las fístulas traumáticas de LCR se resuelven espontáneamente en más del 90% de los casos. Las contusiones y las laceraciones cerebrales suelen ocurrir en el encéfalo adyacente a la zona del impacto, pero también en la zona opuesta (lesión por contragolpe) o en zonas de mayor resistencia en la cinética tras el impacto (polos frontales, temporales y occipitales, así como regiones mediales). En especial en traumatismos con alta energía puede existir una serie de lesiones multifocales en la interfase entre sustancia gris y sustancia blanca, donde también hay numerosos pequeños vasos irrigando sustancia gris (daño cerebral difuso). Este tipo de lesiones se etiquetan mejor con RM que con TC, y sus localizaciones más características son en mesencéfalo posterior, cuerpo calloso y lóbulos frontales y temporales. Cuando se observa la tríada de lesiones por cizallamiento, lesión de cuerpo calloso y daño en tronco cerebral, el pronóstico es especialmente malo. El hematoma epidural se produce entre la tabla interna craneal y la duramadre. Es más frecuente en la segunda y tercera décadas de la vida debido a que existe una menor adherencia entre estas dos capas que dificulta la expansión entre ellas del hematoma. Su morfología es de lente biconvexa por mayor grosor entre suturas craneales, ya que en ellas esta adherencia es máxima. Suele estar relacionado con una fractura lineal por el surco de la arteria meníngea media, o una fractura sobre un seno venoso. En este último caso puede haber una fractu- ra deprimida como causa. Las fracturas lineales que afectan a la arteria meníngea media pue- den producirse con una energía cinética limitada, con un correlato clínico en el que el paciente puede hallarse con un buen nivel de consciencia y una exploración neurológica normal tras el TCE (período lúcido) seguido de coma e incluso muerte por hematoma epidural en las siguientes horas en un tercio de los casos y representa una urgencia inmediata neuroquirúrgica. El hematoma subdural ocupa el espacio entre el cerebro y la duramadre y tiene forma de lente cóncava-convexa al seguir la mor- fología de la convexidad encefálica. Se asocia con mayor frecuencia a laceraciones y contusiones cerebrales. El hematoma subdural crónico puede producirse en un período de tiempo de varias semanas tras un traumatismo y la densidad en la TC suele ser homogénea y puede variar desde la hiperdensidad hasta la hipodensidad en relación con el tiempo evolutivo de la sangre en este espacio. El antecedente de TCE puede ser leve o inexistente por historia y se da habitualmente sobre un sustrato de cierta atrofia cerebral (más frecuente en ancianos y enolismo). Tratamiento La evaluación de la vía aérea, la respiración y los aspectos hemodiná- micos es prioritaria, ya que un déficit de oxigenación cerebral o de perfusión generará un aumento de lesiones secundarias. Además, la gravedad neurológica del traumatismo ante una situación de hipoten- sión o shock puede desvirtuarse negativamente. Es muy importante actuar desde el primer momento, en especial en pacientes con dis- minución del nivel de consciencia, como si existiera un traumatis- mo raquimedular, con lo que se evitarán movimientos espinales que no sean en bloque hasta haber descartado completamente esta posibilidad. Una vez establecido el diagnóstico, debe evaluarse la gravedad del mismo para definir las medidas terapéuticas. Una clasificación habitual se basa en la GCS, y se considera leve si la GCS es 13-15, moderado si es 9-13 y grave si es 3-8. Otra escala ampliamente aceptada es el Head Injury Severity Index (HISS), que también cataloga en leve, moderado y grave un TCE, y toma en cuenta, además de la GCS, el período de Figura - Tipos de respuesta motora y su puntuación en la escala de coma de Glasgow (GCS). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1446 SECCIÓN XII Neurología pérdida de la consciencia, el período de amnesia y la neuroimagen por TC o RM. En el TCE mínimo (GCS de 15, ausencia de pérdida de la consciencia y recuerdo del episodio) el paciente puede referir cefalea y sensación de inestabilidad. El 99,6% de las radiografías craneales en este grupo son normales. La recomendación puede ser la de mantener un período de observación en urgencias o la de ir al domicilio; en este último caso, el paciente deberá estar acompañado y con unas recomenda- ciones de nueva evaluación si el cuadro empeora. Es importante conocer si el paciente está siguiendo tratamiento antiagregante o anticoagulante, ya que en este caso el riesgo de lesión intracraneal aumenta. En estos pacientes, así como en los mayores de 65 años, se recomienda la observación en el hospital y la repetición de las TC en las siguientes 24-48 h. El TCE leve (GCS de 14, o 15 con pérdida de la consciencia durante menos de 5 min, se halla menos alerta o presenta problemas de memoria) habitualmente se asocia a intoxicación etílica o por otros tóxicos o drogas. Se debe realizar una TC craneal, ya que con frecuencia existen lesiones en este grupo de pacientes, y mantener observación durante unas horas en urgencias si la TC es normal. Cuando la TC no es normal, debe ingresarse al paciente y actuar en consecuencia. El TCE moderado (GCS de 9-13 o si el paciente presenta una pérdida de la consciencia de > 5 min o un déficit neurológico focal) requiere ingreso en un centro neuroquirúrgico con vigilancia neuroló- gica más intensiva. En estos dos grupos de pacientes, si la evolución es favorable, suele realizarse una TC antes de darlos de alta para descartar contusiones y hematomas de evolución más tardía. En el TCE grave (GCS de 5-8) y crítico (GCS de 3-4) más del 50% de los pacientes presentan lesiones en uno o más órganos adicionales y el 4%-5% lesiones espinales asociadas, en especial de la charnela occipitocervical. Se suele asegurar la vía aérea mediante intubación y se coloca un sistema de registro de PIC para monitorización, espe- cialmente en pacientes de más de 40 años si se objetiva una postura anómala o con presión arterial sistólica por debajo de 90 mm Hg. Otras monitorizaciones adicionales pueden ser la oximetría del bulbo yugular (SjO2) y el Doppler transcraneal, como más frecuentes, pero también pueden realizarse espectroscopia transcraneal, medición de flujo sanguíneo yugular por termodilución, flujometría por láser Dop- pler, técnicas de difusión térmica cortical, microdiálisis cerebral o medición de la presión parcial de oxígeno tisular. La diana terapéutica es mantener la PIC por debajo de 20 mm Hg. La presión arterial y la oxigenación sanguínea deben ser monitori- zadas para evitar hipotensiones sistólicas por debajo de 90 mm Hg, hipoxia por debajo de 60 mm Hg y saturacionespor debajo del 90%. La recomendación actual es la de mantener una sistólica ≥ 100 mm Hg para pacientes de 50-69 años, o ≥ 110 mm Hg o más alta para pacientes de 15 a 49 o por encima de los 70 años al considerarse que disminuye la mortalidad y mejora los resultados neurológicos. El objetivo debe ser mantener una PPC entre 50 y 70 mm Hg. Los intentos de sobrepasar los 70 mm Hg con líquidos y vasopresores no se recomiendan actualmente por riesgo de síndrome de distrés respiratorio agudo. Se debe elevar la cabecera de la cama a 30-45°, comprobar que la postura cefálica en todo mo mento mantenga un buen drenaje venoso de las yugulares, evitar la hipotensión, mantener una sedación adecuada y prevenir la hiperglucemia y la fiebre. El objetivo ventilatorio es la normocapnia. Puede ser necesaria de forma transitoria una hiperventilación para tratar una herniación cerebral, pero una hipocapnia sostenida no es recomendable. Se recomienda la evacuación quirúrgica de los hematomas subdu- rales de grosor superior a 10 mm, o con más de 5 mm de desplaza- miento de la estructura de línea media, así como de las contusiones voluminosas (> 20 mL asociadas a desviación de la estructura de línea media > 5 mm y/o compresión de cisternas basales, o si son > 50 mL). Los hematomas epidurales de más de 30 mL se evacúan, aunque sean asintomáticos, como emergencia inmediata. Si a pesar de las medidas médicas y quirúrgicas anteriores persiste la hipertensión intracraneal, se pasa a realizar medidas de segundo nivel. Antes de ello se debe evaluar si el paciente está febril, si está padeciendo crisis epilépticas o si la sedación es suficientemente profunda. Puede optarse por colocar un drenaje de LCR ventricular, aplicar terapia osmótica con manitol o suero salino hipertónico que puede alternarse con furosemida y realizar hiperventilación que no sea agresiva, ya que puede inducir isquemia regional. El uso de glucocorticoides no es parte del tratamiento sistemático. Si el paciente no responde a esta primera línea de tratamiento, debe también considerarse la repetición de la TC para descartar nuevas lesiones cerebrales. En ausencia de nueva indicación de evacuación quirúrgica de contusiones o hematomas y epilepsia, pueden plantearse medidas de segunda línea tales como la craniectomía descompresiva, la hipotermia o la hiperventilación intensa. Hay evidencia de clase 2 de que las craneotomías descom- presivas bifrontales y frontotemporales logran mejorar las presiones intracraneales y acortar la estancia en UCI. El uso de coma barbitúrico se restringe actualmente a la situación de hipertensión endocraneal tras fracaso de las otras medidas. Se valora mediante la constatación de ritmo EEG de supresión de salvas y es esencial una estabilidad hemodinámica. TRAUMATISMO RAQUIMEDULAR Concepto y etiopatogenia Se estima que, en todo el mundo, unos 2,5 millones de personas viven con una lesión traumática raquimedular, con una incidencia de unos 130.000 nuevos casos anuales. En Europa occidental, los accidentes de tráfico y laborales son las causas más frecuentes de traumatismo raquimedular, en general asociados a TCE en el con- texto de politraumatismos. Las lesiones por traumatismo directo (en general por herida penetrante) son poco frecuentes en nuestro entorno actualmente. Las regiones más afectadas son las vértebras cervicales C4-C7 y la región dorsolumbar, porque en ellas se ubican los engrosamientos cervical y lumbar medulares y son los segmentos de mayor movilidad donde tienen lugar los cambios de curvatura espinal. La estenosis congénita o adquirida del canal espinal aumenta el riesgo de lesión neurológica ante un traumatismo espinal. Patogenia El daño primario puede ser muy heterogéneo y resultante de contusión, compresión, penetración o laceración de la médula y conlleva muerte celular de neuronas, oligodendrocitos, astrocitos y células precursoras. Secundariamente se producen daños secundarios como la isquemia, la toxicidad excitatoria glutamaérgica, la apoptosis de oligodendrocitos y la desmielinización, e inflamación, que tienden a generar la creación de una cicatriz glial con astrocitos reactivos, microglia, macrófagos progenitores gliales y células T, que se dispone de forma perpendicular al neuroeje y a veces termina por ser infranqueable. Esta expansión de la cicatriz glial puede ser progresiva y abarcar más de un segmento, así como generar una siringomielia postraumática. Aunque existe algún grado de reparación tras el daño primario, es con frecuencia incompleto. Cuadro clínico Está determinado por el nivel de la lesión y el grado de afección de los nervios raquídeos y la médula espinal. La sección medular com- pleta se define por la ausencia total de actividad motora, sensitiva y autonómica por debajo del nivel del traumatismo. En una primera fase (arrefléxica o de shock espinal), además de una parálisis flácida, existe una ausencia de todo tipo de sensibilidad, abolición de reflejos osteotendinosos, trastorno esfinteriano y autonómico con hipotensión de origen multifactorial: pérdida del tono vascular por aumento rela- tivo del tono parasimpático, bradicardia por afectación de las fibras simpáticas cardíacas, estasis sanguínea por la paresia e hipovolemia secundaria al traumatismo. La resistencia vascular periférica y el gasto cardíaco pueden verse reducidos durante meses. Las lesiones cervicales son las que ocasionan los cambios más profundos. También se pierde de forma transitoria la capacidad de piloerección y sudoración, así como el control de esfínteres con parálisis intestinal y vejiga átona. Los reflejos genitales se Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1447 CAPÍTULO 182 Traumatismo craneoencefálico y raquimedular © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X II verán afectados con pérdida del reflejo cutáneo anal y bulbocavernoso (SII, SIII y SIV), por lo que puede aparecer priapismo. La segunda fase (liberación medular) se establece de forma gra- dual entre la segunda y la sexta semana después del traumatismo y consiste en la aparición de espasticidad, hiperreflexia osteotendinosa, clonus y signo de Babinski. La recuperación de los reflejos y el tono muscular evoluciona desde los segmentos distales a los proximales y antes en la musculatura flexora que en la extensora. Sin embar- go, el resultado final meses más tarde puede ser variable, ya que a veces predominan las alteraciones clínicas en unos u otros grupos musculares. El músculo detrusor, inicialmente flácido, se vuelve hipertónico y se produce incontinencia urinaria. Con el tiempo, la liberación refleja puede llegar a ser muy exagerada, con aparición de espasmos, habitualmente en flexión, que pueden acompañarse de sudoración profusa y de emisión de orina y heces, lo que constituye el denominado reflejo masivo. El nivel medular que corresponde a un determinado segmento de columna vertebral viene determinado por la desproporción de crecimiento entre estas dos estructuras. Así, en el adulto, de C2 hasta D10 hay que añadir dos niveles a la apófisis espinosa correspondiente. Los segmentos medulares D11, D12 y L1 se hallan por encima de la espinosa D11 y los segmentos más inferiores se sitúan por encima de L1 o L2, que es donde acaba el cono medular. Así pues, por encima de C3 se producirá una disociación bulbocervical con resultado de muerte a menos que se instaure con éxito una reanimación cardio- rrespiratoria inmediata. En tal caso, el paciente presentará un cuadro de tetraplejía y dependencia de respiración asistida. Una lesión por debajo de los segmentos medulares cervicales dará lugar a una para- plejía, y entre C4 y C7, adiversos grados de tetraplejía con afección más proximal de las extremidades superiores cuanto más alta sea la lesión medular. Las lesiones incompletas darán lugar a cuadros muy variados de afección medular, aunque cabe destacar algunos patrones sindrómicos que raramente serán puros (v. cap. 181, Enfermedades no degenera- tivas de la médula espinal). Así, un síndrome centromedular, que suele ocurrir por un mecanismo de hiperextensión cervical, es frecuente en los accidentes de tráfico y puede no acompañarse de lesión raquídea, especialmente en los niños en los que estos elementos anatómicos tienen mayor elasticidad. A menudo se asocia a estenosis adquirida o congénita de canal. Esta zona medular se halla más ricamente vas- cularizada y su consistencia es más blanda, por lo que se afecta con mayor predilección. El perfil clínico se asemeja al de la siringomielia, aunque con una mayor afección motora de las extremidades superiores que de las inferiores y una pérdida parcheada de la sensibilidad. El síndrome medular anterior (bien delimitado cuando es por afectación isquémica del territorio de la arteria espinal anterior) presenta afección motora bilateral y disociación de la alteración sensitiva (preservación de las columnas posteriores). Menos frecuentes son el síndrome de Brown- Séquard, que suele darse como resultado de un traumatismo directo medular, y el síndrome medular posterior con afectación de los cordones posteriores medulares. Diagnóstico El antecedente traumático suele ser fácilmente reconocible en la anam- nesis. Debe sospecharse un traumatismo raquimedular en todo paciente que haya sufrido un traumatismo grave, en especial si hay pérdida de la consciencia, o cuando el paciente se encuentra consciente y refiere dolor espinal o parestesias en extremidades, incluso si la exploración neurológica es normal. La radiología simple suele ser el primer método de estudio del raquis. La TC se utiliza para evaluar aquellos segmentos raquídeos que, como los cervicales inferiores, no pueden valorarse adecuadamente mediante radiología simple o para evaluar mejor las fracturas del raquis. Así, en el contexto de un TCE se debe aprovechar la realización de la TC craneal para completar el estudio de la columna. La RM espinal es útil para evaluar una incongruencia radiológico-clínica del nivel de la lesión, en caso de un empeoramiento o ascensión del déficit inicial, para evaluar el compromiso ocasionado por una lesión dis- cal o un hematoma y especialmente para diagnosticar un síndrome centromedular. Hasta el 15%-20% de los pacientes con una lesión raquídea tienen una segunda lesión en otro nivel. Pronóstico Viene determinado por el grado de trastorno neurológico, en especial de la función motora, a la llegada al hospital. Existen diferentes clasi- ficaciones de gravedad del traumatismo medular. La escala más utili- zada en la actualidad es la American Spinal Injury Association (ASIA), que define cinco niveles que van desde la A (pérdida completa de las funciones motoras y sensitivas) hasta la E (funciones sensitivas y motoras normales). El nivel B implica la afección completa de la fuerza con algún grado de preservación sensitiva, el C se refiere a un nivel de fuerza inferior a 3/5 y el D por encima de 3/5. La realización del examen neurológico a las 72 h genera una evaluación más fiable y de mayor valor pronóstico. El período en el que ocurre la mayor parte de la recuperación motora es en los primeros 3 meses, aunque la recupe- ración puede seguir durante muchos meses, incluso hasta los 2 años. Tratamiento Debe sospecharse un traumatismo medular en todo paciente traumá- tico grave hasta que no se pruebe lo contrario. La prioridad inicial es la reanimación cardiopulmonar, la inmovilización de la columna y una evaluación neurológica para obtener un perfil evolutivo. Es importante mantener una presión arterial adecuada, dado que la hipotensión puede agravar una lesión espinal. Se recomienda mantener la presión arterial mayor de 85 mm Hg durante la primera semana, con vasopresores si es necesario. Los pacientes con riesgo de insuficiencia respiratoria deben ser intubados precozmente. La instauración precoz de tratamiento con metilprednisolona en dosis altas puede ser beneficiosa, tanto para las lesiones completas como para las lesiones incompletas, y se considera opcional en la actualidad. De realizarse, tiene probablemente más valor el inicio en las primeras 24 h. La necesidad de practicar una estabilización quirúrgica y el momento más adecuado de su aplicación deben individualizarse. La descompresión espinal precoz, en las primeras 24 h, puede generar a los pacientes con traumatismo medular una ventana óptima de recupe- ración neurológica y movilización precoz. Se va acumulando evidencia de que la descompresión y la estabilización precoces pueden mejorar el pronóstico funcional medular. Existe evidencia suficiente para decir que una cirugía descompresiva en las primeras 72 h puede realizarse de forma segura si existe una optimización hemodinámica y tiene indicación clara en caso de luxación irreductible facetaria en pacientes con tetraplejía incompleta o en caso de déficit neurológico progresivo. Los cuidados generales de estos pacientes son de gran importancia. Debe prestarse especial atención a la nutrición, la prevención de com- plicaciones respiratorias (inicio precoz de fisioterapia), la profilaxis de la trombosis venosa profunda, la infección urinaria y los cuidados de la piel. La complejidad del tratamiento rehabilitador, unida a los aspectos psicológicos propios de esta situación, hace recomendable el traslado precoz de estos pacientes a centros especializados. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Carney N, Totten AM, O’Reilly C, Ullman JS, Hawryluk GW, Bell MJ, et al. Guidelines for the Management of Severe Traumatic Brain Injury, 4th Edition. Neurosurgery 2017;80(1):6-15. Carney N, Totten AM, O’Reilly C, Ullman JS, Hawryluk GW, Bell MJ, et al. Guidelines for the Management of Severe Traumatic Brain Injury, 4th Edition. 2016. Disponible en: https://braintrauma.org/uploads/03/12/ Guidelines_for_Management_of_Severe_TBI_4th_Edition.pdf (Acceso el 12 de septiembre de 2019.) Fehlings MG, Tetreault LA, Wilson JR, Kwon BK, Burns AS, Martin AR, et al. A Clinical Practice Guideline for the Management of Acute Spinal Cord Injury: Introduction, Rationale, and Scope. Global Spine Journal 2017;7(3 Suppl):84S-94S. Mauritz W, Wilbacher I, Leitgeb J, Majdan M, Janciak I, Brazinova A, et al. One-year outcome and course of recovery after severe traumatic brain injury. Eur J Trauma Emerg Surg 2010;4:387-95. Thibault-Haltman G, Tallon J, Acroyd-Stolarz S, Fenerty L, Karim S, Sealy B, et al. Major traumatic brain injury: time to a tertieary care and the impact of a clinical guideline. J Trauma Inj Infect Crit Care 2011;70(5):1134-40. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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