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CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1623 Neoplasias mieloproliferativas crónicas GENERALIDADES El término neoplasias mieloproliferativas crónicas incluye un conjunto de hemopatías con origen en una célula madre (stem cell) pluripotencial de la hematopoyesis que comparten características hematológicas, clínicas y evolutivas, fundamentalmente la leucemia mieloide crónica (LMC), la policitemia vera (PV), la trombocitemia esencial (TE) y la mielofibrosis primaria (MFP). Fue Dameshek quien acuñó en 1951 el término síndromes mieloproliferativos crónicos para integrar dichas entidades en una misma posición nosológica, idea que han confirmado los hallazgos de biología molecular. Como se ha señalado, las citadas afecciones se originan en una célula madre pluripotencial de la hematopoyesis, común a las series granulocíti- ca, eritroide, megacariocítica y, al menos, a algunos linfocitos. Ello explica que en todas exista una panmielosis, es decir, una proliferación excesiva de las tres series hematopoyéticas. Por otra parte, en todas puede observarse fibrosis de la médula ósea como fenómeno reactivo a la proliferación neoplásica. Esta última, debido al incremento del recambio celular que produce, determina la aparición frecuente de hiperuricemia y el aumento en los valores séricos de lactato-deshidrogenasa (LDH). Son, asimismo, comunes el incremento en las concentraciones séricas de vitamina B12 y sus proteínas transportadoras. Desde el punto de vista clínico, los indi- viduos con neoplasias mieloproliferativas crónicas presentan a menudo esplenomegalia (debida a la metaplasia mieloide del bazo), trombosis o propensión a sufrir hemorragias (en relación con el funcionalismo anómalo de sus plaquetas). Además, no es raro observar la transformación de una entidad en otra. Así ocurre con la transición de la PV o la TE a mielofibrosis o de la TE a la PV. Por otra parte, estas entidades, en especial la LMC, tienden a evolucionar a leucemia aguda. Los estudios citogenéticos y de biología molecular permitieron diferenciar la LMC de las neoplasias mieloproliferativas crónicas cromosoma Philadelphia negativas, las cuales en una elevada proporción de los casos presentan la mutación V617F del gen JAK2 en las células hematopoyéticas. El origen clonal de las neoplasias mieloproliferativas crónicas se pudo demostrar gracias a los estudios del grupo de Fialkow sobre las variantes de la glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (G-6-PD). De esta enzima, ligada al cromosoma X, existen dos isoenzimas, A y B. De acuerdo con la hipótesis de Lyon, en las mujeres heterocigotas para la G-6-PD se produciría, en una fase temprana del desarrollo embriona- rio, la inactivación de uno de los cromosomas X de cada célula. De esta forma, una célula determinada y toda su descendencia serían capaces de sintetizar un único tipo de isoenzima. Dicha inactivación ocurre al azar, pero, como resultado de ella, cada tejido queda constituido por un 50% de células con la isoenzima A y otro 50% con la B. Cuando una mujer heterocigota presenta una NMPC las células neoplásicas tienen una única isoenzima (A o B), a diferencia del resto de los tejidos, en los que la mitad de las células tiene la isoenzima A y la otra mitad la B, lo que permite deducir que la neoplasia se ha originado en una sola célula o, lo que es lo mismo, que es una proliferación clonal. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. (CD45) y los antígenos de líneas B y T, aunque mantienen la expresión débil de factor de transcripción determinante de la línea B PAX5. En algunos casos, puede detectarse expresión de antígenos B como CD20 o CD79. Aunque las células tumorales tienen reordenamiento clonal del gen de la cadena pesada de las inmunoglobulinas, por razones no muy bien conocidas, tienen una disminución en la expresión de genes del programa de diferenciación B. En muchos casos, las células tumorales están infectadas por EBV. Se reconocen cuatro subtipos de LH clásico atendiendo a la pre- sencia de células de R-S o a alguna de sus variantes y la celularidad acompañante. La esclerosis nodular se presenta frecuentemente en el mediastino de mujeres jóvenes y se caracteriza por la presencia de una variante de la célula de R-S, denominada célula lacunar, que es mononucleada o multinucleada con un citoplasma claro que se retrae con facilidad para dejar un espacio claro alrededor del núcleo (laguna). El segundo aspecto morfológico característico de este subtipo es la presencia de fibrosis colágena que tiende a delimitar nódulos linfoides. La celularidad acompañante puede ser variable con predominio de células linfoides o una mezcla de células inflamatorias. El subtipo de LH clásico rico en linfocitos se caracteriza por un borrado difuso de la arquitectura con presencia de ocasionales células de R-S que pueden ser difíciles de observar en el seno de una gran cantidad de linfocitos de aspecto maduro que son predominantemente de tipo T. Se presenta clínicamente en forma de linfadenopatía localizada. En el LH de tipo celularidad mixta, las células de R-S se acompañan de una mezcla de linfocitos, células plasmáticas, eosinófilos y polimorfonu- cleares. Se suelen ver formas mononucleares de las células R-S, que se denominan células de Hodgkin. Finalmente, el LH de tipo depleción linfocítica se suele presentar en estadios avanzados, frecuentemente retroperitoneales, y se caracteriza por una gran cantidad de células R-S y variantes mononucleares y muy escasas células inflamatorias acom- pañantes. A veces se acompaña de fibrosis. El diagnóstico diferencial con otros linfomas puede ser difícil. Linfoma de Hodgkin de predominio linfocítico nodular Esta forma de LH, en clasificaciones previas, se ha denominado paragra- nuloma nodular. En estos casos no existen células de R-S clásicas. En su lugar aparecen células grandes con núcleos lobulados, pero de cromatina fina y nucléolos pequeños (células L-H). El fenotipo es diferente, ya que expresan constantemente antígenos de línea B, el antígeno epitelial de membrana (EMA), y pueden expresar inmunoglobulinas citoplásmicas. Son negativas para CD15 y el CD30 puede ser débil o negativo. El EBV es negativo. Estas células L-H aparecen en el seno de nódulos linfoides, generalmente con histiocitos, que parecen corresponder a folículos linfoides expandidos con presencia de células foliculares dendríticas. Estos hallazgos sugieren que podría tratarse de una neoplasia peculiar del folículo linfoide y que no guardaría una relación patogenética con el LH de tipo clásico. Clínicamente, también se comportan de forma diferente, con una presentación más localizada y un curso más indolente. Algunos casos pueden evolucionar a linfomas de células grandes. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Küppers R, Engert A, Hansmann ML. Hodgkin lymphoma. J Clin Invest 2012;122:3439-47. Pileri SA, Piccaluga PP. New molecular insights into peripheral T cell lympho- mas. J Clin Invest 2012;122:3448-55. Puente X, Bea S, Valdés-Mas R, Villamor N, Gutierrez-Abril J, Martin- Subero JI, et al. Integrated Genomic Analysis of Chronic Lymphocytic Leukaemia Reveals Recurrent Mutations in Non-Coding Regions. Nature 2015;526:519-24. Shaffer AL, Young RM, Staudt LM. Pathogenesis of human B cell lymphomas. Annu Rev Immunol 2012;30:565-610. Swerdlow SH, Campo E, Pileri SA, Harris NL, Stein H, Siebert R, et al. The 2016 revision of the World Health Organization classification of lymphoid neoplasms. Blood 2016;127(20):2375-90. https://booksmedicos.org 1624 SECCIÓN XIV Hematología BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Baxter EJ, Scott LM, Campbell PJ, East C, Fourouclas N, Swanton S, et al.Acquired mutation of the tyrosine kinase JAK2 in human myeloproliferative disorders. Lancet 2005;365:1054-61. Fialkow PJ. Clonal and stem cell origin of blood cell neoplasms. En: Lobue J, Gordon AS, Silber R, Muggia FM, eds. Contemporary hematology/onco- logy, Vol. 1. New York: Plenum Press; 1980. p. 1-46. LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA Concepto La leucemia mieloide crónica (LMC) es una neoplasia mieloprolife- rativa crónica con origen en una célula madre pluripotencial común a las tres series hematopoyéticas, si bien el cuadro clínico, biológico e histológico de la enfermedad se halla dominado por una intensa proli- feración de la serie granulocítica en la médula ósea, la sangre periférica y otros órganos hematopoyéticos (sobre todo, el bazo). En casi todos los pacientes existe una anomalía cromosómica en los progenitores hematopoyéticos (el cromosoma Philadelphia o Ph) y en todos una alteración molecular (el oncogén BCR/ABL), lo que confiere a la LMC una gran personalidad. La enfermedad, dejada a su evolución o tratada de manera convencional, sigue un curso bifásico, con un período inicial o fase crónica, fácil de controlar, que tiende a evolucionar a otro final o crisis blástica, similar a una leucemia aguda, pero de peor pronóstico. En algunos pacientes, entre ambos períodos se intercala la denominada fase de aceleración. El empleo de los inhibidores de tirosín-cinasa ha hecho que esta evolución sea infrecuente en la actualidad. Etiopatogenia y epidemiología La etiología de la LMC se desconoce. Aunque esta enfermedad puede aparecer tras la exposición a radiaciones ionizantes o a ciertos agentes químicos, como el benceno, pocas veces existe un antecedente de este tipo. La presencia del cromosoma Ph no sólo en los precursores granulocíticos, sino también en los eritrocíticos, los megacariocíticos y los linfocitos B (y en algunos de los T), indica que el trastorno que origina la LMC radica en la célula madre común a todas las células hematopoyéticas. El estudio de las isoenzimas de la G-6-PD en mujeres heterocigotas para dicha enzima apoyaría esta hipótesis, ya que, mien- tras que en las células hematopoyéticas se detecta una única isoenzima, los fibroblastos y el resto de las células tienen tanto la isoenzima A como la B. Evidencia adicional del carácter clonal de la LMC la ha proporcionado el estudio cromosómico de pacientes con mosaicismo sexual (es decir, con coexistencia de dos líneas celulares con diferente dotación cromosómica, p. ej., XY y XXY), ya que sólo presentan el cromosoma Ph en una de las líneas celulares del mosaico. El cromo- soma Ph es un trastorno adquirido. Consiste en un cromosoma 22 de menor tamaño, debido a la pérdida de parte del material de sus brazos largos por traslocación al cromosoma 9. El desarrollo de las técnicas de análisis molecular ha permitido reconocer que la traslocación entre los cromosomas 22 y 9 es recíproca, ya que el cromosoma 9 transfiere a su vez una pequeña porción de sus brazos largos al 22. Dicho material constituye el protooncogén ABL que, al unirse a la región BCR (breakpoint cluster region) del cromosoma 22, da origen al oncogén BCR-ABL. Este sintetiza un RNA mensajero quimérico, que codifica la síntesis de una proteína con actividad tirosín- cinasa aumentada (por lo general, la p210). Dicha proteína regula el crecimiento celular y parece ser la responsable de la transformación neo- plásica de las células hematopoyéticas, hipótesis reforzada por estudios experimentales en ratones, en los cuales la incorporación del gen de la proteína p210 a las colonias hematopoyéticas y la posterior infusión de estas induce la aparición de una enfermedad similar a la LMC. La LMC representa el 15%-20% del total de las leucemias y su incidencia en los países occidentales se estima en 1 caso por 100.000 habitantes y año. Debido a la eficacia terapéutica de los inhibidores de tirosín-cinasa, la supervivencia de los pacientes se ha alargado nota- blemente, lo que ha hecho que la prevalencia de la enfermedad vaya en aumento. La LMC aparece a cualquier edad, pero es más frecuente en las edades media y avanzada de la vida y rara en la infancia. La edad mediana de aparición es de 55-60 años y la incidencia máxima se da entre los 30 y los 70. Predomina ligeramente en varones. Cuadro clínico El diagnóstico de LMC se precede a veces de un período de varios meses en que los pacientes presentan síntomas inespecíficos (astenia, anorexia, pérdida de peso, febrícula, sudoración nocturna), atribuibles a un estado de hipermetabolismo provocado por el aumento del recambio granulocítico, o molestias por la esplenomegalia (dolores abdominales, sensación de repleción posprandial, dolor agudo en el hipocondrio izquierdo irradiado al hombro y debido a infarto esplénico, y diarreas). Otras manifestaciones clínicas, como dolores óseos, hemorragias, crisis de gota, litiasis renal, priapismo o síntomas de leucostasis por hiperleu- cocitosis (cefalea, obnubilación, insuficiencia respiratoria, angina) son menos frecuentes. Con todo, la práctica generalizada de exámenes de revisión ha hecho que en la actualidad en más de la mitad de los casos el descubrimiento de la LMC sea casual, al detectarse leucocitosis en una analítica de revisión. Una forma de presentación poco habitual de la LMC (5% en la serie del autor) es la crisis blástica inicial, en pacientes en quienes la fase crónica de la enfermedad ha pasado inadvertida. En algunos casos el cuadro remeda una leucemia aguda y en otros, con localización extramedular de la crisis blástica (especialmente en ganglios), puede confundirse con un linfoma. La presencia de datos como esplenomega- lia, basofilia, mielemia o trombocitosis permite sospechar el diagnóstico de LMC, que confirmará la demostración del cromosoma Ph en la médula ósea o el órgano afecto. El dato más constante de la exploración física es la esplenomegalia, presente inicialmente en menos del 50% de los pacientes. Su tamaño suele guardar relación con la cifra de leucocitos. En menos del 10% de los casos se detecta hepatomegalia, por lo general moderada. Las adenopatías o lesiones cutáneas infiltrativas y las osteólisis en el estudio radiológico son extremadamente infrecuentes y obligan a pensar en una posible crisis blástica extramedular. Formas clínicas Tradicionalmente se distinguían dos formas de LMC: convencional (Ph- positiva) y Ph-negativa. La aplicación de criterios más precisos para el diagnóstico de los síndromes mielodisplásicos, así como la introducción de las técnicas de análisis molecular, ha hecho que se cuestione la exis- tencia de la LMC Ph-negativa, pues muchos de estos pacientes presentan en realidad una mielodisplasia (por lo general, leucemia mielomonocí- tica crónica en su variante mieloproliferativa), mientras que en otros se detecta reordenamiento BCR-ABL. Por ello, pocos pacientes (menos del 3% del total) tienen una LMC Ph-negativa, conocida actualmente como LMC atípica e incluida en el grupo de las neoplasias mielodis- plásicas/mieloproliferativas, y presentan una evolución diferente (con menor frecuencia de crisis blástica) y un peor pronóstico. En la infancia se reconocen dos tipos de LMC: la forma adulta y la denominada forma juvenil. La primera afecta a niños mayores de 5 años, es Ph-positiva y resulta indistinguible de la LMC del adulto. La forma juvenil es en realidad una leucemia mielomonocítica subaguda o crónica de la infancia, con ciertos rasgos característicos, como la edad de los pacientes inferior a 5 años, la frecuente presencia de erupciones cutáneas (a veces en forma de xantomas), adenopatías u otras locali- zaciones leucémicas extramedulares, el menor grado de leucocitosis, la ausencia de basofilia, la monocitosis, la frecuente plaquetopenia, la existencia de alteraciones en los antígenos eritrocitarios y aumento de la HbF, la resistencia al tratamiento y la corta supervivencia. La crisis blástica inicial de la LMC, en sus dos variantes deseu- doleucemia aguda y seudolinfoma, ya ha sido objeto de comentario. Se ha descrito una forma neutrofílica de la LMC, semejante a la leucemia neutrofílica crónica, pero Ph-positiva, y asociada por lo general al transcrito c3/a2 (e19/a2) del gen BCR-ABL, que codifica la proteína tirosín-cinasa p230. Diagnóstico El dato más característico es la leucocitosis, por lo general entre 50 y 150 × 109/L. No obstante, debido a la práctica generalizada de Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1625 análisis de revisión, cada vez es más frecuente encontrar leucocitosis más moderadas. Es típico observar todos los estadios madurativos de los granulocitos (fig. 206-1). La proporción de blastos en sangre periférica es habitualmente pequeña (0%-5%). La basofilia es constante y la eosinofilia más rara. A veces, se observan eritroblastos circulantes. Suele existir anemia moderada. Las plaquetas son casi siempre normales o están elevadas (40% de los casos) y presentan alteraciones en su funcionalismo, lo que explica la tendencia a las hemorragias. Pueden observarse desgranulación de los neutrófilos, seudo-Pelger-Huët y anisocitosis y poiquilocitosis. Un parámetro característico es la dis- minución de la actividad de la FAG, a menudo de 0. El aumento en los valores séricos de vitamina B12, transcobalaminas y LDH es cons- tante y, como el del ácido úrico, refleja el incremento del recambio granulocitario. En el examen del aspirado medular se observa un intenso aumento de la celularidad hematopoyética, en especial de la serie granulocíti- ca, con una relación mieloeritroide notablemente aumentada. Los mielocitos y los metamielocitos son los elementos predominantes y la proporción inicial de blastos pocas veces supera el 5%. Con frecuen- cia se evidencia una notable hiperplasia megacariocítica. No es raro observar histiocitos de color azul marino o macrófagos que recuerdan a las células de Gaucher. Aunque la disminución del hierro medular y de los sideroblastos es habitual, ello no suele traducir un auténtico estado de ferropenia. Por otra parte, en la biopsia medular, además de la intensa hiperplasia celular en general y granulopoyética en particular, se observan una notable disminución o la ausencia de grasa. Junto con las células granulocíticas maduras predominantes es frecuente observar focos de células granulocíticas inmaduras. Es frecuente encontrar fibrosis, pero rara vez tan intensa como en la mielofibrosis. El estudio citogenético de la médula ósea demuestra la existencia del cromosoma Ph (fig. 206-2) en el 95% de los casos. En la crisis blástica se añaden otras anomalías cariotípicas en el 60%-80% de los casos; las más frecuentes son la trisomía 8, la aparición de un segundo cromosoma Ph, el isocromosoma 17q y la trisomía 19. Las técnicas de análisis molecular demuestran reordenamiento BCR-ABL en todos los casos de LMC Ph-positiva y en un tercio de los casos de LMC Ph-negativa. Pronóstico La supervivencia mediana de los individuos con LMC era de 5 años si se trataban con hidroxiurea y de 6 años si recibían interferón (IFN). El seguimiento de los pacientes tratados con imatinib ha demostrado una prolongación sustancial de su supervivencia, que se sitúa en torno al 83% a los 10 años; de hecho, actualmente fallecen más pacientes por causas no relacionadas con la leucemia que por la enfermedad en sí. Además, el imatinib y los nuevos inhibidores de tirosín-cinasa han cambiado la historia natural de la LMC, ya que, al contrario de lo que ocurría con otros tratamientos, a partir del tercer año de tratamiento es rara la progresión de la enfermedad a sus fases finales. En los años ochenta se identificaron los factores pronósticos de la LMC, lo que per- mitió reconocer a los pacientes con elevado riesgo de evolución rápida a crisis blástica. Según un estudio internacional liderado por Sokal, los factores iniciales que determinan un pronóstico más desfavorable son la edad más avanzada, el mayor tamaño del bazo, la trombocitosis intensa (superior a 700 × 109/L) y un mayor porcentaje de blastos circulantes. Estos factores permiten reconocer tres grupos de pacientes con diferente pronóstico. Aunque el índice de Sokal continúa siendo utilizado en la práctica clínica, considerando que en la actualidad más de la mitad de los fallecimientos en la LMC se deben a causas no relacionadas con la enfermedad, se ha elaborado un nuevo índice pronóstico derivado de pacientes tratados con imatinib, el ELTS (del inglés EUTOS long-term survival), que predice la probabilidad de muerte debida a la LMC y reconoce asimismo tres grupos pronósticos basándose en los mismos factores que el índice de Sokal, pero con diferente ponderación. Fase de aceleración y crisis blástica Durante la fase crónica la LMC es fácil de controlar y permite una vida normal. Sin embargo, al cabo de un período variable (habitualmente de unos años), con el tratamiento convencional en todos los casos y con los inhibidores de tirosín-cinasa en una minoría, la enfermedad entra en una fase agresiva y resistente al tratamiento. Este período final sigue dos grandes patrones clínico-hematológicos: la fase de aceleración y la crisis blástica. En la fase de aceleración cambian las características de la enfermedad, sin que la proporción de blastos en sangre periférica o médula ósea sea aún suficiente para el diagnóstico de crisis blástica. Si bien no existen unos criterios de aceptación generalizada, la aparición de alguno de los siguientes datos permite diagnosticar con bastante seguridad esta fase: Figura - Leucemia mieloide crónica. (May-Grünwald-Giemsa, ×1.000.) Figura - Cariotipo de médula ósea correspondiente a un paciente con leucemia mieloide crónica, en el que se observan el cromosoma Ph (flecha larga) y la traslocación al cromosoma 9 (fle- cha corta). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1626 SECCIÓN XIV Hematología esplenomegalia progresiva y resistente al tratamiento, trombocitope- nia no atribuible al tratamiento, basofilia superior al 20% en sangre periférica, blastosis del 10%-20% en sangre periférica o médula ósea y aparición de anomalías citogenéticas adicionales al cromosoma Ph. Los pacientes presentan fiebre o sudoración nocturna inexplicadas, dolores óseos persistentes, pérdida de peso y anemia no atribuible al tratamiento. Algunos mueren por infección o hemorragia, pero la mayoría evolucionan a la crisis blástica. Cabe resaltar que las crisis blás- ticas de fenotipo linfoide no van precedidas por una fase de aceleración. La crisis blástica consiste en el paso de la fase crónica a un cuadro superponible al de la leucemia aguda, con la invasión más o menos rápida de la médula ósea, la sangre periférica y, a veces, otros órganos por blastos. La crisis blástica sin fase de aceleración previa se da en el 60% de los pacientes. Para el diagnóstico de crisis blástica se exige la presencia de uno de los siguientes criterios: a) blastos en proporción igual o superior al 20% en sangre periférica o médula ósea; b) blastos más promielocitos en proporción igual o superior al 30% en sangre periférica o igual o mayor del 50% en médula ósea, y c) infiltración blástica extramedular (crisis blástica extramedular) en ganglios linfáticos, periostio, SNC, piel o partes blandas. Desde el puntode vista clínico se observa un rápido empeoramiento de los enfermos, que presentan anorexia, astenia, pérdida de peso, fiebre, sudación profusa, dolores óseos, molestias por el creci- miento masivo del bazo, síndrome anémico, infecciones, hemorragias o síntomas de leucostasis. Estas tres últimas complicaciones constituyen las causas habituales de muerte. Aparte de la blastosis periférica, aparecen anemia y trombocitopenia. Los blastos son de estirpe mieloide en el 50% de los pacientes, linfoide en el 35% y megacarioblástica o, más raramente, eritroide en el resto, mientras que en el 60%-80% de los casos se observan nuevas anomalías citogenéticas (trisomía 8, duplicación del cromosoma Ph, isocromosoma 17q, trisomía 19). La supervivencia mediana es de sólo 6 meses desde el diagnóstico de la crisis blástica, mayor (12 meses de mediana) en los pacientes con blastos de fenotipo linfoide. Tratamiento Cuando la LMC se deja a su libre evolución, sin tratamiento, la super- vivencia mediana de los enfermos es de unos 30 meses. El tratamiento quimioterápico convencional (hidroxiurea) la alarga hasta 5 años y mejora la calidad de vida de los pacientes. El IFN prolonga algo más la supervivencia, mientras que el TPH alogénico es la única terapéutica con potencial curativo. La introducción de imatinib mesilato y otros inhibidores de tirosín-cinasa revolucionó el tratamiento de la LMC, dada la alta frecuencia e intensidad de las respuestas moleculares que permiten obtener y su notable efecto sobre la supervivencia. Fase crónica Quimioterapia convencional La hidroxiurea es un fármaco de administración oral que bloquea la síntesis del DNA y provoca la detención de las células en la fase S del ciclo celular. Su efecto es muy rápido, por lo que es útil en los casos de leucocitosis extrema, pero rápidamente reversible, lo que obliga a una administración continua. La dosis inicial es de 30-50 mg/kg de peso y día (1,5-3,5 g/día) y la de mantenimiento oscila entre 0,5 y 1,5 g/día, según la sensibilidad individual. El principal efecto secundario de la hidroxiurea es la inducción de macrocitosis y megaloblastosis. Es posible que sea teratogénica durante el primer trimestre del embarazo. En la actualidad, el uso de la hidroxiurea ha quedado reservado a la fase inicial de la enfermedad (como tratamiento previo al imatinib en caso de leucocitosis intensa) o para los pacientes de edad avanzada que no toleran los inhibidores de tirosín-cinasa. Con el fin de prevenir la nefropatía hiperuricémica, el tratamiento citorreductor debe complementarse con la administración de alopu- rinol (5 mg/kg de peso y día), una ingestión hídrica abundante y la alcalinización de la orina. Otra modalidad terapéutica de escasa apli- cación actual son las leucoaféresis (reservadas para reducir rápidamente la leucocitosis en el embarazo y el priapismo). Interferón El IFN-α constituyó el tratamiento de primera línea de la LMC hasta la introducción del imatinib. Con ese fármaco se obtenían respuestas citogenéticas completas (desaparición de las células Ph-positivas de la médula ósea, aunque con persistencia de enfermedad a nivel molecular) en el 10% de los casos. En los pacientes con respuesta citogenética mayor (disminución de las metafases Ph-positivas hasta ≤ 35%), se alargaba significativamente la supervivencia. Sus efectos secundarios son importantes. Actualmente, la única indicación del IFN en la LMC es en las pacientes embarazadas, ya que no pueden recibir inhibidores de tirosín-cinasa. Trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos La única medida que ha logrado hasta ahora curar la LMC es el TPH alogénico, en el que los progenitores proceden de la médula ósea o la sangre periférica de un donante HLA-idéntico al paciente (por lo general, un hermano, a veces otro familiar o un donante no empa- rentado procedente de los registros internacionales). Para que este procedimiento tenga posibilidades de éxito debe realizarse en la fase crónica y en pacientes menores de 65 años. De esta forma se obtiene una supervivencia del 60% a los 5 años, con una probabilidad de recaída del 25% a los 20 años. Los resultados son mejores en los indi- viduos más jóvenes y peores cuando el donante no es un familiar. En la mayoría de las recaídas es posible inducir una nueva remisión estable mediante la infusión de linfocitos del donante, merced al efecto del injerto contra la leucemia que provoca. Actualmente se está evaluando el papel de los inhibidores de tirosín-cinasa en las recaídas postras- plante. Los buenos resultados del tratamiento con dichos fármacos y la morbimortalidad asociada al TPH alogénico han hecho que este procedimiento se considere únicamente en los pacientes en crisis blás- tica, en fase de aceleración aparecida bajo tratamiento con inhibidores de tirosín-cinasa o en fase crónica con resistencia a los inhibidores de tirosín-cinasa de segunda generación. Imatinib mesilato y otros inhibidores de tirosín-cinasa El imatinib mesilato es un inhibidor de la transducción de señal espe- cífico de la proteína tirosín-cinasa BCR/ABL. Actúa en competencia con el ATP para unirse a la cinasa ABL, lo que impide la fosforilación de la proteína tirosín-cinasa. Ello da lugar a la pérdida de actividad de dicha proteína y, como resultado, a la pérdida de viabilidad de las células leucémicas. La administración de imatinib, en dosis de 400 mg/día, induce respuestas hematológicas completas en el 98% de los pacientes con LMC en fase crónica de nuevo diagnóstico, lo que se acompaña de una respuesta citogenética completa en el 87% de los casos, si bien casi siempre persiste enfermedad a nivel molecular. El logro de una respuesta citogenética completa dentro de los primeros 12 meses de tratamiento, sobre todo si se acompaña de una respuesta molecular mayor (es decir, cuando la ratio de los transcritos del gen BCR/ABL con respecto al gen control es igual o menor del 0,1%), protege de la aparición de la crisis blástica y ha prolongado de forma sustancial la supervivencia de los pacientes, para convertir la LMC en una enfermedad auténticamente crónica, con una esperanza de vida prácticamente superponible a la de la población normal. Ello ha permitido establecer el imatinib como tratamiento de primera línea de la LMC. El imatinib se administra por vía oral y es, por lo general, bien tolerado. Puede producir toxicidad hematológica (fundamentalmente neutropenia y, en menor medida, plaquetopenia) o extrahematológica (calambres, mialgias, edema periorbitario, epigastralgias, náuseas, diarrea, dolores óseos, erupción cutánea u otros), pero habitualmente moderada y en los primeros meses del tratamiento. Dado que en la mayoría de los pacientes se consigue una respuesta citogenética com- pleta, para el seguimiento de la enfermedad residual es preciso utilizar técnicas cuantitativas de biología molecular (PCR cuantitativa). Los inhibidores de tirosín-cinasa de segunda generación dasatinib, nilotinib y bosutinib producen respuestas hematológicas en el 80%- 90% de los pacientes resistentes a imatinib y respuestas citogenéticas mayores (la mayoría de ellas completas) en más de la mitad de los casos. Dado su éxito en muchos de los pacientes resistentes a imatinib, se realizaron ensayos clínicos comparando estos fármacos con imatinib como tratamiento de primera línea de la LMC, que demostraron su superioridad en la obtención de respuestas moleculares más precoces y profundas. Sin embargo, ello no se acompaña de mayor supervivencia Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ NX IV 1627 global ni mayor supervivencia libre de progresión, mientras que una proporción de los pacientes presentan toxicidades de mayor gravedad que las de imatinib. Por ello, el uso generalizado de los inhibidores de tirosín-cinasa de segunda generación como tratamiento de primera línea de la LMC es objeto de debate. El ponatinib es un inhibidor de tirosín-cinasa de tercera generación diseñado para tratar la resistencia debida a la mutación T315I del gen BCR/ABL; también es eficaz en la resistencia por otras mutaciones o sin mutaciones. Su principal inconveniente es su toxicidad vascular en forma de isquemia. Fase de aceleración La fase de aceleración, cuando constituye la forma de presentación de la LMC, se trata con imatinib en dosis de 600-800 mg/día o con dasatinib en dosis altas (140 mg/día), con lo que se consigue con- trolar la enfermedad en una proporción apreciable de casos, si bien a medio plazo hay una pérdida de respuesta en algunos pacientes. En cambio, cuando la fase de aceleración aparece en un paciente que recibe inhibidores de tirosín-cinasa, el tratamiento de elección se basa en el uso de otro inhibidor seguido del TPH alogénico si el paciente es elegible para el procedimiento. Crisis blástica No existe un tratamiento auténticamente efectivo para la crisis blástica. Las combinaciones de fármacos eficaces en la leucemia aguda mielo- blástica provocan aplasias intensas y prolongadas y rara vez consiguen la remisión. Cuando el fenotipo de los blastos es linfoide, se obtiene una remisión temporal en el 60% de los casos mediante la asociación de vincristina, prednisona y adriamicina. El tratamiento con imatinib, en dosis de 800 mg/día, permite obtener remisiones en menos del 20% de las crisis blásticas mieloides y en más del 60% de las linfoides, pero la duración de las mismas es generalmente corta. Los resultados han mejorado algo con los nuevos inhibidores de tirosín-cinasa, en especial con dasatinib en dosis altas (140 mg/día) y con ponatinib, que consiguen respuestas con relativa frecuencia, pero habitualmente de escasa duración. Por ello, se considera su uso como un paso intermedio para la realización de un TPH alogénico cuando ello es posible. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Baccarani M, Deininger MW, Rosti G, Hochhaus A, Soverini S, Apperley JF, et al. European LeukemiaNet recommendations for the management of chronic myeloid leukemia: 2013. Blood 2013;122:872-84. Hochhaus A, Larson RA, Guilhot F, Radich JP, Branford S, Hughes TP, et al. Long-term outcomes of imatinib treatment for chronic myeloid leukemia. N Engl J Med 2017;376:917-27. Kantarjian H, Shah NP, Hochhaus A, Cortes J, Shah S, Ayala M, et al. Dasa- tinib versus imatinib in newly diagnosed chronic-phase chronic myeloid leukemia. N Engl J Med 2010;362:2260-70. Saglio G, Kim DW, Issaraglisil S, le Coutre P, Etienne G, Lobo C, et al. Niloti- nib versus imatinib for newly diagnosed chronic myeloid leukemia. N Engl J Med 2010;362:2251-9. POLICITEMIA VERA Concepto Los términos policitemia y poliglobulia se utilizan para expresar que existe un aumento del volumen total de los hematíes circulantes. Sin embargo, un aumento de las cifras de Hb, hematocrito o hematíes no significa necesariamente que exista un aumento absoluto de la masa eritrocitaria, hallazgo que define la poliglobulia o eritrocitosis. El aumento de dichas cifras puede obedecer a tres mecanismos diferentes: a) incremento absoluto de la masa globular, de forma primaria y sin aumento acompañante de la Epo (policitemia vera); b) aumento de la masa globular como respuesta a un aumento, fisiológico o no, de la producción de Epo (poliglobulias secundarias), y c) disminución del volumen plasmático, con normalidad de la masa globular, lo que da lugar a un aumento relativo de esta (poliglobulia relativa). Por tanto, únicamente la determinación mediante métodos radioisotópicos de la masa globular, el volumen plasmático y la volemia permite saber con certeza si existe o no una eritrocitosis. Se considera que un paciente presenta eritrocitosis cuando el hematocrito es superior a 0,48 L/L en la mujer y a 0,52 L/L en el varón. Un hematocrito superior a 0,56 L/L y 0,60 L/L en el sexo femenino y masculino, respectivamente, se asocia casi siempre a un aumento absoluto de la masa eritrocitaria. En la tabla 206-1 se expone una clasificación fisiopatológica de las eritrocitosis. La policitemia vera (PV) es una neoplasia mieloproliferativa crónica clonal, con origen en una célula madre común a las tres series hema- topoyéticas. Esta panmielosis explica que, si bien el predominio de la proliferación eritrocitaria es el hecho característico de la enfermedad, la trombocitosis y la leucocitosis neutrofílica sean también frecuentes. En la PV la eritropoyesis es independiente de los mecanismos que intervienen en su regulación, por lo que los valores séricos de Epo suelen estar disminuidos. Etiología y epidemiología Las causas de la transformación maligna se desconocen. La descripción en 2005 de una mutación adquirida (V617F) del gen JAK2 en el 95% de los pacientes con PV ha permitido conocer mejor la patogenia de la enfermedad. La incidencia de la PV es de 0,7-2,6 casos por 100.000 habitantes y año. Predomina ligeramente en los varones, a diferencia TABLA 206-1 Clasificación fisiopatológica de las eritrocitosis Eritropoyetina Eritrocitosis absoluta (aumento de la masa eritrocitaria) Trastornos genéticos Policitemia congénita y familiar primariaa N/D Policitemia Chuvashb A Policitemia verac D/N Aumento fisiológico de la Epo Por disminución de la cantidad de O2 A Altura Enfermedad pulmonar obstructiva crónica Cortocircuitos derecha-izquierda Síndrome de la apnea del sueño Síndrome de Pickwick (obesidad) Por disminución de la liberación de O2 A Hemoglobinas con aumento de afinidad por el O2 d Déficit congénito de 2,3-BPGe Aumento de carboxihemoglobina (fumadores) Aumento no fisiológico de la Epo A Tumores (hipernefroma, hemangioblastoma del cerebelo, hepatoma, fibromas uterinos) De causa renal (quistes, hidronefrosis, trasplante renal) Eritrocitosis relativa (masa eritrocitaria normal) Policitemia relativa (sinónimos: de estrés, espuria o síndrome de Gaisböck) N Deshidratación N aMutación del gen del receptor de la eritropoyetina. bMutación del gen VHL. cMutación adquirida V617F del gen JAK2. dHerencia autosómica dominante. eHerencia autosómica recesiva. 2,3-BPG: 2,3-bisfosfoglicerato; A: aumentada; D: disminuida; N: normal. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1628 SECCIÓN XIV Hematología de la poliglobulia espuria, que es un trastorno casi exclusivamente masculino. La máxima incidencia de la PV se da entre los 50 y los 70 años y es rara antes de los 40 años (4% de los casos). Cuadro clínico El inicio de las manifestaciones clínicas suele ser insidioso. Junto con síntomas generales (astenia, adelgazamiento), los signos y síntomas más frecuentes están relacionados con el aumento de la viscosidad sanguínea y de la volemia (cefalea, visión borrosa, diplopía, acúfenos, sensación vertiginosa, parestesias en las extremidades, hipertensión arterial). Un síntoma muy frecuente es el prurito, que aparece de forma característica tras el baño o la ducha (prurito hidrogénico o acuagénico). La exploración física pone de manifiesto una espleno- megalia, de tamaño moderado, en menos del 20% de los pacientes. La eritrosis o plétora facial acompañada de quemosis conjuntival es también frecuente. Las complicaciones más graves y frecuentes son los fenómenos trombóticos, tanto arteriales (dos tercios de los casos) como venosos. Las trombosis comprenden desde los accidentes vasculares cerebrales hastala angina o el infarto de miocardio, la trombosis de venas abdo- minales (portal, esplénica, mesentérica, síndrome de Budd-Chiari, del cual la PV constituye la primera causa) o de las extremidades, la tromboembolia pulmonar y la claudicación intermitente. Las com- plicaciones hemorrágicas aparecen en menos del 20% de los pacientes en el curso de la enfermedad, en forma de hemorragia digestiva (los individuos con PV tienen una incidencia aumentada de úlcera péptica), epistaxis o hemorragia postoperatoria en los pacientes sin un control adecuado de la enfermedad. La predisposición a la hemorragia se atribuye a las alteraciones cualitativas de las plaquetas, acentuadas en ocasiones por la administración de antiagregantes o antiinflamatorios. Exploraciones complementarias El dato más destacado es el aumento de la cifra de hematíes, que suele superar los 6 × 1012/L, la Hb (180-220 g/L) y el hematocrito (0,53-0,65 L/L). Los hematíes suelen ser microcíticos e hipocrómicos, debido al consumo férrico excesivo por la hiperplasia eritroide. La VSG es baja. En el 40% de los pacientes se observa leucocitosis neutrofílica, en ocasiones con mielemia y basofilia, así como trombocitosis, que en el 10% de los casos es superior a 1.000 × 109/L. El índice de FAG se halla aumentado. La vitamina B12 sérica y la uricemia acostumbran a estar elevadas. Las pruebas de hemostasia básicas pueden estar artefactadas por el aumento del hematocrito. La Epo sérica se halla disminuida y es recomendable determinarla en el momento del diagnóstico, pues puede normalizarse con las sangrías terapéuticas. El aspirado medular revela un aumento de las tres series hema- topoyéticas. La tinción para el hierro evidencia disminución de los depósitos. La biopsia medular es hipercelular en el 85% de los casos y se caracteriza por una proliferación trilineal (panmielosis) con hiperplasia megacariocítica, con agrupaciones de elementos de tamaño grande y núcleo hiperlobulado. Puede apreciarse fibrosis reticulínica. El estudio citogenético convencional de médula ósea detecta alteraciones en el 10% de los pacientes en el momento del diagnóstico. Las anomalías más habituales son, por este orden, las del cromosoma 9 (alteraciones de 9p o trisomía 9), la deleción de 20q, la trisomía 8, el reordenamiento de 13q, las alteraciones de 1q y las que afectan a los cromosomas 5 y 7. La mutación V617F del gen JAK2 está presente en el 95% de los pacientes con PV cuando se determina por técnicas sensibles como la PCR alelo-específica o la PCR cuantitativa en tiempo real (un tercio de los pacientes son homocigotos). Si la mutación V617F es negativa, debe descartarse que la mutación de JAK2 esté localizada en el exón 12 (2% de los pacientes). El gen JAK2 codifica la proteína que regula al receptor de la Epo. La mutación de este gen es adquirida y hace que el citado receptor esté permanentemente activado, independientemente de la Epo. Junto con las concentraciones de Epo, la mutación de JAK2 constituye un elemento diagnóstico imprescindible en la evaluación de una eritrocitosis. Diagnóstico En el cuadro 206-1 se exponen los criterios diagnósticos recientemen- te propuestos por la OMS. Como puede verse, se establecen como criterios mayores una concentración de Hb superior a 165 g/L en el varón o a 160 g/L en la mujer (o un hematocrito superior a 0,49 y 0,48 L/L, respectivamente) o el aumento de la masa globular deter- minada mediante métodos isotópicos (por encima del 25% del límite superior de la normalidad), la presencia de panmielosis en la biopsia de médula ósea, con hiperplasia eritroide y megacariocitos maduros, y la mutación V617F de JAK2 (situada en el exón 14) o la mutación en el exón 12 de JAK2. Además, se considera como criterio menor la disminución de la Epo sérica. El diagnóstico de PV exige la presencia de los tres criterios mayores o de los dos primeros criterios mayores y del criterio menor. Diagnóstico diferencial En el diagnóstico diferencial de una eritrocitosis debe primar el sen- tido común clínico para orientar el diagnóstico etiológico. Dado que la mutación de JAK2 identifica la existencia de una hematopoyesis clonal en la gran mayoría de los pacientes con PV, el diagnóstico de una eritrocitosis que presenta características clínicas sugestivas de PV (esplenomegalia, leucocitosis y/o trombocitosis, prurito hidrogénico o antecedentes de trombosis) y se acompaña de la mutación de JAK2 no supone mayor dificultad. Por el contrario, el diagnóstico de una eri- trocitosis no clonal (JAK2-negativa) puede ser laborioso por la multitud de posibilidades existentes (tabla 206-2). Es recomendable orientar el diagnóstico en términos fisiopatológicos y determinar la masa globular (si la Hb está aumentada, pero no sobrepasa los valores antes citados) y la Epo como primeros elementos del diagnóstico diferencial. El síndrome de Gaisböck, o poliglobulia espuria o de estrés, consiste en una disminución del volumen plasmático, con volumen globular normal o próximo al límite superior de la normalidad. Se trata de un síndrome que se observa en varones, casi siempre fumadores, hiperten- sos, que consumen alcohol y con sobrepeso. Sólo requiere tratamiento sintomático. Es posible que dentro de este síndrome se hayan incluido un buen número de casos de la poliglobulia del fumador, debida al aumento de la carboxihemoglobina. Una concentración de más del 5% de carboxihemoglobina en sangre debe hacer sospechar una poli- globulia por tabaquismo. En la talasemia menor, aunque existe un número de hematíes aumentado, la Hb y el hematocrito son bajos y la electroforesis de Hb confirma el diagnóstico. Si la saturación de oxígeno es inferior al 92%, deben buscarse causas que cursan con aumento fisiológico de la eritropoyetina, tales como insuficiencia respiratoria, cortocircuitos derecha-izquierda, obesidad, síndrome de la apnea del sueño y, como causas menos frecuentes, las hemo- globinopatías con aumento de la afinidad por el oxígeno o el déficit congénito de 2,3-bisfosfoglicerato. Debe tenerse en cuenta que pueden coexistir mecanismos diferentes en un mismo paciente, por ejemplo, enfermedad pulmonar grave y PV. Cuando el enfermo no reúne las condiciones previamente citadas, la investigación se dirigirá hacia las enfermedades que ocasionan aumentos no fisiológicos de la Epo (tumores, alteraciones renales). Con el término eritrocitosis idiopática o primaria se denomina a aquellos casos de masa globular aumentada que no cumplen criterios diagnósticos de PV y en los que no existe una causa identificable de poliglobulia secundaria. Se trata de una entidad heterogénea que incluye pacientes en los que no puede hallarse una causa aparente. En la tabla 206-2 se resumen los principales criterios que ayudan en el diagnóstico diferencial de las eritrocitosis. • CUADRO 206-1 Criterios diagnósticos de la policitemia vera según la OMS (2016) Mayores Hb > 165 g/L en el varón o > 160 g/L en la mujer, hematocrito > 0,49 L/L en el varón o > 0,48 L/L en la mujer o masa eritrocitaria > 25% del valor normal Biopsia medular hipercelular con hiperplasia trilineal Mutación V617F de JAK2 o mutación del exón 12 de JAK2 Menor Disminución de la Epo sérica Diagnóstico de PV: presencia de los tres criterios mayores o de dos criterios mayores y del criterio menor. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1629 Pronóstico Los pacientes con PV sin tratamiento tienen una mediana de super- vivencia de tan sólo 18 meses, dada la elevada frecuencia de com- plicaciones vasculares. Con un tratamientoadecuado, su supervivencia es de más de 15 años, aunque se considera que la supervivencia global es inferior a la de una población control. En un 8%-10% de los pacientes, la PV evoluciona hacia la denominada fase estable, como resultado del aumento de la fibrosis medular y de la disminución de la capacidad proliferativa de la médula ósea. La mayoría de estos pacientes presentan finalmente un cuadro típico de mielofibrosis, con acusada hepatoesplenomegalia por metaplasia mieloide. En esta fase de la PV (spent polycythemia o policitemia «quemada») se da la paradoja de que el tratamiento debe dirigirse a la corrección de las citopenias, fundamentalmente de la anemia, mediante Epo o anabolizantes y transfusiones. La evolución leucémica se observa en una pequeña proporción de pacientes tratados únicamente con sangrías, lo que indica que dicha evolución forma parte de la historia natural de la PV. La leucemia suele ser mieloblástica, rara vez con fase preleucémica, y es resistente al tratamiento. En los primeros protocolos terapéuticos del Polycy- themia Vera Study Group, el uso de clorambucilo y P32 se asoció a un incremento de neoplasias hematológicas (leucemia aguda, linfoma) y no hematológicas (neoplasias del tubo digestivo). En un estudio europeo (European Collaboration on Low-dose Aspirin in Polycythemia Vera [ECLAP]) sobre 1.638 pacientes, la edad avanzada fue un factor pronóstico independiente del riesgo de evolución a leucemia aguda. La exposición a P32, busulfán y pipobromano, pero no a hidroxiurea, se asoció a un mayor riesgo leucémico cuando estos pacientes se com- pararon con los pacientes tratados sólo con sangrías o IFN. En dicha cohorte de pacientes, las causas de mortalidad fueron las siguientes: 41%, trombosis; 13%, transformación hematológica (a mielofibrosis o leucemia aguda); 4%, hemorragia; 20%, otras neoplasias, y 22%, otras causas. Tratamiento Sangrías Constituyen el tratamiento fundamental de la PV. Su objetivo es redu- cir de forma rápida el riesgo trombótico causado por el aumento de la masa globular. Se efectúan a razón de 450 mL cada 3-4 días hasta conseguir un hematocrito igual o inferior a 0,45 L/L. En pacientes de edad avanzada o con problemas cardiovasculares es aconsejable no reducir el hematocrito tan rápidamente y realizar sangrías de 200- 300 mL una o dos veces por semana. Una vez normalizado el hemato- crito, los controles cada 10-12 semanas establecerán la frecuencia de futuras sangrías. Antiagregantes Las dosis habituales de AAS están contraindicadas en la PV por pro- vocar un aumento en la incidencia de hemorragia gastrointestinal. Por el contrario, las dosis bajas de AAS (100 mg/día) en el estudio ECLAP redujeron el riesgo de complicaciones trombóticas no mortales (infarto de miocardio, infarto cerebral, TEP o muerte por causa cardiovascular), aunque no la mortalidad global o de causa cardiovascular. Quimioterapia Actualmente, la hidroxiurea es el agente más utilizado en el tratamiento de la PV y constituye el tratamiento citorreductor de primera línea. Se administra por vía oral y en dosis de 15 mg/kg de peso y día consigue un control adecuado de la enfermedad en el 70% de los pacientes. Su principal efecto secundario consiste en la aparición de úlceras orales o en las piernas, generalmente cuando se utilizan dosis altas. El busulfán en dosis bajas (2 mg/día) puede lograr una mielodepresión prolongada, por lo que su administración es intermitente. Su principal indicación es en pacientes de mayores de 75 años con resistencia o intolerancia a la hidroxiurea. Su mayor inconveniente reside en su potente acción alquilante (riesgo de aplasia medular si no se controla de cerca y tam- bién de leucemia aguda) y en los efectos tóxicos extrahematológicos, como la fibrosis pulmonar. Fósforo radiactivo Su principal indicación es en pacientes de edad muy avanzada (más de 80 años) que no puedan seguir controles con la regularidad adecuada o toleran mal la hidroxiurea. Se administra a razón de 2,7 mCi/m2, por vía intravenosa, en una dosis (máximo, 5 mCi). Su efecto se observa a los 2-3 meses. Si a los 3 meses no se han normalizado los parámetros hematológicos, puede administrarse otra dosis, un 25% superior a la previa, sin sobrepasar una dosis total anual de 15 mCi. Interferón El IFN-α pegilado (de administración semanal) constituye una alternativa de citorreducción no quimioterápica en los pacientes jóvenes. En general, se precisan varios meses de tratamiento para conseguir una respuesta hematológica. Durante el primer año pueden necesitarse sangrías para controlar el hematocrito. Se ha descrito que el IFN es capaz de reducir de forma valorable la cantidad de alelos mutados V617F del gen JAK2 en pacientes con PV, pero el significado clínico a largo plazo de este efecto se desconoce. Un tercio de los pacientes abandonan el tratamiento por los efectos secundarios a corto o largo plazo. Inhibidores de JAK2 El ruxolitinib, un inhibidor de JAK1 y JAK2 de administración oral, ha sido aprobado recientemente para los pacientes con resistencia o intolerancia a la hidroxiurea. Es especialmente eficaz para el prurito hidrogénico resistente al tratamiento quimioterápico. La dosis reco- mendada es de 10 mg cada 12 h. Es un fármaco bien tolerado, si bien aún se carece de información sobre sus resultados y efectos a largo plazo. Otras medidas La hiperuricemia debe tratarse con alopurinol (300 mg/día). Si el prurito no remite con el tratamiento de la PV, pueden administrarse ciproheptadina (4-16 mg/día), pizotifeno (1,5 mg/día) o colestiramina (4 g/día). Otras medidas que pueden considerarse son el PUVA, los antidepresivos como la paroxetina e incluso el IFN-α. El prurito resis- tente al tratamiento convencional suele responder al ruxolitinib. TABLA 206-2 Diagnóstico diferencial de las eritrocitosis Policitemia vera Eritrocitosis secundaria Eritrocitosis relativa Hematocrito A A A Masa eritrocitaria A A N Volumen plasmático A/N N D Volemia A A/N D/N Esplenomegalia Sí No No Saturación arterial de O2 Na D/N N Trombocitosis Sí No No Leucocitosis Sí Nob Nob Basofilia Sí No No Fosfatasa alcalina granulocítica A N N Epo D/N A N Crecimiento endógeno de colonias eritroides Sí No No Mutación V617F del gen JAK2 Sí No No aDisminuida si coexiste con neumopatía. bPosible en fumadores. A: aumentado; D: disminuido; N: normal. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1630 SECCIÓN XIV Hematología La intervención quirúrgica electiva se pospondrá hasta que se haya controlado la enfermedad durante al menos 2 meses. No es aconsejable administrar hierro para no estimular rápidamente la eritropoyesis y aumentar el riesgo trombótico. Se debe interrumpir el AAS 7-10 días antes y realizar anticoagulación con heparina de bajo peso molecular en dosis profilácticas durante las 6 primeras semanas del período postoperatorio. Estrategia general de tratamiento El tratamiento de la PV debe individualizarse según la edad y las mani- festaciones clínicas actuales o previas. Las recomendaciones terapéuticas actuales en las que existe mayor consenso son las siguientes: Sangrías. Son necesarias en todos los pacientes, independientemente de su edad. El hematocrito debería situarse por debajo de 0,45 L/L. AAS. En dosis bajas (100 mg/día) se recomienda en todos los pacientes sin historia de hemorragia, intolerancia gástrica o trom- bocitosis extrema (cifra de plaquetas superior a 1.500 × 109/L). Tratamiento citorreductor. Se halla indicado en las siguientes circuns- tancias: edad superior a 60 años, historia de trombosis, escasa tole- rancia a las sangrías o requerimiento frecuente de las mismas, activi- dad mieloproliferativa (esplenomegalia, leucocitosisy trombocitosis intensas, prurito) o cifras de plaquetas superiores a 1.500 × 109/L. Hidroxiurea. Es el tratamiento citorreductor de elección. En pacientes jóvenes (menos de 40 años) el IFN es una alternativa a considerar, mientras que en pacientes de edad avanzada (más de 80 años) el fósforo radiactivo es una opción válida. Ruxolitinib. En los pacientes con resistencia o intolerancia a hidro- xiurea. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Arber DA, Orazi A, Hasserjian R, Thiele J, Borowitz MJ, Le Beau MM, et al. The 2016 revision to the World Health Organization classification of myeloid neoplasms and acute leukemia. Blood 2016;127:2391-405. Barbui T, Tefferi A, Vannucchi AM, Passamonti F, Silver RT, Hoffman R, et al. Philadelphia chromosome–negative classical myeloproliferative neoplasms: Revised management recommendations from European LeukemiaNet. Leukemia 2018;32:1057-69. Landolfi R, Marchioli R, Kutti J, Gisslinger H, Tognoni G, Patrono C, et al. Efficacy and safety of low-dose aspirin in polycythemia vera. N Engl J Med 2004;350:114-24. Spivak JL. Polycythemia vera: myths, mechanisms, and management. Blood 2002;100:4272-90. Vannucchi AM, Kiladjian JJ, Griesshammer M, Masszi T, Durrant S, Pas- samonti F, et al. Ruxolitinib versus standard therapy for the treatment of polycythemia vera. N Engl J Med 2015;372:426-35. TROMBOCITEMIA ESENCIAL Concepto La trombocitemia esencial (TE) es una neoplasia mieloproliferativa crónica con origen en una célula madre pluripotencial hematopoyética caracterizada por una trombocitosis persistente que cursa con hiperplasia megacariocítica en la médula ósea y una tendencia a presentar complica- ciones trombóticas, microvasculares y, en menor medida, hemorrágicas. Etiología y epidemiología Aunque un 50%-60% de los pacientes con TE presentan la mutación V617F de JAK2, un 20% tienen mutaciones en el gen de la calreticu- lina (CALR) y un 3% en el gen del receptor de la trombopoyetina (MPL), la alteración molecular primaria de la enfermedad se desconoce. Su incidencia es de 0,59 a 2,53 casos por 100.000 habitantes y año. La mediana de edad en el momento del diagnóstico es de 60 años, con un marcado predominio femenino (2/3 de los pacientes son mujeres). El 15%-20% de los pacientes tienen menos de 40 años. Cuadro clínico La práctica generalizada de exámenes de revisión ha hecho que cada vez sean más frecuentes las formas asintomáticas, que en algunas series constituyen hasta el 70% de los casos. La sintomatología más común y característica de la enfermedad se debe a trastornos oclusivos de la microcirculación en forma de dolor isquémico en los dedos de los pies o en las plantas y las palmas —eritromelalgia—, acrocianosis, parestesias, alteraciones visuales atípicas, cefalea pulsátil, vértigo y acúfenos. La trombosis arterial es más frecuente que la venosa y, por orden de frecuencia, afecta a los territorios vascular cerebral, vascular periférico y coronario. Las trombosis venosas se observan en las venas de las extremidades inferiores y con menor frecuencia en el territorio venoso esplácnico (trombosis portal, esplénica, mesentérica, síndrome de Budd-Chiari) y en los senos cerebrales. Las complicaciones hemo- rrágicas (cutáneo-mucosas, gastrointestinales, metrorragias) son menos frecuentes. En la exploración física se detecta una ligera esplenomegalia en menos del 10% de los pacientes. Exploraciones complementarias La trombocitosis, superior a 450 × 109/L, es el dato más destacable. La cifra de leucocitos es normal o existe una ligera leucocitosis neutrofílica, rara vez con basofilia o mielemia. La Hb suele ser normal y la LDH y la vitamina B12 sérica pueden estar algo aumentadas. La ferritina sérica es normal. En ocasiones se observa una hiperpotasemia espuria, debido a la liberación de potasio por las plaquetas in vitro. El aspirado medular pone de manifiesto una intensa hiperplasia megacariocítica. El cariotipo de médula ósea acostumbra a ser normal. La biopsia medular es normocelular o discretamente hipercelular, con conservación del tejido adiposo y aumento de megacariocitos de gran tamaño y núcleo polilobulado. La reticulina es normal o moderada- mente aumentada. Un 50%-60% de los pacientes con TE presentan la mutación V617F de JAK2, por lo general en forma heterocigota (sólo un 1%-3% son homocigotos). Los pacientes con dicha mutación presentan cifras iniciales más elevadas de Hb, leucocitos y neutrófilos, concentraciones más bajas de Epo y ferritina, y mayor tendencia a la microcitosis, es decir, un fenotipo hematológico más similar al de la PV. Por el contrario, el 20%-25% de los pacientes con mutaciones de CALR presentan una trombocitosis más intensa y una menor frecuencia de trombosis. Un 3% de los pacientes presentan una mutación adquirida del gen MPL. Diagnóstico En ausencia de un marcador molecular propio de la TE el diagnóstico de esta enfermedad únicamente puede establecerse por exclusión, tras descartar todas las situaciones clínicas que se asocian a un aumento persistente de la cifra de plaquetas. La OMS propuso en 2016 unos criterios diagnósticos basados en la demostración de clonalidad y en la exclusión tanto de las trombocitosis acompañantes al resto de las neoplasias mieloproliferativas crónicas y a los síndromes mielodis- plásicos como de las trombocitosis secundarias. Dichos criterios pueden resumirse en: a) trombocitosis persistente por encima de 450 × 109/L; b) biopsia medular con proliferación megacariocítica a base de ele- mentos maduros de núcleo polilobulado; c) ausencia de criterios para PV, LMC, MFP o síndrome mielodisplásico, y d) demostración de la mutación V617F del gen JAK2 o de otro marcador de clonalidad (como las mutaciones de CALR o MPL) o, a falta de estas mutaciones, ausencia de causas de trombocitosis reactiva (ferropenia, inflamación, infección, neoplasia, esplenectomía u otras). Pronóstico La supervivencia de los pacientes con TE no difiere de la de una pobla- ción control, al menos durante los 10 primeros años. La edad superior a 60 años y el antecedente de trombosis son los principales factores pronósticos para la aparición de trombosis y para la supervivencia. La mutación de JAK2 y la existencia de factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, tabaquismo, hipercolesterolemia, diabetes) se asocian, asimismo, a un riesgo más aumentado de trombosis. La leucemia aguda es muy infrecuente como parte de la evolución natural de la enfermedad, pero el riesgo de transformación aumenta con la utilización de ciertos agentes quimioterápicos. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1631 A largo plazo puede observarse la evolución a mielofibrosis (3%-8% a los 10 años). Las causas de fallecimiento por orden de frecuencia en una casuística de más de 2.000 pacientes fueron: 3,1%, trombosis; 1,1%, leucemia aguda; 0,3%, hemorragia, y el resto, neoplasias sólidas y otras causas. Tratamiento Cualquier decisión respecto al tratamiento debe considerar que la TE es una neoplasia mieloproliferativa crónica que, en general, afecta más a la calidad de vida (por la tendencia a las complicaciones vasculares) que a la supervivencia de los pacientes. No existe relación entre el grado de trombocitosis y la propensión trombótica. En la elección del tratamiento debe sopesarse la necesidad de prevenir la aparición de complicaciones trombóticas o hemorrágicas frente al peligro de yatrogenia (en especial, leucemia aguda). La hidroxiurea es el agente más utilizado y representa el estándar del tratamiento citorreductor en los pacientes demás de 40 años que requieren tratamiento citorreductor. La dosis inicial es de 0,5-1 g/día, con ajuste posterior de la dosis hasta conseguir el control de la trombocitosis sin producir anemia ni leucopenia. La tolerancia clínica y hematológica a largo plazo es buena. La macrocitosis y la neutropenia son los efectos más frecuentes a corto plazo. En ocasiones puede ocasionar úlceras maleolares u orales, que obligan a su interrupción. En el 3%-8% de los pacientes se observa a largo plazo evolución a mielofibrosis. En un 3%-4% de los enfermos tratados con hidroxiurea se observa la evolución a leucemia aguda o síndrome mielodisplásico a los 5-10 años del ini- cio del tratamiento. Existe, no obstante, controversia acerca del potencial leucemógeno de la hidroxiurea. Debe evitarse siempre su administración secuencial con agentes alquilantes (busulfán, fósforo radiactivo) por el elevado riesgo de segundas neoplasias observado con dicha asociación. La anagrelida es una imidazoquinazolina que actúa selectivamente sobre la maduración y diferenciación megacariocítica, lo que inhibe la producción plaquetaria. La dosis inicial es de 1-1,5 mg/día, con aumento de la dosis no más de 0,5 mg/día por semana, hasta conseguir el control de la cifra de plaquetas. Los principales efectos secundarios incluyen palpitaciones, taquicardia, cefaleas, diarrea y retención de líquidos. La historia de cardiopatía contraindica su uso y es recomen- dable efectuar una evaluación cardiológica antes de su administración. No posee potencial leucemógeno. El IFN puede estar indicado en mujeres embarazadas que precisen citorreducción plaquetaria, pues, a diferencia de la hidroxiurea y la anagrelida, no atraviesa la barrera placentaria. También en pacientes jóvenes que hayan presentado trombosis para evitar el posible riesgo a largo plazo de la administración de hidroxiurea. El TPH puede considerarse en los pacientes con evolución a mielofibrosis con datos de mal pronóstico. Estrategia general La elección del tratamiento se basa en la asignación del paciente a una categoría de riesgo trombótico o hemorrágico. La edad superior a 60 años, la historia de trombosis o de hemorragia grave y la presencia de trombocitosis superior a 1.500 × 109/L son los factores fundamentales para definir la categoría de alto riesgo y, por tanto, la indicación de citorreducción plaquetaria. En contraposición, los pacientes de bajo riesgo tienen menos de 60 años y no presentan ninguna característica de alto riesgo. Este grupo de pacientes no debería ser tratado o como máximo debería recibir tratamiento con AAS en dosis bajas (100 mg/ día), especialmente si la mutación de JAK2 es positiva. En cualquier caso, es obligado un control estricto de los posibles factores de riesgo cardiovascular o trombofilia familiar. En caso de citorreducción, la hidroxiurea debe ser la primera opción en pacientes de más de 40 años. Cuando se observa into- lerancia o resistencia, la anagrelida es la siguiente opción. En los pacientes de menos de 40 años el IFN puede considerarse como primera línea de tratamiento. El AAS en dosis bajas está indicado en pacientes con síntomas por oclusión microvascular y en los que hayan presentado una complicación isquémica o trombótica grave. En caso de cirugía, se aconseja realizar anticoagulación con heparina de bajo peso molecular en las primeras semanas del perío- do postoperatorio. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Barbui T, Tefferi A, Vannucchi AM, Passamonti F, Silver RT, Hoffman R, et al. Philadelphia chromosome–negative classical myeloproliferative neoplasms: Revised management recommendations from European LeukemiaNet. Leukemia 2018;32:1057-69. Besses C, Cervantes F, Pereira A, Florensa L, Solé F, Hernández-Boluda JC, et al. Major vascular complications in essential thrombocythemia: a study of the predictive factors in a series of 148 patients. Leukemia 1999;13:50-4. Harrison CN, Campbell PJ, Buck G, Wheatley K, East CL, Bareford D, et al. Hydroxyurea compared with anagrelide in high-risk essential thrombocy- themia. N Engl J Med 2005;353:33-45. Klampfl T, Gisslinger H, Harutyunyan AS, Nivarthi H, Rumi E, Milosevic JD, et al. Somatic mutations of calreticulin in myeloproliferative neoplasms. N Engl J Med 2013;369:2379-90. MIELOFIBROSIS PRIMARIA Concepto La aparición de fibrosis en la médula ósea puede ser consecuencia de diversas causas, tales como ciertas infecciones (tuberculosis), las radiaciones ionizantes, la osteopetrosis, la enfermedad de Paget, algunas neoplasias hematológicas (linfoma, enfermedad de Hodgkin, trico- leucemia, síndromes mielodisplásicos o neoplasias mieloproliferativas crónicas) o la carcinomatosis diseminada. En la mayoría de los casos, el examen cuidadoso de la médula ósea permite establecer el origen secun- dario de la fibrosis al evidenciar el proceso subyacente; es característica su reversibilidad al remitir el proceso de base con el tratamiento. Es más raro que la mielofibrosis secundaria sea lo suficientemente intensa como para originar la aparición de hematopoyesis extramedular (metaplasia mieloide) compensatoria. Cuando no se detecta ninguna causa que justifique dichos hallazgos, se habla de mielofibrosis primaria (MFP), también conocida como mielofibrosis idiopática, mielofibrosis con meta- plasia mieloide o metaplasia mieloide agnogénica, que es una panmielosis de carácter clonal con origen en una célula madre de la hematopoyesis incluida en el grupo de las neoplasias mieloproliferativas crónicas. Además de la forma primaria (MFP), la mielofibrosis puede aparecer como evolución de la PV o la TE (mielofibrosis post-PV o post-TE). Epidemiología y etiopatogenia La MFP es una entidad poco frecuente, pues su incidencia es de 0,4 a 0,6 nuevos casos por 100.000 habitantes y año. La edad mediana en el momento del diagnóstico es de 65 años, aunque algo más del 20% de los pacientes tiene menos de 55 años y ocasionalmente hay casos infantiles. Es más común en varones que en mujeres. En la mayor parte de los pacientes no es posible registrar un eventual agente etiológico, aunque en algunos enfermos existe el antecedente de exposición a derivados del benceno, insecticidas o radiaciones ionizantes. Está bien establecido que el cuadro clínico-hematológico de la MFP es el resultado de la proliferación clonal de una célula madre pluripo- tencial de la hematopoyesis; en realidad, la fibrosis y la reacción del estroma medular surgen de un fenómeno reactivo a la misma. La teoría más aceptada postula que la fibrosis y la reacción del estroma medular aparecerían como consecuencia de la liberación en el microambiente medular de ciertas citocinas y factores de crecimiento producidas fundamentalmente por los megacariocíticos (como el PDFG o platelet derived growth factor y el TGF-β o transforming growth factor β), los monocitos (factor tisular monocitario y TGF-β) y las células madre hemopoyéticas. Estas sustancias estimularían la proliferación de los fibroblastos y su producción de colágeno, al tiempo que inhibirían la colagenasa, enzima que regula la degradación del colágeno. Por su parte, las células CD34-positivas liberarían productos como el M-CSF o monocyte colony stimulating factor, el stem cell factor y la IL-6, que favorecerían la proliferación mieloide, mientras que las células endoteliales producirían el VEGF o vascular endotelial growth factor, que favorecería la proliferación vascular o angiogénesis. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1632 SECCIÓN XIV Hematología Cuadro clínico En la actualidad cerca del 30% de los pacientes con MFP se diagnos- tican con el paciente asintomático, debido al hallazgo de alteraciones analíticas o de esplenomegalia. Las manifestacionesmás comunes en el momento del diagnóstico son, por este orden, la sintomatología ané- mica (astenia, disnea de esfuerzo, ángor), la constitucional (febrícula, sudación o pérdida de peso), debida al hipermetabolismo propio de la proliferación, y la relacionada con la esplenomegalia (malestar en el cuadrante superior izquierdo del abdomen o dolor agudo en el hipo- condrio izquierdo irradiado al hombro, propio del infarto esplénico, sensación de plenitud, estreñimiento o diarrea). Con menor frecuencia se observan hemorragias, trombosis, gota aguda, dolores óseos o prurito tras la ducha (tabla 206-3). En la exploración física el aspecto de los pacientes oscila entre la apariencia normal y, en los casos más extremos, la caquexia. Se palpa esplenomegalia inicialmente en el 80%-90% de los casos, en muchos de ellos de forma acusada (más de 10 cm por debajo del reborde cos- tal). Cuando no se detecta en la palpación, la esplenomegalia puede ponerse de manifiesto mediante pruebas de imagen. En el 50% de los enfermos existe hepatomegalia, por lo general, moderada. En el 30% de los pacientes se observan signos físicos o alteraciones cardiovasculares en relación con la anemia (palidez, taquicardia, soplos funcionales, edema en extremidades inferiores). Puede haber una ligera ictericia. Las trombosis, entre ellas el síndrome de Budd-Chiari o las trombosis del eje esplenoportal, son más infrecuentes. Las adenopatías pueden observarse ocasionalmente en los casos de larga evolución, en los que también pueden existir nódulos cutáneos de color rojizo como expre- sión local de hematopoyesis extramedular. En general, la sintomatología constitucional, la esplenomegalia, la fibrosis y las citopenias empeoran a lo largo de la evolución de la MFP. En la mayoría de los casos la muerte se debe a evolución a leucemia aguda, caquexia, infecciones, hemorragias, trombosis y segundas neo- plasias. En el curso de la enfermedad casi todos los pacientes necesitan transfusiones frecuentes de concentrados de hematíes, por lo que la sobrecarga férrica es un problema. Además, la mayoría de los enfermos acaban por presentar trombocitopenia. El tamaño del bazo aumenta a lo largo de la evolución de la enfer- medad, lo cual contribuye al empeoramiento de las citopenias. La hepatomegalia aumenta de manera paralela. La esplenectomía puede provocar el crecimiento de la hepatomegalia por metaplasia mieloide compensatoria. Otras complicaciones que se observan son: 1) hipertensión portal con varices esofágicas y ascitis, que ocurre en el 10%-20% de los pacientes, como resultado de un marcado incremento del flujo san- guíneo por el aumento del espacio vascular en el bazo, así como por la metaplasia mieloide hepática y, en algunos casos, la trombosis de las venas del eje esplenoportal; 2) insuficiencia hepática por metaplasia mieloide masiva del hígado sin signos de hipertensión portal, que se ve en el 10% de los casos; 3) insuficiencia cardíaca (10%-30% de los enfermos), debida a la sobrecarga férrica por las transfusiones y, en parte, al marcado aumento del volumen vascular, y 4) fase blástica, en el 20% de los pacientes, que, al igual que en la LMC, suele ser de estirpe mieloide y con frecuencia es resistente a la quimioterapia. Otras complicaciones menos comunes son los infartos esplénicos, el síndrome de Budd-Chiari y los tumores extramedulares de tejido mieloide que causan compresión de la médula espinal u obstrucción bronquial, intestinal o urinaria, según su localización. Exploraciones complementarias Sangre periférica La mayoría de los pacientes tienen anemia en el momento del diagnós- tico. La morfología eritrocitaria está alterada y es típica la presencia de dacriocitos (hematíes en lágrima), además de la anisopoiquilocitosis y la policromasia. Se observan eritroblastos en casi todos los pacientes, aunque su número no suele ser muy elevado (1-5 por 100 leucocitos) y aumenta notablemente después de la esplenectomía. El recuento de leucocitos es normal o se halla moderadamente disminuido en el 70% de los casos. Una leucocitosis moderada es relativamente común; la leucocitosis marcada (superior a 50 × 109/L) es más rara. Típicamente se observan en la sangre periférica granulocitos en diferente grado de maduración (promielocitos, mielocitos, metamielocitos), lo que se conoce como mielemia, y más raramente blastos. La eosinofilia y la basofilia son poco frecuentes. La combinación de mielemia y eritroblastos circulantes, conocida como síndrome leucoeritroblás- tico, es un hallazgo característico de la MFP. Los granulocitos pueden tener signos de displasia, como desgranulación y cuerpos de Döhle. El recuento de plaquetas está disminuido en el 20% de los casos, es normal en el 50% de los pacientes y se halla aumentado en el 30% res- tante. Tanto la trombocitopenia como la trombocitosis son, en general, moderadas. Las plaquetas tienen anomalías morfológicas y funcionales. La agregación plaquetaria suele estar alterada. Es característico de la MFP el aumento en el número de progenitores hematopoyéticos circu- lantes (células CD34+). Como resultado del aumento de la actividad hematopoyética, son frecuentes la hiperuricemia y el incremento de los niveles de vitamina B12 y de sus proteínas transportadoras. La LDH está aumentada con elevada frecuencia, como reflejo de la hemólisis moderada y de la eritropoyesis ineficaz propias de la enfermedad. Es habitual la hipocolesterolemia, que guarda relación con el tamaño del bazo. En algunos pacientes pueden detectarse alteraciones autoin- munes, tales como complejos inmunes circulantes, crioaglutininas, anticuerpos antitisulares, y, más raramente, una prueba de Coombs directa positiva o anticoagulantes circulantes tipo lupus. En el estudio molecular de los leucocitos de sangre periférica el 60% de los pacientes con MFP presentan la mutación V617F del gen JAK2; un 25%, mutaciones de CALR, y un 5%-8% de ellos, la mutación del gen MPL (gen del receptor de la trombopoyetina). Médula ósea Con frecuencia el aspirado de médula ósea no permite la obtención de material, lo que se conoce como punción seca o blanca (del inglés dry tap). La biopsia medular es difícil de obtener por la dificultad en penetrar el hueso debido a su dureza, pero resulta imprescindible para establecer el diagnóstico de MFP, pues permite determinar la presencia y el grado de fibrosis, junto con la presencia de agregados de megacariocitos altamente displásicos, hallazgo característico de la enfermedad. La histopatología de la médula ósea se resume en cuatro lesiones funda- mentales: hiperplasia hematopoyética, fibrosis reticulínica, fibrosis colá- gena y neoformación ósea (mielosclerosis). La heterogeneidad de estos parámetros es muy amplia y ha dado lugar a diversas clasificaciones, todas ellas muy parecidas. En la actualidad, la clasificación histológica más utilizada es la de la OMS, que reconoce tres fases de la MFP en función de la presencia y el grado de extensión de la fibrosis reticulínica o colágena o de la existencia de mielosclerosis. Además, reconoce una cuarta fase, la llamada forma prefibrótica de la MFP, en la que no existiría fibrosis, y pocas veces esplenomegalia, anemia o síndrome TABLA 206-3 Principales síntomas y signos al diagnosticar mielofibrosis primaria (n = 200) Manifestación clínica Porcentaje de casos Ausencia de síntomas 29 Sintomatología anémica 29 Sintomatología constitucional 28 Síntomas por la esplenomegalia 18 Hemorragia 4 Trombosis 4 Prurito 4 Gota 1 Dolores óseos 1 Otros < 1 Esplenomegalia 84 Hepatomegalia 50 Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 206 Neoplasias mieloproliferativas crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar